AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hielo en el pecho (Henrriete)
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Hielo en el pecho (Henrriete)
Esa tarde, a riesgo de que cualquier guardia me identificara, salí a enfrentarme con un frío espeso impropio de París. Durante las últimas semanas me había dedicado a esconderme, y juro que estaba a punto de volverme loco. Ya no tenía dinero ni para pagar el silencio de la dueña del burdel, la cual me daba cobijo entre los cálidos cuerpos de sus muchachas y no decía palabra de mi paradero a la policía a cambio de una cuantiosa suma de oro. Si no conseguía ese mismo día hacer algún negocio truculento, dormiría a la interperie... y eso no me convenía. Por lo pronto, tendría que robar algo de comida si quería estar listo para el largo día que se avecinaba. Me acuclillé entre algunos puestos de comida en el mercado y observé con atención. Parejas que apestaban a dinero se pasearon ante mis narices. Apreté los dientes y busqué la mejor forma de coger suministros y pasar desapercibido... pero antes de decidir una estrategia, mi mirada se posó en una joven que destacaba entre el gentío como un limón entre vides.
Narim- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Hielo en el pecho (Henrriete)
Solía salir a caminar a veces por la ciudad para distraerme o distraer, me fascinaba caminar por las calles de la hermosa Paris atrayendo mirada de curiosos y curiosas tratando de adivinar mi profesión, pues si bien no eran las mismas escasas ropas provocadoras que usaba en el burdel, si solía usar vestidos sugerentes generalmente con escotes algo reveladores y no podía evitar alguna que otra maña usada en mi profesión, y aunque ese día llevaba puesta una capa atada al cuello para protegerme del frío, no era suficiente para pasar desapercibida.
Estaba camino a mi casa antes de ir al burdel y en mi trayecto encontré un pequeño mercado rebosante de colores y olores, así que decidí desviarme un poco y curiosear haber que encontraba. Los pequeños puestos tenían de todo, desde lo más simple como frutas y verduras hasta personas que decían poder predecir tu futuro. Vi en uno de ellos algunos dijes y collares, encontré uno muy lindo color plata y en el dije una pequeña piedra roja, así que lo compré una pequeña baratija más.
Caminé un poco para encontrarme con un anciana muy tierna que vendía frutas, al detenerme nuevamente sentí varias miradas a mi alrededor, y sonreí para mi, eché un poco hacia atrás un lado de la capa para dejar más libre mi mano y alcanzar algunas frutas, eso provocó un poco de enojo a las mujeres que pasaban por ahí con sus esposos o prometidos aunque también algunos hombres que por su rostro se notaba que me desnudaban con los ojos, la anciana lo notó y sonrió – Lo haces a propósito ¿verdad?- dijo dándome una pequeña canasta con las frutas que yo había escogido. Tomé unas monedas y extendí mi mano para pagar – ¿Hacer qué? Yo simplemente soy así la gente es la que se sorprende- le contesté.
Mientras estaba ahí constantes personas me habían examinado de arriba abajo, pero podía sentir una mirada en especial, di media vuelta y busque al dueño de ella, y lo encontré, un poco escondido entre los puestos, me dirigí hacía él lentamente fingiendo estar interesada en algo más, parecía acechante, ¿sería un ladrón?, como fuera ya estaba a un lado de él. – ¿Tengo algo que te interese cariño?- dije poniendo una mano en mi cintura y observándolo fijamente.
Estaba camino a mi casa antes de ir al burdel y en mi trayecto encontré un pequeño mercado rebosante de colores y olores, así que decidí desviarme un poco y curiosear haber que encontraba. Los pequeños puestos tenían de todo, desde lo más simple como frutas y verduras hasta personas que decían poder predecir tu futuro. Vi en uno de ellos algunos dijes y collares, encontré uno muy lindo color plata y en el dije una pequeña piedra roja, así que lo compré una pequeña baratija más.
Caminé un poco para encontrarme con un anciana muy tierna que vendía frutas, al detenerme nuevamente sentí varias miradas a mi alrededor, y sonreí para mi, eché un poco hacia atrás un lado de la capa para dejar más libre mi mano y alcanzar algunas frutas, eso provocó un poco de enojo a las mujeres que pasaban por ahí con sus esposos o prometidos aunque también algunos hombres que por su rostro se notaba que me desnudaban con los ojos, la anciana lo notó y sonrió – Lo haces a propósito ¿verdad?- dijo dándome una pequeña canasta con las frutas que yo había escogido. Tomé unas monedas y extendí mi mano para pagar – ¿Hacer qué? Yo simplemente soy así la gente es la que se sorprende- le contesté.
Mientras estaba ahí constantes personas me habían examinado de arriba abajo, pero podía sentir una mirada en especial, di media vuelta y busque al dueño de ella, y lo encontré, un poco escondido entre los puestos, me dirigí hacía él lentamente fingiendo estar interesada en algo más, parecía acechante, ¿sería un ladrón?, como fuera ya estaba a un lado de él. – ¿Tengo algo que te interese cariño?- dije poniendo una mano en mi cintura y observándolo fijamente.
Henriette Blois- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/08/2011
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Re: Hielo en el pecho (Henrriete)
Sostuve la mirada a la joven mientras avanzaba hacia mí. Me sorprendió el desparpajo con el que se movía, como si el mundo estuviera fijo en ella (lo que no era una idea del todo incorrecta) y el hecho de que se dirigiera a mí sin ningún tipo de titubeo. La observé desde abajo, puesto que yo permanecía en cuclillas, y alcé una ceja ante su pregunta.
-Qué directa sois - comenté mientras me ponía de pie, quedando mis ojos un poco por encima de los suyos. Hice una mueca irónica- Quizá haya algo que quiera de vos, otra cosa es que queráis dármelo.
Eché un vistazo a las ropas que llevaba, sugerentemente, intentando no pararme en su escote. Obviamente aquello era una broma de mal gusto, al fin y al cabo, no eran las provocaciones lo que me había llamado la atención de la joven. Eran sus movimientos sutiles, y la forma en la que había evitado el comentario de la anciana a la que había comprado lo que me había hecho mirarla con tanta intensisdad, aunque indudablemente, era una joven bella. Metí las manos en los bolsillos con tranquilidad y me apoyé en uno de los postes del puesto tras el que me hallaba. Miré a mi alrededor. No podía permitirme una distracción. No era bienvenido en las calles de París, y si me reconocía alguien, tendría que correr como alma que lleva el diablo... aunque eso era algo habitual para mí. Volví a prestar atención a la joven, y a la curva que había formado su cadera con aire de suficiencia. Evité la tentación de reirme.
-Me encantaría saber qué me pediría a cambio de una de sus manzanas- señalé con la cabeza el cesto con frutas que llevaba prendido del brazo-. Obviamente, no tengo ni una mísera moneda, pero puedo ser muy generoso.
Deslicé una mano fuera del bolsillo del pantalón y tomé una roja y brillante manzana que se hallaba en la parte de arriba de la cesta. Se la enseñé y jugueteé con ella, pasándola de una mano a otra mientras la joven pensaba una buena respuesta. Si mi plan iba como pretendía, me regalaría aquella pieza evitándome la molestia de robarla... pero algo me decía que la persona que se hallaba frente a mí sabía hacer incluso mejores negocios que yo.
-Qué directa sois - comenté mientras me ponía de pie, quedando mis ojos un poco por encima de los suyos. Hice una mueca irónica- Quizá haya algo que quiera de vos, otra cosa es que queráis dármelo.
Eché un vistazo a las ropas que llevaba, sugerentemente, intentando no pararme en su escote. Obviamente aquello era una broma de mal gusto, al fin y al cabo, no eran las provocaciones lo que me había llamado la atención de la joven. Eran sus movimientos sutiles, y la forma en la que había evitado el comentario de la anciana a la que había comprado lo que me había hecho mirarla con tanta intensisdad, aunque indudablemente, era una joven bella. Metí las manos en los bolsillos con tranquilidad y me apoyé en uno de los postes del puesto tras el que me hallaba. Miré a mi alrededor. No podía permitirme una distracción. No era bienvenido en las calles de París, y si me reconocía alguien, tendría que correr como alma que lleva el diablo... aunque eso era algo habitual para mí. Volví a prestar atención a la joven, y a la curva que había formado su cadera con aire de suficiencia. Evité la tentación de reirme.
-Me encantaría saber qué me pediría a cambio de una de sus manzanas- señalé con la cabeza el cesto con frutas que llevaba prendido del brazo-. Obviamente, no tengo ni una mísera moneda, pero puedo ser muy generoso.
Deslicé una mano fuera del bolsillo del pantalón y tomé una roja y brillante manzana que se hallaba en la parte de arriba de la cesta. Se la enseñé y jugueteé con ella, pasándola de una mano a otra mientras la joven pensaba una buena respuesta. Si mi plan iba como pretendía, me regalaría aquella pieza evitándome la molestia de robarla... pero algo me decía que la persona que se hallaba frente a mí sabía hacer incluso mejores negocios que yo.
Narim- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Hielo en el pecho (Henrriete)
Seguí su mirada mientras se levantaba, y ahora de pie se veía mucho mejor que en la posición que se encontraba anteriormente, sonreí de medio lado cuando termino de hablar, y reí dentro de mí por sus palabras, lo examine de arriba hacia abajo tal vez aceptará su petición, todo dependía de lo que quisiera pedirme, aunque claro yo pocas veces me negaba a complacer a los demás -Bien ¿Qué es lo que deseas?-
Pero mis ojos no fueron los únicos que examinaron a quien tenía el frente, los suyos se pasaron por todo mi cuerpo recorriéndolo lentamente observando las partes que tanto me gustaba resaltar, sin embargo noté que no quiso detenerse en ellas aunque la mayoría de la gente lo hacía sin disimular y siguió de largo, buscando algo más. Para mi sorpresa se posaron en un lugar que a muchos otros no les interesaba, mi canasta de frutas.
Se veía algo inquieto y constantemente miraba a su alrededor, ¿en verdad era solo eso lo que quería?, la verdad no me molestaba regalarle alguna, era algo insignificante pero quería saber que era lo que él me podría ofrecer -Que elección tan acertada, manzanas, el símbolo del pecado, aquella cosa de la que se me acusa y me agrada tanto, pecar, pues bien no sería malo regalártela – dijo acercándome para tomar la manzana con la que ahora jugaba él –No me importa que no tengas monedas, pero dime qué otra cosa tienes para ofrecerme, dices poder ser generoso demuéstralo, y podrás obtener más que esta simple fruta, ¿hay algo más que desees?, si es así y lo que me ofrezcas me agrada, puedo complacerte y dártelo – me acerqué a él mostrándole la codiciada fruta a la altura de los ojos, invitándolo a probarla.
Pero mis ojos no fueron los únicos que examinaron a quien tenía el frente, los suyos se pasaron por todo mi cuerpo recorriéndolo lentamente observando las partes que tanto me gustaba resaltar, sin embargo noté que no quiso detenerse en ellas aunque la mayoría de la gente lo hacía sin disimular y siguió de largo, buscando algo más. Para mi sorpresa se posaron en un lugar que a muchos otros no les interesaba, mi canasta de frutas.
Se veía algo inquieto y constantemente miraba a su alrededor, ¿en verdad era solo eso lo que quería?, la verdad no me molestaba regalarle alguna, era algo insignificante pero quería saber que era lo que él me podría ofrecer -Que elección tan acertada, manzanas, el símbolo del pecado, aquella cosa de la que se me acusa y me agrada tanto, pecar, pues bien no sería malo regalártela – dijo acercándome para tomar la manzana con la que ahora jugaba él –No me importa que no tengas monedas, pero dime qué otra cosa tienes para ofrecerme, dices poder ser generoso demuéstralo, y podrás obtener más que esta simple fruta, ¿hay algo más que desees?, si es así y lo que me ofrezcas me agrada, puedo complacerte y dártelo – me acerqué a él mostrándole la codiciada fruta a la altura de los ojos, invitándolo a probarla.
Henriette Blois- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/08/2011
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Re: Hielo en el pecho (Henrriete)
No pude evitar esbozar una leve sonrisa. Una sonrisa de verdad, y yo siempre evitaba hacerlo. Mostrar tus sentimientos, aunque fueran de diversión o agrado, era una debilidad en mi. Pensé bien qué podría ofrecerle a esa joven dama, si yo no contaba con apenas posesiones. Parecía sugerirme con cada palabra que el placer que podría encontrar en ella era digno de probarse, y me pregunté por primera vez si habría visto a la chica alguna otra vez en París... pero descarté la idea. No obstante, seguí intrigado con su mirada pícara e inteligente. Quería saber hasta dónde podría llegar a conocerla si me dejaba permanecer con ella un tiempo, y para ello tendría que darle algo valioso. Pensé detenidamente mientras observaba la manzana que me puso frente a la cara. La mordí sin ningún reparo. Me tenía en el cebo, y quería hacérselo saber. Tragué el dulce nectar deleitándome con su sabor.
-Una vieja leyenda afirma que quien conozca el verdadero nombre de las cosas tendrá poder sobre ellas - hice una pausa pensando cómo continuar y señalé la manzana mordida que aún sostenía en su mano-. Por esa manzana y su compañía, le ofrezco mi nombre. Mi verdadero nombre. Y créame. Tiene muchísimo más valor de lo que usted piensa.
Y vaya si lo tenía. Hice cuéntas mentales de cuántos nombres falsos habría utilizado a lo largo de los años para cubrirme las espaldas. Los civiles olfateaban en busca del nombre de Narim hasta en las alcantarillas. A nadie se le había olvidado el rostro del muchacho que había conseguido escapar de la cárcel sin dejar huella alguna.
-¿Qué me dice? Me gustaría saber si es usted tan interesante como hace creer a todos los hombres que la miran y no tengo mucho tiempo- aproveché para echar un vistazo hacia el mercado. Un par de guardias charlaban mientras caminaban con lentitud hacia la zona dónde nos encontrábamos. Me separé del madero donde me apoyaba y le tendí la mano, mirándola con intensidad-. ¿Quiere pasar un día conmigo? No la insistiré más.
-Una vieja leyenda afirma que quien conozca el verdadero nombre de las cosas tendrá poder sobre ellas - hice una pausa pensando cómo continuar y señalé la manzana mordida que aún sostenía en su mano-. Por esa manzana y su compañía, le ofrezco mi nombre. Mi verdadero nombre. Y créame. Tiene muchísimo más valor de lo que usted piensa.
Y vaya si lo tenía. Hice cuéntas mentales de cuántos nombres falsos habría utilizado a lo largo de los años para cubrirme las espaldas. Los civiles olfateaban en busca del nombre de Narim hasta en las alcantarillas. A nadie se le había olvidado el rostro del muchacho que había conseguido escapar de la cárcel sin dejar huella alguna.
-¿Qué me dice? Me gustaría saber si es usted tan interesante como hace creer a todos los hombres que la miran y no tengo mucho tiempo- aproveché para echar un vistazo hacia el mercado. Un par de guardias charlaban mientras caminaban con lentitud hacia la zona dónde nos encontrábamos. Me separé del madero donde me apoyaba y le tendí la mano, mirándola con intensidad-. ¿Quiere pasar un día conmigo? No la insistiré más.
Narim- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 17/01/2010
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Re: Hielo en el pecho (Henrriete)
Tenía una bonita sonrisa, ahora que al fin la dejaba ver, además esto me dejaba ver que le interesaba mi propuesta, y que tendría muy probablemente algo que ofrecerme. Aún sostenía la manzana en mi mano cuando él le dio una mordida, una muestra más de que estaba interesado en lo que yo acaba de decir. Sonreí yo también no podía esperar que me respondiera.
-Así que tu nombre, por mi compañía- Mordí la manzana que él había mordido dándole a comprender un poco que me tenía intrigada y que muy probablemente aceptaría –Bueno pues a mí también me interesaría tu compañía, aunque en este momento no entiendo muy bien para que me serviría tu nombre- Encogí un poco mis hombros pues era verdad que no sabía para que utilizaría su nombre, pero por el momento eso había pasado a segundo plano, ¿un rato con él? Sonaba muy interesante.
Delinee su barbilla con el dedo índice de mi mano libre – ¿En serio quieres saber que encuentran de interesante en mi?, pues lo sabrás- Puse la manzana en la mano que él había tendido hacia mi -me tendrás por el día de hoy así que más te vale que lo aproveches, o de que yo lo disfruté para que me vuelvas a ver - Tomé su mano y caminé por el hueco en el que nos encontrábamos para ir por detrás de los puestos y salir por la calle de atrás –Bien ¿A dónde vamos ahora?- dije sin soltarle la mano y mirándolo directamente a los ojos. Mientras una pequeña voz en mi interior me decía que podía estar en peligro a mi no me importo, no creía para nada que tuviera que temer al hombre frente a mí, lo único que sentía en ese momento era una ligera excitación por saber lo que me esperaba, que podría tener planeado este hombre.
-Así que tu nombre, por mi compañía- Mordí la manzana que él había mordido dándole a comprender un poco que me tenía intrigada y que muy probablemente aceptaría –Bueno pues a mí también me interesaría tu compañía, aunque en este momento no entiendo muy bien para que me serviría tu nombre- Encogí un poco mis hombros pues era verdad que no sabía para que utilizaría su nombre, pero por el momento eso había pasado a segundo plano, ¿un rato con él? Sonaba muy interesante.
Delinee su barbilla con el dedo índice de mi mano libre – ¿En serio quieres saber que encuentran de interesante en mi?, pues lo sabrás- Puse la manzana en la mano que él había tendido hacia mi -me tendrás por el día de hoy así que más te vale que lo aproveches, o de que yo lo disfruté para que me vuelvas a ver - Tomé su mano y caminé por el hueco en el que nos encontrábamos para ir por detrás de los puestos y salir por la calle de atrás –Bien ¿A dónde vamos ahora?- dije sin soltarle la mano y mirándolo directamente a los ojos. Mientras una pequeña voz en mi interior me decía que podía estar en peligro a mi no me importo, no creía para nada que tuviera que temer al hombre frente a mí, lo único que sentía en ese momento era una ligera excitación por saber lo que me esperaba, que podría tener planeado este hombre.
Henriette Blois- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/08/2011
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Re: Hielo en el pecho (Henrriete)
Me guardé para mi mismo una sonrisa de satisfacción cuando la joven mordió la manzana. Le brillaban los ojos. Sin duda había hecho una gran elección, y yo, tarde o temprano, sabría si me había equivocado o no con ella. Dejé que me tomara de la mano y me guiara por la parte trasera de los puestos mientras yo me terminaba la única pieza de comida que caería en mi estómago ese día. Guardé silencio ante su pregunta, pero le sostuve la mirada. Todo había sido muy precipitado. Ni siquiera había tenido tiempo de pensar en algo para entretener a la chica. Sólo sabía que me apetecía ver qué había más allá de un rostro como aquel. Dejé caer al suelo el corazón de la manzana y seguimos avanzando.
El mercado estaba abarrotado. Llegamos a un cruce de calles. La gente se chocaba y hablaba más alto de lo normal para hacerse oir. Cuando conseguí despegar mis ojos de los de ella, distinguí a un guardia que se cruzaba frente a nosotros, y no pude hacer otra cosa que tirar de la mano de la muchacha hacia mí para hacerla retroceder. La rodeé con fuerza la cintura cuando su espalda chocó conmigo, y con ella bien sujeta, me escabullí entre abrigos de piel, plumas y perfumes. Mi agilidad era palpable incluso con la chica casi a cuestas. Cuando estuve seguro de que ningún civil me reconocería, la solté con un leve disculpas. La tomé la mano de nuevo sin darle tiempo a preguntar, y conseguimos atravesar la calle sin muchos problemas. El corazón me galopaba en el pecho. Había estado demasiado cerca. No podía despistarme otra vez. Me forcé a pensar en un sitio tranquilo en el que pudiéramos estar, un sitio donde nadie me buscara... y una imagen vino a mi mente, nítida, junto al dolor de los recuerdos. Miré a la muchacha, evaluando si merecía la pena volver a aquel lugar de mi infancia sólo para complacerla.
-Dime, ¿alguna vez habéis entrado en una mansión abandonada, cherí?- comenté con cierta indiferencia. No quería influenciar su respuesta por mis sentimientos. Además, ya era hora de que me enfrentara a mis fantasmas del pasado.
El mercado estaba abarrotado. Llegamos a un cruce de calles. La gente se chocaba y hablaba más alto de lo normal para hacerse oir. Cuando conseguí despegar mis ojos de los de ella, distinguí a un guardia que se cruzaba frente a nosotros, y no pude hacer otra cosa que tirar de la mano de la muchacha hacia mí para hacerla retroceder. La rodeé con fuerza la cintura cuando su espalda chocó conmigo, y con ella bien sujeta, me escabullí entre abrigos de piel, plumas y perfumes. Mi agilidad era palpable incluso con la chica casi a cuestas. Cuando estuve seguro de que ningún civil me reconocería, la solté con un leve disculpas. La tomé la mano de nuevo sin darle tiempo a preguntar, y conseguimos atravesar la calle sin muchos problemas. El corazón me galopaba en el pecho. Había estado demasiado cerca. No podía despistarme otra vez. Me forcé a pensar en un sitio tranquilo en el que pudiéramos estar, un sitio donde nadie me buscara... y una imagen vino a mi mente, nítida, junto al dolor de los recuerdos. Miré a la muchacha, evaluando si merecía la pena volver a aquel lugar de mi infancia sólo para complacerla.
-Dime, ¿alguna vez habéis entrado en una mansión abandonada, cherí?- comenté con cierta indiferencia. No quería influenciar su respuesta por mis sentimientos. Además, ya era hora de que me enfrentara a mis fantasmas del pasado.
Narim- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 17/01/2010
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Re: Hielo en el pecho (Henrriete)
Parecía querer hipnotizarme con su encantadora mirada, pues no me había quitado los ojos de encima en un buen rato, al parecer no encontraba un lugar al cual ir, tal vez no lo había considerado cuando me había pedido ser su compañía, simplemente caminábamos sin sentido, con la gente rodeándonos cada vez más, empezaba a desesperarme por la cantidad de personas a mi alrededor, quería salir de ahí, descubrir a donde me llevaría mi nuevo amigo.
De repente desaparecimos entre pieles y abrigos, -¿Pero qué…- no termine de hablar y después, estuve a punto de caer dos veces, pero él me mantenía sujeta por la cintura fuertemente, caminando como su huyera de algo, desde antes lo había notado algo ansioso, pero esto era extraño, me soltó y tomo mi mano, aun así seguimos caminando, él parecía ligeramente alterado. Cuando se detuvo voltee a ver su rostro, le daba vueltas a algo estaba segura que seguía pensando a donde ir, mientras tanto yo me ubicaba viendo a mi alrededor, para mínimo saber en donde estaba, al fin habló pero una mansión abandonada, ¿qué planeaba este chico? –No, nunca lo he hecho- Dije sonriendo y dando un paso para atrás –Así que ese es tu plan, bien sería interesante pero antes una cosa- cruce mis brazos y lo miré un poco enojada - ¿Te escondes de algo o qué?, iré contigo, pero no voy a aguantar andar como muñeca de trapo por medio Paris- Si, era atractivo y tenía algo que me agradaba pero tampoco podía andar de allá para acá escondiéndome, y siendo arrastrada sin previo aviso.
Entonces a mi mente vino a mi mente lo que pensé al verlo escondido entre los puestos del mercado, ¿sería un ladrón?, bueno mientras me entretuviera no había problema la verdad no me importaba. –No me molesta esconderme o correr, incluso es divertido, pero necesito ser avisada, ¿de qué te escondes cariño?- dije acercándome de nuevo a él y recorriendo con mi dedo índice su cara desde su oreja hasta su mentón, para detenerme ahí –Rara vez tengo miedo de algo y esta ocasión no es la excepción, ahora que si me dices porque estas así hasta podría ayudarte no lo crees- dije mordiéndome el labio inferior, pensando qué clase de respuesta me daría, ¿acaso habría acertado en mi conclusión?.
De repente desaparecimos entre pieles y abrigos, -¿Pero qué…- no termine de hablar y después, estuve a punto de caer dos veces, pero él me mantenía sujeta por la cintura fuertemente, caminando como su huyera de algo, desde antes lo había notado algo ansioso, pero esto era extraño, me soltó y tomo mi mano, aun así seguimos caminando, él parecía ligeramente alterado. Cuando se detuvo voltee a ver su rostro, le daba vueltas a algo estaba segura que seguía pensando a donde ir, mientras tanto yo me ubicaba viendo a mi alrededor, para mínimo saber en donde estaba, al fin habló pero una mansión abandonada, ¿qué planeaba este chico? –No, nunca lo he hecho- Dije sonriendo y dando un paso para atrás –Así que ese es tu plan, bien sería interesante pero antes una cosa- cruce mis brazos y lo miré un poco enojada - ¿Te escondes de algo o qué?, iré contigo, pero no voy a aguantar andar como muñeca de trapo por medio Paris- Si, era atractivo y tenía algo que me agradaba pero tampoco podía andar de allá para acá escondiéndome, y siendo arrastrada sin previo aviso.
Entonces a mi mente vino a mi mente lo que pensé al verlo escondido entre los puestos del mercado, ¿sería un ladrón?, bueno mientras me entretuviera no había problema la verdad no me importaba. –No me molesta esconderme o correr, incluso es divertido, pero necesito ser avisada, ¿de qué te escondes cariño?- dije acercándome de nuevo a él y recorriendo con mi dedo índice su cara desde su oreja hasta su mentón, para detenerme ahí –Rara vez tengo miedo de algo y esta ocasión no es la excepción, ahora que si me dices porque estas así hasta podría ayudarte no lo crees- dije mordiéndome el labio inferior, pensando qué clase de respuesta me daría, ¿acaso habría acertado en mi conclusión?.
Henriette Blois- Prostituta Clase Baja
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Re: Hielo en el pecho (Henrriete)
Contuve la respiración mientras el dedo de la joven me recorría la cara, y me soltaba de golpe la pregunta evidente. ¿De qué me escondía? La miré fijamente mientras ponía mis neuronas a trabajar. Quizás se merecía la verdad... pero ¿Toda la verdad? No. Eso era exponerme demasiado.
-No dudo que no tengáis miedo, pero cuanto menos sepáis, menos os pondré en apuros... y sí, tenéis razón- suspiré mientras alzaba la vista para mirar por encima de su cabeza, a la calle vacía.
Paseé la mirada por las paredes del callejón, y di con lo que buscaba. Esta vez fui yo quien la tomó del mentón y guié su rostro hacia la pared que quedaba a nuestro lado. Leí en voz alta la descripción de uno de los tantos "Se busca" que había en ella. Joven moreno, aproximadamente 1,80, delgado, de complexión atlética, ojos claros... Dejé que mi voz se perdiera en la tarde, parándome justo dónde alguien había tachado las razones por las que me buscaban, y sobre las cuales habían escrito con una barra de labios una sola palabra: INOCENTE. No me cabía duda de que aquello era obra de alguna de las cortesanas del burdel. Sonreí divertido. Efectivamente, gracias a aquella intervención, me había evitado muchos problemas con la joven frente a mí. Ella no necesitaba saber que me había escapado de la cárcel, y que se me acusaba de doble asesinato. Aquellas patrañas envenenaban cada paso que daba en la vida. Tomé la mano de la joven para separarla de mi mejilla, y besé sus dedos levemente.
-No puedo dejar que me vean los civiles, y tampoco puedo decirle mi nombre a nadie en París. Por ello os he dicho que tiene mucho valor en un intercambio. Si revelarais que me habéis visto...- cavilé en voz alta-. No tardarían ni un día en atraparme.
Intenté descifrar la mirada de la joven, pero nada me daba señales sobre cómo se sentía. Dejé caer su mano y cambié el peso de una pierna a otra, dando un paso hacia atrás para dejarle espacio. Quizás la había asustado.
-No debéis tenerme miedo. Nunca os haría ningún daño... solo necesito cobijo y algo de dinero para comer. Si no, no me queda más remedio que robar- esbocé una sonrisa avergonzada, que borré enseguida-. Todavía estáis a tiempo de marcharos si es lo que deseáis.
-No dudo que no tengáis miedo, pero cuanto menos sepáis, menos os pondré en apuros... y sí, tenéis razón- suspiré mientras alzaba la vista para mirar por encima de su cabeza, a la calle vacía.
Paseé la mirada por las paredes del callejón, y di con lo que buscaba. Esta vez fui yo quien la tomó del mentón y guié su rostro hacia la pared que quedaba a nuestro lado. Leí en voz alta la descripción de uno de los tantos "Se busca" que había en ella. Joven moreno, aproximadamente 1,80, delgado, de complexión atlética, ojos claros... Dejé que mi voz se perdiera en la tarde, parándome justo dónde alguien había tachado las razones por las que me buscaban, y sobre las cuales habían escrito con una barra de labios una sola palabra: INOCENTE. No me cabía duda de que aquello era obra de alguna de las cortesanas del burdel. Sonreí divertido. Efectivamente, gracias a aquella intervención, me había evitado muchos problemas con la joven frente a mí. Ella no necesitaba saber que me había escapado de la cárcel, y que se me acusaba de doble asesinato. Aquellas patrañas envenenaban cada paso que daba en la vida. Tomé la mano de la joven para separarla de mi mejilla, y besé sus dedos levemente.
-No puedo dejar que me vean los civiles, y tampoco puedo decirle mi nombre a nadie en París. Por ello os he dicho que tiene mucho valor en un intercambio. Si revelarais que me habéis visto...- cavilé en voz alta-. No tardarían ni un día en atraparme.
Intenté descifrar la mirada de la joven, pero nada me daba señales sobre cómo se sentía. Dejé caer su mano y cambié el peso de una pierna a otra, dando un paso hacia atrás para dejarle espacio. Quizás la había asustado.
-No debéis tenerme miedo. Nunca os haría ningún daño... solo necesito cobijo y algo de dinero para comer. Si no, no me queda más remedio que robar- esbocé una sonrisa avergonzada, que borré enseguida-. Todavía estáis a tiempo de marcharos si es lo que deseáis.
Narim- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Hielo en el pecho (Henrriete)
¿Ponerme en apuros?, bien, cada vez creía más que me había metido con un muy guapo y atento ladrón, pero eso no era relevante, nunca había querido ser una damisela en peligro y no importaba que pasará nunca lo sería, de eso estaba segura, yo no era alguien a quien se le pudiera asustar fácilmente y mucho menos intimidar.
Sus ojos recorrieron la calle hasta encontrar lo que buscaba, su voz empezó a darme una descripción detallada de él, proveniente de un cartel desgastado, pegado en la pared tras de mí, mientras él lo decía en voz alta, yo lo leía, imaginándome todas las cosas por lo que lo podrían estar buscando, pero cuál fue mi sorpresa al leer los cargos por los cuales era perseguido, pues unas enormes letras rojas sentenciaban “inocente”, vaya que mi nuevo amigo tenía buenas relaciones, bien, se notaba que había dejado una muy buena impresión en quien lo defendía, así que a mí tampoco me importaría demasiado, si alguien se atrevía a hacer semejante declaración yo le creería, el no me parecía peligroso, así que me daba igual lo que decía la “gente correcta” de Paris, a mi misma se me tachaba de una y mil cosas por mi profesión y sabía que más de una mujer daría lo que fuera porque yo fuera encarcelada o asesinada, pero yo no tenía la culpa de su mente cerrada que obligaba a sus esposos a buscar calor en otro lado.
Retiró mi mano suavemente, besándola, lo que para mi significaba que podía confiar en él, si, ahora ya sabía por qué en el trato había incluido su nombre, me parecía perfecto haber aceptado, al igual que yo momentos antes día un paso atrás mientras hablaba sobre darme miedo, por favor había cosas más escalofriantes por las calles de las ciudad a las que no temía así que por qué tener que temerle a él.
-Se que no me harás daño, no te preocupes, además ya te dije que es muy difícil que alguien me asuste- dije recuperando un poco de espacio entre los dos- así que por mí no te preocupes no diré nada, además no creo que me convenga delatarte, me perdería de tu compañía, además creo poder ayudarte, claro si me lo permites- dije esbozando una sonrisa en un rostro que hasta momentos antes se hallaba serio, me coloque a un lado de él, tomé su brazo y miré a directamente a sus ojos- No te desharás de mi tan fácilmente, así que vamos, guíame a tu dichosa mansión, vamos a divertirnos un rato, soy un poco distraída así que si necesitamos escondernos en el camino solo avísame ¿esta bien?-
Sus ojos recorrieron la calle hasta encontrar lo que buscaba, su voz empezó a darme una descripción detallada de él, proveniente de un cartel desgastado, pegado en la pared tras de mí, mientras él lo decía en voz alta, yo lo leía, imaginándome todas las cosas por lo que lo podrían estar buscando, pero cuál fue mi sorpresa al leer los cargos por los cuales era perseguido, pues unas enormes letras rojas sentenciaban “inocente”, vaya que mi nuevo amigo tenía buenas relaciones, bien, se notaba que había dejado una muy buena impresión en quien lo defendía, así que a mí tampoco me importaría demasiado, si alguien se atrevía a hacer semejante declaración yo le creería, el no me parecía peligroso, así que me daba igual lo que decía la “gente correcta” de Paris, a mi misma se me tachaba de una y mil cosas por mi profesión y sabía que más de una mujer daría lo que fuera porque yo fuera encarcelada o asesinada, pero yo no tenía la culpa de su mente cerrada que obligaba a sus esposos a buscar calor en otro lado.
Retiró mi mano suavemente, besándola, lo que para mi significaba que podía confiar en él, si, ahora ya sabía por qué en el trato había incluido su nombre, me parecía perfecto haber aceptado, al igual que yo momentos antes día un paso atrás mientras hablaba sobre darme miedo, por favor había cosas más escalofriantes por las calles de las ciudad a las que no temía así que por qué tener que temerle a él.
-Se que no me harás daño, no te preocupes, además ya te dije que es muy difícil que alguien me asuste- dije recuperando un poco de espacio entre los dos- así que por mí no te preocupes no diré nada, además no creo que me convenga delatarte, me perdería de tu compañía, además creo poder ayudarte, claro si me lo permites- dije esbozando una sonrisa en un rostro que hasta momentos antes se hallaba serio, me coloque a un lado de él, tomé su brazo y miré a directamente a sus ojos- No te desharás de mi tan fácilmente, así que vamos, guíame a tu dichosa mansión, vamos a divertirnos un rato, soy un poco distraída así que si necesitamos escondernos en el camino solo avísame ¿esta bien?-
Henriette Blois- Prostituta Clase Baja
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Re: Hielo en el pecho (Henrriete)
Asentí levemente con la cabeza, incapaz de decir nada ante las palabras de la joven. Valiente, decidida... con esa mirada rebosante de ganas por vivir experiencias. Una grata sorpresa para mí. La dejé agarrarme del brazo, y ambos nos escabullimos por las calles. La casa donde había vivido desde niño estaba alejada del nucleo de la ciudad parisina. Allí las casas tenían grandes parcelas con jardines en flor... o al menos así lo recordaba. Cuando comenzamos a acercarnos a la zona, me di cuenta de que los jardines de la mayoría de los terrenos de alrededor llevaban descuidados muchos años. Hacía mucho que no me atrevía a poner un pie en esa zona de París, pero en mi imaginación la vida permanecía en el lugar. Como podía ver, no era así. No solo mi casa estaba deshabitada. Las otras casas nobles se habían trasladado al centro, y ya nada quedaba allí del esplendor de mi infancia... cuyo recuerdo, a pesar del lujo, no era agradable.
Entrelacé los dedos con la joven que me acompañaba para tirar levemente de ella hacia la parte trasera de una verja. Sobre los matorrales se divisaba una casa blanca, con techo de pizarra. Las enredaderas parecían engullírsela. No sonreí, ni tampoco fruncí el ceño ante la aparición de los recuerdos. Sólo busqué una entrada. Subí sin ninguna dificultad a un muro que lindaba la propiedad. ¿Cuántas veces me había escapado por allí de niño? Y en aquel entonces, me parecía una pared infranqueable. Me agaché una vez subido y me giré para mirar a... ¿cómo se llamaba?
-Aún no sé tu nombre- comenté tendiéndole la mano para ayudarla a subir.
Entrelacé los dedos con la joven que me acompañaba para tirar levemente de ella hacia la parte trasera de una verja. Sobre los matorrales se divisaba una casa blanca, con techo de pizarra. Las enredaderas parecían engullírsela. No sonreí, ni tampoco fruncí el ceño ante la aparición de los recuerdos. Sólo busqué una entrada. Subí sin ninguna dificultad a un muro que lindaba la propiedad. ¿Cuántas veces me había escapado por allí de niño? Y en aquel entonces, me parecía una pared infranqueable. Me agaché una vez subido y me giré para mirar a... ¿cómo se llamaba?
-Aún no sé tu nombre- comenté tendiéndole la mano para ayudarla a subir.
Narim- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 17/01/2010
Edad : 35
Re: Hielo en el pecho (Henrriete)
Al parecer al fin nos pondríamos en marcha, afortunadamente puesto que me empezaba a impacientar un poco, tomo mi brazo y caminamos por las concurridas calles de Paris, íbamos precisamente al lado contrario de donde yo residía, si mal no recordaba, a una zona bastante concurrida por gente adinerada hace algún tiempo, pues recordaba que mis padres me habían llevado un par de veces a alguna reunión cerca de ahí, he incluso llegaron a pensar en mudarnos ahí, cosa que no sucedió nunca, y que bueno, pues ahora se veía sumamente abandonada.
No sabía si era por entusiasmo o algo parecido pues nuevamente me tomo la mano y se apresuro un poco más. Para mí la casa a la que nos dirigíamos era muy linda, pues las enredaderas que recorrían ahora sus paredes la hacían lucir, de cierto modo, algo fantástica, así que un ligero brote de emoción surgió en mi así que deseaba estar ya dentro de ella, lo que no me imaginada era como entraríamos, lo vi subir a un muro y volver su mirada a mí, ¿estaba bromeando verdad?, como planeaba que yo subiera ahí –¿Debería de decírtelo si tu aún no me lo dices?- dije alzando mi mirada hacía él y colocando mis manos sobre mis caderas con un ligero aire de suficiencia –Pero, al contrario de ti, a mi me conviene que sepas mi nombre, es Henriette cariño, y más te vale que no lo olvides- dije sonriendo –Ahora con respecto a que suba ahí, no sé cómo podría lograrlo, tu subiste ahí fácilmente, pero para mí no lo sería por mis ropas- dije mirando mi vestido, para poseer tal encanto, era un poco descuidado en ciertos detalles.
-¿No crees que habrá otra forma de entrar?- dije mirando a todas partes, pero no encontré algo más probable que eso, si bien el muro no era alto, no quería que algo malo le pasará a mi ropa, busqué donde colocar mi pie para después sujetar su mano, esperaba con todas mis fuerzas no caerme o tirarlo –Bueno tendrás que compensarme esto después- le sonreí coquetamente, alcanzando apenas a tomar su mano.
No sabía si era por entusiasmo o algo parecido pues nuevamente me tomo la mano y se apresuro un poco más. Para mí la casa a la que nos dirigíamos era muy linda, pues las enredaderas que recorrían ahora sus paredes la hacían lucir, de cierto modo, algo fantástica, así que un ligero brote de emoción surgió en mi así que deseaba estar ya dentro de ella, lo que no me imaginada era como entraríamos, lo vi subir a un muro y volver su mirada a mí, ¿estaba bromeando verdad?, como planeaba que yo subiera ahí –¿Debería de decírtelo si tu aún no me lo dices?- dije alzando mi mirada hacía él y colocando mis manos sobre mis caderas con un ligero aire de suficiencia –Pero, al contrario de ti, a mi me conviene que sepas mi nombre, es Henriette cariño, y más te vale que no lo olvides- dije sonriendo –Ahora con respecto a que suba ahí, no sé cómo podría lograrlo, tu subiste ahí fácilmente, pero para mí no lo sería por mis ropas- dije mirando mi vestido, para poseer tal encanto, era un poco descuidado en ciertos detalles.
-¿No crees que habrá otra forma de entrar?- dije mirando a todas partes, pero no encontré algo más probable que eso, si bien el muro no era alto, no quería que algo malo le pasará a mi ropa, busqué donde colocar mi pie para después sujetar su mano, esperaba con todas mis fuerzas no caerme o tirarlo –Bueno tendrás que compensarme esto después- le sonreí coquetamente, alcanzando apenas a tomar su mano.
- Spoiler:
- Lamento haberme tardado tanto en responder, tuve algunos problemillas, espero me disculpes.
Henriette Blois- Prostituta Clase Baja
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