Lucy [Privado]

por **John W. Halsted** Lun Ago 24, 2015 12:17 am

God’s not watching.
He’s too busy not saving sick children and letting people starve.

Elkins, ese era el apellido de la enfermera que lo acompañaba aquella noche. Lucy Elkins tenía cinco meses trabajando en el hospital y John había coincidido con ella en sólo tres ocasiones. Elkins era una mujer joven, no debía de pasar los 20 años, aún así trabajaba dos turnos cuatro veces a la semana. Vivía sola en un pequeño cuarto rentado cerca del centro y todos los días caminaba desde su casa hasta el hospital saludando a todo cuanto se cruzaba en su camino, en pocas palabras, Lucy Elkins estaba llena de vida. Sin embargo, todas y cada una de las veces que se encontró frete a frente con John nunca dijo una sola palabra.

Por suerte para Lucy, la mayoría del tiempo John se la pasaba en el laboratorio, o en las forjas, o en uno de esos raros –días buenos-, en la morgue, realizando experimentos. Muy rara vez recorría las habitaciones de los pacientes y con mucho menos frecuencia las salas comunes donde se mantenían a los enfermos que no podían pagar una habitación propia. Si una emergencia se presentaba, había además de John un par más de médicos prestos a atenderla. Aun así, lo primero que la enfermera Elkins hacía al llegar al hospital en su turno nocturno era revisar uno a uno todos estos sitios en busca de John, lo hacía a escondidas y con el mayor sigilo posible. Esta noche lo hizo de nuevo, aun sabiendo que el Doctor Halsted no había puesto un pie en el hospital desde hace más de 2 meses.

En realidad, John no había salido de su casa desde hace mucho más tiempo que ese. Pasaba por una especie de etapa depresiva, inducida en parte por someterse a una inútil abstinencia y en general por la época del año. De alguna forma el invierno lo hacía recordarla.

Cuando le dijeron a Lucy que debía ir a buscar al Doctor Halsted a su casa, ella hubiera preferido en todo caso ser despedida, ser alejada de su hermosa pequeña casa y extirpada de lo que ahora conocía como su nueva vida. Regresar con sus padres a su pequeño pueblo en Inglaterra y nunca haber conocido a John W. Halsted, pues lo que encontró al cruzar aquel umbral marcaría su vida para siempre.

La emergencia estaba relacionada con una mujer que había sido atacada por un animal, o eso era lo que se presumía entre los hombres del coche ambulancia y los médicos suplentes en turno, la realidad era que nunca habían visto en su vida un caso similar. Pero precisamente por ello era que a nadie le importaba que el Doctor Halsted se presentara en el hospital acompañado de una enfermera después de tanto tiempo sin una explicación aparente.

La mujer que yacía moribunda frente a John había sido atacada por un licántropo, de aquello no le cabía duda, le sirvió un vistazo rápido para darse cuenta. Huesos, carne y sangre. El humano estaba compuesto de huesos, carne y sangre, y de esas tres cosas, John sólo estaba seguro de poder salvar una. Recolecta toda la sangre que puedas, le ordeno a Lucy. Tómala de su cuerpo mientras aún está caliente, extráela de sus venas, de las que aún están intactas. Hazlo con prontitud. No tardaran en llegar.

Así como la carne desgarrada por los dientes de un lobo le era tan familiar a John, también lo era el uniforme de la Inquisición, y su relación con los auto-proclamados hombres de dios no era tan buena como para dejarse ser atrapado por uno de ellos “exprimiendo” a una de sus compañeras, o como para dejar morir a uno más de ellos que llegara al hospital aquella noche.

por **Brünhilde Vilhjalmsdottir** Mar Sep 01, 2015 12:24 am

Oh, silencioso bosque, te atravieso
Con el corazón tan lleno de miseria
Por todas las voces que caen de los árboles,
Y las hierbas que rasgan mis piernas.
—Elizabeth Eleanor Siddal.

Había sólo una cosa que motivaba a Brünhilde a seguir en aquella logia maldita y eso era la venganza y repulsión que sentía hacia a quienes ella culpaba de la muerte de su padre. Sin pensar en las consecuencias, huyó de Noruega, terminó siendo capturada por inquisidores, pero al tener conocimiento de la cofradía a la que pertenecía el mismísimo Papa, la cambiante fue reclutada. Ella traicionó a los suyos, dejó a un lado a su familia y se unió a un grupo de demonios que sólo querían esparcir caos en todos los rincones del planeta. Ahora ella los estaría apoyando en esa oscura misión y para nada le importaba. Era egoísta y prefería continuar de esa manera, quizás así no tendría el mismo destino que su progenitor.

Repudiaba tener compañía a la hora de cumplir con sus misiones, pero eso era algo de lo que no podía escapar estando en la inquisición y ahora con Cagnazzo metido en otros asuntos, no podía hacer más nada, tenía que cumplir ordenes. Y en partes estaba bien tener al consejero del Papa lejos, la luna llena amenazaba con nublarle la razón y la inquisidora no quería estar cerca para presenciar semejante cosa. Sin embargo, era su jefe, tampoco podía descuidarlo, así que siguió sus pasos con cautela.

Estando en el sendero del bosque rastreó a la mujer con la que se supone haría equipo. Era una novata y eso le irritaba enormemente a Brünhilde, quien sólo buscaba resguardar la seguridad de su líder. Pero aquella cría que se estaba empezando a creer una mártir, ya la estaba sacando de quicio, aparte, terminó metiéndose en cosas que poco eran su asunto, como por ejemplo, descubrir la verdadera identidad de Cagnazzo. La cambiante evitó no armar demasiado escándalo y el imbécil de Piero no estaba para ayudarla en ese instante. La chica se internó en aquel bosque espeso, pero Brünhilde no la siguió desde un principio, la abandonó a su suerte, observando a lo lejos como aquel feroz lobo la despedazaba y con suerte, ante una señal, la bestia terminó huyendo, dejando moribunda a la mujer.

— ¿No querías librar al mundo del lobo infernal? —Se burló Brünhilde al verla en el suelo—. Debo eliminarte por meterte en lo que no te importa.

La arrastró fuera del lugar, pero antes de que pudiera deshacerse de ella, unos pobladores de las zonas alejadas se percataron de la presencia de ambas. Brünhilde huyó, valiéndose de su habilidad de cambiante y para su suerte, aquellos sujetos se llevaron a la otra inquisidora, que aún seguía con vida. Los siguió de cerca hasta parar en el hospital. Debía idear un plan para deshacerse de aquel estorbo, así que sin decir nada, se dirigió de inmediato al hospital, descubriendo la ubicación de la mujer en alguna habitación apartada. Era lo que solían hacer con los heridos de sobrenaturales. Sin embargo, lo que vería Brünhilde para nada le contentó.

— ¿Qué creen que están haciendo? —Interrogó al hombre y a la mujer que se hallaban frente a la otra inquisidora. Por las pintas que traían, de seguro trabajaban en el hospital—. Huy, con qué están haciendo experimentos ilegales, que interesante.

Brünhilde cerró la puerta con llave, había burlado al personal del hospital, pero no se esperaba que quien estuviera atendiendo a su "compañera" fuera nada más y nada menos que un vampiro. Eso podría resultar interesante y quizás las cosas no parecian ser tan malas y mucho menos para una chantajista de su nivel.

— ¿Qué ocurre? ¿Acaso van a dejar que se convierta en un peludo y apestoso lobo?

por **John W. Halsted** Vie Oct 23, 2015 11:50 pm

La frialdad de la mujer que se presentaba frente a él no le pareció extraña. Cuando llegó a París, los inquisidores habían sido los primeros en darle la bienvenida y desde aquel momento había aprendido a reconocer a más de uno sin tener que mirar su uniforme o usar sus poderes. Cuando le hicieron la primera visita ya sabían todo de él y lo que querían obtener. Buscaron reclutarlo, le ofrecieron un puesto dentro del equipo médico de la inquisición e incluso le prometieron “ayuda” para sus experimentos, sin embargo a John no le fue difícil rechazar la oferta después de escanear la mente de sólo un par de esos hombres. Lo cierto era que de cierta forma él mismo y el medio al que pertenecía no distaban mucho de la inquisición, sus métodos e ideales tenían la misma esencia que los suyos y los de sus colegas a pesar de tener impulsos y motivos diferentes y quizá fue por ello mismo que no pudo encajar ahí pues los hombres como él no debían de estar juntos, al contrario, debían de encontrarse en lugares opuestos pues así podían mantenerse a raya unos a otros.

— Continué, enfermera Helkins, el tiempo es vital. — su voz era suave y calmada a pesar de la situación. Lucy por su parte se había sorprendido al principio pero después de escuchar a John reanudo su tarea, este por su parte se dirigió ahora a la inquisidora — No esperaba que estuviese en tan buen estado. Usualmente un ataque como este debería de tener más víctimas. Como médico resulta un alivio ver que no es así, sin embargo, no le voy a mentir, me da curiosidad saber por qué.

La mente de John era genuinamente inquisitiva. Después de haber descubierto su habilidad de indagar en la mente de las personas constantemente le inundaban preguntas sobre las intenciones de una persona, sobre sus impulsos y anhelos. Para él, la mente humana era a veces mucho más interesante que los órganos y tejidos que constituían su cuerpo. Durante su estadía en el Instituto Médico de Berlín su trabajo se había concentrado en comprender la psique humana, mucho después la vida lo había llevado por el camino del cuchillo y la aguja, sin embargo nunca había dejado de interesarse por lo que el pensamientos de una persona podía decirle.

— Tiene razón. Esta mujer ha sido infectada con licantropía, no es posible salvarle sin tener que arriesgarse a una transformación. Sin embargo, no es mi intención quitarle la vida, no solemos hacer eso en un hospital. — Mientras John hablaba, Lucy continuaba extrayendo muestra tras muestra de la sangre de la mujer. — Lo que la enfermera Helkins hace ahora es extraer sangre del cuerpo de esta mujer. Contrario a lo que quizá esté pensando, la intención de esto no es llenar mi alacena. Aunque le parezca irónico, muy poco sabemos de la sangre y me gustaría estudiar este particular caso. Cuando hayamos terminado podrá hacer lo que crea pertinente con el cuerpo. No es necesario que permanezca dentro del cuarto, yo mismo le avisare cuando hayamos terminado. — Tal como si se tratase de un familiar, John le había dado la espalda a la inquisidora para concentrarse en su paciente. Por supuesto que no esperaba que ello funcionase, lo único que hacía era ganar tiempo.

Un enfrentamiento con un miembro de la inquisición, incluso si este fuese un novato o inexperto, en el estado en el que John se encontraba, podía resultar fatal. No hacía mucho tiempo el extracto opiáceo combinado con la sangre de Lucy recorría su sangre, éste hacía que sus poderes así como sus sentidos disminuyeran casi al nivel de un humano, su cuerpo podía no exteriorizar tal estado pero la realidad era que en ese momento él era una presa fácil, tan fácil como lo fue aquella mujer para el lobo que la había atacado.

— Puede hacer eso, o puede explicarme qué hace usted aquí y por qué ella es la única que pierde la vida. Pero no me malinterprete ...— John había comenzado a hablar a sus espaldas pero con esa última frase había girado sobre sí y avanzado el espacio que los separaba hasta quedar frente a ella — Es sólo que si alguien viene algún día preguntando qué sucedió exactamente aquí, quisiera tener una respuesta. Tu nombre puede ser un buen comienzo. — Al terminar su frase John extendía su mano hacía la inquisidora y le ofrecía un bisturí.

por **Brünhilde Vilhjalmsdottir** Vie Mar 25, 2016 10:53 pm

Si algo caracterizaba a Brünhilde, era su evidente desinterés por el bienestar de otros. Era una mujer egoísta y alguien que no le importaba la miseria de nadie más. No tenía tacto para tratar con otras personas. Y si lo tenía, era por el interés de obtener algo a cambio. Esa actitud había llamado la atención de su líder en años anteriores, y ahora, que le servía fielmente, se encargaba siempre de sobresalir a acomodar el lugar. Pero habían momentos en que las cosas no marchaban bien y no le complacía en lo absoluto. Si hacía algo que desagradara a su jefe, no sólo estaría en problemas, sino, que se sentiría indignada consigo misma, pues, se había acostumbrado a ganar, a que nada escapara de su control... Y esta vez, alguien se hizo cargo de arruinar sus planes. Algo que odiaba desde las profundidades de su alma; si es que todavía tenía.

Quería ver destruida a aquella mujer, ansiaba que sucumbiera en el eterno letargo. Ese era el único deseo que la invadía en ese momento. La inquisidora que tenía que quitar de en medio había corrido con una suerte tremenda al ser llevada al hospital. Brünhilde tenía sus contactos, en especial, por ser parte de las filas inquisitoriales. Atravesó los pasillos del decrépito hospital hasta que dio con la criatura nefasta, siendo prácticamente drenada por uno de los doctores. La escena si bien no la contentó, le hizo mucha gracia. No quería que la muchacha terminara siendo un licántropo o las cosas se pondrían más complicadas. Sin embargo, hallarse frente a un hombre que no cumplía adecuadamente con el deber ser de un doctor, hizo que una sonrisa se asomara en sus labios, a pesar de las palabras que obtuvo cuando se dirigió a él.

—Aún así, lo que usted y su enfermera están haciendo, va en contra de la ética de un médico y en este caso. estamos frente al inminente peligro de tener que lidiar con otra bestia más en la ciudad, "doctor" —dijo con sorna, acercándose hasta el punto de que la distancia que los separaba eran escasos centímetros—. Tampoco es bien visto que un sobrenatural como usted esté en un lugar como este y lo sabe. Afuera hay varios inquisidores y la sentencia que ha recaído sobre esta mujer no será cambiada. Merece morir y será usted quien se encargue de ello.

Sentenció con el odio acentuado en cada palabra. No estaba siendo muy amable y lo único que quería era que al menos aquel sujeto cooperara, necesitaba que lo hiciera. Igualmente, ella conservaba un as bajo la manga, no había llegado al hospital sola, ni mucho menos con las manos vacías. Pero prefería hacer las cosas por su propia cuenta, sin tener que involucrar a otros, no era algo que la contentara en lo absoluto.

—Piénselo. Su licencia está en juego, indiferentemente de sus creencias, coopere con la Inquisición y su secreto estará seguro —habló finalmente, sujetando una daga de plata con firmeza—. Que falta de honor para un médico dejar que una persona sufra en la agonía y no permitir que su dolor sea aliviado con la muerte. La desgraciada ha sido desgarrada violentamente por un licántropo... Son criaturas peligrosas y no queremos a otro rondando por ahí. —Le miró fijamente, mientras colocaba el filo del arma en el abdomen de la muchacha desvanecida—. ¿Va a cooperar? Hable o calle para siempre, no tengo demasiado tiempo para entrar en discusiones innecesarias.

por **John W. Halsted** Sáb Jul 30, 2016 11:48 pm

¿La ética de un médico? ¿Su honor? Cómo era que una chiquilla como ella se atrevía a cuestionarle de tal manera ¿Qué sabía ella sobre él? ¿Qué sabía siquiera sobre su profesión? Sí, ella podría ser la inquisidora más hábil entre los suyos, una asesina letal o una erudita en cuando a lo sobrenatural, pero nada de eso le daba derecho a hablarle de esa forma. Sin embargo tenía razón en algo, no era inteligente ir en contra de la inquisición en ese momento, aún y cuando ella estuviese mintiendo o si en verdad hubiese más agentes fuera del hospital, la realidad era que en ese instante no era de su mejor conveniencia reaccionar antes sus palabras, quizá buscar otra aproximación era lo más astuto que podía hacer ahora.

— Debo admitir que su determinación me sorprende —le dijo con sinceridad a pesar de la sonrisa que acompañaba sus palabras — No ha sido difícil saber, pues te has encargado de dejarlo bien claro, que de alguna forma, alguna que no puedo imaginar, usted quiere, desesperadamente, en contra de todo, que esta mujer muera.

Era evidente que algo estaba mal. Si bien era poco probable que la mujer que hacía de su paciente viviera, la insistencia con la que la inquisidora quería verla muerta le resultaba más que extraña. Siquiera el hecho de que John le habría explicado que era probable que muriera pronto había logrado calmarla.

— Tengo que preguntarle algo antes de seguir —continuó diciendo. Su voz sonaba suave y su postura era relajada — Si le dijera que existe una posibilidad de que esta mujer viva a pesar de sus heridas, inclusive sobrevivir su primer trasformación, hasta sobrevírala a usted si deja de amenazarle con esa arma en su abdomen ¿Consideraría ayudarle? —hizo una pausa a propósito. No quería que la inquisidora se perdiese ninguna de sus palabras — ¿Qué no existe una división en sus filas llena de sobrenaturales? ¿No sería una mujer como ella el candidato perfecto para tal grupo? Ya no tendrían que lavarle el cerebro, estoy seguro que ella estaría contenta de no sólo servirle a la inquisición como humana sino como sobrenatural también.

Su intención era clara, no quería comenzar una pelea con ella, pero sí que iba a pagarle con la misma moneda sus ofensas hacía él. Aún sin sus poderes, era evidente para John que las intenciones de Brünhilde no eran las de salvar a su compañera, a pasar de que quizá sus argumentos eran válidos, él sabía que había algo más y el poder averiguarlo, no sólo para satisfacer su curiosidad personal sino también obtener algo a cambio le parecía valer el riesgo.

— No parece una decisión difícil ¿cierto? Después de todo es una más de ustedes. Una compañera. Un poderoso aliado si me lo preguntas —aunque sus palabras seguían sonando lo más relajadas posible era evidente que iban cargadas de toda la intención por molestar a la inquisidora — A menos claro… —se detuvo por un segundo — que tengas otros planes.

Quizá en ese momento John no estaba del todo consiente de lo que había hecho, desde la decisión de extraer la sangre a la moribunda hasta provocar a la inquisidora, era probable que todas esos juicios le parecieran malos o de riesgo si se le preguntara en otra situación, la verdad era que John poco podía hacer cuando su propia forma de vida era puesta en duda. Él mismo sabía que quizá sus prácticas no eran las más éticas, que quizá su honor como médico, y talvez como hombre, había quedado manchado más de una vez por su forma de actuar, sin embargo ante todo eso, la firme convicción de que lo que hacía lo hacía para alcanzar un bien común, mucho más grande que cualquier otra cosa, le permitía ignorar todas y cada una de sus ofensas.

por **Brünhilde Vilhjalmsdottir** Jue Sep 15, 2016 11:14 pm

No, claro que no. Él no estaba ni cerca de saber lo muy traicionera que podría a llegar a ser Brünhilde cuando se proponía algo. Estaba dispuesta a acabar con aquella mujer y nada, ni nadie, iba a impedírselo. En ese momento agradeció a la Inquisición por darle el poder que poseía; ser la mano derecha del Consejero de Papa, también tenía unas muy magníficas ventajas. ¿Quién tendría todas las de perder en esa disputa? Era más que evidente. Pero tampoco iba a ser fácil. De algo estaba segura, y era, precisamente que, el doctor no era una persona que daba su brazo a torcer de las buenas a las primeras, lo que le resultó tedioso.

—A ver, a ver —dijo, haciendo un ademán con las manos—, ¿sigue cuestionándome después de saber lo que soy? ¿Cree que es muy sensato de su parte? —Exhaló con amargura—. De verdad está mal. Y mire lo que hace... ¿Quiere terminar hecho cenizas? O quizás sea peor. Termine siendo el juguete de los tecnólogos. Pero no, eso sería un premio viniendo de alguien que interfiere en las órdenes de un inquisidor.

Y ahí volvía de nuevo la inminente amenaza. Ella no era idiota, sabía cuándo mover sus piezas, por eso trabajaba para demonios. Por eso había traicionado a los suyos. Brünhilde había nacido para ese tipo de cosas, tenía la suspicacia y la energía suficiente para cumplir con sus objetivos. Los cuales se fijaba siempre con anterioridad, buscando las posibles fallas. Nunca tenía un plan A, sin haber pensado en el B. Y aquella vez no era la excepción; acabaría con la traidora de alguna manera, ya la daga había perforado parte de la piel de la infeliz.

—¿Por qué quiere saber tanto? La curiosidad mató al gato, estimado doctor. ¿Quiere hacer de gato esta vez? —Sonrió con malicia, deteniendo la daga en el momento justo—. No me interesan las posibilidades, debe morir. ¡Y no me venga con esos cuentos, hombre! Yo pertenezco a ese grupo de sobrenaturales, y créame, a quienes se atreven a traicionar a los líderes, terminan siendo exterminados de las maneras más atroces. Yo sólo le evitaré amargura a esta pobre infeliz. —Observó de soslayo al vampiro—. El Consejero del Santo Padre es quien ha ordenado que esta mujer sea ejecutada, ¿es todo lo que quiere saber? Porque... Le garantizo que tanto usted, como su ayudante, tendrán que atestiguar ante un agente inquisitorial por sus acciones. Nadie se libra de esto, señor.

Y si él continuaba negándose, Brünhilde iba a encargarse de que lo persiguieran por todo el continente de ser necesario. No se le escapa una, sabía lo que hacía. Le había ofrecido la oportunidad al sujeto de sobrevivir a una cruzada eterna, a cambio de, por supuesto, acabar con aquella mujer.

—Espere, no necesito que usted haga lo que yo debería hacer. —Y clavó la daga justo en el corazón de la mujer, dejándola ahí, hasta que la plata terminara con su vida—. Ay, perdón. Pero, se lo advertí. ¿Tanto le costaba cooperar conmigo? Tiene un problema mayúsculo ahora: tendrá que enfrentar a la Inquisición por su falta de respeto. Y claro, por estar en este lugar, siendo una amenaza para cualquier humano corriente.

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