Nuit de l'eau [libre]

por **Keath Roggers** Dom Jul 26, 2015 2:03 pm

Mi cuerpo, así como mi alma eran parte de la naturaleza; me había criado en Pensilvania, rodeado de bosques y tierras abandonadas. Mi familia, heredera de la magia de los cambiaformas, siempre había convivido más de forma animal que humana. Se habían desligado de aquel sistema de vida, aunque lo utilizaban cuando de pasar desapercibido se trataba. Y para mí, que había abandonado mi nido para ir en busca de aventuras; era un terrible calvario tener que estar casi a todo momento en mi figura de hombre. Y solo me tomaba algunas noches para palparme de la espiritualidad de las hierbas. Era aquel despejado crepúsculo, uno de ellos. Me había transformado desde el momento de salir de la casa, pasado el anochecer. Y por mi cuello colgaba un pequeño bolso para animales de carga, allí llevaba una muda de ropa y la razón es que nunca sabía cuándo me podía topar con alguien capaz de querer cazarme. Aunque mis formas fuesen perrunas; a lo largo de la vida, me había encontrado a más de uno con deseos de matarme solo por disfrutar el arte de arponear.

Calmé mis sentidos cuando la forma tosca de un Staffordshire terrier me engulló y me lancé a correr con más rapidez de la que solía tener. ¡Hacía más de un mes que no podía transformarme por miedo a la inquisición! Esa era nuestra forma de vivir, con temor, siempre al acecho de no ser capturados y prendidos fuegos o mandados a un acto de fe para terminar degollados por culpa de una religión que nada tenía que ver con Dios. No me consideraba una persona religiosa, eso no era en absoluto correcto, ya que la única verdad para mí se hallaba en el suelo y los árboles, en las plantas y todo lo que nos rodeaba que haya venido con el mundo desde siempre.

Me lancé a trotar, olía y jugaba con algunos de los animales que estaban alrededor, tener la capacidad de hablar con ellos siempre me había abierto puertas a saber las cosas antes que aparezcan y fue por ello que supe que había algo cerca. No parecía ser peligroso, pero nunca podía estar seguro. Me escondí entre gruñidos incontrolables, observando lo que podía haber. Al parecer más en lo profundo del bosque, había una pequeña cascada, de esas que no llegaban a ser lagunas ni lagos por el poco caudal de agua. Y de repente, tuve sed, se escuchaba el pequeño goteo y me deslicé. Era más curiosidad que necesidad y eso lo sabía. Jamás me había podido controlar a la hora en la que mis instintos hablaban. ¿Quizá había alguien bañándose dentro? No me sorprendería, en el pasado, cuando solía rodearme de gitanos y gente de los circos, siempre nos hundíamos en las aguas dulces escondidas alrededor de la ciudad. Y disfrutábamos más que cualquier otro aquellos momentos. Aunque fuese otoño o invierno, lavarse siempre era bienvenido. No solíamos pasar frío; algunos porque estábamos acostumbrados y otras veces simplemente teníamos brujos que nos acompañaban y hacían que el agua más congelada se vuelva de una temperatura tan cálida que no queríamos salir de allí jamás. Me hubiese gustado que en ese momento ese fuese el caso, para poder hundirme entre las rocas tibiamente.

por **Mitsuko Serizawa** Mar Jul 28, 2015 2:35 pm

La mujer inclinó la cabeza hacia atrás, dejando que su largo cabello negro se mezclara con la superficie del agua, como serpientes arrastrándose por la arena. Procrastinar no era una actividad habitual para ella, porque seguramente había sobrenaturales a los que acechar, acuerdos que espiar y manos que besar en el orden del día de la Inquisición. Pero lo bueno de no ser un peón común era precisamente eso: no serlo. Ser capaz de ver que, más allá del trabajo, está uno mismo. Y si algo tenía claro Mitsuko, era que no se podía trabajar en condiciones sin cuidarse a uno mismo.

Había descubierto aquella pequeña laguna hacía aproximadamente unos meses. Una noche cada semana, visitaba aquella laguna y en la oscuridad de la noche, se dejaba abrazar por el agua. No eran aguas termales como las de Japón: eran aguas frías que arañaban su piel, pero que, por algún motivo, eran incluso más relajantes que las calientes. El agua caliente la adormecería, el agua fría mantenía sus sentidos despiertos. Y menos mal que lo hacía. El sonido de unas patitas correteando la hizo salir de su letargo e incorporar la cabeza violentamente. Sólo podía ser un animal, de todos modos. Mitsuko, con el cuerpo prácticamente sumergido en el agua (de hecho, sólo asomaban su cabeza y sus hombros pálidos), se acercó a dónde había dejado su ropa. Escudriñó la oscuridad, esperando encontrar algo salvaje: un lobo, un zorro, incluso un oso pequeño... pero lo que vio escondido, tras unos arbustos, era un perro.

Bufó pesadamente llevándose una mano a la frente, más de vergüenza que de alivio. Había temido por un estúpido perro. Se reiría si le encontrara la gracia. Volvió a mirar al arbusto, y desde dónde estaba, estiró el brazo haciéndole gestos al perro mientras le silbaba para que se acercara.

por **Keath Roggers** Lun Ago 03, 2015 5:37 pm

Mis ojos verdes se abrieron más de la cuenta cuando la figura de la fémina apareció. Tenía el cabello largo, de un color azabache oscuro y luego de observarla fijamente varios segundos me di cuenta que era una asiática. Sí, en realidad no era muy perceptivo cuando se trataba de ese tipo de cosas, por el contrario, difícilmente me daba cuenta de aquellas características. Dejé caer mi lengua hacía un costado dando la clara impresión que tenía sed. Pero antes de acercarme, me removí en mi lugar por unos instantes dejando caer sigilosamente aquel pequeño saco que colgaba de mi cuerpo. ¿Qué clase de animal normal tenía un bolso? Ladré y me sacudí trotando hacía la hembra con algo de emoción. Después de todo me estaba silbando; lo que significaba que no quería hacerme daño. Mi cola pequeña -por estar en la forma de un staffordshire terrier- se movía para todos lados y mis patas traseras dieron un salto cuando me hube depositado completamente frente a ella. Y fue en ese momento que noté su desnudez. De haber sido otra época no me asombraría, en realidad había convivido en el desnudismo toda mi vida, pero el tiempo me había hecho crecer como humano, apresando mi forma animal cada vez más. Pero tendría que controlarlo esa vez, no quería parecer sospechoso en absoluto.

Lentamente fue que me acerqué al caudal de agua, estirando mis orejas para escucharla, al tiempo que mis ojos se desorbitaban para mirarla en lo que la lengua se encargaba de recoger el líquido, tragando de maneras toscas. Un nuevo ladrido y esta vez corrí en círculos, deseoso de tirarme de bruces a nadar. ¿Estaría demasiado mal? Olisqueé el ambiente y para mi lamento no pude percibir demasiado. El aroma de la naturaleza y ella que acababa de bañarse no me daban tregua para reconocer siquiera su clase social. Tendría que confiar, al menos por ahora. Aullé una vez más, claramente yo era una clase de perro inquieto y precisaba que ella me saludara con confianza para así tener la calma, al menos por el momento, de que no era alguien dañino. Nunca sabía si un cazador ya sea de humanos o animales estaría rondando cerca y no quería morir, no por ahora al menos. Voceé sobre ella, lanzando lengüetazos hacía sus piernas, queriéndole decir con expresiones que me quería meter dentro de la laguna. Y por qué no, que tenía unas inmensas ganas de gastar energías en carreras e idas y venidas que atenuaran mis instintos animales que cada vez estaban más apresados por la iglesia e inquisición.

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