AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
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Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Estaba anocheciendo cuando James se levantó de su cama y se dirigió a darse un baño y adecuarse para la celebración de esa noche. Más de 20.000 libras se gastaron en la celebración, en el regalo de bodas que iba a darle a su (tan próxima) futura mujer. Se quedó en silencio en la pila de agua algo nervioso por el vaivén de personas que cargaban y venían pidiendo explicaciones e instrucciones. Pero James había delegado casi todo en la familia de Rania, así que en sí la celebración no era más que una reminiscencia de lo que significaba el matrimonio. Contemplado como la unión de dos personas ante los ojos de Dios y la Religión Católica, y por lo que no podían tener relaciones sexuales, precisamente por que en París, como lugar católico, se procedía a tenerlo con el único propósito de tener hijos. Así que desgraciadamente James tuvo que esperar a casarse con Rania para poder tenerla, en todos los aspectos posibles, pero valía la pena. ¿Qué eran unos meses, incluso unos años en la vida de un vampiro? Nada en absoluto, un suspiro o un bostezo leve que al abrir los ojos había pasado en un abrir y cerrar de ojos.
Salio de su baño perfumado y descubrió que a un lado suyo había un elegante traje de tres piezas: Chaleco, pantalones y chaqué. La corbata era ancha de seda manufacturada de Japón. Aquella cultura de oriente tan alejada de las civilizaciones europeas. Todo era negro, a excepción de la camisa que era blanca, almidonada y perfectamente planchada. Cuando James se secó su cuerpo entero, saliendo del agua como el mismísimo David de Miguel Ángel, se colocó la camisa en los hombros, que caía perfectamente por su pecho. Le ajustaba y marcaba su pectoral y los músculos del brazo cuando lo flexionaba. Se elevó los cuellos y se colocó la corbata para finalmente terminar de ponerse el traje para su boda. Se peinó, se colocó el pelo endiablado que tenía, el pequeño remolino próximo a la frente y parecía otro. Se contempló en el espejo en silencio y cogió con ambas manos las solapas del traje para verse una última vez. Le gustaba lo que veía, pero su mayor preocupación era si le gustaría a Rania, que seguramente estuviera pasando por la misma parafernalia de vestirse y peinarse, o incluso peor.
Cogió unos gemelos en su joyero. El sello de oro y rubí con el escudo de su familia relucía en el índice de su mano derecha, mientras los gemelos eran oscuros como la noche. Plata con onix negro que terminaban remachados en el metal y brillaban lo justo y necesario para pasar desapercibido. Bajó las escaleras ahora con paso un poco acelerado para encontrarse con el servicio- ¿Está ya la novia preparada?- dijo a viva voz para que le escucharan entre el gentío. Se colocó el puño de la camisa camisa observando que se viera lo justo y necesario, mientras se ajustaba cómodamente el resto de la chaqueta a sus hombros. Elevó el rostro al notar que frente a él se posicionaba su ayuda de cámara con un telegrama. Lo cogió y leyó en silencio, después se lo devolvió- Los invitados me esperan- dijo saliendo a la calesa de forma veloz y dando un golpe sobre su techo en señal de prisa.
No tardaron mucho, las afueras de París tenían poco tránsito, pero si era una camino dificil porque no estaba asfaltado. Fue idea de James hacerlo lejos, pues sería una gran celebración nocturna y quería que no hubiera problema a la hora de dar la ceremonia o el banquete. Para el banquete había varias carpas elevadas en una pequeña comarca a las afueras de la metrópoli. Pasando la zona industrial, más allá. Se encontraban unos páramos poco montañosos con vegetación, montañas y verde. Un lugar natural donde podrían oficiar aquella ceremonia sin importar. A diferencia de lo que se esperaba, el oficio se celebraría en la pequeña iglesia que correspondía a ese condado. Así que después de eso tendrían en las afueras, el esperado banquete, la banda y una innumerable fuente de vino, comida y música.
Cuando llegó a la Iglesia, el olor a vela y las flores chocaron contra su rostro haciendolo estremecer por un momento- ¿Pero cuántas flores hay ahí dentro?- susurró mientras volvía a colocarse el traje para subir las pequeñas escaleras en dirección a la iglesia. Cuando entró descubrió que el aspecto lúgubre y terrorífico que daban aquellas iglesias, asesinas de la razón y de todo aquello que él creía, eran un gran habitáculo de piedra iluminada, de olor a rosas y de gentío que estaban emocionados. No solo acudieron los familiares de Rania, sino que algunas de las casas más notables de Escocia también aparecieron. Incluso aparecieron otros nobles de europa, sobre todo italianos, con los que James había mantenido contacto desde hacía varios años. La orquesta estaba tocando canciones suaves en aquel lugar sagrado, pero cuando el Cura que oficiaba se posicionó en su lugar, con sus joyas y traje propicios, se dirigió una vez más a los todos los presentes para que tomaran asientos. El Conde de Stirling, buen amigo de James estaba a su lado, como padrino de su boda, como representante único que estaría para defender a James frente a Dios. Mientras James estrechaba su mano y le daba un abrazo fraternal, se volvió a colocar su traje, ya más nervioso y justo en ese instante sonó el Canon de Pachelbel, en toda la sala. Solo tres violines empezaron a sonar acompañados por un contrabajo. Así es como Pachelbel había diseñado la partitura, así es como había diseñado ese canon que avanzaba con armonía, indicando que Rania avanzaría con él, en el brazo de su padre.
Y allí estaba el demonio, en la casa de Dios, nervioso esperando a la única capaz de calmar a ese endemoniado vampiro. Tan elegante que parecía que revolucionaba el concepto de belleza en ese mismo lugar. James levantó la mirada y con una amplia sonrisa descubrió la figura de Rania al fondo del pasillo- Ahí está- susurró sin que nadie pudiera escucharlo y después, sabiendo que Rania lo miraba le guiñó el ojo, colocando ahora las manos sobre su espalda denotando seguridad.
Salio de su baño perfumado y descubrió que a un lado suyo había un elegante traje de tres piezas: Chaleco, pantalones y chaqué. La corbata era ancha de seda manufacturada de Japón. Aquella cultura de oriente tan alejada de las civilizaciones europeas. Todo era negro, a excepción de la camisa que era blanca, almidonada y perfectamente planchada. Cuando James se secó su cuerpo entero, saliendo del agua como el mismísimo David de Miguel Ángel, se colocó la camisa en los hombros, que caía perfectamente por su pecho. Le ajustaba y marcaba su pectoral y los músculos del brazo cuando lo flexionaba. Se elevó los cuellos y se colocó la corbata para finalmente terminar de ponerse el traje para su boda. Se peinó, se colocó el pelo endiablado que tenía, el pequeño remolino próximo a la frente y parecía otro. Se contempló en el espejo en silencio y cogió con ambas manos las solapas del traje para verse una última vez. Le gustaba lo que veía, pero su mayor preocupación era si le gustaría a Rania, que seguramente estuviera pasando por la misma parafernalia de vestirse y peinarse, o incluso peor.
Cogió unos gemelos en su joyero. El sello de oro y rubí con el escudo de su familia relucía en el índice de su mano derecha, mientras los gemelos eran oscuros como la noche. Plata con onix negro que terminaban remachados en el metal y brillaban lo justo y necesario para pasar desapercibido. Bajó las escaleras ahora con paso un poco acelerado para encontrarse con el servicio- ¿Está ya la novia preparada?- dijo a viva voz para que le escucharan entre el gentío. Se colocó el puño de la camisa camisa observando que se viera lo justo y necesario, mientras se ajustaba cómodamente el resto de la chaqueta a sus hombros. Elevó el rostro al notar que frente a él se posicionaba su ayuda de cámara con un telegrama. Lo cogió y leyó en silencio, después se lo devolvió- Los invitados me esperan- dijo saliendo a la calesa de forma veloz y dando un golpe sobre su techo en señal de prisa.
No tardaron mucho, las afueras de París tenían poco tránsito, pero si era una camino dificil porque no estaba asfaltado. Fue idea de James hacerlo lejos, pues sería una gran celebración nocturna y quería que no hubiera problema a la hora de dar la ceremonia o el banquete. Para el banquete había varias carpas elevadas en una pequeña comarca a las afueras de la metrópoli. Pasando la zona industrial, más allá. Se encontraban unos páramos poco montañosos con vegetación, montañas y verde. Un lugar natural donde podrían oficiar aquella ceremonia sin importar. A diferencia de lo que se esperaba, el oficio se celebraría en la pequeña iglesia que correspondía a ese condado. Así que después de eso tendrían en las afueras, el esperado banquete, la banda y una innumerable fuente de vino, comida y música.
Cuando llegó a la Iglesia, el olor a vela y las flores chocaron contra su rostro haciendolo estremecer por un momento- ¿Pero cuántas flores hay ahí dentro?- susurró mientras volvía a colocarse el traje para subir las pequeñas escaleras en dirección a la iglesia. Cuando entró descubrió que el aspecto lúgubre y terrorífico que daban aquellas iglesias, asesinas de la razón y de todo aquello que él creía, eran un gran habitáculo de piedra iluminada, de olor a rosas y de gentío que estaban emocionados. No solo acudieron los familiares de Rania, sino que algunas de las casas más notables de Escocia también aparecieron. Incluso aparecieron otros nobles de europa, sobre todo italianos, con los que James había mantenido contacto desde hacía varios años. La orquesta estaba tocando canciones suaves en aquel lugar sagrado, pero cuando el Cura que oficiaba se posicionó en su lugar, con sus joyas y traje propicios, se dirigió una vez más a los todos los presentes para que tomaran asientos. El Conde de Stirling, buen amigo de James estaba a su lado, como padrino de su boda, como representante único que estaría para defender a James frente a Dios. Mientras James estrechaba su mano y le daba un abrazo fraternal, se volvió a colocar su traje, ya más nervioso y justo en ese instante sonó el Canon de Pachelbel, en toda la sala. Solo tres violines empezaron a sonar acompañados por un contrabajo. Así es como Pachelbel había diseñado la partitura, así es como había diseñado ese canon que avanzaba con armonía, indicando que Rania avanzaría con él, en el brazo de su padre.
Y allí estaba el demonio, en la casa de Dios, nervioso esperando a la única capaz de calmar a ese endemoniado vampiro. Tan elegante que parecía que revolucionaba el concepto de belleza en ese mismo lugar. James levantó la mirada y con una amplia sonrisa descubrió la figura de Rania al fondo del pasillo- Ahí está- susurró sin que nadie pudiera escucharlo y después, sabiendo que Rania lo miraba le guiñó el ojo, colocando ahora las manos sobre su espalda denotando seguridad.
Última edición por James Ruthven el Lun Jul 20, 2015 6:50 am, editado 1 vez
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
No era capaz, por mucho que lo intentara, de expresar cómo se sentía. Durante todo el día su casa había sido bastión de la organización de la ceremonia que esa misma noche se llevaría a cabo. El ir y venir de los floristas, músicos que no sabían qué y cuándo debían tocar, mensajeros que entregaban cuantiosos regalos que iban siendo depositados en el salón principal de la vivienda de Valois... Rania en muchas ocasiones había permanecido inmóvil, encontrándose incapaz de gestionar un evento de tal calibre siendo ella, además, la diana de todas las miradas. Por suerte para ella, como era bien sabido, sus padres tenían todo más que controlado por lo que finalmente había tomado la decisión de encerrarse en el que a partir de esa noche ya no sería su alcoba. La tina recibió su cuerpo en una caricia tibia que alivió en gran medida la tensión que había estado acumulando. Ayudada por sus chicas del servicio preparó su cuerpo completamente para lo que le esperaba en unas pocas horas. Con una masa hecha de azúcar, limón y agua una de las jóvenes criadas cubrió cada centímetro de su piel que eliminando el vello sobrante. Rania jamás se había sometido a tal proceso y lo encontró realmente doloroso, pero el consejo de su madre había sido ese, según ella agradaría especialmente a su futuro marido, por lo que así lo hizo. Una vez finalizada esa ligera tortura dejó que perfumaran su cuerpo ungiéndolo en uno de los aceites que su padre había elaborado dejando la piel suave y con un olor dulce y ligero. Finalmente llegó el momento de vestirse. Había escogido un modelo en tonos beige con encaje en las mangas y la parte delantera, cambiando a tul vaporoso en la zona de la falda que por detrás acababa en una cola de dos metros aproximadamente. Mientras su madre y las criadas la vestían otras disponían el tocador para acto seguido comenzar a maquillarla y elaborar el peinado. Su pelo castaño quedó recogido en un moño trenzado que tan sólo decoraba una tiara de diamantes engarzados y perlas blancas junto al velo que caería sobre su rostro hasta el momento en que el religioso estipulase. El momento de verse completamente transformada en novia le impactó más de lo que habría podido llegar a imaginar. Era la última vez que iba a ser Rania de Valois, iba a dejar de ser una hija para empezar a ser una mujer, y lo más importante es que ese color que ahora lucía, el indicado para las mujeres vírgenes que eran entregadas en matrimonio ante los ojos de dios, a partir de esa noche ya no tendría el mismo significado de castidad.
Los nervios se acumulaban en sus dedos, las manos temblaban apoyadas sobre los muslos a medida que el coche de caballos se dirigía a su destino. En aquel trayecto vio en su padre un gesto de felicidad que no creía haber disfrutado nunca, las comisuras de sus labios se curvaban hacia arriba mientras, también, se removía inquieto en su asiento. Comprendió entonces que no dejaría de ser hija y que era lo que estaba temiendo su adorado padre - Sigo siendo yo padre - dijo cogiendo su mano sin añadir más. La estampa que se encontró en la explanada tras la iglesia era abrumadora, no había absolutamente nadie pero se veían con facilidad las carpas que se habían edificado para la celebración del banquete y posterior baile... ¿tanta gente había sido invitada a la ceremonia? Realmente ella prefería algo íntimo, entre familiares y amigos pero era comprensible que tanto sus padres como James quisieran invitar a multitud de personas. Ellos por cada negocio que habían mantenido en sus largos años en la perfumería y los cosméticos, él como actual conde de Escocia.
El beso de su madre antes de entrar en la iglesia la devolvió a la realidad más inminente. Se casaba. Con su padre guiándola dio los primeros pasos por el pasillo en dirección al altar donde ya la esperaba un ¿nervioso? James. Sonrió por el guiño de este tratando de aparentar una calma que ni de lejos sentía, parecía que sus piernas fueran a romperse de un momento a otro, no se fiaba de ellas ni de sus pies que parecían más pesados que nunca. Con la timidez que la caracterizaba fue saludando con tenues sonrisas e inclinaciones de cabeza a quien la llamaba a ambos lados del pasillo, hasta llegar junto al vampiro. Sintió ganas de llorar cuando al fin su padre entregó la mano de la joven a este con gesto de triste ausencia. Sin embargo, el roce de su propia piel con la de James hizo que toda su atención se centrara en él completamente. No existía nada más fuera de allí, incluso el cura tuvo que carraspear para que esta se diera cuenta de que debía hablar, - Yo, Rania, te recibo a ti, James - le sonrió nerviosa mientras sujetaba la alianza que desde ese mismo día este luciría, haciendo entre los dos que dicha joya se acomodara en el dedo anular de él, - como esposa y me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida. - Esperó a que él siguiera el mismo ritual y continuara el cura dando el permiso para besar a la novia. Ambos estaban ya sonriendo cuando James sujetó la cara de Rania para depositar un beso sobre sus labios sellando así su lazo.
Los aplausos estallaron en el interior de la casa de dios haciendo que ambos se separaran y ya convertidos en marido y mujer caminaran hacia la salida. Ahora disfrutarían todos de aquel fastuoso banquete mientras ellos, al menos lo esperaba, podían hablar y empezar a dejar los nervios a un lado. Uno a uno recibieron a todos los invitados que iban llegando a las carpas donde se serviría la cena; besos, abrazos, reverencias... toda clase de cariño estaba allí esa noche. Incluso su padre y James, entre los que siempre había notado cierta tensión, se fundieron en un abrazo nada más verse mientras ella misma hacía lo propio con el acompañante de James a quien hasta ese momento no había siquiera conocido. Una vez todos los invitados estaban acomodados en sus respectivos lugares Rania y James les imitaron, tomando asiento en la mesa principal y dando así inicio al banquete. - ¿Tienes hambre marido? - bromeó nada más ver las bandejas de comida que se iban depositando una a una en cada mesa.
Los nervios se acumulaban en sus dedos, las manos temblaban apoyadas sobre los muslos a medida que el coche de caballos se dirigía a su destino. En aquel trayecto vio en su padre un gesto de felicidad que no creía haber disfrutado nunca, las comisuras de sus labios se curvaban hacia arriba mientras, también, se removía inquieto en su asiento. Comprendió entonces que no dejaría de ser hija y que era lo que estaba temiendo su adorado padre - Sigo siendo yo padre - dijo cogiendo su mano sin añadir más. La estampa que se encontró en la explanada tras la iglesia era abrumadora, no había absolutamente nadie pero se veían con facilidad las carpas que se habían edificado para la celebración del banquete y posterior baile... ¿tanta gente había sido invitada a la ceremonia? Realmente ella prefería algo íntimo, entre familiares y amigos pero era comprensible que tanto sus padres como James quisieran invitar a multitud de personas. Ellos por cada negocio que habían mantenido en sus largos años en la perfumería y los cosméticos, él como actual conde de Escocia.
El beso de su madre antes de entrar en la iglesia la devolvió a la realidad más inminente. Se casaba. Con su padre guiándola dio los primeros pasos por el pasillo en dirección al altar donde ya la esperaba un ¿nervioso? James. Sonrió por el guiño de este tratando de aparentar una calma que ni de lejos sentía, parecía que sus piernas fueran a romperse de un momento a otro, no se fiaba de ellas ni de sus pies que parecían más pesados que nunca. Con la timidez que la caracterizaba fue saludando con tenues sonrisas e inclinaciones de cabeza a quien la llamaba a ambos lados del pasillo, hasta llegar junto al vampiro. Sintió ganas de llorar cuando al fin su padre entregó la mano de la joven a este con gesto de triste ausencia. Sin embargo, el roce de su propia piel con la de James hizo que toda su atención se centrara en él completamente. No existía nada más fuera de allí, incluso el cura tuvo que carraspear para que esta se diera cuenta de que debía hablar, - Yo, Rania, te recibo a ti, James - le sonrió nerviosa mientras sujetaba la alianza que desde ese mismo día este luciría, haciendo entre los dos que dicha joya se acomodara en el dedo anular de él, - como esposa y me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida. - Esperó a que él siguiera el mismo ritual y continuara el cura dando el permiso para besar a la novia. Ambos estaban ya sonriendo cuando James sujetó la cara de Rania para depositar un beso sobre sus labios sellando así su lazo.
Los aplausos estallaron en el interior de la casa de dios haciendo que ambos se separaran y ya convertidos en marido y mujer caminaran hacia la salida. Ahora disfrutarían todos de aquel fastuoso banquete mientras ellos, al menos lo esperaba, podían hablar y empezar a dejar los nervios a un lado. Uno a uno recibieron a todos los invitados que iban llegando a las carpas donde se serviría la cena; besos, abrazos, reverencias... toda clase de cariño estaba allí esa noche. Incluso su padre y James, entre los que siempre había notado cierta tensión, se fundieron en un abrazo nada más verse mientras ella misma hacía lo propio con el acompañante de James a quien hasta ese momento no había siquiera conocido. Una vez todos los invitados estaban acomodados en sus respectivos lugares Rania y James les imitaron, tomando asiento en la mesa principal y dando así inicio al banquete. - ¿Tienes hambre marido? - bromeó nada más ver las bandejas de comida que se iban depositando una a una en cada mesa.
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Rania de Valois1- Realeza Inglesa
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Fecha de inscripción : 20/06/2015
Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Se encontraba en la mesa principal, en el centro junto a la que era su reina. No de título, sino la única a la que debía proteger a la que a partir de ahora le debía todo. Suspiró ahora relajado por la situación, el banquete era opulento, la música de la mejor que había podido encontrarse y la carpa estaba llena de alegría y júbilo. Se giró para observar el rostro de Rania, tan sonrojado y contenta que hizo que se encogiera hasta su propio corazón. Estaba enamorado de una mortal, menuda y tranquila. Y si eso era amor, había doblegado y desarmado la cruel voluntad de su demonio interior. Antes arañaba el pecho por salir, por ser libre y cometer las mayores atrocidad que se imaginara, y ahora se sentía libre y completo y feliz. Algo que hacía tiempo que no sentía. Tampoco es que James fuera un hombre amargado, que siempre estuviera causando el caos y la destrucción, había muchos vampiros en el mundo, pero ninguno era como él. Mantenía el equilibrio entre la demencia y la cordialidad tan intacto que por eso estaban allí personas de las más altas esferas, desfilando unos tras otros, otorgando bendiciones y regalos. Pero James seguía contemplando y dedicando toda su atención y pensamientos en Rania hasta que esta se giró y le preguntó con una jovial sonrisa, un tono burlón que le arrancó una sonrisa de oreja a oreja. James se inclinó hacia su oído y le susurró- Eso depende de a qué clase de hambre te refieres- acercó su boca a su rostro y dejó un beso suave en su mejilla, lo suficientemente lento para que fuera intenso- Pero si te refieres al del banquete...- se reclinó en su silla y extendió la mano hacia los cubiertos partiendo un trozo de carne casi cruda para llevárselo a la boca- Sería una desfachatez pasar por algo estos manjares, huelen de maravilla- se lo metió en la boca y masticó rápido pues le sabía insípido y chamuscado para su gusto. Cogió la copa en la que había vino y dio un trago largo a su contenido para fijarse de nuevo en ella- Tengo hambre- le dijo a Rania- Pero me reservaré mi apetito para ti- le cogió ahora la mano que tenía más próxima y dejó un beso en su dorso, como era costumbre entre ellos.
Cuando todos habían terminado de comer y la celebración se centraba en el alcohol, James dio tres golpecitos pequeños sobre la copa para llamar la atención de la gente. Carraspeó y una vez en pie se abrochó la chaqueta que tenía haciéndole aún más alto de lo que parecía- Me gustaría hacer un brindis, por mi mujer- dijo elevando la copa con champán- Todo el mundo tiene debilidades...-dijo con tono pausado- todo el mundo desea cosas, y hay quienes luchan para obtenerlas y hay quienes renuncian si quiera a intetarlo. Pero desde el primer momento en el que me crucé con Rania ambas cosas se pelearon en mi corazón- dijo refiriéndose tanto a que era su debilidad y aquello que anhelaba- pero a diferencia de cualquier pronóstico todo sucedió y nos conocimos mientras ejercía su labor, una labor altruista que denota una buen corazón. Rania ante todo , es una buena persona, una mujer preciosa y perfecta que haría que hasta el hombre más esceptico en el amor cayera rendido a sus pies, y eso es lo que hizo ella conmigo- se giró para coger su mano y besarla- Eres mi debilidad, y no me da miedo decirlo públicamente y eres lo que más quiero en este mundo. Y prometo proteger y luchar por mantenerte a mi lado. Y ayudarte a conseguir lo que tu quieras. Por Rania, por mi mujer. Por mi vida- elevó la copa dirigiéndola hacia ella- Gracias por dejarme compartir tu vida- se llevó la copa a los labios y todos hicieron lo mismo antes de estallar en un aplauso. Después se giró hacia Rania y dió una palmada- Ahora permiteme querida, presentarte a Prego- señalo a un lado mientras se aproximaba un caballo de crines largas y negras, en perfecto estado- Será tu caballo, es joven y dócil pero también leal. Traído de España expresamente para ti- le indicó mientras James conducía a su mujer hasta el potro-Mira en la silla- le indicó, ya que de un pequeño bolsillo de la silla de monta sobresalía una tira de terciopelo verde que acaba en una llave mediana- Es mi regalo para ti- le indicó- Un establecimiento de perfumes en el mismímo centro de París. A tu nombre- le indicó con una sonrisa abierta esperando que le gustara.
No sólo era ese el regalo que tenía para ella, después de la noche de bodas, le regalaría un collar de diamentes y zafiros engastados en oro blanco. Un collar que colgaría de su cuello con elegancia. Solo los zafiros pertenecieron hace tiempo a el rey de Inglaterra de Plantagenet. Y James las había localizado y hecho engastar en un perfecto collar para Rania.
Se acercó a su oído mientras aplaudía como todos los presentes, notando el recelo de su padre a que ella fuera ahora independiente y no se dedicara exclusivamente al cuidado de la casa- Tu padre no está muy contento- le dijo en un susurro y una sonrisa abierta- Y no es el único regalo que tengo para ti. Ni será el último, pieso abrumarte en todo lo que pueda- le dijo ahora cogiendo su cintura y dando un beso suave y lento en sus labios mientras vitoreaban a la pareja.
James estaba impaciente, no solo por esa noche, sino por el acto que de Rania se entregara a él. De que era feliz y que esa noche sería exclusivamente para dedicársela a ella. Darle todo lo que había esperado en su boda, darle todo aquello que quisiera. Hacerla feliz.
Cuando todos habían terminado de comer y la celebración se centraba en el alcohol, James dio tres golpecitos pequeños sobre la copa para llamar la atención de la gente. Carraspeó y una vez en pie se abrochó la chaqueta que tenía haciéndole aún más alto de lo que parecía- Me gustaría hacer un brindis, por mi mujer- dijo elevando la copa con champán- Todo el mundo tiene debilidades...-dijo con tono pausado- todo el mundo desea cosas, y hay quienes luchan para obtenerlas y hay quienes renuncian si quiera a intetarlo. Pero desde el primer momento en el que me crucé con Rania ambas cosas se pelearon en mi corazón- dijo refiriéndose tanto a que era su debilidad y aquello que anhelaba- pero a diferencia de cualquier pronóstico todo sucedió y nos conocimos mientras ejercía su labor, una labor altruista que denota una buen corazón. Rania ante todo , es una buena persona, una mujer preciosa y perfecta que haría que hasta el hombre más esceptico en el amor cayera rendido a sus pies, y eso es lo que hizo ella conmigo- se giró para coger su mano y besarla- Eres mi debilidad, y no me da miedo decirlo públicamente y eres lo que más quiero en este mundo. Y prometo proteger y luchar por mantenerte a mi lado. Y ayudarte a conseguir lo que tu quieras. Por Rania, por mi mujer. Por mi vida- elevó la copa dirigiéndola hacia ella- Gracias por dejarme compartir tu vida- se llevó la copa a los labios y todos hicieron lo mismo antes de estallar en un aplauso. Después se giró hacia Rania y dió una palmada- Ahora permiteme querida, presentarte a Prego- señalo a un lado mientras se aproximaba un caballo de crines largas y negras, en perfecto estado- Será tu caballo, es joven y dócil pero también leal. Traído de España expresamente para ti- le indicó mientras James conducía a su mujer hasta el potro-Mira en la silla- le indicó, ya que de un pequeño bolsillo de la silla de monta sobresalía una tira de terciopelo verde que acaba en una llave mediana- Es mi regalo para ti- le indicó- Un establecimiento de perfumes en el mismímo centro de París. A tu nombre- le indicó con una sonrisa abierta esperando que le gustara.
No sólo era ese el regalo que tenía para ella, después de la noche de bodas, le regalaría un collar de diamentes y zafiros engastados en oro blanco. Un collar que colgaría de su cuello con elegancia. Solo los zafiros pertenecieron hace tiempo a el rey de Inglaterra de Plantagenet. Y James las había localizado y hecho engastar en un perfecto collar para Rania.
Se acercó a su oído mientras aplaudía como todos los presentes, notando el recelo de su padre a que ella fuera ahora independiente y no se dedicara exclusivamente al cuidado de la casa- Tu padre no está muy contento- le dijo en un susurro y una sonrisa abierta- Y no es el único regalo que tengo para ti. Ni será el último, pieso abrumarte en todo lo que pueda- le dijo ahora cogiendo su cintura y dando un beso suave y lento en sus labios mientras vitoreaban a la pareja.
James estaba impaciente, no solo por esa noche, sino por el acto que de Rania se entregara a él. De que era feliz y que esa noche sería exclusivamente para dedicársela a ella. Darle todo lo que había esperado en su boda, darle todo aquello que quisiera. Hacerla feliz.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Un escalofrío atravesó su cuerpo como si de una flecha se tratase, la respuesta de James había sido demasiado directa y juguetona para lo que Rania estaba acostumbrada. Admiró al vampiro fingir que le agradaba el banquete delante de toda aquella gente, sabía que no era el alimento que él tenía en mente y eso la hizo sentir desnuda ante su mirada. Así era todo con él, con una palabra la desarmaba, con una mirada la desnudaba, ¿qué cabría esperar del único hombre por el que había sentido semejantes cosas? Incluso su tacto, su piel gélida y suave era adictiva para ella, parecía dispuesto y creado para atraer la atención de cada uno de los presentes, sobre todo de las féminas. Nunca se había parado a analizar lo que pasaba cuando James estaba en presencia de mujeres, pero por un momento prestó atención a las damas asistentes a la boda. Parecían inquietas y la razón era su recién estrenado marido. No sabía si reír o molestarse por aquello. La parte divertida es que la confianza que había depositado en él era inquebrantable y no dudaba ni por un instante que él la fuera a traicionar; pero por otra... las maneras poco elegantes de alguna de las presentes de tratar de llamar su atención la parecían del todo innecesarias.
Por suerte para ella, el vampiro -de pie- la dedicó un discurso que no hizo si no afianzar sus sentimientos hacia él y arder sus mejillas. - Gracias - susurró en su oído tras aquel brindis que para nada se habría podido llegar a imaginar. Giró su cuello al escuchar el sonido de unos cascos acercándose, sus manos cubrieron la boca tapando así el gesto de sorpresa que esto le había generado. - Madre mía es precioso... - no podía decir nada malo de aquel potro, negro, brillante y cariñoso por lo que parecía al chupar las manos de la joven, gesto que robó una risa divertida de ella. Siguiendo su orden sacó una llave sin sentido para ella hasta que escuchó la explicación de James, - ¿es en serio? - ni en sus mejores sueños habría podido soñar con regentar una tienda con sus propias creaciones, sin poder reprimir las ganas alzó los brazos pasándolos tras el cuello de James forzando un abrazo del que no quería separarse. Simplemente sonrió ante el comentario sobre el disgusto de su padre, era normal que después de tanto tiempo bajo su yugo ahora le costara asimilar que la vida de Rania no dependía más de sus normas.
Por el momento esos eran los dos regalos que James tenía para ella por lo que era su turno. Miró a la que había sido hasta entonces su doncella personal para que se acercara con el regalo que había adquirido, no sin dificultad, para él. Cuando James abrió el paquete apareció el cuadro titulado Tarquino y Lucrecia , si bien no tenía nada que ver con la relación que ellos tenían, había algo en esa obra que siempre la recordaría a ambos. En el cuadro, Lucrecia era una importante matrona romana, él se prendó de la belleza de la mujer y al no conseguir sus propósitos, entró una noche en la habitación de la joven para forzarla. Por supuesto nada de eso se asemejaba a la relación que estaban construyendo ellos dos, pero la manera en la que el hombre parecía abalanzarse sobre la joven inspiraba a Rania el mismo deseo que siempre había percibido por parte de James, además de que la obra era de 1.560 más o menos -según sus cálculos- de cuando James fue convertido. Así punto por punto le hizo llegar todas su opiniones y conocimentos sobre la obra esperando que le agradase el cuadro y fuera bien recibido en su colección de arte. - Espero que te guste - le sonrió esperando a que su doncella se llevara el cuadro para dejar un beso suave sobre sus labios y aprovechar para susurrar e su oído, - el resto del regalo has de verlo en la alcoba - retiró la cara antes de morirse de la vergüenza.
Agradeció que en ese momento empezara a sonar el vals con el que debían inaugurar la pista de baile. De la mano de James salió ante cada uno de los invitados empezando ese vaivén en el que ambos se mecían en mitad de la pista. Por muchas personas que se encontraran allí atentos unica y exclusivamente a ellos, para Rania -una vez más- no existía nada ajeno a James y ella. Parecía que el tiempo se hubiese detenido y los ojos del vampiro la guiasen al igual que sus firmes brazos sujetando su figura contoneándose al ritmo pausado de la música.
Por suerte para ella, el vampiro -de pie- la dedicó un discurso que no hizo si no afianzar sus sentimientos hacia él y arder sus mejillas. - Gracias - susurró en su oído tras aquel brindis que para nada se habría podido llegar a imaginar. Giró su cuello al escuchar el sonido de unos cascos acercándose, sus manos cubrieron la boca tapando así el gesto de sorpresa que esto le había generado. - Madre mía es precioso... - no podía decir nada malo de aquel potro, negro, brillante y cariñoso por lo que parecía al chupar las manos de la joven, gesto que robó una risa divertida de ella. Siguiendo su orden sacó una llave sin sentido para ella hasta que escuchó la explicación de James, - ¿es en serio? - ni en sus mejores sueños habría podido soñar con regentar una tienda con sus propias creaciones, sin poder reprimir las ganas alzó los brazos pasándolos tras el cuello de James forzando un abrazo del que no quería separarse. Simplemente sonrió ante el comentario sobre el disgusto de su padre, era normal que después de tanto tiempo bajo su yugo ahora le costara asimilar que la vida de Rania no dependía más de sus normas.
Por el momento esos eran los dos regalos que James tenía para ella por lo que era su turno. Miró a la que había sido hasta entonces su doncella personal para que se acercara con el regalo que había adquirido, no sin dificultad, para él. Cuando James abrió el paquete apareció el cuadro titulado Tarquino y Lucrecia , si bien no tenía nada que ver con la relación que ellos tenían, había algo en esa obra que siempre la recordaría a ambos. En el cuadro, Lucrecia era una importante matrona romana, él se prendó de la belleza de la mujer y al no conseguir sus propósitos, entró una noche en la habitación de la joven para forzarla. Por supuesto nada de eso se asemejaba a la relación que estaban construyendo ellos dos, pero la manera en la que el hombre parecía abalanzarse sobre la joven inspiraba a Rania el mismo deseo que siempre había percibido por parte de James, además de que la obra era de 1.560 más o menos -según sus cálculos- de cuando James fue convertido. Así punto por punto le hizo llegar todas su opiniones y conocimentos sobre la obra esperando que le agradase el cuadro y fuera bien recibido en su colección de arte. - Espero que te guste - le sonrió esperando a que su doncella se llevara el cuadro para dejar un beso suave sobre sus labios y aprovechar para susurrar e su oído, - el resto del regalo has de verlo en la alcoba - retiró la cara antes de morirse de la vergüenza.
Agradeció que en ese momento empezara a sonar el vals con el que debían inaugurar la pista de baile. De la mano de James salió ante cada uno de los invitados empezando ese vaivén en el que ambos se mecían en mitad de la pista. Por muchas personas que se encontraran allí atentos unica y exclusivamente a ellos, para Rania -una vez más- no existía nada ajeno a James y ella. Parecía que el tiempo se hubiese detenido y los ojos del vampiro la guiasen al igual que sus firmes brazos sujetando su figura contoneándose al ritmo pausado de la música.
- Cuadro:
Rania de Valois1- Realeza Inglesa
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Después de haber presentado sus presentes a Rania y ver su reacción el júbilo llenó su pecho en un abocanada de aire aliviado que tuvo que ser resulto por la maravillosa interpretación de Rania, al dejar de lado su pudor y darle esa muestra de afecto y felicidad delante de todos los presentes. Pero todo parecía perfecto, pero en ese momento Rania hizo llamar a una doncella que le acercó su regalo de bodas. Al retirar la tela que cubría su color se descubrió ante los presentes una obra cuyas pinceladas era una reminiscencia del renacimiento tardío Italiano. Simplemente por esa majestuosidad ya era digno y un regalo valisísimo para él. Pero cuando Rania se propuso a explicarle el por qué de ese cuadro y el por qué era una figura que ella había decido que fuera para él en una fecha señalada como ahora. James se acercó al cuadro y escuchó la información de Rania con una sonrisa fugaz al descubrir la historia ya olvidada de ese romance que hacía muchos años había leído- Es perfecto- se acercó hasta ella para dejar un beso en sus labios, con profundo agradecimiento y felicidad. "Es igual de inteligente como hermosa" pensó para él mismo- Haré que lo cuelguen en la sala de arte- le indicó acercándose nuevo al cuadro para verlo más de cerca- Eres maravillosa- dijo sencillamente. Se quedó en silencio recibiendo el beso de Rania nuevamente y fue la siguiente frase incendió su deseo. Que tuvo que ser rápidamente aplacado por que debían iniciar el baile de la ceremonia. Así que James la guiñó el ojo con complicidad y la ofreció su mano para conducirla hasta la pista de baile que habían montado para iniciar el Vals del día de su boda.
La gente se había quedado apartada, formando un círculo de gentío entre la pareja que tomaba posiciones. James había dejado que la mano de Rania se posara en la suya mientras se colocaban en el medio. Con una mano en su cintura y otra cogiendo la otra de forma firme y elevada, la pieza de música empezó a sonar con el ritmo de de 3/4, lo que indicaba cada paso que debían dar. Lo bonito del vals era que podía llevarse bien la cuenta con la música, mientras tanto iba dandose una vuelta por toda la instancia haciendo que en ese momento James se quedara maravillado de como bailaba Rania. Se dejaba llevar, movía el vestido cuando tenía que hacerlo, como una princesa. Giraba el rostro en la dirección en la que se movían cada vez, como una gran bailarina rusa y James sintió aún mucha más admiración por su ahora mujer. La deseaba fervientemente, desde hacía tanto tiempo, que además ahora. En cada paso su circulación se aceleraba y tenía sus pupilas por el ejercicio. A cada movimiento el perfume y el olor de su piel, de su sangre chocaban contra James hasta el punto en el que sus colmillos parecían encogerse por el pavor del deseo y en cambio, su cuerpo respondía como un mortal a punto de cometer una imprudencia y desfachatez en mitad del público.
Dos siglos fueron suficientes para mantener el autocontrol que necesitaba para no cargarla en sus hombros como un vikingo cualquiera y llevarla a un apartado para devorarla entera. Como un excelente jugador de cartas el rostro de James no permitió que se advirtiera ni un ápice de descontrol por su parte. Pero sin duda su compañera ahora le empezaba a conocer lo suficiente como para saber cuando y por qué. Si James deseaba a Rania, ese baile no podía pasar desaparcibido. Ahora su respiración podía ser audible para ella, en cada paso. No por el esfuerzo sino por la lucha interna que el vampiro estaba teniendo y por consiguiente, esa lucha empezaba a pasar a manos de su compañera que respondía a esa excitación de la misma manera. El aliento de Rania estaba desbordando su razón, su deseo y su mente hasta límites insospechados. Quedaba poco para que terminara la pieza, y todos los que no se habían atrevido a lanzarse a bailar, les observaban.
Cuando la pieza acabó, James bajó los brazos en silencio sin dejar de mirar a Rania. Tardó un poco, y con lentitud soltó su mano e hizo una reverencia hacia su mujer. Ofreciendo de nuevo su mano para que posara la suya y dar un paseo juntos por aquel estupendo jardín. Siendo conscientes de que había una tensión sexual en el ambiente, que no podían dejar de lado. La música sonaba tras ellos, mientras se alejaban con paso lento por el pequeño camino buscando algo de intimidad. Alejandose del gentío James disfrutaba de aquella noche como si fuera un estúpido y joven muchacho, inseguro en la noche de bodas, con la que sería su mujer- Rania...-dijo armándose de valor y llevándola a un sitio aún más apartado. A un pequeño banco de piedra situado a los pies de un gran sauce que con sus ramas y hojas caídas y lloronas les ofrecía covertura a ellos y al estanque que tenían a sus pies. No era capaz de poner en orden sus sentimientos en ese momento, jamás podría hacerlo y el discruso fue fruto de días y días encerrado frente a su escritorio con miles de libros románticos- Yo...-se sentó con ella sin soltar su mano y apretó la mandíbula. ¿qué debía decirle?¿Que le deseaba?¿que la quería? Optó por los hechos y despreció las palabras acercándose hasta ella y besando sus labios. La tomó por la cintura acercándo su propio cuerpo al de ella que había quedado levemente recostado sobre la corteza del árbol. Parecía que se abalanzaba sobre ella y el beso, apesar de ser sobre los labios, no fue un beso casto. Sino que James abrió levemente la boca y la punta de su lengua tocó los labios de Rania recibiéndola. Fue algo suave, pero la experta lengua de James buscó la de Rania mientras la besaba y mantenía firme su brazo rodeando la cintura. Soltó el aire levemente tras ese beso y volvió a hacerlo para hacerlo ahora con más intensidad y deseo. Ahora la respiración tras el beso fue más un suspiro entrecortado por el deseo y la pasión. Sabía que eso era demasiado para ella y decidió alejarse de sus labios ahora, algo más seguro de su deseo por él- Te deseo...-le dijo posando una mano fría en sus mejillas sonrojadas mirando a ambos ojos con intensidad esperando encontrar respuesta en ellos, ya que sabía que era un tema delicado para ella. Pero sin duda no podía esperar más, deseaba conocer su cuerpo, con sus manos, su boca y su lengua. Necesitaba hacerla de él. Y el demonio era caprichoso en sus deseos, porque una vez que entrara entre sus brazos. La mirada de posesión, el recelo a los demás y el mismo aire que osara tocar la piel o la figura de su mujer estaría condenado al infierno. La posesión del demonio pertenecía solo a él y que nadie osara tocarlo o intentar arrebatárselo.
La gente se había quedado apartada, formando un círculo de gentío entre la pareja que tomaba posiciones. James había dejado que la mano de Rania se posara en la suya mientras se colocaban en el medio. Con una mano en su cintura y otra cogiendo la otra de forma firme y elevada, la pieza de música empezó a sonar con el ritmo de de 3/4, lo que indicaba cada paso que debían dar. Lo bonito del vals era que podía llevarse bien la cuenta con la música, mientras tanto iba dandose una vuelta por toda la instancia haciendo que en ese momento James se quedara maravillado de como bailaba Rania. Se dejaba llevar, movía el vestido cuando tenía que hacerlo, como una princesa. Giraba el rostro en la dirección en la que se movían cada vez, como una gran bailarina rusa y James sintió aún mucha más admiración por su ahora mujer. La deseaba fervientemente, desde hacía tanto tiempo, que además ahora. En cada paso su circulación se aceleraba y tenía sus pupilas por el ejercicio. A cada movimiento el perfume y el olor de su piel, de su sangre chocaban contra James hasta el punto en el que sus colmillos parecían encogerse por el pavor del deseo y en cambio, su cuerpo respondía como un mortal a punto de cometer una imprudencia y desfachatez en mitad del público.
Dos siglos fueron suficientes para mantener el autocontrol que necesitaba para no cargarla en sus hombros como un vikingo cualquiera y llevarla a un apartado para devorarla entera. Como un excelente jugador de cartas el rostro de James no permitió que se advirtiera ni un ápice de descontrol por su parte. Pero sin duda su compañera ahora le empezaba a conocer lo suficiente como para saber cuando y por qué. Si James deseaba a Rania, ese baile no podía pasar desaparcibido. Ahora su respiración podía ser audible para ella, en cada paso. No por el esfuerzo sino por la lucha interna que el vampiro estaba teniendo y por consiguiente, esa lucha empezaba a pasar a manos de su compañera que respondía a esa excitación de la misma manera. El aliento de Rania estaba desbordando su razón, su deseo y su mente hasta límites insospechados. Quedaba poco para que terminara la pieza, y todos los que no se habían atrevido a lanzarse a bailar, les observaban.
Cuando la pieza acabó, James bajó los brazos en silencio sin dejar de mirar a Rania. Tardó un poco, y con lentitud soltó su mano e hizo una reverencia hacia su mujer. Ofreciendo de nuevo su mano para que posara la suya y dar un paseo juntos por aquel estupendo jardín. Siendo conscientes de que había una tensión sexual en el ambiente, que no podían dejar de lado. La música sonaba tras ellos, mientras se alejaban con paso lento por el pequeño camino buscando algo de intimidad. Alejandose del gentío James disfrutaba de aquella noche como si fuera un estúpido y joven muchacho, inseguro en la noche de bodas, con la que sería su mujer- Rania...-dijo armándose de valor y llevándola a un sitio aún más apartado. A un pequeño banco de piedra situado a los pies de un gran sauce que con sus ramas y hojas caídas y lloronas les ofrecía covertura a ellos y al estanque que tenían a sus pies. No era capaz de poner en orden sus sentimientos en ese momento, jamás podría hacerlo y el discruso fue fruto de días y días encerrado frente a su escritorio con miles de libros románticos- Yo...-se sentó con ella sin soltar su mano y apretó la mandíbula. ¿qué debía decirle?¿Que le deseaba?¿que la quería? Optó por los hechos y despreció las palabras acercándose hasta ella y besando sus labios. La tomó por la cintura acercándo su propio cuerpo al de ella que había quedado levemente recostado sobre la corteza del árbol. Parecía que se abalanzaba sobre ella y el beso, apesar de ser sobre los labios, no fue un beso casto. Sino que James abrió levemente la boca y la punta de su lengua tocó los labios de Rania recibiéndola. Fue algo suave, pero la experta lengua de James buscó la de Rania mientras la besaba y mantenía firme su brazo rodeando la cintura. Soltó el aire levemente tras ese beso y volvió a hacerlo para hacerlo ahora con más intensidad y deseo. Ahora la respiración tras el beso fue más un suspiro entrecortado por el deseo y la pasión. Sabía que eso era demasiado para ella y decidió alejarse de sus labios ahora, algo más seguro de su deseo por él- Te deseo...-le dijo posando una mano fría en sus mejillas sonrojadas mirando a ambos ojos con intensidad esperando encontrar respuesta en ellos, ya que sabía que era un tema delicado para ella. Pero sin duda no podía esperar más, deseaba conocer su cuerpo, con sus manos, su boca y su lengua. Necesitaba hacerla de él. Y el demonio era caprichoso en sus deseos, porque una vez que entrara entre sus brazos. La mirada de posesión, el recelo a los demás y el mismo aire que osara tocar la piel o la figura de su mujer estaría condenado al infierno. La posesión del demonio pertenecía solo a él y que nadie osara tocarlo o intentar arrebatárselo.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Qué feliz le hacía que el reglo seleccionado para él fuera de su agrado, durante los meses de preparación de aquel evento cada día temió que fuera poco o que no fuera de su agrado. Conocía el gusto por el arte pero cada obra significa una cosa distinta para cada persona, por lo que la reacción del vampiro fue un bálsamo para sus preocupaciones. Lo siguiente que preocupó a la pequeña Rania fue el gesto oscuro de su pareja de baile, quizás el comentario sobre el siguiente regalo había sido demasiado para él y tendría que haber esperado más. El baile estaba perfectamente coordinado, gracias a la practica de ambos en eventos de la alta sociedad y a las clases que habían dado para preparar dicha coreografía. La gracilidad de James la dejaba fuera de juego, por mucho que se esforzara parecía que sus pasos eran los de un gigante en comparación a los de él, casi flotando por la pista. Una vez la música cesó ambos saludaron a quienes se unirían al vaivén de la música y la dama siguió a su marido fuera de la carpa que resguardaba a los invitados. Era en parte consciente del motivo por el que la quería llevar a un lugar algo alejado, no habían tenido nada de tiempo a solas en toda la noche para hablar ni celebrar realmente su enlace, al menos eso era lo que ella pensaba que él quería, o al menos quería creerlo así. La realidad era esa pero aumentada, ni ella -una total inexperta en el mundo del amor y el sexo- había podido pasar por alto la tensión generada entre ambos cuerpos mientras bailaban. Los brazos de James se habían convertido en celdas para su fino cuerpo y los ojos no se habían separado de los propios ni por un instante. Los pasos los llevaron hasta un lugar no falto de cierta magia en realidad, tomó asiento al ver las intenciones de James de decir algo y esperó cauta a sus palabras.
Pero no esperaba aquello. El cuerpo de la joven respondió por si sólo al contacto con James. La manera en que este dirigía la situación, la manera en que la sujetaba y sobre todo el contacto húmedo con su boca hicieron que por un instante se olvidara de dónde estaba. Se habían besado eso era cierto pero siempre habían sido besos castos, dulces y cortos. Nada en comparación con aquello y sospechaba que incluso eso distaba mucho de lo que iba a obtener más tarde. Un jadeo se escapó travieso de los labios de Rania generado por el segundo ataque del vampiro. Su cuerpo estaba excitado. Nunca antes lo había estado pero tenía que ser eso. Deseaba más, no tenía bastante con esos besos y eso la hacía tener un calor insoportable. Tuvo que tragar saliva al escuchar su confesión, aunque fuera de sobra conocida por ella - estoy lista - fue su única respuesta, y estaba segura de que James no necesitaba escuchar más por su parte. Con eso lo decía todo y si este lo deseaba se irían de ese lugar en aquel preciso instante. Dios y aquella sensación recorriendo su cuerpo... ese ardor que pedía, que suplicaba más. Una risa quizás infantil se le escapó pero no dijo nada, no quería avasallar con preguntas, era la hora de los hechos.
- Despidámonos de todos, aún no soy tu mujer - dijo atreviéndose a alzarse de puntillas para buscar los labios ajenos, sus gestos inexpertos eran notables pero se había propuesto hacer lo que le surgiera a partir del momento en que dijo sí, quiero. Obviamente no iba a ser fácil, y ahora gracias al vino que había tomado durante la cena se le antojaba menos difícil entregarse al placer que estar junto a James le generaba. La mano de James tirando de ella de vuelta hacia la carpa la dio la respuesta afirmativa por parte del vampiro de que estaba de acuerdo con ella en retirarse ya de la fiesta y empezar la privada. Uno a uno se despidieron de los invitados, tal y como les habían recibido. Con especial cariño se despidió esta de sus padres, que muy a su pesar tuvieron que aguantar la partida de la joven pareja. Ya en la calesa, tomando dirección a casa de James y su nuevo hogar, la situación cambió. Ninguno de los dos parecía calmo. Ella por el nerviosismo que la generaba las expectativas de su primera vez y él porque por fin iba a poder probar su bocado más ansiado. Rania empezó a dudar sobre si era una buena idea... ¿qué pasaba si le defraudaba? ¿qué pasaba si James se daba cuenta de que no había valido la pena esperar por una sola mujer? No. Sacudió aquellas ideas envenenadas de su agotada mente y se centró en todo lo que sí la había demostrado. Era hora de que ella se rindiera ante él tal y como él había hecho para conseguir su amor y su mano.
Los escalones hasta el dormitorio principal se le antojaron eternos. La luz de las velas encendidas otorgaba un candor especial a la habitación, sin embargo aunque ya hubiera estado allí, su cuerpo se bloqueó nada más pasar la puerta y escuchar a James cerrarla por dentro. ¿Debía quitarse la ropa? ¿Quitársela a él? En su mente lo mejor era esperar a que James moviera la primera ficha pero, no sabía hasta que punto él esperaba de ella esa noche y como era lógico la preocupación de Rania aumentaba al mismo ritmo que el deseo del vampiro.
Pero no esperaba aquello. El cuerpo de la joven respondió por si sólo al contacto con James. La manera en que este dirigía la situación, la manera en que la sujetaba y sobre todo el contacto húmedo con su boca hicieron que por un instante se olvidara de dónde estaba. Se habían besado eso era cierto pero siempre habían sido besos castos, dulces y cortos. Nada en comparación con aquello y sospechaba que incluso eso distaba mucho de lo que iba a obtener más tarde. Un jadeo se escapó travieso de los labios de Rania generado por el segundo ataque del vampiro. Su cuerpo estaba excitado. Nunca antes lo había estado pero tenía que ser eso. Deseaba más, no tenía bastante con esos besos y eso la hacía tener un calor insoportable. Tuvo que tragar saliva al escuchar su confesión, aunque fuera de sobra conocida por ella - estoy lista - fue su única respuesta, y estaba segura de que James no necesitaba escuchar más por su parte. Con eso lo decía todo y si este lo deseaba se irían de ese lugar en aquel preciso instante. Dios y aquella sensación recorriendo su cuerpo... ese ardor que pedía, que suplicaba más. Una risa quizás infantil se le escapó pero no dijo nada, no quería avasallar con preguntas, era la hora de los hechos.
- Despidámonos de todos, aún no soy tu mujer - dijo atreviéndose a alzarse de puntillas para buscar los labios ajenos, sus gestos inexpertos eran notables pero se había propuesto hacer lo que le surgiera a partir del momento en que dijo sí, quiero. Obviamente no iba a ser fácil, y ahora gracias al vino que había tomado durante la cena se le antojaba menos difícil entregarse al placer que estar junto a James le generaba. La mano de James tirando de ella de vuelta hacia la carpa la dio la respuesta afirmativa por parte del vampiro de que estaba de acuerdo con ella en retirarse ya de la fiesta y empezar la privada. Uno a uno se despidieron de los invitados, tal y como les habían recibido. Con especial cariño se despidió esta de sus padres, que muy a su pesar tuvieron que aguantar la partida de la joven pareja. Ya en la calesa, tomando dirección a casa de James y su nuevo hogar, la situación cambió. Ninguno de los dos parecía calmo. Ella por el nerviosismo que la generaba las expectativas de su primera vez y él porque por fin iba a poder probar su bocado más ansiado. Rania empezó a dudar sobre si era una buena idea... ¿qué pasaba si le defraudaba? ¿qué pasaba si James se daba cuenta de que no había valido la pena esperar por una sola mujer? No. Sacudió aquellas ideas envenenadas de su agotada mente y se centró en todo lo que sí la había demostrado. Era hora de que ella se rindiera ante él tal y como él había hecho para conseguir su amor y su mano.
Los escalones hasta el dormitorio principal se le antojaron eternos. La luz de las velas encendidas otorgaba un candor especial a la habitación, sin embargo aunque ya hubiera estado allí, su cuerpo se bloqueó nada más pasar la puerta y escuchar a James cerrarla por dentro. ¿Debía quitarse la ropa? ¿Quitársela a él? En su mente lo mejor era esperar a que James moviera la primera ficha pero, no sabía hasta que punto él esperaba de ella esa noche y como era lógico la preocupación de Rania aumentaba al mismo ritmo que el deseo del vampiro.
Rania de Valois1- Realeza Inglesa
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Cuando cerró la puerta de la habitación con llave, James cerró los ojos intentando tranquilizarse. Parecía un adolescente que iba a tener el contacto con una mujer por primera vez en su vida, y en cierto modo se maldijo por tener más de dos siglos y medio de edad y que ella no fuera su primera conquista. Suspiró nuevamente antes de girarse y dejar atrás la puerta, se acercó a Rania con paso lento y dejó que su mano acariciara su mejilla con suavidad. Todo tenía que ser lento, suave y para ella, aunque James no estuviera acostumbrado a todo eso, ella era la única que le incitaba a retener entre sus dedos la esencia, el calor, el olor y el tacto de Rania. La miró a sus ojos, su cuello estaba tenso y sus mejillas coloradas, y no era por el calor de la habitación, porque las velas iluminaban todo con suavidad y calidez, sino por la situación y James sabía lo que eso significaba para ella, así que decidió tomar la iniciativa.
Cuando su mano resbaló por su mejilla, la detuvo en su cuello y su hombro, la atrajo para él e hizo que ambos labios se besaran, como lo habían hecho otras veces, pero esta vez con una pausa casi infinita en donde las manos diestras de James desabrochaba el vestido de Rania. Dejó que cayera por sus hombros y se deslizara por su cuerpo, dejando a aquella venus completamente desnuda, inmovil y en brazos y labios del vampiro. Ahora James separó su boca y de reojo miró el cuerpo de Rania que estaba desnudo frente a él, como si se tratara de una ofrenda al demonio y el la aceptó gustosamente. Volvió a besar sus labios, introduciendo su lengua ahora y sus manos que habían caído con suavidad, ahora recorrían su espalda con entera pasión retenida para depositarse en su culo, mientras la levantaba en brazos y la llevaba, sin separarse de su cuerpo hasta la cama. Una vez allí, se rodillas entre su cuerpo, James se quitó con rapidez todo la ropa que llevaba, quedándose como una escultura marmórea frente a ella, pero su gesto de devorador se cortó momentáneamente al ver, que el cuerpo de Rania había sido preparado para él , para esa noche. Todo estaba rasurado y suave, y James la miró a ella reprimiendo la sonrisa, el plan había cambiado tenía que proseguir el banquete de su boda y ahora, más que nunca.
Deslizó el jadeo abrumador de sus labios por la piel desnuda de Rania hasta su pelvis, se entretuvo con el hueso de sus caderas y después con sus inglés. Separó las piernas abriendo y deseando devorarla y sin esperar mucho introdujo su lengua fria y diesta en el cuerpo de Rania, entreniendose y jugando con todo lo que se encontraba a su paso, con decisión y experiencia notando como su cuerpo se contraía en cada pasada de su húmeda y experta boca. Se estaba empapando de Rania, y eso le volvía aún más loco de deseo que antes, sin poder evitar que el demonio necesitara abalanzarse hasta ella. Llevó ahora sus labios de nuevo a la boca de Rania, tomando su rostro con la mano y dejando que sus labios se juntaran con pasión y quizás con algo de lascivia.
Sus coloretes y la temperatura de su cuerpo aumentaban, los jadeos de su boca eran el mejor afrodisíaco para su oídos, estaba cegado por el deseo y por supuesto que ahora no podía pensar con la cabeza, estaba tan cegado que cuando se colocó sobre ella, con la predisposición de abrirse camino y hacerla suya, su cabeza tuvo que poner freno a su deseo empedernido y besó sus labios con infinita suavidad. Mientras empujaba su cadera lentamente y notando como el cuerpo de Rania le recibía. La besaba y acariciaba el pelo con la mano izquierda, cerrando los ojos ebrio de placer, por encontrar aquello tan suave, prieto, húmedo y como ella le había prometido: virgen. Solo en el momento de cerciorarse de eso, soltó un jadeo sobre la boca ajena que fue como un aliento de vida para Rania, deseosa por el momento, aunque también dolorida.
A la mañana siguiente, las velas habían desaparecido, y la estancia olía a un suave toque de vainilla. Las cortinas negras estaban corridas, opacas y sin que penetrara rastro de luz, todo estaba oscuro. Pero James seguía a su lado, desnudo, con la sábana cubriendo su cadera evitando que se viera algo más, dormido y descansando como un si se trata de un bebé. Se había quedado dormido en el momento en el que Rania cayó rendida bajo él, y él se quedó acariciando su pelo hasta que finalmente morfeo llamó a Rania primero para que lo acompañara y luego él. Sin duda había sido lo que James esperaba y por eso, esa mañana, Rania recibiría su collar, un collar digno para su reina. Un collar digno para la mujer que yacía a su lado y que le había entregado lo más importante para ella. Desde ese momento era su mujer, en todos los aspectos. Y por supuesto, deseaba compartir el lecho nuevamente, se había enganchado al sabor y tacto de Rania y no podía esperar a volver a tenerla.
Gracias a Dios, el demonio aceptó la ofrenda y se marchó como un depredador a disfrutar del botín y regocijarse con él en el mundo de los sueños.
Cuando su mano resbaló por su mejilla, la detuvo en su cuello y su hombro, la atrajo para él e hizo que ambos labios se besaran, como lo habían hecho otras veces, pero esta vez con una pausa casi infinita en donde las manos diestras de James desabrochaba el vestido de Rania. Dejó que cayera por sus hombros y se deslizara por su cuerpo, dejando a aquella venus completamente desnuda, inmovil y en brazos y labios del vampiro. Ahora James separó su boca y de reojo miró el cuerpo de Rania que estaba desnudo frente a él, como si se tratara de una ofrenda al demonio y el la aceptó gustosamente. Volvió a besar sus labios, introduciendo su lengua ahora y sus manos que habían caído con suavidad, ahora recorrían su espalda con entera pasión retenida para depositarse en su culo, mientras la levantaba en brazos y la llevaba, sin separarse de su cuerpo hasta la cama. Una vez allí, se rodillas entre su cuerpo, James se quitó con rapidez todo la ropa que llevaba, quedándose como una escultura marmórea frente a ella, pero su gesto de devorador se cortó momentáneamente al ver, que el cuerpo de Rania había sido preparado para él , para esa noche. Todo estaba rasurado y suave, y James la miró a ella reprimiendo la sonrisa, el plan había cambiado tenía que proseguir el banquete de su boda y ahora, más que nunca.
Deslizó el jadeo abrumador de sus labios por la piel desnuda de Rania hasta su pelvis, se entretuvo con el hueso de sus caderas y después con sus inglés. Separó las piernas abriendo y deseando devorarla y sin esperar mucho introdujo su lengua fria y diesta en el cuerpo de Rania, entreniendose y jugando con todo lo que se encontraba a su paso, con decisión y experiencia notando como su cuerpo se contraía en cada pasada de su húmeda y experta boca. Se estaba empapando de Rania, y eso le volvía aún más loco de deseo que antes, sin poder evitar que el demonio necesitara abalanzarse hasta ella. Llevó ahora sus labios de nuevo a la boca de Rania, tomando su rostro con la mano y dejando que sus labios se juntaran con pasión y quizás con algo de lascivia.
Sus coloretes y la temperatura de su cuerpo aumentaban, los jadeos de su boca eran el mejor afrodisíaco para su oídos, estaba cegado por el deseo y por supuesto que ahora no podía pensar con la cabeza, estaba tan cegado que cuando se colocó sobre ella, con la predisposición de abrirse camino y hacerla suya, su cabeza tuvo que poner freno a su deseo empedernido y besó sus labios con infinita suavidad. Mientras empujaba su cadera lentamente y notando como el cuerpo de Rania le recibía. La besaba y acariciaba el pelo con la mano izquierda, cerrando los ojos ebrio de placer, por encontrar aquello tan suave, prieto, húmedo y como ella le había prometido: virgen. Solo en el momento de cerciorarse de eso, soltó un jadeo sobre la boca ajena que fue como un aliento de vida para Rania, deseosa por el momento, aunque también dolorida.
A la mañana siguiente, las velas habían desaparecido, y la estancia olía a un suave toque de vainilla. Las cortinas negras estaban corridas, opacas y sin que penetrara rastro de luz, todo estaba oscuro. Pero James seguía a su lado, desnudo, con la sábana cubriendo su cadera evitando que se viera algo más, dormido y descansando como un si se trata de un bebé. Se había quedado dormido en el momento en el que Rania cayó rendida bajo él, y él se quedó acariciando su pelo hasta que finalmente morfeo llamó a Rania primero para que lo acompañara y luego él. Sin duda había sido lo que James esperaba y por eso, esa mañana, Rania recibiría su collar, un collar digno para su reina. Un collar digno para la mujer que yacía a su lado y que le había entregado lo más importante para ella. Desde ese momento era su mujer, en todos los aspectos. Y por supuesto, deseaba compartir el lecho nuevamente, se había enganchado al sabor y tacto de Rania y no podía esperar a volver a tenerla.
Gracias a Dios, el demonio aceptó la ofrenda y se marchó como un depredador a disfrutar del botín y regocijarse con él en el mundo de los sueños.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Era la delicadeza con que las manos diestras de James recorrían su rostro y cuello que sólo tuvo que dejarse llevar por ellas para llegar a prever los movimientos del vampiro. Con torpeza respondía a cada caricia y beso de este, aprovechando quizás el par de copas de vino que había bebido en el banquete. Podía parecer una tontería para la mayoría de personas pero ella se sentía ciertamente más liberada con ese alcohol el vena. La velocidad a la que su corazón latía durante cada beso la hizo enrojecer aún más, ya no tanto de vergüenza si no de deseo, esa sensación que sólo él había conseguido despertar en su cuerpo. Anhelaba el contacto frío de sus manos, de su torso, de su cuerpo marmóreo y perfecto. Alzó la mirada con duda hacia los orbes ajenos cuando este descubrió su cuerpo desnudo y preparado para esa noche, para él. Temía que el consejo de su madre de eliminar todo el vello a él no le agradara pero pareció que la experiencia de aquella santa mujer había causado el efecto deseado para esa noche. La mirada se desvió entonces para detenerse en admirar el cuerpo ajeno, aquel que había visto tan sólo otra vez y en el interior de su piscina. Aquel pene erecto que se alzaba ante ella amenazante le hizo tragar saliva, temía el dolor que eso le iba a ocasionar pero notaba ya su propio sexo húmedo y preparado para recibirle. Sin embargo, parecía que James no estaba listo o consideraba que ella no lo estaba aún. Ahogó un gemido en cuanto sintió la lengua en contacto con su sexo, la diferencia de temperatura sumado a los movimientos que este la regalaba conseguía un efecto cegador en la pequeña inexperta que yacía sobre el lecho conyugal. Las manos se ceñían a las sábanas con una necesidad que, en realidad, tenía de James. Jadeante recibió los besos del vampiro, que tenían un gusto... salado. Se sintió extraña al darse cuenta de que ese era su propio sabor pero dicho pensamiento no duró mucho revoloteando en su cabeza, James atacaba de nuevo.
Hizo que sus manos ascendieran por los brazos de él, acabando por posarlas en sus hombros, ambas piernas estaban flexionadas y abiertas dejando espacio suficiente a su marido para colocar el peso de su cuerpo sobre ella. Su estómago se contrajo al notar el pene de James rozándose, por la cercanía de sus cuerpos, contra su propio centro. Entonces llegó el latigazo de dolor, cerró los ojos con fuerza sujetándose a él y procurando no hacer ruido alguno de queja. Aquella dolía, vaya que sí. Sentía su interior romperse y deseaba alejarlo de ella en un principio, pero sus besos eran un bálsamo para Rania que con esfuerzo consiguió centrar su atención en eso. Su boca más acostumbrada a los nuevos besos, se abría y buscaba la lengua ajena jugando con ella incluso atrapándola de vez en cuando.
Su cuerpo cayó con pesadez y sin apenas energía cuando James culminó en su interior. Ella, como era lógico, no había conseguido ese nivel de placer pero poco la importaba. El momento más tenso al que ella temía estaba superado, por lo que ahora sólo tenía que superar su timidez y seguir dejando que la instruyera en ese ámbito. No cabía duda de que era experto en el cuerpo femenino por lo que confiaba en que consiguiera llevarla al éxtasis. Con una sonrisa de orgullo y felicidad se quedó dormida junto a su recién estrenado marido. Durmió plácidamente hasta el amanecer, giró su cuerpo para encontrar el ajeno tranquilo junto a sí misma. Acarició su rostro y dejó un beso suave sobre sus labios sin querer despertarle aún, total... tenían todo el día para estar juntos en el interior de aquella casa.
Con sigilo salió de la cama, pero ¡dios! que molestias... hizo un gesto de disgusto, caminar parecía una dulce tortura, su sexo estaba aún resentido por las embestidas y la mancha de sangre en la cama era una prueba de ello. Cubrió el círculo rojo con la sábana y se alejó de ella en busca de un baño. No le apetecía ir a la piscina, pero sí meterse un rato en la tina blanca que James tenía situada en el baño. Con algunos aceites relajantes que ella misma había preparado se metió en el agua caliente dejando que su cuerpo disfrutara de esa sensación de calidad y relajación que el agua otorgaba a su magullado cuerpo. Se descubrió una negrura en un muslo que no sabía de dónde había salido pero no le dio más importancia. Cerró los ojos y se relajó apoyando la cabeza en el borde de la tina. De golpe las puertas se abrieron, sonrió al tiempo que giraba la cabeza hacia ellas, pues esperaba ver a James pero... - ¡AY POR DIOS! - exclamó al ver al mayordomo en el marco de la puerta con la boca abierta claramente contrariado al no haberse dado cuenta de que ahora había una mujer en la casa. Rania se hundió completamente por inercia esperando que no hubiese visto nada y que simplemente se diera la vuelta y se fuera, pero lo cierto es que desde el interior de la tina no podía ver lo que pasaba y no pensaba salir de ella sin tener claro que no había nadie allí.
Hizo que sus manos ascendieran por los brazos de él, acabando por posarlas en sus hombros, ambas piernas estaban flexionadas y abiertas dejando espacio suficiente a su marido para colocar el peso de su cuerpo sobre ella. Su estómago se contrajo al notar el pene de James rozándose, por la cercanía de sus cuerpos, contra su propio centro. Entonces llegó el latigazo de dolor, cerró los ojos con fuerza sujetándose a él y procurando no hacer ruido alguno de queja. Aquella dolía, vaya que sí. Sentía su interior romperse y deseaba alejarlo de ella en un principio, pero sus besos eran un bálsamo para Rania que con esfuerzo consiguió centrar su atención en eso. Su boca más acostumbrada a los nuevos besos, se abría y buscaba la lengua ajena jugando con ella incluso atrapándola de vez en cuando.
Su cuerpo cayó con pesadez y sin apenas energía cuando James culminó en su interior. Ella, como era lógico, no había conseguido ese nivel de placer pero poco la importaba. El momento más tenso al que ella temía estaba superado, por lo que ahora sólo tenía que superar su timidez y seguir dejando que la instruyera en ese ámbito. No cabía duda de que era experto en el cuerpo femenino por lo que confiaba en que consiguiera llevarla al éxtasis. Con una sonrisa de orgullo y felicidad se quedó dormida junto a su recién estrenado marido. Durmió plácidamente hasta el amanecer, giró su cuerpo para encontrar el ajeno tranquilo junto a sí misma. Acarició su rostro y dejó un beso suave sobre sus labios sin querer despertarle aún, total... tenían todo el día para estar juntos en el interior de aquella casa.
Con sigilo salió de la cama, pero ¡dios! que molestias... hizo un gesto de disgusto, caminar parecía una dulce tortura, su sexo estaba aún resentido por las embestidas y la mancha de sangre en la cama era una prueba de ello. Cubrió el círculo rojo con la sábana y se alejó de ella en busca de un baño. No le apetecía ir a la piscina, pero sí meterse un rato en la tina blanca que James tenía situada en el baño. Con algunos aceites relajantes que ella misma había preparado se metió en el agua caliente dejando que su cuerpo disfrutara de esa sensación de calidad y relajación que el agua otorgaba a su magullado cuerpo. Se descubrió una negrura en un muslo que no sabía de dónde había salido pero no le dio más importancia. Cerró los ojos y se relajó apoyando la cabeza en el borde de la tina. De golpe las puertas se abrieron, sonrió al tiempo que giraba la cabeza hacia ellas, pues esperaba ver a James pero... - ¡AY POR DIOS! - exclamó al ver al mayordomo en el marco de la puerta con la boca abierta claramente contrariado al no haberse dado cuenta de que ahora había una mujer en la casa. Rania se hundió completamente por inercia esperando que no hubiese visto nada y que simplemente se diera la vuelta y se fuera, pero lo cierto es que desde el interior de la tina no podía ver lo que pasaba y no pensaba salir de ella sin tener claro que no había nadie allí.
Rania de Valois1- Realeza Inglesa
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
James se revolvió en la cama y cuando lo hizo su cuerpo no parecía tan blanco como lo estaban las sábanas. Sin embargó se estiró pues se había dormido en una misma postura durante mucho rato y notaba entumecimiento en las articulaciones. Suspiró y se pasó la mano por el pelo revuelto, que la noche antes se había peinado con severidad y ahora parecía una atracción de rulos y curvas. Se sentó de piernas cruzadas en la cama y cerró los ojos escuchando los pasos descalzos de Rania hacia el baño. Sonrió recordando lo que había pasado la noche anterior y de un salto se levantó de la cama. Se puso los calzones y después echó hacia abajo las sábanas completamente descubriendo la sangre de la sábana. Un escalofrío recorrió su espalda y notaba que volvía a excitarse por la sangre y por la virginidad de Rania que ahora la pertenecía. Era de él, sentía que era su vida, la vida que el no tenía, lo era y lo vivía a través de aquella joven de melena castaña y tan impoluta, y ahora no tanto.
El demonio había mancillado aquel cuerpo, el demonio había dejado su marca y sonrió abiertamente en su interior. Se sentía orgulloso y con ganas de repetirlo otra vez, se puso el calzón notando como la excitación se al igual que el escalofrío de su columna. Pero ese sentimiento tan electrizante no desapareció sino que fue sustituido por uno de preocupación al escuchar a Rania gritar. El amo y señor de ese castillo descubrió que su reina había gritado, con miedo. Algo le había asustado y el gesto de James era implacable ante la situación de que algo o alguien se acercara, asustara o dañara a su vida. Con rapidez accedió a la cámara donde estaba la pila del baño, descubrió a Rania metida en el agua y la figura de un hombre contemplándola. Impasible James se acercó hasta él y con un rugido le cogió del cuello con un solo brazo, elevándolo del suelo- ¿Qué crees que estás haciendo?- siseó entre dientes y rabia contenida. El hombre abrió los ojos asustado, se había sorprendido por notar el tirón repentino de James- Habla-le ordenó soltándolo de un movimiento seco haciendo que cayera de bruces en el suelo-Yo..y..yo-le temblaban las manos- No eres mi ayuda de cámara, ni eres la ayudante de cámara de la señora- atajó mirando a Rania para cerciorarse que estaba bien. No tenía marcas, tan solo había sido sorprendida por aquel asaltante. James se giró hacia el hombre asustado y tembloroso- Vete de aquí, hablaré más tarde contigo en mi despacho. Pero serás castigado- le indicó dándole la espalda y saltando a la pila para abrazar por detrás a Rania. Aun estaba ligeramente vestido, pero lo hizo para protegerla y que no se sintiera vulnerable ni desnuda. Cuando el olor y la presencia de ese malnacido salió corriendo de la estancia, James la giró en el agua para que mirara a sus ojos- Te pido mil disculpas por la ineptitud de ese impresentable- le dijo pasando los pulgares por sus mejillas, aún notando su cuerpo tembloroso-¿Estás bien?- le preguntó dejando que sus manos resbalaran por sus hombros mojados hasta traerla contra su pecho- Por la tarde lo haré llamar a mi despacho, después reuniré a todo el servicio para comunicarles que vas a estar en casa. Estarás presente y decidirás conmigo el castigo para aquel hombre- le ofreció para que ella misma impartiera justicia- Ningún hombre debe verte desnuda si no soy yo- volvió a abrazarla contra su pecho, como si en la sombra un demonio abrazara y guardara con mimo aquel manjar exquisito. Como si la raptara para siempre en su oscuridad - Pequeña no podría perdonarme a mi, ni a nadie que te sucediera algo malo- le dijo arrepentido por su servicio, haciéndose responsable de la situación.
En cualquier otra situación le habría desmembrado en mitad de la estancia. Se había dado un baño con la sangre de su cuerpo en la tila y habría bebido de ella. El demonio no permitía errores, ni los tenía. Pero ahí estaba, más pendiente de proteger "su vida", que de castigar la de otro. ¿tanto había cambiado? Rania había doblegado su naturaleza demoníaca. El humor visceral y el sadismo se habían rebajado a límites casi insospechados y tan solo el demonio podía centrarse en ella. Tanto la quería, tanto...
La miró a los ojos una vez más descansando en ellos y la gratificante sensación de ver que no estaba herida, tenía que hacer que se sintiera segura y poco vulnerable con él. Pero el hecho de que estuviera desnuda en un lugar íntimo sabía que haría mella en ella, con lo que costaba que se abriera en ese aspecto. Volvió a maldecir a aquel individuo que seguramente, se llevaría muchos latigazos, muchos. Y después lo mandaría al establo o al jardín para que trabajara sin mirar a la señora ni al señor de la casa.
El demonio había mancillado aquel cuerpo, el demonio había dejado su marca y sonrió abiertamente en su interior. Se sentía orgulloso y con ganas de repetirlo otra vez, se puso el calzón notando como la excitación se al igual que el escalofrío de su columna. Pero ese sentimiento tan electrizante no desapareció sino que fue sustituido por uno de preocupación al escuchar a Rania gritar. El amo y señor de ese castillo descubrió que su reina había gritado, con miedo. Algo le había asustado y el gesto de James era implacable ante la situación de que algo o alguien se acercara, asustara o dañara a su vida. Con rapidez accedió a la cámara donde estaba la pila del baño, descubrió a Rania metida en el agua y la figura de un hombre contemplándola. Impasible James se acercó hasta él y con un rugido le cogió del cuello con un solo brazo, elevándolo del suelo- ¿Qué crees que estás haciendo?- siseó entre dientes y rabia contenida. El hombre abrió los ojos asustado, se había sorprendido por notar el tirón repentino de James- Habla-le ordenó soltándolo de un movimiento seco haciendo que cayera de bruces en el suelo-Yo..y..yo-le temblaban las manos- No eres mi ayuda de cámara, ni eres la ayudante de cámara de la señora- atajó mirando a Rania para cerciorarse que estaba bien. No tenía marcas, tan solo había sido sorprendida por aquel asaltante. James se giró hacia el hombre asustado y tembloroso- Vete de aquí, hablaré más tarde contigo en mi despacho. Pero serás castigado- le indicó dándole la espalda y saltando a la pila para abrazar por detrás a Rania. Aun estaba ligeramente vestido, pero lo hizo para protegerla y que no se sintiera vulnerable ni desnuda. Cuando el olor y la presencia de ese malnacido salió corriendo de la estancia, James la giró en el agua para que mirara a sus ojos- Te pido mil disculpas por la ineptitud de ese impresentable- le dijo pasando los pulgares por sus mejillas, aún notando su cuerpo tembloroso-¿Estás bien?- le preguntó dejando que sus manos resbalaran por sus hombros mojados hasta traerla contra su pecho- Por la tarde lo haré llamar a mi despacho, después reuniré a todo el servicio para comunicarles que vas a estar en casa. Estarás presente y decidirás conmigo el castigo para aquel hombre- le ofreció para que ella misma impartiera justicia- Ningún hombre debe verte desnuda si no soy yo- volvió a abrazarla contra su pecho, como si en la sombra un demonio abrazara y guardara con mimo aquel manjar exquisito. Como si la raptara para siempre en su oscuridad - Pequeña no podría perdonarme a mi, ni a nadie que te sucediera algo malo- le dijo arrepentido por su servicio, haciéndose responsable de la situación.
En cualquier otra situación le habría desmembrado en mitad de la estancia. Se había dado un baño con la sangre de su cuerpo en la tila y habría bebido de ella. El demonio no permitía errores, ni los tenía. Pero ahí estaba, más pendiente de proteger "su vida", que de castigar la de otro. ¿tanto había cambiado? Rania había doblegado su naturaleza demoníaca. El humor visceral y el sadismo se habían rebajado a límites casi insospechados y tan solo el demonio podía centrarse en ella. Tanto la quería, tanto...
La miró a los ojos una vez más descansando en ellos y la gratificante sensación de ver que no estaba herida, tenía que hacer que se sintiera segura y poco vulnerable con él. Pero el hecho de que estuviera desnuda en un lugar íntimo sabía que haría mella en ella, con lo que costaba que se abriera en ese aspecto. Volvió a maldecir a aquel individuo que seguramente, se llevaría muchos latigazos, muchos. Y después lo mandaría al establo o al jardín para que trabajara sin mirar a la señora ni al señor de la casa.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Cuando creyó escuchar la voz de James en el cuarto de baño, se atrevió a sacar la cabeza del agua entreabriendo los ojos y observando la escena mientras recuperaba el aliento. El pobre hombre parecía llevar toallas y se habría despistado al no dejarlas en la puerta como debía. La expresión de James y su tono de voz, en cambio, no denotaban comprensión alguna. Era extremadamente celoso con Rania y esto se estaba haciendo palpable con el trato que dispensaba al sirviente que había errado en su tarea. Rania se había llevado un susto de muerte al verse asaltada por un hombre que no era su marido, pero estaba segura de que el intruso estaría ahora temblando mucho más que ella misma. Agradeció el contacto de James, descansando la mirada en sus ojos y esbozando una apenas notable sonrisa que buscaba tranquilizar al vampiro. - Estoy bien... No creo que haya sido más que una confusión - dijo con suavidad dejando que la meciera contra su pecho, - sólo asegúrate de que no se repita, no quiero que se me pare el corazón de un susto - pidió. No creía necesario un castigo, aunque seguramente James impondría el que considerara justo para dicha afrenta. Bastante había hecho al ofrecer a Rania decidirlo juntos.
Tiró de James para que se metiera por completo en la tina y poder recostarse sobre su pecho, en ese momento poco la importaba estar desnuda. Hacía unas horas la había poseído y marcado para siempre como suya, por lo que un baño no tenía para Rania la misma importancia que la primera vez que se dieron uno. Poco a poco iría superando sus miedos y sus vergüenzas, se lo había prometido a sí misma y al James al darle el sí quiero. Él estaba demostrando que podía cambiar por ella, que lo había hecho para conseguir su confianza y su amor; por lo que era el momento de que ella diera lo mejor de sí misma en ese tema que tanto pudor la daba.
Notaba el cuerpo del vampiro aún tenso, - olvida el incidente, al menos por el momento - pidió girando el cuerpo para quedar frente a James y echar agua por sus hombros con una esponja de telas entrelazadas. Necesitaba que su marido centrara la atención en lo que estaban viviendo, en ese preciso momento y no la concentrara en el odio y la rabia que sentía por el sirviente. La espuma haciá su trabajo, impidiendo ver lo que había por debajo del nivel del agua. Tan sólo el pecho de ambos estaba expuesto y Rania no pudo dejar de notar la mirada de James sobre sus senos, se removió retirando la mirada hacia un lado pero sin detener su quehacer, asegurándose de que el cuerpo ajeno estuviera siempre bien mojado. Por lo menos esta actividad había causado el efecto deseado y tenía a su marido a su entera disposición, - siento que se estropearan las sábanas, comparé unas nuevas - la mancha de sangre podría ser para él una ofrenda de pureza pero Rania no quería verla más. Guardarla no era una opción y si se lavaba quedaría una marca horrible, por lo que se la ocurrió una idea - unas que tengan nuestras iniciales bordadas, así representarán nuestra unión - sugirió, era una especia de cambio de unas por las otras.
Cuando el agua comenzó a quedarse demasiado fría para aguantar más en ella, decidió poner fin al baño. Con elegancia y cierta vergüenza, una vez mas, por exponer su cuerpo al completo ante James, salió de la tina. La visita del sirviente al menos había traído algo bueno y es que tenían un montón de toallas apiladas en una de las mesas del baño, con rapidez tomó una y envolvió su cuerpo en ellas. Al ver a James de pie en el interior de la tina abrió la toalla sin pensarlo, ofreciéndole cobijo junto a ella. sonrió al ver la rapidez con la que el vampiro se apegó a su cuerpo, cerrando entonces la toalla en torno a ambos. La altura de James era perfecta, siempre tenía el pecho de este a su disposición para apoyar la mejilla contra él mientras sus brazos rodeaban su cintura. Era su escultura de mármol persona y lo adoraba. Enamorada y tranquila alzó la mirada hacia él - Es la primera mañana que me despierto siendo tu mujer - susurró antes de ponerse de puntillas para entretenerse sobre los labios ajenos, podría ser uno de sus pasatiempos favoritos. Al principio siempre eran suaves y lentos, ambos se recreaban en despertar el deseo del otro con movimientos sutiles. Esta parte siempre arrancaba algún que otro suspiro de Rania. Pero si el contacto no se cortaba a tiempo, los besos crecían en intensidad, añadiendo al juego la lengua de ambos. Esa despiadada lengua de James que torturaba y achantaba la propia en guerras que se alargaban hasta que el vampiro lograba arrancar gemidos de su mujer, en ese momento el demonio cobraba vida y nada podía salvarla. Sólo la rendición ante él.
Tiró de James para que se metiera por completo en la tina y poder recostarse sobre su pecho, en ese momento poco la importaba estar desnuda. Hacía unas horas la había poseído y marcado para siempre como suya, por lo que un baño no tenía para Rania la misma importancia que la primera vez que se dieron uno. Poco a poco iría superando sus miedos y sus vergüenzas, se lo había prometido a sí misma y al James al darle el sí quiero. Él estaba demostrando que podía cambiar por ella, que lo había hecho para conseguir su confianza y su amor; por lo que era el momento de que ella diera lo mejor de sí misma en ese tema que tanto pudor la daba.
Notaba el cuerpo del vampiro aún tenso, - olvida el incidente, al menos por el momento - pidió girando el cuerpo para quedar frente a James y echar agua por sus hombros con una esponja de telas entrelazadas. Necesitaba que su marido centrara la atención en lo que estaban viviendo, en ese preciso momento y no la concentrara en el odio y la rabia que sentía por el sirviente. La espuma haciá su trabajo, impidiendo ver lo que había por debajo del nivel del agua. Tan sólo el pecho de ambos estaba expuesto y Rania no pudo dejar de notar la mirada de James sobre sus senos, se removió retirando la mirada hacia un lado pero sin detener su quehacer, asegurándose de que el cuerpo ajeno estuviera siempre bien mojado. Por lo menos esta actividad había causado el efecto deseado y tenía a su marido a su entera disposición, - siento que se estropearan las sábanas, comparé unas nuevas - la mancha de sangre podría ser para él una ofrenda de pureza pero Rania no quería verla más. Guardarla no era una opción y si se lavaba quedaría una marca horrible, por lo que se la ocurrió una idea - unas que tengan nuestras iniciales bordadas, así representarán nuestra unión - sugirió, era una especia de cambio de unas por las otras.
Cuando el agua comenzó a quedarse demasiado fría para aguantar más en ella, decidió poner fin al baño. Con elegancia y cierta vergüenza, una vez mas, por exponer su cuerpo al completo ante James, salió de la tina. La visita del sirviente al menos había traído algo bueno y es que tenían un montón de toallas apiladas en una de las mesas del baño, con rapidez tomó una y envolvió su cuerpo en ellas. Al ver a James de pie en el interior de la tina abrió la toalla sin pensarlo, ofreciéndole cobijo junto a ella. sonrió al ver la rapidez con la que el vampiro se apegó a su cuerpo, cerrando entonces la toalla en torno a ambos. La altura de James era perfecta, siempre tenía el pecho de este a su disposición para apoyar la mejilla contra él mientras sus brazos rodeaban su cintura. Era su escultura de mármol persona y lo adoraba. Enamorada y tranquila alzó la mirada hacia él - Es la primera mañana que me despierto siendo tu mujer - susurró antes de ponerse de puntillas para entretenerse sobre los labios ajenos, podría ser uno de sus pasatiempos favoritos. Al principio siempre eran suaves y lentos, ambos se recreaban en despertar el deseo del otro con movimientos sutiles. Esta parte siempre arrancaba algún que otro suspiro de Rania. Pero si el contacto no se cortaba a tiempo, los besos crecían en intensidad, añadiendo al juego la lengua de ambos. Esa despiadada lengua de James que torturaba y achantaba la propia en guerras que se alargaban hasta que el vampiro lograba arrancar gemidos de su mujer, en ese momento el demonio cobraba vida y nada podía salvarla. Sólo la rendición ante él.
Rania de Valois1- Realeza Inglesa
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Era entrada la noche, y habían pasado dos días enteros metidos en la casa, sin apenas contacto con el exterior y explorando el uno con el otro. Sobre todo Rania, que al ser primeriza en los derechos carnales del matrimonio, se aventuró en el cuerpo de James cuando este no podía haber deseado nada más.
Su cuerpo dormía tranquilo en la cama, su melena larga y suelta se extendía salvaje sobre la almohada mullida, y sus manos descansaban a cada lado d su rostro que estaba inclinado hacia un lado. James suspiró y en silencio abandonó la habitación para ir en dirección a su estudio y vestirse, pero antes, cogió la estilográfica y con una grácil bonita letra le dejó a Rania una nota:
Y dejó a un lado de la cama la nota en papel de bohemia y una rosa blanca que habían cortado los criados del jardín. Cierto era que llevaba casi tres días completos sin probar bocado si contamos la noche de la boda, demasiado para él y por ritual siempre en la tercera noche iba en busca de sangre fresca. Antaño, si su compañera hubiera sido Milenka, no habría reparado mucho en la elección, cualquier mujer altiva de alta sociedad era un buen bocado, pero desde que Rania apareció en su vida, tuvo que tomar la decisión de cambiar para hacerle la vida un poco más fácil y por eso, le preometió a su mujer que no asesinaría a nadie, por placer, ni gula.
Así que montó en Babieca, un caballo castaño que le había regalado algún barón inglés, que no recordaba, y se dirigió hacia la ciudad, pero por la entrada norte, donde estaban los suburbios y la zona industrial. Allí siempre había alguien en las puertas de la muerte, y James a veces ponía fin al sufrimiento de aquellos desdichados, agilizando el proceso. Pero esa noche fue diferente. Los llantos de un bebé hicieron que detuviera al corcel en la zona portuaria, la luz de una vela se ajetreaba ligeramente en el resplandor que tatuaba en la pared. Las ventanas de madera que estaban abiertas chocaban por el viento y hacían que el silencio se rompiera entre silbidos de brisa otoñal y los llantos del bebé que lloraba. James detuvo su caballo y bajó con un salto, sus botas de piel amortiguaron y repelieron el agua que salpicó cuando bajó de él y se colocó el largo abrigo típico de la época mientras se aventuraba hasta el interior de la estancia, siempre de forma sigilosa y sin llamar la atención de nadie.
La estampa era desoladora, en todas partes el papel que cubría la pared estaba hecha jirones, olía a humedad y la madera estaba reblandecida por la carcoma y la polilla. James miró con estupor aquel hogar en el que alguien habitaba en silencio. Posó la mano en las escaleras que subían al segundo piso y notó la fina tela de polvo que se depositó ahí indefinidamente, sin que nadie se atreviera a moverlo. Justo en ese momento se vio sobre saltado por el llanto y berreo del bebé nuevamente y subió las escaleras con lentitud. Incluso su agilidad sobrehumana no le sirvió para que las baldosas de madera de las escaleras no chirriaran. Cuando empujó con lentitud la puerta que daba a la habitación levemente iluminada se encontró con el purgatorio por lo menos. En un colchón mugriento había una mujer despatarrada, con las piernas abiertas y un gran charco de sangre a su alrededor. Un olor más que se incrustó en la nariz del vampiro. El bebé estaba envuelto en una manta verde mugrosa de lana en la que se zarandaba, y a su lado había un hombre con grandes patillas que lo contemplaba llorar mientras balbuceaba con un cuchillo apuntando hacia la criatura. Cuando levantó la mirada se encontró con la de James – La he matado yo…- se lanzó a los pies de James desconsolado- No teníamos dinero para un médico…-volvió a decir apretando con sus manos sucias la ropa del vampiro y el llanto del bebé no dejó de cesar. James permaneció inmutable- Iba a morir de todas formas…-se justificó esta vez el hombre entre llantos- ¡Ayúdeme!- le ofreció pero James se percató desde el hombre estaba borracho, había asistido a una mujer él solo y había dado a luz un niño que no podría mantener- No puedo…-y su frase se vio cortada cuando con un rugido James se lanzó al cuello del hombre con rabia. Lanzó los dientes a su clavícula, incluso clavándolos en su hueso y lo dejó seco. Desangrándose en el suelo. Después cogió el cuchillo con el que pretendía matar al bebé y se lo clavó en el cuello, notando las trabas de este por estar mal afilado y los tendones del hombre. Así taparía el rastro del vampiro y cogió al niño en la manta dispuesto a marcharse.
Cogió la vela que aún tenía mecha y el pequeño farol de oleo que colgaba en la puerta, lo lanzó todo y dejó que la llama devorara la madera putrefacta. Se montó en el caballo y con el bebé en brazos abandonó la calle corriendo hacia su mansión.
No podía creérselo, no sabía que diría Rania al respecto, pero desde que se casó con ella, por primera vez tomó la decisión de cambiar. En otros años le hubiera dado lo mismo, pero no podía dejar a esa criatura huérfana y recién nacida. Algo que el quería y necesitaba como cabeza de familia y que por su condición no podía hacer de forma natural con Rania.
Cuando dejó el caballo de forma rápida se quedó en la habitación en silencio y descubrió el cuerpo desnudo del bebé, siendo un niño sano. Tendrían que dar cuentas a las autoridades, pero pensó que diría que lo encontró a orillas del lago. Abandonado. Lo cual era algo muy común en la época. Y puesto que Rania trabajaba en el orfanato no pasaría nada. Cuando estando ensimismado delante del cuerpo desnudo de aquel bebé la ama de llaves se precipitó en la estancia se llevó la mano al pecho- Santo Dios- dijo incrédula y James se giró hacia ella con mirada asustada y perdida- Despierta a la señora- le ordenó sin saber que hacer realmente.
Su cuerpo dormía tranquilo en la cama, su melena larga y suelta se extendía salvaje sobre la almohada mullida, y sus manos descansaban a cada lado d su rostro que estaba inclinado hacia un lado. James suspiró y en silencio abandonó la habitación para ir en dirección a su estudio y vestirse, pero antes, cogió la estilográfica y con una grácil bonita letra le dejó a Rania una nota:
“He salido a por la cena, espero volver antes de que te despiertes. Te quiere.
J. Ruthven”
J. Ruthven”
Y dejó a un lado de la cama la nota en papel de bohemia y una rosa blanca que habían cortado los criados del jardín. Cierto era que llevaba casi tres días completos sin probar bocado si contamos la noche de la boda, demasiado para él y por ritual siempre en la tercera noche iba en busca de sangre fresca. Antaño, si su compañera hubiera sido Milenka, no habría reparado mucho en la elección, cualquier mujer altiva de alta sociedad era un buen bocado, pero desde que Rania apareció en su vida, tuvo que tomar la decisión de cambiar para hacerle la vida un poco más fácil y por eso, le preometió a su mujer que no asesinaría a nadie, por placer, ni gula.
Así que montó en Babieca, un caballo castaño que le había regalado algún barón inglés, que no recordaba, y se dirigió hacia la ciudad, pero por la entrada norte, donde estaban los suburbios y la zona industrial. Allí siempre había alguien en las puertas de la muerte, y James a veces ponía fin al sufrimiento de aquellos desdichados, agilizando el proceso. Pero esa noche fue diferente. Los llantos de un bebé hicieron que detuviera al corcel en la zona portuaria, la luz de una vela se ajetreaba ligeramente en el resplandor que tatuaba en la pared. Las ventanas de madera que estaban abiertas chocaban por el viento y hacían que el silencio se rompiera entre silbidos de brisa otoñal y los llantos del bebé que lloraba. James detuvo su caballo y bajó con un salto, sus botas de piel amortiguaron y repelieron el agua que salpicó cuando bajó de él y se colocó el largo abrigo típico de la época mientras se aventuraba hasta el interior de la estancia, siempre de forma sigilosa y sin llamar la atención de nadie.
La estampa era desoladora, en todas partes el papel que cubría la pared estaba hecha jirones, olía a humedad y la madera estaba reblandecida por la carcoma y la polilla. James miró con estupor aquel hogar en el que alguien habitaba en silencio. Posó la mano en las escaleras que subían al segundo piso y notó la fina tela de polvo que se depositó ahí indefinidamente, sin que nadie se atreviera a moverlo. Justo en ese momento se vio sobre saltado por el llanto y berreo del bebé nuevamente y subió las escaleras con lentitud. Incluso su agilidad sobrehumana no le sirvió para que las baldosas de madera de las escaleras no chirriaran. Cuando empujó con lentitud la puerta que daba a la habitación levemente iluminada se encontró con el purgatorio por lo menos. En un colchón mugriento había una mujer despatarrada, con las piernas abiertas y un gran charco de sangre a su alrededor. Un olor más que se incrustó en la nariz del vampiro. El bebé estaba envuelto en una manta verde mugrosa de lana en la que se zarandaba, y a su lado había un hombre con grandes patillas que lo contemplaba llorar mientras balbuceaba con un cuchillo apuntando hacia la criatura. Cuando levantó la mirada se encontró con la de James – La he matado yo…- se lanzó a los pies de James desconsolado- No teníamos dinero para un médico…-volvió a decir apretando con sus manos sucias la ropa del vampiro y el llanto del bebé no dejó de cesar. James permaneció inmutable- Iba a morir de todas formas…-se justificó esta vez el hombre entre llantos- ¡Ayúdeme!- le ofreció pero James se percató desde el hombre estaba borracho, había asistido a una mujer él solo y había dado a luz un niño que no podría mantener- No puedo…-y su frase se vio cortada cuando con un rugido James se lanzó al cuello del hombre con rabia. Lanzó los dientes a su clavícula, incluso clavándolos en su hueso y lo dejó seco. Desangrándose en el suelo. Después cogió el cuchillo con el que pretendía matar al bebé y se lo clavó en el cuello, notando las trabas de este por estar mal afilado y los tendones del hombre. Así taparía el rastro del vampiro y cogió al niño en la manta dispuesto a marcharse.
Cogió la vela que aún tenía mecha y el pequeño farol de oleo que colgaba en la puerta, lo lanzó todo y dejó que la llama devorara la madera putrefacta. Se montó en el caballo y con el bebé en brazos abandonó la calle corriendo hacia su mansión.
No podía creérselo, no sabía que diría Rania al respecto, pero desde que se casó con ella, por primera vez tomó la decisión de cambiar. En otros años le hubiera dado lo mismo, pero no podía dejar a esa criatura huérfana y recién nacida. Algo que el quería y necesitaba como cabeza de familia y que por su condición no podía hacer de forma natural con Rania.
Cuando dejó el caballo de forma rápida se quedó en la habitación en silencio y descubrió el cuerpo desnudo del bebé, siendo un niño sano. Tendrían que dar cuentas a las autoridades, pero pensó que diría que lo encontró a orillas del lago. Abandonado. Lo cual era algo muy común en la época. Y puesto que Rania trabajaba en el orfanato no pasaría nada. Cuando estando ensimismado delante del cuerpo desnudo de aquel bebé la ama de llaves se precipitó en la estancia se llevó la mano al pecho- Santo Dios- dijo incrédula y James se giró hacia ella con mirada asustada y perdida- Despierta a la señora- le ordenó sin saber que hacer realmente.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Los días pasaban y Rania no podía ser más feliz. Vivir con James era como un sueño hecho realidad, todo lo que siempre había querido conseguir en un hombre estaba ante ella cada mañana. Las atenciones por su parte no cesaban y se sentía querida, valorada, arropada y protegida por él. En el momento en que lo conoció no hubiera podido saber que acabaría siendo su mujer y mucho menos el grado de unión que compartirían. En cuanto al plano sexual, el vampiro, hacía lo posible por instruirla y conseguir que se relajara, y esta empezaba a disfrutar esos encuentros cada vez más. James lograba generar oleadas de placer en su cuerpo y ella encontraba cada vez más orgullosa la tareas de hacer lo propio por y para él. Algo esa noche la había despertado, supuso -al no ver a James a su lado- que habría sido su marido al salir de la casa. Las escapadas nocturnas para otras muchas mujeres significarían infidelidades, pero para Rania era más sencillo, James tenía que alimentarse. Esa era la parte que menos le gustaba de su naturaleza vampírica pero no se atrevería siquiera a sugerir que dejara de hacerlo.
Tras pestañear varias veces y conseguir enfocar el papel que tenía a su lado, leyó la nota y con una sonrisa volvió a acomodarse en la cama y quedarse dormida. Era detallista hasta en las cosas más nimias y que los demás pasarían por alto. James sabía que, a pesar de ser consciente de sus salidas nocturnas, si no le veía junto a ella en la cama se preocuparía. Por lo que esa nota era una prueba de amor más del vampiro.
La voz del ama de llaves la sobresaltó en la cama, haciendo que se llevara la mano al pecho, - ¿qué ocurre? - fue entonces cuando una idea cruzó su mente, no había otro motivo posible salvo que algo le había ocurrido a su marido. Aprisa se puso la bata y calzó las zapatillas para bajar corriendo las escaleras principales siguiendo a la mujer que no hacía más que santiguarse y balbucear cosas incoherentes.
Cuando llegó al salón y encontró la figura estática de James un suspiro vació sus pulmones, estaba a punto de echarse a llorar del miedo que había pasado, pero algo llamó su atención. Entre sus brazos sostenía el cuerpo de un bebé que no parecía tener más que unos días. La boca abierta fue la única expresión que denotó una reacción en la cara de Rania. Los pasos hacia el vampiro llevaron el cuerpo de la castaña hasta su marido el bebé que sujetaba. - ¿Por qué tienes un bebé? - era incapaz de imaginarse a qué se debía semejante situación pero algo había debido pasar para que James fuera a casa con él. Por inercia recogió al indefenso bebé, era tan pequeño que aún ni abría los ojos. - Virgen santa... - susurró aterrada por lo débil que parecía. - Consiga a una matrona y una cuna. Y que alguien me traiga toallas y mantas limpias - pidió al ama de llaves que salió de allí tan aprisa como la había guiado momentos antes.
No tenía tiempo para escuchar la respuesta de James ya que parecía demasiado bloqueado como para reaccionar. Tendrían tiempo de sobra cuando acabara de atender al bebé. Una vez recibió las toallas y mantas se puso manos a la obra. La matrona y la cuna tardarían más, ya que el ama de llaves tendría que ir al centro y buscarse la vida a esas horas de la noche para conseguir ambas cosas, pero sabía que no volvería sin lo que había solicitado. Una vez en el baño principal, usó el lavabo para dejar al bebé en el agua tibia logrando que este se relajara inmediatamente. La presencia de James tras ella no ayudaba pero sabía que estaba tan tenso que era lo único que podía hacer, seguirla. Acomodó al bebé en un brazo, manteniendo su cabeza a flote mientras con la mano libre enjabonaba su cuerpecito sucio y diminuto. Cuando hubo acabado secó bien su cuerpo y cubrió la debida parte su anatomía con un paño limpio. La manta recibió el cuerpo del bebé y Rania se dedicó a mecerlo junto a su pecho. - James tengo que saber que ha pasado, trabajo en el orfanato. Tengo que dar parte de algo así... - insistió ahora que ambos estaban sentados en la cama de la habitaicón principal esperando a que llegara el ama de llaves acompañada y con la cuna.
Tras pestañear varias veces y conseguir enfocar el papel que tenía a su lado, leyó la nota y con una sonrisa volvió a acomodarse en la cama y quedarse dormida. Era detallista hasta en las cosas más nimias y que los demás pasarían por alto. James sabía que, a pesar de ser consciente de sus salidas nocturnas, si no le veía junto a ella en la cama se preocuparía. Por lo que esa nota era una prueba de amor más del vampiro.
La voz del ama de llaves la sobresaltó en la cama, haciendo que se llevara la mano al pecho, - ¿qué ocurre? - fue entonces cuando una idea cruzó su mente, no había otro motivo posible salvo que algo le había ocurrido a su marido. Aprisa se puso la bata y calzó las zapatillas para bajar corriendo las escaleras principales siguiendo a la mujer que no hacía más que santiguarse y balbucear cosas incoherentes.
Cuando llegó al salón y encontró la figura estática de James un suspiro vació sus pulmones, estaba a punto de echarse a llorar del miedo que había pasado, pero algo llamó su atención. Entre sus brazos sostenía el cuerpo de un bebé que no parecía tener más que unos días. La boca abierta fue la única expresión que denotó una reacción en la cara de Rania. Los pasos hacia el vampiro llevaron el cuerpo de la castaña hasta su marido el bebé que sujetaba. - ¿Por qué tienes un bebé? - era incapaz de imaginarse a qué se debía semejante situación pero algo había debido pasar para que James fuera a casa con él. Por inercia recogió al indefenso bebé, era tan pequeño que aún ni abría los ojos. - Virgen santa... - susurró aterrada por lo débil que parecía. - Consiga a una matrona y una cuna. Y que alguien me traiga toallas y mantas limpias - pidió al ama de llaves que salió de allí tan aprisa como la había guiado momentos antes.
No tenía tiempo para escuchar la respuesta de James ya que parecía demasiado bloqueado como para reaccionar. Tendrían tiempo de sobra cuando acabara de atender al bebé. Una vez recibió las toallas y mantas se puso manos a la obra. La matrona y la cuna tardarían más, ya que el ama de llaves tendría que ir al centro y buscarse la vida a esas horas de la noche para conseguir ambas cosas, pero sabía que no volvería sin lo que había solicitado. Una vez en el baño principal, usó el lavabo para dejar al bebé en el agua tibia logrando que este se relajara inmediatamente. La presencia de James tras ella no ayudaba pero sabía que estaba tan tenso que era lo único que podía hacer, seguirla. Acomodó al bebé en un brazo, manteniendo su cabeza a flote mientras con la mano libre enjabonaba su cuerpecito sucio y diminuto. Cuando hubo acabado secó bien su cuerpo y cubrió la debida parte su anatomía con un paño limpio. La manta recibió el cuerpo del bebé y Rania se dedicó a mecerlo junto a su pecho. - James tengo que saber que ha pasado, trabajo en el orfanato. Tengo que dar parte de algo así... - insistió ahora que ambos estaban sentados en la cama de la habitaicón principal esperando a que llegara el ama de llaves acompañada y con la cuna.
Rania de Valois1- Realeza Inglesa
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Las hojas de los árboles bailaban con la brisa veraniega que llegaba a su fin. Esa noche el campanario de la iglesia soltó un requiem precoz sobre el alma de la madre de aquel pobre niño. James cerró los ojos consternado por el olor de la sangre que se quedó incrustado en sus fosas nasales, incapaz de mantener la serenidad y la calma de su ser.
El demonio se había despertado esa noche, se había saciado con aquel hombre que balbuceaba más perdido que él mismo en esa noche. Sintió la sonrisa siniestra de lucifer en su interior, con sus afilados dedos recorriendo su espalda y sólo la calma de la voz de Rania le hizo despertar. Se giró hacia ella clavando su mirada con arrepentimiento, miedo y sadismo encubierto. Pero él mismo comprendió que sus acciones eran contradictorias, como alguien sádico y tan malvado había matado a aquel hombre dejándolo entre las llamas del infierno que él mismo había provocado y había salvado a ese ser tan vulnerable y pequeño. Rania volvió a volver su atención hasta James y fue esta vez cuando empezó a hablar con su mujer- Fui a los barrios marginales, Rania- su voz era taciturna, seca pero profunda y calmada- Escuché los llantos del niño y cuando entré en aquella casa infernal....- se llevó las manos a la cara- Tenías que haberlo visto, solo con posar tu mirada las escaleras carcomidas parecían ceder al peso de sus pies. Olía a sangre, alcohol y muerte-hizo una pausa y volvió su mirada hacia el niño que ahora se relajaba en brazos de Rania-El hombre no tenía dinero para pedir que un médico apoyase el parto, me pidió ayuda, pero entre lágrimas y alcohol tomó la decisión- se pasó la mano por el pelo que siempre estaba colocado, despinándose y sintiendo la ansiedad en el recorrido- La mató a ella y le iba a matar a él- dijo con sequedad- Así que ante tal homicidio decidí que el niño no tenía culpa alguna y que...no se merecía en absoluto eso- no había miedo esta vez, sino determinación en la explicación de por qué tomo la decisión de cogerle- El farol con aceite estaba en el suelo y yo llevaba un vela, que estaba ahí abajo. Entre la sed y la estampa no pude tomar otra decisión, Rania. Iban a morir todos, sin necesidad. Y ese niño quizás mereciera una segunda oportunidad. Acabé con su padre, por clemencia. Y decidí traerlo aquí- dijo simplemente- De haberlo dejado habría muerto, acaba de nacer- se mordió el labio intentado no pensar en la sangre de un bebé, algo que décadas antes había hecho con su compañera Milenka.
El demonio se frotaba las manos y se relamía, en su corazón y su cabeza. Pero James, se había impuesto y lo había traído hasta casa, porque sabía que su mujer trabajaba con niños que tenían dificultades, pero también porque él no podía darle un familia a Rania - No sé que hacer Rania, no podía dejarlo morir allí- mantuvo la distancia- Hace años no hubiera dudados y he de confesarte que me ha resultado difícil no equivocarme. Pero he pensado en ti- le dijo ahora con sus ojos perdidos en el rostro de Rania, como si se trata de un bálsamo en sus heridas- He intentado hacer lo correcto- volvió a resumir- Nosotros podríamos ofrecerle un hogar, algo mejor que el orfanato. Se que no es lo que quieres, no es lo que necesitas, ni lo que esperabas en la vida... pero estoy seguro de que él tampoco- concluyó y ahora se sentó en el suelo, con el rostro hundido en las manos sintiéndose desdichado porque primera vez en su vida, se sentía inseguro.
Tenía todo lo que el dinero y el tiempo podían darle, pero en el pasado sacrificó lo único que quería Rania. Y esa era la cruz que James siempre debía llevar encima, en sus espaldas. Aquel estigma malsano que le consumía por dentro. No podía ser padre, no podía dejar embarazada a su mujer. El mayor placer que tenía Rania. Pero esta oportunidad les ofrecía a ambos una solución alternativa para apaciguar sus deseos y el dolor de James.
El demonio se había despertado esa noche, se había saciado con aquel hombre que balbuceaba más perdido que él mismo en esa noche. Sintió la sonrisa siniestra de lucifer en su interior, con sus afilados dedos recorriendo su espalda y sólo la calma de la voz de Rania le hizo despertar. Se giró hacia ella clavando su mirada con arrepentimiento, miedo y sadismo encubierto. Pero él mismo comprendió que sus acciones eran contradictorias, como alguien sádico y tan malvado había matado a aquel hombre dejándolo entre las llamas del infierno que él mismo había provocado y había salvado a ese ser tan vulnerable y pequeño. Rania volvió a volver su atención hasta James y fue esta vez cuando empezó a hablar con su mujer- Fui a los barrios marginales, Rania- su voz era taciturna, seca pero profunda y calmada- Escuché los llantos del niño y cuando entré en aquella casa infernal....- se llevó las manos a la cara- Tenías que haberlo visto, solo con posar tu mirada las escaleras carcomidas parecían ceder al peso de sus pies. Olía a sangre, alcohol y muerte-hizo una pausa y volvió su mirada hacia el niño que ahora se relajaba en brazos de Rania-El hombre no tenía dinero para pedir que un médico apoyase el parto, me pidió ayuda, pero entre lágrimas y alcohol tomó la decisión- se pasó la mano por el pelo que siempre estaba colocado, despinándose y sintiendo la ansiedad en el recorrido- La mató a ella y le iba a matar a él- dijo con sequedad- Así que ante tal homicidio decidí que el niño no tenía culpa alguna y que...no se merecía en absoluto eso- no había miedo esta vez, sino determinación en la explicación de por qué tomo la decisión de cogerle- El farol con aceite estaba en el suelo y yo llevaba un vela, que estaba ahí abajo. Entre la sed y la estampa no pude tomar otra decisión, Rania. Iban a morir todos, sin necesidad. Y ese niño quizás mereciera una segunda oportunidad. Acabé con su padre, por clemencia. Y decidí traerlo aquí- dijo simplemente- De haberlo dejado habría muerto, acaba de nacer- se mordió el labio intentado no pensar en la sangre de un bebé, algo que décadas antes había hecho con su compañera Milenka.
El demonio se frotaba las manos y se relamía, en su corazón y su cabeza. Pero James, se había impuesto y lo había traído hasta casa, porque sabía que su mujer trabajaba con niños que tenían dificultades, pero también porque él no podía darle un familia a Rania - No sé que hacer Rania, no podía dejarlo morir allí- mantuvo la distancia- Hace años no hubiera dudados y he de confesarte que me ha resultado difícil no equivocarme. Pero he pensado en ti- le dijo ahora con sus ojos perdidos en el rostro de Rania, como si se trata de un bálsamo en sus heridas- He intentado hacer lo correcto- volvió a resumir- Nosotros podríamos ofrecerle un hogar, algo mejor que el orfanato. Se que no es lo que quieres, no es lo que necesitas, ni lo que esperabas en la vida... pero estoy seguro de que él tampoco- concluyó y ahora se sentó en el suelo, con el rostro hundido en las manos sintiéndose desdichado porque primera vez en su vida, se sentía inseguro.
Tenía todo lo que el dinero y el tiempo podían darle, pero en el pasado sacrificó lo único que quería Rania. Y esa era la cruz que James siempre debía llevar encima, en sus espaldas. Aquel estigma malsano que le consumía por dentro. No podía ser padre, no podía dejar embarazada a su mujer. El mayor placer que tenía Rania. Pero esta oportunidad les ofrecía a ambos una solución alternativa para apaciguar sus deseos y el dolor de James.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
No recordaba haber visto a James en tal estado jamás. Era consciente de que su carácter era cambiante cuando llevaba tiempo sin beber sangre pero parecía que su mente no lograra encajar lo que había ocurrido. Temía que por culpa de su deseo de ser madre, el vampiro hubiera actuado sin tener en cuenta la promesa que la hizo. Jamás matar, para Rania, era una acción respetable a no ser que la justicia así lo dictara y parecía que su marido había tomado esa justicia por su mano. La mirada que ahora cubría los orbes ajenos hizo que el cuerpo femenino temblara levemente con el bebé en brazos, no temía a James, sabía que jamás le haría daño a ella o al bebé, pero algo terrible había tenido que pasar para que el hombre de hielo dudara tanto antes de empezar a relatar lo ocurrido.
La historia bien merecía el esfuerzo que James demostraba al contarlo. Si bien ella era conocedora de la más absoluta pobreza existente en París, pues el trabajo que llevaba a cabo en el orfanato le acercaba de lleno a esa condición social, no podía imaginar la escena que su marido había presenciado. Cubrió el cuerpo del pequeño cuando James posó la mirada en él mientras continuaba con la explicación, el instinto de Rania desde hacía años era proteger a los más pequeños y desfavorecidos por lo que el bebé que sujetaba en brazos era merecedor de todo el cariño de la joven recién casada. Aguantó la respiración cuando escuchó como aquel desalmado, aquel diablo había acabado con la vida de la que hasta entonces había sido su mujer. En la mente de alguien tan puro como Rania esa clase de actos no tenían cabida por lo que se apiadó instantáneamente del pequeño y con la garganta adolorida por las ganas de llorar mantuvo el silencio hasta que James acabó la historia de lo ocurrido esa noche.
El tono desesperado de James imploraba el perdón de su mujer y ella era consciente. Con una sonrisa cansada atrajo la cabeza del vampiro y acarició el pelo en la nuca de este mientras besaba su frente y su sien. - No pasa nada, aquí estará mejor - susurró tratando de calmar la desesperación de este. Realmente aquello parecía una oportunidad para ella, para el bebé, para los tres como familia. James había probado a Rania y a sí mismo que podía cambiar, que podía no ser el monstruo sádico que él se había terminando por creer que era. - Te quiero y él lo hará - le sonrió una vez separó la cara de la de James justo cuando el ama de llaves llamaba a la puerta acompañada de la matrona y la cuna. Miró su marido dejando claro que ese bebé ya no se iría de la casa, que su vida acababa de cambiar y no había discusión posible.
- Muchas gracias por la rapidez de ambas. La cuna dejadla junto a mi lado de la cama - indicó caminando junto a las dos mujeres, podía ser dulce y amable pero en cuestión de niños no había cabida para la duda y siempre actuaba con cautela y firmeza. - Madame, usted se instalará en la casa con nosotros hasta que el niño no necesite de sus cuidados. No le faltará de nada y si necesita algo no tiene más que venir a mi. Mi marido, a no ser que no esté yo, no debe ser molestado - las normas eran claras y concisas. James iba a necesitar tiempo para acostumbrarse a ese pequeño nuevo inquilino y recurrir a él con preguntas para las que seguramente no tenía respuesta no era la mejor de las ideas. Una vez acabó de hablar con la matrona, se dirigió al ama de llaves - mañana a primera hora necesitaré el carruaje para ir a comprarle todo lo necesario, me gustaría que venga conmigo - el tono no fue tan firme con ella pues sabía que aquello se salía de sus quehaceres, pero necesitaría a aquella mujer que era casi de la familia para James. Sonrió al recibir la respuesta afirmativa de la mayor y una vez volvió a quedarse a solas con su marido djó al niño en la cuna, ahora totalmente dormido.
- Tendremos que rellenar papeles de adopción - comentó cansada mirando a James, - ¿cómo quieres llamar a tu hijo? - buscó sus labios, necesitaba sentir el contacto de su marido en ese momento.
La historia bien merecía el esfuerzo que James demostraba al contarlo. Si bien ella era conocedora de la más absoluta pobreza existente en París, pues el trabajo que llevaba a cabo en el orfanato le acercaba de lleno a esa condición social, no podía imaginar la escena que su marido había presenciado. Cubrió el cuerpo del pequeño cuando James posó la mirada en él mientras continuaba con la explicación, el instinto de Rania desde hacía años era proteger a los más pequeños y desfavorecidos por lo que el bebé que sujetaba en brazos era merecedor de todo el cariño de la joven recién casada. Aguantó la respiración cuando escuchó como aquel desalmado, aquel diablo había acabado con la vida de la que hasta entonces había sido su mujer. En la mente de alguien tan puro como Rania esa clase de actos no tenían cabida por lo que se apiadó instantáneamente del pequeño y con la garganta adolorida por las ganas de llorar mantuvo el silencio hasta que James acabó la historia de lo ocurrido esa noche.
El tono desesperado de James imploraba el perdón de su mujer y ella era consciente. Con una sonrisa cansada atrajo la cabeza del vampiro y acarició el pelo en la nuca de este mientras besaba su frente y su sien. - No pasa nada, aquí estará mejor - susurró tratando de calmar la desesperación de este. Realmente aquello parecía una oportunidad para ella, para el bebé, para los tres como familia. James había probado a Rania y a sí mismo que podía cambiar, que podía no ser el monstruo sádico que él se había terminando por creer que era. - Te quiero y él lo hará - le sonrió una vez separó la cara de la de James justo cuando el ama de llaves llamaba a la puerta acompañada de la matrona y la cuna. Miró su marido dejando claro que ese bebé ya no se iría de la casa, que su vida acababa de cambiar y no había discusión posible.
- Muchas gracias por la rapidez de ambas. La cuna dejadla junto a mi lado de la cama - indicó caminando junto a las dos mujeres, podía ser dulce y amable pero en cuestión de niños no había cabida para la duda y siempre actuaba con cautela y firmeza. - Madame, usted se instalará en la casa con nosotros hasta que el niño no necesite de sus cuidados. No le faltará de nada y si necesita algo no tiene más que venir a mi. Mi marido, a no ser que no esté yo, no debe ser molestado - las normas eran claras y concisas. James iba a necesitar tiempo para acostumbrarse a ese pequeño nuevo inquilino y recurrir a él con preguntas para las que seguramente no tenía respuesta no era la mejor de las ideas. Una vez acabó de hablar con la matrona, se dirigió al ama de llaves - mañana a primera hora necesitaré el carruaje para ir a comprarle todo lo necesario, me gustaría que venga conmigo - el tono no fue tan firme con ella pues sabía que aquello se salía de sus quehaceres, pero necesitaría a aquella mujer que era casi de la familia para James. Sonrió al recibir la respuesta afirmativa de la mayor y una vez volvió a quedarse a solas con su marido djó al niño en la cuna, ahora totalmente dormido.
- Tendremos que rellenar papeles de adopción - comentó cansada mirando a James, - ¿cómo quieres llamar a tu hijo? - buscó sus labios, necesitaba sentir el contacto de su marido en ese momento.
Rania de Valois1- Realeza Inglesa
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
La diligencia que mostraba Rania estaba clara, desde el primer día que la conoció. En escasos minutos había organizado toda esa casa de locos, en mitad de la madrugada. El servicio hacía recibido órdenes y nuevos turnos, todos se habían despertado para presentarse en el lugar donde el primer mayordomo y la ama de llaves empezaban a preparar las habitaciones de la madrina y del nuevo inquilino de la casa. Y James estaba agradecido, aunque aún perplejo por lo sucedido. El olor de aquel retoño le inundaba las fosas nasales y despertaba en su interior la fiereza de un plato perfecto, tan joven y fresco como el mejor de los vinos, como la mejor de las piezas de carne o incluso como la mejor ambrosía de dioses. Hacia un esfuerzo sobre humano, y nunca mejor dicho, para mantener la compostura, gracias a Odín que había tomado sangre esa noche y que en su interior, el demonio fue encarcelado por el raciocinio de James, el sentido común.
Suspiró al ver que todos habían desaparecido de la estancia, el olor y la temperatura empezaba a descender y la claustrofobia del gentío se disipaba como las nubes en la noche. James se acercó con paso taciturno hasta ponerse al lado de su mujer, si antes la sangre de su cuello era un manjar que lo derretía, ahora era un bálsamo para una herida abierta de par en par. Buscó sus labios cuando ella giró su rostro hacia él tras la pregunta del nombre que le gustaría para el niño. Cuando se separó se quedó pensativo y dio vueltas a muchos nombres. Como miembro de la Aristocracia Escocesa, su hijo debería llamarse como él, James Ruthven II, futuro conde de Escocia, que con su título reunía en su haber todas las tierras y la jurisdicción que como señor le tocaba. Suspiró y dijo con seguridad después de meditarlo – Abel-. No es que hubiera dejado de lado su linaje, pero si que ese nombre le sonó fuerte en sus oídos y recordando la historia que había leído muchas veces en la biblia, por amor al arte, y no por devoción católica, tomó dicha decisión.
Abel era el hermano de Caín, ambos hijos de Adán y Eva. Ambos tuvieron que hacer una ofrenda a Dios, Y Abel le ofreció en sacrificio los mejores animales de su rebaño por devoción, pero Caín le ofreció lo que le parecía correcto, pero su motivo era porque debía hacerlo, no porque quisiera. El elegido fue Abel y Caín muerto de celos, asesinó a su hermano, siendo encontrado por sus padres. Aunque la historia de su futuro hijo no fuera fidedigna, si que tenía algo que ver. Para él, Abel se había ofrecido por devoción, y así fue esa noche. Tan cerca de la muerte y el sacrificio que se presentó como ofrenda, pero esta vez a un demonio. Que logró encontrar en su haber la pizca necesaria de empatía por aquel bebé.
James Abel Ruthven II. La caligrafía de Rania al escribirlo era perfecta, cursiva, fina y elegante, aunque no hacía justicia a su escritora. James vio como la pluma dibujaba esas letras, sin detenerse hasta que él tuvo que firmar junto a ella para reconocerle. Ya era oficial, que su hijo estaba dentro de esa hacienda y nadie sabría lo ocurrido salvo la gente que vivía allí. Una vez hecho cerraron el escritorio y James se acercó hasta Rania para volver a besar sus labios, con infinita devoción- Necesito tu perdón, querida. Para mi esta situación es como un jarro de agua fría. No esperaba que la noche acabara así…-y justo cuando estaba hablando, el sonido de un caballo sobre la gravilla le perforaron el oído tan afinado por años de experiencia. Se detuvo en su conversación y miró a Rania a los ojos con el ceño fruncido- Un caballo…-susurró mientras le indicaba que fuera a vestirse- Bajaré a recibirle, corre- le dijo dejando que fuera al dormitorio para que adecentara. James cogió su chaqué, se lo abotonó y bajó las escaleras en dirección a la entrada principal. En ella se encontró al mayordomo que abrió la puerta dejando pasa a un hombre enfundado con un abrigo azul de oficial de la policía parisina. James sin mostrarse condescendiente se acercó hasta él sin saludo ni hospitalidad- Son horas poco decentes para acercarse a un hogar. Mi mujer duerme, oficial. ¿Qué demonios hace aquí?- se cruzó de brazos intentando fingir incomodidad y sorpresa.
El oficial se le quedó mirando, quizás con algo de arrepentimiento- Lo siento , Monsieur Ruthven, vengo departe del jefe. Se ha incendiado una casa en la corte de los milagros, dicen que ha sido intencionado, algún testigo a dado una descripción. Usted está entre los sospechosos. ¿Podría decirme que hacía esta madrugada?- le preguntó sacando una especie de libreta y un carboncillo presado para escribir. James elevó una ceja y después escuchó los pasos de Rania acercarse a las escaleras principales. Quizás se fiara más de la palabra de una mujer, que de la de él, si es que era sospechoso. Sabía que Rania le encubriría- Estuve aquí, en casa. Cené con mi esposa y subimos al dormitorio. De hecho estábamos juntos cuando ha decidido irrumpir en mi casa- le objetó con voz firme y dura dejando que Rania lo escuchase y pudiera corroborarlo.
Suspiró al ver que todos habían desaparecido de la estancia, el olor y la temperatura empezaba a descender y la claustrofobia del gentío se disipaba como las nubes en la noche. James se acercó con paso taciturno hasta ponerse al lado de su mujer, si antes la sangre de su cuello era un manjar que lo derretía, ahora era un bálsamo para una herida abierta de par en par. Buscó sus labios cuando ella giró su rostro hacia él tras la pregunta del nombre que le gustaría para el niño. Cuando se separó se quedó pensativo y dio vueltas a muchos nombres. Como miembro de la Aristocracia Escocesa, su hijo debería llamarse como él, James Ruthven II, futuro conde de Escocia, que con su título reunía en su haber todas las tierras y la jurisdicción que como señor le tocaba. Suspiró y dijo con seguridad después de meditarlo – Abel-. No es que hubiera dejado de lado su linaje, pero si que ese nombre le sonó fuerte en sus oídos y recordando la historia que había leído muchas veces en la biblia, por amor al arte, y no por devoción católica, tomó dicha decisión.
Abel era el hermano de Caín, ambos hijos de Adán y Eva. Ambos tuvieron que hacer una ofrenda a Dios, Y Abel le ofreció en sacrificio los mejores animales de su rebaño por devoción, pero Caín le ofreció lo que le parecía correcto, pero su motivo era porque debía hacerlo, no porque quisiera. El elegido fue Abel y Caín muerto de celos, asesinó a su hermano, siendo encontrado por sus padres. Aunque la historia de su futuro hijo no fuera fidedigna, si que tenía algo que ver. Para él, Abel se había ofrecido por devoción, y así fue esa noche. Tan cerca de la muerte y el sacrificio que se presentó como ofrenda, pero esta vez a un demonio. Que logró encontrar en su haber la pizca necesaria de empatía por aquel bebé.
James Abel Ruthven II. La caligrafía de Rania al escribirlo era perfecta, cursiva, fina y elegante, aunque no hacía justicia a su escritora. James vio como la pluma dibujaba esas letras, sin detenerse hasta que él tuvo que firmar junto a ella para reconocerle. Ya era oficial, que su hijo estaba dentro de esa hacienda y nadie sabría lo ocurrido salvo la gente que vivía allí. Una vez hecho cerraron el escritorio y James se acercó hasta Rania para volver a besar sus labios, con infinita devoción- Necesito tu perdón, querida. Para mi esta situación es como un jarro de agua fría. No esperaba que la noche acabara así…-y justo cuando estaba hablando, el sonido de un caballo sobre la gravilla le perforaron el oído tan afinado por años de experiencia. Se detuvo en su conversación y miró a Rania a los ojos con el ceño fruncido- Un caballo…-susurró mientras le indicaba que fuera a vestirse- Bajaré a recibirle, corre- le dijo dejando que fuera al dormitorio para que adecentara. James cogió su chaqué, se lo abotonó y bajó las escaleras en dirección a la entrada principal. En ella se encontró al mayordomo que abrió la puerta dejando pasa a un hombre enfundado con un abrigo azul de oficial de la policía parisina. James sin mostrarse condescendiente se acercó hasta él sin saludo ni hospitalidad- Son horas poco decentes para acercarse a un hogar. Mi mujer duerme, oficial. ¿Qué demonios hace aquí?- se cruzó de brazos intentando fingir incomodidad y sorpresa.
El oficial se le quedó mirando, quizás con algo de arrepentimiento- Lo siento , Monsieur Ruthven, vengo departe del jefe. Se ha incendiado una casa en la corte de los milagros, dicen que ha sido intencionado, algún testigo a dado una descripción. Usted está entre los sospechosos. ¿Podría decirme que hacía esta madrugada?- le preguntó sacando una especie de libreta y un carboncillo presado para escribir. James elevó una ceja y después escuchó los pasos de Rania acercarse a las escaleras principales. Quizás se fiara más de la palabra de una mujer, que de la de él, si es que era sospechoso. Sabía que Rania le encubriría- Estuve aquí, en casa. Cené con mi esposa y subimos al dormitorio. De hecho estábamos juntos cuando ha decidido irrumpir en mi casa- le objetó con voz firme y dura dejando que Rania lo escuchase y pudiera corroborarlo.
James Ruthven- Vampiro/Realeza
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Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Fue la fuerza y decisión con la que su marido pronunció aquel nombre lo que hizo que Rania estuviera de acuerdo inmediatamente. Para ella era importante que James se familiarizara con el pequeño, que se incluyera en el día a día de la familiar ahora que todo había cambiado y que él escogiera el nombre era la mejor manera de que empezara a unirse a él. Sonrió contenta con su decisión y se dispuso a rellenar los papeles de la adopción, todo debía ser rápido para evitar que las autoridades se enteraran de algo que pusiera en peligro la estancia del pequeño junto a ellos. En cuanto finalizó y guardó todo para llevarlo al orfanato al día siguiente recibió gustosa el beso de James, que hizo como siempre que se sintiera derretir por dentro, - No necesitas mi perdón, necesitas el tuyo y es algo en lo que no te puedo ayudar - susurró con cariño al vampiro, se notaba lo que le pesaba lo ocurrido esa noche, se lo reprochaba y eso era más que suficiente para él. - Esta es nuestra familia ahora y no hay nada que pueda evitar que ese niño se quede aqui - dijo con voz segura para tratar de calmarle, aunque la voz tensa de James anunció la llegada de un visitante que ninguno en aquella casa esperaba. - James... - murmuró preocupada con las manos aferradas a las de su marido aterrada ante la mera idea de que lo que acababa de prometerle acabara en breves minutos.
Sin embargo, fue ahora James quien tomó el control de la situación e indicó a Rania como debía actuar. Esta sin dudar por un instante hizo lo que le ordenó, cambiando su atuendo por uno algo más decente pero que para nada indicara que había salido de casa pues se temía a qué se debía aquella inesperada visita. La bata anudada en la cintura con un vestido sencillo bajo ella fue el atuendo con el que Rania se presentó junto a su marido ante el oficial de policía. Era increíble la lentitud con la que la policía tramitaba unas cosas y lo diligente que era con otras. Posicionada junto a James asintió al último comentario de este, - mi marido no ha salido de casa agente - normalmente hubiera sido la mujer dulce y tímida que acostumbrara pero Rania se sentía furiosa, en ese momento era una leona a la que estaban intentado arrebatar lo que más quería - Ahora tiene la palabra del conde de Escocia y de su esposa contra la de la gente que habita en semejante ratonera - espetó con la barbilla elevada ante el oficial. Por dentro Rania tenía ganas de llorar, sentía que le fallaban las piernas y el corazón latía diez veces más rápido de lo normal, pero no dejaría ver un ápice de duda.
El oficial, sin más opciones, pidió disculpas por la interrupción y por la mera duda sobre la persona de alguien tan importante a nivel europeo. Así fue como el día finalizó en casa de los Ruthven de Valois. La puerta cerrada tras la salida del oficial marcaba un antes y un después en sus vidas. Ahora ya no había vuelta atrás, todos en aquella casa debían mantener el secreto y así lo harían por la cuenta que les traía. A la mañana siguiente irían los dos a dar de alta a Abel como su hijo legítimo y Rania sería la encargada de todo el papeleo en el orfanato, no sería difícil para ella asegurar que el niño estaba allí y no en la casa incendiada.
Dejó que fuera James, como solía hacer, el que la cargara hasta el cuarto de nuevo. Disfrutaba dejando que su marido la cogiera en brazos cada noche para llevarla a la cama, quizás fuera la niña que aún anidaba en su interior la que se deleitaba con ello. Esa noche había sido demasiado intensa para los dos y se merecían descansar, para Rania el cambio de la vida que tenía con sus padres a la que ahora llevaba con James ya suponía un cambio inmenso pero ahora la llegada de golpe del pequeño Abel la había convertido en esposa y madre en tiempo récord. Ya en la cama buscó el cuerpo ajeno para pasar el brazo por su abdomen y apoyar la mejilla en el hombro. James podía tener una temperatura corporal odiosamente baja pero a Rania le ayudaba a dormir saber que él estaba a su lado. La mañana llegó nublada, incluso cargada de lluvia. Rania no sabía si en días así James podría salir de casa, pues aún desconocía parte de los límites de su marido. Le dedicó una mirada llena de ternura desde su posición junto a la ventana esperando a que él acabara de despertarse para preguntarle si podría acompañarla al orfanato o debía ir sóla.
Sin embargo, fue ahora James quien tomó el control de la situación e indicó a Rania como debía actuar. Esta sin dudar por un instante hizo lo que le ordenó, cambiando su atuendo por uno algo más decente pero que para nada indicara que había salido de casa pues se temía a qué se debía aquella inesperada visita. La bata anudada en la cintura con un vestido sencillo bajo ella fue el atuendo con el que Rania se presentó junto a su marido ante el oficial de policía. Era increíble la lentitud con la que la policía tramitaba unas cosas y lo diligente que era con otras. Posicionada junto a James asintió al último comentario de este, - mi marido no ha salido de casa agente - normalmente hubiera sido la mujer dulce y tímida que acostumbrara pero Rania se sentía furiosa, en ese momento era una leona a la que estaban intentado arrebatar lo que más quería - Ahora tiene la palabra del conde de Escocia y de su esposa contra la de la gente que habita en semejante ratonera - espetó con la barbilla elevada ante el oficial. Por dentro Rania tenía ganas de llorar, sentía que le fallaban las piernas y el corazón latía diez veces más rápido de lo normal, pero no dejaría ver un ápice de duda.
El oficial, sin más opciones, pidió disculpas por la interrupción y por la mera duda sobre la persona de alguien tan importante a nivel europeo. Así fue como el día finalizó en casa de los Ruthven de Valois. La puerta cerrada tras la salida del oficial marcaba un antes y un después en sus vidas. Ahora ya no había vuelta atrás, todos en aquella casa debían mantener el secreto y así lo harían por la cuenta que les traía. A la mañana siguiente irían los dos a dar de alta a Abel como su hijo legítimo y Rania sería la encargada de todo el papeleo en el orfanato, no sería difícil para ella asegurar que el niño estaba allí y no en la casa incendiada.
Dejó que fuera James, como solía hacer, el que la cargara hasta el cuarto de nuevo. Disfrutaba dejando que su marido la cogiera en brazos cada noche para llevarla a la cama, quizás fuera la niña que aún anidaba en su interior la que se deleitaba con ello. Esa noche había sido demasiado intensa para los dos y se merecían descansar, para Rania el cambio de la vida que tenía con sus padres a la que ahora llevaba con James ya suponía un cambio inmenso pero ahora la llegada de golpe del pequeño Abel la había convertido en esposa y madre en tiempo récord. Ya en la cama buscó el cuerpo ajeno para pasar el brazo por su abdomen y apoyar la mejilla en el hombro. James podía tener una temperatura corporal odiosamente baja pero a Rania le ayudaba a dormir saber que él estaba a su lado. La mañana llegó nublada, incluso cargada de lluvia. Rania no sabía si en días así James podría salir de casa, pues aún desconocía parte de los límites de su marido. Le dedicó una mirada llena de ternura desde su posición junto a la ventana esperando a que él acabara de despertarse para preguntarle si podría acompañarla al orfanato o debía ir sóla.
Rania de Valois1- Realeza Inglesa
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Fecha de inscripción : 20/06/2015
Re: Devil May Cry|Priv. Rania de Valois| +18
Se despertó sobresaltado por el recuerdo de lo que había pasado bien entrada la madrugada. La sensación de un extraño irrumpiendo su propiedad, el nuevo bebe que respiraba tranquilo en la habitación continua con un cuidado de día y noche. Rania estaba a su lado, sentada en el borde de la cama y se quedó observando su espalada desnuda, su silueta y su figura menuda, mientras se colocaba la bata. James suspiró y se estiró, solo aquella luz tan leve le irrumpía en la pupilas como un resplandor blanquecino que quemaba al demonio, tanto que achinó los ojos para vislumbrar mejor. Se incorporó desnudo completamente, entre un amasijo de sábanas blancas que cubrían su entrepierna, como si hubiera sido de forma apropósito. Cada ápice de su cuerpo tenía un músculo delimitado, su pelo indómito se antojó revoltoso, en muchas direcciones y aunque la mano de James pasara por encima con el fin de colocarse, resultó en vano - Aún es de día...- susurró incorporándose en su lado de la cama y estirándose cuan alto era, poniéndose su ropa interior y su bata de seda para dirigirse al aseo.
Aunque no era algo propio de la sociedad, James acostumbraba a darse un baño todos los días. La gente solía camuflar el olor tras vestidos pomposos, citas en el barbero y perfumes. Pero eso no engañaba a nadie, tan solo encubría. En cambio, para él su baño, era su santuario como lo eran también los labios de Rania. Se acercó hasta ella con paso lento para rodear con sus manos sus brazos, desde la espalda dejó un beso en su hombro desnudo. Esa misma noche había soñado con ella y soñó que a el beso en su cuello y sus hombros ella repondía "Me encanta que me beses ahí". Así que para que se hiciera realidad tuvo que ponerlo en práctica. Dejó un beso leve, suave y pausado. Aspiró el aroma de Rania un segundo más antes de elevarse y separarse, pero cuando lo hizo como si lo sintiera un llanto de bebé empezó a sonar en la habitación de al lado. Como si se tratara de un trueno que le atravesara el tímpano, James hizo una mueca de dolor y se llevó las manos a los oídos con el gesto fruncido, entre irritado y malhumorado- ¿Qué es eso?´- dijo buscando en los ojos de Rania una explicación- ¿Qué le pasa?- se quitó las manos de las orejas y miró hacia la puerta con gesto preocupado- Vete a ver...- le pidió mientras escuchaba a las mujeres que estaban con el, mecerle y cómo le silenciaban- No, espera- dijo antes de que se marchara Rania por la puerta- Le están dando el pecho- le dijo como si las paredes fueran transparentes para él. Pero lo cierto es que, eran de papel. Se escuchaba de todo y más si James prestaba especial atención en lo que ocurría- Pero ve de todos modos, no puedo acompañarte, en el Ala Este aún da mucha luz. Hasta que no oscurezca no puedo salir. Me reuniré contigo más tarde. Haz lo que tengas que hacer, vida. Te veré pronto.- le dijo pasando su mano por las mejillas ajenas y liberándola de las cadenas de ese beso de despedida.
Cierto era que sus vidas habían cambiado, de hecho mucho en mi poco tiempo. Pero la vida de Rania, que estaba casi completamente vacía se había llenado de vida. Y la eternidad de James, se llenó en cambio de vida, alegría y sentimientos positivos, algo nuevo que era gratificante encontrarse tras tantas décadas de desolación, muerte y destrucción.
James se metió en la pila del agua con la intención de darse un baño, estaba solo entre pétalos de rosas rojas y blancas, su cuerpo absorbía el calor y el aroma particular del azahar. Los aceites los mezclaba Rania y eran exquisitos, tenía un talento nato para el olfato, las mezclas y para tratarle a él y a su hijo. Seguramente sería la mejor madre del planeta, pero lo que sí estaba seguro es que era la mejor mujer de la tierra. Con absoluta certeza además.
Aunque no era algo propio de la sociedad, James acostumbraba a darse un baño todos los días. La gente solía camuflar el olor tras vestidos pomposos, citas en el barbero y perfumes. Pero eso no engañaba a nadie, tan solo encubría. En cambio, para él su baño, era su santuario como lo eran también los labios de Rania. Se acercó hasta ella con paso lento para rodear con sus manos sus brazos, desde la espalda dejó un beso en su hombro desnudo. Esa misma noche había soñado con ella y soñó que a el beso en su cuello y sus hombros ella repondía "Me encanta que me beses ahí". Así que para que se hiciera realidad tuvo que ponerlo en práctica. Dejó un beso leve, suave y pausado. Aspiró el aroma de Rania un segundo más antes de elevarse y separarse, pero cuando lo hizo como si lo sintiera un llanto de bebé empezó a sonar en la habitación de al lado. Como si se tratara de un trueno que le atravesara el tímpano, James hizo una mueca de dolor y se llevó las manos a los oídos con el gesto fruncido, entre irritado y malhumorado- ¿Qué es eso?´- dijo buscando en los ojos de Rania una explicación- ¿Qué le pasa?- se quitó las manos de las orejas y miró hacia la puerta con gesto preocupado- Vete a ver...- le pidió mientras escuchaba a las mujeres que estaban con el, mecerle y cómo le silenciaban- No, espera- dijo antes de que se marchara Rania por la puerta- Le están dando el pecho- le dijo como si las paredes fueran transparentes para él. Pero lo cierto es que, eran de papel. Se escuchaba de todo y más si James prestaba especial atención en lo que ocurría- Pero ve de todos modos, no puedo acompañarte, en el Ala Este aún da mucha luz. Hasta que no oscurezca no puedo salir. Me reuniré contigo más tarde. Haz lo que tengas que hacer, vida. Te veré pronto.- le dijo pasando su mano por las mejillas ajenas y liberándola de las cadenas de ese beso de despedida.
Cierto era que sus vidas habían cambiado, de hecho mucho en mi poco tiempo. Pero la vida de Rania, que estaba casi completamente vacía se había llenado de vida. Y la eternidad de James, se llenó en cambio de vida, alegría y sentimientos positivos, algo nuevo que era gratificante encontrarse tras tantas décadas de desolación, muerte y destrucción.
James se metió en la pila del agua con la intención de darse un baño, estaba solo entre pétalos de rosas rojas y blancas, su cuerpo absorbía el calor y el aroma particular del azahar. Los aceites los mezclaba Rania y eran exquisitos, tenía un talento nato para el olfato, las mezclas y para tratarle a él y a su hijo. Seguramente sería la mejor madre del planeta, pero lo que sí estaba seguro es que era la mejor mujer de la tierra. Con absoluta certeza además.
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