AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Passez le facteur - Aaya Maciej
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Passez le facteur - Aaya Maciej
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Aaya Maciej- Cazador Clase Media
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Re: Passez le facteur - Aaya Maciej
Aaya, ¿es así como debería llamarte? Nunca he sido muy de deberes.
No te asustes, no tengo tiempo para más explicaciones. Un momento, no, eso no es cierto, a decir verdad, tengo todo el tiempo del mundo, todo el que me brinde esta primera carta que voy a escribirte (escribir… todavía 'escribir' en mi 'estado') y que espero que se grabe en tu memoria como yo la tengo tatuada en mis dedos. Siempre pensé que algo así pasaba conmigo, que llevaba las palabras tatuadas en la piel de mis manos y de ahí se deshacían lentamente en torno a la pluma, hasta acabar sobre las hojas vírgenes y corruptibles. Creo que eso mismo escribí en uno de aquellos escritos que según dices, son parte de tu religión, de tu yugo… Me gusta, Aaya, y por eso mismo, voy a pedirte que no pares. Aprovecha, tú que puedes.
¿Te parece extraño escribirle una carta a alguien sin nombre ni rostro? Créeme, es bien posible, y si eso te sorprende, espérate a saber lo que te tengo reservado. ¿Estás dispuesta a descubrirlo? ¿Tu curiosidad se andará lo bastante quieta como para conocer ese 'umbral que nos separa de la realidad', como dices? Es complicado manejarla cuando todo tu cuerpo tiembla como si soportara el peso de mil estampidas a la vez, pero estoy segura de que lo aguantarás porque ante todo, quieres hacerlo. Te mueres por hacerlo, pero te necesito viva, por ahora.
Esta carta no lleva remitente, ni lo llevará en las próximas que te envíe. Porque sí, vaya, me he saltado toda la parafernalia que explicaba este ritual que te ofrece tu veneno favorito. No preguntes cómo he llegado a saber de ti, ni de tus cartas. Sigue escribiéndolas para mí, y después, déjalas en el rellano de tu puerta, donde yo las recogeré y donde también dejaré tus respuestas. Y sobre todo, por lo que más queráis tú y tus rasgos impolutos, el hervidero que define tu cuerpo y que lo convierte en un manjar para los pobres necios que caen presas de tu belleza: jamás, bajo ninguna de esas circunstancias dignas de una profesora renegada o un carcelero sin nada que perder y mucho que entregar, me espíes. Puedes apostar tus cabellos de muñeca rota a que sabré cuando estés haciéndolo y si es así, ya nunca volverás a saber de mí porque me iré. Me volveré a ir para siempre, pequeña, así que ya mismo, desde esta primera carta, te doy la oportunidad de decidir qué es lo que quieres que pase.
La gente dice que somos dueños de lo que creemos, el problema es que podemos creer mal.
Dices que has venido a buscarme, y por fin me has encontrado. Quizá pienses que estás en la mitad del camino, pero reflexiona sobre lo que significa leer del propio puño y letra que llevas venerando durante tanto tiempo, algo que ha parido única y exclusivamente para ti. 'Parir' en un sentido metafórico, pero con reminiscencias literales, pues ya mismo te concedo la primera (y vendrán más, si cumples con tu parte del trato) información que deseas saber, o mejor dicho, ver confirmada: aunque no le dé ni vaya a darle ninguna utilidad, tengo matriz, tus suposiciones eran muy ciertas al imaginarme como una mujer. Algunos dicen que no hay diferencias entre nosotras y los hombres, y yo les doy la razón hasta cierto punto, pues quien se imagina a un macho greñudo y pretencioso al leer mis obras es que no las ha entendido. A ti, en cambio, te han definido. Y quiero saberlo todo de ese proceso, querida mía. Quiero que me hables de ti, de cómo te han criado, de tu familia. ¿A quién te pareces más, cervatillo de Dios? ¿A tu madre? ¿A tu padre? ¿A tu abuela? ¿Cómo una criatura tan curiosa y alejada de las rígidas condiciones de lo que llaman mundo ha acabado embelesada por mis locuras? ¿Cómo es que temes mancharte con la mugre y sin embargo, te refugias en mis palabras sucias?
¿Si estás soñando demasiado? Eso puedes elegirlo tú. Siempre has podido, pero ahora es de verdad. Si nada de lo que has leído aquí te ha hecho titubear, si tan auténtica es tu desesperación, tu vínculo emocional hacia mí, y aceptas las únicas normas que he impuesto en toda mi… ¿Cómo lo han llamado siempre? ¿Vida? Entonces, podrás hablar conmigo, como llevas deseando cada uno de los días que pasan. En tus cartas, te dejaré hacerme todas las preguntas y dudas que tengas, a cambio de que también contestes las mías.
¿Si he sufrido alguna vez algo como lo que me cuentas? Bueno, sabes que a mis ojos, el sufrimiento no tiene una misma definición para todo, ni para todos. ¿Es una pregunta que verdaderamente quieres que responda? En ese caso, toma mi mano, te ofrezco lo que siempre has soñado en una tierra de locos.
Dices que desconoces si tu problema tiene solución. Desde estos precisos instantes, te comunico que recibe el mismo nombre que tu problema:
No te asustes, no tengo tiempo para más explicaciones. Un momento, no, eso no es cierto, a decir verdad, tengo todo el tiempo del mundo, todo el que me brinde esta primera carta que voy a escribirte (escribir… todavía 'escribir' en mi 'estado') y que espero que se grabe en tu memoria como yo la tengo tatuada en mis dedos. Siempre pensé que algo así pasaba conmigo, que llevaba las palabras tatuadas en la piel de mis manos y de ahí se deshacían lentamente en torno a la pluma, hasta acabar sobre las hojas vírgenes y corruptibles. Creo que eso mismo escribí en uno de aquellos escritos que según dices, son parte de tu religión, de tu yugo… Me gusta, Aaya, y por eso mismo, voy a pedirte que no pares. Aprovecha, tú que puedes.
¿Te parece extraño escribirle una carta a alguien sin nombre ni rostro? Créeme, es bien posible, y si eso te sorprende, espérate a saber lo que te tengo reservado. ¿Estás dispuesta a descubrirlo? ¿Tu curiosidad se andará lo bastante quieta como para conocer ese 'umbral que nos separa de la realidad', como dices? Es complicado manejarla cuando todo tu cuerpo tiembla como si soportara el peso de mil estampidas a la vez, pero estoy segura de que lo aguantarás porque ante todo, quieres hacerlo. Te mueres por hacerlo, pero te necesito viva, por ahora.
Esta carta no lleva remitente, ni lo llevará en las próximas que te envíe. Porque sí, vaya, me he saltado toda la parafernalia que explicaba este ritual que te ofrece tu veneno favorito. No preguntes cómo he llegado a saber de ti, ni de tus cartas. Sigue escribiéndolas para mí, y después, déjalas en el rellano de tu puerta, donde yo las recogeré y donde también dejaré tus respuestas. Y sobre todo, por lo que más queráis tú y tus rasgos impolutos, el hervidero que define tu cuerpo y que lo convierte en un manjar para los pobres necios que caen presas de tu belleza: jamás, bajo ninguna de esas circunstancias dignas de una profesora renegada o un carcelero sin nada que perder y mucho que entregar, me espíes. Puedes apostar tus cabellos de muñeca rota a que sabré cuando estés haciéndolo y si es así, ya nunca volverás a saber de mí porque me iré. Me volveré a ir para siempre, pequeña, así que ya mismo, desde esta primera carta, te doy la oportunidad de decidir qué es lo que quieres que pase.
La gente dice que somos dueños de lo que creemos, el problema es que podemos creer mal.
Dices que has venido a buscarme, y por fin me has encontrado. Quizá pienses que estás en la mitad del camino, pero reflexiona sobre lo que significa leer del propio puño y letra que llevas venerando durante tanto tiempo, algo que ha parido única y exclusivamente para ti. 'Parir' en un sentido metafórico, pero con reminiscencias literales, pues ya mismo te concedo la primera (y vendrán más, si cumples con tu parte del trato) información que deseas saber, o mejor dicho, ver confirmada: aunque no le dé ni vaya a darle ninguna utilidad, tengo matriz, tus suposiciones eran muy ciertas al imaginarme como una mujer. Algunos dicen que no hay diferencias entre nosotras y los hombres, y yo les doy la razón hasta cierto punto, pues quien se imagina a un macho greñudo y pretencioso al leer mis obras es que no las ha entendido. A ti, en cambio, te han definido. Y quiero saberlo todo de ese proceso, querida mía. Quiero que me hables de ti, de cómo te han criado, de tu familia. ¿A quién te pareces más, cervatillo de Dios? ¿A tu madre? ¿A tu padre? ¿A tu abuela? ¿Cómo una criatura tan curiosa y alejada de las rígidas condiciones de lo que llaman mundo ha acabado embelesada por mis locuras? ¿Cómo es que temes mancharte con la mugre y sin embargo, te refugias en mis palabras sucias?
¿Si estás soñando demasiado? Eso puedes elegirlo tú. Siempre has podido, pero ahora es de verdad. Si nada de lo que has leído aquí te ha hecho titubear, si tan auténtica es tu desesperación, tu vínculo emocional hacia mí, y aceptas las únicas normas que he impuesto en toda mi… ¿Cómo lo han llamado siempre? ¿Vida? Entonces, podrás hablar conmigo, como llevas deseando cada uno de los días que pasan. En tus cartas, te dejaré hacerme todas las preguntas y dudas que tengas, a cambio de que también contestes las mías.
¿Si he sufrido alguna vez algo como lo que me cuentas? Bueno, sabes que a mis ojos, el sufrimiento no tiene una misma definición para todo, ni para todos. ¿Es una pregunta que verdaderamente quieres que responda? En ese caso, toma mi mano, te ofrezco lo que siempre has soñado en una tierra de locos.
Dices que desconoces si tu problema tiene solución. Desde estos precisos instantes, te comunico que recibe el mismo nombre que tu problema:
Arsénico
Arsénico- Fantasma
- Mensajes : 163
Fecha de inscripción : 30/03/2013
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Re: Passez le facteur - Aaya Maciej
Querida Aaya:
Dos letras 'a', dos principios. ¿Alguna vez lo habías pensado? Claro que no, estás demasiado ocupada creyendo que el suelo se desmoronará bajo tus pies en cualquier momento. El miedo a mancharse de los demás requiere mucho esfuerzo, mucha vida perdida, guardada con llave en los estantes de tu pulcro dolor. Pero ha llegado la hora de buscar esa llave, mi pequeña, incluso si tú misma has olvidado dónde está. No te hagas la sorprendida, en el fondo fue porque te forzaste a borrarla de tu memoria, porque te asustaba llegar a necesitarla algún día. No te angusties, flor, que ya me encargaré yo de encontrarla. Tú sólo siéntate y déjate llevar. Ah, dejarte llevar… ¿Crees que serás capaz de tal hazaña?
Encontré tus cartas de la misma forma que tú encontraste mis escritos. Te conozco, te conocía de mucho antes de verte… 'Mi estado' es eso mismo: una forma de situación en la que cada uno se encuentra, seguro que no necesitas que una escritora tan anárquica como yo recurra a definiciones enciclopédicas y sosas. Seguro que tampoco te asombra saber que es imposible que alguien como yo crea en eso que llaman 'Dios'. No hay ni un solo rincón del mundo en el que se pongan de acuerdo con qué o quién es realmente 'Dios', pensar que algún exaltado de ésos tiene la razón entre todas sus contiendas de tiranos inconscientes sería un craso error. Y aunque me gusta equivocarme, casi mucho más que acertar, no me interesa batallar para demostrar la existencia de algo que mandaría sobre todo y sobre todos. Créeme cuando te digo que al final del túnel, el control lo tienes tú. Única y exclusivamente tú.
Sí, es nuestra primera conversación y ya te he hecho daño, pero es que es tan fácil, ma chérie... que ni el veneno puede resistirse a jugar con tus alas impolutas. No es ninguna locura que desees estudiarme antes de morir, hasta si morir no sería un problema para hablar conmigo. Supongo que nunca me he responsabilizado lo suficiente de mis travesuras, de mis desastres. Y es que no los hice para eso precisamente, ¡entonces habría sido absurdo! ¿No te parece? ¡Habrían perdido toda la gracia y tú me has leído, así que lo comprendes! No hay mejor señal que pueda darte que la certeza de tu fascinación hacia mí. Tolerarás que esté en una hoja en lugar de a tu lado, susurrándote las cosas al oído, porque así fue cómo pudiste acercarte a mí. Y no has llegado hasta aquí para volverte atrás. De esa forma, podrás aceptar semejante respuesta de ti misma. Yo también soy una clienta asidua del más puro masoquismo.
Veinticuatro lunas, ¿eh? Así que es cierto… Mi edad no sabría decírtela, hace mucho tiempo que dejé de pensar en ella. A decir verdad, nunca me interesó. ¿Te interesa a ti? Si tu abuela fue la que me descubrió a tus ojos, debo de ser mucho más vieja que tú, eso por descontado. ¿Cambiarían tus deseos por mí, al descubrirme arrugada como una pasa o en la panzona cincuentena? Es natural que me llamaras la atención si cada poro de tu piel pide ayuda al borde del precipicio y sin embargo, luego rechaza la mano que le salvaría de la caída. Eres lo bastante contradictoria como para que esta chiflada del demonio quiera escribir sobre ti, por ti. No, no fue la pena en tus ojos, Aaya, sino en los míos. Y yo no siento lástima ni de mi propia madre. ¿Tanto quieres saber cómo soy si al parecer eres de los pocos individuos capaces de imaginarlo y acercarse a la única verdad? Te desperdicias, pues. Y eso también me daría pena si no fuera porque he llegado a tiempo de rescatarte. Mi mano sí que no dudarás en agarrarla, en apretar tus dedos después de restregarlos con los míos y aferrarte a mi apoyo, mi montura. Voy a llevarte muy lejos de todo lo que te repugna si prometes no gritar. O hacerlo con todas tus fuerzas y despertar al mundo dormido.
¿Qué harás hoy? ¿Qué harás mañana? ¿Piensas que serás capaz de escribirme todos los días? ¿De convertirme en el primer diario que habla? ¡Es una idea que me vuelve loca! Como puedes comprobar, entre las dos estamos llenando todo esto de cantidad de interrogantes. No te apures, es normal si estamos empezando, pues aunque ya nos conocíamos, es la primera vez que hablamos. ¿No es deliciosamente extraño? ¿No es horrorosamente tentador? Ah, el retoricismo de las preguntas… Eso es inevitable en cualquier punto de una relación y más todavía si esa relación es conmigo.
Ya que he mencionado el tema de las preguntas, confío en que te hayas dado cuenta de que he respondido a todas y cada una de las que me hiciste en tu última carta, pero no dijiste nada de las respuestas, por lo que éstas no tienen por qué ajustarse a lo que esperas. Y te seguiré respondiendo hasta que te rindas a esta nueva forma de vida que has descubierto entre el papel y la pluma, sólo para ti. Sólo para nosotras. ¿Que qué te hecho, preciosa visión? Me temo que esa pregunta, en realidad, va dirigida a ti misma.
Dos letras 'a', dos principios. ¿Alguna vez lo habías pensado? Claro que no, estás demasiado ocupada creyendo que el suelo se desmoronará bajo tus pies en cualquier momento. El miedo a mancharse de los demás requiere mucho esfuerzo, mucha vida perdida, guardada con llave en los estantes de tu pulcro dolor. Pero ha llegado la hora de buscar esa llave, mi pequeña, incluso si tú misma has olvidado dónde está. No te hagas la sorprendida, en el fondo fue porque te forzaste a borrarla de tu memoria, porque te asustaba llegar a necesitarla algún día. No te angusties, flor, que ya me encargaré yo de encontrarla. Tú sólo siéntate y déjate llevar. Ah, dejarte llevar… ¿Crees que serás capaz de tal hazaña?
Encontré tus cartas de la misma forma que tú encontraste mis escritos. Te conozco, te conocía de mucho antes de verte… 'Mi estado' es eso mismo: una forma de situación en la que cada uno se encuentra, seguro que no necesitas que una escritora tan anárquica como yo recurra a definiciones enciclopédicas y sosas. Seguro que tampoco te asombra saber que es imposible que alguien como yo crea en eso que llaman 'Dios'. No hay ni un solo rincón del mundo en el que se pongan de acuerdo con qué o quién es realmente 'Dios', pensar que algún exaltado de ésos tiene la razón entre todas sus contiendas de tiranos inconscientes sería un craso error. Y aunque me gusta equivocarme, casi mucho más que acertar, no me interesa batallar para demostrar la existencia de algo que mandaría sobre todo y sobre todos. Créeme cuando te digo que al final del túnel, el control lo tienes tú. Única y exclusivamente tú.
Sí, es nuestra primera conversación y ya te he hecho daño, pero es que es tan fácil, ma chérie... que ni el veneno puede resistirse a jugar con tus alas impolutas. No es ninguna locura que desees estudiarme antes de morir, hasta si morir no sería un problema para hablar conmigo. Supongo que nunca me he responsabilizado lo suficiente de mis travesuras, de mis desastres. Y es que no los hice para eso precisamente, ¡entonces habría sido absurdo! ¿No te parece? ¡Habrían perdido toda la gracia y tú me has leído, así que lo comprendes! No hay mejor señal que pueda darte que la certeza de tu fascinación hacia mí. Tolerarás que esté en una hoja en lugar de a tu lado, susurrándote las cosas al oído, porque así fue cómo pudiste acercarte a mí. Y no has llegado hasta aquí para volverte atrás. De esa forma, podrás aceptar semejante respuesta de ti misma. Yo también soy una clienta asidua del más puro masoquismo.
Veinticuatro lunas, ¿eh? Así que es cierto… Mi edad no sabría decírtela, hace mucho tiempo que dejé de pensar en ella. A decir verdad, nunca me interesó. ¿Te interesa a ti? Si tu abuela fue la que me descubrió a tus ojos, debo de ser mucho más vieja que tú, eso por descontado. ¿Cambiarían tus deseos por mí, al descubrirme arrugada como una pasa o en la panzona cincuentena? Es natural que me llamaras la atención si cada poro de tu piel pide ayuda al borde del precipicio y sin embargo, luego rechaza la mano que le salvaría de la caída. Eres lo bastante contradictoria como para que esta chiflada del demonio quiera escribir sobre ti, por ti. No, no fue la pena en tus ojos, Aaya, sino en los míos. Y yo no siento lástima ni de mi propia madre. ¿Tanto quieres saber cómo soy si al parecer eres de los pocos individuos capaces de imaginarlo y acercarse a la única verdad? Te desperdicias, pues. Y eso también me daría pena si no fuera porque he llegado a tiempo de rescatarte. Mi mano sí que no dudarás en agarrarla, en apretar tus dedos después de restregarlos con los míos y aferrarte a mi apoyo, mi montura. Voy a llevarte muy lejos de todo lo que te repugna si prometes no gritar. O hacerlo con todas tus fuerzas y despertar al mundo dormido.
¿Qué harás hoy? ¿Qué harás mañana? ¿Piensas que serás capaz de escribirme todos los días? ¿De convertirme en el primer diario que habla? ¡Es una idea que me vuelve loca! Como puedes comprobar, entre las dos estamos llenando todo esto de cantidad de interrogantes. No te apures, es normal si estamos empezando, pues aunque ya nos conocíamos, es la primera vez que hablamos. ¿No es deliciosamente extraño? ¿No es horrorosamente tentador? Ah, el retoricismo de las preguntas… Eso es inevitable en cualquier punto de una relación y más todavía si esa relación es conmigo.
Ya que he mencionado el tema de las preguntas, confío en que te hayas dado cuenta de que he respondido a todas y cada una de las que me hiciste en tu última carta, pero no dijiste nada de las respuestas, por lo que éstas no tienen por qué ajustarse a lo que esperas. Y te seguiré respondiendo hasta que te rindas a esta nueva forma de vida que has descubierto entre el papel y la pluma, sólo para ti. Sólo para nosotras. ¿Que qué te hecho, preciosa visión? Me temo que esa pregunta, en realidad, va dirigida a ti misma.
Arsénico
Última edición por Arsénico el Sáb Jun 18, 2016 8:32 pm, editado 1 vez
Arsénico- Fantasma
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Re: Passez le facteur - Aaya Maciej
Aaya, mi impaciente y forzadamente incompleta Aaya:
Sabes que nunca (o todo lo fiel que puedo ser yo a los adverbios temporales, ya me conoces) pondría en duda ese adiestramiento de cazadora que tanto sigue honrando la memoria de tu abuela, pero el otro día en el mercado miraste más de la cuenta hacia los dos lados. Tienes una cara preciosa cuando desconfías (de hecho, tu belleza perenne está en la obligación de no relajarse justamente porque desconfías casi todo el rato), y aun así, el ansia que reflejan tus ojos no va a encontrar la fuente de ese dolor que anhelan sin pensarlo. No todavía, sabes también que, de momento, no tengo planeado que nos veamos. Estos meses de misivas están siendo lo más deliciosamente entretenido que he saboreado en muchísimo tiempo, y la inquieta ambigüedad de que desconozcas mi rostro y mi voz es un aderezo imprescindible. Diría más: es la clave de todo el plato. Un plato que aún no quiero acabarme, un plato que quiero repetir, y eso llevo haciendo desde que te vi y comprendí. Comprendí lo que jamás podré revelarte, precisamente porque no quiero hacerlo.
Sé que siempre te hace daño que conteste de esta forma. Así como sé que siempre terminas con la pluma entre tus dedos y preparando tu respuesta. Y es que, ¿acaso hay algo más ineludiblemente bello que responder al dolor?
¡Vísceras! ¿Te has fijado en que llevo toda la carta hablando de lo que sé, o de lo que sabes? ¡Del conocimiento, lo que conocemos la una de la otra! ¿Crees que habríamos podido alcanzar este grado de saber si todo esto fuera tan convencional como te empeñas en convertirlo con un mísero cara a cara? Soy una glotona desde que nací, me encantaría emborracharme al haber sido criada con la costumbre del alcohol que me permitía aguantar en pie en las tabernas más que ningún gabachillo que se las diera de intelectual. No hay nada que me sacie y sin embargo, contigo estoy luchando por moderarme, y no engullirte tan rápido como me muero ('me muero', no te haces una idea de lo que disfruto al decir eso) por recorrer lo que aún me falta capturar de ti. ¡Appeler un chat un chat, parezco una falsa virgen volviéndose a reservar para lo que ya ha hecho! Aunque nunca como ahora, pequeña mía. Nunca como contigo.
Haciendo lo que me apetece, viviendo en cualquier lado, sin pensar en lo que haré pasado o mañana, ya no sería capaz de decirte cómo vivo, tengo una memoria nada complaciente y la verdad es que me la merezco. ¡La llevo torturando desde que llegué aquí! ¿Sigues dispuesta a continuar fabricando este veneno? Te lo pregunto casi todas las veces, y ninguna de ellas me has dado una respuesta sincera. No porque no creas en lo que dices, sino porque aún no sabes expresarlo. Vamos, azucena, a estas alturas deberías haber perdido algo de timidez, así no vas a poder saciar tu propia religión 'a base de venenos', y seguirás sonando todo lo enferma que suenas al describir ese hormigueo que obviamente yo también he sentido. Y no deberías sudar mucho, a juzgar por cómo te repugna, para adivinar quién es la responsable de que lo sienta ahora cuando, en mi situación, 'sentir' podría considerarse una farsa. Adoro las farsas y conmigo se camuflan muy bien, mas en tu caso reniegan bastante de mí. Quizá porque están celosas. Tampoco las culpo…
¿Qué tal fue tu último trabajo? ¿Ése que se supone que no debería creer porque casualmente soy lo más próximo a la realidad, tal y como muestran mis escritos? ¿Verdad? ¿Está lo suficientemente afilado mi cinismo como para que empieces a abrir los ojos frente al espejo? Porque si tanto deseas comprender mis filias, deberías empezar por cebar tu ego y quererte con un descuido escalofriante. Eso sí debe de ser una locura para ti y no desear que este diario parlante dure eternamente. ¿De qué te serviría si lo único eterno es la muerte? Pero volviendo al tema de que te quieras (no pienses que te has librado): ¿Alguna vez has probado a hacerlo? Mejor dicho, ¿sueles hacerlo? Y estoy hablando de lo que crees que estoy hablando, por supuesto; del modo único y personal de querernos y proporcionarnos individualmente esa estima entre las piernas. Mientras no llegue nadie a tomar el relevo, claro, y es posible que gracias a eso, puedas imaginarte cómo lo haría esa persona. He ahí otra pregunta, por si no te sentías ya lo bastante abrumada con las anteriores: ¿Alguna vez te has imaginado cómo lo haría yo?
Sí, Aaya, no pongas esa cara de búho, o tendré que mencionar de nuevo lo que sé y lo que sabes. La carne nunca ha sido un tema que yo haya esquivado en muchas de las palabras que afirmas admirar de mí, así que tarde o temprano ibas a tener que enfrentarlo. Pues finalmente te lo he preguntado, y no porque no me estuviera reprimiendo todo este tiempo (¡reprimirse! ¡Yo! ¡La mujer que avisa del veneno en su nombre!), incluso con lo mucho que seguramente te incomode a causa de tu fobia. Pero debes asimilarlo, ya no puedes tener miedo a la suciedad de tu propio deseo porque quizá se cumpla algún día de éstos. Y aun estando perversamente cerca, puede que ni siquiera lo veas venir.
No hay túneles, ni luces, ni me llamaron con ningún otro nombre que el que tú conoces y el que yo he utilizado. Eso me hace poco íntima a mí, al haber sido mentada así por todos, y muy íntima a ti, que a pesar de usarlo también, estás cruzando una puerta que nadie más había rozado siquiera. Dos comienzos, ¿te acuerdas? Lo que haga con tus pedazos, sin lugar a dudas, no se lo contaría a nadie.
PD: No sé de qué color son mis ojos, se me ha olvidado y hace mucho que no encuentro dónde mirarlo. Espera (sigue esperando) y a lo mejor te acabo pidiendo que me lo digas tú misma.
Sabes que nunca (o todo lo fiel que puedo ser yo a los adverbios temporales, ya me conoces) pondría en duda ese adiestramiento de cazadora que tanto sigue honrando la memoria de tu abuela, pero el otro día en el mercado miraste más de la cuenta hacia los dos lados. Tienes una cara preciosa cuando desconfías (de hecho, tu belleza perenne está en la obligación de no relajarse justamente porque desconfías casi todo el rato), y aun así, el ansia que reflejan tus ojos no va a encontrar la fuente de ese dolor que anhelan sin pensarlo. No todavía, sabes también que, de momento, no tengo planeado que nos veamos. Estos meses de misivas están siendo lo más deliciosamente entretenido que he saboreado en muchísimo tiempo, y la inquieta ambigüedad de que desconozcas mi rostro y mi voz es un aderezo imprescindible. Diría más: es la clave de todo el plato. Un plato que aún no quiero acabarme, un plato que quiero repetir, y eso llevo haciendo desde que te vi y comprendí. Comprendí lo que jamás podré revelarte, precisamente porque no quiero hacerlo.
Sé que siempre te hace daño que conteste de esta forma. Así como sé que siempre terminas con la pluma entre tus dedos y preparando tu respuesta. Y es que, ¿acaso hay algo más ineludiblemente bello que responder al dolor?
¡Vísceras! ¿Te has fijado en que llevo toda la carta hablando de lo que sé, o de lo que sabes? ¡Del conocimiento, lo que conocemos la una de la otra! ¿Crees que habríamos podido alcanzar este grado de saber si todo esto fuera tan convencional como te empeñas en convertirlo con un mísero cara a cara? Soy una glotona desde que nací, me encantaría emborracharme al haber sido criada con la costumbre del alcohol que me permitía aguantar en pie en las tabernas más que ningún gabachillo que se las diera de intelectual. No hay nada que me sacie y sin embargo, contigo estoy luchando por moderarme, y no engullirte tan rápido como me muero ('me muero', no te haces una idea de lo que disfruto al decir eso) por recorrer lo que aún me falta capturar de ti. ¡Appeler un chat un chat, parezco una falsa virgen volviéndose a reservar para lo que ya ha hecho! Aunque nunca como ahora, pequeña mía. Nunca como contigo.
Haciendo lo que me apetece, viviendo en cualquier lado, sin pensar en lo que haré pasado o mañana, ya no sería capaz de decirte cómo vivo, tengo una memoria nada complaciente y la verdad es que me la merezco. ¡La llevo torturando desde que llegué aquí! ¿Sigues dispuesta a continuar fabricando este veneno? Te lo pregunto casi todas las veces, y ninguna de ellas me has dado una respuesta sincera. No porque no creas en lo que dices, sino porque aún no sabes expresarlo. Vamos, azucena, a estas alturas deberías haber perdido algo de timidez, así no vas a poder saciar tu propia religión 'a base de venenos', y seguirás sonando todo lo enferma que suenas al describir ese hormigueo que obviamente yo también he sentido. Y no deberías sudar mucho, a juzgar por cómo te repugna, para adivinar quién es la responsable de que lo sienta ahora cuando, en mi situación, 'sentir' podría considerarse una farsa. Adoro las farsas y conmigo se camuflan muy bien, mas en tu caso reniegan bastante de mí. Quizá porque están celosas. Tampoco las culpo…
¿Qué tal fue tu último trabajo? ¿Ése que se supone que no debería creer porque casualmente soy lo más próximo a la realidad, tal y como muestran mis escritos? ¿Verdad? ¿Está lo suficientemente afilado mi cinismo como para que empieces a abrir los ojos frente al espejo? Porque si tanto deseas comprender mis filias, deberías empezar por cebar tu ego y quererte con un descuido escalofriante. Eso sí debe de ser una locura para ti y no desear que este diario parlante dure eternamente. ¿De qué te serviría si lo único eterno es la muerte? Pero volviendo al tema de que te quieras (no pienses que te has librado): ¿Alguna vez has probado a hacerlo? Mejor dicho, ¿sueles hacerlo? Y estoy hablando de lo que crees que estoy hablando, por supuesto; del modo único y personal de querernos y proporcionarnos individualmente esa estima entre las piernas. Mientras no llegue nadie a tomar el relevo, claro, y es posible que gracias a eso, puedas imaginarte cómo lo haría esa persona. He ahí otra pregunta, por si no te sentías ya lo bastante abrumada con las anteriores: ¿Alguna vez te has imaginado cómo lo haría yo?
Sí, Aaya, no pongas esa cara de búho, o tendré que mencionar de nuevo lo que sé y lo que sabes. La carne nunca ha sido un tema que yo haya esquivado en muchas de las palabras que afirmas admirar de mí, así que tarde o temprano ibas a tener que enfrentarlo. Pues finalmente te lo he preguntado, y no porque no me estuviera reprimiendo todo este tiempo (¡reprimirse! ¡Yo! ¡La mujer que avisa del veneno en su nombre!), incluso con lo mucho que seguramente te incomode a causa de tu fobia. Pero debes asimilarlo, ya no puedes tener miedo a la suciedad de tu propio deseo porque quizá se cumpla algún día de éstos. Y aun estando perversamente cerca, puede que ni siquiera lo veas venir.
No hay túneles, ni luces, ni me llamaron con ningún otro nombre que el que tú conoces y el que yo he utilizado. Eso me hace poco íntima a mí, al haber sido mentada así por todos, y muy íntima a ti, que a pesar de usarlo también, estás cruzando una puerta que nadie más había rozado siquiera. Dos comienzos, ¿te acuerdas? Lo que haga con tus pedazos, sin lugar a dudas, no se lo contaría a nadie.
Arsénico
PD: No sé de qué color son mis ojos, se me ha olvidado y hace mucho que no encuentro dónde mirarlo. Espera (sigue esperando) y a lo mejor te acabo pidiendo que me lo digas tú misma.
Arsénico- Fantasma
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