AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Because, I'm yours (Flashback - Ryley)
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Because, I'm yours (Flashback - Ryley)
"Ya no habrá un amanecer lejos de ti.
Deja que esto perdure hasta mi muerte"
Deja que esto perdure hasta mi muerte"
Había pasado exactamente un mes después de esa noche en que, entre besos, él le había propuesto matrimonio. De algún modo, Leigh se imaginó que a la mañana siguiente todo seguiría funcionando de la misma manera y que ninguno de los dos mencionaría nada al respecto. Pero todo cambiaba y ahora ella se encontraba frente al espejo mientras una mujer le peinaba con cuidado sus cabellos y la preparaba para ir a dar un "Sí" definitivo al hombre que amaba. Después de todo, ellos habían decidido darle legalidad al asunto y se encontrarían con el notario en apenas unas pocas horas.
Desde que sus planes iniciaron, se dedicaron a discutir cada tanto como funcionarían las cosas y en secreto Leigh preparó documentos que dejarían a Ryley como poseedor de todos sus bienes en caso que a ella le sucediese algo. Como buena cazadora tomaba precauciones y, si bien era la última Lezarc, sabía que algunos familiares de su madre continuaban con vida y podían llegar a reclamar inmerecidamente la herencia de una familiar desconocida. Los bienes que se hallaban a su nombre eran la enorme mansión en la que vivía, todo lo que se hallaba adentro y un par de títulos inmobiliarios en Lyon, su ciudad natal. Si ella moría, aquello pasaría todo a manos de su futuro esposo que, por disposición de ambos y a diferencia de todos, cambiaría su apellido al de Leigh. Todo eso le facilitaba las cosas a ella a la hora de hacer papeles y heredarle su fortuna. Con cierto dejo de tristeza y mientras firmaba documentos a solas, se dio cuenta que alistaba todo como si fuera a morir pronto y sólo pensara en dejarlo a él y a su hermana con una estabilidad que les durara la vida entera. Era consciente, sin embargo, que en su juventud él podría casarse de nuevo, iniciar una vida con otra persona y llenar esa casa de otro ambiente; pero nada importaba cuando sólo esperaba la felicidad de quien le había cambiado la vida entera.
Horas y horas le llevó dejar a Leigh todo en orden y en manos de su mayordomo quien era de su entera confianza. Por voluntad propia y en caso de cosas inesperadas, dejó las tiendas de antigüedades y un par de inversiones más a nombre de su abuela paterna, tal y como permanecían hasta ahora, de modo tal que ella podía vivir sólo con ello si las cosas no funcionaban del modo en que esperaba. Mientras terminaba de alistarse, repasó en su mente si todo estaba en orden y se vistió como era necesario para la ocasión. El vestido que había decidido era de color marfil que caía con delicadeza sobre su cuerpo. Un escote disimulado le dejaba ver la piel bajo la clavícula además de sus brazos níveos. Por suerte no había tenido que maquillar moretones porque mientras entrenaba a Ryley, se retiró un mes de la cacería y pudo evitar cualquier cardenal sobre su cuerpo, más aún cuando él tenía tanto cuidado con ella. Sus brillantes, altos y delicados zapatos del color del vestido le permitieron lucir más alta y esbelta, cosa que agradecía dado que él le llevaba varios centímetros de estatura y a la cazadora no le llamaba mucho la atención verse tan baja a su lado, aunque era una completa tontería. A todo eso, las perlas que guardaba de su madre fueron a parar a su cuello igual que unas pulseras de plata que hacían juego con lo demás.
Agradecía también que él hubiese aceptado esa acérrima negación a cualquier nexo con la iglesia por parte de ella y finalmente se determinara sólo llevar el matrimonio a través de la legalidad civil. No era que Leigh tuviera algo contra Dios, pero su odio a la inquisición le llevaba a detestar a cualquier miembro activo y con poder dentro de la comunidad eclesiástica, como era el caso de cualquier sacerdote.
Cuando estuvo lista, la aguardaban su dama de compañía y su nana, los demás, que valga decir que eran pocos, ya debían estar listos dado que la unión se llevaba a cabo en el jardín de la mansión. Al menos durante la última semana no la habían dejado acercarse a ver nada e insistieron en que fuera sorpresa ¿Habría llegado él hace mucho? Había salido para prepararse en otro lugar distinto al de ella y a pesar de la puntualidad de Leigh se habían negado a dejarla salir tan pronto y bajaría apenas una media hora tarde. Para evitar negaciones, su mayordomo había pagado una sesión adicional al notario para que aguardara sin prisa alguna. Sin duda conocía a la joven a la que servía. Cuando por fin le dijeron que era el momento, ella salió con calma de su habitación y cuando bajó las escaleras se sintió extrañamente mareada. Tuvo que cerrar los ojos, respirar profundo y sujetarse con fuerza del pasador de madera para evitar caer. “Han de ser los nervios” supuso, por más que no se sentía demasiado tensa.
El camino pareció eterno por más que eran unos pocos pasos los que debían recorrerse. Antes de llegar al jardín, tomó un poco de agua y prosiguió sin más, sin prestar demasiada atención al asunto. Como era de esperarse y por suerte, Ryley ya había llegado y Vane estaba a su lado, sonriendo y susurrándole algo a su hermano al oído. Finalmente, el momento había llegado.
Desde que sus planes iniciaron, se dedicaron a discutir cada tanto como funcionarían las cosas y en secreto Leigh preparó documentos que dejarían a Ryley como poseedor de todos sus bienes en caso que a ella le sucediese algo. Como buena cazadora tomaba precauciones y, si bien era la última Lezarc, sabía que algunos familiares de su madre continuaban con vida y podían llegar a reclamar inmerecidamente la herencia de una familiar desconocida. Los bienes que se hallaban a su nombre eran la enorme mansión en la que vivía, todo lo que se hallaba adentro y un par de títulos inmobiliarios en Lyon, su ciudad natal. Si ella moría, aquello pasaría todo a manos de su futuro esposo que, por disposición de ambos y a diferencia de todos, cambiaría su apellido al de Leigh. Todo eso le facilitaba las cosas a ella a la hora de hacer papeles y heredarle su fortuna. Con cierto dejo de tristeza y mientras firmaba documentos a solas, se dio cuenta que alistaba todo como si fuera a morir pronto y sólo pensara en dejarlo a él y a su hermana con una estabilidad que les durara la vida entera. Era consciente, sin embargo, que en su juventud él podría casarse de nuevo, iniciar una vida con otra persona y llenar esa casa de otro ambiente; pero nada importaba cuando sólo esperaba la felicidad de quien le había cambiado la vida entera.
Horas y horas le llevó dejar a Leigh todo en orden y en manos de su mayordomo quien era de su entera confianza. Por voluntad propia y en caso de cosas inesperadas, dejó las tiendas de antigüedades y un par de inversiones más a nombre de su abuela paterna, tal y como permanecían hasta ahora, de modo tal que ella podía vivir sólo con ello si las cosas no funcionaban del modo en que esperaba. Mientras terminaba de alistarse, repasó en su mente si todo estaba en orden y se vistió como era necesario para la ocasión. El vestido que había decidido era de color marfil que caía con delicadeza sobre su cuerpo. Un escote disimulado le dejaba ver la piel bajo la clavícula además de sus brazos níveos. Por suerte no había tenido que maquillar moretones porque mientras entrenaba a Ryley, se retiró un mes de la cacería y pudo evitar cualquier cardenal sobre su cuerpo, más aún cuando él tenía tanto cuidado con ella. Sus brillantes, altos y delicados zapatos del color del vestido le permitieron lucir más alta y esbelta, cosa que agradecía dado que él le llevaba varios centímetros de estatura y a la cazadora no le llamaba mucho la atención verse tan baja a su lado, aunque era una completa tontería. A todo eso, las perlas que guardaba de su madre fueron a parar a su cuello igual que unas pulseras de plata que hacían juego con lo demás.
Agradecía también que él hubiese aceptado esa acérrima negación a cualquier nexo con la iglesia por parte de ella y finalmente se determinara sólo llevar el matrimonio a través de la legalidad civil. No era que Leigh tuviera algo contra Dios, pero su odio a la inquisición le llevaba a detestar a cualquier miembro activo y con poder dentro de la comunidad eclesiástica, como era el caso de cualquier sacerdote.
Cuando estuvo lista, la aguardaban su dama de compañía y su nana, los demás, que valga decir que eran pocos, ya debían estar listos dado que la unión se llevaba a cabo en el jardín de la mansión. Al menos durante la última semana no la habían dejado acercarse a ver nada e insistieron en que fuera sorpresa ¿Habría llegado él hace mucho? Había salido para prepararse en otro lugar distinto al de ella y a pesar de la puntualidad de Leigh se habían negado a dejarla salir tan pronto y bajaría apenas una media hora tarde. Para evitar negaciones, su mayordomo había pagado una sesión adicional al notario para que aguardara sin prisa alguna. Sin duda conocía a la joven a la que servía. Cuando por fin le dijeron que era el momento, ella salió con calma de su habitación y cuando bajó las escaleras se sintió extrañamente mareada. Tuvo que cerrar los ojos, respirar profundo y sujetarse con fuerza del pasador de madera para evitar caer. “Han de ser los nervios” supuso, por más que no se sentía demasiado tensa.
El camino pareció eterno por más que eran unos pocos pasos los que debían recorrerse. Antes de llegar al jardín, tomó un poco de agua y prosiguió sin más, sin prestar demasiada atención al asunto. Como era de esperarse y por suerte, Ryley ya había llegado y Vane estaba a su lado, sonriendo y susurrándole algo a su hermano al oído. Finalmente, el momento había llegado.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/01/2012
Localización : Lyon, Francia
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Re: Because, I'm yours (Flashback - Ryley)
Elegir estar contigo no es una decisión difícil.
Es fácil. Increíblemente sencillo.
Tammara Webber
Leigh había aceptado ser su esposa, aunque aquellas palabras hubieran resultado en nada más que continuar la vida como hasta ese momento le llevaban, para él le hubiesen bastado para ser feliz por toda una eternidad. La realidad ahora era que poco a poco, sin que realmente alguno de ellos hubiera hablado de manera directa del tema y entre unas cuantas palabras todo había quedado establecido para que la boda realmente se llevara a cabo. Fue todo rápido, después de todo la boda no se llevaría a cabo entre un montón de personas que solo estarían ahí para hablar de ellos, según lo acordado solo estarían las personas que resultasen indispensables que en caso del ex cortesano era solamente su hermana.
Para Ryley no había sido problema aceptar solamente un matrimonio por parte legal más que uno religioso; aunque no lo dijera, todos aquellos años de vida pasados en el burdel le quitaban un poco las intenciones de asistir a la iglesia porque esos lugares siempre estaban repletos de hipócritas que hacían cosas a diestra y siniestra solo para que al estar en aquellos recintos sagrados, se dieran golpes de pecho y fingieran que no pasaban sus noches metidos en los burdeles entre las piernas de alguna mujer. Tampoco le fue complicada la decisión de aceptar cambiar su apellido por el de Leigh aunque la costumbre fuera lo contrario; no existía nada que pudiera negarle a aquella cazadora de cabellos oscuros.
Una semana atrás y ya con la inminente boda sobre ellos fue que decidió decirle a su hermana de todo aquello que tenían planeado y simplemente enloqueció. Aquello era lo que había estado esperando, que su hermano se alejara de la vida como cortesano y fuera feliz.
Pese a las preocupaciones que Ryley expreso por dejarle sola en aquella casa que hasta ese entonces habían compartido, su hermana no le permitió decir más y ella misma se encargo de llevar a su hermano a buscar un traje apropiado y a asegurarse de que las cosas en la vida de él estaban en orden como para poder casarse con la cazadora. Vane solo había visto dos veces a Leigh pero por la manera en la que ayudaba a Ryley, él estaba completamente seguro de que a su hermana le agradaba tener una cuñada como ella.
El día tan esperado fue despertado por Vane, quien para cuando él hubiese abierto los ojos tenía ya puesto un vestido que nunca antes le había visto y el cual ella presumió como el elegido para la boda de alguien especial. A su despertar en aquella mansión fue arrastrado por su hermana hasta otro sitio, un cuarto bastante alejado de donde se suponía estaría Leigh con las claras palabras de “No debes ver a la novia hasta la boda”.
Para él estar listo no le tomo mucho tiempo aunque se demoraron más de lo esperado gracias a que aquella niña que le acompañara durante casi toda su vida estaba empeñada en hacer que su apariencia fuera impecable; el traje que habían seleccionado no era uno negro, era de hecho un gris algo oscuro que le hacía lucir formal. Solo después de cumplir con aquellos estándares, ridículos para su gusto fue que le dejo salir del cuarto. Observando la mansión ese día le notaba de una forma que nunca Ryley hubiese podido explicar, todo porque entre esas paredes se encontraba la única mujer por la que estaba dispuesto a dejar todo, a renunciar hasta a su apellido por ella y la cual pronto sería su esposa.
Anduvieron con su hermana hasta los jardines, donde todo estaba listo y algunas doncellas andaban de un lado a otro arreglando algunos detalles porque también deseaban que todo estuviera en orden para su señora.
– Vamos deja de ver todo y anda – su hermana le tomo del brazo y le llevo hasta el frente cerca de una mesa decorada con algunas flores y el que parecía ser el notario aguardando porque la novia hiciera acto de presencia – ¿Nervioso? – la voz de su hermana se escucho suave y una de sus manos fue a acomodar el cuello de Ryley.
– ¿Parezco nervioso? – sonrío solo para ver como Vane negaba.
– Luces contento, y me agrada – la mirada de aquella joven fue a donde una doncella señalaba y sonrío al ver a Leigh, así que solo tomo del mentón a Ryley y le hizo girar el rostro. En cuanto los ojos del cazador se posaron sobre la figura de aquella mujer, una enorme sonrisa se extendió por su rostro porque todo aquello era realidad, estaba ocurriendo justo en aquellos momentos.
¿Cómo describir la perfección? Era imposible hacerlo y de esa manera se sintió él al contemplarla, que no existía palabra o gesto alguno que le hiciera justicia. Ella era su vida, sus sueños más preciados se encontraban ligados a ella y las pesadillas más terroríficas eran aquellas donde Leigh no se encontraba. Estaba perdido sin la presencia de la cazadora pero todo eso estaba por cambiar porque ahora podrían compartir una vida sin temor a ser juzgados, él le seguiría a donde ella se lo pidiera, aunque ese lugar fuera el mismo infierno.
Es fácil. Increíblemente sencillo.
Tammara Webber
Leigh había aceptado ser su esposa, aunque aquellas palabras hubieran resultado en nada más que continuar la vida como hasta ese momento le llevaban, para él le hubiesen bastado para ser feliz por toda una eternidad. La realidad ahora era que poco a poco, sin que realmente alguno de ellos hubiera hablado de manera directa del tema y entre unas cuantas palabras todo había quedado establecido para que la boda realmente se llevara a cabo. Fue todo rápido, después de todo la boda no se llevaría a cabo entre un montón de personas que solo estarían ahí para hablar de ellos, según lo acordado solo estarían las personas que resultasen indispensables que en caso del ex cortesano era solamente su hermana.
Para Ryley no había sido problema aceptar solamente un matrimonio por parte legal más que uno religioso; aunque no lo dijera, todos aquellos años de vida pasados en el burdel le quitaban un poco las intenciones de asistir a la iglesia porque esos lugares siempre estaban repletos de hipócritas que hacían cosas a diestra y siniestra solo para que al estar en aquellos recintos sagrados, se dieran golpes de pecho y fingieran que no pasaban sus noches metidos en los burdeles entre las piernas de alguna mujer. Tampoco le fue complicada la decisión de aceptar cambiar su apellido por el de Leigh aunque la costumbre fuera lo contrario; no existía nada que pudiera negarle a aquella cazadora de cabellos oscuros.
Una semana atrás y ya con la inminente boda sobre ellos fue que decidió decirle a su hermana de todo aquello que tenían planeado y simplemente enloqueció. Aquello era lo que había estado esperando, que su hermano se alejara de la vida como cortesano y fuera feliz.
Pese a las preocupaciones que Ryley expreso por dejarle sola en aquella casa que hasta ese entonces habían compartido, su hermana no le permitió decir más y ella misma se encargo de llevar a su hermano a buscar un traje apropiado y a asegurarse de que las cosas en la vida de él estaban en orden como para poder casarse con la cazadora. Vane solo había visto dos veces a Leigh pero por la manera en la que ayudaba a Ryley, él estaba completamente seguro de que a su hermana le agradaba tener una cuñada como ella.
El día tan esperado fue despertado por Vane, quien para cuando él hubiese abierto los ojos tenía ya puesto un vestido que nunca antes le había visto y el cual ella presumió como el elegido para la boda de alguien especial. A su despertar en aquella mansión fue arrastrado por su hermana hasta otro sitio, un cuarto bastante alejado de donde se suponía estaría Leigh con las claras palabras de “No debes ver a la novia hasta la boda”.
Para él estar listo no le tomo mucho tiempo aunque se demoraron más de lo esperado gracias a que aquella niña que le acompañara durante casi toda su vida estaba empeñada en hacer que su apariencia fuera impecable; el traje que habían seleccionado no era uno negro, era de hecho un gris algo oscuro que le hacía lucir formal. Solo después de cumplir con aquellos estándares, ridículos para su gusto fue que le dejo salir del cuarto. Observando la mansión ese día le notaba de una forma que nunca Ryley hubiese podido explicar, todo porque entre esas paredes se encontraba la única mujer por la que estaba dispuesto a dejar todo, a renunciar hasta a su apellido por ella y la cual pronto sería su esposa.
Anduvieron con su hermana hasta los jardines, donde todo estaba listo y algunas doncellas andaban de un lado a otro arreglando algunos detalles porque también deseaban que todo estuviera en orden para su señora.
– Vamos deja de ver todo y anda – su hermana le tomo del brazo y le llevo hasta el frente cerca de una mesa decorada con algunas flores y el que parecía ser el notario aguardando porque la novia hiciera acto de presencia – ¿Nervioso? – la voz de su hermana se escucho suave y una de sus manos fue a acomodar el cuello de Ryley.
– ¿Parezco nervioso? – sonrío solo para ver como Vane negaba.
– Luces contento, y me agrada – la mirada de aquella joven fue a donde una doncella señalaba y sonrío al ver a Leigh, así que solo tomo del mentón a Ryley y le hizo girar el rostro. En cuanto los ojos del cazador se posaron sobre la figura de aquella mujer, una enorme sonrisa se extendió por su rostro porque todo aquello era realidad, estaba ocurriendo justo en aquellos momentos.
¿Cómo describir la perfección? Era imposible hacerlo y de esa manera se sintió él al contemplarla, que no existía palabra o gesto alguno que le hiciera justicia. Ella era su vida, sus sueños más preciados se encontraban ligados a ella y las pesadillas más terroríficas eran aquellas donde Leigh no se encontraba. Estaba perdido sin la presencia de la cazadora pero todo eso estaba por cambiar porque ahora podrían compartir una vida sin temor a ser juzgados, él le seguiría a donde ella se lo pidiera, aunque ese lugar fuera el mismo infierno.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Because, I'm yours (Flashback - Ryley)
"I’ll always love you, oh yes, I will, I will, always love you"
Same as the sun - Jesse Cole
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Un matrimonio requiere demasiados detalles por más sencillo que parezca. No obstante Leigh no hizo absolutamente nada, no porque no quisiera, sino porque la noticia había causado tal alboroto en la mansión que casi a súplicas le pidieron que Leigh les dejara todo en sus manos y simplemente confiara. Ante la complicidad de su nana y de su mayordomo, finalmente accedió y el día esperado sería completamente una sorpresa. En contra de su ansiedad tuvo que aguantar que le ocultaran cosas y que le prohibieran ir a ciertas habitaciones de su propia casa, era como si llevaran esperando ese momento durante mucho tiempo y ahora lo celebraran como si fuera algo increíble que creyeron nunca pasaría. En eso coincidan, Leigh tampoco se imaginó que tal evento se fuera a llevar a cabo en su vida.
Dado el carácter de la cazadora, prometió no espiar los jardines y así mismo hizo. Cuando la curiosidad le carcomía, bajaba inmediatamente a la cocina y pedía un té que le permitiera mermar su ansiedad y llevarla a cumplir su palabra, a la que daba siempre tanta importancia. Fue un mes de dudas con respecto a preparativos, pero todo valió la pena porque cuando Leigh hizo acto de presencia en el lugar todo la dejó deslumbrada. Desde Ryley con su traje gris que lo hacía ver tan galante y como todo un caballero, pasando por la hermosura de su nueva cuñada y llegando a los detallados arreglos florares, manteles de fina confección y un banquete para los pocos asistentes que los dejaría más que satisfechos. Sin lugar a dudas, todo era mucho más de lo que ella esperaba.
Cuando se disponía a avanzar más sin saber muy bien el protocolo a seguir en cuanto a nupcias se refiere, una mano cálida la tomó del codo y ella con disimulo volteó a ver. -No creerías que pasarías sola ¿O sí? anda mi niña, toma mi brazo- su mayordomo, que ya debía de tener al menos unos sesenta años, estaba muy bien vestido y arreglado y ofrecía a Leigh su brazo para entregarla él. ¿Cómo no se le había ocurrido? Ella asintió y le depositó un beso en la mejilla a modo de agradecimiento a aquél que había hecho las veces de padre desde que ella quedó sola. Era un hombre tan especial que Leigh se alegraba de haber dejado parte de su testamento con especificaciones acerca de él y de las propiedades que ella le dejaría si le pasaba algo. Lo mismo pasaba con su nana, ambos recibirían una propiedad para asegurar su vejez, un sueldo y, para todos, una cláusula que especificaba que no se podía cambiar el personal bajo ninguna circunstancia. La cazadora podía parecer fría, pero era agradecida y como tal actuaba, dejando en orden y asegurada la vida de quienes le servían. Era meticulosa hasta en los más mínimos detalles y también había arreglado el mantenerles de ahí en más un buen sueldo. En efecto, no era que no confiara en Ryley, sino que desconocía que pasaría con él si ella desaparecía, así que todo quedaba claro y con la exigencia que sólo podían llegar a heredar Ryley -desde ahora Lezarc- o Vane Ende. Si ellos desaparecían también, todo sería dejado en manos de sus más fieles sirvientes en partes iguales. Leigh suspiró y tomó del brazo al hombre que fue a entregársela a Ryley, el más hermoso joven de cabellos rubios que era como el mismísimo sol para ella en ese lugar. En cuanto le vio más cerca, todo sus lúgubres e inapropiados pensamientos para una boda, desaparecieron. La tarde obtuvo el fulgor que le daba la ya avanzada primavera y con total certeza decidió no prestar más atención a sus extraños y estúpidos presentimientos. Al fin y al cabo, la que había sido bruja y podía tener visiones y esas cosas era su madre, no ella.
Caminó con calma y seriedad aunque ya empezaba a sentirse en serio nerviosa, como si no supiera que decir o cómo comportarse. Para su fortuna, todos allí la conocían y nada podía sorprenderles. Pero ella sólo lo veía a él, nada más importaba porque en unos minutos, ella pasaría a ser su esposa y cuidaba hasta el más corto de sus pasos para hacer de aquél día algo realmente inolvidable, aunque, a decir verdad, ella estaba segura que por nada del mundo olvidaría esa fecha y ese rostro que tanta dicha le había causado.
Dado el carácter de la cazadora, prometió no espiar los jardines y así mismo hizo. Cuando la curiosidad le carcomía, bajaba inmediatamente a la cocina y pedía un té que le permitiera mermar su ansiedad y llevarla a cumplir su palabra, a la que daba siempre tanta importancia. Fue un mes de dudas con respecto a preparativos, pero todo valió la pena porque cuando Leigh hizo acto de presencia en el lugar todo la dejó deslumbrada. Desde Ryley con su traje gris que lo hacía ver tan galante y como todo un caballero, pasando por la hermosura de su nueva cuñada y llegando a los detallados arreglos florares, manteles de fina confección y un banquete para los pocos asistentes que los dejaría más que satisfechos. Sin lugar a dudas, todo era mucho más de lo que ella esperaba.
Cuando se disponía a avanzar más sin saber muy bien el protocolo a seguir en cuanto a nupcias se refiere, una mano cálida la tomó del codo y ella con disimulo volteó a ver. -No creerías que pasarías sola ¿O sí? anda mi niña, toma mi brazo- su mayordomo, que ya debía de tener al menos unos sesenta años, estaba muy bien vestido y arreglado y ofrecía a Leigh su brazo para entregarla él. ¿Cómo no se le había ocurrido? Ella asintió y le depositó un beso en la mejilla a modo de agradecimiento a aquél que había hecho las veces de padre desde que ella quedó sola. Era un hombre tan especial que Leigh se alegraba de haber dejado parte de su testamento con especificaciones acerca de él y de las propiedades que ella le dejaría si le pasaba algo. Lo mismo pasaba con su nana, ambos recibirían una propiedad para asegurar su vejez, un sueldo y, para todos, una cláusula que especificaba que no se podía cambiar el personal bajo ninguna circunstancia. La cazadora podía parecer fría, pero era agradecida y como tal actuaba, dejando en orden y asegurada la vida de quienes le servían. Era meticulosa hasta en los más mínimos detalles y también había arreglado el mantenerles de ahí en más un buen sueldo. En efecto, no era que no confiara en Ryley, sino que desconocía que pasaría con él si ella desaparecía, así que todo quedaba claro y con la exigencia que sólo podían llegar a heredar Ryley -desde ahora Lezarc- o Vane Ende. Si ellos desaparecían también, todo sería dejado en manos de sus más fieles sirvientes en partes iguales. Leigh suspiró y tomó del brazo al hombre que fue a entregársela a Ryley, el más hermoso joven de cabellos rubios que era como el mismísimo sol para ella en ese lugar. En cuanto le vio más cerca, todo sus lúgubres e inapropiados pensamientos para una boda, desaparecieron. La tarde obtuvo el fulgor que le daba la ya avanzada primavera y con total certeza decidió no prestar más atención a sus extraños y estúpidos presentimientos. Al fin y al cabo, la que había sido bruja y podía tener visiones y esas cosas era su madre, no ella.
Caminó con calma y seriedad aunque ya empezaba a sentirse en serio nerviosa, como si no supiera que decir o cómo comportarse. Para su fortuna, todos allí la conocían y nada podía sorprenderles. Pero ella sólo lo veía a él, nada más importaba porque en unos minutos, ella pasaría a ser su esposa y cuidaba hasta el más corto de sus pasos para hacer de aquél día algo realmente inolvidable, aunque, a decir verdad, ella estaba segura que por nada del mundo olvidaría esa fecha y ese rostro que tanta dicha le había causado.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/01/2012
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Re: Because, I'm yours (Flashback - Ryley)
En un instante pasé a formar parte de la historia más bella que una película pueda imaginar.
Nicolas Barreau
Viendo a aquella mujer en el vestido de novia le dejaba con la sonrisa de tonto plantada en el rostro. Tenía ganas de ir en dirección a ella, rodearle la cintura y besarla una y otra vez. Estuvo a punto de hacerlo de no ser porque su hermana le sujeto de la mano antes de soltar una risita, la cual provoco que él terminara por calmarse nuevamente y admirarle desde donde estaba.
Estando ahí, aguardando porque avanzara en su dirección se encontraba seguro de que no le pediría nada más a la vida que esos momentos, era completamente feliz y nada podría oscurecer esa felicidad que le brindaba Leigh, nada en su mente estaba preparada para el futuro que se acercaba con cada paso que ella daba en su dirección y con cada apretujón que daba Ryley a la mano de su hermana que se mantenía sonríente a su lado, dando a su hermano lo necesario para no terminar arruinando la perfecta ceremonia que habían planeado las doncellas de la casa Lezarc. No había duda alguna de que toda la gente en aquella casa apreciaban sobre manera a la que fuera la dueña y señora del lugar, cada una de aquellas mujeres se había esforzado. De vez en cuando Ryley había espiado en las habitaciones recibiendo regaños por algunas de ellas, pero que al final dejaban que husmeara un poco con la condición de que no lo dijese nada a la cazadora sobre la planeación y claro, él juro guardar silencio porque no planeaba arruinarle aquel momento a ella.
No pudo ocultar la sonrisa al ver al mayordomo acercarse hasta ella. Él hombre había pedido específicamente ser quien entregara a la cazadora y nadie tuvo objeción alguna pues sabían que no había nadie más apropiado para eso y tampoco le dejarían ir sola. Aquella era una manera muy peculiar en la que toda la servidumbre de aquella casa demostraba a su señora que se encontraban con ella y que apoyaban su decisión.
Con cada paso que ella daba finalmente en su dirección, Ryley podía jurar que se le detendría el corazón o peor aún, que despertaría solo para darse cuenta de que aquello no era más que un sueño. Algo que deseaba con locura pero que nunca sería capaz de tener realmente. Sacudió levemente la cabeza y se soltó del agarre de la mano de su hermana, quien se hizo más a un lado. Aquellos pasos que daba Leigh eran tan lentos ante su vista que estaban torturandole como nunca en la vida, pero finalmente estuvo a su alcance y le sonrió. Necesitaba tocarla para saberla real, que no estaba imaginandose todo y que después de esos momentos serían un matrimonio real.
El mayordomo miro a Ryley. No necesito palabras para comprender que todos ellos estaban entregando a él a una persona que apreciaban realmente y de la cual se esforzarían por hacer feliz, así que más le valía no meter la pata y tampoco era que planeara hacerlo.
Al fin, su mano fue a tomar la de Leigh, haciendo que le tomara del brazo antes de ir a la mesa donde se encontraba el juez que se encargaría de todo aquel papeleo que les acreditaría como marido y mujer.
– Luces hermosa – dijo mientras comenzaba a avanzar – más hermosa que de costumbre claro porque, eres la mujer más bella de este mundo Leigh – le dirigió una mirada fugaz y una sonrisa antes de volver la mirada a la mesa aquella que estaba más cerca que nada, pero al mismo tiempo más lejos que todo. Para ese momento, ya no le interesaba cuanto tuviera que andar hasta alcanzar aquel lugar, al lado de aquella cazadora, caminaría todo lo que fuera necesario – por cierto, ahora que has llegado hasta aquí… – río – no voy a dejar que te arrepientas, Leigh Lezarc – y con aquellas palabras fue que terminaron llegando frente a la mesa. El juez les miraba fijamente a ambos y Ryley podía sentir como las miradas de todos los demás estaban fijas en ellos pero su entera atención estaba centrada en su brazo y en la mujer que iba sujeta a él.
Nicolas Barreau
Viendo a aquella mujer en el vestido de novia le dejaba con la sonrisa de tonto plantada en el rostro. Tenía ganas de ir en dirección a ella, rodearle la cintura y besarla una y otra vez. Estuvo a punto de hacerlo de no ser porque su hermana le sujeto de la mano antes de soltar una risita, la cual provoco que él terminara por calmarse nuevamente y admirarle desde donde estaba.
Estando ahí, aguardando porque avanzara en su dirección se encontraba seguro de que no le pediría nada más a la vida que esos momentos, era completamente feliz y nada podría oscurecer esa felicidad que le brindaba Leigh, nada en su mente estaba preparada para el futuro que se acercaba con cada paso que ella daba en su dirección y con cada apretujón que daba Ryley a la mano de su hermana que se mantenía sonríente a su lado, dando a su hermano lo necesario para no terminar arruinando la perfecta ceremonia que habían planeado las doncellas de la casa Lezarc. No había duda alguna de que toda la gente en aquella casa apreciaban sobre manera a la que fuera la dueña y señora del lugar, cada una de aquellas mujeres se había esforzado. De vez en cuando Ryley había espiado en las habitaciones recibiendo regaños por algunas de ellas, pero que al final dejaban que husmeara un poco con la condición de que no lo dijese nada a la cazadora sobre la planeación y claro, él juro guardar silencio porque no planeaba arruinarle aquel momento a ella.
No pudo ocultar la sonrisa al ver al mayordomo acercarse hasta ella. Él hombre había pedido específicamente ser quien entregara a la cazadora y nadie tuvo objeción alguna pues sabían que no había nadie más apropiado para eso y tampoco le dejarían ir sola. Aquella era una manera muy peculiar en la que toda la servidumbre de aquella casa demostraba a su señora que se encontraban con ella y que apoyaban su decisión.
Con cada paso que ella daba finalmente en su dirección, Ryley podía jurar que se le detendría el corazón o peor aún, que despertaría solo para darse cuenta de que aquello no era más que un sueño. Algo que deseaba con locura pero que nunca sería capaz de tener realmente. Sacudió levemente la cabeza y se soltó del agarre de la mano de su hermana, quien se hizo más a un lado. Aquellos pasos que daba Leigh eran tan lentos ante su vista que estaban torturandole como nunca en la vida, pero finalmente estuvo a su alcance y le sonrió. Necesitaba tocarla para saberla real, que no estaba imaginandose todo y que después de esos momentos serían un matrimonio real.
El mayordomo miro a Ryley. No necesito palabras para comprender que todos ellos estaban entregando a él a una persona que apreciaban realmente y de la cual se esforzarían por hacer feliz, así que más le valía no meter la pata y tampoco era que planeara hacerlo.
Al fin, su mano fue a tomar la de Leigh, haciendo que le tomara del brazo antes de ir a la mesa donde se encontraba el juez que se encargaría de todo aquel papeleo que les acreditaría como marido y mujer.
– Luces hermosa – dijo mientras comenzaba a avanzar – más hermosa que de costumbre claro porque, eres la mujer más bella de este mundo Leigh – le dirigió una mirada fugaz y una sonrisa antes de volver la mirada a la mesa aquella que estaba más cerca que nada, pero al mismo tiempo más lejos que todo. Para ese momento, ya no le interesaba cuanto tuviera que andar hasta alcanzar aquel lugar, al lado de aquella cazadora, caminaría todo lo que fuera necesario – por cierto, ahora que has llegado hasta aquí… – río – no voy a dejar que te arrepientas, Leigh Lezarc – y con aquellas palabras fue que terminaron llegando frente a la mesa. El juez les miraba fijamente a ambos y Ryley podía sentir como las miradas de todos los demás estaban fijas en ellos pero su entera atención estaba centrada en su brazo y en la mujer que iba sujeta a él.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Because, I'm yours (Flashback - Ryley)
"Ni siquiera todos mis nervios pueden medir la felicidad que me proporcionas"
Por un momento sintió que no podía levantar la mirada para buscar la de Ryley. Avanzaba en silencio, sujetada del brazo de su dulce mayordomo y mirando el suelo para guardar cada paso que daba. Pero en el fondo la cazadora no se permitía la timidez, no se permitía dudar de las decisiones que tomaba y fue por eso que levantó la mirada y se encontró con una enorme sonrisa por parte de Ryley que le infundió tanto ánimo como cierto nerviosismo que casi se detuvo. Respiró profundamente y se mordió ligeramente el labio mientras miraba con complicidad a Vane que parecía detener a su hermano por el brazo. Todo aquello era una situación sumamente extraña y era de esperarse, Leigh jamás se visualizó camino al altar.
Frente a ella y cada vez a menor distancia se encontraba el hombre que le había robado más que el corazón. Sus sentimientos le pertenecían como también lo hacían sus pensamientos, su piel e incluso ahora su futuro. La sola idea de verlo cada día sin esperas a llegadas furtivas le causaba una alegría que no podía describir, era como si él fuera una especie de refugio contra sus tormentas y el alivio a cualquier dolor que hubiera sentido. Él en apenas unos momentos sería su única familia real y con la que seguramente formaría una sin saber cómo. Casi no respiró por un momento al pensar eso que antes no se había cuestionado ¿Cómo sería formar una familia con Ryley? ¿Cómo se sentiría tener a un pequeño corriendo por la mansión que heredaría a futuro? ¿Sonreiría entonces ella al fin al escuchar las risas de su pequeño que poseería, con suerte, los rasgos del hombre que amaba? aquellas ideas eran demasiado y tuvo que obligarse a retirarlas para no ponerse más nerviosa de lo que ya estaba.
Al llegar frente a él, sólo las palabras de su mayordomo la distrajeron de los ojos ajenos que conservaban esa sonrisa que a ella tanto le gustaba y de la que sentía no poder retirar la mirada tan fácil. El hombre que la llevaba del brazo le tomó la mano y se la cedió a Ryley -Sé que está en buenas manos, muchacho- dijo él y le sonrió a su prometido mientras ella apenas podía ver su mano sobre la de él, lista a ser declarada su esposa hasta que, como dicen, los separara la muerte.
-Y tú- acertó a decir Leigh con dificultad cuando él le habló mientras avanzaban porque sentía que las palabras no le fluían como siempre, aunque se esforzara para no demostrarlo. Sin embargo se sintió feliz, a gusto por esas palabras que fluían de los labios de su amado y que, como siempre, le seguían robando el corazón. Él se veía más que hermoso, pero ella no supo cómo llevarlo a palabras y apenas asintió. Pero dijo algo que sí respondió ella con certeza, el hecho de no permitir que ella se arrepintiera de aquella decisión, aunque ella sabía que no lo haría -Yo tampoco. Eres mi vida, Ryley Ende- dijo demasiado seria y miró hacia el frente siendo consciente del peso de sus palabras que por fin decían la verdad con respecto a lo que representaba él.
Ahora restaba tomar lugar, sentarse frente al hombre de la ley que llevaría a cabo todo el proceso ritual y legal para nombrar marido y mujer a los jóvenes frente a él y cambiar el apellido de Ryley para darle un nuevo comienzo, una hoja en blanco en la que trazaría un futuro distinto. En cuanto a Vane, Leigh tenía pensado pedirle que fuera a vivir con ellos y que pudiera continuar los estudios mientras Ryley era instruido en el negocio Lezarc para ejercer oficialmente sobre los mismos como esposo de Leigh y ahora prácticamente propietario. Todo se veía muy diferente comparado con el pasado, el cambio era drástico, pero sin duda alguna era mucho mejor que antes y esperaba que no tanto comparado con lo que vendría después.
Frente a ella y cada vez a menor distancia se encontraba el hombre que le había robado más que el corazón. Sus sentimientos le pertenecían como también lo hacían sus pensamientos, su piel e incluso ahora su futuro. La sola idea de verlo cada día sin esperas a llegadas furtivas le causaba una alegría que no podía describir, era como si él fuera una especie de refugio contra sus tormentas y el alivio a cualquier dolor que hubiera sentido. Él en apenas unos momentos sería su única familia real y con la que seguramente formaría una sin saber cómo. Casi no respiró por un momento al pensar eso que antes no se había cuestionado ¿Cómo sería formar una familia con Ryley? ¿Cómo se sentiría tener a un pequeño corriendo por la mansión que heredaría a futuro? ¿Sonreiría entonces ella al fin al escuchar las risas de su pequeño que poseería, con suerte, los rasgos del hombre que amaba? aquellas ideas eran demasiado y tuvo que obligarse a retirarlas para no ponerse más nerviosa de lo que ya estaba.
Al llegar frente a él, sólo las palabras de su mayordomo la distrajeron de los ojos ajenos que conservaban esa sonrisa que a ella tanto le gustaba y de la que sentía no poder retirar la mirada tan fácil. El hombre que la llevaba del brazo le tomó la mano y se la cedió a Ryley -Sé que está en buenas manos, muchacho- dijo él y le sonrió a su prometido mientras ella apenas podía ver su mano sobre la de él, lista a ser declarada su esposa hasta que, como dicen, los separara la muerte.
-Y tú- acertó a decir Leigh con dificultad cuando él le habló mientras avanzaban porque sentía que las palabras no le fluían como siempre, aunque se esforzara para no demostrarlo. Sin embargo se sintió feliz, a gusto por esas palabras que fluían de los labios de su amado y que, como siempre, le seguían robando el corazón. Él se veía más que hermoso, pero ella no supo cómo llevarlo a palabras y apenas asintió. Pero dijo algo que sí respondió ella con certeza, el hecho de no permitir que ella se arrepintiera de aquella decisión, aunque ella sabía que no lo haría -Yo tampoco. Eres mi vida, Ryley Ende- dijo demasiado seria y miró hacia el frente siendo consciente del peso de sus palabras que por fin decían la verdad con respecto a lo que representaba él.
Ahora restaba tomar lugar, sentarse frente al hombre de la ley que llevaría a cabo todo el proceso ritual y legal para nombrar marido y mujer a los jóvenes frente a él y cambiar el apellido de Ryley para darle un nuevo comienzo, una hoja en blanco en la que trazaría un futuro distinto. En cuanto a Vane, Leigh tenía pensado pedirle que fuera a vivir con ellos y que pudiera continuar los estudios mientras Ryley era instruido en el negocio Lezarc para ejercer oficialmente sobre los mismos como esposo de Leigh y ahora prácticamente propietario. Todo se veía muy diferente comparado con el pasado, el cambio era drástico, pero sin duda alguna era mucho mejor que antes y esperaba que no tanto comparado con lo que vendría después.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Because, I'm yours (Flashback - Ryley)
Eres el sol en mi vida. Por eso siempre estaré contigo.
Matthew Quick
El mundo se detuvo en el momento que Leigh avanzo en su dirección. Sus ojos buscaban los de la cazadora, que se enfocaban en el lugar donde estaría el siguiente paso que daba. Supuso entonces que no era el único que estaba algo nervioso aunque claro que su nerviosismo no debía ser nada parecido al de Leigh. Lo que él creyó y le atormento durante algunas ocasiones fue la idea de que ella se arrepintiera y le dejara, que le informaran que realmente no lo amaba y que se casaría con alguien más; esos eran sus temores y no se los dijo a ella porque prefería guardarlos para si, por eso ahora que le veía observar el suelo, suponía no ser el único que temía.
Aunque todos los que vivían en aquella mansión confiaban en él, su prioridad era siempre que la cazadora confiara en sus palabras y en el amor que sentía por ella. Siempre creyendo que viviría solo por su hermana y por mantenerla a salvo, cerro su corazón a las mujeres que aparecían en su vida y las cuales fueron bastantes gracias al trabajo de que desempeñaba pero desde la llegada de Leigh, desde aquel momento en que le tomara en sus brazos con las heridas que le recorrían el cuerpo, su destino estaba sellado. Ella robo su corazón de forma inesperada y poco usual; ahora no podía imaginarse sin ella.
Sonrió al mayordomo, asegurando de esa manera que daría su vida por ella si es que era necesario, no dudaría jamás en ofrecer su vida porque la cazadora se mantuviera a salvo.
La mano de Leigh se sujeto a su brazo, trayendo finalmente la certeza de que la unión de ambos se estaba dando. Era imposible ya que fuera un simple sueño y aún con todo eso, hablo para asegurarse de que era lo que ella deseaba; pues una vez que las firmas de ambos estuvieran sobre el papel que el juez llevaba, nunca le dejaría irse. Una sonrisa surco su rostro, las sinceras palabras de Leigh provocaron que su corazón latiera desbocado en su pecho, debiendo entonces contenerse por no tomarla entre sus brazos y comérsela a besos frente a los pocos invitados que se encontraban presentes en dicha ceremonia.
– Ya esta dicho, estaremos juntos siempre Leigh – le dirigió entonces una mirada que trataba de transmitir todo el amor y todo el deseo que la sola presencia de ella despertaba en él – pase lo que pase nunca dejare tu lado porque te amo más que a nadie en este mundo.
Llegaron entonces frente al juez. Se encontraban para ellos dispuestas dos sillas y Ryley se apresuro a mover una de ellas para dejar que Leigh tomara asiento, una vez que eso sucedió se sentó a su lado y sin dejar de mirar al frente, hacía donde se encontraba el juez, busco la mano de Leigh y la sujeto firmemente entre la suya.
El hombre que fue contratado para aquello miro a ambos con seriedad y estiro algunos papeles primero que nada en dirección a Leigh, aquello era algo que la mujer a su lado debía verificar primero y Ryley lo comprendía, él no tenía nada que perder con aquella unión entre ambos, pero su amada. Ella era dueña de demasiadas cosas y lo mejor era ver que todo estuviese en orden; por su parte Ryley recibió otro grupo de papeles los cuales comenzó a leer lentamente y en los cuales se especificaba la situación del cambio de apellido.
Después de su unión no solo sería esposo de Leigh, sino que además pasaría a ser un Lezarc.
Antes de hacer cualquier movimiento por su parte, miro en dirección a la cazadora; esperando que todo estuviese en orden pues no quería pasar un minuto más sin saberla su esposa.
Matthew Quick
El mundo se detuvo en el momento que Leigh avanzo en su dirección. Sus ojos buscaban los de la cazadora, que se enfocaban en el lugar donde estaría el siguiente paso que daba. Supuso entonces que no era el único que estaba algo nervioso aunque claro que su nerviosismo no debía ser nada parecido al de Leigh. Lo que él creyó y le atormento durante algunas ocasiones fue la idea de que ella se arrepintiera y le dejara, que le informaran que realmente no lo amaba y que se casaría con alguien más; esos eran sus temores y no se los dijo a ella porque prefería guardarlos para si, por eso ahora que le veía observar el suelo, suponía no ser el único que temía.
Aunque todos los que vivían en aquella mansión confiaban en él, su prioridad era siempre que la cazadora confiara en sus palabras y en el amor que sentía por ella. Siempre creyendo que viviría solo por su hermana y por mantenerla a salvo, cerro su corazón a las mujeres que aparecían en su vida y las cuales fueron bastantes gracias al trabajo de que desempeñaba pero desde la llegada de Leigh, desde aquel momento en que le tomara en sus brazos con las heridas que le recorrían el cuerpo, su destino estaba sellado. Ella robo su corazón de forma inesperada y poco usual; ahora no podía imaginarse sin ella.
Sonrió al mayordomo, asegurando de esa manera que daría su vida por ella si es que era necesario, no dudaría jamás en ofrecer su vida porque la cazadora se mantuviera a salvo.
La mano de Leigh se sujeto a su brazo, trayendo finalmente la certeza de que la unión de ambos se estaba dando. Era imposible ya que fuera un simple sueño y aún con todo eso, hablo para asegurarse de que era lo que ella deseaba; pues una vez que las firmas de ambos estuvieran sobre el papel que el juez llevaba, nunca le dejaría irse. Una sonrisa surco su rostro, las sinceras palabras de Leigh provocaron que su corazón latiera desbocado en su pecho, debiendo entonces contenerse por no tomarla entre sus brazos y comérsela a besos frente a los pocos invitados que se encontraban presentes en dicha ceremonia.
– Ya esta dicho, estaremos juntos siempre Leigh – le dirigió entonces una mirada que trataba de transmitir todo el amor y todo el deseo que la sola presencia de ella despertaba en él – pase lo que pase nunca dejare tu lado porque te amo más que a nadie en este mundo.
Llegaron entonces frente al juez. Se encontraban para ellos dispuestas dos sillas y Ryley se apresuro a mover una de ellas para dejar que Leigh tomara asiento, una vez que eso sucedió se sentó a su lado y sin dejar de mirar al frente, hacía donde se encontraba el juez, busco la mano de Leigh y la sujeto firmemente entre la suya.
El hombre que fue contratado para aquello miro a ambos con seriedad y estiro algunos papeles primero que nada en dirección a Leigh, aquello era algo que la mujer a su lado debía verificar primero y Ryley lo comprendía, él no tenía nada que perder con aquella unión entre ambos, pero su amada. Ella era dueña de demasiadas cosas y lo mejor era ver que todo estuviese en orden; por su parte Ryley recibió otro grupo de papeles los cuales comenzó a leer lentamente y en los cuales se especificaba la situación del cambio de apellido.
Después de su unión no solo sería esposo de Leigh, sino que además pasaría a ser un Lezarc.
Antes de hacer cualquier movimiento por su parte, miro en dirección a la cazadora; esperando que todo estuviese en orden pues no quería pasar un minuto más sin saberla su esposa.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Because, I'm yours (Flashback - Ryley)
"Me hubiese sido más fácil escribirte toda la vida.
Pero me dejas siempre sin palabras."
Pero me dejas siempre sin palabras."
Dijo un ‘No’ rotundo cuando quisieron que llevara un ramo de rosas en sus manos para lanzar al final a las solteras asistentes a la boda y las cuales soñaban con casarse. Pero no pudo negarse a que, con cariño, le sujetaran una flor tan blanca como su vestido a sus cabellos tan negros como estaba su corazón antes de Ryley.
En cada paso Leigh iba despertando a aquella agradable realidad que pese a todo la tenía confundida. No lo estaba porque no supiera si casarse o no con Ryley, sino más bien porque dudaba que pudiera llegar a ser una buena esposa para él y ni siquiera quería ser madre. Esa idea era un mal enorme porque implicaría exponer a un inocente a una muerte por venganza. Ella era cazadora y él también lo era desde hace poco, pero ambos eran adultos que podían defenderse. Sin lugar a dudas el hecho de contemplar a un hijo implicaba el retiro de Leigh de su actividad de caza durante un largo tiempo para poder dedicarse a cuidar y criar del pequeño retoño. Sin embargo, con Ryley formando parte de su vida ni siquiera necesitaba dedicarse a eso. Podía optar por tener una vida normal, alejarse de las venganzas por amor al futuro que empezaban a tejer juntos, del mismo modo que su futuro esposo estuvo dispuesto a cambiar de vida. En teoría, ella también debería estar dispuesta a hacerlo por el bien de ambos. Si se pensaba bien, ella parecía egoísta y así se sentía ahora que lo pensaba con más detenimiento ¿Qué necesidad tenía de involucrarlo a él en todo eso? Lo amaba, lo sabía con certeza ahora y el hecho de seguirlo arriesgando no le gustaba en absoluto. Ella podía seguir, él no, no quería pensar en perderlo ni por un segundo… era increíble que por cada paso que daba venían mil ideas a su mente acerca de todo lo que implicaba aquél matrimonio.
Y Ryley habló como si pudiera escuchar sus pensamientos. Leigh asintió levemente luego de tantas ideas juntas. –Lo estaremos. Te aseguro que será así. Pero luego te lo diré con calma- su voz sonó a determinación aunque debió ser más dulce dadas las circunstancias. Pero Leigh era una mujer a la que le costaba expresar sus emociones y el hecho de decirle a él cuanto lo amaba se le quedaba en la garganta pero no en los hechos, esos últimos si fluían naturalmente para la cazadora que iba tomando cambios y decisiones de 180°.
En cuanto estuvieron frente al notario, Ryley corrió la silla para ella en uno de esos actos de caballerosidad que tanto la enamoraban. Él continúo y se ubicó pronto a su lado y en cuanto le tomó la mano, ella la entrelazó con la ajena con tanta suavidad que parecía que tocara porcelana a pesar que la de manos delgadas era ella. Como era de esperarse, el hombre mencionó lo de rutina, los “deberes” para con su esposo/a y otras cosas del tipo legal a lo que ambos esperaban que pasara más rápido. Vino luego la firma de un par de papeles con términos que ya habían arreglado, la omisión de los votos que Leigh no quería hacer públicos pero que sí le diría a su esposo en el momento en que estuvieran solos y tomara todo valor para hablar sin ponerle tanto razonamiento a sus palabras. No todo fue rápido, pero ella leyó de nuevo lo que ya había visto y puso con tranquilidad su firma en todo lo que debía. Suspiró y miró a Ryley en cuanto sintió su mirada. Fue entonces que le tomó de nuevo la mano al haberla tenido que soltar un momento para la firma de documentos. Todo era demasiado serio pese a la belleza de lo que realmente sucedía. -¿Estás nervioso?- se atrevió a susurrar inclinándose apenas a Ryley mientras el notario revisaba las firmas de ambos y depositó un beso ligero en su mejilla.
Pasaron pocos minutos y el hombre de ley, tras dar el visto bueno a todo, puso los anillos delante y cada uno tomó el suyo. El corazón le palpitaba muy rápido a pesar que había intentado prepararse para aquél momento. Lo puso entre sus dedos pulgar e índice y se giró apenas para ponerlo en la mano de su esposo y jurar lo que ya se había jurado así misma, estar con él en todas las circunstancias, hasta el final de sus días.
En cada paso Leigh iba despertando a aquella agradable realidad que pese a todo la tenía confundida. No lo estaba porque no supiera si casarse o no con Ryley, sino más bien porque dudaba que pudiera llegar a ser una buena esposa para él y ni siquiera quería ser madre. Esa idea era un mal enorme porque implicaría exponer a un inocente a una muerte por venganza. Ella era cazadora y él también lo era desde hace poco, pero ambos eran adultos que podían defenderse. Sin lugar a dudas el hecho de contemplar a un hijo implicaba el retiro de Leigh de su actividad de caza durante un largo tiempo para poder dedicarse a cuidar y criar del pequeño retoño. Sin embargo, con Ryley formando parte de su vida ni siquiera necesitaba dedicarse a eso. Podía optar por tener una vida normal, alejarse de las venganzas por amor al futuro que empezaban a tejer juntos, del mismo modo que su futuro esposo estuvo dispuesto a cambiar de vida. En teoría, ella también debería estar dispuesta a hacerlo por el bien de ambos. Si se pensaba bien, ella parecía egoísta y así se sentía ahora que lo pensaba con más detenimiento ¿Qué necesidad tenía de involucrarlo a él en todo eso? Lo amaba, lo sabía con certeza ahora y el hecho de seguirlo arriesgando no le gustaba en absoluto. Ella podía seguir, él no, no quería pensar en perderlo ni por un segundo… era increíble que por cada paso que daba venían mil ideas a su mente acerca de todo lo que implicaba aquél matrimonio.
Y Ryley habló como si pudiera escuchar sus pensamientos. Leigh asintió levemente luego de tantas ideas juntas. –Lo estaremos. Te aseguro que será así. Pero luego te lo diré con calma- su voz sonó a determinación aunque debió ser más dulce dadas las circunstancias. Pero Leigh era una mujer a la que le costaba expresar sus emociones y el hecho de decirle a él cuanto lo amaba se le quedaba en la garganta pero no en los hechos, esos últimos si fluían naturalmente para la cazadora que iba tomando cambios y decisiones de 180°.
En cuanto estuvieron frente al notario, Ryley corrió la silla para ella en uno de esos actos de caballerosidad que tanto la enamoraban. Él continúo y se ubicó pronto a su lado y en cuanto le tomó la mano, ella la entrelazó con la ajena con tanta suavidad que parecía que tocara porcelana a pesar que la de manos delgadas era ella. Como era de esperarse, el hombre mencionó lo de rutina, los “deberes” para con su esposo/a y otras cosas del tipo legal a lo que ambos esperaban que pasara más rápido. Vino luego la firma de un par de papeles con términos que ya habían arreglado, la omisión de los votos que Leigh no quería hacer públicos pero que sí le diría a su esposo en el momento en que estuvieran solos y tomara todo valor para hablar sin ponerle tanto razonamiento a sus palabras. No todo fue rápido, pero ella leyó de nuevo lo que ya había visto y puso con tranquilidad su firma en todo lo que debía. Suspiró y miró a Ryley en cuanto sintió su mirada. Fue entonces que le tomó de nuevo la mano al haberla tenido que soltar un momento para la firma de documentos. Todo era demasiado serio pese a la belleza de lo que realmente sucedía. -¿Estás nervioso?- se atrevió a susurrar inclinándose apenas a Ryley mientras el notario revisaba las firmas de ambos y depositó un beso ligero en su mejilla.
Pasaron pocos minutos y el hombre de ley, tras dar el visto bueno a todo, puso los anillos delante y cada uno tomó el suyo. El corazón le palpitaba muy rápido a pesar que había intentado prepararse para aquél momento. Lo puso entre sus dedos pulgar e índice y se giró apenas para ponerlo en la mano de su esposo y jurar lo que ya se había jurado así misma, estar con él en todas las circunstancias, hasta el final de sus días.
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Because, I'm yours (Flashback - Ryley)
Un alma gemela auténtica es la persona que te saca todo lo que tienes reprimido, que te hace volver la mirada hacia dentro para que puedas cambiar tu vida.
Es la persona más importante que vayas a conocer en tu vida, porque te tira abajo todos los muros.
Elizabeth Gilbert
La mujer que había elegido para ser su esposa le dejaba sin palabras. El corazón parecía querer salirse de su pecho cada vez que sus miradas se encontraban. Continuamente se cuestionaba a si mismo sobre lo que hizo para merecer semejante felicidad, pues él únicamente recordaba haber ayudado a una mujer herida en un callejón solitario después de una noche de trabajo en el burdel. Si alguien se hubiese atrevido a decir que esa mujer sería el amor de su vida, él sin duda alguna se habría burlado. Pero ahí estaban. Después de muchas cosas sucedidas y muchos cambios que se deban tanto en él como en la cazadora.
Vivir una vida al lado de ella era lo que esperaba. Desde que le pidiera matrimonio, en un arrebato de aislarla de todo aquel que planeara de algún modo robarla de su lado, supo que no se separaría más de ella por voluntad propia. Aquel que deseara separarlo de Leigh se las vería complicadas. No permitiría que nadie tocara a quien al finalizar aquella sencilla ceremonia seria su esposa. Con cada parte de la ceremonia que se desarrollaba, estaba mucho más cerca de lo que anhelaba su corazón. Sonreía cada vez que veía a Leigh. La conocía ya demasiado bien durante aquel tiempo juntos y no necesitaba que ella fuera de esas mujeres que expresaban sus sentimientos cada vez que podían, Ryley simplemente sabía lo que ella quería decirle, ya fuera cuando le miraba o cuando sus dedos sujetaban la mano de él; podía sentir el amor de Leigh y eso le valía más que cualquier palabra que ella pudiera expresar.
– Nos lo diremos con calma – corrigió a las palabras de la cazadora. Si Leigh pensaba hablar, por supuesto que él tendría una respuesta para cada cosa que ella dijera. No se podía estar en paz cuando se trataba de expresar cuan importante era ella y cuanto la amaba. La amaba tanto que estaba dispuesto a renunciar a todo por ella, solo era necesario que Leigh se lo pidiera y él, lo haría todo.
Sentados frente al hombre que les uniría como matrimonio, no soltó la mano de su amada más en aquellas ocasiones en las que era absolutamente necesario. Firmar, después de todo mientras tomabas la mano de alguien era complicado. Sus ojos se encontraban fijos en Leigh, en como leía los papeles para después colocar su firma en ellos antes de dejarlos nuevamente en la mesa y volverse en dirección a él. Ahora solo era necesario que él pusiera su firma en todos aquellos documentos y sería el final de la ceremonia aquella, estarían finalmente unidos.
– No estoy nervioso, es solo que no puedo dejar de mirarte por más que trate – sonrió. Se embelesaba ante cualquier movimiento o acto de parte de la mujer que estaba sentada a su lado y que le tomaba la mano de manera tan suave. Levanto su mano, llevando la mano de la cazadora entrelazada y antes de soltarla él para firmar aquellos papeles, deposito un beso en la mano ajena – Ese beso debió haber sido en los labios – dijo a modo de broma, soltando con cuidado la mano femenina. Su comentario aunque estaba cargado con un tono de broma, iba al tiempo exigiendo que todos los presentes supieran que ella solo era de él.
Sin pensar mucho, sin reparar en ninguna de las cláusulas que llevaba aquel documento, Ryley lo firmo. No necesitaba saber nada, no quería ser dueño de nada, no le importaba nada; más que Leigh. Una vez que hubo terminado de firmar todos los documentos, los regreso a la mesa para que el notario aquel les diera el visto bueno. Sus ojos buscaron los de Leigh y no se separaron de aquella hermosa figura hasta que los anillos aparecieron delante de ambos.
Cada uno tomo el anillo que correspondía y el ahora cazador, permitió que Leigh colocara el anillo en su dedo primero. Aquel era el símbolo de pertenencia, un contrato entre ambos que solo dejaba más claro cuanto se amaban.
Ya que estuvo aquel anillo en su mano, sujeto la de Leigh y disfrutando del momento que daría por terminado todo, deslizo el anillo por el dedo de su ahora esposa.
– Te sienta magnifico estar casada – menciono sin soltar la mano femenina – Ahora… ¿Mi querida esposa me permitirá darle un beso?, porque me muero de ganas por hacerlo desde que la vi – el hombre que celebraba aquella unión no pudo evitar una risa por lo bajo ante el comentario de Ryley, pero aparentaba no prestarles atención mientras tomaba todos los documentos que les oficializaban como matrimonio.
Es la persona más importante que vayas a conocer en tu vida, porque te tira abajo todos los muros.
Elizabeth Gilbert
La mujer que había elegido para ser su esposa le dejaba sin palabras. El corazón parecía querer salirse de su pecho cada vez que sus miradas se encontraban. Continuamente se cuestionaba a si mismo sobre lo que hizo para merecer semejante felicidad, pues él únicamente recordaba haber ayudado a una mujer herida en un callejón solitario después de una noche de trabajo en el burdel. Si alguien se hubiese atrevido a decir que esa mujer sería el amor de su vida, él sin duda alguna se habría burlado. Pero ahí estaban. Después de muchas cosas sucedidas y muchos cambios que se deban tanto en él como en la cazadora.
Vivir una vida al lado de ella era lo que esperaba. Desde que le pidiera matrimonio, en un arrebato de aislarla de todo aquel que planeara de algún modo robarla de su lado, supo que no se separaría más de ella por voluntad propia. Aquel que deseara separarlo de Leigh se las vería complicadas. No permitiría que nadie tocara a quien al finalizar aquella sencilla ceremonia seria su esposa. Con cada parte de la ceremonia que se desarrollaba, estaba mucho más cerca de lo que anhelaba su corazón. Sonreía cada vez que veía a Leigh. La conocía ya demasiado bien durante aquel tiempo juntos y no necesitaba que ella fuera de esas mujeres que expresaban sus sentimientos cada vez que podían, Ryley simplemente sabía lo que ella quería decirle, ya fuera cuando le miraba o cuando sus dedos sujetaban la mano de él; podía sentir el amor de Leigh y eso le valía más que cualquier palabra que ella pudiera expresar.
– Nos lo diremos con calma – corrigió a las palabras de la cazadora. Si Leigh pensaba hablar, por supuesto que él tendría una respuesta para cada cosa que ella dijera. No se podía estar en paz cuando se trataba de expresar cuan importante era ella y cuanto la amaba. La amaba tanto que estaba dispuesto a renunciar a todo por ella, solo era necesario que Leigh se lo pidiera y él, lo haría todo.
Sentados frente al hombre que les uniría como matrimonio, no soltó la mano de su amada más en aquellas ocasiones en las que era absolutamente necesario. Firmar, después de todo mientras tomabas la mano de alguien era complicado. Sus ojos se encontraban fijos en Leigh, en como leía los papeles para después colocar su firma en ellos antes de dejarlos nuevamente en la mesa y volverse en dirección a él. Ahora solo era necesario que él pusiera su firma en todos aquellos documentos y sería el final de la ceremonia aquella, estarían finalmente unidos.
– No estoy nervioso, es solo que no puedo dejar de mirarte por más que trate – sonrió. Se embelesaba ante cualquier movimiento o acto de parte de la mujer que estaba sentada a su lado y que le tomaba la mano de manera tan suave. Levanto su mano, llevando la mano de la cazadora entrelazada y antes de soltarla él para firmar aquellos papeles, deposito un beso en la mano ajena – Ese beso debió haber sido en los labios – dijo a modo de broma, soltando con cuidado la mano femenina. Su comentario aunque estaba cargado con un tono de broma, iba al tiempo exigiendo que todos los presentes supieran que ella solo era de él.
Sin pensar mucho, sin reparar en ninguna de las cláusulas que llevaba aquel documento, Ryley lo firmo. No necesitaba saber nada, no quería ser dueño de nada, no le importaba nada; más que Leigh. Una vez que hubo terminado de firmar todos los documentos, los regreso a la mesa para que el notario aquel les diera el visto bueno. Sus ojos buscaron los de Leigh y no se separaron de aquella hermosa figura hasta que los anillos aparecieron delante de ambos.
Cada uno tomo el anillo que correspondía y el ahora cazador, permitió que Leigh colocara el anillo en su dedo primero. Aquel era el símbolo de pertenencia, un contrato entre ambos que solo dejaba más claro cuanto se amaban.
Ya que estuvo aquel anillo en su mano, sujeto la de Leigh y disfrutando del momento que daría por terminado todo, deslizo el anillo por el dedo de su ahora esposa.
– Te sienta magnifico estar casada – menciono sin soltar la mano femenina – Ahora… ¿Mi querida esposa me permitirá darle un beso?, porque me muero de ganas por hacerlo desde que la vi – el hombre que celebraba aquella unión no pudo evitar una risa por lo bajo ante el comentario de Ryley, pero aparentaba no prestarles atención mientras tomaba todos los documentos que les oficializaban como matrimonio.
Ryley Lezarc- Cazador Clase Alta
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Re: Because, I'm yours (Flashback - Ryley)
"Y lo que yo más quiero ahora no es pensar en mí sino pensar en ti".
Jamás, ni con todas las palabras del mundo, ni en todos los idiomas posibles, nada, en absoluto, hubiera podido describir lo que sentía Leigh en esos momentos. Ya ni siquiera podía pensar más, no cuando él estaba tan cerca acariciándola hasta con la mirada. En el fondo, lo que ella quería es que dijeran de una vez que eran marido y mujer, que todos se fueran y que ella se pudiera refugiar en los brazos ajenos hasta quedarse dormida y despertar sabiéndolo su esposo. Ya no había máscaras ni tabúes, las opiniones externas no valían absolutamente nada y la idea destrozada de familia que tenía Leigh empezaba a tomar un nuevo significado en la mente obstinada de la cazadora.
Un anillo en el anular representaba todo y nada. Todo porque decía que planeaba su vida con él. Nada porque tampoco eso era suficiente para mantenerlo siempre a su lado y robárselo hasta a la misma muerte. Pero ni eso importaba cuando él la veía como lo hacía, como si no hubiera más, como si ella fuera maravillosa cuando en realidad ni siquiera sonreía y parecía ahogarse con las palabras que podían ser dulces para él. Era un fracaso emocional, pero a ese desastre sentimental le ahuyentaban las pesadillas entre besos y sonrisas, en medio de palabras y gestos que le producían tal nerviosismo que ella sabía que nadie más, aparte de él, podría lograr algo como eso. Leigh no necesitaba jurar nada delante de nadie, pero en el fondo sabía que le sería fiel de por vida y que ni siquiera sus ojos podrían posarse sobre otros como lo hacía sobre los de él. Ni aunque perdiera la memoria o él se fuera, podría. Le amaba como no conocía, como no sabía, como no repetiría.
Él era un mago con las palabras y con las manos, con los sentimientos y con el cuerpo. Era el tipo de hombre que cualquiera querría y que ella no soltaría. Claro que los besos los quería en los labios, como el sello de la unión que no planeó nunca pero que disfrutaba como pocas. Pero ella asintió, pestañeo y bajó la mirada negando levemente aunque a su modo le decía que sí, por más que se comportara como toda una dama a causa de la risita del notario y de los asistentes más cercanos que lograban escuchar lo que Ryley decía. Jamás lo expresaba, pero esa naturalidad de él también lograba que lo amara como lo hacía. Eran diferentes, demasiado, de un modo para ella maravilloso e incomprensible.
Cuando el anillo se deslizó por su dedo, la mirada de Leigh fue de sus manos a los ojos de él. Con disimulo se mordió el labio inferior. Estaba emocionada, no cabía duda y la sonrisa inexistente en realidad sobraba con aquél gesto. –Me sienta mejor tu vida conmigo- respondió sin decir más pero inclinándose hacia él para poder besarlo así, como su esposa, como la mujer que lo amaba de un modo inimaginable y que ya no podría pensar en tenerlo lejos ni un solo día y menos una sola noche. Lo besó con devoción, apoyando la mano libre en la mejilla ajena como si no quisiera dejarlo alejar ni un segundo y aferrando su mano con el símbolo de su unión a la ajena. Le acarició los labios con la ternura que no podía pasar a palabras e incluso frunció ligeramente el ceño por la fuerza de sus emociones. –Siempre, mi amor- le susurró haciendo referencia a que no tenía que pedir sus besos, podía tomarlos cuando quisiera, todas las veces que deseara.
Ryley se había llevado todo de ella, pero a cambio la había dejado quedarse. Agradecerle le resultaba tan repetitivo o costumbrista que todo lo que le quedaba era seguir dando todo lo que le quedaba. Siempre con la sensación de que todavía faltaba algo que recompensara cómo la había hecho vivir todo eso. –Te amo, Ryley Lezarc, esposo mío- le susurró de nuevo llamándole por primera vez con el apellido que ambos habían acordado compartir.
La cacería tuvo un gesto de misericordia, un regalo con nombre propio y, sabiendo que no se habrían podido conocer de otra forma, les sonrió como no lo volvería a hacer nunca. Una asesina nocturna y un hombre que vendía su cuerpo habían resultado uno. Parecía, quizás, una burla de la suerte; pero todo tiene perspectivas diferentes y esa que habían encontrado ellos los habían hecho marido y mujer. Por la suerte, y por suerte para ambos.
Un anillo en el anular representaba todo y nada. Todo porque decía que planeaba su vida con él. Nada porque tampoco eso era suficiente para mantenerlo siempre a su lado y robárselo hasta a la misma muerte. Pero ni eso importaba cuando él la veía como lo hacía, como si no hubiera más, como si ella fuera maravillosa cuando en realidad ni siquiera sonreía y parecía ahogarse con las palabras que podían ser dulces para él. Era un fracaso emocional, pero a ese desastre sentimental le ahuyentaban las pesadillas entre besos y sonrisas, en medio de palabras y gestos que le producían tal nerviosismo que ella sabía que nadie más, aparte de él, podría lograr algo como eso. Leigh no necesitaba jurar nada delante de nadie, pero en el fondo sabía que le sería fiel de por vida y que ni siquiera sus ojos podrían posarse sobre otros como lo hacía sobre los de él. Ni aunque perdiera la memoria o él se fuera, podría. Le amaba como no conocía, como no sabía, como no repetiría.
Él era un mago con las palabras y con las manos, con los sentimientos y con el cuerpo. Era el tipo de hombre que cualquiera querría y que ella no soltaría. Claro que los besos los quería en los labios, como el sello de la unión que no planeó nunca pero que disfrutaba como pocas. Pero ella asintió, pestañeo y bajó la mirada negando levemente aunque a su modo le decía que sí, por más que se comportara como toda una dama a causa de la risita del notario y de los asistentes más cercanos que lograban escuchar lo que Ryley decía. Jamás lo expresaba, pero esa naturalidad de él también lograba que lo amara como lo hacía. Eran diferentes, demasiado, de un modo para ella maravilloso e incomprensible.
Cuando el anillo se deslizó por su dedo, la mirada de Leigh fue de sus manos a los ojos de él. Con disimulo se mordió el labio inferior. Estaba emocionada, no cabía duda y la sonrisa inexistente en realidad sobraba con aquél gesto. –Me sienta mejor tu vida conmigo- respondió sin decir más pero inclinándose hacia él para poder besarlo así, como su esposa, como la mujer que lo amaba de un modo inimaginable y que ya no podría pensar en tenerlo lejos ni un solo día y menos una sola noche. Lo besó con devoción, apoyando la mano libre en la mejilla ajena como si no quisiera dejarlo alejar ni un segundo y aferrando su mano con el símbolo de su unión a la ajena. Le acarició los labios con la ternura que no podía pasar a palabras e incluso frunció ligeramente el ceño por la fuerza de sus emociones. –Siempre, mi amor- le susurró haciendo referencia a que no tenía que pedir sus besos, podía tomarlos cuando quisiera, todas las veces que deseara.
Ryley se había llevado todo de ella, pero a cambio la había dejado quedarse. Agradecerle le resultaba tan repetitivo o costumbrista que todo lo que le quedaba era seguir dando todo lo que le quedaba. Siempre con la sensación de que todavía faltaba algo que recompensara cómo la había hecho vivir todo eso. –Te amo, Ryley Lezarc, esposo mío- le susurró de nuevo llamándole por primera vez con el apellido que ambos habían acordado compartir.
La cacería tuvo un gesto de misericordia, un regalo con nombre propio y, sabiendo que no se habrían podido conocer de otra forma, les sonrió como no lo volvería a hacer nunca. Una asesina nocturna y un hombre que vendía su cuerpo habían resultado uno. Parecía, quizás, una burla de la suerte; pero todo tiene perspectivas diferentes y esa que habían encontrado ellos los habían hecho marido y mujer. Por la suerte, y por suerte para ambos.
"Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio"
Leigh Lezarc- Cazador Clase Alta
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