AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
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The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
"Lo extrañaba en todas las formas posibles,
ojalá hubiera sabido que esa tal vez era la última vez"
ojalá hubiera sabido que esa tal vez era la última vez"
Las cosas no siempre suceden como se planean y Leigh era el claro ejemplo de eso. Un accidente por el que se había recriminado durante mucho tiempo le había cambiado la forma en la que percibía todo. Ella era estricta, se exigía así misma de forma exagerada y perder le molestaba en exceso. Esa noche en que empezó todo, se había enfrentado a un vampiro del que sólo pudo escapar para terminar al borde de la muerte en un callejón cualquiera. Entonces apareció él, un muchacho que nada conocía de lo sobrenatural y que no sólo le salvó la vida sino que se encargó de hacerse parte de ella de una manera sutíl pero al mismo tiempo firme como ninguna.
Unos meses pasaron desde aquél evento y las verdades que cada uno ocultaba habían tenido que salir a la luz movidas por su propio peso. Ryley había conocido el verdadero motivo de los golpes de Leigh para la noche que la encontró, su realidad de cazadora se tuvo que explicar con la dificultad que requiere explicarle a alguien de un mundo sobrenatural que no conoce y que la razón misma se esfuerza en negar. Por otra parte, la realidad de aquél joven tampoco había sido sencilla de asimilar, pues él era un cortesano y eso representó un choque tal en Leigh que durante varias noches no pudo dormir en paz de sólo pensar en la contrariedad que le significaban sus sentimientos en oposición a sus principios. No obstante, muchas veces el corazón pesa más que la razón y Ryley era un verdadero artista de lo simple. Con pasos pequeños fue calándose en el corazón de la cazadora y quedando impregnado en su mente hasta que no fue capaz de ignorarlo más.
Leigh no lo evadía, lo trataba con la amabilidad que merecía pero se mantenía sorda a sus elogios hasta donde podía. Sin duda él era perseverante y más hábil con las palabras y los actos que ella y en esa medida o en esa pugna se podría decir que ambos salieron ganando.
Las cosas fluyeron solas, con la misma tranquilidad con la que Ryley pareció dejar su labor y Leigh lo introdujo en el suyo. Lo entrenaba y él respondía con la gran agilidad a la que complementaba su fuerza y, nada parecía gustarle más a la cazadora que poder ver al hombre que tanto le gustaba en pleno entrenamiento físico; aunque nunca se lo dijo y ni siquiera una sonrisa brotó de sus labios.
***
Leigh había estado todo el día ocupándose de asuntos que requerían su presencia y que tenían que ver con negocios familiares, incluídas las tiendas de antiguedades que aún permanecían a nombre de su abuela materna y que como buena heredera de brujas se mantenía llena de raros objetos. A la cazadora no le agradaba tardar tanto en aquello y esa noche llegó a casa luego que el sol se hubiese ocultado. Necesitaba tranquilidad, esa que le habían robado a su mente en tanta ocupación y papeleo durante toda una jornada. Anhelaba una buena ducha, pero sobre todo retirar sus altos zapatos que, pese a que estaba acostumbrada, la cansaban de tanto en tanto.
-¿Ryley vino?- preguntó a una de sus empleadas una vez hubo entrado a casa y saludado parcamente. -No, Señora.- respondió la muchacha tímidamente y limitándose a responder lo que le preguntaban -¿Desea que le sirva la cena?- se apresuró a decir cuando vio que Leigh caminaba hacia las escaleras que llevaban a la planta superior donde se ubicaba su habitación. -No, Judith, gracias. Pueden irse a dormir, yo ya me voy a descansar y no les pediré nada más- respondió la cazadora como despedida y terminó el ascenso hasta llegar a su habitación. Cerró la puerta pensando que aquél día no le vería pero se abstuvo de poner la llave puesto que Ryley a veces llegaba a horas inesperadas y así mismo se quedaba en ciertas ocasiones con ella. Las altas horas no eran para sorprenderse, la sociedad veía con rechazo que un muchacho viviera con una joven sin tener algún compromiso llevado a cabo con ella y ambos parecían evitar comentarios innecesarios sólo por evitar molestarse con la situación.
Una vez adentro, Leigh retiró sus zapatos altos y oscuros y los ubicó en el lugar que correspondía. Se dirigió descalza hacia su baño privado y abrio la llave del agua caliente para ir llenando la bañera en tanto ella se preparaba para introducirse en ella y conseguir la relajación que tanto buscaba. Del armario, sacó una pijama de seda de color blanco que le llegaba a media pierna y que colgaría de sus hombros por unas delgadas tirillas que lograban darle a la prenda una caída lígera y cómoda a la vez, al tiempo que dejaría libre la parte superior del pecho, lo cual era lo más relajante a la hora de dormir. El sonido del agua llenando la bañera ya era alentador, hacía eco en la habitación silenciosa y mientras se retiraba las joyas y las prendas frente al tocador le era imposible no pensar en Ryley, realmente quería que apareciera pero ya era demasiado tarde, lo era comparado con la hora a la que él solía llegar para cuando se quedaba con ella. Haciendose a la idea que no le vería esa noche, caminó de nuevo hacia la bañera y se introdujo en ella hasta que casi se sintió adormilada. Había permanecido demasiado tiempo allí y sabía que era hora de salir. Culminó su baño con rapidez, secó su cuerpo, se puso la pijama, cepilló su corto cabello y se perfumó como le era costumbre antes de dormir. Todo había terminado.
La cama parecía llamarla, sin esperar más, retiró a medias las frazadas y se introdujo entre las sábanas que al igual que su pijama eran también de seda y hacían juego con su ropa de dormir. A ella le encantaba aquél material, incluso más que el satén que solía ser bastante cómodo y parecido a la seda pero que no se comparaba en nada a ella según el concepto de la mujer. Un último suspiro se escuchó y apagó las luces para terminar de cubrirse bajo aquella absoluta comodidad. Cerró los ojos y se mantuvo despierta hasta que sintió que el sueño empezaba a apoderarse de ella.
Unos meses pasaron desde aquél evento y las verdades que cada uno ocultaba habían tenido que salir a la luz movidas por su propio peso. Ryley había conocido el verdadero motivo de los golpes de Leigh para la noche que la encontró, su realidad de cazadora se tuvo que explicar con la dificultad que requiere explicarle a alguien de un mundo sobrenatural que no conoce y que la razón misma se esfuerza en negar. Por otra parte, la realidad de aquél joven tampoco había sido sencilla de asimilar, pues él era un cortesano y eso representó un choque tal en Leigh que durante varias noches no pudo dormir en paz de sólo pensar en la contrariedad que le significaban sus sentimientos en oposición a sus principios. No obstante, muchas veces el corazón pesa más que la razón y Ryley era un verdadero artista de lo simple. Con pasos pequeños fue calándose en el corazón de la cazadora y quedando impregnado en su mente hasta que no fue capaz de ignorarlo más.
Leigh no lo evadía, lo trataba con la amabilidad que merecía pero se mantenía sorda a sus elogios hasta donde podía. Sin duda él era perseverante y más hábil con las palabras y los actos que ella y en esa medida o en esa pugna se podría decir que ambos salieron ganando.
Las cosas fluyeron solas, con la misma tranquilidad con la que Ryley pareció dejar su labor y Leigh lo introdujo en el suyo. Lo entrenaba y él respondía con la gran agilidad a la que complementaba su fuerza y, nada parecía gustarle más a la cazadora que poder ver al hombre que tanto le gustaba en pleno entrenamiento físico; aunque nunca se lo dijo y ni siquiera una sonrisa brotó de sus labios.
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Leigh había estado todo el día ocupándose de asuntos que requerían su presencia y que tenían que ver con negocios familiares, incluídas las tiendas de antiguedades que aún permanecían a nombre de su abuela materna y que como buena heredera de brujas se mantenía llena de raros objetos. A la cazadora no le agradaba tardar tanto en aquello y esa noche llegó a casa luego que el sol se hubiese ocultado. Necesitaba tranquilidad, esa que le habían robado a su mente en tanta ocupación y papeleo durante toda una jornada. Anhelaba una buena ducha, pero sobre todo retirar sus altos zapatos que, pese a que estaba acostumbrada, la cansaban de tanto en tanto.
-¿Ryley vino?- preguntó a una de sus empleadas una vez hubo entrado a casa y saludado parcamente. -No, Señora.- respondió la muchacha tímidamente y limitándose a responder lo que le preguntaban -¿Desea que le sirva la cena?- se apresuró a decir cuando vio que Leigh caminaba hacia las escaleras que llevaban a la planta superior donde se ubicaba su habitación. -No, Judith, gracias. Pueden irse a dormir, yo ya me voy a descansar y no les pediré nada más- respondió la cazadora como despedida y terminó el ascenso hasta llegar a su habitación. Cerró la puerta pensando que aquél día no le vería pero se abstuvo de poner la llave puesto que Ryley a veces llegaba a horas inesperadas y así mismo se quedaba en ciertas ocasiones con ella. Las altas horas no eran para sorprenderse, la sociedad veía con rechazo que un muchacho viviera con una joven sin tener algún compromiso llevado a cabo con ella y ambos parecían evitar comentarios innecesarios sólo por evitar molestarse con la situación.
Una vez adentro, Leigh retiró sus zapatos altos y oscuros y los ubicó en el lugar que correspondía. Se dirigió descalza hacia su baño privado y abrio la llave del agua caliente para ir llenando la bañera en tanto ella se preparaba para introducirse en ella y conseguir la relajación que tanto buscaba. Del armario, sacó una pijama de seda de color blanco que le llegaba a media pierna y que colgaría de sus hombros por unas delgadas tirillas que lograban darle a la prenda una caída lígera y cómoda a la vez, al tiempo que dejaría libre la parte superior del pecho, lo cual era lo más relajante a la hora de dormir. El sonido del agua llenando la bañera ya era alentador, hacía eco en la habitación silenciosa y mientras se retiraba las joyas y las prendas frente al tocador le era imposible no pensar en Ryley, realmente quería que apareciera pero ya era demasiado tarde, lo era comparado con la hora a la que él solía llegar para cuando se quedaba con ella. Haciendose a la idea que no le vería esa noche, caminó de nuevo hacia la bañera y se introdujo en ella hasta que casi se sintió adormilada. Había permanecido demasiado tiempo allí y sabía que era hora de salir. Culminó su baño con rapidez, secó su cuerpo, se puso la pijama, cepilló su corto cabello y se perfumó como le era costumbre antes de dormir. Todo había terminado.
La cama parecía llamarla, sin esperar más, retiró a medias las frazadas y se introdujo entre las sábanas que al igual que su pijama eran también de seda y hacían juego con su ropa de dormir. A ella le encantaba aquél material, incluso más que el satén que solía ser bastante cómodo y parecido a la seda pero que no se comparaba en nada a ella según el concepto de la mujer. Un último suspiro se escuchó y apagó las luces para terminar de cubrirse bajo aquella absoluta comodidad. Cerró los ojos y se mantuvo despierta hasta que sintió que el sueño empezaba a apoderarse de ella.
Última edición por Leigh Lezarc el Lun Mar 24, 2014 6:23 pm, editado 1 vez
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 191
Fecha de inscripción : 21/01/2012
Localización : Lyon, Francia
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
– Cuéntame un cuento – dice Alba que se me pega como una montaña de pasta fría.
Le rodeo con mi brazo.
– ¿Qué clase de cuento?
– Uno bonito. Un cuento tuyo y de mamá, cuando ella aún era pequeña.
– Hmm. Bien. Érase una vez…
– ¿Cuándo fue eso?
– En todos los momentos a la vez. Hace mucho tiempo y en este preciso instante.
Audrey Niffenegger.
La vida de Ryley había dado un giro completo. La noche que opto por salvar la vida de Leigh, ayudarle y estar cerca de ella había sido el inicio de toda aquella vorágine de cambios que se daban a su alrededor.
En un inicio opto por mantenerse al margen de toda la situación, asegurarse de que ella estaba sana y salva y después alejarse para no dejar rastros de su lujuriosa vida cerca de ella; le consideraba demasiado frágil y buena como para que terminara siendo juzgada como una mujer que pedía la compañía de cortesanos para sentirse mejor respecto a su solitaria vida, cosa que él sabía que era una total mentira. Leigh era una mujer centrada en sus propios asuntos y nada más que eso, aunque la verdad fuera que ambos desconocían las oscuras vidas del otro.
Con el pasar de los días y las semanas, a Ryley le fue imposible alejarse como lo planeo desde un principio y antes de darse cuenta, los secretos de ambos se habían rebelado, dejando al descubierto la vida que él llevaba y la que la cazadora vivía cada noche.
El cortesano nunca había prestado realmente atención a las historias sobre los sobrenaturales, las mujeres que le veían y las cuales se decía que eran inmortales o cambiantes… nunca creyó nada de eso, lo veía como una mera extravagancia o fue de ese modo hasta que ella le abrió completamente la puerta a aquel mundo. Movido por la preocupación y el deseo de pasar más tiempo al lado de ella, abandono su trabajo en el burdel para iniciar un entrenamiento al lado de ella.
Todo parecía ir de manera excelente, gracias a la gran variedad de trabajos que tuvo antes de caer en el burdel resulto aprender de manera correcta todo cuanto ella le mostraba, además de que ambos lentamente se iban acercando más y más; llevándoles a un punto en el que al parecer no existiría retorno para ninguno de los dos y si Ryley se ponía a pensar en eso, la verdad es que no deseaba encontrar el retorno, quería seguir adelante costara lo que costara.
La relación que llevaban, era extraña desde cualquier punto de vista. Existían días en los que no se veían y otros en los que simplemente se veían demasiado, sin mencionar que la casa de Leigh era ya un sitio en el cual se sentía comido, lo suficiente como para llegar a altas horas para verla y bueno quedarse con ella, siempre alejandose de la mansión antes de que las personas comenzaran a hablar de ella. Eso era algo que él tenía sumamente claro, que no quería que nadie dijese nada de ella pues Leigh era sencillamente la mujer que amaba, aunque no se lo dijera nunca pero siempre intentara demostrarlo.
Aquel día había sido como cualquier otro, había pasado la mañana arreglando sus propios asuntos y yendo de un sitio a otro, algunas veces su hermana le pedía que realizara los pagos de algunas deudas y ese día en particular, había ido a dar por canceladas todas y cada una de ellas. Esa labor le tomo claro, mucho más tiempo del que pensó en un principio y quitaba de sus posibilidades el poder llegar “temprano” a la casa de Leigh. La cazadora era una necesidad peculiar que poseía, sino la veía al menos unas horas al día sentía el pecho vació y unas inevitables ganas de salir a buscarle sin importar donde es que estuviera él o ella.
Una vez que finalizo todos aquellos pagos, dando por finalizadas las deudas fue que con paso presuroso, dirigió sus pasos a la mansión.
Una vez que llegaba al hogar de la cazadora, sus pasos se fueron de largo para la entrada de la servidumbre, esa que estaba abierta siempre para él y que era la mejor opción para no dar paso a especulaciones. Una de las sirvientas que aún estaba despierta le vio y con una sonrisa le dijo que Leigh se encontraba en su habitación, a lo que se limito a agradecer y apresurar nuevamente sus pasos para llegar a la habitación en la que seguramente ella ya dormía.
Su presencia ya parecía normal en la casa, las sirvientas y los que trabajaban allá ya no le miraban con extrañeza y no cuchicheaban acerca de Leigh de hecho, Ryley se atrevía a asegurar que se alegraban de ellos aunque era probable que fueran solo sus ideas.
Abrió cuidadosamente la puerta de aquella habitación en la cual el aroma de Leigh estaba en cada rincón. Cerro la puerta tras de si y espero a que sus ojos se acostumbraran un poco a la oscuridad repentina de aquella habitación, mientras que la luz del exterior del cuarto también desaparecía debido a que la ultima sirvienta, aquella que le había indicado donde estaba Leigh, también se iba a dormir.
Solo cuando sus ojos se acoplaron a la oscuridad fue que se saco lo zapatos para no hacer tanto ruido y se acerco hasta la cama donde la cazadora se encontraba ya, descansando. Le encantaba verla dormir, de esa manera lucía menos sería y mucho más relajada. Sonriendo y sin apartar la mirada de la figura de ella en la cama fue que se introdujo con cuidado entre las sábanas y se acerco a ella.
– Leigh… – le dijo en un susurro mientras que una de sus manos rodeaba la fina cintura de ella y su nariz delineaba aquel cuello – Lamento llegar tarde… – termino por decir al tiempo que besaba su mejilla.
Le rodeo con mi brazo.
– ¿Qué clase de cuento?
– Uno bonito. Un cuento tuyo y de mamá, cuando ella aún era pequeña.
– Hmm. Bien. Érase una vez…
– ¿Cuándo fue eso?
– En todos los momentos a la vez. Hace mucho tiempo y en este preciso instante.
Audrey Niffenegger.
La vida de Ryley había dado un giro completo. La noche que opto por salvar la vida de Leigh, ayudarle y estar cerca de ella había sido el inicio de toda aquella vorágine de cambios que se daban a su alrededor.
En un inicio opto por mantenerse al margen de toda la situación, asegurarse de que ella estaba sana y salva y después alejarse para no dejar rastros de su lujuriosa vida cerca de ella; le consideraba demasiado frágil y buena como para que terminara siendo juzgada como una mujer que pedía la compañía de cortesanos para sentirse mejor respecto a su solitaria vida, cosa que él sabía que era una total mentira. Leigh era una mujer centrada en sus propios asuntos y nada más que eso, aunque la verdad fuera que ambos desconocían las oscuras vidas del otro.
Con el pasar de los días y las semanas, a Ryley le fue imposible alejarse como lo planeo desde un principio y antes de darse cuenta, los secretos de ambos se habían rebelado, dejando al descubierto la vida que él llevaba y la que la cazadora vivía cada noche.
El cortesano nunca había prestado realmente atención a las historias sobre los sobrenaturales, las mujeres que le veían y las cuales se decía que eran inmortales o cambiantes… nunca creyó nada de eso, lo veía como una mera extravagancia o fue de ese modo hasta que ella le abrió completamente la puerta a aquel mundo. Movido por la preocupación y el deseo de pasar más tiempo al lado de ella, abandono su trabajo en el burdel para iniciar un entrenamiento al lado de ella.
Todo parecía ir de manera excelente, gracias a la gran variedad de trabajos que tuvo antes de caer en el burdel resulto aprender de manera correcta todo cuanto ella le mostraba, además de que ambos lentamente se iban acercando más y más; llevándoles a un punto en el que al parecer no existiría retorno para ninguno de los dos y si Ryley se ponía a pensar en eso, la verdad es que no deseaba encontrar el retorno, quería seguir adelante costara lo que costara.
La relación que llevaban, era extraña desde cualquier punto de vista. Existían días en los que no se veían y otros en los que simplemente se veían demasiado, sin mencionar que la casa de Leigh era ya un sitio en el cual se sentía comido, lo suficiente como para llegar a altas horas para verla y bueno quedarse con ella, siempre alejandose de la mansión antes de que las personas comenzaran a hablar de ella. Eso era algo que él tenía sumamente claro, que no quería que nadie dijese nada de ella pues Leigh era sencillamente la mujer que amaba, aunque no se lo dijera nunca pero siempre intentara demostrarlo.
Aquel día había sido como cualquier otro, había pasado la mañana arreglando sus propios asuntos y yendo de un sitio a otro, algunas veces su hermana le pedía que realizara los pagos de algunas deudas y ese día en particular, había ido a dar por canceladas todas y cada una de ellas. Esa labor le tomo claro, mucho más tiempo del que pensó en un principio y quitaba de sus posibilidades el poder llegar “temprano” a la casa de Leigh. La cazadora era una necesidad peculiar que poseía, sino la veía al menos unas horas al día sentía el pecho vació y unas inevitables ganas de salir a buscarle sin importar donde es que estuviera él o ella.
Una vez que finalizo todos aquellos pagos, dando por finalizadas las deudas fue que con paso presuroso, dirigió sus pasos a la mansión.
Una vez que llegaba al hogar de la cazadora, sus pasos se fueron de largo para la entrada de la servidumbre, esa que estaba abierta siempre para él y que era la mejor opción para no dar paso a especulaciones. Una de las sirvientas que aún estaba despierta le vio y con una sonrisa le dijo que Leigh se encontraba en su habitación, a lo que se limito a agradecer y apresurar nuevamente sus pasos para llegar a la habitación en la que seguramente ella ya dormía.
Su presencia ya parecía normal en la casa, las sirvientas y los que trabajaban allá ya no le miraban con extrañeza y no cuchicheaban acerca de Leigh de hecho, Ryley se atrevía a asegurar que se alegraban de ellos aunque era probable que fueran solo sus ideas.
Abrió cuidadosamente la puerta de aquella habitación en la cual el aroma de Leigh estaba en cada rincón. Cerro la puerta tras de si y espero a que sus ojos se acostumbraran un poco a la oscuridad repentina de aquella habitación, mientras que la luz del exterior del cuarto también desaparecía debido a que la ultima sirvienta, aquella que le había indicado donde estaba Leigh, también se iba a dormir.
Solo cuando sus ojos se acoplaron a la oscuridad fue que se saco lo zapatos para no hacer tanto ruido y se acerco hasta la cama donde la cazadora se encontraba ya, descansando. Le encantaba verla dormir, de esa manera lucía menos sería y mucho más relajada. Sonriendo y sin apartar la mirada de la figura de ella en la cama fue que se introdujo con cuidado entre las sábanas y se acerco a ella.
– Leigh… – le dijo en un susurro mientras que una de sus manos rodeaba la fina cintura de ella y su nariz delineaba aquel cuello – Lamento llegar tarde… – termino por decir al tiempo que besaba su mejilla.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/10/2012
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
"Y todo lo que puedo saborear es este momento
Y todo lo que puedo respirar es tu vida
Porque más tarde o más temprano se terminará
Simplemente no quiero extrañarte esta noche"
Y todo lo que puedo respirar es tu vida
Porque más tarde o más temprano se terminará
Simplemente no quiero extrañarte esta noche"
Goo goo dolls - Iris
El sueño de Leigh se caracterizaba por ser extremadamente liviano. La desconfianza lograba que a veces quedara pasmada ante el menor ruido y los ingresos de Ryley no eran la excepción. No obstante, reaccionaba diferente ahora. Al comienzo se levantaba de la cama cual felino y tomaba cualquier arma que tuviera a mano, dispuesta a defenderse de lo que fuera. Ahora, se limitaba a mantenerse quieta dentro de la cama y meter la mano bajo la almohada en donde dejaba siempre una daga de hoja de plata y mango de cuero que le daba un agarre firme por si necesitaba atacar.
Pero ahí estaba su voz, capaz de aplacar cualquier tormenta en la mente de Leigh a pesar de la firmeza y la extrema masculinidad que ofrecía la misma. Su aroma, era algo a lo que la cazadora no podía evitar ceder y en cuanto eso que anhelaba se hizo real a su lado, dejó la daga en su lugar y deslizó sus dedos hacia la mejilla de él que tan cerca se había puesto de su rostro en ese delicado beso. Definitivamente no había mejor forma para despertar que esas caricias tan dulces que Ryley le ofrecía. La trataba como si fuera a romperse, pero las manos que la acariciaban eran fuertes y firmes y eso lo hacía aún más especial. Ella saboreaba cada momento de esos, ya no se contenía porque lo que sentía era más fuerte por más que no se le notara demasiado.
Desde hace un tiempo, ella deseaba que las entradas de su compañero dejaran su habitual furtividad. Lo que quería era que él pudiera moverse a sus anchas por aquella casa sin importar lo que se diga ni la hora que sea. Incluso, días atrás en una de sus reuniones, respondió como jamás imaginó a una señora de unos 40 años, viuda y poderosa pero entrometida como ella sola, cuando hizo un comentario sobre él. -Ya veo que ahora las señoritas en vez de casarse prefieren que los cortesanos ingresen a su casa a escondidas. Claro, eso es para que no las vean y puedan seguir fingiendo. ¿No lo crees así, cariño?- dijo claramente dirigiendo la mirada a Leigh -Aunque al menos has contratado uno bueno, a Ryley incluso te lo recomiendo yo- dijo aquella mujer dejando muy claro que sabía todo con detalle y soltó una carcajada en compañía de las otras mujeres con las que tomaba el té acompañado de chismes. -No soy precisamente de los que reciben consejos- replicó Leigh tomando el último trago de café en aquella reunión -Tampoco suelo darlos pero voy a hacer una excepción- dejó la taza en la mesa y la miró con una firmeza tal que casi destellaba la rabia a través de ella -Encárguese de sus asuntos que de los míos me encargo yo. Mi reputación me tiene sin cuidado, Señora, así que descuide, yo veré como manejo mi propia vida. Ahora, si me disculpan...- no hizo ninguna reverencia pero se puso de pie para irse hasta que la vibora habló de nuevo. -Dile al muchacho que puede pasar a mi casa también- y prorrumpió de nuevo en carcajas junto a su séquito y, Leigh que ya iba en la puerta se giró de nuevo. -Veo que no es seguro que usted mantenga su lengua en donde debería. Sin embargo sólo puede tener clara una cosa, él jamás volverá a ser suyo. Tengan buena tarde- y se fue cerrando con fuerza la puerta y partiendo a su casa con toda la ira que le merecía la mujer. No obstante, no dejó de pensar en sus respuestas toda la tarde y, es que claro, jamás se lo hubiera imaginado. Pero ellas tampoco podían imaginar lo mucho que aquél muchacho había cambiado la vida de la cazadora ni tampoco como él había tomado un rumbo diferente. Como era de esperarse, ella no comentó nada, lo creyó lo más prudente y se mantuvo firme en ello.
Casi automáticamente, Leigh se movió y se acercó a él tras sentir su mano en su cintura, se acomodó como buscando refugio en sus brazos, le rodeó el cuello con un brazo y enredó los dedos en el cabello ajeno en forma de caricia. Sus piernas buscaron las suyas para entrelazarlas y permaneció así durante unos minutos sin decir nada, como si sencillamente hubiera hecho todo en un acto reflejo para luego continuar dormida. -Pensé que no vendrías y me acosté temprano...- susurró con tono somnoliento. -¿Tienes hambre?- Preguntó sin poder evitar lo obvio, se preocupaba por él. Acto seguido, su mano bajó de la mejilla de Ryley y fue a parar en la cintura ajena, desde donde se deslizó bajo la camisa para quedarse detenida sobre su piel. -¿Y tu ropa de dormir?- preguntó sin soltarlo ni un momento, como si hiciera preguntas de protocolo pero no quisiera que se levantara de allí. Incluso, su mano se movió de nuevo hacia su espalda y ella se apegó más a él sin abrir todavía los ojos. Se aferraba a él, como si eso fuera lo único que realmente importara y como si no necesitara nada más.
Pero ahí estaba su voz, capaz de aplacar cualquier tormenta en la mente de Leigh a pesar de la firmeza y la extrema masculinidad que ofrecía la misma. Su aroma, era algo a lo que la cazadora no podía evitar ceder y en cuanto eso que anhelaba se hizo real a su lado, dejó la daga en su lugar y deslizó sus dedos hacia la mejilla de él que tan cerca se había puesto de su rostro en ese delicado beso. Definitivamente no había mejor forma para despertar que esas caricias tan dulces que Ryley le ofrecía. La trataba como si fuera a romperse, pero las manos que la acariciaban eran fuertes y firmes y eso lo hacía aún más especial. Ella saboreaba cada momento de esos, ya no se contenía porque lo que sentía era más fuerte por más que no se le notara demasiado.
Desde hace un tiempo, ella deseaba que las entradas de su compañero dejaran su habitual furtividad. Lo que quería era que él pudiera moverse a sus anchas por aquella casa sin importar lo que se diga ni la hora que sea. Incluso, días atrás en una de sus reuniones, respondió como jamás imaginó a una señora de unos 40 años, viuda y poderosa pero entrometida como ella sola, cuando hizo un comentario sobre él. -Ya veo que ahora las señoritas en vez de casarse prefieren que los cortesanos ingresen a su casa a escondidas. Claro, eso es para que no las vean y puedan seguir fingiendo. ¿No lo crees así, cariño?- dijo claramente dirigiendo la mirada a Leigh -Aunque al menos has contratado uno bueno, a Ryley incluso te lo recomiendo yo- dijo aquella mujer dejando muy claro que sabía todo con detalle y soltó una carcajada en compañía de las otras mujeres con las que tomaba el té acompañado de chismes. -No soy precisamente de los que reciben consejos- replicó Leigh tomando el último trago de café en aquella reunión -Tampoco suelo darlos pero voy a hacer una excepción- dejó la taza en la mesa y la miró con una firmeza tal que casi destellaba la rabia a través de ella -Encárguese de sus asuntos que de los míos me encargo yo. Mi reputación me tiene sin cuidado, Señora, así que descuide, yo veré como manejo mi propia vida. Ahora, si me disculpan...- no hizo ninguna reverencia pero se puso de pie para irse hasta que la vibora habló de nuevo. -Dile al muchacho que puede pasar a mi casa también- y prorrumpió de nuevo en carcajas junto a su séquito y, Leigh que ya iba en la puerta se giró de nuevo. -Veo que no es seguro que usted mantenga su lengua en donde debería. Sin embargo sólo puede tener clara una cosa, él jamás volverá a ser suyo. Tengan buena tarde- y se fue cerrando con fuerza la puerta y partiendo a su casa con toda la ira que le merecía la mujer. No obstante, no dejó de pensar en sus respuestas toda la tarde y, es que claro, jamás se lo hubiera imaginado. Pero ellas tampoco podían imaginar lo mucho que aquél muchacho había cambiado la vida de la cazadora ni tampoco como él había tomado un rumbo diferente. Como era de esperarse, ella no comentó nada, lo creyó lo más prudente y se mantuvo firme en ello.
Casi automáticamente, Leigh se movió y se acercó a él tras sentir su mano en su cintura, se acomodó como buscando refugio en sus brazos, le rodeó el cuello con un brazo y enredó los dedos en el cabello ajeno en forma de caricia. Sus piernas buscaron las suyas para entrelazarlas y permaneció así durante unos minutos sin decir nada, como si sencillamente hubiera hecho todo en un acto reflejo para luego continuar dormida. -Pensé que no vendrías y me acosté temprano...- susurró con tono somnoliento. -¿Tienes hambre?- Preguntó sin poder evitar lo obvio, se preocupaba por él. Acto seguido, su mano bajó de la mejilla de Ryley y fue a parar en la cintura ajena, desde donde se deslizó bajo la camisa para quedarse detenida sobre su piel. -¿Y tu ropa de dormir?- preguntó sin soltarlo ni un momento, como si hiciera preguntas de protocolo pero no quisiera que se levantara de allí. Incluso, su mano se movió de nuevo hacia su espalda y ella se apegó más a él sin abrir todavía los ojos. Se aferraba a él, como si eso fuera lo único que realmente importara y como si no necesitara nada más.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
¡Cómo sabría amarte, mujer cómo sabría amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía amarte más. Y todavía amarte más.
Pablo Neruda
No existía nada más que deseara tanto como estar a lado de aquella cazadora, cuidarle e impedir que algo le pasara porque ella estaba significando todo para él. Se hizo camino a base de persistencias en el corazón de esa mujer y por nada del mundo estaba dispuesto a perder ese lugar o dejar que se alejara de su lado.
Durante el tiempo que trabajo como cortesano fue feliz porque era lo que le llenaba, aquello que le daba la motivación para seguir y algo que le parecía divertido e interesante; pero la vida cambiaba de maneras que nunca se saben y para él, llego el cambio en la figura de una mujer como ninguna otra. Todo en ella le parecía perfecto aunque Leigh parecía no creerle mucho los halagos o hacerse la desinteresada en ellos. Esa era otra parte que le fascinaba de ella, que nunca sabía completamente la verdad detrás de aquella mirada intensa.
Ya no tenía la idea ni la intensión de regresar al burdel y eso lo prometio, además se lo decía cada vez que podía a Leigh para que ella no dudara de que lo sentía por ella era completamente real. Solo era necesario que ella diera una palabra, una orden y él haría aquello que pidiera sin titubear ni un segundo.
Cuando Leigh se movió y sus dedos fueron a la mejilla de Ryley, no pudo evitar besar uno de ellos y sonreír. Las primeras veces que había llegado tarde a verla y entraba de esa manera podía notar la tensión en el cuerpo femenino, esa alarma constante que siempre solía ver en ella y que a momentos le parecía que no la dejaba descansar debidamente, pero ahora, existía una gran diferencia a pesar de que continuaba despertando siempre que llegaba él.
Se mantuvo inmóvil simplemente cómodo por la manera en la que se aferraba a él; Ryley paso sus labios por la frente de Leigh suavemente y le beso antes de responder a aquella pregunta.
– Perdí la noción del tiempo en algunos asuntos, de hecho pensé en no venir esta noche pero necesitaba verte – Su necesidad de ella era tanta que esperaba que llegara el día en que pudiera estar a su lado siempre, sin necesidad de entrar a escondidas a aquella casa o de tener que ocultar el amor que sentía por ella, ese deseo que se encendía dentro de él cada vez que sus dedos recorrían la tersa piel de la cazadora y que aquellos labios le llevaban a olvidarse del mundo. Esperaba ese momento con tanto ahínco que nunca se planteo el que no pudiese llegar a pasar nada de aquello.
Aspiro llenandose del aroma de ella y negó ante su pregunta.
– No tengo hambre, además es muy tarde para comer algo y poder dormir aunque – sonrió al sentir el tacto de aquellas delicadas manos sobre su piel – si tus manos siguen desconcentrandome no creo poder dormir en toda la noche – hablo medio en broma, medio en serio. Le era imposible que su cuerpo no reaccionara cada vez que la tenía cerca – La ropa de dormir es un mero accesorio, no quiero usar la ropa de dormir hoy – susurro deslizando una mano hasta la pierna de Leigh – creo incluso que tu ropa de dormir también sobra hoy… ¿no lo crees así? – se movió entonces para buscar los labios de Leigh y besarla, algo de lo que había estado buscando desde el momento en que llegara a esa casa.
Morir y todavía amarte más. Y todavía amarte más.
Pablo Neruda
No existía nada más que deseara tanto como estar a lado de aquella cazadora, cuidarle e impedir que algo le pasara porque ella estaba significando todo para él. Se hizo camino a base de persistencias en el corazón de esa mujer y por nada del mundo estaba dispuesto a perder ese lugar o dejar que se alejara de su lado.
Durante el tiempo que trabajo como cortesano fue feliz porque era lo que le llenaba, aquello que le daba la motivación para seguir y algo que le parecía divertido e interesante; pero la vida cambiaba de maneras que nunca se saben y para él, llego el cambio en la figura de una mujer como ninguna otra. Todo en ella le parecía perfecto aunque Leigh parecía no creerle mucho los halagos o hacerse la desinteresada en ellos. Esa era otra parte que le fascinaba de ella, que nunca sabía completamente la verdad detrás de aquella mirada intensa.
Ya no tenía la idea ni la intensión de regresar al burdel y eso lo prometio, además se lo decía cada vez que podía a Leigh para que ella no dudara de que lo sentía por ella era completamente real. Solo era necesario que ella diera una palabra, una orden y él haría aquello que pidiera sin titubear ni un segundo.
Cuando Leigh se movió y sus dedos fueron a la mejilla de Ryley, no pudo evitar besar uno de ellos y sonreír. Las primeras veces que había llegado tarde a verla y entraba de esa manera podía notar la tensión en el cuerpo femenino, esa alarma constante que siempre solía ver en ella y que a momentos le parecía que no la dejaba descansar debidamente, pero ahora, existía una gran diferencia a pesar de que continuaba despertando siempre que llegaba él.
Se mantuvo inmóvil simplemente cómodo por la manera en la que se aferraba a él; Ryley paso sus labios por la frente de Leigh suavemente y le beso antes de responder a aquella pregunta.
– Perdí la noción del tiempo en algunos asuntos, de hecho pensé en no venir esta noche pero necesitaba verte – Su necesidad de ella era tanta que esperaba que llegara el día en que pudiera estar a su lado siempre, sin necesidad de entrar a escondidas a aquella casa o de tener que ocultar el amor que sentía por ella, ese deseo que se encendía dentro de él cada vez que sus dedos recorrían la tersa piel de la cazadora y que aquellos labios le llevaban a olvidarse del mundo. Esperaba ese momento con tanto ahínco que nunca se planteo el que no pudiese llegar a pasar nada de aquello.
Aspiro llenandose del aroma de ella y negó ante su pregunta.
– No tengo hambre, además es muy tarde para comer algo y poder dormir aunque – sonrió al sentir el tacto de aquellas delicadas manos sobre su piel – si tus manos siguen desconcentrandome no creo poder dormir en toda la noche – hablo medio en broma, medio en serio. Le era imposible que su cuerpo no reaccionara cada vez que la tenía cerca – La ropa de dormir es un mero accesorio, no quiero usar la ropa de dormir hoy – susurro deslizando una mano hasta la pierna de Leigh – creo incluso que tu ropa de dormir también sobra hoy… ¿no lo crees así? – se movió entonces para buscar los labios de Leigh y besarla, algo de lo que había estado buscando desde el momento en que llegara a esa casa.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
"Le miro y llego a la mortal conclusión de que seguiría queriéndole
aunque él olvidase mi nombre."
aunque él olvidase mi nombre."
Antaño sus días eran como una larga agonía estrangulada por el orgullo y la sed de venganza. Se debatía en un silencio lamentable en el que se ahogaba una especie de grito implorador. Sus noches parecían crisis interminables de deseos exasperados, de visiones turbadoras, de atroces torturas físicas y morales, en que un espanto misterioso parecía torturar las raíces más ocultas de su ser. Pero la presencia de ese esforzado amor le había sido aún más fatal, pues no tenía el valor de las renunciaciones definitivas, y se abrazaba a la esperanza de aquella divina alegría que acallaba la violencia de sus emociones y cortaba el vuelo de sus peores pesadillas.
Leigh había florecido entre sus brazos y tanto su corazón como su cuerpo le pertenecían por completo. Había caído el luto de sus pensamientos y habían sido reemplazados por cálidos besos y precisas caricias que volvían a dominarla cada vez que aparecían. La cazadora se quedaba dormida cuando él hacía acto de presencia en la intimidad de su habitación y aparecía la mujer que no quería otra cosa más que tenerlo cerca y que se esforzaba en mantener ocultas las mil cosas secretas que gritaba su corazón. -Estoy cansada de esto- le susurró en cuanto los labios ajenos acariciaron su frente -De los encuentros fortuitos que sólo nos importan a nosotros. Ya no quiero limitar tu presencia- decidió dejándo de lado la reputación de la que la gente hablaba. Si bien no había sido sencillo para Leigh asimilar su pasado, había tomado la determinación de pasarlo por alto para ver más allá de una labor de placer lucrada. Conoció al hombre tras las máscaras y las sábanas y no sin dudas confirmó con temores una entrega total de la que no se arrepentía.-Esto sólo nos importa a nosotros- repitió acariciando por un momento más su mejilla como si no quisiera soltarlo nunca.
Cada palabra de los labios de ese joven de hábiles modales que la sedujeron se le antojaban irresistibles, irrefutables -No tienes que usarla- dijo en modo de aprobación y sus manos llevaron a cabo la confirmación de sus palabras. Soltó un primer botón de su camisa a una sola mano. Lo hacía con la lentitud de quien disfruta de cada instante aunque parecía un movimiento somnoliento. -No vendrás sólo de noche cuando nadie te vea- continuó hablando suave y liberó un segundo botón. -Quédate- soltó el tercero -El tiempo que quieras- liberó un cuarto -Siempre- finalizó y entonces la camisa ya no protegía su pecho. Leigh deslizó la mano en una caricia que partía de su trabajado abdómen hasta sus pectorales fuertes pero no exagerados y continuó a los hombros y a los brazos que adoraba que la sostuvieran y pretendió retirar la camisa por completo.
Todo funcionaba a caricias compartidas; ella por ahora en esa espalda ancha que tanto el gustaba y él en cambio por sus piernas que se acomodaban para entrelazarse con las ajenas como si ese fuera el mejor lugar donde pudieran estar. La mujer levantó apenas el rostro y los labios de Ryley encontraron los suyos primero. La sensación de esos labios carnosos y suaves le recordaron que no prefería otro sabor en el mundo y respondió a sus besos de modo profundo y con una dulzura que no conocían sus palabras, al tiempo que sus manos seguían un camino de caricias en el torso y bajaban para intentar liberar la correa de aquél pantalón que ahora le resultaba por completo incómodo. No necesitó decir más, no quería ahora que sus besos la habían capturado y le quitaban el sueño con gusto y le apagaban los pensamientos de hace un momento con caricias que iban saciando y acrecentando al tiempo los impulsos de su cuerpo. Sin necesidad de pensarlo demasiado, ella sabía que ni un solo átomo de su cuerpo podía serle ajeno al aquél ahora cazador, nada podría ya resistirse a él.
Leigh había florecido entre sus brazos y tanto su corazón como su cuerpo le pertenecían por completo. Había caído el luto de sus pensamientos y habían sido reemplazados por cálidos besos y precisas caricias que volvían a dominarla cada vez que aparecían. La cazadora se quedaba dormida cuando él hacía acto de presencia en la intimidad de su habitación y aparecía la mujer que no quería otra cosa más que tenerlo cerca y que se esforzaba en mantener ocultas las mil cosas secretas que gritaba su corazón. -Estoy cansada de esto- le susurró en cuanto los labios ajenos acariciaron su frente -De los encuentros fortuitos que sólo nos importan a nosotros. Ya no quiero limitar tu presencia- decidió dejándo de lado la reputación de la que la gente hablaba. Si bien no había sido sencillo para Leigh asimilar su pasado, había tomado la determinación de pasarlo por alto para ver más allá de una labor de placer lucrada. Conoció al hombre tras las máscaras y las sábanas y no sin dudas confirmó con temores una entrega total de la que no se arrepentía.-Esto sólo nos importa a nosotros- repitió acariciando por un momento más su mejilla como si no quisiera soltarlo nunca.
Cada palabra de los labios de ese joven de hábiles modales que la sedujeron se le antojaban irresistibles, irrefutables -No tienes que usarla- dijo en modo de aprobación y sus manos llevaron a cabo la confirmación de sus palabras. Soltó un primer botón de su camisa a una sola mano. Lo hacía con la lentitud de quien disfruta de cada instante aunque parecía un movimiento somnoliento. -No vendrás sólo de noche cuando nadie te vea- continuó hablando suave y liberó un segundo botón. -Quédate- soltó el tercero -El tiempo que quieras- liberó un cuarto -Siempre- finalizó y entonces la camisa ya no protegía su pecho. Leigh deslizó la mano en una caricia que partía de su trabajado abdómen hasta sus pectorales fuertes pero no exagerados y continuó a los hombros y a los brazos que adoraba que la sostuvieran y pretendió retirar la camisa por completo.
Todo funcionaba a caricias compartidas; ella por ahora en esa espalda ancha que tanto el gustaba y él en cambio por sus piernas que se acomodaban para entrelazarse con las ajenas como si ese fuera el mejor lugar donde pudieran estar. La mujer levantó apenas el rostro y los labios de Ryley encontraron los suyos primero. La sensación de esos labios carnosos y suaves le recordaron que no prefería otro sabor en el mundo y respondió a sus besos de modo profundo y con una dulzura que no conocían sus palabras, al tiempo que sus manos seguían un camino de caricias en el torso y bajaban para intentar liberar la correa de aquél pantalón que ahora le resultaba por completo incómodo. No necesitó decir más, no quería ahora que sus besos la habían capturado y le quitaban el sueño con gusto y le apagaban los pensamientos de hace un momento con caricias que iban saciando y acrecentando al tiempo los impulsos de su cuerpo. Sin necesidad de pensarlo demasiado, ella sabía que ni un solo átomo de su cuerpo podía serle ajeno al aquél ahora cazador, nada podría ya resistirse a él.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
Estaba destinado a amarla
Nicholas Sparks
Había pensado en un sin fin de ocasiones en como sería cuando llegara el día en que ambos se diesen cuenta de que no podían estar separados por más tiempo. Se hizo un sin fin de teorías y posibles eventos así como diversas situaciones pero nada de aquello le preparo realmente para el preciso momento en que Leigh hablaba de no limitarlo más, aquello significaba aceptar ante el mundo de la relación que ambos tenían y al oír aquello no evito sonreír de manera bastante notoria. La oscuridad en la que se encontraban fue lo que más agradeció, no quería lucir como un tonto con una sonrisa de oreja a oreja ante aquello que a cazadora decía.
– Yo más que nadie estoy cansado de esto Leigh, pero aunque solo nos importe a nosotros no dejara de ser algo que no es bien visto, además, tampoco pienso estar siempre aquí de manera clandestina aunque he de decir que lo clandestino me gusta porque es a tu lado – ella le importaba más que nada, más que nadie en esos momentos. No pensaba rechazar a Leigh y sus ideas, pero si es que deseaba estar con ella y que todo eso que se llevaban entre ellos se volviera más formal la única opción que veía era llevar a la bella cazadora hasta el altar y convertirla en su esposa – solo nos importa a nosotros si, pero quiero que sea serio Leigh… lo más serió y bien visto que se pueda – se dejaba envolver por aquellas caricias; a pesar del tiempo que paso en el burdel, apenas un roce de las manos de Leigh eran suficientes para encender en él aquel deseo que ninguna otra mujer pudo jamás despertar de la manera en la que ella lo hacía.
Como prueba del efecto que ella poseía sobre él fue como salió la idea de negarse al uso de alguna clase de ropa de dormir, esa noche la deseaba como siempre pero como nunca. Es que junto a ella todo era perfecto, cada acto de la cazadora tenía el efecto de una droga sobre él, una de la que no deseaba desprenderse.
Mientras los botones de su camisa eran liberados, aquel deseo de estar siempre a su lado era pronunciado en la oscuridad de la habitación pero no por él, sino por Leigh.
– Leigh me quedare contigo siempre, pero quiero… – las palabras se mantuvieron en sus labios unos segundos que se le antojaron eternos mientras que aquella mujer retiraba por completo su camisa para recorrer con sus finas manos su torso ya desnudo – tu, ¿Te casarías conmigo? Sé bien que no tengo más que ofrecerte que mi amor, mi protección y la promesa de que no te dejare nunca – su mano fue a acariciar la mejilla ajena con devoción, con la necesidad de sentir aquella perfecta piel y saber que era real, no un sueño – solo eso tengo para darte…
Sus caricias iba por aquellas piernas que le encantaba sentir, todo en ella le encantaba. Sus labios se ocupaban por esos momentos de los labios de la cazadora pero parte de él esperaba ya besar aquel cuerpo, cada rincón de su piel y dejar en ella el calor de sus labios, de sus manos; Ryley esperaba que ella fuera completamente suya siempre.
Las manos del ahora cazador fueron subiendo suavemente por aquellas piernas hasta llegar al abdomen de Leigh, durante aquel trayecto, había levantado parte de la ropa de dormir que ella llevaba dejando al descubierto parte del cuerpo ajeno y sonrió al notar las finas manos femeninas sobre él.
– Bueno, me alegra no ser el único que se da cuenta de que la ropa entre nosotros siempre sale sobrando – susurro aquello para terminar besando el cuello de la cazadora, yendo hasta su clavícula y después a su pecho por sobre la fina tela del camisón – eres tan hermosa que algunas veces creo que eres un sueño – pero no, esa era la realidad y para comprobarlo, estaría esa noche, junto con aquellas que pasaron antes.
Nicholas Sparks
Había pensado en un sin fin de ocasiones en como sería cuando llegara el día en que ambos se diesen cuenta de que no podían estar separados por más tiempo. Se hizo un sin fin de teorías y posibles eventos así como diversas situaciones pero nada de aquello le preparo realmente para el preciso momento en que Leigh hablaba de no limitarlo más, aquello significaba aceptar ante el mundo de la relación que ambos tenían y al oír aquello no evito sonreír de manera bastante notoria. La oscuridad en la que se encontraban fue lo que más agradeció, no quería lucir como un tonto con una sonrisa de oreja a oreja ante aquello que a cazadora decía.
– Yo más que nadie estoy cansado de esto Leigh, pero aunque solo nos importe a nosotros no dejara de ser algo que no es bien visto, además, tampoco pienso estar siempre aquí de manera clandestina aunque he de decir que lo clandestino me gusta porque es a tu lado – ella le importaba más que nada, más que nadie en esos momentos. No pensaba rechazar a Leigh y sus ideas, pero si es que deseaba estar con ella y que todo eso que se llevaban entre ellos se volviera más formal la única opción que veía era llevar a la bella cazadora hasta el altar y convertirla en su esposa – solo nos importa a nosotros si, pero quiero que sea serio Leigh… lo más serió y bien visto que se pueda – se dejaba envolver por aquellas caricias; a pesar del tiempo que paso en el burdel, apenas un roce de las manos de Leigh eran suficientes para encender en él aquel deseo que ninguna otra mujer pudo jamás despertar de la manera en la que ella lo hacía.
Como prueba del efecto que ella poseía sobre él fue como salió la idea de negarse al uso de alguna clase de ropa de dormir, esa noche la deseaba como siempre pero como nunca. Es que junto a ella todo era perfecto, cada acto de la cazadora tenía el efecto de una droga sobre él, una de la que no deseaba desprenderse.
Mientras los botones de su camisa eran liberados, aquel deseo de estar siempre a su lado era pronunciado en la oscuridad de la habitación pero no por él, sino por Leigh.
– Leigh me quedare contigo siempre, pero quiero… – las palabras se mantuvieron en sus labios unos segundos que se le antojaron eternos mientras que aquella mujer retiraba por completo su camisa para recorrer con sus finas manos su torso ya desnudo – tu, ¿Te casarías conmigo? Sé bien que no tengo más que ofrecerte que mi amor, mi protección y la promesa de que no te dejare nunca – su mano fue a acariciar la mejilla ajena con devoción, con la necesidad de sentir aquella perfecta piel y saber que era real, no un sueño – solo eso tengo para darte…
Sus caricias iba por aquellas piernas que le encantaba sentir, todo en ella le encantaba. Sus labios se ocupaban por esos momentos de los labios de la cazadora pero parte de él esperaba ya besar aquel cuerpo, cada rincón de su piel y dejar en ella el calor de sus labios, de sus manos; Ryley esperaba que ella fuera completamente suya siempre.
Las manos del ahora cazador fueron subiendo suavemente por aquellas piernas hasta llegar al abdomen de Leigh, durante aquel trayecto, había levantado parte de la ropa de dormir que ella llevaba dejando al descubierto parte del cuerpo ajeno y sonrió al notar las finas manos femeninas sobre él.
– Bueno, me alegra no ser el único que se da cuenta de que la ropa entre nosotros siempre sale sobrando – susurro aquello para terminar besando el cuello de la cazadora, yendo hasta su clavícula y después a su pecho por sobre la fina tela del camisón – eres tan hermosa que algunas veces creo que eres un sueño – pero no, esa era la realidad y para comprobarlo, estaría esa noche, junto con aquellas que pasaron antes.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
"Le decían que siempre debía tener la cabeza en su sitio.
Entonces la apoyó en su pecho."
Entonces la apoyó en su pecho."
Ryley estaba más allá del bien y del mal. El amor y la devoción que le profesaba ella, también. Era por eso que ya no le importaba nada más, y menos cuando se trataba de las opiniones de terceros. -Todos están ciegos. Ven y llaman bueno a lo malo y a lo malo bueno.- suspiró -Prefiero encontrarte aquí en las mañanas a que ingreses clandestino. Me gusta que me sorprendan tus llegadas, pero quiero que desayunemos juntos en pijama y que hagamos lo que se nos antoje de nuestra vida, durante todo el día.- "durante toda la vida" pensó. Un pequeño beso fue a parar en el mentón de Ryley. Leigh anhelaba más que eso, pero era su manera de resumir que no quería estar con la incertidumbre de si lo vería o no cada noche. Expresaba con aquello que quería que él se moviera como dueño y señor de la casa y de su vida; de sus tiempos; de cada pequeño momento.
-Yo te digo todo en serio. Cada cosa que te digo lo es. Pero ¿Para qué preocuparnos como lo ven ellos?- lo besó de nuevo, como si intentara apaciguar cualquier dejo de preocupación en él con respecto a la visión social de su situación. Pero a su modo, cada uno tenía sus miedos. Él, de como veían todos aquello y, ella, de modo más privado temía siempre los momentos sobre el lecho; esos en los que ella carecía de experiencia a diferencia de él. Jamás le dijo nada, pero en el fondo de su corazón lo sentía siempre que lo acariciaba y las manos de Ryley se posaban sobre su cuerpo transformandola por completo. Ella iba siendo formada a su antojo, era como una vasija de barro que el alfarero va moldeando a su gusto. Encajaba con su cuerpo de tal modo que creía que no podría jamás encajar con nadie más. Sus silencios pesaban, pero las palabras de Ryley le calmaban los miedos, las angustias, los odios...
"Siempre" esa sola palabra hizo eco en Leigh y el "Pero" seguido del silencio le resultó amenazante, en cierto modo aterrador como suele suceder siempre que aparece un "pero". No obstante, no era lo que ella creía. Se quedó muda, inmóvil, con ganas de llorar o incluso de sonreírse por más que ella jamás lo hacía. -No necesito más...- pudo hablar por fin luego de hacer de su silencio otro que pareció también eterno. El corazón le latio de prisa, sintio que el pulso perdía su control y se apegó más a él, como si no pudiera hacer más. -¿Nunca? ¿Dices todo en serio? Porque no puedo decirte que no. No hay nada de mí que pueda negarte- el nudo en la garganta se hizo tan fuerte que no pudo evitar que los ojos se llenaran de unas pocas lágrimas que se le deslizaron por las mejillas. Ahí estaba ella, sensible a todo él como jamás hubiera parecido o creído.
¿Cuándo imaginó ella algo así? nunca, ni en sus sueños más solitarios anheló una compañía tan diferente a ella acunandole la vida. Sus manos mostraban con agilidad sus deseos y la ropa ajena le incomodaba tanto que terminó de retirar el pantalón de Ryley para poder sentir por fin su piel y acariciarla con la suya propia. Se ayudó con sus piernas que iban entre caricias dejándo a su compañero desnudo y en extremo hermoso. La noche, por demás fría, se le antojaba para acallarla con la tibieza del amor que le sentía a aquél hombre que acariciaba su cuerpo y le besaba con apasionante dulzura. La piel se le erizó cuando los labios ajenos se posaron en su cuello y bajaron al pecho apenas cubierto por la seda de su pijama. Ella en cambio lo abrazaba mientras cedía a él, le enredaba las manos en los rubios cabellos y contenía la respiración en cada beso -Sólo no dejes que nos despertemos nunca...- le susurró al oído.
Cuando creía que todo iba bien, que todo era felicidad, cuando ya no lo esperaba y creía que tenía todo un camino marcado; él había aparecido en la situación más rara e inesperada. Llegaba para desviarle el cielo y darle un vuelco, poner su mundo patas arriba, excitarle por primera vez el corazón y hacerla temblar y dudar hasta la sonrisa que había perdido. Ryley se llamaba para ella de otra forma, se llamaba Vida.
-Yo te digo todo en serio. Cada cosa que te digo lo es. Pero ¿Para qué preocuparnos como lo ven ellos?- lo besó de nuevo, como si intentara apaciguar cualquier dejo de preocupación en él con respecto a la visión social de su situación. Pero a su modo, cada uno tenía sus miedos. Él, de como veían todos aquello y, ella, de modo más privado temía siempre los momentos sobre el lecho; esos en los que ella carecía de experiencia a diferencia de él. Jamás le dijo nada, pero en el fondo de su corazón lo sentía siempre que lo acariciaba y las manos de Ryley se posaban sobre su cuerpo transformandola por completo. Ella iba siendo formada a su antojo, era como una vasija de barro que el alfarero va moldeando a su gusto. Encajaba con su cuerpo de tal modo que creía que no podría jamás encajar con nadie más. Sus silencios pesaban, pero las palabras de Ryley le calmaban los miedos, las angustias, los odios...
"Siempre" esa sola palabra hizo eco en Leigh y el "Pero" seguido del silencio le resultó amenazante, en cierto modo aterrador como suele suceder siempre que aparece un "pero". No obstante, no era lo que ella creía. Se quedó muda, inmóvil, con ganas de llorar o incluso de sonreírse por más que ella jamás lo hacía. -No necesito más...- pudo hablar por fin luego de hacer de su silencio otro que pareció también eterno. El corazón le latio de prisa, sintio que el pulso perdía su control y se apegó más a él, como si no pudiera hacer más. -¿Nunca? ¿Dices todo en serio? Porque no puedo decirte que no. No hay nada de mí que pueda negarte- el nudo en la garganta se hizo tan fuerte que no pudo evitar que los ojos se llenaran de unas pocas lágrimas que se le deslizaron por las mejillas. Ahí estaba ella, sensible a todo él como jamás hubiera parecido o creído.
¿Cuándo imaginó ella algo así? nunca, ni en sus sueños más solitarios anheló una compañía tan diferente a ella acunandole la vida. Sus manos mostraban con agilidad sus deseos y la ropa ajena le incomodaba tanto que terminó de retirar el pantalón de Ryley para poder sentir por fin su piel y acariciarla con la suya propia. Se ayudó con sus piernas que iban entre caricias dejándo a su compañero desnudo y en extremo hermoso. La noche, por demás fría, se le antojaba para acallarla con la tibieza del amor que le sentía a aquél hombre que acariciaba su cuerpo y le besaba con apasionante dulzura. La piel se le erizó cuando los labios ajenos se posaron en su cuello y bajaron al pecho apenas cubierto por la seda de su pijama. Ella en cambio lo abrazaba mientras cedía a él, le enredaba las manos en los rubios cabellos y contenía la respiración en cada beso -Sólo no dejes que nos despertemos nunca...- le susurró al oído.
Cuando creía que todo iba bien, que todo era felicidad, cuando ya no lo esperaba y creía que tenía todo un camino marcado; él había aparecido en la situación más rara e inesperada. Llegaba para desviarle el cielo y darle un vuelco, poner su mundo patas arriba, excitarle por primera vez el corazón y hacerla temblar y dudar hasta la sonrisa que había perdido. Ryley se llamaba para ella de otra forma, se llamaba Vida.
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
Los poetas casi siempre describen el amor como un sentimiento
que escapa a nuestro control, que vence a la lógica y al sentido común.
En mi caso, fue exactamente así.
No esperaba enamorarme de ti y dudo mucho de que tú tuvieras previsto enamorarte de mí.
Pero cuando nos conocimos, ninguno de los dos pudo evitarlo.
Nos enamoramos a pesar de nuestras diferencias y, al hacerlo,
creamos un sentimiento singular y maravilloso.
Para mí, fue un amor que sólo puede existir una vez,
y por eso cada minuto que pasamos juntos ha quedado grabado en mi memoria.
Nicholas Sparks
No podía ser más feliz que al estar al lado de Leigh, eso lo había pensado desde las primeras ocasiones que le permitió pasar la noche a su lado. Desde esos momentos que no importo nada más que el otro y la tranquilidad que se brindaban mutuamente, pero escucharle de esa manera tan segura de que no deseaba limitarle, que quería encontrarle ahí por las mañanas, eso le volvía mucho más feliz.
Cada noche que pasaba al lado de ella debió resistir la tentación de permanecer contemplando su rostro hasta que despertara o que abriera los ojos y poder despedirse de ella durante los primeros días en los que conciliar el sueño de manera profunda y segura era complicado para la cazadora.
– Me encantaría poder desayunar a tu lado, que poder besarte sea lo primero que haga al despertar y saber que no eres un sueño que va a desvanecerse – nunca se lo había expresado pero en cierto modo temía que un día al llegar a aquella mansión ella ya no estuviera o que conociéndole fuera de cacería y entonces algo le sucediera, cuando no se encontraba a su lado se volvía inseguro como nunca antes lo había sido. Una sonrisa se dibujo en su rostro y uno de sus dedos delineo la mejilla de Leigh para ir después a aquellos labios que ya le habían besado dos veces – Sabes bien que ellos no me interesan tanto como lo parece, lo que no quiero es que digan cosas de ti, no deseo que al andar por las calles digan que he sido quien ha mancillado el apellido Lezarc – se río bajito – muy a pesar de que al parecer lo he hecho desde el momento en que puse mis ojos en la única mujer que lleva ese apellido.
Leigh era perfecta, era para él su sueño más preciado. Lo más puro y hermoso que sus ojos pudiesen contemplar. En todo momento se le antojaba tenerla cerca, poder besarle y oler aquel aroma que le confundía los sentidos hasta desear solo existir ambos y nada ni nadie más a su alrededor. Las primeras ocasiones que paso las noches a su lado temía por ella, a su lado él era nada más que un hombre que había sido una especie de objeto, alguien a quien solo se visitaba unas horas y nada más que eso; temía entonces terminar con la pureza que se observaba en los ojos de Leigh cada vez que se miraban de manera fija, pero para su fortuna, ella no parecía perderla y por el contrario le parecía más hermosa y mucho más pura que antes.
La quería para él aunque no fuese prudente, aunque no tuviese nada más que ofrecerle que su fidelidad, su compañía y su amor por el resto de sus vidas la quería a su lado. Guiado por ese deseo fue que le pidió que fuera su esposa aunque el silencio que vino después de la pregunta le hizo arrepentirse de haberla formulado e incluso se planteo decir que era una broma, que se había dejado llevar por el momento cuando de los labios de Leigh salió una respuesta que Ryley solo espero recibir en sueños. Aquél “No necesito más” derribo sus miedos y sus inseguridades para suplirlas con la seguridad y la alegría que semejante respuesta producía en él. El ahora cazador sonrió hasta que las mejillas le dolieron y rodeo el cuerpo femenino de manera posesiva.
– De no ser en serio no te lo diría. Quiero que pasemos la vida juntos Leigh y que sigas sin negarme nada porque al igual que tu, yo también son incapaz de decirte que no. Pideme lo que desees y buscare la manera de hacer que cualquiera de tus sueños se cumplan – aún en la oscuridad pudo sentir como la voz de Leigh cambiaba ligeramente, hasta eso había aprendido a notar en ella. Al acercar un poco su nariz a ella sintió las lagrimas y no hizo más que retirarlas a besos.
En aquella habitación no había nada más que una pareja dispuesta a demostrarse el amor que sentían el uno por el otro de la manera más natural que existía en el mundo.
Ryley mordió de manera suave el mentón de Leigh mientras ella terminaba por sacar aquellas ropas que eran el impedimento principal entre ellos; no había mujer capaz de hacerle sentir enloquecer de deseo tal como ella, aunque solo fueran ligeras caricias o besos siempre terminaba por quererla entera y esa noche no era la excepción.
Sonrío ante las palabras de la cazadora y sus manos entraron por debajo de la fina seda que aún cubría la mitad superior del cuerpo femenino y con lentitud avanzaron por su cintura, sus costados y de esa manera fue despojando la figura de Leigh de aquella ropa de dormir que termino por dejar a un lado. La tersa piel le llamaba a gritos y sus labios buscaban sentir cada fragmento de aquella mujer por lo que desde donde antes había estado besando fue que se deslizo por la piel de Leigh. Sus labios pasaron por entre los senos de ella, rozándole de manera lenta para después ir a su abdomen y besarle con devoción mientras que las manos del cazador se deslizaban por sus muslos. Toda ella olía demasiado bien y aunque la cazadora dijera que era por el baño antes de dormir, Ryley sabía que no era del todo cierto, aquel aroma era único pues Leigh lo despedía solo cuando estaban juntos, cuando la tenia de aquella manera.
Vivir o morir, cualquier cosa la aceptaría mientras ella estuviese a su lado, porque si antes nadie aparte de su hermana le había interesado ahora era incapaz de pensarse sin Leigh. Su corazón se mantenía cálido por ella y para ella. Leigh Lezarc era su todo.
que escapa a nuestro control, que vence a la lógica y al sentido común.
En mi caso, fue exactamente así.
No esperaba enamorarme de ti y dudo mucho de que tú tuvieras previsto enamorarte de mí.
Pero cuando nos conocimos, ninguno de los dos pudo evitarlo.
Nos enamoramos a pesar de nuestras diferencias y, al hacerlo,
creamos un sentimiento singular y maravilloso.
Para mí, fue un amor que sólo puede existir una vez,
y por eso cada minuto que pasamos juntos ha quedado grabado en mi memoria.
Nicholas Sparks
No podía ser más feliz que al estar al lado de Leigh, eso lo había pensado desde las primeras ocasiones que le permitió pasar la noche a su lado. Desde esos momentos que no importo nada más que el otro y la tranquilidad que se brindaban mutuamente, pero escucharle de esa manera tan segura de que no deseaba limitarle, que quería encontrarle ahí por las mañanas, eso le volvía mucho más feliz.
Cada noche que pasaba al lado de ella debió resistir la tentación de permanecer contemplando su rostro hasta que despertara o que abriera los ojos y poder despedirse de ella durante los primeros días en los que conciliar el sueño de manera profunda y segura era complicado para la cazadora.
– Me encantaría poder desayunar a tu lado, que poder besarte sea lo primero que haga al despertar y saber que no eres un sueño que va a desvanecerse – nunca se lo había expresado pero en cierto modo temía que un día al llegar a aquella mansión ella ya no estuviera o que conociéndole fuera de cacería y entonces algo le sucediera, cuando no se encontraba a su lado se volvía inseguro como nunca antes lo había sido. Una sonrisa se dibujo en su rostro y uno de sus dedos delineo la mejilla de Leigh para ir después a aquellos labios que ya le habían besado dos veces – Sabes bien que ellos no me interesan tanto como lo parece, lo que no quiero es que digan cosas de ti, no deseo que al andar por las calles digan que he sido quien ha mancillado el apellido Lezarc – se río bajito – muy a pesar de que al parecer lo he hecho desde el momento en que puse mis ojos en la única mujer que lleva ese apellido.
Leigh era perfecta, era para él su sueño más preciado. Lo más puro y hermoso que sus ojos pudiesen contemplar. En todo momento se le antojaba tenerla cerca, poder besarle y oler aquel aroma que le confundía los sentidos hasta desear solo existir ambos y nada ni nadie más a su alrededor. Las primeras ocasiones que paso las noches a su lado temía por ella, a su lado él era nada más que un hombre que había sido una especie de objeto, alguien a quien solo se visitaba unas horas y nada más que eso; temía entonces terminar con la pureza que se observaba en los ojos de Leigh cada vez que se miraban de manera fija, pero para su fortuna, ella no parecía perderla y por el contrario le parecía más hermosa y mucho más pura que antes.
La quería para él aunque no fuese prudente, aunque no tuviese nada más que ofrecerle que su fidelidad, su compañía y su amor por el resto de sus vidas la quería a su lado. Guiado por ese deseo fue que le pidió que fuera su esposa aunque el silencio que vino después de la pregunta le hizo arrepentirse de haberla formulado e incluso se planteo decir que era una broma, que se había dejado llevar por el momento cuando de los labios de Leigh salió una respuesta que Ryley solo espero recibir en sueños. Aquél “No necesito más” derribo sus miedos y sus inseguridades para suplirlas con la seguridad y la alegría que semejante respuesta producía en él. El ahora cazador sonrió hasta que las mejillas le dolieron y rodeo el cuerpo femenino de manera posesiva.
– De no ser en serio no te lo diría. Quiero que pasemos la vida juntos Leigh y que sigas sin negarme nada porque al igual que tu, yo también son incapaz de decirte que no. Pideme lo que desees y buscare la manera de hacer que cualquiera de tus sueños se cumplan – aún en la oscuridad pudo sentir como la voz de Leigh cambiaba ligeramente, hasta eso había aprendido a notar en ella. Al acercar un poco su nariz a ella sintió las lagrimas y no hizo más que retirarlas a besos.
En aquella habitación no había nada más que una pareja dispuesta a demostrarse el amor que sentían el uno por el otro de la manera más natural que existía en el mundo.
Ryley mordió de manera suave el mentón de Leigh mientras ella terminaba por sacar aquellas ropas que eran el impedimento principal entre ellos; no había mujer capaz de hacerle sentir enloquecer de deseo tal como ella, aunque solo fueran ligeras caricias o besos siempre terminaba por quererla entera y esa noche no era la excepción.
Sonrío ante las palabras de la cazadora y sus manos entraron por debajo de la fina seda que aún cubría la mitad superior del cuerpo femenino y con lentitud avanzaron por su cintura, sus costados y de esa manera fue despojando la figura de Leigh de aquella ropa de dormir que termino por dejar a un lado. La tersa piel le llamaba a gritos y sus labios buscaban sentir cada fragmento de aquella mujer por lo que desde donde antes había estado besando fue que se deslizo por la piel de Leigh. Sus labios pasaron por entre los senos de ella, rozándole de manera lenta para después ir a su abdomen y besarle con devoción mientras que las manos del cazador se deslizaban por sus muslos. Toda ella olía demasiado bien y aunque la cazadora dijera que era por el baño antes de dormir, Ryley sabía que no era del todo cierto, aquel aroma era único pues Leigh lo despedía solo cuando estaban juntos, cuando la tenia de aquella manera.
Vivir o morir, cualquier cosa la aceptaría mientras ella estuviese a su lado, porque si antes nadie aparte de su hermana le había interesado ahora era incapaz de pensarse sin Leigh. Su corazón se mantenía cálido por ella y para ella. Leigh Lezarc era su todo.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
"Me tocas en todos los sitios donde poco a poco me vas cambiando la vida"
El nudo en la garganta se sentía gigante, era como si fueran tantas palabras contenidas que ni siquiera supiera como soltarlas y, como si al intentarlo, se le quedaran enredadas en la lengua y al final no dijera nada. -Shhh- le susurró ella sobre los labios y apoyó el dedo índice sobre los ajenos -Si encuentras a un Lezarc que se queje, entonces te diré que tienes la razón. Pero como no hay nadie no más, entonces no has mancillado nada- y así quería que fuera, por eso había usado un argumento que nadie podía rebatir al no tener ningún familiar vivo que pudiera preceder también el apellido. Los demás la tenían sin cuidado, lo repetiría un millón de veces de ser necesario, pero ni siquiera hacía falta, desde muy temprana edad, Leigh mostró una clara aversión a la vida social que la dejaba al margen de cualquier opinión de terceros con respecto a su vida personal. Pero, más que nada, deseaba sacar esa idea de la mente de Ryley. Nadie podía juzgarlo, no tenían derecho de caer en tal hipocrecía porque, si él tenía mala reputación, a ella no le importaba, odiaba que otros lo juzgaran basados en lo que solía ser e incluso estaba dispuesta a mudarse a cualquier parte del mundo si con eso lograba tranquilizarlo a él.
"Pídeme lo que desees" a Leigh le sonó curioso en su mente porque apenas si podía decir pensar algo lógico. Todas sus ideas eran un mero romanticismo en el que jamás imaginó caer y el calor del cuerpo de Ryley la traía de vuelta a la realidad y de nuevo la alejaba y, en ese vaivén, no se sabía en donde prefería estar. -Yo ya tengo lo que quiero y me aferro a la idea que seas lo primero que vea en las mañanas e incluso lo último que contemple cuando cierre por última vez mis ojos- Los besos sobre sus lágrimas casi que provocan más; sencillamente ella no comprendía como es que él podía ser tan especial con ella cuando Leigh ni siquiera le había dedicado jamás ni una sola sonrisa. Sin duda él era paciente, jamás reclamo nada, ni siquiera lo mencionó nunca y por eso ella sabía que le pertenecería a él por encima de cualquier circunstancia. Aunque ¿Sí había notado aquél detalle? tal pregunta no tenía importancia por más que la cazadora se lo cuestionaba a sí misma a veces.
Los labios de Ryley sobre su piel se sentían demasiado bien y su cuerpo reaccionaba instantáneamente. Las ropas ya no eran impedimento entre ellos y ya no quería otra cosa sobre su cuerpo que no fuese él. Una de sus rodillas se elevó al deslizar la pierna hacia arriba y acarició los muslos ajenos por la parte posterior. Con sus brazos pareció aferrar y atraer más a su ahora cazador hacia su cuerpo pretendiendo que se fundieran en uno sólo. Las caricias de su boca en el abdomen lograron que se estremeciera y que cuello se tendiera hacia atrás mientras se mordía los labios. A ese punto no sabía en qué lugar prefería tenerlo, si sobre su boca o recorriendo su cuerpo que lo anhelaba cada momento más y que él parecía preparar en modo ascendente. Realmente él sabía lo que hacía, de eso no cabía le menor duda y, con todo eso le demostraba cuanto la conocía.
Los temores se iban a punta de besos tal como había sucedido con las lágrimas. De modo extraño, deseaba que algo de luz se colara por el pequeño espacio que había entre las cortinas, tan sólo para poder verle un poco. Cada uno, a su modo, era otro en la intimidad y cada gesto de Ryley para aquellos momentos, lograba llevarla a un punto más alto a la hora de entregarse a él. Definitivamente le amaba y además de ello, le deseaba. Sentía por su parte la fuerza de sus brazos y ver como se movía su cuerpo tan superior al de ella le podía sobre los impulsos, sobre las ganas de repetir esos momentos de por vida y darse a él de nuevo una y otra y otra vez. El rostro firme y seductor que le entregaba en los momentos de mostrarse amante eran algo que perduraba en su mente y con lo que incluso se ponía nerviosa cada vez que lo traía a memoria y volvía a anhelarlo de nuevo. Esos ojos tan serenos y tan seguros sobre su cuerpo le ratificaban la decisión que tomó sin necesidad de pensar nada y de nuevo la idea de tenerlo cada vez que quisiera le llenó el corazón de una particular alegría. Ya no habrían fugas, ni partidas, ya no tendría que volver a irse de una cama para pasar a otra, aunque fueran sólo la de Leigh y la suya. Ya sólo uno sería su lecho y en esa medida, ella haría lo posible para retribuirle con su vida cada cosa que él hacía.
"Pídeme lo que desees" a Leigh le sonó curioso en su mente porque apenas si podía decir pensar algo lógico. Todas sus ideas eran un mero romanticismo en el que jamás imaginó caer y el calor del cuerpo de Ryley la traía de vuelta a la realidad y de nuevo la alejaba y, en ese vaivén, no se sabía en donde prefería estar. -Yo ya tengo lo que quiero y me aferro a la idea que seas lo primero que vea en las mañanas e incluso lo último que contemple cuando cierre por última vez mis ojos- Los besos sobre sus lágrimas casi que provocan más; sencillamente ella no comprendía como es que él podía ser tan especial con ella cuando Leigh ni siquiera le había dedicado jamás ni una sola sonrisa. Sin duda él era paciente, jamás reclamo nada, ni siquiera lo mencionó nunca y por eso ella sabía que le pertenecería a él por encima de cualquier circunstancia. Aunque ¿Sí había notado aquél detalle? tal pregunta no tenía importancia por más que la cazadora se lo cuestionaba a sí misma a veces.
Los labios de Ryley sobre su piel se sentían demasiado bien y su cuerpo reaccionaba instantáneamente. Las ropas ya no eran impedimento entre ellos y ya no quería otra cosa sobre su cuerpo que no fuese él. Una de sus rodillas se elevó al deslizar la pierna hacia arriba y acarició los muslos ajenos por la parte posterior. Con sus brazos pareció aferrar y atraer más a su ahora cazador hacia su cuerpo pretendiendo que se fundieran en uno sólo. Las caricias de su boca en el abdomen lograron que se estremeciera y que cuello se tendiera hacia atrás mientras se mordía los labios. A ese punto no sabía en qué lugar prefería tenerlo, si sobre su boca o recorriendo su cuerpo que lo anhelaba cada momento más y que él parecía preparar en modo ascendente. Realmente él sabía lo que hacía, de eso no cabía le menor duda y, con todo eso le demostraba cuanto la conocía.
Los temores se iban a punta de besos tal como había sucedido con las lágrimas. De modo extraño, deseaba que algo de luz se colara por el pequeño espacio que había entre las cortinas, tan sólo para poder verle un poco. Cada uno, a su modo, era otro en la intimidad y cada gesto de Ryley para aquellos momentos, lograba llevarla a un punto más alto a la hora de entregarse a él. Definitivamente le amaba y además de ello, le deseaba. Sentía por su parte la fuerza de sus brazos y ver como se movía su cuerpo tan superior al de ella le podía sobre los impulsos, sobre las ganas de repetir esos momentos de por vida y darse a él de nuevo una y otra y otra vez. El rostro firme y seductor que le entregaba en los momentos de mostrarse amante eran algo que perduraba en su mente y con lo que incluso se ponía nerviosa cada vez que lo traía a memoria y volvía a anhelarlo de nuevo. Esos ojos tan serenos y tan seguros sobre su cuerpo le ratificaban la decisión que tomó sin necesidad de pensar nada y de nuevo la idea de tenerlo cada vez que quisiera le llenó el corazón de una particular alegría. Ya no habrían fugas, ni partidas, ya no tendría que volver a irse de una cama para pasar a otra, aunque fueran sólo la de Leigh y la suya. Ya sólo uno sería su lecho y en esa medida, ella haría lo posible para retribuirle con su vida cada cosa que él hacía.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
Siempre te querré, y ahora estoy preparado para demostrarte mi amor por ti.
Matthew Quick
No dijo nada para invalidar aquel argumento que ella daba. Leigh era, bien sabía él, la única que llevaba aquel apellido y también sabía que ella no se quejaría de todo aquello, la seguridad en sus palabras se lo garantizaban.
Le tranquilizaba conocer la seguridad de Leigh ante la situación que atravesaban, no era una relación sencilla la que llevaban y aunque en realidad ninguna relación era sencilla, la suya tenía algunos puntos especiales que era necesario tomar en cuenta. Lo mejor era que esas cosas se hablaran luego; la atención de Ryley se estaba desviando a otros asuntos menos importantes tal vez, pero mucho más placenteros para ambos.
La cercanía del cuerpo femenino y la delicadeza con la que Leigh se movía de vez en cuando, despertaban sus lados más instintivo. Se contenía lo más que podía aunque sus manos recorrían la piel libre del cuerpo de la cazadora y de vez en cuando, en los momentos que sus dedos se encontraban con las telas, a pesar de ser finas, las maldecía. Deseaba sentir la tersa piel de Leigh, recorrerle el cuerpo entero y reclamarle como suya.
– Si es eso lo que quieres, me asegurare de que así sea. No me apartare de tu lado a menos que sea lo que me pidas, pero siempre que lo quieras, estaré a tu lado – frunció el ceño aprovechando que la oscuridad cubría un poco de la molestia que las palabras “última vez” generaban en su interior – No digas esas cosas, que cuando tus ojos se cierren por ultima vez, los míos les harán compañía – creía que estaba de sobra decir todo aquello, pero ante las palabras de la cazadora, debía decirlo. El mundo sin ella le parecía insostenible, ni siquiera era capaz de imaginarle muerta. Sin ella en aquel mundo el suyo se derrumbaría irremediablemente – pero no pensemos en eso, no quiero pensar en eso cuando estas tan cerca de mi Leigh – beso su cuello una y otra vez, siendo demasiado insistente en algunas ocasiones pero no deseaba pensar en destinos trágicos cuando entre sus brazos se encontraba ella.
La idea de contenerse lo más que pudiera se esfumo con rapidez, esas ideas se alejaban cada vez más veloces de sus pensamientos y la resistencia que antes tenía para con ella era prácticamente nula. La pierna de Leigh y su cuerpo entero le reclamo que no se encontraba lo suficientemente cerca, a lo que respondió con una sonrisa que no fue vista por ella.
Buscaba una manera de que su piel se quedara impregnada de ella y que la de la cazadora se quedara con su esencia, con la sensación de que sus dedos la recorrían no solo esa noche, no solo las siguientes sino que deseaba que cuando pensara en él su cuerpo le evocara de todas maneras posibles. Podía notar como pese a que ya no existía prenda alguna sobre su cuerpo, la sensación de calor se extendía por todo su ser. Ese calor era generado por ella y solo podía desaparecer cuando sus cuerpos se fundieran en el acto tan intimo como pasional que se estaba gestando en esos instantes. La excitación que sentía en aquellos momentos era demasiado obvia, su cuerpo había reaccionado a la cercanía de Leigh pero no la tomaría tan rápido, quería disfrutarla antes, siempre lo haría.
Desde hacía algo de tiempo ella era la única que sentía sus caricias y él, aunque nunca lo dijo, prometido en secreto que cada una de sus caricias y sus deseos serian únicamente por y para ella. Para muestra, bastaban esos momentos en los que ahora se hallaban sumidos.
Sus labios estaban tratando de llevarse la esencia de Leigh para guardarla en ellos. Una de sus manos aprisiono con deseo uno de los senos de Leigh, sus dedos lo exploraron como si fuera la primera vez que la tocaba y su cuerpo se sitúo con posesividad sobre ella al tiempo que sus labios devoraban con necesidad los labios ajenos, lo hizo hasta que el aire pareció agotarse en aquella habitación y debió separarse de ella unos segundos. Perderse en el cuerpo de Leigh era la cosa más maravillosa y natural que le sucedía.
– ¿Te he dicho lo hermosa que eres? – susurro en el oído ajeno y liberando el agarre de sus dedos sobre el pezón que en esos momentos manipulaba suavemente, llevo su mano al muslo de Leigh, específicamente a la parte interior donde se encontraba más cerca de la femineidad de ella.
Matthew Quick
No dijo nada para invalidar aquel argumento que ella daba. Leigh era, bien sabía él, la única que llevaba aquel apellido y también sabía que ella no se quejaría de todo aquello, la seguridad en sus palabras se lo garantizaban.
Le tranquilizaba conocer la seguridad de Leigh ante la situación que atravesaban, no era una relación sencilla la que llevaban y aunque en realidad ninguna relación era sencilla, la suya tenía algunos puntos especiales que era necesario tomar en cuenta. Lo mejor era que esas cosas se hablaran luego; la atención de Ryley se estaba desviando a otros asuntos menos importantes tal vez, pero mucho más placenteros para ambos.
La cercanía del cuerpo femenino y la delicadeza con la que Leigh se movía de vez en cuando, despertaban sus lados más instintivo. Se contenía lo más que podía aunque sus manos recorrían la piel libre del cuerpo de la cazadora y de vez en cuando, en los momentos que sus dedos se encontraban con las telas, a pesar de ser finas, las maldecía. Deseaba sentir la tersa piel de Leigh, recorrerle el cuerpo entero y reclamarle como suya.
– Si es eso lo que quieres, me asegurare de que así sea. No me apartare de tu lado a menos que sea lo que me pidas, pero siempre que lo quieras, estaré a tu lado – frunció el ceño aprovechando que la oscuridad cubría un poco de la molestia que las palabras “última vez” generaban en su interior – No digas esas cosas, que cuando tus ojos se cierren por ultima vez, los míos les harán compañía – creía que estaba de sobra decir todo aquello, pero ante las palabras de la cazadora, debía decirlo. El mundo sin ella le parecía insostenible, ni siquiera era capaz de imaginarle muerta. Sin ella en aquel mundo el suyo se derrumbaría irremediablemente – pero no pensemos en eso, no quiero pensar en eso cuando estas tan cerca de mi Leigh – beso su cuello una y otra vez, siendo demasiado insistente en algunas ocasiones pero no deseaba pensar en destinos trágicos cuando entre sus brazos se encontraba ella.
La idea de contenerse lo más que pudiera se esfumo con rapidez, esas ideas se alejaban cada vez más veloces de sus pensamientos y la resistencia que antes tenía para con ella era prácticamente nula. La pierna de Leigh y su cuerpo entero le reclamo que no se encontraba lo suficientemente cerca, a lo que respondió con una sonrisa que no fue vista por ella.
Buscaba una manera de que su piel se quedara impregnada de ella y que la de la cazadora se quedara con su esencia, con la sensación de que sus dedos la recorrían no solo esa noche, no solo las siguientes sino que deseaba que cuando pensara en él su cuerpo le evocara de todas maneras posibles. Podía notar como pese a que ya no existía prenda alguna sobre su cuerpo, la sensación de calor se extendía por todo su ser. Ese calor era generado por ella y solo podía desaparecer cuando sus cuerpos se fundieran en el acto tan intimo como pasional que se estaba gestando en esos instantes. La excitación que sentía en aquellos momentos era demasiado obvia, su cuerpo había reaccionado a la cercanía de Leigh pero no la tomaría tan rápido, quería disfrutarla antes, siempre lo haría.
Desde hacía algo de tiempo ella era la única que sentía sus caricias y él, aunque nunca lo dijo, prometido en secreto que cada una de sus caricias y sus deseos serian únicamente por y para ella. Para muestra, bastaban esos momentos en los que ahora se hallaban sumidos.
Sus labios estaban tratando de llevarse la esencia de Leigh para guardarla en ellos. Una de sus manos aprisiono con deseo uno de los senos de Leigh, sus dedos lo exploraron como si fuera la primera vez que la tocaba y su cuerpo se sitúo con posesividad sobre ella al tiempo que sus labios devoraban con necesidad los labios ajenos, lo hizo hasta que el aire pareció agotarse en aquella habitación y debió separarse de ella unos segundos. Perderse en el cuerpo de Leigh era la cosa más maravillosa y natural que le sucedía.
– ¿Te he dicho lo hermosa que eres? – susurro en el oído ajeno y liberando el agarre de sus dedos sobre el pezón que en esos momentos manipulaba suavemente, llevo su mano al muslo de Leigh, específicamente a la parte interior donde se encontraba más cerca de la femineidad de ella.
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
"De repente aparece alguien que no esperas, y te hace confiar sin límites.
Sin razón, pero sabes que puedes."
Sin razón, pero sabes que puedes."
Ambos parecían dispuestos a decir ‘Sí’ en cada deseo del otro. Se acoplaban, se llenaban mutuamente y se complementaban no sólo física sino también emocionalmente. Ryley parecía la respuesta a las oraciones que nunca hizo la cazadora pero que su corazón necesitaba, y en esa medida estaba más que segura que no lo dejaría ir nunca. Después de él, nadie.
En medio de esa oscuridad ella intentaba mirarlo largamente, recorrerle con la vista el cuerpo desnudo de la cabeza a los pies, como estudiándole los lunares y hasta los poros. –No te cambiaría nada- susurró de pronto entre sus brazos con sinceridad mientras que su cuerpo se sentía temblar como si cada vez con él fuese la primera. Pero quería más veces a su lado, siendo uno sólo en todo el sentido de la palabra. El deseo le recorría el cuerpo, pero el amor que le sentía era mil veces más grande. Aunque, a decir verdad, Leigh sentía que en esos momentos la pasión de su corazón y de su cuerpo se fusionaban de tal modo que le era imposible poder pensar en otra cosa teniéndolo a él de ese modo, cubriéndole el cuerpo y llenándolo de caricias y del recorrido que dejaban sus cálidos besos. –Espero que sea cuando tengamos el cuerpo lleno de arrugas- finalizó aquella dramática mini charla que poco cabía en el momento pero que hablaba mucho de lo que sentían ambos.
Con ambas manos en las mejillas de Ryley buscó su boca y la besó con la dependencia que le generaba. Aquel par de labios carnosos siempre le habían resultado intrigantes y el placer de sus besos era algo a lo que no podía negarse. Eran atractivos como su poseedor, seductores, complacientes al punto de no desear nada más sobre su boca ni aunque muriese de hambre. Provocadores al punto de llevarla a reclamarlos vez tras vez mientras él la cubría con su propio cuerpo y lo hacía temblar tan sólo al sentir su masculinidad rozarle las piernas al acomodarse. Aquello la ponía más que nerviosa pero le gustaba esa ansiedad que le generaba la firmeza del mismo. Su abdomen se sentía contraído y la respiración se le agitaba poco a poco en cada beso, más aún cuando su mano firme pero precisa y con la suavidad acostumbrada, se posicionó sobre uno de sus senos. Sus pezones se endurecieron en una clara respuesta y ese cosquilleo producto de la caricia lo sintió hasta en la garganta. Abrió las piernas para que él se acomodara en ella y sintió de nuevo cómo le acariciaba con su cuerpo los sensibles pliegues de su feminidad. Su cuerpo se comportaba como si sencillamente lo esperara y fuera ese su modo natural de estar, de aguardar para ser llena de la pasión del hombre al que amaba y que a pesar del tiempo siempre lograba ponerla nerviosa.
-Te amo, como no pensé hacerlo nunca- confesó en un susurró, nerviosa y entre los labios que pronto no pudieron decir nada más, producto del cambio que tuvo él al seguir explorándole el cuerpo. Su mano que antes atrapaba uno de sus senos fue a parar al centro de su femineidad y un evidente jadeo se le escapó de los labios al tiempo que tensionaba apenas su espalda. Apoyó las manos sobre sus hombros, entrecerró los ojos instintivamente y sintió sonrojarse apenas el tacto ajeno le acarició aquella zona sensible que en respuesta a ello se humedecía y sentía palpitar como si reclamara más de aquello. Su cuerpo se preparaba, él sabía cómo hacerlo. Era seguro que si seguía acariciándola así pronto empezaría a retorcerse y a anhelarlo con mayor necesidad. El corazón se le iba desbocando, la respiración entrecortando y el deseo acrecentándose hasta dejar de lado la razón para entregarse a él. –Ryley…- lo llamó suavemente y se mordió los labios mientras buscaba con más necesidad los ajenos y subía sus manos para enredarlas en los rubios cabellos del hombre que la iba enloqueciendo y al que se entregaba tan dócilmente como ella lo hacía.
La cazadora entreabrió los labios intentando decir algo, pero no fue capaz. Empezaba a preguntarse como sería capaz de mantener la cordura mientras el placer empezaba a seducirle e inundarle los sentidos haciéndole perder la razón y la conciencia. -Hazme como tú quieras, como necesites que sea- le dijo con necesidad, pretendiendo ser formada para su placer, para aprender a complacerlo como él necesitaba y como ella no sabía. En algún momento, una vocecilla en su interior le dijo que ella estaba tomando de él más de lo que había pretendido darle, pero no podía contenerse. Quería darle más y quería tomar más de él. Leigh sintió que siempre había deseado aquello, aunque nunca antes había buscado el modo de hacérselo saber como sí pasaba ahora.
En medio de esa oscuridad ella intentaba mirarlo largamente, recorrerle con la vista el cuerpo desnudo de la cabeza a los pies, como estudiándole los lunares y hasta los poros. –No te cambiaría nada- susurró de pronto entre sus brazos con sinceridad mientras que su cuerpo se sentía temblar como si cada vez con él fuese la primera. Pero quería más veces a su lado, siendo uno sólo en todo el sentido de la palabra. El deseo le recorría el cuerpo, pero el amor que le sentía era mil veces más grande. Aunque, a decir verdad, Leigh sentía que en esos momentos la pasión de su corazón y de su cuerpo se fusionaban de tal modo que le era imposible poder pensar en otra cosa teniéndolo a él de ese modo, cubriéndole el cuerpo y llenándolo de caricias y del recorrido que dejaban sus cálidos besos. –Espero que sea cuando tengamos el cuerpo lleno de arrugas- finalizó aquella dramática mini charla que poco cabía en el momento pero que hablaba mucho de lo que sentían ambos.
Con ambas manos en las mejillas de Ryley buscó su boca y la besó con la dependencia que le generaba. Aquel par de labios carnosos siempre le habían resultado intrigantes y el placer de sus besos era algo a lo que no podía negarse. Eran atractivos como su poseedor, seductores, complacientes al punto de no desear nada más sobre su boca ni aunque muriese de hambre. Provocadores al punto de llevarla a reclamarlos vez tras vez mientras él la cubría con su propio cuerpo y lo hacía temblar tan sólo al sentir su masculinidad rozarle las piernas al acomodarse. Aquello la ponía más que nerviosa pero le gustaba esa ansiedad que le generaba la firmeza del mismo. Su abdomen se sentía contraído y la respiración se le agitaba poco a poco en cada beso, más aún cuando su mano firme pero precisa y con la suavidad acostumbrada, se posicionó sobre uno de sus senos. Sus pezones se endurecieron en una clara respuesta y ese cosquilleo producto de la caricia lo sintió hasta en la garganta. Abrió las piernas para que él se acomodara en ella y sintió de nuevo cómo le acariciaba con su cuerpo los sensibles pliegues de su feminidad. Su cuerpo se comportaba como si sencillamente lo esperara y fuera ese su modo natural de estar, de aguardar para ser llena de la pasión del hombre al que amaba y que a pesar del tiempo siempre lograba ponerla nerviosa.
-Te amo, como no pensé hacerlo nunca- confesó en un susurró, nerviosa y entre los labios que pronto no pudieron decir nada más, producto del cambio que tuvo él al seguir explorándole el cuerpo. Su mano que antes atrapaba uno de sus senos fue a parar al centro de su femineidad y un evidente jadeo se le escapó de los labios al tiempo que tensionaba apenas su espalda. Apoyó las manos sobre sus hombros, entrecerró los ojos instintivamente y sintió sonrojarse apenas el tacto ajeno le acarició aquella zona sensible que en respuesta a ello se humedecía y sentía palpitar como si reclamara más de aquello. Su cuerpo se preparaba, él sabía cómo hacerlo. Era seguro que si seguía acariciándola así pronto empezaría a retorcerse y a anhelarlo con mayor necesidad. El corazón se le iba desbocando, la respiración entrecortando y el deseo acrecentándose hasta dejar de lado la razón para entregarse a él. –Ryley…- lo llamó suavemente y se mordió los labios mientras buscaba con más necesidad los ajenos y subía sus manos para enredarlas en los rubios cabellos del hombre que la iba enloqueciendo y al que se entregaba tan dócilmente como ella lo hacía.
La cazadora entreabrió los labios intentando decir algo, pero no fue capaz. Empezaba a preguntarse como sería capaz de mantener la cordura mientras el placer empezaba a seducirle e inundarle los sentidos haciéndole perder la razón y la conciencia. -Hazme como tú quieras, como necesites que sea- le dijo con necesidad, pretendiendo ser formada para su placer, para aprender a complacerlo como él necesitaba y como ella no sabía. En algún momento, una vocecilla en su interior le dijo que ella estaba tomando de él más de lo que había pretendido darle, pero no podía contenerse. Quería darle más y quería tomar más de él. Leigh sintió que siempre había deseado aquello, aunque nunca antes había buscado el modo de hacérselo saber como sí pasaba ahora.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
Hicieron el amor, hablaron en susurros de sus proyectos y volvieron a hacer el amor.
Ken Follett
Al pensar en aquellos otros cuerpos que alguna vez recorrió no encontró nada atractivo en ninguno de ellos, incluso cuando en ciertos momentos de su vida los vio hermosos, ahora, lo único que agradecía de aquellos cuerpos que no le llamaban más era el haber enseñado a un Ryley más joven como era complacer a una mujer. No podía comparar a Leigh con las anteriores y aún así, fue necesario que se topara con ellas para llegar a ese momento, a ese punto donde en su mente y sus deseos solo se hallaba la cazadora.
– Lo será y dejemos el tema que pronto se me olvidara hasta mi nombre – dijo entre broma y verdad. Hasta recordad cosas como su nombre eran un estorbo ante el cuerpo de Leigh que se amoldaba al suyo como si ambos hubieran nacido exclusivamente para el otro y esa idea le gustaba. Buscaba la profundidad en cada uno de los besos que la cazadora le brindaba porque sus besos eran tan necesarios como el aire que se respira, pero más maravillosos y deliciosos. Se había olvidado él de como eran otros labios, de como eran otros cuerpos, otros hijos y hasta otras sonrisas. Solo la necesitaba a ella y nada más. El cuerpo le ardía y las manos no se le quedaban quietas porque Leigh estaba demasiado cerca, demasiado tentadora como para que no le recorriera el vientre, la cintura y todo cuando pudiera hasta llegar a sus senos, donde sus sentidos no hicieron sino despertar más y una oleada de mayor deseo le ataco el cuerpo entero mientras que el femenino le respondía con la misma intensidad que el suyo propio.
Le fascinaban las reacciones de Leigh, esa manera en que su cuerpo se estremecía bajo el suyo. Lo que más le gustaba era saber que ella estaba de esa manera por él y que probablemente nadie más lograría satisfacerle los deseos como él había aprendido a hacerlo.
– Mi cazadora, mi Leigh – susurro aquellas palabras, tratando de que pese a que eran los únicos en aquel lugar, solo ambos fueran los que escucharan aquello. Le recorrió de regreso el cuerpo, descendiendo por su abdomen hasta llegar entre sus piernas, notando aquel calor que emitía el cuerpo de quien tanto amaba – Yo te amo más que a nada en este mundo – respondió al tiempo que Leigh se tensaba por los roces más privados que le ofrecía Ryley – Amo esta manera en que respondes a mi, amo tus sonrojos, amo tus jadeos – sonrió mientras jugaba con aquel botoncillo sensible entre las piernas de Leigh. Notaba el aumento de la temperatura de ambos pero más que nada notaba la humedad creciente en el interior de la cazadora, esa que le decía sin duda alguna que ella le anhelaba tanto como él mismo a ella. Ryley por si mismo notaba como su cuerpo reclamaba fundirse con ella pues se rozaba contra ella y sentía como su resistencia se iba terminando poco a poco; quería besarla hasta que creyera que los labios se les terminarían entre la pasión; su cuerpo quería yacer exhausto pero satisfecho junto al de Leigh y de esa manera esperar un nuevo día.
– Tu ya eres como necesito que seas y no podría quererte de otra manera, eres perfecta para mi – la mano que mantenía libre la recorría entera, hasta que ambas manos terminaron por recorrer juntas el cuerpo de Leigh hasta poder sujetar firmemente sus manos – Te deseo como nunca nadie podría entender y te amo mucho más – los movimientos, los roces e incluso las palabras se detuvieron durante esos instantes solo para darle tiempo a entrar en ella con seguridad, de una manera lenta mientras que el calor y la humedad de la cazadora le daban la bienvenida como si fuera la primera vez. Un gemido permaneció en su garganta audible únicamente para Leigh que se encontraba tan cerca de él y que era aquella mujer que despertaba en él los más bajos instintos, además de quien decidió sería su esposa.
Ken Follett
Al pensar en aquellos otros cuerpos que alguna vez recorrió no encontró nada atractivo en ninguno de ellos, incluso cuando en ciertos momentos de su vida los vio hermosos, ahora, lo único que agradecía de aquellos cuerpos que no le llamaban más era el haber enseñado a un Ryley más joven como era complacer a una mujer. No podía comparar a Leigh con las anteriores y aún así, fue necesario que se topara con ellas para llegar a ese momento, a ese punto donde en su mente y sus deseos solo se hallaba la cazadora.
– Lo será y dejemos el tema que pronto se me olvidara hasta mi nombre – dijo entre broma y verdad. Hasta recordad cosas como su nombre eran un estorbo ante el cuerpo de Leigh que se amoldaba al suyo como si ambos hubieran nacido exclusivamente para el otro y esa idea le gustaba. Buscaba la profundidad en cada uno de los besos que la cazadora le brindaba porque sus besos eran tan necesarios como el aire que se respira, pero más maravillosos y deliciosos. Se había olvidado él de como eran otros labios, de como eran otros cuerpos, otros hijos y hasta otras sonrisas. Solo la necesitaba a ella y nada más. El cuerpo le ardía y las manos no se le quedaban quietas porque Leigh estaba demasiado cerca, demasiado tentadora como para que no le recorriera el vientre, la cintura y todo cuando pudiera hasta llegar a sus senos, donde sus sentidos no hicieron sino despertar más y una oleada de mayor deseo le ataco el cuerpo entero mientras que el femenino le respondía con la misma intensidad que el suyo propio.
Le fascinaban las reacciones de Leigh, esa manera en que su cuerpo se estremecía bajo el suyo. Lo que más le gustaba era saber que ella estaba de esa manera por él y que probablemente nadie más lograría satisfacerle los deseos como él había aprendido a hacerlo.
– Mi cazadora, mi Leigh – susurro aquellas palabras, tratando de que pese a que eran los únicos en aquel lugar, solo ambos fueran los que escucharan aquello. Le recorrió de regreso el cuerpo, descendiendo por su abdomen hasta llegar entre sus piernas, notando aquel calor que emitía el cuerpo de quien tanto amaba – Yo te amo más que a nada en este mundo – respondió al tiempo que Leigh se tensaba por los roces más privados que le ofrecía Ryley – Amo esta manera en que respondes a mi, amo tus sonrojos, amo tus jadeos – sonrió mientras jugaba con aquel botoncillo sensible entre las piernas de Leigh. Notaba el aumento de la temperatura de ambos pero más que nada notaba la humedad creciente en el interior de la cazadora, esa que le decía sin duda alguna que ella le anhelaba tanto como él mismo a ella. Ryley por si mismo notaba como su cuerpo reclamaba fundirse con ella pues se rozaba contra ella y sentía como su resistencia se iba terminando poco a poco; quería besarla hasta que creyera que los labios se les terminarían entre la pasión; su cuerpo quería yacer exhausto pero satisfecho junto al de Leigh y de esa manera esperar un nuevo día.
– Tu ya eres como necesito que seas y no podría quererte de otra manera, eres perfecta para mi – la mano que mantenía libre la recorría entera, hasta que ambas manos terminaron por recorrer juntas el cuerpo de Leigh hasta poder sujetar firmemente sus manos – Te deseo como nunca nadie podría entender y te amo mucho más – los movimientos, los roces e incluso las palabras se detuvieron durante esos instantes solo para darle tiempo a entrar en ella con seguridad, de una manera lenta mientras que el calor y la humedad de la cazadora le daban la bienvenida como si fuera la primera vez. Un gemido permaneció en su garganta audible únicamente para Leigh que se encontraba tan cerca de él y que era aquella mujer que despertaba en él los más bajos instintos, además de quien decidió sería su esposa.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
"Sería muy tonto no aceptarlo; me aterra perderte,
me aterra el hecho de regresar a esa muerte, a ese vacío de estar sin ti"
me aterra el hecho de regresar a esa muerte, a ese vacío de estar sin ti"
Ryley no sólo le había recorrido el cuerpo, también le había tocado el alma y el corazón. Ella sabía que no podría salir de aquello, que no podría estar más tiempo lejos de él y que sólo quería tenerlo así, tan afianzado a ella sin nada en medio que los separara, ni siquiera algo tan simple como sus propias prendas.
La cazadora se sentía nerviosa y en un acto reflejo se humedeció los labios aunque sin desviar la mirada de Ryley. En su interior veía todo aquello que había soñado y al mismo tiempo no se atrevía a soñar. Lo sabía sincero y también comprendía lo mucho que la deseaba, lo mucho que se deseaban. Sus rostros estaban prácticamente pegados y no había ni un milímetro de espacio entre los cuerpos casi fundidos. Leigh admiró la masculina belleza y supo que él era capaz de interpretar cada uno de sus pensamientos. Jamás podría compartir con alguien tanta intimidad. Sus cuerpos se entrelazaban lentamente para luego separarse y volver a unirse aún más. Las respiraciones de ambos eran entrecortadas y ella sentía que no podía hablar más, pues el corazón le iba a estallar. Sin embargo, no estalló sino que se expandió en cada jadeo, llenándose del calor de la mirada de quien sería su esposo. Ya no podía soportar más el no estar unidos como un solo cuerpo.
Era suya, en eso no se equivocaba el ahora cazador, no cabía la menor duda. Pero Leigh tampoco pudo responder a eso cuando él se encontraba deleitando su entrepierna con las caricias de sus labios. Ella contenía gemidos altos, se mordía los labios y sus manos iban de los cabellos ajenos a las sábanas y viceversa. Aquello la desesperaba pero al punto de continuarlo deseando hasta límites inimaginables. –Ven…- acertó a decirle buscándole el rostro para que se ubicara de nuevo sobre ella. Cuando lo tuvo cerca de nuevo, tomó el rostro de Ryley con la palma ahuecada de la mano, impidiéndole desviar la mirada, aunque no hubiera hecho falta, pues parecía incapaz de apartar los ojos de los suyos. –No te vayas a ir nunca- dijo ella con tono suplicante, como si creyera posible el que él se alejara. No quería repetirle que lo amaba, aunque lo hacía de tal forma que recibiría una bala por él. Le entregaría lo que pidiera, sin importar qué o cómo. Su vida entera parecía estar en manos de aquél hombre al que encontró alguna vez en un callejón justo cuando huía.
Cuando hubo un silencio arrullado por la respiración agitada de ambos, Leigh parpadeó nerviosa y con ansiedad porque sabía que sucedería aquello que anhelaba. Él entraba en ella lentamente y el placer le recorrió toda la columna y bajó hasta su pelvis que se había preparado para él en cada roce. Con eso había derribado ya sus defensas. Un placentero jadeo fue emitido a la par que arqueaba la espalda y cerraba los ojos deseando más. Pero a pesar de cerrar los ojos no pudo ocultarle nada, no cuando sentía el fuerte cuerpo de Ryley acomodarse y su musculoso torso acelerar los ritmos. El oír un gemido por parte de él la excitó aún más y sus piernas abiertas se presionaron contra la cintura ajena diciéndole de ese modo que quería continuar, que lo necesitaba y que no había nada más que deseara en ese momento más que el placer que podían entregarse el uno al otro. Lo único que podía hacer ahora era aferrarse a él, dejar que su cuerpo se moviera libre. Tocarlo, acercarlo más a ella. Apremiarlo para que culminara. La cazadora se sorprendía a veces de la energía que podía salir de su cuerpo cuando lo tenía a él de ese modo, pero la fuerza que emanaba él en cada roce, mirada, embestida y en todo su cuerpo, le robaban completamente la atención de lo que pudiera estar pensando. Y de nuevo, no podía pensar en nada más.
La cazadora se sentía nerviosa y en un acto reflejo se humedeció los labios aunque sin desviar la mirada de Ryley. En su interior veía todo aquello que había soñado y al mismo tiempo no se atrevía a soñar. Lo sabía sincero y también comprendía lo mucho que la deseaba, lo mucho que se deseaban. Sus rostros estaban prácticamente pegados y no había ni un milímetro de espacio entre los cuerpos casi fundidos. Leigh admiró la masculina belleza y supo que él era capaz de interpretar cada uno de sus pensamientos. Jamás podría compartir con alguien tanta intimidad. Sus cuerpos se entrelazaban lentamente para luego separarse y volver a unirse aún más. Las respiraciones de ambos eran entrecortadas y ella sentía que no podía hablar más, pues el corazón le iba a estallar. Sin embargo, no estalló sino que se expandió en cada jadeo, llenándose del calor de la mirada de quien sería su esposo. Ya no podía soportar más el no estar unidos como un solo cuerpo.
Era suya, en eso no se equivocaba el ahora cazador, no cabía la menor duda. Pero Leigh tampoco pudo responder a eso cuando él se encontraba deleitando su entrepierna con las caricias de sus labios. Ella contenía gemidos altos, se mordía los labios y sus manos iban de los cabellos ajenos a las sábanas y viceversa. Aquello la desesperaba pero al punto de continuarlo deseando hasta límites inimaginables. –Ven…- acertó a decirle buscándole el rostro para que se ubicara de nuevo sobre ella. Cuando lo tuvo cerca de nuevo, tomó el rostro de Ryley con la palma ahuecada de la mano, impidiéndole desviar la mirada, aunque no hubiera hecho falta, pues parecía incapaz de apartar los ojos de los suyos. –No te vayas a ir nunca- dijo ella con tono suplicante, como si creyera posible el que él se alejara. No quería repetirle que lo amaba, aunque lo hacía de tal forma que recibiría una bala por él. Le entregaría lo que pidiera, sin importar qué o cómo. Su vida entera parecía estar en manos de aquél hombre al que encontró alguna vez en un callejón justo cuando huía.
Cuando hubo un silencio arrullado por la respiración agitada de ambos, Leigh parpadeó nerviosa y con ansiedad porque sabía que sucedería aquello que anhelaba. Él entraba en ella lentamente y el placer le recorrió toda la columna y bajó hasta su pelvis que se había preparado para él en cada roce. Con eso había derribado ya sus defensas. Un placentero jadeo fue emitido a la par que arqueaba la espalda y cerraba los ojos deseando más. Pero a pesar de cerrar los ojos no pudo ocultarle nada, no cuando sentía el fuerte cuerpo de Ryley acomodarse y su musculoso torso acelerar los ritmos. El oír un gemido por parte de él la excitó aún más y sus piernas abiertas se presionaron contra la cintura ajena diciéndole de ese modo que quería continuar, que lo necesitaba y que no había nada más que deseara en ese momento más que el placer que podían entregarse el uno al otro. Lo único que podía hacer ahora era aferrarse a él, dejar que su cuerpo se moviera libre. Tocarlo, acercarlo más a ella. Apremiarlo para que culminara. La cazadora se sorprendía a veces de la energía que podía salir de su cuerpo cuando lo tenía a él de ese modo, pero la fuerza que emanaba él en cada roce, mirada, embestida y en todo su cuerpo, le robaban completamente la atención de lo que pudiera estar pensando. Y de nuevo, no podía pensar en nada más.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
El más bello de los mares es aquel que no hemos visto.
La más linda criatura todavía no ha nacido.
Nuestros días más hermosos aún no los hemos vivido.
Y lo mejor que tengo que decirte todavía no lo he dicho.
Nazim Hikmet
Todo cuanto habían vivido juntos era nada comparado con el futuro que se veía tan prometedor mientras permanecía a su lado en aquella cama. Lo que vendría prometía ser aún más dulce y perfecto que lo que vivían en esos momentos, aunque Ryley dudara de que existiera un momento más perfecto que ese; no era la dedicación al acto que estaban llevando, no eran las promesas ni las peticiones o cualquier cosa que se pudiera pensar. Para él, era simplemente el hecho de que nunca más tendría a Leigh de esa manera, existirían otras ocasiones, pero como ese momento jamás; su tersa piel, la forma en que el cuerpo femenino se amoldaba perfectamente al suyo rozando cada fragmento de su desnudez con la del ex cortesano.
Cada vez que la miraba o le recorría el cuerpo se preguntaba ¿Cómo era posible que existiera tanta belleza?, ¿Qué hizo para que ambos pudieran estar juntos? Nunca encontraba respuesta a sus preguntas, porque no existía respuesta alguna para algo que simplemente ocurrió y que era lo mejor de la vida de Ryley. Tantos años jurando que viviría por su cuenta y solitario para que con la aparición de aquel par de ojos que le recordaban a los felinos le hipnotizaran, impidiendo de esa manera que deseara alejarse un solo segundo. Iba a permanecer siempre con ella, de eso estaba seguro.
Una sonrisa de satisfacción aparecía a momentos entre sus labios, no quería perder ni un segundo de deleitarse del cuerpo de la cazadora y aún así, era tan fácil perderse en ella que hasta cuando las delicadas manos de Leigh pasaban por sus cabellos buscaba más de eso. Guiado por la voz femenina y aquel cuerpo, se ubico nuevamente sobre ella, mirando de cerca su rostro y cada parte que podía con la poca visibilidad que poseían en aquel cuarto que era solo suyo.
– Eso debería decirlo yo, pero no creo necesario. No puedo dejarte ni quiero hacerlo y por lo que me dices dudo que pienses hacerlo así que, no pienses en eso – le dio un suave beso en los labios, dejando que los suyos sintieran la suave textura de los ajenos, el sabor de Leigh y sus respiraciones tan cercanas, aceleradas ya mezcla del deseo y lo que hasta esos momentos hacían. Ni toda la riqueza que alguna vez pudieran ofrecerle, ni siquiera la promesa de una vida completamente feliz le hubiera llevado a alejarse de la cazadora. No era tonto, sabía que las relaciones solían tener altas y bajas; pero si era todo aquello en compañía de la Lezarc entonces atravesaría cualquier obstáculo. Leigh era su edén.
Entrar en ella era como juntar dos piezas de un rompecabezas que fueron creadas desde un inicio para embonar con la otra, no existía cuerpo alguno que se amoldara al suyo tal como el de su amada cazadora. Tampoco le interesaba comprobar si ese hecho era cien por ciento verdad; Ryley no era como otros hombres que se cansaban rápidamente de una mujer y decidían pasar a otras como quien come una fruta de temporada y después la cambia por la siguiente. Leigh Lezarc era su única fruto, ese que creyó prohibido y que al probar le llevara directo a la perdición, una que le encantaba. Su mano izquierda estaba a un lado de la cabeza de la cazadora, mientras que la derecha recorría con devoción la pierna que se mantenía rodeándole, acercando más ambos cuerpos cuando él creía que eso imposible.
– Te amo tanto – susurró cerca del oído de la cazadora. Su cuerpo siempre se movía de manera propia cuando se encontraban de aquel modo y esta ocasión no era la excepción. El cuerpo de Ryley se apegó tanto el de Leigh como para sentir cada parte de piel ajena. Los pezones endurecidos de Leigh le rozaban el torso ante cada movimiento que realizaba él. Las embestidas que el ex cortesano ejercía sobre Leigh eran inicialmente un movimiento lento, disfrutando de ella, dejando que la temperatura femenina le llevara a instintivamente tener que moverse con más intensidad. Sus labios recorrían el cuello de Leigh, la respiración de ambos parecía cada vez más agitada y la mano que antes recorría aquel cuerpo se detuvo, aferrando de manera posesiva uno de los glúteos de la cazadora. Las palabras salían sobrando en esos momentos, cuando con los movimientos y las respiraciones de ambos sus cuerpos decían todo lo que se necesitaba saber; ambos se amaban y nada en el mundo podría hacer que eso desapareciera.
La más linda criatura todavía no ha nacido.
Nuestros días más hermosos aún no los hemos vivido.
Y lo mejor que tengo que decirte todavía no lo he dicho.
Nazim Hikmet
Todo cuanto habían vivido juntos era nada comparado con el futuro que se veía tan prometedor mientras permanecía a su lado en aquella cama. Lo que vendría prometía ser aún más dulce y perfecto que lo que vivían en esos momentos, aunque Ryley dudara de que existiera un momento más perfecto que ese; no era la dedicación al acto que estaban llevando, no eran las promesas ni las peticiones o cualquier cosa que se pudiera pensar. Para él, era simplemente el hecho de que nunca más tendría a Leigh de esa manera, existirían otras ocasiones, pero como ese momento jamás; su tersa piel, la forma en que el cuerpo femenino se amoldaba perfectamente al suyo rozando cada fragmento de su desnudez con la del ex cortesano.
Cada vez que la miraba o le recorría el cuerpo se preguntaba ¿Cómo era posible que existiera tanta belleza?, ¿Qué hizo para que ambos pudieran estar juntos? Nunca encontraba respuesta a sus preguntas, porque no existía respuesta alguna para algo que simplemente ocurrió y que era lo mejor de la vida de Ryley. Tantos años jurando que viviría por su cuenta y solitario para que con la aparición de aquel par de ojos que le recordaban a los felinos le hipnotizaran, impidiendo de esa manera que deseara alejarse un solo segundo. Iba a permanecer siempre con ella, de eso estaba seguro.
Una sonrisa de satisfacción aparecía a momentos entre sus labios, no quería perder ni un segundo de deleitarse del cuerpo de la cazadora y aún así, era tan fácil perderse en ella que hasta cuando las delicadas manos de Leigh pasaban por sus cabellos buscaba más de eso. Guiado por la voz femenina y aquel cuerpo, se ubico nuevamente sobre ella, mirando de cerca su rostro y cada parte que podía con la poca visibilidad que poseían en aquel cuarto que era solo suyo.
– Eso debería decirlo yo, pero no creo necesario. No puedo dejarte ni quiero hacerlo y por lo que me dices dudo que pienses hacerlo así que, no pienses en eso – le dio un suave beso en los labios, dejando que los suyos sintieran la suave textura de los ajenos, el sabor de Leigh y sus respiraciones tan cercanas, aceleradas ya mezcla del deseo y lo que hasta esos momentos hacían. Ni toda la riqueza que alguna vez pudieran ofrecerle, ni siquiera la promesa de una vida completamente feliz le hubiera llevado a alejarse de la cazadora. No era tonto, sabía que las relaciones solían tener altas y bajas; pero si era todo aquello en compañía de la Lezarc entonces atravesaría cualquier obstáculo. Leigh era su edén.
Entrar en ella era como juntar dos piezas de un rompecabezas que fueron creadas desde un inicio para embonar con la otra, no existía cuerpo alguno que se amoldara al suyo tal como el de su amada cazadora. Tampoco le interesaba comprobar si ese hecho era cien por ciento verdad; Ryley no era como otros hombres que se cansaban rápidamente de una mujer y decidían pasar a otras como quien come una fruta de temporada y después la cambia por la siguiente. Leigh Lezarc era su única fruto, ese que creyó prohibido y que al probar le llevara directo a la perdición, una que le encantaba. Su mano izquierda estaba a un lado de la cabeza de la cazadora, mientras que la derecha recorría con devoción la pierna que se mantenía rodeándole, acercando más ambos cuerpos cuando él creía que eso imposible.
– Te amo tanto – susurró cerca del oído de la cazadora. Su cuerpo siempre se movía de manera propia cuando se encontraban de aquel modo y esta ocasión no era la excepción. El cuerpo de Ryley se apegó tanto el de Leigh como para sentir cada parte de piel ajena. Los pezones endurecidos de Leigh le rozaban el torso ante cada movimiento que realizaba él. Las embestidas que el ex cortesano ejercía sobre Leigh eran inicialmente un movimiento lento, disfrutando de ella, dejando que la temperatura femenina le llevara a instintivamente tener que moverse con más intensidad. Sus labios recorrían el cuello de Leigh, la respiración de ambos parecía cada vez más agitada y la mano que antes recorría aquel cuerpo se detuvo, aferrando de manera posesiva uno de los glúteos de la cazadora. Las palabras salían sobrando en esos momentos, cuando con los movimientos y las respiraciones de ambos sus cuerpos decían todo lo que se necesitaba saber; ambos se amaban y nada en el mundo podría hacer que eso desapareciera.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
"Yo te prometo un para siempre.
Te quedes o no.
Me sigas amando o no.
Yo sé de promesas y de este amor por el que daría la vida"
Te quedes o no.
Me sigas amando o no.
Yo sé de promesas y de este amor por el que daría la vida"
La ternura de la que era capaz Ryley hubiese conmovido a cualquiera. Era dulce en las palabras, en las caricias, en las miradas, en cada gesto y en todo lo que hacía. Era el tipo de hombre que cualquiera querría por ser tan protector pero tan cuidadoso al mismo tiempo. Nada en el mundo lograría que Leigh dejara de amarlo, ni un solo instante. Al menos eso creía ella que no pensaba en causas mayores a la voluntad de ambos.
La cazadora se incorporó apenas y entre jadeos tomó la preciosa boca ajena con sus labios. El beso se prolongó lo que pudo mientras lo abrazaba por los hombros y él entraba en ella una y otra vez de manera lenta, provocándola más y más. –Por favor– se atrevió a decir. Su cuerpo le pedía que fuera más rápido, pero él parecía resistirse y mantenía un ritmo lento, lento y profundo, durante una eternidad que la volvía loca de desesperación y deseo. Era en aquellos momentos donde más sentía que lo amaba. El corazón no paraba de latir a toda velocidad y la textura de la piel de quien sería su esposo le producía placer por sí misma. En esa intimidad era más suya que nunca y más ajena de cualquier cosa en el mundo. Su odio de siempre no tenía lugar, su labor de cacería tampoco y fue cuando comprendió que incluso podía dejarlo todo tan sólo para dedicarse a él. Jamás amaría tanto Leigh Lezarc, en ninguna vida, a ningún otro.
Mantuvo los ojos cerrados y se negaba a abrirlos por miedo a romper el hechizo bajo el que se encontraba, la sublime y deseada sensación que se complementó con el “Te amo” de los labios de su amado –Yo también– le respondió, aunque pareció un suspiro. Leigh se aferró más a Ryley, con las yemas de los dedos presionándole los hombros con una posesión más amorosa que cualquier otra cosa. A eso que hacían jamás se le podría llamar sexo porque no era así de simple. Hacían el amor, con todas las letras y el significado. Con cada entrega y caricia en el cuerpo del otro y en cada beso que parecía jurar permanecer para siempre.
Por un instante creyó que cambiar de lugares sería más provechoso para ella, quizás si se ubicaba arriba podría tener más el control de la situación, pero se negaba, era mejor ser cubierta por el cuerpo ajeno al tiempo que la complacía. De ese modo podía abrazarlo, alcanzarle los labios con facilidad y recorrer con sus manos aquella espalda ancha que tanto le gustaba y esos brazos bien trabajados que la acariciaban y tomaban con la firmeza de un experto en complacer. Pero lo que no expresaba ella en palabras, lo hacía su cuerpo de modo automático. Su entrepierna se humedecía con cada embestida y se contraía al interior para no dejar ir al miembro ajeno. Ella sentía quemarse mientras se le perlaba la piel a causa de la excitación. Sus piernas se cruzaron sobre la cintura de Ryley a modo de necesidad y le daba aún más paso a él para moverse mejor, para seguirla tomando como venía haciendo hasta que la misma velocidad que aumentaba poco a poco los llevara a ambos al climax.
En días anteriores ella se sentía inquieta sobre eso, sobre el resultado de un orgasmo tal que no le diera tiempo a Ryley de salir de ella y culminar afuera. Temía porque absurdamente creía que él se podía ir, aunque nada le hubiera molestado tener algo de él por más que se fuera. Quizás algo no era palabra indicada, era más bien alguien. Sin embargo el temor se había ido, si pasaba o no, no importaba, lo tendría a él, eso significaba su compromiso. Como era de esperarse, no iba a mencionarle nada de aquello, ni siquiera se había tocado el tema y ella no pensaba hacerlo a menos que él mismo tomara la decisión. Aparto aquello de su mente, no podía pensar mucho en ningún tema teniéndolo a él tomandola una y otra vez llevándola a alcanzar su única definición de cielo.
La cazadora se incorporó apenas y entre jadeos tomó la preciosa boca ajena con sus labios. El beso se prolongó lo que pudo mientras lo abrazaba por los hombros y él entraba en ella una y otra vez de manera lenta, provocándola más y más. –Por favor– se atrevió a decir. Su cuerpo le pedía que fuera más rápido, pero él parecía resistirse y mantenía un ritmo lento, lento y profundo, durante una eternidad que la volvía loca de desesperación y deseo. Era en aquellos momentos donde más sentía que lo amaba. El corazón no paraba de latir a toda velocidad y la textura de la piel de quien sería su esposo le producía placer por sí misma. En esa intimidad era más suya que nunca y más ajena de cualquier cosa en el mundo. Su odio de siempre no tenía lugar, su labor de cacería tampoco y fue cuando comprendió que incluso podía dejarlo todo tan sólo para dedicarse a él. Jamás amaría tanto Leigh Lezarc, en ninguna vida, a ningún otro.
Mantuvo los ojos cerrados y se negaba a abrirlos por miedo a romper el hechizo bajo el que se encontraba, la sublime y deseada sensación que se complementó con el “Te amo” de los labios de su amado –Yo también– le respondió, aunque pareció un suspiro. Leigh se aferró más a Ryley, con las yemas de los dedos presionándole los hombros con una posesión más amorosa que cualquier otra cosa. A eso que hacían jamás se le podría llamar sexo porque no era así de simple. Hacían el amor, con todas las letras y el significado. Con cada entrega y caricia en el cuerpo del otro y en cada beso que parecía jurar permanecer para siempre.
Por un instante creyó que cambiar de lugares sería más provechoso para ella, quizás si se ubicaba arriba podría tener más el control de la situación, pero se negaba, era mejor ser cubierta por el cuerpo ajeno al tiempo que la complacía. De ese modo podía abrazarlo, alcanzarle los labios con facilidad y recorrer con sus manos aquella espalda ancha que tanto le gustaba y esos brazos bien trabajados que la acariciaban y tomaban con la firmeza de un experto en complacer. Pero lo que no expresaba ella en palabras, lo hacía su cuerpo de modo automático. Su entrepierna se humedecía con cada embestida y se contraía al interior para no dejar ir al miembro ajeno. Ella sentía quemarse mientras se le perlaba la piel a causa de la excitación. Sus piernas se cruzaron sobre la cintura de Ryley a modo de necesidad y le daba aún más paso a él para moverse mejor, para seguirla tomando como venía haciendo hasta que la misma velocidad que aumentaba poco a poco los llevara a ambos al climax.
En días anteriores ella se sentía inquieta sobre eso, sobre el resultado de un orgasmo tal que no le diera tiempo a Ryley de salir de ella y culminar afuera. Temía porque absurdamente creía que él se podía ir, aunque nada le hubiera molestado tener algo de él por más que se fuera. Quizás algo no era palabra indicada, era más bien alguien. Sin embargo el temor se había ido, si pasaba o no, no importaba, lo tendría a él, eso significaba su compromiso. Como era de esperarse, no iba a mencionarle nada de aquello, ni siquiera se había tocado el tema y ella no pensaba hacerlo a menos que él mismo tomara la decisión. Aparto aquello de su mente, no podía pensar mucho en ningún tema teniéndolo a él tomandola una y otra vez llevándola a alcanzar su única definición de cielo.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
Amarla me hacía sobrehumano, me hacía sentir vivo
Gillian Flynn
No existía manera alguna en que pudiera contenerse cuando la voz de Leigh salía de sus labios en un susurro. Era tan diferente a su voz usual; tan erótica que Ryley no podía más que maravillarse de toda esa sensualidad y femineidad que despedía la cazadora, más aún, no se creía que fuera el único hombre capaz de contemplarla de esa manera y al mismo tiempo, no quería que nadie más la viera. Ella era solo suya, por ese momento y para siempre. Era su cazadora, la mujer con la que en un futuro estaría casado y a quien adoraría por el resto de sus días. Un gemido salió de su garganta pues si bien sus incursiones en aquel interior no eran veloces, si eran lo más profundas posibles y eso no únicamente era una tortura para Leigh, sino para él mismo. Ryley estaba dispuesto a soportar mucho más tiempo de esa manera porque la quería así por siempre, completamente suya, sin que existiera un mundo fuera de ambos.
– ¿Por favor, qué? – sonrió, besando la mejilla de la cazadora. Su mano tomo más posesividad sobre Leigh, como si en algún momento ella pudiera desvanecerse entre sus brazos, aunque eso fuera la cosa más improbable posible.
Nunca habían necesitado realmente palabras para demostrarse el amor, para asegurarse al otro que estaban ahí. Era probable que desde su primer encuentro lo supieran, pero las palabras eran una manera de recordarse esos detalles que quizás muchas parejas comenzaban a dejar de lado. El ahora cazador no pensaba dejar nunca eso de lado, Leigh era demasiado valiosa para él como para no demostrar o decir cuanto le amaba.
– Leigh, mirame – su voz estaba cargada del deseo que ella despertaba en todo su ser; beso los labios de su amada y espero a que abriera los ojos; buscaba perderse a si mismo en aquel par de ojos hasta que todo careciera de limites y entonces se dejara llevar por completo por ella. De ser por él, podía estar con ella siempre; permanecer día y noche a su lado en aquella cama y únicamente tomar los descansos pertinentes antes de regresar y hacer aquel maravilloso cuerpo femenino completamente suyo, hasta que fuera incapaces ambos de reaccionar a alguien más que no fuera el otro.
El mero acto carnal al que en muchas otras ocasiones el ex cortesano estuviera acostumbrado era nada en comparación con estar al lado de la cazadora. Todo aquello que se dedico a hacer para vivir durante años resultaba tan vacío, tan carente de sentido y hasta de placer que no podía concebir como es que había soportado tanto tiempo de esa manera. Leigh había dado un giro a todo, un significado nuevo a cada palabra, una sensación nueva a cada caricia y un deseo único por el cuerpo que se encontraba firmemente aferrado al de él. Ella era todo. Ante la cercanía que se volvió mayor cuando Leigh cruzo las piernas sobre su cintura, ya no existió la necesidad de contenerse pues de cierta manera aquello le llevaba a perder parte del control que hasta ese momento trataba de llevar. Siempre había tratado de no dejarse llevar por su lado más salvaje, buscaba como contenerse lo más posible porque al final siempre había pensado en Leigh y como es que sería tratada ante los demás de clase alta si algo como un embarazo llegaba a ocurrir, pero desde que ella aceptara ser su esposa, eso paso a carecer de todo sentido lógico. Aunque realmente todo careció de sentido desde un inicio, pues pese a lo que todos llegaran a creer de ella o de él, no pensaba dejarle nunca.
Le era imposible buscar estar de otra forma ahora que sus sentidos realmente se nublaban por completo. Jadeaba ante cada embestida y sus caderas se movían con mayor velocidad pero igual profundidad contra el sexo femenino que parecía resistirse a que se alejara aunque fuera un poco, aunando a eso la manera en la que Leigh se mantenía aferrada a él y la falta de claridad en la manera de pensar de Ryley, todo parecía estar dispuesto para que las cosas salieran como ninguno se esperaba, pero quizás ambos desearan.
– Leigh – susurro aquel nombre, su mano se aferro a uno de los perfectos senos de ella y el mundo comenzó a girar en su mente, lo único tangible en esos momentos y que le llenaba por completo, era la cazadora.
Gillian Flynn
No existía manera alguna en que pudiera contenerse cuando la voz de Leigh salía de sus labios en un susurro. Era tan diferente a su voz usual; tan erótica que Ryley no podía más que maravillarse de toda esa sensualidad y femineidad que despedía la cazadora, más aún, no se creía que fuera el único hombre capaz de contemplarla de esa manera y al mismo tiempo, no quería que nadie más la viera. Ella era solo suya, por ese momento y para siempre. Era su cazadora, la mujer con la que en un futuro estaría casado y a quien adoraría por el resto de sus días. Un gemido salió de su garganta pues si bien sus incursiones en aquel interior no eran veloces, si eran lo más profundas posibles y eso no únicamente era una tortura para Leigh, sino para él mismo. Ryley estaba dispuesto a soportar mucho más tiempo de esa manera porque la quería así por siempre, completamente suya, sin que existiera un mundo fuera de ambos.
– ¿Por favor, qué? – sonrió, besando la mejilla de la cazadora. Su mano tomo más posesividad sobre Leigh, como si en algún momento ella pudiera desvanecerse entre sus brazos, aunque eso fuera la cosa más improbable posible.
Nunca habían necesitado realmente palabras para demostrarse el amor, para asegurarse al otro que estaban ahí. Era probable que desde su primer encuentro lo supieran, pero las palabras eran una manera de recordarse esos detalles que quizás muchas parejas comenzaban a dejar de lado. El ahora cazador no pensaba dejar nunca eso de lado, Leigh era demasiado valiosa para él como para no demostrar o decir cuanto le amaba.
– Leigh, mirame – su voz estaba cargada del deseo que ella despertaba en todo su ser; beso los labios de su amada y espero a que abriera los ojos; buscaba perderse a si mismo en aquel par de ojos hasta que todo careciera de limites y entonces se dejara llevar por completo por ella. De ser por él, podía estar con ella siempre; permanecer día y noche a su lado en aquella cama y únicamente tomar los descansos pertinentes antes de regresar y hacer aquel maravilloso cuerpo femenino completamente suyo, hasta que fuera incapaces ambos de reaccionar a alguien más que no fuera el otro.
El mero acto carnal al que en muchas otras ocasiones el ex cortesano estuviera acostumbrado era nada en comparación con estar al lado de la cazadora. Todo aquello que se dedico a hacer para vivir durante años resultaba tan vacío, tan carente de sentido y hasta de placer que no podía concebir como es que había soportado tanto tiempo de esa manera. Leigh había dado un giro a todo, un significado nuevo a cada palabra, una sensación nueva a cada caricia y un deseo único por el cuerpo que se encontraba firmemente aferrado al de él. Ella era todo. Ante la cercanía que se volvió mayor cuando Leigh cruzo las piernas sobre su cintura, ya no existió la necesidad de contenerse pues de cierta manera aquello le llevaba a perder parte del control que hasta ese momento trataba de llevar. Siempre había tratado de no dejarse llevar por su lado más salvaje, buscaba como contenerse lo más posible porque al final siempre había pensado en Leigh y como es que sería tratada ante los demás de clase alta si algo como un embarazo llegaba a ocurrir, pero desde que ella aceptara ser su esposa, eso paso a carecer de todo sentido lógico. Aunque realmente todo careció de sentido desde un inicio, pues pese a lo que todos llegaran a creer de ella o de él, no pensaba dejarle nunca.
Le era imposible buscar estar de otra forma ahora que sus sentidos realmente se nublaban por completo. Jadeaba ante cada embestida y sus caderas se movían con mayor velocidad pero igual profundidad contra el sexo femenino que parecía resistirse a que se alejara aunque fuera un poco, aunando a eso la manera en la que Leigh se mantenía aferrada a él y la falta de claridad en la manera de pensar de Ryley, todo parecía estar dispuesto para que las cosas salieran como ninguno se esperaba, pero quizás ambos desearan.
– Leigh – susurro aquel nombre, su mano se aferro a uno de los perfectos senos de ella y el mundo comenzó a girar en su mente, lo único tangible en esos momentos y que le llenaba por completo, era la cazadora.
Última edición por Ryley Lezarc el Dom Nov 16, 2014 11:52 pm, editado 1 vez
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
"Llegaste para mostrarme que no tenía nada, pero que te podía tener a ti. Y nada más importaba"
De su odio, sobre la cama no quedaba nada. Su futuro se encontraba sobre ella respirando a intervalos. Lo sujetaba, lo dejaba llenarle el universo de sensaciones diferentes, especiales, increíbles. Pero estaba tan cerca del cielo que, a esas alturas, ya había perdido el vértigo. Ryley era su salto mortal, el que la había sacado de la cueva de la soledad y la monotonía. Le había roto como nadie la rutina y la había conocido como nunca antes imaginaría. En el fondo, esa manera de Ryley de sobreponerse al pasado y al mundo era lo que le fascinaba a ella. Esa cualidad en él, era un defecto en ella. Como todo. Eran polos opuestos y era justamente ese magnetismo lo que unía sus cuerpos en la mayor de las expresiones del amor que se profesaban.
–Me estás matando– le susurró justo antes de morderse los labios y cerrar los ojos, extasiada en cada movimiento que su más preciado tesoro ejecutaba. Si a Leigh le habían faltado emociones durante años, sin duda él era capaz de entregárselas todas y unirlas en el acto sexual como si con esas descargas se pudiese revivir a un muerto. A ella nunca le importó entregarse a él sin que fuera su esposo o estuvieran siquiera prometidos. Leigh no creía en la iglesia y no iría bajo ninguna circunstancia. Por el contrario, en el primer momento en que estuvieron a solas y los besos de él le recordaron que estaba viva, decidió proseguir por ese camino para que se le grabara en la memoria y en el cuerpo que también sentía.
Abrió los ojos en cuanto Ryley solicitó su mirada. A él no podía negarle nada y menos aquello cuando él le había resultado siempre tan atractivo. Dada su necesidad de venganza, jamás miró a un hombre con los ojos del deseo hasta que él se le coló hasta en las descuidadas heridas sin que ella se diera cuenta. Verlo constituía un placer para la cazadora, besarlo era la mejor de las ideas y lo que reemplazaba palabras. Pero pronto se vio casi obligada a cerrarlos de nuevo y a apoyar la cabeza completamente en la almohada. Él se movía más rápido, complaciendo lo que no había dicho de modo literal antes pero que seguramente él presentía. Sujetó con mayor fuerza sus brazos justo en la zona donde se marcaban más los músculos y jadeó en un tono bajo todo lo que él le provocaba. Se mordía de tanto en tanto los labios, se le cortaba la respiración en otros y el cuerpo le respondía con más calor mientras se le arqueaba la espalda. Era justo lo que quería.
Él la llamó de nuevo y Leigh abrió los ojos, a medias, porque cuando el placer llega hace lo que quiere con quien lo posee. –Mi amor– le respondió claramente con la voz y la respiración agitadas. Sabía a pesar de todo que si insistía en medio de tales sensaciones era porque quería decirle algo ¿Se arrepentiría de lo dicho hace unos momentos, acaso? Liberó una de sus manos y le busco el rostro, era el tacto el que le decía que lo amaba.
Ryley jamás se retractaba de nada, era un hombre que una vez decidía, actuaba. Era de esos que se piensan bien las cosas antes de mover sus fichas, de los que se entregan a sus decisiones bien pensadas y las cumplen a rajatabla. Como buen ex cortesano ubicaba bien sus emociones y en cierto modo eso le daba tranquilidad a ella, que quería tener todo controlado y sin que nadie le dijera que debía hacer. Pero como en esos momentos, poco le duraban los pensamientos. El corazón se le estaba casi desbocando y tenía la necesidad de volver a cerrar los ojos como si eso potenciara el placer que él le provocaba. Lo amaba, con una locura que le gritaba que le daría lo que quisiera: su vida, lo que hacía, el hecho de arriesgarse buscando venganzas que podrían dejarla sin él. El pasado había perdido el valor que ella le daba, él había llegado a cambiarlo todo y sobre todo a quedarse, a borrarle los prejuicios a besos, a quitarle el dolor de sus luchas con caricias, a alentarle la mente con sueños y palabras y a llenarle la vida sin necesitar a nada más que a él mismo.
–Me estás matando– le susurró justo antes de morderse los labios y cerrar los ojos, extasiada en cada movimiento que su más preciado tesoro ejecutaba. Si a Leigh le habían faltado emociones durante años, sin duda él era capaz de entregárselas todas y unirlas en el acto sexual como si con esas descargas se pudiese revivir a un muerto. A ella nunca le importó entregarse a él sin que fuera su esposo o estuvieran siquiera prometidos. Leigh no creía en la iglesia y no iría bajo ninguna circunstancia. Por el contrario, en el primer momento en que estuvieron a solas y los besos de él le recordaron que estaba viva, decidió proseguir por ese camino para que se le grabara en la memoria y en el cuerpo que también sentía.
Abrió los ojos en cuanto Ryley solicitó su mirada. A él no podía negarle nada y menos aquello cuando él le había resultado siempre tan atractivo. Dada su necesidad de venganza, jamás miró a un hombre con los ojos del deseo hasta que él se le coló hasta en las descuidadas heridas sin que ella se diera cuenta. Verlo constituía un placer para la cazadora, besarlo era la mejor de las ideas y lo que reemplazaba palabras. Pero pronto se vio casi obligada a cerrarlos de nuevo y a apoyar la cabeza completamente en la almohada. Él se movía más rápido, complaciendo lo que no había dicho de modo literal antes pero que seguramente él presentía. Sujetó con mayor fuerza sus brazos justo en la zona donde se marcaban más los músculos y jadeó en un tono bajo todo lo que él le provocaba. Se mordía de tanto en tanto los labios, se le cortaba la respiración en otros y el cuerpo le respondía con más calor mientras se le arqueaba la espalda. Era justo lo que quería.
Él la llamó de nuevo y Leigh abrió los ojos, a medias, porque cuando el placer llega hace lo que quiere con quien lo posee. –Mi amor– le respondió claramente con la voz y la respiración agitadas. Sabía a pesar de todo que si insistía en medio de tales sensaciones era porque quería decirle algo ¿Se arrepentiría de lo dicho hace unos momentos, acaso? Liberó una de sus manos y le busco el rostro, era el tacto el que le decía que lo amaba.
Ryley jamás se retractaba de nada, era un hombre que una vez decidía, actuaba. Era de esos que se piensan bien las cosas antes de mover sus fichas, de los que se entregan a sus decisiones bien pensadas y las cumplen a rajatabla. Como buen ex cortesano ubicaba bien sus emociones y en cierto modo eso le daba tranquilidad a ella, que quería tener todo controlado y sin que nadie le dijera que debía hacer. Pero como en esos momentos, poco le duraban los pensamientos. El corazón se le estaba casi desbocando y tenía la necesidad de volver a cerrar los ojos como si eso potenciara el placer que él le provocaba. Lo amaba, con una locura que le gritaba que le daría lo que quisiera: su vida, lo que hacía, el hecho de arriesgarse buscando venganzas que podrían dejarla sin él. El pasado había perdido el valor que ella le daba, él había llegado a cambiarlo todo y sobre todo a quedarse, a borrarle los prejuicios a besos, a quitarle el dolor de sus luchas con caricias, a alentarle la mente con sueños y palabras y a llenarle la vida sin necesitar a nada más que a él mismo.
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
En este instante hemos fusionado trocitos de nuestras almas
Colleen Hoover
Todo era diferente, único e increíble cuando sus cuerpos se unían de la manera en que estaba pasando en esos momentos. No era meramente la unión de dos cuerpos lo que se llevaba a cabo en esa cama, sino la unión de dos corazones, dos almas, dos personas con todos sus desperfectos y punto fuertes, dos personas que de una manera poco probable y nada debida habían terminado completamente enamorados.
Teniendo a Leigh entre sus brazos, como lo más preciado del mundo, era completamente feliz. Nada le faltaba en esos momentos.
– Eso es lo último que deseo hacer – aseguro a su amada cazadora, que con cada reacción ante los movimientos o toques de Ryley le llevaba más al punto de perderse por completo en ella. El ex cortesano tenía ganas de dejar que los pensamientos se desvanecieran y fuera solamente el deseo por su futura esposa el que actuara en esos momentos. Quería llevar a Leigh a un punto donde comprendiera, más que nunca, cuanto la necesitaba y amaba. Le pidió abrir los ojos, tener ese contacto con ella y que las sensaciones que experimentaban ambos fueran trasmitidas al otro por medio de las ventanas del alma.
Sus ojos se encontraron con los femeninos, el tiempo suficiente para constatar aún más que ella era la mujer que más amaba en ese mundo, que sin ella la vida se le iría en la nada. Le sonrió, gozaba inmensamente de ese momento con ella. Todo instante al lado de Leigh era especial, pero esa noche era por lejos el inicio completo de una nueva vida, de un nuevo camino que seguir y ese camino sería al lado de ella. Su cuerpo reaccionaba por si solo, Ryley se dejaba llevar por las sensaciones y emociones. Con Leigh no era más un cortesano, era simplemente el hombre que se entrega por completo a una mujer que le enloquece. No era necesario que tratara de hacer las cosas como siempre y aunque hasta esos momentos las cosas habían ido precisamente de esa manera, el control se le iba de las manos y sus movimientos eran ya no más los del hombre que complacía a muchas mujeres; eran en cambio los del hombre que amaba a una sola mujer y que planeaba hacerle feliz por el resto de sus vidas.
El cuerpo de Leigh al arquear la espalda se amoldaba perfectamente al de Ryley. Los pezones de su futura esposa parecían acariciarle el pecho, tentarlo a tomar más su cuerpo. Justamente la cordura se le desvanecía ante las sensaciones y por la manera en que ambos respiraban, los movimientos de Ryley y los de Leigh al reaccionar les llevaban a un camino de una sola dirección. Que le llamara mi amor le derritió por dentro. Sus manos abandonaron aquel cuerpo con el que se deleitara tanto como le fue posible; las puso a ambos lados de la cabeza de Leigh, apoyandose en ellas. La delicada mano femenina le demostraba que ella estaba dispuesta a todo, justo como él.
Apenas se habían mirado de manera ligera y entonces todo resto de cordura desapareció por completo. La mente de Ryley ya no formulaba pensamiento sensato; su respiración se aceleraba y el cuerpo por si solo le exigía que aumentara la velocidad e intensidad de las embestidas, cosa que hizo entre jadeos. El placer invadía cada una de las fibras de su ser y todo era por Leigh. La calidez de la cazadora, esa manera en que su interior parecía exigir que Ryley no se separara de ella y las ligeras contracciones que comenzaba a sentir no solo en su cuerpo sino en el ajeno ayudaron a que la realidad perdiera sentido. Fue a besar de manera automática los labios de la cazadora y un gemido se ahogo entre aquellos labios, su cuerpo había llegado al punto máximo de placer donde únicamente existía un camino para el descenso y ese camino, lo recorrerían juntos sin saber que aquello les traería algunas cosas para el futuro.
Colleen Hoover
Todo era diferente, único e increíble cuando sus cuerpos se unían de la manera en que estaba pasando en esos momentos. No era meramente la unión de dos cuerpos lo que se llevaba a cabo en esa cama, sino la unión de dos corazones, dos almas, dos personas con todos sus desperfectos y punto fuertes, dos personas que de una manera poco probable y nada debida habían terminado completamente enamorados.
Teniendo a Leigh entre sus brazos, como lo más preciado del mundo, era completamente feliz. Nada le faltaba en esos momentos.
– Eso es lo último que deseo hacer – aseguro a su amada cazadora, que con cada reacción ante los movimientos o toques de Ryley le llevaba más al punto de perderse por completo en ella. El ex cortesano tenía ganas de dejar que los pensamientos se desvanecieran y fuera solamente el deseo por su futura esposa el que actuara en esos momentos. Quería llevar a Leigh a un punto donde comprendiera, más que nunca, cuanto la necesitaba y amaba. Le pidió abrir los ojos, tener ese contacto con ella y que las sensaciones que experimentaban ambos fueran trasmitidas al otro por medio de las ventanas del alma.
Sus ojos se encontraron con los femeninos, el tiempo suficiente para constatar aún más que ella era la mujer que más amaba en ese mundo, que sin ella la vida se le iría en la nada. Le sonrió, gozaba inmensamente de ese momento con ella. Todo instante al lado de Leigh era especial, pero esa noche era por lejos el inicio completo de una nueva vida, de un nuevo camino que seguir y ese camino sería al lado de ella. Su cuerpo reaccionaba por si solo, Ryley se dejaba llevar por las sensaciones y emociones. Con Leigh no era más un cortesano, era simplemente el hombre que se entrega por completo a una mujer que le enloquece. No era necesario que tratara de hacer las cosas como siempre y aunque hasta esos momentos las cosas habían ido precisamente de esa manera, el control se le iba de las manos y sus movimientos eran ya no más los del hombre que complacía a muchas mujeres; eran en cambio los del hombre que amaba a una sola mujer y que planeaba hacerle feliz por el resto de sus vidas.
El cuerpo de Leigh al arquear la espalda se amoldaba perfectamente al de Ryley. Los pezones de su futura esposa parecían acariciarle el pecho, tentarlo a tomar más su cuerpo. Justamente la cordura se le desvanecía ante las sensaciones y por la manera en que ambos respiraban, los movimientos de Ryley y los de Leigh al reaccionar les llevaban a un camino de una sola dirección. Que le llamara mi amor le derritió por dentro. Sus manos abandonaron aquel cuerpo con el que se deleitara tanto como le fue posible; las puso a ambos lados de la cabeza de Leigh, apoyandose en ellas. La delicada mano femenina le demostraba que ella estaba dispuesta a todo, justo como él.
Apenas se habían mirado de manera ligera y entonces todo resto de cordura desapareció por completo. La mente de Ryley ya no formulaba pensamiento sensato; su respiración se aceleraba y el cuerpo por si solo le exigía que aumentara la velocidad e intensidad de las embestidas, cosa que hizo entre jadeos. El placer invadía cada una de las fibras de su ser y todo era por Leigh. La calidez de la cazadora, esa manera en que su interior parecía exigir que Ryley no se separara de ella y las ligeras contracciones que comenzaba a sentir no solo en su cuerpo sino en el ajeno ayudaron a que la realidad perdiera sentido. Fue a besar de manera automática los labios de la cazadora y un gemido se ahogo entre aquellos labios, su cuerpo había llegado al punto máximo de placer donde únicamente existía un camino para el descenso y ese camino, lo recorrerían juntos sin saber que aquello les traería algunas cosas para el futuro.
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Re: The Last Time (Flashback +18 - Ryley Lezarc)
"Because, I'm yours"
Nadie, jamás, conocería a Leigh como la conocía Ryley. Él era su modelo de hombre ideal, lleno de pequeños defectos que se hicieron fortalezas con el tiempo y el amor con el que lo veía ella. Un claro ejemplo era aquél hecho de ser cortesano, una labor repudiada por todos pero aún más por la clase alta; esa misma plagada de hipócritas con doble moral que patrocinaban los servicios de la prostitución con tal de satisfacer sus más aberrantes deseos sexuales. Aquella labor, había hecho a Ryley tan experto y cuidadoso para todo que podía complacer de maneras diferentes a quien fuera su pareja, en este caso, Leigh. En el fondo, ella se preguntaba si a Ryley no le era necesario estar con alguien más, buscar en otro cuerpo una experiencia mucho mayor que lo llevara a tocar el límite durante más ocasiones en una misma noche. Pero él era tan apasionado con ella y parecía tan a gusto, que la cazadora prefirió guardarse la pregunta y omitir sus autorespuestas.
A menudo y luego de pasar alguna noche juntos, Leigh despertaba sola y rememoraba lo que había sido su noche con el que amaba y, siempre, se estremecía al recordar las sensaciones que él le dejaba en el cuerpo y que parecían acogerla como si quisiera repetirlo de nuevo, de inmediato. Pero pasarían un par de días y noches hasta que sus cuerpos se volvieran unir de esa forma otra vez. Y precisamente eso era lo que quería cambiar ella. Y eso mismo fue lo que promovió él al pedirle matrimonio.
Sus cuerpos estaban unidos, jadeaban casi a una sola voz y el hecho de tenerlo entre sus piernas la hacía desprenderse de sus prejuicios o razón. Él la llenaba, la satisfacía de modo tal que no quería que aquello terminara nunca, pero al tiempo se encontraba deseando llegar con él al éxtasis y sentir el cuerpo temblar y deshacerse por la pasión desbordada. Al cerrar los ojos, sentía potenciar cada movimiento, cada embestida y la fuerza que aumentaba junto con la velocidad. Esa fricción la enloquecía, su femineidad reaccionaba y cada movimiento que la llenaba, la iba acercando a su punto de gloria. Casi quería pedirle más, que acelerara todo porque ya no resistía y, como si él pasara por lo mismo, cambio la ubicación de sus manos y una mayor potencia intentó robarle un gemido más alto a Leigh. Se contuvo a la mitad, abrió los ojos y le buscó la mirada, los gestos cargados de excitación y la unión para lo que sabían que pasaría.
Él se inclinó sin poder respirar con ritmo y ella le respondió a medias aquél beso, lo hizo de la misma forma que haría cualquier amante que no piensa siquiera en respirar porque encuentra sus sensaciones mucho más agradables que cualquier cosa vital. Y así, sintió que la esencia de quien amara la llenaba completa, dando paso a un respiro más largo por parte de él, y a un jadeo más profundo por parte de ella al llegar al climax con apenas segundos de diferencia.
Nada importaba ya, sólo quería mantenerse entre sus brazos y que por alguna vez, él ya no partiera con la llegada de la mañana.
A menudo y luego de pasar alguna noche juntos, Leigh despertaba sola y rememoraba lo que había sido su noche con el que amaba y, siempre, se estremecía al recordar las sensaciones que él le dejaba en el cuerpo y que parecían acogerla como si quisiera repetirlo de nuevo, de inmediato. Pero pasarían un par de días y noches hasta que sus cuerpos se volvieran unir de esa forma otra vez. Y precisamente eso era lo que quería cambiar ella. Y eso mismo fue lo que promovió él al pedirle matrimonio.
Sus cuerpos estaban unidos, jadeaban casi a una sola voz y el hecho de tenerlo entre sus piernas la hacía desprenderse de sus prejuicios o razón. Él la llenaba, la satisfacía de modo tal que no quería que aquello terminara nunca, pero al tiempo se encontraba deseando llegar con él al éxtasis y sentir el cuerpo temblar y deshacerse por la pasión desbordada. Al cerrar los ojos, sentía potenciar cada movimiento, cada embestida y la fuerza que aumentaba junto con la velocidad. Esa fricción la enloquecía, su femineidad reaccionaba y cada movimiento que la llenaba, la iba acercando a su punto de gloria. Casi quería pedirle más, que acelerara todo porque ya no resistía y, como si él pasara por lo mismo, cambio la ubicación de sus manos y una mayor potencia intentó robarle un gemido más alto a Leigh. Se contuvo a la mitad, abrió los ojos y le buscó la mirada, los gestos cargados de excitación y la unión para lo que sabían que pasaría.
Él se inclinó sin poder respirar con ritmo y ella le respondió a medias aquél beso, lo hizo de la misma forma que haría cualquier amante que no piensa siquiera en respirar porque encuentra sus sensaciones mucho más agradables que cualquier cosa vital. Y así, sintió que la esencia de quien amara la llenaba completa, dando paso a un respiro más largo por parte de él, y a un jadeo más profundo por parte de ella al llegar al climax con apenas segundos de diferencia.
Nada importaba ya, sólo quería mantenerse entre sus brazos y que por alguna vez, él ya no partiera con la llegada de la mañana.
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