AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A buen entendedor (Ryley Lezarc)
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A buen entendedor (Ryley Lezarc)
Al final, somos lo que han hecho de nosotros las circunstancias
El médico que atendiera a los Lezarc, había autorizado el regreso desde Lyon a París, pero no inmediatamente. Antes, había dispuesto un par de instrucciones que incluían sobre todo a Leigh. Julien había nacido sano, aunque hubiese permanecido en riesgo durante toda su gestación. No obstante, para Leigh las cosas cambiaban al haber sufrido un problema con la memoria y un proceso de embarazo traumático. “Si la madre no está bien, el niño probablemente tampoco lo estará” había argumentado el médico de modo convincente, antes de ordenar al menos unos veinte días de reposo para ella. Evidentemente, Ryley no iba a mover un dedo para complacer a Leigh si eso implicaba llevarle la contraria al médico, iba a hacer lo posible porque se siguieran las instrucciones al pie de la letra y, eso precisamente, hacía el pos parto de Leigh mucho más complicado. Se sentía realmente molesta, aunque las intenciones de su esposo fuesen completamente buenas y justificadas.
Mientras pasaban los veinte días, la cazadora habló prácticamente lo necesario. No volvió a mencionar a su padre o a sus captores e incluso pareció omitir por completo todo lo que había sucedido hasta el momento en que nació su hijo. No es que lo olvidara o le diera menos importancia, la verdad es que sabía que con Ryley sería puro optimismo y su humor durante la dieta era mucho peor de lo que fuera siempre. Era más paranoica, más territorial e incluso fría, porque ni siquiera le sonreía a Julien a pesar que no era capaz de dejarlo ni un minuto lejos de su vista. Quizás cuando terminaran esos días el asunto mejorara, pero mientras tanto, se quedaba en silencio para no crear discusiones innecesarias.
Cuando pasó el tiempo establecido, Leigh arregló todo lo necesario para volver a París, a la que consideraba más hogar que el lugar en el que estaba. Había invitado a su única tía a irse con ellos a esa ciudad, pero esta se había negado rotundamente al tener que arreglar asuntos todavía en Lyon. Quizás los visitara más adelante, pero París no era para ella, consideraba la mujer.
Durante el camino, Leigh tampoco habló mucho, y ni siquiera se mostró afectuosa en lo absoluto. Alimentó a Julien, lo cambió las veces que fuera necesario y lo mantuvo en sus brazos siempre, observando por la ventana como quien busca dejar la mente en blanco en lugar de establecer una conversación. No obstante, había cosas que debía mencionar antes de su regreso —No quiero dar muchos detalles de mi desaparición, pero necesito que alguien pueda hacerse cargo del cuidado de Julien. No voy a dejar lo que hago, por eso quiero que me ayudes a encontrar a una mujer mayor que pueda hacerse cargo de él— musitó. Con ello quería decir que las explicaciones sobrarían y que daría poca atención a todo el mundo cuando se tratara de esos meses fuera. Quizás tendría que contar la historia él, y fue cuando pensó eso que supo que debía pedir algo más —Y nadie debe saber que mi padre vive. Sea lo que sea, sigue siendo él, pero si ha estado lejos es porque tiene motivos que no quiero que nadie cuestione— y con ello, dejó pactado el silencio, pero no el hecho que no dejaría de buscarlo.
Mientras pasaban los veinte días, la cazadora habló prácticamente lo necesario. No volvió a mencionar a su padre o a sus captores e incluso pareció omitir por completo todo lo que había sucedido hasta el momento en que nació su hijo. No es que lo olvidara o le diera menos importancia, la verdad es que sabía que con Ryley sería puro optimismo y su humor durante la dieta era mucho peor de lo que fuera siempre. Era más paranoica, más territorial e incluso fría, porque ni siquiera le sonreía a Julien a pesar que no era capaz de dejarlo ni un minuto lejos de su vista. Quizás cuando terminaran esos días el asunto mejorara, pero mientras tanto, se quedaba en silencio para no crear discusiones innecesarias.
Cuando pasó el tiempo establecido, Leigh arregló todo lo necesario para volver a París, a la que consideraba más hogar que el lugar en el que estaba. Había invitado a su única tía a irse con ellos a esa ciudad, pero esta se había negado rotundamente al tener que arreglar asuntos todavía en Lyon. Quizás los visitara más adelante, pero París no era para ella, consideraba la mujer.
Durante el camino, Leigh tampoco habló mucho, y ni siquiera se mostró afectuosa en lo absoluto. Alimentó a Julien, lo cambió las veces que fuera necesario y lo mantuvo en sus brazos siempre, observando por la ventana como quien busca dejar la mente en blanco en lugar de establecer una conversación. No obstante, había cosas que debía mencionar antes de su regreso —No quiero dar muchos detalles de mi desaparición, pero necesito que alguien pueda hacerse cargo del cuidado de Julien. No voy a dejar lo que hago, por eso quiero que me ayudes a encontrar a una mujer mayor que pueda hacerse cargo de él— musitó. Con ello quería decir que las explicaciones sobrarían y que daría poca atención a todo el mundo cuando se tratara de esos meses fuera. Quizás tendría que contar la historia él, y fue cuando pensó eso que supo que debía pedir algo más —Y nadie debe saber que mi padre vive. Sea lo que sea, sigue siendo él, pero si ha estado lejos es porque tiene motivos que no quiero que nadie cuestione— y con ello, dejó pactado el silencio, pero no el hecho que no dejaría de buscarlo.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: A buen entendedor (Ryley Lezarc)
El amor incondicional es un amor indisciplinado y, como ya hemos visto todos, el amor indisciplinado solo conduce al desastre.
Gillian Flynn
La estancia en Lyon no se había alargado tanto como Ryley había pensado sino que fue apenas el necesario para que toda la familia Lezarc volviera en buen estado y con la fuerza suficiente para enfrentar tanto el viaje, como los inconvenientes que pudieran presentarse en el camino. Durante los veinte días de reposo, el Lezarc trato de hacer que tanto su esposa, como su pequeño recibieran todas las atenciones necesarias mientras que él se preocupaba, pese a que demostrara buen humor estando cerca de su familia y cualquier ser vivo que se acercara hasta él. La verdad es que aunque estaba contento de que estuviesen juntos, Ryley podía notar perfectamente que así como su esposa había cambiado, y aunque no quisiera que sucediera algo en él, también estaba cambiando. No podía explicar exactamente cuando comenzó a ocurrirle aquello, pero notaba perfectamente que cada vez se desesperaba o molestaba con mayor facilidad, además de que cosas que antes le tenían sin cuidado comenzaban a alterarle y aún así, creía que podía mantener todo bajo control por lo que no pensaba en preocuparse por esos detalles, después de todo, en su mente existían dos personas en las que enfocarse a pesar de todo.
Apenas se completaron los días establecidos por el doctor, la familia Lezarc comenzó a organizar todo para el viaje de regreso a París. La simple idea de estar nuevamente en aquella ciudad llenaba de alegría el corazón de Ryley, quien se apresuro a tener todo listo y agradecer a todos aquellos que servían en la mansión de la familia de Leigh, dándole una importancia significativa a la tía de su esposa, quien fuera después de todo la que le ayudara a que Julien llegara a aquel mundo sano y salvo. Con buenos deseos, los Lezarc dejaron atrás Lyon, solo para sumergirse en un viaje silencioso. Era algo peculiar que todo lo vivido los hubiera separado más que haberlos acercado, pero después de lo que cada uno había tenido que soportar, no era de extrañarse que algo así sucediera y si bien hablaban poco, era eso mucho mejor a estar llevándose la contraria y volviendo su convivencia pesada. Hasta aquel momento podía decirse que si bien no llevaban una relación perfecta, al menos llevaban una que podía soportar bastante.
Contrario a su esposa que durante el viaje miraba al exterior, Ryley mantenía la vista fija en Julien; la imagen de su pequeño le llenaba de calma y en esos tiempos donde su estado anímico era más fluctuante que nunca, lo necesitaba.
– No daremos muchos detalles sobre tu desaparición, bien podemos decir que fue un viaje necesario para mantener tu salud durante el embarazo – respondió a las palabras de Leigh, las que finalmente rompían el silencio – Es una mentira bastante desagradable dado todo lo que has pasado, pero así nadie pedirá demasiados detalles y podremos estar tranquilos – una sonrisa apareció en sus labios cuando ella le pidió ayuda y asintió. Durante sus años trabajando meramente para sobrevivir en cualquier cosa que encontraba, se había hecho de diversos conocidos y sabía que entre todas esas personas, podía encontrar fácilmente alguien que le dijera que mujer sería indicada para cuidar de su primogénito – Deja la búsqueda de esa mujer a mi, tengo una idea perfecta de las personas que podrán ayudarme a ello – eso fue lo único que dijo al respecto. Generalmente no se sentía muy cómodo evocando aquellos tiempos que fueron complicados para él, pero en esos momentos, pensar en el pasado era como tomar una bocanada de aire fresco. El siguiente tema que fue tocado por ella, hizo que Ryley apartara la mirada de su esposa y la enfocara en el exterior su vista – Nadie va a saberlo a menos que tu se los digas, así que debes estar segura de que mis labios estarán sellados – pensar en el padre de su esposa le generaba conflicto. Por un lado estaba agradecido de todo lo que aquel hombre había hecho por ellos y por otro se sentía inseguro sin saber que era lo que estaba planeando aquel inmortal – Por cierto, ¿Qué vamos a hacer nosotros respecto a tu padre? Que no lo sepan los demás es una cosa, pero tanto tu como yo no ignoramos su existencia – necesitaba estar seguro de que estaban a salvo, de que la buena voluntad del padre de Leigh no era simplemente un truco y que verdaderamente podían confiar en él y en sus decisiones, aún desde las sombras.
Gillian Flynn
La estancia en Lyon no se había alargado tanto como Ryley había pensado sino que fue apenas el necesario para que toda la familia Lezarc volviera en buen estado y con la fuerza suficiente para enfrentar tanto el viaje, como los inconvenientes que pudieran presentarse en el camino. Durante los veinte días de reposo, el Lezarc trato de hacer que tanto su esposa, como su pequeño recibieran todas las atenciones necesarias mientras que él se preocupaba, pese a que demostrara buen humor estando cerca de su familia y cualquier ser vivo que se acercara hasta él. La verdad es que aunque estaba contento de que estuviesen juntos, Ryley podía notar perfectamente que así como su esposa había cambiado, y aunque no quisiera que sucediera algo en él, también estaba cambiando. No podía explicar exactamente cuando comenzó a ocurrirle aquello, pero notaba perfectamente que cada vez se desesperaba o molestaba con mayor facilidad, además de que cosas que antes le tenían sin cuidado comenzaban a alterarle y aún así, creía que podía mantener todo bajo control por lo que no pensaba en preocuparse por esos detalles, después de todo, en su mente existían dos personas en las que enfocarse a pesar de todo.
Apenas se completaron los días establecidos por el doctor, la familia Lezarc comenzó a organizar todo para el viaje de regreso a París. La simple idea de estar nuevamente en aquella ciudad llenaba de alegría el corazón de Ryley, quien se apresuro a tener todo listo y agradecer a todos aquellos que servían en la mansión de la familia de Leigh, dándole una importancia significativa a la tía de su esposa, quien fuera después de todo la que le ayudara a que Julien llegara a aquel mundo sano y salvo. Con buenos deseos, los Lezarc dejaron atrás Lyon, solo para sumergirse en un viaje silencioso. Era algo peculiar que todo lo vivido los hubiera separado más que haberlos acercado, pero después de lo que cada uno había tenido que soportar, no era de extrañarse que algo así sucediera y si bien hablaban poco, era eso mucho mejor a estar llevándose la contraria y volviendo su convivencia pesada. Hasta aquel momento podía decirse que si bien no llevaban una relación perfecta, al menos llevaban una que podía soportar bastante.
Contrario a su esposa que durante el viaje miraba al exterior, Ryley mantenía la vista fija en Julien; la imagen de su pequeño le llenaba de calma y en esos tiempos donde su estado anímico era más fluctuante que nunca, lo necesitaba.
– No daremos muchos detalles sobre tu desaparición, bien podemos decir que fue un viaje necesario para mantener tu salud durante el embarazo – respondió a las palabras de Leigh, las que finalmente rompían el silencio – Es una mentira bastante desagradable dado todo lo que has pasado, pero así nadie pedirá demasiados detalles y podremos estar tranquilos – una sonrisa apareció en sus labios cuando ella le pidió ayuda y asintió. Durante sus años trabajando meramente para sobrevivir en cualquier cosa que encontraba, se había hecho de diversos conocidos y sabía que entre todas esas personas, podía encontrar fácilmente alguien que le dijera que mujer sería indicada para cuidar de su primogénito – Deja la búsqueda de esa mujer a mi, tengo una idea perfecta de las personas que podrán ayudarme a ello – eso fue lo único que dijo al respecto. Generalmente no se sentía muy cómodo evocando aquellos tiempos que fueron complicados para él, pero en esos momentos, pensar en el pasado era como tomar una bocanada de aire fresco. El siguiente tema que fue tocado por ella, hizo que Ryley apartara la mirada de su esposa y la enfocara en el exterior su vista – Nadie va a saberlo a menos que tu se los digas, así que debes estar segura de que mis labios estarán sellados – pensar en el padre de su esposa le generaba conflicto. Por un lado estaba agradecido de todo lo que aquel hombre había hecho por ellos y por otro se sentía inseguro sin saber que era lo que estaba planeando aquel inmortal – Por cierto, ¿Qué vamos a hacer nosotros respecto a tu padre? Que no lo sepan los demás es una cosa, pero tanto tu como yo no ignoramos su existencia – necesitaba estar seguro de que estaban a salvo, de que la buena voluntad del padre de Leigh no era simplemente un truco y que verdaderamente podían confiar en él y en sus decisiones, aún desde las sombras.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: A buen entendedor (Ryley Lezarc)
Ahora recordaba la razón de tener al margen sus emociones.
Estas la destruían, la transformaban.
Estas la destruían, la transformaban.
No era necesario pensar demasiado, porque el cambio que tenía Leigh era más que obvio. Hablaba menos, compartía poco y amaba diferente. Julien era la luz de su vida, pero también era el objeto de esa obsesión nueva por protegerlo y por apartarlo del mundo entero, incluido Ryley, su padre. Quizás Leigh no se detenía mucho a pensar al respecto, porque la imagen de su progenitor aún le daba vueltas en la cabeza, recordándole que en algún lugar, continuaba vivo. A esas alturas, a ella no le importaba en absoluto la condición de él, porque sólo lo quería de vuelta, aclarándole los años perdidos y el cambio que él mismo provocó en ella. Y eso mismo era lo que le volvía la mente un caos, con pros y contras, con pasado y presente colapsando y convirtiéndola a ella en un ser más amargado de lo normal.
—No les pienso decir nada— espetó seca, como si ellos no tuvieran siquiera derecho a preguntar. Y así funcionaba antes de Ryley, porque todos se mantenían al margen y no preguntaban demasiado. Sin embargo, habían creído que el matrimonio de Leigh, su cambio y la llegada de un esposo más amable y cálido que ella, les daba el derecho a entrometerse. Quizás Leigh fuera menos severa con respecto a su nana y su mayordomo, que habían hecho casi de padres desde que ella quedara huérfana, pero ese trato estaba desligado de los demás y si había que decir algo, sería por boca y voluntad de ella misma. —Nadie tiene derecho a preguntar nada. Pero supongo que esa versión tuya es mejor, por Julien— añadió seguidamente ¿Cómo podría callarlo todo si llegaba a casa con un bebé? Esa situación le resultaba complicada, al punto que sería incluso capaz de despedir a todos para evitar cuestionamientos, pero su desconfianza la obligaba a aguantar la molestia y continuar. O a dejar que Ryley tomara el control de las explicaciones.
Pero ¿Sería él la persona indicada para buscar quién cuidara de Julien? El pasado de Ryley no era la mejor garantía y sus contactos quizás fueran pocos. No era que Leigh tuviera algo en contra de aquellos que se retiraban de la vida paga por la lujuria, pero creía firmemente que una mujer de ese tipo podía vender a cualquiera por un par de monedas más. La cuestión era ¿Debía decírselo a él tan abiertamente? Quizás sí, era la vida de su hijo la que estaba en juego — ¿Perfecta? No quiero ex clientes, ni ex compañeras tuyas. No voy a permitirlo— dijo finalmente, tan cortante como su mirada que se dirigió a cualquier lugar, lejos de encontrar el rostro de su esposo. Su desconfianza y frialdad empezaba a tomar nuevas formas, no por eso acertadas.
— ¿Nosotros? — Volteó a verlo de nuevo, con el ceño fruncido —Voy a matar a cualquiera que intente poner una mano sobre mi padre. Yo me encargaré de esto, yo averiguaré lo necesario, yo tomaré las decisiones— en ese punto, era claro que el tema la ponía demasiado tensa. No soportaría que otro asesinara a su padre, ni siquiera Ryley, porque él apenas sabía que él era un vampiro y nada más. Las historias y las emociones referentes a Julien Lezarc, las conocía solamente ella. El asunto era ¿Hasta dónde soportaría Ryley que la aparición de Julien, el padre de Leigh, les hiciera flaquear el matrimonio?
—No les pienso decir nada— espetó seca, como si ellos no tuvieran siquiera derecho a preguntar. Y así funcionaba antes de Ryley, porque todos se mantenían al margen y no preguntaban demasiado. Sin embargo, habían creído que el matrimonio de Leigh, su cambio y la llegada de un esposo más amable y cálido que ella, les daba el derecho a entrometerse. Quizás Leigh fuera menos severa con respecto a su nana y su mayordomo, que habían hecho casi de padres desde que ella quedara huérfana, pero ese trato estaba desligado de los demás y si había que decir algo, sería por boca y voluntad de ella misma. —Nadie tiene derecho a preguntar nada. Pero supongo que esa versión tuya es mejor, por Julien— añadió seguidamente ¿Cómo podría callarlo todo si llegaba a casa con un bebé? Esa situación le resultaba complicada, al punto que sería incluso capaz de despedir a todos para evitar cuestionamientos, pero su desconfianza la obligaba a aguantar la molestia y continuar. O a dejar que Ryley tomara el control de las explicaciones.
Pero ¿Sería él la persona indicada para buscar quién cuidara de Julien? El pasado de Ryley no era la mejor garantía y sus contactos quizás fueran pocos. No era que Leigh tuviera algo en contra de aquellos que se retiraban de la vida paga por la lujuria, pero creía firmemente que una mujer de ese tipo podía vender a cualquiera por un par de monedas más. La cuestión era ¿Debía decírselo a él tan abiertamente? Quizás sí, era la vida de su hijo la que estaba en juego — ¿Perfecta? No quiero ex clientes, ni ex compañeras tuyas. No voy a permitirlo— dijo finalmente, tan cortante como su mirada que se dirigió a cualquier lugar, lejos de encontrar el rostro de su esposo. Su desconfianza y frialdad empezaba a tomar nuevas formas, no por eso acertadas.
— ¿Nosotros? — Volteó a verlo de nuevo, con el ceño fruncido —Voy a matar a cualquiera que intente poner una mano sobre mi padre. Yo me encargaré de esto, yo averiguaré lo necesario, yo tomaré las decisiones— en ese punto, era claro que el tema la ponía demasiado tensa. No soportaría que otro asesinara a su padre, ni siquiera Ryley, porque él apenas sabía que él era un vampiro y nada más. Las historias y las emociones referentes a Julien Lezarc, las conocía solamente ella. El asunto era ¿Hasta dónde soportaría Ryley que la aparición de Julien, el padre de Leigh, les hiciera flaquear el matrimonio?
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: A buen entendedor (Ryley Lezarc)
Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así.
Miguel Delibes
– De no decirles nada dejaras que se imaginen cualquier cosa, prefiero que les contemos al menos una mentira que puedan difundir a que todo París comience a decir cosas peores sobre tu desaparición – y lo decía precisamente porque aunque todos eran amables en aquella casa, antes de su llegada todo se manejaba de una manera diferente y alrededor de Leigh existían muchas mentiras que todos aquellos que trabajan para ella se esforzaban en desmentir, eso era algo que Ryley deseaba agradecer, al menos contando una versión que la servidumbre pudiera contar en el exterior con seguridad y que dejara a la ahora familia Lezarc fuera de los chismes desagradables – Y si, creo que mi versión es mejor… por Julien – pensaba obviamente también en ella pero su esposa se mostraba tan distante que le parecía mucho mejor decir que todo lo hacía o lo decía por Julien, quien evidentemente se volvió una prioridad en la vida de la pareja.
La respuesta de su esposa le tomo por sorpresa. Aquella manera en la que Leigh le recordaba su pasado le hizo mirarle con molestia y hasta cierto grado de odio. Ella nunca tuvo ningún problema con saber que era lo que hacía él antes y ahora con sus palabras que sonaban tan despectivas, le hacía sentirse rechazado como nunca.
– Contrario a lo que pienses no únicamente trabaje en el burdel, Leigh. Antes de eso hice otros contactos en mis trabajos anteriores y tampoco soy tan estúpido como para traer esa parte de mi vida a la de mi hijo – por primera vez, la voz de Ryley fue más dura al dirigirse a su esposa pero eso no parecía importarle. Muchas cosas estaban cambiando en el matrimonio Lezarc y existían un sin número de razones que excusarían ese hecho aunque a decir verdad, ninguna razón importaba en aquellos momentos ya que solo requería saberse que las cosas estaban ocurriendo de esa manera y que cabía la posibilidad de que empeoraran – Dejé todo eso detrás, no volveré y soy perfectamente capaz de encontrar quien cuide de Julien sin requerir a nadie del burdel; pero aunque fuera una ex compañera, ¿No tienen las personas derecho a buscar una manera diferente de vivir? – era más evidente que nunca que las circunstancias de vida de cada uno les llevaban a juzgar de manera diferente todo, pero Ryley no estaba dispuesto a que ella juzgara tan severamente su antigua profesión, él sabía la clase de mujeres que trabajan ahí por extrema necesidad y no precisamente por gusto, algo que Leigh era incapaz de comprender – Debe ser muy complicado para ti ver que algunas personas no tienen muchas opciones, pero que más se puede esperar de alguien que lo ha tenido todo – nunca su esposa le pareció una mujer mimada, o al menos no se lo había parecido sino hasta aquel instante.
Y nuevamente era dejado de lado, como si no fuera importante lo que él tuviera para decir o lo mucho que se preocupara por ella y por Julien. Con una ira creciente en su interior y con una enrome frustración, no tuvo más opción que golpear uno de los costados del carruaje en que viajaban, haciendo que el sonido provocará que Julien se removiera en los brazos de su esposa.
– He dicho nosotros y es, nosotros. No estoy pidiéndote permiso ni opinión al respecto – le miro fijamente – Tampoco he dicho que vaya a hacerle daño a tu padre, pero si piensas que te dejare encargarte sola de todo esto estas completamente equivocada Leigh – le mostró una sonrisa un tanto burlesca antes de continuar hablando – Si querías tomar las decisiones tu sola debiste pensarlo mejor antes de aceptar casarte conmigo, ahora… – le señalo a ella y después a él mismo – estamos en esto juntos, te guste o no te guste así que ya puedes ir pensando en como matarme si es que de verdad me quieres lejos de tu padre y tus averiguaciones porque de otra manera no vas a librarte de mi – y todo era justo como se lo decía. Si a ella le gustaba bien y de no gustarle, aceptaba que debiera morir alguno de los dos.
Miguel Delibes
– De no decirles nada dejaras que se imaginen cualquier cosa, prefiero que les contemos al menos una mentira que puedan difundir a que todo París comience a decir cosas peores sobre tu desaparición – y lo decía precisamente porque aunque todos eran amables en aquella casa, antes de su llegada todo se manejaba de una manera diferente y alrededor de Leigh existían muchas mentiras que todos aquellos que trabajan para ella se esforzaban en desmentir, eso era algo que Ryley deseaba agradecer, al menos contando una versión que la servidumbre pudiera contar en el exterior con seguridad y que dejara a la ahora familia Lezarc fuera de los chismes desagradables – Y si, creo que mi versión es mejor… por Julien – pensaba obviamente también en ella pero su esposa se mostraba tan distante que le parecía mucho mejor decir que todo lo hacía o lo decía por Julien, quien evidentemente se volvió una prioridad en la vida de la pareja.
La respuesta de su esposa le tomo por sorpresa. Aquella manera en la que Leigh le recordaba su pasado le hizo mirarle con molestia y hasta cierto grado de odio. Ella nunca tuvo ningún problema con saber que era lo que hacía él antes y ahora con sus palabras que sonaban tan despectivas, le hacía sentirse rechazado como nunca.
– Contrario a lo que pienses no únicamente trabaje en el burdel, Leigh. Antes de eso hice otros contactos en mis trabajos anteriores y tampoco soy tan estúpido como para traer esa parte de mi vida a la de mi hijo – por primera vez, la voz de Ryley fue más dura al dirigirse a su esposa pero eso no parecía importarle. Muchas cosas estaban cambiando en el matrimonio Lezarc y existían un sin número de razones que excusarían ese hecho aunque a decir verdad, ninguna razón importaba en aquellos momentos ya que solo requería saberse que las cosas estaban ocurriendo de esa manera y que cabía la posibilidad de que empeoraran – Dejé todo eso detrás, no volveré y soy perfectamente capaz de encontrar quien cuide de Julien sin requerir a nadie del burdel; pero aunque fuera una ex compañera, ¿No tienen las personas derecho a buscar una manera diferente de vivir? – era más evidente que nunca que las circunstancias de vida de cada uno les llevaban a juzgar de manera diferente todo, pero Ryley no estaba dispuesto a que ella juzgara tan severamente su antigua profesión, él sabía la clase de mujeres que trabajan ahí por extrema necesidad y no precisamente por gusto, algo que Leigh era incapaz de comprender – Debe ser muy complicado para ti ver que algunas personas no tienen muchas opciones, pero que más se puede esperar de alguien que lo ha tenido todo – nunca su esposa le pareció una mujer mimada, o al menos no se lo había parecido sino hasta aquel instante.
Y nuevamente era dejado de lado, como si no fuera importante lo que él tuviera para decir o lo mucho que se preocupara por ella y por Julien. Con una ira creciente en su interior y con una enrome frustración, no tuvo más opción que golpear uno de los costados del carruaje en que viajaban, haciendo que el sonido provocará que Julien se removiera en los brazos de su esposa.
– He dicho nosotros y es, nosotros. No estoy pidiéndote permiso ni opinión al respecto – le miro fijamente – Tampoco he dicho que vaya a hacerle daño a tu padre, pero si piensas que te dejare encargarte sola de todo esto estas completamente equivocada Leigh – le mostró una sonrisa un tanto burlesca antes de continuar hablando – Si querías tomar las decisiones tu sola debiste pensarlo mejor antes de aceptar casarte conmigo, ahora… – le señalo a ella y después a él mismo – estamos en esto juntos, te guste o no te guste así que ya puedes ir pensando en como matarme si es que de verdad me quieres lejos de tu padre y tus averiguaciones porque de otra manera no vas a librarte de mi – y todo era justo como se lo decía. Si a ella le gustaba bien y de no gustarle, aceptaba que debiera morir alguno de los dos.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: A buen entendedor (Ryley Lezarc)
Sólo bastan un par de palabras para provocar una guerra
Todo parecía indicar que Leigh no era tan fácil de hacer recapacitar. Estaba demasiado alterada todavía y, pese a que ella se sentía fuerte, la verdad es que todo lo sucedido la había dejado paranoica, más de lo que siempre soliera ser. A ella la habían formado las situaciones en las que la había puesto la vida, y parecía no detenerse.
—Jamás me ha importado lo que opinen ellos. Pueden decir lo que quieran, porque saben bien que si abren la boca pueden quedarse sin empleo— respondió sin demostrar importancia. Si Ryley no tenía claro lo fría que podía ser su esposa con los demás, tenía ahora frente a sí la evidencia completa. Hasta ahora, parecía que él quería ver lo bueno de ella, pese a que las cosas malas de por sí eran bastantes.
Lo que sí la desconcertó fue la manera en la que la miró Ryley. El odio se le reflejó en las pupilas y pese a que Leigh se sintió bastante sorprendida, le sostuvo la mirada de la misma manera que siempre, como si no tuviera emociones —Claro que tienen derecho, pero no en mi casa, no con mi hijo. Eres caso aparte, no sé porque te pones en el mismo lugar que ellas. No todos piensan igual, no voy a correr riesgos. Como tampoco voy a cambiar de opinión, te guste o no— la tensión era evidente. Leigh no le recriminaba el pasado a Ryley, pero tampoco era algo en lo que confiara como para dejar que él recomendara a alguien, creyendo que podía cambiar. Por lo mismo, había volteado de nuevo el rostro, intentando serenarse y aclarar sus ideas. Y así fue hasta que Ryley escupió algo más que le quedaba por decir, algo que en ese caso, sí era una queja directa hacia ella — ¿Qué? — preguntó volteando de nuevo el rostro para que se lo dijera a la cara. Seguramente se le notaba que estaba furiosa, pero no levantó la voz pese a eso —Ah, ya veo, para ti tenerlo todo se resume en tener dinero. Debes estar feliz ahora ¿No? También lo tienes “Todo” si es que valoras tanto ese detalle— dicho esto, dejó de verlo de nuevo. Jamás, hasta ese momento, lo había creído a él interesado. Sin embargo, por las mismas palabras de Ryley era que le cambiaba toda la percepción. No tenía sentido explicarle que su madre había sido asesinada ante sus ojos y su padre desaparecido. No importaba la soledad de ella, ni los golpes tempranos, porque él lo resumía todo en dinero. Era una total decepción y evidentemente, dolía ¿Acaso se había equivocado al casarse con él? Por un momento, todo lo bueno que habían pasado se había vestido del traje de la falsedad, del engaño que ahora creía por unas simples palabras.
Y todo empeoraba, porque el carruaje se estremeció con el golpe de Ryley. Julien se despertó de golpe, se movió unos segundos y luego rompió a llorar asustado. Leigh lo meció en sus brazos y miró con desaprobación a Ryley. Él tampoco pensaba claramente y a la cazadora le molestaba de sobremanera que Julien tuviese que pagar por su rabia —Yo no me he metido en tus asuntos con Vanessa ¿Por qué entonces te crees con el derecho de hablar sobre mi padre como si fuera una amenaza? Yo decidiré eso y si me pasa algo, pues te quedaras con Julien y con eso que llamas “todo”. Te dije que no voy a discutirlo, no veo porqué, sobre todo cuando te callaste lo de tu hermano gemelo— aquello ya era veneno. Leigh había descubierto lo de Drake y había esperado paciente porque su esposo se dignara a decir algo. Pero nada había pasado y aparentemente, Ryley tenía aún más cosas escondidas, al punto que ya ella dudaba del hombre con el que se había casado por encima de todo y todos.
La sonrisa burlona de él la terminó de exasperar ¿Qué demonios le había sucedido? Ya se sabía del carácter de Leigh, pero Ryley siempre había sido el tranquilo, el que razonaba y ponía todo en la balanza. De nuevo parecía otro. —Tengo una solución más simple. Quiero el divorcio— lanzó sin pensar, tan firme como siempre pero con el pecho comprimido mientras Julien seguía llorando. Ryley parecía decir que estaba dispuesto a matar al padre de Leigh, pero eso, no iba a permitírselo ella a nadie. Ese hombre, su padre, era lo que creía necesitar con cada minuto que pasaba.
—Jamás me ha importado lo que opinen ellos. Pueden decir lo que quieran, porque saben bien que si abren la boca pueden quedarse sin empleo— respondió sin demostrar importancia. Si Ryley no tenía claro lo fría que podía ser su esposa con los demás, tenía ahora frente a sí la evidencia completa. Hasta ahora, parecía que él quería ver lo bueno de ella, pese a que las cosas malas de por sí eran bastantes.
Lo que sí la desconcertó fue la manera en la que la miró Ryley. El odio se le reflejó en las pupilas y pese a que Leigh se sintió bastante sorprendida, le sostuvo la mirada de la misma manera que siempre, como si no tuviera emociones —Claro que tienen derecho, pero no en mi casa, no con mi hijo. Eres caso aparte, no sé porque te pones en el mismo lugar que ellas. No todos piensan igual, no voy a correr riesgos. Como tampoco voy a cambiar de opinión, te guste o no— la tensión era evidente. Leigh no le recriminaba el pasado a Ryley, pero tampoco era algo en lo que confiara como para dejar que él recomendara a alguien, creyendo que podía cambiar. Por lo mismo, había volteado de nuevo el rostro, intentando serenarse y aclarar sus ideas. Y así fue hasta que Ryley escupió algo más que le quedaba por decir, algo que en ese caso, sí era una queja directa hacia ella — ¿Qué? — preguntó volteando de nuevo el rostro para que se lo dijera a la cara. Seguramente se le notaba que estaba furiosa, pero no levantó la voz pese a eso —Ah, ya veo, para ti tenerlo todo se resume en tener dinero. Debes estar feliz ahora ¿No? También lo tienes “Todo” si es que valoras tanto ese detalle— dicho esto, dejó de verlo de nuevo. Jamás, hasta ese momento, lo había creído a él interesado. Sin embargo, por las mismas palabras de Ryley era que le cambiaba toda la percepción. No tenía sentido explicarle que su madre había sido asesinada ante sus ojos y su padre desaparecido. No importaba la soledad de ella, ni los golpes tempranos, porque él lo resumía todo en dinero. Era una total decepción y evidentemente, dolía ¿Acaso se había equivocado al casarse con él? Por un momento, todo lo bueno que habían pasado se había vestido del traje de la falsedad, del engaño que ahora creía por unas simples palabras.
Y todo empeoraba, porque el carruaje se estremeció con el golpe de Ryley. Julien se despertó de golpe, se movió unos segundos y luego rompió a llorar asustado. Leigh lo meció en sus brazos y miró con desaprobación a Ryley. Él tampoco pensaba claramente y a la cazadora le molestaba de sobremanera que Julien tuviese que pagar por su rabia —Yo no me he metido en tus asuntos con Vanessa ¿Por qué entonces te crees con el derecho de hablar sobre mi padre como si fuera una amenaza? Yo decidiré eso y si me pasa algo, pues te quedaras con Julien y con eso que llamas “todo”. Te dije que no voy a discutirlo, no veo porqué, sobre todo cuando te callaste lo de tu hermano gemelo— aquello ya era veneno. Leigh había descubierto lo de Drake y había esperado paciente porque su esposo se dignara a decir algo. Pero nada había pasado y aparentemente, Ryley tenía aún más cosas escondidas, al punto que ya ella dudaba del hombre con el que se había casado por encima de todo y todos.
La sonrisa burlona de él la terminó de exasperar ¿Qué demonios le había sucedido? Ya se sabía del carácter de Leigh, pero Ryley siempre había sido el tranquilo, el que razonaba y ponía todo en la balanza. De nuevo parecía otro. —Tengo una solución más simple. Quiero el divorcio— lanzó sin pensar, tan firme como siempre pero con el pecho comprimido mientras Julien seguía llorando. Ryley parecía decir que estaba dispuesto a matar al padre de Leigh, pero eso, no iba a permitírselo ella a nadie. Ese hombre, su padre, era lo que creía necesitar con cada minuto que pasaba.
Última edición por Leigh Lezarc el Dom Nov 22, 2015 8:02 pm, editado 1 vez
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: A buen entendedor (Ryley Lezarc)
Los sueños envejecen más deprisa que los soñadores
Stephen King
Aquel tiempo donde se prometieran amarse, ayudarse, respetarse y estar el uno para el otro parecía ahora tan lejano, tan irreal. Eran extraños en pleno enfrentamiento más que un matrimonio con un hijo que naciera recientemente, un hijo a quien parecía no solo debían proteger del exterior y sus peligros, sino también de ellos mismos.
Ryley entrecerró los ojos mientras escuchaba a su esposa hablar sobre la servidumbre y lo poco que le importaba lo que ellos pensaran o dijeran, además de que aseguraba que decir una palabra les costaría el trabajo, como si despedirles fuera a hacer que las habladurías que se pudieran generar no se esparcieran entre las calles de París. ¿Qué no pensaba que era más prudente tenerles con ellos que en su contra? Claro que no pensaba de esa manera, su esposa se creía lo suficientemente capaz como para lograr las cosas por su propia mano, sin necesitar ayuda ni siquiera de su marido.
– Igual es mejor que sea yo quien hable con ellos, de esa manera evitamos problemas que serían solamente un fastidio – dijo aquello para dar por terminada al menos esa parte de la conversación que no les llevaría a ningún sitio y solo les acarrearía más conflictos.
Era imposible para él no ponerse en el mismo lugar que los hombres y mujeres de los que su esposa hablaba tan despectivamente. Ryley también había trabajado de esa manera, él también vendió su cuerpo por dinero y si bien ya no lo hacía más, no creía que eso ameritara que ella le creyera ser un caso aparte. Sus ojos no dejaban ver nada más que ira y ese repentino odio por su esposa.
– Me pongo en ese lugar porque de eso vivía yo cuando nos conocimos Leigh, yo no era, ni soy mejor o peor que esas personas que tu no quieres en nuestra casa – su mirada se mantenía aún fija en ella, pero la ira disminuyo al igual que el sentimiento de odio – y ya dije que no llevare a nadie de mi antigua vida para encargarse de Julien, no expondría a mi familia aunque sepa que harían un buen trabajo – aunque trataba de dejar varios aspectos claros y sin problemas, la hostilidad entre ambos aumentaba y era imposible evitarlo. Fueron así pues sus palabras lo que llevaron a su esposa a ser esta vez quien le observara con furia – Para mi tenerlo todo no se resume al dinero, sabes perfectamente que eso es lo último que podría interesarme – y aquello era la verdad. Al Lezarc nunca le había preocupado el dinero, podía mantenerse con lo que había aprendido a hacer a través de los años, así como también se sabía capaz de mantener a su familia – Lo que yo quiero decir es que siempre has tenido apoyo Leigh, de alguna u otra manera nunca has estado sola; yo en cambio he sido odiado incluso por mi propia familia – la miro nuevamente – así que no pienses que estoy hablando de dinero porque no es así.
La frustración le impedía pensar claramente y la rabia le hacía decir cosas de las que era probable que después se arrepintiese, pero en aquellos momentos nada le importaba, solo escupir todo el veneno que pudiera en contra de su esposa, tal y como ella estaba haciendo con él. Ante el golpe que diera al carruaje, Julien comenzó a llorar y pese a sentirse terrible por ello, no dio muestra alguna de arrepentimiento, pues no sería él quien aceptara los errores primero, al menos no en esta ocasión.
– No te has metido porque mi hermana es humana Leigh, ella no significa amenaza alguna para nosotros, en cambio con tu padre no podemos estar seguros o dime ¿Estas tan segura de que tu padre es inofensivo como para exponer a Julien? Porque si tu lo estas, yo no – le exasperaba que ella sacara temas que desde el punto de vista del Lezarc nada tenían que ver, por eso fue que nuevamente respondió con la voz cargada de ira – No me interesa tu maldito dinero ¿Qué no entiendes? Me case contigo porque te amo, porque quiero pasar mi vida contigo y no por tu estúpido dinero… – entonces guardó silencio al escuchar sobre Drake. Su gemelo era un tema complicado, algo que no había hablado aún con ella porque a él mismo le era difícil – Mi hermano no ha venido a buscarme, él no ha aparecido frente a mi familia como para que lo considere una amenaza y no te lo dije porque hace poco me he enterado de su condición y de que esta vivo – sus ojos se posaron en la figura de su esposa y de sus labios salieron unas palabras que jamás creyó escucharse a si mismo decir – Lo matare para que Julien este a salvo, no me interesa quien sea o que tenga que ver con nosotros, matare a todo aquel que pueda poner en peligro a nuestro hijo.
Nada de lo que decían dejaba feliz al otro. Su relación parecía haber sido construida entre materiales endebles que ahora comenzaban a ceder y a dejarlos más separados que nunca. Si bien Ryley sabía que estaban mal y que las cosas podían llegar a peor, las ultimas palabras de su esposa le desarmaron por completo siendo esa petición algo que no era capaz de concebir.
– ¿Qué has dicho? – por un momento pensó estar escuchando mal – ¿Divorcio? – una sonrisa cargada de tristeza apareció en los labios de Ryley – No voy a darte el divorcio Leigh, ya te dije que si quieres deshacerte de mi vas a tener que matarme de otra manera no voy a permitirte estar lejos de mi o hacer alguna tontería – y para Ryley así iba a ser aunque fuera a las malas.
Aunque todo pareciera desmoronarse, sabía que aún amaba a su esposa y prefería mil veces ser asesinado por ella que vivir voluntariamente lejos de ella y Julien.
Stephen King
Aquel tiempo donde se prometieran amarse, ayudarse, respetarse y estar el uno para el otro parecía ahora tan lejano, tan irreal. Eran extraños en pleno enfrentamiento más que un matrimonio con un hijo que naciera recientemente, un hijo a quien parecía no solo debían proteger del exterior y sus peligros, sino también de ellos mismos.
Ryley entrecerró los ojos mientras escuchaba a su esposa hablar sobre la servidumbre y lo poco que le importaba lo que ellos pensaran o dijeran, además de que aseguraba que decir una palabra les costaría el trabajo, como si despedirles fuera a hacer que las habladurías que se pudieran generar no se esparcieran entre las calles de París. ¿Qué no pensaba que era más prudente tenerles con ellos que en su contra? Claro que no pensaba de esa manera, su esposa se creía lo suficientemente capaz como para lograr las cosas por su propia mano, sin necesitar ayuda ni siquiera de su marido.
– Igual es mejor que sea yo quien hable con ellos, de esa manera evitamos problemas que serían solamente un fastidio – dijo aquello para dar por terminada al menos esa parte de la conversación que no les llevaría a ningún sitio y solo les acarrearía más conflictos.
Era imposible para él no ponerse en el mismo lugar que los hombres y mujeres de los que su esposa hablaba tan despectivamente. Ryley también había trabajado de esa manera, él también vendió su cuerpo por dinero y si bien ya no lo hacía más, no creía que eso ameritara que ella le creyera ser un caso aparte. Sus ojos no dejaban ver nada más que ira y ese repentino odio por su esposa.
– Me pongo en ese lugar porque de eso vivía yo cuando nos conocimos Leigh, yo no era, ni soy mejor o peor que esas personas que tu no quieres en nuestra casa – su mirada se mantenía aún fija en ella, pero la ira disminuyo al igual que el sentimiento de odio – y ya dije que no llevare a nadie de mi antigua vida para encargarse de Julien, no expondría a mi familia aunque sepa que harían un buen trabajo – aunque trataba de dejar varios aspectos claros y sin problemas, la hostilidad entre ambos aumentaba y era imposible evitarlo. Fueron así pues sus palabras lo que llevaron a su esposa a ser esta vez quien le observara con furia – Para mi tenerlo todo no se resume al dinero, sabes perfectamente que eso es lo último que podría interesarme – y aquello era la verdad. Al Lezarc nunca le había preocupado el dinero, podía mantenerse con lo que había aprendido a hacer a través de los años, así como también se sabía capaz de mantener a su familia – Lo que yo quiero decir es que siempre has tenido apoyo Leigh, de alguna u otra manera nunca has estado sola; yo en cambio he sido odiado incluso por mi propia familia – la miro nuevamente – así que no pienses que estoy hablando de dinero porque no es así.
La frustración le impedía pensar claramente y la rabia le hacía decir cosas de las que era probable que después se arrepintiese, pero en aquellos momentos nada le importaba, solo escupir todo el veneno que pudiera en contra de su esposa, tal y como ella estaba haciendo con él. Ante el golpe que diera al carruaje, Julien comenzó a llorar y pese a sentirse terrible por ello, no dio muestra alguna de arrepentimiento, pues no sería él quien aceptara los errores primero, al menos no en esta ocasión.
– No te has metido porque mi hermana es humana Leigh, ella no significa amenaza alguna para nosotros, en cambio con tu padre no podemos estar seguros o dime ¿Estas tan segura de que tu padre es inofensivo como para exponer a Julien? Porque si tu lo estas, yo no – le exasperaba que ella sacara temas que desde el punto de vista del Lezarc nada tenían que ver, por eso fue que nuevamente respondió con la voz cargada de ira – No me interesa tu maldito dinero ¿Qué no entiendes? Me case contigo porque te amo, porque quiero pasar mi vida contigo y no por tu estúpido dinero… – entonces guardó silencio al escuchar sobre Drake. Su gemelo era un tema complicado, algo que no había hablado aún con ella porque a él mismo le era difícil – Mi hermano no ha venido a buscarme, él no ha aparecido frente a mi familia como para que lo considere una amenaza y no te lo dije porque hace poco me he enterado de su condición y de que esta vivo – sus ojos se posaron en la figura de su esposa y de sus labios salieron unas palabras que jamás creyó escucharse a si mismo decir – Lo matare para que Julien este a salvo, no me interesa quien sea o que tenga que ver con nosotros, matare a todo aquel que pueda poner en peligro a nuestro hijo.
Nada de lo que decían dejaba feliz al otro. Su relación parecía haber sido construida entre materiales endebles que ahora comenzaban a ceder y a dejarlos más separados que nunca. Si bien Ryley sabía que estaban mal y que las cosas podían llegar a peor, las ultimas palabras de su esposa le desarmaron por completo siendo esa petición algo que no era capaz de concebir.
– ¿Qué has dicho? – por un momento pensó estar escuchando mal – ¿Divorcio? – una sonrisa cargada de tristeza apareció en los labios de Ryley – No voy a darte el divorcio Leigh, ya te dije que si quieres deshacerte de mi vas a tener que matarme de otra manera no voy a permitirte estar lejos de mi o hacer alguna tontería – y para Ryley así iba a ser aunque fuera a las malas.
Aunque todo pareciera desmoronarse, sabía que aún amaba a su esposa y prefería mil veces ser asesinado por ella que vivir voluntariamente lejos de ella y Julien.
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Re: A buen entendedor (Ryley Lezarc)
"El que juega con fuego, se quema"
Obstinados, esa parecía ser la palabra que los definiera a ambos en ese preciso momento. Leigh no toleraba intromisiones y Ryley quería apaciguarlas. Eran polos opuestos que por primera vez colapsaban sin miras de detenerse. No obstante, Leigh guardó silencio con respecto al tema de hablar con la servidumbre, finalmente, él podía hablar lo que quisiera y ella tomaría determinaciones más radicales si algo se desviaba de curso. Sería entonces cuando quedaría probado que ella tenía razón.
—Vivías de eso como todos ellos porque así se les antojaba ¿Por qué no conseguir empleo en otra cosa? Si no te juzgué en su momento, ahora respeta mi decisión de no meter a tu ex gremio en mi casa y con mi hijo. Te aseguro que si llegan allí no durarán ni un solo día— espetó, con una clara amenaza que determinaba que ella despediría a cualquiera que Ryley se atreviera a ingresar a su casa como si fuera un lugar de rehabilitación. Quizás estaba siendo dura, pero lo seguiría siendo siempre que se tratara de Julien. Y lo potenciaría si él la seguía mirando como si tuviese en frente a su peor enemiga. Eso, ya era demasiado. —Ah, ahora sí reconoces que sería un riesgo… vaya convicciones— agregó, con esa antipatía suya tras su cara de no sentir nada. —Igual que ahora dices que el dinero no es lo importante, cuando segundos antes me dijiste que yo siempre lo tuve “Todo” ¿A qué llamas todo entonces? Porque tampoco tuve una familia para crecer. Lo hice sola, por mis medios aprendí a controlar lo que me tocaba ¿Y sabes qué? Siempre tuviste a Vane, mientras yo fui hija única. Así que por favor, deja tus débiles argumentos lejos de mí porque no lograrás justificar nada. No los quiero cerca de mi hijo y no voy a explicarlo más— declaró, sin el ánimo de discutir lo que para ella era indiscutible.
De buena gana se habría bajado del carruaje con Julien, pero de algún modo sabía que él iría detrás. Peleando, sí, pero no los dejaría ¿O sí? Por lo pronto, seguía con su cara de infame como si le importara un carajo el haber perturbado a su propio hijo. Él no era el mismo y en cada minuto se sentía peor. — ¿Se te olvida que mi padre fue el que me liberó? Me vio embarazada, te lo dije pero haces caso omiso sin saber de lo que hablas— la ira refulgía en ambos, más aún cuando Ryley violentaba todo lo que era Leigh: Su manera de manejar su casa y sus empleados, el sueño de su hijo, la vida de su padre… eso no era lo que se esperaba de un matrimonio y la cazadora lo recordaba más con cada palabra cargada de veneno —¡No me mientas! Me amabas, quizás, ahora no me digas eso cuando pretendes matar a mi padre, alteras a mi hijo y pasas por alto mis opiniones. No me repitas eso de nuevo con esa maldita mirada mientras me subes la voz— replicó, con los ojos clavados en él pero con ese mismo tono de siempre. Debía mantenerse por Julien, él era quien importaba ahora.
Miró hacia la ventana de nueva cuenta, con un nudo en la garganta que la obligaba a replantearse todo. Las mentiras abundaban, eso lo detestaba. —No me dijiste de tu hermano porque no se te dio la gana, eso no tiene otra explicación ¿Me dijiste algún día que por lo menos habías tenido un gemelo? Sabes muy bien que no— y era así, porque él jamás se había tomado la molestia de mencionar ese detalle ¿Qué acaso en el matrimonio no se guardan secretos? Se pensó siempre que ella era quien ocultaba cosas, pero todo daba la vuelta y lo hacían lucir como más frío a él. y ahora, el hecho de mencionar que mataría a cualquiera que pusiera en peligro a Julien, logró afectar más a Leigh de lo que se esperaba. Sus ojos se clavaron más en los de Ryley y no pudo contenerse —No vas a matar a mi padre, eso es lo que quieres, pero te juro que si lo haces, jamás volverás a saber de Julien— su voz sonó baja, pero certera. Leigh tenía una fe ciega en su progenitor y su esposo no entendía porqués. O peor aún, no le interesaban. Por supuesto, ella cumpliría su promesa.
La sonrisa de Ryley no fue para ella tristeza, sino una burla al completarse con su negación. Obviamente ella no le devolvería tal gesto, pero podía hacer algo mucho más certero —Ahora todo se reduce a que me trates como una posesión. Vaya, este fue el día de las sorpresas. No necesito tu permiso, bien sabes que puedo desaparecer el acta del matrimonio. Será como si nunca hubiese pasado y debes tener muy claro que puedo hacerlo. Tus papeles como Ryley Ende volverán a llegar pronto. Por ahora quiero que te bajes del carruaje o mantengas el silencio hasta llegar a París. Julien merece descansar de lo que destruyes para él— expresó, dejando de mirarlo de nuevo y acallando por fin a Julien, como si nada hubiese pasado.
—Vivías de eso como todos ellos porque así se les antojaba ¿Por qué no conseguir empleo en otra cosa? Si no te juzgué en su momento, ahora respeta mi decisión de no meter a tu ex gremio en mi casa y con mi hijo. Te aseguro que si llegan allí no durarán ni un solo día— espetó, con una clara amenaza que determinaba que ella despediría a cualquiera que Ryley se atreviera a ingresar a su casa como si fuera un lugar de rehabilitación. Quizás estaba siendo dura, pero lo seguiría siendo siempre que se tratara de Julien. Y lo potenciaría si él la seguía mirando como si tuviese en frente a su peor enemiga. Eso, ya era demasiado. —Ah, ahora sí reconoces que sería un riesgo… vaya convicciones— agregó, con esa antipatía suya tras su cara de no sentir nada. —Igual que ahora dices que el dinero no es lo importante, cuando segundos antes me dijiste que yo siempre lo tuve “Todo” ¿A qué llamas todo entonces? Porque tampoco tuve una familia para crecer. Lo hice sola, por mis medios aprendí a controlar lo que me tocaba ¿Y sabes qué? Siempre tuviste a Vane, mientras yo fui hija única. Así que por favor, deja tus débiles argumentos lejos de mí porque no lograrás justificar nada. No los quiero cerca de mi hijo y no voy a explicarlo más— declaró, sin el ánimo de discutir lo que para ella era indiscutible.
De buena gana se habría bajado del carruaje con Julien, pero de algún modo sabía que él iría detrás. Peleando, sí, pero no los dejaría ¿O sí? Por lo pronto, seguía con su cara de infame como si le importara un carajo el haber perturbado a su propio hijo. Él no era el mismo y en cada minuto se sentía peor. — ¿Se te olvida que mi padre fue el que me liberó? Me vio embarazada, te lo dije pero haces caso omiso sin saber de lo que hablas— la ira refulgía en ambos, más aún cuando Ryley violentaba todo lo que era Leigh: Su manera de manejar su casa y sus empleados, el sueño de su hijo, la vida de su padre… eso no era lo que se esperaba de un matrimonio y la cazadora lo recordaba más con cada palabra cargada de veneno —¡No me mientas! Me amabas, quizás, ahora no me digas eso cuando pretendes matar a mi padre, alteras a mi hijo y pasas por alto mis opiniones. No me repitas eso de nuevo con esa maldita mirada mientras me subes la voz— replicó, con los ojos clavados en él pero con ese mismo tono de siempre. Debía mantenerse por Julien, él era quien importaba ahora.
Miró hacia la ventana de nueva cuenta, con un nudo en la garganta que la obligaba a replantearse todo. Las mentiras abundaban, eso lo detestaba. —No me dijiste de tu hermano porque no se te dio la gana, eso no tiene otra explicación ¿Me dijiste algún día que por lo menos habías tenido un gemelo? Sabes muy bien que no— y era así, porque él jamás se había tomado la molestia de mencionar ese detalle ¿Qué acaso en el matrimonio no se guardan secretos? Se pensó siempre que ella era quien ocultaba cosas, pero todo daba la vuelta y lo hacían lucir como más frío a él. y ahora, el hecho de mencionar que mataría a cualquiera que pusiera en peligro a Julien, logró afectar más a Leigh de lo que se esperaba. Sus ojos se clavaron más en los de Ryley y no pudo contenerse —No vas a matar a mi padre, eso es lo que quieres, pero te juro que si lo haces, jamás volverás a saber de Julien— su voz sonó baja, pero certera. Leigh tenía una fe ciega en su progenitor y su esposo no entendía porqués. O peor aún, no le interesaban. Por supuesto, ella cumpliría su promesa.
La sonrisa de Ryley no fue para ella tristeza, sino una burla al completarse con su negación. Obviamente ella no le devolvería tal gesto, pero podía hacer algo mucho más certero —Ahora todo se reduce a que me trates como una posesión. Vaya, este fue el día de las sorpresas. No necesito tu permiso, bien sabes que puedo desaparecer el acta del matrimonio. Será como si nunca hubiese pasado y debes tener muy claro que puedo hacerlo. Tus papeles como Ryley Ende volverán a llegar pronto. Por ahora quiero que te bajes del carruaje o mantengas el silencio hasta llegar a París. Julien merece descansar de lo que destruyes para él— expresó, dejando de mirarlo de nuevo y acallando por fin a Julien, como si nada hubiese pasado.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: A buen entendedor (Ryley Lezarc)
Huelen como el cielo, pero arden como el infierno.
Dan Brown
No tenía manera de negarle que sus años como prostituto fueron precisamente por su deseo. Ryley había aprendido a ganarse la vida de muchas maneras diferentes pero terminó en el burdel porque aquello era algo que le agradaba y que además, le brindaba mucha mejor paga que cualquier otra cosa de las que aprendió a hacer. Sabía también que las personas que trabajan del placer eran en su mayoría buenas pero eso no le importaba a su esposa, quien continuaba asegurando que no aceptaría a nadie que viniera de ese estilo de vida y quien además dijo algo que hizo al Lezarc cuestionarse a si mismo, pero sobre todo a su esposa y las decisiones que ella había tomado.
– No me juzgaste en su momento, ¿Me juzgas ahora Leigh? – ¿era entonces que para ella volvía a ser Ryley simplemente un hombre que se ganaba la vida vendiendo su cuerpo?. Era poco probable, pero los pensamientos de Ryley estaban tan fuera de su sitio debido al enojo que cualquier cosa le parecía posible – Y no considero que sean un riesgo. Te dije que podía buscar a alguien de mi pasado, y te dije que conocía a más personas que solo a los del burdel. Trabaje en más cosas Leigh y no pensaba traer a nadie de esa vida con mi hijo, tu sacaste tus propias conclusiones – la observó con frustración y esa creciente ira en su interior que provocaba hasta que se la respiración se le dificultara – No quiero hablar más de dinero, no me interesa. Te he explicado a que me refiero y mi argumento no es débil como tu quieres verlo. No siempre tuve a mi hermana a mi lado y no todo se resume a tener o no hermanos, sino a tener personas que se preocupen por ti, pero no hablemos más de eso que no llegaremos a ningún lado – dejar los temas no era la solución, eso era definitivo aún así era sumamente cansado sumergirse en discusiones que aparentemente no tenían solución alguna.
Que ganas de recordarle que su padre le había salvado mientras que él se había mantenido ausente durante todo el embarazo de su esposa. Ryley no tenía la culpa de eso, ella había desaparecido en un inicio por su propia voluntad sin decirle nada y aún sabiendo eso, el Lezarc se sentía completamente culpable, aunque su cara y sus actitudes demostraran todo lo contrario.
– Eso ya lo sé, fue él quien te ayudo pero eso no da garantía de que sus intenciones sean buenas Leigh, tu padre es un vampiro, ha cambiado aunque te rehúses a ello, ten siempre eso en cuenta cuando creas que será el hombre a quien duraste años sin ver y que sería incapaz de hacerte daño – ese matrimonio estaba pasando por un infierno, las palabras estaban destinadas a dañar y nada podía parar a aquellos amantes que se convertían en enemigos – Tu pasas por alto las mías, ignoras lo que sabes que es sensato hacer y Julien también es mi hijo – suspiro, tratando de tomar más aire para bajar la voz tal y como ella lo pedía – Y si te amo, aunque creas que no es de esa manera – dijo algo más sereno pero sin mirarla porque sabía que al hacerlo toda esa ira que llevaba en el interior volvería evidente para ella que no era de esa manera. El amor que sentía el Lezarc por su esposa se había vuelto para ese punto algo dañino y enfermizo, algo que no supo manejar debidamente y que ahora amenazaba con desmoronar su matrimonio. Irónico que el amor engendrara tanto odio, pero amar no significaba sensatez y caricias; muchas veces significaba dolor.
– Sabías de mis hermanos y de la única importante para mi, Vanesa. Los demás son solo personas con quien comparto sangre pero con quien no tengo otra relación, ni siquiera tuve relación con mi gemelo que para mi, es simplemente un hermano más – Drake y Ryley no fueron jamás muy unidos, de haberlo sido hubieran escapado juntos de casa y no existía prueba más fehaciente de que entre los gemelos no había nada, que la oferta del Lezarc de asesinar a su propio gemelo si era lo que su esposa le pedía. Momentos después de haber dicho eso, observó como los ojos de su esposa le miraban con cierto grado de asombro, algo que sin duda le hizo sentirse un miserable sin escrúpulos; sin embargo esa sensación se desvaneció pronto, cuando el progenitor de Leigh salió de nuevo a la luz y una sonrisa burlona volvió a aparecer en el rostro de Ryley – Muy bien, no mataré a tu padre. Dejaremos que cada quien se encargue de eliminar a los suyos sin intervención del otro, porque escucha bien lo que digo – se mantuvó en silencio unos segundos en lo que la sonrisa desaparecía de sus labios – tarde o temprano, vas a eliminar a tu padre y yo solo te he sugerido que lleves a cabo lo que más tarde será inminente. Él va a sacar esa naturaleza oscura que todos los inmortales tienen y en ese momento, sé que harás lo que debes – No tenía porque decirle más a ella, mantendría ya para sí el hecho de que si el padre de su esposa se acercaba más de lo debido a su hijo, él acabaría con la existencia de aquel inmortal.
Y cuando pensaba que el viaje terminaría en calma, ella tomaba de nuevo las cosas como las quería, alterando la ligera paz que el Lezarc comenzaba a sentir.
– ¿Yo te trato como una posesión? Leigh, acabas de decirme que desaparecerás todo. Tu eres la única que me trata como una posesión y me ordenas las cosas – sorprendido y molesto por las palabras de su esposa, movió la cabeza en negativa – No voy a bajarme y no mantendré el silencio Leigh porque aún tengo cosas que decir. Tu puedes decir tanto como quieras y hacer tanto como te plazca. ¿Quieres anular nuestro matrimonio? Hazlo. ¿Quieres desaparecer de mi vida? Te reto a hacerlo. ¿Quieres creer que no te amo? Cree lo que quieras– su mirada fue firme y sus siguientes palabras una promesa – Hagas lo que hagas, voy a seguirte siempre a ti y Julien. Haré lo que tenga que hacer para estar siempre a tu lado, te guste o no, me odies o me ames. Estaré contigo siempre.– y después de decirle eso, guardo silencio y su mirada fue en dirección a la ventana.
No podían regresar a donde estuvieron antes de que Leigh desapareciera y aún eran incapaces de notar eso. El matrimonio Lezarc debía aprender que la felicidad no duraba para siempre y que en lugar de pelear, era necesario que hallaran una manera de llegar a acuerdos. En aquel carruaje sin embargo era evidente, que para que llegaran a una reconciliación, había un largo camino por recorrer.
Dan Brown
No tenía manera de negarle que sus años como prostituto fueron precisamente por su deseo. Ryley había aprendido a ganarse la vida de muchas maneras diferentes pero terminó en el burdel porque aquello era algo que le agradaba y que además, le brindaba mucha mejor paga que cualquier otra cosa de las que aprendió a hacer. Sabía también que las personas que trabajan del placer eran en su mayoría buenas pero eso no le importaba a su esposa, quien continuaba asegurando que no aceptaría a nadie que viniera de ese estilo de vida y quien además dijo algo que hizo al Lezarc cuestionarse a si mismo, pero sobre todo a su esposa y las decisiones que ella había tomado.
– No me juzgaste en su momento, ¿Me juzgas ahora Leigh? – ¿era entonces que para ella volvía a ser Ryley simplemente un hombre que se ganaba la vida vendiendo su cuerpo?. Era poco probable, pero los pensamientos de Ryley estaban tan fuera de su sitio debido al enojo que cualquier cosa le parecía posible – Y no considero que sean un riesgo. Te dije que podía buscar a alguien de mi pasado, y te dije que conocía a más personas que solo a los del burdel. Trabaje en más cosas Leigh y no pensaba traer a nadie de esa vida con mi hijo, tu sacaste tus propias conclusiones – la observó con frustración y esa creciente ira en su interior que provocaba hasta que se la respiración se le dificultara – No quiero hablar más de dinero, no me interesa. Te he explicado a que me refiero y mi argumento no es débil como tu quieres verlo. No siempre tuve a mi hermana a mi lado y no todo se resume a tener o no hermanos, sino a tener personas que se preocupen por ti, pero no hablemos más de eso que no llegaremos a ningún lado – dejar los temas no era la solución, eso era definitivo aún así era sumamente cansado sumergirse en discusiones que aparentemente no tenían solución alguna.
Que ganas de recordarle que su padre le había salvado mientras que él se había mantenido ausente durante todo el embarazo de su esposa. Ryley no tenía la culpa de eso, ella había desaparecido en un inicio por su propia voluntad sin decirle nada y aún sabiendo eso, el Lezarc se sentía completamente culpable, aunque su cara y sus actitudes demostraran todo lo contrario.
– Eso ya lo sé, fue él quien te ayudo pero eso no da garantía de que sus intenciones sean buenas Leigh, tu padre es un vampiro, ha cambiado aunque te rehúses a ello, ten siempre eso en cuenta cuando creas que será el hombre a quien duraste años sin ver y que sería incapaz de hacerte daño – ese matrimonio estaba pasando por un infierno, las palabras estaban destinadas a dañar y nada podía parar a aquellos amantes que se convertían en enemigos – Tu pasas por alto las mías, ignoras lo que sabes que es sensato hacer y Julien también es mi hijo – suspiro, tratando de tomar más aire para bajar la voz tal y como ella lo pedía – Y si te amo, aunque creas que no es de esa manera – dijo algo más sereno pero sin mirarla porque sabía que al hacerlo toda esa ira que llevaba en el interior volvería evidente para ella que no era de esa manera. El amor que sentía el Lezarc por su esposa se había vuelto para ese punto algo dañino y enfermizo, algo que no supo manejar debidamente y que ahora amenazaba con desmoronar su matrimonio. Irónico que el amor engendrara tanto odio, pero amar no significaba sensatez y caricias; muchas veces significaba dolor.
– Sabías de mis hermanos y de la única importante para mi, Vanesa. Los demás son solo personas con quien comparto sangre pero con quien no tengo otra relación, ni siquiera tuve relación con mi gemelo que para mi, es simplemente un hermano más – Drake y Ryley no fueron jamás muy unidos, de haberlo sido hubieran escapado juntos de casa y no existía prueba más fehaciente de que entre los gemelos no había nada, que la oferta del Lezarc de asesinar a su propio gemelo si era lo que su esposa le pedía. Momentos después de haber dicho eso, observó como los ojos de su esposa le miraban con cierto grado de asombro, algo que sin duda le hizo sentirse un miserable sin escrúpulos; sin embargo esa sensación se desvaneció pronto, cuando el progenitor de Leigh salió de nuevo a la luz y una sonrisa burlona volvió a aparecer en el rostro de Ryley – Muy bien, no mataré a tu padre. Dejaremos que cada quien se encargue de eliminar a los suyos sin intervención del otro, porque escucha bien lo que digo – se mantuvó en silencio unos segundos en lo que la sonrisa desaparecía de sus labios – tarde o temprano, vas a eliminar a tu padre y yo solo te he sugerido que lleves a cabo lo que más tarde será inminente. Él va a sacar esa naturaleza oscura que todos los inmortales tienen y en ese momento, sé que harás lo que debes – No tenía porque decirle más a ella, mantendría ya para sí el hecho de que si el padre de su esposa se acercaba más de lo debido a su hijo, él acabaría con la existencia de aquel inmortal.
Y cuando pensaba que el viaje terminaría en calma, ella tomaba de nuevo las cosas como las quería, alterando la ligera paz que el Lezarc comenzaba a sentir.
– ¿Yo te trato como una posesión? Leigh, acabas de decirme que desaparecerás todo. Tu eres la única que me trata como una posesión y me ordenas las cosas – sorprendido y molesto por las palabras de su esposa, movió la cabeza en negativa – No voy a bajarme y no mantendré el silencio Leigh porque aún tengo cosas que decir. Tu puedes decir tanto como quieras y hacer tanto como te plazca. ¿Quieres anular nuestro matrimonio? Hazlo. ¿Quieres desaparecer de mi vida? Te reto a hacerlo. ¿Quieres creer que no te amo? Cree lo que quieras– su mirada fue firme y sus siguientes palabras una promesa – Hagas lo que hagas, voy a seguirte siempre a ti y Julien. Haré lo que tenga que hacer para estar siempre a tu lado, te guste o no, me odies o me ames. Estaré contigo siempre.– y después de decirle eso, guardo silencio y su mirada fue en dirección a la ventana.
No podían regresar a donde estuvieron antes de que Leigh desapareciera y aún eran incapaces de notar eso. El matrimonio Lezarc debía aprender que la felicidad no duraba para siempre y que en lugar de pelear, era necesario que hallaran una manera de llegar a acuerdos. En aquel carruaje sin embargo era evidente, que para que llegaran a una reconciliación, había un largo camino por recorrer.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: A buen entendedor (Ryley Lezarc)
Se acabó, pensaba ella. Sencillamente, se acabó
—Hago lo que tú mismo das y ahora te mereces— refutó Leigh, con más ganas de abofetearlo que aguantarlo por más tiempo. Estaba insoportable, sacando a relucir lo que había intentado ocultar durante todo ese tiempo. Por supuesto, ella estaba en todo su derecho de sentirse engañada y molesta. El hombre que iba a su lado en el carruaje, no era el mismo con el que se hubo casado. —Ah, ahora no dijiste nada— dijo ella con absoluto sarcasmo y le desvió la mirada —Ya no me importa a lo que no fuiste capaz de dedicarte en lugar de acostarte con medio París. Dije que no quiero a nadie de esa vida en mi casa y es mi última palabra. — y así sería, porque ella consideraba que su dinero pagaba a cada empleado, y era por lo mismo, que su voluntad era la que determinaba quién continuaba y quién no. Aquello no tendría más discusión porque la cazadora había dado su obstinada palabra y, seguir hablando de cómo creció cada uno, era una absoluta pérdida de tiempo.
— ¿Y es que tus intenciones si lo son? — cuestionó, volviendo el rostro a él, a quien considerara ahora el mayor de los mentirosos —No me vengas a hablar de vampiros cuando fui yo quien te entrenó para lo que ahora eres. No hables de mi padre cuando ni siquiera lo conoces. Si él muere por tu mano, perderás a tu hijo. Te lo advierto de nuevo, no me obligues a cumplir mis promesas porque no lo dudaré ni un segundo— la firmeza de Leigh no tenía titubeos de por medio. Ryley era por completo atrevido, haciendo deducciones sobre alguien que no conocía y que tampoco le importaba conocer. Actuaba como si él, fuese el dueño absoluto de la vida de su esposa y su hijo, y por tanto, eso mismo le permitiera decidirlo todo. Si Leigh no hablaba de asesinar a Drake ¿Por qué entonces él si se tomaba un atrevimiento como ese? — ¿Te parece que paso por alto tus asuntos? Si así fuera, habría reclamado la vida de tu hermano gemelo desde hace mucho tiempo ¿Cuándo me lo ibas a decir? ¿Cuándo él se apareciera a nuestra puerta o cuando Julien cumpliera quince años? Deberías decirme qué más ocultas, Ryley, porque no querrás que sea yo quien descubra tus peores secretos— todo en ella parecía ahora una amenaza. Estaba irritada y en cuanto llegara a París, no sólo arreglaría el asunto del divorcio; también buscaría a su padre e investigaría a profundidad al tipo con el que se había casado. Quizás, hasta su nombre fuese una completa mentira.
—No me lo digas nunca más, no me amas, si lo hicieras respetarías mi decisión respecto al cuidado de mi hijo y a la vida de mi padre. Pero lo que haces es gritar y decir lo que se te viene en gana. Es más, no has dejado de pensar en ti, porque te importó un carajo si Julien se despertaba con tus gritos y golpes o no. Así que no me hables de algo que no demuestras. Esto se acabó, y es mejor que lo vayas asimilando— determinó, sin que la voz le flaqueara ni un solo segundo. Que Julien creciera escuchando gritos y viendo peleas no era lo que Leigh había planeado. Incluso, para salvaguardarlo, había pensado retirarse de la cacería por amor a él. Entonces ¿Por qué traer la guerra a su propia casa? Cuando las cosas se dañan, es mejor tirarlas. Los arreglos jamás duran lo suficiente.
—Los demás, de nuevo vuelves a eso. Un hermano gemelo no es poca cosa, pero ya entendí, jamás hablarías de él y eso ya me dice lo que necesito. Aunque no tanto como esa sonrisa que muestras cada vez que esto empeora ¿Te resulta gracioso todo esto?— Leigh comenzaba a exasperarse. Detestaba profundamente que él sonriera de esa manera tan molesta y, para controlarse, mecía a Julien entre sus brazos, dándole más prioridad a su hijo que a lo peor que Ryley sacaba de ella. —No voy a agradecerte por algo que tardas en entender. Mi padre es mi asunto, y eres un ciego si crees que voy a arriesgar la vida de mi hijo a la menor señal de traición. Te mataría a ti si eso lo pone en peligro a él. Que te quede claro que mi prioridad es Julien, por encima de todos, incluidos tú y yo— de nuevo, ella determinaba que el bebé era sólo suyo. Pero no se daba cuenta, y tampoco lo cambiaría de hacerlo.
La cazadora tomó aire y recostó su cabeza en la cabecera que les proporcionaba el carruaje. Incluso, un color rojizo pareció irse a sus mejillas, declarando que todo cada vez se ponía peor. A cada momento le resultaba más difícil mantener la calma. —Entonces habla rápido. Estoy cansada de escucharte y de darme cuenta que me casé con alguien que no conozco. Y no me vengas con esas ridiculeces, porque no estás conmigo como se supone que sería. Estás haciendo lo que se te da la gana y me juzgas a mí por tomar determinaciones al respecto ¿Quieres estar tranquilo? Te daré un lugar para quedarte con tu hermana y podrás ver a Julien los fines de semana, en mi casa. Si no quieres que esto se ponga peor, haz el favor de mantener la boca cerrada— espetó, tratando a Ryley como si fuera uno más de sus empleados. Pero, para ella, estaba siendo suficientemente blanda ¿No era eso más de lo que merecía un mentiroso como él?
— ¿Y es que tus intenciones si lo son? — cuestionó, volviendo el rostro a él, a quien considerara ahora el mayor de los mentirosos —No me vengas a hablar de vampiros cuando fui yo quien te entrenó para lo que ahora eres. No hables de mi padre cuando ni siquiera lo conoces. Si él muere por tu mano, perderás a tu hijo. Te lo advierto de nuevo, no me obligues a cumplir mis promesas porque no lo dudaré ni un segundo— la firmeza de Leigh no tenía titubeos de por medio. Ryley era por completo atrevido, haciendo deducciones sobre alguien que no conocía y que tampoco le importaba conocer. Actuaba como si él, fuese el dueño absoluto de la vida de su esposa y su hijo, y por tanto, eso mismo le permitiera decidirlo todo. Si Leigh no hablaba de asesinar a Drake ¿Por qué entonces él si se tomaba un atrevimiento como ese? — ¿Te parece que paso por alto tus asuntos? Si así fuera, habría reclamado la vida de tu hermano gemelo desde hace mucho tiempo ¿Cuándo me lo ibas a decir? ¿Cuándo él se apareciera a nuestra puerta o cuando Julien cumpliera quince años? Deberías decirme qué más ocultas, Ryley, porque no querrás que sea yo quien descubra tus peores secretos— todo en ella parecía ahora una amenaza. Estaba irritada y en cuanto llegara a París, no sólo arreglaría el asunto del divorcio; también buscaría a su padre e investigaría a profundidad al tipo con el que se había casado. Quizás, hasta su nombre fuese una completa mentira.
—No me lo digas nunca más, no me amas, si lo hicieras respetarías mi decisión respecto al cuidado de mi hijo y a la vida de mi padre. Pero lo que haces es gritar y decir lo que se te viene en gana. Es más, no has dejado de pensar en ti, porque te importó un carajo si Julien se despertaba con tus gritos y golpes o no. Así que no me hables de algo que no demuestras. Esto se acabó, y es mejor que lo vayas asimilando— determinó, sin que la voz le flaqueara ni un solo segundo. Que Julien creciera escuchando gritos y viendo peleas no era lo que Leigh había planeado. Incluso, para salvaguardarlo, había pensado retirarse de la cacería por amor a él. Entonces ¿Por qué traer la guerra a su propia casa? Cuando las cosas se dañan, es mejor tirarlas. Los arreglos jamás duran lo suficiente.
—Los demás, de nuevo vuelves a eso. Un hermano gemelo no es poca cosa, pero ya entendí, jamás hablarías de él y eso ya me dice lo que necesito. Aunque no tanto como esa sonrisa que muestras cada vez que esto empeora ¿Te resulta gracioso todo esto?— Leigh comenzaba a exasperarse. Detestaba profundamente que él sonriera de esa manera tan molesta y, para controlarse, mecía a Julien entre sus brazos, dándole más prioridad a su hijo que a lo peor que Ryley sacaba de ella. —No voy a agradecerte por algo que tardas en entender. Mi padre es mi asunto, y eres un ciego si crees que voy a arriesgar la vida de mi hijo a la menor señal de traición. Te mataría a ti si eso lo pone en peligro a él. Que te quede claro que mi prioridad es Julien, por encima de todos, incluidos tú y yo— de nuevo, ella determinaba que el bebé era sólo suyo. Pero no se daba cuenta, y tampoco lo cambiaría de hacerlo.
La cazadora tomó aire y recostó su cabeza en la cabecera que les proporcionaba el carruaje. Incluso, un color rojizo pareció irse a sus mejillas, declarando que todo cada vez se ponía peor. A cada momento le resultaba más difícil mantener la calma. —Entonces habla rápido. Estoy cansada de escucharte y de darme cuenta que me casé con alguien que no conozco. Y no me vengas con esas ridiculeces, porque no estás conmigo como se supone que sería. Estás haciendo lo que se te da la gana y me juzgas a mí por tomar determinaciones al respecto ¿Quieres estar tranquilo? Te daré un lugar para quedarte con tu hermana y podrás ver a Julien los fines de semana, en mi casa. Si no quieres que esto se ponga peor, haz el favor de mantener la boca cerrada— espetó, tratando a Ryley como si fuera uno más de sus empleados. Pero, para ella, estaba siendo suficientemente blanda ¿No era eso más de lo que merecía un mentiroso como él?
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: A buen entendedor (Ryley Lezarc)
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Su mal genio no merecía buenos tratos, eso era algo seguro, aún así él se sentía sumamente ofendido por todo aquello que su esposa le decía, incapaz de darse cuenta que él estaba lastimándole a ella con todo cuanto decía, Ryley continuaba despotricando como si fuese en esta ocasión quien llevaba la razón. Un suspiro de fastidio salió de sus labios y desvió la mirada de ella al exterior.
– Para que te sientas más segura de que no llevaré a alguien de mi antigua vida o alguien con quien me haya acostado, buscare personas y serás tu quien de el visto bueno – le miró de reojo – entraran a tu casa solo aquellos que creas convenientes – le decía que era su casa porque ella ya le había dejado bastante claro que él no era nadie ahí, y respecto a dejarle elegir al personal ¿Para qué se dificultaba él la tarea?, si Leigh buscaba sentir que tenía el control, lo mejor era que ella misma seleccionara a la persona que entraría a trabajar a su hogar. Ryley aún así no pensaba llevar a nadie del burdel a su hogar pero nunca se sabía que deparaba el futuro así que aunque no lo dijera, no descartaba del todo la posibilidad de que alguna vieja conocida hubiese cambiado su estilo de vida y fuera apropiada para la labor en el hogar de los Lezarc.
Se mantuvo unos segundos en silencio, dando vueltas una y otra vez a lo que su esposa le decía. Leigh era una mujer de decisiones firmes y si bien Ryley también se estaba mostrando firme sabía a la perfección que la muerte del padre de la Lezarc provocaría entre ellos una grieta que sería incapaz de cerrarse.
– No hare nada – dijo mirándole con mala cara – ¿Feliz? – y aunque aseguraba aquello, en la mente del cazador se mantenía firme la idea de acabar con el padre de su esposa en el momento en que el vampiro se atreviera a ponerle una mano encima a su hijo o a ella. La conversación daba un giro entonces, pasando a los asuntos de Ryley, específicamente a Drake – No te lo dije porque no me gusta hablar de mi familia. Leigh sabes bien lo que pase viviendo con ellos así que en lo que a mi respecta, solo tengo a Vanessa, Julien y a ti – suspiró – él nunca se aparecería a la puerta de nuestra casa, Drake me odia y no tengo vínculo alguno con él, así que me da exactamente igual si vive o muere – sus palabras eran frías pero Ryley no creía que los suyos se merecieran calidez de su parte. El Lezarc podía ser un buen hombre, alguien que aparentemente no haría mal, sin embargo todos poseían su lado oscuro y él no era la excepción, solo que ese lado oscuro se había manifestado en el peor momento de su vida.
– ¿Y tu no dices también lo que se te viene en gana? Porque para bailar tango, se necesitan dos, así que no me culpes a mi de todo lo que esta pasando en estos momentos Leigh – esa costumbre que poseía su esposa de siempre salir victoriosa en las discusiones le tenía harto. Ella era incapaz de reconocer que también estaba actuando de una manera indebida y por eso era que él ignoraba esa pequeña voz en su mente que le decía que se calmara y hablara las cosas como un hombre civilizado. Su carencia de sensatez le llevaba a actuar más como lo que ella decía, un hombre a quien solo le importaba él mismo – Como si tu me demostraras mucho tu amor… – soltó burlón al escucharla reclamar aquello – yo al menos te lo digo porque es la verdad… te amo Leigh – no planeaba ceder a los deseos de su esposa, por más que ella se molestase o no deseara escucharlo.
– ¿Qué quieres que te diga de Drake? Con un demonio que el hecho de que sea mi gemelo no me hace conocerlo – No decía más de él porque era incapaz de hacerlo. Tan poco convivieron los gemelos que eran prácticamente desconocidos que compartían un rostro. Con la misma sonrisa burlona en el rostro negó antes de mirarla – ¿Ahora te molesta que me ría? Pues en ese caso será mejor que vayas enlistándome todo lo que debo y no debo hacer – y ante las últimas palabras que su esposa decía no pudo más que asentir – Al fin parece que estamos de acuerdo en algo, amor – omitió el hecho de que ella se sentía la única con derecho sobre el hijo de ambos – porque no permitiría que nada le haga daño a Julien por más que te ame – no le decía de manera directa que también sería capaz de matarla pero lo insinuaba y si bien hubiera sido mejor que Ryley le dijera que pensaba trabajar a su lado para mantener la seguridad de su hijo y la de ella, el cazador decía algo que soló podría empeorar aquella terrible situación.
Ella no era la única cansada y harta de la situación, Ryley incluso comenzaba a sentir una dolor punzante en la sien debido a la tensión de su mandíbula pero con todo y eso no cedería al deseo de su esposa de sacarlo de la casa, así que tratando de bajar el tono de su voz y no hacer tan evidente que aún se hallaba molesto, habló.
– Quiero estar al lado de Julien, así como también del tuyo – desvió la mirada al exterior – No puedo irme Leigh, no puedo dejarlos. Me quedaré con ustedes porque no pienso perderlos una vez más – aquello lo decía de manera sincera aunque para ese momento la relación ya estaba dañada y quizás era inútil tratar de aparentar un matrimonio normal, aún así, pese a las frustraciones, las mentiras, el dolor y todo cuanto pudiera pasar entre ellos, Ryley amaba a Leigh y quizás solo era necesario que pudiera recordar ese detalle para hacer que se diera cuenta de que actuaba mal y que debía encontrar una forma diferente de solucionar las diferencias con ella porque las peleas, no les llevarían a ningún lado bueno.
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Su mal genio no merecía buenos tratos, eso era algo seguro, aún así él se sentía sumamente ofendido por todo aquello que su esposa le decía, incapaz de darse cuenta que él estaba lastimándole a ella con todo cuanto decía, Ryley continuaba despotricando como si fuese en esta ocasión quien llevaba la razón. Un suspiro de fastidio salió de sus labios y desvió la mirada de ella al exterior.
– Para que te sientas más segura de que no llevaré a alguien de mi antigua vida o alguien con quien me haya acostado, buscare personas y serás tu quien de el visto bueno – le miró de reojo – entraran a tu casa solo aquellos que creas convenientes – le decía que era su casa porque ella ya le había dejado bastante claro que él no era nadie ahí, y respecto a dejarle elegir al personal ¿Para qué se dificultaba él la tarea?, si Leigh buscaba sentir que tenía el control, lo mejor era que ella misma seleccionara a la persona que entraría a trabajar a su hogar. Ryley aún así no pensaba llevar a nadie del burdel a su hogar pero nunca se sabía que deparaba el futuro así que aunque no lo dijera, no descartaba del todo la posibilidad de que alguna vieja conocida hubiese cambiado su estilo de vida y fuera apropiada para la labor en el hogar de los Lezarc.
Se mantuvo unos segundos en silencio, dando vueltas una y otra vez a lo que su esposa le decía. Leigh era una mujer de decisiones firmes y si bien Ryley también se estaba mostrando firme sabía a la perfección que la muerte del padre de la Lezarc provocaría entre ellos una grieta que sería incapaz de cerrarse.
– No hare nada – dijo mirándole con mala cara – ¿Feliz? – y aunque aseguraba aquello, en la mente del cazador se mantenía firme la idea de acabar con el padre de su esposa en el momento en que el vampiro se atreviera a ponerle una mano encima a su hijo o a ella. La conversación daba un giro entonces, pasando a los asuntos de Ryley, específicamente a Drake – No te lo dije porque no me gusta hablar de mi familia. Leigh sabes bien lo que pase viviendo con ellos así que en lo que a mi respecta, solo tengo a Vanessa, Julien y a ti – suspiró – él nunca se aparecería a la puerta de nuestra casa, Drake me odia y no tengo vínculo alguno con él, así que me da exactamente igual si vive o muere – sus palabras eran frías pero Ryley no creía que los suyos se merecieran calidez de su parte. El Lezarc podía ser un buen hombre, alguien que aparentemente no haría mal, sin embargo todos poseían su lado oscuro y él no era la excepción, solo que ese lado oscuro se había manifestado en el peor momento de su vida.
– ¿Y tu no dices también lo que se te viene en gana? Porque para bailar tango, se necesitan dos, así que no me culpes a mi de todo lo que esta pasando en estos momentos Leigh – esa costumbre que poseía su esposa de siempre salir victoriosa en las discusiones le tenía harto. Ella era incapaz de reconocer que también estaba actuando de una manera indebida y por eso era que él ignoraba esa pequeña voz en su mente que le decía que se calmara y hablara las cosas como un hombre civilizado. Su carencia de sensatez le llevaba a actuar más como lo que ella decía, un hombre a quien solo le importaba él mismo – Como si tu me demostraras mucho tu amor… – soltó burlón al escucharla reclamar aquello – yo al menos te lo digo porque es la verdad… te amo Leigh – no planeaba ceder a los deseos de su esposa, por más que ella se molestase o no deseara escucharlo.
– ¿Qué quieres que te diga de Drake? Con un demonio que el hecho de que sea mi gemelo no me hace conocerlo – No decía más de él porque era incapaz de hacerlo. Tan poco convivieron los gemelos que eran prácticamente desconocidos que compartían un rostro. Con la misma sonrisa burlona en el rostro negó antes de mirarla – ¿Ahora te molesta que me ría? Pues en ese caso será mejor que vayas enlistándome todo lo que debo y no debo hacer – y ante las últimas palabras que su esposa decía no pudo más que asentir – Al fin parece que estamos de acuerdo en algo, amor – omitió el hecho de que ella se sentía la única con derecho sobre el hijo de ambos – porque no permitiría que nada le haga daño a Julien por más que te ame – no le decía de manera directa que también sería capaz de matarla pero lo insinuaba y si bien hubiera sido mejor que Ryley le dijera que pensaba trabajar a su lado para mantener la seguridad de su hijo y la de ella, el cazador decía algo que soló podría empeorar aquella terrible situación.
Ella no era la única cansada y harta de la situación, Ryley incluso comenzaba a sentir una dolor punzante en la sien debido a la tensión de su mandíbula pero con todo y eso no cedería al deseo de su esposa de sacarlo de la casa, así que tratando de bajar el tono de su voz y no hacer tan evidente que aún se hallaba molesto, habló.
– Quiero estar al lado de Julien, así como también del tuyo – desvió la mirada al exterior – No puedo irme Leigh, no puedo dejarlos. Me quedaré con ustedes porque no pienso perderlos una vez más – aquello lo decía de manera sincera aunque para ese momento la relación ya estaba dañada y quizás era inútil tratar de aparentar un matrimonio normal, aún así, pese a las frustraciones, las mentiras, el dolor y todo cuanto pudiera pasar entre ellos, Ryley amaba a Leigh y quizás solo era necesario que pudiera recordar ese detalle para hacer que se diera cuenta de que actuaba mal y que debía encontrar una forma diferente de solucionar las diferencias con ella porque las peleas, no les llevarían a ningún lado bueno.
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Re: A buen entendedor (Ryley Lezarc)
La muerte los separaba, pero no de la forma en que siempre creyeron
Esa era la primera vez que discutían, la primera vez que parecían querer tirar todo por la borda a causa de un afanado cruce de palabras. No obstante, se sentía más sincero que los mismísimos votos que cada uno declarara el día de su boda. Todo se perdía, entre reclamos airados y verdades a medias. —No necesito que busques a nadie, puedo hacerlo yo misma como lo he hecho siempre— espetó de mala gana, dando por perdida una buena búsqueda por parte de su esposo. Era todo, no tenían que discutir más mientras él defendía con sutileza a todas las prostitutas de París, y ella las juzgaba a todas basándose en el placer que creía que sentían. Los acuerdos entre ellos no existían para esa mañana, pero sí las determinaciones.
—No, no estoy feliz, porque no entiendes nada, e incluso metes a las malas a quien nos unió de nuevo. La diferencia es que tú lo usas para destruirlo todo. — ¿Por qué tenía que terminar todo en amenazas? El padre de Leigh había arriesgado su propia “vida” por salvar la de Leigh y el hijo que llevara en el vientre, incluso, había devuelto la argolla de matrimonio que retiraran en un principio sus captores, justo cuando se la llevaron a Lyon. Y todo eso desaparecía para Ryley al enterarse de su naturaleza. Si no lo juzgaba Leigh, quien fuera cazadora primero, entonces ¿Por qué él se sentía con el derecho de hacerlo? Si supiera lo que provocaba en Leigh, jamás se habría atrevido a mencionar ese asunto de esa manera. En lo que respectaba al gemelo de su esposo, de sobra le empeoraba el genio, porque no era algo de tomarse a la ligera —El mayor riesgo es aquél que te odia, no quien me salvó. Eres tan ciego como mentiroso— susurró, desviándole de nuevo la mirada, manifestando más decepción que ira.
Claramente, ninguno se detenía a pensar dos veces en las palabras que decía, ni muchos menos en las consecuencias que eso tendría unos días después. Uno se sentía decepcionado, otro engañado. Y en el medio, estaba Julien, quien había parado de llorar pero permanecía muy despierto, como si prestara atención a lo que allí se sucedía. —Te culpo por amenazar con matar a mi padre, por querer que una prostituta ponga sus manos sobre tu propio hijo, a quien no eres capaz de dejar dormir. Te culpo por mentirme, por creer que el dinero supera la compañía de al menos un familiar. También te culpo por victimizarte cuando tu vida mejoró notablemente. Y sobre todo, te culpo por tirar nuestro matrimonio por la borda— las palabras salieron de Leigh como si escupiera sus sentimientos en cada palabra. Sus emociones habían dado un giro que le mareaba la razón, y que se mezclaban con esa desconfianza y radicalidad tan típicas en ella. Para la cazadora, ya no había más que hablar, ese libro se estaba cerrando y sus últimas palabras eran meros tachones. —La diferencia es que no te digo que te amo antes o después de gritarte. Eso es lo que haces tú, no puedes reprocharme nada— aquello le molestó lo suficiente, como solía suceder cuando Ryley le daba vuelta a las quejas de ella y las proyectaba en sentido contrario, teniendo o no razón. —Deja de decir que me amas, porque ahora sólo pareces confundido. Quizás lo estuviste siempre y yo no quise darme cuenta— agregó, antes de escuchar de nuevo como se seguía empeorando todo.
—No hay nada que decir, ni tampoco vas a volver a escucharme. Te voy a permitir ver a Julien pero sólo dentro de la casa. Estará absolutamente vigilado aunque se trate de ti. Durante tus visitas, yo permaneceré en la misma casa, pero no en la misma habitación. Tú has arruinado nuestro matrimonio y ésta, Ryley, es nuestra última conversación. No puedo seguir casada con un mentiroso que amenaza todo lo que soy. Esperé tu apoyo con el tema de mi padre, porque lo creía muerto y ahora encuentro toda esta sorpresa. Pero ¿Qué hiciste? Amenazarme con matarlo, en lugar de preguntarme lo que yo pensaba o sentía con respecto a este asunto. Asumiste que esto para mí era fácil, en lugar de estar ahí para mí. Ahora ya puedes reírte, y puedes seguirlo haciendo mientras vuelves a llevar tu apellido de siempre y la libertad que pareces reclamarme entre líneas— claramente ella estaba dolida. Él jamás le había preguntado cómo se sentía con respecto a una noticia tan fuerte. No tenía en cuenta el choque de Leigh luego de perder la memoria, y muchos menos el hecho de haber tenido un hijo en las peores circunstancias. Era un egoísta, porque sólo pensaba en él y, eso, para Leigh no era sinónimo de familia. No necesitaba nada más para poder decidir. —Esta es nuestra última discusión. Julien seguirá siendo tu hijo, pero yo no seré más tu esposa— declaró, compungida sin demostrarlo, pero absolutamente decidida en medio de tan fuerte choque.
—No, no estoy feliz, porque no entiendes nada, e incluso metes a las malas a quien nos unió de nuevo. La diferencia es que tú lo usas para destruirlo todo. — ¿Por qué tenía que terminar todo en amenazas? El padre de Leigh había arriesgado su propia “vida” por salvar la de Leigh y el hijo que llevara en el vientre, incluso, había devuelto la argolla de matrimonio que retiraran en un principio sus captores, justo cuando se la llevaron a Lyon. Y todo eso desaparecía para Ryley al enterarse de su naturaleza. Si no lo juzgaba Leigh, quien fuera cazadora primero, entonces ¿Por qué él se sentía con el derecho de hacerlo? Si supiera lo que provocaba en Leigh, jamás se habría atrevido a mencionar ese asunto de esa manera. En lo que respectaba al gemelo de su esposo, de sobra le empeoraba el genio, porque no era algo de tomarse a la ligera —El mayor riesgo es aquél que te odia, no quien me salvó. Eres tan ciego como mentiroso— susurró, desviándole de nuevo la mirada, manifestando más decepción que ira.
Claramente, ninguno se detenía a pensar dos veces en las palabras que decía, ni muchos menos en las consecuencias que eso tendría unos días después. Uno se sentía decepcionado, otro engañado. Y en el medio, estaba Julien, quien había parado de llorar pero permanecía muy despierto, como si prestara atención a lo que allí se sucedía. —Te culpo por amenazar con matar a mi padre, por querer que una prostituta ponga sus manos sobre tu propio hijo, a quien no eres capaz de dejar dormir. Te culpo por mentirme, por creer que el dinero supera la compañía de al menos un familiar. También te culpo por victimizarte cuando tu vida mejoró notablemente. Y sobre todo, te culpo por tirar nuestro matrimonio por la borda— las palabras salieron de Leigh como si escupiera sus sentimientos en cada palabra. Sus emociones habían dado un giro que le mareaba la razón, y que se mezclaban con esa desconfianza y radicalidad tan típicas en ella. Para la cazadora, ya no había más que hablar, ese libro se estaba cerrando y sus últimas palabras eran meros tachones. —La diferencia es que no te digo que te amo antes o después de gritarte. Eso es lo que haces tú, no puedes reprocharme nada— aquello le molestó lo suficiente, como solía suceder cuando Ryley le daba vuelta a las quejas de ella y las proyectaba en sentido contrario, teniendo o no razón. —Deja de decir que me amas, porque ahora sólo pareces confundido. Quizás lo estuviste siempre y yo no quise darme cuenta— agregó, antes de escuchar de nuevo como se seguía empeorando todo.
—No hay nada que decir, ni tampoco vas a volver a escucharme. Te voy a permitir ver a Julien pero sólo dentro de la casa. Estará absolutamente vigilado aunque se trate de ti. Durante tus visitas, yo permaneceré en la misma casa, pero no en la misma habitación. Tú has arruinado nuestro matrimonio y ésta, Ryley, es nuestra última conversación. No puedo seguir casada con un mentiroso que amenaza todo lo que soy. Esperé tu apoyo con el tema de mi padre, porque lo creía muerto y ahora encuentro toda esta sorpresa. Pero ¿Qué hiciste? Amenazarme con matarlo, en lugar de preguntarme lo que yo pensaba o sentía con respecto a este asunto. Asumiste que esto para mí era fácil, en lugar de estar ahí para mí. Ahora ya puedes reírte, y puedes seguirlo haciendo mientras vuelves a llevar tu apellido de siempre y la libertad que pareces reclamarme entre líneas— claramente ella estaba dolida. Él jamás le había preguntado cómo se sentía con respecto a una noticia tan fuerte. No tenía en cuenta el choque de Leigh luego de perder la memoria, y muchos menos el hecho de haber tenido un hijo en las peores circunstancias. Era un egoísta, porque sólo pensaba en él y, eso, para Leigh no era sinónimo de familia. No necesitaba nada más para poder decidir. —Esta es nuestra última discusión. Julien seguirá siendo tu hijo, pero yo no seré más tu esposa— declaró, compungida sin demostrarlo, pero absolutamente decidida en medio de tan fuerte choque.
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Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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