AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Manchemos nuestros sentimientos [Priv. Aaya Maciej]
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Manchemos nuestros sentimientos [Priv. Aaya Maciej]
— Palacio Royal —
Fiesta Von Krüst | París
Fiesta Von Krüst | París
¿Es broma verdad? Debo decir madre que si hoy tenéis el día chistoso… no es que se os esté dando muy bien.- La voz de Shira resonó contra las paredes de aquella habitación donde estaban su madre rodeada de 4 mujeres que presuntamente y para sorpresa, más bien cómica, de Shira pretendían colocarla un vestido.- ¿De verdad?-No pudo evitar soltar una carcajada llevándose una reprobatoria mirada de su madre, aunque de reojo pudo ver como alguna de las mujeres de su alrededor se mordían la mejilla por dentro para no sonreír.- Madre… mi preciosa y adorada madre, ¿de verdad creéis que alguien me impedirá bajar con mi nueva casaca* negra?-Cuando Shira usaba aquel tono meloso sabía que tenía muchas posibilidades de ganar ya que su madre era bastante fácil de convencer, aunque lo curioso es que nunca dejaba de intentar este tipo de cosas… de alguien debía sacar la cabezonería Shira, ¿verdad?.
Aquí estás…-Cuando sacó de su armario su nueva adquisición no pudo evitar admirar aquella prenda- Tu hija aprendió de una muy buena maestra en la labor de comprar-Guiño un ojo a su progenitora y la acerco aquella prenda negra con detalles dorados.- Hagamos algo madre-Se cruzó de brazos dándola igual la falta de ropa en su cuerpo en ese momento.-Si no me queda bien… me pondré el vestido-La pareció escuchar que alguien contenía la respiración por la sorpresa pero estaba demasiado concentrada en aquello ya que… Shira nunca perdía.- ¡PERO! –Levantó un dedo en dirección de aquella mujer morena de la que había heredado sus ojos azules.- Si, hablando sinceramente claro, me queda bien… tendrás que bajar junto a mi brazo para recibir a todos los invitados.-Elevó una ceja retándola abiertamente. Sabía que su madre estaba tan deseosa de que fuera más femenina que aceptaría cualquier cosa, era uno de los puntos fuertes de Shira… adelantarse al resto y usarlo a su favor.
20 minutos después…
Vamos madre… no puede ser tan malo ir con tu hija del brazo, eres el total centro de atención de la sala.-Su madre clavó sus perfectas uñas en el brazo de Shira pero apenas lo noto gracias a aquella preciosa casaca que llevaba puesta.-Yo siempre gano… -Susurro contra el pelo de su madre sin quitar la sonrisa de los presentes que las observaban, bajaba las escaleras casi con prepotencia pero lo que en realidad tenia era seguridad en sí misma, seguridad de que ella estaba feliz y cómoda y que poco podían hacer contra aquel muro sentimental que ella misma había construido hacia las críticas. Algunos la observaban con sorpresa ante su indumentaria pero otros ya resignados y acostumbrados a aquello simplemente saludaban y seguían con lo suyo.-Sabes a lo que te arriesgas si me haces venir a alguna fiesta.-Alzó la mano de su madre y se la beso con ternura clavando los ojos azules en ella.- Pero sabes que te quiero como a nadie madre, ahora… disfruta.-Beso su mejilla apenas posando sus labios mientras con una de sus manos la pasaba una copa de champagne.-Luego nos vemos…-Se separó y se mezcló entre la gente conociendo ciertas caras masculinas dado que sus negocios en París prácticamente la llevaban a cada despacho capitaneado por un hombre, pero por supuesto sus atentas y delicadas mujeres a las que algunas conocía muy bien, quizás demasiado bien, les ofrecían copas y comida mientras sus ojos se posaban en Shira cuando pasaban a su lado.- Buenas noches caballeros, ¿lo están pasando bien?-Quien conocía a Shira sabía que ella a los hombres estrechaba la mano, simplemente les imponía que tuvieran presente que ella podía y era igual que ellos.-Señoritas, como siempre un verdadero placer verlas… hacen que la fiesta brille el doble.-Después de besar un par de manos se despidió no sin antes hacer un par de caricias furtivas con las que estuvieran pensando toda la noche.
Justo lo que necesitaba…-aquel liquido carmesí corrió por sus labios mientras escuchaba a la orquesta interpretar a uno de sus compositores predilectos… Chaikovski. Cerró los ojos unos segundos dejando que aquella música prácticamente angelical atravesase sus oídos. –Tengo que volver al ballet…-Le encantaba acudir a aquellas espectaculares obras que de vez en cuando ocurrían en teatros, aquello afloraba cada sentimiento de Shira y es cuando sus debilidades más saltaban a la vista por eso solía ir sola, disfrutaba sin tener que preocuparse de que alguien pudiera analizarla.
Sin darse cuenta había sido rodeada por un circulo de gente que no paraba de hablar y de vez en cuando preguntarla sobre su padre, Rusia o el negocio por lo que Shira se puso en piloto automático y estableció aquellas conversaciones que tan bien aprendidas se las tenía.- ¿Ha visto a la señorita alejada de todos?-parpadeo varias veces para centrarse en aquella pregunta que no estaba entre las normales- ¿Qué chica?-Buscó por el lugar y fijo su vista donde señalaba aquella mujer cotilla, que no paraba de inventarse historias del porqué de aquella soledad.-Disculpen-Con paso firme y abriéndose paso entre las demás personas se dirigió donde aquella solitaria joven, y sin haberla apartado la mirada desde que hizo contacto habló- ¿Estas huyendo de los horribles rusos? ¿quizás estas escondiendo que eres una ladrona? O… déjame recordar, ¿eres algún tipo de sirvienta?-Ladeo la cabeza sabiendo que aquella mujer no entendería nada.-Todo esto es lo que se ha inventado una mujer sobre ti, pero a mí me gustaría saber la verdad de ti… ¿Por qué tan sola y apartada?
Aquí estás…-Cuando sacó de su armario su nueva adquisición no pudo evitar admirar aquella prenda- Tu hija aprendió de una muy buena maestra en la labor de comprar-Guiño un ojo a su progenitora y la acerco aquella prenda negra con detalles dorados.- Hagamos algo madre-Se cruzó de brazos dándola igual la falta de ropa en su cuerpo en ese momento.-Si no me queda bien… me pondré el vestido-La pareció escuchar que alguien contenía la respiración por la sorpresa pero estaba demasiado concentrada en aquello ya que… Shira nunca perdía.- ¡PERO! –Levantó un dedo en dirección de aquella mujer morena de la que había heredado sus ojos azules.- Si, hablando sinceramente claro, me queda bien… tendrás que bajar junto a mi brazo para recibir a todos los invitados.-Elevó una ceja retándola abiertamente. Sabía que su madre estaba tan deseosa de que fuera más femenina que aceptaría cualquier cosa, era uno de los puntos fuertes de Shira… adelantarse al resto y usarlo a su favor.
20 minutos después…
Vamos madre… no puede ser tan malo ir con tu hija del brazo, eres el total centro de atención de la sala.-Su madre clavó sus perfectas uñas en el brazo de Shira pero apenas lo noto gracias a aquella preciosa casaca que llevaba puesta.-Yo siempre gano… -Susurro contra el pelo de su madre sin quitar la sonrisa de los presentes que las observaban, bajaba las escaleras casi con prepotencia pero lo que en realidad tenia era seguridad en sí misma, seguridad de que ella estaba feliz y cómoda y que poco podían hacer contra aquel muro sentimental que ella misma había construido hacia las críticas. Algunos la observaban con sorpresa ante su indumentaria pero otros ya resignados y acostumbrados a aquello simplemente saludaban y seguían con lo suyo.-Sabes a lo que te arriesgas si me haces venir a alguna fiesta.-Alzó la mano de su madre y se la beso con ternura clavando los ojos azules en ella.- Pero sabes que te quiero como a nadie madre, ahora… disfruta.-Beso su mejilla apenas posando sus labios mientras con una de sus manos la pasaba una copa de champagne.-Luego nos vemos…-Se separó y se mezcló entre la gente conociendo ciertas caras masculinas dado que sus negocios en París prácticamente la llevaban a cada despacho capitaneado por un hombre, pero por supuesto sus atentas y delicadas mujeres a las que algunas conocía muy bien, quizás demasiado bien, les ofrecían copas y comida mientras sus ojos se posaban en Shira cuando pasaban a su lado.- Buenas noches caballeros, ¿lo están pasando bien?-Quien conocía a Shira sabía que ella a los hombres estrechaba la mano, simplemente les imponía que tuvieran presente que ella podía y era igual que ellos.-Señoritas, como siempre un verdadero placer verlas… hacen que la fiesta brille el doble.-Después de besar un par de manos se despidió no sin antes hacer un par de caricias furtivas con las que estuvieran pensando toda la noche.
Justo lo que necesitaba…-aquel liquido carmesí corrió por sus labios mientras escuchaba a la orquesta interpretar a uno de sus compositores predilectos… Chaikovski. Cerró los ojos unos segundos dejando que aquella música prácticamente angelical atravesase sus oídos. –Tengo que volver al ballet…-Le encantaba acudir a aquellas espectaculares obras que de vez en cuando ocurrían en teatros, aquello afloraba cada sentimiento de Shira y es cuando sus debilidades más saltaban a la vista por eso solía ir sola, disfrutaba sin tener que preocuparse de que alguien pudiera analizarla.
Sin darse cuenta había sido rodeada por un circulo de gente que no paraba de hablar y de vez en cuando preguntarla sobre su padre, Rusia o el negocio por lo que Shira se puso en piloto automático y estableció aquellas conversaciones que tan bien aprendidas se las tenía.- ¿Ha visto a la señorita alejada de todos?-parpadeo varias veces para centrarse en aquella pregunta que no estaba entre las normales- ¿Qué chica?-Buscó por el lugar y fijo su vista donde señalaba aquella mujer cotilla, que no paraba de inventarse historias del porqué de aquella soledad.-Disculpen-Con paso firme y abriéndose paso entre las demás personas se dirigió donde aquella solitaria joven, y sin haberla apartado la mirada desde que hizo contacto habló- ¿Estas huyendo de los horribles rusos? ¿quizás estas escondiendo que eres una ladrona? O… déjame recordar, ¿eres algún tipo de sirvienta?-Ladeo la cabeza sabiendo que aquella mujer no entendería nada.-Todo esto es lo que se ha inventado una mujer sobre ti, pero a mí me gustaría saber la verdad de ti… ¿Por qué tan sola y apartada?
* Casaca que lleva Shira (en otro color)
Shira Von Krust- Realeza Rusa
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Re: Manchemos nuestros sentimientos [Priv. Aaya Maciej]
La ciudad de Paris había terminado por abarcarme, en mi imaginación, el lugar era hermoso, plagado de perfectas librerías donde encontraría miles de escritos que jamás había podido conseguir desde mi país. Todos de aquella escritora que en mis sueños venía una y otra vez a acariciarme de una forma que me reconfortaba y que no me daba un abominable asco al ras de tener que vomitar hasta que el bilis saliera y luego tuviese que bañarme más de cinco veces. Sí, esa era la forma horrorosa en la que podía contrarrestar el hecho de ser tocada a completa piel y piel por alguien. Eso claro, disimulándolo -o intentándolo- de maneras radicales hasta que estuviese lejos de la situación. Si algo me habían enseñado mis padres, era que los modales para parecer una persona normal eran los más necesarios. Requería de completa capacidad de carisma y actuación. Cosas que a su modo había aprendido a falsear. Pero lastimosamente; mi realidad y suerte no eran equitativas. Cuando un primer pie fue puesto en aquella acera donde estaba mi futura casa mi estómago se revolvió por completo, el temblor subió hasta mis labios y las ganas de llorar no se detuvieron incluso luego de entrar. Las calles estaban sucias, tierra, pudredumbre y miles de cosas que podían llegar a causar enfermedades catastróficas. Por supuesto llevaba puesto un vestido que me cubría por completo y un velo sobre el rostro para poder disimular el desagrado. Habían sido horas difíciles, pero no podía dejarme vencer, aún quedaba un largo día por delante. Estaba obligada a ir a una fiesta de clase alta. Me habían traído a Paris para investigar a muchas personas de la realeza de diferentes países, ya que actualmente muchos de ellos se encontraban allí y los rumores de que bestias inmortales y de la luna se encontraban entre los gobernantes eran cada vez más fuertes.
La máscara de trabajo estaba puesta, los rizos perfectamente levantados pero cubriendo mis orejas y parte de la nuca quedaron relucientes. Siendo una persona discapacitada, como yo me consideraba, había aprendido a peinarme sola, consiguiendo elasticidad suficiente para enmarcar unos perfectos bucles por la parte de atrás enganchados con pequeñas hebillas. Los mechones de flequillo cuidadosamente puestos en los bordes de mi rostro y un maquillaje casi nulo. La razón es que en realidad no sabía de dónde venían ni con qué estaban hechos. Tenía que usarlos porque era una cuestión de etiqueta, al igual que el vestido ajustado y por suerte largo con un tapado que no dejaría que nada me roce. Hacía frío y era perfecto para poder usar los guantes hasta la mitad del brazo superior. Lucía bien, sabía que tenía una buena figura, simplemente era una cazadora. Con los pantalones ajustados blancos por debajo y los pequeños tacos de madera que me apartaban del suelo. Me sentía vulgarmente protegida, al menos sería suficiente para pasar esa noche. Había sido invitada como Aaya Maciej, de una familia numerosa de la clase social media alta. Supuestamente en busca de matrimonio y con grandes capacidades para el arte. Lo último no era tan errado, con la diferencia que solo me agradaba leer y ver pinturas desde lejos. Incluso las cosas más fáciles resultaban difíciles para alguien como yo.
Pero dejé de pensar en eso en el momento exacto en el que pise el gran salón del palacio royal. Las piernas me estaban temblando como si fuese a desmayarme, mi rostro había tomado la apariencia de un bello tomate pues la vergüenza de ir sola a un lugar como ese me derretía. Gimoteé cuando un caballero me rozó, agradecí que haya desaparecido rápido; tomé aire y lo largué más de cinco veces hasta seguir camino. ¿Por qué era tan difícil sin mi padre a mi lado protegiéndome? Tres pasos más y un baile suave comenzó. Salté en mi lugar, me sentí observada y los instintos de atacar me alarmaron. Sin embargo eran solo personas, comunes, probablemente, hablando sobre lo ridícula y estúpida que era y parecía. No me asombraba, todos los humanos eran iguales. Logré esquivar a las personas que estaban ofuscándome y despacio me acerqué a una columna del costado, obviamente no me atreví a tocarla, aun así parecía un ovillo a punto del colapso, lo cual no estuvo muy lejos cuando un voz fémina pero gruesa se presentó. Mis ojos quedaron abiertos como si fuesen a caerse, con un borde de lágrimas que luchaban por esconderse y las mejillas pálidas como si hubiese visto al mismísimo diablo. — Lo siento… No, yo soy una invitada, ya he mostrado mi carta –un pequeño silencio y pensé que se me saldrían las gotas de sal- ¿Monsieur? Lo siento mi Francés no es muy bueno. ¿Usted no es de aquí tampoco, o no? Soy Aaya Maciej y estoy sola porque… porque recién hoy llegué a Paris. — “Porque le tengo miedo a la gente y no quiero que me toquen; por favor quédate a medio metro y no te acerques” Quise decir todo eso y más; ¿era un hombre o una mujer? Un niño con voz de hembra o una muchacha con muy malas elecciones de ropa adecuada según su sexo. Como fuese, mis piernas no pararon de tiritar, ella o él, lo que sea que fuese no estaba lo suficientemente lejos como yo quisiera. — ¿No le agradan sus amigos que ha venido a hablar conmigo? — “Porque en realidad preferiría que no gastes tu amabilidad en alguien tan horrible como yo”
Aaya Maciej- Cazador Clase Media
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Re: Manchemos nuestros sentimientos [Priv. Aaya Maciej]
Observó la reacción de la mujer cuando se acercó y como prácticamente huyó cuando hablo por primera vez. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso había faltado al respeto?. Repasó mentalmente lo poco que había dicho y quizás… simplemente sus formas, pero no pensaba que fuera aquello, algo pasaba con aquella mujer, que ahora que se fijaba iba tapada en exceso.
Señorita, no pretendía incomodarla-Fue lo primero que salió de sus labios antes que cualquier respuesta a las preguntas realizadas por ella.-Déjeme presentarme con algo de modales, mi madre estaría muy defraudada si me escucha referirme a usted como antes.-Hizo una pequeña reverencia hacia ella evitando “pisar su zona de confort”.-Mi nombre es Shira Von Krüst, esta fiesta la organizó mi madre.-explica brevemente mientras se fija en pequeños detalles, forzando la vista para ver a través de aquel velo y diferenciar una cara aniñada, con unos bonitos labios y unos ojos asustados. ¿Asustados? Shira frunció el ceño cuando se dio cuenta de aquello.
Podía hacer sentir a las personas de muchas maneras, pero… ¿darles miedo? Jamás la había pasado. Aquella muchacha parecía tremendamente incomoda y Shira sentía una curiosidad insana del porqué. Se había acercado simplemente por curiosidad de ver a una persona sola y acaba de descubrir a un pequeño cervatillo que parecía que el cazador tenía arrinconado.
Me encantaría saber tu nombre pero creo que tú me lo dirías más a gusto si nos alejamos de toda esta gente.-Murmuró en bajo sin saber porque supuso que si hablaba en bajo la molestaría menos.-Por favor… acompáñame a otra sala, estaremos solas y podrás comer o beber lo que quieras tranquila.-Ofreció su brazo intentando que se sintiera más cómoda o protegida.
Y por cierto…-una sonrisa ladina se impuso en sus labios-No dudo que tenga carta de invitación, no estaba diciendo si se había colado, solo le comentaba las estupideces que puede llegar a decir una mujer por simples celos, por llamar mi atención de las peor de las maneras.- ladeo la cabeza intentando de verdad ver a través de aquellas ropas que protegían cada parte de su cuerpo.- ¿Me creería si le digo que encuentro su compañía más agradable que la de los demás? Cuando descubra porque, se lo diré… pero de momento, por favor…-aún seguía con su brazo extendido-¿Me haría el honor de honrarme con su presencia mientras me explica quién es la mujer tras toda esa ropa? A cambio yo le responderé a cualquier cosa que quiera saber… incluso le quitare esa cara de confusión sobre si soy hombre o mujer.-Intentó bromear soltando una risa, sabiendo que los demás estarían atentos a ellas dos. Pero en ese momento tenía un enigma mucho más importante delante…
¿Qué escondería aquel velo?
Señorita, no pretendía incomodarla-Fue lo primero que salió de sus labios antes que cualquier respuesta a las preguntas realizadas por ella.-Déjeme presentarme con algo de modales, mi madre estaría muy defraudada si me escucha referirme a usted como antes.-Hizo una pequeña reverencia hacia ella evitando “pisar su zona de confort”.-Mi nombre es Shira Von Krüst, esta fiesta la organizó mi madre.-explica brevemente mientras se fija en pequeños detalles, forzando la vista para ver a través de aquel velo y diferenciar una cara aniñada, con unos bonitos labios y unos ojos asustados. ¿Asustados? Shira frunció el ceño cuando se dio cuenta de aquello.
Podía hacer sentir a las personas de muchas maneras, pero… ¿darles miedo? Jamás la había pasado. Aquella muchacha parecía tremendamente incomoda y Shira sentía una curiosidad insana del porqué. Se había acercado simplemente por curiosidad de ver a una persona sola y acaba de descubrir a un pequeño cervatillo que parecía que el cazador tenía arrinconado.
Me encantaría saber tu nombre pero creo que tú me lo dirías más a gusto si nos alejamos de toda esta gente.-Murmuró en bajo sin saber porque supuso que si hablaba en bajo la molestaría menos.-Por favor… acompáñame a otra sala, estaremos solas y podrás comer o beber lo que quieras tranquila.-Ofreció su brazo intentando que se sintiera más cómoda o protegida.
Y por cierto…-una sonrisa ladina se impuso en sus labios-No dudo que tenga carta de invitación, no estaba diciendo si se había colado, solo le comentaba las estupideces que puede llegar a decir una mujer por simples celos, por llamar mi atención de las peor de las maneras.- ladeo la cabeza intentando de verdad ver a través de aquellas ropas que protegían cada parte de su cuerpo.- ¿Me creería si le digo que encuentro su compañía más agradable que la de los demás? Cuando descubra porque, se lo diré… pero de momento, por favor…-aún seguía con su brazo extendido-¿Me haría el honor de honrarme con su presencia mientras me explica quién es la mujer tras toda esa ropa? A cambio yo le responderé a cualquier cosa que quiera saber… incluso le quitare esa cara de confusión sobre si soy hombre o mujer.-Intentó bromear soltando una risa, sabiendo que los demás estarían atentos a ellas dos. Pero en ese momento tenía un enigma mucho más importante delante…
¿Qué escondería aquel velo?
Shira Von Krust- Realeza Rusa
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Re: Manchemos nuestros sentimientos [Priv. Aaya Maciej]
Incluso pensé que terminaría riéndome por sus palabras, era como un niño prodigio, de esos que ven más allá de las circunstancias. Pero inevitablemente, me sentía inhibida, cohibida como un pequeño animal al cual están esperando para enjaular. No era su presencia el problema, por el contrario; supe que se trataba de alguien bastante amable, aún así su cercanía, sus manos a piel expuesta y la obvia tranquilidad con la que se tomaba la vida misma me hacían pensar que quizá, se trataba de… alguien sucio. Sí, eso era. Ella parecía sucia. El aire quedó atorado en mi garganta y me martiricé a mí misma como siempre, era buena actriz y me quedé en silencio, mirándola a los ojos, fijamente, tan sonrojada que no necesitaba ponerme ninguna clase de polvo en las mejillas. — Shira Von Krüs. Oh, sí, no sabía que […] O es que… ¡Ah! Lo siento, no quise ser mal educada. — Reaccioné al instante cuando me vi tartamudeando y hablando sin sentido. Bueno, en realidad sí había un sentido, estaba al tanto de los Von Krüs, y según mis notas tenían una hija y la fiesta sería en gran parte para buscarle un marido. Ella se veía muy poco femenina. Evidentemente los rumores de que se trataba de una persona extravagante eran reales. Se vestía como un hombre, parecía uno y su mirada demostraba que también así eran sus sentimientos. Mis hombros se subieron un poco, parecía que estaba intentando esconderlos dentro de mí y eso no era posible. Tomé una larga bocanada de aire y moví el pequeño velo que me tapaba, me estaba sofocando por estar tan rodeada de personas.
— ¿Otra sala? ¿No sería eso algo hostil para los demás? — En principio, me quedé aferrada al suelo, frunciendo el entrecejo y contando hasta diez, tenía que calmar aquellos párpados que eran capaces de hacerme llorar y mandarme a golpear. El brazo ajeno estaba estirado y sabía perfectamente qué significaba. Los guantes me llegaban hasta el final, rozando el hombro, pero aun así aquella acción que estaba por hacer provocaría que litros de agua purificada tuviesen que verterse sobre mi piel y me saldrían marcas rojas, siempre pasaba, luego se abrían mis heridas y la superficie quedaba escamosa. Sufría antes de tiempo; así que despacio fue que agarré parte de su traje, dejando que los dedos delgados y tímidos se aferraran a la tela, muy en el borde sin animarme a sentir que por debajo había carne y huesos. Me dispuse a caminar, siguiéndole por detrás. Mi estómago estaba revolviéndose, mordí mis labios unas cuantas veces hasta poder soltarme. — Gracias, no tengo sed, ni hambre. Eres muy amable; ¿por qué la compañía de los demás te parece menos agradable? Umgh… Sí, me llamo Aaya. No soy Francesa, como ya lo debe haber notado. — Fue un tironeo rápido, escondí mis manos una sobre otra cuando pudimos estar a solas e iba a limpiarme con el vestido, no obstante me quede quieta, observando con anhelante curiosidad a mi alrededor. Claro que ni aunque estuviese muriendo de hambre o sed agarraría algo de ese lugar, quién sabe con qué habían hecho las cosas, si las personas de parís eran tan sucia como las calles, sin duda no se habían siquiera lavado antes de cocinar. — ¿Me quitará la duda? ¿Es un hombre acaso? Su voz es algo suave, creo que sus facciones son femeninas. Sin embargo su vestimenta y cabello dice lo contrario. ¿Por qué? — En mis ojos, se notaba como francamente me sentía inquieta, no era una mirada inquisitiva, siquiera reprobatoria, es decir, ¿cómo alguien como yo podía ser capaz de juzgar? Simplemente, quería saber por qué hacía eso. Por qué confundía al entorno. Bajé mi vista unos segundos, mirando el suelo en lo que apretaba los lados de mi vestuario. La vergüenza me embriagaba y no estaba allí para hacer sociales, tenía que estar vigilando sobre quienes eran o no sobrenaturales. Pues bien, estaba claro que ella no. Podía irme a otras familias, sí, eso tenía que hacer, pero mis piernas no me daban tregua, estaba estancada en mi lugar y de haber estado sola hubiese empezado a temblar. El olor a perfumes me intoxicaba. ¿Moriría por un veneno que no era arsénico? — Podría… ¿Sentarme? Creo que me siento mareada. — Rezongué, extrañada de mi misma y a su vez, observando curiosamente a la muchacha. Quería saber más, pero no estaba dispuesta a hablar tan tranquilamente de mí, jamás lo había hecho.
Aaya Maciej- Cazador Clase Media
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Re: Manchemos nuestros sentimientos [Priv. Aaya Maciej]
Aquella sala repleta de gente y música fue quedando atrás, dejando simplemente que ambas mujeres se “escondieran” de aquellas miradas inquisidoras y cotillas. Aquella mujer de nombre Aaya, como pudo descubrir segundos después, no era normal, eso estaba claro… su forma de moverse, aquellas vestimentas, de verdad que Shira tenía muchísima curiosidad sobre ella, se sentía terriblemente atraída por aquel secreto que parecía esconder tras los guantes y el velo… pero aun no era momento para descubrirlo.
-Disculpe las palabras que saldrán a continuación de mi boca pero…esa gente es lo peor que puede tener París.-Asegura soplando el mechón de su flequillo que siempre se le salía si no estaba perfectamente peinada- Son unos estúpidos que no ven más que sus propios zapatos, quizás por eso sus mujeres acuden a mí por las noches.-Bufa y separa una silla para ella misma y abriéndose la casaca notándose más libre.-Pero ellas tampoco se quedan atrás en lo que ellas llaman “virtudes”-Rueda sus ojos y se frota la cara un segundo antes de darse cuenta de todo lo que había dicho a una mujer que de momento era una desconocida.-Perdona… no quería ser descortés, bueno si… pero no creo que te apetezca escuchar burradas.-Ríe levemente por la situación antes de inclinarse, apoyando su barbilla contra uno de sus puños mirándola más de cerca, escuchando sus preguntas.
-Definitivamente soy una mujer, puedo asegurarlo, duermo desnuda y me veo el cuerpo-Bromea con una leve sonrisa.-Al igual que las mujeres me encantáis, y si visto así en parte es porque me siento más cómoda con la ropa de hombre, pero…-se acerca levemente a ella quedándose en silencio unos segundos ya que le pareció reconocer el color de ojos de Aaya y eso era un misterio menos.-También es levemente por cabrear a mi padre, además de que me queda mucho mejor esta casaca que cualquier vestido.-Asegura echándose hacia atrás mordiéndose levemente el labio.
Se levantó de golpe cuando la vio tambalearse, acercándola su propia silla para que se sentase. Una vez que pareció más estabilizada se arrodillo frente a ella y la observo.-Creo que hace demasiado calor aquí para tanta ropa que lleva… ¿podría quitarse al menos el velo?-eleva una ceja-Y me haría un favor ya que me encantaría ver como es el rostro de usted, señorita Aaya… es un misterio andante.- estiró una mano en dirección al velo de forma muy lenta. Si hubiera sido otra mujer o incluso alguna de las que ya conocía, seguramente no tendría tanto cuidado ya que conocía cómo reaccionarían cada una… pero con Aaya la daba la sensación que debía tener mucho cuidado, que era tan frágil como el cristal pero no igual de transparente ya que sus secretos estaban bien escondidos.
-¿Me permite? Le prometo que se sentirá mejor cuando le dé un poco de aire… apuesto que sus mejillas estarán sonrojadas.-Sonríe ampliamente dejando ver sus blancos dientes.-Aunque lo malo es que no será por mi culpa.-Chasquea la lengua intentando quitarle seriedad al asunto, esperando la reacción de la mujer que tenía en frente.
¿Aceptaría aquello?
-Disculpe las palabras que saldrán a continuación de mi boca pero…esa gente es lo peor que puede tener París.-Asegura soplando el mechón de su flequillo que siempre se le salía si no estaba perfectamente peinada- Son unos estúpidos que no ven más que sus propios zapatos, quizás por eso sus mujeres acuden a mí por las noches.-Bufa y separa una silla para ella misma y abriéndose la casaca notándose más libre.-Pero ellas tampoco se quedan atrás en lo que ellas llaman “virtudes”-Rueda sus ojos y se frota la cara un segundo antes de darse cuenta de todo lo que había dicho a una mujer que de momento era una desconocida.-Perdona… no quería ser descortés, bueno si… pero no creo que te apetezca escuchar burradas.-Ríe levemente por la situación antes de inclinarse, apoyando su barbilla contra uno de sus puños mirándola más de cerca, escuchando sus preguntas.
-Definitivamente soy una mujer, puedo asegurarlo, duermo desnuda y me veo el cuerpo-Bromea con una leve sonrisa.-Al igual que las mujeres me encantáis, y si visto así en parte es porque me siento más cómoda con la ropa de hombre, pero…-se acerca levemente a ella quedándose en silencio unos segundos ya que le pareció reconocer el color de ojos de Aaya y eso era un misterio menos.-También es levemente por cabrear a mi padre, además de que me queda mucho mejor esta casaca que cualquier vestido.-Asegura echándose hacia atrás mordiéndose levemente el labio.
Se levantó de golpe cuando la vio tambalearse, acercándola su propia silla para que se sentase. Una vez que pareció más estabilizada se arrodillo frente a ella y la observo.-Creo que hace demasiado calor aquí para tanta ropa que lleva… ¿podría quitarse al menos el velo?-eleva una ceja-Y me haría un favor ya que me encantaría ver como es el rostro de usted, señorita Aaya… es un misterio andante.- estiró una mano en dirección al velo de forma muy lenta. Si hubiera sido otra mujer o incluso alguna de las que ya conocía, seguramente no tendría tanto cuidado ya que conocía cómo reaccionarían cada una… pero con Aaya la daba la sensación que debía tener mucho cuidado, que era tan frágil como el cristal pero no igual de transparente ya que sus secretos estaban bien escondidos.
-¿Me permite? Le prometo que se sentirá mejor cuando le dé un poco de aire… apuesto que sus mejillas estarán sonrojadas.-Sonríe ampliamente dejando ver sus blancos dientes.-Aunque lo malo es que no será por mi culpa.-Chasquea la lengua intentando quitarle seriedad al asunto, esperando la reacción de la mujer que tenía en frente.
¿Aceptaría aquello?
Shira Von Krust- Realeza Rusa
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Re: Manchemos nuestros sentimientos [Priv. Aaya Maciej]
Estaba consiente, completamente segura, de que podría desmayarme si seguía escuchando aquellas palabras vulgares de la chica que estaba a mi lado. Era simpática, de eso no había dudas, pero su etiqueta estaba tan descolocada como la mía. En sentidos tan opuestos que me quitaba el aire y provocaba que el sonrojo se elevara tan prominentemente que sentí como si mis mejillas quemaran y fuesen a incendiarme. Mis manos, cubiertas por los guantes, se apoyaron sobre mi rostro, obligándome a dejar de tiritar ante las frases de la mujer que ahora aseguraba ser una fémina. — N-no diga esas cosas por favor. Es vergonzoso lo que dice, lo siento. — La miré a los ojos, unos momentos, los suficientes para quedar intimidada por su cercanía, ¡estaba acorralándome! Era una humana, una de la realeza. Eso es lo que repetía en mi cabeza una y otra vez cuando la timidez empezaba a atravesarme hasta hacerme tan vulnerable como una niña en medio del fuego. Pensé entonces que la clase alta debía ser realmente muy molesta en cuanto a superficialidades se tratara. Todas ellas parecían muy normales, felices y centradas, agarrando sus copas con los dedos sin miedo, bebiendo de un líquido que no sabían de dónde venía. Sin importarles si podían caer presas de una enfermedad. Sin embargo lo que Shira decía, parecía distar mucho de lo que yo podía llegar a ver. ¿Eran en realidad tan infelices como para engañar a sus esposos? No podía asegurarlo, aunque fuesen los orbes aguamarina ajenos los que me querían más que afirmar. — ¿A su padre? Supongo que él quiere lo mejor para usted. Aunque la casaca le queda muy bonita. —
Dejé escapar una risa, ¿lo hice? Realmente me había hecho reír con las entretenidas incoherencias que ella dejaba salir. Y fue con cuidado que cubrí mis labios, muy por arriba del velo. Éste estaba sofocándome o quizá era el terror de la cercanía que me hacía sudar como si estuviese corriendo para todos lados. Di gracias en ese momento por tener aquel cuerpo acostumbrado a la tensión o probablemente hubiese terminado desmayada cuando el rostro ajeno, lleno de microbios y potenciales pestes se puso frente a mí al momento que me había terminado de sentar. Ahora estaba exactamente donde no quería. Tendría que volver a levantarme para poner distancia y eso sería sin duda muy descortés por mi parte. Aunque, ¿cómo podía preocuparme por eso cuando se trataba de una mujer vestida de hombre, con los cabellos tan cortos como uno? — ¿Qué… está haciendo? Mrgh, solo el velo, por favor. — Permití casi al borde de las lágrimas, alzando las manos que temblaban con deseos de empujarla, pero forzosamente las apoyé sobre mi pecho, me obligaba a no apretar la tela, dejando que el pequeño rectángulo semi trasparente fuera llevado por los dedos ajenos. Era lamentable, tendría que tirarlo y era mi velo favorito. Aun así no dije nada, miré hacia abajo unos segundos, concentrándome en no sentirme desnuda. No había peor cosa para mí que no tener mi cuerpo cubierto, sin embargo sabía que era parte del trabajo anular aquella enfermedad que lentamente me empujaba más a la desesperación. — Es muy curiosa. ¿No debería estar buscando un futuro esposo en vez de hacer esto? Su compañía es agradable de todos modos. — Aseguré rápidamente apretando los labios apenas pintados de un rosa pálido, lo demás no necesitaba de polvos, ya tenía el suficiente rubor como para adherirle aún más.
Apoyé entonces mis dedos sobre las rodillas, como si con esto quisiera cubrir el espacio que ella estaba ocupando cuando se agachó. Oh sí, su cercanía empezaba a marearme y ofuscarme y ladeé el rostro para un lado, apoyándolo sobre mi hombro derecho. — ¿Quiere que vaya a buscar un vaso para beber? Sí, eso debería hacer, p-permiso. Está demasiado cerca, ¿por qué me hace esto? — Chillé bajo, pero agudo, intentando levantarme. Ahora estaba a rostro descubierto y todas mis facciones denotaban no solo vergüenza, sino miedo, un miedo tan voraz que podía atravesar la mirada ajena y perderse por un momento en su sonrisa blanca. Y entonces no pude contenerme a apretar mis ropas, bufando con pena. — Es… la primera vez que vengo a una fiesta sola. No sé bien qué debería hacer, ¿sueles tener muchas fiestas tú? Ah, perdón, usted quise decir. — Mis palabras se trababan; cada vez que intentaba armar alguna oración era la mitad de la idea lo que salía. Sin duda no hablar con las personas me había hecho incapaz de formar simpatías y aunque aquella parecía lo suficientemente curiosa para no importarle, no quería parecer más tonta de lo que ya aparentaba con aquel tosco francés.
Dejé escapar una risa, ¿lo hice? Realmente me había hecho reír con las entretenidas incoherencias que ella dejaba salir. Y fue con cuidado que cubrí mis labios, muy por arriba del velo. Éste estaba sofocándome o quizá era el terror de la cercanía que me hacía sudar como si estuviese corriendo para todos lados. Di gracias en ese momento por tener aquel cuerpo acostumbrado a la tensión o probablemente hubiese terminado desmayada cuando el rostro ajeno, lleno de microbios y potenciales pestes se puso frente a mí al momento que me había terminado de sentar. Ahora estaba exactamente donde no quería. Tendría que volver a levantarme para poner distancia y eso sería sin duda muy descortés por mi parte. Aunque, ¿cómo podía preocuparme por eso cuando se trataba de una mujer vestida de hombre, con los cabellos tan cortos como uno? — ¿Qué… está haciendo? Mrgh, solo el velo, por favor. — Permití casi al borde de las lágrimas, alzando las manos que temblaban con deseos de empujarla, pero forzosamente las apoyé sobre mi pecho, me obligaba a no apretar la tela, dejando que el pequeño rectángulo semi trasparente fuera llevado por los dedos ajenos. Era lamentable, tendría que tirarlo y era mi velo favorito. Aun así no dije nada, miré hacia abajo unos segundos, concentrándome en no sentirme desnuda. No había peor cosa para mí que no tener mi cuerpo cubierto, sin embargo sabía que era parte del trabajo anular aquella enfermedad que lentamente me empujaba más a la desesperación. — Es muy curiosa. ¿No debería estar buscando un futuro esposo en vez de hacer esto? Su compañía es agradable de todos modos. — Aseguré rápidamente apretando los labios apenas pintados de un rosa pálido, lo demás no necesitaba de polvos, ya tenía el suficiente rubor como para adherirle aún más.
Apoyé entonces mis dedos sobre las rodillas, como si con esto quisiera cubrir el espacio que ella estaba ocupando cuando se agachó. Oh sí, su cercanía empezaba a marearme y ofuscarme y ladeé el rostro para un lado, apoyándolo sobre mi hombro derecho. — ¿Quiere que vaya a buscar un vaso para beber? Sí, eso debería hacer, p-permiso. Está demasiado cerca, ¿por qué me hace esto? — Chillé bajo, pero agudo, intentando levantarme. Ahora estaba a rostro descubierto y todas mis facciones denotaban no solo vergüenza, sino miedo, un miedo tan voraz que podía atravesar la mirada ajena y perderse por un momento en su sonrisa blanca. Y entonces no pude contenerme a apretar mis ropas, bufando con pena. — Es… la primera vez que vengo a una fiesta sola. No sé bien qué debería hacer, ¿sueles tener muchas fiestas tú? Ah, perdón, usted quise decir. — Mis palabras se trababan; cada vez que intentaba armar alguna oración era la mitad de la idea lo que salía. Sin duda no hablar con las personas me había hecho incapaz de formar simpatías y aunque aquella parecía lo suficientemente curiosa para no importarle, no quería parecer más tonta de lo que ya aparentaba con aquel tosco francés.
Aaya Maciej- Cazador Clase Media
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Re: Manchemos nuestros sentimientos [Priv. Aaya Maciej]
Escuchó como aquella mujer habló o más bien farfulló entre temblores todas esas frases de las cuales solo se había quedado con unas pocas, estaba demasiada centrada en las reacciones de aquella mujer. Estaba sorprendida en cómo estaba reaccionando. Notaba el temblor incluso sin tocarla, notaba su voz tensa, medio llorosa… ¿Qué estaba pasando? No entendía nada, apenas la había rozado, apenas había hecho nada… pero parecía un gran mundo para Aaya.
El detonante de todo aquello fue el intentar quitarla el velo… ¿Qué escondería? ¿Alguna enfermedad cutánea quizás? ¿Alguna deformación? O incluso… algún maltrato. No podía saberlo y parecía que Aaya tampoco quería decírselo, lo único que estaba centrada aquella muchacha era en estar lejos de su cuerpo y su tacto.
No podía hacerla aquello, parecía que su pecho se iba a salir de su cuerpo cuando la rozaba, ¿Qué podía pasar si aquello iba a más? ¿Explotaría tipo bomba? Aquel pensamiento la hizo reír levemente, no por crueldad sino por lo acertado que era y a la vez lo inapropiado. –Tranquilícese por favor… -Murmuro en una voz baja y tranquilizadora.-Deje de hablar o de intentar huir…-Sonrió sin sentirse ofendida.- Yo he sido quien me he metido en su espacio personal, y soy una persona consecuente con sus actos por lo que…-Levanto las manos y anduvo hacia atrás hasta posicionarse a un metro de ella, incluso arrastro la silla para sentarse segundos después.- A veces me olvido de mis modales y no entiendo, lo siento si la incomode… usted en su lugar y yo aquí, ¿de acuerdo? Así podremos hablar tranquilamente.-De nuevo observo aquel cuerpo femenino sin entender del todo que podía pasar.
-Puedes hablarme de “tu”, odio los formalismos, solo los utilizo en el trabajo y porque si no los hombres se creen con el derecho de todo… - Puso ambas manos en sus mejillas apoyándose en las rodillas como si fuera una niña pequeña.- Tengo la sensación de que todo esto está suponiendo un gran esfuerzo para usted… y bueno, me gustaría ayudarla. Si me dijera como… tiene a su disposición a la dueña de la casa por lo que por favor, dígame que puedo hacer para que se deje de sentir tan incómoda, ya sea con mi presencia como con el entorno… ¿quizás prefiere salir al aire libre? O…-frunció el ceño pensando- ¿prefiere volver a la fiesta? Aunque creo que está deseando irse… no tiene por qué quedarse más, ya ha cumplido-Bromeó y se despeino levemente el pelo antes de bufar al ver que no quedaba ya de la misma manera-Mi madre me va a matar…-murmuro para ella, sabiendo que su madre estaría intentando amansar aquel pelo rebelde.
Aquello era… raro, demasiado. No era algo normal eso ya lo había deducido pero tenía cierto interés en aquella mujer, aunque sus intentos de conocerla un poco más habían quedado frustrados, y sabía que no tendría mucho conocimiento de aquella mujer salvo que ella lo permitiera.- Por cierto… dudo que me case alguna vez, salvo que me dejen hacerlo con alguna mujer y aun así es difícil.-Sonríe de nuevo sabiendo que aquello la descolocaría levemente.- ¿Me va a contar algo de usted? O quizás... ¿Mejor en otra ocasión? Donde usted se sienta cómoda…-Había muchas posibilidades de que se negase a volver a verla pero por intentarlo no pasaba nada.
El detonante de todo aquello fue el intentar quitarla el velo… ¿Qué escondería? ¿Alguna enfermedad cutánea quizás? ¿Alguna deformación? O incluso… algún maltrato. No podía saberlo y parecía que Aaya tampoco quería decírselo, lo único que estaba centrada aquella muchacha era en estar lejos de su cuerpo y su tacto.
No podía hacerla aquello, parecía que su pecho se iba a salir de su cuerpo cuando la rozaba, ¿Qué podía pasar si aquello iba a más? ¿Explotaría tipo bomba? Aquel pensamiento la hizo reír levemente, no por crueldad sino por lo acertado que era y a la vez lo inapropiado. –Tranquilícese por favor… -Murmuro en una voz baja y tranquilizadora.-Deje de hablar o de intentar huir…-Sonrió sin sentirse ofendida.- Yo he sido quien me he metido en su espacio personal, y soy una persona consecuente con sus actos por lo que…-Levanto las manos y anduvo hacia atrás hasta posicionarse a un metro de ella, incluso arrastro la silla para sentarse segundos después.- A veces me olvido de mis modales y no entiendo, lo siento si la incomode… usted en su lugar y yo aquí, ¿de acuerdo? Así podremos hablar tranquilamente.-De nuevo observo aquel cuerpo femenino sin entender del todo que podía pasar.
-Puedes hablarme de “tu”, odio los formalismos, solo los utilizo en el trabajo y porque si no los hombres se creen con el derecho de todo… - Puso ambas manos en sus mejillas apoyándose en las rodillas como si fuera una niña pequeña.- Tengo la sensación de que todo esto está suponiendo un gran esfuerzo para usted… y bueno, me gustaría ayudarla. Si me dijera como… tiene a su disposición a la dueña de la casa por lo que por favor, dígame que puedo hacer para que se deje de sentir tan incómoda, ya sea con mi presencia como con el entorno… ¿quizás prefiere salir al aire libre? O…-frunció el ceño pensando- ¿prefiere volver a la fiesta? Aunque creo que está deseando irse… no tiene por qué quedarse más, ya ha cumplido-Bromeó y se despeino levemente el pelo antes de bufar al ver que no quedaba ya de la misma manera-Mi madre me va a matar…-murmuro para ella, sabiendo que su madre estaría intentando amansar aquel pelo rebelde.
Aquello era… raro, demasiado. No era algo normal eso ya lo había deducido pero tenía cierto interés en aquella mujer, aunque sus intentos de conocerla un poco más habían quedado frustrados, y sabía que no tendría mucho conocimiento de aquella mujer salvo que ella lo permitiera.- Por cierto… dudo que me case alguna vez, salvo que me dejen hacerlo con alguna mujer y aun así es difícil.-Sonríe de nuevo sabiendo que aquello la descolocaría levemente.- ¿Me va a contar algo de usted? O quizás... ¿Mejor en otra ocasión? Donde usted se sienta cómoda…-Había muchas posibilidades de que se negase a volver a verla pero por intentarlo no pasaba nada.
Shira Von Krust- Realeza Rusa
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Re: Manchemos nuestros sentimientos [Priv. Aaya Maciej]
Fueron instantes en los que calme las lágrimas que estaban las borde de salir. La muchacha vestida de hombre no intentaba más que calmarme y en realidad no lo hacía del todo mal. Cualquier otra persona le hubiese estado agradecida y claro que yo no era la excepción pues aún con aquella dificultad de rozamiento que tenía, podía notar las buenas y malas acciones. Podía diferenciar lo que era hecho con maldad o con simple curiosidad. Y me sorprendió que no terminara por quitarme el velo, pues me había mentalizado en que éste sería quitado tarde o temprano, después de todo no era muy bien visto llevar ese tipo de cubiertas a una fiesta de clase alta. Así que lentamente, con los dedos finos y mirones me recogí el trozo de tela, desabotonándolo de uno de los costados de la oreja, dejándolo entre mis manos, apretándolo con algo de fuerzas. Era como un premio por excelencia. — Ohh, los formalismos se utilizan para las personas que uno respeta y no conoce mucho, ¿si te hablo como tú entonces pasarías a ser alguien familiar? — Le sonreí con timidez, con las mejillas rosadas hinchándose en lo que unos labios ligeramente rosados se formaban en forma de media luna. No quería caerle mal, no quería parecer una excluida social. Si tan solo pudiese soportar el roce de su piel con la mía… No, era imposible, ¿quién sabe qué tipo de enfermedades ella podía acarrear? Sin duda millones, no por ser tan descuidada o normal como todos los demás, sino que incluso antes había aludido que había estado con otra mujeres ¡que a su vez éstas otras tenían esposos! Casi se me va el aire ante eso, pero negué, reprimiéndolo por el momento.
— No, estoy bien. Aunque, sí, me gustaría salir al patio. Me dijeron que tenían un hermoso jardín y me gustan las flores. Yo, lo siento, no quería hacer…-te sentir incómoda. Soy de Bélgica y los modales son diferentes, es eso. ¡¿Qué?! — Mentí penosamente, pero no tenía otra cosa para decir que tenga que ver con mi comportamiento, aunque esto se esfumó rápidamente de mis pensamientos. Mi cuerpo dio un respingo en el instante que ella aludió que quería casarse con una mujer. Sentí de repente que mi rostro se prendería fuego de la vergüenza y con las manos enguantadas escondí mis ojos por unos segundos, abanicándome torpemente con las palmas. Despacio y muy suavemente dejé salir una risa aniñada, bueno, en realidad era mi risa, la única que tenía. Sumamente apenada por mi semblante al descubierto, que seguramente tenia diferentes tonalidades rosadas por toda la piel. Con los ojos busqué la puerta que llevaba a las fueras, con grandes ventanas y un exuberante final que no era capaz de visualizar del todo. — Su, es decir, tu cabello se ve bien, no tienes que preocuparte, yo creo que le queda lindo de esa forma. — Asentí, dejando que el calor comenzara a bajar, el mareo, si bien siempre estaba presente por estar todo el tiempo estresada, se había mitigado cuando el trozo de tela había sido removido, dejándole más entrada al oxígeno para mi cerebro. Shira estaba siendo sumamente amable conmigo y yo simplemente insistía en hacerla asustar y pensar que yo era un bicho extraño. ¿Lo era acaso? Sí, con los ojos grandes y la nariz pequeña tranquilamente podía pasa como una hormiga. Bufé por el solo pensamiento, inflando los mofletes en lo que juntaba el índice y pulgar con su par hermano. — ¿Qué quieres que te cuente? Llegué hoy en la mañana a Paris. La ciudad es realmente sucia y no me agrada nadie. ¡Ah! Digo… Bueno, en realidad usted sí me agrada. ¿Eso está bien, no? Me gustaría ir al patio pero, ¿no se enojarán contigo por no estar con los demás invitados? La mayoría parecían muy interesados en hablar contigo. — Moví la cabeza en pos de preocupación, con el recuerdo de mi entrada a la fiesta y ella rodeada de un sinfín de muchachas y muchachos que intentaban mantener una conversación formal. Pensé que se trataba de algún vampiro que usaba sus poderes para seducir a todos a su alrededor, pero para mi sorpresa era una simple humana con una belleza, gracia y simpatía que no necesitaba ninguna clase de sobrenaturalidad para hacer que los demás se atraigan a ella. Me levanté entonces, metiendo el velo de una vez por todas en uno de los bolsillos escondidos del vestido. Ya había sido suficiente esconder mi rostro por esa noche, intentaría no respirar si algo extraño pasaba, de todos modos podía contener la respiración más de dos minutos tiempo más que suficiente para huir de ese lugar.
— No, estoy bien. Aunque, sí, me gustaría salir al patio. Me dijeron que tenían un hermoso jardín y me gustan las flores. Yo, lo siento, no quería hacer…-te sentir incómoda. Soy de Bélgica y los modales son diferentes, es eso. ¡¿Qué?! — Mentí penosamente, pero no tenía otra cosa para decir que tenga que ver con mi comportamiento, aunque esto se esfumó rápidamente de mis pensamientos. Mi cuerpo dio un respingo en el instante que ella aludió que quería casarse con una mujer. Sentí de repente que mi rostro se prendería fuego de la vergüenza y con las manos enguantadas escondí mis ojos por unos segundos, abanicándome torpemente con las palmas. Despacio y muy suavemente dejé salir una risa aniñada, bueno, en realidad era mi risa, la única que tenía. Sumamente apenada por mi semblante al descubierto, que seguramente tenia diferentes tonalidades rosadas por toda la piel. Con los ojos busqué la puerta que llevaba a las fueras, con grandes ventanas y un exuberante final que no era capaz de visualizar del todo. — Su, es decir, tu cabello se ve bien, no tienes que preocuparte, yo creo que le queda lindo de esa forma. — Asentí, dejando que el calor comenzara a bajar, el mareo, si bien siempre estaba presente por estar todo el tiempo estresada, se había mitigado cuando el trozo de tela había sido removido, dejándole más entrada al oxígeno para mi cerebro. Shira estaba siendo sumamente amable conmigo y yo simplemente insistía en hacerla asustar y pensar que yo era un bicho extraño. ¿Lo era acaso? Sí, con los ojos grandes y la nariz pequeña tranquilamente podía pasa como una hormiga. Bufé por el solo pensamiento, inflando los mofletes en lo que juntaba el índice y pulgar con su par hermano. — ¿Qué quieres que te cuente? Llegué hoy en la mañana a Paris. La ciudad es realmente sucia y no me agrada nadie. ¡Ah! Digo… Bueno, en realidad usted sí me agrada. ¿Eso está bien, no? Me gustaría ir al patio pero, ¿no se enojarán contigo por no estar con los demás invitados? La mayoría parecían muy interesados en hablar contigo. — Moví la cabeza en pos de preocupación, con el recuerdo de mi entrada a la fiesta y ella rodeada de un sinfín de muchachas y muchachos que intentaban mantener una conversación formal. Pensé que se trataba de algún vampiro que usaba sus poderes para seducir a todos a su alrededor, pero para mi sorpresa era una simple humana con una belleza, gracia y simpatía que no necesitaba ninguna clase de sobrenaturalidad para hacer que los demás se atraigan a ella. Me levanté entonces, metiendo el velo de una vez por todas en uno de los bolsillos escondidos del vestido. Ya había sido suficiente esconder mi rostro por esa noche, intentaría no respirar si algo extraño pasaba, de todos modos podía contener la respiración más de dos minutos tiempo más que suficiente para huir de ese lugar.
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Re: Manchemos nuestros sentimientos [Priv. Aaya Maciej]
Lo último que podía llegar a pensar Shira es que aquella mujer tan reticente a ser tocada o vista se atreviera a premiarla con aquello. Cuando el velo fue retirado, aquel velo que parecía más una armadura para ella que una simple prenda, observó sus rasgos atentamente mientras escuchaba de fondo la música en el otro salón. Tenía una cara aniñada, y eso se acentuaba cuando el sonrojo cubría sus aparentes suaves mejillas, su nariz era pequeña y algo respingona, le hacía gracia ya que se había imaginado más o menos así sus rasgos, no tenía pinta de ser una mujer dura, aunque nunca se sabía. Sus ojos azules siguieron el recorrido hasta parar en sus labios carnosos. Los dientes de Shira se juntaron por el aparente deseo de mordérselos, pero controló su actitud y prosiguió como si nada aunque estaba segura que sus ojos, tan habladores como de costumbre, la habían delatado al menos unos segundos.
Salgamos entonces-carraspeo para que su garganta, ahora seca, no crease que su tono fuera más ronco.-Te aseguro que los jardines están limpios y el aire es bastante puro al estar más lejos de toda la contaminación en el aire de la ciudad-Sonrió enseñando de nuevo sus dientes blancos.-Sé que no me vas a coger del brazo, pero que sepas que el ofrecimiento está ahí… para cuando quieras.-Había aprendido en lo poco que había estado con Aaya que si ella quería hacer algo lo haría… pero que era mejor no presionarla o tomar la iniciativa, al menos en ese momento.
Fuera todos…-Ordenó a todos los sirvientes que se encontraban en el jardín. Una vez fuera inspiro con fuerza notando el olor limpio y refrescante. Observo a la mujer a su lado y dejó que se tomase su tiempo.-Tienes una risa hermosa…-Lo dijo de forma rápida y apartó la mirada antes de cuadrar los hombros y notar aquella tranquilidad de nuevo.
Shira era una persona nerviosa y activa pero en ocasiones contadas era la paz en persona, tranquila, relajada y paciente… en ese momento era así. Estaba tan a gusto en aquel lugar sin tanta gente que se desabrochó la casaca dejando que el aire pegase contra aquella especie de camiseta interior, se despeinó ya dejando que aquel peinado recto y formal fuera deshecho. Terminó por estirarse, esfumándose toda la tensión y giró su cuerpo apoyándose contra una barandilla de hierro mirando el cuerpo de Aaya sin poder evitarlo antes de centrarse en sus ojos.-Bienvenida a un pequeño rincón de paz… bienvenida a mi casa.-se cruza de brazos de forma desenfadada y espera su reacción la cual ya se había acostumbrado que fuera una sorpresa.
Salgamos entonces-carraspeo para que su garganta, ahora seca, no crease que su tono fuera más ronco.-Te aseguro que los jardines están limpios y el aire es bastante puro al estar más lejos de toda la contaminación en el aire de la ciudad-Sonrió enseñando de nuevo sus dientes blancos.-Sé que no me vas a coger del brazo, pero que sepas que el ofrecimiento está ahí… para cuando quieras.-Había aprendido en lo poco que había estado con Aaya que si ella quería hacer algo lo haría… pero que era mejor no presionarla o tomar la iniciativa, al menos en ese momento.
Fuera todos…-Ordenó a todos los sirvientes que se encontraban en el jardín. Una vez fuera inspiro con fuerza notando el olor limpio y refrescante. Observo a la mujer a su lado y dejó que se tomase su tiempo.-Tienes una risa hermosa…-Lo dijo de forma rápida y apartó la mirada antes de cuadrar los hombros y notar aquella tranquilidad de nuevo.
Shira era una persona nerviosa y activa pero en ocasiones contadas era la paz en persona, tranquila, relajada y paciente… en ese momento era así. Estaba tan a gusto en aquel lugar sin tanta gente que se desabrochó la casaca dejando que el aire pegase contra aquella especie de camiseta interior, se despeinó ya dejando que aquel peinado recto y formal fuera deshecho. Terminó por estirarse, esfumándose toda la tensión y giró su cuerpo apoyándose contra una barandilla de hierro mirando el cuerpo de Aaya sin poder evitarlo antes de centrarse en sus ojos.-Bienvenida a un pequeño rincón de paz… bienvenida a mi casa.-se cruza de brazos de forma desenfadada y espera su reacción la cual ya se había acostumbrado que fuera una sorpresa.
Shira Von Krust- Realeza Rusa
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Re: Manchemos nuestros sentimientos [Priv. Aaya Maciej]
Si había algo que había aprendido con el tiempo era la introspección hacía las personas. Podía notar lo que pensaban, un poco, solo lo suficiente para saber si estaba en peligro o no. Sin embargo algo muy raro pasaba con aquella muchacha de cabellos cortos y rebeldes. ¡Simplemente no podía leerla! Era incapaz de saber exactamente qué estaba pensando, si quería poner sus manos sobre mi piel o no. En momentos me sentía protegida como si supiera que no me podía hacer daño, protegida por un fuerte caballero de armadura distante; pero eran instantes, como los que pasaron luego de quitarme la tela que me cubría, cuando me sentía en medio de una batalla campal. Los ojos me temblaban tal cual si estuviesen fuera de mi cuerpo, me dije mil veces que tenía que detenerme, que tenía que reprimir todos los sentimientos o la vida no iba a poder seguir en tranquilidad. ¿Qué tanto estrés podía cargar una persona en un día? Me sentía tan contracturada que seguramente una pizca de relajación podría terminar de romperme por la fragilidad enganchada. Sin embargo le concedí la duda, bajando la mirada para cortar ese contacto que me había desequilibrado. Ahora estaba respirando el mismo aire que ella, ¿era tan desagradable? Realmente no podía decirlo, no estaba en las condiciones para hacerlo pues todo me parecía desagradable a niveles impensables. — ¿Te entretiene? Lo siento… Creo que te estoy molestando, ¿no? ¡Ah! ¡No es necesario que haga eso! — Elevé apenas el tono de voz, sintiendo como las orejas comenzaban a tiritar por el rojo en mi rostro y rápidamente fue que subí mis manos enguantadas a la cara, cubriéndolo apenas por la vergüenza. ¿Acaso estaba loca? Hacer salir a los sirvientes que estaban haciendo su trabajo en los jardines simplemente por un capricho, ¿así se manejaba la nobleza? ¿Estaba tan lejos de saber esa clase de cosas? Mordí mis labios con algo de fuerzas, suficiente me había costado ingresar al lugar y ahora tenía que hablarle a la muchacha tuteándola. Los nervios estaban atorándome. Busqué su mirada, unos segundos contemplando su parcial semblante.
— Ellos estaban haciendo su trabajo, ummgh, ¡n-no me quieras hacer un cumplido ahora! […] ¿Se respira bien, digo, el aire de la naturaleza? Antes me sosegaba, ahora ya nada lo hace… Pero me siento mucho más cómoda aquí, gracias. — Entre bufidos y penas dejé caer mis hombros que tan pegados a mi cuello estaban antes, apretando mano con mano, bajándolas desde mis labios hasta mis piernas en dónde las terminé por dejar apoyadas, entrelazando los dedos; mirando de a ratos lo que era un jardín. Realmente parecía un bosque privado, no obstante decir eso terminaría por abochornarme aún más. De verdad no me cansaba de pasar vergüenza a donde sea que estuviese, siempre dando pena, como si fuese una enferma. Tenía parte de eso, estaba enferma de algún modo, aunque así estaba bien, podía sobrevivir, poco a poco me amoldaba a mi propia vida. Solo había que lavar todo antes de comerlo, hervir incluso el agua. Lavarme con el suficiente desinfectante. No importaba qué tan lastimados estuviesen mis dedos, llenos de heridas y raspones, los guantes taparían aquel dolor, la tela escondería mis pecados. — ¿Le agarró calor?, es decir, ¿te agarró calor? Seguramente tus admiradores y admiradoras estarán buscándote. No soy tan entretenida para que malgastes la fiesta en mí, sin embargo… Ha sido muy entretenido, ¿puedo preguntarte algo? — El sonrojo que lentamente se había extinguido gracias al viento fresco comenzaba a renacer, ahora más suave y dulce que antes. No era una gran habladora, mas me gustaba conversar, nunca tenía con quién pues una vez que no les ofrecía la mano a las personas o no los saludaba con besos en las mejillas, automáticamente me tomaban como alguien mal educado y pasaban a ignorarme. Esa era una de las primeras veces que podía sentirme tan relajada en un tumulto de gente y mis ojos se lo agradecieron, entrecerrándose con dulzura. — ¿Crees en seres extraños? Antes me preguntaste si te contaría algo de mí, la verdad es que vine por una razón en especial, pero es un secreto, si te lo cuento entonces; tendrías que esconderlo para siempre o… Atenerte a las consecuencias. — Amenacé, en parte en broma y en gran parte no. Mi vida como cazadora era un grave riesgo y contárselo a cualquiera era un delito que se pagaba con la cabeza de ambas. Claro que a mí no me importaba, nunca hablaba con ninguna persona, no tenía ni un amigo o conocido, Shira era la única persona con la que me había comunicado por tanto tiempo, al menos la única mujer viva con la que lo había hecho.
— Ellos estaban haciendo su trabajo, ummgh, ¡n-no me quieras hacer un cumplido ahora! […] ¿Se respira bien, digo, el aire de la naturaleza? Antes me sosegaba, ahora ya nada lo hace… Pero me siento mucho más cómoda aquí, gracias. — Entre bufidos y penas dejé caer mis hombros que tan pegados a mi cuello estaban antes, apretando mano con mano, bajándolas desde mis labios hasta mis piernas en dónde las terminé por dejar apoyadas, entrelazando los dedos; mirando de a ratos lo que era un jardín. Realmente parecía un bosque privado, no obstante decir eso terminaría por abochornarme aún más. De verdad no me cansaba de pasar vergüenza a donde sea que estuviese, siempre dando pena, como si fuese una enferma. Tenía parte de eso, estaba enferma de algún modo, aunque así estaba bien, podía sobrevivir, poco a poco me amoldaba a mi propia vida. Solo había que lavar todo antes de comerlo, hervir incluso el agua. Lavarme con el suficiente desinfectante. No importaba qué tan lastimados estuviesen mis dedos, llenos de heridas y raspones, los guantes taparían aquel dolor, la tela escondería mis pecados. — ¿Le agarró calor?, es decir, ¿te agarró calor? Seguramente tus admiradores y admiradoras estarán buscándote. No soy tan entretenida para que malgastes la fiesta en mí, sin embargo… Ha sido muy entretenido, ¿puedo preguntarte algo? — El sonrojo que lentamente se había extinguido gracias al viento fresco comenzaba a renacer, ahora más suave y dulce que antes. No era una gran habladora, mas me gustaba conversar, nunca tenía con quién pues una vez que no les ofrecía la mano a las personas o no los saludaba con besos en las mejillas, automáticamente me tomaban como alguien mal educado y pasaban a ignorarme. Esa era una de las primeras veces que podía sentirme tan relajada en un tumulto de gente y mis ojos se lo agradecieron, entrecerrándose con dulzura. — ¿Crees en seres extraños? Antes me preguntaste si te contaría algo de mí, la verdad es que vine por una razón en especial, pero es un secreto, si te lo cuento entonces; tendrías que esconderlo para siempre o… Atenerte a las consecuencias. — Amenacé, en parte en broma y en gran parte no. Mi vida como cazadora era un grave riesgo y contárselo a cualquiera era un delito que se pagaba con la cabeza de ambas. Claro que a mí no me importaba, nunca hablaba con ninguna persona, no tenía ni un amigo o conocido, Shira era la única persona con la que me había comunicado por tanto tiempo, al menos la única mujer viva con la que lo había hecho.
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