Trapped in darkness [Privado]

Corría por los empedrados callejones de aquella gran ciudad, había momentos que el cansancio la obligaba a detenerse y reposar contra alguna de las paredes desgastadas que se alzaban sobre su cabeza. El miedo se reflejaba en su mirada y el esfuerzo en sus jadeos. Miró hacia delante, debía continuar corriendo ya que tenía la sensación de que sus captores mantenían un estrecho seguimiento sobre ella. Siguió corriendo cuando escuchó el rumor de los pasos acercarse nuevamente, no sabía si iba a salir con vida de esa noche, sin embargo estaba segura de que no iba a dejarse vencer por aquellos que la perseguían.

Llegar a aquel lugar había sido como una pesadilla, en todo momento había tenido constancia del destino de su viaje: Un burdel. Tenía la certeza de que aquellos canallas que habían asesinado a sus padres iban a venderla por dinero a aquel que más les ofreciera. Sin embargo no tenía la intención de ponerles fácil tal menester. Ellos reían y festejaban el ingreso casi seguro que iban a obtener cuando llegasen, pero no contaban con el astuto plan de Alyth para escapar de sus garras.

Aunque sus piernas dolían, había algo que la seguía instando a correr. Cada vez que tropezaba con alguna piedra mal colocada, ese algo la impulsaba a levantarse. Escuchaba aun el eco de sus voces en mitad de la silenciosa y lluviosa noche. ¿Lluvia? El cielo parecía derramar sus lágrimas mientras ella huía de un destino que sentía como próximo. El terror de imaginarse forzada por hombres era lo que le impulsaba a seguir adelante, se dio cuenta.

Detuvo su carrera en un cruce desierto, estaba agotada y podía escuchar en la lejanía el eco furioso de sus voces. Ellos no se rendirían hasta recuperar su dinero. Guardó los sollozos para sí misma, no era momento de llorar, esto solo provocaría retrasos y que la atrapasen. Miró en todas direcciones tomando el camino que veía más seguro. Sus pisadas resonaban contra los charcos ya formados de agua y el viejo vestido húmedo, pesado, y pegado casi por completo a su cuerpo, dificultaba enormemente el movimiento. Corría con todas sus fuerzas, sin embargo no parecían suficientes para despistarles.

Tropezó nuevamente, cayendo al suelo casi al instante y sintiendo como todas las fuerzas abandonaban su cuerpo ya cansado. Sabía que si se quedaba ahí no tardarían en encontrarla, pero no había nada que ella pudiera hacer ya. Había pasado demasiado tiempo corriendo y su cuerpo ya no soportaba más, necesitaba descansar— Ayúdenme —murmuró intentando hacer el inhumano esfuerzo de levantarse. Las pisadas estaban cada vez más cerca, y ella se sentía desfallecer.

Antes de caer había comenzado a perder la sensibilidad en las piernas, cansada debido al tiempo que había pasado corriendo por las calles de aquel lugar desconocido. Nadie se había cruzado en su camino durante aquel tiempo, había tocado puertas pero nadie había contestado a sus ruegos. Y ahora, todo aquello por lo que había luchado durante la noche, parecía más lejano que nunca. Su agotado cuerpo parecía reacio a levantarse y seguir corriendo, por lo que la pequeña Alyth no podía hacer nada más que volver la vista al camino por el que había llegado y ver como aquellos bandidos que habían asesinado a su familia aparecían prontamente delante de sus ojos. Su cuerpo, completamente empapado por la lluvia y por el agua que anegaba parte de las calles, tembló violentamente ante el espectáculo de sus risas peligrosas y de las dagas que, desenfundadas, parecían relucir en la oscuridad.

La mirada de la joven estaba inundada por unas lágrimas que intentaba no derramar cuando escuchó aquella voz masculina que la hizo girar de nuevo hacia delante. Ahí fue cuando sus ojos se encontraron con aquel hombre de porte elegante que se alzaba erguido delante de ella. Y fue entonces cuando la joven sintió que se perdía en los ojos de aquel ángel que parecía dispuesto a ayudarle. Inclinó la cabeza en su dirección, intentando nuevamente que su cuerpo cansado reaccionara a sus órdenes y tratando de que las lágrimas no escapasen de sus ojos. Por favor, suplicó en su mente tratando de incorporarse. Las risas, ante las palabras de aquel ángel, parecían volverse más peligrosas. Sabía que aquellos hombres estaban dispuestos a hacer daño.

Aquella amenaza no había pasado desapercibida para la joven, sin embargó si esperó porque él fuera capaz de ahuyentar a aquellos hombres que no querían más que lastimarla. Supuso que si acababa de nuevo en sus garras terminaría muerta, o lo que es peor, violada. Se mordió el labio mientras se arrastraba hacia atrás, hacia aquel hombre que parecía dispuesto a ayudarla. Los hombres dieron un par de pasos hacia delante, con la disposición de recuperar aquello que, pensaban, les pertenecía. Riendo mientras blandían las dagas y, confiados, buscaban un acercamiento con ellos con la intención de atacar al hombre antes de llevarse a la muchacha.

—Por favor... ayúdeme —repitió casi inaudiblemente sin saber bien por qué. Tal vez fuera el miedo hacia aquellos hombres, tal vez todavía no se podía creer que alguien tuviera la bondad de ayudarla.

Durante su corta vida Alyth jamás había sentido un terror similar al que, en esos momentos, recorría de forma violenta su cuerpo. Sentía como su pecho había comenzado a contraerse, impidiendo como resultado el paso normal del aire y haciendo que sus respiraciones se volvieran jadeos superficiales e infructuosos intentos de llenar sus pulmones de aire. El cabello se mantenía completamente pegado a su rostro, las lágrimas escapaban de sus ojos sin poder evitarlo y su cuerpo comenzaba a no responder a las órdenes de su mente, haciendo que un profundo sentimiento de desespero y agobio la inundara también. Aquella situación en la que se encontraba estaba, y desde el comienzo había estado, fuera del control de la joven. Durante los años anteriores había vivido en la ignorancia, en la comodidad de un hogar donde el mal no parecía capaz de entrar. Y, finalmente, había terminado chocando fuertemente contra un mundo cruel y déspota al que poco le importaba el destino de una muchacha como ella. Aquel hombre, que ahora veía como un ángel, había sido la única persona que se había detenido y había defendido su vida. De no ser por él habría terminado, tal vez, muerta en uno de esos callejones oscuros y fríos.
 
Dejó que un sollozo escapase entre sus labios de forma involuntaria, ni siquiera eso podía controlar ya.  El cansancio había dejado un gran hueco en su pecho y su propia mente comenzaba a colapsar. Sus ojos comenzaban a cerrarse de forma involuntaria también, pero trató de enfocarse en las palabras de aquel caballero que no había dudado en acudir a su rescate. Sabía que le estaba hablando, le escuchaba como en un susurro lejano, pero no podía llegar a comprender bien lo que le decía. Parpadeó, tratando de volver a enfocar la mirada en él. Volvía a darle la espalda y miraba fijamente hacia los hombres que, delante de él, parecían retorcerse. No comprendía lo que estaba ocurriendo, todo era demasiado confuso para ella en esos momentos.

Aun sentía una sensación en su interior extraña, un hormigueo que recorría su cuerpo y le recordaba la voz de su salvador. Aquel tono había conseguido ejercer en ella un efecto sedante, tal vez por el mero hecho de que ya no se sentía perseguida por sus secuestradores. Escuchaba gritos, pero eran lejanos, la mirada de la joven se encontraba fija en la desenfocada espalda del hombre. Sentía su cabeza girar y cada vez el cansancio se apoderaba de una porción más de ella. Apenas podía mantener ya los ojos abiertos. Cuando la inconsciencia comenzó a abrirse paso en ella, su espalda chocó contra el frío y empapado suelo parisino en un golpe seco, perdiendo así la conciencia de todo lo que la rodeaba.

Desde hacía lo que parecía ser una eternidad, la joven Alyth había estado debatiéndose duramente entre la línea que separaba la conciencia de la inconciencia. Había momentos en los que sus nublados sentidos le alertaban de que no se encontraba sobre la fría y húmeda piedra de las calles parisinas. Todos sus recuerdos flotaban entremezclados por su mente, confundiéndola y atontándola un poco más. Sentía los relámpagos que causaba su memoria, pasando delante de sus ojos, una y otra vez, viejas memorias que jamás podrían repetirse. Sentía entonces que sus memorias se entrelazaban con momentos que jamás había vivido, fantasías que su propia mente había ideado en algún momento de su vida. Llegado a ese momento su confusa cabeza no sabía distinguir la realidad de la fantasía.
 
Había momentos en los que sus sentidos la traían de vuelta a la fría realidad de forma brusca, para volver a abandonarla apenas unos segundos después. El frío había desaparecido de su cuerpo, tal vez fuera culpa de que todo su cuerpo se encontraba ya entumecido, de esta forma tampoco le era posible mover su cuerpo. Se sentía demasiado pesada y apenas podía parpadear suavemente sin sentirse desfallecer nuevamente. Su nariz había comenzado a captar alrededor de ella una suave fragancia que envolvía su cuerpo de forma delicada, era algo extraño y que nunca antes había sentido. El aroma, y la seguridad que le proporcionaba el calor que había comenzado a sentir, la instaban a seguir dejándose llevar por la inconciencia. Sin embargo todavía había una parte en ella que gritaba que debía despertar. Algo que no lograba recordar no estaba bien, y no podía dejarse llevar de esa forma tan apacible.
 
Los recuerdos comenzaron a bullir en su mente de forma violenta. Parecía que todo se estaba repitiendo delante de sus ojos. Aquél chico que había abierto la puerta a los bandidos, reía con burla delante de su cara sin que ella pudiera hacer nada para impedirlo. Sus ojos no podían apartarse de la violenta forma en la que uno de ellos le arrebataba la vida a su padre, mientras otros dos forzaban a su madre a hacer cosas horribles que jamás saldrían de su cabeza. Ella, había sido apresada e ignorada por los bandidos mientras se divertían con los cuerpos de sus progenitores. Las lágrimas parecían quemar sus mejillas y quiso gritar de dolor, pero no escuchó su propia voz. Quiso correr cuando uno se acercó a la pequeña cuna donde reposaba su pequeño hermano y volvió a intentar chillar, queriendo removerse también de forma violenta para escapar de la prisión a la que era sometida.
 
La oscuridad volvía a ser absoluta cuando, tras un duro golpe en el rostro, había perdido la conciencia y le habían sacado de lo que desde siempre había llamado hogar. No les habían importado sus gritos, sus ruegos o sus lágrimas mientras la transportaban hacia un lugar totalmente desconocido.

Se sentía perdida y desorientada cuando finalmente pudo aunar las fuerzas necesarias para abrir sus ojos. No podía enfocar la mirada, le costaba demasiado. Entreabrió los labios tratando de llamar la atención. Una espesa bruma se había instalado en su mente, y conforme pasaban los segundos los recuerdos iban volviendo a su mente cansada. ¿Qué había ocurrido? Entreabrió los labios, tratando de formular dicha pregunta, sin embargo la voz no escapó de su garganta por más que lo intentase.

Off:

Alyth ni siquiera podía recordar claramente ya como había llegado a al punto de estar medio muerta. Su mente se empeñaba en traer a su memoria el frío recuerdo de los cadáveres de sus padres tendidos sobre el piso ensangrentado del que siempre había sido su hogar. Ella estaba ahí, con el cuerpo completamente rígido, observando sin más posibilidades aquellos cuerpos carentes ya de calor. Las lágrimas escapaban de sus ojos, ese era el único consuelo que podía obtener mientras sus ojos se mantenían fijos en la sangre que encharcaba el piso. Su mente era ahora la más cruel de sus enemigos, la que estaba provocando su desesperación y deseos de morir. Pero entonces, ¿Por qué no se dejaba morir y ya? Había alguna razón por la que su cuerpo se negaba a colapsar, la parte más recóndita de su cabeza le decía que todavía había motivos para continuar con su vida. Pronto sintió como era absorvida por la oscuridad y los sentimientos de soledad y terror que creía olvidados volvían a ella como una bofetada en el rostro. El frío y las calles mojadas de aque lugar volvieron a su memoria. Así como también aquel ángel que había salvado su vida.

Quiso vivir, quiso agradecerle lo que había hecho por ella de alguna forma. Pronto la oscuridad comenzó a absorver aquella escena, rodeándola completamente. Los recuerdos todavía seguían ahí, pero ya no parecían doler. Comenzaba a tener una ligera sensación de frío que se extendía, poco a poco, por todo su cuerpo y lentamente volvía a sentir el peso de sus extremidades. Un pequeño punto de húmeda tibieza se abrió paso en su cabeza. Sentía una profunda necesidad de abrir los ojos, luchaba contra la oscuridad para poder hacerlo. La dulce seguridad que le era proporcionada en ese momento la instaba a dejarse llevar por aquel calor, a dejarse embargar por la oscuridad que la rodeaba. Luchó, contra todo pronóstico, contra eso entreabriendo sus nublados ojos al mundo real. Parpadeó suavemente y sintió que su cuerpo temblaba sin control, por culpa del recuerdo de ese frío que había calado en sus huesos. Casi podía verle, a pesar de la terrible neblina que embargaba todo su ser. Apenas podía enfocar la mirada sin sentir que un terrible mareo la hacía volver a cerrar los ojos con desagrado. Empleó una fuerza sobrehumana por mover una de sus manos, tratando de llegar a él y aferrarse a una de sus mangas. La nublada mirada de la joven le pedía una silenciosa ayuda. No deseaba morir, todavía había muchas cosas por las que luchar.

Todo el dolor que antes había sentido parecía ahora un mal recuerdo lejano que se había escondido en alguna parte recóndita de su mente. Volvía a ser solamente una niña perdida que había arrastrada fuera de su hogar, sin más opciones que obedecer ante una amenaza de un terrible dolor. Solo era una joven que había sido arrancada violentamente de su hogar con la intención de llevarla a un lugar desconocido para ser vendida a otros en un burdel. Seguía intentando aferrarse con fuerza al hombre, sintiendo como las fuerzas se escapaban de ella mucho más rápido de lo que le gustaría. Se sentía exhausta y casi tenía la certeza de que no le quedaba mucha vida en su interior. ¿Acaso iba a morir esa noche? Deseaba vivir, deseaba lugar por su vida, no iba a resignarse a aceptar una muerte como esa. La mayor parte de sus sentidos estaban resentidos, habían ido desapareciendo, pero todavía era capaz de sentir parte de lo que la rodeaba.

Reparó entonces en que se encontraba sobre algo suave y de textura exquisita. Sentía la fuerza de una mano sosteniendo la suya y, con todas las fuerzas que le restaban trató de apretarla. Justo después sintió como la oscuridad volvía a provocar que perdiera la conciencia.

Había momentos en los que el malestar de su cuerpo volvía a ella, indicándole que todavía no se había extinguido por completo su vida. Eran momentos cortos, que le servían para entreabrir sus ojos lentamente y volver a cerrarlos sin poder enfocar la mirada para observar a aquel ángel que la miraba desde arriba. Durante escasos minutos se veía sumergida en el doloroso recuerdo de la última noche con su familia. Era débil, se gritaba a sí misma mientras veía los cuerpos de su familia tendidos sobre el suelo. Aun cuando volvía a un estado de semiinconsciencia todavía parecían estar delante de ella. Era una joven débil e inocente que no había prestado la suficiente atención a las señales que el mundo le ofrecía para no perder lo más preciado que tenía.
 
Alyth se había aferrado a aquel ángel con toda la fuerza de voluntad que no había abandonado su delgado y moribundo cuerpo. Lo había hecho con la esperanza de poder sobrevivir a aquella noche tan aciaga que parecía haberse ensañado con su propia vida. Escuchó el suave murmullo de unas palabras, sin embargo estaba demasiado exhausta como para atender a lo que me decía. Se había aferrado a él, sin embargo las fuerzas parecían completamente dispuestas a abandonarla rápidamente. ¿Acaso no iba a ser capaz de escapar de ese destino que solo le auguraba la muerte esa noche?
 
Había perdido la noción del tiempo. Ya no era capaz de distinguir cuanto tiempo había pasado desde que había empezado a escapar de sus perseguidores. Ya no parecía algo importante en la mente de la joven humana que, luchando por su vida, se había abandonado entre los brazos de un desconocido. Su mente trabajaba rápidamente, haciéndola sentir todavía más mareada y agobiada. Apenas sentía ya sus extremidades, y era imposible moverlas. Sí que fue capaz de notar como la mano con la que se había aferrado a él caía como un peso muerto a un lado. Su cuerpo se convulsionó un par de veces cuando comenzó a notar que un líquido se abría paso en su garganta. Estaba recostada, podía sentirlo, y aquello resbalaba lentamente por su interior. Sintió que había algo que escapaba de sus labios, deslizándose por su barbilla y creando un camino, por el cuello, hasta perderse en el escote del viejo y roído vestido.

Todavía se encontraba en un estado de semiinconsciencia, pero comenzaba a sentir nuevamente los movimientos más involuntarios de su cuerpo. Su respiración todavía era irregular y pesada, parecía forzada, luchaba por llevar sus manos hacia aquello que hubiera delante de sus labios, intentando hacer que esa fuente de alimento continuara ahí. El gran esfuerzo pareció dar sus primeros frutos, había empezado a sentir que sus brazos se movían en la dirección deseada. Entreabrió los ojos, tratando de enfocar la mirada. Era él, parecía su ángel. Su pecho dio un vuelco de un momento a otro ¿Por qué se sentía de esa forma? Trató de llamarle, pero no sabía su nombre, y de sus labios solo escapó un gemido ahogado que intentaba más bien ser algo parecido a una súplica. ¿Por qué le estaba rogando? Ni siquiera ella tenía una respuesta clara a esa pregunta.