AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Gritos de un alma destrozada ( libre)
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Gritos de un alma destrozada ( libre)
Su cuerpo estaba comenzando a memorizar la terrorífica velocidad que podía llegar a tomar, convirtiéndose en un mero borrón entre los árboles del bosque, en una sombra que no poseía nombre o apellido. No recordaba nada de sí mismo, sólo la inconfundible sensación del hambre atroz, del ansia de devorar cualquier cosa viva. Sentía la imperiosa necesidad de correr, de huir de algo que le aterrorizaba; la sensación de familiaridad con aquel dolor que le corroía el alma.
Era una criatura peligrosa, había matado y lo volvería hacer. No había remordimiento en ello, sino en los mínimos recuerdos de sí mismo repitiendo la misma escena una y otra vez; matando para alimentarse de la sangre de otros. No sabia qué era. Le volvía loco la sensación de ser algo monstruoso, de haber perdido algo valioso. ¿ Pero qué podía ser más importante que el conocimiento de uno mismo y que se había ido de su mente para siempre?. Sólo quedaba en él el recuerdo del olor de la pólvora y algunas imágenes sobre personas que no conocía, muertos entre sus manos por su causa.
Se detuvo para gritar en medio del bosque, agarrándose la cabeza, intentando refrenar el dolor que le atravesaba el cráneo. Cada vez que intentaba recordar, el dolor regresaba, como si un ser divino no quisiera que volviese a su yo del pasado. ¿ Habría sido un mejor hombre de lo que era ahora?. ¿ Era odiado, amado?. Quizás no. Se despertó en medio de la morgue y nadie lo había reclamado. Estaba solo y se lo merecía. Era un asesino, pero si no tomaba sangre, su cuerpo dolía, como si sus huesos quisieran deshacerse y convertirse en polvo. Y él era débil. Egoísta. No quería morir.
Era una criatura peligrosa, había matado y lo volvería hacer. No había remordimiento en ello, sino en los mínimos recuerdos de sí mismo repitiendo la misma escena una y otra vez; matando para alimentarse de la sangre de otros. No sabia qué era. Le volvía loco la sensación de ser algo monstruoso, de haber perdido algo valioso. ¿ Pero qué podía ser más importante que el conocimiento de uno mismo y que se había ido de su mente para siempre?. Sólo quedaba en él el recuerdo del olor de la pólvora y algunas imágenes sobre personas que no conocía, muertos entre sus manos por su causa.
Se detuvo para gritar en medio del bosque, agarrándose la cabeza, intentando refrenar el dolor que le atravesaba el cráneo. Cada vez que intentaba recordar, el dolor regresaba, como si un ser divino no quisiera que volviese a su yo del pasado. ¿ Habría sido un mejor hombre de lo que era ahora?. ¿ Era odiado, amado?. Quizás no. Se despertó en medio de la morgue y nadie lo había reclamado. Estaba solo y se lo merecía. Era un asesino, pero si no tomaba sangre, su cuerpo dolía, como si sus huesos quisieran deshacerse y convertirse en polvo. Y él era débil. Egoísta. No quería morir.
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/07/2013
Re: Gritos de un alma destrozada ( libre)
El estreno de la obra se había pospuesto hasta nuevo aviso, lo que significaba que por un tiempo no tendría mucho mas trabajo que el de ensayar y hacer algunas presentaciones especiales, como era el caso de su interpretación en la misa de Gallo en la Catedral de París. Pero para ese día faltaban varios meses, y a pesar de no tener problemas financieros, Giada odiaba perder el tiempo.
Hacía casi dos semanas que había descubierto que poseía un don, aparte de su voz, éste tenía que ver con distinguir colores o auras, como le explicaron luego. Comprendió que cada ser posee un tipo de aura, y que si es un sobrenatural, como lo era ella, el color varia, además, si el alma es pura, irradia una luz más intensa, mientras que si su espíritu está corrupto por la maldad, se vuelve más opaco. Entusiasmada por semejante hallazgo, había investigado, llegando a comprar libros en una pequeña librería de ejemplares raros o incunables, en uno de ellos supo que además las hierbas, plantas, hongos, viseras de animales, e insectos, podían llegar a ser usados para lo que se denominaban pociones, hechizos, y ungüentos curativos. Aquello le había fascinado, pensó en todos los seres que podría ayudar si experimentaba haciendo dichos productos.
Mentalizada en esa noble meta, se dispuso a poner en práctica todo lo que había aprendido. Allí, en las páginas de un desgastado grimorio, explicaba cómo y cuándo se debían cortar ciertas plantas para que el influjo que éstas poseían en las pócimas, fuera el adecuado. Vestida con pantalones que había tomado prestado del vestuario de una obra teatral, camisa, chaleco, botas de montar y una capa negra, salió de su casa rumbo al bosque, se aseguró de llevar muy bien protegido en el zurrón el viejo libro y además tener espacio para guardar las plantas y raíces que aquella noche recolectaría.
Cuando llegó al claro del bosque, bajó del caballo, lo ató en una rama gruesa de un árbol añoso, y sacando el libro se dispuso a realizar el conjuro o un tipo de oración, en el cual se pedía a los dioses o custodios del bosque, que la ayudaran en su tarea, implorando además protección. Cuando éste ritual terminó, apagó la vela y se quedó en medio de aquel bosque, iluminado por una luna enorme y brillante, que le permitía ver todo a su alrededor.
Caminó husmeando por diferentes lugares, intentando encontrar las plantas precisas y cuidar de no llevarse otras que pudieran se malignas o peligrosas. Acuclillada intentando desenterrar una raíz se encontraba cuando un grito desgarrador llegó a sus oídos, tan cercano que el corazón se le detuvo por una milésima de segundo, haciendo que sintiera un sudor frio por toda su espalda, - Dios, que fue eso -.
Hacía casi dos semanas que había descubierto que poseía un don, aparte de su voz, éste tenía que ver con distinguir colores o auras, como le explicaron luego. Comprendió que cada ser posee un tipo de aura, y que si es un sobrenatural, como lo era ella, el color varia, además, si el alma es pura, irradia una luz más intensa, mientras que si su espíritu está corrupto por la maldad, se vuelve más opaco. Entusiasmada por semejante hallazgo, había investigado, llegando a comprar libros en una pequeña librería de ejemplares raros o incunables, en uno de ellos supo que además las hierbas, plantas, hongos, viseras de animales, e insectos, podían llegar a ser usados para lo que se denominaban pociones, hechizos, y ungüentos curativos. Aquello le había fascinado, pensó en todos los seres que podría ayudar si experimentaba haciendo dichos productos.
Mentalizada en esa noble meta, se dispuso a poner en práctica todo lo que había aprendido. Allí, en las páginas de un desgastado grimorio, explicaba cómo y cuándo se debían cortar ciertas plantas para que el influjo que éstas poseían en las pócimas, fuera el adecuado. Vestida con pantalones que había tomado prestado del vestuario de una obra teatral, camisa, chaleco, botas de montar y una capa negra, salió de su casa rumbo al bosque, se aseguró de llevar muy bien protegido en el zurrón el viejo libro y además tener espacio para guardar las plantas y raíces que aquella noche recolectaría.
Cuando llegó al claro del bosque, bajó del caballo, lo ató en una rama gruesa de un árbol añoso, y sacando el libro se dispuso a realizar el conjuro o un tipo de oración, en el cual se pedía a los dioses o custodios del bosque, que la ayudaran en su tarea, implorando además protección. Cuando éste ritual terminó, apagó la vela y se quedó en medio de aquel bosque, iluminado por una luna enorme y brillante, que le permitía ver todo a su alrededor.
Caminó husmeando por diferentes lugares, intentando encontrar las plantas precisas y cuidar de no llevarse otras que pudieran se malignas o peligrosas. Acuclillada intentando desenterrar una raíz se encontraba cuando un grito desgarrador llegó a sus oídos, tan cercano que el corazón se le detuvo por una milésima de segundo, haciendo que sintiera un sudor frio por toda su espalda, - Dios, que fue eso -.
Giada Di Fiorenza- Hechicero Clase Alta
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Re: Gritos de un alma destrozada ( libre)
Entre el pitido que, insistentemente le perforaba la cabeza atravesando el cerebro de un lado al otro como una cuerda invisible y dolorosa, se coló el sonido que había aprendido a no ignorar. Sabía que su oído podía captar ruidos a una distancia tan elevada, que sus presas ni siquiera sabían que él estaba cerca de ellas hasta que era demasiado tarde.
Fuertes, constantes y vigorosos latidos. Un golpeteo que le hacía salivar como un animal hambriento que escuchaba el sonido de la campanilla anunciando la comida. Cerró los ojos para detectar de dónde procedía aquella señal indudable de vida y compañía, sabiendo que aquella persona debía contener en su interior la fuente vital que lo tenía condenado, para siempre, a la noche.
Su cuerpo se movió, hipnotizado, hacia la fuente del sonido, deleitándose con el aroma de su víctima antes siquiera de que lograse divisarla. Recorrió la distancia que los separaba, viajando en silencioso acecho, apareciendo ante ella como un animal. Agazapado, con sus ojos verdosos brillando como los de una pantera en la oscuridad, permitiendo notar el porqué él podía ver aún cuando no había nada más que la luz de la luna para guiarlos a ambos. Sus dedos se curvaban, dejando que sus uñas se alargasen como las de un gato montés, preparado para desgarrar a su presa si hacía un movimiento. Su boca permanecía cerrada, sin mostrar aún sus colmillos, conservando así un rostro indudablemente hermoso y angelical, en un cuerpo que advertía atacar a su adversario si demostraba ser peligroso.
El motivo por el que aún no se había abalanzado sobre ella era precisamente porque su cerebro había recogido la señal de peligro gravada a fuego en su mente, el recuerdo de que el género femenino era mortal, pendía sobre los únicos restos permanentes en su memoria.
Dos veces estuvo a punto de morir a causa de una mujer, cosa que él aún no entendía, pero fue precisamente eso, lo que salvó a aquella pura y hermosa criatura viviente del ataque de la bestia que la observaba. Y, como si aquello hubiese sido gravado por el destino, gruñó hacia ella. Siseó con lentitud, una señal de que se alejase y no entrase en su espacio o territorio, actuando más por instinto que por cortesía.
Fuertes, constantes y vigorosos latidos. Un golpeteo que le hacía salivar como un animal hambriento que escuchaba el sonido de la campanilla anunciando la comida. Cerró los ojos para detectar de dónde procedía aquella señal indudable de vida y compañía, sabiendo que aquella persona debía contener en su interior la fuente vital que lo tenía condenado, para siempre, a la noche.
Su cuerpo se movió, hipnotizado, hacia la fuente del sonido, deleitándose con el aroma de su víctima antes siquiera de que lograse divisarla. Recorrió la distancia que los separaba, viajando en silencioso acecho, apareciendo ante ella como un animal. Agazapado, con sus ojos verdosos brillando como los de una pantera en la oscuridad, permitiendo notar el porqué él podía ver aún cuando no había nada más que la luz de la luna para guiarlos a ambos. Sus dedos se curvaban, dejando que sus uñas se alargasen como las de un gato montés, preparado para desgarrar a su presa si hacía un movimiento. Su boca permanecía cerrada, sin mostrar aún sus colmillos, conservando así un rostro indudablemente hermoso y angelical, en un cuerpo que advertía atacar a su adversario si demostraba ser peligroso.
El motivo por el que aún no se había abalanzado sobre ella era precisamente porque su cerebro había recogido la señal de peligro gravada a fuego en su mente, el recuerdo de que el género femenino era mortal, pendía sobre los únicos restos permanentes en su memoria.
Dos veces estuvo a punto de morir a causa de una mujer, cosa que él aún no entendía, pero fue precisamente eso, lo que salvó a aquella pura y hermosa criatura viviente del ataque de la bestia que la observaba. Y, como si aquello hubiese sido gravado por el destino, gruñó hacia ella. Siseó con lentitud, una señal de que se alejase y no entrase en su espacio o territorio, actuando más por instinto que por cortesía.
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/07/2013
Re: Gritos de un alma destrozada ( libre)
Muda había quedado, a pesar de que instantes antes, había estado ensimismada realizando su trabajo y con su mente en repasar la letra de la última obra que debería interpretar en pocas semanas. Mas a pesar de agudizar el oído, no volvió a escuchar nada, suspiró, dejando que los nervios vividos un instante atrás abandonaran su mente. Inspiró y volvió a su tarea. Segundos más tarde, se encontraba cantando, su voz surgía en la noche, como la de un ángel que bajaba de los cielos a dar calma a las almas en penas, a los demonios que recorrían la noche. Toda su alma brillaba con la inocencia que la caracterizaba, en ella no existía la maldad, jamás podría imaginar que existieran seres capaces de aniquilar a otros por el solo hecho de necesitar su sangre, o por simple odio o maldad. Para Giada, el amor era el único que podía modificar los destinos, aún de las almas en pena, porque éste, todo lo soportaba, ¿acaso la biblia no lo decía claramente?
Fue recién cuando el vampiro estuvo a corta distancia que lo descubrió, más por oír sus gruñidos, como si le advirtiera que debía huir si deseaba mantenerse con vida. Mas Giada no se movió ni un ápice, se fue incorporando lentamente, con una expresión de serenidad en el rostro, su mirada clavada en la del vampiro. Contempló con interés el rostros, su aura, y caviló en mil teorías de porque un hombre podía llegar a desear convertirse en un ser de la noche, ¿o acaso había sido forzado a tal destino? Bajó su mirada a la cesta que ya estaba casi repleta de hierbas y guardó la pequeña hoz con la que cortaba las mismas, como si pensara que mostrando ese pequeño instrumento, podría hacer que el vampiro se enojara, no deseaba molestarlo, muy por el contrario, ardía en deseos de conocer quién era, que estaba haciendo por esos lugares, y por sobre todo, porqué ella seguía con vida, ya que bien podría haberla matado en el momento en que se encontraba realizando sus tareas.
Volvió a levantar la vista y le sonrió, como si no fuera el ser peligroso que en verdad era. Limpió su mano en el delantal que cubría sus ropas, dispuesta a extender su diestra y saludarle formalmente, como si se encontraran en mitad de un salón de baile, mas dudó por un instante. Pero luego, volvió a sonreírle, esta vez de forma franca, sin malicia - pues en ella jamás había existia tal cosa - sin haberlo deseado, pero de forma instintiva, su poder de encandilamiento comenzó a rodear al extraño, provocando que éste no sintiera deseos de hacerle daño, y de ésta forma, no ponerse en peligro. Giada deseaba ofrecerle su amistad, darle consuelo de ser posible. Todo aquello que un ángel podría intentar entregar a un alma descarriada. Ella jamás le haría daño, ni siquiera sin intención; por eso, sin pensarlo mucho, extendió por fin la mano derecha y le saludo, - Hola, soy Giada, ¿te has perdido en el bosque? ¿acaso puedo ayudarte? -.
Fue recién cuando el vampiro estuvo a corta distancia que lo descubrió, más por oír sus gruñidos, como si le advirtiera que debía huir si deseaba mantenerse con vida. Mas Giada no se movió ni un ápice, se fue incorporando lentamente, con una expresión de serenidad en el rostro, su mirada clavada en la del vampiro. Contempló con interés el rostros, su aura, y caviló en mil teorías de porque un hombre podía llegar a desear convertirse en un ser de la noche, ¿o acaso había sido forzado a tal destino? Bajó su mirada a la cesta que ya estaba casi repleta de hierbas y guardó la pequeña hoz con la que cortaba las mismas, como si pensara que mostrando ese pequeño instrumento, podría hacer que el vampiro se enojara, no deseaba molestarlo, muy por el contrario, ardía en deseos de conocer quién era, que estaba haciendo por esos lugares, y por sobre todo, porqué ella seguía con vida, ya que bien podría haberla matado en el momento en que se encontraba realizando sus tareas.
Volvió a levantar la vista y le sonrió, como si no fuera el ser peligroso que en verdad era. Limpió su mano en el delantal que cubría sus ropas, dispuesta a extender su diestra y saludarle formalmente, como si se encontraran en mitad de un salón de baile, mas dudó por un instante. Pero luego, volvió a sonreírle, esta vez de forma franca, sin malicia - pues en ella jamás había existia tal cosa - sin haberlo deseado, pero de forma instintiva, su poder de encandilamiento comenzó a rodear al extraño, provocando que éste no sintiera deseos de hacerle daño, y de ésta forma, no ponerse en peligro. Giada deseaba ofrecerle su amistad, darle consuelo de ser posible. Todo aquello que un ángel podría intentar entregar a un alma descarriada. Ella jamás le haría daño, ni siquiera sin intención; por eso, sin pensarlo mucho, extendió por fin la mano derecha y le saludo, - Hola, soy Giada, ¿te has perdido en el bosque? ¿acaso puedo ayudarte? -.
Giada Di Fiorenza- Hechicero Clase Alta
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Re: Gritos de un alma destrozada ( libre)
Sus ojos vigilaron cada uno de sus movimientos, analizando si hacía algo capaz de ocasionar el más mínimo daño a su persona. Si el pánico no atenazase su mente, haciéndole temblar como una hoja frágil en su interior, quizás podría haber entendido que no había nada en ella que realmente pudiese hacerle daño. No porque no lo quisiera, sino porque era humana, menos rápida que él y mucho más débil en fuerza.
Era curioso verle así, un ser creado para erigirse como una criatura voraz y peligrosa, convertido en un mero ratón temeroso. Su orgullo anterior se vería seriamente dañado, pero él había olvidado quién era, incluso lo que se sentía cuando no había miedo o hambre en su mente. Quería liberarse del dolor, ser lo más normal que podía. Pero él no era estúpido, entendía su problema y que era mucho mejor el aprender a convivir con sus demonios. Sólo cuando lo hiciese, podría caminar en la oscuridad con tranquilidad y con la cabeza alta. Hasta entonces, sólo debía resistir y no ceder a sus impulsos primarios. Meramente sobrevivir.
Observó cómo aquella mujer movía sus manos lentamente, ocultándole el arma, despertando sólo la confusión en su interior, aunque no abandonó su pose amenazadora, sabiendo que lo mejor era mantener la distancias para poder preservar su existencia.
Era curioso verle así, un ser creado para erigirse como una criatura voraz y peligrosa, convertido en un mero ratón temeroso. Su orgullo anterior se vería seriamente dañado, pero él había olvidado quién era, incluso lo que se sentía cuando no había miedo o hambre en su mente. Quería liberarse del dolor, ser lo más normal que podía. Pero él no era estúpido, entendía su problema y que era mucho mejor el aprender a convivir con sus demonios. Sólo cuando lo hiciese, podría caminar en la oscuridad con tranquilidad y con la cabeza alta. Hasta entonces, sólo debía resistir y no ceder a sus impulsos primarios. Meramente sobrevivir.
Observó cómo aquella mujer movía sus manos lentamente, ocultándole el arma, despertando sólo la confusión en su interior, aunque no abandonó su pose amenazadora, sabiendo que lo mejor era mantener la distancias para poder preservar su existencia.
Última edición por Adrik Ivanović el Jue Feb 18, 2016 9:00 pm, editado 1 vez
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
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Re: Gritos de un alma destrozada ( libre)
Sus ojos azules, recorrieron el rostro ajeno, aquella piel que parecía tan blanca como el mismo marmol de las esculturas que decoraban las salas del museo que tanto amaba visitar. sus orbes expresaron todo el desconcierto que ese sobrenatural le causaba, una sensación que pasaba desde la angustia, a la auténtica sensación de peligro. Un poco por eso, y otro porque le pareció ridículo, mantener su mano extendida, decidió bajarla, con sumo cuidado, como cuando descubres que el animal que pensaste podrías acariciar, te muestra sus dientes. Por precaución, hizo varios paso hacia atrás, casi pegar su cuerpo contra un arbol enorme y de tronco rugoso, - no le voy a causar ningún daño, ¿porque teme? - le dijo, aunque en verdad era ella quien temía mas de los dos. De pronto una idea pasó por su cabeza, pues era obvio que si hubiera sido la intención de vampiro alimentarse de ella, ya estaría totalmente desvanecida o aún pero, muerta. Pensó, entonces, que el problema podía radicarse en que éste estaba herido. No pudo detener su impulso samaritano y volvió a intentar acercarse - ¿acaso alguien le ha hecho daño? - Giada poco sabía de lo que podía dañar a un vampiro, o si éstos, como las bestias del bosque, se volvían mas peligrosas si estaban heridas. Pero en la mirada de ese hombre podía apreciar un brillo de dolor, de angustia y su corazón se desgarró pensando en el sufrimiento que lo embargaba.
No midió peligros, se acercó aun mas, hasta estar al alcance de la mano, cavilando en que podía hacer para ayudarle. Se le ocurrieron dos posibles soluciones, revisarle o acompañarle hasta donde pudieran ayudarle, fuera cualquiera de las dos, la que decidiera hacer, necesitaba la aprobación del vampiro, - Si me permite, puedo llevarlo hasta el hospital, o intentar aliviar las molestias... en mi hogar, que está bastante cerca de aquí -, esperó la confirmación de sus sugerencias, pero aquel vampiro era un completo enigma, uno que deseaba con todo su corazón ayudar a descifrarlo.
No midió peligros, se acercó aun mas, hasta estar al alcance de la mano, cavilando en que podía hacer para ayudarle. Se le ocurrieron dos posibles soluciones, revisarle o acompañarle hasta donde pudieran ayudarle, fuera cualquiera de las dos, la que decidiera hacer, necesitaba la aprobación del vampiro, - Si me permite, puedo llevarlo hasta el hospital, o intentar aliviar las molestias... en mi hogar, que está bastante cerca de aquí -, esperó la confirmación de sus sugerencias, pero aquel vampiro era un completo enigma, uno que deseaba con todo su corazón ayudar a descifrarlo.
Giada Di Fiorenza- Hechicero Clase Alta
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Re: Gritos de un alma destrozada ( libre)
"No te fíes de ella", se dijo mentalmente mientras dejaba que su cuerpo se relajase con lentitud, siendo evidente que estaba teniendo una lucha interna sobre lo que debería hacer en aquel momento. Ella ya no representaba una posición peligrosa hacia su persona y podría reducirla si se atrevía de nuevo a acercarse. Así que se enderezó, no sin antes volver a lanzarle un siseo de advertencia, no quería que olvidase que allí él era el único que podía quebrarle la columna en dos en menos de cinco minutos.
Le confundía las acciones y palabras de aquella mujer, precisamente porque parecía adivinar de sus dolores. No le gustaba que supiera tanto de su condición física, pero podría usarla para hacerle sentir mejor. Al fin y al cabo, no hacía mucho alguien le había recordado que los humanos no eran dignos de cualquier emoción vampírica, si ése hombre le viera ahora seguramente lo abofetaría por tener ese miedo irracional a las mujeres. Pero así era, las quería lejos de su vista. A muchos kilómetros de distancia.
- Me intentaron asesinar - Reconoció mientras sus colmillos volvían a adentrarse en su encía, hasta que adoptaron un tamaño natural, casi humano. Sus garras desaparecieron para dejar paso a unas manos elegantes y pálidas, que se ocuparon de peinar su cabello castaño para así poder aliviar aquel dolor que le atenazaba la cabeza.
- No quiero un hospital, tu raza no puede tratarme, sois como animales. - Se cruzó de brazos dejando que abanzara hasta él, aunque sólo cuando habló de llevarlo a su casa, fue capaz de alzar una ceja como si aquello fuera la peor idea que hubiera escuchado. ¿ No lo había visto ya ?. Sólo sabía asesinar, era algo que había entendido después de abrazar su lado oscuro. Era un vampiro y eso era lo que hacía su especie.
- Si me tocas te abriré la garganta.- Le advirtió antes de mirarla con condescencia, una muestra de orgullo que aún persistía en él cuando ya se había olvidado incluso de que aquella era una amenaza frecuente para todos aquellos que osaban adentrarse en su camino. - Sólo cura mi dolor. Sin tocar. Sin más personas. Sin armas.
Le confundía las acciones y palabras de aquella mujer, precisamente porque parecía adivinar de sus dolores. No le gustaba que supiera tanto de su condición física, pero podría usarla para hacerle sentir mejor. Al fin y al cabo, no hacía mucho alguien le había recordado que los humanos no eran dignos de cualquier emoción vampírica, si ése hombre le viera ahora seguramente lo abofetaría por tener ese miedo irracional a las mujeres. Pero así era, las quería lejos de su vista. A muchos kilómetros de distancia.
- Me intentaron asesinar - Reconoció mientras sus colmillos volvían a adentrarse en su encía, hasta que adoptaron un tamaño natural, casi humano. Sus garras desaparecieron para dejar paso a unas manos elegantes y pálidas, que se ocuparon de peinar su cabello castaño para así poder aliviar aquel dolor que le atenazaba la cabeza.
- No quiero un hospital, tu raza no puede tratarme, sois como animales. - Se cruzó de brazos dejando que abanzara hasta él, aunque sólo cuando habló de llevarlo a su casa, fue capaz de alzar una ceja como si aquello fuera la peor idea que hubiera escuchado. ¿ No lo había visto ya ?. Sólo sabía asesinar, era algo que había entendido después de abrazar su lado oscuro. Era un vampiro y eso era lo que hacía su especie.
- Si me tocas te abriré la garganta.- Le advirtió antes de mirarla con condescencia, una muestra de orgullo que aún persistía en él cuando ya se había olvidado incluso de que aquella era una amenaza frecuente para todos aquellos que osaban adentrarse en su camino. - Sólo cura mi dolor. Sin tocar. Sin más personas. Sin armas.
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/07/2013
Re: Gritos de un alma destrozada ( libre)
Abrió los ojos de una forma desmesurada, ¿Quién podía intentar matar a un vampiro? Habría que ser un loco, porque al fin de cuentas, eran de las razas sobrenaturales, los más despiadados y esquivos. Jamás se había puesto a pensar, como sería poder hacer caer en una trampa a un hijo de la noche y menos herirlo de muerte.
Aun pensando en ello, no se dio cuenta que comenzaba a expresarse en voz alta, - ¿pero por qué han tratado de matarlo? ¿Qué mal podría hacer, más que alimentarse? ¿Ha matado a alguien? ¿ la inquisición está tras usted? – un escalofrío recorrió su espalda, era una ingenua y estaba metida en un lio de los grandes.
Enarcó una ceja cuando él le dijo que los humanos eran como animales, -¿perdón? No somos los que andamos chupando la sangre de los demás, ni sorprendiendo a la buena gente en mitad de un bosque con cara de loco – dijo cruzando los brazos, a veces su boca la metía en más de un problema, ¿Cómo hablar así a un vampiro que se notaba, estaba mal de la azotea? Refunfuño y levantó las manos, sobre su cabeza, en señal de tregua, – está bien, tiene razón, no todos los humanos se comportan como deberían, pero existen otros que no les hacen daño a nadie -, suspiró, - pues si quiere dejar de sentir ese dolor, deberé tocar su cabeza, así que deberá decidir, si el dolor es lo suficientemente molesto o insoportable para que me permita actuar – dijo con un tono de voz serio, como el de un médico a su paciente.
Fue bajando las manos lentamente y mirando a los ojos al vampiro, como lo había hecho en todo momento, sus poderes no le podría servir para salir bien librada de una situación peligrosa con aquel vampiro, solo esperaba que las cosas no se volvieran más peligrosas de lo que ya parecían.
Aun pensando en ello, no se dio cuenta que comenzaba a expresarse en voz alta, - ¿pero por qué han tratado de matarlo? ¿Qué mal podría hacer, más que alimentarse? ¿Ha matado a alguien? ¿ la inquisición está tras usted? – un escalofrío recorrió su espalda, era una ingenua y estaba metida en un lio de los grandes.
Enarcó una ceja cuando él le dijo que los humanos eran como animales, -¿perdón? No somos los que andamos chupando la sangre de los demás, ni sorprendiendo a la buena gente en mitad de un bosque con cara de loco – dijo cruzando los brazos, a veces su boca la metía en más de un problema, ¿Cómo hablar así a un vampiro que se notaba, estaba mal de la azotea? Refunfuño y levantó las manos, sobre su cabeza, en señal de tregua, – está bien, tiene razón, no todos los humanos se comportan como deberían, pero existen otros que no les hacen daño a nadie -, suspiró, - pues si quiere dejar de sentir ese dolor, deberé tocar su cabeza, así que deberá decidir, si el dolor es lo suficientemente molesto o insoportable para que me permita actuar – dijo con un tono de voz serio, como el de un médico a su paciente.
Fue bajando las manos lentamente y mirando a los ojos al vampiro, como lo había hecho en todo momento, sus poderes no le podría servir para salir bien librada de una situación peligrosa con aquel vampiro, solo esperaba que las cosas no se volvieran más peligrosas de lo que ya parecían.
Giada Di Fiorenza- Hechicero Clase Alta
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Re: Gritos de un alma destrozada ( libre)
Frunció los labios con desagrado cuando notó que hasta aquella humana que no lo conocía de nada, mostraba aquella misma pregunta que él se había estado haciendo una y otra vez. ¿Qué mal había hecho para ser merecedor de tanto dolor?. Ni siquiera el hecho de que lo quisieran matar tenía sentido para él, pues no había tocado jamás a alguien sin que fuera estrictamente necesario. Quizás era un ser horrible, al fin y al cabo, no recordaba nada.
- No lo sé mujer, hay gente dispuesta a matar sin necesidad. Y no, no se trata de la Inquisición, por ahora. - Él recordaba que todo aquello tenía que ver con una mujer, pero no con la Iglesia. Al menos eso era lo que le había perseguido cuando despertó, que debía tener cuidado con las mujeres, pues una lo había matado y otra lo había conducido a la muerte. La autodestrucción debía ser una forma de muerte lo suficiente vergonzosa como para que quisiera no hablar de ello.
- Estoy en el bosque precisamente para alejarme de los demás, no reacciono bien a los demás cuando me duele lo suficiente la cabeza como para querer arrancármela a mordiscos.- Y no era broma, había huido de Casstronaut, quien lo quiso abrir en canal para estudiar sus órganos, para internarse en el bosque después de alimentarse. Y, ¿Qué encontraba?. Otra mujer. Maldita fuera su suerte.
- Soy un vampiro, mato por alimento, está en mi naturaleza. - Le dijo con dureza, pues siempre tenía que escuchar que era un anormal por ser vampiro, ¿quién había establecido que tener un corazón palpitante era lo natural?. ¿Acaso no era la muerte también una consecuencia de la vida?. Él no había elegido ser lo que era, lo convirtieron en contra de su voluntad. Pero tampoco pensaba decirle eso a aquella muchacha.
- En cambio los de tu raza matan, roban, violan, masacran y cuando buscas una explicación, no encuentras ninguna. Solo maldad. Sóis animales. No eres mejor que yo solo por ser humana, pero sí posees algo que yo no.- Podría ser la estupidez, ya que sólo alguien lo suficiente tonto podría ayudar a una bestia que había gruñido y prometido con atacar si era tocado por otra persona. Pero quizás fuera de la Inquisición, lo quisiera matar o cortar.
- Adelante, pero si haces algo extraño, cumpliré mi amenaza.- Sólo quería alejarse de ella. El miedo le atenazaba la garganta de nuevo. Era horrible sentir cómo todas sus emociones le extrangulaban el gaznate, haciendo imposible que tragara saliva siquiera, para ayudar a bajar aquella amargura que le golpeaba la lengua.
- No lo sé mujer, hay gente dispuesta a matar sin necesidad. Y no, no se trata de la Inquisición, por ahora. - Él recordaba que todo aquello tenía que ver con una mujer, pero no con la Iglesia. Al menos eso era lo que le había perseguido cuando despertó, que debía tener cuidado con las mujeres, pues una lo había matado y otra lo había conducido a la muerte. La autodestrucción debía ser una forma de muerte lo suficiente vergonzosa como para que quisiera no hablar de ello.
- Estoy en el bosque precisamente para alejarme de los demás, no reacciono bien a los demás cuando me duele lo suficiente la cabeza como para querer arrancármela a mordiscos.- Y no era broma, había huido de Casstronaut, quien lo quiso abrir en canal para estudiar sus órganos, para internarse en el bosque después de alimentarse. Y, ¿Qué encontraba?. Otra mujer. Maldita fuera su suerte.
- Soy un vampiro, mato por alimento, está en mi naturaleza. - Le dijo con dureza, pues siempre tenía que escuchar que era un anormal por ser vampiro, ¿quién había establecido que tener un corazón palpitante era lo natural?. ¿Acaso no era la muerte también una consecuencia de la vida?. Él no había elegido ser lo que era, lo convirtieron en contra de su voluntad. Pero tampoco pensaba decirle eso a aquella muchacha.
- En cambio los de tu raza matan, roban, violan, masacran y cuando buscas una explicación, no encuentras ninguna. Solo maldad. Sóis animales. No eres mejor que yo solo por ser humana, pero sí posees algo que yo no.- Podría ser la estupidez, ya que sólo alguien lo suficiente tonto podría ayudar a una bestia que había gruñido y prometido con atacar si era tocado por otra persona. Pero quizás fuera de la Inquisición, lo quisiera matar o cortar.
- Adelante, pero si haces algo extraño, cumpliré mi amenaza.- Sólo quería alejarse de ella. El miedo le atenazaba la garganta de nuevo. Era horrible sentir cómo todas sus emociones le extrangulaban el gaznate, haciendo imposible que tragara saliva siquiera, para ayudar a bajar aquella amargura que le golpeaba la lengua.
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
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Re: Gritos de un alma destrozada ( libre)
En su cabeza, intentaba responder a todo lo que el inmortal decía, - yo no creo que sea un monstruo por su condición de vampiro - dijo en voz baja, mientras enarcaba una ceja, - como tampoco coincido que todos los humanos seamos una basura inmunda, y disiento con usted, no me parece mal ser un animal, al fin de cuenta, muchos de ellos, son mas amables y humildes que mis prójimos -, suspiró y cerró los ojos como intentando recuperar la calma, que por un segundo había huido lejos de ellos, - creo que prejuzga, de la misma manera como se queja de que lo prejuzgan a usted... si yo fuera todo aquello que acaba de decir, no intentaría ayudarlo, hubiera sacado una estaca para matarlo - su mirada era de puro enojo, pero luego se relajó, - mas no soy ese tipo de persona, no me molesta lo que sea usted, solo quiero ayudarle, aunque le cueste creer o confiar - su mirada buscó la ajena y le sonrió. - ¿que le parece si se sienta en el suelo, así podrá estar mas cómodo? -.
No esperó que él se sentara, buscó un árbol grueso y se sentó sobre sus rodillas, sacándose la capa que la protegía del frío. Le miró desde su altura, con un gesto de su mano le llamaba, luego de acomodar la tela para que él se recostara, - vamos, no le haré daño - volvió a repetirle. Cuando el vampiro se tumbó, le hizo colocar su cabeza en el regazo. Mirándole a los ojos, volvió a sonreír, intentando darle valor, para luego frotar sus manos, hasta que las sintió cálidas, acercándolas al vampiro, pero se detuvo - le tocaré, no se asuste - le volvió a repetir, temerosa de que se molestara. Entonces sus manos acariciaron la cien helada del sobrenatural, el cuello, sus manos recorrieron toda la cabeza del vampiro. Con los ojos cerrados concentrándose, pudo distinguir el terrible dolor de aquel hombre, como si lo que él sintiera, fuera su propio dolor.
Inspiró profundamente, pues el dolor se apoderaba de ella, mientras su don de Vigoris era emanado por sus manos, dando calor, iluminando cada zona por la que sus delicadas manos pasaban. así estuvo un largo rato hasta que un quejido se escuchó en su garganta. Le había pasado toda su energía al vampiro, apenas si podría mantenerse en pie, la falta de fuerzas le hicieron comenzar a temblar, pero esperaba que aquello le hubiera quitado el dolor.
No esperó que él se sentara, buscó un árbol grueso y se sentó sobre sus rodillas, sacándose la capa que la protegía del frío. Le miró desde su altura, con un gesto de su mano le llamaba, luego de acomodar la tela para que él se recostara, - vamos, no le haré daño - volvió a repetirle. Cuando el vampiro se tumbó, le hizo colocar su cabeza en el regazo. Mirándole a los ojos, volvió a sonreír, intentando darle valor, para luego frotar sus manos, hasta que las sintió cálidas, acercándolas al vampiro, pero se detuvo - le tocaré, no se asuste - le volvió a repetir, temerosa de que se molestara. Entonces sus manos acariciaron la cien helada del sobrenatural, el cuello, sus manos recorrieron toda la cabeza del vampiro. Con los ojos cerrados concentrándose, pudo distinguir el terrible dolor de aquel hombre, como si lo que él sintiera, fuera su propio dolor.
Inspiró profundamente, pues el dolor se apoderaba de ella, mientras su don de Vigoris era emanado por sus manos, dando calor, iluminando cada zona por la que sus delicadas manos pasaban. así estuvo un largo rato hasta que un quejido se escuchó en su garganta. Le había pasado toda su energía al vampiro, apenas si podría mantenerse en pie, la falta de fuerzas le hicieron comenzar a temblar, pero esperaba que aquello le hubiera quitado el dolor.
Giada Di Fiorenza- Hechicero Clase Alta
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Re: Gritos de un alma destrozada ( libre)
Escucho sus palabras en silencio, sin abrir sus labios para darle respuesta alguna a sus réplicas. Lo que había aprendido en aquel encuentro, era que aquella mujer parecía ser tan testaruda como absurda. Era peligroso ayudarla, ni siquiera él le aseguraba el no matarla si lo tocaba. Le avergonzaba saber que tenía tanto miedo a una mujer, pero su fobia siempre se alzaba cuando observaba algo femenino.
Tembló y se obligó a tragar saliva, un reflejo humano del que ni siquiera era consciente, pero que solía emitir cuando estaba nervioso. No le gustaba estar a merced de otra persona, pero ella tenía razón. Era mejor que lo ayudase, para poder librarse cuanto antes de aquella situación. Poco importaba si era humana, bruja o algo más.
- Como deseéis - Le respondió con suavidad, como si ahora que su cuerpo iba a estar en sus manos, hubiera aprendido a ser más cuidadoso, midiendo palabras y acciones. Se acercó lentamente al árbol que había señalado y se sentó, esperando pacientemente a que ella se moviera.
Alzó sus ojos claros hacia ella, mostrando una debilidad propia de aquella parte de él que aún no había sido destruida a pesar de todo lo que le había ocurrido; aquella que aún mantenía la fe hacia otras personas, su niño interior. Aquella que podía conseguir de los demás un abrazo maternal o una caricia hermana, gracias a esos grandes ojos de cachorro.
Se sorprendió al notar la energía de ella fluyendo por su interior, un calor tan remoto en su memoria, que se remontaba a su vida humana, cuando se tendía sobre el campo para disfrutar la caricia del sol sobre su piel. El calor era vida, paz y tranquilidad. Era una sensación tan deliciosa, como la sangre siendo vertida en el interior de su garganta.
- Tanta luz - Susurró con reverencia, calmándose tanto como un león cuando decidía tomar una siesta. Casi podría ronronear, si no fuera algo abochornante para él. El dolor remitió tanto que después de unos minutos, a penas sentía la bala de su cabeza.
-Gracias- Su sonrisa fue brillante y especial, igual que la de un niño cuando recibía un caramelo. Aunque se tambaleó cuando vio la palidez de la muchacha, así que hizo algo impropio de él, alzó sus brazos y le ofreció un abrazo, para que esperase entre ellos a que se sintiera mejor.
- Ven, dejaré que mi cuerpo te sirva de descanso. - Hizo algo muy similar a un puchero y apartó sus ojos de ella como si no pudiera sostener su mirada.- Pero no te acostumbres, será sólo una vez.
Tembló y se obligó a tragar saliva, un reflejo humano del que ni siquiera era consciente, pero que solía emitir cuando estaba nervioso. No le gustaba estar a merced de otra persona, pero ella tenía razón. Era mejor que lo ayudase, para poder librarse cuanto antes de aquella situación. Poco importaba si era humana, bruja o algo más.
- Como deseéis - Le respondió con suavidad, como si ahora que su cuerpo iba a estar en sus manos, hubiera aprendido a ser más cuidadoso, midiendo palabras y acciones. Se acercó lentamente al árbol que había señalado y se sentó, esperando pacientemente a que ella se moviera.
Alzó sus ojos claros hacia ella, mostrando una debilidad propia de aquella parte de él que aún no había sido destruida a pesar de todo lo que le había ocurrido; aquella que aún mantenía la fe hacia otras personas, su niño interior. Aquella que podía conseguir de los demás un abrazo maternal o una caricia hermana, gracias a esos grandes ojos de cachorro.
Se sorprendió al notar la energía de ella fluyendo por su interior, un calor tan remoto en su memoria, que se remontaba a su vida humana, cuando se tendía sobre el campo para disfrutar la caricia del sol sobre su piel. El calor era vida, paz y tranquilidad. Era una sensación tan deliciosa, como la sangre siendo vertida en el interior de su garganta.
- Tanta luz - Susurró con reverencia, calmándose tanto como un león cuando decidía tomar una siesta. Casi podría ronronear, si no fuera algo abochornante para él. El dolor remitió tanto que después de unos minutos, a penas sentía la bala de su cabeza.
-Gracias- Su sonrisa fue brillante y especial, igual que la de un niño cuando recibía un caramelo. Aunque se tambaleó cuando vio la palidez de la muchacha, así que hizo algo impropio de él, alzó sus brazos y le ofreció un abrazo, para que esperase entre ellos a que se sintiera mejor.
- Ven, dejaré que mi cuerpo te sirva de descanso. - Hizo algo muy similar a un puchero y apartó sus ojos de ella como si no pudiera sostener su mirada.- Pero no te acostumbres, será sólo una vez.
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
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Re: Gritos de un alma destrozada ( libre)
Jamás una bruja, pensaría que un vampiro podría reaccionar de aquella manera, agradeciendo de una forma tan dulce, posesiva y un tanto protectora, la ayuda que había recibido. Giada, llevó sus ojos a los ajenos, le contempló somnolienta, intentando recuperar fuerzas, las que regresaban lentamente a ella, proveniente de la energía que los rodeaban, la naturaleza, los seres del bosque y la bondad de las almas. la hechicera, desde su llegada a parís, se había mostrado independiente, resuelta, dispuesta a afrontar todos los peligros que le deparara el destino, y la dolorosa soledad, esa que debía sufrir cada noche o cada momento del día, cuando nadie la rodeaba, cuando llegara a su hogar y no existía ni un alma que le dijera que s alegraba de su llegada, o el simple hecho de que alguien le dijera que se cuidara.
Dejó que las ansias de sentirse protegida y cuidada, la vencieran, pues desde que sus padres adoptivos murieran, nadie se había tomado la molestia, ni tan solo por un segundo, para darle un poco de cariño. nunca mas había sentido una caricia, un abrazo. Se sintió tan pequeña, tan niña, desprotegida, cansada, agotada y a la vez, con la necesidad de encontrar un ser a quien proteger y que la protegiera, no en el sentido amoroso, sino en el de familia, esa que ya no tenia.
Se acercó, sin miedos, pero despacio, porque las fuerzas le flaqueaban. dejó que los brazos del vampiro la rodearan, apoyó su mejilla en el pecho del sobrenatural y suspiró, cerrando los ojos y sonriendo tristemente. Se emocionó, no pudo contener las lagrimas, porque de la misma forma como ella había tratado de aliviar su dolor, el vampiro le recompensaba aliviando un dolor mayor, una herida en su alma destrozada, sin rumbo, sin un destino, ni una meta. Las lagrimas mojaron el ropaje del hombre y ella tuvo miedo que aquello molestara al vampiro, pero aún así, no intentó separarse, cuando su corazón dejó de doler, volvió a suspirar, para inspirar profundamente, - gracias, no sabes cuanto necesitaba un abrazo... es horrible sentir que no tienes nadie que le importe que es lo que sientes, lo que te pasa o un lugar a donde volver, cuando las fuerzas flaquean - susurró.
Dejó que las ansias de sentirse protegida y cuidada, la vencieran, pues desde que sus padres adoptivos murieran, nadie se había tomado la molestia, ni tan solo por un segundo, para darle un poco de cariño. nunca mas había sentido una caricia, un abrazo. Se sintió tan pequeña, tan niña, desprotegida, cansada, agotada y a la vez, con la necesidad de encontrar un ser a quien proteger y que la protegiera, no en el sentido amoroso, sino en el de familia, esa que ya no tenia.
Se acercó, sin miedos, pero despacio, porque las fuerzas le flaqueaban. dejó que los brazos del vampiro la rodearan, apoyó su mejilla en el pecho del sobrenatural y suspiró, cerrando los ojos y sonriendo tristemente. Se emocionó, no pudo contener las lagrimas, porque de la misma forma como ella había tratado de aliviar su dolor, el vampiro le recompensaba aliviando un dolor mayor, una herida en su alma destrozada, sin rumbo, sin un destino, ni una meta. Las lagrimas mojaron el ropaje del hombre y ella tuvo miedo que aquello molestara al vampiro, pero aún así, no intentó separarse, cuando su corazón dejó de doler, volvió a suspirar, para inspirar profundamente, - gracias, no sabes cuanto necesitaba un abrazo... es horrible sentir que no tienes nadie que le importe que es lo que sientes, lo que te pasa o un lugar a donde volver, cuando las fuerzas flaquean - susurró.
Giada Di Fiorenza- Hechicero Clase Alta
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Re: Gritos de un alma destrozada ( libre)
Observó sus pasos tambaleantes, esperando pacientemente a que se acercase, sabiendo que en algún momento cedería ante aquello que en su mente aún le decía que era una mala idea. No en vano él la había amenazado antes con asesinarla, pero en aquel mundo, en el que sólo existían los asesinos; tanto de la integridad física, como la de sus sentimientos. Matando corazones que inocentemente esperan recibir un poco de aquello que dan. Pobre criaturas, entregándose como sacrificios en un altar sucio, sin redención.
La albergó entre sus brazos, apretándola con suavidad, mientras frotaba su espalda con lentitud, igual que haría con un animal. En el fondo, era así como pensaba de ella, como una mascota que alguien había abandonado, sin mirar atrás. ¿Quién le mandaba a querer, a alargar su mano buscando que alguien la tomase?. Eso era lo que sucedía cuando intentabas confiar en alguien más, que siempre salías herido.
Suspiró y escuchó su llanto, sin saber qué hacer con sus lágrimas. Así que la apretó un poco más y le acarició el pelo. Se distrajo con la suavidad del mismo, permitiéndose el bajar su mirada hacia aquellas hebras doradas que le eran similares a otras. Aún no sabía muy bien a qué, ya que cuanto más intentaba averiguarlo, su mente le devolvía una punzada dolorosa. Así que lo dejó ir. Tenía tiempo para recuperar las piezas que había perdido.
- Lo sé. – Respondió con tranquilidad a sus palabras. Él ni siquiera sabía si alguna vez había sido abrazado, así que en ese aspecto, podía decirse que estaba aún más perturbado que ella, pero no dijo nada al respecto.
- Esa sensación de vacío que no parece llenarse, el hormigueo en tus dedos intentando alcanzar algo que hace mucho tiempo se esfumó en el aire. Un recuerdo roto que sólo duele, impidiéndote avanzar. – Se rió sin humor.- Como una mordedura que arde e intentas olvidar, pero sigue allí, marcada en la piel. Y cualquier intento de aliviar la comezón, sólo sirve para empeorar la herida.
Limpió sus lágrimas con la manga de su camisa, con suavidad, intentando calmarla, para que no siguiera llorando. Aunque algo le decía que era sólo una forma de vaciar todas aquellas quejas que tenía dentro y no había contado a nadie más. Así que guardó silencio para que dijera todo lo que tenía dentro, al fin y al cabo, él era lo único que podía hacer. Escuchar.
La albergó entre sus brazos, apretándola con suavidad, mientras frotaba su espalda con lentitud, igual que haría con un animal. En el fondo, era así como pensaba de ella, como una mascota que alguien había abandonado, sin mirar atrás. ¿Quién le mandaba a querer, a alargar su mano buscando que alguien la tomase?. Eso era lo que sucedía cuando intentabas confiar en alguien más, que siempre salías herido.
Suspiró y escuchó su llanto, sin saber qué hacer con sus lágrimas. Así que la apretó un poco más y le acarició el pelo. Se distrajo con la suavidad del mismo, permitiéndose el bajar su mirada hacia aquellas hebras doradas que le eran similares a otras. Aún no sabía muy bien a qué, ya que cuanto más intentaba averiguarlo, su mente le devolvía una punzada dolorosa. Así que lo dejó ir. Tenía tiempo para recuperar las piezas que había perdido.
- Lo sé. – Respondió con tranquilidad a sus palabras. Él ni siquiera sabía si alguna vez había sido abrazado, así que en ese aspecto, podía decirse que estaba aún más perturbado que ella, pero no dijo nada al respecto.
- Esa sensación de vacío que no parece llenarse, el hormigueo en tus dedos intentando alcanzar algo que hace mucho tiempo se esfumó en el aire. Un recuerdo roto que sólo duele, impidiéndote avanzar. – Se rió sin humor.- Como una mordedura que arde e intentas olvidar, pero sigue allí, marcada en la piel. Y cualquier intento de aliviar la comezón, sólo sirve para empeorar la herida.
Limpió sus lágrimas con la manga de su camisa, con suavidad, intentando calmarla, para que no siguiera llorando. Aunque algo le decía que era sólo una forma de vaciar todas aquellas quejas que tenía dentro y no había contado a nadie más. Así que guardó silencio para que dijera todo lo que tenía dentro, al fin y al cabo, él era lo único que podía hacer. Escuchar.
Adrik Ivanović- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/07/2013
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