AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Noces de sang +18 [PRIVADO]
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Noces de sang +18 [PRIVADO]
La muerte y su doble.
¿Quién sabe? Quizás ellos tengan razón. Quizás estamos siendo manejados como locos por nuestros sentimientos. Quizás el amor es una enfermedad, y estaríamos mejor sin ella. Pero nosotros elegimos una ruta diferente. Y en el final, ese es el punto por escapar de la cura: Somos libres para elegir. Somos incluso libres para elegir algo horrible
¿Quién sabe? Quizás ellos tengan razón. Quizás estamos siendo manejados como locos por nuestros sentimientos. Quizás el amor es una enfermedad, y estaríamos mejor sin ella. Pero nosotros elegimos una ruta diferente. Y en el final, ese es el punto por escapar de la cura: Somos libres para elegir. Somos incluso libres para elegir algo horrible
Acto primero: Crueldad idealizada.
He descubierto tu poder, tienes una energía oscura que me servirá para hacer que tu amado tenga los más temibles sentimientos que posees, que eso se transmita a él para que cometa tal homicidio. Y que a su vez esté consciente de ello. Pero, estamos corriendo un riesgo. Si no lo hacemos rápido, puede llegar a consumir toda esa energía maligna y no podamos controlarle. —El hechicero le decía a Nicolás, quien llevaba 3 días en su guarida. Había acudido a él porque era un conocedor de la magia negra, un nigromante, él cuál logró tener contacto con aquella sombra enterrada de este inmortal. Nicolás creyó que era cosa del diablo, que eran las sombras que tanto adoraba y las cuales le mantenían sujeto a la oscuridad. Que era su esposa, la soledad misma.
Y el plan ya estaba preparado, Primero debían ir por Hero, llevarlo a una distancia lejos donde no le percibieran y destruir ese encadenamiento. Después, transmitir la energía de Nicolás en él, solo era una parte, pero con eso bastaba. Ya que, Hero sentiría como es que se siente Nicolás, vera el mundo en el que está cubierto, tocara su corazón de esa manera. Esto era lo que le hará cometer el asesinato contra Skye, será movido por las pérfidas evocaciones del cuervo; su instinto asesino, el rencor, el recelo, la agonía; Cocedora como un hedonismo manipulado. Tal índole, finalizaba con un encuentro carnal para a entrega de la energía al dueño y calmar al querubín para que no llegara al clímax de la hecatombe. Por ello, es que deben tener cuidado, hacer que vuelva a ser el mismo mientras luchan contra el tiempo. Y nombrado “Bodas de sangre” Por la unión sangrienta, donde cada uno se conocerá completamente. No en palabras, ni en cuerpo mismo, sino sus mentes fluirán como si fuese el don oscuro brindado, pero en vez de un beso, o mejor dicho una mordida. Aquí ambos se envolverán uno con el otro.
Sabiendo lo que debe realizar Nicolás, toma un frasco y bebe su contenido, solo 5 gotas de esta, ya que es una mezcla de belladona—Usado para conectar con espíritus— y se alimenta del nigromante, bebe de su linfa y absorbe más negrura. Él se halla acostado, abrazando al hechicero tras ir succionando la proporción debida. Es agria, quema, como si las llamas mismas se estuviera tragando, su vacío se mezcla, la sangre se mantiene caliente y tenebrosa, no más de lo que está Nicolás. Cierra los ojos y pudo vislumbrar un reflejo en su mente. Un humo se expande, mareado, se apagan las velas. Y un susurro para detenerse fue su alarma, termina y sabe que la hora había llegado.
Debe de reposar unos segundos, tenía que dejar que fluyera por todo ese templo la linfa, quemarse con la cereza del diablo y fusionarse con la sangre tomada. El hechicero termina al depositarle el frasco en el bolsillo de aquella capa, era esa pócima para beber las ultimas gotas y se las ofreciera a su amante en el instante de su entrelazamiento, ambos debían devolver a cada quien su energía.
Y con un batín, desnudo por completo, sin parche alguno, con sus cabellos caídos. Toma su postura, sujetando al brujo y alza vuelo cuando se lo demanda, yendo hacia la mansión Jaejoong. Mientras que en los cielos, Nicolás se halla conociendo a su interior.
Llegando al mismo lugar donde noches anteriores ultrajó a su amado. Posa al nigromante sobre el suelo. Había logrado equilibrar aquella pócima, pero repleto de demasiadas dudas. Y peor, la noche se hallaba demasiado callada. Anunciando la muerte del aura.
Cumpliendo con su parte, descendió y posa al hechicero sobre el suelo, ambos concentrados, ninguno de los dos debía malgastar su poder, administraron en cada movimiento ejecutado una ración. Llevaban una sucesión, si una no funcionaba lo demás seria perjudicado. Así que, desde que se entrelazo el inmortal con el hechicero para el llamado a las sombras. Y está claro que se pudo llevar a cabo gracias a que Nicolás pertenece a un mundo peor que las sombras. Todo iniciaba como lo esperaban y querían que de esa manera progresara.
Recalcando la señal de cuando entrara al interior de la mansión para con el brujo, era llamarlo por la mente. Y sin más, avanza, juega contra sí mismo para volver a poseer lo que le arrebataron.
…Tras adentrarse a tierras supervisadas por Skye, no fue necesario que se anunciara, ya su aura la había captado. Y algo mejor, no era capaz de escuchar el corazón del hechicero, ni percibir alguna señal de su existencia, puesto que la sangre que absorbió, estaba corriendo por el interior del inmortal, mezclándose con el vacío, camuflajeando la de su acompañante con la hierba de la muerte. Una especular pócima que solo ese nigromante sabía. Lo que querían es que no sospechara la supuesta ciega de las intenciones de Nicolás. La cual ya se hallaba frente a la puerta, esperándole con una retaguardia, amenazante por lo que hirió a su héroe.
Siendo precavido, Nicolás sigue caminando hacia mitad de la distancia. Deteniéndose sin ser de su consentimiento lo que pudo haber hecho a su querubín en este tiempo que estuvo ausente. ¿Dónde estaba? Por qué ya no percibía alguna insignia de él. ¡Detente! Está obligado a no pensar en él, estaba equilibrando su interno, se enfocó en ella al mirarle fijamente, dirigiéndose a su adversario.
—Me estas matando. De hecho ya lo has hecho. Que quiere decir, que no es necesario apuntar a mi pecho, ni sujetarme a una hoguera, o un plomazo. No es eso. Me mataste con él. Le has borrado todo, lo obligaste a dejar de quererme. Lo siento. ¡Vaya manera de hacerlo! Fue el mejor ataque que he recibido, no lo miento. — Con un semblante melancólico, decayendo su dolor, tenía que resaltar el derrumbe total, le presentaba la misma destrucción con su voz.
—No temas, no vengo a pelear contigo, ni a querer cambiar esto. Estoy frente a ti, rendido. Tú ganas, él es tuyo. — ¿Qué estaba haciendo? ¿Que son esas palabras? Fácil, estaba tratando de estudiar los gestos de aquella, engañarle con una sinceridad por la afectación, toda palabra era una farsa maquillada con la verdad, necesitaba que le creyera, su objetivo era sacar a Hero de ese lugar.
—Vengo a despedirme de él, solo pido ese último favor y jamás sabrán de mí. Me iré de inmediato de Paris, desapareceré como siempre quisiste. Deja que venga a mí, solo será un momento. Quiero estar a solas con él. Al menos concédeme esto. Eso tú lo querrías si estuvieses en mi lugar. — Se desdeñó por una aparente suplica, enojado porque ya su ceguera no fingía. La tenia a ella completa. Humillando al inmortal más. Al hacerle jurar, hincado ante ella que será el final. Restregándole que ni sería reconocido por aquel amante, ya no sabía de la existencia de Nicolás. Ante eso, se apretó los colmillos con fuerzas, estaba perdiendo el control, sus puños desesperados al enfado, tragándose el disgusto al postrarse de rodillas. No tenía otra elección que cumplir con ese mandato. No se confió aun así cuando accedió, quizás tenía algo bajo la manga, o en verdad le creyó al inmortal. Pero, se apresuraría antes de que sucediera algo por parte de ella. Y tras el juramento se escondió una burla, esa que dice: «La venganza es dulce, pero más placentera cuando el amado es quien la comete»
Esperaba mientras tanto, sin moverse, deseando ver a su pequeño tras esa puerta cuando fue cerrada detrás de ella, parecía que el tiempo avanzaba lento, ansioso se va alzando, maquillando una media sonrisa, reflejando sus verdaderas intenciones, esa que no importa lo que hagan. El solamente es suyo, como Nicolás de el.
Llamándole al extender su mano, era cierto que no era aquel chiquillo que conoció, aquel que le recibía alegre, saltando para que le cargara, este era lejano, distante de sus propias emociones, espero a que llegara a él. Cerciorándose de que llevara consigo mismo un objeto de ella. Ya que, para tal encadenamiento se requería que llevara una cosa de quien solo quiere ser dueño de esta persona. Y en efecto, llevaba un collar. — ¿Cómo has estado? ¿Me recuerdas? Soy tú… Nicolás — Fue inevitable, quería ver si por medio de la voz le reconocería, pero nada sucedió. —Está bien, no te preocupes. ¿Te gustan las sorpresas? Te tengo una. Vamos esta por ese lugar. —Iba a tocarlo, más solo camino, llevándole hacia el brujo, preguntándose si también olvido el dolor que le causo una noche en el lugar donde habían llegado.
Y sin más apareció el brujo ante ellos. ..
Y el plan ya estaba preparado, Primero debían ir por Hero, llevarlo a una distancia lejos donde no le percibieran y destruir ese encadenamiento. Después, transmitir la energía de Nicolás en él, solo era una parte, pero con eso bastaba. Ya que, Hero sentiría como es que se siente Nicolás, vera el mundo en el que está cubierto, tocara su corazón de esa manera. Esto era lo que le hará cometer el asesinato contra Skye, será movido por las pérfidas evocaciones del cuervo; su instinto asesino, el rencor, el recelo, la agonía; Cocedora como un hedonismo manipulado. Tal índole, finalizaba con un encuentro carnal para a entrega de la energía al dueño y calmar al querubín para que no llegara al clímax de la hecatombe. Por ello, es que deben tener cuidado, hacer que vuelva a ser el mismo mientras luchan contra el tiempo. Y nombrado “Bodas de sangre” Por la unión sangrienta, donde cada uno se conocerá completamente. No en palabras, ni en cuerpo mismo, sino sus mentes fluirán como si fuese el don oscuro brindado, pero en vez de un beso, o mejor dicho una mordida. Aquí ambos se envolverán uno con el otro.
Acto segundo: Sombría infección
Sabiendo lo que debe realizar Nicolás, toma un frasco y bebe su contenido, solo 5 gotas de esta, ya que es una mezcla de belladona—Usado para conectar con espíritus— y se alimenta del nigromante, bebe de su linfa y absorbe más negrura. Él se halla acostado, abrazando al hechicero tras ir succionando la proporción debida. Es agria, quema, como si las llamas mismas se estuviera tragando, su vacío se mezcla, la sangre se mantiene caliente y tenebrosa, no más de lo que está Nicolás. Cierra los ojos y pudo vislumbrar un reflejo en su mente. Un humo se expande, mareado, se apagan las velas. Y un susurro para detenerse fue su alarma, termina y sabe que la hora había llegado.
Debe de reposar unos segundos, tenía que dejar que fluyera por todo ese templo la linfa, quemarse con la cereza del diablo y fusionarse con la sangre tomada. El hechicero termina al depositarle el frasco en el bolsillo de aquella capa, era esa pócima para beber las ultimas gotas y se las ofreciera a su amante en el instante de su entrelazamiento, ambos debían devolver a cada quien su energía.
Y con un batín, desnudo por completo, sin parche alguno, con sus cabellos caídos. Toma su postura, sujetando al brujo y alza vuelo cuando se lo demanda, yendo hacia la mansión Jaejoong. Mientras que en los cielos, Nicolás se halla conociendo a su interior.
…………
Tierras donde se encuentra Jaejoong
Llegando al mismo lugar donde noches anteriores ultrajó a su amado. Posa al nigromante sobre el suelo. Había logrado equilibrar aquella pócima, pero repleto de demasiadas dudas. Y peor, la noche se hallaba demasiado callada. Anunciando la muerte del aura.
Cumpliendo con su parte, descendió y posa al hechicero sobre el suelo, ambos concentrados, ninguno de los dos debía malgastar su poder, administraron en cada movimiento ejecutado una ración. Llevaban una sucesión, si una no funcionaba lo demás seria perjudicado. Así que, desde que se entrelazo el inmortal con el hechicero para el llamado a las sombras. Y está claro que se pudo llevar a cabo gracias a que Nicolás pertenece a un mundo peor que las sombras. Todo iniciaba como lo esperaban y querían que de esa manera progresara.
Recalcando la señal de cuando entrara al interior de la mansión para con el brujo, era llamarlo por la mente. Y sin más, avanza, juega contra sí mismo para volver a poseer lo que le arrebataron.
…Tras adentrarse a tierras supervisadas por Skye, no fue necesario que se anunciara, ya su aura la había captado. Y algo mejor, no era capaz de escuchar el corazón del hechicero, ni percibir alguna señal de su existencia, puesto que la sangre que absorbió, estaba corriendo por el interior del inmortal, mezclándose con el vacío, camuflajeando la de su acompañante con la hierba de la muerte. Una especular pócima que solo ese nigromante sabía. Lo que querían es que no sospechara la supuesta ciega de las intenciones de Nicolás. La cual ya se hallaba frente a la puerta, esperándole con una retaguardia, amenazante por lo que hirió a su héroe.
Siendo precavido, Nicolás sigue caminando hacia mitad de la distancia. Deteniéndose sin ser de su consentimiento lo que pudo haber hecho a su querubín en este tiempo que estuvo ausente. ¿Dónde estaba? Por qué ya no percibía alguna insignia de él. ¡Detente! Está obligado a no pensar en él, estaba equilibrando su interno, se enfocó en ella al mirarle fijamente, dirigiéndose a su adversario.
—Me estas matando. De hecho ya lo has hecho. Que quiere decir, que no es necesario apuntar a mi pecho, ni sujetarme a una hoguera, o un plomazo. No es eso. Me mataste con él. Le has borrado todo, lo obligaste a dejar de quererme. Lo siento. ¡Vaya manera de hacerlo! Fue el mejor ataque que he recibido, no lo miento. — Con un semblante melancólico, decayendo su dolor, tenía que resaltar el derrumbe total, le presentaba la misma destrucción con su voz.
—No temas, no vengo a pelear contigo, ni a querer cambiar esto. Estoy frente a ti, rendido. Tú ganas, él es tuyo. — ¿Qué estaba haciendo? ¿Que son esas palabras? Fácil, estaba tratando de estudiar los gestos de aquella, engañarle con una sinceridad por la afectación, toda palabra era una farsa maquillada con la verdad, necesitaba que le creyera, su objetivo era sacar a Hero de ese lugar.
—Vengo a despedirme de él, solo pido ese último favor y jamás sabrán de mí. Me iré de inmediato de Paris, desapareceré como siempre quisiste. Deja que venga a mí, solo será un momento. Quiero estar a solas con él. Al menos concédeme esto. Eso tú lo querrías si estuvieses en mi lugar. — Se desdeñó por una aparente suplica, enojado porque ya su ceguera no fingía. La tenia a ella completa. Humillando al inmortal más. Al hacerle jurar, hincado ante ella que será el final. Restregándole que ni sería reconocido por aquel amante, ya no sabía de la existencia de Nicolás. Ante eso, se apretó los colmillos con fuerzas, estaba perdiendo el control, sus puños desesperados al enfado, tragándose el disgusto al postrarse de rodillas. No tenía otra elección que cumplir con ese mandato. No se confió aun así cuando accedió, quizás tenía algo bajo la manga, o en verdad le creyó al inmortal. Pero, se apresuraría antes de que sucediera algo por parte de ella. Y tras el juramento se escondió una burla, esa que dice: «La venganza es dulce, pero más placentera cuando el amado es quien la comete»
Esperaba mientras tanto, sin moverse, deseando ver a su pequeño tras esa puerta cuando fue cerrada detrás de ella, parecía que el tiempo avanzaba lento, ansioso se va alzando, maquillando una media sonrisa, reflejando sus verdaderas intenciones, esa que no importa lo que hagan. El solamente es suyo, como Nicolás de el.
Llamándole al extender su mano, era cierto que no era aquel chiquillo que conoció, aquel que le recibía alegre, saltando para que le cargara, este era lejano, distante de sus propias emociones, espero a que llegara a él. Cerciorándose de que llevara consigo mismo un objeto de ella. Ya que, para tal encadenamiento se requería que llevara una cosa de quien solo quiere ser dueño de esta persona. Y en efecto, llevaba un collar. — ¿Cómo has estado? ¿Me recuerdas? Soy tú… Nicolás — Fue inevitable, quería ver si por medio de la voz le reconocería, pero nada sucedió. —Está bien, no te preocupes. ¿Te gustan las sorpresas? Te tengo una. Vamos esta por ese lugar. —Iba a tocarlo, más solo camino, llevándole hacia el brujo, preguntándose si también olvido el dolor que le causo una noche en el lugar donde habían llegado.
Y sin más apareció el brujo ante ellos. ..
Nicolás D' Lenfent- Vampiro/Realeza [Admin]
- Mensajes : 4332
Fecha de inscripción : 23/11/2010
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Re: Noces de sang +18 [PRIVADO]
Noches donde el carrusel de los sueños viene embebido en sangre.
Su cuerpo me contaminaba, sus labios me besaban y así mismo eran mis dedos los que estaban pasándose por su cabello, acomodándolo como si se trataran de una muñeca rota. Estaba mirándome, lo hacía fijamente como si pudiese atravesarme por completo. ¿Cómo lo hacía? ¿Por qué? Mi mente armaba tantas preguntas, eran incógnitas que probablemente nunca serían respondidas, que nadie acataría a resolver nunca y que quizá, yo me moriría antes de siquiera poder empezar a suponerlas. Que tristeza, que pena era ver mi reflejo en sus orbes celestes, vivos como si nunca hubiesen tenido un sentido opaco; era la primera vez y la última en donde tanteé mi centello. Desde el primer momento, supe que algo iba a salir mal de toda aquella situación y ahora, ¿cuánto tiempo había pasado desde que un nuevo infierno se elevó hacía mí? ¿Por qué nuevo? Sencillamente comenzaba a recordar algunas cosas, eran muy escazas, casi como reflejos de la estaca hundiéndose en mi vientre y rompiendo mis órganos. Se trataba de infiernos vestidos de rojo y cada vez eran más. Me era difícil comprender que mi vida estaba bañada en tragedias, pues a cada una de ellas las amoldaba a mi felicidad y les ponía una sonrisa animosa arriba. Una que no era de locura, ni de autocontrol; solo se trataba de muecas que hicieran de vendajes para mis heridas, y funcionaban. Habían parado el desagüe, pero nunca me hicieron cicatrizar. Y era despacio, con cada beso, que me abría, hasta el dolor fatal y crucial. Las sonrisas pícaras de Skye rondaban todo el tiempo en la casa, jugaba y me hacía jugar. Las flores se habían marchitado por descuido, las rosas rojas que siempre había cuidado en la noche para que en la mañana tuviesen el agua y sol perfecto, ahora estaban hecha pedazos y sus pétalos caían lentamente, suicidándose como así era la realidad de a quien había jurado proteger. Pero desconocía ya de quién se trataba, poco a poco el recuerdo de Nicolás se notaba en menores cantidades. Y unos nuevos susurros de estar juntos para siempre se hacían presentes.
Me negaba, por dentro estaba completamente obtuso a amar a otra persona; mi egoísmo no me lo permitía y las armas que estaban siendo apuntadas hacía mí se ponían agresivas. Era difícil para mí llegar a querer; los amigos, el cariño de hermanos se me hacía fácil de repartir, pero no aquellos momentos tan íntimos, que cuidaba como si fuesen un cristal. Incluso me reía de solo pensarlo. Se trataba de cosas tan mundanas, como bañarme y que mi cuerpo quedase sin perfume que oler. Mostrarme, y que la belleza no resaltara en los lugares deseados. Sentirme harapiento y aún seguro de que aquella persona me amaría de todos modos. Nadie podía reemplazar ese lugar que había encontrado con un alma muerta y podrida. Era la muchacha de rubios cabellos quien seguía insistiendo. Y llegó el momento donde sentí su furia contra mí y mi mente bombeó hasta destrozarse. Había gritado por incontables horas mientras las heridas se vertían en mi cabeza, los chirridos de la fémina se hacían más elocuentes en lo que su histeria se volvía desesperación y la mía propia terminaba por querer suicidarse en incomprensión. Creo que fue en ese momento donde la luz se escondió temblorosa dentro de mis ojos. ¿Cuántas habían sido las veces donde mis huesos habían sufrido roturas y dolores? No podía recordarlo, me habían destrozado entero a lo largo del tiempo, pero jamás con palabras tan crueles enganchadas del filo de una aguja. Y la oscuridad me inundó cuando me vi a mi mismo sobre la cama, acurrucando entre brazos y piernas a una muñeca de porcelana. No estaba sujetándola, tan solo hacía de almohada, la dejaba estar y dormir como si fuese un objeto, un acompañante inanimado de bajo rendimiento.
El tiempo se detuvo luego de aquel encuentro lejano con Nicolás, años habían pasado para mí y el recuerdo se veía tan lejano y borroso como la misma vida que llevaba antes. Y fue una noche cualquiera cuando ella se despegó de mi lado para otra cosa que no era alimentarnos. Mi rostro no se levantó, mas escuché como suavemente me demandaba que la siguiera y lo hice, con cuidado, con una delicadeza y lentitud que nunca antes había tenido. A paso diligente hasta el pasillo, con las manos en los bolsillos de la bata que llevaba puesta. No vi quien era, tampoco me importaba y fue cuando regresó y me habló que comencé a caminar. Sus palabras habían sido claras, tenía que ir, caminar con una persona y volver. Qué extraño, que simple. Llegué a la puerta y la figura de Nicolás estaba allí, sí, era él, pero apenas podía recordarlo y no dije nada, no estaba seguro de si sería prudente, ¿habían pasado realmente años? No, claro que no, probablemente algunos mediocres días, en aquel presente el tiempo se había convertido en una trivialidad, no recordaba cómo estaban mis cabellos, pero probablemente negros, largos hasta los hombros, tal y como había sido convertido. Solía cambiarlo, todos los días lo hacía, ahora no tenía sentido, nada lo tenía, siquiera el pequeño collar de cadena con un dije plateado colgándole al medio, llegaba hasta el medio de mis clavículas, aunque nunca lo había visto en el espejo. Me paré frente al extraño de un solo ojo y rasgos de perfección. — Tengo que caminar con usted. Sí, Nicolás. Me gustan los paseos, eso sería grato. —
La voz había salido algo rasposa, hacía bastante no la usaba, la última vez que la había escuchado eran gritos y luego de eso terminó sepultada. Y le seguí, sin siquiera percatarme de que aquel quería cercanía, ¿Por qué la querría? No lo supe, relajé mis hombros en lo que caminaba hasta ver a otro ser frente a nosotros. ¡No lo comprendía!, ¿quizá alimento? Era un brujo, su aura maléfica lo hacía entender. Skye nada había dicho sobre eso y pensar en que se enojaría hizo que mis piernas tiemblen y mi tristeza se reflejara en la mirada. — Tengo que irme. — Me apresuré a hablar, estábamos lejos, lo suficiente como para que la vampiresa de pocos años no llegara a escucharnos del todo. Yo necesitaba estar con ella, me agité y volteé rápidamente, quise volver a la casa, pero fue la fuerza del brujo que me agarró y temblé escandalosamente. Atiné a gritar y una nueva punción se aparecía en mi cabeza, ésta vez era diferente, más aguda y más melancólica. Ésta vez podía divisarme, lo hacía a través del ojo ajeno que me observaba mientras luchaba contra el hechicero. Estaba haciendo algo, su aura se inflamaba y venía contra mí. — ¡Ayúdame! No, no más. — Me retorcí a un costado, lenta y deformemente hasta que la palma pesada de aquel desconocido me cubría los orbes negros y temblorosos. Escuchaba susurros, mis manos estaban agarrando el brazo ajeno, jadeé y sentí la energía que se empezaba a acumular. Otra vez el ciclo se repetía, sin duda si había un Dios en el cielo, me quería ver sufrir. Me reí, aguda y nerviosamente. Empezaba a ser depositado en el suelo, mis piernas habían perdido fuerzas, pero no había terminado, parecía quedar mucho y ya comenzaba a no importarme; nada valía la pena esperar en aquel miserable mundo lleno de horrores.
Invitado- Invitado
Re: Noces de sang +18 [PRIVADO]
Por la muerte; se han unido. ¡No podrán separarles después de esto…!
Y la muñequilla se perdió en un recuerdo, abandonó su belleza sin darse cuenta, o es que ¿Por culpa de su autor, quedo antiestético? No le olvida, mas ya no podía alentarle a que vistiera, dejo de ser la clave para perfumar su silueta, no había quien acariciara esos cabellos, ni quien gozará esa presencia, ¿Sera que por ello dejo de ser aquella muñequilla que su único sueña era ser destrozada? Que tristeza era mirar a su amado. Tan descuidado y diferente. Pero a pesar de ello, el cuervo seguía adorándolo. Ya lo quería de vuelta. Que mientras camina, observa hasta el mínimo movimiento, y de su bata. Anhelaba tirar ese cordón y deleitar su desnudes pero, tras escucharle. Todo se desvaneció.
—Cuando te deje ir, será porque has vuelto a mí. —Musitó la maniobra, ejecutando la faena.
Mientras que las dudas, el saber, ¿Que le había ocurrido a su voz? ¿Por qué tan de repente cambio su apariencia? ¿Quién era? ¿Por qué siente que ya le había visto de aquella forma? Su temblor, ese miedo, ya olfateaba la angustia y repudio que ni aquello era suyo... Y nada sucedía. Hasta que él brujo apareció e hizo su jugada que se reflejó en esos gritos. El pedía ayuda. Pero era equivocada a quien se la dirigía.
Nicolás en esos momentos sólo observaba, el brujo lo tenía sujetado y fueron sus ojos los que cubrieron. Ya no pudo verle esa mirada más que su cuerpo reaccionando a la deriva.
—Mantenlo acostado— El brujo ordenó cuando el pequeño luchaba por zafarse. Nicolás le tomo —Es el collar— El nigromante musito tras percibir la energía de este, el cual ya lo sabía Nicolás. Y una luz azul se esparció de las manos del nigromante hacia esos ojos que cubría. El sostenía su cabeza en lo que murmuraba el desencadenamiento. — Vielleicht bin ich nicht immer im Himmel muss abgeschaltet werden[1] — Una voz más sumida a un abismo. Llamaba a su demonio guardián, el ciclo de la magia se centró entre ellos dos. Un Hagall y un Úr: Runas que representan piedras de sacrificios involuntarios, sufrimiento e injusticia, desastres, destrucción y violencia. Destruía ese encadenamiento, liberaba cualquier poder sobre él que lo unía a uno peor. Explotando ese collar, en trozos caían y el poder se desvaneció. Esto debía ser pagado por pérdidas y dolor. Un representante al cuerno del falo erecto, aún después de la muerte se mezcla el pasado, el presente el futuro. Destruyendo las cadenas de la memoria. — Beschützer, Ich ruf dich an! Ich bitte Sie, Sie günstige Appell ich machen, um euer Diener, wollen einen Bund zu machen, mich zu beschützen und helfen Sie mir! erscheint in menschlicher Gestalt. Lassen Sie Ihren Aufenthalt. Befolgen Sie sofort, oder Sie werden durch den Schlüssel von Solomon gefoltert werden. Erscheint![2] — Las pupilas del nigromante desaparecieron, la negrura en ellos se esparció, era un reflejo de demonio. Nicolás lo sentía, lo reconocía. Es la espina de la transgresión. Y ahí el lazo comenzó a unirse entre ellos. Mitad del espíritu de esa sombra que fue extraída de Nicolás se estaba ocultando ya en el templo de su compañero. Era abrumador, se proyectaba esa negrura ya en esa mente, una repleta miseria, una ruina donde solo dolor, agonía, muerte y tortura gobernaban.
El corte debía hacerlo, ya el punzante dolor carcomía a su amante, el poder destructivo, el caos y homicidio se tatuaron. ¡Eso que está sintiendo, es peor de lo que es Nicolás! De esa cosa horrorosa se enamoró y ahora lo está conociendo tras ese espejo negro. Toda la energía del nigromante estaba recorriendo esas venas resecas y a su vez alimentadas de maldad, recreando una barrera donde solo obedecerá al dueño de ese instinto, es por ello la razón de la pócima; La belladona fue quien les entrelazo.
—Werden Sie der Schatten deiner Geliebten, in seiner Doppel dieses Mal an der Beerdigung der Vergangenheit zu besuchen. Töte alles, was Sie stört, diese Beschwerden Mörder für Ihre eigenen. Zu zerstören und nur auf seine Stimme zu hören, wegen Dunkelheit, von ihr als Ihren Geliebten, der dies wünscht leiten lassen. Ab diesem Zeitpunkt werden Sie die Waffe, um ganze Kette auszurotten sein. HÖREN SIE NICOLAS! Hören Sie das Gefühl! Einzel Killer. [3]— Gritó sin sonido alguno, sus labios se movían, el embrujo termino al caer el brujo. El poder que había empleado era salvaje, se necesita una mente fuerte para poder controlarlo, pero él era un brujo dedicado a usar las energías para atacar, confundir y maldecir.
El clima se tornaba violento, el viento soplaba con fuerza, el aire mugriento eran reflejos de las evocaciones de Nicolás, los cuales ya corrían por el interior del pequeño. Ya carcomían su vacío. — Continúa Nicolás, dale la orden. —murmuro el brujo, debilitado, permaneciendo en la tierra reposando para que el demonio se llevara un poco de sangre por la paga de su llamado.
De esa manera, Nicolás le ordenó — ¡Levántate! — Esa presencia nunca la olvidaría, mitad luz, mitad oscuridad. Y con el discurso con las demandas a cumplirse, se levanta, mirando fijamente al iris de su depredador. —Yo soy Nicolás, el único señor de tu existencia, muéstrame tu lealtad, respeto y amor. Tú, sombra mía, tu mi amor, disfracen esos sentimientos en actos. Ya saben qué hacer, ¡Vayan y mátenla! — Sin piedad, con el desdén, la desgracia y la maldición grito, estirando el brazo para que ejerzan esa petición. A ambos demando. ¡Que lo perdone su amante! Por qué consciente está de lo que ha hecho el cuervo.
Era cruel, despiadado, horroroso pedirle a él que lo hiciera, pero en esta destrucción la tiranía era la mejor venganza. Ya la fuerza se vuelve libre, El junto con la sombra desaparecieron. Estaba gozando, riéndose por este deseo aniquilador. No era por cuestión de la magia negra, sino, era el infierno lo que lograba acariciarle con éxtasis. Ya nada entre ellos se desconocería. Ahí ya Hero debía enterarse por medio de esa sombra que posa los recuerdos. Saber todo sobre de quien se enamoró y lo maldito que esta
Con su sonrisa retorcida y el templo del amante del diablo mismo, ayuda al nigromante a alzarse, su trabajo había terminado en ese momento. Ya lo demás dependía de Nicolás. Pero debía descansar el brujo. Motivo por el que lo cargo y se dirigió hacia la mansión. Sus puertas abiertas se hallaban. ¡Que delicia predominaba! ¡Que gloria maldita se reinaba! ¡La perra al fin obtendrá su castigo! Era de temer esa satisfacción; Pero es su festín de cada día. Así mismo, se dentro al interior del lugar, depositando al humano en el sillón. En cuanto retomara su energía partiría. Y Nicolás. ¿Qué estaba haciendo? Caminando con una jodida tranquilidad, como el señor de la casa y de todo a su alrededor. Yendo a deleitar el homicidio más hermoso. Sus verdaderos sentires corrían por las negras venas de su depredador. Este magnífico arte no se lo perdería.
Ya quiere ver la muerte ante sus ojos, burlarse del dolor y apoderarse de lo que siempre le ha pertenecido. Ese querubín endemoniado.
1. ↑Tal vez no siempre las puertas del cielo están cerradas.
2. ↑Demonio guardián, ¡yo te llamo! ruego que me seas favorable en la apelación que hago a tu ministro, deseando hacer un pacto, ¡protégeme y ayúdame! aparece en mi forma humana. Abandona tu morada. Obedéceme prontamente o serás torturado por la clavícula de Salomón. ¡Aparece!
3.↑Conviértete en la sombra de tu amante, en su doble por este instan te para que asistas al funeral del pasado. Mata todo aquello que le molesta, asesina esos malestares para tu dueño. Destruye y solo escucha su voz, obedece a la oscuridad, guíate por ella que es tu amante el que lo pide. A partir de este momento serás el arma que extermine toda cadena. ¡ESCUCHA A NICOLAS! ¡Escucha el sentimiento! Solo asesina.
—Cuando te deje ir, será porque has vuelto a mí. —Musitó la maniobra, ejecutando la faena.
Mientras que las dudas, el saber, ¿Que le había ocurrido a su voz? ¿Por qué tan de repente cambio su apariencia? ¿Quién era? ¿Por qué siente que ya le había visto de aquella forma? Su temblor, ese miedo, ya olfateaba la angustia y repudio que ni aquello era suyo... Y nada sucedía. Hasta que él brujo apareció e hizo su jugada que se reflejó en esos gritos. El pedía ayuda. Pero era equivocada a quien se la dirigía.
Nicolás en esos momentos sólo observaba, el brujo lo tenía sujetado y fueron sus ojos los que cubrieron. Ya no pudo verle esa mirada más que su cuerpo reaccionando a la deriva.
Tercer Acto: Protección, sombra tras sombra.
—Mantenlo acostado— El brujo ordenó cuando el pequeño luchaba por zafarse. Nicolás le tomo —Es el collar— El nigromante musito tras percibir la energía de este, el cual ya lo sabía Nicolás. Y una luz azul se esparció de las manos del nigromante hacia esos ojos que cubría. El sostenía su cabeza en lo que murmuraba el desencadenamiento. — Vielleicht bin ich nicht immer im Himmel muss abgeschaltet werden[1] — Una voz más sumida a un abismo. Llamaba a su demonio guardián, el ciclo de la magia se centró entre ellos dos. Un Hagall y un Úr: Runas que representan piedras de sacrificios involuntarios, sufrimiento e injusticia, desastres, destrucción y violencia. Destruía ese encadenamiento, liberaba cualquier poder sobre él que lo unía a uno peor. Explotando ese collar, en trozos caían y el poder se desvaneció. Esto debía ser pagado por pérdidas y dolor. Un representante al cuerno del falo erecto, aún después de la muerte se mezcla el pasado, el presente el futuro. Destruyendo las cadenas de la memoria. — Beschützer, Ich ruf dich an! Ich bitte Sie, Sie günstige Appell ich machen, um euer Diener, wollen einen Bund zu machen, mich zu beschützen und helfen Sie mir! erscheint in menschlicher Gestalt. Lassen Sie Ihren Aufenthalt. Befolgen Sie sofort, oder Sie werden durch den Schlüssel von Solomon gefoltert werden. Erscheint![2] — Las pupilas del nigromante desaparecieron, la negrura en ellos se esparció, era un reflejo de demonio. Nicolás lo sentía, lo reconocía. Es la espina de la transgresión. Y ahí el lazo comenzó a unirse entre ellos. Mitad del espíritu de esa sombra que fue extraída de Nicolás se estaba ocultando ya en el templo de su compañero. Era abrumador, se proyectaba esa negrura ya en esa mente, una repleta miseria, una ruina donde solo dolor, agonía, muerte y tortura gobernaban.
El corte debía hacerlo, ya el punzante dolor carcomía a su amante, el poder destructivo, el caos y homicidio se tatuaron. ¡Eso que está sintiendo, es peor de lo que es Nicolás! De esa cosa horrorosa se enamoró y ahora lo está conociendo tras ese espejo negro. Toda la energía del nigromante estaba recorriendo esas venas resecas y a su vez alimentadas de maldad, recreando una barrera donde solo obedecerá al dueño de ese instinto, es por ello la razón de la pócima; La belladona fue quien les entrelazo.
—Werden Sie der Schatten deiner Geliebten, in seiner Doppel dieses Mal an der Beerdigung der Vergangenheit zu besuchen. Töte alles, was Sie stört, diese Beschwerden Mörder für Ihre eigenen. Zu zerstören und nur auf seine Stimme zu hören, wegen Dunkelheit, von ihr als Ihren Geliebten, der dies wünscht leiten lassen. Ab diesem Zeitpunkt werden Sie die Waffe, um ganze Kette auszurotten sein. HÖREN SIE NICOLAS! Hören Sie das Gefühl! Einzel Killer. [3]— Gritó sin sonido alguno, sus labios se movían, el embrujo termino al caer el brujo. El poder que había empleado era salvaje, se necesita una mente fuerte para poder controlarlo, pero él era un brujo dedicado a usar las energías para atacar, confundir y maldecir.
El clima se tornaba violento, el viento soplaba con fuerza, el aire mugriento eran reflejos de las evocaciones de Nicolás, los cuales ya corrían por el interior del pequeño. Ya carcomían su vacío. — Continúa Nicolás, dale la orden. —murmuro el brujo, debilitado, permaneciendo en la tierra reposando para que el demonio se llevara un poco de sangre por la paga de su llamado.
De esa manera, Nicolás le ordenó — ¡Levántate! — Esa presencia nunca la olvidaría, mitad luz, mitad oscuridad. Y con el discurso con las demandas a cumplirse, se levanta, mirando fijamente al iris de su depredador. —Yo soy Nicolás, el único señor de tu existencia, muéstrame tu lealtad, respeto y amor. Tú, sombra mía, tu mi amor, disfracen esos sentimientos en actos. Ya saben qué hacer, ¡Vayan y mátenla! — Sin piedad, con el desdén, la desgracia y la maldición grito, estirando el brazo para que ejerzan esa petición. A ambos demando. ¡Que lo perdone su amante! Por qué consciente está de lo que ha hecho el cuervo.
Era cruel, despiadado, horroroso pedirle a él que lo hiciera, pero en esta destrucción la tiranía era la mejor venganza. Ya la fuerza se vuelve libre, El junto con la sombra desaparecieron. Estaba gozando, riéndose por este deseo aniquilador. No era por cuestión de la magia negra, sino, era el infierno lo que lograba acariciarle con éxtasis. Ya nada entre ellos se desconocería. Ahí ya Hero debía enterarse por medio de esa sombra que posa los recuerdos. Saber todo sobre de quien se enamoró y lo maldito que esta
Con su sonrisa retorcida y el templo del amante del diablo mismo, ayuda al nigromante a alzarse, su trabajo había terminado en ese momento. Ya lo demás dependía de Nicolás. Pero debía descansar el brujo. Motivo por el que lo cargo y se dirigió hacia la mansión. Sus puertas abiertas se hallaban. ¡Que delicia predominaba! ¡Que gloria maldita se reinaba! ¡La perra al fin obtendrá su castigo! Era de temer esa satisfacción; Pero es su festín de cada día. Así mismo, se dentro al interior del lugar, depositando al humano en el sillón. En cuanto retomara su energía partiría. Y Nicolás. ¿Qué estaba haciendo? Caminando con una jodida tranquilidad, como el señor de la casa y de todo a su alrededor. Yendo a deleitar el homicidio más hermoso. Sus verdaderos sentires corrían por las negras venas de su depredador. Este magnífico arte no se lo perdería.
Ya quiere ver la muerte ante sus ojos, burlarse del dolor y apoderarse de lo que siempre le ha pertenecido. Ese querubín endemoniado.
1. ↑Tal vez no siempre las puertas del cielo están cerradas.
2. ↑Demonio guardián, ¡yo te llamo! ruego que me seas favorable en la apelación que hago a tu ministro, deseando hacer un pacto, ¡protégeme y ayúdame! aparece en mi forma humana. Abandona tu morada. Obedéceme prontamente o serás torturado por la clavícula de Salomón. ¡Aparece!
3.↑Conviértete en la sombra de tu amante, en su doble por este instan te para que asistas al funeral del pasado. Mata todo aquello que le molesta, asesina esos malestares para tu dueño. Destruye y solo escucha su voz, obedece a la oscuridad, guíate por ella que es tu amante el que lo pide. A partir de este momento serás el arma que extermine toda cadena. ¡ESCUCHA A NICOLAS! ¡Escucha el sentimiento! Solo asesina.
Nicolás D' Lenfent- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Noces de sang +18 [PRIVADO]
Muy poco fue lo que me percaté de sus sombrías palabras, en realidad, apenas me importaba lo que estaba diciendo. Solo quería volver a dormir, a acurrucarme entre sabanas suaves y una piel dulce y pasiva que me esperaba para tomar de mis labios como yo de esos ajenos. Nada me interesaba, ya no había nadie que revoloteara en mi vida de formas caóticas. Parecía que el mundo se había reducido a soledad y quietud, sin embargo algo extraño estaba sucediendo. Aquel hombre alto que con un aura amenazante estaba tomando mis ínfimos brazos empezaba a desesperarme. Mis ojos abiertos estaban exhaustos ante la distorsión de la realidad y los quejidos se tornaron en movimientos salvajes que luchaban por ser expulsados. ¿Qué me estaba haciendo? O más importante, ¿por qué? Yo no les había hecho nada, ¿o sí? No recordaba, e intentarlo me dolía, me punzaba el medio de la cabeza como si la pata de un caballo estuviese ejerciendo presión con el deseo de destruirme el cráneo hasta hacerme añicos. Frustrado y melancólico por no tener quien me sacara de allí, me vi en la pena de temblar estrambóticamente. Había algo que yo conocía de todo aquel caos, sabía que estaba en la punta de mis dedos, pero no quería acercarse ningún recuerdo, eso sería estar aceptando el pasado eterno que había olvidado. Un gimoteo teñido de odio, y escondido en temor se hizo presente cuando mis orbes oscuros decolorados en lo opaco de luzbel se hicieron nulos. Me reprimían y comencé a ceder al pánico hasta que las tinieblas y la muerte me abrazaran de una vez por todas. Ese era mi fin y al parecer, lo estaba buscando con ansias.
Reducido sobre el suelo, mi espalda tocando la tierra comenzó a punzar, mi instinto de supervivencia me exigía escapar y con ello aquel poder de levitar se encendió como una hoguera, golpeando una y otra vez contra esas manos ajenas, lanzando mordidas fugaces con unos dientes romos y blancos que buscaban arrancar lo que sea que estuviese cerca. Y desde la lejanía un grito fue lo que se escuchó, como la muerte de un pájaro divino. Como si estuviesen acribillando a un ángel, pero no era mi voz, era ajena a mí. ¡Mas estaba saliendo desde mi piel! El calor se punzaba en mi garganta y las lágrimas que pensé que se habían secado escurrían por los dedos ajenos, borboteaban a cantaros mientras mis garras filosas se veían una vez más cortando la tierra con deseos de destrucción o más bien, autodestrucción. Fueron chirridos sin sentido los que salían de mis labios asustados, algo estaba corrompiéndose en la medida que unas palabras inentendibles eran escuchadas. Estaba destrozándome hasta dividirme en dos y fue tal el horror que empezaba a sentir que no pude hacer más que intentar matarme. Sabía que no iba a lograrlo con tal patéticas acciones, sin embargo, estrangulé mi lengua hasta hacerla estallar, ésta se regeneraba al mismo momento que la dañaba. Mas una tranquilidad me envolvía cuando el dolor físico se apoderaba de mí, cegando por instantes a mi alma en pena que se estaba abriendo en par. — Mátame, si me amas solo mátame. — Balbuceé al ya no poder gritar, la nebulosidad me atacaba, me corrompía, golpeaba y dañaba, mis órganos estaban siendo ultrajados por una maldad nunca antes conocida. Mi mente era atacada por un holocausto lleno de imágenes ajenas y mías; ajenas y mías. ¡Una y otra vez se agolpaban como un terremoto indescifrable! Grité. Cuantas veces pude hasta que aquel brujo negro, recubierto por un alma maligna, terminaba de hablar. ¡Tenía tanto miedo que siquiera era capaz de seguir llorando! Temblaba como una piltrafa por solo sentir su presencia, era el demonio, era belcebú en carne viva.
Y fue antes de terminar de morir en la desesperación que todo se hizo nulo. Mis extremidades se agitaron sin control cuando los movimientos fueron procesados y fue el alma negra del demonio lo que acababa de rozar con mis sentidos. Las lágrimas parecían caer negras por los bordes de los ojos asiáticos que llevaba, grandes, ovalados y estirados. Parecían brillar, pero era en realidad un reflejo de la misericordia que estaba rogando. — El olvido será pagado con sangre. Y la sangre será devuelta como recuerdos de un corazón perdido. — Gemí inútilmente, girándome mientras los pasos resonaban para darle la espalda a aquel amante frustrado. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo. La confusión era enorme, tanto, que podía decir fácilmente que no recordaba cómo me llamaba. Claro que eso no me impedía en lo absoluto reconocer mis movimientos. Iba a matarla. La hermosa mujer que enamorada había buscado mi ser. Su corazón egoísta, era puro. Ahora se hallaba sentada, dulcemente sobre la cama, como si supiera qué es lo que iba a pasar. Desprendió una risa suave y mirando al suelo dejó que mis garras apresaran su cuello. — Pero, ¿sabes qué? Él nunca te pudo tener tan para sí como yo te tuve para mi este poco tiempo. Jamás volverán a ser lo mism- — Y detuvo su hablar de una vez. El odio que había crecido en mi interior desde el primer día de su aparición. Ella lo había corrompido todo. Ella había sido lo que con su ambición quebró todo aquello que yo había construido para amar y respetar a Nicolás. Y ahora, ahora estaba diciéndome que jamás podría volver a como éramos antes. ¡Y eso yo ya lo sabía, y tenía tanto odio que no podía escucharlo de su boca! Hundí las zarpas en su pescuezo, sentí sus cuerdas vocales, llegué hasta su médula. Sus brillantes faroles color azul cielo enardecieron con furia y de un jalón desterré de aquel ser uno de los huesos que juntaba la cabeza con la espalda. Lo dejé caer al suelo, sabía que ella aún vivía, por ser inmortal, eso no pararía el continuo existir de la eternidad. — No quise… hacerlo. Tú me obligaste. Eres la única culpable. — Tartamudeé y una vez más escarbé en su masa, buscando aquel corazón en su pecho, la sangre estaba desparramándose por todos lados, a chorros, como si se tratase de un río con caudal acelerado. Y absolutamente todo se tiñó de rojo cuando aquel suave órgano explotó entre mis dedos. Manchando por completo la bata y mi propia piel. Parecía ser un baño de pintura fresca. Y eso quedaría, pues su solidez empezaba a hacerse cenizas. Los ojos de Skye buscaban los de Nicolás. En parte con la aceptación de la derrota, pero era una mirada arrogante, una mirada que gritaba que aunque ella no estuviese, aquel ser que amaba nunca volvería a él ciegamente. Y era verdad, me sentía apagado, demasiadas eran las cosas que había visto en tan pocos segundos. — Nicolás… Eres un cuervo muy malo. — Le sonreí, con el cuerpo bañado en sangre y las cenizas empezando a formarse a mi lado; mi propio ser se empezó a desplomar. La carga que tenía del tiempo pasado, el estrés que había descompuesto mi alma. Todo estaba calmándose, aunque sería por un momento. Sería un fugaz instante para darle paso a la angustia mayor. El descubrimiento de todas las penas de Nicolás se abría y brillaban sobre un escenario. No podía comprenderlas todas y mucho menos entender mi propia situación. Casi me daba risa, parecía un cuento en donde me acababa de despertar de un largo sueño. Maldecido por haber nacido. — ¿Te repugno? Tu alma hermosa, es la única que quiero poseer, los destellos se hacen cada vez más oscuros. La maldad nos enceguece hasta que el miedo a perdernos nos invade. ¿Cómo se siente amar hasta la locura? ¿Es así como yo que siento ahora? Algo se despedaza, algo se descascara. Es como si la infinidad del mundo estuviese justo frente a mis ojos. Pero me deshago. Me corrompo. Me estoy desarmando. ¿Puedes sostenerme y dejar que te sostenga? — El aleteo de vivaces palabras voló como una paloma blanca, como un gato flexible hasta las orejas del. Dando así el inicio al ceder de mis rodillas, que secamente golpearían contra la madera en un instante, para dejarme descansar hasta que la locura de la realidad se presentara nuevamente.
Reducido sobre el suelo, mi espalda tocando la tierra comenzó a punzar, mi instinto de supervivencia me exigía escapar y con ello aquel poder de levitar se encendió como una hoguera, golpeando una y otra vez contra esas manos ajenas, lanzando mordidas fugaces con unos dientes romos y blancos que buscaban arrancar lo que sea que estuviese cerca. Y desde la lejanía un grito fue lo que se escuchó, como la muerte de un pájaro divino. Como si estuviesen acribillando a un ángel, pero no era mi voz, era ajena a mí. ¡Mas estaba saliendo desde mi piel! El calor se punzaba en mi garganta y las lágrimas que pensé que se habían secado escurrían por los dedos ajenos, borboteaban a cantaros mientras mis garras filosas se veían una vez más cortando la tierra con deseos de destrucción o más bien, autodestrucción. Fueron chirridos sin sentido los que salían de mis labios asustados, algo estaba corrompiéndose en la medida que unas palabras inentendibles eran escuchadas. Estaba destrozándome hasta dividirme en dos y fue tal el horror que empezaba a sentir que no pude hacer más que intentar matarme. Sabía que no iba a lograrlo con tal patéticas acciones, sin embargo, estrangulé mi lengua hasta hacerla estallar, ésta se regeneraba al mismo momento que la dañaba. Mas una tranquilidad me envolvía cuando el dolor físico se apoderaba de mí, cegando por instantes a mi alma en pena que se estaba abriendo en par. — Mátame, si me amas solo mátame. — Balbuceé al ya no poder gritar, la nebulosidad me atacaba, me corrompía, golpeaba y dañaba, mis órganos estaban siendo ultrajados por una maldad nunca antes conocida. Mi mente era atacada por un holocausto lleno de imágenes ajenas y mías; ajenas y mías. ¡Una y otra vez se agolpaban como un terremoto indescifrable! Grité. Cuantas veces pude hasta que aquel brujo negro, recubierto por un alma maligna, terminaba de hablar. ¡Tenía tanto miedo que siquiera era capaz de seguir llorando! Temblaba como una piltrafa por solo sentir su presencia, era el demonio, era belcebú en carne viva.
Y fue antes de terminar de morir en la desesperación que todo se hizo nulo. Mis extremidades se agitaron sin control cuando los movimientos fueron procesados y fue el alma negra del demonio lo que acababa de rozar con mis sentidos. Las lágrimas parecían caer negras por los bordes de los ojos asiáticos que llevaba, grandes, ovalados y estirados. Parecían brillar, pero era en realidad un reflejo de la misericordia que estaba rogando. — El olvido será pagado con sangre. Y la sangre será devuelta como recuerdos de un corazón perdido. — Gemí inútilmente, girándome mientras los pasos resonaban para darle la espalda a aquel amante frustrado. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo. La confusión era enorme, tanto, que podía decir fácilmente que no recordaba cómo me llamaba. Claro que eso no me impedía en lo absoluto reconocer mis movimientos. Iba a matarla. La hermosa mujer que enamorada había buscado mi ser. Su corazón egoísta, era puro. Ahora se hallaba sentada, dulcemente sobre la cama, como si supiera qué es lo que iba a pasar. Desprendió una risa suave y mirando al suelo dejó que mis garras apresaran su cuello. — Pero, ¿sabes qué? Él nunca te pudo tener tan para sí como yo te tuve para mi este poco tiempo. Jamás volverán a ser lo mism- — Y detuvo su hablar de una vez. El odio que había crecido en mi interior desde el primer día de su aparición. Ella lo había corrompido todo. Ella había sido lo que con su ambición quebró todo aquello que yo había construido para amar y respetar a Nicolás. Y ahora, ahora estaba diciéndome que jamás podría volver a como éramos antes. ¡Y eso yo ya lo sabía, y tenía tanto odio que no podía escucharlo de su boca! Hundí las zarpas en su pescuezo, sentí sus cuerdas vocales, llegué hasta su médula. Sus brillantes faroles color azul cielo enardecieron con furia y de un jalón desterré de aquel ser uno de los huesos que juntaba la cabeza con la espalda. Lo dejé caer al suelo, sabía que ella aún vivía, por ser inmortal, eso no pararía el continuo existir de la eternidad. — No quise… hacerlo. Tú me obligaste. Eres la única culpable. — Tartamudeé y una vez más escarbé en su masa, buscando aquel corazón en su pecho, la sangre estaba desparramándose por todos lados, a chorros, como si se tratase de un río con caudal acelerado. Y absolutamente todo se tiñó de rojo cuando aquel suave órgano explotó entre mis dedos. Manchando por completo la bata y mi propia piel. Parecía ser un baño de pintura fresca. Y eso quedaría, pues su solidez empezaba a hacerse cenizas. Los ojos de Skye buscaban los de Nicolás. En parte con la aceptación de la derrota, pero era una mirada arrogante, una mirada que gritaba que aunque ella no estuviese, aquel ser que amaba nunca volvería a él ciegamente. Y era verdad, me sentía apagado, demasiadas eran las cosas que había visto en tan pocos segundos. — Nicolás… Eres un cuervo muy malo. — Le sonreí, con el cuerpo bañado en sangre y las cenizas empezando a formarse a mi lado; mi propio ser se empezó a desplomar. La carga que tenía del tiempo pasado, el estrés que había descompuesto mi alma. Todo estaba calmándose, aunque sería por un momento. Sería un fugaz instante para darle paso a la angustia mayor. El descubrimiento de todas las penas de Nicolás se abría y brillaban sobre un escenario. No podía comprenderlas todas y mucho menos entender mi propia situación. Casi me daba risa, parecía un cuento en donde me acababa de despertar de un largo sueño. Maldecido por haber nacido. — ¿Te repugno? Tu alma hermosa, es la única que quiero poseer, los destellos se hacen cada vez más oscuros. La maldad nos enceguece hasta que el miedo a perdernos nos invade. ¿Cómo se siente amar hasta la locura? ¿Es así como yo que siento ahora? Algo se despedaza, algo se descascara. Es como si la infinidad del mundo estuviese justo frente a mis ojos. Pero me deshago. Me corrompo. Me estoy desarmando. ¿Puedes sostenerme y dejar que te sostenga? — El aleteo de vivaces palabras voló como una paloma blanca, como un gato flexible hasta las orejas del. Dando así el inicio al ceder de mis rodillas, que secamente golpearían contra la madera en un instante, para dejarme descansar hasta que la locura de la realidad se presentara nuevamente.
Las estrellas intentarán iluminar lo que alguna vez se perdió.
Última edición por Hero Jaejoong el Miér Oct 07, 2015 10:37 am, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: Noces de sang +18 [PRIVADO]
Es el amor lo más trágico que en el mundo, la vida y en la muerte hay; es el amor hijo del engaño y padre del desengaño; es el amor el consuelo del desconsuelo, es la única medicina contra la inmortalidad, siendo como es de ella hermana.
Sigue arrastrando los crímenes de deshonra eterna, ya fue podrido su pecho, su vacío al anunciar que no es de nadie. Porque, las hojas caen como los recuerdos. Más no está consciente de que la aberración a ello lo están orillando a exterminar de una vez todo con belleza. Él cree que es el diablo mismo quien le susurro crónicas pasadas, toda su historia era oscura, un trono que se clisa e incluso se pudre desde las profundidades de Nicolás hacia las de ese títere que de nombre lo bautiza Luzbel; un maldito con apariencia de niño pero interior de bestia, él era su propio diablo, el cuál había descendido queriendo destruir el físico una vez más. Siendo cierto, que es sentenciado a lo mismo. A destruir y auto destruirse. Maldita condena del fantasma. —Refiriéndose así Nicolás de esa manera—Sea quien sea, sea de apariencia que sea, será siempre un asesino. Ya que la vida, la vida, la vida, ¿Que fue para él la vida? ...Nada.
Y así, se retuerce de un placer inexplicable, aquel que no se compara con ningún otro, ni el copular o el ingerir la sangre, nada era igual como esta matanza. Como si hubiese sido idealizado, que aquel a quién amara le iba a despertar su verdadera esencia. Y es que así fue, se terminó toda máscara. El dolor era ya su dolor —Enfocándose a Luzbel, ese quien esta asesinando a la inmortal— su placer se mezclaba en un eclipse, manchando la agonía del arte de transfusión con la realidad. Era cruel y despiadado al saborear cada instante en el que veía a Luzbel revolcarse en el suelo, resurgiendo a la bestia que amo, si olvidado le tenía ahora mismo le recordó como el único a quien le advirtió que terminaría por dejarle. Así seria, y así será.
— ¿Puedes sentir el dolor? Ay, querido mío, Si te mato en este instante, no es, ni será por amor. ¿Porque te sigues torturando? Ya conoces el odio, ya me estas empezando a conocer. Festeja con la sangre... ¿Hace cuánto no nos lastimábamos uno al otro? Es nuestro castigo y debes aceptarlo. Si has llegado a odiarme, fue que el amor entregaste, pero si sientes amor ahora mismo, es que no es nada para mí.
Compartiendo los mismos pensamientos, veía con claridad la oscuridad predominada, el caos y la desesperación de verse acabado con la negrura. Tan débil que la oscuridad le envolvió en segundos, ese llanto negro, su lucha no era suficiente, termino amarrado al holocausto. ¡No tiene sentido orar! Las plegarias contaminadas por maldiciones... Deleita, percibe esa ira, frustración que le hace seguirle, era su imán, lo está dirigiendo y este espectro lo sigue. Esta maravillado por las lágrimas oscurecidas que le anuncian que conoce al fin lo que creyó, que el diablo le susurraba esas verdades funestas, historias que desde un principio fueron mentiras que se encerraron en la mente y que no pueden escapar... Siendo un dios ante la descares, su pupila danzarina flamea a con la burla, llegando a deleitar y como es que el diablo obedece por el simple capricho de un amor.
El vampiro que a su diablo desdeño, ya con claridad todo se les presentaba. Él camina, realizando los pasos precisos, escuchando como la sangre comenzaría a manchar su unión, como un arcángel desplegando sus alas ante el imperio, ante los que destruir quiere y mira con fijeza, siendo el rey de la destrucción. Aclamando más, no solo daño, ni sufrimiento espera no basta con ver como disloca sus huesos. Cruzado de brazos se recarga en la pared, pidiendo locura. Parecía una escultura decorada. Dirigiéndose uno y después al otro: — ¿Que sigues esperando? Mátala de una vez y muere con ella. No obtuvo ni un poco de lo que tuve, tengo y estoy teniendo. Se ha forjado una ilusión, pobre estúpida, nunca es, ni será lo mismo. Pero no hay nada que perder, cuando lo sigues teniendo. Míralo y tu mírala, porque ambos morirán y lo más triste es que sola ira esa escoria. Que lastima, ya mueran con lo que creyeron soñar al tener. —Sonrió más por ver al diablo exterminar la escoria, caminando por ese lugar, en lo que el pequeño lucifer castigaba a la pecadora de su reino. Mientras tanto, el espectro busca alcohol, las mismas esencias y las arroja cuando el corazón fue despojado de aquella cavidad y fue manchado Luzbel del manjar que aclaman los perdedores. Aunque, Incendiar ese lugar quiere, que la sangre derramada fuese consumida por el fuego, y él que le miraba como el peor de los amantes, no espero en demostrar que aún faltaba para ser ese cuervo malo que decía. Arrojo el fuego, tras una vela, exterminando la suciedad, resurgiendo el fuego como uno de los peores males deseados. Mofándose de la habladuría de Luzbel, observando como caía de rodillas. La maldad le estaba torturando, aquel pequeño no era destinado a la penumbra, ni para el caos.
—No tomes palabras que no te corresponden, lo correcto es: Yo, ¿Te repugno? ¿Me temes? ¿Acaso te asusta lo que estás viendo? …Fuiste una obra maestra, eras mi única piedra de ónice, un querubín protector de alas desplegadas te había hecho para mí, y así, te elimino, he sacado ese fuego que te ha devorado los recuerdos. Serás un objeto de espanto, y has desaparecido, fuiste acabado en belleza. Yo mismo lo he hecho. ¡Conóceme! porque eso estoy haciendo contigo. No ofrezco, no estoy para ofrecer. Sigue observándome, sigue descubriendo mi autentica oscuridad. Y pregúntame; ¿Qué es lo que estoy deseando?
Así fue, entonces, que la manera más cruel se enfocaba en Luzbel, rodeado de las cenizas y aun llamas salvajes, caminando hacia el que tira del cordón de su batín, y la desnudez tormentosa se vislumbra, un manjar que debía ser ofrecido. Tomando con precaución el pequeño frasco, donde contenía las restantes gotas de la belladona —Terminemos con esto de una vez, devuélveme lo que es mío. Antes de que te lleva al borde la locura y quieras suicidarte—Se hinco frente a él, alzando la falange y emprendió una caricia en su mejilla, acercándose a lamer la sangre de su adversaria. —Entrégate a mí, conóceme antes de que esto desaparezca, antes de desees matarme— murmuro, al instante en que recorrió el cordón ajeno y tirar de este, las llamas no tardarían en llegar a ellos, más si había tiempo para entregarse y convertir esa pesadilla en realidad. Uno ya conoció a otro, pero el otro aún falta por conocer.
Y dispuesto, doblega a Luzbel mediante un beso; presionando su carnosidad con deseo, abriendo paso por aquella bata y recorre su contorno, aquella figura sublime deleita, magreando con desespero. Intensificando la fuerza sobre él, bañándolo de más remembranzas; de cómo fue tomado, y que ahora él, toma con más bestialismo, reconociendo que nada era igual, ni parecido. Que la única forma de sostenerlo era esta, poseyendo sus labios con los ojos cerrados, viendo pasar sus propios recuerdos en la mente ajena, rasguñando el muslo de la pierna, tatuando las garras al recordarle que el dolor es el único deseo pedido.
—Abre la boca, preserva cada imagen, a partir de aquí, no olvidaras. Ahora, bebe esto, deja que te conozca. — Lo siniestro hablo, pedía unirse, hacerse uno.
Se detuvo su mano ante el daño expuesto, tomo el frasco entre esa mano y lo destapo, llevándolo a la boca ajena y lo inclina un poco, esperando las ultimas gotas que cayeran. Era el único paso para estar unidos. Regresar las evocaciones a su sitio correspondiente. Resbalándose de esa mano el frasco y los vidrios de este resonaron a su caída porque el dueño comenzó a jugar maquiavélicamente con la pesadilla y la realidad. Recorría ese templo con ambas manos, marcando su detallada escultura, presionando sus caderas, emitiendo una sonrisa sínica cuando el efecto del hechizo comenzaba nuevamente.
Y así, se retuerce de un placer inexplicable, aquel que no se compara con ningún otro, ni el copular o el ingerir la sangre, nada era igual como esta matanza. Como si hubiese sido idealizado, que aquel a quién amara le iba a despertar su verdadera esencia. Y es que así fue, se terminó toda máscara. El dolor era ya su dolor —Enfocándose a Luzbel, ese quien esta asesinando a la inmortal— su placer se mezclaba en un eclipse, manchando la agonía del arte de transfusión con la realidad. Era cruel y despiadado al saborear cada instante en el que veía a Luzbel revolcarse en el suelo, resurgiendo a la bestia que amo, si olvidado le tenía ahora mismo le recordó como el único a quien le advirtió que terminaría por dejarle. Así seria, y así será.
— ¿Puedes sentir el dolor? Ay, querido mío, Si te mato en este instante, no es, ni será por amor. ¿Porque te sigues torturando? Ya conoces el odio, ya me estas empezando a conocer. Festeja con la sangre... ¿Hace cuánto no nos lastimábamos uno al otro? Es nuestro castigo y debes aceptarlo. Si has llegado a odiarme, fue que el amor entregaste, pero si sientes amor ahora mismo, es que no es nada para mí.
Compartiendo los mismos pensamientos, veía con claridad la oscuridad predominada, el caos y la desesperación de verse acabado con la negrura. Tan débil que la oscuridad le envolvió en segundos, ese llanto negro, su lucha no era suficiente, termino amarrado al holocausto. ¡No tiene sentido orar! Las plegarias contaminadas por maldiciones... Deleita, percibe esa ira, frustración que le hace seguirle, era su imán, lo está dirigiendo y este espectro lo sigue. Esta maravillado por las lágrimas oscurecidas que le anuncian que conoce al fin lo que creyó, que el diablo le susurraba esas verdades funestas, historias que desde un principio fueron mentiras que se encerraron en la mente y que no pueden escapar... Siendo un dios ante la descares, su pupila danzarina flamea a con la burla, llegando a deleitar y como es que el diablo obedece por el simple capricho de un amor.
El vampiro que a su diablo desdeño, ya con claridad todo se les presentaba. Él camina, realizando los pasos precisos, escuchando como la sangre comenzaría a manchar su unión, como un arcángel desplegando sus alas ante el imperio, ante los que destruir quiere y mira con fijeza, siendo el rey de la destrucción. Aclamando más, no solo daño, ni sufrimiento espera no basta con ver como disloca sus huesos. Cruzado de brazos se recarga en la pared, pidiendo locura. Parecía una escultura decorada. Dirigiéndose uno y después al otro: — ¿Que sigues esperando? Mátala de una vez y muere con ella. No obtuvo ni un poco de lo que tuve, tengo y estoy teniendo. Se ha forjado una ilusión, pobre estúpida, nunca es, ni será lo mismo. Pero no hay nada que perder, cuando lo sigues teniendo. Míralo y tu mírala, porque ambos morirán y lo más triste es que sola ira esa escoria. Que lastima, ya mueran con lo que creyeron soñar al tener. —Sonrió más por ver al diablo exterminar la escoria, caminando por ese lugar, en lo que el pequeño lucifer castigaba a la pecadora de su reino. Mientras tanto, el espectro busca alcohol, las mismas esencias y las arroja cuando el corazón fue despojado de aquella cavidad y fue manchado Luzbel del manjar que aclaman los perdedores. Aunque, Incendiar ese lugar quiere, que la sangre derramada fuese consumida por el fuego, y él que le miraba como el peor de los amantes, no espero en demostrar que aún faltaba para ser ese cuervo malo que decía. Arrojo el fuego, tras una vela, exterminando la suciedad, resurgiendo el fuego como uno de los peores males deseados. Mofándose de la habladuría de Luzbel, observando como caía de rodillas. La maldad le estaba torturando, aquel pequeño no era destinado a la penumbra, ni para el caos.
—No tomes palabras que no te corresponden, lo correcto es: Yo, ¿Te repugno? ¿Me temes? ¿Acaso te asusta lo que estás viendo? …Fuiste una obra maestra, eras mi única piedra de ónice, un querubín protector de alas desplegadas te había hecho para mí, y así, te elimino, he sacado ese fuego que te ha devorado los recuerdos. Serás un objeto de espanto, y has desaparecido, fuiste acabado en belleza. Yo mismo lo he hecho. ¡Conóceme! porque eso estoy haciendo contigo. No ofrezco, no estoy para ofrecer. Sigue observándome, sigue descubriendo mi autentica oscuridad. Y pregúntame; ¿Qué es lo que estoy deseando?
Así fue, entonces, que la manera más cruel se enfocaba en Luzbel, rodeado de las cenizas y aun llamas salvajes, caminando hacia el que tira del cordón de su batín, y la desnudez tormentosa se vislumbra, un manjar que debía ser ofrecido. Tomando con precaución el pequeño frasco, donde contenía las restantes gotas de la belladona —Terminemos con esto de una vez, devuélveme lo que es mío. Antes de que te lleva al borde la locura y quieras suicidarte—Se hinco frente a él, alzando la falange y emprendió una caricia en su mejilla, acercándose a lamer la sangre de su adversaria. —Entrégate a mí, conóceme antes de que esto desaparezca, antes de desees matarme— murmuro, al instante en que recorrió el cordón ajeno y tirar de este, las llamas no tardarían en llegar a ellos, más si había tiempo para entregarse y convertir esa pesadilla en realidad. Uno ya conoció a otro, pero el otro aún falta por conocer.
Y dispuesto, doblega a Luzbel mediante un beso; presionando su carnosidad con deseo, abriendo paso por aquella bata y recorre su contorno, aquella figura sublime deleita, magreando con desespero. Intensificando la fuerza sobre él, bañándolo de más remembranzas; de cómo fue tomado, y que ahora él, toma con más bestialismo, reconociendo que nada era igual, ni parecido. Que la única forma de sostenerlo era esta, poseyendo sus labios con los ojos cerrados, viendo pasar sus propios recuerdos en la mente ajena, rasguñando el muslo de la pierna, tatuando las garras al recordarle que el dolor es el único deseo pedido.
—Abre la boca, preserva cada imagen, a partir de aquí, no olvidaras. Ahora, bebe esto, deja que te conozca. — Lo siniestro hablo, pedía unirse, hacerse uno.
Se detuvo su mano ante el daño expuesto, tomo el frasco entre esa mano y lo destapo, llevándolo a la boca ajena y lo inclina un poco, esperando las ultimas gotas que cayeran. Era el único paso para estar unidos. Regresar las evocaciones a su sitio correspondiente. Resbalándose de esa mano el frasco y los vidrios de este resonaron a su caída porque el dueño comenzó a jugar maquiavélicamente con la pesadilla y la realidad. Recorría ese templo con ambas manos, marcando su detallada escultura, presionando sus caderas, emitiendo una sonrisa sínica cuando el efecto del hechizo comenzaba nuevamente.
Nicolás D' Lenfent- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Noces de sang +18 [PRIVADO]
No había forma de explicar lo absurdo de la situación. La mirada severa de Nicolás se retorcía en una locura escalofriante. Me pregunté entonces si realmente se trataba de Nicolás o si esa persona había muerto y se había convertido en un ser de maldad eterna. Su aura espesa y pesada estaba sobre mí en tanto su lengua viperina destilaba los venenos que había guardado como un niño ahorrando monedas. Ahora me estaba cobrando el arancel todo junto y con ello las punzadas de lo macabro se hacían presentes. ¿Acaso era mi destino ser horrorizado por un amor que decía ser imperturbable? Era evidente que sí, ¡nuestro camino a la eternidad era sufrir en un compás infinito! Mi ser temblaba por la matanza y los orbes rasgados y negros como el azabache, se abrieron con terror al ver una flama anaranjada acercarse a mí. ¿Iba a morir? No, el cuervo quería algo peor y yo lo aceptaría. Había aceptado desaparecer del mundo junto a él desde el primer día. Y ahora más que nunca quería aceptar esas tinieblas. No quería vivir más, no merecía la pena seguir existiendo con todo aquel calvario del pasado, presente y futuro. Las caras de las mujeres que vivían conmigo se aparecían como antepasados, se desfiguraban en manos de mi padre y aunque intentaba reprimirlo, parecía que las barreras de la inconsciencia se habían abierto. Todo estaba allí, incluso los recuerdos más lejanos. Incluso los labios de mi padre acariciando los míos con el anhelo de que fuesen los de su amada. La buscaba a ella en mí y sin embargo el tiempo le había aclarado que eso era inconcebible. Sí, él había cambiado, había intentado protegerme de mis propias remembranzas. ¡Y sin embargo todo salía a la luz causando gritos que estaban por fuera de mi escenario! Cuando las llamas comenzaron con su punto de ignición buscaron quemarlo todo y me di cuenta que no quería terminar así. Tenía que buscar la esperanza en el ave oscura. — Te odio, te odio en la misma medida que siempre te he amado. ¿Y dices que no es nada para ti? Mira lo que has hecho por no tenerme. ¿Entonces no valió la pena buscar al corrompido? — La voz salía rasposa, no podía contener el odio que tenía en ese momento. Me habían traicionado de la manera más cruel posible. Él se había jactado de buscar lo que más me dolería y todo porque había caído en una trampa vil. ¡No era mi culpa! Quería gritárselo, zamarrearlo hasta que se diera cuenta del terrible momento que me estaba haciendo pasar. No obstante no podía moverme con la libertad que esperaba. Por el contrario, estaba estático, temblando bajo la bata pesada en sangre. Buscando su mirada, intentando encontrar la luz detrás de sus estrambóticos faroles de colores extraños. Me había compartido dos pasados que habían sido sepultados por amos del descontrol. Y ahora, desenfundados, chocaban las historias. Se marchitaba el lecho de mi pecho.
Las hebras negras de mis cabellos caían cual velo de funeral sobre mi rostro, la piel blanquecina se dejaba entrever cuando la toalla se abrió y cayó por mi hombro derecho con un cuidado infernal. Recordaba su tacto, sí, era áspero y amargo, como si lo que estuviese tocando le diera asco pero a la vez lo amara. — ¿Terminar? ¿Qué quieres terminar si abriste con tus caprichos un nuevo comienzo? Ummgh…— “No quiero” suplicaba con la vista cuando el líquido de mandrágora comenzaba a deslizarse en mi garganta junto a las lágrimas pesadas, mi mejilla se abullonaba en los dedos ajenos, dejando caer las lágrimas en aquel. Me estaba torturando, el agarre abrasivo me corrompía en lo que sus labios empezaban a acercarse a los míos. Como una alimaña me vi retorcida hasta que éste tomó posesión de mí. ¿Qué es lo que quería? ¿¡Qué estaba buscando aparte de matarnos horriblemente!? Negué cuantas veces pude, estirando mi cuerpo a un lado, sintiendo romperme por dentro poco a poco. — Te temo, ¿qué me estás haciendo? ¿Qué quieres de mí? ¿Qué deseas de mí? ¡Dilo de una vez Nicolás! ¡¿Qué estás esperando?! — Me hice escuchar entre su agarre y el mío, volviendo a él a medida que volvían a agolparse cosas en mi camino, lo prudente sería dejarme acariciar por el fuego. Que todo se marchitara en ese amor que me quedaba vivo. ¡Ese amor que era mío y de nadie más!
La tortura era sublime, me carcomía despacio, el dolor físico desaparecía por completo y era reemplazado por historias abismales. El tiempo fue difícil de comprender, mi pobre mente estaba intentando soportar todo eso en tanto mis uñas largas y algo decrépitas comenzaban a hundirse en la dermis ajena. Buscaba hacer mermar el elixir rojo de su parte, arrancarle la lengua en la impaciencia. Desesperado fue que tironeé hasta poder escapar de su boca, manteniéndome en su cercanía, observándolo con una curiosidad tal, que lo único que pude sentir era que todo se escapaba de mis manos y el aire hirviendo comenzaba a alterar mi inmortalidad. Parecía que mi alma se salía por completo.
Me pude ver a mí mismo y a él. Estábamos abrazados en una oscuridad que perturbaba todo el sentido humano de la vida. ¿Acaso él estaba sufriendo tan horriblemente como así parecía? Lloraba sobre su hombro apretándome con fuerzas, el dolor de saberlo todo se hacía presente. ¿Quién dijo que el saber traería felicidad y eterna sabiduría? ¡Yo quería olvidarlo todo y vivir entre los brazos del cuervo, que sirvieran como rejas pues ya no quería ser libre de ninguna manera! Sin embargo todo lo contrario estaba empezando a existir. El calor nos lamía y me negué a morir con los conocimientos que había adquirido. — No nos vamos a morir hoy ni aquí. ¡Despierta Nicolás! ¡No quiero morir aquí! ¡No quiero morir hoy! — Los brazos de mi amante, delgados y huesudos quedaban apretados en mis garras. Su tacto se flameaba por mis zonas y el reprimir de mis gemidos se hacía presente, mordiendo las frutillas que estaban podridas. Alzando la mirada me enfoqué en el demonio que yo mismo había creado. Lo había destruido con mi inocencia descompuesta. Levantaba mi mano, sacudiendo las cenizas para poder tocar su rostro, la cicatriz en su único ojo. Le había quitado todo, había succionado todo de él y aun así sentía que quería más. ¿Qué tan egoísta podía llegar a ser? Era una respuesta que jamás tendría, pues incluso no quería saberla. Simplemente acaricié su piel, hundí mi palma sobre sus cabellos predispuestos a quemarse y negué sonriéndole, apretando mis caderas contra su pecho, buscando pasar las piernas hacía su espalda. — ¿Qué estás deseando? Nicolás… ¿Me deseas? Te lastimé, lo sé y me duele. ¿Qué puedo hacer ahora? N-no lo entiendo. — Susurraba sobre sus labios, sobre la carne de su rostro, apretándome demencialmente. Allí, en mi mente, se habían metido las crónicas, me hacían enloquecer, me estaban arrancando a jalones la cordura que me quedaba. Intentaba deshacerme de todo, ¡solo lo quería a él! Se habían aclarado las ideas y mis deseos se mostraban en excitación, en anhelo por su cuerpo, por probarlo una vez más.
Las hebras negras de mis cabellos caían cual velo de funeral sobre mi rostro, la piel blanquecina se dejaba entrever cuando la toalla se abrió y cayó por mi hombro derecho con un cuidado infernal. Recordaba su tacto, sí, era áspero y amargo, como si lo que estuviese tocando le diera asco pero a la vez lo amara. — ¿Terminar? ¿Qué quieres terminar si abriste con tus caprichos un nuevo comienzo? Ummgh…— “No quiero” suplicaba con la vista cuando el líquido de mandrágora comenzaba a deslizarse en mi garganta junto a las lágrimas pesadas, mi mejilla se abullonaba en los dedos ajenos, dejando caer las lágrimas en aquel. Me estaba torturando, el agarre abrasivo me corrompía en lo que sus labios empezaban a acercarse a los míos. Como una alimaña me vi retorcida hasta que éste tomó posesión de mí. ¿Qué es lo que quería? ¿¡Qué estaba buscando aparte de matarnos horriblemente!? Negué cuantas veces pude, estirando mi cuerpo a un lado, sintiendo romperme por dentro poco a poco. — Te temo, ¿qué me estás haciendo? ¿Qué quieres de mí? ¿Qué deseas de mí? ¡Dilo de una vez Nicolás! ¡¿Qué estás esperando?! — Me hice escuchar entre su agarre y el mío, volviendo a él a medida que volvían a agolparse cosas en mi camino, lo prudente sería dejarme acariciar por el fuego. Que todo se marchitara en ese amor que me quedaba vivo. ¡Ese amor que era mío y de nadie más!
La tortura era sublime, me carcomía despacio, el dolor físico desaparecía por completo y era reemplazado por historias abismales. El tiempo fue difícil de comprender, mi pobre mente estaba intentando soportar todo eso en tanto mis uñas largas y algo decrépitas comenzaban a hundirse en la dermis ajena. Buscaba hacer mermar el elixir rojo de su parte, arrancarle la lengua en la impaciencia. Desesperado fue que tironeé hasta poder escapar de su boca, manteniéndome en su cercanía, observándolo con una curiosidad tal, que lo único que pude sentir era que todo se escapaba de mis manos y el aire hirviendo comenzaba a alterar mi inmortalidad. Parecía que mi alma se salía por completo.
Me pude ver a mí mismo y a él. Estábamos abrazados en una oscuridad que perturbaba todo el sentido humano de la vida. ¿Acaso él estaba sufriendo tan horriblemente como así parecía? Lloraba sobre su hombro apretándome con fuerzas, el dolor de saberlo todo se hacía presente. ¿Quién dijo que el saber traería felicidad y eterna sabiduría? ¡Yo quería olvidarlo todo y vivir entre los brazos del cuervo, que sirvieran como rejas pues ya no quería ser libre de ninguna manera! Sin embargo todo lo contrario estaba empezando a existir. El calor nos lamía y me negué a morir con los conocimientos que había adquirido. — No nos vamos a morir hoy ni aquí. ¡Despierta Nicolás! ¡No quiero morir aquí! ¡No quiero morir hoy! — Los brazos de mi amante, delgados y huesudos quedaban apretados en mis garras. Su tacto se flameaba por mis zonas y el reprimir de mis gemidos se hacía presente, mordiendo las frutillas que estaban podridas. Alzando la mirada me enfoqué en el demonio que yo mismo había creado. Lo había destruido con mi inocencia descompuesta. Levantaba mi mano, sacudiendo las cenizas para poder tocar su rostro, la cicatriz en su único ojo. Le había quitado todo, había succionado todo de él y aun así sentía que quería más. ¿Qué tan egoísta podía llegar a ser? Era una respuesta que jamás tendría, pues incluso no quería saberla. Simplemente acaricié su piel, hundí mi palma sobre sus cabellos predispuestos a quemarse y negué sonriéndole, apretando mis caderas contra su pecho, buscando pasar las piernas hacía su espalda. — ¿Qué estás deseando? Nicolás… ¿Me deseas? Te lastimé, lo sé y me duele. ¿Qué puedo hacer ahora? N-no lo entiendo. — Susurraba sobre sus labios, sobre la carne de su rostro, apretándome demencialmente. Allí, en mi mente, se habían metido las crónicas, me hacían enloquecer, me estaban arrancando a jalones la cordura que me quedaba. Intentaba deshacerme de todo, ¡solo lo quería a él! Se habían aclarado las ideas y mis deseos se mostraban en excitación, en anhelo por su cuerpo, por probarlo una vez más.
Invitado- Invitado
Re: Noces de sang +18 [PRIVADO]
¡Oh, noche criminal, imagen del infierno!
¡Sombrío protocolo!
¡Escena de tragedias y crímenes horribles!
¡Encubridor del caos y del pecado!
¡Ciega y turbia pasión! ¡Albergue de la furia!
¡Vil socavón de muerte! ¡Silente delatora con la muda traición y el raptor de virtudes!
¡Sombrío protocolo!
¡Escena de tragedias y crímenes horribles!
¡Encubridor del caos y del pecado!
¡Ciega y turbia pasión! ¡Albergue de la furia!
¡Vil socavón de muerte! ¡Silente delatora con la muda traición y el raptor de virtudes!
¿Ahora qué sigue? Estando frente a frente a la muerte, ha perdido el resquemor vigoroso, ganándose la indolencia y la exasperación es lo que tiene entre sus manos. Suavemente se sumerge en una onírica hipnosis donde la realidad danzante se esfuma con facilidad y en sus fantasías crece y renace su nueva esencia que se dispara por el borde de sus deseos, escucha esa sinfónica llamada, es la locura que le abraza, la demencia está presente y solo la dulzura de un final sangriento es el precio de un afán profundo. Un beso infernal, infecciones de la razón proclaman su mente, y el suave lazo que le detiene se destruye bajo las llamas de la calamidad, surca entre los bajos instintos, llamando a la nueva bestia que es. Su nuevo nombre es fantasma, ahora es el creador de su propio destino, el tejedor de ilusiones y el caótico juez de su propia existencia, y un espectro que se va a alimentar de lo que ama, odia y es este mismo.
Rigiéndose por sus siniestras acciones, el ideal es solo destruir, consumir todo aquello de manera gozante. Hasta perderse por completo y desaparecer. Así es que lo está ejecutando, lo entiende cuando los orbes de su Luzbel le miran con cierto odio, lo retenía, lo sujetaba bajo su cuerpo, parecían sus pupilas entrar en pánico, un terror que no se ocultaba de ninguna manera por como Nicolás está poseyendo a su amante. La ansiedad por penetrarlo, estar dentro de él en lo que siguen esparciéndose las llamas. Sus palabras eran solo un aperitivo extra para adornar ese momento, le escucha, pero no quiere detenerse, se insinúa su hombría entre sus piernas, presionando sus costados por ya admirar el carmín en su deliciosa piel pálida. Seguro ha de creer que su demonio pensaba que se había convertido en un diferente monstruo. Que se encontraba enfermo por la naturaleza que le consumía. Sin embargo, no podía negarlo, necesitaba alimentarse de él, de su cuerpo, de su carne, todo de tal manera que su templo comenzó a desquitarse, sabía que si no lo hacía suyo, ese espectro terminaría por asesinar lo que amaba. Y era a él, por ello miro por última vez esas pupilas negrientas....
—He tardado más en cumplir mi promesa de protegerte para siempre, que lo que mi cuerpo aguantó antes de devorarte lentamente. Mi necesidad de carne y sangre ha sido incluso más fuerte que el amor que alguna vez te tuve. Porque ese amor cambio su forma, ahora es otra cosa…. ¡No hables! Escúchame, tócame, distrae este maldito control de mi cuerpo, mente y deseos, estoy ansiando arder contigo justo ahora. Es como si estuviera esperando a que tú me arrojes de una vez a esas llamas, ¿Que no lo puedes entender? Mis pensamientos te lo están diciendo, mis recuerdos te gritan lo que tanto estoy deseando. Te deseo a ti con demencia, sin importar que nos consuma el fuego, quiero sentirte, hacerte mío, hacer el amor justo ahora...
Las últimas palabras desató su preocupación, sus colmillos se desnudaron, y directo atravesaron su yugular, desgarrándolo, era imposible, no podía contenerse, la sangre brotaba, su dulce lo extasiaba de manera que le seducía, le invitaba siempre a abrir todas las heridas posibles que tuviera, acariciando su pecho, y abriendo más esas piernas, rozando el miembro al menearse, endureciéndose que ronroneando porque eso estalle. Y sin más, con los pechos desnudos, y a flote su dotes, le empotra, empujando la cadera hacia adentro, estando en su interior al incrustar el miembro. Él era su perfecto banquete, que mejor que su enamorado logre ese afrodisiaco que le eleva a entregarle todo. Nadie comprende este amor, ni él porque sus lágrimas se lo decían.
—Ódiame amor mío, hazlo pero entrégame ese espectro mío, déjame cargar solo a mí, mi propia agonía, bésame, que mi único capricho fue el aferrarme a ti. ¡Maldigo aquella noche! Una y mil veces maldigo cuando me enamore. Quiero terminar con esto, antes de que te pierda. Antes de que ese amor se convierta en solo miedo.
Su voz se alzó, con la necedad de ser poseída por su Luzbel, empujando una y otra vez, mirando fijamente ese rostro con la sentencia de tatuar cada segmento con su perfume. Rogando, aferrándose a la boca, a esos carnosos labios después de dejar que recorriera la sangre de esta hasta el pecho, mordisqueando y tirando de estos, como si fueran a acabarse. —Llora pequeño, regálame hasta la última lágrima, dame al menos la imitación de un sudor… —Lo bañaba en su propia linfa, meneándose como un súcubo lo haría.
—Entrégate a mí, hiéreme, haz que el dolor se siga tatuando en mí, quiero seguir a tu lado, hazme tuyo, no dejes que esas remembranzas me hagan desaparecer. Siento como si no tuviera un cuerpo, no siento nada porque es como si no estuviera aquí, quiero quemarme, sentir, impregnarme en ti. Ya que, ahora puedo volar a través de las cumbres, finalmente estoy libre de todas las cadenas, puedo despedirme del cielo y del infierno, a partir de ahora temo a no volvernos uno, a no encontrarte más. Porque ni la luz, ni oscuridad están aquí para conocerme, para retenerte a mi lado, no habrá más tristeza ni dolor que nos una. Hiéreme, despierta mi cuerpo para ti.
Una y otra vez empujaba, lento, con mayor fuerza para inundar su interior, sonando la excitación en su voz, la manera alterada en la que se hallaba, robándole la energía, sembrando los recuerdos en lo que le embestía y sus colmillos se incrustan de nueva cuenta en su yugular.
Rigiéndose por sus siniestras acciones, el ideal es solo destruir, consumir todo aquello de manera gozante. Hasta perderse por completo y desaparecer. Así es que lo está ejecutando, lo entiende cuando los orbes de su Luzbel le miran con cierto odio, lo retenía, lo sujetaba bajo su cuerpo, parecían sus pupilas entrar en pánico, un terror que no se ocultaba de ninguna manera por como Nicolás está poseyendo a su amante. La ansiedad por penetrarlo, estar dentro de él en lo que siguen esparciéndose las llamas. Sus palabras eran solo un aperitivo extra para adornar ese momento, le escucha, pero no quiere detenerse, se insinúa su hombría entre sus piernas, presionando sus costados por ya admirar el carmín en su deliciosa piel pálida. Seguro ha de creer que su demonio pensaba que se había convertido en un diferente monstruo. Que se encontraba enfermo por la naturaleza que le consumía. Sin embargo, no podía negarlo, necesitaba alimentarse de él, de su cuerpo, de su carne, todo de tal manera que su templo comenzó a desquitarse, sabía que si no lo hacía suyo, ese espectro terminaría por asesinar lo que amaba. Y era a él, por ello miro por última vez esas pupilas negrientas....
—He tardado más en cumplir mi promesa de protegerte para siempre, que lo que mi cuerpo aguantó antes de devorarte lentamente. Mi necesidad de carne y sangre ha sido incluso más fuerte que el amor que alguna vez te tuve. Porque ese amor cambio su forma, ahora es otra cosa…. ¡No hables! Escúchame, tócame, distrae este maldito control de mi cuerpo, mente y deseos, estoy ansiando arder contigo justo ahora. Es como si estuviera esperando a que tú me arrojes de una vez a esas llamas, ¿Que no lo puedes entender? Mis pensamientos te lo están diciendo, mis recuerdos te gritan lo que tanto estoy deseando. Te deseo a ti con demencia, sin importar que nos consuma el fuego, quiero sentirte, hacerte mío, hacer el amor justo ahora...
Las últimas palabras desató su preocupación, sus colmillos se desnudaron, y directo atravesaron su yugular, desgarrándolo, era imposible, no podía contenerse, la sangre brotaba, su dulce lo extasiaba de manera que le seducía, le invitaba siempre a abrir todas las heridas posibles que tuviera, acariciando su pecho, y abriendo más esas piernas, rozando el miembro al menearse, endureciéndose que ronroneando porque eso estalle. Y sin más, con los pechos desnudos, y a flote su dotes, le empotra, empujando la cadera hacia adentro, estando en su interior al incrustar el miembro. Él era su perfecto banquete, que mejor que su enamorado logre ese afrodisiaco que le eleva a entregarle todo. Nadie comprende este amor, ni él porque sus lágrimas se lo decían.
—Ódiame amor mío, hazlo pero entrégame ese espectro mío, déjame cargar solo a mí, mi propia agonía, bésame, que mi único capricho fue el aferrarme a ti. ¡Maldigo aquella noche! Una y mil veces maldigo cuando me enamore. Quiero terminar con esto, antes de que te pierda. Antes de que ese amor se convierta en solo miedo.
Su voz se alzó, con la necedad de ser poseída por su Luzbel, empujando una y otra vez, mirando fijamente ese rostro con la sentencia de tatuar cada segmento con su perfume. Rogando, aferrándose a la boca, a esos carnosos labios después de dejar que recorriera la sangre de esta hasta el pecho, mordisqueando y tirando de estos, como si fueran a acabarse. —Llora pequeño, regálame hasta la última lágrima, dame al menos la imitación de un sudor… —Lo bañaba en su propia linfa, meneándose como un súcubo lo haría.
—Entrégate a mí, hiéreme, haz que el dolor se siga tatuando en mí, quiero seguir a tu lado, hazme tuyo, no dejes que esas remembranzas me hagan desaparecer. Siento como si no tuviera un cuerpo, no siento nada porque es como si no estuviera aquí, quiero quemarme, sentir, impregnarme en ti. Ya que, ahora puedo volar a través de las cumbres, finalmente estoy libre de todas las cadenas, puedo despedirme del cielo y del infierno, a partir de ahora temo a no volvernos uno, a no encontrarte más. Porque ni la luz, ni oscuridad están aquí para conocerme, para retenerte a mi lado, no habrá más tristeza ni dolor que nos una. Hiéreme, despierta mi cuerpo para ti.
Una y otra vez empujaba, lento, con mayor fuerza para inundar su interior, sonando la excitación en su voz, la manera alterada en la que se hallaba, robándole la energía, sembrando los recuerdos en lo que le embestía y sus colmillos se incrustan de nueva cuenta en su yugular.
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Re: Noces de sang +18 [PRIVADO]
Ese amor jamás acabaría, lo sentía dentro, caliente, expandiéndose cada vez más hasta agarrotarse en mis entrañas. ¡Era hermoso! ¡Me amaba! ¡Y era sólo mío! Un brillo aniñado luchaba por resurgir del interior aplastado por la tragedia. La mirada de Nicolás deseosa por poseerme, como si me necesitara, como si dependiera de mí. Y no había otra cosa que me gustara más que tenerlo bajo mis manos, poder poseerlo como en realidad al revés era. Dentro de mi boca mi lengua estaba relamiéndose, la excitación subía por mi piel y se enfundaba en cada célula del muerto cuerpo en el que me hallaba. El pasado quería oscurecerse nuevamente para darle paso a aquel falo insaciable que buscaba como un demonio terminar un ritual satánico. Nada nos podía proteger, pero tampoco lo deseaba. ¡Para qué si tenía todo lo que yo más anhelaba en el mundo! Y logró entonces salir una sonrisa apenas reluciente entre las lamidas de las llamas que veneran matar a todo sanguinariamente, demandaban hacernos cenizas y no lo hacían. Parecía que algo nos protegía, como si un círculo se estuviese formando a nuestro alrededor, justo en donde nos ahuecábamos cada vez más. Justo en donde mis manos se alzaban para envolverle el cuerpo, para aferrarme a su piel desnuda y ardiente. ¿Tanto me deseas cuervo del olvido? Miles de años son los que han pasado desde que esa alma vivía y aun así, yo podía darle un placer colosal e infinito. Me sentía lleno, completamente útil ante aquella ave de alas cortadas que agonizaba sobre mí. Deseando adentrarse, lográndolo en poco tiempo. Siquiera un roce pude terminar de avocar en su escritura y el temblor en mis huesos se hizo profundo e imparable.
— Eres… Tan hermoso, si pudieras ser yo para mirarte, te enamorarías de ti mismo. Si pudieras escucharte decirme esas cosas. Qué lindo Nicolás, te amo, te amo tanto. — La marea que antes parecía haberse convertido en tormenta se calmaba para dejarme sedado entre sus brazos, las piernas largas como si de una araña se tratasen se arrebataban a la espalda del ajeno. Acercándolo como si de repente necesitara su intimidad. Sus roces daban en donde yo más lo mendigaba. Y unas uñas largas se clavaron un poco más en su carne. Podía ver perfectamente a través de él, parecía perdido, pero completamente enfocado en lo que ahora estaba buscando. ¡A mí! ¡Me quería como nunca antes! Y yo estaba dispuesto a entregarle todo. El tiempo había pasado y me había desacostumbrado a su intromisión, a su bestialidad que había sido cambiada por un excelso romanticismo mentiroso, por un hacer el amor demasiado lento y provisional. Ahora el mendigo de los infiernos volvía a hacer auge y la castidad se corrompía de una vez. ¿Qué podía hacer yo si nos moríamos? Nada y en realidad ya no importaba. Mucho menos cuando sus colmillos ingresaron cual estacas en mi garganta y un gritillo amargo se escuchó flotar de terror. Mi cadáver tembló estrepitosamente, forcejeando muy dolientemente, apenas removiendo las manos, mirando al techo pues el movimiento de mi cuello era restringido. — ¿Cuándo fue esa noche? ¿Cuándo te enamoraste de mí? Shhh, me dices que llore, pero eres tú el que está llorando. — Balbuceaba lento, entrecortado y sumamente agónico, inhalando un aire que no necesitaba para sentirme lleno. La realidad era que el pasado nos estaba atormentando. Los inmortales que estaban en esa habitación éramos dos patéticas alimañas que habían sido masacradas desde un inicio. Ambos nos habíamos formado de maneras muy diferentes luego de la herida en mente que nos dieron. Nicolás formó un ser congelado en el tiempo, incapaz de amar más que a la soledad. Y yo, yo busqué el amor como mi más profunda ambición. Como una apetencia incapaz de ser saciada. Y encontrarnos había sido, sin duda, el apetito desvivido de la realidad. — Lame mis heridas hasta sanarlas, porque solo así te perdonaré por asustarme. —
Ese egoísmo hermoso seguía en popa, el cuerpo tembloroso estaba cargándolo y un jadeo resquebrajado salió de mi garganta cuando su intromisión se hizo paulatina, cerrando los parpados con fuerzas, me movía buscándole un poco más. ¡Cuánto dolor que podía soportar el cuerpo humano! Mientras estaba caliente por el fuego que nos recorría y esa efervescencia que él me hacía emanar, el vaivén se hacía progresivo y entonces sus palabras tallaban una herida que me despertaba de un salto abismal. ¿Se iba a ir? ¿Acaso me iba a abandonar? No, no podía permitirle tal atrocidad. Y alcé mis garras para pasarlas por su pecho, aquella panza plana y pálida era envuelta por unos brazos maquiavélicos, abrazándole con fuerza, pegándolo a mi ser que en poco tiempo fue que me apresuré a estrujarle el falo que ya flanqueaba dentro de mí. Provocaba que mi frenesí se agravie; y apreté mis labios, estirándome suavemente hacia atrás. Buscaba estocadas cálidas, en donde las entrañas se volvían un suave algodón. — Despiértate Nicolás, no dejaré que te vayas nunca, eres mío, no importa el pasado que te haya aterrado, no importa qué tanto estés sufriendo, no voy a dejar que te vayas nunca de mi lado. Despiértate de una vez y ámame como a mí me gusta que me ames. ¡Más! ¡Siempre más! — Insistí, alzándome, sintiendo como mi yugular se asustaba por el tironeo que yo mismo me estaba dando para poder levantarme contra él. Para poder empujar mis caderas contra esas piernas, sintiendo su pecho pálido entre mis yemas de los dedos. Juntando en ese momento mis labios contra él, buscando besarle, agitándome de deseos que no podían parar de lo agolpados que estaban. Necesitaba asegurarme de que su amor era mío, de que no volvería a abandonarme. Y las lágrimas rojas que habían empezado a salir tiempo atrás ahora se aceleraban, gimoteando, regalándole hasta la última pizca salada y metálica que pudiera escurrirse por mis lagrimales.
— Eres… Tan hermoso, si pudieras ser yo para mirarte, te enamorarías de ti mismo. Si pudieras escucharte decirme esas cosas. Qué lindo Nicolás, te amo, te amo tanto. — La marea que antes parecía haberse convertido en tormenta se calmaba para dejarme sedado entre sus brazos, las piernas largas como si de una araña se tratasen se arrebataban a la espalda del ajeno. Acercándolo como si de repente necesitara su intimidad. Sus roces daban en donde yo más lo mendigaba. Y unas uñas largas se clavaron un poco más en su carne. Podía ver perfectamente a través de él, parecía perdido, pero completamente enfocado en lo que ahora estaba buscando. ¡A mí! ¡Me quería como nunca antes! Y yo estaba dispuesto a entregarle todo. El tiempo había pasado y me había desacostumbrado a su intromisión, a su bestialidad que había sido cambiada por un excelso romanticismo mentiroso, por un hacer el amor demasiado lento y provisional. Ahora el mendigo de los infiernos volvía a hacer auge y la castidad se corrompía de una vez. ¿Qué podía hacer yo si nos moríamos? Nada y en realidad ya no importaba. Mucho menos cuando sus colmillos ingresaron cual estacas en mi garganta y un gritillo amargo se escuchó flotar de terror. Mi cadáver tembló estrepitosamente, forcejeando muy dolientemente, apenas removiendo las manos, mirando al techo pues el movimiento de mi cuello era restringido. — ¿Cuándo fue esa noche? ¿Cuándo te enamoraste de mí? Shhh, me dices que llore, pero eres tú el que está llorando. — Balbuceaba lento, entrecortado y sumamente agónico, inhalando un aire que no necesitaba para sentirme lleno. La realidad era que el pasado nos estaba atormentando. Los inmortales que estaban en esa habitación éramos dos patéticas alimañas que habían sido masacradas desde un inicio. Ambos nos habíamos formado de maneras muy diferentes luego de la herida en mente que nos dieron. Nicolás formó un ser congelado en el tiempo, incapaz de amar más que a la soledad. Y yo, yo busqué el amor como mi más profunda ambición. Como una apetencia incapaz de ser saciada. Y encontrarnos había sido, sin duda, el apetito desvivido de la realidad. — Lame mis heridas hasta sanarlas, porque solo así te perdonaré por asustarme. —
Ese egoísmo hermoso seguía en popa, el cuerpo tembloroso estaba cargándolo y un jadeo resquebrajado salió de mi garganta cuando su intromisión se hizo paulatina, cerrando los parpados con fuerzas, me movía buscándole un poco más. ¡Cuánto dolor que podía soportar el cuerpo humano! Mientras estaba caliente por el fuego que nos recorría y esa efervescencia que él me hacía emanar, el vaivén se hacía progresivo y entonces sus palabras tallaban una herida que me despertaba de un salto abismal. ¿Se iba a ir? ¿Acaso me iba a abandonar? No, no podía permitirle tal atrocidad. Y alcé mis garras para pasarlas por su pecho, aquella panza plana y pálida era envuelta por unos brazos maquiavélicos, abrazándole con fuerza, pegándolo a mi ser que en poco tiempo fue que me apresuré a estrujarle el falo que ya flanqueaba dentro de mí. Provocaba que mi frenesí se agravie; y apreté mis labios, estirándome suavemente hacia atrás. Buscaba estocadas cálidas, en donde las entrañas se volvían un suave algodón. — Despiértate Nicolás, no dejaré que te vayas nunca, eres mío, no importa el pasado que te haya aterrado, no importa qué tanto estés sufriendo, no voy a dejar que te vayas nunca de mi lado. Despiértate de una vez y ámame como a mí me gusta que me ames. ¡Más! ¡Siempre más! — Insistí, alzándome, sintiendo como mi yugular se asustaba por el tironeo que yo mismo me estaba dando para poder levantarme contra él. Para poder empujar mis caderas contra esas piernas, sintiendo su pecho pálido entre mis yemas de los dedos. Juntando en ese momento mis labios contra él, buscando besarle, agitándome de deseos que no podían parar de lo agolpados que estaban. Necesitaba asegurarme de que su amor era mío, de que no volvería a abandonarme. Y las lágrimas rojas que habían empezado a salir tiempo atrás ahora se aceleraban, gimoteando, regalándole hasta la última pizca salada y metálica que pudiera escurrirse por mis lagrimales.
Invitado- Invitado
Re: Noces de sang +18 [PRIVADO]
Palabras innecesarias, voces perdidas en la fruición, escuchaba más no respondía a sus réplicas, era callado por la cópula. Ahora, se entiende por qué el amor es el principal resorte de la tragedia; el vínculo en la intimidad existente entre ellos dos, que era fugaz, una fuerza potente y destructiva que va surgiendo dominadora a la certeza de la perdición. Siempre se rendía a la pasión que no se puede resistir, declarando que está ocasionando su propia ruina, preparado para la condición necesaria para cumplir con sus verdaderos sentimientos, con un discernimiento clarividente. Quedo, enjaulado en los brazos de ese Luzbell, ya no podía escapar de él, lo necesitaba.
Todo acto de intensa volición mantenía los cuerpos entrelazados, invitando a los fluidos pasearse de un lado a otro, como el miembro lo hacía en la frenética penetración. Envolviéndolo en una sola fragancia, su calor ocasiona que se queje, la crueldad simultánea de ambos, el tuerto por los empujes gratificantes y él, por sus garras, siempre le decía que parecía una gata en celo; Le provocaba, le excitaba y la consecuencia se notaba en su falo, tan duro y erguido al bamboleo.
La atrocidad enjugada con la excitación, salvaje en cuanto al meneo y la succión, si alocado se había presentado ahora el éxtasis era total, candente se sumerge en la sangre arrebatada, sus colmillos experimentaron un follón, ya no había lugar para el control. Lo mantenía preso entre sus brazos, empuñando sus costados. Indiscutible se alimenta de cualquier evocación emanada de su amante, destrozando su yugular para después lamer de esta. Ya que la única pasión de ese tuerto era el dolor gratificante. Así, alzó el rostro, deleitando el fluir de esos orificios donde la sangre emanaba, era sublime estar atraído por la sangre mientras fornica. ¿Desde cuando termino enamorándose de él? ¿Desde cuándo fue ese tormento? Sonrió. Su rostro cedió a una burla consumida por el momento, si algo estaba seguro fue que desde el primer momento lo deseó. No fue amor el primer dia que lo vio, más si tuvo miedo de matarlo. Entonces, desde ahí reconoció que lo amaba. Y por mera malicia, dio un empujón, atrevido le observa directo a sus pupilas, deslizando las palmas de las manos en sus brazos hasta tomarlo por las muñecas y alzarlas, bajando para clavarle en el pecho una mordida. Aceptando que siempre estará para lamer las heridas que ocasione.
—Quiero llorar dentro de ti. —Musito, la morbosidad siempre se presentaba, incitando a clavar más el falo— ¿Por qué es que te he asustado? — Percibió como aquellas sombras volvían a su hogar, su templo era un refugio para la energía siniestra que había compartido para reconstruir esas remembranzas. Estaba expirando la pócima, ya en poco sólo serían ellos dos, y el fuego que no intenta separarles. Más, en su posición amatoria quedo el arte de su amor.
De manera que se acoplo al ritmo de vaivenes, un erotismo extravagante, su espalda podía detonar los huesos al desplegarse, al igual que sus redondas posaderas que se contraen al empujen, saliendo de su boca un quejido, seguía arañando pero esta vez su pecho sufrió la sacudida, el abrazo forjado y la presión del miembro le hizo quejarse, contorneando su cavidad, en un movimiento circular acoplo el miembro y su mano se situó en la espalda ajena, adorando el arqueo que se sostuvo con una mano en un lado, subiendo y bajando, metiendo y sacando el abdomen, movimientos curveados, cegado por sus curvas, por la manera en la que el falo es coronado. Y con ambas manos sostuvo esa espalda, besando y lamiendo su pecho, mordiendo con fuerza su pezón para callarlo, ya que no bastó con la yugular. Pero fue imposible, aquel le tenía poseído, su cuerpo hizo que cayera en sus manos, estaba acostado, mirando esas pupilas en lo que busca su lengua, sus bocas se abrieron una a la otra y los labios pudieron tocarse. Sus palabras quedaron en su posesión, ¿Cómo podría dejarlo, si él era ya su todo? ¿Cómo podría dejar el pedazo de cielo? Y peor, ¿Cómo podría existir sin él? Definitivamente, su templo se lo decía.
—Ya he despertado después de tantos años, ¿Cómo pretendes que me aleje? Si el fuego nos está rodeando. Si tu cuerpo me tiene atrapado. Soy tuyo, enciérrame con tus piernas. No importa nada mientras estés a mi lado, y debe importarte el sufrimiento porque así es como nos unimos…Te amo más que de aquel dia en conocernos, te amo más de aquella noche declaratoria, pero no puedo amarte más cuando ya te lo estoy dando todo.
Si, quería derramar su esencia, ansia llenarle, mojar aún más su cavidad pero se retenía, algo faltaba, algo no estaba presente y era él, fue que mientras era atado a sus movimientos, una de sus manos se posesiono por el miembro ajeno, cogiéndolo en un puño que trato de estrangular, mas solo fue para una reacción y prosiguió al masturbarle.
—Juntos como siempre. Mírame y no dejes de hacerlo. —su falange se agitaba al mismo ritmo que su tronco se meneaba, había subido las rodillas, manteniendo el peso en la planta de los pies. Adorando el sonido de choques a las embestidas. Ya qué, lo esperaba, siempre h fascinado el correrse al mismo tiempo, compartir el goce era su mayor declaración.
Así mismo, solo quedaba derramar la esencia para después convertir ese lugar en cenizas.
Todo acto de intensa volición mantenía los cuerpos entrelazados, invitando a los fluidos pasearse de un lado a otro, como el miembro lo hacía en la frenética penetración. Envolviéndolo en una sola fragancia, su calor ocasiona que se queje, la crueldad simultánea de ambos, el tuerto por los empujes gratificantes y él, por sus garras, siempre le decía que parecía una gata en celo; Le provocaba, le excitaba y la consecuencia se notaba en su falo, tan duro y erguido al bamboleo.
La atrocidad enjugada con la excitación, salvaje en cuanto al meneo y la succión, si alocado se había presentado ahora el éxtasis era total, candente se sumerge en la sangre arrebatada, sus colmillos experimentaron un follón, ya no había lugar para el control. Lo mantenía preso entre sus brazos, empuñando sus costados. Indiscutible se alimenta de cualquier evocación emanada de su amante, destrozando su yugular para después lamer de esta. Ya que la única pasión de ese tuerto era el dolor gratificante. Así, alzó el rostro, deleitando el fluir de esos orificios donde la sangre emanaba, era sublime estar atraído por la sangre mientras fornica. ¿Desde cuando termino enamorándose de él? ¿Desde cuándo fue ese tormento? Sonrió. Su rostro cedió a una burla consumida por el momento, si algo estaba seguro fue que desde el primer momento lo deseó. No fue amor el primer dia que lo vio, más si tuvo miedo de matarlo. Entonces, desde ahí reconoció que lo amaba. Y por mera malicia, dio un empujón, atrevido le observa directo a sus pupilas, deslizando las palmas de las manos en sus brazos hasta tomarlo por las muñecas y alzarlas, bajando para clavarle en el pecho una mordida. Aceptando que siempre estará para lamer las heridas que ocasione.
—Quiero llorar dentro de ti. —Musito, la morbosidad siempre se presentaba, incitando a clavar más el falo— ¿Por qué es que te he asustado? — Percibió como aquellas sombras volvían a su hogar, su templo era un refugio para la energía siniestra que había compartido para reconstruir esas remembranzas. Estaba expirando la pócima, ya en poco sólo serían ellos dos, y el fuego que no intenta separarles. Más, en su posición amatoria quedo el arte de su amor.
De manera que se acoplo al ritmo de vaivenes, un erotismo extravagante, su espalda podía detonar los huesos al desplegarse, al igual que sus redondas posaderas que se contraen al empujen, saliendo de su boca un quejido, seguía arañando pero esta vez su pecho sufrió la sacudida, el abrazo forjado y la presión del miembro le hizo quejarse, contorneando su cavidad, en un movimiento circular acoplo el miembro y su mano se situó en la espalda ajena, adorando el arqueo que se sostuvo con una mano en un lado, subiendo y bajando, metiendo y sacando el abdomen, movimientos curveados, cegado por sus curvas, por la manera en la que el falo es coronado. Y con ambas manos sostuvo esa espalda, besando y lamiendo su pecho, mordiendo con fuerza su pezón para callarlo, ya que no bastó con la yugular. Pero fue imposible, aquel le tenía poseído, su cuerpo hizo que cayera en sus manos, estaba acostado, mirando esas pupilas en lo que busca su lengua, sus bocas se abrieron una a la otra y los labios pudieron tocarse. Sus palabras quedaron en su posesión, ¿Cómo podría dejarlo, si él era ya su todo? ¿Cómo podría dejar el pedazo de cielo? Y peor, ¿Cómo podría existir sin él? Definitivamente, su templo se lo decía.
—Ya he despertado después de tantos años, ¿Cómo pretendes que me aleje? Si el fuego nos está rodeando. Si tu cuerpo me tiene atrapado. Soy tuyo, enciérrame con tus piernas. No importa nada mientras estés a mi lado, y debe importarte el sufrimiento porque así es como nos unimos…Te amo más que de aquel dia en conocernos, te amo más de aquella noche declaratoria, pero no puedo amarte más cuando ya te lo estoy dando todo.
Si, quería derramar su esencia, ansia llenarle, mojar aún más su cavidad pero se retenía, algo faltaba, algo no estaba presente y era él, fue que mientras era atado a sus movimientos, una de sus manos se posesiono por el miembro ajeno, cogiéndolo en un puño que trato de estrangular, mas solo fue para una reacción y prosiguió al masturbarle.
—Juntos como siempre. Mírame y no dejes de hacerlo. —su falange se agitaba al mismo ritmo que su tronco se meneaba, había subido las rodillas, manteniendo el peso en la planta de los pies. Adorando el sonido de choques a las embestidas. Ya qué, lo esperaba, siempre h fascinado el correrse al mismo tiempo, compartir el goce era su mayor declaración.
Así mismo, solo quedaba derramar la esencia para después convertir ese lugar en cenizas.
Nicolás D' Lenfent- Vampiro/Realeza [Admin]
- Mensajes : 4332
Fecha de inscripción : 23/11/2010
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Re: Noces de sang +18 [PRIVADO]
La mente, aunque fuese un cerebro muerto, empezaba a desmenuzarse en dos, como recuerdos sublimes y lejanos que no podía terminar de entender. La electricidad recorría mi columna, eran destellos culmines de rayos tronadores. La frialdad del cuerpo ajeno era tan suave y apaisada que una sonrisa se formó en mi rostro, iluminado y ventajoso ante el descaro del placer. Esos puntos cardinales que untaban en mi interior hasta hacer que los sonidos más inmundos se escaparan de mi garganta. Apoyando la frente sobre el ave negra, dejando que el jadeo intenso bañara con música celestial la escena inundada de un fuego rojo y naranja. — ¿Me amas mucho, no es así? ¿Ya no puedes existir sin mí? — La pregunta salía dolorosamente, escocía del ardor, los gritos habían quebrado mi vocablo y mi dicción se volvía sumamente complicada. Mas me hacía entender con la sola mirada, apretando unos labios rojizos e hinchados por la acumulación de sangre sobre el paladar. Había tanta desesperación en las paredes del recinto, estaban calientes, consumiéndose en sí mismas. Pronto la humanidad se daría cuenta de aquel embrollo y los bomberos empezarían a aparecer uno a uno, el fuego estaba por hacer cenizas todo, nada iba a quedar y era eso justamente lo que ambos anhelábamos, que todo quedara atrás de una vez. Claro que eso era lo último que pasaba por mi mente. Nicolás estaba tan deseoso de beber, con la cripta enterrada en mis órganos que podían incluso verse desde afuera. Con la tez pegada a las costillas y los ojos enmarañados en desesperación, unos dedos raquíticos se habían posado en el cuello ajeno, acomodando las caderas para sentir el repudio aniquilando por dentro, era un veneno y así mismo se trataba de un antídoto.
— Temía nunca poder escapar de todos los demás. Temía, en el fondo de la cordura, que no vinieras por mí. — Confesé y cerrando los orbes fue que me deleité con esa mano que venía a buscar el regodeo desde la envergadura. Alcé la mirada, indicando un gemido cruel que hizo mover mis piernas de araña a ambos lados, estirando el cuello hasta que el vicio se hizo tan presente que tuve que reprimir mi llegada al clímax. Sus yemas eran las causantes de semejante delirio y la ayuda de su crueldad terminó por buscar llenar todo mi interior, hasta el último mendrugo vacío. La vergüenza se apoderaba de mí. La suciedad estaba hasta lo más profundo y la demencia lo engruesaba todo. Era una sensación nueva, tan extraña, helada y al mismo tiempo una quemazón interior que no se apiadaba de mi dermis. Abrí los parpados que estaban cerrados hacía un instante y mis pupilas, dilatadas, buscaron la presencia ajena, mas inundada que nunca. La sangre era absorbida desde lo profundo y el bombeo de mi sexualidad irradiaba con tanta pasión que apenas pude terminar de conjurar palabras de alivio. — Te sorprendería saber cuánto he esperado que me digas esas cosas. Llena por dentro y por fuera, estoy esperando por ti. — Los labios y el ramalazo de placer que sentí como una punzada agitada, amenazó con dejarme sin conciencia. Las violentas sensaciones se propagaron por toda la intimidad, engatusándose en el estómago, buscando que mi carnosidad tiemble hasta sentir el momento de liberación exacto. Los pulmones se inflaron y con descaro dejé salir una especie de ronroneo, a lo que le siguieron las piernas estiradas, contrayéndose delirantes. El fluido de la lujuria acababa de salir por todos los lugares y siquiera el ruido de una respiración podía escucharse. El fuego chispeaba en una anomalía punzonada y vacía. Dejé mi cabeza apoyada en el hombro de Nicolás, acurrucándome, esperando entonces a que las cenizas inunden nuestro alrededor. El fuego intentaba lamernos pero no le era posible, parecía que la protección de tal brujo que el ave había conseguido era superior a cualquiera. Un manto de encantamientos provocaba tranquilidad a nuestro existir y la sonrisa clandestina se figuraba en mí. Dejándome consumir en los sueños encantadores, en donde aquel cuervo negro se quedaba sometido en mi cuerpo, casi como dos siameses. Así quería quedarme y lo hicimos por tanto tiempo que no supe el segundo en que nos movíamos. ¿Acaso había perdido la conciencia? La probabilidad era alta, aunque en el sueño estaba seguro que el violinista seguía a mi lado. ¡Había despertado y ahora tenía al único y original violinista del diablo! Un hombre que había sido maldecido eternamente y ahora era liberado tal como una historia cliché de amor. Pero con tanta sangre, dolor y tragedia, costaba pensar que ese fuera el final. Y no lo era, el tiempo, siendo infinito, no nos permitía terminar la fábula ahí. Mis brazos se trenzaron en su cuello, adornándolo como el accesorio llamativo que siempre había sido, aunque tan dejado y desalineado como nunca antes. “¿Y aun así puedes amarme tanto como siempre? ¿Acaso he consumido hasta ese halo superficial que siempre tenías al mirarme directo a los ojos empernados en brillos?”
— Temía nunca poder escapar de todos los demás. Temía, en el fondo de la cordura, que no vinieras por mí. — Confesé y cerrando los orbes fue que me deleité con esa mano que venía a buscar el regodeo desde la envergadura. Alcé la mirada, indicando un gemido cruel que hizo mover mis piernas de araña a ambos lados, estirando el cuello hasta que el vicio se hizo tan presente que tuve que reprimir mi llegada al clímax. Sus yemas eran las causantes de semejante delirio y la ayuda de su crueldad terminó por buscar llenar todo mi interior, hasta el último mendrugo vacío. La vergüenza se apoderaba de mí. La suciedad estaba hasta lo más profundo y la demencia lo engruesaba todo. Era una sensación nueva, tan extraña, helada y al mismo tiempo una quemazón interior que no se apiadaba de mi dermis. Abrí los parpados que estaban cerrados hacía un instante y mis pupilas, dilatadas, buscaron la presencia ajena, mas inundada que nunca. La sangre era absorbida desde lo profundo y el bombeo de mi sexualidad irradiaba con tanta pasión que apenas pude terminar de conjurar palabras de alivio. — Te sorprendería saber cuánto he esperado que me digas esas cosas. Llena por dentro y por fuera, estoy esperando por ti. — Los labios y el ramalazo de placer que sentí como una punzada agitada, amenazó con dejarme sin conciencia. Las violentas sensaciones se propagaron por toda la intimidad, engatusándose en el estómago, buscando que mi carnosidad tiemble hasta sentir el momento de liberación exacto. Los pulmones se inflaron y con descaro dejé salir una especie de ronroneo, a lo que le siguieron las piernas estiradas, contrayéndose delirantes. El fluido de la lujuria acababa de salir por todos los lugares y siquiera el ruido de una respiración podía escucharse. El fuego chispeaba en una anomalía punzonada y vacía. Dejé mi cabeza apoyada en el hombro de Nicolás, acurrucándome, esperando entonces a que las cenizas inunden nuestro alrededor. El fuego intentaba lamernos pero no le era posible, parecía que la protección de tal brujo que el ave había conseguido era superior a cualquiera. Un manto de encantamientos provocaba tranquilidad a nuestro existir y la sonrisa clandestina se figuraba en mí. Dejándome consumir en los sueños encantadores, en donde aquel cuervo negro se quedaba sometido en mi cuerpo, casi como dos siameses. Así quería quedarme y lo hicimos por tanto tiempo que no supe el segundo en que nos movíamos. ¿Acaso había perdido la conciencia? La probabilidad era alta, aunque en el sueño estaba seguro que el violinista seguía a mi lado. ¡Había despertado y ahora tenía al único y original violinista del diablo! Un hombre que había sido maldecido eternamente y ahora era liberado tal como una historia cliché de amor. Pero con tanta sangre, dolor y tragedia, costaba pensar que ese fuera el final. Y no lo era, el tiempo, siendo infinito, no nos permitía terminar la fábula ahí. Mis brazos se trenzaron en su cuello, adornándolo como el accesorio llamativo que siempre había sido, aunque tan dejado y desalineado como nunca antes. “¿Y aun así puedes amarme tanto como siempre? ¿Acaso he consumido hasta ese halo superficial que siempre tenías al mirarme directo a los ojos empernados en brillos?”
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