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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por John W. Halsted Lun Ago 10, 2015 11:57 pm

“You shall love, whether you like it or not”
- To The Wonder



“Han pasado dos horas desde la última vez. El hambre se había ido, sin embargo aún me siento débil. El nuevo extracto ha probado ser más potente como inhibidor del hambre pero sus propiedades aletargadoras son las más elevadas de todas las muestras. Se recomienda evitar su uso en humanos”

Aquella nota podía leerse en uno de los papales que tapizaban el suelo del pequeño cuarto donde se encontraba. El olor a incienso y perfume disimulaba bien aquel que despedía aquella mezcla extraña de sangre y la sustancia que describía la nota. Lo que no podía disimular era el, aunque ligero, penetrante aroma de la carne muerta quemada pues para inyectar aquella sustancia en su cuerpo le era necesario usar una aguja hueca hecha de plata para penetrar su piel. El lugar donde decidía clavar el pequeño artefacto era indiferente, sin embargo siempre lo hacía en el brazo, como si siguiese los manuales médicos que había leído cuando aún era humano. De la misma forma que lo había hecho con su esposa hace 164 años.

Resquicios de su humanidad perdida como ese aún escapaban de aquel cuerpo muerto. Eso era quizá lo que le había permitido vivir tanto tiempo sin haberse vuelto loco ya. En realidad no era su humanidad la que buscaba mantenerse viva sino su cordura, pues no podía negar que ahora era no más que una bestia sedienta de sangre. Prueba de ello era que el hambre que horas antes había quedado atrás comenzaba a regresar, sus sentidos lo hacían también, todos en pro de encontrar aquel líquido vital que le permitía seguir con vida.

En esa misma habitación hace tan sólo unos minutos había estado una de sus cortesanas favoritas. Ella era callada y no hacía muchas preguntas, sin embargo era del tipo que puede hacerte sentir amado el tiempo que permanezca en tu cama. No muchas mujeres tenían esa virtud, su esposa la tenía y además de Yin no conocía a otra mujer que la tuviera. Aunque claro no todos los días buscaba eso. Otros días le apetecía sentirse humillado, que para la mujer que tuviese a su lado él fuera tan indiferente como el siguiente cliente, o el anterior. Con ello no suponía que Yin sintiese algún tipo de afecto por él pues su tarifa era incluso más alta que la del resto de cortesanas, tan sólo le parecía que mientras menos viera a Yin menos tiempo le tomaría encariñarse con ella, situación que en un corto tiempo terminaría por convertirse en una escena desagradable. Por ello se levantó y le echo seguro a la puerta. Y aunque fue rápido en su actuar aquella decisión le requirió más fuerza de voluntad que física.

Del bolsillo izquierdo del pantalón extrajo un pequeño frasco de muestras, muy parecido al que había contenido la mezcla que horas antes había introducido en su cuerpo y que ahora contenía una muy parecida  pero diferente en su composición. Esta era una mezcla probada que le permitía dimitir sus impulsos más bajos y controlar no sólo su hambre sino lo sentidos asociados a esta. Era lo que usaba cada que visitaba el hospital.

Mientras extraía el líquido del frasco con la aguja hueca hacia un pequeño tubo de vidrio para luego introducirlo en su cuerpo no podía evitar recordar a su esposa y con ello todas las veces que él había hecho lo mismo por ella. Era parte de su penitencia y lo aceptaba.

La “droga” tardaba algun tiempo en actuar así que se recostó en la cama aún con las sabanas hechas girones y el perfume de Yin en el aire. Siempre le había gustado cerrar los ojos mientras la sangre recorría lentamente su cuerpo y cuando estaba a punto de hacerlo escuchó los pasos apresurados de la cortesana quien recorría el pasillo hasta llegar a su cuarto y llamaba a la puerta con aparente excitación.

¡Jonhy! ¡Jonhy! ¡Tienes que venir conmigo, alguien necesita tu ayuda! – Le dijo tan pronto lo vio en la puerta del cuarto mientras lo sostenía del brazo y lo halaba con fuerza.


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The Prison of the Mind Empty Re: The Prison of the Mind

Mensaje por Lucienne de Jussieu Dom Ago 30, 2015 12:17 am

En contadas ocasiones, quizás una o dos veces al año, Lucianne tenía la posibilidad de estar completamente a solas en cada instante del día. Aquella condición significaba no contar con la compañía del guardaespaldas que su padre había contratado y que ella secretamente deseaba como algo más que su seguridad personal. Desde lo ocurrido en su habitación, Johan no la dejaba ni a sol ni sombra, por lo que algo muy grave debió de haber sucedido para que justo aquel día tuviera que viajar y ella pudiera al fin sentir que no era más un ave encerrada en una jaula de oro. Porque no importa de qué esté hecha, una jaula siempre será sólo eso.

La muchacha aceleró el paso y se acomodó la capa sobre la cabeza para ser aún más invisible entre las sombras. Es cierto que le temblaban las manos cuando usó la llave que una de las empleadas le había prestado para abrir la puerta principal, pero quizás se debía más a la adrenalina que al miedo. Si bien todos los guardias debían rendirles cuentas a su padre, era ella finalmente quien era capaz de sobornarlos mejor que cualquiera de sus enemigos. A veces sólo bastan gestos amables para que las personas se entreguen fácilmente y ella, aunque tuviera que engañarse incluso a sí misma, lo haría para cumplir su objetivo. El cual en este caso no era sino ir hasta un burdel por primera vez en su vida y aprender todo lo que necesita para poder conquistar a Johan.

—Una copa de vino estaría bien… —su respiración aún estaba agitada cuando una camarera se acercó a preguntarle qué era lo que deseaba un cuarto de hora después de haber ingresado al local. Lucianne se lo habría imaginado como algo mucho más… terrible, espeluznante, no tan… vivo. ¡Porque así es como estaba! Los ojos le brillaban con la mezcla de la vergüenza de sus mejillas coloreadas y la emoción de ser partícipe directa de lo que estaba sucediendo. Cuando la mujer trajo su pedido notó por primera vez su falta de vestimenta y también lo bien que se veía ese color en contraste con su piel tostada. Ojalá ella pudiera lucir así cuando está en ropa interior, ojalá su cuerpo pudiera parecer más el de una mujer que el de una niña.

Lucienne soltó un suspiro y jugó con los dedos en la base de la copa. Se le veía aislada pese a estar tan rodeada de gente. Quizás extrañaba la presencia siempre cercana de Johan o tal vez, sólo tal vez, lo extrañaba a todo él. Incluso a esos ojos que parecen regañarla siempre.

Tiene claro que ahí no encontrará lo que anda buscando, ella jamás podría cantar o moverse como esas mujeres, tampoco lograr ser así de sensual cuando su mayor atractivo es una herencia que su padre podría dejarle. Pensar que más pronto que tarde le buscarán un marido que asegure su posición económica la hace enojar. Lucienne se pone de pie bruscamente y pierde un poco el equilibrio, su copa se derrama y ella se enreda con la silla. Siempre ha sido torpe pero ahora se ha excedido. El golpe que su cabeza da contra la superficie de madre del piso se escucha tan mal como se siente y la visión se le nubla hasta que lo que estaba en colores termina siendo absorbido por la oscuridad.

Ahí en medio del burdel con el vestido azul arremolinado a los pies y la capa cubriéndole sólo uno de los hombros, la muchacha pierde el conocimiento y también un poco de su dignidad.


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The Prison of the Mind Empty Re: The Prison of the Mind

Mensaje por John W. Halsted Jue Oct 08, 2015 12:20 am

La segunda dosis, la que procuraría inhibir su hambre mientras la droga hacía efecto estaba ahora en el suelo. Sus manos no habían podido contener el pequeño frasco con la sustancia después de la sacudida y sus sentidos, debido a la primera dosis, eran aún peores que los de un humano como para reaccionar y evitar que el frasco se reventase contra el suelo derramando su contenido. Yin no se había dado cuenta de lo que había provocado y seguía insistiendo halando a John del brazo. Después todo ocurrió de prisa, cuando pudo reaccionar ya se encontraba en una habitación alejada de los cuartos para los clientes y donde sólo había una pequeña cama alta y un lavamanos. En las paredes colgaban pequeñas repisas más llenas de polvo que de medicamentos.

— Parece que se dio un golpe en la cabeza. Había mucha sangre y tuvimos que traerla aquí. Pero a mí no parece nada grave ¿cierto, Jonny? – El dueño del sitio era un hombre asiático. Pequeño y con grandes ojos  — Por suerte estás aquí eh Jonny, tú puedes arreglarlo  – El hombre estaba genuinamente preocupado, probablemente más por tener que explicar un cadáver que por quién fuese ese cadáver.

El tiempo ahora se sentía lento para John. Aún sin asimilar por completo lo que estaba pasando actuaba casi mecánicamente.  Pasó una de sus manos por debajo de la cabeza de la mujer mientras sostenía su frente con la otra y comenzó a examinarla. La herida en su cabeza iba a dejar una fea cicatriz pero nada que un par de puntos no arreglasen. El tamaño de sus pupilas era el mismo y no parecía haber sangrado interno. La sacudida había sido fuerte y probablemente le tomaría unos minutos despertar sin embargo todo parecía estar bien.

Déjenme sólo con ella – les dijo sin dejar de examinarla y tras una breve pausa, intuyendo su reacción, agregó — Hagan lo que digo. Salgan de aquí y cierren la puerta. Que nadie entre. No puedo asegurar que vaya a lograrlo, puede haber sangrado interno, no puedo saberlo con certeza, no ahora.  — Su estado seguía empeorando, aunque no le era posible exteriorizar los síntomas la droga en su cuerpo comenzaba a reaccionar  — Han hecho lo correcto, yo me encargaré desde aquí — Por un segundo dejó de ver a la mujer y miró fijamente al dueño, no hubo necesidad de usas sus poderes, sólo debió decirle lo que aquel hombre quería escuchar. Un problema como ese era lo último que aquel hombre necesitaba, en realidad no le importaba terminar con un cadáver o con un vivo siempre y cuando no fuese su problema al final.

Cuando salieron del cuarto y cerraron la puerta del otro lado el sonido del cerrojo tranquilizo a John. Con delicadeza poso la cabeza de la mujer sobre la cama y giro para encontrar el lavamanos, la sangre en sus dedos salió con facilidad, pero el olor se quedó. Hacía cuatro días desde la última vez que se había alimentado, Lucy había sido su donante. En sus planes estaba volver a alimentarse por lo menos en 4 días más, dos dosis darías lo harían posible, incluso una si lograba pasar los primeros días. Estaba equivocado.

Desde su punto de vista tenía dos opciones, las dos perfectamente viables aunque una más fácil que la otra. La primera era alimentarse de aquella mujer. Tomar el cuerpo después y sacarlo de ese lugar. La segunda opción era lo opuesto, esperar ahí hasta que la droga hiciese efecto y pudiese evitar el hambre. En cualquiera de los casos la decisión no parecía ser suya, ni tampoco de ella. Como muchas otras veces su vida se veía a merced de las circunstancias, del azar, del destino, de la vida, de la muerte. Sus habilidades habían probado ser insuficientes, a lo largo de su vida había visto más de un milagro, de la vida desconocía todo, aún a estas alturas lo sorprendía día a día, quizá por ello no se había vuelto loco aún, y ante todo esto nunca en su vida John había pedido por uno de esos milagros como ahora.

Una pequeña sonrisa escapo de sus labios mientras se dejaba caer al pie de la puerta recargado sobre esta esperando que ella despertase.


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The Prison of the Mind Empty Re: The Prison of the Mind

Mensaje por Lucienne de Jussieu Mar Dic 08, 2015 10:57 pm

Cada vez que Johan sonríe ella siente que se le contagia la sonrisa, que en su pecho crece una pequeña enredadera que comienza a cubrir todo hasta que se siente verde, completamente llena de hojas diminutas que tapan todo lo demás. Se siente viva a través de ese follaje y también protegida, cubierta por algo tan simple y a la vez tan complejo. ¿Entonces de dónde viene el escalofrío que le recorre todo el cuerpo? La mueca en el rostro de su guardaespaldas cambia y se siente vacía, gélida como la mirada de un enemigo, tan desprovista de calor que comienza a frotarse los brazos hasta que se da cuenta que no los siente, que no está presente pese a que todo aparece frente a ella en los colores más vivos que ha visto. Johan va desapareciendo junto con lo demás. Es injusto pero también doloroso. Muy. Lo que más duele es su cabeza, es como si la hubieran golpeado en repentinas ocasiones y ahora llegara todo el dolor junto.

Como un demonio despiadado la realidad aparece de golpe. Abre los ojos como dos platos enormes y no reconoce nada de lo que ve. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde lo último que recuerda? Vuelve a cerrarlos porque el dolor se intensifica cada vez que intenta enfocar algún elemento en la habitación. Quizás lleva días en la misma posición o no se explica que sus miembros se sientas adormecidos y que la espalda le duela como jamás lo ha hecho. Es casi como haber trabajado alguna vez, es casi como aquella vez en que intentó quitarse la vida pero un ángel caído de ojos azules la salvó para volver a dejarla caer. —¿Quién es usted? —Esta vez despertó encontrando un rostro que no conoce, un rostros que no le produce confianza y que le hace por un lado querer salir corriendo y por el otro desear ser capaz de hablar más para poder hacer preguntas. La veta curiosa de Lucianne aflora cada vez que se enfrenta a lo desconocido. ¿Dónde estoy? ¿Quién me trajo aquí? ¿Qué es lo que quiere de mí? ¿Por qué me mira de ese modo? Ninguna de esas preguntas sale a la luz, todo lo que puede verse en esa habitación son sus ojos asustados.

Cuando intenta sentarse le resulta imposible, las imágenes que antes eran borrosas ahora se hacen aún peor. Es como si todo sucediera en cámara lenta y al mismo tiempo llegan a ella los recuerdos de una forma violenta pero absolutamente necesaria. Estaba en el burdel y tropezó con algo que la hizo caer, de ahí puede explicar el dolor en la cabeza, pero todo lo demás o por qué ese hombre es su única compañía. —¡Yo no trabajo aquí! —la prisa con que lo dijo delató como se sentía. Se llevó la mano a la cabeza y notó que había algo líquido. ¿Estaba sangrando? ¿Cómo era posible que aún siguiera donde sea que está y no la llevaran a un hospital? Iba a morir ahí sin que nadie supiera quién es ella para poder contactar a su padre. Era una situación muy estúpida que ella misma se había buscado. ¡Johan tampoco nunca sabría lo que sentía por él! Malditos todos, maldecía a su idiota cabeza por darle ideas tan poco inteligentes que la tenía ahora al borde de la muerte.

¿Por qué no podía simplemente quedarse en su casa esperando a que Johan llegara?

Quería llorar, quería desaparecer. Quería…

Quería mantener los ojos abiertos pero no pudo. Todo lo que podía hacer es volver a sentir que la oscuridad se apodera de ella y que también vuelven los sueños, pero esta vez son cálidos, tienen sol, tienen sonrisas amables y un abrazo cargado de amor que le parece tan real, tan real que no puede ser mentira. Esto debe ser lo más cercano al paraíso. Ojos azules y una barba espesa.


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The Prison of the Mind Empty Re: The Prison of the Mind

Mensaje por John W. Halsted Sáb Mar 26, 2016 1:31 pm

La levedad del ser del humano a veces le producía nauseas. Él, habiendo sigo humano alguna vez no podía más que soportar a medias el asco que le producía la vida. En el fondo se sabía hipócrita, no sólo por reconocerse igual de frágil alguna vez sino por la vida que profesaba y la auto proclamada lucha contra la muerte que venía con esa vida.

La sola imagen de aquella mujer, la forma en la que actuaba y el inundo olor a miedo que despedía le provocaba al mismo tiempo querer arrancarle el cuello que salvarle. La indiferencia nunca había sido una característica especifica de John. Su lucha interna siempre era esa. La vida o la muerte. Incluso cuando no hacía nada tomaba una decisión. Y ahí en ese pequeño cuarto de uno de los sitios más decadentes de la ciudad, él tenía ese poder.

“Pero nosotros, los humanos, aún tenemos un par de buenas batallas que dar antes de rendirnos” —susurro para él, recordando las palabras de uno de sus mentores, su padre. Acto seguido se levantó del suelo y se dirigió hacia los pequeños estantes que colgaban de la pared y que hacían de dispensario médico. De ellos cogió un par de agujas, hilo y una botella de alcohol que seguramente algún borracho descuidado había dejado ahí.

Cuando dio la vuelta observo entonces, por un instante, el rostro de esa mujer. No necesitó sus poderes para saber lo asustada que estaba, quizá aterrorizada. Pensó que era probable que si no fuese porque se había desmayado de nuevo ella hubiese entrado en un estado de shock, su corazón se hubiese detenido o sus pulmones dejado de funcionar. Quiso entonces sentir pena, o culpa, pero no pudo. Aquella mujer no era diferente que cualquiera de sus pacientes, ni de los vivos ni de los muertos. Y esa era una buena señal, pensó.

Colocó todo sobre una bandeja y se acercó a la mesa donde se encontraba ella. La sangre de la herida en su cabeza no dejaba de fluir y le hizo retroceder un poco cuando su olor le dio de golpe. — ¡A la mierda! —dijo para sí mismo mientras tomaba uno de los brazos de la mujer y le hacía un pequeño corte en la palma de la mano, luego, usando la botella de alcohol como receptor hizo que la sangre que comenzó a salir de la herida terminara dentro de la botella. Cuando tuvo suficiente agito la botella y le dio un gran trago de golpe, sintiendo con ello un alivio casi inmediato. Luego, el resto del contenido lo vacío sobre la bandeja, bañando con él la aguja y el hilo.

Sin perder mucho tiempo comenzó a suturar lentamente la herida en la cabeza de la mujer. Aquel no iba a ser su mejor trabajo, lo tenía bien claro, sin embargo estaba logrando cerrar la herida y detener el sangrado. Cuando estaba a punto de terminar la mujer volvió a despertar, pero esta vez lo hizo abruptamente, eso hizo que el hilo que ahora cerraba su herida se deslizase fuera de los puntos de sutura. En ese momento, John no pudo evitar que ella se levantara de la mesa, sus reflejos aún no regresaban del todo. La escena era un completo desastre, parecía un acto de barbarie más que un procedimiento médico. La sangre había comenzado a salir de nuevo y la posición que mantenía no era la más adecuada para minimizarlo. La conmoción del instante había dejado paralizado a John.

Lucienne ¿cierto? —le dijo después de un momento. El nombre le había vendo de golpe a la cabeza. Al parecer sus poderes comenzaban a regresar. — Mi nombre es John. Estoy tratando de ayudarte —su poder de persuasión también comenzaba a funcionar y a actuar sobre ella — Te has hecho una horrible herida en la cabeza. Necesito cocerla antes de que pierdas más sangre. ¿Por qué no regresas a la mesa y me dejas terminar?


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The Prison of the Mind Empty Re: The Prison of the Mind

Mensaje por Lucienne de Jussieu Mar Jun 28, 2016 1:40 am

—¿Quién es usted?— preguntó retrocediendo ante la escena que veía. La habitación no estaba bien iluminada, ese hombre la llamaba por su nombre y justo en ese instante una gota de algo espeso le caía por el rostro, algo que terminó dándose cuenta era su propia sangre. Apenas las palabras salieron de su boca tuvo la sensación de ya haberlas dicho antes, como si aquella terrorífica historia estuviera repitiéndose una y otra vez. Las rodillas le temblaban y sólo asintió a cada cosa que él decía. En realidad un nombre no ayudaba mucho pues seguía sintiéndose insegura pero la explicación le parecía lógica considerando que debió llevarse la mano a la cabeza para evitar que la herida siguiera sangrando tan profusamente como lo hacía.

Lucienne no confiaba en él, sus ojos eran muy misteriosos y sus labios apenas visibles, aquellos eran claros signos de tensión. Aún así se movió lentamente hasta quedar al borde de la mesa que él le indicaba pero sin llegar a subirse, la fuerza en los brazos no le daba para terminar tal acción y se arriesgó a permitir que él tuviera que tocarla para poder alzarla. Las manos del hombre eran frías o quizás era su propio miedo lo que le estaba bajando la temperatura, nada de eso importaba mucho a esta altura, su vida estaba en riesgo y no por lo que él pudiera hacerle, más bien por lo que ella se había hecho a sí misma. —¿Dónde estoy? ¿Sigo en el… en el burdel?— la última pregunta la hizo casi susurrando, de haber tenido algo más de sangre en el cuerpo toda se habría acumulado a la altura de las mejillas. Se arrepentía, eso estaba claro, había ido en busca de algo que creía necesitar y se había encontrado de plano con esto.

Cerró los ojos y esperó que viniera lo peor. Su cuerpo temblaba cada vez más fuerte y durante algunos momentos no sabía si seguía despierta o había perdido la consciencia. La voz de John le parecía lejana, como si perteneciera a una realidad donde ella no tenía cabida, se sentía cada vez menos ella y cada vez más alguien que había ocupado su lugar. Quería gritarle que aquella mujer era una impostora, que no creyera las palabras que pudiera decir o las acciones que pudiera cometer, quería comenzar a correr hasta alcanzarla y que le devolviera su cuerpo, su vida, esa voz que hasta entonces no le gustaba pero que ahora extrañaba. ¿Qué pasaría si esa otra persona fuera mejor que ella? ¿Qué pasaría si a todos les gustara más la otra? Sus pensamientos la llevaron otra vez hasta Johan y comenzó a llorar como si fuera pequeña y necesitara consuelo, lloraba con los ojos cerrados y los labios lastimados de tanta fuerza con la que se los mordía.

—¿Dónde estoy? —esta vez su pregunta al despertar fue otra. Sin embargo la llenaba la misma sensación que la última vez, tenía los ojos arenosos y el dolor intenso que le atravesaba desde una sien a otra. —¿Ya terminó? ¿Todo está bien? ¿Por qué estoy acá y no en un hospital? —dijo sin moverse, concentrada en recordar de memoria el lugar en el que se encontraba por si después necesitaba alguna pista para poder volver. Repasó los muebles de forma mental y también la ropa que lucía el hombre cerca de ella. Ya no sentía tanto miedo, tampoco confianza extrema, pero estaba segura de que si él quisiera hacerle algo, algo tan terrible como lo peor que pudiese imaginar, ya lo habría hecho.

O quizás sólo estaba aguardando, después de todo las torturas se tratan de eso.


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