Out Of The Darkness || Privado

por **Michael Sundqvist** Miér Sep 02, 2015 12:30 pm

El cielo coronaba la noche y ocultaba el brillo de los diminutos astros que colgaban en su oscuridad, el aire estaba perfumado, olía a lirios tal vez, el olor a húmedo se sobreponía y lo impregnaba todo, crispaba los sentidos sin lugar a dudas, caminó a lo largo y ancho, fue testigo de la forma en que las figuras de yeso de algunos santos se alzaban de forma portentosa. La luz mortecina de algunas velas reflejaba sombras sobre los muros, creaban figuras horribles y grotescas. El eco de sus pasos se hizo presente, su mirada recorría con desgano cada uno de los detalles.

Se aproximó a una de aquellas formas, quedó quieto, escuchando solo los rumores que acarreaba el viento, le traía paz, aunque todo estaba tan silencioso, incluso sus pensamientos podrían haber sido escuchados, los dichosos y los dolorosos; de repente su mente se tornó en blanco, quería perderse. Se dejó confortar por los sonidos débiles que se mezclaban afuera, constituían una simbiosis de elementos, pese a la congoja que se vivía, experimento una inmersa alegría, solo, perdido, era uno con aquella penumbra, tan solo un poco más oscura que su alma.

Le pareció una eternidad, estar ahí de pie frente a la imagen petrificada, contemplando la oscuridad, dejando que esta engullera sus recuerdos más tortuosos, se abrazó a ella mientras dejaba que el silbido del viento tocara una sinfonía para sus oídos, ni una sola criatura viviente se movía alrededor, sin embargo el espectáculo que la vida nocturna le ofrecía era engañoso, estaba sumergido en las profundidades de sus propias consideraciones y enigmas, caminaba en laberintos hacia rumbos inhóspitos, siempre lo hacía y sin embargo el paisaje hipnótico siempre era el mismo. Caminó, decidió aproximarse al altar principal.

Las cigarras emitían sus sórdidos cantos desde la arboleda que crecía alrededor, gigantescos vigías que derramaban sus suaves sombras sobre el follaje espeso, los tonos verduscos se confundían con los azulados. Sus manos se mantuvieron ocultas en los bolsillos, esas manos que habían destruido anteriormente. Una mueca sínica se dibujó en sus labios rosados. Y un poco antes de hincarse e iniciar el ritual para santiguarse la duda asaltó a su mente. ¿Sería un crimen que sus pies mancillaran este sagrado recinto con tales pecados cometidos?

Aquella distancia entre Vittorio y el resto de los mortales se vio rota cuando sus sentidos le alertaron que una figura se aproximaba hacia él. Las horas avanzaban moribundas hacia el crepúsculo venidero y pronto el gentío ahí reunido se volvería nada, la catedral despedía a sus fieles, quienes con pasos pausados se santiguaban y caminaban hacia las portentosas puertas que aún se mantendrían abiertas un par de horas más. Dicha presencia le tomó por sorpresa y es que si se hubiera tratado de cualquier otra presencia hubiera respondido en cuestión de segundos ¿Qué poseía aquella voz grave un tanto oscura y seductora que había penetrado en su misterio doloroso?

por **Golnar Richelieu** Lun Sep 14, 2015 10:28 am

Por muchas veces que lo confirmaba, no acababa de creerlo. A veces, con el simple hecho de estar cerca de una iglesia, los hombres se acercaban a ella igual que si estuviera en alguna callejuela o delante de una taberna. Los pecadores siempre estaban en el sitio menos esperados. Todos decían que eran buenos, que respetaban a Dios y nunca jamás caerían en brazos de la tentación. Pero las palabras se las llevaba el viento y, absolutamente todos, acababan por pecar.

Sin embargo, aquella noche era diferente. Aún quedaban algunos creyentes dentro de aquel magnífico lugar. La joven sonrió, amaba la arquitectura. La apreciaba en todas sus formas y aquel sitio era lo más hermoso que había visto. Quizá ya no era creyente pero apreciaba todo lo que veía. Miró a su alrededor, hacía algo de frío y no había nadie a su alrededor. Podría entrar y refugiarse un rato hasta que cerraran.

No lo pensó dos veces y así lo hizo. Había algunos cuantos arrodillados, rezando, pidiendo que le oyesen. Era una auténtica pena. Solo se recurría a Dios en los momentos decisivos. El resto del tiempo, se dedicaban a desperdiciar su vida sin preocuparse de si “su gran amigo” les observaba.

Se fijó en un hombre que estaba situado frente al altar. No parecía ser igual al resto. Parecía sobresaltar sobre todos los demás. Se acercó despacio hacia él y se sentó en uno de los bancos, con las piernas cruzadas, su cuerpo echado hacia delante- pero con su capa habitual cubriéndole cada centímetro de su piel- y su codo apoyado en el banco de delante.

por **Simona Stone** Lun Sep 14, 2015 1:57 pm

OFFROL: Con permiso, me tomo la libertad de responder tambien... espero podamos hacer algo entre los tres y claro espero no incomodar...

Las fechas eran inalcanzables, los días venideros, mis pensamientos se escurrían y seguía con mi búsqueda letal, a tan corta edad no era la típica jovencita que quería casarse, formar una familia, tenía otras cosas en mi cabeza, la venganza se reducía a las ganas de encontrar algún día lo que andaba buscando, ver la sangre escurrir por mis manos, y estar presente durante la desintegración era un sueño, que parecía esfumarse a medida que el tiempo pasaba, a medida que el reloj no dejaba de avanzar, era el día, la fecha y la hora correcta.

Mi reloj biológico no fallaba, en mi interior yacía esa furia, pena e ira, todo mezclado y necesitaba un momento de paz, un momento de pensar… de buscar mi objetivo, de no perder mi camino ni mucho menos mi cabeza, la catedral silencioso pulcro donde almas pecadoras venían en busca de perdón, en donde prostitutas buscaban la redención, donde los inmortales buscaban su alma perdida, y donde yo en la oscuridad detrás de una columna rezaba por el espectro celestial que existía en mi cabeza, por el alma de quienes dieron su vida por mí, era a los únicos que recitaba pequeñas oraciones, para que ascendieran al cielo y no se quedaran vagando en el purgatorio donde muchos iban y pocos lograban Ascender…

Silencio majestuoso que llenaba mi alma de tranquilidad, que perdida por la noches se encontraba, no éramos mas que dos o tres en aquel santo lugar, que de noche con sus sombras daba miedo, pero a mí me parecía acogedor un lugar donde tan solo un paso en falso y podías pasar a llevar el magistral sonido de la nada, del viento tal vez, de un corazón, de una respiración. Ahí oculta mirando el altar tome el rosario de plata y seguí orando mientras en línea de vista era interrumpida por dos personas, un hombre y una mujer, extraños que venían al altar… Pecadores y santos con cuales me encontraría esta noche, seguí ahí sin dar mi rostro a conocer, prefería seguir con lo mío observar al hombre que parecía ensimismado dentro de tan grandioso lugar, la dama seguía al hombre curiosa, sus movimientos la delataban… y mi ojo crítico no fallaba…

Que continúen su camino y no se queden estancados… en la oscuridad que les fue dada… con su vida acabaron un día y por eso les rezo para que suban al cielo cerca de la paz… esa que tanto necesito… Señor líbralos de sus pecados y ábreles la puerta a tu reino – dije casi en un susurro, mi plegaria alejada estaba de los rezos normales, pero algo tenía más poderoso que toda aquellos canticos, el mío venia del corazón… mis padres merecían mucho mas… mucho más que una transición en el purgatorio… merecían el cielo para ellos dos… apreté el rosario con fuerzas y continué – Líbralos de todo mal… e ilumina sus caminos que yo aquí en la tierra aun me queda por recorrer… - no pedía por mi… no era necesario, ya había quien rezaba cada día por esta esclava de la muerte… aguarde silencio simplemente, oculta en las sombras de tan grandiosa catedral… solo era una sombra mas.

por **Michael Sundqvist** Dom Sep 27, 2015 10:46 am

Postrado ante la belleza prominente de aquel altar, el inmortal se vio sumergido en la calidez y la cadencia de las oraciones que los fieles ofrecían a la divinidad representada en el cuadro principal. Por unos instantes se aferró a la idea de poder formar parte de sus canticos, olvidando las atrocidades que pudo haber cometido ahora que este lado oscuro poseía su alma durante el transcurso de cada noche. La sed que le obligaba a tomar la vida de ladrones y viciosos para después despojarles del elixir carmesí y así mantener a la bestia que dormía en su interior quieta, absorta en ese letargo. El suave tintineo de las velas osciló cuando las presencias ajenas hicieron acto de presencia en el recinto sacro. Volvió la mirada apenas, distinguiendo la silueta de ambas féminas. Ambas de belleza singular. Sin embargo el neófito no estaba interesado en su aspecto físico, sino en la forma en que aparentemente se entregaban con devoción a sus plegarias. La interrogante sobre la culpabilidad de los mortales era algo que siempre había llamado su atención.

Un par de minutos transcurrieron para que el ofertorio llegase eventualmente a su final. Vittorio estaba consciente que de nada serviría quedarse ahí por mucho tiempo, pues poseía un yerro por mucho, más severo que cualquiera de los cometidos por el resto de los fieles reunidos. Al engazar la mirada en una de ellas y gracias a su don, notó un dejo de preocupación e incomodidad hasta cierto punto, no iba a ser el quien descubriera de ese modo lo que ocultaba, nunca se había sentido con ese derecho y no iba a comenzar ahora. No muy lejos de ahí, la mujer de cabellos oscuros mantenía entrelazadas las manos de las cuales un rosario de plata pendía. A diferencia de la primer mujer, ella poseía un halo más inestable, si su sexto sentido no le fallaba se trataba de un ser especial. El vampiro nunca había sido un ser que gustara de peleas, sin embargo no cedería a la provocación de nadie. Su mente aguda le orilló a tomar asiento a lado de la joven que se encontraba más cerca, tratando de resultar lo menos invasivo posible.

–Buona notte– espetó en un susurro.

No esperaba respuesta, tan solo era parte de su táctica preventiva para evitar ser tomado por sorpresa ante cualquier acción. El sonido de las campanas anunciaba la hora y era la pauta que dejaba entrever que había concluido el ritual sacro. El resto de los fieles concluían los últimos salmos. Las oraciones ofertadas esa noche se quedaron plasmadas en las miradas inertes de las figuras de yeso que desde las alturas parecían juzgar a cada uno de los presentes.

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