De príncipe de Rusia, a príncipe de los Países Bajos

por **Violante** Sáb Ago 29, 2015 10:45 pm

Moscú, 1568

Los soldados estaban formados en perfecto orden para cuando llegué, no sabían mis intensiones pero sabía que no las cuestionarían, hacerlo significaba echar sus cabezas al foso común. Esta vez no nevaba y el sol se reflejaba abrumadoramente sobre la nieve que podía cegar a cualquier hombre menos a mi, yo, un príncipe, hijo de Iván el conquistador Zar de Rusia, amado por el mismo Dios cristiano y dotado por una belleza superior a la de mis hermanos.

Soy perfecto y por eso lo que iba a pedirles no podía ser juzgado porque era justo. —¡Soldados!— les grité cuando llegué hasta ellos y observé atento a que ninguno se atreviera a verme a los ojos, cuando todos no sólo bajaron su cabeza, sino también se hincaron ante su alteza, era el momento para iniciar mi discurso. —Escuchen con atención, es mi deseo que vayan a los reinos Europeos y me traigan a las cincuenta doncellas más hermosas... Tienen un año— ordené como sólo un elegido de Dios puede hacer.

Moscú, 1569

No creí que llegaran de noche, reprendí fuertemente al soldado que me llevó la información del arribo de las doncellas, no estaba feliz, aunque deseaba de una vez tomarlas y arrebatarles la virginidad esperaba que las hubieran respetado, si alguna de ellas no era virgen mandaría matar a todos y cada uno de los soldados que las trajeron y a las mujeres igual. Cuando llegué las tenían formadas, observé que algunas se encontraban en condiciones deplorables y con mi mirada fulminé a mi escolta. —Quiero que te encargues de castigar a los insolentes que las presentaron así y no las lavaron para mí— el escolta asintió y desapareció.

Caminé entre ellas tomándole de la barbilla para poder buscar su belleza entre el sudor y la suciedad de su cuerpo; lo que incrementaba más mi enojo por los insolentes que me ofendieron de esta forma, pero entonces vi a una doncella con el rostro limpio, me acerqué a ella sabiendo que fue muy bien cuidada y la elegí a ella. Sin ver su reacción caminé a prisa para prepararme, ese fue otro error que no les perdonaré, hacer que no estuviera preparado. Para cuando llegué me desnudé y luego me vestí con mi bata de ming, minutos después se abrió la puerta y arrojaron a la doncella cerrando la puerta inmediatamente.

Ella inmediatamente reaccionó con violencia, pero reconozco que me sorprendiera que hablara ruso, di unos pasos hacía ella sonriendo y a escasos pasos me detuve. —Interesante, no eres una simple campesina... eres Noble, ¿cierto?— me mordí el labio imaginándomela desnuda, la tomé del brazo y la arrojé al centro para que no tratara de escapar. —No tienes a donde ir, será mejor que dejes que tome ese cuerpo tuyo, tu eliges la forma en la que quieres que te viole, con rudeza o con la delicadeza que pueda ofrecerte entre más sumisa te comportes... pero por favor pequeña insolente, rehusate para que te tome por la fuerza— tal como se lo pedí, ella quiso rehuir de mi mientras lloraba.

La alcance antes de que llegara hasta el otro lado de la habitación y la volví a arrojar al suelo. —Estás ante un príncipe, así que tienes que hacerte a la idea de que si no me satisfaces te mandaré a matar— le amenacé más con excitación que con violencia. Y me agaché tomándole del cuello. —¿Qué pasa, te quedaste muda?— la azoté y me levanté caminando a la cama. —Dime de donde eres, desnúdate, arrojate a la cama y quizás duermas esta noche conmigo— dije casi en burla viéndola a los ojos.

por **Violante** Miér Oct 14, 2015 9:12 pm

Me retó con sus ojos que me parecieron repentinamente hermosos. No decía nada y aunque anteriormente me molestó. Ahora simplemente me era divertido. Quiso huir de mí arrastrándose por la cama, mas no lo consiguió. La tomé de su tobillo. Estaba descalza y aunque sus pies sucios me resultaron repugnantes. No me enfocaría a tratarla como una dama y besar cada parte de su cuerpo. Mii intención simplemente era penetrarla. Quitarle esa virginidad que se resistía a entregar. La arrastre hacía mi rompiéndole el vestido como un animal, ella se dio la vuelta e intentó inútilmente de golpearme. —Sigues sin comprender la precaria situaión en la que te encuentras, ¿no es así? —me eché a reír soltándole una bofetada y por primera vez en aquellos minutos que para ella seguramente eran un infierno. Soltó un par de lágrimas.

—Soy Dalma Folckò, princesa del reino de Hungría —dijo con una voz que no parecía resignación pero que al quitarse todas sus prendas quedando al descubierto aparentaba ya hacerlo. Me quedé mirándola. «¿Una princesa?, ¿cómo demonios consiguieron secuestrar a una princesa?, no, eso era absurdo, no podía serlo. Sin embargo, esa belleza celestial era digna de la realeza» cavilé. Y sin dejar de observarla, allí, en la cama cubriéndose los pechos jalé el cordón que llamaba a mi servidumbre, para especificar, a mi dama principal. Crucé el cuarto para sacar otra bata y se la arrojé. —Póntela —no le ordené, más bien le sugerí y ella no desobedeció. En su rostro vi un alivio, En su rostro ya no había rastro de lágrimas. Estaba en paz.

Cuando la puerta de mi alcoba se abrió, apareciendo Yulia. Señalé a Dalma con semblante serio. —Báñenla y preséntela ante mí después —esta vez si fue una orden contundente. Yulia asintió y atravesó el cuarto. Dalma no dudó en acompañar a mi dama y una vez se fueron, caminé al sillón frenta a la puerta y me senté cruzando mis piernas. En mi cabeza rondaba la idea de que ella era una princesa, una princesa. No cabía duda, el refinado acento, la belleza divina, el porte aunque lastimado, con suficiente fuerza para encararlo como su igual. Otra se hubiera entregado por mero hecho de ser un príncipe, pero no ella. Quizás existía un amado, un compromiso de por medio y mis hombres la arrebataron de una posible felicidad. Mis reflexiones me parecieron eternas, tanto así que no sentí el tiempo correr. Desperté de mis pensamientos cuando ambas, Yulia y Dalma entraron. La primera se fue rápidamente y la segunda se acercó a mí.

—No seré tu juguete, no seré una de tus prostitutas —me amenazó, sin embargo, no reaccioné como ella lo esperó al verla retroceder cuando me puse de pie.
—Sólo quiero que duermas, conmigo, dormir y nada más —mis palabras así como mi tono la aturdieron, de tal modo que me dejó acercarme y tomarle la mano. Juntos caminamos a la cama, dejé caer su bata mostrándome nuevamente el hermoso cuerpo que iba a ser mío y la cobije una vez que se acomodó en la cama. Por mi parte rodeé la cama e igualmente me desnudé y terminé recostado junto a ella. Ambos viéndonos mutuamente hasta quedarnos dormidos. ¿Lo hice yo primero?, no lo sé, posiblemente. Pero el hecho es que ella no se fue, ameneció conmigo.

por **Violante** Jue Dic 17, 2015 5:19 pm

Fue como mi dama de compañía por casi una semana. Era muy inteligente, decir que tan hermosa era ya es relevante para este momento. Creo que ya debe de estar completamente aclarado. Lo importante era que ella me sosegaba y pronto se dio lo que en un principio quería de forma prepotente y vil. Por fin Dalma se entregó a mí, pero no como una puta como la vi al principio, lo hizo como una enamorada, como mi enamorada; porque eso representaba para mí, la quería y no tenía temor para decirlo. Era perfecta para convertirla en mi esposa, era una mujer noble, que me quería, no, me amaba. ¿Qué podía salir mal?

Tratada como la princesa mi madre la acogió con mucho cariño. Dalma entre la más bella, prodigiosa y talentosa pretendientes de todos los Vasilíevich. Empero, no había olvidado al resto de doncellas que aguardaban en las mazmorras y aunque no podía estar seguro de que siguieran vírgenes y en buen estado confiaba en mi lugarteniente. Con el tiempo Dalma me dejó de cuestionar sobre las doncellas, era como si se le hubiera olvidado ya todo y deseaba ya anunciar la boda en Hungría y darle un hijo, posiblemente nunca sería rey pero en Hungría podría aspirar al reinado, o al menos el hijo de ambos sí lo haría.

Era ambicioso pensar en eso y es que no lo fuera pero no pensaba mucho a futuro, o al menos no más allá de lo que ella tenía pensado ya. Formar una familia, tener un reinado. Eso para Violante era como un sueño y nada más y que ahora se le presentaba como una posible realidad. Fue entonces que sorprendí a mi lugarteniente recibiendo dinero para que los soldados se acostaran con las doncellas. Furioso mandé a matarlo e inicié una investigación sobre las que fueron ultrajadas y los causantes de tal calaña.

Si en esa masacre a causa del arrebato de mi ira hubo muertes inocentes ya no quedó de mí. Sólo quedaron diez doncellas que los médicos aseguraron eran vírgenes. No podía permitir que me las arrebataran, eran mías y sólo mías. Fue entonces que violé a la primera de ellas en la cama que pertenecía ya a Dalma.

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