AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Corazón de inquisidor [privado]
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Corazón de inquisidor [privado]
Continuando con las tareas mundanas de la perfumería, allá a lo lejos sigo observando al hombre que volvió después de tantos años. Mi hija está con su abuela en donde estuviera ahora y yo misma me encontraba guardando unos importantes archivos que demostraban lo mucho que me importaba el establecimiento. De dia era la dueña de un montón de cosas, de noche antes era una madre soltera y sigo siendolo, pero ahora al parecer, las cosas podrían cambiar, me imagino.
Mis empleadas siempre tienen que ir limpias e impolutas. No tienen que mostrar cansancio o alguna desfachatez. Igualmente, yo voy igual de impecable, me alejo del mostrador observando lo erguido que esta Niccolo en el umbral de la puerta, seguramente observandome de que no me aleje de nuevo de su lado, sería rectificante volver al pasado y pasar media hora en la cama de la trastienda, pero el deber era el deber. Sin embargo me preocupaba que mi pequeña niña creciera sin su padre, cosa que a lo mejor, podria anclar a Niccolo y asi que no se fuera más. Se me ocurrió un plan repentino que seguramente Niccolo me odiaría, pero preferiría vivir con un esposo que estuviera aqui y que volviera al caer la noche que a un ente esporadico que se va y se ausenta cada X tiempo.
Quien sabe si por algun casual podriamos expandir la familia y que Saphire tuviera al menos un hermano o alguna hermanita menor con la que jugar. Simplemente querría verme en la tesitura de ver a Niccolo escoger por su trabajo y yo misma. Podria sonar perverso, pero disfrutaba hacer sufrir a mis mas allegados, a lo mejor encontré mi manera de hacer daño a otros simplemente por medio de los ultimatums. Observe el reloj de cuco que colgaba sobre la pared. Marcaban las once y media, solo faltaría media hora más para que fueran las doce y así poder salir a almorzar. Me imagino que lo que me escribía mi prima cuando iba a España era de locos. Alli comían dos horas mas tarde que aqui. Claro, aqui a las seis cenamos y alli dos horas igualmente mas tarde.
Me acerque a Niccolo y le sonreí de oreja a oreja - ¿No tienes que ir a ningún sitio? Solo pregunto, no quiero entretenerte -Dije mostrandome serena para después a ver que hacía después. Me crucé de brazos y esperé hasta que mostrase alguna reacción.
Mis empleadas siempre tienen que ir limpias e impolutas. No tienen que mostrar cansancio o alguna desfachatez. Igualmente, yo voy igual de impecable, me alejo del mostrador observando lo erguido que esta Niccolo en el umbral de la puerta, seguramente observandome de que no me aleje de nuevo de su lado, sería rectificante volver al pasado y pasar media hora en la cama de la trastienda, pero el deber era el deber. Sin embargo me preocupaba que mi pequeña niña creciera sin su padre, cosa que a lo mejor, podria anclar a Niccolo y asi que no se fuera más. Se me ocurrió un plan repentino que seguramente Niccolo me odiaría, pero preferiría vivir con un esposo que estuviera aqui y que volviera al caer la noche que a un ente esporadico que se va y se ausenta cada X tiempo.
Quien sabe si por algun casual podriamos expandir la familia y que Saphire tuviera al menos un hermano o alguna hermanita menor con la que jugar. Simplemente querría verme en la tesitura de ver a Niccolo escoger por su trabajo y yo misma. Podria sonar perverso, pero disfrutaba hacer sufrir a mis mas allegados, a lo mejor encontré mi manera de hacer daño a otros simplemente por medio de los ultimatums. Observe el reloj de cuco que colgaba sobre la pared. Marcaban las once y media, solo faltaría media hora más para que fueran las doce y así poder salir a almorzar. Me imagino que lo que me escribía mi prima cuando iba a España era de locos. Alli comían dos horas mas tarde que aqui. Claro, aqui a las seis cenamos y alli dos horas igualmente mas tarde.
Me acerque a Niccolo y le sonreí de oreja a oreja - ¿No tienes que ir a ningún sitio? Solo pregunto, no quiero entretenerte -Dije mostrandome serena para después a ver que hacía después. Me crucé de brazos y esperé hasta que mostrase alguna reacción.
Fleur Bureau- Humano Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 01/03/2015
Re: Corazón de inquisidor [privado]
Había vuelto hacía muy pocos días a Paris y encontrarse con Fleur simplemente provocó en el inquisidor, que comenzara a replantearse su vida. Hacía diez años, cuando había decidido que su futuro estaba en la Inquisición, luego de haberla perdido, se hizo una promesa, jamás volver a crear lazos afectivos, y así lo había conseguido, a excepción de una niña que él conociera diez años atrás, y con la que creara unos lazos afectivos muy importantes, casi como los de un tio con su sobrina o aún más fuertes. Tal vez pensara que jamás tendría hijos y aquella niña desvalida había tocado esa parte de su alma. Fue así, como año a año, viaje tras viaje, volvía a Paris ya con el solo objeto de contactar con ella y ver que se encontrara bien.
Erguido como el soldado que era, al lado de la puerta de la pequeña florería de Fleur, se dedicó a contemplarla. Los años habían pasado, para los dos, pero ella se conservaba como la mujer hermosa y lozana que había conocido hacía quince años atrás. Pensó en lo adorable que era, recordó que por un tiempo la consideró su esposa, hasta que la farsa que creara por su suegro se dio a conocer. El cura que los había casado, al final resultó ser un simple actor contratado por el demente del padre de la mujer que tenía enfrente. Aquella boda había sido tan falsa, como las sonrisas complacientes de aquel cretino. Mas el amor que se tenía por ella siempre había sido sincero y real. Aquel maldito hombre los había burlado, humillándolos ante la sociedad, separándolo cometiendo la crueldad absoluta de hacer que su hija se casara con un mal nacido, solo para lograr que Niccoló partiera hacia Italia, por años, logró hacer de ellos sus títeres, - solo que jamás pensó que el Papa moriría y que el sucesor sería mi padrino – sonrío con un dejo de sarcasmo, - buen disgusto se debe haber llevado – volvió a cavilar, sonriendo aún de la misma manera.
Pensando en ello se encontraba cuando escuchó que Fleur le hablaba. Su mirada la contempló de forma risueña pero algo taimada, - ¿así que quieres que me esfume? – dijo cambiando su postura, cruzando los brazos y frunciendo el entrecejo, - pues mira que bien, tus deseos son mis ordenes... y ya que tengo que ver unos asuntos de trabajo... volveré por tí... en dos horas... – dijo, sin darle oportunidad a que protestara. En dos zancadas estuvo a su lado y la atrajo hacia él. Luego de darle un beso apasionado, la alejó suavemente, sonriendo con malicia y arreglándose el cabello, - he de partir... a lugares peligrosos e insondables... de los que no sé si podré volver… en una pieza... ¿cual quisieras que vuelva intacta? – dijo y su mirada fue provocadora y sugestiva, luego de aquello, dando varias zancada se alejó más de ella, estaba seguro que sería capaz de tirarle un florero por la cabeza.
Al llegar al umbral, giró con teatralidad, mientras le dedicaba un galante movimiento de cabeza, como si se tratase de una reina, - mi señora, vuelvo en breve – dijo antes de desaparecer por la transitada calle.
Erguido como el soldado que era, al lado de la puerta de la pequeña florería de Fleur, se dedicó a contemplarla. Los años habían pasado, para los dos, pero ella se conservaba como la mujer hermosa y lozana que había conocido hacía quince años atrás. Pensó en lo adorable que era, recordó que por un tiempo la consideró su esposa, hasta que la farsa que creara por su suegro se dio a conocer. El cura que los había casado, al final resultó ser un simple actor contratado por el demente del padre de la mujer que tenía enfrente. Aquella boda había sido tan falsa, como las sonrisas complacientes de aquel cretino. Mas el amor que se tenía por ella siempre había sido sincero y real. Aquel maldito hombre los había burlado, humillándolos ante la sociedad, separándolo cometiendo la crueldad absoluta de hacer que su hija se casara con un mal nacido, solo para lograr que Niccoló partiera hacia Italia, por años, logró hacer de ellos sus títeres, - solo que jamás pensó que el Papa moriría y que el sucesor sería mi padrino – sonrío con un dejo de sarcasmo, - buen disgusto se debe haber llevado – volvió a cavilar, sonriendo aún de la misma manera.
Pensando en ello se encontraba cuando escuchó que Fleur le hablaba. Su mirada la contempló de forma risueña pero algo taimada, - ¿así que quieres que me esfume? – dijo cambiando su postura, cruzando los brazos y frunciendo el entrecejo, - pues mira que bien, tus deseos son mis ordenes... y ya que tengo que ver unos asuntos de trabajo... volveré por tí... en dos horas... – dijo, sin darle oportunidad a que protestara. En dos zancadas estuvo a su lado y la atrajo hacia él. Luego de darle un beso apasionado, la alejó suavemente, sonriendo con malicia y arreglándose el cabello, - he de partir... a lugares peligrosos e insondables... de los que no sé si podré volver… en una pieza... ¿cual quisieras que vuelva intacta? – dijo y su mirada fue provocadora y sugestiva, luego de aquello, dando varias zancada se alejó más de ella, estaba seguro que sería capaz de tirarle un florero por la cabeza.
Al llegar al umbral, giró con teatralidad, mientras le dedicaba un galante movimiento de cabeza, como si se tratase de una reina, - mi señora, vuelvo en breve – dijo antes de desaparecer por la transitada calle.
Rainero Bleier- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 18/12/2014
Re: Corazón de inquisidor [privado]
“Le odio” –Pensó la rubia cuando intentaba restablecerse del apasionado arrebato de su amado Niccolo, aquel que había robado su corazón desde un principio en tierras italianas cuando asistía a un evento organizado por la iglesia y a la que estaba invitada ciertos inquisidores con sus familiares.
Entonces ocurrió el milagro del amor entre ambos, se enamoraron y mantuvieron un descontrol entre ambos sobre el césped del jardín trasero del cual fue el punto y final de su relación tiempo atrás. Él se fue y jamás la volvió a ver, pero ella perdió al bebe y por la necesidad de no querer yacer con aquel con el que se casó, fue a unos inquisidores que se decía que poseían magia. Fleur entonces pidió a esas personas un ritual para que jamás pudiera volver a tener hijos y así funciono. Jamás volvió a tener hijos ni siquiera con aquel con el que estaba casada.
Tiempo después adopto a una muchacha de diez años de edad, en la que la maternidad no la dejo decir que no y desde entonces ha criado a una hermosa joven que ahora tendría unos 20 años de edad. Fleur ahora tenía 29 años y la muchacha solamente 20 años recién cumplidos. Podría parecer extraño a esa edad pero no quería pasar por el dolor de no poder corresponder a la leche materna porque no podría ofrecérselo a nadie. Entonces decidió que con la joven de 20 años le parecía bien.
Se quedó pensando cuando Niccolo había empezado a comportarse de esa forma. De algún modo sentía insegura, pues normalmente cuando algo se necesita, esa cosa o esa persona siempre está de un modo u otra ocupada por algo que está haciendo, pero tú te tienes que quedar esperando, para no agobiarle y ser como una soga al cuello. Se sentía como si hubiera hecho ahora mismo algo erróneo pero no sabe el que precisamente o que ha pasado para que ahora se pueda sentir de la manera más insegura posible. Posiblemente, esos lugares insondables y peligrosos son las piernas de alguna mujer….
Negó rotundamente. Tendría que tener un voto de confianza en él, posiblemente porque hace tiempo que no está en una relación excepto la que tiene con su hija y con nadie más. Aquello le asustaba demasiado, podría estar ahora ignorándola, no sabía demasiado que pensar. Su cabeza estaba dándole vueltas a incógnitas que no tendrían sentido alguno.
Entonces ocurrió el milagro del amor entre ambos, se enamoraron y mantuvieron un descontrol entre ambos sobre el césped del jardín trasero del cual fue el punto y final de su relación tiempo atrás. Él se fue y jamás la volvió a ver, pero ella perdió al bebe y por la necesidad de no querer yacer con aquel con el que se casó, fue a unos inquisidores que se decía que poseían magia. Fleur entonces pidió a esas personas un ritual para que jamás pudiera volver a tener hijos y así funciono. Jamás volvió a tener hijos ni siquiera con aquel con el que estaba casada.
Tiempo después adopto a una muchacha de diez años de edad, en la que la maternidad no la dejo decir que no y desde entonces ha criado a una hermosa joven que ahora tendría unos 20 años de edad. Fleur ahora tenía 29 años y la muchacha solamente 20 años recién cumplidos. Podría parecer extraño a esa edad pero no quería pasar por el dolor de no poder corresponder a la leche materna porque no podría ofrecérselo a nadie. Entonces decidió que con la joven de 20 años le parecía bien.
Se quedó pensando cuando Niccolo había empezado a comportarse de esa forma. De algún modo sentía insegura, pues normalmente cuando algo se necesita, esa cosa o esa persona siempre está de un modo u otra ocupada por algo que está haciendo, pero tú te tienes que quedar esperando, para no agobiarle y ser como una soga al cuello. Se sentía como si hubiera hecho ahora mismo algo erróneo pero no sabe el que precisamente o que ha pasado para que ahora se pueda sentir de la manera más insegura posible. Posiblemente, esos lugares insondables y peligrosos son las piernas de alguna mujer….
Negó rotundamente. Tendría que tener un voto de confianza en él, posiblemente porque hace tiempo que no está en una relación excepto la que tiene con su hija y con nadie más. Aquello le asustaba demasiado, podría estar ahora ignorándola, no sabía demasiado que pensar. Su cabeza estaba dándole vueltas a incógnitas que no tendrían sentido alguno.
Fleur Bureau- Humano Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 01/03/2015
Re: Corazón de inquisidor [privado]
Dejó la tienda, caminando apresurado por la acera, hasta conseguir un carruaje. Media hora más tarde, se encontraba en su despacho, realizando las tediosas cuestiones de papeleo inquisitorial. Era lo más aburrido que podía existir, pero la había visto tan enojada, tan abrumada, a su dulce mujer, que no supo que hacer más que darle espacio. Se dejó caer en el asiento mientras pensaba que sería lo más conveniente, - ¿debería preguntarle que es aquello que tanto le molesta? ¿Acaso preferiría que me vaya en alguna misión? – negó con un movimiento de cabeza, - no, si fuera eso, ya me hubiera mandado al carajo, ella no es una mujer insegura, ni que tenga pelos en la lengua, ella o te ama, o te manda a buscar pan en la luna – sonrió divertido, en verdad la amaba, aunque de un tiempo a ésta parte, no estaba tan seguro de que ella lo siguiera amando como antes.
Aquellas dudas, le taladraron el corazón, para él existía una sola mujer en el planeta, por la cual podría morir y esa era su florista, por ella cultivaría rabanitos en el desierto del Sahara, si eso la hacía reir, arrancarle una sonrisa, era su mayor anhelo, pero desde su regreso de Alemania, no lograba que las cosas mejoraran. No podía mentir, una cosa era su trabajo de inquisidor y otro muy distinto el trabajo como violinista, el que llevaba que estuviera muchas semanas de gira y que a veces, por la calle, cuando salían juntos, alguna mujer se le acercara para decirle algún elogio por la interpretación de tal o cual tema, pero él jamás, les permitía que de alguna forma ofendieran a su amada.
Jugó con una moneda, haciéndola pasar de dedo en dedo, con la mente y la mirada huida a otro sitio. Estaba seguro de que el gran problema era esa pequeña que Fleur había adoptado, cuando creyó que él no volvería por ella. Esa tal Shappire, hacía sufrir mucho a su amada y eso provocaba que él la odiara, aunque debería amarla, pero, aunque sonara machista, no era sangre de su sangre, ni sangre de la sangre de su esposa, lo que en momentos de dudas y reproches como éste, no dejaba de cavilar que si tan solo no la hubiera adoptado, o si el carácter de la joven fuera distinto, ellos, Fleur y él, serían más felices.
Pero las cosas ya no tenían solución, y se debería acostumbrar al hecho de tener una hija que más parecía la hermana de su amada, que su hija adoptiva, y que era lo bastante mayor como para hacer su vida, sin el consentimiento de él. Pero, estaba seguro que cuando volviera, le daría un buen sermón, exigiendo que respetara a su madre o se las picara de la casa familia. Frunció el ceño y resopló. Depositó la moneda en la superficie de la mesa y tomó sus cosas para apurar su vuelta a la florería.
Compró unos chocolates camino a su destino, le diría a su amada, que la había extrañado, y que la próxima vez que debiera hacer una gira, ya fuera por su trabajo de inquisidor o de músico, la llevaría con él, no se alejaría más de ella, ni la haría sentir desdichada.
Aquellas dudas, le taladraron el corazón, para él existía una sola mujer en el planeta, por la cual podría morir y esa era su florista, por ella cultivaría rabanitos en el desierto del Sahara, si eso la hacía reir, arrancarle una sonrisa, era su mayor anhelo, pero desde su regreso de Alemania, no lograba que las cosas mejoraran. No podía mentir, una cosa era su trabajo de inquisidor y otro muy distinto el trabajo como violinista, el que llevaba que estuviera muchas semanas de gira y que a veces, por la calle, cuando salían juntos, alguna mujer se le acercara para decirle algún elogio por la interpretación de tal o cual tema, pero él jamás, les permitía que de alguna forma ofendieran a su amada.
Jugó con una moneda, haciéndola pasar de dedo en dedo, con la mente y la mirada huida a otro sitio. Estaba seguro de que el gran problema era esa pequeña que Fleur había adoptado, cuando creyó que él no volvería por ella. Esa tal Shappire, hacía sufrir mucho a su amada y eso provocaba que él la odiara, aunque debería amarla, pero, aunque sonara machista, no era sangre de su sangre, ni sangre de la sangre de su esposa, lo que en momentos de dudas y reproches como éste, no dejaba de cavilar que si tan solo no la hubiera adoptado, o si el carácter de la joven fuera distinto, ellos, Fleur y él, serían más felices.
Pero las cosas ya no tenían solución, y se debería acostumbrar al hecho de tener una hija que más parecía la hermana de su amada, que su hija adoptiva, y que era lo bastante mayor como para hacer su vida, sin el consentimiento de él. Pero, estaba seguro que cuando volviera, le daría un buen sermón, exigiendo que respetara a su madre o se las picara de la casa familia. Frunció el ceño y resopló. Depositó la moneda en la superficie de la mesa y tomó sus cosas para apurar su vuelta a la florería.
Compró unos chocolates camino a su destino, le diría a su amada, que la había extrañado, y que la próxima vez que debiera hacer una gira, ya fuera por su trabajo de inquisidor o de músico, la llevaría con él, no se alejaría más de ella, ni la haría sentir desdichada.
Rainero Bleier- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 18/12/2014
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