AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Francachela, cháchara y diplomacia [Privado]
4 participantes
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Francachela, cháchara y diplomacia [Privado]
- Carta de invitación:
- Moscú, 02 de Agosto de 1800Asunto: Banquete, y mesa redonda.
InvitadoQueda usted por medio de esta misiva al tanto de, que el próximo día 30 de Septiembre se convoca su asistencia al Kremlin de moscú.
Como ilustre miembro de la realeza Rusa, se le presenta la invitación al evento. Puede usted acudir con su familia, o acompañante. No olvide por favor que su puntualidad será bien apreciada.
Posterior al banquete tomará lugar la mesa donde se trataran ciertos asuntos concernientes a Rusia y sus miembros. Se pide cautela y la reserva adecuada del hecho.
Sin otro propósito, se despide, atentamente, Sacha Romanov.
Zar de Rusia
La historia cuenta lo que sucedió; la poesía lo que debía suceder
Todo el Kremlim llevaba consigo el trajín desde el día en el cuál se enviaron las invitaciones, cada sirviente, cada persona contratada de fuera también, todos trabajando a la par como hace unos meses atrás, cuando se celebró la boda del Zar, cierto es que este evento resultaba ser a menor escala, sin embargo y como es costumbre en Sacha, había pedido que todo estuviera perfectamente o al menos lo más acercado a ello que muchos afirman no existe. Cierto resultaba que aunque él no estuviera realizando actividades físicas y preparatorias para el banquete que sería no más que un agasajo para los asistentes, tenía una carga bastante enorme sobre sus hombros, o de alguna manera así podía sentirlo el Zar, habían pasado tantos años desde que se había realizado una actividad de esta magnitud, inclusive estaba seguro de que reconocería a los niños que alguna vez fueron cercanos a él cuando comenzó a tener consciencia de lo que significaban estas reuniones y demás, y por supuesto se acordaría de los padres de los asistentes también, solo esperaba que quién le reconociera a él no hiciera gran alarde de la juventud que aún conservaba debido a su condición de licantropo, si bien estaba consiente que no resultaba ser el único ser sobrenatural dentro de las familias reales de Rusia, deseaba resguardar bajo todas las llaves posibles y frente a quién sea esta realidad. Esta era una de sus tantas preocupaciones al momento de presentarse en la mesa donde se tratarían temas que decantarían en importantes decisiones finalmente para toda Rusia, seguro habrían algunos descontentos, otros más contentos por su gestión, no podía estar seguro, sin embargo claro tenía de que no sería adorado como un pan del señor y que su falta de roce con los demás miembros de la realeza en bastante tiempo se haría notar, quizás muchos podrían interpretar esto como dejadez o simple megalomanía actuando en desmerecer al resto, pero teniendo en cuenta la naturaleza de Sacha esto resultaba para quién conociera de él, impensable. Lo cierto es que podría decirse que de los más resaltantes invitados ninguno le conoce demasiado o quizás nada como para poder saber de esto, de esta manera el Zar no estaba tan solo organizando a las personalidades fuertes para trazar un camino en Rusia, sino que también tenía esa segunda oportunidad para presentarse al menos de manera superficial y dar una impresión correcta de lo que realmente resultaba ser él, misión quizás más difícil aún que la de poder concretar con diferentes personas llenas de diferentes ideologías una decisión fija para poder avanzar. Había coordinado con Raisa para que se encargara de su rostro mientras él terminaba de prepararse, dicho de otra manera, no estaría presente en el banquete, si bien se serviría el mejor vino y en cantidad mesurada para que posteriormente pudiera llevarse la mesa con todos los presentes en buen sentado, él no se alejaba de la celebración por tales motivos, simplemente no resultaba ser un hombre que soportara más de cinco ceremonias por año y su boda había sido la cuarta, quedaban muchos meses aún del año y no deseaba exponer su postura casi ermitaña a pesar de todo.
Los contables días pasaron con el ritmo usual hasta que aquella noche llegó, los invitados también, los oídos versados del sobrenatural captaban perfectamente incluso desde la distancia de varios pisos, el gran salón estaba lleno de carcajadas, y aparentemente el “desplante” de no tener en presencia al Zar no estaba afectando al banquete, no podía decirse lo mismo de su apetito, casi no había probado bocado ni tomado de su copa, estaba demasiado concentrado en lo que ocurriría en unos minutos, no obstante también pensaba en como lo haría Raisa, una chica tan joven de anfitriona y sin su marido. Ella también resultaba ser nueva para todos los demás rostros, y ellos para ella, aquello le daba por momentos deseos enormes de empujar las puertas de la habitación real y caminar raudamente hacía el salón, sin embargo la decisión ya había sido tomada con antelación y difícilmente cambia su palabra, o mejor dicho, nunca jamás lo ha hecho, quizás aunque fuera lo correcto cambiar de opinión no lo haría. En completo silencio y con la seriedad que le caracteriza se encaminó a la sala donde conversarían. La mesa si bien no hacía honor al tipo de reunión pues resultaba ser rectangular, la habitación perfectamente adornada y pulcra hasta el más mínimo centímetro, aromatizada levemente para confundir aromas sobre todo, las sillas colocadas en lugares específicos, separadas de entre sí cada dos, por alguna razón que él no comprendía su asiento resultaba ser más angosto que los demás, lo reconoció puesto que se encontraba a un costado el de Raisa que tenía adornos florales bastante mesurados, alguien había indicado diferenciar la silla del Zar, y suponía quién, pero no haría problemas por ello. Suficiente misterio mostraría él recién dando cara para el reducido grupo de personas que asistirían a esta mesa de conservación y a su vez debate, esperaba. Los minutos contados estaban, le había indicado a Raisa que conduzca a cierto grupo de personas hacía la habitación cuando lo considerara prudente, es decir, cuando ya habían disfrutado lo suficiente y aún se encontraran en sus cabales, claro esto no podía exponerse directamente pues podía soñar transgresor. A ojos cerrados el Zar se acomodó frente al ventanal, uno de los tantos de la edificación, su mirada perdida disfrutaba a pesar de ello del horizonte, mirar a Rusia desde diferentes ángulos siempre calmaba cualquiera de sus ansias, incluso ahora mismo que escuchaba los pasos de un gran número elevado de personas acercarse a él, anunciando que el momento había llegado, no había insatisfacción en el rostro que por la calidad del vidrio no se reflejaba, se encontraba en realidad más relajado de lo usual, el aroma de las bebidas contenidas en las copas para cada asistente pasaba por sus fosas con tranquilidad pues respiraba lento y pausado, pero profundo, tan solo esperaba que las puertas se abrieran por mano de los guardias reales que resguardaban la entrada para girarse y comenzar así.
Los contables días pasaron con el ritmo usual hasta que aquella noche llegó, los invitados también, los oídos versados del sobrenatural captaban perfectamente incluso desde la distancia de varios pisos, el gran salón estaba lleno de carcajadas, y aparentemente el “desplante” de no tener en presencia al Zar no estaba afectando al banquete, no podía decirse lo mismo de su apetito, casi no había probado bocado ni tomado de su copa, estaba demasiado concentrado en lo que ocurriría en unos minutos, no obstante también pensaba en como lo haría Raisa, una chica tan joven de anfitriona y sin su marido. Ella también resultaba ser nueva para todos los demás rostros, y ellos para ella, aquello le daba por momentos deseos enormes de empujar las puertas de la habitación real y caminar raudamente hacía el salón, sin embargo la decisión ya había sido tomada con antelación y difícilmente cambia su palabra, o mejor dicho, nunca jamás lo ha hecho, quizás aunque fuera lo correcto cambiar de opinión no lo haría. En completo silencio y con la seriedad que le caracteriza se encaminó a la sala donde conversarían. La mesa si bien no hacía honor al tipo de reunión pues resultaba ser rectangular, la habitación perfectamente adornada y pulcra hasta el más mínimo centímetro, aromatizada levemente para confundir aromas sobre todo, las sillas colocadas en lugares específicos, separadas de entre sí cada dos, por alguna razón que él no comprendía su asiento resultaba ser más angosto que los demás, lo reconoció puesto que se encontraba a un costado el de Raisa que tenía adornos florales bastante mesurados, alguien había indicado diferenciar la silla del Zar, y suponía quién, pero no haría problemas por ello. Suficiente misterio mostraría él recién dando cara para el reducido grupo de personas que asistirían a esta mesa de conservación y a su vez debate, esperaba. Los minutos contados estaban, le había indicado a Raisa que conduzca a cierto grupo de personas hacía la habitación cuando lo considerara prudente, es decir, cuando ya habían disfrutado lo suficiente y aún se encontraran en sus cabales, claro esto no podía exponerse directamente pues podía soñar transgresor. A ojos cerrados el Zar se acomodó frente al ventanal, uno de los tantos de la edificación, su mirada perdida disfrutaba a pesar de ello del horizonte, mirar a Rusia desde diferentes ángulos siempre calmaba cualquiera de sus ansias, incluso ahora mismo que escuchaba los pasos de un gran número elevado de personas acercarse a él, anunciando que el momento había llegado, no había insatisfacción en el rostro que por la calidad del vidrio no se reflejaba, se encontraba en realidad más relajado de lo usual, el aroma de las bebidas contenidas en las copas para cada asistente pasaba por sus fosas con tranquilidad pues respiraba lento y pausado, pero profundo, tan solo esperaba que las puertas se abrieran por mano de los guardias reales que resguardaban la entrada para girarse y comenzar así.
Sacha Románov- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 26/10/2014
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Re: Francachela, cháchara y diplomacia [Privado]
La misiva de cuartilla color sepia firmada por el propio Zar de Todas las Rusias llégole durante su estancia en París y viendo en ello la ocasión perfecta para recavar información de su desaparecida familia, la gran duquesa no lo dudó y púsose rumbo a Moscú y así y de esta manera, continuar la misión de la que hízose cargo desde que sus recuerdos le fueron arrebatados vilmente a la edad de ocho años. Así, con la promesa de que volvería a París una vez finiquitada tal suntuosa reunión, embárcose, pues, la duquesa, rauda y veloz como una liebre, en un largo viaje por barco y carruaje hacia Moscú. Ni siquiera pasó por San Petersburgo, donde se encontraba el palacio principal de los Stroganov, pues debía llegar unos días antes de la fecha convenida en la real carta.
Aquella asamblea no iba a ser su primer encuentro en sociedad con los lustrosos zascandiles y majestades de la Gran Rusia, empero y contra todo pronóstico, ¡atención! ¡la tarambana estaba más nerviosa que una vaca que sabe que la van a llevar al matadero! Y es que, matadero era un poco como se le antojaba el Kremlin de Moscú. Allí debía haber más listillos juntos de los que había conocido ella en sus callejuelas parisinas (y había conocido unos cuantos, creédme). Pero es que estos tenían poder y todo. ”Mas, no hay que temer”, se obligó a pensar, toda digna y con el pecho inflado. Que ella también era una buena entendida en el arte de los embustes y del saber fingir interés. ¡Y además, era la Gran Duquesa rusa Natasha Pavelóvna Stroganóva, leches!
Y así presta, corsé estrangulando sus costillas y cabello recogido en un precioso tocado de perlas -¡ay, qué lujo, qué ostentación! Si se lo llegaran a decir diez años atrás- montóse en un carruaje que la llevaría por todas las calles principales cubiertas de nevazo ruso hasta las mismísmas puertas del Kremlin. El complejo de edificios era una maravilla en sí misma y, no obstante, que ella ya había visto unas cuantas labores arquitectónicas para dejar con la baba colgando a más de uno y una, cruzó la plaza descubierta de granito como quien no quiere la cosa, como quien ya está más que criado en pamplinas como esas desde los tres meses de nacimiento.
Presentóle un tipo con peluca ridícula y nariz ganchuda como la Gran Duquesa Natasha Pavelóvna Stroganóva y díole el paso para entrar en el vestíbulo donde ya todos los príncipes y princesas y condes y condesas y barones y baronesas y toda la lista de títulos reales interminables se hallaban, muy bien animados con mejillas sonrosadas por el vodka, manteniendo conversaciones de las que, seguramente, no salvarían el mundo. Pero es que, ¿a alguien allí le importaba realmente el futuro de la Madre Rusia? Rusia era el hogar de Natasha y ella, sin embargo, no lo sentía como tal. Contra todo sentimiento, echaba en falta París, y a su tutor con el que se había reencontrado tras diez años. Mas, Rusia había sido la casa de su señor padre y de su señora madre, así como de sus hermanos perdidos. Debía amar Rusia aunque sólo fuese por ellos.
Carraspeó, observó el panorama. No sabía exactamente qué requería el Zar de ella, de todos ellos. Había acudido sola en contra de lo expresado en la carta y se sentía algo así como desprotegida. ¡Desprotegida! ¡Vaya tontuna! Con la de veces que había estado sola en la vida. Mas, con la mirada trató de localizar a alguien conocido. ¿Habría asistido su buen amigo Fyodor? De seguro que de hacerlo, lo habría hecho con su recién esposa. ¡De verlos allí a ambos le habrían salvado la velada!
Aquella asamblea no iba a ser su primer encuentro en sociedad con los lustrosos zascandiles y majestades de la Gran Rusia, empero y contra todo pronóstico, ¡atención! ¡la tarambana estaba más nerviosa que una vaca que sabe que la van a llevar al matadero! Y es que, matadero era un poco como se le antojaba el Kremlin de Moscú. Allí debía haber más listillos juntos de los que había conocido ella en sus callejuelas parisinas (y había conocido unos cuantos, creédme). Pero es que estos tenían poder y todo. ”Mas, no hay que temer”, se obligó a pensar, toda digna y con el pecho inflado. Que ella también era una buena entendida en el arte de los embustes y del saber fingir interés. ¡Y además, era la Gran Duquesa rusa Natasha Pavelóvna Stroganóva, leches!
Y así presta, corsé estrangulando sus costillas y cabello recogido en un precioso tocado de perlas -¡ay, qué lujo, qué ostentación! Si se lo llegaran a decir diez años atrás- montóse en un carruaje que la llevaría por todas las calles principales cubiertas de nevazo ruso hasta las mismísmas puertas del Kremlin. El complejo de edificios era una maravilla en sí misma y, no obstante, que ella ya había visto unas cuantas labores arquitectónicas para dejar con la baba colgando a más de uno y una, cruzó la plaza descubierta de granito como quien no quiere la cosa, como quien ya está más que criado en pamplinas como esas desde los tres meses de nacimiento.
Presentóle un tipo con peluca ridícula y nariz ganchuda como la Gran Duquesa Natasha Pavelóvna Stroganóva y díole el paso para entrar en el vestíbulo donde ya todos los príncipes y princesas y condes y condesas y barones y baronesas y toda la lista de títulos reales interminables se hallaban, muy bien animados con mejillas sonrosadas por el vodka, manteniendo conversaciones de las que, seguramente, no salvarían el mundo. Pero es que, ¿a alguien allí le importaba realmente el futuro de la Madre Rusia? Rusia era el hogar de Natasha y ella, sin embargo, no lo sentía como tal. Contra todo sentimiento, echaba en falta París, y a su tutor con el que se había reencontrado tras diez años. Mas, Rusia había sido la casa de su señor padre y de su señora madre, así como de sus hermanos perdidos. Debía amar Rusia aunque sólo fuese por ellos.
Carraspeó, observó el panorama. No sabía exactamente qué requería el Zar de ella, de todos ellos. Había acudido sola en contra de lo expresado en la carta y se sentía algo así como desprotegida. ¡Desprotegida! ¡Vaya tontuna! Con la de veces que había estado sola en la vida. Mas, con la mirada trató de localizar a alguien conocido. ¿Habría asistido su buen amigo Fyodor? De seguro que de hacerlo, lo habría hecho con su recién esposa. ¡De verlos allí a ambos le habrían salvado la velada!
- Off:
- Espero que no haya problemas en haber sido la primera (?) Si tengo que modificar cualquier cosa ¡sólo decidme! :33
Natasha Stroganóva- Realeza Rusa
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Re: Francachela, cháchara y diplomacia [Privado]
A Raisa se le daba muy bien el habla. No tenía problema alguna socializando, desde muy pequeña había sido así, sin embargo una cosa era hablar con gente de su familia, o circulo de amigos cercanos, y otra muy distinta era encontrarse con gente importante en Rusia. En ocasiones se olvidaba de su titulo, mismo que le pesaba demasiado, pero después de un rato lo recordaba, y es que no debía perderlo de vista, porque ella estaba siendo vigilada todo el tiempo, sometida a presión, casi investigada por todos aquellos presentes, quienes parecían encantados con su presencia, y por esa razón su cuerpo se había relajado en desmedida, aunque no lo suficiente, y sin perder su porte elegante, e imponente. Así le habían dicho que debía ser, porque aunque era una dama, se trataba de la zarina misma, y eso nadie podría restárselo nunca.
Hacer tiempo no le resultó tan complicado. Aunque en un principio muchos de los presentes preguntaron por su zar, conforme transcurría la velada se fueron olvidando de ese detalle. Raisa no dejaba de hablar, mucho de lo que decía eran actos bondadosos, entre ellos la ayuda a los más necesitados, a los niños huérfanos. Una infinidad de cosas que estaba ansiosa por hacer. La zarina debía reconocer que muchos de ellos le resultaban egoístas, y sólo pensaban en ellos, pero hacerles ver que ayudar a los demás les traería más riquezas, terminaba por convencerlos, y hacerles acceder. Lo último que hizo para cerrar tratos, fue una hoja en donde cada uno firmaba comprometiéndose a cumplir todo lo pactado esa noche. La emoción de la ahora esposa del zar era grande, y se entusiasmaba al pensar que su marido estaría orgulloso de ella.
Los platos de todos los presentes estaban con las sobras. Sólo con ellas. Muchos se atascaron demasiado, tanto que ella podía jurar algunos botones terminarían por salir volando. Las mujeres habían sido más discretas, pero los hombres resultaban muy glotones. No se quejó, sin embargo la idea del desperdicio de alimentos la abrumaban, tanta pobreza en Rusia, y ellos solo pensando en llenarse. Suspiró, no hizo demasiada referencia al respecto, y terminó por ponerse de pie. Se acercó a dos de sus doncellas para darles instrucciones, después detectó con la mirada a Natasha, era a la única que conocía con más intimidad, y por eso la confianza resultaba abismal a comparación de los demás. Le pidió con la mirada que fuera a su lado, y después con indicaciones le pidió a los presentes que la siguieran.
Raisa avanzó a paso cauteloso por los pasillos de su ahora hogar, aun le costaba un poco de trabajo ubicarse por completo, la estructura era demasiado grande, sin embargo se sintió agradecida y aliviada de que Sacha le pusiera una escolta real de guía, con eso daba protección y también los guiaba de forma correcta. Cuando se encontraron frente a las puertas del lugar, la guarda abrió con solemne respeto, indicó al zar que los invitados ya estaban listos y preparados para la reunión que estaban a punto de tener. La mujer no supo a ciencia a cierta que instrucciones, o palabras demás dijo el zar, pero se decidió a entrar acompañada de todos los presentes.
— Mi zar, lo extrañamos durante la cena, es un gusto poder verlo — Sonrió, se terminó por sentar a un lado de él, frente a los visitantes habían copas de cristal con escudos que se detallaban con precisión, además de que algunos escritos que debían tener los presentes, con temas a tratar, algunos con el afán de que nadie se olvidara de lo hablado también en ese encuentro. Raisa guardó silencio esperando a que los presentes terminaran de saludar, y acomodarse, ya lo demás estaría en manos del zar.
Hacer tiempo no le resultó tan complicado. Aunque en un principio muchos de los presentes preguntaron por su zar, conforme transcurría la velada se fueron olvidando de ese detalle. Raisa no dejaba de hablar, mucho de lo que decía eran actos bondadosos, entre ellos la ayuda a los más necesitados, a los niños huérfanos. Una infinidad de cosas que estaba ansiosa por hacer. La zarina debía reconocer que muchos de ellos le resultaban egoístas, y sólo pensaban en ellos, pero hacerles ver que ayudar a los demás les traería más riquezas, terminaba por convencerlos, y hacerles acceder. Lo último que hizo para cerrar tratos, fue una hoja en donde cada uno firmaba comprometiéndose a cumplir todo lo pactado esa noche. La emoción de la ahora esposa del zar era grande, y se entusiasmaba al pensar que su marido estaría orgulloso de ella.
Los platos de todos los presentes estaban con las sobras. Sólo con ellas. Muchos se atascaron demasiado, tanto que ella podía jurar algunos botones terminarían por salir volando. Las mujeres habían sido más discretas, pero los hombres resultaban muy glotones. No se quejó, sin embargo la idea del desperdicio de alimentos la abrumaban, tanta pobreza en Rusia, y ellos solo pensando en llenarse. Suspiró, no hizo demasiada referencia al respecto, y terminó por ponerse de pie. Se acercó a dos de sus doncellas para darles instrucciones, después detectó con la mirada a Natasha, era a la única que conocía con más intimidad, y por eso la confianza resultaba abismal a comparación de los demás. Le pidió con la mirada que fuera a su lado, y después con indicaciones le pidió a los presentes que la siguieran.
Raisa avanzó a paso cauteloso por los pasillos de su ahora hogar, aun le costaba un poco de trabajo ubicarse por completo, la estructura era demasiado grande, sin embargo se sintió agradecida y aliviada de que Sacha le pusiera una escolta real de guía, con eso daba protección y también los guiaba de forma correcta. Cuando se encontraron frente a las puertas del lugar, la guarda abrió con solemne respeto, indicó al zar que los invitados ya estaban listos y preparados para la reunión que estaban a punto de tener. La mujer no supo a ciencia a cierta que instrucciones, o palabras demás dijo el zar, pero se decidió a entrar acompañada de todos los presentes.
— Mi zar, lo extrañamos durante la cena, es un gusto poder verlo — Sonrió, se terminó por sentar a un lado de él, frente a los visitantes habían copas de cristal con escudos que se detallaban con precisión, además de que algunos escritos que debían tener los presentes, con temas a tratar, algunos con el afán de que nadie se olvidara de lo hablado también en ese encuentro. Raisa guardó silencio esperando a que los presentes terminaran de saludar, y acomodarse, ya lo demás estaría en manos del zar.
Raisa V. Románova- Realeza Rusa
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 04/11/2014
Edad : 34
Localización : Kremlin de Moscú
Re: Francachela, cháchara y diplomacia [Privado]
Guillemie estaba emocionada por la invitación que había llegado unos meses atrás, se le había hecho eterno la fecha esperada, pero gracias a los dioses antiguos ya había llegado. Por otro lado Mike estaba siempre con aquel semblante pensativo, preguntándose internamente cuales serian las fichas que muchos moverían en ese día, pues mientras los mas incrédulos bailaban y disfrutaban la fiesta, otros; los más inteligentes. Buscaban nuevas alianzas y reforzaban otras, todo debía tratar con precaución. Si algo había aprendido, era que muchas cosas podrían suceder.
Por otro lado, su esposa le reprochaba que debiera tratar de relajarse; ella era consciente de lo que podía pasar. Pero a ella le gustaba divertirse en los grandes festines, actualizarse en el circulo social también era importante, se podía ver como una forma de también crear nuevas alianzas y reforzar algunas viejas mientras se disfrutaba un poco de champagne. Aunque estaban en parís esa temporada, ya tenían preparado su mansión en Rusia para su llegada, el cual sería unas semanas antes de la fecha estipulada en la invitación, para poder disfrutar un poco de su estancia en Rusia.
En el día tan esperado, Guillemie se había despertado muy temprano para poder estar lista a una hora decente para la llegada. Como mujer de la realeza escocesa debía vestir con elegancia y el glamur que a los británicos siempre desbordaban, pero eso era algo simple cuando lo llevabas en la sangre. Al caer el sol, el carruaje ya estaba en marcha junto con Guillermie y Mike, quienes para su edad aun sabían estar a la altura de la elegancia, manteniendo su porte de acuerdo a su edad sin caer en lo anticuado.
Las puertas para ellos se abrieron de par en par, los presentaron al público presente y se integraron rápidamente a los demás. Era difícil avanzar cuando tenías a tanta gente que saludar, Guillermie quedaba encantada por volver a encontrarse con sus viejas amigas, mientras Mike, saludaba alegremente a sus antiguos compañeros de parranda. Todos en edades considerables, pero era gente que se veía en un estado fuerte y lucido.
Era por ahora una velada extraordinaria, todo estaba saliendo perfecto a su parecer, la cena había sido exquisita, aunque no había aun rastros del anfitrión, la hermosa Zarina hacia una buena hacia un excelente trabajo respaldando a su esposo mientras este aun permanecía ausente
Por otro lado, su esposa le reprochaba que debiera tratar de relajarse; ella era consciente de lo que podía pasar. Pero a ella le gustaba divertirse en los grandes festines, actualizarse en el circulo social también era importante, se podía ver como una forma de también crear nuevas alianzas y reforzar algunas viejas mientras se disfrutaba un poco de champagne. Aunque estaban en parís esa temporada, ya tenían preparado su mansión en Rusia para su llegada, el cual sería unas semanas antes de la fecha estipulada en la invitación, para poder disfrutar un poco de su estancia en Rusia.
En el día tan esperado, Guillemie se había despertado muy temprano para poder estar lista a una hora decente para la llegada. Como mujer de la realeza escocesa debía vestir con elegancia y el glamur que a los británicos siempre desbordaban, pero eso era algo simple cuando lo llevabas en la sangre. Al caer el sol, el carruaje ya estaba en marcha junto con Guillermie y Mike, quienes para su edad aun sabían estar a la altura de la elegancia, manteniendo su porte de acuerdo a su edad sin caer en lo anticuado.
Las puertas para ellos se abrieron de par en par, los presentaron al público presente y se integraron rápidamente a los demás. Era difícil avanzar cuando tenías a tanta gente que saludar, Guillermie quedaba encantada por volver a encontrarse con sus viejas amigas, mientras Mike, saludaba alegremente a sus antiguos compañeros de parranda. Todos en edades considerables, pero era gente que se veía en un estado fuerte y lucido.
Era por ahora una velada extraordinaria, todo estaba saliendo perfecto a su parecer, la cena había sido exquisita, aunque no había aun rastros del anfitrión, la hermosa Zarina hacia una buena hacia un excelente trabajo respaldando a su esposo mientras este aun permanecía ausente
Guillermie/Mike Lanington- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 21/11/2013
Re: Francachela, cháchara y diplomacia [Privado]
En silencio aún asintió a las palabras de su esposa, se había colocado en su lugar, los miembros exclusivos de esta mesa habían hecho finalmente su aparición, no podía decirse que los nervios le estuvieran jugando una mala pasada, y tampoco que la adrenalina le estuviera generando cierta ansiedad que fuera difícil de disimular, se encontraba tranquilo y en realidad bastante seguro, esperaba el lupino que aquel sentir se mantuviera por el resto de la velada, si bien esta reunión tenía por objetivo el bienestar general de todas las gentes de Rusia, también resultaba ser un filtro claro, miembros que no se apersonaron dejaban en claro una notable falta de cooperación para con la causa o para con el Zar, cual fuera resultaba ser una muestra bastante desagradable que por supuesto tendría en cuenta, llevaba ya bastante tiempo en el cargo y lo que mejor le enseñó el mismo es que resultaba adecuado ser implacable en ciertos asuntos, titubear siempre te va a tirar por los suelos en algún punto – Buenas noches, quiero agradecer a quienes tomaron el tiempo y la molestia de concurrir esta velada, también espero no haber afectado su humor no estando presente durante los bailes y la festividad con el público en general, no es que no sintiera que no debería de haber estado allí. La verdad es que simplemente no me considero un hombre de celebraciones, bailes y mesas interminables de miembros honorables de Rusia, quizás en unos veinte años más pueda acostumbrarme a ello. Por ende les pediré que disculpen mi poca capacidad social, la cual se ve rebelada en el hecho de que fuera el primer evento organizado de esta naturaleza en tantos años de representación – No estaba necesariamente justificándose el Zar, muy por el contrario consideraba que estaba resultaba una manera mesurada de dar a conocer un poco de su esfera interna, esa que probablemente ninguno de los presentes a excepción de la Zarina realmente pudieran llegar a tener idea en lo más mínimo. El Zar elevó su copa – Quiero proponer un brindis antes de comenzar, por ustedes, por sus familias y por el futuro de nuestra Rusia, que definitivamente es el pilar central de esta reunión, mas no el único – Y negarlo podría ser claramente un insulto a la inteligencia de las personas que se encontraban compartiendo la mesa con él, y no pretendía para nada insultar la misma de aquellos o mostrar un atisbo que pudiera a dar entender que les subestimaba.
Deseaba realizar este foro lo más abierto posible, era el Zar, pero no el dueño de las palabras, tampoco el de la verdad, ciertamente tan solo podía diferenciarse del resto por esa capacidad exclusiva de ostentar el poder que si bien podía ser absoluto, en todos sus años jamás lo había utilizado de tal manera que no tuviera límites, podría sonar casi descabellado, pero él mismo, ayudado de su propia moral y valores se realizaba aquel filtro antes de tomar cualquier decisión importante que pudiera sobre todo, afectar a terceros dentro de su jurisdicción – Los convoqué aquí para reafirmar lo tácito, para que puedan hacer valer su palabra, para que sean escuchados, de manera directa, no tras mensajes que demoran mucho en llegar y que quizás ya no son efectivos o pierden su sentido al momento de ser leídos. Básicamente estoy deseando escuchar sus opiniones, sus sugerencias, sus quejas, inclusive sus pedidos y espero recibirlas todas sin miedo, sin que por algún motivo se retengan, deseo ciertamente la honestidad pura, aquella que está naciendo cada vez que me escuchan pronunciar alguna palabra que capte su atención – Probablemente iba a resultar difícil de creer para más de uno que aquello fuera cien por ciento cierto, pero la realidad estaba ahí, y el Zar no iba a pedir buena fe por el simple hecho de comentarlo, la única manera de ser respetado y seguido por motivos ajenos al miedo o a la obvia diferencia de los cargos, estaba ciertamente en ser transparente y consecuente con los hechos que se profesan y los hechos que se aplican a la realidad. Y es que uno de los males del hombre es aquella jugada tacita que siempre realizan, una verdad que profesan pero no aplican y una verdad que aplican pero no profesan, la doble moral es tan solo el enemigo de cada uno y esperaba que no existiera por parte de ninguno durante esta mesa – Tengo una visión y no mística, no por qué no crea en lo sobrenatural o porqué crea en ello – Una sencilla aclaración – Mi visión debe de ser una de las más utópicas y descabelladas de todos los tiempos, lo curioso es que no trae consigo guerras o derramamientos de sangre, que es como usualmente se consiguen los objetivos, por el contrario, estoy en busca de estabilidad y de oportunidades, para todos, para el esclavo, para el abandonado, para el pobre, para el clase media, para el clase alta, para la realeza, para mí, para mi esposa. ¿Ahora lo comprenden? – Estaba seguro de que no haber dejado entrar a sus consejeros resultó ser lo más adecuado posible, no les necesitaba, tampoco a sus ideologías, después de todo él tan solo necesitaba el apoyo de los presentes y ser respaldado por la mayoría para este tipo de actos.
Deseaba realizar este foro lo más abierto posible, era el Zar, pero no el dueño de las palabras, tampoco el de la verdad, ciertamente tan solo podía diferenciarse del resto por esa capacidad exclusiva de ostentar el poder que si bien podía ser absoluto, en todos sus años jamás lo había utilizado de tal manera que no tuviera límites, podría sonar casi descabellado, pero él mismo, ayudado de su propia moral y valores se realizaba aquel filtro antes de tomar cualquier decisión importante que pudiera sobre todo, afectar a terceros dentro de su jurisdicción – Los convoqué aquí para reafirmar lo tácito, para que puedan hacer valer su palabra, para que sean escuchados, de manera directa, no tras mensajes que demoran mucho en llegar y que quizás ya no son efectivos o pierden su sentido al momento de ser leídos. Básicamente estoy deseando escuchar sus opiniones, sus sugerencias, sus quejas, inclusive sus pedidos y espero recibirlas todas sin miedo, sin que por algún motivo se retengan, deseo ciertamente la honestidad pura, aquella que está naciendo cada vez que me escuchan pronunciar alguna palabra que capte su atención – Probablemente iba a resultar difícil de creer para más de uno que aquello fuera cien por ciento cierto, pero la realidad estaba ahí, y el Zar no iba a pedir buena fe por el simple hecho de comentarlo, la única manera de ser respetado y seguido por motivos ajenos al miedo o a la obvia diferencia de los cargos, estaba ciertamente en ser transparente y consecuente con los hechos que se profesan y los hechos que se aplican a la realidad. Y es que uno de los males del hombre es aquella jugada tacita que siempre realizan, una verdad que profesan pero no aplican y una verdad que aplican pero no profesan, la doble moral es tan solo el enemigo de cada uno y esperaba que no existiera por parte de ninguno durante esta mesa – Tengo una visión y no mística, no por qué no crea en lo sobrenatural o porqué crea en ello – Una sencilla aclaración – Mi visión debe de ser una de las más utópicas y descabelladas de todos los tiempos, lo curioso es que no trae consigo guerras o derramamientos de sangre, que es como usualmente se consiguen los objetivos, por el contrario, estoy en busca de estabilidad y de oportunidades, para todos, para el esclavo, para el abandonado, para el pobre, para el clase media, para el clase alta, para la realeza, para mí, para mi esposa. ¿Ahora lo comprenden? – Estaba seguro de que no haber dejado entrar a sus consejeros resultó ser lo más adecuado posible, no les necesitaba, tampoco a sus ideologías, después de todo él tan solo necesitaba el apoyo de los presentes y ser respaldado por la mayoría para este tipo de actos.
Sacha Románov- Licántropo/Realeza
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Re: Francachela, cháchara y diplomacia [Privado]
La Duquesa Huérfana -como ya habíanse empeñado los diarios en apelarla- encontróse infinitamente más segura en aquel ponzoñoso mar de pirañas cuando la zarina Románova entró en el fastuoso salón, toda digna ella como solía podía serlo la Zarina de Todas las Rusias, claro está. Si bien no era profunda amistad todavía la que unía a Natasha Pavelóvna y a Raisa Románova, sí existía un cariño fomentado por la charleta que ambas féminas reales hubieron tenido unos meses ha, durante el banquete de presentación de la Gran Duquesa.
La rubia granujilla dirigíole una sonrisa amigable a Raisa, acompañada, como no podía ser de otra manera, de una inclinación suave de cabeza en señal de respeto. La zarina le correspondió como debía.
Pasáronse las horas durante las cuales Natasha Pavelóvna se hizo eco de los problemas de vejiga de la condesa Bezhukóva (¡había que vérselas con la señora, una octogenaria vivaracha con más amantes de los que Nastya podría tener por más que viviera cien años!). Aparecióse entonces el Zar. El Romanov se reveló como un hombre alto, de mirada seria e impetuosa. Con su sola figura dominó la sala de baile, y los felices violonchelistas cejaron de la Sinfonía de Baco Nº 43 para dar pie a las palabras del Zar de Todas las Rusias. El Kremlin todo enmudeció, como hechizado por los sabedores vocablos del Romanov.
Natasha Pavelóvna alzóse su copa de vino junto con los demás, en un sonoro brindis por Rusia, mas se obtuvo de hablar aún. El Zar había hablado de estabilidad y oportunidades, algo que a la Gran Duquesa le parecía inviable dentro del autarquismo ruso, pero, ¿quién sabía? Igual este Zar estaba realmente dispuesto a marcar el antes y el después dentro del naciente Imperio Ruso.
La rubia granujilla dirigíole una sonrisa amigable a Raisa, acompañada, como no podía ser de otra manera, de una inclinación suave de cabeza en señal de respeto. La zarina le correspondió como debía.
Pasáronse las horas durante las cuales Natasha Pavelóvna se hizo eco de los problemas de vejiga de la condesa Bezhukóva (¡había que vérselas con la señora, una octogenaria vivaracha con más amantes de los que Nastya podría tener por más que viviera cien años!). Aparecióse entonces el Zar. El Romanov se reveló como un hombre alto, de mirada seria e impetuosa. Con su sola figura dominó la sala de baile, y los felices violonchelistas cejaron de la Sinfonía de Baco Nº 43 para dar pie a las palabras del Zar de Todas las Rusias. El Kremlin todo enmudeció, como hechizado por los sabedores vocablos del Romanov.
Natasha Pavelóvna alzóse su copa de vino junto con los demás, en un sonoro brindis por Rusia, mas se obtuvo de hablar aún. El Zar había hablado de estabilidad y oportunidades, algo que a la Gran Duquesa le parecía inviable dentro del autarquismo ruso, pero, ¿quién sabía? Igual este Zar estaba realmente dispuesto a marcar el antes y el después dentro del naciente Imperio Ruso.
Natasha Stroganóva- Realeza Rusa
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