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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Liam Hawthorne Mar Ago 04, 2015 7:10 pm

Hace cuatro meses en The London Theatre
Semana y media después de este
rol

Hacía un mes que había conseguido entradas para el teatro. Mi madre estaba emocionada justo antes de abrirse el telón y perdernos entre hadas y nobles en una boda peculiar, plagada de fantasía, sueños y magia: el sueño de una noche de verano. Habían pasado años desde que fuéramos a verla, pero era la obra favorita de mi madre y siempre que podíamos, mi padre y yo teníamos el detalle de llevarla. Hacía años pude llegar a sentirme incómodo, pues eran incontables las parejas que iban a aquel lugar, a disfrutar de una extrapolación tal de lo que ellos mantenían. Y yo, como chaval que era, no le veía sentido al estar ahí. No obstante, con el tiempo, acabó gustándome, y forjé la habilidad de evadirme, colocar mi mente en primera fila y disfrutar de cada representación a la que pudiese asistir. Pero aquella vez había algo que me tenía abstraído de aquel mundillo mágico.

Lady Sybil.

Llevaba días repasando mentalmente aquel paseo imprevisto desde la puerta de salida de los trabajadores hasta el muelle principal, donde tuvo lugar aquella celebración. Su mirada. Su sonrisa. Mi nombre en ese acento que me hacía sonreír al recordarlo. Su cuerpo pegado al mío. Su esencia. Todo un escaparate de recuerdos en los que detenerme largamente a rememorarlos. ¿Por qué aquella mujer me había dado tan fuerte? ¿Por qué era incapaz de sacarla de mi cabeza? Habían pasado días desde que la rubia se cruzara en mi camino, rompiendo todos mis esquemas, y dejando una caótica armonía tras su paso. Dudaba... no, la verdad, era que estaba convencido de que no volvería a verla. Lo más seguro era que ya estuviera de regreso a su tierra. Razón más que convincente para explicar por qué no cumplió con su palabra y se pasase por los muelles. No le guardaba rencor, ni le reprocharía nada de volver a cruzármela, pero sí podía decir que me habría encantado verla de nuevo.

Los aplausos del primer acto me devolvieron al foro del teatro, haciéndome imitarles aunque no sabía ni en qué escena habían terminado. La gente, instantes después, optó por levantarse y salir a comentar, comparar o simplemente criticar lo que acababan de ver. Lo bueno de aquel teatro era que permitía la mezcla de clases... sólo hasta cierto punto, en realidad. Pero aún así, lo suficiente como para que muchos de nuestra clase, se permitieran el lujo de soñar con algo mejor. Yo también lo hacía de hecho. Aunque lo que yo ambicionase había salido de mi vida tan rápido como entró.
- Hijo, todo un mes esperando por esto y ahora estás más ausente que tu abuela, que en paz descanse. -murmuró mi madre, a medio refunfuño, llamando mi atención.
- Juls, no seas dura con él. Ya se arrepentirá de habérselo perdido.
Mi padre, cómo no, siempre al rescate.
- Mira, Berthie, no empieces con tus comentarios ambiguos y neutrales. -replicó la mujer, volviéndose a mí entonces-. Liam, ¿estás bien? Últimamente pareces... no sé, ido.
Sonreí por esa preocupación inherente en mi madre-. Estoy bien, mamá. Tranquila.
- No te estarán forzando en los muelles, ¿verdad? -inquirió, con una miradita en dirección a Albert, que me arrancó una suave risa.
- No, de verdad. Quizás sólo sea cansancio acumulado. No te preocupes. -¿qué le iba a decir? Ni siquiera estaba seguro de lo que sentía yo, en realidad.

Un par de repiqueteo y dos contundentes estruendos, como golpes secos, sonaron dentro del teatro, más allá del hall donde estábamos nosotros. Dirigí mis azules hacia aquellas puertas antes de volver a mis padres. Mi madre sutilmente, apretaba el brazo de mi padre por el que se sujetaba, como mera muestra de cariño. Ambos miraban también al interior, con cara de consecuencia. Lo mejor que se me ocurrió fue sacarlos de allí.
- Iros a casa. Voy a intentar ayudar. -murmuré lo suficientemente alto para que me oyeran con el barullo. La gente empezaba a ponerse nerviosa, y no parecía que alguien fuera a reaccionar en los próximos instantes.
- Liam... no. -protestó mi madre, mirándome con temor centelleando en los ojos. Fue entonces, cuando aparté la mirada, dirigiéndola hacia la de mi padre.
- Papá, por favor...
- Venga Juls, creo que lo mejor que podemos hacer es hacerle caso. Si hay heridos o necesitan un muchacho fuerte, Liam es el más indicado. -pareció captar mi mensaje tácito a la perfección. Bien.
Caminé con ellos, hasta la misma salida. Mi madre aún parecía algo reticente, pero acabó cediendo, mirando hacia atrás, hacia mí, mientras se alejaba. La ansiedad que fue creciendo conforme la incertidumbre se apoderaba los presentes hizo que la gente empezara a salir rápidamente y de forma agolpada por aquellas puertas, lo cuál dificultaba mi paso a contracorriente.

Pero quería llegar al anfiteatro, al menos, para saber qué había pasado.



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Mensaje por Sybil Findair Miér Ago 05, 2015 5:17 pm

Así es como dos cuerpos visibles, no teníamos más que un solo corazón
El sueño de una noche de verano

Hacía una semana y media que se había perdido en los muelles. Una noche con la que soñaba, con dispares finales que la hacían desear volver al lugar de nuevo. No obstante, cada vez que intentaba dirigirse a ellos, la apretada agenda dispuesta por su padre no le permitía regresar a ver a que encantador hombre que la había protegido y guiado hasta la ceremonia de botadura. Quisiera el buen hado disponer que volviese a escuchar su profunda y ronca voz. Antes de tener que regresar a Escocia, donde tan solo le quedarían los recuerdos.

Aquella noche había intentado poner rumbo hacia el río, soñando con volver a contemplar sus azules irises y su adorable sonrisa. Aunque fuese en las sombras, encontrándose donde las miradas ajenas no llegasen a descubrirlos. Allí donde ambos se reconocían como iguales, nadando en los orbes del otro. Y, con aquella esperanza, le pidió a su padre una noche tranquila. Unas horas para sí misma.

Planeó ir al teatro, dejarse ver dentro y luego salir envuelta en la oscuridad. Podría tomar un carruaje y presentarse en los muelles en media hora de trayecto. Como mucho, si el vehículo iba lento. Si no, quizá pudiera estar en la mitad de tiempo. Eso le daría un par de horas para estar en compañía de Liam, antes de tener que volver al teatro y llegar a tiempo de que terminase la obra.

-¿Y no deseas que tu anciano padre te acompañe? –preguntó su padre, con un esbozo de sonrisa ladeada.

-Me gustaría. Si no tuvieras esa cita en el club de caballeros… -le recordó Sybil, acariciando la mejilla de su progenitor. Le encantaba pasar tiempo con él pero, si iba con ella, no podría zafar e ir al encuentro de aquel hombre en el cual no podía dejar de pensar.

-Correcto –su padre torció el gesto y se quedó pensativo un momento-. Sin embargo, no me gusta la idea de que vayas sola. Es una ciudad grande, no quiero que estés desprotegida –ella iba a protestar con un “pero…”. Justo en el momento en que él continuó hablando y tuvo que guardar silencio-. Creo que puedo acordar con alguno de los nobles que te acompañe, así no estaría tan apretada la agenda. ¿Te parece, cariño?

-Sí… claro… Como desees, padre –fingió un esbozo de sonrisa.

-¿Sybil, estás bien? –se preocupó el aristócrata.

-Sí. Sólo estoy algo cansada, no es nada –intentó despreocuparlo, con una sonrisa adorable y haciéndole otra caricia.

-Lo sé. Piensa que es necesario que sociabilices –apoyó sus labios en la frente de su hija con ternura, logrando que ella cerrase los ojos durante un instante-. Haremos una cosa. Pagaré el palco. Si tu acompañante no te convence, no tendrás que volver a verlo.

-Es un trato justo. ¿Sería mucho pedir que cenásemos juntos antes de dirigirnos a cumplir con nuestras respectivas responsabilidades? –le preguntó en tierna petición al varón.

El tiempo con su padre mereció la pena. Justo para encontrarse en el carruaje con un pretendiente de la nobleza que sólo la saludó por cortesía y no le habló durante todo el viaje, al menos no después de decirle a ella que el tema del trato a los trabajadores era demasiado complejo para un ser tan delicado como ella. Que distrajese su mente con cosas más alegres. Bonita forma de decirle que, por ser mujer, no debía de opinar sobre ello.

Las comparaciones son odiosas, pero estuvo pensando en aquel descubierto McDonald que se había interesado por lo que ella pensaba. En su conversación, en su trato. ¿Por qué no podía estar él a su lado? En aquel carruaje, caminando por la ciudad, sentados en un banco, de pie junto a los muelles. No importaba dónde ni cómo. Sólo que estuviese ahí. Pero no podía engañarse. Porque aquella vida que anhelaba era un sueño, rozado con las yemas de los dedos en una noche de verano. Uno que se desvanecía, escurriéndose como arena entre sus falanges, a medida que pasaba el tiempo y empezaba a perder la esperanza de verlo de nuevo, pese a sus infructuosos esfuerzos.

Tras saludos obligados con otros nobles una vez en el teatro, se acomodaron en el palco reservado. Al menos, él tuvo la decencia de tener modales. Miró hacia el escenario cuando empezó la obra. Se la sabía de memoria. Pero apenas pudo prestar atención. Imaginando que él estaba sentado allí, cerca de ella.

-Qué cruz. Ser noble y no poder prendarse del humilde –sus irises marrones enfocaron a la actriz que hacía el papel de Hermia, en respuesta a la diferencia de rangos que proponía Lisandro.

Le hubiera gustado replicarle que por poder, se podía. Pero que se encargaría la sociedad de truncar cualquier futuro que pudiesen tener. El primer acto terminó y hubo aplausos. Ella los imitó por inercia. Estaba a punto de disculparse con su acompañante e intentar llegar a los muelles cuando cuatro sonidos restallaron en el teatro. Se sobresaltó en el asiento. Se levantó con rapidez y asomó entre las cortinas. A lo lejos, vio a un par de hombres agarrando con fuerza a una noble y arrancándole las joyas que llevaba a la fuerza, cayendo estas al suelo.

Se asustó por la rudeza demostrada. Sin embargo, caminó con rapidez y determinación hacia ella para ayudarla. No por las joyas, sino para que no sufriese daño. Fue empujada contra la pared, sintiendo un golpe en la espalda, cuando su pretendiente pasó corriendo para huir sin mirar atrás. Algo que llamó la atención de los que habían interrumpido en el teatro. Un par de hombres fueron hacia ella. Se recogió la falda del vestido y corrió hacia el otro lado de las escaleras. Bajó por ellas, intentando alcanzar el hall y no caerse en el proceso.
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A unos metros pudo ver la salida, bloqueada por varias personas que intentaban pasar por ella para ponerse a salvo. Sus pupilas estaban dilatadas. La adrenalina corría por sus venas, sintiendo su corazón palpitar con fuerza. Entonces se detuvo, al ver a otra fémina en el suelo, arrollada por la aterrorizada masa de gente. Por la ropa, no era noble. La ayudó a levantarse, observando que tenía una brecha en la frente. Utilizó la tela complementaria para pasar por sus brazos, ajena al vestido, para presionar sobre la herida.

-Tranquila. ¿Cómo se llama? ¿Vino con alguien? –le preguntó para distraerla y que no se durmiese-. ¡Por favor! ¡Dejen pasar! ¡Hay una mujer herida! –intentó que se le escuchase sobre el gentío. Sólo un hombre pareció hacerle caso, corriendo hacia ellas. Afortunadamente, el hermano de la chica. Sybil le dio parte del dinero que llevaba encima para que la llevase a un médico.

Se escuchaban gritos dentro del anfiteatro, en protesta por los nulos derechos de los trabajadores. Culpando a los nobles de ello. No podía no estar de acuerdo con ellos, pero aquella violencia no la aprobaba. Menos, sabiendo que ella podía ser un objetivo. Al intentar salir, su cuerpo golpeó contra uno que iba en sentido contraria. Sus irises se alzaron, encontrándose con unos azules que la hicieron dejar de respirar por unos segundos.

-Liam… -murmuró.


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Mensaje por Liam Hawthorne Miér Ago 05, 2015 7:04 pm

Por las voces que pegaban, entre tanto grito del gentío que intentaba salir del teatro, pude averiguar qué había pasado sin necesidad de alcanzar las puertas que daban al anfiteatro. Otra de esas protestas de los trabajadores contra la clase alta. Menos mal que mis padres ya no estaban ahí, pues en las últimas semanas, se habían empezado a manifestar ya de forma violenta, aprovechando este tipo de situaciones para robar e incluso apalear a más de uno bien trajeado. En realidad, yo no estaba de acuerdo con ese tipo de atentados, pues sólo podían conseguir que la clase alta tomara peores represalias. ¿Y quién lo acabaría pagando? La mayoría de trabajadores que ni estaban presentes ni aprobaban tal conducta. Todo muy justo, sí.

La gente no dejaba de empujar, de entorpecer mi camino. Por suerte, era lo suficientemente alto y corpulento como para que muchos se lo pensaran dos veces y optasen por desviarse de mi camino. No así, una muchacha rubia, que miraba hacia atrás cuando chocó conmigo.

Y cuando se giró, no tardé en reconocer aquellos orbes ambarinos que tan grabados tenía en mi mente. Las voces se amortiguaron entonces, y tan sólo escuché ese acento suyo con mi nombre-... Lady Sybil. -mi cara dibujó paulatinamente una sonrisa estúpida. Realmente, se me volvía a antojar como un sueño. Como un ángel que irrumpía en mi camino para romper mis esquemas y coaccionar mi comportamiento. Porque tenía la capacidad de hacer que me olvidara de todo lo que no fuera ella. No obstante, era el peor momento para quedarse embelesado por lo guapa que estaba, tal cual la recordaba en los últimos días. Sacudí una vez mi cabeza, volviendo a aquella peliaguda situación, más preocupante ahora que ella había entrado en la ecuación. Aprovechando su proximidad, giré con ella, para que quedase a resguardo de la marea de gente que aún se desesperada por salir-. ¿Le han hecho daño? -inquirí clavando mis ojos en los suyos. A primera vista, no parecía. Gracias a dios.

Fue entonces cuando concluí que lo mejor era salir de ahí. Sin embargo, si procedía como lo había hecho con mis padres, ella correría mayor riesgo. Y en esta ocasión, yo no quería arriesgarme así. Por otro lado, muchos cómplices podían estar esperando fuera para atacar a los nobles despistados. No es que la rubia lo fuera, pero me era preferible evitar eso también-. Espere... -enuncié entonces, quitándome la chaqueta, como idea improvisada. La prenda me llegaba a mí por mitad del muslo, así que a ella le quedaría más grande, lo justo para ocultar su vestimenta y camuflarla. De una manera ridícula, debo añadir, pero evitaría que Sybil fuese la primera opción a abordar. Con esto, se la eché por los hombros, ocultando parte de su dorado y ceñido traje-. Quítese las joyas, señorita. Y métalas en los bolsillos de la ropa. Así será más fácil ocultarla de esas aves de presa. -añadí con cierto desprecio al mencionar a esos compañeros inconsecuentes que obtendrían como reacción, una subida de impuestos o una represión mayor. De primeras y sin pararme a pensar mucho en ello. Nuestra rutina era así.

Esta vez, no me pensé mucho pasar mi brazo por sus hombros, ya ocultos, con la clara intención de sacarla del edificio. Pese a considerarlo un gesto protector por mi parte, no tenía la más mínima intención de que lo interpretase de mala manera-. Venga conmigo... -era la segunda vez que le hacía esa petición, en esta ocasión, señalándole la puerta. Tuve la misma tentación que hace días, continuando esa frase con una utópica situación en la que pudiera estar con ella sin importarme nada más.

La rubia escocesa estaba temblando. Pero yo no sabía si era por miedo, por el susto o por mero destemple provocado por lo anterior. Conseguimos abrirnos paso, traspasar el umbral y salir al húmedo ambiente nocturno, ya con más espacio personal que dentro del teatro. No detuve mis pasos, alejándola de allí, a un lugar que pudiera considerar medianamente seguro-. ¿Se encuentra bien? -demandé en cuanto tuve oportunidad. Cuando estábamos medianamente a solas. Cuando nadie pudiera malinterpretar la situación. Pues, lo que menos seguía queriendo era que ella tuviera problemas por mi cercanía momentánea. Cercanía. Fue entonces cuando caí en un pequeño detalle que podría arrastrarme dentro del teatro de nuevo, todo por ayudarla:- ¿Ha venido con alguien?



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Mensaje por Sybil Findair Jue Ago 06, 2015 10:08 am

Se estremeció al escuchar su nombre brotar de los labios masculinos. Como una anhelada caricia en sus oídos que no la dejó indiferente. La sonrisa del hombre llamó a la suya. Como si, durante un par de segundos, nada más existiese. Pareciendo que el tiempo se hubiese detenido alrededor y sólo estuviese él. Porque aquello no era un sueño. Permanecía de pie frente a ella. Bajo las luces del hall del teatro. Supo en ese momento que no se cansaría de mirarlo a la luz de una lámpara de aceite, de una vela o durante el día.

Giró con él, quedándose escudada por el cuerpo masculino. Ladeó su rostro, quedando demasiado cerca del ajeno. Movió su cabeza de una forma suave y sutil, de forma que la punta de su nariz rozó la del hombre. Lentamente, alzó la mirada ágata marrón hacia los orbes lapislázuli que él poseía. Los dos pares de irises chocaron como el mar rompiendo contra las rocas, sabiendo que se complementaban.

-No, estoy bien –susurró-. ¿Y usted? –agregó, deslizando las yemas de los dedos de una mano por el dorso de una de las manos masculinas, preocupada por si le habían hecho daño.

Rompió el contacto cuando él se quitó la chaqueta y se la colocó sobre los hombros, ocultando su ropa. Una idea que le pareció astuta. Se quitó los pendientes y el collar de su madre, guardándolos en los bolsillos de la prenda que él le había prestado para camuflarse. Con simple movimiento de la mano, liberó su cabello del recogido, dejando que se deslizase suelto y en marcadas ondas por sus hombros. Reluciendo como trigo que ha madurado al sol.

-Me gusta su estilo, Liam –susurró con acento escocés, ladeando una sonrisa.

Dejó escapar el aire por la nariz, en un silencioso suspiro, al sentir que rodeaba sus pequeños hombros femeninos con el brazo. Se sintió protegida. En la cercanía, el varonil aroma recorrió sus fosas nasales, haciéndole saber que con él estaría bien. El tacto por encima de la ropa le hacía estar segura de que aquello no era un sueño. La voz grave le confirmaba que no se iba a desvanecer en el aire.

-Sí… -murmuró. Estando tentada a decirle que con él iría a cualquier parte. ¿Cómo podía despedirse de él cuando lo había encontrado de nuevo?

Se mantuvo junto a su cuerpo, sin soltarse del protector brazo, mientras avanzaban y cruzaban el umbral de la puerta. Tembló suavemente contra él. Una vez fuera del teatro, alejándose de la multitud despavorida, finalmente se detuvieron. La pregunta de él la hizo actuar en vez de pensar. Se dejó llevar por el impulso que tuvo, girándose para quedar frente a él y abrazarlo con necesidad.

-Ahora sí… -murmuró sin soltarlo. Se separó lo suficiente como para mirarlo-. Uno de los pretendientes con los que se supone que tengo que sociabilizar. No obstante, sus pies debían de estar adornados con alas, porque eran ligeros cuando empezó la protesta –le contó antes de ladear una sonrisa-. Es un buen motivo para no tener que volver a ver a ese pretendiente, ¿no cree? –susurró con un deje divertido antes de mirarlo seria-. Siento no haber ido aún a los muelles. He hecho tantos planes frustrados para ir a verlo… que me parece un sueño que mis deseos se hayan cumplido esta noche –agregó en un murmullo-. ¿Usted ha venido con alguien? –se interesó, mirándolo a los ojos. Antes de lanzarle una última pregunta-. Liam… -lo llamó por su nombre una vez más, en un susurro que marcó más su acento escocés e hizo que su voz sonase íntima, sólo para él-… ¿le molesta si sigo abrazada a usted un poco más? –le pidió permiso para no separarse. Aunque lo que realmente desease era vivir en sus brazos.


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Mensaje por Liam Hawthorne Vie Ago 07, 2015 7:14 am

Quería pensar que se alegraba tanto como yo de volver a encontrarnos. Fueron sus ojos, su sonrisa, quienes me lo dijeron y, aún así, mis dudas se aferraban a mi cuerpo, repitiéndome que aquello era imposible. Que Sybil sólo fingía por cortesía. Porque así era su mundo, aunque algo la desagradase era capaz de poner la mejor de sus caras. Ahora que caía, me parecía un mundo tan... lejano para mí. No sólo ya por mi situación económica, si no porque yo no sería capaz de aguantar tanto cinismo. Pero, ahí estaba, deseando bajo cualquier concepto pertenecer a él.

Y mi única y mejor razón la tenía justo enfrente en aquel momento.

Estuve tentado, por su proximidad, por aquel roce nimio de nariz, de buscar sus labios. Como quise hacerlo hacía días, pero aquel brillo almibarado en sus ojos me atrapó, paralizándome por instantes. El empujón de algún listo me devolvió a la realidad. Por suerte fue a mí y no a ella, por estar ya protegiéndola. Volví a dibujar la sonrisa en mi semblante con su pregunta. ¿Cómo no iba a estar bien, teniéndola entre mis brazos. Me limité a asentir una vez, antes de poner mi chaqueta sobre ella. Sin réplica, no tardó en hacerme caso cuando le dije que se quitara las joyas, sin llegar a ver dónde las guardaba. Y para más inri, se acabó soltando el pelo. Mi mandíbula cayó ligeramente, pues era la primera vez que podía ver suelta aquella melena ondeada que ahora caía sobre sus hombros. A la luz del teatro, pude ver la intensidad de aquel rubio más detenidamente. Y, por supuesto, le hacía total justicia a esa belleza suya que ya me embelesaba.

Mi sonrisa se marcó con su susurro. Con ese acento. Con esa manera de pronunciar mi nombre, que estaba convencido que no me cansaría de escuchar nunca. Incliné la cabeza, agradecido por el cumplido, tentado de decirle que mi estilo tan solo se basaba en protegerla a ella en aquel momento. En ponerme en medio, sin pensar, ocultándola de todo aquel que quisiera hacerle daño. Lo cierto era que, de la impresión, de la sorpresa, las palabras parecían querer quedarse rezagadas, en el fondo de mi garganta.

Una vez fuera y, ante mi interés, Sybil volvió a sorprenderme con un impulsivo abrazo, que me robó el aliento por un instante. Sabía que no llamaba la atención tanto por su pelo suelto y mi chaqueta puesta, pero yo no pude más que sentirme incómodo por si alguien miraba. Pero fue una sensación que me duró lo que tardé en asimilar que tenía su cuerpo pegado al mío, que por fin, podía rodearlo con mis brazos y calmar ese temblor que sentí en cuanto ella me abrazó. Mis brazos, de forma totalmente inconsciente, bordearon la espalda de su figura, correspondiéndola, presionándola contra mí. Cerré los ojos, mientras hundía parcialmente mi semblante en aquellos cabellos dorados, meciéndola ligeramente. Posé una de mis manos en la parte posterior de su cabeza, reprimiendo el impulso de posar mis labios sobre ella también.

Y pude decir que me sentí terriblemente bien.

La tentación volvió a llamar a mi puerta cuando se apartó, instándome a pedirla que se dejara de pretendientes y viniera conmigo. Otra vez. ¿Cuántas veces podía haber deseado decírselo ya?-. Me pone en una tesitura, milady... -murmuré entonces-. Yo no sé lo que es tener pretendientes, ni serlo tampoco, de hecho. Mas a buen criterio, creo que su habilidad para abandonarle a usted no habla en su favor, no. -su cambio en el gesto, provocó el mío, escondiendo la sonrisa, neutralizando la comisura de mis labios antes de contestarle-. No se preocupe, Lady Sybil. Puedo entender que tuviera más cosas que hacer... -lo decía de corazón, pues no me decepcionaba en absoluto que no hubiera venido. Por mucha desilusión que tuviera, hacía rato que la había tirado por la borda. En cuanto me encontré con ella en el teatro. La palabra sueño en sus labios me hizo ladear ligeramente la cabeza. ¿Era verdad? ¿Tantas ganas tenía de volver a verme? Me moría por pensar en la afirmación de la respuesta. No obstante, la diferencia en nuestra condición seguía presente-. Vine con mis padres, pero pude hacer que se fueran antes de todo el alboroto. -expliqué sin apartar la mirada de la suya. Fui a añadir algo más, cuando ella volvió a pronunciar mi nombre. Era de impresión que tuviera la capacidad de llamar y atraer toda mi atención con aquel simple alias deslizándose en su voz, marcado por aquel deje de su tierra. Acabé sonriendo antes de ser yo, esta vez, quien la atrajese contra mí otra vez-. Claro que no. -¿cómo me iba a molestar? Podría quedarme así horas y horas. Días. Meses. Congelando el tiempo en aquel momento. Sin embargo, los ruidos a nuestro alrededor estaban al acecho, como predadores en la oscuridad, para romper aquel instante que sólo nos pertenecía a ambos-. Hmm... ya que está sola, me agradaría repetir aquel paseo en los muelles, pero dudo mucho que a estas horas y esta vez por la ciudad pueda ser buena idea. -murmuré aún con ella entre mis brazos-. ¿Hay alguna forma de que pueda asegurarme de que llega sana y salva a casa?


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Mensaje por Sybil Findair Vie Ago 07, 2015 2:09 pm

Suspiró suavemente, aliviada porque él estuviese bien. Supo, en ese momento, que de haber resultado herido, no se habría movido de su lado hasta que se recuperase. Aunque tuviese que llevarlo a su propia casa para cuidarlo y lidiar con su padre. Aunque tuviese que ir a donde él vivía y declararse indispuesta con sus pretendientes. Porque sabía que no podría descansar hasta que la inquietud se aplacase al verlo de nuevo sano y salvo.

Por un momento dudó en lo que él tardó en reaccionar cuando lo abrazó. ¿Y si había equivocado los términos? ¿Y si aquella amabilidad tenía el límite que marcaban los modales de la sociedad separada? ¿Y si aquel impulso los distanciaba? ¿Y si él sólo pretendía ser cortés? Porque ella estaba descubriendo que no podía fingir con él. Podía ser ella misma, dejándole ver cada capa de su ser. Y, en el fondo, era como si confiase en que él no iba a salir corriendo si llegaba a contemplar cada faceta que ella poseía.

Al final pudo sentir sus brazos rodeándola y emitió un murmullo contra su oído por estar a gusto. Hizo más firme su agarre, calmándose el temblor poco a poco, contra él. Escondió parte de su rostro contra uno de los hombros masculinos, aspirando su aroma por encima de la tela del chaleco que él llevaba. Pensó que sólo se quedaría en Londres por él. Aquel hombre empezaba a ser una fuerte razón para ir a cualquier lado… siempre que él estuviese allí.

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-Milord. Aunque esta noche parezca un sueño, no nos engañemos. Usted sabe ser un digno pretendiente, mucho más que cualquiera de ellos –susurró, clavando sus pupilas en las ajenas. Su corazón dudó entre pararse o bombear con mayor rapidez y fuerza-. Contra mi voluntad me enviaron a sociabilizar con personas que no eran usted. Perdóneme por esa falta de libertad que me impidió llegar a su lado –le pidió en voz baja, nadando en sus irises.

La confesión de haber ido con sus padres la hizo mirarlo con ternura. La relación con ellos debía de ser muy buena para que fuese con ellos al teatro. También era consciente de que los sueldos no eran muy altos como para permitirse ir todos los días. Y fue cuando comenzó a maquinar un plan.

-¿Qué les parecería, a sus padres y a usted, volver a ver una obra dentro de unos días? –le preguntó con una adorable sonrisa. Si por ella fuese, mañana mismo. Se quedó mirando aquella increíble sonrisa que él tenía hasta que se dejó atraer, apoyándose contra el cuerpo masculino. Se sentía bien estar abrazada a él, demasiado bien. Ronroneó muy bajo antes de contestarle-. Me encantaría ese paseo… -murmuró esbozando una sonrisa en sus labios. Luego pensó en su padre, preocupado si se enteraba de lo que había pasado en el teatro y llegaba tarde-. En otro momento le hubiera dicho que queda una hora y media más para que acabase la obra y aprovechar ese tiempo para dar un paseo. No obstante, si mi padre se entera de la protesta y no llego pronto, podría preocuparse. La gente ya habrá conseguido carruajes para volver. ¿Le importa acompañarme andando? Si lo desea, puedo ir con usted a su casa para explicarles a sus padres y que no teman al no verlo regresar antes –ofreció, no queriendo quedarse sin su compañía y pudiendo avisar a los progenitores de él. Apoyó una mejilla en el varonil hombro, suspirando y sintiéndose increíblemente protegida y relajada.



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Mensaje por Liam Hawthorne Sáb Ago 08, 2015 9:37 am

Podía regodearme en esa sensación de tranquilidad que emanaba de aquel abrazo todo el tiempo que tuviera. Pero no por esa calidez de sus brazos al rodearme, sino porque entre los míos no sufriría ningún daño. La esencia que aquella melena desprendía, se colaba en mis pulmones, haciéndome desear perder el rostro entre todas aquellas ondas doradas que acariciaban mi rostro de manera aleatoria e inconsciente. Perder mis labios en los suyos. Mis manos en su figura. Entregarme a ella por completo, sin compromiso, totalmente esclavizado por sus ojos color ámbar y aquella sonrisa.

Sonaba demasiado romanticón. Yo podía jurar que no era así. O, al menos, no fui así con ninguna mujer antes. Claro que, ninguna de ellas atrapó y consumió mi total atención desde el principio, como lo había hecho Lady Sybil.

Su murmullo, la ligera presión que ella misma marcó y aquel temblor que fue desapareciendo, me hicieron sonreír. Podía estar satisfecho al menos, de tener la capacidad de calmarla, pese a que una escena así en cualquier otro momento, supondría un problema demasiado grande para los dos. Tragué saliva ante ese pequeño golpe de realidad que sus labios emitieron-. La actitud no lo es todo, señorita Findair. -dije muy a mi pesar. Si yo quería aspirar a algo con ella necesitaba tener algo que ofrecer. Mas, ¿qué podía ofrecerle para que aceptara aunque fuera darme la oportunidad de llegar a cortejarla? ¿Acaso todos esos pretendientes de los que hablaba eran tan distintos a mí? Yo no tenía ni tierras, ni dinero, ni título para mantener ese nivel de vida del que ella gozaba.

- Entiendo que tuviera responsabilidades que atender. No se disculpe por ello, por favor. -musité, demasiado tentado de alzar una de mis manos y repasar la línea de su mejilla. No obstante, por mucho que ella hubiese dado ese primer paso para abrazarme, yo no quería comprometerla a un contacto más íntimo como era aquella caricia que me moría por darle-. Tenga por seguro que el verla aquí y ahora puede suplir cualquier desilusión o reproche que pudiera tener, si llegase a ello.

Ese brillo tierno en su mirada, pese a la penumbra que nos envolvía, me hizo sonreír un poco más. Llegué a fruncir el ceño, curioso por lo que pudiera estar pensando al mirarme así. Fui a preguntarle, con sutileza, cuando ella se me adelantó. En un principio, titubeé, entreabriendo los labios un par de veces, mientras me pensaba la respuesta-. Pues... podría decirle que no sé lo que pensaran mis padres... Pero con lo que le gusta a mi madre el teatro, dudo mucho que dijera que no. -expliqué antes de añadir:- Aunque, de ser su intención, no pienso dejar que nos invite, ¿hm? -avisé con tono suavizado, a duras penas, pues su sonrisa conseguía abstraerme hasta dificultarme el habla, incluso.

Ella se dejó abrazar, esta vez por mí, y de no ser por la mención del paseo, me habría quedado toda la noche así, si ella hubiese querido. Pero tenía que volver a casa. Más ahora que el rumor del altercado se expandiría tremendamente rápido y seguramente se preocupasen por ella, como me confirmó instantes después con sus propias palabras-. Faltaría más, Lady Sybil. -agaché la cabeza, ladeándola parcialmente, a caballo entre un asentimiento y una reverencia-. No es necesario pasar por mi casa. De hecho, está en dirección contraria a la suya, si no me equivoco. -era realmente fácil pues el barrio de Whitechapel siempre estaba en la otra dirección a todo lugar por el que ella se pudiera mover-. Puedo acompañarla y luego volver. No es muy tarde y mis padres saben perfectamente que puedo cuidarme. No es la primera vez que nos vemos envueltos en una trifulca así. Así que, aún es pronto para que se preocupen. -la tranquilicé terminando de separarme, para tenderle el brazo como había sido costumbre en esas dos ocasiones en las que nos habíamos visto, y, comenzar así a caminar-. ¿Abuso mucho si le pregunto por alguna preferencia en el camino? -inquirí entonces. Yo no tenía prisa alguna, pero estaba seguro de que ella, aún siendo extranjera, sabía perfectamente el camino de vuelta a su casa.


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Mensaje por Sybil Findair Sáb Ago 08, 2015 1:00 pm

-Es todo lo que a mí me importa –susurró respecto a la actitud.

Al tiempo que se perdía en aquel mar que guardaban los irises del hombre. Siendo consciente de que gustosa se quedaría sumergida viendo en ellos por el resto de sus días. Estuvo tentada a preguntarle algo, pero temió la respuesta. ¿Y si se estaba equivocando y el ser demasiado obvia hacía que él la sacase de su error? Tuvo miedo de malinterpretar esa conexión que sentía entre los dos. Temió que el sueño llegase a su fin con una sola palabra de él.

Suspiró por lo comprensivo que él estaba siendo. Estuvo tentada a reposar su frente en la de él, en un contacto tan tierno como agradecido por sus palabras. Pero no terminó de hacerlo. Recordando aquel encuentro con el capataz. No quería meterlo en más problemas, por mucho que desease tener tantos gestos con él y estuviese tan limitada. Aún cuando, con el pelo suelto y la chaqueta de él por encima, iba a costar reconocerla.

-Gracias, me deja más tranquila –murmuró cerca de su rostro. Enarcó una ceja mirándolo ante el agregado por la invitación. Ladeó una sonrisa, resaltando sus pómulos femeninos-. Seguramente el teatro reembolsará las entradas de esta noche por los problemas ocasionados dentro. Pero de no ser así, insisto. A su madre le gustaría y usted y yo tendríamos ocasión de conversar un poco más. No contradiga a una mujer escocesa, Liam –habló con marcado acento escocés, acompañando sus palabras con una arrebatadora sonrisa.

Suspiró en sus brazos, deseando poder vivir en ellos. Se preguntó cómo sería despertar entre ellos, contra su pecho. Ver, cada mañana con los primeros rayos de sol, su sonrisa al despertar. Escuchar darle los buenos días con aquella voz profunda y grave que tenía. Lamentablemente, sabía que era algo que ella nunca experimentaría. Envidió a la mujer que lograse conseguir lo que para ella estaba prohibido. Compartir sus sueños, los años, los abrazos, las caricias, las conversaciones.

-¿Dónde vive? –se interesó.

Cuando él terminó de separarse, sintió que algo le faltaba. Estuvo a punto de dejarse llevar por el impulso de pedirle que volviese a abrazarla, pero se contuvo cuando él continuó hablando. Entrelazó su brazo con el que él le tendía. Sus dedos se posaron en el antebrazo, como había hecho cuando se encontraron por primera vez.

-Prométame que tendrá cuidado al volver. O déjeme que llame a un carruaje después o al menos lo intente. Porque pasaré la noche preocupada por su seguridad. A menos que prefiera que salga de mi casa por la ventana con pantalones de hombre y vaya a su casa para cerciorarme de que está bien –le susurró, preocupada porque le pasase algo grave-. Milord, con usted iría por el camino más largo… -respondió en un murmullo, por la conversación que mantuvieron en los muelles-… si con ello puedo disfrutar de su compañía por más tiempo –agregó, clavando sus pupilas en las ajenas.

Caminó con él, dejándose guiar mientras se interesaba por su trabajo en los muelles y le preguntaba si había tenido que soportar muchos comentarios filosos de su compañero Dylan. Fue consciente de que se sentía relajada a su lado, como si nada más importase. Le regaló hermosas sonrisas durante todo el camino, tal y como él le pidió la noche que se conocieron. Ella le confesó que estaba a favor de los derechos de los trabajadores pero que no aprobaba la violencia que había visto en el teatro. Le contó sobre su infancia en Escocia y le expresó su curiosidad por cómo había sido la de él. Como si estuviese aprovechando aquel trayecto para continuar conversando y conocerse mejor.

Finalmente, llegaron a los muelles. Aspiró el aroma del agua mezclado con la madera.

-De todo Londres, estos muelles son mi lugar favorito. Me perdería en ellos una y otra vez sólo para que usted volviese a encontrarme –susurró, pasando el pulgar suavemente por el antebrazo masculino, por encima de la tela de la camisa.



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Mensaje por Liam Hawthorne Sáb Ago 08, 2015 6:33 pm

Agaché la mirada con su sentencia, rebatiendo la mía. Precisamente, por sus palabras, entonces... ¿yo también podía significar algo más que un simple trabajador para ella? Porque tenía la convicción de que no quería ser para nadie más. Al igual que, nada me haría más feliz que Sybil sólo fuera para mí. Pero, ¿era algo más que un sueño todo aquello? No dije nada, pues ella sabía más de lo que le importaba o no, y sus propias circunstancias. Pero no pude evitar sentir envidia por ese hombre que ella eligiera para pasar el resto de su vida con él.

Sonreí, satisfecho de que estuviera más tranquila. No obstante, el apunte que hizo en el tema económico, exigió por mi parte hacerle saber que era más que probable que mis padres tendrían algo que añadir-. Créame, usted tampoco querrá llevarle la contraria a mi madre. -maticé sus palabras, alzando las cejas. Un toque de diversión adornó la frase, en un aviso suave, quedo, pero demasiado cierto. Tuve curiosidad por ver entonces una conversación entre aquellas dos féminas. Supe entonces que eran las dos más importantes de mi vida.

Fruncí el ceño por un instante, ante su interés-. En... en whitechapel, milady. -consideré las opciones de su reacción. Pero, a mi entender, era algo que se podía esperar si conocía Londres mínimamente, aunque no hubiera paseado por las calles de mi barrio. Principalmente, por mi situación-. Estaré bien, no se preocupe. De verdad. -¿qué peligro podía correr un trabajador de los muelles en la noche, atravesando las oscuras calles de la ciudad, cuando aquellos que presentaban un peligro eran de su misma condición?-. No necesito carruaje, Lady Sybil. -se me haría extraño, cuanto menos, habiéndome valido de mis piernas para ir a cualquier sitio.

Su mirada me abstrajo de nuevo y hasta me ruborizó levemente, cuando me hizo saber que mi compañía le importaba más que la trayectoria del paseo-. Más oportunidad me da a mí de volver a ser su ángel esta noche. -o toda la vida, si me lo pidiera. ¿Cómo no iba a querer protegerla de todo lo que supusiera una amenaza para ella si estaba dispuesto a cualquier cosa que ella me pidiera? Ridículo, ¿verdad? Absurdo para cualquier persona racional. Pero yo no podía serlo cuando ella había descolocado mi tranquila rutina como nunca antes me había ocurrido con una mujer.

Pasear a su lado, una vez perdida la tensión de aquella primera vez en los muelles, fue sorprendentemente fácil. Llevadera. Pude observar más de esas sonrisas que me mantenían idiotizado. Sus atrayentes ojos. Bromeé con los reproches de Dylan, admitiéndole que no me molestaba, pues de poder repetir esa noche, no cambiaría su compañía por el castigo posterior de soportar de mi compañero. Diversos temas que, ¿para qué mentirnos? admiraba tratar con una mujer de su clase. Tenía una fluida conversación, y tan pronto trataba los temas sociales como me hacía partícipe de sus recuerdos, o preguntaba por los míos. No tardé en darme cuenta de la complicidad que podía compartir con ella. Me sentía realmente tranquilo, cómodo. Capaz de contarle mis más oscuros secretos de tenerlos.

Marqué más la comisura de mis labios por su confesión al mirarla. Lo cierto era que la compañía y la situación en sí, cambiaban totalmente la perspectiva con la que contemplar esos muelles. Pero yo tenía algo mucho mejor en donde perder mis claras pupilas. Alguien que se me antojó verdaderamente atractiva, como para seguir dejando pasar el momento-. ¿Para qué quiere volver a perderse... -me moví, quedando frente a ella- ... cuando yo no quiero volver a dejarla marchar? -inquirí, de manera retórica, alzando la mano para cubrir su mejilla. Aquella vocecita en mi cabeza que me alertaba de que estaba cruzando la línea, quedó relegada a un segundo plano en cuanto sentí su tersa piel en mis yemas. Su nombre salió de mis labios, acariciando mi paladar, adornando el aire que salía de mis pulmones, sin buscar siquiera que me contestara. Una palabra en alto, aunque bajito, fruto de todo lo que ella había despertado en tan poco tiempo.

No podía más. Necesitaba hacer lo que estaba a punto de hacer.

Acerqué mi semblante al suyo, despacio. Quería tantear si se alejaba o no y, al mismo tiempo, juraba que podía sentir ese campo que la rodeaba, que me atrapaba y me acercaba a ella a una velocidad vertiginosa. Sybil mantuvo esa cercanía, dándome pie a acortarla poco a poco. Mi respiración se marcó ligeramente, en cuanto nuestras narices se rozaron. Y fue aún con mis propios latidos golpeando mi nuca, cuando cerré los ojos. Cuando me dejé llevar por fin. Cuando terminé de bajar los labios, buscando los suyos. Fue algo lento, cohibido, que aún arrastraba la preocupación de que nos vieran. De que la reconocieran. De que me arrancasen de su lado, y que no volvieran a dejarme verla. Sobre todo, el problema que ese beso podía suponer para ella.

Pero es que ya no pude aguantarme más.

Acabé bebiendo de sus labios, suspirando por la nariz cuando mi mano bordeó su cintura, acercándola aún más a mí. Cuando nuestros cuerpos acabaron buscándose conforme nuestras bocas se entrelazaban en un baile lento, con una facilidad pasmosa para incrementar esa avidez.


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Mensaje por Sybil Findair Dom Ago 09, 2015 11:15 am

-Una mujer de armas tomar su madre –declaró, esbozando una sonrisa divertida y de aprobación-. Pero, ¿qué le hace pensar que dos mujeres fuertes no se acaben entendiendo y siendo cómplices, contrariándolo a usted? –le devolvió, alzando ambas cejas un instante al tiempo que movía la cabeza hacia un lado y esbozaba una sonrisa juguetona.

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Tuvo curiosidad por aquella mujer que había dado la vida y criado a aquel encantador hombre. Alguien admirable por lo que él le había contado. Y no pudo evitar preguntarse si se parecería en algo más a su propia madre. Además del gusto por el teatro, una filosofía de vida parecida y aquel carácter fuerte, capaces de soportar cada obstáculo que se les pusiese por delante. Lamentablemente, la suya ya no estaba en aquel mundo. Estaba segura de que habrían hecho buenas migas y de que habría sido una aliada indiscutible a pesar de aquella distancia entre clases… después de una suave regañina para recordarle los impedimentos y que no saliese herida si no salía bien. ¿La madre de Liam actuaría igual?, se preguntó.

Cuando él le dijo el nombre del barrio, ladeó la cabeza. Sí, tenía sentido. Estaba cerca de los muelles. Había escuchado hablar a algunos nobles sobre aquella zona, sin duda. Pero no podía ser tan mal lugar si él vivía allí. Y, quizá, hizo algo después que nadie esperaría de una noble. Sus labios marcaron una cálida y hermosa sonrisa para hablar.

-¿Le importaría, alguna vez, guiarme por Whitechapel, señor Hawthorne? –le pidió para conocer el lugar donde él vivía.

Pero se preocupaba. Porque la sola idea de que él terminase herido hacía que su corazón se sintiese como si estuviese estrujado en un puño de hierro. Quitándole el aliento. Haciéndola temblar. Adueñándose de su mente. Deseando que sus casas estuviesen más cercanas para poder asegurarse de que él llegaba sano y salvo a la suya. Y aún viviendo tan separados, tenía la seguridad de que recorrería la distancia que fuese para confirmar su bienestar. Se le ocurrió la locura de amanecer temprano e ir a Whitechapel al día siguiente por la mañana, únicamente para corroborar que estuviese bien.

-Tenga cuidado, por favor. Aunque sólo sea para no darme un disgusto a mí –susurró en casi un ruego-. Nunca ha dejado de ser mi ángel de la guarda… porque yo no quiero que deje de serlo –murmuró en respuesta.

Tenía la sensación de que él siempre estaría ahí para protegerla, ayudarla, salvaguardarla. Donde quiera que fuese. No le sorprendería que estuviese en peligro de vuelta en Escocia y él apareciese en el momento justo… Pero… ¿realmente tenía ella ganas de regresar a su tierra? Mentiría si dijese que sí. Mentiría si dijese que no. Lo único que tenía ganas era de estar donde él estuviese.

Se olvidó de todo lo demás mientras conversaba con él. Si le hubiesen pedido que volviese a reproducir el camino que llevaban, no hubiese podido. No porque no se le diese bien orientarse o memorizar una trayectoria, sino porque su presencia era todo lo que le importaba en ese momento. Igual que sus palabras, escucharlo y que estuviese interesado en lo que ella le contaba.

Sus irises fueron capturados irremediablemente por los ajenos. Cuando empezó la pregunta, esbozó una suave sonrisa, teniendo la respuesta a punto… pero la olvidó con el agregado de él. Sus mejillas se encendieron. Se olvidó de respirar, totalmente ajena a su propio cuerpo… salvo por aquella mano que se posó en su mejilla. Dejó caer los párpados, ladeando la cabeza hacia aquel tierno contacto. Uno que era posible que no volviese a sentir, no de él. Pero que estaba dispuesta a disfrutarlo el poco tiempo que durase.

Aquella voz ronca, grave y profunda susurró su nombre. Sybil. De una forma que deseó que él fuese dueño de dicho nombre para pronunciarlo cuando quisiese. Suspiró, ladeando la cabeza para rozar la mano con la comisura de los labios, sin atreverse a ir más allá. Murmuró su nombre, con acento escocés, poseyendo aquellas cuatro letras como si sólo ella tuviese el derecho de acariciarlas entre sus labios. Pero no era aquella palabra lo que importaba porque, de llamarse de otro modo, sabía que aquel era el hombre con quien quería compartir toda su vida.

Abrió los ojos despacio, encontrándose con aquel rostro masculino cercano al suyo. Se olvidó de soltar el aire durante unos segundos, clavando sus pupilas en las suyas. No se movió, no se alejó. Suspiró cuando sus narices se rozaron, bajando la mirada a aquellos labios que la tentaban a probarlos. Aún cuando nunca antes había probado unos. Su respiración se marcó un poco, en cortas exhalaciones. Su mano izquierda se alzó, apoyándose bajo el omóplato masculino.

Dejó caer los párpados, lentamente, como si tuviese todo el tiempo del mundo. Y, finalmente, los labios ajenos acariciaron los propios. Con suavidad, despacio, como si los suyos fuesen delicados pétalos de rosa que no quería dañar. Suspiró por la nariz. Su mano derecha, ociosa hasta entonces, repasó la espalda masculina brevemente. En ascensión hasta el brazo izquierdo de él, donde hizo una suave presión. Un segundo antes de que entreabriese los labios y cambiase aquella lenta danza por un ritmo más intenso, bebiendo de aquel manantial que era su boca.

La mano izquierda subió a los castaños cabellos, en la parte posterior de su cabeza. La derecha, reptó por el varonil hombro, hasta su cuello, ascendiendo por la mejilla y ladeándose por detrás de la oreja para recoger los cabellos y tirarlos hacia atrás. Pegó su cuerpo al de él, acostumbrándose a aquel primer beso que, aún siendo casi desconocidos, lo sentía como si se conociesen de toda la vida. Como si sus labios se perteneciesen el uno al otro.

Tuvo que romper el beso para tomar el aire, pero nada más consiguió oxígeno, volvió a juntar sus labios, bajando la mano izquierda por su espalda, acariciando su piel por encima de la ropa. Un poco más, hasta que se separó para juntar su frente con la suya.

-Dime que no vas a desaparecer –susurró, cambiando a un tuteo que era más consecuente tras haberse besado-. No quiero que te alejes –agregó en un murmullo. Aún sabiendo que era una locura, que eran de diferentes clases, que era complicado que aquello saliese bien.


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Mensaje por Liam Hawthorne Dom Ago 09, 2015 3:31 pm

- Yo no dije lo contrario, Lady Sybil. -musité, alzando las palmas, en clara señal de rendición, con un toque divertido-. Tengo hasta curiosidad por ver cómo se ganaría usted a mi madre, y ella misma dejase que nos invitara al teatro. -enarqué una de mis cejas, bajando las manos con suavidad. Inconscientemente, éstas fueron a su cintura, continuando discretamente ese abrazo que ella empezó. De buena gana, las afianzaría ahí, para que ella permaneciera entre mis brazos todo el tiempo que ella quisiera. ¡Y ojalá fuera mucho!-. No obstante, si desea intentar aliarse con ella para llevarme la contraria, adelante. No les tengo ningún miedo. -bromeé. Lo cierto es que en concreto, poder vivir esa escena, no me desagradaba bajo ningún concepto. Todo lo contrario, en realidad.

Su pregunta me pilló de sorpresa, totalmente. No obstante, pude reaccionar medianamente rápido, girando la cabeza hacia un lado sin apartar mi mirada de la suya-. No se me ofenda, en realidad, yo estaría encantado de ser su guía. Pero no hay gran cosa que pueda ver en mi barrio, señorita Findair. -¿y arriesgarme a que le pasara algo? Ni en broma-. De hecho, lo más interesante y hermoso que pueda encontrar por ahí ese día, sería usted misma. -añadí, algo cohibido por ese descaro. Era curioso esa capacidad que tenía de ser contradictorio interiormente, delante de ella.

Unas ganas locas de acariciar su cabello me asaltaron con toda esa preocupación que emanaba de su voz, de su semblante, por más que yo le dijera que llegaría bien a casa, después de acompañarla a ella-. Si no quiere que deje de ser su ángel de la guarda, entonces no me ocurrirá nada. -murmuré con una sonrisa convencida. Todo para darle tranquilidad. Tenía la ridícula sensación de que el mero hecho de que ella mirase por mi seguridad era motivo suficiente para que el destino me diera un respiro y me evitara todos aquellos fatídicos imprevistos que acababan con las vidas de meros transeúntes durante la noche.

No supe decir cuánto tiempo pasó hasta que llegamos a los muelles, y durante todo el camino, anduve por inercia, pues era incapaz de apartar mis azules de ella. Su sonrisa, sus gestos, esa gama de miradas que tenía para mí. Sí, tenía varias. Todas me gustaban lo suficiente como para no querer apartar mis pupilas y observar algo más. Hasta que nos detuvimos. Ella para hacerme saber que era su lugar favorito y yo para cometer la mayor locura que podía contar hasta ahora.

La besé.

Y ella me correspondió. Entrelazó sus labios con los míos, lentamente, al tiempo que sus manos, la mar de ociosas, se deshacían en caricias que tan solo me hacían desearla más. Consecuentemente, el ritmo de aquel baile de nuestras bocas se incrementó, adornado con los suspiros de ambos. Fruncí el ceño al sentir ese tirón de necesidad en los cabellos de la parte posterior de mi cabeza, marcando más una última exhalación. Acabamos acusando la falta de aire, pero con apenas dos segundos de interrupción fue algo que conseguimos solventar.

Ese segundo beso, continuación del primero, fue todavía mejor. Más rítmico, más suave, pese a que la avidez por devorar al otro estaba más presente. Sus caricias en mi espalda me arrancaron un escalofrío, e instigaron el ascenso de las mías, repasando su columna, hasta que, al apartarnos finalmente y juntar nuestras frentes, acunaron su rostro.

Negué con la cabeza y su frente pegada a la mía, olvidándome de todo protocolo-. No quiero hacerlo... Sybil. -ni alejarme, ni desaparecer. De su vida, claro. Tragué saliva con suavidad, justo antes de abrir mis ojos, y observar su rostro, pegado al mío, con una sensación de necesidad y embeleso que no había sentido antes. ¿Cuánto más me podía enamorar de aquella desconocida? Porque, admitiéndolo, eso es lo que era. Quizás, supiese su nombre, su estatus y orígenes. También confesar que no me cansaría de aprender cada día algo de ella. Pero la realidad, golpeaba ese anhelo bruscamente. Nos habíamos visto tan sólo dos días, en los que habíamos compartido un rato-. Pero sólo puedo traerte problemas... -¿qué podía salir seguro de ahí? Por muchas cosas que pudiera compartir con ella... tenía la corazonada de que no sería suficiente para que pudiéramos acabar juntos. Contando, claro, con que fuera algo que ambos quisiéramos.


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Mensaje por Sybil Findair Lun Ago 10, 2015 8:07 am

Rió quedamente y lo miró divertida. Aquel hombre era capaz de hacerla olvidar el resto del mundo con sus gestos, sus expresiones, su conversación. Ella, quien había rechazado sistemáticamente uno a uno los pretendientes. Ella, quien había retrasado cualquier compromiso. Ahora se veía fascinada, cautivada, hipnotizada por un hombre que había conocido por casualidad. Uno que, en cuestión de minutos, había dado la vuelta a su mundo. Que le robaba el aliento y se lo devolvía como si portase el aire que necesitaba para vivir. Una locura en la que prefería perder su cordura. Un sueño del que no le gustaría despertar, fuese de día o de noche.

-Preséntemela y su curiosidad se verá saciada –susurró con aire divertido-. Estoy segura de que usted sería el primero que disfrutaría de tal escena –agregó ladeando una sonrisa que marcó sus pómulos.

Las manos masculinas se sentían bien bordeando su fina cintura. Las propias descansaron en los varoniles hombros. Puntos apoyo que sabía que nunca le fallarían. Se sentía tan protegida por él que era extrañamente reconfortante. En cuanto él giró un poco la cabeza, supo que se iba a negar a ese paseo por su barrio. Estaba dispuesta a replicarle en el acto, pero el agregado de él derribó todas sus defensas. Se sonrojó. Sus labios se entreabrieron en busca de palabras que no llegaban ni siquiera a ser pensadas.

El halago había impactado contra ella sin previo aviso. Envolviéndola, arrullándola. Lo único que pudo hacer durante unos largos momentos fue contemplarlo. Mirar aquel rostro que sabía que nunca se cansaría de ver. Aquellos intensos ojos azules cuya mirada era tan cálida que la protegería del invierno escocés.

-Yo… –balbuceó suavemente. ¿Qué le pasaba? Ella no balbuceaba. Tragó saliva suavemente y se ruborizó de nuevo-. Puede que, para usted, sea lo más interesante y hermoso. Para mí, es usted lo más interesante que puedo encontrar… en cualquier lugar –susurró con cierto descaro que no quiso paliar-. ¿Y si no voy a su barrio, cómo pretende que intente convencer a su madre? –agregó, antes de mover una mano desde su hombro a la espalda de él-. No iría con ropa de noble, no tiene por qué preocuparse –murmuró, clavando sus pupilas en las suyas.

El siguiente murmullo de él hizo que ladease la cabeza y le regalase una sonrisa suave y tierna. ¿De verdad tenía tanto poder sobre su bienestar? ¿Con tan sólo desear que no le pasase nada malo? Porque de ser así… ocuparía cada segundo de su vida velando por él. Aunque sus caminos estuviesen condenados a alejarse. Pero quiso creer que volver a encontrarlo no había sido una casualidad. Que, al dificultarse que ella lo buscase por sí misma, el destino les había dado una nueva oportunidad.

Y, como si ambos hubiesen captado el mensaje, decidieron no desaprovecharla en los muelles. Aquel lugar donde, entre las sombras, se habían encontrado por primera vez. Los dos besos que compartieron, los dos únicos en toda su vida, confirmaron lo que habían deseado aquella otra noche hacía una semana y media. Se estremeció ante aquellas manos que ascendían por su espalda, hasta que se separaron.

Suspiró al escuchar su nombre de sus labios. Sin títulos, sin tratamientos. Un bálsamo junto a escuchar sus palabras. Porque él tampoco quería alejarse de ella. Subió una de sus manos a acariciar los cabellos de la nuca, mientras abría los ojos y se encontraba con aquellos dos orbes que la hacían perder el aliento. Sus irises brillaron en tristeza ante el agregado. Porque a él no le faltaba razón. Imposible era el calificativo para ellos dos. Juntos.

-Y yo también a ti. Estuviste a punto de perder tu trabajo por mi culpa –murmuró, frunciendo el ceño-. Pero no quiero apartarme de tu lado. Quiero conocerte más, compartir mi tiempo contigo –confesó sin alzar la voz, deslizando sus brazos por sus hombros hasta completar un nuevo abrazo-. Dime que no quieres lo mismo que yo, a pesar de todos los problemas que podamos causarnos. Atrévete a decirme que tienes miedo. Miénteme. Porque ni aún así dejaría de pelear por ti. Ya sea aquí, en Escocia o en cualquier otra parte del mundo. Dime que prefieres fingir que te soy indiferente. Porque estoy dispuesta a embelesarte con todo mi ser y que sean tus actos los que traicionen tus palabras. Liam –susurró en su oído con marcado acento escocés.


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Mensaje por Liam Hawthorne Lun Ago 10, 2015 5:16 pm

La vi sonreír. La escuché reír. Y me perdí en aquel sonido melodioso, dulce y suave. Si me dieran la oportunidad me pasaría los días provocando esa risa, esa sonrisa, para poder quedarme admirándola, prendado de su ambarina mirada, sintiendo la calidez de su cuerpo cerca del mío. Si había un cielo en esta vida, no tenía la menor duda de que el mío era ese. Era ella.

- Vaya, usted no se queda atrás en cuanto a mujer de armas tomar se refiere. -enarqué las cejas, con la conclusión. A la vista estaba. Desde el primer momento que la vi, además. Cuando Dylan se llevó una muestra contundente de dicho carácter-. Debo admitir que sí, disfrutaría de ella. No todos los días uno puede verse rodeado de dos mujeres con tal fortaleza. -de mi madre sí lo sabía. Pero, ¿de ella? ¿Sonaba a loco si decía que no me hacía falta conocerla más para saber algo así? Esa sensación de familiaridad, de complicidad... algo tan hipnótico como seductor. Absorbente. Algo que sólo ella despertaba. Y si con ello perdía la cordura, me declaraba loco desde aquel mismo instante.

Ese rubor que tiñó sus mejillas por mi comentario, que en principio no fue mayor halago que los que estaba seguro que había recibido, me enterneció. De manera imprevista, además. Mis palabras salieron sin darme cuenta, agasajándola. Lo que me sorprendió es que llegara a cohibirse. Me hizo preguntarme si, realmente, no estaba equivocándome al pensar en todos esos halagos que pudo haber escuchado. ¿Acaso no eran tantos como me imaginaba? Porque ella, con su actitud, belleza y entereza merecía la inmensa mayoría-. Para mí... -titubeé, con un tono a medio preguntar. ¿Había sido tan obvio al decir que ella era y sería lo más interesante que atravesara las calles de Whitechapel? Pero, ¿qué sentido tenía negarlo ahora?-. Sí, lo sería, Lady Sybil. -admití tras un instante, antes de que ella intentara devolverme la alabanza de algún modo. Mi réplica, diciéndole que entonces no importaba el lugar se quedó a mitad, pues añadió una pregunta tan rápido que mi cuerpo no alcanzó a reaccionar, sólo para contestar-. Sería una buena pregunta, de no ser que la solución más rápida y fácil es conseguir que se conozcan fuera de nuestro barrio. -murmuré con suavidad, antes de fruncir el ceño levemente-. No me gustaría correr el riesgo. Le garantizo que no hay gran cosa que ver, más que indigentes, pobreza y penuria. -demasiado contraste con lo que ella representaba para mí-. Intuyendo su aprensión, puede no serle agradable, señorita Findair. -me preocupé. Ella, que era la noble con tratamiento más cercano a nosotros que había conocido, no me extrañaría que saliese con mal cuerpo al ver el panorama de las calles de Whitechapel.

No podía ni concebir la idea de separarme de Sybil, de romper aquel contacto, ni garantizar que no volviese a inclinarme sobre ella, después de haber juntado nuestras frentes y besar sus labios otra vez. O todas las que fueran. Muchas, por necesidad. Eso seguro. Dejé que me abrazara, pudiendo disfrutar aún más de ese aroma floral que embotaba mis sentidos, pendientes de ella y todos sus gestos. En aquel momento. En aquel lugar. Un instante compartido y deseado por ambas partes que era posible que no se volviera a repetir.

Repasé con ambos pulgares los huesos de sus mejillas, con la intención de tranquilizarla ligeramente-. Escúchame. Mi trabajo es lo de menos. Pensaron que me estaba propasando. Si nos ven juntos, siempre pensarán que yo soy el peligroso... -intenté explicar, o por lo menos, hacerle ver mi hilo de pensamiento-. Pero me da igual las consecuencias que pueda tener. -estaba dispuesto a aguantar lo que fuera necesario...

Pero, ¿qué estaba diciendo?

¿Qué había sido del Liam responsable, tranquilo que había sido hasta hacía unos días? ¿Por qué de repente no había nada más que me importase más que ella? Cerré los ojos, con aquel encontronazo interno. Tragué saliva, mientras sus palabras se colaban en mis oídos. ¿Mentirla? ¿Fingir? ¿Quién estaba más loco de los dos? Negué de forma inconsciente con la cabeza-. El único miedo que puedo tener es a no ser suficiente para ti. -cosa que ya pensaba, de hecho-. Nunca podría fingir o mentirte, diciendo que no siento nada hacia ti... Ya no. ¿Qué me estás haciendo, Sybil? -me había costado horrores, hasta que ya no había podido ocultarlo más. ¿Era débil por ello? Un escalofrío recorrió mi espalda cuando me dio a entender que haría lo imposible por enamorarme, en el caso de que no lo estuviera. Sin pensar, tan sólo con ganas de sentir, eché la cabeza hacia atrás para separar su semblante de mi oído, y llevado por el deseo que aquel acento había despertado en mi interior, devorar sus labios una vez más-. Ya no tienes tal necesidad de hacerlo. -musité, con una sonrisa a mitad de camino, cuando conseguí apartarme ligeramente.


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Mensaje por Sybil Findair Mar Ago 11, 2015 11:11 am

Alzó un poco las cejas, en actitud divertida. ¿Tanto se le notaba que tenía carácter? Quizá el bofetón a su compañero le dio la clave. Quizá podía ver su interior mejor que cualquier otra persona. O puede que sólo él estuviese preparado para tal fortaleza. Sentía que él no quería menguar aquella vitalidad y garra que ella poseía. Que no estaba condenada a marchitarse. Como si fuesen las dos mitades de un mismo ser que habían estado esperando toda su vida para reencontrarse. Porque él no sólo la hacía sentir ella misma, sino que despertaba facetas que nunca creyó tener. Porque sólo él le hacía creer ser capaz de cruzar caudalosos ríos, escalar montañas y atravesar desiertos… si él estaba al otro lado.

No supo qué decir, porque ninguna palabra le pareció lo suficientemente buena para contestarle. Bajó la mirada con una interesante mezcla de cohibición y diversión, confirmándole su afirmación. Cuando agregó respecto a la conversación con su madre, lo miró y enarcó una ceja, divertida. Como una promesa de que lo disfrutaría más de lo que podía imaginar.

No podía negar que tuviese ganas de conocer a aquella mujer que lo había criado. Y, de algún extraño modo, tuvo la sensación de que no llegaría a discutir con ella. Igual que dudaba mucho que, alguna vez, pudiese llegar a pelear con él. Porque, si en alguna ocasión alguno de los dos se enojaba… tenía la convicción de que sabrían cómo manejarse mutuamente. ¿Era mucho presuponer? ¿Tan fascinada se hallaba por aquel hombre que era capaz de asegurarlo? ¿Tan rápido estaba perdiendo el raciocinio? Quiso creer que no. Él tenía una extraña facilidad para hacer que se olvidase de todo lo demás, para calmarla, para incluso callarla. Y ella estaba dispuesta a embelesarlo de igual manera. Como ninguna otra mujer, o eso esperaba, lo había hecho antes.

¿Rubor? Sonrojo, decorando sus mejillas gracias a la confirmación. ¿De verdad no había mujeres más hermosas e interesantes que ella en su barrio? ¿Más cercanas a él? Seguro que muchas estaban interesadas en él. Desprovistas de complicaciones, ofreciéndome más que ella. Pero mentiría si dijese que no quería ser la dueña de aquella mirada, tener su exclusiva atención. No le había pasado con nadie antes. ¿Qué era lo que él estaba despertando en ella que lo quería únicamente para sí?

-¿Y se le ocurre algún lugar para ello? ¿Los muelles? ¿Alguna cafetería tal vez? –le preguntó sobre el encuentro con su madre, ladeando una sonrisa.

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Curvatura que se borró en cuanto él le habló de su barrio. Bajó la mirada avergonzada, sintiendo que le faltaba el aire de repente. Tanta miseria… cuando ella tenía tanto. Le hizo sentir mal. Abochornada por la riqueza que siempre la había rodeado, impactando en indiscutible pobreza londinense que en Escocia no existía en aquella época. Su fértil tierra sobrevivía en rápido desarrollo, creciendo exponencialmente en riqueza. Mientras que un barrio como Whitechapel se hundía. ¿Por qué esa diferencia abismal? ¿Por qué los ingleses marginaban a unas zonas?

-Lo siento… -murmuró desde el fondo de su corazón, hundido ante la verdad que se había desvelado fríamente ante ella-. Lo que no es agradable es que yo tenga tanto y otros tan poco –susurró antes de alzar la mirada con timidez por la vergüenza que estaba sintiendo en aquellos momentos-. Pero sabiendo lo que está pasando en Londres, no me quedaré con los brazos cruzados. No mientras viva. Aunque sea yo sola quien haga algo al respecto.

Tenía que averiguar más. Proveerles de alimentos, ropa, educación para los niños, luchar por mejores condiciones de trabajo, saber si vivían en condiciones insalubres para paliarlas. Porque tenía la corazonada de que los ingleses se estaban aprovechando no ya de sus propios trabajadores, sino de inmigrantes que buscaban una vida mejor. Sobre todo irlandeses, azotados por el yugo inglés en las verdes tierras, robándoles las cosechas y el ganado para alimentar a Inglaterra y no a Irlanda. Desesperados por tener una calidad de vida mejor… y, en cuanto pisaban Londres, la realidad les volvía a castigar duramente. La sola idea le revolvió las entrañas.

Fue entonces cuando unió los puntos. Había escuchado la mala fama de aquel barrio. No por penuria obligada, sino por actividades para nada recomendables. ¿Cuántos galeses e irlandeses habían sido llevados a Australia en los últimos años? Como presos, aislados en la otra parte del mundo. La mayoría no eran asesinos ni violadores. Sino personas desesperadas que habían robado una barra de pan para llevarse algo a la boca. Gente que arribaba en Londres y la pobreza les consumía. Ahora lo veía todo claro. Y esa espeluznante verdad logró que sus irises brillasen acuosos. En rabia, vergüenza propia, impotencia, culpabilidad por no haber hecho nada.

Suspiró y dejó caer los párpados al sentir las caricias de sus pulgares en la parte alta de sus mejillas. Un tacto tierno y reconfortante. No obstante, sus palabras la hicieron mirarlo. Ascendió una mano para acariciar la parte posterior de la cabeza masculina, internando sus finos dedos entre los cabellos. De manera tierna.

-Para mí, todo lo que tiene que ver contigo es importante. Tendremos que tener cuidado, entonces, hasta que… quizá… algún día, no tengamos que escondernos –susurró-. Si a ti te da igual, tendré yo que protegerte –agregó, lo que no sería la primera vez.

Porque sí, lo protegería de cualquiera que quisiera hacerle daño. Sería su ancla en un mar revuelto. Su tronco caído en rápidos en el agua de un río. Su paraguas en un día de lluvia. Porque lo cobijaría y escudaría sin importar las consecuencias. Y, al escuchar su miedo, lo estrechó más contra sí.

-No eres suficiente… eres indispensable. Te necesito tanto como nunca he necesitado a nadie –susurró-. Lo mismo que tú me estás haciendo a mí –murmuró.

Porque no podía mentirle sobre lo que sentía por él. Porque no podía dejar de pensar en aquel hombre que había sido su guía por los muelles. Correspondió el nuevo beso repasando con suavidad la varonil espalda con una mano y con la otra acarició sus cabellos. Dejando caer los párpados, bebiendo de sus labios de una forma lenta pero intensa. Cuando se separó y habló, imitó su sonrisa, acompañándola con sus ojos.

-Lo haré cada día para que no se te olvide –susurró en respuesta, antes de sellar sus labios de nuevo y fruncir el entrecejo-. Liam… no quiero separarme de ti. Ven conmigo a Escocia. O a cualquier otro lugar donde podamos estar juntos –murmuró, rozando su nariz contra la de él.


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Mensaje por Liam Hawthorne Miér Ago 12, 2015 11:36 am

- Puede que acabe preguntándole a mi madre por el lugar. No las tengo todas conmigo. -desde luego, ella sabría muchos más sitios que yo, donde ellas pudieran conocerse, charlar y hasta volverse contra mí, si era lo que querían. Quise imaginarme un diálogo entre ellas, y se me antojó interesante, lleno de anécdotas y hasta sonrisas por ambas partes. Y, frente a eso, estaba perdido. Pero no me importaba en realidad.

Pero, por otro lado, me daba apuro. Pues el que yo le presentase a Sybil, podía generar muchas preguntas, y viniendo de mi madre, muchas serían demasiado comprometidas como para poder fingir que aquella rubia me era indiferente. En ese sentido, por desgracia, Julianne me conocía demasiado bien.

Alcé mi mirada, la cual había caído ligeramente al suelo con esos pensamientos, encontrándome con una expresión turbada en su semblante. ¿Qué le pasaba? Por sus posteriores palabras, supe de su desazón por aquellas personas más desafortunadas que ella. Que, desafortunadamente para ella, éramos muchas. Era verdaderamente loable que quisiera mover hilos en pos de mejorar la situación de tanta gente-. ¿Cree que conseguirá algo, Lady Sybil? No es por desalentarla, pero siendo quien es... creo que se le echarían encima y todo su esfuerzo caería en saco roto. -otro gallo cantaría si fuese un hombre. Lamentablemente, en una sociedad que consideraba a las mujeres como mera moneda de cambio, poco poder tenían. Tampoco quería que se enfrascara en una lucha de antemano perdida si no contaba con apoyo alguno. Y, siendo extranjera muchos se mostrarían más que recelosos-. No se canse con algo con lo que no podrá usted sola. -volví a perder mis azules en sus amarronadas pupilas-. ¿Puedo pedirle un favor, para paliar toda esa impotencia que pueda sentir? -me atreví a sonreír antes de formular esa petición que, podía jurar, que ella me dejaría expresar-. A menos que le ayuden y, ojalá fuera así, esa empresa de querer mejorar nuestras condiciones, le traerá demasiados dolores de cabeza y acabará por olvidarse de lo que usted ya tiene. Intente disfrutarlo. -ladeé la sonrisa, como si ya supiera que me haría caso. Obviamente, después de ese paseo, ella podría hacer lo que gustase, sin tener que dar explicaciones. Y mucho menos, a mí.

Sonreí como el mayor estúpido al ver que ella estaba tan dispuesta como yo a que aquel encuentro, aquel beso, no fuera único. ¿Cómo decirla que, en realidad, me importaba muy poco el futuro, si conseguía estar con ella mientras? Negué suavemente con la cabeza, sin detener esas caricias-. Se me hace tan extraño oír mis sentimientos en tu voz. -porque sí, sus palabras eran fiel reflejo de lo que sentía ella... pero también de lo que sentía yo-. No te preocupes por eso, Sybil. No es lo que importa ahora. -si corría demasiado, podía estresarse por todos esos muros que pudiéramos encontrar. Todo a su tiempo.

Sus palabras fruncieron mi ceño. Pese a que pensaba -y sentía- lo mismo que ella, ese abismo entre clases seguía presente. Esa diferencia fue la que me hizo tragar saliva con suavidad, justo antes de llegar a una conclusión a la que había estado dándole vueltas varios días ya-. Bendito el día que te colaste en mi vida... -murmuré, sincero, sintiéndome capaz de enlazar fuertemente mi existencia a la suya, con una fortaleza tal que nos haría capaces de superar cualquier obstáculo. Mas sus palabras, me hicieron apelar a la razón, dejando ese Liam que era con ella, embelesado, en un segundo plano, aunque escuchara mi nombre en su melodiosa y marcada voz, una vez más. ¿A cualquier otro lugar? ¿Estaba pensando lo que decía?-. Sybil... ¿estás segura? -alterné mi mirada en la suya, con el ceño ligeramente fruncido, inquieto-. Renunciarías a demasiadas comodidades de un solo golpe... -me preocupaba que no le hubiera dado las vueltas pertinentes, y fuese un impulso del que podría arrepentirse más temprano que tarde-. Yo no tengo nada que perder, pero tú... -murmuré, dejando la frase a medias, dejando que asimilase lo que implicaban esas palabras que no había mencionado. Suspiré por la nariz, no obstante, antes de continuar-. No puedo permitirte hacer eso... -sabía que podía replicarme en cualquier momento. Decirme que entonces, por mis palabras no sentía lo mismo o que le había engañado. Pero bien sabía que todas esas opciones que se imaginara no podían ser ciertas. Por todo ello, decidí aventajarla y hablar antes de que ella tomase la palabra:- Así que, lo mejor que podemos hacer... es que me vaya contigo cuando vuelvas a Escocia... -concluí, a media sonrisa.

¿Estaba seguro? No podía saberlo. ¿Quién estaba seguro ante una oportunidad así? Sin concretar nada más que no fuera su compañía. Y ni eso, en realidad, pues sabía de sobra que no podría verla todos los días. Pero el hecho de sentirme cerca de ella, aunque fuera tan lejos de todo lo que yo había podido conocer, me había incitado a tomar tal decisión.


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Mensaje por Sybil Findair Jue Ago 13, 2015 4:35 pm

-Hágamelo saber cuando ella decida el lugar, por favor –le pidió con una suave sonrisa, mientras ladeaba la cabeza de forma adorable y lo miraba con sus ojos marrones.

Ante la pregunta de él, bajó la mirada un poco. No estaba segura de si conseguiría cambiar algo. Su deseo era que sí. Pero era consciente de sus limitaciones en aquel mundo de hombres. Estuvo tentada a suspirar, pero se contuvo. Frunció el entrecejo, pensativa, antes de posar de nuevo los irises sobre él. Sola. Esa era la clave. ¿Y si…? Casi se podía escuchar su cerebro trabajando en una opción.

-¿Y si yo sólo inspirase a que fuesen hombres quienes lo hiciesen? –inquirió, enarcando una ceja rubia. Su sonrisa la animó más de lo que pudiese haber imaginado. Reconfortándola, haciendo que sus propios labios se curvasen con suavidad, de manera genuina-. Usted puede pedirme lo que sea –susurró.

¿Lo que fuera? ¿Cualquier cosa? Y frente esas dos preguntas, tuvo la respuesta, la certeza absoluta. Sí. Porque por extraño o por locura que pareciese, él le daba más resolución, arrojo y confianza que nadie que hubiese conocido. Se lo pidiese o no, escalaría montañas, navegaría hasta el peligroso Cabo de la Esperanza, se metería en una oscura y profunda cueva, se iría hasta los confines del mundo si es que los había. Se sentía capaz de todo, costase lo que costase.
Aquella sonrisa ladeada, junto con sus palabras, hizo que asintiese. ¿Cómo negarle aquella petición? Después de todo, si las tornas fuesen al revés, ella también querría su bienestar anímico. Le dedicó una sonrisa, capaz de iluminar aquella noche.

-En ese caso, disfrutaré ahora de lo que tengo. Su compañía –susurró, posando sus irises en los de él.

Sus labios se estiraron una vez más, esta vez en una sonrisa amplia, enseñando sus blancos dientes y marcándose los pómulos femeninos en ambos lados de su cara. Suspiró y asintió. Sí, era extraño escucharlo de labios ajenos, siendo aquellos sentimientos correspondidos frente al mar de dudas. Porque de no haber tenido aquellos impulsos aquella noche, quizá se hubieran quedado pensando en que el otro no sentía lo mismo.

-Es extraño… y reconfortante… -murmuró en respuesta-. Sólo porque tú me lo dices y porque estoy en tus brazos, me preocuparé de ello más adelante –murmuró, rozando su nariz contra la suya con tierna delicadeza.

El siguiente murmullo sincero de él la hizo sonreír y ruborizarse a partes iguales. Tan abrumada y cohibida estaba, que no supo qué responderle. O, mejor dicho, sus palabras se quedaban atascadas, con sus labios incapaces de pronunciarlas. Sólo pudo unir sus labios con los ajenos, imprimiendo un poco de presión en un beso fugaz pero intenso. Frunciendo el entrecejo ante el remolino de emociones y de significado que no era capaz de explicarle.

-Estoy segura. No renunciaría a ellas porque no sería un sacrificio. En cambio, de no hacerlo, renunciaría a ti –susurró, mirándolo con cara de no querer perderlo-. Sólo… mi padre… él sí me importa. Es la única familia que me queda. Durante más de diez años hemos sido sólo él y yo –intentó explicar, sintiendo, por un momento, que las lágrimas acudían a sus irises como hacía tiempo que no hacían. Se abrazó de nuevo a él, como si con ese gesto pudiese tranquilizarla. Y, entonces, escuchó la resolución que la hizo estrecharlo más contra sí y luego separarse lo suficiente como para besarlo con necesidad y romper el contacto de sus labios para mirarlo a los ojos-. ¿De verdad vendrías conmigo a Escocia? –preguntó, con sus irises brillando-. Espera… ¿y tus padres? –inquirió con un deje de preocupación.

¿Forzarlo a dejar su hogar y su familia? Aunque también, si se iban a otro lugar, pasaría lo mismo. Aquella realidad la hizo fruncir el ceño, preocupada. Pero… seguía queriendo estar con él. Y si se iban juntos a Escocia… tendría que buscar una excusa factible.


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Mensaje por Liam Hawthorne Vie Ago 14, 2015 5:18 am

- Claro... -contesté, correspondiendo esa sonrisa suave con una mía. Pese a la evidencia de conocerla tan poco, era ridícula la capacidad que había adquirido en apenas unos días para admitir y asegurar que podría acostumbrarme a ver y perderme en ese gesto suyo cada día de aquí en adelante. Cada mañana, al despertar. Daba igual dónde, desde mi humilde cama en Whitechapel, hasta la suya, que ni alcanzaba a imaginarme lo cómoda que podría llegar a ser.  

Pero soñar con ello era estúpido.

- No me cabe la menor duda de que usted es más que capaz de algo así. Veo que mis palabras de la otra noche no cayeron en el olvido. -contesté a su pregunta traviesa con demasiada realidad escondida en su tono y palabras. Así se me antojaba ella, inteligente, perspicaz, con la capacidad de volver loco a cualquier hombre y que hiciera lo que ella quisiera. Si con ello, Sybil conseguía cambiar las cosas, tras los hilos de algún personaje importante, tan sólo me reafirmaría en esa habilidad que yo ya sabía que ella tenía. Marqué mi sonrisa con su susurro, consintiendo mi petición. ¿Lo que sea? En un arrebato dificilmente controlado a tiempo, pude pedirle que me permitiese secuestrarla, que dejara todo para que yo tuviera la oportunidad de hacerla feliz. Por muy irónico que me pareciera, no le faltaría de nada. Tan sólo el rango y la riqueza que ella tenía y a la que tendría que renunciar por estar conmigo. ¿Podía ser tan egoísta? Su mirada me sacó de mi ensoñación, para poder escuchar a tiempo ese acento suyo tan peculiar, y sonreír en consecuencia a su murmullo. ¿tan cómoda se encontraba conmigo como yo con ella? Quería... no, deseaba que fuera así.

Y aquel atrevimiento, aquel beso, bien podía ser la chispa que marcase un cambio en sendas vidas.

Adoré esa sonrisa marcada que surcó su semblante. Juraría que hasta iluminó parcialmente los muelles que escondían aquel momento compartido. Terminé por asentir una sola vez, en total acuerdo con sus palabras. ¿A qué venía esa sensación, esa necesidad por protegerla, por evitar que se preocupara, en la medida de lo posible de cualquier cosa? No obstante, pese a ese arrojo que juraba sentir, sí podía escuchar esa vocecita que se preguntaba qué pasaría con nosotros. Agaché parcialmente la mirada, hasta que sentí que ella se alzaba para volver a posar sus labios en los míos. Y fue entonces cuando me olvidé de todo.

Su seguridad incitó a la mía. Me perdí en sus ojos, en ese miedo titilante por separarnos. ¿Cómo podía ser? Con su explicación posterior, supe que el pedirle que fuese ella la que renunciara a su actual vida, sería un tremendo sacrificio, por estar tan unida a su padre. ¿Cómo iba a pedirle algo así? Correspondí su abrazo, esta vez, sin titubeos, correspondiendo esa presión, esa necesidad. No quería verla llorar. Repasé su espalda, tranquilizándola, como si con aquella simple caricia pudiera desterrar toda tristeza de su ser. Pero lo que sí pareció surtir efecto fue aquella conclusión a la que llegué. Justo cuando la hice partícipe de ella, pude ver esas intenciones suyas, pero no a tiempo de poder terminar de inclinar mi cabeza hacia la suya para propiciar aquel beso que me dio. Un beso del que bebí con la misma avidez y exigencia que ella. Hasta que conseguimos separar nuestros labios por un momento.

Asentí, con una sonrisa dulce, fruto del efecto que tenía en mi aquellas pupilas ambarinas-. Sabrán sobrevivir sin mí. Puedo decirles que es temporal, que encontré trabajo en otro sitio... -acabé dejando tan sólo una de mis manos en su rostro-. Eso es lo de menos, Sybil. -porque la idea de poder estar con ella, valía más que la nostalgia que podría tener al no estar con mis padres. Ese esfuerzo de separarme de su lado para poder estar con aquella mujer, merecía la pena. Sin duda. Aunque mi gesto se neutralizó parcialmente ante una pregunta que atravesó mi mente y que no tardé en formular:- ¿Cómo lo vamos a hacer?


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Mensaje por Sybil Findair Lun Ago 17, 2015 12:41 pm

-Milord, nada de lo que usted me diga caerá en el olvido –respondió en un susurro cuyo tono pareció ser más íntimo al bajar la voz, regalándole una sonrisa sutilmente ladeada.

Porque cada palabra y cada gesto que proviniese de él quedaría grabado a fuego en su memoria. Aunque no estaba muy segura de por qué. ¿Era porque le interesase todo lo que tuviese que ver con aquel hombre? ¿O porque quería atesorar cada minuto que pasaba con él como si fuese el último antes de que aquel sueño terminase? ¿Quizá porque era el primer varón al que no pensaría en rechazar?

El abrazo, un simple gesto cotidiano, fue un remanso de paz al estar en sus brazos. Suspiró delicadamente, al sentir aquella mano acariciar su espalda. Deseó que no fuese la última vez que él lo hiciese. Ansió poder conocer y reconocer cada caricia por el resto de sus días. Supo, cuando se besaron de nuevo con aquella necesidad por el otro, que reconocería sus labios siempre en medio de la oscuridad. Y que otros no la satisfarían ni la colmarían.

Aquella sonrisa dulce la hechizó, de tal manera que no podía apartar la mirada de aquellos labios que la dibujaban.  Ladeó la mejilla hacia la mano que la acunaba, antes de girar lo suficiente la cabeza como para depositar un suave roce de sus labios en la palma.

-Me aseguraré de que reciban cartas tuyas con frecuencia. Incluso puedo invitarlos a visitarte –susurró, aunque no sabía si él sabía escribir. Pero no importaba, él podía dictarle y ella redactar la carta antes de mandarla. La pregunta hizo que se mordiese el labio de costado-. Eso estaba pensando… -admitió-. Podrías hacerte pasar por noble… pero… corremos el riesgo de que alguno quiera averiguar más sobre ti y seamos descubiertos. Además, otras nobles podría interesarse en ti –frunció el entrecejo en actitud posesiva un momento-. Liam… ¿se te dan bien los animales? Quien se encargaba de los caballos hace un mes que contrajo matrimonio y decidió irse con su esposa. Podría encargarme de ellos por mí misma, pero puedo sugerirle a mi padre contratar a alguien para esa tarea, con el fin de no resultar demasiado poco atractiva para los pretendientes –comentó, aún sabiendo que tenía ciertas aptitudes que no la hacían la mejor elección entre los nobles. Cosa que no le importaba.


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Mensaje por Liam Hawthorne Lun Ago 17, 2015 4:25 pm

- No sé por qué, pero me parece que me tiene en más estima de la que debiera, Lady Sybil. -y yo preocupado por ello. En realidad, si contestase con un simple sí o un no, estaría mintiendo. No me preocupaba porque la idea de que me tuviese tan en cuenta me agradaba. Y más que eso, en realidad. Pero, por otro lado, me inquietaba, dada nuestras distintas situaciones, que pudiera influir de tal manera en ella. Era demasiado honesto para aprovecharme de aquello, supongo.

Llegó un momento, que, de haber llegado la cuenta de las veces que había podido ver su sonrisa, habría perdido la cuenta. Al principio, aquella vez en los muelles, sí pude llegar a contarlas, porque me resultó un gesto genuino, que dificilmente creía volver a ver. Pero no. El destino me había regalado otra oportunidad para poder perderme en aquel gesto, en sus ojos, poder proteger a aquella mujer con mis brazos y... hasta besar aquellos labios.

Ni en mis mejores sueños habría pensado que algo así pudiera ocurrirme. O era el hombre con la mayor suerte del mundo o simplemente era la calma que precedía a la peor tormenta de mi vida. Pero, que me cuelguen si tenerla así, pegada a mí, rodeada por mis brazos, no merecía la pena.

- Hmm, ¿vas a obligarme a escribir, aún sin saber hacerlo? -quise que sonara divertido el tono, pero no me salió excesivamente bien. No era ningún secreto que yo sólo sabía leer, gracias a mi madre. De todas formas, para un hombre formado en los laboriosos muelles, escribir no le servía de mucho. Ni siquiera estaba seguro de que fueran a seguirme hasta Escocia en algún momento-. Bueno, ya se vería, más adelante. -no quería atar tantos cabos aquella noche, pues, después de todo lo que estábamos maquinando era una auténtica locura.

Enarqué una ceja, poco convencido cuando ella planteó la idea de hacerme pasar por alguien de mayor rango. Aunque llegué a sonreír un tanto con su último apunte sobre las mujeres que pudieran interesarse por mi persona en smoking-. Vaya, no sabía esa faceta tuya tan... posesiva. -murmuré bajito, con una sonrisa ligeramente ladeada, antes de escuchar esa segunda opción-. Sí.... creo.-entrecerré uno de mis ojos, llevándome mi mano a la nuca, para acabar frotándomela, pensativo-. De todas formas, creo que eso podría funcionar con más facilidad que tu primera propuesta. -carraspeé aún así-. Podríamos probar, al menos, ¿no crees? -no la tenía todas conmigo, pero la parte convencida me recordaba que estaría mucho más cerca de ella. ¿Acaso eso no suplía la incertidumbre de lo bien que se me pudiera dar el ser mozo de cuadras?


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Mensaje por Sybil Findair Miér Ago 19, 2015 4:56 pm

-Déjeme a mí valorar cuánta estima se merece. Porque a cada minuto que paso por usted, se gana mucha más –susurró, dedicándole una sonrisa que hizo brillar sus irises pardos.

Sus palabras, sus acciones, sus detalles para con ella… hasta la forma de mirarla o de esbozar una sonrisa. No que fuese a tirarse por un precipicio si él se lo dijese. Bueno, en realidad dependía de la situación. Si ella estaba en peligro y él abajo con un barco esperándola, era bastante probable que se tirase al mar para que la salvase. Pero… ¿por qué no tenerlo en cuenta cuando él se interesaba por lo que ella tenía que decir? Y no sólo por la justicia que aquello representaba. Sino porque, extrañamente, en dos paseos había conseguido que confiase en él.

Ojalá siempre fuera de noche para caminar a su lado en las sombras. Ojalá la luz del sol nunca llegase hasta ellos, para que el sueño nocturno los mantuviese juntos, en una vida entera. Porque lo más duro sería despertar sin él. Cuando la realidad hiciese acto de presencia, temiendo que un torbellino lo apartase de su lado. Pero no, ninguna inclemencia meteorológica hacía falta. Pues ya había un muro entre ellos. Uno invisible que ambos sabían que estaba allí. Y, aún así, merecía el riesgo de estar a su lado, frente a cualquier tormenta que los quisiera abatir.

-Puedes dictarme y yo redactar. Mi pago sería escuchar tu voz. También puedo enseñarte a escribir, si quieres –susurró en invitación, esbozando una adorable sonrisa-. ¿Sabes leer? –se interesó por saber ese detalle que desconocía.

El comentario sobre su faceta posesiva la hizo ruborizarse un poco. Pero lejos de agachar la cabeza, levantó el mentón para mirarlo. Encontrándose con una suave sonrisa ladeada que parecía de… ¿diversión quizá? No estaba segura, pero claramente a Liam no le había desagradado aquella parte de sí misma.

-Ni yo tampoco la conocía, hasta ahora –admitió en un susurro. Sus irises marrones no perdieron detalle de aquel gesto del varón que la hizo sonreír por lo adorable que le pareció. Al aceptar su propuesta, la escocesa amplió una sonrisa ilusionada. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por dar unas palmadas entusiasmada-. ¡Sí! –soltó demasiado rápido-. Quiero decir… por supuesto, podemos probar –intentó arreglar en un susurro. ¿Cuándo volvían a Escocia? ¿Cuándo podía llevárselo con ella?-. Hablaré con mi padre para que él te contrate oficialmente –agregó, alzando una mano para acariciar la mejilla del hombre antes de trasladar sus dedos al nacimiento de sus cabellos tras la oreja-. Espero que sigas encontrándome interesante en Escocia –murmuró con una sonrisa ladeada-. Porque tú lo seguirás siendo para mí -añadió, mirándolo a los ojos.

Entonces, vio un farol en la distancia. Agarró una mano de Liam y tiró de él, intentando que se agachase con ella para evitar ser descubiertos y que no lo metiese en problemas... de nuevo.


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