AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
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Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
"Cuando dije que daría mi vida por este hijo, no mentía."
El sonido del viento golpeando la ventana la había despertado esa noche particularmente lluviosa. Leigh, aún sin recuperar sus recuerdos, abrió los ojos e intentó ver a Ryley, el hombre que decía ser su esposo y quien dormía en el sillón cercano a su cama, fiel a su promesa de no dejarla sola. Apenas y podía adaptar sus ojos a la oscuridad de la habitación, pero la figura del hombre que la cuidaba día y noche no estaba en ese momento allí. Seguramente había salido en algún momento y ella no se había dado cuenta.
La antes cazadora permanecía de lado, con la mano acariciando la parte baja de su abdomen. Su estómago estaba hinchado desde hacía meses atrás, y por lo tanto dormir en las noches se le había dificultado un poco, sin embargo dormía a gusto, más que todo ese último mes en que había “regresado” a su casa y tenía muchos cuidados y atenciones para ella y el bebé. En esos últimos días, había recuperado el semblante e incluso había aumentado un poco de peso. Seguía siendo de contextura delgada, pero ahora lucía saludable y hasta su cabello negro lo reflejaba a través del brillo que tenía y que hubo perdido durante el tiempo del secuestro.
En cuanto a Ryley, había sido extremadamente cuidadoso y atento y Leigh estuvo segura que era su esposo cuando un día cualquiera, llegó a la mansión un sobre con un anillo dentro y una nota. El anillo era igual al de Ryley pero más pequeño y los nombres de ambos estaban grabados en el interior. En cuanto a la nota, decía algo como lo siguiente: “Este anillo te pertenece, Leigh. Sé que ahora tu esposo cuidará de ti como yo lo seguiré haciendo a mi manera. Si algún día recuerdas todo, sabrás que a pesar de las circunstancias, yo te seguiré amando. Cuídate mucho, a ti y al nuevo heredero Lezarc”. Aquella nota había dejado a Leigh tan perpleja que ni siquiera fue capaz de preguntarle a Ryley lo que pensaba de eso. ¿Había sido acaso una mujer infiel cuyo amante la prefería ahora con su esposo? No tenía idea y por suerte, Ryley no le mencionó absolutamente nada. Seguramente en su mente se tejían un montón de ideas, y quizás por no preocupar a Leigh y alterarla fue que no dijo nada. Sin embargo ella sabía que el hombre de la nota era el mismo que la había rescatado aquella noche. No lo recordaba de algún otro lugar, pero a pesar del temor sí le estaba completamente agradecida. Pero ¿No sería él, el padre de su bebé y no Ryley? La verdad estaba lejos de eso, pero le generó una angustia tal que incluso permaneció sin decir ni una palabra durante un par de días.
Esa noche el recuerdo volvió a su mente y tendría que superar eso si de verdad quería tranquilizarse. Ryley a pesar de todo seguía a su lado y no parecía tener malicia alguna. Seguía respondiendo a sus preguntas como si nada y le acariciaba el vientre de vez en cuando, siempre pidiéndole primero permiso. Se removió entonces inquieta, con una leve punzada atravesando su vientre. Se arqueó tratando de respirar mejor, pero el dolor aunque agudo era le sobrepasaba. Se sentó despacio en la cama, con sus manos apretando impacientemente las sábanas. El dolor empezaba a ser insuperable. Afirmó sus pies sobre el suelo con la intención de ponerse de pie, pero cuando el líquido se regó por sus piernas lo inevitable ya estaba sucediendo.
"Rompí fuente" se dijo en medio de un jadeo que luego quiso ser un grito. Sin embargo, Leigh se mordió con fuerza los labios obligándose a mantener el silencio y se afirmó yéndose hacia adelante para alcanzar la pared. Pero sus piernas flaquearon y se fue de rodillas al suelo. De inmediato una mano se posó sobre su bajo vientre mientras la otra se anteponía sobre el suelo.
Pequeñas gotas de sudor empezaron a recorrer su frente mientras su respiración se ponía cada vez más pesada. Leigh se empezó a arrastrar despacio, tratando de llegar al baño, pero una vez llegaba, su cuerpo chocó con alguien que no había sido invitado a pasar; sus piernas largas cubiertas por un pantalón aparentemente blanco le impedían el paso. El frío que le rodeaba le obligó a toser, como si lo inhalara todo. Intentó retroceder para alejarse de él, pero entonces otra punzada le obligo a mantenerse en aquella posición. Él se acercó, poniéndose de cuclillas para hablarle —He venido a completar la tarea de mi siré, he venido por tu hijo, Leigh Lezarc— susurró el vampiro. Leigh alejó su rostro del suyo y de la maléfica sonrisa que le ofreció. Necesitaba alejarse, pero en su condición, emplear su fuerza para protegerse era casi imposible, los dolores de parto la estaban sobrecogiendo. Llevó sus manos hacia su vientre y se acurrucó en el rincón que separaba el baño de la habitación. Sólo trataba de esconderse, evitarlo, pero era imposible. Él había llegado por lo que quería. —Ryley— pudo decir ella con esfuerzo pero en un tono que no salía siquiera de la habitación al tiempo que intentaba arrastrarse hacia la puerta que daba al pasillo para poder llamar a alguien. La risa del extraño sonó bajita, maligna y caminó de nuevo hacia ella. Leigh entonces gritó, con toda la fuerza de la que fue capaz y con toda la angustia que jamás volvería a sentir con la misma intensidad.
La antes cazadora permanecía de lado, con la mano acariciando la parte baja de su abdomen. Su estómago estaba hinchado desde hacía meses atrás, y por lo tanto dormir en las noches se le había dificultado un poco, sin embargo dormía a gusto, más que todo ese último mes en que había “regresado” a su casa y tenía muchos cuidados y atenciones para ella y el bebé. En esos últimos días, había recuperado el semblante e incluso había aumentado un poco de peso. Seguía siendo de contextura delgada, pero ahora lucía saludable y hasta su cabello negro lo reflejaba a través del brillo que tenía y que hubo perdido durante el tiempo del secuestro.
En cuanto a Ryley, había sido extremadamente cuidadoso y atento y Leigh estuvo segura que era su esposo cuando un día cualquiera, llegó a la mansión un sobre con un anillo dentro y una nota. El anillo era igual al de Ryley pero más pequeño y los nombres de ambos estaban grabados en el interior. En cuanto a la nota, decía algo como lo siguiente: “Este anillo te pertenece, Leigh. Sé que ahora tu esposo cuidará de ti como yo lo seguiré haciendo a mi manera. Si algún día recuerdas todo, sabrás que a pesar de las circunstancias, yo te seguiré amando. Cuídate mucho, a ti y al nuevo heredero Lezarc”. Aquella nota había dejado a Leigh tan perpleja que ni siquiera fue capaz de preguntarle a Ryley lo que pensaba de eso. ¿Había sido acaso una mujer infiel cuyo amante la prefería ahora con su esposo? No tenía idea y por suerte, Ryley no le mencionó absolutamente nada. Seguramente en su mente se tejían un montón de ideas, y quizás por no preocupar a Leigh y alterarla fue que no dijo nada. Sin embargo ella sabía que el hombre de la nota era el mismo que la había rescatado aquella noche. No lo recordaba de algún otro lugar, pero a pesar del temor sí le estaba completamente agradecida. Pero ¿No sería él, el padre de su bebé y no Ryley? La verdad estaba lejos de eso, pero le generó una angustia tal que incluso permaneció sin decir ni una palabra durante un par de días.
Esa noche el recuerdo volvió a su mente y tendría que superar eso si de verdad quería tranquilizarse. Ryley a pesar de todo seguía a su lado y no parecía tener malicia alguna. Seguía respondiendo a sus preguntas como si nada y le acariciaba el vientre de vez en cuando, siempre pidiéndole primero permiso. Se removió entonces inquieta, con una leve punzada atravesando su vientre. Se arqueó tratando de respirar mejor, pero el dolor aunque agudo era le sobrepasaba. Se sentó despacio en la cama, con sus manos apretando impacientemente las sábanas. El dolor empezaba a ser insuperable. Afirmó sus pies sobre el suelo con la intención de ponerse de pie, pero cuando el líquido se regó por sus piernas lo inevitable ya estaba sucediendo.
"Rompí fuente" se dijo en medio de un jadeo que luego quiso ser un grito. Sin embargo, Leigh se mordió con fuerza los labios obligándose a mantener el silencio y se afirmó yéndose hacia adelante para alcanzar la pared. Pero sus piernas flaquearon y se fue de rodillas al suelo. De inmediato una mano se posó sobre su bajo vientre mientras la otra se anteponía sobre el suelo.
Pequeñas gotas de sudor empezaron a recorrer su frente mientras su respiración se ponía cada vez más pesada. Leigh se empezó a arrastrar despacio, tratando de llegar al baño, pero una vez llegaba, su cuerpo chocó con alguien que no había sido invitado a pasar; sus piernas largas cubiertas por un pantalón aparentemente blanco le impedían el paso. El frío que le rodeaba le obligó a toser, como si lo inhalara todo. Intentó retroceder para alejarse de él, pero entonces otra punzada le obligo a mantenerse en aquella posición. Él se acercó, poniéndose de cuclillas para hablarle —He venido a completar la tarea de mi siré, he venido por tu hijo, Leigh Lezarc— susurró el vampiro. Leigh alejó su rostro del suyo y de la maléfica sonrisa que le ofreció. Necesitaba alejarse, pero en su condición, emplear su fuerza para protegerse era casi imposible, los dolores de parto la estaban sobrecogiendo. Llevó sus manos hacia su vientre y se acurrucó en el rincón que separaba el baño de la habitación. Sólo trataba de esconderse, evitarlo, pero era imposible. Él había llegado por lo que quería. —Ryley— pudo decir ella con esfuerzo pero en un tono que no salía siquiera de la habitación al tiempo que intentaba arrastrarse hacia la puerta que daba al pasillo para poder llamar a alguien. La risa del extraño sonó bajita, maligna y caminó de nuevo hacia ella. Leigh entonces gritó, con toda la fuerza de la que fue capaz y con toda la angustia que jamás volvería a sentir con la misma intensidad.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/01/2012
Localización : Lyon, Francia
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
Qué extraña es la vida a veces. Y qué hermosa.
Alejandro Palomas
Los días transcurrían lentos. La pesadilla en la que se viera envuelto Ryley había terminado cuando curiosamente termino por encontrar a Leigh entre las calles del hogar natal de la cazadora. Había ido ahí como un ultimo intento de encontrarle y de alguna manera, el destino le sonrió al darle nuevamente la dicha de tenerla a su lado y aún más, ella esperaba un hijo de ambos. Ryley notaba como en algunas ocasiones Leigh parecía dudar de si misma, de que el hijo que llevara en el vientre fuera de él y sin embargo, él no dudaba. El cazador estaba completamente convencido de que aquel era su hijo, después de todo, conocía a su esposa y sabía de lo que ella era y no era capaz; aún así, no quería hacerle sentir mal y por tanto trataba de evitar hablar de las dudas que ella tuviera respecto a eso, pero todo lo demás lo respondía casi de manera inmediata y tampoco se separaba mucho tiempo del lado de Leigh.
En el tiempo que llevaban juntos nuevamente, pidió que le llevaran un sillón a la habitación, destinado únicamente para que él pudiera dormir ahí. En más de un momento tenía la idea de pedirle poder recostarse a su lado, sentir la cercanía de su esposa al dormir era algo que necesitaba pero siempre se contuvo. No era un hombre que pudiera exigir cosas como esa a una mujer que apenas y sabía quien era, muy a pesar de que ella fuera su esposa y que desde la llegada del anillo, junto a una nota anónima la misma Leigh se mostrara más convencida de ello. La nota ciertamente extraño al ahora cazador pero no le alarmo como en otras circunstancias lo habría hecho; existía algo en aquella nota que le impedía desconfiar de quien la hubiese escrito. Si es que Leigh preguntaba al respecto, no tenía respuesta para darle solamente decirle que él confiaba de que esa persona les ayudaba y que no debían temer; hasta ahora sus presentimientos sobre las personas no le habían jugado malas pasadas y con el desconocido de la nota, sospechaba tampoco le jugarían mal. Espero demasiados días preguntas que jamás llegaron, lo cual le convencía más de que Leigh era la misma de siempre y de que en algún momento ella recordaría todo. Ryley aún mantenía la esperanza de que ella le recordaría por completo.
Esa noche de hecho, esa idea era más fuerte que nunca antes. Desde el sillón donde se encontraba recostado podía escuchar la respiración un tanto dificultosa de su esposa. Los meses de embarazo eran demasiados ya como para permitir que la Lezarc descansara de manera apropiada y empujado meramente por el hecho de buscar alguna forma de ayudarle a descansar más, se levanto. Fue primero hasta la cama donde Leigh descansaba y gracias a que se encontraba más cerca, podía verla mejor. Era hermosa, como siempre lo había sido. Tenía un mejor aspecto que el del día que se encontraran de nuevo y claro, su amor tanto por ella como por el bebé eran mayores día a día. Sonrió, dedicando toda esa felicidad que le invadía por dentro a las dos personas más importantes para el cazador, quien con andar lento y pasos cuidadosos salió de la habitación en busca de la tía de Leigh. Aquella mujer que desde que llegaran ambos se puso a su disposición para auxiliarles, le dijo no una, sino varias veces a Ryley que ella ayudaría cuando su sobrina lo necesitara y que junto a él buscaría la comodidad y bienestar de la Lezarc.
Totalmente ajeno a lo comenzaba a ocurrir en la habitación; Ryley fue hasta los aposentos de la tía de Leigh quien atendió creyendo que su sobrina estaba en un grave apuro y solo después de escuchar las peticiones de Ryley de que revisara a su esposa fue que ambos comenzaron a andar de regreso a la habitación principal, donde Leigh les esperaba.
Iban apenas por las escaleras que llevaban a la segunda planta, donde se situaba el cuarto principal cuando el grito de Leigh se escucho por todo el lugar. La tía de la Lezarc comenzó a andar más rápido y pese a que Ryley se quedara helado por unos instantes, paso rápidamente a la mujer y se dirigió a toda velocidad a los aposentos que compartía con su esposa. En su mente únicamente tenía lugar para palabras no muy agradables contra él mismo, ¿Cómo se le había ocurrido dejarla sola cuando dijo que no lo haría? Llegó a la puerta de la habitación, la cual abrió de manera brusca y sus ojos se encontraron con los de un vampiro que estaba parado demasiado cerca de Leigh. La ira le inundo por dentro, mucho más al notar como el inmortal no prestaba atención a la presencia de él y se inclinaba para tratar de tocar a la cazadora. Guiado por todo lo que ella le enseñara antes y sin pensarlo dos veces ataco al vampiro con una cuchilla que se encontraba en la pared a modo de mera decoración.
– ¿Pelearas por ella? – el vampiro miro a Leigh – Bien, nada mejor que terminar con todos los que tengan que ver con ella – La tía de la Lezarc entro entonces a la habitación y se dirigió a donde se hallaba su sobrina. La noche parecía apenas estar comenzando.
Alejandro Palomas
Los días transcurrían lentos. La pesadilla en la que se viera envuelto Ryley había terminado cuando curiosamente termino por encontrar a Leigh entre las calles del hogar natal de la cazadora. Había ido ahí como un ultimo intento de encontrarle y de alguna manera, el destino le sonrió al darle nuevamente la dicha de tenerla a su lado y aún más, ella esperaba un hijo de ambos. Ryley notaba como en algunas ocasiones Leigh parecía dudar de si misma, de que el hijo que llevara en el vientre fuera de él y sin embargo, él no dudaba. El cazador estaba completamente convencido de que aquel era su hijo, después de todo, conocía a su esposa y sabía de lo que ella era y no era capaz; aún así, no quería hacerle sentir mal y por tanto trataba de evitar hablar de las dudas que ella tuviera respecto a eso, pero todo lo demás lo respondía casi de manera inmediata y tampoco se separaba mucho tiempo del lado de Leigh.
En el tiempo que llevaban juntos nuevamente, pidió que le llevaran un sillón a la habitación, destinado únicamente para que él pudiera dormir ahí. En más de un momento tenía la idea de pedirle poder recostarse a su lado, sentir la cercanía de su esposa al dormir era algo que necesitaba pero siempre se contuvo. No era un hombre que pudiera exigir cosas como esa a una mujer que apenas y sabía quien era, muy a pesar de que ella fuera su esposa y que desde la llegada del anillo, junto a una nota anónima la misma Leigh se mostrara más convencida de ello. La nota ciertamente extraño al ahora cazador pero no le alarmo como en otras circunstancias lo habría hecho; existía algo en aquella nota que le impedía desconfiar de quien la hubiese escrito. Si es que Leigh preguntaba al respecto, no tenía respuesta para darle solamente decirle que él confiaba de que esa persona les ayudaba y que no debían temer; hasta ahora sus presentimientos sobre las personas no le habían jugado malas pasadas y con el desconocido de la nota, sospechaba tampoco le jugarían mal. Espero demasiados días preguntas que jamás llegaron, lo cual le convencía más de que Leigh era la misma de siempre y de que en algún momento ella recordaría todo. Ryley aún mantenía la esperanza de que ella le recordaría por completo.
Esa noche de hecho, esa idea era más fuerte que nunca antes. Desde el sillón donde se encontraba recostado podía escuchar la respiración un tanto dificultosa de su esposa. Los meses de embarazo eran demasiados ya como para permitir que la Lezarc descansara de manera apropiada y empujado meramente por el hecho de buscar alguna forma de ayudarle a descansar más, se levanto. Fue primero hasta la cama donde Leigh descansaba y gracias a que se encontraba más cerca, podía verla mejor. Era hermosa, como siempre lo había sido. Tenía un mejor aspecto que el del día que se encontraran de nuevo y claro, su amor tanto por ella como por el bebé eran mayores día a día. Sonrió, dedicando toda esa felicidad que le invadía por dentro a las dos personas más importantes para el cazador, quien con andar lento y pasos cuidadosos salió de la habitación en busca de la tía de Leigh. Aquella mujer que desde que llegaran ambos se puso a su disposición para auxiliarles, le dijo no una, sino varias veces a Ryley que ella ayudaría cuando su sobrina lo necesitara y que junto a él buscaría la comodidad y bienestar de la Lezarc.
Totalmente ajeno a lo comenzaba a ocurrir en la habitación; Ryley fue hasta los aposentos de la tía de Leigh quien atendió creyendo que su sobrina estaba en un grave apuro y solo después de escuchar las peticiones de Ryley de que revisara a su esposa fue que ambos comenzaron a andar de regreso a la habitación principal, donde Leigh les esperaba.
Iban apenas por las escaleras que llevaban a la segunda planta, donde se situaba el cuarto principal cuando el grito de Leigh se escucho por todo el lugar. La tía de la Lezarc comenzó a andar más rápido y pese a que Ryley se quedara helado por unos instantes, paso rápidamente a la mujer y se dirigió a toda velocidad a los aposentos que compartía con su esposa. En su mente únicamente tenía lugar para palabras no muy agradables contra él mismo, ¿Cómo se le había ocurrido dejarla sola cuando dijo que no lo haría? Llegó a la puerta de la habitación, la cual abrió de manera brusca y sus ojos se encontraron con los de un vampiro que estaba parado demasiado cerca de Leigh. La ira le inundo por dentro, mucho más al notar como el inmortal no prestaba atención a la presencia de él y se inclinaba para tratar de tocar a la cazadora. Guiado por todo lo que ella le enseñara antes y sin pensarlo dos veces ataco al vampiro con una cuchilla que se encontraba en la pared a modo de mera decoración.
– ¿Pelearas por ella? – el vampiro miro a Leigh – Bien, nada mejor que terminar con todos los que tengan que ver con ella – La tía de la Lezarc entro entonces a la habitación y se dirigió a donde se hallaba su sobrina. La noche parecía apenas estar comenzando.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
"No hace falta recordarte para pedirte que no me dejes"
Dicen que ningún parto es igual a otro y que, mientras para algunas mujeres constituye lo más natural del mundo, para otras puede tardar días de un intenso dolor que parece extenderse hasta desgarrarlas por completo. En el caso de Leigh, nada había sido fácil, puesto que antes de saberse embarazada, fue raptada y sometida a algún tipo de procedimiento –Sea por magia o por fuerza- que le representó la perdida de la memoria. En el proceso, su alimentación fue deficiente, y el encierro y la escasa exposición al sol, lograron que la cazadora que siempre fuera de constitución delgada, siguiera perdiendo peso muy a pesar de su embarazo. Dicho encierro duró casi ocho meses, hasta que en un extraño escape que involucraba a un desconocido con una fuerza tal, que fue capaz de atravesar el pecho de su captor y extraerle el corazón en un rápido movimiento, finalizó su suplicio y la llevó sin querer a la presencia de quien fuera su esposo.
Lyon era su ciudad de origen, más no de residencia permanente. Sin embargo, su esposo, su tía y cada empleado que trabajara en la mansión Lezarc de aquella ciudad, estuvieron dispuestos a servirle a la cazadora y a proporcionarle los mayores cuidados y paciencia que ella requiriera para su estado tanto de embarazo como de memoria. Era por lo mismo que aquél último mes había sido reconfortante y a pesar de las dudas, ella se esforzaba por permanecer en calma hasta el nacimiento del bebé. En ese mes creyó todo terminado, pero su felicidad tampoco duraría tanto esa vez y era por lo mismo que la extraña presencia inmortal se paseaba cerca de ella, esperando a que diera a luz para llevarse al fruto de su vientre consigo.
La angustia fue tal que deseó que ese no fuera el momento del parto, pero era inevitable, ya había roto fuente y el vampiro lo sabía, lo demostraba en esos ojos que denotaban el deseo de sangre y del deber cumplido. Pero el grito que emitiera y que seguramente retumbara en toda la casa había surtido efecto. La puerta se abrió de golpe y Ryley apareció reaccionando con rapidez y atacando al intruso. La cazadora tenía el rostro empapado del sudor de sus dolores y de las lágrimas de su terror, y también con velocidad la tía de Leigh la sostuvo por la espalda y la ayudó a llegar al sillón, donde la acomodó como pudo dejándola recostada —Por el bien del bebé necesito que te concentres, Leigh. Mírame a mí, sólo a mí. No vamos a dejar que se lleven a tu hijo pero si no pujas ahora, el bebé se va a morir adentro tuyo ¿Me comprendes? — dijo con voz imperiosa aquella mujer y la cazadora asintió, se reclinó un poco y apoyó los brazos sobre el sillón, obedeciendo aterrada ante la idea de ser la culpable de la muerte de su hijo; no tenía opción, debía hacer todo lo que se le pedía. Su tía la preparó como pudo intentando evitar la lucha para ambas y le acomodó las piernas a la Lezarc para facilitar el trabajo. Ella hizo lo que le pedían, sí, pero el pensar en que algo le pasara a Ryley en medio de ese momento de tensión la agobiaba. Tal vez no lo recordara, pero si era el padre de su hijo, lo necesitaba con ella para protegerlo, para sentirse tranquila.
Aquella escena no era la mejor para traer un hijo al mundo. Leigh seguía débil, las contracciones era demasiado fuertes y, como si fuera poco, una pelea se sucedía a su lado. Ella miraba hacia la pelea, lloraba por todo sin emitir sonido aunque quería gritar, pero no lo hacía para evitar distraer a Ryley de aquél intento de librarse del vampiro. El corazón le latía tan fuerte que le retumbaba en los oídos y la presión bajo el vientre le cortaba la respiración. Intentó controlarse, pero la angustia regresó cuando la tía de Leigh salió corriendo hacia la cama de nuevo, evitando la pelea pero tomando algo bajo el colchón de la cama. Lo que tuvo luego en sus manos, era un arma, Leigh no era la única Lezarc que dormía armada y aquella mujer lo sabía. Temblando, apuntó hacia donde ellos se movían y casi adivinando, disparó.
El silencio pareció adueñarse de la habitación por unos segundos, hasta que el grito de Leigh que anunciaba la llegada de su hijo quebró aquél fatídico momento. La mujer estaba inmóvil, no acudía a ella y en medio del dolor, Leigh no pudo ver si el herido en aquél disparo había sido Ryley. Sólo sabía que debía seguir intentando, respirando y pujando con fuerza para que la naturaleza de su cuerpo femenino, fuera quien le ayudara para traer a salvo a su bebé.
Lyon era su ciudad de origen, más no de residencia permanente. Sin embargo, su esposo, su tía y cada empleado que trabajara en la mansión Lezarc de aquella ciudad, estuvieron dispuestos a servirle a la cazadora y a proporcionarle los mayores cuidados y paciencia que ella requiriera para su estado tanto de embarazo como de memoria. Era por lo mismo que aquél último mes había sido reconfortante y a pesar de las dudas, ella se esforzaba por permanecer en calma hasta el nacimiento del bebé. En ese mes creyó todo terminado, pero su felicidad tampoco duraría tanto esa vez y era por lo mismo que la extraña presencia inmortal se paseaba cerca de ella, esperando a que diera a luz para llevarse al fruto de su vientre consigo.
La angustia fue tal que deseó que ese no fuera el momento del parto, pero era inevitable, ya había roto fuente y el vampiro lo sabía, lo demostraba en esos ojos que denotaban el deseo de sangre y del deber cumplido. Pero el grito que emitiera y que seguramente retumbara en toda la casa había surtido efecto. La puerta se abrió de golpe y Ryley apareció reaccionando con rapidez y atacando al intruso. La cazadora tenía el rostro empapado del sudor de sus dolores y de las lágrimas de su terror, y también con velocidad la tía de Leigh la sostuvo por la espalda y la ayudó a llegar al sillón, donde la acomodó como pudo dejándola recostada —Por el bien del bebé necesito que te concentres, Leigh. Mírame a mí, sólo a mí. No vamos a dejar que se lleven a tu hijo pero si no pujas ahora, el bebé se va a morir adentro tuyo ¿Me comprendes? — dijo con voz imperiosa aquella mujer y la cazadora asintió, se reclinó un poco y apoyó los brazos sobre el sillón, obedeciendo aterrada ante la idea de ser la culpable de la muerte de su hijo; no tenía opción, debía hacer todo lo que se le pedía. Su tía la preparó como pudo intentando evitar la lucha para ambas y le acomodó las piernas a la Lezarc para facilitar el trabajo. Ella hizo lo que le pedían, sí, pero el pensar en que algo le pasara a Ryley en medio de ese momento de tensión la agobiaba. Tal vez no lo recordara, pero si era el padre de su hijo, lo necesitaba con ella para protegerlo, para sentirse tranquila.
Aquella escena no era la mejor para traer un hijo al mundo. Leigh seguía débil, las contracciones era demasiado fuertes y, como si fuera poco, una pelea se sucedía a su lado. Ella miraba hacia la pelea, lloraba por todo sin emitir sonido aunque quería gritar, pero no lo hacía para evitar distraer a Ryley de aquél intento de librarse del vampiro. El corazón le latía tan fuerte que le retumbaba en los oídos y la presión bajo el vientre le cortaba la respiración. Intentó controlarse, pero la angustia regresó cuando la tía de Leigh salió corriendo hacia la cama de nuevo, evitando la pelea pero tomando algo bajo el colchón de la cama. Lo que tuvo luego en sus manos, era un arma, Leigh no era la única Lezarc que dormía armada y aquella mujer lo sabía. Temblando, apuntó hacia donde ellos se movían y casi adivinando, disparó.
El silencio pareció adueñarse de la habitación por unos segundos, hasta que el grito de Leigh que anunciaba la llegada de su hijo quebró aquél fatídico momento. La mujer estaba inmóvil, no acudía a ella y en medio del dolor, Leigh no pudo ver si el herido en aquél disparo había sido Ryley. Sólo sabía que debía seguir intentando, respirando y pujando con fuerza para que la naturaleza de su cuerpo femenino, fuera quien le ayudara para traer a salvo a su bebé.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
En la vida hay hitos. Acontecimientos que señalan determinados días y los hacen especiales, distintos de los demás.
Nathan Filer
No era ningún héroe, solo un hombre profundamente enamorado que seguía a la mujer que amaba como si siguiera al mismo aire que se necesitaba para respirar. Ryley amaba tanto a la cazadora que agradecía cada momento que nuevamente podía pasar con ella; le pesaba intensamente cada segundo que no pudo verle pero desde que se encontraron juntos una vez más, buscaba la manera de tenerla cómoda. La Lezarc le dio todo cuando él lo necesitara y por eso mismo es que él le daba ahora todo cuando podía. La amaba sobre todas las cosas y la quería bien, por eso es que había salido de la habitación donde ella descansaba, para buscar la manera de que estuviese mejor y ahí, se encontraba un terrible error.
Cuando pensó que las cosas estaban por mejorar, la catástrofe llegaba a su hogar en forma de un inmortal. No había sido suficiente con la desaparición de su esposa, la perdida de memoria y la imposibilidad de Ryley de ver a Leigh embarazada del hijo de ambos. Nuevamente en su hogar, aparecía un ser que trataba de llevar a termino un plan que alguien desconocido había truncado ya una vez. Dentro del cazador solo existía odio por todos aquellos que alejaron su esposa de él, por aquellos que le lastimaron, por aquellos que trataban de alejarlo de ella y de arrebatarles a ambos aquello que simbolizaba el amor de ambos, su hijo. El vampiro había hablado con seguridad y sus palabras no lo habían afectado en lo absoluto, aquello que hizo que Ryley reaccionara, que se lanzara contra aquella criatura era la idea de alejarlo de su esposa y de su hijo, aun a pesar de lo que pudiera pasarle. Su primer ataque tenía la finalidad de alejar al inmortal de Leigh, ya una vez que lograra eso, se sentía seguro de que la tía de la cazadora podría acercarse a su esposa y revisarle debidamente.
– Los intentos de todos ustedes por salvarla son inútiles, ella nos pertenece y lo que carga en el vientre también – una oscura sonrisa se extendió por el perfecto rostro inmortal – pero ya que desean morir todos al lado de ella, se los concederé – y dicho eso se lanzo contra Ryley, que fue estrellado de lleno contra una de las paredes y su mirada, apenas por un segundo se poso sobre la figura de Leigh en el sillón, su tía se encontraba a su lado y eso fue suficiente para hacerle sentir seguro y concentrarse. Con la cuchilla que tenía en la mano, trato de lastimar al vampiro que se alejo de él, riendo. La decoración era en definitiva lo peor que podía tomarse como arma, pero era lo único que tenía a la mano y sus cosas estaban lejos de su alcance, todo por la ridícula creencia de que ya no le eran más necesarias, que su amada ya no corría peligro, cuando se encontraba en peor peligro que nunca. El inmortal se acercaba al cazador, como en una danza donde cada acercamiento significaba una herida para alguno. Desafortunadamente, cada herida que Ryley podía hacer en la piel inmortal se curaba casi al instante, mientras que las que recibía gracias a las uñas del vampiro permanecían en su cuerpo. No eran heridas mortales, pues parecía ser que aquel vampiro jugaba con él y le había lastimado el costado y el hombro izquierdo así como el brazo y el cuello del lado derecho; pero fue cuando ambos se acercaron nuevamente para lastimarse que escucho el disparo y el mundo se detuvo.
Apenas habían sido unos segundos donde todos parecieron permanecer congelados en el tiempo y en el espacio, pero el grito de su esposa regreso todo a la vida y fue entonces que Ryley se enfoco en el cuerpo del vampiro y como parecía ser que la tía de Leigh había acertado en su disparo.
– Termina con él – dijo la mujer que abandonaba el arma aún con manos temblorosas y entonces regresaba al lado de su sobrina. La mirada del cazador se dirigió al vampiro. Bendita fuera la mansión de los Lezarc y todo cuanto poseían para terminar con sobre naturales, porque al parecer, la bala era justamente lo que se necesitaba para dejar vulnerable al vampiro dando tiempo suficiente para que Ryley pudiera ir por lo que necesitaba, una estaca de madera que con placer dejo en el corazón del monstruo, solo así, se sintió libre de centrarse en lo importante de ese momento. Leigh y su hijo.
Dejando el cuerpo del vampiro ahí mismo en la habitación, dio un par de pasos y se detuvo.
– ¿Leigh y el bebé, están bien? – pregunto con cierto grado de temor por ambos, no se atrevía a acercarse más hasta que la tía de su esposa dijera algo. Sus heridas no interesaban, unicamente importaban ellos.
Nathan Filer
No era ningún héroe, solo un hombre profundamente enamorado que seguía a la mujer que amaba como si siguiera al mismo aire que se necesitaba para respirar. Ryley amaba tanto a la cazadora que agradecía cada momento que nuevamente podía pasar con ella; le pesaba intensamente cada segundo que no pudo verle pero desde que se encontraron juntos una vez más, buscaba la manera de tenerla cómoda. La Lezarc le dio todo cuando él lo necesitara y por eso mismo es que él le daba ahora todo cuando podía. La amaba sobre todas las cosas y la quería bien, por eso es que había salido de la habitación donde ella descansaba, para buscar la manera de que estuviese mejor y ahí, se encontraba un terrible error.
Cuando pensó que las cosas estaban por mejorar, la catástrofe llegaba a su hogar en forma de un inmortal. No había sido suficiente con la desaparición de su esposa, la perdida de memoria y la imposibilidad de Ryley de ver a Leigh embarazada del hijo de ambos. Nuevamente en su hogar, aparecía un ser que trataba de llevar a termino un plan que alguien desconocido había truncado ya una vez. Dentro del cazador solo existía odio por todos aquellos que alejaron su esposa de él, por aquellos que le lastimaron, por aquellos que trataban de alejarlo de ella y de arrebatarles a ambos aquello que simbolizaba el amor de ambos, su hijo. El vampiro había hablado con seguridad y sus palabras no lo habían afectado en lo absoluto, aquello que hizo que Ryley reaccionara, que se lanzara contra aquella criatura era la idea de alejarlo de su esposa y de su hijo, aun a pesar de lo que pudiera pasarle. Su primer ataque tenía la finalidad de alejar al inmortal de Leigh, ya una vez que lograra eso, se sentía seguro de que la tía de la cazadora podría acercarse a su esposa y revisarle debidamente.
– Los intentos de todos ustedes por salvarla son inútiles, ella nos pertenece y lo que carga en el vientre también – una oscura sonrisa se extendió por el perfecto rostro inmortal – pero ya que desean morir todos al lado de ella, se los concederé – y dicho eso se lanzo contra Ryley, que fue estrellado de lleno contra una de las paredes y su mirada, apenas por un segundo se poso sobre la figura de Leigh en el sillón, su tía se encontraba a su lado y eso fue suficiente para hacerle sentir seguro y concentrarse. Con la cuchilla que tenía en la mano, trato de lastimar al vampiro que se alejo de él, riendo. La decoración era en definitiva lo peor que podía tomarse como arma, pero era lo único que tenía a la mano y sus cosas estaban lejos de su alcance, todo por la ridícula creencia de que ya no le eran más necesarias, que su amada ya no corría peligro, cuando se encontraba en peor peligro que nunca. El inmortal se acercaba al cazador, como en una danza donde cada acercamiento significaba una herida para alguno. Desafortunadamente, cada herida que Ryley podía hacer en la piel inmortal se curaba casi al instante, mientras que las que recibía gracias a las uñas del vampiro permanecían en su cuerpo. No eran heridas mortales, pues parecía ser que aquel vampiro jugaba con él y le había lastimado el costado y el hombro izquierdo así como el brazo y el cuello del lado derecho; pero fue cuando ambos se acercaron nuevamente para lastimarse que escucho el disparo y el mundo se detuvo.
Apenas habían sido unos segundos donde todos parecieron permanecer congelados en el tiempo y en el espacio, pero el grito de su esposa regreso todo a la vida y fue entonces que Ryley se enfoco en el cuerpo del vampiro y como parecía ser que la tía de Leigh había acertado en su disparo.
– Termina con él – dijo la mujer que abandonaba el arma aún con manos temblorosas y entonces regresaba al lado de su sobrina. La mirada del cazador se dirigió al vampiro. Bendita fuera la mansión de los Lezarc y todo cuanto poseían para terminar con sobre naturales, porque al parecer, la bala era justamente lo que se necesitaba para dejar vulnerable al vampiro dando tiempo suficiente para que Ryley pudiera ir por lo que necesitaba, una estaca de madera que con placer dejo en el corazón del monstruo, solo así, se sintió libre de centrarse en lo importante de ese momento. Leigh y su hijo.
Dejando el cuerpo del vampiro ahí mismo en la habitación, dio un par de pasos y se detuvo.
– ¿Leigh y el bebé, están bien? – pregunto con cierto grado de temor por ambos, no se atrevía a acercarse más hasta que la tía de su esposa dijera algo. Sus heridas no interesaban, unicamente importaban ellos.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
"Ese amor conocía de guerras, de olvidos, de problemas.
Ese amor era lo más puro que cualquiera de los dos tuviera jamás"
Ese amor era lo más puro que cualquiera de los dos tuviera jamás"
¿Cómo quedaría Leigh luego de todo aquello? Era demasiada carga para un embarazo y era probable que se convirtiera en la mujer más nerviosa del planeta si es que sobrevivía y podía conservar a su hijo. Seguramente no lo dejaría sólo ni un minuto y se gastaría el dinero que decían que tenía con tal de mantener a salvo a su pequeño. Pero a la larga, eso la terminaría enfermando y no sería otra cosa distinta a una mujer controladora y paranoica.
En cuanto a Ryley, el verlo defenderla a costa de su propia vida y de la sangre que le empapaba las ropas en pequeñas heridas, la hacía sentir algo que no recordaba y que en medio de todo aquél caos le hacía desear con todas sus fuerzas que viviera. Lo necesitaba, definitivamente así era.
No obstante no podía pensar mucho en nada cuando sentía que las contracciones la quemaban por dentro. Como pudo, se acomodó para quedar más sentada y poder ayudarse a sí misma. Su tía estaba lejos, su esposo también y el peligro continuaba latente. Hasta que el disparo le robó la atención hasta el preciso momento en que el nacimiento realmente empezaba. El niño empezaba a venir al mundo y ese fue el grito que dio Leigh. Su tía corrió hacia ella y le decía cosas que ya la cazadora no entendía. Era como si no escuchara nada distinto a su propio corazón y como si no pudiera sentir otra cosa diferente a que se moría cada vez que pujaba. Julien Lezarc hacia acto de presencia en medio de sangre y muerte, de guerras, de olvidos, de amores olvidados y mantenidos, de todo lo que Leigh no hubiera querido para él, excepto su padre.
Pero ella no estaba del todo bien, una vez el pequeño nació, la mujer que decía ser su tía tomó al niño entre una sábana y lo limpió antes de pasárselo a Leigh. Ella no sabía si había terminado o no la pelea, ni tampoco si le hablaban o la gritaban. Lo único que sabía es que el parto había finalizado y que la cabeza le daba vueltas. Dejó que su cuerpo cayera por completo sobre el sillón y por fin pudo escuchar algo, el llanto de su hijo que nacía vivo. De buena gana se hubiera levantado para tomarlo en brazos y salir corriendo, pero no podía. Escuchó su nombre a lo lejos, a Julien siendo acomodado sobre su regazo mientras ella cerraba los ojos sin fuerzas ni para mirarlo o abrazarlo. La consciencia se iba con la fuerza, pero no estaba muriendo, aunque no lo supiera nadie.
El mundo se le volvió negro, quiso gritar, sentarse, abrir los ojos aunque sea, pero nada. Sentía un vacío que le quemaba y ella se decía que no quería morir, que no era su momento porque tenía que quedarse con su hijo. Se sintió angustiada, airada, dolorida, pero de pronto la cabeza le empezó a doler de una forma que jamás había sentido. Para los ojos ajenos ella seguía inconsciente, sin movimiento, pero en su cabeza parecía que caían truenos y refulgían como si fueran varias tormentas en una sola. Imágenes iban y venían, el dolor se propagaba, se extendía y luego parecía esfumarse de a pocos. Pero no era sencillo.
Y así pasaron al menos veinte minutos pero que Leigh sintió al menos como un par de horas. Si alguien aún permanecía con ella, seguramente tendría la impresión que ella estaba muriendo o quizás sólo estaría desmayada. Incluso parecía dormida. Pero lo que realmente se sucedía en su mente era lo suficientemente fuerte para no permitirle reaccionar de inmediato. Aquello era demasiado, dado que acababa de traer al mundo un hijo. Pero ella luchaba con lo que sucedía para poder abrir los ojos y encontrarse con los de su pequeño ¿Qué había sucedido en ese lapso de tiempo? ¿Estaba el bebé aún sobre su regazo? ¿Lo había tomado su padre o lo había raptado el vampiro? La angustia se volvió pesada en su alma y de la nada, Leigh abrió los ojos con fuerza y tomó aire como si se hubiese estado ahogando —Mi hijo ¿Dónde está? — dijo sin ver aún nada y se intentó sentar aunque le dolió en el alma —No se lo van a llevar ¿Dónde está? — preguntó de nuevo casi en un gemido cargado de desespero porque todo lo sucedido en su mente aún se sentía y las manchas negras permanecían en su visión impidiéndole poder ver. Entonces lo comprendió todo y susurró —Ryley ¿Dónde está nuestro hijo? — preguntó sin saber si él estaba allí, pero declarando por primera vez que lo sabía de ambos y con la seguridad con la que se conociera a la Leigh de siempre.
En cuanto a Ryley, el verlo defenderla a costa de su propia vida y de la sangre que le empapaba las ropas en pequeñas heridas, la hacía sentir algo que no recordaba y que en medio de todo aquél caos le hacía desear con todas sus fuerzas que viviera. Lo necesitaba, definitivamente así era.
No obstante no podía pensar mucho en nada cuando sentía que las contracciones la quemaban por dentro. Como pudo, se acomodó para quedar más sentada y poder ayudarse a sí misma. Su tía estaba lejos, su esposo también y el peligro continuaba latente. Hasta que el disparo le robó la atención hasta el preciso momento en que el nacimiento realmente empezaba. El niño empezaba a venir al mundo y ese fue el grito que dio Leigh. Su tía corrió hacia ella y le decía cosas que ya la cazadora no entendía. Era como si no escuchara nada distinto a su propio corazón y como si no pudiera sentir otra cosa diferente a que se moría cada vez que pujaba. Julien Lezarc hacia acto de presencia en medio de sangre y muerte, de guerras, de olvidos, de amores olvidados y mantenidos, de todo lo que Leigh no hubiera querido para él, excepto su padre.
Pero ella no estaba del todo bien, una vez el pequeño nació, la mujer que decía ser su tía tomó al niño entre una sábana y lo limpió antes de pasárselo a Leigh. Ella no sabía si había terminado o no la pelea, ni tampoco si le hablaban o la gritaban. Lo único que sabía es que el parto había finalizado y que la cabeza le daba vueltas. Dejó que su cuerpo cayera por completo sobre el sillón y por fin pudo escuchar algo, el llanto de su hijo que nacía vivo. De buena gana se hubiera levantado para tomarlo en brazos y salir corriendo, pero no podía. Escuchó su nombre a lo lejos, a Julien siendo acomodado sobre su regazo mientras ella cerraba los ojos sin fuerzas ni para mirarlo o abrazarlo. La consciencia se iba con la fuerza, pero no estaba muriendo, aunque no lo supiera nadie.
El mundo se le volvió negro, quiso gritar, sentarse, abrir los ojos aunque sea, pero nada. Sentía un vacío que le quemaba y ella se decía que no quería morir, que no era su momento porque tenía que quedarse con su hijo. Se sintió angustiada, airada, dolorida, pero de pronto la cabeza le empezó a doler de una forma que jamás había sentido. Para los ojos ajenos ella seguía inconsciente, sin movimiento, pero en su cabeza parecía que caían truenos y refulgían como si fueran varias tormentas en una sola. Imágenes iban y venían, el dolor se propagaba, se extendía y luego parecía esfumarse de a pocos. Pero no era sencillo.
Y así pasaron al menos veinte minutos pero que Leigh sintió al menos como un par de horas. Si alguien aún permanecía con ella, seguramente tendría la impresión que ella estaba muriendo o quizás sólo estaría desmayada. Incluso parecía dormida. Pero lo que realmente se sucedía en su mente era lo suficientemente fuerte para no permitirle reaccionar de inmediato. Aquello era demasiado, dado que acababa de traer al mundo un hijo. Pero ella luchaba con lo que sucedía para poder abrir los ojos y encontrarse con los de su pequeño ¿Qué había sucedido en ese lapso de tiempo? ¿Estaba el bebé aún sobre su regazo? ¿Lo había tomado su padre o lo había raptado el vampiro? La angustia se volvió pesada en su alma y de la nada, Leigh abrió los ojos con fuerza y tomó aire como si se hubiese estado ahogando —Mi hijo ¿Dónde está? — dijo sin ver aún nada y se intentó sentar aunque le dolió en el alma —No se lo van a llevar ¿Dónde está? — preguntó de nuevo casi en un gemido cargado de desespero porque todo lo sucedido en su mente aún se sentía y las manchas negras permanecían en su visión impidiéndole poder ver. Entonces lo comprendió todo y susurró —Ryley ¿Dónde está nuestro hijo? — preguntó sin saber si él estaba allí, pero declarando por primera vez que lo sabía de ambos y con la seguridad con la que se conociera a la Leigh de siempre.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
And they're young and alive
The Smiths - There is A Light That Never Goes out
Todo se transformo en confusión y no existía nada seguro. En aquella habitación cualquiera de los que se encontraban ahí podía morir y a Ryley no le interesaba ser él. Su vida dependa de la presencia de Leigh, de eso se había percatado tiempo atrás y durante la ausencia de la presencia femenina se cercioro de eso. Sin ella fue un bosquejo a medio terminar del hombre que era por y para ella; solo que ahora, además de su amada cazadora, existía una muestra del amor de ambos por quien sabia que cualquiera de los dos daría la vida.
Ahí, enfrentando lo que podían ser sus últimos momentos o los de la Lezarc, pensó en algo que nunca antes cruzara su mente. Ellos podían morir y todo sería perfecto mientras el bebé se encontrara a salvo. Él o ella era la muestra de la existencia de ambos, de su amor, de sus inseguridades, de sus felicidades y de sus luchas. Aquel bebé que estaba por arribar al mundo era todo lo que podía pedir Ryley, además de la cazadora; después de ellos y si es es que sabía a salvo a su hijo, bien podía dejar de existir. Aún así luchaba, lo hacía porque mientras aquel vampiro existiese Ryley sabía que nadie estaría a salvo. Entonces paso, de la misma manera en la que todo pasaba en los últimos tiempos, como si todo fuera nada más que un sueño. El disparo, el grito de Leigh, la muerte del vampiro y de nuevo… Leigh.
Nadie que le importara murió y su misión como protector de su familia llegaba a su fin por aquella noche. Sin embargo las palabras que la tía de la Lezarc decía a su sobrina lo llevaron a acercarse, a preguntar por ambos y nuevamente preocuparse. Dejaba de ser el cazador que cuida de los suyos para transformarse en el hombre ferozmente enamorado de su esposa. Ese hombre que prefería mil veces sufrir él que ella.
– Esta bien, ahora dame espacio – señalo la mujer que se encargaba del cuidado de su esposa y ante esas palabras que fueron firmes, Ryley se alejo. Aquello le dio a entender que aquel momento no dependía de el sino de Leigh y de su fuerza, algo de lo que él no dudaba en lo más mínimo. El cazador se volvió un espectador que escuchaba claramente a su esposa, que la veía luchar y que finalmente fue invitado a ser participe de todo cuando ella le convirtió en padre – Todo esta bien – la voz de la tía de su amada era tan real y tan fuera de ese mundo. La mirada de Ryley iba únicamente entre Leigh y el pequeño envuelto que cargaba la mujer que le ayudara a llegar al mundo; hasta que opto por acercarse a Leigh. Quien alguna vez fuera cortesano despertaba de un sueño con más sabor a pesadilla, solo para en un nuevo e inesperado sueño lleno de promesas.
– Leigh – susurró el nombre de ella mientras le pasaba la mano por la mejilla. Lucía exhausta – Lo hicimos bien amor – suspiro, olvidando sus heridas y cualquier otra cosa que le impidiera disfrutar el presente, porque sabían que lo peor ya era parte del pasado y para recordárselo, Julien comenzó a llorar y Ryley no pudo más que sonreír. Permitió que la mujer a quien debiera aquel momento acomodara al pequeño cerca de su madre. Lo miraba fijamente; era tan pequeño y vulnerable.
– Es un niño – la voz femenina le informo aquello y el cazador negó.
– ¿Niño?, no – sonrió – Es Julien – Nacido en la adversidad pero siendo todo un luchador. El bebé merecía aquel nombre más de lo que imaginara él cuando en las noches, antes de que Leigh desapareciera, hablaban sobre una familia, la que durante un tiempo precio algo lejano y ahora era una realidad. Aquel nombre era el del padre de Leigh y aunque no lo supieran aún, aquel era el nombre y la identidad de quien devolviera a la cazadora a su hogar.
Sumido en lo maravilloso del momento, en esa idea de la paternidad tan novedosa y única, tardo en darse cuenta del estado de su esposa.
– ¿Leigh? – le llamo sin recibir respuesta alguna y estaba al borde de caer presa del pánico ante la idea de perderla que la tía debió tranquilizarle.
– Esta agotada, deja que descanse. Lo necesita, ha sido una noche agitada para todos – señalo mientras tomaba al pequeño entre sus brazos antes de mirar a Ryley – pasemosla a la cama, ahí descansara mejor – con un asentimiento y cargado en sus brazos lo más valioso de su mundo, paso a su esposa a la cama – Iré por alguien que me ayude a limpiar todo esto. Por ahora – con un gesto de su cabeza, quien era su tía política le indico que tomara asiento en otra pequeña silla que había sobrevivido a la travesía nocturna y sin decir nada, el cazador se sentó y Julien fue depositado cuidadosamente en sus brazos. No dijo nada, no hizo nada; se quedo mirando a su hijo, aquella figurita frágil y cálida que descansaba entre sus brazos. Hacía tan poco que se sintió solo en el mundo, sin la mujer que amaba y sin idea de que hacer; ahora sin embargo, cargaba a su hijo. La vida era maravillosa.Su atención no siguió a las mujeres que fueron llevadas para limpiar y acomodar la habitación, ni siquiera observo a quienes se llevaban al vampiro para quemarlo en el exterior de la mansión. Ryley miraba solo a Julien y veía con claridad todo lo que aquel niño simbolizaba. Un nuevo comienzo para todos.
Después de que todo quedara en orden, reino ahí la calma o al menos así fue hasta que con brusquedad Leigh volvió a ser consciente de si, pero aún permanecía estancada en el momento donde naciera su hijo, en el caos, la incertidumbre y el peligro latente. Con rapidez el bebé fue retirado de los brazos de Ryley y así pudo acercarse a Leigh.
– Aquí estoy – le sujeto por los hombros y tomo asiento en la orilla de la cama – Todos estamos bien. Julien, nuestro hijo. Él esta a salvo – y como si el pequeño reclamara estar con su madre, se escucho su llanto. Los pasos de la mujer que lo cargara llegaron hasta donde estaban ambos y el bebé llego a los brazos de la cazadora.
– Descansen – fue lo ultimo que dijo la tía de la Lezarc, con quien Ryley se sentiría eternamente agradecido y en deuda. De la misma manera en que se escucharon sus pasos en la habitación, estos dejaron de irse cuando salió, dejando a solas a los nuevos padres. Y quien viera aquella escena no podría creer realmente todo lo que debieron atravesar para llegar ahí.
– ¿Lo ves? Él esta bien, es tan fuerte como tu – sonrío – ¿Quieres descansar? Le cuidare mientras tanto si es que necesitas dormir – añadió, acariciando el brazo de la cazadora con delicadeza. Estaban a salvo, estaban juntos y su amor por ellos era más grande que nunca.
The Smiths - There is A Light That Never Goes out
Todo se transformo en confusión y no existía nada seguro. En aquella habitación cualquiera de los que se encontraban ahí podía morir y a Ryley no le interesaba ser él. Su vida dependa de la presencia de Leigh, de eso se había percatado tiempo atrás y durante la ausencia de la presencia femenina se cercioro de eso. Sin ella fue un bosquejo a medio terminar del hombre que era por y para ella; solo que ahora, además de su amada cazadora, existía una muestra del amor de ambos por quien sabia que cualquiera de los dos daría la vida.
Ahí, enfrentando lo que podían ser sus últimos momentos o los de la Lezarc, pensó en algo que nunca antes cruzara su mente. Ellos podían morir y todo sería perfecto mientras el bebé se encontrara a salvo. Él o ella era la muestra de la existencia de ambos, de su amor, de sus inseguridades, de sus felicidades y de sus luchas. Aquel bebé que estaba por arribar al mundo era todo lo que podía pedir Ryley, además de la cazadora; después de ellos y si es es que sabía a salvo a su hijo, bien podía dejar de existir. Aún así luchaba, lo hacía porque mientras aquel vampiro existiese Ryley sabía que nadie estaría a salvo. Entonces paso, de la misma manera en la que todo pasaba en los últimos tiempos, como si todo fuera nada más que un sueño. El disparo, el grito de Leigh, la muerte del vampiro y de nuevo… Leigh.
Nadie que le importara murió y su misión como protector de su familia llegaba a su fin por aquella noche. Sin embargo las palabras que la tía de la Lezarc decía a su sobrina lo llevaron a acercarse, a preguntar por ambos y nuevamente preocuparse. Dejaba de ser el cazador que cuida de los suyos para transformarse en el hombre ferozmente enamorado de su esposa. Ese hombre que prefería mil veces sufrir él que ella.
– Esta bien, ahora dame espacio – señalo la mujer que se encargaba del cuidado de su esposa y ante esas palabras que fueron firmes, Ryley se alejo. Aquello le dio a entender que aquel momento no dependía de el sino de Leigh y de su fuerza, algo de lo que él no dudaba en lo más mínimo. El cazador se volvió un espectador que escuchaba claramente a su esposa, que la veía luchar y que finalmente fue invitado a ser participe de todo cuando ella le convirtió en padre – Todo esta bien – la voz de la tía de su amada era tan real y tan fuera de ese mundo. La mirada de Ryley iba únicamente entre Leigh y el pequeño envuelto que cargaba la mujer que le ayudara a llegar al mundo; hasta que opto por acercarse a Leigh. Quien alguna vez fuera cortesano despertaba de un sueño con más sabor a pesadilla, solo para en un nuevo e inesperado sueño lleno de promesas.
– Leigh – susurró el nombre de ella mientras le pasaba la mano por la mejilla. Lucía exhausta – Lo hicimos bien amor – suspiro, olvidando sus heridas y cualquier otra cosa que le impidiera disfrutar el presente, porque sabían que lo peor ya era parte del pasado y para recordárselo, Julien comenzó a llorar y Ryley no pudo más que sonreír. Permitió que la mujer a quien debiera aquel momento acomodara al pequeño cerca de su madre. Lo miraba fijamente; era tan pequeño y vulnerable.
– Es un niño – la voz femenina le informo aquello y el cazador negó.
– ¿Niño?, no – sonrió – Es Julien – Nacido en la adversidad pero siendo todo un luchador. El bebé merecía aquel nombre más de lo que imaginara él cuando en las noches, antes de que Leigh desapareciera, hablaban sobre una familia, la que durante un tiempo precio algo lejano y ahora era una realidad. Aquel nombre era el del padre de Leigh y aunque no lo supieran aún, aquel era el nombre y la identidad de quien devolviera a la cazadora a su hogar.
Sumido en lo maravilloso del momento, en esa idea de la paternidad tan novedosa y única, tardo en darse cuenta del estado de su esposa.
– ¿Leigh? – le llamo sin recibir respuesta alguna y estaba al borde de caer presa del pánico ante la idea de perderla que la tía debió tranquilizarle.
– Esta agotada, deja que descanse. Lo necesita, ha sido una noche agitada para todos – señalo mientras tomaba al pequeño entre sus brazos antes de mirar a Ryley – pasemosla a la cama, ahí descansara mejor – con un asentimiento y cargado en sus brazos lo más valioso de su mundo, paso a su esposa a la cama – Iré por alguien que me ayude a limpiar todo esto. Por ahora – con un gesto de su cabeza, quien era su tía política le indico que tomara asiento en otra pequeña silla que había sobrevivido a la travesía nocturna y sin decir nada, el cazador se sentó y Julien fue depositado cuidadosamente en sus brazos. No dijo nada, no hizo nada; se quedo mirando a su hijo, aquella figurita frágil y cálida que descansaba entre sus brazos. Hacía tan poco que se sintió solo en el mundo, sin la mujer que amaba y sin idea de que hacer; ahora sin embargo, cargaba a su hijo. La vida era maravillosa.Su atención no siguió a las mujeres que fueron llevadas para limpiar y acomodar la habitación, ni siquiera observo a quienes se llevaban al vampiro para quemarlo en el exterior de la mansión. Ryley miraba solo a Julien y veía con claridad todo lo que aquel niño simbolizaba. Un nuevo comienzo para todos.
Después de que todo quedara en orden, reino ahí la calma o al menos así fue hasta que con brusquedad Leigh volvió a ser consciente de si, pero aún permanecía estancada en el momento donde naciera su hijo, en el caos, la incertidumbre y el peligro latente. Con rapidez el bebé fue retirado de los brazos de Ryley y así pudo acercarse a Leigh.
– Aquí estoy – le sujeto por los hombros y tomo asiento en la orilla de la cama – Todos estamos bien. Julien, nuestro hijo. Él esta a salvo – y como si el pequeño reclamara estar con su madre, se escucho su llanto. Los pasos de la mujer que lo cargara llegaron hasta donde estaban ambos y el bebé llego a los brazos de la cazadora.
– Descansen – fue lo ultimo que dijo la tía de la Lezarc, con quien Ryley se sentiría eternamente agradecido y en deuda. De la misma manera en que se escucharon sus pasos en la habitación, estos dejaron de irse cuando salió, dejando a solas a los nuevos padres. Y quien viera aquella escena no podría creer realmente todo lo que debieron atravesar para llegar ahí.
– ¿Lo ves? Él esta bien, es tan fuerte como tu – sonrío – ¿Quieres descansar? Le cuidare mientras tanto si es que necesitas dormir – añadió, acariciando el brazo de la cazadora con delicadeza. Estaban a salvo, estaban juntos y su amor por ellos era más grande que nunca.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
"El dolor valía la pena: Bienvenido a nuestro mundo, Julien"
Un hijo no representa una sencilla aparición más en una casa. Su llanto no es un sonido que agregar al ambiente y su vida no es una prioridad cualquiera. Aquél pequeño no sólo era el nuevo heredero de los Lezarc, sino que también era el dueño absoluto de la vida de sus padres y la columna central de aquél matrimonio. Había sobrevivido a cosas duras y seguramente se vería reflejado en su peso. Pero aun así seguía siendo un pequeño luchador que había logrado mantenerse aferrado a la vida y a su madre como si fuera capaz de comprenderlo todo.
Leigh no lo había podido ver, pero lo amaba infinitamente, al punto de saber que haría cualquier cosa por él. Y fue esa misma necesidad de su pequeño la que la trajo de vuelta a la realidad que, aunque cruel, había sido una barrera superada. El proceso había sido difícil, incluso el impacto que sentía en su mente la hizo absolutamente inconsciente de lo que sucedía a su alrededor, incluido el momento en que Ryley la pasó en brazos a la cama, donde despertó de nuevo alarmada y haciendo caso omiso que los impactos de su sistema nervioso le estaban impidiendo ver por el momento. Era como si empezara a acostumbrarse que mantener la vida es un constante riesgo y que la felicidad completa jamás es constante.
Las manos de Ryley la sujetaron para calmarla en cuanto despertó sobresaltada y, por el tono de su voz, se intuía que las cosas efectivamente marchaban bien. Aunque era de esperarse que ella permaneciera alarmada en tanto no supiera que había sido de la suerte del vampiro que los atacara esa noche. —El vampiro ¿Dónde está? — susurró como si no quisiera que todos supieran, pero dándole una importancia enorme a la información antes de poder reclamar a su bebé. Finalmente, aquél inmortal que los hubiera seguido reclamaba al recién nacido como pago a alguna vida cobrada tiempo atrás por la cazadora y la cual fuera el inicio de su secuestro y todo lo que sucedió en casi todo su embarazo —A salvo— se repitió para sí misma, regulando de a pocos la respiración aunque sus pupilas iban de un lado a otro a causa del desespero y sin mirar a ningún lugar en específico por obvias razones. Jamás se le había visto así, ni siquiera cuando estuvo a punto de morir en el callejón en el que la encontró Ryley tiempo atrás — ¿Cómo? ¿Le pusiste Julien? — preguntó cuándo prestó mayor atención a las palabras ajenas, queriendo saber si había escuchado bien e incluso en el tono de voz que usó parecía un reclamo, uno que él no entendería porque Leigh de nuevo se comportaba de un modo extraño. Pero en la mente de la cazadora todo se iba organizando, como piezas de un puzzle recién arrojado de una mesa y que queda esparcido por toda una habitación con años de desorden. Sin embargo aquél nombre no le disgustaba, de hecho, sabía que el nombre de su padre era el que ella misma le hubiera puesto al niño de haberlo dicho primero. Julien, pensó, y aquél mismo lloró en cuanto escuchó a su madre, como si la anhelara, tanto como ella a él —Tráemelo, por favor— dijo ella casi en una súplica y de inmediato Julien fue puesto en sus brazos sin que Ryley tuviera tiempo de moverse y con una voz femenina que se despedía y a quien ella no dio mayor importancia en el momento.
—Hola mi amor— le dijo al bebé en cuanto lo cargó en sus brazos y lo pegó a su pecho de forma sobreprotectora. Julien dejó de llorar, pero la que comenzó a llorar fue Leigh, de modo audible aunque bajo y a sí mismo incontenible. —No puedo verlo, aún— comentó por fin arrullándolo —Pero está bien y…— como pudo extendió la mano y sujetó el brazo de su esposo — ¿Tú estás bien? — Leigh era fuerte, porque aunque se sentía en extremo extenuada, no se rendía hasta saber que ellos estaban a salvo. La tranquilidad que allí se sentía auguraba la paz anhelada, pero ella siempre fue desconfiada y eso no iba a cambiar del todo.
—No quiero dormir aún, no sé si tiene hambre, no sé nada, pero…— retiró la mano del brazo de Ryley y sujetó al bebé, se sentía mareada y parpadeo varias veces, reconociendo poco a poco los colores, la luz y finalmente, al rostro del pequeño. —Ya puedo verlo— dijo llorando y le deslizó la mano por la pequeña mejilla. Era un niño de sana apariencia, muy blanco como sus propios padres y en su cabecita parecía asomarse el cabello casi rubio. Ella no paraba de llorar y de mirarlo —Es hermoso— sollozó levantando la mirada y buscando la de Ryley —Y se parece a ti, mi amor, como te dije que quería— y entonces, por primera vez para él, Leigh Lezarc, sonrió.
Leigh no lo había podido ver, pero lo amaba infinitamente, al punto de saber que haría cualquier cosa por él. Y fue esa misma necesidad de su pequeño la que la trajo de vuelta a la realidad que, aunque cruel, había sido una barrera superada. El proceso había sido difícil, incluso el impacto que sentía en su mente la hizo absolutamente inconsciente de lo que sucedía a su alrededor, incluido el momento en que Ryley la pasó en brazos a la cama, donde despertó de nuevo alarmada y haciendo caso omiso que los impactos de su sistema nervioso le estaban impidiendo ver por el momento. Era como si empezara a acostumbrarse que mantener la vida es un constante riesgo y que la felicidad completa jamás es constante.
Las manos de Ryley la sujetaron para calmarla en cuanto despertó sobresaltada y, por el tono de su voz, se intuía que las cosas efectivamente marchaban bien. Aunque era de esperarse que ella permaneciera alarmada en tanto no supiera que había sido de la suerte del vampiro que los atacara esa noche. —El vampiro ¿Dónde está? — susurró como si no quisiera que todos supieran, pero dándole una importancia enorme a la información antes de poder reclamar a su bebé. Finalmente, aquél inmortal que los hubiera seguido reclamaba al recién nacido como pago a alguna vida cobrada tiempo atrás por la cazadora y la cual fuera el inicio de su secuestro y todo lo que sucedió en casi todo su embarazo —A salvo— se repitió para sí misma, regulando de a pocos la respiración aunque sus pupilas iban de un lado a otro a causa del desespero y sin mirar a ningún lugar en específico por obvias razones. Jamás se le había visto así, ni siquiera cuando estuvo a punto de morir en el callejón en el que la encontró Ryley tiempo atrás — ¿Cómo? ¿Le pusiste Julien? — preguntó cuándo prestó mayor atención a las palabras ajenas, queriendo saber si había escuchado bien e incluso en el tono de voz que usó parecía un reclamo, uno que él no entendería porque Leigh de nuevo se comportaba de un modo extraño. Pero en la mente de la cazadora todo se iba organizando, como piezas de un puzzle recién arrojado de una mesa y que queda esparcido por toda una habitación con años de desorden. Sin embargo aquél nombre no le disgustaba, de hecho, sabía que el nombre de su padre era el que ella misma le hubiera puesto al niño de haberlo dicho primero. Julien, pensó, y aquél mismo lloró en cuanto escuchó a su madre, como si la anhelara, tanto como ella a él —Tráemelo, por favor— dijo ella casi en una súplica y de inmediato Julien fue puesto en sus brazos sin que Ryley tuviera tiempo de moverse y con una voz femenina que se despedía y a quien ella no dio mayor importancia en el momento.
—Hola mi amor— le dijo al bebé en cuanto lo cargó en sus brazos y lo pegó a su pecho de forma sobreprotectora. Julien dejó de llorar, pero la que comenzó a llorar fue Leigh, de modo audible aunque bajo y a sí mismo incontenible. —No puedo verlo, aún— comentó por fin arrullándolo —Pero está bien y…— como pudo extendió la mano y sujetó el brazo de su esposo — ¿Tú estás bien? — Leigh era fuerte, porque aunque se sentía en extremo extenuada, no se rendía hasta saber que ellos estaban a salvo. La tranquilidad que allí se sentía auguraba la paz anhelada, pero ella siempre fue desconfiada y eso no iba a cambiar del todo.
—No quiero dormir aún, no sé si tiene hambre, no sé nada, pero…— retiró la mano del brazo de Ryley y sujetó al bebé, se sentía mareada y parpadeo varias veces, reconociendo poco a poco los colores, la luz y finalmente, al rostro del pequeño. —Ya puedo verlo— dijo llorando y le deslizó la mano por la pequeña mejilla. Era un niño de sana apariencia, muy blanco como sus propios padres y en su cabecita parecía asomarse el cabello casi rubio. Ella no paraba de llorar y de mirarlo —Es hermoso— sollozó levantando la mirada y buscando la de Ryley —Y se parece a ti, mi amor, como te dije que quería— y entonces, por primera vez para él, Leigh Lezarc, sonrió.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
Te consumes de amor, ¿verdad? No hay nada en el mundo igual a eso.
Emily Brontë
Todo el dolor, la sensación de perdida y la falta de esperanza tomaban sentido al mirar el rostro de Julien. Eran tan frágil y maravilloso que a Ryley le parecía increíble que el pequeño hubiera nacido de una relación que un inicio parecía estar destinada al completo fracaso, aún así, ahí estaba. De reojo podía mirar a la cazadora sobre la cama y el pequeño que descansaba plácidamente en sus brazos le hacía sentirse en calma, ahora solo necesitaba aguardar porque ella despertase y entonces, le presentaría al pequeño. Lo único que esperaba era poder ser un buen padre para Julien, no como el suyo lo fuera. Y se encontraba sumido en ese momento de eternidad, de deseos sobre el futuro y de amor infinito cuando Leigh despertó.
Se acercó a ella, dispuesto a espantar cualquier sueño de momentos atrás que amenazara con hacerle daño. Le anunciaba que todo aquello estaba bien, pero a pesar de eso eso no parecía calmarle del todo.
– El vampiro esta muerto, ya he mandado a que se deshagan de él, así que descuida que estamos bien – le aseguro. Se mantenía cerca de ella para evitarle el nerviosismo, para responder a cualquier pregunta que tuviera, tal cual lo hizo cuando la llevo por primera vez a aquel lugar y ella desconocía todo por completo. Al menos ahora, le reconocía un poco gracias a la convivencia de los últimos tiempos, aunque ella no recordara nada aún. Se mantenía cerca, tanto como le era posible pero sin buscar que ella se sintiera incomoda y aún así, sonrió para después encogerse de hombros cuando ella volvió a preguntar acerca del nombre – Sí, me ha parecido que es el nombre más apropiado para nuestro hijo. A menos que quieras ponerle de otra manera lo que en dado caso puedo comprender perfectamente – No entendía del todo esa actitud, pero creía que era por el hecho de que era como un extraño para ella y aún así se tomaba libertades que a pesar de ser su esposo, aún no tenía en la mente de ella. La cazadora había estado la mayor parte del embarazo aislada, por tanto quizás en su mente, Ryley no tenía tanto derecho a decidir esas cosas por si mismo. Si Leigh deseaba otro nombre, no iba a oponerse, no quería incomodarla. Aún así, Julien exigió a su madre y fue puesto en sus brazos de manera veloz por la tía de la Lezarc, quien abandono la habitación y dejo a ambos padres sumidos en contemplar al pequeño.
Ryley no pudo ocultar una sonrisa cuando vio a su esposa ver al hijo de ambos. El sollozo de Leigh llamo su atención y de manera protectora, le paso el brazo por los hombros.
– Ya podrás verlo, deben ser efectos del cansancio y el estrés que has pasado durante el parto, así que no te preocupes – le dijo de manera calmada y sin pensarlo le beso la frente cuando ella le sujetaba el brazo – Estoy bien, solo tengo algunos rasguños, eso es todo – admitió porque cuando el sentido de la vista regresara a ella, esperaba que no se sorprendiera por su estado que igual, podía ser peor.
Frunció el ceño ante las palabras de Leigh, claro que él prefería que descansara, pero también era cierto que no sabían que es lo que necesitaba el pequeño Julien.
– Lo sabrás, eres su madre y a su manera sabrá demostrarnos que es lo que necesita – dijo mientras no dejaba de mirar a su pequeño hijo y entonces, la voz de Leigh nuevamente le hizo observarla y sonreír – Te dije que pronto pasaría – se acercó un poco más a ella – Mira, es tan pequeño y perfecto – era un padre orgulloso, eso no podía esconderlo de nadie y entonces la mirada de ambos se encontró y algo que Ryley jamás se espero sucedió.
El cazador se quedo atónito, no estaba seguro aún de la razón. Aquella era la primera vez que veía a Leigh sonreír y no una sonrisa cualquiera, sino para él; aunando a eso sus palabras “Y se parece a ti, mi amor, como te dije que quería” un mareo atacó al Lezarc y cerró los ojos unos instantes.
– ¿Qué dijiste? – su mirada se ilumino con la esperanza de que todo fuera como antes una vez más. Algo dentro de él temía a que la respuesta que recibiera fuera negativa así que en seguida comenzó a hablar nuevamente, en una manera de escapar de que aquello fuera solamente su imaginación o el efecto de la sonrisa – Yo creo que te he escuchado mal – río – nuestro hijo me distrae, al igual que tu sonrisa y por un momento creí que podías recordarme y que hasta me habías dicho algo del pasado – desvió su mirada a Julien y después a ella – debe ser efecto de toda esta noche, lo lamento, he comenzado a decir cosas extrañas – pero aquello no era su imaginación, sino la realidad.
Emily Brontë
Todo el dolor, la sensación de perdida y la falta de esperanza tomaban sentido al mirar el rostro de Julien. Eran tan frágil y maravilloso que a Ryley le parecía increíble que el pequeño hubiera nacido de una relación que un inicio parecía estar destinada al completo fracaso, aún así, ahí estaba. De reojo podía mirar a la cazadora sobre la cama y el pequeño que descansaba plácidamente en sus brazos le hacía sentirse en calma, ahora solo necesitaba aguardar porque ella despertase y entonces, le presentaría al pequeño. Lo único que esperaba era poder ser un buen padre para Julien, no como el suyo lo fuera. Y se encontraba sumido en ese momento de eternidad, de deseos sobre el futuro y de amor infinito cuando Leigh despertó.
Se acercó a ella, dispuesto a espantar cualquier sueño de momentos atrás que amenazara con hacerle daño. Le anunciaba que todo aquello estaba bien, pero a pesar de eso eso no parecía calmarle del todo.
– El vampiro esta muerto, ya he mandado a que se deshagan de él, así que descuida que estamos bien – le aseguro. Se mantenía cerca de ella para evitarle el nerviosismo, para responder a cualquier pregunta que tuviera, tal cual lo hizo cuando la llevo por primera vez a aquel lugar y ella desconocía todo por completo. Al menos ahora, le reconocía un poco gracias a la convivencia de los últimos tiempos, aunque ella no recordara nada aún. Se mantenía cerca, tanto como le era posible pero sin buscar que ella se sintiera incomoda y aún así, sonrió para después encogerse de hombros cuando ella volvió a preguntar acerca del nombre – Sí, me ha parecido que es el nombre más apropiado para nuestro hijo. A menos que quieras ponerle de otra manera lo que en dado caso puedo comprender perfectamente – No entendía del todo esa actitud, pero creía que era por el hecho de que era como un extraño para ella y aún así se tomaba libertades que a pesar de ser su esposo, aún no tenía en la mente de ella. La cazadora había estado la mayor parte del embarazo aislada, por tanto quizás en su mente, Ryley no tenía tanto derecho a decidir esas cosas por si mismo. Si Leigh deseaba otro nombre, no iba a oponerse, no quería incomodarla. Aún así, Julien exigió a su madre y fue puesto en sus brazos de manera veloz por la tía de la Lezarc, quien abandono la habitación y dejo a ambos padres sumidos en contemplar al pequeño.
Ryley no pudo ocultar una sonrisa cuando vio a su esposa ver al hijo de ambos. El sollozo de Leigh llamo su atención y de manera protectora, le paso el brazo por los hombros.
– Ya podrás verlo, deben ser efectos del cansancio y el estrés que has pasado durante el parto, así que no te preocupes – le dijo de manera calmada y sin pensarlo le beso la frente cuando ella le sujetaba el brazo – Estoy bien, solo tengo algunos rasguños, eso es todo – admitió porque cuando el sentido de la vista regresara a ella, esperaba que no se sorprendiera por su estado que igual, podía ser peor.
Frunció el ceño ante las palabras de Leigh, claro que él prefería que descansara, pero también era cierto que no sabían que es lo que necesitaba el pequeño Julien.
– Lo sabrás, eres su madre y a su manera sabrá demostrarnos que es lo que necesita – dijo mientras no dejaba de mirar a su pequeño hijo y entonces, la voz de Leigh nuevamente le hizo observarla y sonreír – Te dije que pronto pasaría – se acercó un poco más a ella – Mira, es tan pequeño y perfecto – era un padre orgulloso, eso no podía esconderlo de nadie y entonces la mirada de ambos se encontró y algo que Ryley jamás se espero sucedió.
El cazador se quedo atónito, no estaba seguro aún de la razón. Aquella era la primera vez que veía a Leigh sonreír y no una sonrisa cualquiera, sino para él; aunando a eso sus palabras “Y se parece a ti, mi amor, como te dije que quería” un mareo atacó al Lezarc y cerró los ojos unos instantes.
– ¿Qué dijiste? – su mirada se ilumino con la esperanza de que todo fuera como antes una vez más. Algo dentro de él temía a que la respuesta que recibiera fuera negativa así que en seguida comenzó a hablar nuevamente, en una manera de escapar de que aquello fuera solamente su imaginación o el efecto de la sonrisa – Yo creo que te he escuchado mal – río – nuestro hijo me distrae, al igual que tu sonrisa y por un momento creí que podías recordarme y que hasta me habías dicho algo del pasado – desvió su mirada a Julien y después a ella – debe ser efecto de toda esta noche, lo lamento, he comenzado a decir cosas extrañas – pero aquello no era su imaginación, sino la realidad.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
"Él no se acababa nunca, sino que se extendía más, rodeándole felizmente la vida"
—Estamos en Lyon— afirmó permitiendo que su mente hiciera las conexiones necesarias para irlo comprendiendo todo. Allí, los empleados que permanecían llevaban años al servicio de sus padres e incluso abuelos paternos, por tanto, algo sabían sobre las actividades de caza, típicas de la familia Lezarc desde tiempos remotos. Las armas que allí reposaban en paredes, cajones, estanterías y sótanos, bien podrían servir para un museo, dado que la antigüedad de algunas era algo digno de colección y la familia se había empeñado en conservarlas durante largo tiempo. Pero evidentemente Leigh no quería sacar nada de allí y ni siquiera consideraba exponerlas en alguna de sus tiendas de antigüedades. Eso era su tesoro, su legado y también lo sería de Julien.
—No— negó ella —Julien me gusta— dijo con un tono que parecía desganado. Pero en realidad repetir ese nombre significaba tirar abajo la mitad de sus razones para ser cazadora. Había iniciado por la desaparición de su padre, porque lo habían asesinado los vampiros hasta donde sabía, y por lo mismo su madre se había expuesto demasiado a la magia hasta que la descubrió la inquisición y Leigh se vio huérfana a la edad de quince. Recordaba cómo se la habían llevado con su madre y alguien en la iglesia la miro y dijo sin ánimo “Es humana”. La habían liberado por eso y Leigh entendió años más tarde que todo era un asunto de auras, y que su falta de magia heredada de parte materna, era lo que la había salvado de ser asesinada junto con ella. Todo había sido duro e incluso la inquisición no la obligó a callar, porque a ellos poco les importaba la confidencialidad, dado que servía de amenaza y, desde entonces, Leigh había dejado de sonreír porque no encontraba suficientes motivos. Estaba sola y creía que así estaría siempre. Pero apareció Ryley y le dio no sólo un motivo para cambiar de perspectiva, sino dos.
Ryley seguía siendo amable, tan bueno como siempre, al punto que Leigh ni siquiera recordaba que alguna vez él había sido capaz de vender su cuerpo y el placer que aquél emitía, con tal de mantenerse a sí mismo y a su joven hermana. Ya no necesitaba nada de eso e incluso, ella sabía que tampoco merecía tener aquella vida miserable. Ambos habían sido arrinconados por el destino para tomar decisiones radicales, pero muy a pesar de las dificultades, ahora Julien hacia que todo pareciera mejor que todo lo pasado.
Cuando recuperó la visión, el pequeño fue lo más hermoso que recordara y se vio obnubilada por su propia presencia. El pequeñito abrió los ojos a medias y el color claro de los Lezarc se asomó en sus tiernas pupilas. Era realmente hermoso y pronto cerró sus ojos para sumirse en un profundo sueño, acompasado de su pecho que se movía en cada respirar. Fue en ese mismo momento donde Leigh levantó el rostro para mirar a Ryley y sonreírle por primera vez a él y hasta a ella misma, eran casi diez años sin hacerlo pero aquello le había salido del alma. Él parecía notarlo a pesar que jamás le dijo nada sobre la ausencia de su sonrisa, pero la pregunta fue suficiente para entender que seguramente, ya lo había pensado —Estás más herido de lo que me dijiste— fue lo único que respondió ella y le llevó la mano al rostro, para acariciarle la mejilla y dejar la palma ahuecada allí —Le pusiste como mi padre. No sonreía desde que él murió ¿Sabes? — dijo con la voz entrecortada, fruto del cansancio, de la sorpresa, de la alegría de un hijo, de la memoria recuperada y del hombre con el que se había casado —Pero él no está muerto, él fue quién mató a quien me tenía encerrada. Sabe de ti, ahora de nuestro hijo— confesó, y por un momento sintió que no podía hablar más y retiró la mirada y la mano del rostro de Ryley. Sus ojos se posaron en los brazos de su esposo, allí donde las heridas eran más profundas —Y dije que se parecía a ti, aunque tiene mis ojos— se mordió los labios y levantó otra vez la mirada, sosteniendo a Julien con cuidado e inclinándose ligeramente hacia Ryley, hasta quedar muy cerca de sus labios —He vuelto. Y tú me encontraste. No podía ver porque cuando Julien nacía, yo sentía que mi mente colapsaba. Ambos me han traído a casa, aunque esta no sea París ni nunca haya sido mi habitación. Aquí dejé de ver a mi padre y aquí nació su heredero—.
—No— negó ella —Julien me gusta— dijo con un tono que parecía desganado. Pero en realidad repetir ese nombre significaba tirar abajo la mitad de sus razones para ser cazadora. Había iniciado por la desaparición de su padre, porque lo habían asesinado los vampiros hasta donde sabía, y por lo mismo su madre se había expuesto demasiado a la magia hasta que la descubrió la inquisición y Leigh se vio huérfana a la edad de quince. Recordaba cómo se la habían llevado con su madre y alguien en la iglesia la miro y dijo sin ánimo “Es humana”. La habían liberado por eso y Leigh entendió años más tarde que todo era un asunto de auras, y que su falta de magia heredada de parte materna, era lo que la había salvado de ser asesinada junto con ella. Todo había sido duro e incluso la inquisición no la obligó a callar, porque a ellos poco les importaba la confidencialidad, dado que servía de amenaza y, desde entonces, Leigh había dejado de sonreír porque no encontraba suficientes motivos. Estaba sola y creía que así estaría siempre. Pero apareció Ryley y le dio no sólo un motivo para cambiar de perspectiva, sino dos.
Ryley seguía siendo amable, tan bueno como siempre, al punto que Leigh ni siquiera recordaba que alguna vez él había sido capaz de vender su cuerpo y el placer que aquél emitía, con tal de mantenerse a sí mismo y a su joven hermana. Ya no necesitaba nada de eso e incluso, ella sabía que tampoco merecía tener aquella vida miserable. Ambos habían sido arrinconados por el destino para tomar decisiones radicales, pero muy a pesar de las dificultades, ahora Julien hacia que todo pareciera mejor que todo lo pasado.
Cuando recuperó la visión, el pequeño fue lo más hermoso que recordara y se vio obnubilada por su propia presencia. El pequeñito abrió los ojos a medias y el color claro de los Lezarc se asomó en sus tiernas pupilas. Era realmente hermoso y pronto cerró sus ojos para sumirse en un profundo sueño, acompasado de su pecho que se movía en cada respirar. Fue en ese mismo momento donde Leigh levantó el rostro para mirar a Ryley y sonreírle por primera vez a él y hasta a ella misma, eran casi diez años sin hacerlo pero aquello le había salido del alma. Él parecía notarlo a pesar que jamás le dijo nada sobre la ausencia de su sonrisa, pero la pregunta fue suficiente para entender que seguramente, ya lo había pensado —Estás más herido de lo que me dijiste— fue lo único que respondió ella y le llevó la mano al rostro, para acariciarle la mejilla y dejar la palma ahuecada allí —Le pusiste como mi padre. No sonreía desde que él murió ¿Sabes? — dijo con la voz entrecortada, fruto del cansancio, de la sorpresa, de la alegría de un hijo, de la memoria recuperada y del hombre con el que se había casado —Pero él no está muerto, él fue quién mató a quien me tenía encerrada. Sabe de ti, ahora de nuestro hijo— confesó, y por un momento sintió que no podía hablar más y retiró la mirada y la mano del rostro de Ryley. Sus ojos se posaron en los brazos de su esposo, allí donde las heridas eran más profundas —Y dije que se parecía a ti, aunque tiene mis ojos— se mordió los labios y levantó otra vez la mirada, sosteniendo a Julien con cuidado e inclinándose ligeramente hacia Ryley, hasta quedar muy cerca de sus labios —He vuelto. Y tú me encontraste. No podía ver porque cuando Julien nacía, yo sentía que mi mente colapsaba. Ambos me han traído a casa, aunque esta no sea París ni nunca haya sido mi habitación. Aquí dejé de ver a mi padre y aquí nació su heredero—.
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
La felicidad está sobrevalorada. Para mí, ser feliz significa tener a mi familia conmigo.
Laia Soler
Cierto era que estaban en Lyon, pero ella lo había escuchado varias veces durante el transcurso de aquellos días, por eso era que no parecía extraño que dijera aquello, además, parecía estar atravesando alguna fase de un shock provocado por el ataque del vampiro, nada fuera de lo normal o esperable. Ryley lo único en lo que quería enfocarse en aquello momentos, era en que todos estaban a salvo y que no pasaría nada más desde ese momento y en delante. Oraba porque aquel vampiro fuera el ultimo de quienes trataron de asesinar a Leigh y aunque no lo sabía aún, era precisamente de esa manera.
Sonreía complacido de saber que no le desagradaba el nombre que le había otorgado al pequeño hijo de ambos, aunque no presto demasiada atención a la manera en que ella decía aquello. Sospechaba que en alguna parte de la mente de Leigh, estaba claro que aquel nombre pertenecía a los suyos y por eso era que no podía generar aversión por el nombre de Julien. Igual, cualquier que fuera el motivo, el cazador sonreía feliz. Era el momento de verdaderamente iniciar una familia; ya no eran únicamente la pareja que se casara en París y que no tenía mucho que perder -solo al otro- ahora, tenían un pequeño hijo a quien proteger ambos. La Lezarc podía recordarle o no, pero eso estaba de sobra cuando existía alguien más en quien enfocarse. Observaba al bebé fascinado. Él habita tenido hermanos y siempre vio bebes en casa, pero todo era completamente diferente cuando se trataba de su propio hijo. La sensación de ver un recién nacido era completamente diferente cuando se era un propio pues deseaba protegerlo por sobre todas las cosas y que no sufriera nunca en su vida lo que en algún momento, él había pasado.
Era completamente nuevo todo, pero el ahora L ezarc tenía una nueva meta en la mente. Él no sería como sus padres, no tendría esa parte de los Ende que seguía en el fondo de él. Ryley no ignoraría a su hijo, no le maltrataría, no le haría todo aquello que a él lo marcara, aunque agradecía a su pasado porque gracias a eso, estaba al lado del amor de su vida.
Las palabras que salieran de los labios de Leigh le dejaron confundido, al igual que la sonrisa que por primera vez le mostraba y que era la más hermosa que alguna vez viera en el rostro de alguna mujer; pero tampoco era de extrañarse, pues la amaba más que a nadie en aquel mundo y aún su amor alejaba la confusión y las ideas de que estaba escuchando mal. Deliraba y no existía otra explicación más lógica a esa seguridad que veía en los ojos de su esposa y que no recordaba de los últimos tiempos, sino de los momentos en que ella estaba en Paris a su lado, justo antes de que desapareciera para perder la memoria.
– No tengo nada, hemos pasado cosas peores. Tu has pasado cosas peores y junto a eso mis heridas son simples arañazos – respondo sin despegar la mirada de ella, porque la curiosidad y las dudas eran demasiado grandes como para dejar de mirarle. Leigh sin embargo no dijo nada directo, todo lo decía a pedazos y lo demostraba en la manera en que lo miraba y como acariciaba su mejilla. No le respondió de inmediato, se quedo con la duda de que aquello fuera de verdad pero conforme las palabras fluían de los labios de su esposa, todo comenzó a tomar nuevamente forma, hasta permitirle ver que era de verdad.
Leigh había vuelto a él. Regresaba de una manera en la que difícilmente Ryley pudo haberlo esperado pero que finalmente era verdad. Sus ojos la observaban y tenía tantas ganas de abrazarla; aún así, se contuvo, porque la Lezarc tenía entre sus brazos al pequeño Julien y solo fue capaz de sonreírle.
– Creí que te gustaría el nombre y ahora que dices eso, ha sido entonces la elección más acertara. El nombre de tu padre, de aquel que te ha traído a casa a ti y a Julien – levanto una de sus manos y la paso por los cabellos de su esposa. Ya no la sentía distante ni desconocida, era maravilloso – Yo no te he encontrado; prefiero decir que nos hemos encontrado, los tres – observo al pequeño en los brazos de su madre, que descansaba confiado en que el mundo era un lugar en donde se encontraría a salvo – Donde sea que estemos juntos será nuestra casa y la casa principal de los Lezarc es el mejor lugar para que uno de ellos venga al mundo y otra regrese – sus ojos delinearon aquellos hermosos labios que hacía tanto no besaba – Bienvenida amor – susurró justo antes de terminar con la poca distancia que quedaba entre sus labios y le beso, tratando de transmitir en ese acto lo mucho que la amaba, cuando la había extrañado y lo feliz que se encontraba de que estuviesen verdaderamente juntos de nuevo.
Laia Soler
Cierto era que estaban en Lyon, pero ella lo había escuchado varias veces durante el transcurso de aquellos días, por eso era que no parecía extraño que dijera aquello, además, parecía estar atravesando alguna fase de un shock provocado por el ataque del vampiro, nada fuera de lo normal o esperable. Ryley lo único en lo que quería enfocarse en aquello momentos, era en que todos estaban a salvo y que no pasaría nada más desde ese momento y en delante. Oraba porque aquel vampiro fuera el ultimo de quienes trataron de asesinar a Leigh y aunque no lo sabía aún, era precisamente de esa manera.
Sonreía complacido de saber que no le desagradaba el nombre que le había otorgado al pequeño hijo de ambos, aunque no presto demasiada atención a la manera en que ella decía aquello. Sospechaba que en alguna parte de la mente de Leigh, estaba claro que aquel nombre pertenecía a los suyos y por eso era que no podía generar aversión por el nombre de Julien. Igual, cualquier que fuera el motivo, el cazador sonreía feliz. Era el momento de verdaderamente iniciar una familia; ya no eran únicamente la pareja que se casara en París y que no tenía mucho que perder -solo al otro- ahora, tenían un pequeño hijo a quien proteger ambos. La Lezarc podía recordarle o no, pero eso estaba de sobra cuando existía alguien más en quien enfocarse. Observaba al bebé fascinado. Él habita tenido hermanos y siempre vio bebes en casa, pero todo era completamente diferente cuando se trataba de su propio hijo. La sensación de ver un recién nacido era completamente diferente cuando se era un propio pues deseaba protegerlo por sobre todas las cosas y que no sufriera nunca en su vida lo que en algún momento, él había pasado.
Era completamente nuevo todo, pero el ahora L ezarc tenía una nueva meta en la mente. Él no sería como sus padres, no tendría esa parte de los Ende que seguía en el fondo de él. Ryley no ignoraría a su hijo, no le maltrataría, no le haría todo aquello que a él lo marcara, aunque agradecía a su pasado porque gracias a eso, estaba al lado del amor de su vida.
Las palabras que salieran de los labios de Leigh le dejaron confundido, al igual que la sonrisa que por primera vez le mostraba y que era la más hermosa que alguna vez viera en el rostro de alguna mujer; pero tampoco era de extrañarse, pues la amaba más que a nadie en aquel mundo y aún su amor alejaba la confusión y las ideas de que estaba escuchando mal. Deliraba y no existía otra explicación más lógica a esa seguridad que veía en los ojos de su esposa y que no recordaba de los últimos tiempos, sino de los momentos en que ella estaba en Paris a su lado, justo antes de que desapareciera para perder la memoria.
– No tengo nada, hemos pasado cosas peores. Tu has pasado cosas peores y junto a eso mis heridas son simples arañazos – respondo sin despegar la mirada de ella, porque la curiosidad y las dudas eran demasiado grandes como para dejar de mirarle. Leigh sin embargo no dijo nada directo, todo lo decía a pedazos y lo demostraba en la manera en que lo miraba y como acariciaba su mejilla. No le respondió de inmediato, se quedo con la duda de que aquello fuera de verdad pero conforme las palabras fluían de los labios de su esposa, todo comenzó a tomar nuevamente forma, hasta permitirle ver que era de verdad.
Leigh había vuelto a él. Regresaba de una manera en la que difícilmente Ryley pudo haberlo esperado pero que finalmente era verdad. Sus ojos la observaban y tenía tantas ganas de abrazarla; aún así, se contuvo, porque la Lezarc tenía entre sus brazos al pequeño Julien y solo fue capaz de sonreírle.
– Creí que te gustaría el nombre y ahora que dices eso, ha sido entonces la elección más acertara. El nombre de tu padre, de aquel que te ha traído a casa a ti y a Julien – levanto una de sus manos y la paso por los cabellos de su esposa. Ya no la sentía distante ni desconocida, era maravilloso – Yo no te he encontrado; prefiero decir que nos hemos encontrado, los tres – observo al pequeño en los brazos de su madre, que descansaba confiado en que el mundo era un lugar en donde se encontraría a salvo – Donde sea que estemos juntos será nuestra casa y la casa principal de los Lezarc es el mejor lugar para que uno de ellos venga al mundo y otra regrese – sus ojos delinearon aquellos hermosos labios que hacía tanto no besaba – Bienvenida amor – susurró justo antes de terminar con la poca distancia que quedaba entre sus labios y le beso, tratando de transmitir en ese acto lo mucho que la amaba, cuando la había extrañado y lo feliz que se encontraba de que estuviesen verdaderamente juntos de nuevo.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
"Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma."
Ryley tenía razón, habían pasado cosas peores y todo lo que había ocurrido con el secuestro de Leigh era una de ellas. Eso probaba el corazón de Ryley, aunque no necesitaba ser probado. No obstante mostraba el amor de él hacia su esposa y nada más que ella. Él había podido continuar tranquilamente con la vida cómoda que ahora tenía junto con Vane y dar a Leigh por muerta tras nueve meses de desaparición. Sin embargo ahí estaba, recorriendo Francia en su búsqueda, ocultando verdades e inventando cosas que no la perturbaran en su pérdida de la memoria y arriesgando la vida por ella con la misma intensidad con la que la cuidaba.
—Sí, hemos pasado cosas peores, pero es la primera vez que veo tus brazos tan heridos. Nosotros no sanamos como ellos y voy a insistir en que te revisen ahora mismo— insistió ella, como solía hacer siempre que creía que determinado actuar era lo correcto. No quería perderlo a él de nuevo y un vampiro no hacía “simples arañazos” como lo llamaba él. Seguramente le dolía, pero lo resistía voluntariamente dadas las circunstancias, o involuntariamente por el mismo motivo. Era evidente que Leigh regresaba, aunque claramente jamás podría volver a ser la misma.
—Esto no es fácil, me convertí en cazadora porque creí que lo habían matado. Podría decir que lo que le hicieron es mucho peor, pero sigue siendo mi padre y le amo aunque sea una bestia— las palabras no fluían fácil, pero eran tan sinceras como perturbadoras para muchas de las decisiones que ella había tomado en el pasado y que daban forma a su presente. Ryley le acarició los cabellos, pero la soledad que había sentido ella en todos aquellos meses la hacían necesitar más. Lo quería a su lado todo el tiempo, acogiéndola entre sus brazos y recuperando el tiempo perdido. Aunque era de comprenderse su postura e incluso la duda frente a la repentina aparición de la memoria de Leigh. —Esta solía ser la habitación de mis padres, la mía queda en una parte más central de la casa, lejos de las ventanas que dan al exterior de este lugar. Ahora entiendo el motivo y quiero que vayamos ahí. Mis padres tienen en el sótano la que fue mi cuna, nos va a servir para Julien— era evidente que regresaba porque ya acotaba cosas del pasado y pretendía organizar su presente con la misma rigidez con la que lo hiciera siempre. No era que no quisiera desbordar el amor que sentía por Ryley, era sólo que ser ella misma le fluía con ese tipo de detalles que requerían cuidado y que, sobre todo, eran indispensables para continuar con la vida de los tres, de esa nueva unidad que los dejaba realmente conformando una familia.
Por suerte, él pareció entender que ella no quería más distancias y que sobre todo, lo necesitaba cerca, con más intensidad que el poder explicar lo que había sucedido con mayor detalle. Leigh lo besó como si esos meses de ausencia hubiesen sido años, como si el encierro y la ida y vuelta de su memoria lo anhelaran más que a la vida misma. Él era el padre de su pequeño, del motivo real de volver a sonreír y de llegar incluso, a conocer el amor más puro que jamás pudieran conocer los dos.
—Prométeme que vas a hacer que te cuiden esas heridas y que no te quedarás lejos de mí ni ahora ni cuando volvamos a París— le susurró sobre los labios cuando se hubo separado apenas. De buena gana se habría puesto de pie para ordenar ella misma que adecuaran la nueva habitación para los tres y más que nada para que le sanaran las heridas a Ryley, pero no se podía ignorar el hecho de que hace pocos minutos había traído un hijo al mundo y venía acumulando cansancios que la dejarían profunda en cuanto cerrara los ojos sobre la almohada —Llama a alguien para que te vea de inmediato. Esta noche pasaremos a otra habitación y descansaremos juntos, con todos a salvo y con tus heridas sanadas. Te amo, por ser capaz de mentir para no perturbarme y de arriesgar tu vida por nosotros. Por venir aquí por mí, por dejarte de lado y sobre todo, por darme sin planear esta felicidad a la que le pusiste Julien. Pero quiero que entiendas por eso mismo que no voy a pasar por alto tus heridas, porque eres demasiado importante para mí, y para nuestro hijo. Deja que insista—.
—Sí, hemos pasado cosas peores, pero es la primera vez que veo tus brazos tan heridos. Nosotros no sanamos como ellos y voy a insistir en que te revisen ahora mismo— insistió ella, como solía hacer siempre que creía que determinado actuar era lo correcto. No quería perderlo a él de nuevo y un vampiro no hacía “simples arañazos” como lo llamaba él. Seguramente le dolía, pero lo resistía voluntariamente dadas las circunstancias, o involuntariamente por el mismo motivo. Era evidente que Leigh regresaba, aunque claramente jamás podría volver a ser la misma.
—Esto no es fácil, me convertí en cazadora porque creí que lo habían matado. Podría decir que lo que le hicieron es mucho peor, pero sigue siendo mi padre y le amo aunque sea una bestia— las palabras no fluían fácil, pero eran tan sinceras como perturbadoras para muchas de las decisiones que ella había tomado en el pasado y que daban forma a su presente. Ryley le acarició los cabellos, pero la soledad que había sentido ella en todos aquellos meses la hacían necesitar más. Lo quería a su lado todo el tiempo, acogiéndola entre sus brazos y recuperando el tiempo perdido. Aunque era de comprenderse su postura e incluso la duda frente a la repentina aparición de la memoria de Leigh. —Esta solía ser la habitación de mis padres, la mía queda en una parte más central de la casa, lejos de las ventanas que dan al exterior de este lugar. Ahora entiendo el motivo y quiero que vayamos ahí. Mis padres tienen en el sótano la que fue mi cuna, nos va a servir para Julien— era evidente que regresaba porque ya acotaba cosas del pasado y pretendía organizar su presente con la misma rigidez con la que lo hiciera siempre. No era que no quisiera desbordar el amor que sentía por Ryley, era sólo que ser ella misma le fluía con ese tipo de detalles que requerían cuidado y que, sobre todo, eran indispensables para continuar con la vida de los tres, de esa nueva unidad que los dejaba realmente conformando una familia.
Por suerte, él pareció entender que ella no quería más distancias y que sobre todo, lo necesitaba cerca, con más intensidad que el poder explicar lo que había sucedido con mayor detalle. Leigh lo besó como si esos meses de ausencia hubiesen sido años, como si el encierro y la ida y vuelta de su memoria lo anhelaran más que a la vida misma. Él era el padre de su pequeño, del motivo real de volver a sonreír y de llegar incluso, a conocer el amor más puro que jamás pudieran conocer los dos.
—Prométeme que vas a hacer que te cuiden esas heridas y que no te quedarás lejos de mí ni ahora ni cuando volvamos a París— le susurró sobre los labios cuando se hubo separado apenas. De buena gana se habría puesto de pie para ordenar ella misma que adecuaran la nueva habitación para los tres y más que nada para que le sanaran las heridas a Ryley, pero no se podía ignorar el hecho de que hace pocos minutos había traído un hijo al mundo y venía acumulando cansancios que la dejarían profunda en cuanto cerrara los ojos sobre la almohada —Llama a alguien para que te vea de inmediato. Esta noche pasaremos a otra habitación y descansaremos juntos, con todos a salvo y con tus heridas sanadas. Te amo, por ser capaz de mentir para no perturbarme y de arriesgar tu vida por nosotros. Por venir aquí por mí, por dejarte de lado y sobre todo, por darme sin planear esta felicidad a la que le pusiste Julien. Pero quiero que entiendas por eso mismo que no voy a pasar por alto tus heridas, porque eres demasiado importante para mí, y para nuestro hijo. Deja que insista—.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
La vida aquí no suele ser sencilla, pero ella conseguía que lo fuese.
Nicholas Sparks
Le sonrió. No era necesario que se preocupara tanto por él, sabía que él mismo era bastante resistente y aquello era nada, realmente lo era porque cuando la tenía cerca nada más le interesaba. No existía dolor a su lado, no había lugar para penas sino únicamente para las dichas y Leigh Lezarc era la mayor dicha de la vida que alguien como Ryley podía aspirar a poseer. No solo eso, sino que además ella le daba un hijo. Justo cuando él creía que no podía amarle mucho más, sus creencias eran refutadas gracias al pequeño que en esos momentos descansaba en los brazos de su madre, quien en lugar de preocuparse por ella misma y el repentino regreso de su memoria, pensaba en él.
– Estoy bien, de verdad que si – le acaricio la mejilla sin dejar de mirarle. No era necesario que ella dijera abiertamente que se preocupaba, él lo sabía de antemano. Para Ryley no era necesario que Leigh dijese las cosas, él las comprendía en sus silencios o entre las lineas de aquellas frases que pronunciaban los labios que tanto amaba besar – pero si te hace sentir más tranquila, iré a revisarme más tarde – le dolía, claro que si, pero el gozo era mucho mayor.
Suspiro y la escucho. Para su esposa todo aquello de regresar y que la vida a su alrededor hubiese cambiado mientras ella no sabía nada, debía ser complicado. Aquel era el momento para que ella comenzara a cambiar y para apoyarle, siempre estaría él.
– Y ha sido él también quien te ha traído de regreso hasta mi. Nunca tendré forma alguna de, primeramente, agradecerle ser el hombre que ayudo a traer al mundo a la mujer que amo y en segunda, tampoco podré pagar el que te trajera nuevamente a mis brazos cuando te había creído perdida y sé que le amas, por eso es que nuestro hijo llevara su nombre – contrario a él y a la relación con su familia, Leigh no podía desligarse de los suyos, mientras que Ryley había olvidado hasta el hecho de que sus padres aun estaban vivos. Para él, únicamente existía su esposa, su hijo y su hermana Vane. Se acerco a ella para sentir el calor del cuerpo de Leigh y pego su frente a ella mientras asentía a sus peticiones – Iremos a la habitación que tu pidas, en el momento que lo pidas y como lo pidas – sonrió y cerro los ojos, dejando que el aroma y la cercanía de su esposa lo tranquilizaran – Pediré que arreglen otra habitación y vayan por la cuna, mientras tanto, esperaremos en esta habitación – y aunque decía eso no se separaba de ella, no quería hacerlo por el temor de que si se alejaba, ella dejaría de reconocerle de la manera en que en esos momentos estaba sucediendo.
No requería ninguna clase de gesto en especifico para saber que ella lo amaba. Desde que ella llegara a su vida, aprendió a descubrir sus sentires meramente por los actos de su cuerpo y fue por eso que le beso con ganas. En aquel aparentemente sencillo acto, Ryley se daba cuenta de cuanto era que ella le había extrañado aunque su mente no hubiera sabido lo que pasaba. En momentos como ese solo existían ambos, pero ahora, se añadía la presencia del pequeño Julien que volvía todo, perfecto.
– ¿Dudas de mis ganas de tenerte cerca? – le sonrió, porque sabía que no era duda lo que ella expresaba en sus palabras, sino que deseaba cerciorarse de que no se alejarían. Suspiro sobre aquellos labios y negó – No quiero alejarme de ti ni un segundo, temo que vuelvas a desaparecer aunque se bien que eso no pasara, así que no debes temer. Yo no voy a dejarte, soy tu esposo y siempre voy a quedarme a tu lado – le aseguro con voz baja, aun cerca de aquellos labios de los que nunca se cansaría. Si la tenía de esa manera tan cercana, podía sobrevivir cualquier cosa que viniera y aún así ella le insistía con palabras dulces que se cuidara, que no se arriesgara y pensara en ellos. Sonrío entonces y le beso el cuello de manera suave – Muy bien, iré a llamar a alguien que venga a verme y de paso pedir que hagan los arreglos necesarios en el otro cuarto – dijo al separarse de ella y buscarle la mirada – Leigh Lezarc, te amo más que a nada en este mundo, a ti te daré tanto como me pidas e incluso aquello que no menciones; gracias por regresar a mi – se levanto entonces y con paso veloz fue a la puerta, pero en ningún momento dejo de lado las palabras de su esposa, esas en las que le pedía que no le dejara sola y para su fortuna, pese a que había pedido a todos abandonar aquella habitación una de las sirvientas mayores se encontraba cerca de la puerta. Ryley supuso entonces que ella conocía bien a los Lezarc por su tiempo de servicio con ellos y sin perder ni un segundo le dio las indicaciones que harían que Leigh se encontrase más cómoda.
Cuando la mujer se alejo entonces de la puerta, él regreso al lado de su esposa y se sentó nuevamente mientras que sus ojos contemplaban a Julien.
– Solo nos resta esperar a que todo este en orden – estiro su mano para tocar la manita de Julien y volvió a ver a su esposa cuando la alejaba – Te extrañe tanto que las palabras no serían capaces de demostrarlo – y hablaba de esa manera cuando entraron dos mujeres, enviadas por la tía de la Lezarc según dijeron, a curar las heridas de Ryley. Lo único que él hizo fue observar en dirección a Leigh con una sonrisa en los labios – ¿Ya lo ves? ya han venido a curarme – se movió entonces a la orilla de la cama, no tan alejado de sus razones de vivir y permitió que las mujeres le revisaran las heridas. Ambas parecían bastante expertas y eso no era de extrañarse, la familia Lezarc tenía a su servicio toda clase de personal competente para la vida de cazadores y para fortuna de todos, los rostros de ellas no mostraban gravedad en las heridas del Lezarc.
– Son profundas, tardaran en sanar y debemos limpiarlas antes de cubrirlas – dijo una observando el brazo de Ryley antes de girarse a Leigh – estará bien – y mientras ambas comenzaban a limpiar las heridas y la sangre en sus brazos, él miro en dirección a su esposa.
– Te dije que estaría bien ¿no es cierto? – como quería estar cerca de ella, pero ahora solo esperaba que terminaran de vendar sus heridas y le indicaran que el nuevo cuarto y la cuna se encontraban listos, de esa manera, podría estar cerca de ella sin nadie a su alrededor.
Nicholas Sparks
Le sonrió. No era necesario que se preocupara tanto por él, sabía que él mismo era bastante resistente y aquello era nada, realmente lo era porque cuando la tenía cerca nada más le interesaba. No existía dolor a su lado, no había lugar para penas sino únicamente para las dichas y Leigh Lezarc era la mayor dicha de la vida que alguien como Ryley podía aspirar a poseer. No solo eso, sino que además ella le daba un hijo. Justo cuando él creía que no podía amarle mucho más, sus creencias eran refutadas gracias al pequeño que en esos momentos descansaba en los brazos de su madre, quien en lugar de preocuparse por ella misma y el repentino regreso de su memoria, pensaba en él.
– Estoy bien, de verdad que si – le acaricio la mejilla sin dejar de mirarle. No era necesario que ella dijera abiertamente que se preocupaba, él lo sabía de antemano. Para Ryley no era necesario que Leigh dijese las cosas, él las comprendía en sus silencios o entre las lineas de aquellas frases que pronunciaban los labios que tanto amaba besar – pero si te hace sentir más tranquila, iré a revisarme más tarde – le dolía, claro que si, pero el gozo era mucho mayor.
Suspiro y la escucho. Para su esposa todo aquello de regresar y que la vida a su alrededor hubiese cambiado mientras ella no sabía nada, debía ser complicado. Aquel era el momento para que ella comenzara a cambiar y para apoyarle, siempre estaría él.
– Y ha sido él también quien te ha traído de regreso hasta mi. Nunca tendré forma alguna de, primeramente, agradecerle ser el hombre que ayudo a traer al mundo a la mujer que amo y en segunda, tampoco podré pagar el que te trajera nuevamente a mis brazos cuando te había creído perdida y sé que le amas, por eso es que nuestro hijo llevara su nombre – contrario a él y a la relación con su familia, Leigh no podía desligarse de los suyos, mientras que Ryley había olvidado hasta el hecho de que sus padres aun estaban vivos. Para él, únicamente existía su esposa, su hijo y su hermana Vane. Se acerco a ella para sentir el calor del cuerpo de Leigh y pego su frente a ella mientras asentía a sus peticiones – Iremos a la habitación que tu pidas, en el momento que lo pidas y como lo pidas – sonrió y cerro los ojos, dejando que el aroma y la cercanía de su esposa lo tranquilizaran – Pediré que arreglen otra habitación y vayan por la cuna, mientras tanto, esperaremos en esta habitación – y aunque decía eso no se separaba de ella, no quería hacerlo por el temor de que si se alejaba, ella dejaría de reconocerle de la manera en que en esos momentos estaba sucediendo.
No requería ninguna clase de gesto en especifico para saber que ella lo amaba. Desde que ella llegara a su vida, aprendió a descubrir sus sentires meramente por los actos de su cuerpo y fue por eso que le beso con ganas. En aquel aparentemente sencillo acto, Ryley se daba cuenta de cuanto era que ella le había extrañado aunque su mente no hubiera sabido lo que pasaba. En momentos como ese solo existían ambos, pero ahora, se añadía la presencia del pequeño Julien que volvía todo, perfecto.
– ¿Dudas de mis ganas de tenerte cerca? – le sonrió, porque sabía que no era duda lo que ella expresaba en sus palabras, sino que deseaba cerciorarse de que no se alejarían. Suspiro sobre aquellos labios y negó – No quiero alejarme de ti ni un segundo, temo que vuelvas a desaparecer aunque se bien que eso no pasara, así que no debes temer. Yo no voy a dejarte, soy tu esposo y siempre voy a quedarme a tu lado – le aseguro con voz baja, aun cerca de aquellos labios de los que nunca se cansaría. Si la tenía de esa manera tan cercana, podía sobrevivir cualquier cosa que viniera y aún así ella le insistía con palabras dulces que se cuidara, que no se arriesgara y pensara en ellos. Sonrío entonces y le beso el cuello de manera suave – Muy bien, iré a llamar a alguien que venga a verme y de paso pedir que hagan los arreglos necesarios en el otro cuarto – dijo al separarse de ella y buscarle la mirada – Leigh Lezarc, te amo más que a nada en este mundo, a ti te daré tanto como me pidas e incluso aquello que no menciones; gracias por regresar a mi – se levanto entonces y con paso veloz fue a la puerta, pero en ningún momento dejo de lado las palabras de su esposa, esas en las que le pedía que no le dejara sola y para su fortuna, pese a que había pedido a todos abandonar aquella habitación una de las sirvientas mayores se encontraba cerca de la puerta. Ryley supuso entonces que ella conocía bien a los Lezarc por su tiempo de servicio con ellos y sin perder ni un segundo le dio las indicaciones que harían que Leigh se encontrase más cómoda.
Cuando la mujer se alejo entonces de la puerta, él regreso al lado de su esposa y se sentó nuevamente mientras que sus ojos contemplaban a Julien.
– Solo nos resta esperar a que todo este en orden – estiro su mano para tocar la manita de Julien y volvió a ver a su esposa cuando la alejaba – Te extrañe tanto que las palabras no serían capaces de demostrarlo – y hablaba de esa manera cuando entraron dos mujeres, enviadas por la tía de la Lezarc según dijeron, a curar las heridas de Ryley. Lo único que él hizo fue observar en dirección a Leigh con una sonrisa en los labios – ¿Ya lo ves? ya han venido a curarme – se movió entonces a la orilla de la cama, no tan alejado de sus razones de vivir y permitió que las mujeres le revisaran las heridas. Ambas parecían bastante expertas y eso no era de extrañarse, la familia Lezarc tenía a su servicio toda clase de personal competente para la vida de cazadores y para fortuna de todos, los rostros de ellas no mostraban gravedad en las heridas del Lezarc.
– Son profundas, tardaran en sanar y debemos limpiarlas antes de cubrirlas – dijo una observando el brazo de Ryley antes de girarse a Leigh – estará bien – y mientras ambas comenzaban a limpiar las heridas y la sangre en sus brazos, él miro en dirección a su esposa.
– Te dije que estaría bien ¿no es cierto? – como quería estar cerca de ella, pero ahora solo esperaba que terminaran de vendar sus heridas y le indicaran que el nuevo cuarto y la cuna se encontraban listos, de esa manera, podría estar cerca de ella sin nadie a su alrededor.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
"Disculpa que no te bese hasta desgastarme los labios,
aguarda hasta que sepa que siempre estarás ahí, a salvo"
aguarda hasta que sepa que siempre estarás ahí, a salvo"
Leigh rara vez repetía las cosas dos veces y pese a insistir, no iba a repetir más el asunto de la curación de Ryley. Seguramente él lo sabía, era su esposo y en el tiempo que habían permanecido juntos había aprendido a conocerla hasta en las manías más simples. —Por favor— fue lo único que agregó cuando él dijo casi en una promesa que se haría revisar más tarde.
— ¿Agradecerle? Es un vampiro ahora, Ryley— cuestionó con el ceño fruncido, a pesar de saber que ella no sería capaz de matar a su propio padre. Le amaba aún, aunque eso significaba dudar de sus convicciones de años y de preguntarse mil veces el por qué no había aparecido durante tanto tiempo si estaba “vivo”. Pero lo decía de ese modo porque era complicado para ella y también porque necesitaba saber lo que sentía Ryley hacia la idea de tener un vampiro cerca de la familia cuando él también se había convertido en cazador.
De nuevo parecía dura, pero cuando él se acercaba, ella no se movía ni un milímetro. Caso contrario, se quedaba sosteniendo al bebé de ambos con cuidado pero casi inmóvil para no romper lo que anheló cuando se sentía sola. Besarlo era lo mismo de siempre, decirle lo que sus palabras no podían y gritarle a través de caricias su necesidad de tenerlo cerca. No obstante las preocupaciones la agobiaban al punto que aún no se iba a dormir a pesar que sentía que se le cerraban los ojos —No quiero dormir aquí. Quiero tomar un baño, alimentar a Julien y que puedas dormir conmigo luego de ser revisado. No podré descansar si no me siento tranquila y esta habitación se siente tan fría como quien murió aquí adentro. Sin mencionar que la habitación que construyó mi padre para mí es mucho más segura y ahora ni tú ni yo estamos en condiciones de defender a nuestro hijo. No quiero ni pensar en eso porque no seré capaz de conciliar el sueño— confesó con angustia, pese a que siempre había sido una mujer fuerte. Pero ahora su fuerza y debilidad tenía nombre propio y había crecido en sus entrañas. Aquél era el motor del matrimonio Lezarc y como tal razonaba.
—He vuelto, aunque no te haya dicho cómo mis recuerdos regresaron. No te quiero lejos y tampoco voy a dejarte de nuevo. Aunque quiero que sepas de una vez que fue porque desde antes supe de la amenaza. No sabía del embarazo y creí que alejarme era lo mejor para ti. Y quizás lo fue, porque me mantuvieron viva sólo por llevar en mi vientre a Julien— las confesiones fluían de a pocos, tan abruptas como el mismo regreso de su memoria que emergía casi de repente entre dolores de parto y temores de muerte impartidas por el vampiro que Ryley matara. Pero eran necesarias, aunque cada una fluyera a cuenta gotas y se colara entre frases comunes con su esposo.
El beso en el cuello y las palabras siguientes la conmovieron, tenía el corazón blando, tibio como el pequeño que dormía en su regazo y, aunque pareciera fría por sólo asentir, lo demás lo llevaba por dentro. En la corta ausencia de Ryley se dedicó a contemplar a Julien, a ver con detalle la respiración acompasada de sus pulmones aparentemente sanos oxigenándolo completo, dándole un sueño que sería interrumpido seguramente por el hambre en unos pocos minutos. Y todo duraba poco, incluso su esposo al regresar como si hubiese hecho todo a la carrera.
—Yo te extrañaba sin recordarte, lo sabes, las cartas…— dijo antes de interrumpirse cuando entraron las mujeres a sanar a Ryley. Saludaron educada pero cortamente y se dedicaron a limpiar las heridas del cazador y a curar cada una mientras Leigh las miraba con absoluta perspicacia. Los detalles habían vuelto con tanta profundidad como lo fueran siempre.
—Nunca será suficiente de cuidados para mí— respondió a Ryley casi en un susurro y miró de inmediato a las mujeres —Que alisten la bañera de mi habitación para mí con todo lo necesario, por favor, voy a tomar un baño antes de irme a descansar. Y díganle a Laurence que cargue un par de armas con balas de plata para dejar a nuestro alcance— ordenó con detalle sin preguntar nada a nadie. Tomaba las medidas necesarias pese a que su habitación estaba llena de detalles en plata, incluyendo el pomo de la puerta que casi constituía una pieza de colección. Y Laurence, era quién la había ayudado a entrar al llegar, él la conocía desde niña e incluso, también había sido cazador, hasta que una hazaña casi le costó una pierna.
—No pienso descuidar nada de nuevo. Sólo la muerte me podría alejar de ustedes—.
— ¿Agradecerle? Es un vampiro ahora, Ryley— cuestionó con el ceño fruncido, a pesar de saber que ella no sería capaz de matar a su propio padre. Le amaba aún, aunque eso significaba dudar de sus convicciones de años y de preguntarse mil veces el por qué no había aparecido durante tanto tiempo si estaba “vivo”. Pero lo decía de ese modo porque era complicado para ella y también porque necesitaba saber lo que sentía Ryley hacia la idea de tener un vampiro cerca de la familia cuando él también se había convertido en cazador.
De nuevo parecía dura, pero cuando él se acercaba, ella no se movía ni un milímetro. Caso contrario, se quedaba sosteniendo al bebé de ambos con cuidado pero casi inmóvil para no romper lo que anheló cuando se sentía sola. Besarlo era lo mismo de siempre, decirle lo que sus palabras no podían y gritarle a través de caricias su necesidad de tenerlo cerca. No obstante las preocupaciones la agobiaban al punto que aún no se iba a dormir a pesar que sentía que se le cerraban los ojos —No quiero dormir aquí. Quiero tomar un baño, alimentar a Julien y que puedas dormir conmigo luego de ser revisado. No podré descansar si no me siento tranquila y esta habitación se siente tan fría como quien murió aquí adentro. Sin mencionar que la habitación que construyó mi padre para mí es mucho más segura y ahora ni tú ni yo estamos en condiciones de defender a nuestro hijo. No quiero ni pensar en eso porque no seré capaz de conciliar el sueño— confesó con angustia, pese a que siempre había sido una mujer fuerte. Pero ahora su fuerza y debilidad tenía nombre propio y había crecido en sus entrañas. Aquél era el motor del matrimonio Lezarc y como tal razonaba.
—He vuelto, aunque no te haya dicho cómo mis recuerdos regresaron. No te quiero lejos y tampoco voy a dejarte de nuevo. Aunque quiero que sepas de una vez que fue porque desde antes supe de la amenaza. No sabía del embarazo y creí que alejarme era lo mejor para ti. Y quizás lo fue, porque me mantuvieron viva sólo por llevar en mi vientre a Julien— las confesiones fluían de a pocos, tan abruptas como el mismo regreso de su memoria que emergía casi de repente entre dolores de parto y temores de muerte impartidas por el vampiro que Ryley matara. Pero eran necesarias, aunque cada una fluyera a cuenta gotas y se colara entre frases comunes con su esposo.
El beso en el cuello y las palabras siguientes la conmovieron, tenía el corazón blando, tibio como el pequeño que dormía en su regazo y, aunque pareciera fría por sólo asentir, lo demás lo llevaba por dentro. En la corta ausencia de Ryley se dedicó a contemplar a Julien, a ver con detalle la respiración acompasada de sus pulmones aparentemente sanos oxigenándolo completo, dándole un sueño que sería interrumpido seguramente por el hambre en unos pocos minutos. Y todo duraba poco, incluso su esposo al regresar como si hubiese hecho todo a la carrera.
—Yo te extrañaba sin recordarte, lo sabes, las cartas…— dijo antes de interrumpirse cuando entraron las mujeres a sanar a Ryley. Saludaron educada pero cortamente y se dedicaron a limpiar las heridas del cazador y a curar cada una mientras Leigh las miraba con absoluta perspicacia. Los detalles habían vuelto con tanta profundidad como lo fueran siempre.
—Nunca será suficiente de cuidados para mí— respondió a Ryley casi en un susurro y miró de inmediato a las mujeres —Que alisten la bañera de mi habitación para mí con todo lo necesario, por favor, voy a tomar un baño antes de irme a descansar. Y díganle a Laurence que cargue un par de armas con balas de plata para dejar a nuestro alcance— ordenó con detalle sin preguntar nada a nadie. Tomaba las medidas necesarias pese a que su habitación estaba llena de detalles en plata, incluyendo el pomo de la puerta que casi constituía una pieza de colección. Y Laurence, era quién la había ayudado a entrar al llegar, él la conocía desde niña e incluso, también había sido cazador, hasta que una hazaña casi le costó una pierna.
—No pienso descuidar nada de nuevo. Sólo la muerte me podría alejar de ustedes—.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
Yo... —su voz casi se esfumó— creo que vivo por ti.
Rainbow Rowell
Quizás ese agradecimiento que Ryley sentía en el interior por el padre de su esposa, sería algo que ella se negaría a comprender o si lo hacía, debido a la historia de vida de la cazadora, se negaría a aceptarlo. No podía culparle de eso, era quien era gracias a aquel hecho y aunque fuese cruel decirlo, agradecía que la vida fuese así con Leigh, porque únicamente de esa manera es que hubiese llegado hasta él. El padre de Leigh era ahora un vampiro, esa situación estaba clara y a pesar del ceño y la voz con que su esposa le reiteraba aquello, él termino por dedicarle una ligera sonrisa.
– Lo sé. Ahora es un vampiro pero no deja de ser el hombre que te trajo a mi una vez más; no sé que es lo que pase por la mente de ese hombre, pero estoy seguro de que aún le interesa tu seguridad y prueba de ello es que estas ahora aquí, a mi lado – Si el padre de su esposa decidía aparecer nuevamente, ya se vería como proceder. Porque si no les hacía daño alguno, no existía motivo por desear su destrucción y al menos por parte de ellos, no llegaría.
Tenerla cerca le hacía sentir que el tiempo separados no era más que una ilusión de su mente. Si bien el pequeño Julien indicaba que el tiempo había transcurrido, para él no se sentía para nada diferente al estar cerca de su esposa. Leigh le demostraba la preocupación con sus palabras y para él era imposible negarse a cumplirle aquellas peticiones que en la realidad le parecían tan sencillas.
– Muy bien, ya haré que todo lo que me pides sea concedido; sabes bien que por ti haría cualquier cosa – y no lo decía de la boca para afuera, sino que ya había demostrado con sus actos que por ella, era capaz de todo y ahora que Julien existía en aquel mundo, tenía una razón mayor para mantener a su familia a salvo y lo mejor que se pudiera – Nada va a ocurrirnos, yo no dejare que nada les pase y si piensa que estas heridas pueden impedir que les defienda, estas equivocada, lo haría sin importar que tan mal estuviera – defendería a sus grandes amores con su propia vida y Leigh debía saber que así era. Porque la devoción de Ryley por ella era tal que le había empujado a mantenerse buscándole cuando todos le decía que era inútil; había luchado contra las probabilidades y aunque al final fuera más una curiosidad que nada, había terminado por encontrarle y el hijo de ambos, terminaba por regresarla a donde pertenecía.
Una mueca se formo en su rostro cuando las confesiones fluían de los labios de Leigh. Estaba de sobra decir que le molestaba saber que ella se había alejado para protegerle. Estuvo lejos por su bien aunque para él todo aquello había sido una tortura. Se conformaba entonces con saber, que no volvería a dejarle, porque las palabras de Leigh siempre estaban cargadas con sinceridad, eran más promesas que otras cosas y eso, hizo que le besara una vez más, para acallar aquellas palabras que formaban parte ya del pasado.
– Creo que separados no nos va tan bien, he estado perdido sin ti y así como tu no vas a dejarme, yo tampoco voy a hacerlo. Te seguiré a cualquier lugar y te protegeré al igual que a nuestro hijo – le aseguro antes de que más palabras de afecto salieran de sus labios y lentamente se alejo de ella, dirigiendo sus pasos a la búsqueda de quienes pudieran atenderle y arreglar el cuarto que su esposa pedía para ellos.
Volvió a la habitación tan rápido como le fue posible y las mujeres que iban a curarle tampoco se hicieron esperar. La velocidad con la que llegaron impidió que Leigh continuara hablando pero para Ryley no existían mejores palabras que las que ella podía transmitirle con su silencio. En su tiempo juntos aprendió a descifrarla, así como ella lo hacía con él y por eso fue que se atrevió a hablar.
– Yo lo sé… – sus ojos se encontraron con los ajenos mientras que las mujeres permanecían curando sus heridas y una vez terminaron, su esposa dio las siguientes instrucciones de como se procedería en aquella casa. Las mujeres salieron presurosas y nuevamente se quedaron a solas.
La mirada de Ryley iba del pequeño a su esposa, para finalmente centrarse en los ojos que le mantenían con fuerza y asintió.
– Lo mismo te digo yo. Con el tiempo que estuvimos lejos fue más que suficiente y ahora que estamos reunidos una vez más, nadie lograra separarnos – se acerco más a ella y se volvió a ver a Julien – Es tan pequeño y perfecto –la sonrisa apareció en sus labios de manera instantanea y aunque podía decirle a Leigh muchas más cosas de las que sentía, sabía que no era necesario, así que se mantuvo observando la respiración acompasada de Julien hasta que la puerta de su habitación volvía a abrirse para que las mujeres que le cuidaban, junto con Laurence, entraran al cuarto.
– La habitación esta lista y la bañera preparada. Las armas están en a su disposición – dicho eso se acercaron hasta la cama y Ryley miro a Leigh.
– ¿Quieres que te ayude andar hasta la habitación o que cargue a Julien y Laurence te ayude? – necesitaban ayuda para llegar al cuarto de Leigh, mucho más considerando que ella acababá de llevar al mundo a su hijo y seguramente su cuerpo aún se encontraba débil y dolorido como para andar por su cuenta. De poder, el cazador les hubiese llevado a ambos, pero era consciente de que lo mejor era pedir la ayuda de aquellos que estaban ahí para servirles en aquellas situaciones.
Rainbow Rowell
Quizás ese agradecimiento que Ryley sentía en el interior por el padre de su esposa, sería algo que ella se negaría a comprender o si lo hacía, debido a la historia de vida de la cazadora, se negaría a aceptarlo. No podía culparle de eso, era quien era gracias a aquel hecho y aunque fuese cruel decirlo, agradecía que la vida fuese así con Leigh, porque únicamente de esa manera es que hubiese llegado hasta él. El padre de Leigh era ahora un vampiro, esa situación estaba clara y a pesar del ceño y la voz con que su esposa le reiteraba aquello, él termino por dedicarle una ligera sonrisa.
– Lo sé. Ahora es un vampiro pero no deja de ser el hombre que te trajo a mi una vez más; no sé que es lo que pase por la mente de ese hombre, pero estoy seguro de que aún le interesa tu seguridad y prueba de ello es que estas ahora aquí, a mi lado – Si el padre de su esposa decidía aparecer nuevamente, ya se vería como proceder. Porque si no les hacía daño alguno, no existía motivo por desear su destrucción y al menos por parte de ellos, no llegaría.
Tenerla cerca le hacía sentir que el tiempo separados no era más que una ilusión de su mente. Si bien el pequeño Julien indicaba que el tiempo había transcurrido, para él no se sentía para nada diferente al estar cerca de su esposa. Leigh le demostraba la preocupación con sus palabras y para él era imposible negarse a cumplirle aquellas peticiones que en la realidad le parecían tan sencillas.
– Muy bien, ya haré que todo lo que me pides sea concedido; sabes bien que por ti haría cualquier cosa – y no lo decía de la boca para afuera, sino que ya había demostrado con sus actos que por ella, era capaz de todo y ahora que Julien existía en aquel mundo, tenía una razón mayor para mantener a su familia a salvo y lo mejor que se pudiera – Nada va a ocurrirnos, yo no dejare que nada les pase y si piensa que estas heridas pueden impedir que les defienda, estas equivocada, lo haría sin importar que tan mal estuviera – defendería a sus grandes amores con su propia vida y Leigh debía saber que así era. Porque la devoción de Ryley por ella era tal que le había empujado a mantenerse buscándole cuando todos le decía que era inútil; había luchado contra las probabilidades y aunque al final fuera más una curiosidad que nada, había terminado por encontrarle y el hijo de ambos, terminaba por regresarla a donde pertenecía.
Una mueca se formo en su rostro cuando las confesiones fluían de los labios de Leigh. Estaba de sobra decir que le molestaba saber que ella se había alejado para protegerle. Estuvo lejos por su bien aunque para él todo aquello había sido una tortura. Se conformaba entonces con saber, que no volvería a dejarle, porque las palabras de Leigh siempre estaban cargadas con sinceridad, eran más promesas que otras cosas y eso, hizo que le besara una vez más, para acallar aquellas palabras que formaban parte ya del pasado.
– Creo que separados no nos va tan bien, he estado perdido sin ti y así como tu no vas a dejarme, yo tampoco voy a hacerlo. Te seguiré a cualquier lugar y te protegeré al igual que a nuestro hijo – le aseguro antes de que más palabras de afecto salieran de sus labios y lentamente se alejo de ella, dirigiendo sus pasos a la búsqueda de quienes pudieran atenderle y arreglar el cuarto que su esposa pedía para ellos.
Volvió a la habitación tan rápido como le fue posible y las mujeres que iban a curarle tampoco se hicieron esperar. La velocidad con la que llegaron impidió que Leigh continuara hablando pero para Ryley no existían mejores palabras que las que ella podía transmitirle con su silencio. En su tiempo juntos aprendió a descifrarla, así como ella lo hacía con él y por eso fue que se atrevió a hablar.
– Yo lo sé… – sus ojos se encontraron con los ajenos mientras que las mujeres permanecían curando sus heridas y una vez terminaron, su esposa dio las siguientes instrucciones de como se procedería en aquella casa. Las mujeres salieron presurosas y nuevamente se quedaron a solas.
La mirada de Ryley iba del pequeño a su esposa, para finalmente centrarse en los ojos que le mantenían con fuerza y asintió.
– Lo mismo te digo yo. Con el tiempo que estuvimos lejos fue más que suficiente y ahora que estamos reunidos una vez más, nadie lograra separarnos – se acerco más a ella y se volvió a ver a Julien – Es tan pequeño y perfecto –la sonrisa apareció en sus labios de manera instantanea y aunque podía decirle a Leigh muchas más cosas de las que sentía, sabía que no era necesario, así que se mantuvo observando la respiración acompasada de Julien hasta que la puerta de su habitación volvía a abrirse para que las mujeres que le cuidaban, junto con Laurence, entraran al cuarto.
– La habitación esta lista y la bañera preparada. Las armas están en a su disposición – dicho eso se acercaron hasta la cama y Ryley miro a Leigh.
– ¿Quieres que te ayude andar hasta la habitación o que cargue a Julien y Laurence te ayude? – necesitaban ayuda para llegar al cuarto de Leigh, mucho más considerando que ella acababá de llevar al mundo a su hijo y seguramente su cuerpo aún se encontraba débil y dolorido como para andar por su cuenta. De poder, el cazador les hubiese llevado a ambos, pero era consciente de que lo mejor era pedir la ayuda de aquellos que estaban ahí para servirles en aquellas situaciones.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
"Sólo quiero que estés tan cerca como para no saber si esta sangre es mía o tuya."
Nadie es cazador por gusto, creía Leigh, porque todos tenían una razón de peso tras sus ansias de asesinar sobrenaturales. Cada uno tenía un pasado, una venganza pendiente, un motivo que los hacía desear desaparecer a toda una raza por las acciones de uno. Y ella no era la excepción, porque su razón era la supuesta muerte de su padre a manos de vampiros. Y la de Ryley era su propia causa, la mujer a la que se unía, compartiendo todo, inclusive una venganza que antes no lo tocara a él. Pero si la causa de Leigh caía ¿No caería también la de Ryley? —No sé qué pasa ahora por mi cabeza. Pero es como si mi razón de ser cazadora se esfumara. Él sigue siendo mi padre y aunque debería decir que no lo es porque ahora es un vampiro, no puedo pasar por alto que fue quien me liberó. Él lo sabe todo, de ti, de nuestro matrimonio, de lo que hacemos… es confuso ahora, y no sé si lo veré de nuevo o qué haré cuando suceda— dijo ella con tono meditabundo, sincerándose con el hombre que tenía a su lado, porque si no lo hacía con él, no lo podría hacer con nadie y en el fondo, Leigh quería pasar por alto su autonomía para esa situación que no le daba ideas lo suficientemente claras como para tomar decisiones sola. Julien Lezarc seguía teniendo claro que su hija debía estar a salvo, el ex cazador mantenía la distancia pero no alejaba las prioridades. Entonces ella debería hacer exactamente lo mismo, aunque eso implicara un replanteamiento de su labor nocturna.
—Ambos sabemos que daríamos nuestra vida por protegernos, pero eso no cambia la situación en la que estamos, Ryley. Debemos regresar a París, cuanto antes. Aunque debe venir un médico mañana a primera hora, necesito que valoren a Julien, tú y yo podemos viajar en cualquier circunstancia— dijo poniéndose a ella misma lejos de las prioridades. El bebé parecía estar bien, pero ella no se sentía fuerte para moverse demasiado, por más que lo disimulara entre un montón de órdenes que buscaban dejar todo en su lugar, excepto a ella misma.
No obstante, cada beso de Ryley le confirmaba su paciencia, aquella que se había mostrado eterna desde el principio mismo donde Leigh fuera en exceso desconfiada. La cazadora no era caracterizada por su dulzura, pero eso no determinaba la magnitud de sus sentimientos y de lo que sería capaz por extender la vida de los hombres que le motivaban la vida. Ryley la amaba de un modo incomprensible para ella, que no entendía la dedicación de su esposo que sobrepasaba la aparente apatía de Leigh para esos momentos, en donde ordenaba todo y no era capaz de soltar a Julien.
Mientras Ryley estuvo esperando a que le revisaran las heridas, ella se dedicó a contemplar a su hijo. Los ojos se le humedecían más porque se sentía conmovida de haber dado vida a algo tan hermoso, algo que la uniría a ella y a Ryley para siempre. Y él también lo notaba, se lo demostró al volver, al mirar al hijo de ambos como si no hubiera nada más perfecto ni frágil que él —Se parece mucho a ti, tanto que no puedo dejar de mirarlo— susurró ella, sin alejar la mirada del pequeño Lezarc, hasta que la puerta se abrió de nuevo, ejecutando con rapidez cada orden de Leigh.
—Gracias— asintió la cazadora y sujetó al bebé, elevándolo apenas para poder bajar las piernas de la cama —Que haya una guardia, Laurence, por favor. Ya han venido por mi hijo y nada asegura que lo vuelvan a hacer— añadió antes de cerrar los ojos y fruncir el ceño dolorida. El cansancio era demasiado y un parto no es una lastimadura cualquiera. Era complicado, pero aun así, ella no se atrevía a soltar a Julien —Sólo ayúdame a mí, yo lo llevo— musitó poniéndose de pie, pero con Ryley y el casi siempre silencioso Laurence poniéndose del otro lado, acomodando sus manos en los brazos de Leigh para sostenerla en ese avance descalza y agotada.
Pero su habitación no quedaba muy lejos de allí y a pesar del cansancio, Leigh sentía que un esfuerzo más sería suficiente para descansar. Sobre la cama, aún más mullida que la primera, habían dejado un par de pijamas cómodas para poder dormir a gusto y limpios, sin resquicios de la guerra sobre sí. También había una manta pequeña para Julien y algo de ropa para él que habían conseguido quien sabe dónde. Aun así, la cazadora confiaba en quienes le sirvieran y sin otra idea más en mente, los despidió por esa noche.
Tras la puerta volvían a estar solos, sin órdenes pendientes o cosas por alistar. Fue por lo mismo que Leigh suspiró y se volvió a Ryley. —Ven, sostén a Julien mientras me desvisto y toma el baño conmigo luego. Por hoy necesitamos descansar— dijo ella acercándose a Ryley y acomodando con cuidado al pequeño en brazos de su padre. Y fue en ese momento que el pequeño despertó y comenzó a llorar, con Ryley sosteniéndolo mientras Leigh caminaba hacia el baño que se sentía cálido por el agua en la bañera. Con la lentitud propia del cansancio se retiró la bata sucia que llevara consigo como única prenda y la dejó caer al suelo, avanzando sobre ella hasta meterse con cuidado en la bañera y sentarse más o menos en la mitad de la misma —Mi amor, tráelo, él también necesita un baño antes de cenar—.
—Ambos sabemos que daríamos nuestra vida por protegernos, pero eso no cambia la situación en la que estamos, Ryley. Debemos regresar a París, cuanto antes. Aunque debe venir un médico mañana a primera hora, necesito que valoren a Julien, tú y yo podemos viajar en cualquier circunstancia— dijo poniéndose a ella misma lejos de las prioridades. El bebé parecía estar bien, pero ella no se sentía fuerte para moverse demasiado, por más que lo disimulara entre un montón de órdenes que buscaban dejar todo en su lugar, excepto a ella misma.
No obstante, cada beso de Ryley le confirmaba su paciencia, aquella que se había mostrado eterna desde el principio mismo donde Leigh fuera en exceso desconfiada. La cazadora no era caracterizada por su dulzura, pero eso no determinaba la magnitud de sus sentimientos y de lo que sería capaz por extender la vida de los hombres que le motivaban la vida. Ryley la amaba de un modo incomprensible para ella, que no entendía la dedicación de su esposo que sobrepasaba la aparente apatía de Leigh para esos momentos, en donde ordenaba todo y no era capaz de soltar a Julien.
Mientras Ryley estuvo esperando a que le revisaran las heridas, ella se dedicó a contemplar a su hijo. Los ojos se le humedecían más porque se sentía conmovida de haber dado vida a algo tan hermoso, algo que la uniría a ella y a Ryley para siempre. Y él también lo notaba, se lo demostró al volver, al mirar al hijo de ambos como si no hubiera nada más perfecto ni frágil que él —Se parece mucho a ti, tanto que no puedo dejar de mirarlo— susurró ella, sin alejar la mirada del pequeño Lezarc, hasta que la puerta se abrió de nuevo, ejecutando con rapidez cada orden de Leigh.
—Gracias— asintió la cazadora y sujetó al bebé, elevándolo apenas para poder bajar las piernas de la cama —Que haya una guardia, Laurence, por favor. Ya han venido por mi hijo y nada asegura que lo vuelvan a hacer— añadió antes de cerrar los ojos y fruncir el ceño dolorida. El cansancio era demasiado y un parto no es una lastimadura cualquiera. Era complicado, pero aun así, ella no se atrevía a soltar a Julien —Sólo ayúdame a mí, yo lo llevo— musitó poniéndose de pie, pero con Ryley y el casi siempre silencioso Laurence poniéndose del otro lado, acomodando sus manos en los brazos de Leigh para sostenerla en ese avance descalza y agotada.
Pero su habitación no quedaba muy lejos de allí y a pesar del cansancio, Leigh sentía que un esfuerzo más sería suficiente para descansar. Sobre la cama, aún más mullida que la primera, habían dejado un par de pijamas cómodas para poder dormir a gusto y limpios, sin resquicios de la guerra sobre sí. También había una manta pequeña para Julien y algo de ropa para él que habían conseguido quien sabe dónde. Aun así, la cazadora confiaba en quienes le sirvieran y sin otra idea más en mente, los despidió por esa noche.
Tras la puerta volvían a estar solos, sin órdenes pendientes o cosas por alistar. Fue por lo mismo que Leigh suspiró y se volvió a Ryley. —Ven, sostén a Julien mientras me desvisto y toma el baño conmigo luego. Por hoy necesitamos descansar— dijo ella acercándose a Ryley y acomodando con cuidado al pequeño en brazos de su padre. Y fue en ese momento que el pequeño despertó y comenzó a llorar, con Ryley sosteniéndolo mientras Leigh caminaba hacia el baño que se sentía cálido por el agua en la bañera. Con la lentitud propia del cansancio se retiró la bata sucia que llevara consigo como única prenda y la dejó caer al suelo, avanzando sobre ella hasta meterse con cuidado en la bañera y sentarse más o menos en la mitad de la misma —Mi amor, tráelo, él también necesita un baño antes de cenar—.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
Mi familia viene en primer lugar, en todas mis decisiones.
Johan Cruyff
Era obvio para él que el descubrimiento de la verdad sobre lo ocurrido con el padre de Leigh, afectaría a la cazadora y quizás, el futuro de ambos con respecto a las cacerías y de ser así, Ryley seguiría a su esposa, sin importar lo que ella decidiera.
– No te presiones con ese tema ahora, las respuestas sobre lo que debemos hacer llegaran en su momento. Además, él sabe todo de nosotros y aún así nunca ha intervenido hasta ahora – miro a su esposa – quizás únicamente lo hiciera porque era absolutamente necesaria su intervención y es probable que no lo veamos más – pero todo lo que ambos pudieran pensar, eran meras suposiciones. Nada de lo que pudieran decir sobre el progenitor de la Lezarc era una certeza y quizás nunca supieran la verdad detrás de los motivos de aquel hombre, así que en esos momentos, lo más sabio desde el punto de vista del Lezarc, era centrarse en la seguridad de todos ellos, en especial la de su pequeño. No menciono nada más acerca del padre de su esposa. Era consciente de las dificultades que eso significaban para ella y hablar no le ayudaría en aquellos momentos donde descubría todo tan repentinamente.
Su amada siempre era la voz de la razón entre ellos. Ryley actuaba más por la manera en la que sus sentimientos lo indicaban, mientras que Leigh pensaba las cosas, tratando de tomar la mejor decisión para todos; pero afortunadamente, aunque ambos se movieran de manera un poco diferente, se complementaban y sus maneras de sentir o pensar, les guiaban en la misma dirección.
– Regresaremos en el momento en que sea apropiado. Después de que revisen a Julien necesitamos ser revisados nosotros también – le dijo con firmeza – Podemos viajar en cualquier circunstancia, lo sé; pero aún así necesitamos estar lo suficientemente sanos y fuertes como para proteger a nuestro hijo en caso de ser necesario. Si recibimos el visto bueno por parte del médico, partiremos casi de inmediato, si no es así, esperaremos – él estaba dispuesto a defender a Julien como fuera necesario y Leigh igual; pero para eso, era necesario que vieran por ellos.
No negaría que escucharle decir que Julien se parecía a él, le agradaba. Todo porque debido a motivos fuera de su control, no paso el tiempo deseado al lado de Leigh y por tanto, le fue imposible ver como es que avanzaba el embarazo de su amada esposa. Cuando se habían encontrado, Ryley se sentía tan alejado, tan poco de ella que temía que hasta con el bebé fuera a ser de esa manera; sin embargo apenas había puesto sus ojos sobre la frágil figura de Julien, algo dentro de él se aferro al pequeño. Con las palabras de su esposa, podía sentir a Julien más suyo, de la misma manera en la que cada respiración y ligero movimiento del pequeño le atrapaban más, tanto que se mantuvo en silencio sencillamente contemplándolo.
Su disposición para con su esposa era total, así que no hizo más que asentir y sujetarle con cuidado cuando ella aseguro que llevaría a Julien.
– Eres tan terca – le susurro cuando avanzaban, y lo dijo porque era capaz de ver la dificultad con la que ella avanzaba y el cansancio que denotaba su rostro. De haber sido un hombre diferente seguramente hubiese hecho que la llevaran, sin importarle lo que ella dijera; y ahí estaba otro de los puntos que les mantenían unidos, que confiaban en el otro a pesar de todo – Después de que nos instalemos y todo este en orden, descansaras debidamente y nada de ponerse terca y decir que quieres asegurarte de que Julien este a salvo. Yo me encargare de él mientras descansas – y le decía aquello porque la conocía, sabía que la Lezarc no cedía sino hasta que su cuerpo no podía más.
En aquella habitación que antaño fuera la de su esposa, todo estaba exactamente como ella lo había pedido y de esa manera le dejaba en claro a Ryley, la efectividad con la que todos los empleados de los Lezarc se encargaban de sus labores. Incluso en la ausencia de su esposa aquello había sido notorio pero con su regreso todo se volvía mucho más evidente.
– Por supuesto – dijo con emoción en la voz y se dirigió a tomar entre sus brazos a Julien, quien era colocado cuidadosamente entre sus brazos por Leigh. Los ojos de Ryley habían revisado rápidamente aquella habitación y confiaba en la servidumbre, así que se limito a observar a Julien y tratar de calmar su llanto al no sentir a su madre cerca. Leigh se dirigía con cuidado a la bañera y él cazador no pudo evitar sonreír al ver la maravillosa figura de su esposa – Creo que de hecho ya debe tener hambre – comento mientras llevaba al pequeño hasta donde estaba su esposa y con cuidado le paso al pequeño Lezarc, mientras que él se quedaba a un lado de la bañera – Todo esto ha pasado tan rápido que no puedo creerlo aún. Siento que estoy soñando y de ser así, espero que nadie me despierte – metió la mano en el agua de la bañera y después paso sus dedos húmedos por el hombro de Leigh y suspiro – ¿Crees que existan más de esos vampiros que quieren llevarse a nuestro hijo? ¿Existe alguna manera de que sepamos con certeza si el que asesinamos es el ultimo? Porque si no es así, quiero encontrarlos a todos y destruirlos – no había hablado de eso hasta esos momentos y no estaba seguro del motivo, simplemente que en esos instantes no podía retener más la preocupación por ese punto, así como tampoco podía ocultar la decisión de lanzarse contra todo aquello que les amenazara como familia.
Johan Cruyff
Era obvio para él que el descubrimiento de la verdad sobre lo ocurrido con el padre de Leigh, afectaría a la cazadora y quizás, el futuro de ambos con respecto a las cacerías y de ser así, Ryley seguiría a su esposa, sin importar lo que ella decidiera.
– No te presiones con ese tema ahora, las respuestas sobre lo que debemos hacer llegaran en su momento. Además, él sabe todo de nosotros y aún así nunca ha intervenido hasta ahora – miro a su esposa – quizás únicamente lo hiciera porque era absolutamente necesaria su intervención y es probable que no lo veamos más – pero todo lo que ambos pudieran pensar, eran meras suposiciones. Nada de lo que pudieran decir sobre el progenitor de la Lezarc era una certeza y quizás nunca supieran la verdad detrás de los motivos de aquel hombre, así que en esos momentos, lo más sabio desde el punto de vista del Lezarc, era centrarse en la seguridad de todos ellos, en especial la de su pequeño. No menciono nada más acerca del padre de su esposa. Era consciente de las dificultades que eso significaban para ella y hablar no le ayudaría en aquellos momentos donde descubría todo tan repentinamente.
Su amada siempre era la voz de la razón entre ellos. Ryley actuaba más por la manera en la que sus sentimientos lo indicaban, mientras que Leigh pensaba las cosas, tratando de tomar la mejor decisión para todos; pero afortunadamente, aunque ambos se movieran de manera un poco diferente, se complementaban y sus maneras de sentir o pensar, les guiaban en la misma dirección.
– Regresaremos en el momento en que sea apropiado. Después de que revisen a Julien necesitamos ser revisados nosotros también – le dijo con firmeza – Podemos viajar en cualquier circunstancia, lo sé; pero aún así necesitamos estar lo suficientemente sanos y fuertes como para proteger a nuestro hijo en caso de ser necesario. Si recibimos el visto bueno por parte del médico, partiremos casi de inmediato, si no es así, esperaremos – él estaba dispuesto a defender a Julien como fuera necesario y Leigh igual; pero para eso, era necesario que vieran por ellos.
No negaría que escucharle decir que Julien se parecía a él, le agradaba. Todo porque debido a motivos fuera de su control, no paso el tiempo deseado al lado de Leigh y por tanto, le fue imposible ver como es que avanzaba el embarazo de su amada esposa. Cuando se habían encontrado, Ryley se sentía tan alejado, tan poco de ella que temía que hasta con el bebé fuera a ser de esa manera; sin embargo apenas había puesto sus ojos sobre la frágil figura de Julien, algo dentro de él se aferro al pequeño. Con las palabras de su esposa, podía sentir a Julien más suyo, de la misma manera en la que cada respiración y ligero movimiento del pequeño le atrapaban más, tanto que se mantuvo en silencio sencillamente contemplándolo.
Su disposición para con su esposa era total, así que no hizo más que asentir y sujetarle con cuidado cuando ella aseguro que llevaría a Julien.
– Eres tan terca – le susurro cuando avanzaban, y lo dijo porque era capaz de ver la dificultad con la que ella avanzaba y el cansancio que denotaba su rostro. De haber sido un hombre diferente seguramente hubiese hecho que la llevaran, sin importarle lo que ella dijera; y ahí estaba otro de los puntos que les mantenían unidos, que confiaban en el otro a pesar de todo – Después de que nos instalemos y todo este en orden, descansaras debidamente y nada de ponerse terca y decir que quieres asegurarte de que Julien este a salvo. Yo me encargare de él mientras descansas – y le decía aquello porque la conocía, sabía que la Lezarc no cedía sino hasta que su cuerpo no podía más.
En aquella habitación que antaño fuera la de su esposa, todo estaba exactamente como ella lo había pedido y de esa manera le dejaba en claro a Ryley, la efectividad con la que todos los empleados de los Lezarc se encargaban de sus labores. Incluso en la ausencia de su esposa aquello había sido notorio pero con su regreso todo se volvía mucho más evidente.
– Por supuesto – dijo con emoción en la voz y se dirigió a tomar entre sus brazos a Julien, quien era colocado cuidadosamente entre sus brazos por Leigh. Los ojos de Ryley habían revisado rápidamente aquella habitación y confiaba en la servidumbre, así que se limito a observar a Julien y tratar de calmar su llanto al no sentir a su madre cerca. Leigh se dirigía con cuidado a la bañera y él cazador no pudo evitar sonreír al ver la maravillosa figura de su esposa – Creo que de hecho ya debe tener hambre – comento mientras llevaba al pequeño hasta donde estaba su esposa y con cuidado le paso al pequeño Lezarc, mientras que él se quedaba a un lado de la bañera – Todo esto ha pasado tan rápido que no puedo creerlo aún. Siento que estoy soñando y de ser así, espero que nadie me despierte – metió la mano en el agua de la bañera y después paso sus dedos húmedos por el hombro de Leigh y suspiro – ¿Crees que existan más de esos vampiros que quieren llevarse a nuestro hijo? ¿Existe alguna manera de que sepamos con certeza si el que asesinamos es el ultimo? Porque si no es así, quiero encontrarlos a todos y destruirlos – no había hablado de eso hasta esos momentos y no estaba seguro del motivo, simplemente que en esos instantes no podía retener más la preocupación por ese punto, así como tampoco podía ocultar la decisión de lanzarse contra todo aquello que les amenazara como familia.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
Nadie me enseñó a hacer nada, por eso quiero quiero hacerlo todo
—Esto no es algo que pueda sacar fácil de mi cabeza. Mi padre era mi protector, mi ejemplo a seguir, el amor de mi vida. Y me fue arrebatado cuando yo tenía quince años. Por eso no puedo evitar pensar en él ahora, no es cualquier persona, es el hombre que me dio la vida y me aseguro una estabilidad que ahora disfrutamos nosotros. Salvó mi vida, pero sobre todo la de nuestro hijo y ahora hace que me cuestione esto que elegí como profesión, siguiéndolo también a él. Cuando nos conocimos te dije que mis padres habían muerto, pero jamás expliqué demasiado en su momento. Ahora eso, son cosas que quizás deberías saber— el tema para Leigh era un asunto delicado, tanto que había ocultado mucha información porque era algo que le llegaba al alma y le dolía. Hacía parte de los motivos de su odio, de su formación, del por qué estaba sola en una casa tan grande y con más empleados que herederos. Y Ryley desconocía muchas cosas, porque había comprendido que con Leigh nada era sencillo y que muchas veces se limitaba a hablar estrictamente lo necesario. Él no preguntó nada, ella tampoco lo explicó.
—Eres muy pasivo, pero no puedo darle tregua al tiempo— espetó, aún sabiendo que era precisamente eso lo que hacía de él su complemento. Y era de entenderse, su proceso de embarazo había sido bajo un secuestro, y su parto un intento de ataque por robar a su hijo. Ella no estaba tranquila, no podía ignorar todo lo que había pasado y mucho menos restarle importancia. Julien no era cualquiera, era su hijo y no permitiría que nadie lo alejara de sí, no sin dar hasta su vida primero. —Pero tienes razón en el asunto del médico, lo citaremos mañana para que sea él quien autorice el viaje completo— accedió y soltó un suspiro, que no denotaba otra cosa distinta a su poca paciencia para esperar por tiempos y autorizaciones de otros.
Y sí, era terca, obstinada como siempre, controladora como cada vez que se le recordara. No obstante se trataba más de la necesidad de Leigh por hacer las cosas sola, por no permitirle a su fuerza alejarse hasta que se agotara completamente, por no permitirle a Ryley tomar las riendas de muchos más asuntos para que ella pudiera descansar —No, luego del baño iré a la cama. Siento que mis ojos se cierran pero no quiero dejar nada a medias— accedió de nuevo, obedeciendo de cierto modo pero poniendo un par de condiciones primero. En el fondo, ella sabía que su esposo actuaba y hablaba por el bien de ella y del bebé, pese a que Leigh siguiera poniendo un par de peros.
En el baño, la desnudez de Leigh presentaba aún las marcas del secuestro, de la poca alimentación e incluso del embarazo. Su delgadez le impedía tener líneas que continuaran para siempre, pero su vientre aún lucía un poco abultado. Sería cuestión de días hasta que el cuerpo volviera a la normalidad a causa del ejercicio y de su mismo proceso natural. Sus pechos estaban más grandes e incluso dolían, por lo mismo sabía que era necesario alimentar a Julien para descansar un poco. Quizás por eso lloraba. —Yo también creo lo mismo— musitó, tomando al pequeño entre sus brazos y retirando lo poco con lo que lo habían cubierto. La Lezarc flexionó las piernas y apoyó el cuerpecito de su hijo en ellas, sumergiéndolo en el agua tibia y sosteniendo su frágil cabeza con las rodillas. —Ya vas a dormir, mi amor— le susurró al pequeño, que dejó de llorar en cuanto su madre empezó a acariciarlo y sintió su cuerpo tibio por la sensación del agua. —Yo sé, es irreal que esta belleza nos pertenezca— contestó y sonrió de nuevo, otra vez a su hijo que abría los ojos y dejaba ver el azul en ellos aunque los abría apenas a medias. Sin embargo la pregunta de Ryley la molestó y la leve sonrisa se desapareció de sus labios. —Voy a matar a cualquier que intente quitármelo, de eso no te quepa la menor duda. Es la única certeza que tengo— dijo con el tono frío y firme, sin mirar a Ryley y limpiando a su hijo. Por un momento quiso decirle que podía descansar y que ella se ocuparía de todo, puesto que finalmente era ella quien bañaba al bebé y la única que podría alimentarlo, sin embargo mantuvo el silencio y enfocó su mente en el propósito de aquél baño. No quería pensar en algo que la irritara, no cuando tenía cada pensamiento enfocado en cómo tomar a Julien sin lastimarlo y en cómo ser mamá cuando no tenía guía alguna para ayudarla al respecto.
—Eres muy pasivo, pero no puedo darle tregua al tiempo— espetó, aún sabiendo que era precisamente eso lo que hacía de él su complemento. Y era de entenderse, su proceso de embarazo había sido bajo un secuestro, y su parto un intento de ataque por robar a su hijo. Ella no estaba tranquila, no podía ignorar todo lo que había pasado y mucho menos restarle importancia. Julien no era cualquiera, era su hijo y no permitiría que nadie lo alejara de sí, no sin dar hasta su vida primero. —Pero tienes razón en el asunto del médico, lo citaremos mañana para que sea él quien autorice el viaje completo— accedió y soltó un suspiro, que no denotaba otra cosa distinta a su poca paciencia para esperar por tiempos y autorizaciones de otros.
Y sí, era terca, obstinada como siempre, controladora como cada vez que se le recordara. No obstante se trataba más de la necesidad de Leigh por hacer las cosas sola, por no permitirle a su fuerza alejarse hasta que se agotara completamente, por no permitirle a Ryley tomar las riendas de muchos más asuntos para que ella pudiera descansar —No, luego del baño iré a la cama. Siento que mis ojos se cierran pero no quiero dejar nada a medias— accedió de nuevo, obedeciendo de cierto modo pero poniendo un par de condiciones primero. En el fondo, ella sabía que su esposo actuaba y hablaba por el bien de ella y del bebé, pese a que Leigh siguiera poniendo un par de peros.
En el baño, la desnudez de Leigh presentaba aún las marcas del secuestro, de la poca alimentación e incluso del embarazo. Su delgadez le impedía tener líneas que continuaran para siempre, pero su vientre aún lucía un poco abultado. Sería cuestión de días hasta que el cuerpo volviera a la normalidad a causa del ejercicio y de su mismo proceso natural. Sus pechos estaban más grandes e incluso dolían, por lo mismo sabía que era necesario alimentar a Julien para descansar un poco. Quizás por eso lloraba. —Yo también creo lo mismo— musitó, tomando al pequeño entre sus brazos y retirando lo poco con lo que lo habían cubierto. La Lezarc flexionó las piernas y apoyó el cuerpecito de su hijo en ellas, sumergiéndolo en el agua tibia y sosteniendo su frágil cabeza con las rodillas. —Ya vas a dormir, mi amor— le susurró al pequeño, que dejó de llorar en cuanto su madre empezó a acariciarlo y sintió su cuerpo tibio por la sensación del agua. —Yo sé, es irreal que esta belleza nos pertenezca— contestó y sonrió de nuevo, otra vez a su hijo que abría los ojos y dejaba ver el azul en ellos aunque los abría apenas a medias. Sin embargo la pregunta de Ryley la molestó y la leve sonrisa se desapareció de sus labios. —Voy a matar a cualquier que intente quitármelo, de eso no te quepa la menor duda. Es la única certeza que tengo— dijo con el tono frío y firme, sin mirar a Ryley y limpiando a su hijo. Por un momento quiso decirle que podía descansar y que ella se ocuparía de todo, puesto que finalmente era ella quien bañaba al bebé y la única que podría alimentarlo, sin embargo mantuvo el silencio y enfocó su mente en el propósito de aquél baño. No quería pensar en algo que la irritara, no cuando tenía cada pensamiento enfocado en cómo tomar a Julien sin lastimarlo y en cómo ser mamá cuando no tenía guía alguna para ayudarla al respecto.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
Me asusta descubrir mi pasado. Mis logros, mis fracasos.
S.J. Watsonsize
Cuando se conocieron no busco saber realmente mucho sobre ella, todo había iniciado de una manera tan prohibida y misteriosa que se conformaba con saber que la cazadora le dejaba amarle. Una vez que todo se volvió más cercano, no insistió en conocer los detalles dolorosos de la historia de su esposa por respeto a ella. La amaba demasiado y sabía que ella correspondía a ese amor aunque ante los demás, no fuese algo evidente, así como también sabía que en el momento en que estuviera lista hablarían del pasado mucho más abiertamente. Ahora eso se volvía una necesidad; el padre de su esposa había regresado, derrumbando las creencias de ella sobre la cacería y al mismo tiempo, eliminando quizás gran parte de lo que Leigh pensó en un principio que les había sucedido a sus progenitores.
– Yo tampoco te pregunte mucho al respecto pero siempre estaré dispuesto a escuchar todo lo que te ha llevado a ser la mujer que amo – una sonrisa ligera apareció en sus labios – Leigh, no me ocultes nada más. Comparte todo conmigo que es lo que he deseado desde el momento en que decidí pasar el resto de mi vida a tu lado ¿Qué fue lo que paso con tus padres? – Todo aquello que le gustaba, lo que odiaba, lo que dolía y lo que no; Ryley estaba más que dispuesto a tomar la historia de su esposa y hacerla suya, al igual que ella había aceptado la de él.
Se quedo mirando a su esposa, a sabiendas que el hecho de que fuera pasivo en aquel momento les estaba ayudando a no actuar de manera tan apresurada. En el exterior trataba de lucir sereno, dejarse guiar por el sentimiento de protección a su familia más que por todo lo que amenazaba con sacarle de sus casillas. La sensación de inseguridad permanecía instalada en su mente, apareciendo en los momentos más inesperados, recordándole que no se encontraban a salvo ni siquiera en aquella casa que estaba diseñada precisamente para enfrentar amenazas sobrenaturales. Incluso el cuarto de Leigh le parecía poco seguro en determinados momentos donde la paranoia llegaba a devorarle la sensatez.
– Claro que tengo razón. Sé que te encuentras impaciente pero nuestro bienestar garantizara el de Julien – dijo un tanto más firme, haciendo hincapié en que era necesario el medico para Julien. Hasta ese punto, el pequeño se había aferrado a la vida aún contra las desventuras que su madre había pasado y por tanto era que el cazador no deseaba exponerle a ninguna clase de peligro. Movería montañas con tal de garantizar para su primogénito una vida plena y feliz.
– No estas dejando nada a medias – le garantizo – además de que no estas sola. Siempre estoy y estaré a tu lado, así que no es necesario que cargues con todas las responsabilidades – Nunca había encontrado inconveniente en dejar el camino libre a su esposa para que hiciera todo cuanto considerase necesario con tal de garantizar el bienestar de todos los que se encontraban cerca de ella, ya fueran los empleados o él; pero ahora no quería que ella se agotara de más, ni que se expusiera de sobra a situaciones que pudieran dejarlo solo nuevamente. Eran una pareja, y como tal, era necesario que enfrentaran las cosas juntos, sabiendo en que momentos dejar las responsabilidades al otro.
Para él, siempre sería Leigh la mujer más bella que sus ojos pudieran contemplar. A pesar de las evidencias de todo lo que ella había vivido. Apenas tocaba la cazadora a su pequeño, Julien dejaba de llorar, cosa que le hizo soltar un suspiro a Ryley.
– Demasiado irreal, pero es más tuyo que de nadie amor – aseguro con cierto dolor en su pecho por lo que estaba diciendo – Tu luchaste por él como yo no lo he hecho, sabe a la perfección que contigo esta a salvo de todo. Yo aunque soy su padre, soy un ser completamente desconocido, alguien que apenas ha llegado a su existencia pero que se encargara de que su vida sea siempre plena. Ni tu, ni Julien deban preocuparse de nada – en cierta medida los motivos de Leigh para mantenerse como cazadora se esfumaban, mientras que los del ex cortesano se volvían más firmes. No pensaba permitir que ningún otro sobre natural se acercara a su familia, los asesinaría. Expreso parte de sus pensamientos a su esposa, quien con la misma voz decidida que él hablaba, aseguro estar dispuesta a matar a todos aquellos que se atrevieran a pensar siquiera dañar a su hijo – No solo voy a proteger a Julien – miro a su esposa, quien se concentraba en mover lentamente el cuerpo del bebé para no hacerle daño – Voy a protegerte a ti también y lo haré con mi vida. Leigh, no quiero que vuelvas a salir de cacería nunca más – sus ojos se mantenían fijos en ella. Lo que pedía a su esposa era sumamente abrupto, algo que tampoco él había considerado pero que sin embargo salía desde lo más profundo de sus preocupaciones. Si uno de los dos iba a exponerse y asegurarse de eliminar a quienes amenazaran su seguridad, ese era él – ¿Lo harías por mi y por Julien? – cuando volvieran a París regresarían a una nueva vida; tendrían altas y bajas pero si se mantenían juntos, superarían todo como hasta esos momentos.
S.J. Watsonsize
Cuando se conocieron no busco saber realmente mucho sobre ella, todo había iniciado de una manera tan prohibida y misteriosa que se conformaba con saber que la cazadora le dejaba amarle. Una vez que todo se volvió más cercano, no insistió en conocer los detalles dolorosos de la historia de su esposa por respeto a ella. La amaba demasiado y sabía que ella correspondía a ese amor aunque ante los demás, no fuese algo evidente, así como también sabía que en el momento en que estuviera lista hablarían del pasado mucho más abiertamente. Ahora eso se volvía una necesidad; el padre de su esposa había regresado, derrumbando las creencias de ella sobre la cacería y al mismo tiempo, eliminando quizás gran parte de lo que Leigh pensó en un principio que les había sucedido a sus progenitores.
– Yo tampoco te pregunte mucho al respecto pero siempre estaré dispuesto a escuchar todo lo que te ha llevado a ser la mujer que amo – una sonrisa ligera apareció en sus labios – Leigh, no me ocultes nada más. Comparte todo conmigo que es lo que he deseado desde el momento en que decidí pasar el resto de mi vida a tu lado ¿Qué fue lo que paso con tus padres? – Todo aquello que le gustaba, lo que odiaba, lo que dolía y lo que no; Ryley estaba más que dispuesto a tomar la historia de su esposa y hacerla suya, al igual que ella había aceptado la de él.
Se quedo mirando a su esposa, a sabiendas que el hecho de que fuera pasivo en aquel momento les estaba ayudando a no actuar de manera tan apresurada. En el exterior trataba de lucir sereno, dejarse guiar por el sentimiento de protección a su familia más que por todo lo que amenazaba con sacarle de sus casillas. La sensación de inseguridad permanecía instalada en su mente, apareciendo en los momentos más inesperados, recordándole que no se encontraban a salvo ni siquiera en aquella casa que estaba diseñada precisamente para enfrentar amenazas sobrenaturales. Incluso el cuarto de Leigh le parecía poco seguro en determinados momentos donde la paranoia llegaba a devorarle la sensatez.
– Claro que tengo razón. Sé que te encuentras impaciente pero nuestro bienestar garantizara el de Julien – dijo un tanto más firme, haciendo hincapié en que era necesario el medico para Julien. Hasta ese punto, el pequeño se había aferrado a la vida aún contra las desventuras que su madre había pasado y por tanto era que el cazador no deseaba exponerle a ninguna clase de peligro. Movería montañas con tal de garantizar para su primogénito una vida plena y feliz.
– No estas dejando nada a medias – le garantizo – además de que no estas sola. Siempre estoy y estaré a tu lado, así que no es necesario que cargues con todas las responsabilidades – Nunca había encontrado inconveniente en dejar el camino libre a su esposa para que hiciera todo cuanto considerase necesario con tal de garantizar el bienestar de todos los que se encontraban cerca de ella, ya fueran los empleados o él; pero ahora no quería que ella se agotara de más, ni que se expusiera de sobra a situaciones que pudieran dejarlo solo nuevamente. Eran una pareja, y como tal, era necesario que enfrentaran las cosas juntos, sabiendo en que momentos dejar las responsabilidades al otro.
Para él, siempre sería Leigh la mujer más bella que sus ojos pudieran contemplar. A pesar de las evidencias de todo lo que ella había vivido. Apenas tocaba la cazadora a su pequeño, Julien dejaba de llorar, cosa que le hizo soltar un suspiro a Ryley.
– Demasiado irreal, pero es más tuyo que de nadie amor – aseguro con cierto dolor en su pecho por lo que estaba diciendo – Tu luchaste por él como yo no lo he hecho, sabe a la perfección que contigo esta a salvo de todo. Yo aunque soy su padre, soy un ser completamente desconocido, alguien que apenas ha llegado a su existencia pero que se encargara de que su vida sea siempre plena. Ni tu, ni Julien deban preocuparse de nada – en cierta medida los motivos de Leigh para mantenerse como cazadora se esfumaban, mientras que los del ex cortesano se volvían más firmes. No pensaba permitir que ningún otro sobre natural se acercara a su familia, los asesinaría. Expreso parte de sus pensamientos a su esposa, quien con la misma voz decidida que él hablaba, aseguro estar dispuesta a matar a todos aquellos que se atrevieran a pensar siquiera dañar a su hijo – No solo voy a proteger a Julien – miro a su esposa, quien se concentraba en mover lentamente el cuerpo del bebé para no hacerle daño – Voy a protegerte a ti también y lo haré con mi vida. Leigh, no quiero que vuelvas a salir de cacería nunca más – sus ojos se mantenían fijos en ella. Lo que pedía a su esposa era sumamente abrupto, algo que tampoco él había considerado pero que sin embargo salía desde lo más profundo de sus preocupaciones. Si uno de los dos iba a exponerse y asegurarse de eliminar a quienes amenazaran su seguridad, ese era él – ¿Lo harías por mi y por Julien? – cuando volvieran a París regresarían a una nueva vida; tendrían altas y bajas pero si se mantenían juntos, superarían todo como hasta esos momentos.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
Quizás me ames a medias, porque jamás me conociste lo suficiente
—Si te hubiese revelado lo que soy y por qué lo he hecho, quizás jamás te hubieras atrevido a amarme como dices hacerlo. Tal vez sea momento de decirte todo, que sepas que te casaste con alguien con un pasado no del todo agradable y que por eso mismo es que siempre pasé por alto el pasado de los dos y jamás mencioné nada— respondió mientras limpiaba a su hijo, haciendo caso omiso de la sonrisa de Ryley, porque sentía que de nuevo había perdido la de ella. Su pasado era más denso de lo que él conociera, y dadas las circunstancias, era momento de decírselo.
No obstante terminó de bañar al niño y de refrescarse ella en silencio, deteniendo sus pensamientos en una meditación que le permitiera confesarlo todo sin dejar nada pendiente. Julien era el motivo principal, puesto que sabía que sus secretos podían cobrarse la vida de su hijo, que no podría defenderse de ninguna manera como sí lo podían hacer sus padres. Y eso Ryley lo sabía, porque por lo mismo era que había insistido en que un médico los revisara a los tres, a modo de garantizar que el regreso a París era lo más seguro y planeado posible.
Con lentitud, Leigh se puso de pie en la bañera, reacomodando a Julien en su regazo y extendiendo la mano hacia la toalla con la que envolvió a ambos. Pudo pedir la ayuda de Ryley, pero se negaba a sentirse inútil. Traer un hijo al mundo no era como adquirir una plaga o quedar incapacitado, era una cuestión normal en una mujer, cuyo cuerpo estaba preparado para eso. A leguas se notaba que la cazadora pasaba por alto muchas cosas de las que había pasado por mantenerse fiel a los principios que sólo le daba su carácter.
Salió de la bañera y caminó hacia la habitación, envolviendo al niño con la toalla mientras ponía sobre su cuerpo la bata de dormir, y procedía a vestir por primera vez a su pequeño, que de nuevo sollozaba a causa de la posible sensación de hambre. Hasta ese punto, era posible que Ryley sintiera frustración por el silencio de Leigh, pero habían demasiadas cosas por decir, y apresurarse no sería para nada bueno.
Una vez Julien estuvo vestido, Leigh entró en la cama, se acomodó al pequeño en uno de sus pechos y por fin volvió a mirar a Ryley, dejando de ignorarlo mientras se apaciguaba y pensaba qué decir —Te dije que mataba vampiros, pero también he asesinado a seres diferentes, de todo tipo, incluidos los humanos— soltó de pronto, con la vista fija en él, a pesar de hablar en un tono sereno, que incluso rayaba casi en el cinismo. Seguramente él no se imaginaba algo como eso, pero así era.
—Mi padre murió cuando tenía quince años y eso lo sabías. Pero mi padre procedía de una familia entera de cazadores, de lo cual también sabías. Sin embargo jamás te dije sobre mi madre, no te conté que era una bruja y que murió practicando la hechicería, intentando regresar a mi padre. La inquisición la encontró y la mató. Ella fue a la horca y a mí me perdonaron la vida, porque el aura de la que hablan los sobrenaturales no delataba nada en mí diferente a la humanidad. Revisaron a cada miembro del servicio que teníamos y asesinaron a unos cuantos que jamás habían hecho algo distinto a intentar ser sólo humanos. Ellos terminaron de dejarme huérfana y cuando crecí, no sólo fui cazadora, sino una asesina de esos que decían servir a la iglesia. Maté a unos cuantos implicados en el asunto de mi madre, porque me grabé sus rostros mientras ellos me obligaban a ver a mi madre perder la vida. Ella jamás derramó una lágrima, pero vengué las que su orgullo no le permitió derramar— la ira pareció envolver la voz de Leigh, e incluso sin darse cuenta había dejado de mirar a su esposo para quedarse viendo a la nada, recordando cada cosa que se había prometido y que le faltaba por cumplir.
—No puedo dejar esto, porque jamás dejaré de tener un arma cerca sabiendo que me buscan ahora o lo harán después. Mis deudas pendientes pueden venir por ustedes, por eso no puedo acceder a tu petición— declaró, volviendo la vista a él, con la firmeza de siempre.
No obstante terminó de bañar al niño y de refrescarse ella en silencio, deteniendo sus pensamientos en una meditación que le permitiera confesarlo todo sin dejar nada pendiente. Julien era el motivo principal, puesto que sabía que sus secretos podían cobrarse la vida de su hijo, que no podría defenderse de ninguna manera como sí lo podían hacer sus padres. Y eso Ryley lo sabía, porque por lo mismo era que había insistido en que un médico los revisara a los tres, a modo de garantizar que el regreso a París era lo más seguro y planeado posible.
Con lentitud, Leigh se puso de pie en la bañera, reacomodando a Julien en su regazo y extendiendo la mano hacia la toalla con la que envolvió a ambos. Pudo pedir la ayuda de Ryley, pero se negaba a sentirse inútil. Traer un hijo al mundo no era como adquirir una plaga o quedar incapacitado, era una cuestión normal en una mujer, cuyo cuerpo estaba preparado para eso. A leguas se notaba que la cazadora pasaba por alto muchas cosas de las que había pasado por mantenerse fiel a los principios que sólo le daba su carácter.
Salió de la bañera y caminó hacia la habitación, envolviendo al niño con la toalla mientras ponía sobre su cuerpo la bata de dormir, y procedía a vestir por primera vez a su pequeño, que de nuevo sollozaba a causa de la posible sensación de hambre. Hasta ese punto, era posible que Ryley sintiera frustración por el silencio de Leigh, pero habían demasiadas cosas por decir, y apresurarse no sería para nada bueno.
Una vez Julien estuvo vestido, Leigh entró en la cama, se acomodó al pequeño en uno de sus pechos y por fin volvió a mirar a Ryley, dejando de ignorarlo mientras se apaciguaba y pensaba qué decir —Te dije que mataba vampiros, pero también he asesinado a seres diferentes, de todo tipo, incluidos los humanos— soltó de pronto, con la vista fija en él, a pesar de hablar en un tono sereno, que incluso rayaba casi en el cinismo. Seguramente él no se imaginaba algo como eso, pero así era.
—Mi padre murió cuando tenía quince años y eso lo sabías. Pero mi padre procedía de una familia entera de cazadores, de lo cual también sabías. Sin embargo jamás te dije sobre mi madre, no te conté que era una bruja y que murió practicando la hechicería, intentando regresar a mi padre. La inquisición la encontró y la mató. Ella fue a la horca y a mí me perdonaron la vida, porque el aura de la que hablan los sobrenaturales no delataba nada en mí diferente a la humanidad. Revisaron a cada miembro del servicio que teníamos y asesinaron a unos cuantos que jamás habían hecho algo distinto a intentar ser sólo humanos. Ellos terminaron de dejarme huérfana y cuando crecí, no sólo fui cazadora, sino una asesina de esos que decían servir a la iglesia. Maté a unos cuantos implicados en el asunto de mi madre, porque me grabé sus rostros mientras ellos me obligaban a ver a mi madre perder la vida. Ella jamás derramó una lágrima, pero vengué las que su orgullo no le permitió derramar— la ira pareció envolver la voz de Leigh, e incluso sin darse cuenta había dejado de mirar a su esposo para quedarse viendo a la nada, recordando cada cosa que se había prometido y que le faltaba por cumplir.
—No puedo dejar esto, porque jamás dejaré de tener un arma cerca sabiendo que me buscan ahora o lo harán después. Mis deudas pendientes pueden venir por ustedes, por eso no puedo acceder a tu petición— declaró, volviendo la vista a él, con la firmeza de siempre.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Welcome to our world, son (Ryley Lezarc)
—Tú ya lo sabes.
—¿Qué es lo que sé?
—Que sólo tengo ojos para ti.
Khaled Hosseini
– Yo te amo por todo lo que eres, incluso esas partes aún desconocidas para mi porque gracias a ellas es que eres la mujer que hoy esta aquí frente a mi. Me case con la mujer que amo, de eso no debes dudar nunca – decía aquello con seguridad en la voz porque no importaban los secretos oscuros de cada uno, lo único que a Ryley le importaba era que su amor por Leigh era tan intenso que sabía aceptaría cualquier cosa y más aún, haría cualquier cosa por ella – además de que ya lo has dicho, ambos tenemos pasado y es evidente que existen cosas que el otro aún desconoce y no creo que por eso vayamos a dejar de amarnos ¿o si? – aquello lo dijo con una sonrisa en los labios. La Lezarc no era la única que había guardado parte de su pasado, él también lo hizo, todo con la idea de que sabían lo suficiente uno del otro y que ese pasado nunca los alcanzaría, algo que evidentemente había pensado mal.
Los ojos del cazador seguían con atención cada uno de los movimientos que su esposa realizaba, estaba pendiente tanto de ella como del pequeño Julien y si bien deseaba conocer que era aquello que ella sentía la necesidad de compartir con él, mantuvo la paciencia, dejando que lo bello de aquel momento y la hermosura de su esposa, le desviaran los pensamientos de las suposiciones que su mente generaba. En el momento que Leigh abandonó la bañera se puso a disposición de ella, pero su esposa era como siempre testaruda y hacía todo a su manera, salió sin pedir la ayuda de Ryley por lo que él se limitó a andar tras ella cuando se dirigieron finalmente a la habitación. La calma con la que la cazadora realizaba cada movimiento le dejaba con incertidumbre; no sabía si el que no dijera palabra alguna y se tomara su tiempo se debía a que no deseaba perder atención de Julien o a que no sabía como comenzar a abordar el tema del que discutirían. Para el Lezarc debía ser una mezcla de ambas y el saberlo no restaba los deseos de escuchar aquel secreto lo más pronto posible. Un suspiro suave salió de sus labios , sintiéndose nuevamente impotente.
Mantenía la distancia de la cama donde Leigh ahora se acomodaba, su cuerpo se encontraba sumamente tenso, mezcla de todas las emociones vividas durante aquella noche; sus brazos se encontraban cruzados sobre su pecho y la vista la mantenía fija en Leigh que finalmente, después de acomodar a Julien para que se alimentara, se decidió a enfocarse en él. Las primeras palabras que salieron de los labios de su esposa le hicieron dar un paso más cerca sin despegar la mirada de ella y aguardó a que continuara porque era evidente que ese no era el final de lo que ella tenía que confesarle.
Ryley aceptó sin preocupación alguna el hecho de que la mujer que amaba era cazadora, se había decidido incluso a seguir sus pasos y de esa manera protegerle tanto como pudiera, pero sin duda alguna el hecho de que ella admitiera incluso haber matado simples humanos le hizo pensar en el oficio de la cacería de una manera muy diferente. Conforme las palabras seguían fluyendo, los pasos del Lezarc le acercaban más a la cama donde se encontraba ella, llevándole a tomar asiento en una de las orillas del colchón. Leigh relataba esa parte de su historia que le llevara en un inicio a volverse cazadora y aunque Ryley había creído al principio de su relación que ella trataba de evitar más muertes sin sentido (a manos de sobre naturales) como la que se suponía que su padre experimentó, la realidad parecía ser que ella había estado tan sedienta de la venganza de los suyos que no había pensado en las posibilidades de que en el futuro, el pasado apareciera para también cobrar venganza. Si bien no esperó que su esposa le dijera aquello, la realidad era que no podía juzgarle y mucho menos dejar de amarla como lo hacía.
– No me imagine que hubieras asesinado a humanos y mucho menos creí que te hubieses metido con inquisidores – no fue sino hasta aquel momento que se relajó un poco más y se rascó la nuca – No hay nada que podamos hacer sobre el pasado Leigh, como te lo dije antes, eso es algo que nos hace ser quienes somos y debemos dar gracias por ello – le sonrió – matar a quienes has matado te ha llevado a ser la mujer que amo y la mujer a la que voy a seguir sin importar a donde es que nos lleve el camino que decidamos seguir – los ojos de Ryley pasaron a Julien y la preocupación se abalanzo nuevamente sobre él – No accedas entonces a mi petición pero tengo quiero que escuches y que te quede muy claro esto que voy a decirte – se acercó más a ella, tanto como para poder estirar la mano y acariciar la mejilla de Leigh – En el momento en que nos casamos, lo que pueda venir del pasado a afectar nuestro presente nos incumbe a los dos, tus deudas pendientes se han convertido en las mías y te seguiré sin importar a donde sea, con tal de que nada les dañe a ti o a Julien – alejó su mano para mirar nuevamente al pequeño que se alimentaba – Nuestra familia va a afrontar cosas difíciles desde este momento y sin importar lo que venga o lo que debamos hacer, no quiero que olvides nunca que te amo Leigh Lezarc.
No existía vida sencilla, no había paso que se diera que no trajera consecuencias y para desfortuna de los Lezarc, el camino de ambos estaba lleno de situaciones que pasarían la factura en el momento menos esperado y lo mejor era que ambos estuviesen listos. Con una sonrisa en los labios después de decirle a Leigh lo que pensaba y quería, Ryley apartó la mano de su mejilla.
– Debería yo también tomar un baño y venir a descansar con ustedes, nos esperan días pesados a partir de mañana. Ya veremos que tal se nos da el ser padres – y por algún motivo, pese a los peligros que les amenazaran, la vida no perdía su usual belleza.
—¿Qué es lo que sé?
—Que sólo tengo ojos para ti.
Khaled Hosseini
– Yo te amo por todo lo que eres, incluso esas partes aún desconocidas para mi porque gracias a ellas es que eres la mujer que hoy esta aquí frente a mi. Me case con la mujer que amo, de eso no debes dudar nunca – decía aquello con seguridad en la voz porque no importaban los secretos oscuros de cada uno, lo único que a Ryley le importaba era que su amor por Leigh era tan intenso que sabía aceptaría cualquier cosa y más aún, haría cualquier cosa por ella – además de que ya lo has dicho, ambos tenemos pasado y es evidente que existen cosas que el otro aún desconoce y no creo que por eso vayamos a dejar de amarnos ¿o si? – aquello lo dijo con una sonrisa en los labios. La Lezarc no era la única que había guardado parte de su pasado, él también lo hizo, todo con la idea de que sabían lo suficiente uno del otro y que ese pasado nunca los alcanzaría, algo que evidentemente había pensado mal.
Los ojos del cazador seguían con atención cada uno de los movimientos que su esposa realizaba, estaba pendiente tanto de ella como del pequeño Julien y si bien deseaba conocer que era aquello que ella sentía la necesidad de compartir con él, mantuvo la paciencia, dejando que lo bello de aquel momento y la hermosura de su esposa, le desviaran los pensamientos de las suposiciones que su mente generaba. En el momento que Leigh abandonó la bañera se puso a disposición de ella, pero su esposa era como siempre testaruda y hacía todo a su manera, salió sin pedir la ayuda de Ryley por lo que él se limitó a andar tras ella cuando se dirigieron finalmente a la habitación. La calma con la que la cazadora realizaba cada movimiento le dejaba con incertidumbre; no sabía si el que no dijera palabra alguna y se tomara su tiempo se debía a que no deseaba perder atención de Julien o a que no sabía como comenzar a abordar el tema del que discutirían. Para el Lezarc debía ser una mezcla de ambas y el saberlo no restaba los deseos de escuchar aquel secreto lo más pronto posible. Un suspiro suave salió de sus labios , sintiéndose nuevamente impotente.
Mantenía la distancia de la cama donde Leigh ahora se acomodaba, su cuerpo se encontraba sumamente tenso, mezcla de todas las emociones vividas durante aquella noche; sus brazos se encontraban cruzados sobre su pecho y la vista la mantenía fija en Leigh que finalmente, después de acomodar a Julien para que se alimentara, se decidió a enfocarse en él. Las primeras palabras que salieron de los labios de su esposa le hicieron dar un paso más cerca sin despegar la mirada de ella y aguardó a que continuara porque era evidente que ese no era el final de lo que ella tenía que confesarle.
Ryley aceptó sin preocupación alguna el hecho de que la mujer que amaba era cazadora, se había decidido incluso a seguir sus pasos y de esa manera protegerle tanto como pudiera, pero sin duda alguna el hecho de que ella admitiera incluso haber matado simples humanos le hizo pensar en el oficio de la cacería de una manera muy diferente. Conforme las palabras seguían fluyendo, los pasos del Lezarc le acercaban más a la cama donde se encontraba ella, llevándole a tomar asiento en una de las orillas del colchón. Leigh relataba esa parte de su historia que le llevara en un inicio a volverse cazadora y aunque Ryley había creído al principio de su relación que ella trataba de evitar más muertes sin sentido (a manos de sobre naturales) como la que se suponía que su padre experimentó, la realidad parecía ser que ella había estado tan sedienta de la venganza de los suyos que no había pensado en las posibilidades de que en el futuro, el pasado apareciera para también cobrar venganza. Si bien no esperó que su esposa le dijera aquello, la realidad era que no podía juzgarle y mucho menos dejar de amarla como lo hacía.
– No me imagine que hubieras asesinado a humanos y mucho menos creí que te hubieses metido con inquisidores – no fue sino hasta aquel momento que se relajó un poco más y se rascó la nuca – No hay nada que podamos hacer sobre el pasado Leigh, como te lo dije antes, eso es algo que nos hace ser quienes somos y debemos dar gracias por ello – le sonrió – matar a quienes has matado te ha llevado a ser la mujer que amo y la mujer a la que voy a seguir sin importar a donde es que nos lleve el camino que decidamos seguir – los ojos de Ryley pasaron a Julien y la preocupación se abalanzo nuevamente sobre él – No accedas entonces a mi petición pero tengo quiero que escuches y que te quede muy claro esto que voy a decirte – se acercó más a ella, tanto como para poder estirar la mano y acariciar la mejilla de Leigh – En el momento en que nos casamos, lo que pueda venir del pasado a afectar nuestro presente nos incumbe a los dos, tus deudas pendientes se han convertido en las mías y te seguiré sin importar a donde sea, con tal de que nada les dañe a ti o a Julien – alejó su mano para mirar nuevamente al pequeño que se alimentaba – Nuestra familia va a afrontar cosas difíciles desde este momento y sin importar lo que venga o lo que debamos hacer, no quiero que olvides nunca que te amo Leigh Lezarc.
No existía vida sencilla, no había paso que se diera que no trajera consecuencias y para desfortuna de los Lezarc, el camino de ambos estaba lleno de situaciones que pasarían la factura en el momento menos esperado y lo mejor era que ambos estuviesen listos. Con una sonrisa en los labios después de decirle a Leigh lo que pensaba y quería, Ryley apartó la mano de su mejilla.
– Debería yo también tomar un baño y venir a descansar con ustedes, nos esperan días pesados a partir de mañana. Ya veremos que tal se nos da el ser padres – y por algún motivo, pese a los peligros que les amenazaran, la vida no perdía su usual belleza.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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