AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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FB | Another night's dream, maybe | Sybil
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FB | Another night's dream, maybe | Sybil
Recuerdo del primer mensaje :
Hacía un mes que había conseguido entradas para el teatro. Mi madre estaba emocionada justo antes de abrirse el telón y perdernos entre hadas y nobles en una boda peculiar, plagada de fantasía, sueños y magia: el sueño de una noche de verano. Habían pasado años desde que fuéramos a verla, pero era la obra favorita de mi madre y siempre que podíamos, mi padre y yo teníamos el detalle de llevarla. Hacía años pude llegar a sentirme incómodo, pues eran incontables las parejas que iban a aquel lugar, a disfrutar de una extrapolación tal de lo que ellos mantenían. Y yo, como chaval que era, no le veía sentido al estar ahí. No obstante, con el tiempo, acabó gustándome, y forjé la habilidad de evadirme, colocar mi mente en primera fila y disfrutar de cada representación a la que pudiese asistir. Pero aquella vez había algo que me tenía abstraído de aquel mundillo mágico.
Lady Sybil.
Llevaba días repasando mentalmente aquel paseo imprevisto desde la puerta de salida de los trabajadores hasta el muelle principal, donde tuvo lugar aquella celebración. Su mirada. Su sonrisa. Mi nombre en ese acento que me hacía sonreír al recordarlo. Su cuerpo pegado al mío. Su esencia. Todo un escaparate de recuerdos en los que detenerme largamente a rememorarlos. ¿Por qué aquella mujer me había dado tan fuerte? ¿Por qué era incapaz de sacarla de mi cabeza? Habían pasado días desde que la rubia se cruzara en mi camino, rompiendo todos mis esquemas, y dejando una caótica armonía tras su paso. Dudaba... no, la verdad, era que estaba convencido de que no volvería a verla. Lo más seguro era que ya estuviera de regreso a su tierra. Razón más que convincente para explicar por qué no cumplió con su palabra y se pasase por los muelles. No le guardaba rencor, ni le reprocharía nada de volver a cruzármela, pero sí podía decir que me habría encantado verla de nuevo.
Los aplausos del primer acto me devolvieron al foro del teatro, haciéndome imitarles aunque no sabía ni en qué escena habían terminado. La gente, instantes después, optó por levantarse y salir a comentar, comparar o simplemente criticar lo que acababan de ver. Lo bueno de aquel teatro era que permitía la mezcla de clases... sólo hasta cierto punto, en realidad. Pero aún así, lo suficiente como para que muchos de nuestra clase, se permitieran el lujo de soñar con algo mejor. Yo también lo hacía de hecho. Aunque lo que yo ambicionase había salido de mi vida tan rápido como entró.
- Hijo, todo un mes esperando por esto y ahora estás más ausente que tu abuela, que en paz descanse. -murmuró mi madre, a medio refunfuño, llamando mi atención.
- Juls, no seas dura con él. Ya se arrepentirá de habérselo perdido.
Mi padre, cómo no, siempre al rescate.
- Mira, Berthie, no empieces con tus comentarios ambiguos y neutrales. -replicó la mujer, volviéndose a mí entonces-. Liam, ¿estás bien? Últimamente pareces... no sé, ido.
Sonreí por esa preocupación inherente en mi madre-. Estoy bien, mamá. Tranquila.
- No te estarán forzando en los muelles, ¿verdad? -inquirió, con una miradita en dirección a Albert, que me arrancó una suave risa.
- No, de verdad. Quizás sólo sea cansancio acumulado. No te preocupes. -¿qué le iba a decir? Ni siquiera estaba seguro de lo que sentía yo, en realidad.
Un par de repiqueteo y dos contundentes estruendos, como golpes secos, sonaron dentro del teatro, más allá del hall donde estábamos nosotros. Dirigí mis azules hacia aquellas puertas antes de volver a mis padres. Mi madre sutilmente, apretaba el brazo de mi padre por el que se sujetaba, como mera muestra de cariño. Ambos miraban también al interior, con cara de consecuencia. Lo mejor que se me ocurrió fue sacarlos de allí.
- Iros a casa. Voy a intentar ayudar. -murmuré lo suficientemente alto para que me oyeran con el barullo. La gente empezaba a ponerse nerviosa, y no parecía que alguien fuera a reaccionar en los próximos instantes.
- Liam... no. -protestó mi madre, mirándome con temor centelleando en los ojos. Fue entonces, cuando aparté la mirada, dirigiéndola hacia la de mi padre.
- Papá, por favor...
- Venga Juls, creo que lo mejor que podemos hacer es hacerle caso. Si hay heridos o necesitan un muchacho fuerte, Liam es el más indicado. -pareció captar mi mensaje tácito a la perfección. Bien.
Caminé con ellos, hasta la misma salida. Mi madre aún parecía algo reticente, pero acabó cediendo, mirando hacia atrás, hacia mí, mientras se alejaba. La ansiedad que fue creciendo conforme la incertidumbre se apoderaba los presentes hizo que la gente empezara a salir rápidamente y de forma agolpada por aquellas puertas, lo cuál dificultaba mi paso a contracorriente.
Pero quería llegar al anfiteatro, al menos, para saber qué había pasado.
Hace cuatro meses en The London Theatre
Semana y media después de este rol
Hacía un mes que había conseguido entradas para el teatro. Mi madre estaba emocionada justo antes de abrirse el telón y perdernos entre hadas y nobles en una boda peculiar, plagada de fantasía, sueños y magia: el sueño de una noche de verano. Habían pasado años desde que fuéramos a verla, pero era la obra favorita de mi madre y siempre que podíamos, mi padre y yo teníamos el detalle de llevarla. Hacía años pude llegar a sentirme incómodo, pues eran incontables las parejas que iban a aquel lugar, a disfrutar de una extrapolación tal de lo que ellos mantenían. Y yo, como chaval que era, no le veía sentido al estar ahí. No obstante, con el tiempo, acabó gustándome, y forjé la habilidad de evadirme, colocar mi mente en primera fila y disfrutar de cada representación a la que pudiese asistir. Pero aquella vez había algo que me tenía abstraído de aquel mundillo mágico.
Lady Sybil.
Llevaba días repasando mentalmente aquel paseo imprevisto desde la puerta de salida de los trabajadores hasta el muelle principal, donde tuvo lugar aquella celebración. Su mirada. Su sonrisa. Mi nombre en ese acento que me hacía sonreír al recordarlo. Su cuerpo pegado al mío. Su esencia. Todo un escaparate de recuerdos en los que detenerme largamente a rememorarlos. ¿Por qué aquella mujer me había dado tan fuerte? ¿Por qué era incapaz de sacarla de mi cabeza? Habían pasado días desde que la rubia se cruzara en mi camino, rompiendo todos mis esquemas, y dejando una caótica armonía tras su paso. Dudaba... no, la verdad, era que estaba convencido de que no volvería a verla. Lo más seguro era que ya estuviera de regreso a su tierra. Razón más que convincente para explicar por qué no cumplió con su palabra y se pasase por los muelles. No le guardaba rencor, ni le reprocharía nada de volver a cruzármela, pero sí podía decir que me habría encantado verla de nuevo.
Los aplausos del primer acto me devolvieron al foro del teatro, haciéndome imitarles aunque no sabía ni en qué escena habían terminado. La gente, instantes después, optó por levantarse y salir a comentar, comparar o simplemente criticar lo que acababan de ver. Lo bueno de aquel teatro era que permitía la mezcla de clases... sólo hasta cierto punto, en realidad. Pero aún así, lo suficiente como para que muchos de nuestra clase, se permitieran el lujo de soñar con algo mejor. Yo también lo hacía de hecho. Aunque lo que yo ambicionase había salido de mi vida tan rápido como entró.
- Hijo, todo un mes esperando por esto y ahora estás más ausente que tu abuela, que en paz descanse. -murmuró mi madre, a medio refunfuño, llamando mi atención.
- Juls, no seas dura con él. Ya se arrepentirá de habérselo perdido.
Mi padre, cómo no, siempre al rescate.
- Mira, Berthie, no empieces con tus comentarios ambiguos y neutrales. -replicó la mujer, volviéndose a mí entonces-. Liam, ¿estás bien? Últimamente pareces... no sé, ido.
Sonreí por esa preocupación inherente en mi madre-. Estoy bien, mamá. Tranquila.
- No te estarán forzando en los muelles, ¿verdad? -inquirió, con una miradita en dirección a Albert, que me arrancó una suave risa.
- No, de verdad. Quizás sólo sea cansancio acumulado. No te preocupes. -¿qué le iba a decir? Ni siquiera estaba seguro de lo que sentía yo, en realidad.
Un par de repiqueteo y dos contundentes estruendos, como golpes secos, sonaron dentro del teatro, más allá del hall donde estábamos nosotros. Dirigí mis azules hacia aquellas puertas antes de volver a mis padres. Mi madre sutilmente, apretaba el brazo de mi padre por el que se sujetaba, como mera muestra de cariño. Ambos miraban también al interior, con cara de consecuencia. Lo mejor que se me ocurrió fue sacarlos de allí.
- Iros a casa. Voy a intentar ayudar. -murmuré lo suficientemente alto para que me oyeran con el barullo. La gente empezaba a ponerse nerviosa, y no parecía que alguien fuera a reaccionar en los próximos instantes.
- Liam... no. -protestó mi madre, mirándome con temor centelleando en los ojos. Fue entonces, cuando aparté la mirada, dirigiéndola hacia la de mi padre.
- Papá, por favor...
- Venga Juls, creo que lo mejor que podemos hacer es hacerle caso. Si hay heridos o necesitan un muchacho fuerte, Liam es el más indicado. -pareció captar mi mensaje tácito a la perfección. Bien.
Caminé con ellos, hasta la misma salida. Mi madre aún parecía algo reticente, pero acabó cediendo, mirando hacia atrás, hacia mí, mientras se alejaba. La ansiedad que fue creciendo conforme la incertidumbre se apoderaba los presentes hizo que la gente empezara a salir rápidamente y de forma agolpada por aquellas puertas, lo cuál dificultaba mi paso a contracorriente.
Pero quería llegar al anfiteatro, al menos, para saber qué había pasado.
Liam Hawthorne- Humano Clase Media
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 21/07/2015
Re: FB | Another night's dream, maybe | Sybil
No pude más que asentir a sus palabras, una sola vez, sin dejar de corresponder aquella mirada ambarina, oscurecida por el manto de la fría noche londinense.
Aún así, tan sólo podía hacer un bosquejo en mi cabeza de los vivos colores que tendrían aquellos ojos, o aquella melena dorada que caía sobre sus hombros, ante los rayos del astro rey. Los había visto solamente en la penumbra de las noches que habían ocultado aquellos dos encuentros. Y la intensidad del ámbar de sus ojos ya era considerable. Tuve el acuciante deseo de poder ver aquellos orbes pardos a la luz del día, al despertarme. Al despertarse ella. Y una simple sonrisa se me dibujó con aquella imagen.
No obstante, aquella posibilidad era demasiado remota, pues tenía presente que, aunque me fuera con ella, que aunque dejase atrás lo que había sido mi vida hasta ahora, no iba a ser fácil en absoluto. Ella seguiría con sus quehaceres como baronesa y yo tan solo sería el nuevo mozo de cuadras.
Al parecer, la broma no llegó a funcionar y ella insistió-. Puedes escucharme sin necesidad de que escribas nada... -fui a recordarle que el hecho de que yo mandara una carta a mis padres no era de lo más importante a afrontar en aquel momento. Parecía querer planearlo todo desde el principio. No la culpé, pues seguramente eso de vivir fuera de la zona de confort no era algo a lo que ella estuviera acostumbrada. Pero sólo acerté a sonreír una vez más cuando contempló la idea de enseñarme. Otra cosa que no me importaría en realidad, mas tampoco era algo prioritario en aquel momento-. Sí, leer sí. Mi madre se encargó de enseñarme. -enarqué las cejas. Julianne era una mujer paciente, pero sí recordaba un par de ocasiones en las que se desesperó conmigo.
Como simple respuesta a su susurro, admitiéndome esa faceta suya y, aprovechándome de aquel levantamiento de barbilla, me incliné para dejar un dulce beso en sus labios. Como si quisiera hacerle saber con ese gesto que yo no tenía problema. Que no me importaba que fuera posesiva. Porque yo tampoco quería ser de nadie más. Por muy entusiasmado que estuviera con la idea de abandonar Londres, para estar con ella, fue Sybil la que se mostró más emocionada. Asentí simplemente, justo antes de sentir el calor de la palma de su mano en mi mejilla y ladear la cabeza para propiciar aquel contacto-. Sabes dónde encontrarme cuando tú y tu padre tengáis esa conversación. -alcé levemente una de mis cejas, para que, finalmente, se acabaran juntando ambas cuando escuche su murmullo posterior, con cierto desconcierto-. Hmm... ¿tengo motivos para interesarme por alguna otra mujer? -ya fuera en Escocia, en Londres, o en la mismísima China. Estaba seguro de la respuesta negativa de aquella pregunta retórica.
La vi girar ligeramente la cabeza y tirar de mí segundos después. Terminé por agacharme con ella, antes de darme cuenta de la situación-. ¿Te das cuenta que si nos descubren así, tendremos más problemas que si fingimos ser una simple pareja en un paseo nocturno? -la idea que llevaba implícita aquella pregunta, no me desagradó en absoluto. Y tampoco parecía tan descabellada pues aún tenía mi chaqueta cubriendo aquel vestido de brillos dorados a juego con su rubia melena. No obstante, preferí dejar que fuera ella la que recapitulara y optase por la mejor opción.
Aún así, tan sólo podía hacer un bosquejo en mi cabeza de los vivos colores que tendrían aquellos ojos, o aquella melena dorada que caía sobre sus hombros, ante los rayos del astro rey. Los había visto solamente en la penumbra de las noches que habían ocultado aquellos dos encuentros. Y la intensidad del ámbar de sus ojos ya era considerable. Tuve el acuciante deseo de poder ver aquellos orbes pardos a la luz del día, al despertarme. Al despertarse ella. Y una simple sonrisa se me dibujó con aquella imagen.
No obstante, aquella posibilidad era demasiado remota, pues tenía presente que, aunque me fuera con ella, que aunque dejase atrás lo que había sido mi vida hasta ahora, no iba a ser fácil en absoluto. Ella seguiría con sus quehaceres como baronesa y yo tan solo sería el nuevo mozo de cuadras.
Al parecer, la broma no llegó a funcionar y ella insistió-. Puedes escucharme sin necesidad de que escribas nada... -fui a recordarle que el hecho de que yo mandara una carta a mis padres no era de lo más importante a afrontar en aquel momento. Parecía querer planearlo todo desde el principio. No la culpé, pues seguramente eso de vivir fuera de la zona de confort no era algo a lo que ella estuviera acostumbrada. Pero sólo acerté a sonreír una vez más cuando contempló la idea de enseñarme. Otra cosa que no me importaría en realidad, mas tampoco era algo prioritario en aquel momento-. Sí, leer sí. Mi madre se encargó de enseñarme. -enarqué las cejas. Julianne era una mujer paciente, pero sí recordaba un par de ocasiones en las que se desesperó conmigo.
Como simple respuesta a su susurro, admitiéndome esa faceta suya y, aprovechándome de aquel levantamiento de barbilla, me incliné para dejar un dulce beso en sus labios. Como si quisiera hacerle saber con ese gesto que yo no tenía problema. Que no me importaba que fuera posesiva. Porque yo tampoco quería ser de nadie más. Por muy entusiasmado que estuviera con la idea de abandonar Londres, para estar con ella, fue Sybil la que se mostró más emocionada. Asentí simplemente, justo antes de sentir el calor de la palma de su mano en mi mejilla y ladear la cabeza para propiciar aquel contacto-. Sabes dónde encontrarme cuando tú y tu padre tengáis esa conversación. -alcé levemente una de mis cejas, para que, finalmente, se acabaran juntando ambas cuando escuche su murmullo posterior, con cierto desconcierto-. Hmm... ¿tengo motivos para interesarme por alguna otra mujer? -ya fuera en Escocia, en Londres, o en la mismísima China. Estaba seguro de la respuesta negativa de aquella pregunta retórica.
La vi girar ligeramente la cabeza y tirar de mí segundos después. Terminé por agacharme con ella, antes de darme cuenta de la situación-. ¿Te das cuenta que si nos descubren así, tendremos más problemas que si fingimos ser una simple pareja en un paseo nocturno? -la idea que llevaba implícita aquella pregunta, no me desagradó en absoluto. Y tampoco parecía tan descabellada pues aún tenía mi chaqueta cubriendo aquel vestido de brillos dorados a juego con su rubia melena. No obstante, preferí dejar que fuera ella la que recapitulara y optase por la mejor opción.
Liam Hawthorne- Humano Clase Media
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 21/07/2015
Re: FB | Another night's dream, maybe | Sybil
Escuchar su voz. Aquel sonido grave, profundo y ronco. Siempre, en cualquier momento. Y, sin embargo, era consciente de que no podría en el instante que quisiera una vez en Escocia. Escabulléndose para verlo. Utilizando cualquier excusa para gozar de su compañía. ¿O quizá ni siquiera eso? ¿Tan limitada estaría que sus sueños y anhelos se quebrarían? No podía asegurar ni lo uno ni lo otro. Sabía que sería complicado, pero no por eso se daría por vencida. ¿Y si, por no verla, él perdía el interés?
Por toda respuesta a aquella primera frase, le regaló una sonrisa que hizo brillar sus propios irises, como estrellas que refulgían en el oscuro cielo. Antes de que él aclarase que su madre le había enseñado a leer. Ladeó una sonrisa pensando en algo que pronto le dejaría saber con sus palabras.
-Supongo que podría dejarte ver mi letra –murmuró, cerca del rostro ajeno y mirándolo a los ojos.
Suspiró con el beso en sus labios que él le dio. Alzó una mano para acariciar la barbilla masculina con el dorso de sus dedos, de manera suave y tierna. Como una respuesta silenciosa, sin que hiciesen falta las palabras entre ellos. Por extraño que pareciese, de haberse conocido de dos esporádicos paseos. Igual que le pareció que su mano encajaba perfectamente con la mejilla de Liam cuando él ladeó la cabeza en un gesto adorable.
Asintió. Sí, en los muelles. El lugar donde más fácilmente podía encontrarlo. Aunque si no lo encontraba allí, estaba dispuesta a recorrerse Whitechapel hasta dar con él. La pregunta retórica la hizo sonreír y bajar un momento la cabeza. Antes de mirarlo con sus labios curvados suavemente.
-Sin duda, no. Porque los únicos motivos que te daré serán para interesarte cada día por mí –susurró, con la misma confianza que cuando le había dicho que estaba dispuesta a embelesarlo con todo su ser.
Agachada, estaba alerta para no causarle problemas a él. No obstante, Liam le hizo una pregunta que la obligó a replantearse la situación. Se ruborizó con la idea de fingir ser una pareja paseando. Su mente no pudo evitar aquella imagen de los dos juntos, sin necesidad de esconderse. Tan tentadora, al alcance de la mano en ese momento… sin que él pagase por ello.
-Tienes razón… -murmuró, antes de empezar a levantarse y mirarlo a los ojos esperando que él hiciese lo mismo y se irguiese.
Tentada a pedirle que fuese su pareja, aquella noche y las venideras. Sabiendo lo difícil, casi imposible, que aquello era. Pero, que la luna le permitiese soñar mientras la noche no llegase a su fin. Porque era muy probable que, una vez en su propia cama, no pudiese conciliar el sueño. Porque él no estaría allí para velar por ella, rodeándola con sus brazos. Porque la emoción de volver a verlo y de los planes para que fuese a Escocia con ella todavía corría por sus venas.
Por toda respuesta a aquella primera frase, le regaló una sonrisa que hizo brillar sus propios irises, como estrellas que refulgían en el oscuro cielo. Antes de que él aclarase que su madre le había enseñado a leer. Ladeó una sonrisa pensando en algo que pronto le dejaría saber con sus palabras.
-Supongo que podría dejarte ver mi letra –murmuró, cerca del rostro ajeno y mirándolo a los ojos.
Suspiró con el beso en sus labios que él le dio. Alzó una mano para acariciar la barbilla masculina con el dorso de sus dedos, de manera suave y tierna. Como una respuesta silenciosa, sin que hiciesen falta las palabras entre ellos. Por extraño que pareciese, de haberse conocido de dos esporádicos paseos. Igual que le pareció que su mano encajaba perfectamente con la mejilla de Liam cuando él ladeó la cabeza en un gesto adorable.
Asintió. Sí, en los muelles. El lugar donde más fácilmente podía encontrarlo. Aunque si no lo encontraba allí, estaba dispuesta a recorrerse Whitechapel hasta dar con él. La pregunta retórica la hizo sonreír y bajar un momento la cabeza. Antes de mirarlo con sus labios curvados suavemente.
-Sin duda, no. Porque los únicos motivos que te daré serán para interesarte cada día por mí –susurró, con la misma confianza que cuando le había dicho que estaba dispuesta a embelesarlo con todo su ser.
Agachada, estaba alerta para no causarle problemas a él. No obstante, Liam le hizo una pregunta que la obligó a replantearse la situación. Se ruborizó con la idea de fingir ser una pareja paseando. Su mente no pudo evitar aquella imagen de los dos juntos, sin necesidad de esconderse. Tan tentadora, al alcance de la mano en ese momento… sin que él pagase por ello.
-Tienes razón… -murmuró, antes de empezar a levantarse y mirarlo a los ojos esperando que él hiciese lo mismo y se irguiese.
Tentada a pedirle que fuese su pareja, aquella noche y las venideras. Sabiendo lo difícil, casi imposible, que aquello era. Pero, que la luna le permitiese soñar mientras la noche no llegase a su fin. Porque era muy probable que, una vez en su propia cama, no pudiese conciliar el sueño. Porque él no estaría allí para velar por ella, rodeándola con sus brazos. Porque la emoción de volver a verlo y de los planes para que fuese a Escocia con ella todavía corría por sus venas.
Sybil Findair- Realeza Escocesa
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 21/07/2015
Re: FB | Another night's dream, maybe | Sybil
Esa sonrisa. Justo esa sonrisa, que llegó a la emoción de sus ojos, era la que podría pasarme horas, días, meses, ¡años! mirando. Un gesto que había capturado y grabado ya en mi mente, con tinta imborrable. Me sentía ridículamente idiotizado por ella, a sabiendas de lo complicada de la situación si decidíamos seguir adelante. ¿Podía tener Sybil algo que no me gustara? Tan sólo esa diferencia de rangos, si se diera el caso de que fuera algo que realmente me importara, aunque, sin duda, limitaba mucho nuestros actos.
Sonreí al borde de la risa, con su murmullo-. ¿Supones? -propicié más ese acercamiento entre ambos rostros, juguetón-. Tu letra no es precisamente lo que más desee observar... -acabé juntando nuestras frentes, con suavidad-. Me pasaría mi vida entera mirando ese brillo en tus ojos... -añadí, con un deje meloso, casi rindiéndome a esa imperiosa necesidad por ser un sensiblero, para mis costumbres-. O tu sonrisa... -concluí, con una voz más baja aún. Sin llegar a saber si aquel susurro era reflejo de mis pensamientos, para recordármelo a mí mismo, o si era algo que necesitaba que ella supiera.
Fruncí el ceño, como si así pudiera imprimir más sentimiento a aquel beso que ella correspondió. ¿O fue por esa suave caricia que ella dejó en mi barbilla? Pese a todo, aquel baile fue lento, sentido, intenso. Alcancé a pasar saliva cuando, por fin, nos separamos, volviendo a abrir los ojos, con ese afán de no perder detalle de todos sus gestos. El calor de su mano, expulsó el frío que se había quedado en mi mejilla, por la inclemencia de la fría brisa que azotaba el lugar, reconfortándome. Así como lo hizo su asentimiento. No era muy difícil saber dónde me encontraría, la verdad. Además que me quedaba la tranquilidad de que era una mujer inteligente. en el complicado caso de no estar yo en los muelles, seguro que sabría arreglárselas para encontrarme.
- No necesitas darme más motivos para interesarme más por ti... -terminé por asegurarle. De verdad que no. ¿Quién podía haber más atrayente que ella? No concebía la idea de que hubiera otra mujer mejor que Sybil, que consiguiese llamar mínimamente mi atención. Fuese en el lugar que fuese.
Exhalé suavemente por la nariz, con deje sorprendido cuando la vi agazaparse, antes de entender lo que pasaba. Enarqué una ceja, con un deje retador cuando ella admitió que mi observación no iba mal encaminada. No tardé en seguirla, incorporándome de nuevo, quedando más cerca aún de ella. Me limité a sonreír, por aquella sensación tan agradable que despertaba el sentir su calidez-. Venga, convendría que nos moviéramos... -murmuré justo antes de ladearme, para dejar mi brazo sobre sus hombros, en un gesto que no llegué a saber exactamente si fue protector o posesivo, más que dispuesto a extender nuestro paseo un poco más por aquel lugar.
Sonreí al borde de la risa, con su murmullo-. ¿Supones? -propicié más ese acercamiento entre ambos rostros, juguetón-. Tu letra no es precisamente lo que más desee observar... -acabé juntando nuestras frentes, con suavidad-. Me pasaría mi vida entera mirando ese brillo en tus ojos... -añadí, con un deje meloso, casi rindiéndome a esa imperiosa necesidad por ser un sensiblero, para mis costumbres-. O tu sonrisa... -concluí, con una voz más baja aún. Sin llegar a saber si aquel susurro era reflejo de mis pensamientos, para recordármelo a mí mismo, o si era algo que necesitaba que ella supiera.
Fruncí el ceño, como si así pudiera imprimir más sentimiento a aquel beso que ella correspondió. ¿O fue por esa suave caricia que ella dejó en mi barbilla? Pese a todo, aquel baile fue lento, sentido, intenso. Alcancé a pasar saliva cuando, por fin, nos separamos, volviendo a abrir los ojos, con ese afán de no perder detalle de todos sus gestos. El calor de su mano, expulsó el frío que se había quedado en mi mejilla, por la inclemencia de la fría brisa que azotaba el lugar, reconfortándome. Así como lo hizo su asentimiento. No era muy difícil saber dónde me encontraría, la verdad. Además que me quedaba la tranquilidad de que era una mujer inteligente. en el complicado caso de no estar yo en los muelles, seguro que sabría arreglárselas para encontrarme.
- No necesitas darme más motivos para interesarme más por ti... -terminé por asegurarle. De verdad que no. ¿Quién podía haber más atrayente que ella? No concebía la idea de que hubiera otra mujer mejor que Sybil, que consiguiese llamar mínimamente mi atención. Fuese en el lugar que fuese.
Exhalé suavemente por la nariz, con deje sorprendido cuando la vi agazaparse, antes de entender lo que pasaba. Enarqué una ceja, con un deje retador cuando ella admitió que mi observación no iba mal encaminada. No tardé en seguirla, incorporándome de nuevo, quedando más cerca aún de ella. Me limité a sonreír, por aquella sensación tan agradable que despertaba el sentir su calidez-. Venga, convendría que nos moviéramos... -murmuré justo antes de ladearme, para dejar mi brazo sobre sus hombros, en un gesto que no llegué a saber exactamente si fue protector o posesivo, más que dispuesto a extender nuestro paseo un poco más por aquel lugar.
Liam Hawthorne- Humano Clase Media
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 21/07/2015
Re: FB | Another night's dream, maybe | Sybil
Se olvidó de respirar cuando sus rostros volvieron a acercarse. Miró primero sus ojos azules y después aquellos labios que se curvaban en una sonrisa. Los cuales previamente había probado y de los cuales sabía que no se cansaría de beber, como del agua pura de un manantial.
Sus párpados cayeron al juntar sus frentes, dejándose arrullar por la profunda y varonil voz. Con aquella facilidad que él tenía para tranquilizarla, como nunca antes había conseguido. El añadido sobre sus ojos la hizo abrirlos para mirarlo, entregada a sus deseos. La vida entera, sin restricciones. Un agregado más llamó a una sonrisa a dibujarse en sus labios, junto con un rubor cada vez más pronunciado en sus mejillas.
¿Qué podía decirle? ¿Que ella también desearía pasar el resto de su vida entre sus brazos? Observando aquellos irises azules, mirando aquella encantadora sonrisa, apaciguándose con la calma de la que él parecía ser dueño, escuchando su voz. Pero la dejó sin palabras. Sobre las puntas de sus pies, se inclinó para posar sus cálidos labios en el entrecejo del hombre, por no llegar a su frente al ser más alto que ella. Como si con ese tierno gesto quisiera decirle que a ella le pasaba lo mismo.
-Ni tú a mí –devolvió en un susurro.
Pues tenía motivos suficientes como para interesarse por él y por nadie más. Porque de todos los hombres que había podido conocer, Liam era el único que la hacía olvidarse de cuanto había a su alrededor. Ningún otro había conseguido una cálida y genuina sonrisa de su parte. Ni tampoco había logrado que valorase la idea de irse con él. Pero con aquel varón de ojos azules estaba segura de querer irse a cualquier lugar, siempre que él la acompañase.
Una vez capituló ante la mejor opción y él se irguió con ella, se sintió reconfortada por su cercanía. Suspiró antes de sonreír, notando aquel brazo rodear sus femeninos hombros. Se sintió protegida, segura en la noche londinense. La sensación fue agradable, junto con la brisa al lado del agua del Támesis. Asintió. Pasear con él empezaba a ser un placer culpable del cual pecaría el resto de su vida.
Empezó a caminar a su lado, sin separarse. Deslizó un brazo para rodear la cintura masculina, por detrás. Como si estuviese acostumbrada a ese gesto que le pareció tan familiar aún conociéndose tan poco. El farol se acercó, iluminándolos durante un breve momento. El trabajador que lo sostenía los saludó, antes de proseguir su camino sin reparar mucho en ellos. No pudo evitar sonreír por no tener problemas, por poder pasear tranquilamente con él sin que sus mundos los separasen abruptamente.
-Deberíamos de hacer esto más a menudo –susurró sin borrar aquella sonrisa, al mirarlo.
No supo cuánto tiempo estuvieron paseando, hasta que finalmente vislumbró las cercanías de la casa donde se alojaba. Se detuvo, ocurriéndosele una loca idea. Sus irises brillaron en picardía al mirar a Liam, antes de hablar.
-Espérame aquí –susurró-. Entraré en la casa y despreocuparé a mi padre. Me cambiaré y volveré contigo para continuar el paseo –agregó, mostrando una sonrisa que se apagó de repente, porque se dio cuenta de que estaba yendo demasiado deprisa y no había contado con que él quisiera volver ya-. Si quieres… Si no, podemos dejarlo para otra ocasión –añadió, ladeando la cabeza con carita de que no se lo iba a tomar a mal si él no quería.
Sus párpados cayeron al juntar sus frentes, dejándose arrullar por la profunda y varonil voz. Con aquella facilidad que él tenía para tranquilizarla, como nunca antes había conseguido. El añadido sobre sus ojos la hizo abrirlos para mirarlo, entregada a sus deseos. La vida entera, sin restricciones. Un agregado más llamó a una sonrisa a dibujarse en sus labios, junto con un rubor cada vez más pronunciado en sus mejillas.
¿Qué podía decirle? ¿Que ella también desearía pasar el resto de su vida entre sus brazos? Observando aquellos irises azules, mirando aquella encantadora sonrisa, apaciguándose con la calma de la que él parecía ser dueño, escuchando su voz. Pero la dejó sin palabras. Sobre las puntas de sus pies, se inclinó para posar sus cálidos labios en el entrecejo del hombre, por no llegar a su frente al ser más alto que ella. Como si con ese tierno gesto quisiera decirle que a ella le pasaba lo mismo.
-Ni tú a mí –devolvió en un susurro.
Pues tenía motivos suficientes como para interesarse por él y por nadie más. Porque de todos los hombres que había podido conocer, Liam era el único que la hacía olvidarse de cuanto había a su alrededor. Ningún otro había conseguido una cálida y genuina sonrisa de su parte. Ni tampoco había logrado que valorase la idea de irse con él. Pero con aquel varón de ojos azules estaba segura de querer irse a cualquier lugar, siempre que él la acompañase.
Una vez capituló ante la mejor opción y él se irguió con ella, se sintió reconfortada por su cercanía. Suspiró antes de sonreír, notando aquel brazo rodear sus femeninos hombros. Se sintió protegida, segura en la noche londinense. La sensación fue agradable, junto con la brisa al lado del agua del Támesis. Asintió. Pasear con él empezaba a ser un placer culpable del cual pecaría el resto de su vida.
Empezó a caminar a su lado, sin separarse. Deslizó un brazo para rodear la cintura masculina, por detrás. Como si estuviese acostumbrada a ese gesto que le pareció tan familiar aún conociéndose tan poco. El farol se acercó, iluminándolos durante un breve momento. El trabajador que lo sostenía los saludó, antes de proseguir su camino sin reparar mucho en ellos. No pudo evitar sonreír por no tener problemas, por poder pasear tranquilamente con él sin que sus mundos los separasen abruptamente.
-Deberíamos de hacer esto más a menudo –susurró sin borrar aquella sonrisa, al mirarlo.
No supo cuánto tiempo estuvieron paseando, hasta que finalmente vislumbró las cercanías de la casa donde se alojaba. Se detuvo, ocurriéndosele una loca idea. Sus irises brillaron en picardía al mirar a Liam, antes de hablar.
-Espérame aquí –susurró-. Entraré en la casa y despreocuparé a mi padre. Me cambiaré y volveré contigo para continuar el paseo –agregó, mostrando una sonrisa que se apagó de repente, porque se dio cuenta de que estaba yendo demasiado deprisa y no había contado con que él quisiera volver ya-. Si quieres… Si no, podemos dejarlo para otra ocasión –añadió, ladeando la cabeza con carita de que no se lo iba a tomar a mal si él no quería.
Sybil Findair- Realeza Escocesa
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Fecha de inscripción : 21/07/2015
Re: FB | Another night's dream, maybe | Sybil
Reaccionó a mis susurros, dejándome ver esos ojos que había cerrado previamente, o esa sonrisa que volvió a emerger de sus labios. Y me reafirmé en lo que expresaron mis palabras: no habría otra cosa en la que perder mi mirada.
Me resultaba extraño, pero agradable, poder sentir algo tan fuerte y en tan poco tiempo por una persona a la que apenas conocía. Y por la que ya estaba dispuesto a correr cualquier riesgo sin pensármelo dos veces. ¿Hacía falta considerar todo ese tiempo que seguramente no tendríamos para poder pasar juntos sin ningún problema y así conocernos más? Parecíamos ansiosos por tomar tiempo prestado para poder vernos en las sombras de cada noche, como adeptos de ese amor que las circunstancias e, incluso, la sociedad prohibía.
Respiré pausadamente, cerrando los ojos, cuando sentí que se alzaba, para posar sus labios con una suavidad envidiable en la parte baja de mi frente. Quise encerrarla en mi abrazo con sus palabras. Era un lástima que tuviera los minutos contados con ella, aquella noche de sucesos, confesiones y decisiones imprevistas y radicales. Una noche a partir de la cual, tenía claro que iba a cambiar absolutamente todo para mí. El lugar. El clima. La compañía. Y hasta mi trabajo. Demasiados cambios por una mujer, dirían muchos. Pero, la realidad era que, esamujer era el verdadero cambio para mí.
Apenas tardamos unos pasos en adecuarnos a la marcha, al ritmo, al cuerpo del otro. Con delicadeza. Como dos piezas de un rompecabezas que encajan a la perfección. ¿Dónde había estado aquella mujer durante toda mi vida? Reí con suavidad, totalmente de acuerdo con ella-. ¿Más a menudo? ¿Tan rápido quieres ir? -bromeé en un murmullo en lo que caminaba, manteniendo un ritmo suave y hasta lento para mis costumbres. Todo con tal de poder disfrutar con ella un poco más. Al parecer, no era el único que quería ahorrar tiempo de protocolo, y afianzar unos sentimientos tan inesperados como arraigado-.Ojalá tuviéramos la facilidad de hacerlo cuando quisiéramos. -la sonrisa se escondió parcialmente, ante el golpe de realidad, siempre latente en nuestra conversación.
No me di cuenta de cuando llegamos al barrio de Mayfair. En la parte más rica de la ciudad. Me sentí ciertamente fuera de lugar, pero fue cuando ella habló, llamando toda mi atención. La miré con una expresión a caballo entre la preocupación y la ilusión. ¿Poder alargar aquel paseo?-. Me encantaría, Sybil. Pero... -no contemplé la idea de volver a casa en ningún momento. Acabé frunciendo el ceño ligeramente- ¿tu padre te dejará volver a salir con lo acontecido en el teatro y siendo de noche? -rogaba que su padre fuese lo suficientemente benévolo como para dejarla poder estar conmigo un rato más. Pero, ¿qué le diría ella para que accediese? Empezaba a ser noche cerrada y con ello, la inseguridad. No que no fuera a estar a salvo conmigo, pues no tendría reparo alguno en protegerla con todo lo que pudiera. ¿Sería eso suficiente?-. Hagamos una cosa. Me quedaré aquí un rato, esperándote. -o todo el tiempo que me pidieras-. Si no consigues convencerle, pasado ese rato me iré, sin necesidad de que salgas a decirme nada. -enarqué ambas cejas, mientras me explicaba, antes de volver a sonreír-. Tendremos más tiempo cuando vayamos a tu tierra... -no podía estar seguro de cuánto, mas sería mucho más fácil que en la capital inglesa.
Me resultaba extraño, pero agradable, poder sentir algo tan fuerte y en tan poco tiempo por una persona a la que apenas conocía. Y por la que ya estaba dispuesto a correr cualquier riesgo sin pensármelo dos veces. ¿Hacía falta considerar todo ese tiempo que seguramente no tendríamos para poder pasar juntos sin ningún problema y así conocernos más? Parecíamos ansiosos por tomar tiempo prestado para poder vernos en las sombras de cada noche, como adeptos de ese amor que las circunstancias e, incluso, la sociedad prohibía.
Respiré pausadamente, cerrando los ojos, cuando sentí que se alzaba, para posar sus labios con una suavidad envidiable en la parte baja de mi frente. Quise encerrarla en mi abrazo con sus palabras. Era un lástima que tuviera los minutos contados con ella, aquella noche de sucesos, confesiones y decisiones imprevistas y radicales. Una noche a partir de la cual, tenía claro que iba a cambiar absolutamente todo para mí. El lugar. El clima. La compañía. Y hasta mi trabajo. Demasiados cambios por una mujer, dirían muchos. Pero, la realidad era que, esamujer era el verdadero cambio para mí.
Apenas tardamos unos pasos en adecuarnos a la marcha, al ritmo, al cuerpo del otro. Con delicadeza. Como dos piezas de un rompecabezas que encajan a la perfección. ¿Dónde había estado aquella mujer durante toda mi vida? Reí con suavidad, totalmente de acuerdo con ella-. ¿Más a menudo? ¿Tan rápido quieres ir? -bromeé en un murmullo en lo que caminaba, manteniendo un ritmo suave y hasta lento para mis costumbres. Todo con tal de poder disfrutar con ella un poco más. Al parecer, no era el único que quería ahorrar tiempo de protocolo, y afianzar unos sentimientos tan inesperados como arraigado-.Ojalá tuviéramos la facilidad de hacerlo cuando quisiéramos. -la sonrisa se escondió parcialmente, ante el golpe de realidad, siempre latente en nuestra conversación.
No me di cuenta de cuando llegamos al barrio de Mayfair. En la parte más rica de la ciudad. Me sentí ciertamente fuera de lugar, pero fue cuando ella habló, llamando toda mi atención. La miré con una expresión a caballo entre la preocupación y la ilusión. ¿Poder alargar aquel paseo?-. Me encantaría, Sybil. Pero... -no contemplé la idea de volver a casa en ningún momento. Acabé frunciendo el ceño ligeramente- ¿tu padre te dejará volver a salir con lo acontecido en el teatro y siendo de noche? -rogaba que su padre fuese lo suficientemente benévolo como para dejarla poder estar conmigo un rato más. Pero, ¿qué le diría ella para que accediese? Empezaba a ser noche cerrada y con ello, la inseguridad. No que no fuera a estar a salvo conmigo, pues no tendría reparo alguno en protegerla con todo lo que pudiera. ¿Sería eso suficiente?-. Hagamos una cosa. Me quedaré aquí un rato, esperándote. -o todo el tiempo que me pidieras-. Si no consigues convencerle, pasado ese rato me iré, sin necesidad de que salgas a decirme nada. -enarqué ambas cejas, mientras me explicaba, antes de volver a sonreír-. Tendremos más tiempo cuando vayamos a tu tierra... -no podía estar seguro de cuánto, mas sería mucho más fácil que en la capital inglesa.
Liam Hawthorne- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/07/2015
Re: FB | Another night's dream, maybe | Sybil
Si no fuese por aquella risa del hombre y el tono de broma, se hubiera preguntado si él no quería volver a caminar con ella. Pero en aquellas palabras escondía un poco de verdad. ¿Tan rápido quería ir? No. Quería caminar con él despacio, como ahora. ¿Sería una locura decir que por el resto de sus días? Sin duda. Más si se detenía a pensarlo fríamente. No quería ser de nadie más ni que él fuera de otra mujer. ¿Pero sería justo privarlo de una vida normal, con pareja, formando una familia? ¿Cuando aquel sueño que sólo les pertenecía a los dos no era más que eso… un sueño?
Pero no se entretuvo mucho tiempo pensándolo. Pues, cada instante empleado en aquellas dudas sobre su futuro y la dura realidad… era un instante perdido disfrutando de él. Lo miró, regalándola su más hermosa sonrisa. Al ver que la de él se escondía un poco, aplicó una presión suave pero firme sobre la mano masculina que descansaba en uno de sus hombros, al alzar una de sus manos.
-La tendremos –le susurró, acercando su rostro para posar sus labios sobre la mejilla del hombre. Como si quisiera consolarlo y animarlo, como si quisiera romper ese muro que los separaba.
Mas, una vez en Mayfair, aquella distancia que la sociedad les imponía se acentuó. Esperaba que él no cambiase de opinión. Suspiró ante aquella pregunta. Su padre. Protector con ella. ¿Podría convencerlo de salir de nuevo? ¿Utilizar alguna excusa? Esperaba tener de nuevo suerte, para robar un poco de tiempo más y compartirlo con el varón de atrapantes ojos azules.
-No lo sé… lo intentaré –susurró.
Asintió. Esperando que, de conseguir salir de nuevo, no se esfumase como una ilusión. No quería separarse, pero tenía que hacerlo. Rompió el contacto de aquel brazo que la rodeaba protectoramente. Se quitó la chaqueta que le pertenecía a él con un movimiento suave y delicado antes de entregársela.
No podía besarlo allí, ni abrazarlo. Se sentía limitada, por mucho que desease perderse en sus labios de nuevo y cobijarse en sus brazos. En cambio, tomó una de las manos varoniles entre las suyas. Lo miró a los ojos, como si quisiera recordar cada segundo que habían compartido de ser sólo un sueño que se desvanecería en cuando los primeros rayos del sol despuntasen. Y una sonrisa acudió a sus labios, sólo para él.
-De igual modo te iré a buscar cuando hable con él –susurró-. Sí, tendremos más tiempo, Liam –pronunció su nombre, de nuevo con aquel acento escocés, antes de soltarlo lentamente, en una caricia.
Se giró, caminando hasta la casa. Se volvió para mirarlo una vez, antes de entrar finalmente. Afortunadamente, su padre estaba reunido. Eso le dio entre cinco y diez minutos antes de que terminase para volver a salir y aprovecharlos con Liam. En mitad de la noche, escondidos de miradas ajenas. Antes de que ella tuviese que volver a entrar.
Pero no se entretuvo mucho tiempo pensándolo. Pues, cada instante empleado en aquellas dudas sobre su futuro y la dura realidad… era un instante perdido disfrutando de él. Lo miró, regalándola su más hermosa sonrisa. Al ver que la de él se escondía un poco, aplicó una presión suave pero firme sobre la mano masculina que descansaba en uno de sus hombros, al alzar una de sus manos.
-La tendremos –le susurró, acercando su rostro para posar sus labios sobre la mejilla del hombre. Como si quisiera consolarlo y animarlo, como si quisiera romper ese muro que los separaba.
Mas, una vez en Mayfair, aquella distancia que la sociedad les imponía se acentuó. Esperaba que él no cambiase de opinión. Suspiró ante aquella pregunta. Su padre. Protector con ella. ¿Podría convencerlo de salir de nuevo? ¿Utilizar alguna excusa? Esperaba tener de nuevo suerte, para robar un poco de tiempo más y compartirlo con el varón de atrapantes ojos azules.
-No lo sé… lo intentaré –susurró.
Asintió. Esperando que, de conseguir salir de nuevo, no se esfumase como una ilusión. No quería separarse, pero tenía que hacerlo. Rompió el contacto de aquel brazo que la rodeaba protectoramente. Se quitó la chaqueta que le pertenecía a él con un movimiento suave y delicado antes de entregársela.
No podía besarlo allí, ni abrazarlo. Se sentía limitada, por mucho que desease perderse en sus labios de nuevo y cobijarse en sus brazos. En cambio, tomó una de las manos varoniles entre las suyas. Lo miró a los ojos, como si quisiera recordar cada segundo que habían compartido de ser sólo un sueño que se desvanecería en cuando los primeros rayos del sol despuntasen. Y una sonrisa acudió a sus labios, sólo para él.
-De igual modo te iré a buscar cuando hable con él –susurró-. Sí, tendremos más tiempo, Liam –pronunció su nombre, de nuevo con aquel acento escocés, antes de soltarlo lentamente, en una caricia.
Se giró, caminando hasta la casa. Se volvió para mirarlo una vez, antes de entrar finalmente. Afortunadamente, su padre estaba reunido. Eso le dio entre cinco y diez minutos antes de que terminase para volver a salir y aprovecharlos con Liam. En mitad de la noche, escondidos de miradas ajenas. Antes de que ella tuviese que volver a entrar.
Sybil Findair- Realeza Escocesa
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