Trust no one [Karla]

por **Lukian d'Auxerre** Lun Jul 20, 2015 12:04 am

Había estado en la muerte, en efecto, pero había regresado porque no pudo soportar la soledad.
Gabriel García Márquez

Furioso, con deseos de destrucción y sumamente volátil. Ese era el estado natural de Dorian últimamente, todo gracias a lo que había vivido en los últimos tiempos. Muchas semanas atrás se había despedido de Karla Sartre para esperar el llamado de ella cuando se encontrase lista; las cosas en la mansión d’Auxerre no habían estado bien por lo que decidió alejarse de aquellos que eran los suyos y fue por esos dos sucesos que terminó por caer en una trampa que jamás imaginó. Vibeke apareció frente a él con la promesa de que le haría olvidar todo, pero esa promesa fue una trampa que termino llevando a Dorian a la mansión de sus enemigos de sangre, los de Bordeaux. Ver nuevamente a Lorian y saber la verdadera identidad de la noruega le afectó mentalmente, eso sin embargo, no era suficiente para Vibeke, quien le garantizó que sería suyo y para lograrlo hizo algo que ni Lorian, ni Dorian habían creído posible. Encerrado en una dama de hierro hasta perder toda la sangre que le hacía ser un d’Auxerre, emergiendo del calabozo donde le mantenían siendo un de Bordeaux y descubriendo que el mundo fuera de aquella dama de hierro, se había transformado en algo que desconocía por completo, dejándole sin otra alternativa más que permanecer al lado de Vibeke y Lorian, por más que odiase a su gemelo.

La nueva sangre que ahora corría por su cuerpo le volvía completamente inestable, sufriendo interiormente como si se quemase por dentro, dejando sus sentidos peor que si fuese nuevamente un vampiro neófito, motivo por el cual, se decidió a no salir fuera de la mansión de Bordeaux de inmediato, sino que esperó a que su cuerpo aceptara mucho más la sangre que le condenaba a una existencia cerca del gemelo que tanto odiaba. En el momento que creyó era conveniente abandonar la mansión, terminó por ir a la casa donde viera por ultima vez a Karla Sartre y donde le prometiera que esperaría porque ella se comunicase con él, pero Dorian no era el mismo que prometiera aquello a la humana y por lo mismo fue que la idea de encontrarle se le instaló en la mente como un veneno que se esparcía y que era alimentado a su vez por la sangre que sacaba parte de lo peor del ahora de Bordeaux; así que siguiendo su impulso, abandonó aquella casa y se lanzó en búsqueda de Karla.

Primeramente la buscó en los sitios a los que sabía ella solía asistir, únicamente para notar como es que no existía rastro de que Karla hubiera visitado aquellos sitios en los últimos tiempos; al percatarse de eso, fue que Dorian comenzó a buscarle con mayor ahínco por todo París y las zonas abandonadas, hasta poco a poco comenzar a internarse en la zona de bosques. Para el momento en que el de Bordeaux había entrado en el bosque (dudando de encontrarla ahí), su razonamiento ya estaba afectado por la ira. No podía comprender como era que ella había desaparecido y no dejaba de preguntarse el motivo por el que Karla se había atrevido a abandonarle; la Sartre era suya y por eso no toleraba siquiera la idea de que ella escapara de él, pero de realmente haberlo hecho, Karla era muy ingenua, pues no importaba cuanto demorara, Dorian siempre iba terminar atrapándole.

Llenó de frustración caminó buscando salir de los bosques, y fue así que un nuevo propósito llego a su mente. Si alguien sabía del paradero de su ratoncilla, esos debían ser los abuelos de la joven y Dorian les haría una visita que seguramente la pareja no olvidaría jamás; pero antes de poder abandonar el bosque para cumplir con su nuevo plan, fue que detectó aquello que tanto necesita en esos momentos. El aroma de Karla aunque ligeramente diferente, había llegado hasta él gracias a una pequeña ráfaga de viento y saber que estaba cerca, le hizo sonreír, olvidar momentáneamente la ira y encaminarse hasta donde el aroma de la humana le guiaba. La oscuridad en los bosques era mucho mayor que en las calles de París, así que aquello sería definitivamente un juego divertido para Dorian y más bien un terrible castigo para ella.
– Así que es aquí donde te has ocultado de mi ratoncilla – mencionó cuando se supo tan cerca como para poder ser escuchado por ella – ¿Tanto me odias que has buscado esconderte de mi? Porque he de confesarlo, es muy triste que después de que sepas lo mucho que te necesito, me dejes – se acercó a la humana lo suficiente como para que la poca luz brindada por la luna y las estrellas le permitiera verlo – ¿Me extrañaste? – dijo antes de mostrarle una de sus típicas sonrisas burlescas.

por **Karla Marquand** Dom Ago 02, 2015 9:15 pm

La esperanza comenzaba a saberle a sal y a óxido en los ojos y en los labios

La noche cayó como de costumbre, con Karla tendida en una cama en la que no temblaba nunca de frío pero sí de miedo. Tariq no estaba, pero entre más tarde se hiciera, peor sería la actitud de aquél que de esposo sólo tenía el nombre. Cuando llegaba antes de la media noche, apenas llegaba como si pelear fuera su más valorado pasatiempo. Pero cuando pasaban las doce, el licor le había inundado los sentidos. Era en esos momentos donde más buscaba a Karla y la tomaba como un objeto al que podía hacer suyo sin preguntar nada. Ella ya no se negaba, pero tampoco disfrutaba de aquello, y menos cuando él hedía no sólo a licor y humo de cigarrillo, sino también a perfumes femeninos que no olían más que a barato.

Karla le temía en una forma incontrolable, más aún cuando perdió a su primer bebé por su culpa. Los malos tratos habían logrado un aborto cuando ella tenía tres meses y desde entonces su pavor era aún mayor. Por lo mismo, y aun sabiendo que él podría encontrarla, aguardó a que los pocos empleados que habían en casa se durmieran. No llevó nada consigo más que lo que llevara puesto, un vestido que había pertenecido a Mina, la ex esposa muerta de Tariq, y un abrigo que también estaba entre las que fueran sus pertenencias. Con la mayor discreción posible, salió por la puerta trasera y empezó a correr. Era poco lo que veía, o casi nada, de hecho tropezó un par de veces, pero su desespero era tal que no podía detenerse ni reparar en las lastimaduras que podría irse haciendo en el camino. Poco le importaba el destino al que llegara, porque sólo quería estar lejos de Tariq y del universo entero si es que eso le podía dar en algún momento paz. Aunque a pesar de todo, ella sabía que la sombra de su esposo estaría presente para siempre.

No obstante, el destino parecía detestarla, al punto que cuando su ritmo era más lento debido a su cansancio, escuchó una voz familiar que le heló la sangre. No era Tariq, sino alguien más, quien le había enseñado primero que la felicidad no existe y que no hay enemigo peor que la misma noche. Sintió que las piernas le flaqueaban, pero empezó a correr más rápido, buscando alejarse de esa voz que podría alcanzarla. No quiso responder, porque eso no valdría para nada cuando él decidiera atacarla. Su vida no era nada sencilla y pagaba culpas que no le pertenecían. En medio de su carrera, las ramas parecieron alejarse y un claro apareció iluminado por la luna. Allí sería más difícil esconderse, sobre todo cuando él hizo acto de presencia, con esa típica sonrisa que sólo alertaba que haría su voluntad y que ella no podría detener nada.

— ¿Qué te pasó? — preguntó cuándo lo tuvo en frente y en su rostro pareció correr algo más maligno que lo de siempre —No me detengas, por favor. No me necesitas, ya lo habíamos hablado. Déjame ir, Dorian, te lo suplico— rogó sin una pizca del orgullo que él antes conociera. Ella se había perdido a sí misma, pero luchaba en ese momento para poder liberarse. No le importaba perder su dinero, podría trabajar si así correspondía, pero valdría la pena si es que el temor que le robaba hasta el sueño se alejaba para siempre. Bien podía haber corrido a los brazos de Dorian recordando las que fueran sus últimas palabras y buscar refugio en él, pero ella recordaba con claridad la belicosidad que lo caracterizara también y el deseo de dominio que siempre había mostrado. Era diferente a Tariq, pero al mismo tiempo bastante parecido. Alguno de los dos la terminaría consumiendo para siempre, hasta dejarla postrada agonizando en medio de una felicidad bizarra que sólo entendería ella cuando por fin acariciara la muerte.

por **Lukian d'Auxerre** Lun Ago 10, 2015 11:22 pm

Como la aguja de una brújula apunta siempre al norte, así el dedo acusador de un hombre encuentra siempre a una mujer.
Khaled Hosseini

Verla tratar de escapar de él, lo hizo sentir como el inmortal que ya no era y de cierta manera eso le agrado, aunque también le provoco un tremendo desprecio por lo que ya no iba a ser nunca más. Había conocido a Karla perteneciendo a una familia, teniendo ideales claros que terminaron cambiando en parte gracias a ella; ahora la volvía a encontrar siendo ambos diferentes sin que el otro lo supiera. Su ratoncilla corría con desespero por el bosque, provocándose rasguños que permitían que su sangre llegara hasta el olfato de Dorian. Gracias a los cortes es que notaba él que existía algo diferente en la Sartre, aunque dada la condición del inmortal, bien podía ser que la nueva sangre que corría por su cuerpo le jugara malas pasadas y fuera la realidad que fuera, daba lo mismo mientras pudiera verla.

Con diversión y burla se interpuso en el camino de la humana, justo en el claro donde ambos podían observarse finalmente después de un largo periodo de separación. La pregunta de su ratoncilla le hizo entrecerrar los ojos y observarla con mayor detenimiento.
– ¿Qué me paso a mi? – chasqueo la lengua, recorriendo aquel rostro femenino que aunque se mostraba tan bello como recordaba, había perdido mucha más vitalidad de que él pudiera haberle arrancado – Eso debería preguntártelo yo a ti, estas tan diferente – mientras decía aquello, una de sus manos fue a pasar lentamente por una de las mejillas de Karla, mientras que las siguientes palabras de la humana eran mencionadas. El de Bordeaux podía encontrarse más errático que de costumbre, pero no necesitaba estar como antes para notar que ella estaba asustada. La Sartre suplicaba porque le dejara irse y aunque lo hizo en otras ocasiones, lo que esa vez hizo que el ceño de Dorian se frunciera en ira fue el hecho de que parecía no ser por él que ella estaba buscando escapar – Karla ¿Qué ha pasado? – como de costumbre, le tomo con fuerza de los hombros e hizo que le mirara. Los ojos de Dorian demostraban la frustración interior, la ira y todo cuanto le pasaba en aquellos momentos.

Mostraba los colmillos de manera amenazante, sin importarle que ella pudiera verse afectada por la manera en la que estaba reaccionando y la verdad es que eso también le importaba muy poco. Dorian iba a descubrir que era lo que le había pasado a Karla y porque estaba tan diferente.
– Vas a responder todas mis preguntas Karla, de no hacerlo sabes bien que me encargare de descubrir las respuestas a ellas y que seguramente no te gustara la manera en que lo haga – aquella era una amenaza que estaba dispuesto a cumplir. Conforme hablaba, continuaba existiendo algo que le molestaba en demasía y que lo llevo a acercarse más a ella para olerle. En un inicio pensó que no fue capaz de reconocer de inmediato su aroma por el cambio de sangre, sin embargo, estando más cerca de ella es que notaba que no era por eso. La Sartre despedía de ella misma un aroma diferente, además de otros dos olores que parecían querer desvanecerse en cualquier instante; oliendo con detenimiento puedo discernir que uno pertenecía a una mujer y el otro a un hombre. – ¿Por qué hueles así? – preguntó, terminando por soltarla y alejarse de ella, en un acto guiado en parte por lo que aún quedaba en él del inmortal que le prometiera protegerla y no dañarle más – Karla, por favor dime ¿Qué te sucedió? ¿Qué te han hecho? – aquellas palabras sonaron con una preocupación sincera. Dorian de verdad amaba a su ratoncilla, pero era incapaz de hacerlo sin hacerle daño, especialmente desde que se transformara en un de Bordeaux, así que aunque en esos instantes se mostrara de una forma, de un segundo a otro podía cambiar y entonces, Karla iba a ser testigo de lo que le había sucedido no a su cuerpo, sino a su mente.

por **Karla Marquand** Dom Ago 30, 2015 8:49 pm

El miedo, era ahora, su compañero más fiel

La manera de mirarla le recordó a Tariq. En ambos sentía desprecio hacia ella y de paso el gusto por hacerla sentir menos. Su debilidad era el juguete de los dos, sus emociones, un pasatiempo. Tampoco podía confiar en ninguno, porque ambos eran armas que aunque diferentes, disparaban. —Nada, sólo debo irme ahora— repitió, omitiendo la verdad de su cambio. Y es que ¿Qué podía decir? ¿Qué la habían obligado finalmente a casarse y que ese esposo la maltrataba de todas las formas posibles? Dorian se reiría, le recordaría mil veces, aunque no tuviese razón, que ella lo merecía por hacer las cosas de esa manera. Le daría argumentos para temer de nuevo, distinto, pero igual de enfermo. Y eso fue aún más claro en el momento en que él la sujetó de nuevo con fuerza, como siempre soliera hacerlo, dejando marcas en el camino, huellas que Tariq jamás llegó a conocer.

— ¿Apareciste para cobrarme algo que te quedó pendiente? — se quejó, intentando sacudirse pero mirando con horror la expresión en el rostro de Dorian. Parecía más molesto que siempre, más peligroso que nunca. —Puedes obligarme de la manera que quieras, porque no voy a hacer otra cosa distinta a querer huir, aunque me cobres la vida en el intento. Hazlo, eso también es una huida para mí— farfulló, con temor pero también de mala gana, como si una última gota rebozara su paciencia o, más bien, sus nervios.

— ¿Así cómo? — preguntó, intentando irse hacia atrás, liberarse de ese acto tan invasivo como intimidante que él llevaba a cabo al olfatearla ¿A qué olería realmente? Ya no tenía los lujos de antes, las ropas no eran suyas y además de todo, vivía con un borracho. —Esta ropa no es mía, es todo— se apresuró a agregar, intentando que las hipótesis de Dorian no aparecieran, con ese típico veneno que solía poner él cada vez que se enojaba. No obstante, apenas la soltó, ella dio la vuelta y empezó a correr de nuevo, en sentido contrario, abandonando la razón y siendo llevaba por los nervios, que parecían actuar independientemente de ella pero vulnerándola al mismo tiempo, poniéndola como una presa que juega con su cazador para divertirlo antes que la atrape.

¿La seguiría entonces? Se preguntaba mientras corría ¿Qué pasaría si Tariq intentaba buscarla y encontraba esa escena? La única respuesta a esa pregunta, era otra pregunta más ¿Cuál de los dos la mataría primero? O ¿Cuál prefería que la matara? Quizás Dorian, porque al menos cuando le bebía la sangre le permitía ir perdiendo paulatinamente la conciencia, dejando que algún pensamiento absurdo, cualquiera, apareciera en su mente antes de despedirse. Porque Tariq, ja, él sería capaz de torturarla hasta que la vida se le fuera a cuenta gotas, lento, pero tan doloroso que en cada segundo suplicaría de nuevo por la muerte.

por **Lukian d'Auxerre** Jue Sep 10, 2015 11:22 pm

Un comienzo que fuera el principio de un todo ahora mismo inalcanzable.
Carlos del Amor

Esa negativa de la fémina a darle una respuesta que le dejara en paz, lo alteraba. Ella sabía como funcionaba Dorian pero desconocía como es que funcionaba en la actualidad y no se daba cuenta o al menos no del todo, que cada movimiento que fuese a dar, debía hacerlo con suma precaución. La volatidad del ahora de Bordeaux aumento a un punto donde podía incluso ser peligroso para si mismo, porque cabía la posibilidad de que en busca de librarse de esas confusiones que le alteraban por completo, terminase pensando que algo como exponerse al sol fuera la solución para eliminar el dolor, no físico, sino de su confusa mente.
– No vas a irte, no quiero que te vayas – expresó mientras le sujetaba con aquella fuerza bruta que antes dejara siempre marcas en el cuerpo de la humana, marcas que de nuevo aparecerían en su cuerpo y que la harían no olvidarlo nuevamente. En realidad no era que él deseara lastimarle, nunca había sido su intención pero no era capaz de evitarlo. Parecía como si él hubiese sido creado para hacerle daño y ella únicamente para sufrir sus maltratos.

– Aparecí porque quería verte y no podía soportar la idea de no hacerlo – y aunque bien era cierto que la necesitaba más de lo que era capaz de expresar debidamente, también le había buscado porque Karla era lo único que quedaba para saber que alguna vez había sido un d’Auxerre, que existió un tiempo donde no hubo confusión en su mente y donde pensó que el futuro podía ser brillante. Se aferraba a ella de una manera enferma, una que les hacía daño a ambos pero que Dorian prefería ignorar completamente – Podrás huir tanto como quieras ratoncilla, pero bien sabemos tanto tú como yo, que te será imposible librarte de mi – y al escuchar la terquedad de la Sartre y la poca importancia que le daba a la posibilidad de su muerte, Dorian se echo a reír – No voy a cobrarte con tu vida, a ti no va a pasarte nada Karla, pero recuerda que en la ciudad existen personas que te importan y que va a dolerte más perderlos a ellos, que perder tu vida así que hagamos un favor a todos y dime de una buena vez, ¿Qué te pasó? – sus intentos de expresarse mejor, de mantener la calma tanto como fuera posible y obtener respuestas, se vieron opacados en el instante que se acerco a olerla.

En el instante que Dorian le soltaba, tratando de hilar en su mente las ideas y cuestionando con verdadera preocupación que le sucedía, Karla apenas y dio respuesta antes de empezar a correr. Por un corto lapso de tiempo, el inmortal se quedo observando en dirección a donde ella estaba escapando. Debía ser obvio para la mortal que tratar de escapar era completamente inútil. Nuevamente pero en esta ocasión sin la diversión que le causara la primera persecución, Dorian fue tras ella y al darle alcance le sujeto de uno de los brazos, tirando de con fuerza suficiente como para poder acorralarla contra el primer árbol que se le cruzó en el camino.
– La ropa explica el aroma de mujer – aquellas palabras salieron de sus labios, la duda se encontraba escrita en sus ojos mientras que observaba a la mortal – ¿Por qué hueles entonces también a hombre? – y después de preguntar aquello se acercó mucho más a ella, oliéndole con mayor descaró antes de volver a buscar su mirada. La rabia se apoderaba a una velocidad increíble de su ser – ¡¿POR QUÉ HUELES A UN MALDITO HOMBRE?! ¡ODIO ESE AROMA EN TI! – gritó alterado, apretando con brusquedad los brazos de Karla y antes de que ella fuera capaz de quejarse siquiera, Dorian le mostró los colmillos y fue directo al cuello de Karla, aquel del cual tantas veces antes había bebido pero sin saber que de aquel acto impulsivo que llevaba a cabo, obtendría una respuesta que no se esperaba o que más bien, no se había dado el tiempo de analizar debidamente.

por **Karla Marquand** Dom Oct 11, 2015 9:22 pm

Nos mintieron, nos hicieron creer que los cuentos de terror no eran reales

Parecía haber nacido para ser la presa de cualquiera. Los hombres que la rodeaban le llevaban total ventaja y la mantenían como un ratón asustadizo que cualquiera puede tomar con una sola mano. Y ella se sentía miserable, como cualquier esclavo que sabe que nada, excepto la muerte, podrá hacerlo libre de su condena ¿En qué momento le había cambiado tanto la vida? En un instante, era la nena consentida de sus padres y abuelos, atendida por varios sirvientes y tanto educada como tratada de la mejor manera. Y al siguiente, usaba ropa de una difunta, intentaba huir de un esposo abusador y corría también de un vampiro soberbio. Ese no era el futuro que ninguno de los Sartre planeara para ella. Esa no era la vida de casada con la que tanto había soñado.

— ¿Y para qué querías verme de nuevo? ¿Te hacía falta sentir que me dominas al lastimarme? — cuestionó ella, mirando muy fijamente a Dorian, aunque con la voz flaqueándole mientras él la sujetaba con tanta firmeza. —Dime de una vez por todas qué es lo que tengo que hacer para que te desaparezcas de mi vida. Estoy harta de tus amenazas, porque no has entendido que si los pierdo a ellos, perderé al mismo tiempo mi vida ¿Tan ciego estás? — quiso decir más, pero una pregunta se le atoró en la garganta mientras le hablaba a viva voz. El cuestionamiento que no salió de sus labios no era para él, sino para ella ¿Por qué no le gritaba así a Tariq? ¿Acaso le tenía más miedo al humano que al inmortal? Quizás, porque Dorian había tenido algo más de respeto por sus límites, un respeto que debería tener otra palabra, que encajara más con el absurdo del abuso de ambos.

—No sé a qué te refieres con eso de qué me pasó. Me casé, lo sabías, te lo dije unos días antes— alcanzó a decir antes de verse corriendo, sin entender si quiera el porqué de su irreflexivo acto. Sin embargo, pronto sintió caer y pegó un grito que Dorian jamás había escuchado. Sintió el hombro dislocarse del halón que el vampiro le había dado. Su cuerpo efectivamente cayó hacia atrás, pero su brazo se descolgaba de la mano de Dorian. —Me casé— lloriqueó molesta y evidentemente dolorida — ¿CUÁNTAS VECES QUIERES QUE TE LO REPITA? — le gritó. Ella también detestaba todo lo que proviniera de Tariq, pero no podía decirlo. El miedo de saber que su esposo podía sobrevivir a cualquier ataque le dejaba claro que la que pagaría todo sería ella.

Ahí donde estaba tenía ganas de llorar desconsolada por todo. Se había estado conteniendo, pero una vez se diera pase libre para desahogarse, pasarían las horas sin que ella dejara de verter lágrimas de espanto e impotencia. Y el dolor no desapareció cuando sintió los colmillos en su cuello, pero ahí no se resistió; más bien, dejó su cuerpo ceder a la sed de Dorian, con una esperanza oculta de que se la bebiera completa en ese momento. Si lo hacía, sentiría en el fondo que esa era su única bendición, su salida a la vida de porquería que otros habían elegido para ella.

por **Lukian d'Auxerre** Mar Oct 13, 2015 10:28 pm

Dios, cómo me gustaría poder volver atrás.
Marc Levy

No podía negar nada de lo que Karla le decía porque si bien no era su intención inicial, se sabía dominante, sabía que la lastimaba como prometió no hacerlo y en momentos como ese era en los que la idea de que se habían encontrado únicamente para hacerse daño le cruzaba por la mente. Cuando los ojos de Karla se enfrentaron a los suyos, Dorian se cuestiono a si mismo ¿Cómo hubiera sido todo si no se detuviera en la fiesta aquella o si la hubiera asesinado? Pero los hubiera eran meros deseos que no iban a cumplirse nunca.
– Para ver que estuvieses a salvo, para eso quería verte – chasqueo la lengua y relajo un poco su mano para no hacerle más daño – No he venido a dominarte – Iba a decir algo más, pero sus palabras fueron interrumpidas por las de la humana y una mueca de disgusto fue la primer respuesta que recibió la joven – No voy a desaparecer de tu vida, de alguna u otra manera siempre vas a tenerme cerca ratoncilla y más vale que te vayas haciendo a esa idea – una sonrisa divertida apareció en sus labios. Karla no perdería su vida, él se encargaría de que no fuera de esa manera, no le importaba incluso convertirla en una de los suyos, ni tampoco le importaba que ella pudiera terminarle odiando. Dorian la quería viva y cerca de él, costara lo que costara.

Casarse. Ese hecho no le dejaba en claro por qué la huida, por qué el temor; desde que la sangre de Bordeaux le llenará por dentro, existían muchas cosas que no alcanzaba a comprender y no entendía del todo el motivo de ello. Con la molestia de sentirse burlado e ignorado por ella, además de que no recibía las respuestas que deseaba, Dorian fue rápidamente tras ella para detenerla. La fuerza con la que impidió que ella continuase corriendo provocó que el brazo de Karla terminara por dislocarse y si bien el inmortal escucho aquel terrible grito y se dio cuenta de lo que había ocurrido, no presto importancia al hecho y mucho menos sintió culpa, por el contrario, notó como el dolor de la humana le provocaba gozo.
– ¡ESO NO ME DICE LO QUE QUIERO SABER! – gritó también él, acercando más su cuerpo para impedir que ella se moviera – Estas diferente, no tiene que ver con un insignificante matrimonio. No puedo entender que es lo que te ha pasado, tu no eres mi ratoncilla – dijo más calmado, observando con frustración la figura femenina que parecía estar sufriendo tanto.

Frustrado por la carencia de respuestas certeras, molesto por los aromas de Karla y por todo lo que creía que ella le había cambiado optó por buscar paz en el sabor de la sangre de la humana. Sus colmillos se clavaron el la piel de Karla, su cuerpo se mantenía demasiado cerca y sus pensamientos se alejaron de todo; las manos del vampiro recorrían el cuerpo femenino como si se tratase de algo sumamente valioso, todo lo contrario a lo que se mostrara antes. La sangre de la mortal le resultaba más deliciosa que nunca, parecía estar cargada de más nutrientes como si por alguna razón su cuerpo necesitara más cantidad de ellos. Ese sabor fue el que llevó los pensamientos de Dorian a la realidad y de manera abrupta dejó de beber.
– Karla… – su voz fue apenas un susurró, asemejando que lo que estaba por decirle era un enorme secreto. Sus manos fueron a sujetar el rostro femenino para hacer que le mirase – ¿Cuánto tiempo tienes de embarazo? – La aparente calma de Dorian era solo lo que precedía a la tormenta.

por **Karla Marquand** Dom Nov 15, 2015 11:12 pm

"Necesito alguien que me dé la mano fuerte en el camino de soltársela para siempre,
lo mejor que podrían darme sin tener que pedirlo, es por muerta."

—Jamás podría estar a salvo contigo— respondió ella, basada en cada recuerdo que tuviera desde que conoció a Dorian. Jamás le había faltado la violencia frente a ella, nunca había dejado de amenazarla, de degustarla o de violentarla de cualquier forma. Él se escudaba tras un cariño con el que sólo se engañaba él, porque a Karla ya le era imposible creerle. Sus palabras eran vacías comparadas con sus actos. Sus intenciones eran tan desviadas como sus mismas manos en cada parte de ella. —No te quiero cerca, me lastimas, jamás me has hecho las cosas más fáciles— la voz estaba tan quebrada como ella misma, que jamás entendería esa absurda obsesión del inmortal por destruirla, porque eso era lo que hacía, aunque tratara de convencerse a sí mismo con cualquier otra idea.

— ¡BASTA! — Gritó de nuevo, aunque fue más un llanto audible, una súplica provocada por el terror y el dolor intenso que sentía al tener el brazo recientemente dislocado y el cual Dorian no era capaz aún de soltar. —Muérete ya— sollozó, cerrando los ojos y dejando su rostro caer, rindiéndose al mismo tiempo, como si presintiera que no saldría más de aquél lugar, no viva, no por sus medios. —Tú eres el diferente, estás más demente. Déjame en paz, por favor— rogó, con el rostro empapado en lágrimas que seguían fluyendo de sus ojos. El corazón le latía a mil, el desespero la dominaba en todo sentido y era incapaz de actuar con coherencia. Si lo que deseaba es que fuera suya, lo hacía del modo incorrecto, como Tariq, que había podido obtener más maltratando menos.

Los colmillos penetrando fuertemente su piel le permitieron ver en un segundo su vida, esa niñez perfecta, rodeada de personas que la amaban y se desvivían por complacerla. También recordó los matrimonios a los que se hubo negado y lloró aún más amargamente. Debió aceptar, sin prestar importancia a la edad de algunos. Quizás una mano menos tersa le hubiese resultado más alentadora y tierna sobre su cuerpo. Tal vez un hombre que le doblaba la edad la estaría haciendo feliz. Y ahí, mientras él la bebía, se escuchó su llanto más fuerte, tan lastimero que era increíble que a él no lo conmoviera. Ni a Tariq, aunque a él no le había llorado jamás así, porque le temía. Era desgraciada y no entendía el porqué. Sufría pero no estaba nadie cerca para auxiliarla. Estaba sola, con sus peores monstruos rugiéndole al oído.

El mundo giró sólo para ella y estaba dispuesta a dejarse ir, hasta que como siempre, algo interrumpía su partida a un seguro descanso. Las palabras de Dorian le rompieron el alma y la tristeza se dibujó de inmediato en el rostro que él sostenía —No…— musitó, cerrando los ojos, dejando que las lágrimas siguieran fluyendo mientras se mordía los labios. Su cuerpo pareció deshacerse en los brazos de aquél tirano y la agonía de sus pérdidas la hizo aún más frágil. Aquél era su tercer hijo. Había perdido dos por culpa de Tariq. Ahora, creía, perdería un tercero por culpa de Dorian y con aquella pérdida, no habría otro camino diferente al suicidio. Ya lo había decidido.

por **Lukian d'Auxerre** Vie Ene 15, 2016 12:21 am

Nuestra historia sólo aportaba dolor
Nicholas Sparks

Ante el dolor de Karla y sus deseos por alejarse, Dorian se decía a si mismo una gran mentira. “No estoy haciendo nada malo” se repetía una y otra vez, convenciéndose así de que la que estaba mal era ella. El inmortal creía pues que sus manos no dañaban a la humana tanto como ella lo aseguraba, además, pensaba seriamente que ella estaba equivocada y que era mejor que permaneciera a su lado, porque podría protegerla mejor que cualquier otro humano o sobrenatural y aun así sus actos le dejaban luciendo como un salvaje, un villano que se volvía peor con cada segundo que pasaba .
–¡Tonterías! – dijo con una sonrisa burlona en los labios – lo que pasa es que estas deseosa por deshacerte de una vez por todas de mi Karla, pero no te lo voy a poner tan sencillo. Eres completamente mía. – la ahora Marquand tomaba valor para exigirle distancia, algo que al inmortal no le agradaba para nada. ¿Quién se creía ella para decirle que no lo quería cerca? ¿Acaso había olvidado que gracias a su bondad y a su interés por ella, no le había asesinado la primera noche que se encontraran? Era una mal agradecida, alguien a quien debía poner un alto para que nunca más volviese a hablarle de esa manera.

Cada movimiento que él llevaba a cabo dañaba de alguna manera a Karla, quien ya no paraba de llorar y suplicar que la dejará en libertad, recibiendo de parte del vampiro solo sonrisas de burla. Así era como Dorian quería tenerla, suplicante y vulnerable, lo único que faltaba era que recuperase la docilidad de sus primeros encuentros, aquellos donde nunca le negó nada y le siguió a todos los sitios que él señalaba.
– ¡Yo seré quien decida cuando ha sido suficiente! – su voz se elevo por encima de los llantos de la mortal y una carcajada fluyó de sus labios al escuchar la palabra demente. Era cierto, él no era el mismo de antes y una serie de situaciones inesperadas fueron las que le había llevado a ese punto; Dorian se había convertido en alguien más salvaje, posesivo, un inmortal que ya no analizaba tanto sus actos porque le era sencillamente imposible detenerse lo suficiente a pensar como proceder, así que solo actuaba – Hagamos algo de justicia para los dos y aceptemos que hemos cambiado – la manera como sonrió al decir aquello dejaba ver un poco al Dorian de antaño, aquel que valoraba completamente a la humana pese a que poseía una ineptitud increíble para tratarla suavemente y expresar sus sentimientos por ella.

Su deseo de mantenerla cerca, su frustración, su ira; todo se unía para llevarlo a clavar sus colmillos en aquella tersa piel marcada no únicamente por el aroma de su esposo y sus golpes, sino además por los de Dorian. Quería el inmortal sumergirse en el olvido del presente y la sangre femenina era el elixir necesario para lograr ese momentáneo alivio de todo lo que acontecía. Dorian siempre se volvía débil al beber de la sangre de Karla y fue ese el motivo de que por unos segundos el de Bordeaux olvidara completamente todo y se enfocara únicamente en ese momento tan íntimo con ella, porque para un vampiro no existía nada que le acercara más a un humano que el momento en que se alimentaba. Fue además esa cercanía lo que le llevó a percatarse de la realidad que Karla estaba viviendo y aunque con suavidad tomaba el rostro de la humana entre sus manos mientras le cuestionaba, por dentro sentía la enorme necesidad de destrozarla.

Más que la palabra “No” que salía de los labios femeninos al recibir la noticia del embarazo, fue la manera en que ella pareció perder las esperanzas lo que lo llevó a soltarle el rostro y dar dos pasos hacía atrás. El dolor de la mortal era tan palpable que cualquiera que la hubiese mirado habría sufrido a su lado, pero mirándola estaba Dorian, quien no sentía nada más que envidia. Karla, su ratoncilla, la mujer a quien quería para si, había sido destrozada por otro hombre y al hacerlo, ese hombre se había tatuado tanto en su cuerpo como su alma, arrancándosela por completo de las manos a Dorian.
– No quiero verte más… Vete… – exigió con la mirada fija en aquellos ojos cargados de dolor, antes de que los suyos fueran a recorrer por última vez ese cuerpo frágil y dañado al que amaba al punto de lo enfermo – Aléjate antes de que me arrepienta – y fue tras esas palabras cuando Dorian apartó la mirada de Karla, no quería verla más porque sabía que de hacerlo sería incapaz de dejarla marcharse. Ella estaba sufriendo por su brazo dislocado, la perdida de sangre, la noticia de su embarazo y muchas otras cosas que Dorian no sabía del todo pero que igual intuía; así que quieto como un árbol más de aquel bosque, el vampiro permaneció escuchando el llanto de Karla y posteriormente sus pasos, esos que daba con dificultad y que la alejaron de manera lenta del lugar donde el vampiro se encontraba.

El de Bordeaux se mantuvo en aquel sitio hasta que ya no pudo ser capaz de detectar más a Karla, siendo ese el instante donde finalmente volvió la mirada al lugar donde la observara por última vez.
– Hasta pronto, mi pequeña ratoncilla – tras aquellas palabras una sonrisa juguetona asomó a sus labios y comenzó a andar en la dirección contraria a ella.

TERMINADO

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