AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Perdu dans le noir [Cailen]
2 participantes
Página 1 de 1.
Perdu dans le noir [Cailen]
El clima parisino era lo más cercano al descontrol que había conocido, era imposible de intuir el frío o el calor, incluso cuando la estación que se indicaba era de un seco invierno; algunas veces estaba soleado y brillante y otras, tales como esa noche, todo se encontraba cubierto por un suave lienzo color blanco e iluminado. Parecía que era ayer cuando había llegado a Francia solo por los caprichos del muchacho de anaranjados cabellos, que poco a poco se iba convirtiendo en un hombre. Sí, el momento no estaba lejos, tarde o temprano tendría que decidir las reglas del juego en el que me había metido. Siglos eran los que habían pasado desde la última vez que había titubeado. La frustración se sentía perfectamente en el tacto de mi piel. Y los pasos resonaban tal como mi corazón, nulos en un principio pero con eco al final. Eran los adoquines con los bordes llenos de agua congelada los que producían aquel incansable sonido, se frotaban contra los zapatos de cuero negro y suela de quebracho. Mi ser hacía contraste con el nítido reflejo de la blancura por el completo conjunto negro que cargaba, lo suficientemente abrigado para simular que el frío también me lastimaba. Podía sentirlo, mi sangre se volvía más fría y espesa de lo usual, sin embargo no era capaz de temblar o frustrarme por la sensación. Por lo contrario, prefería eso, pues daba la apariencia de que la vida seguía estando dentro de mí. Cerré los ojos ante el tonto pensamiento, frustrado simplemente. Y volví a mirar al frente, la razón de la caminata llevaba varios por qué. El principal era filoso y contaba con la muerte por delante. Buscaba vampiros, neófitos que no pudieran controlar sus instintos. Tal como en Venecia, había elegido el camino de la balanza, de cuidar a los humanos tanto como a los vampiros, ser escondidos y que nadie sepa de nosotros era la mejor solución. Y muchos recién convertidos eran incapaces de portarse correctamente sin un sire que los ayude.
Y había otra explicación, el hambre, el deseo de la sangre fluir en mi garganta. Desde siempre, me había cerciorado de alimentarme solo de delincuentes que no pudieran ser sanados de sus pecados. Podía leer sus mentes para conocer su pasado y así enfundar mis nutrientes en ellos. Por lo que sí, esa noche alguien iba a morir y yo veneraría sus fallecimientos y haría benditos sus nombres para que el paso al cielo o al infierno sea abierto y que sus almas no quedaran rondando por la tierra sin destino en concreto.
Un sonido suave fue el que se escuchó en el callejón, la esencia inmortal estaba en el ambiente y me adentré sin preocuparme; mis facciones eran juveniles, angulosas y quizá podían pasar por inocentes. Pero podía protegerme perfectamente de cualquiera, los miles de años y la humanidad guerrera que tenía en mí no pasaban desapercibidas cuando de moverme se tratara.
Y allí lo vi, era un vampiro joven, saltando por el edificio de lozas anaranjadas. Mis orbes se quedaron fijos en aquel; estaba esperando que su mente me dijera sus verdaderas intenciones; por lo que me encontraba distraído. Con mis manos cruzadas por sobre mi pecho y el saco que reposaba suelto en mis hombros. No lo llevaba puesto, más era como una capa en donde las mangas caían en los costados. De solo un tirón ésta podía caer al suelo, era un estilo elegante, que solo las personas de clase alta solían llevar, siempre que un guardaespaldas estuviese a su lado. Los ladrones de la ciudad poco a poco se estaban incrementando y la seguridad no era para nada buena. Pero yo no necesitaba preocuparme por eso. Justamente mi deseo era atraer a los timadores. Dejar que mi apariencia los engañe para poder beber de las yugulares ajenas sin sentirme un asesino real. Aunque por dentro lo sabía, incluso dos mil cuatrocientos años no me hacían aceptarlo por completo. Así que allí estaba, como un foco para ambas razones de la salida en la noche.
Y había otra explicación, el hambre, el deseo de la sangre fluir en mi garganta. Desde siempre, me había cerciorado de alimentarme solo de delincuentes que no pudieran ser sanados de sus pecados. Podía leer sus mentes para conocer su pasado y así enfundar mis nutrientes en ellos. Por lo que sí, esa noche alguien iba a morir y yo veneraría sus fallecimientos y haría benditos sus nombres para que el paso al cielo o al infierno sea abierto y que sus almas no quedaran rondando por la tierra sin destino en concreto.
Un sonido suave fue el que se escuchó en el callejón, la esencia inmortal estaba en el ambiente y me adentré sin preocuparme; mis facciones eran juveniles, angulosas y quizá podían pasar por inocentes. Pero podía protegerme perfectamente de cualquiera, los miles de años y la humanidad guerrera que tenía en mí no pasaban desapercibidas cuando de moverme se tratara.
Y allí lo vi, era un vampiro joven, saltando por el edificio de lozas anaranjadas. Mis orbes se quedaron fijos en aquel; estaba esperando que su mente me dijera sus verdaderas intenciones; por lo que me encontraba distraído. Con mis manos cruzadas por sobre mi pecho y el saco que reposaba suelto en mis hombros. No lo llevaba puesto, más era como una capa en donde las mangas caían en los costados. De solo un tirón ésta podía caer al suelo, era un estilo elegante, que solo las personas de clase alta solían llevar, siempre que un guardaespaldas estuviese a su lado. Los ladrones de la ciudad poco a poco se estaban incrementando y la seguridad no era para nada buena. Pero yo no necesitaba preocuparme por eso. Justamente mi deseo era atraer a los timadores. Dejar que mi apariencia los engañe para poder beber de las yugulares ajenas sin sentirme un asesino real. Aunque por dentro lo sabía, incluso dos mil cuatrocientos años no me hacían aceptarlo por completo. Así que allí estaba, como un foco para ambas razones de la salida en la noche.
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 05/04/2015
Edad : 35
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Perdu dans le noir [Cailen]
La noche era gélida. En los pocos años que llevaba en la capital de Francia jamás me había tocado un invierno como aquél. Ya era bastante malo no tener cómo refugiarse del frío pero, en mi caso, tampoco tenía nada que me cubriera del cruel viento que comenzaba a soplar. Lo único que podía hacer era tratar de soportarlo y eso era lo que estaba haciendo. Me había sentado contra la pared de piedra y abracé mis piernas tratando de darme calor. Pasaron las horas y sentía que me abandonaba la energía, usé ese tiempo para meditar sobre todo, mi vida, la de los demás. ¿Cómo es que había llegado a ese punto en mi vida? ¿pude haber hecho algo para evitarlo?.
Me perdí en esos pensamientos hasta que un tenue ruido me trajo de regreso a la realidad. Sonaba como un animal en algún tejado, posiblemente un gato o un ave. Mientras observaba el vapor que salía de mi boca por el frío pensaba en las mil y una razones por las que un animal estaría en el techo en una noche tan helada como esa, otro pensamiento ligado a ese era ¿por qué se fue? ¿se asustó?. Volteé a ver hacia arriba tratando de encontrar una respuesta a mis propias preguntas. Lo que encontré al girar la vista no fue un animal o una respuesta divina escrita en el cielo. Encontré a un hombre.
Tenía pelo muy largo, al verlo me dio envidia, me gustaría que mi pelo estuviese así de largo para que el aire no me atacara justo en la nuca. Por la ausencia de luz no podía ver muy bien su cara ni su ropa, pero a juzgar por los zapatos que estaban cerca de mí, podía definir que este individuo no carecía de recursos económicos. No me moví del lugar en un rato, tratando de razonar lo que estaba pasando: Un señor de ropa elegante estaba solo en un callejón a altas horas de la noche, no había nadie a su alrededor más que yo. En ese momento caí en la cuenta de algo importante ¡Él pensaba que estaba solo en ese callejón! Abrí los ojos como platos y un interruptor se encendió dentro de mí, uno que me hacía detectar las cosas que pudiesen servirme. Entonces vi la cadena de un reloj (posiblemente de oro) salía de su bolsillo izquierdo, a plena vista, adicionalmente, el saco de él colgaba, incitándome a tomarlo. Más que el reloj de un material precioso, el saco me llamó la atención. Eso era lo que necesitaba, eso me cubriría del cruel invierno. Ya ni si quiera me pregunté qué habrá estado haciendo ahí de pie, lo importante ahora era la supervivencia.
Observé más cuidadosamente al hombre aquel, tenía una gran ventaja, como no sabía de mi presencia, seguramente no estaría alerta. Con cuidado de no hacer ruido, me coloqué en una posición semi agachada para poder tomar sus objetos personales y poder darme a la fuga. Con todo el cuidado del mundo, tomé la cadena del reloj sin hacer ningún ruido y sigilosamente, lo extraje de su bolsillo. Si no lograba conseguir el abrigo al menos el reloj sería suficiente para conseguir uno y un plato de comida caliente. Lo siguiente era el abrigo tan tentador que se mecía con el viento. Mentalmente me preparé para terminar el asalto, pensaba en las calles que me podrían sacar de ese lugar fácilmente. Probé los reflejos de mis manos un par de veces y sin previo aviso, tomé la prenda.
Con la velocidad de un rayo, sentí una mano que tomaba mi muñeca con una fuerza descomunal. Me sostenía de una forma tan brusca que la sangre dejó de fluir hacia mi mano. No pensé lo que hice después, solo reaccioné, trataba de huir -¡No, suélteme! -Grité a todo pulmón mientras con mi otra mano trataba de liberarme, primero intenté liberar mi mano del potente agarre pero me di cuenta de que era inútil así que comencé a dar empujones y patadas al hombre de pelo largo que me había descubierto y, aparentemente, no le hacía ningún daño con mi intento de librarme. -¡Suélteme, déjeme ir! -Aullaba aterrorizado.
De pronto, le miré directamente a los ojos, que me miraban severos, como mi padre antes de darme una buena reprimenda y algo más. Parecía que el tiempo pasaba más lento, alcancé a ver que este hombre abría la boca y al hacerlo noté algo anormal en ella, colmillos... ¡Colmillos, vampiro! ¡Iba a matarme! Mientras seguía batallando, me sentí... invadido, como si hubiese un intruso en mi cabeza, de alguna forma supe, que el intruso era el hombre que me tenía sometido con solo sostener mi muñeca.
Me perdí en esos pensamientos hasta que un tenue ruido me trajo de regreso a la realidad. Sonaba como un animal en algún tejado, posiblemente un gato o un ave. Mientras observaba el vapor que salía de mi boca por el frío pensaba en las mil y una razones por las que un animal estaría en el techo en una noche tan helada como esa, otro pensamiento ligado a ese era ¿por qué se fue? ¿se asustó?. Volteé a ver hacia arriba tratando de encontrar una respuesta a mis propias preguntas. Lo que encontré al girar la vista no fue un animal o una respuesta divina escrita en el cielo. Encontré a un hombre.
Tenía pelo muy largo, al verlo me dio envidia, me gustaría que mi pelo estuviese así de largo para que el aire no me atacara justo en la nuca. Por la ausencia de luz no podía ver muy bien su cara ni su ropa, pero a juzgar por los zapatos que estaban cerca de mí, podía definir que este individuo no carecía de recursos económicos. No me moví del lugar en un rato, tratando de razonar lo que estaba pasando: Un señor de ropa elegante estaba solo en un callejón a altas horas de la noche, no había nadie a su alrededor más que yo. En ese momento caí en la cuenta de algo importante ¡Él pensaba que estaba solo en ese callejón! Abrí los ojos como platos y un interruptor se encendió dentro de mí, uno que me hacía detectar las cosas que pudiesen servirme. Entonces vi la cadena de un reloj (posiblemente de oro) salía de su bolsillo izquierdo, a plena vista, adicionalmente, el saco de él colgaba, incitándome a tomarlo. Más que el reloj de un material precioso, el saco me llamó la atención. Eso era lo que necesitaba, eso me cubriría del cruel invierno. Ya ni si quiera me pregunté qué habrá estado haciendo ahí de pie, lo importante ahora era la supervivencia.
Observé más cuidadosamente al hombre aquel, tenía una gran ventaja, como no sabía de mi presencia, seguramente no estaría alerta. Con cuidado de no hacer ruido, me coloqué en una posición semi agachada para poder tomar sus objetos personales y poder darme a la fuga. Con todo el cuidado del mundo, tomé la cadena del reloj sin hacer ningún ruido y sigilosamente, lo extraje de su bolsillo. Si no lograba conseguir el abrigo al menos el reloj sería suficiente para conseguir uno y un plato de comida caliente. Lo siguiente era el abrigo tan tentador que se mecía con el viento. Mentalmente me preparé para terminar el asalto, pensaba en las calles que me podrían sacar de ese lugar fácilmente. Probé los reflejos de mis manos un par de veces y sin previo aviso, tomé la prenda.
Con la velocidad de un rayo, sentí una mano que tomaba mi muñeca con una fuerza descomunal. Me sostenía de una forma tan brusca que la sangre dejó de fluir hacia mi mano. No pensé lo que hice después, solo reaccioné, trataba de huir -¡No, suélteme! -Grité a todo pulmón mientras con mi otra mano trataba de liberarme, primero intenté liberar mi mano del potente agarre pero me di cuenta de que era inútil así que comencé a dar empujones y patadas al hombre de pelo largo que me había descubierto y, aparentemente, no le hacía ningún daño con mi intento de librarme. -¡Suélteme, déjeme ir! -Aullaba aterrorizado.
De pronto, le miré directamente a los ojos, que me miraban severos, como mi padre antes de darme una buena reprimenda y algo más. Parecía que el tiempo pasaba más lento, alcancé a ver que este hombre abría la boca y al hacerlo noté algo anormal en ella, colmillos... ¡Colmillos, vampiro! ¡Iba a matarme! Mientras seguía batallando, me sentí... invadido, como si hubiese un intruso en mi cabeza, de alguna forma supe, que el intruso era el hombre que me tenía sometido con solo sostener mi muñeca.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 07/09/2015
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Perdu dans le noir [Cailen]
Fueron mis sentidos los primeros en percatarse de una vida humana, estaba allí, a unos pocos metros; una respiración lenta, casi inexistente y pensé que sería por el frío terrible que estaba haciendo, para las personas esto debía ser una gran preocupación, ya que la temperatura corporal con la que subsistían bajaba y subía según el clima del ambiente a su alrededor. Pero fue un breve trance en donde advertí que había algo de miedo, una pizca de extrañeza que estaba en el aura masculina, de un color naranja y cobalto intenso. Por supuesto que mi mirada estaba perdida en el horizonte, en aquel inmortal que iba saltando los edificios con completa tranquilidad. De igual forma me encontraba yo, reposando, a la espera, sin importarme demasiado la presencia foránea pues no había ningún rastro que me dijera que se trataba de alguien que quería atentar contra mi eterno existir. Sin embargo pude cerciorarme rápidamente de las intenciones ajenas. El niño estaba en el pórtico de un costado, justo donde no daba el viento áspero, evidentemente era un pobre de la calle, un incuestionable mendigo o en éste caso un ladronzuelo. ¿Cuántos me había encontrado en la antigüedad? ¿A cuántos había ayudado y a cuántos había terminado por matar? La verdad es que la cuenta final era imposible de hacerse, me había alimentado de miles y miles como él. Muchachos que no tenían cura, podía verlo por el brillo de sus ojos. Porque yo era capaz de discernir entre una persona buena y una mala. El cielo y los milenios me habían dado la capacidad de reconocerlos. Por eso es que esperé y lo dejé hacer. Su mano era como la de un felino, muy suave, muy delicada, lo suficiente para que un hombre común no pueda notarlo hasta que fuera demasiado tarde.
Un suspiro lento fue el que se escapó de los marfiles labios que llevaba en el rostro inmaculado. La lentitud al moverme era exquisita y elegante, nada se me salía de la vista, aún con la vida pasando una y otra vez siempre me proponía hacer todas mis acciones con la esperanza de encontrar a alguien que valiera la pena. Como Amadeo… No, no había nadie con una coraza tan corroída y con un interior tan puro como el de él. No obstante fue cuando tomé el delgado brazo del muchacho que pude mirarlo, su alma se contemplaba completamente inocente, desesperada sin lugar a titubeos. ¿Qué tantas tristezas podía ocasionar la falta de insumos para vivir? ¿A eso es a lo que un niño tenía que llegar para poder subsistir? Lamentablemente no pude medir mi fuerza en aquel entonces y tomé su muñeca con algo de torpeza, claro que no la suficiente para lastimarlo; realmente, estaba acostumbrado a medirme, pero no cuando sentía se me iban de las manos las situaciones. Tardé unos instantes en donde él seguía forcejeando y yo simplemente estaba allí, como una estatua viviente, con los labios semi abiertos. Era la sorpresa de haber encontrado a alguien peculiar. Siquiera las palabras salían de mis labios, me encontraba completamente anonado. — ¿Por qué debería dejarlo ir, joven? — Pregunté con un marcado francés que delataba en partes la descendencia italiana y nórdica por sobre todo lo demás. Mis cabellos rubios, entonados en claros y oscuros rodeaban un pálido rostro de expresión inmutable. Mis ojos grises y aguados se entrecerraron, intentando así buscar entre sus pensamientos más profundos, devorando todo lo que estuviese a mi paso. Era algo habitual que hacía antes de tener una víctima para el alimento, leía su pasado, intentaba descifrar si servían para la humanidad o si era preferible que murieran. Me encontré con un corazón carcomido y una marcada línea de la separación de su cotidianidad. Y pude comprender que él sabía a lo que se enfrentaba en tal instante, lo que me hizo deducir que; o tenía que matarlo o tenía que enderezarlo. ¿Sería París algún tipo de imán de extrañas especies vivientes? — No grites, deja de hacer eso por favor. — Susurré, lo suficientemente elevado para que él pudiese escucharlo. La realidad es que había un inmortal cerca y éstos eran lo suficientemente descarados como para pedir que compartan la presa y realmente no tenía intenciones de hacerlo, aún si en ese caso no iba a comerlo. Forcejeé entonces con el muchacho, acomodando mis garras en sus muñecas como si de una cadena se tratara, lo precisamente flojas para no lastimarlo, pero tan rígido como el acero. — ¿Escuchas eso? Para ser un ladrón haces mucho ruido, los inquisidores y vampiros como yo rondan a éstas horas… ¿Lo sabes? — La pregunta era capciosa, muy tenue y amable al tiempo, pues era que la pronunciaba para saber los pensamientos con respecto a tal tema en aquellos segundos, la verdad es que no tenía intenciones de quedarme con el muchacho, no quería tener nuevas responsabilidades, solo quería saber si valía sus palabras la vida. Y esperé, lo hice hasta que sentí que él no saldría corriendo dementemente una vez más, lo justo para soltarle sus pequeños huesos que parecían desnutridos y pálidos. No me daba lástima, había perdido ese sentir hacía demasiado tiempo, era curiosidad, una singularidad que quería hurgar.
Un suspiro lento fue el que se escapó de los marfiles labios que llevaba en el rostro inmaculado. La lentitud al moverme era exquisita y elegante, nada se me salía de la vista, aún con la vida pasando una y otra vez siempre me proponía hacer todas mis acciones con la esperanza de encontrar a alguien que valiera la pena. Como Amadeo… No, no había nadie con una coraza tan corroída y con un interior tan puro como el de él. No obstante fue cuando tomé el delgado brazo del muchacho que pude mirarlo, su alma se contemplaba completamente inocente, desesperada sin lugar a titubeos. ¿Qué tantas tristezas podía ocasionar la falta de insumos para vivir? ¿A eso es a lo que un niño tenía que llegar para poder subsistir? Lamentablemente no pude medir mi fuerza en aquel entonces y tomé su muñeca con algo de torpeza, claro que no la suficiente para lastimarlo; realmente, estaba acostumbrado a medirme, pero no cuando sentía se me iban de las manos las situaciones. Tardé unos instantes en donde él seguía forcejeando y yo simplemente estaba allí, como una estatua viviente, con los labios semi abiertos. Era la sorpresa de haber encontrado a alguien peculiar. Siquiera las palabras salían de mis labios, me encontraba completamente anonado. — ¿Por qué debería dejarlo ir, joven? — Pregunté con un marcado francés que delataba en partes la descendencia italiana y nórdica por sobre todo lo demás. Mis cabellos rubios, entonados en claros y oscuros rodeaban un pálido rostro de expresión inmutable. Mis ojos grises y aguados se entrecerraron, intentando así buscar entre sus pensamientos más profundos, devorando todo lo que estuviese a mi paso. Era algo habitual que hacía antes de tener una víctima para el alimento, leía su pasado, intentaba descifrar si servían para la humanidad o si era preferible que murieran. Me encontré con un corazón carcomido y una marcada línea de la separación de su cotidianidad. Y pude comprender que él sabía a lo que se enfrentaba en tal instante, lo que me hizo deducir que; o tenía que matarlo o tenía que enderezarlo. ¿Sería París algún tipo de imán de extrañas especies vivientes? — No grites, deja de hacer eso por favor. — Susurré, lo suficientemente elevado para que él pudiese escucharlo. La realidad es que había un inmortal cerca y éstos eran lo suficientemente descarados como para pedir que compartan la presa y realmente no tenía intenciones de hacerlo, aún si en ese caso no iba a comerlo. Forcejeé entonces con el muchacho, acomodando mis garras en sus muñecas como si de una cadena se tratara, lo precisamente flojas para no lastimarlo, pero tan rígido como el acero. — ¿Escuchas eso? Para ser un ladrón haces mucho ruido, los inquisidores y vampiros como yo rondan a éstas horas… ¿Lo sabes? — La pregunta era capciosa, muy tenue y amable al tiempo, pues era que la pronunciaba para saber los pensamientos con respecto a tal tema en aquellos segundos, la verdad es que no tenía intenciones de quedarme con el muchacho, no quería tener nuevas responsabilidades, solo quería saber si valía sus palabras la vida. Y esperé, lo hice hasta que sentí que él no saldría corriendo dementemente una vez más, lo justo para soltarle sus pequeños huesos que parecían desnutridos y pálidos. No me daba lástima, había perdido ese sentir hacía demasiado tiempo, era curiosidad, una singularidad que quería hurgar.
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 05/04/2015
Edad : 35
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Perdu dans le noir [Cailen]
La única palabra que podía describir lo que pasaba por mi mente era pánico, terror absoluto. Ya no había pensamientos racionales en mi cabeza, lo único que me preocupaba era el momento, el ahora. Ya me había dado cuenta de que el hombre a quien tuve la mala suerte de tratar de robarle no era precisamente un ser humano, lo sabía, mi padre me había enseñado a reconocer las tenues señales que diferenciaban a estos "demonios" del resto de la gente. No era solo eso, también fui obligado a presenciar los últimos momentos de muchos como ellos cuando tenía ¿qué?, ¿doce? en ese momento me sentí identificado con muchos de ellos, la gran mayoría que había suplicado misericordia por sus eternas vidas, pidiendo perdón. Me di cuenta que al estar cara a cara con la muerte ellos habían sido humanos ¿Sería acaso que yo debía pagar el mismo precio por no haber hecho nada para defenderlos? Con ese pensamiento en la mente comenzaron a salir algunas lágrimas. Iba a morir, y como mis padres no tuvieron piedad con todos ellos, no encontraba razón por la que éste ser la tuviese conmigo.
— ¿Por qué debería dejarlo ir, joven? - Preguntó sereno, no había señales de ira en su tono de voz, lo cual me sorprendía pues había intentado robarle, y lo había hecho en realidad, su reloj seguía guardado en mi bolsillo. Pero no por ello dejaron de fluir las lágrimas, pues pensaba en lo que me habían dicho mis padres, sobre los pecados y los diez mandamientos, que si algunas de esas sagradas reglas no era obedecida se le negaba a la persona el paso al cielo, y también por eso seguían deslizándose las saladas gotas por mi rostro. Yo ya había roto la mayoría y jamás recé por perdón. -¡Por favor déjeme ir, lo siento!. - Seguía gritando aún con el bulto en mi garganta que indicaba un lloriqueo que se avecinaba. -¡No quiero morir ahora! ¡tenga piedad por favor!. -Dije mientras seguía intentando tirar de él en vano, era como si estuviera pegado al piso, no lograba moverlo ni un par de centímetros.
Me susurró que guardara silencio pero el instinto aún prevalecía en mi cabeza y gobernaba mis acciones por lo que no me detuve, ni siquiera bajé la voz. Y no lo hacía por pedir ayuda por dos razones, la primera, no había nadie alrededor y la segunda y más importante: aunque hubiese alguien cerca ¿quién ayudaría a un miserable como yo?. — ¿Escuchas eso? Para ser un ladrón haces mucho ruido, los inquisidores y vampiros como yo rondan a éstas horas… ¿Lo sabes?
Pasó una corta cantidad de tiempo que se me hizo eterna, lentamente comencé a disminuir la cantidad de empujones que le dedicaba hasta que fueron nulos. Me había dado por vencido, si iba a morir tenía que hacer el intento para que mi alma pudiera ir al cielo, mientras mi brazo seguía siendo prisionero comencé a rezar en voz baja, mi propia voz rompiéndose de vez en cuando por algún lloriqueo. Ya ni me importaba que fuese humillante. Comencé a sentir que iba soltando mi muñeca y cuando por fin estuvo libre dejé de sentirme invadido, como si mis pensamientos por fin eran míos de nuevo.
Sin estar totalmente consciente de lo que hacía, me fui a sentar en el mismo lugar en donde estaba antes, con mi manga destrozada trataba de secarme las lágrimas que no paraban de fluir, mi corazón seguía frenético, mi respiración también seguía agitada y poco a poco mi cuerpo comenzó a temblar del tremendo susto que acababa de llevarme y, honestamente, no había acabado aún. Repentinamente me acordé del reloj que seguía en mi bolsillo y lo saqué rápidamente para regresárselo, decidí deslizarlo por el suelo suavemente y se detuvo con un golpecito en el zapato del vampiro. No me fijé en lo que hizo la entidad frente a mí, me limité a abrazar mi cuerpo mientras seguía ahí sentado, escondí mi cabeza entre mis rodillas, más avergonzado que nunca. -Lo siento, en verdad lo siento...
— ¿Por qué debería dejarlo ir, joven? - Preguntó sereno, no había señales de ira en su tono de voz, lo cual me sorprendía pues había intentado robarle, y lo había hecho en realidad, su reloj seguía guardado en mi bolsillo. Pero no por ello dejaron de fluir las lágrimas, pues pensaba en lo que me habían dicho mis padres, sobre los pecados y los diez mandamientos, que si algunas de esas sagradas reglas no era obedecida se le negaba a la persona el paso al cielo, y también por eso seguían deslizándose las saladas gotas por mi rostro. Yo ya había roto la mayoría y jamás recé por perdón. -¡Por favor déjeme ir, lo siento!. - Seguía gritando aún con el bulto en mi garganta que indicaba un lloriqueo que se avecinaba. -¡No quiero morir ahora! ¡tenga piedad por favor!. -Dije mientras seguía intentando tirar de él en vano, era como si estuviera pegado al piso, no lograba moverlo ni un par de centímetros.
Me susurró que guardara silencio pero el instinto aún prevalecía en mi cabeza y gobernaba mis acciones por lo que no me detuve, ni siquiera bajé la voz. Y no lo hacía por pedir ayuda por dos razones, la primera, no había nadie alrededor y la segunda y más importante: aunque hubiese alguien cerca ¿quién ayudaría a un miserable como yo?. — ¿Escuchas eso? Para ser un ladrón haces mucho ruido, los inquisidores y vampiros como yo rondan a éstas horas… ¿Lo sabes?
Pasó una corta cantidad de tiempo que se me hizo eterna, lentamente comencé a disminuir la cantidad de empujones que le dedicaba hasta que fueron nulos. Me había dado por vencido, si iba a morir tenía que hacer el intento para que mi alma pudiera ir al cielo, mientras mi brazo seguía siendo prisionero comencé a rezar en voz baja, mi propia voz rompiéndose de vez en cuando por algún lloriqueo. Ya ni me importaba que fuese humillante. Comencé a sentir que iba soltando mi muñeca y cuando por fin estuvo libre dejé de sentirme invadido, como si mis pensamientos por fin eran míos de nuevo.
Sin estar totalmente consciente de lo que hacía, me fui a sentar en el mismo lugar en donde estaba antes, con mi manga destrozada trataba de secarme las lágrimas que no paraban de fluir, mi corazón seguía frenético, mi respiración también seguía agitada y poco a poco mi cuerpo comenzó a temblar del tremendo susto que acababa de llevarme y, honestamente, no había acabado aún. Repentinamente me acordé del reloj que seguía en mi bolsillo y lo saqué rápidamente para regresárselo, decidí deslizarlo por el suelo suavemente y se detuvo con un golpecito en el zapato del vampiro. No me fijé en lo que hizo la entidad frente a mí, me limité a abrazar mi cuerpo mientras seguía ahí sentado, escondí mi cabeza entre mis rodillas, más avergonzado que nunca. -Lo siento, en verdad lo siento...
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 07/09/2015
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Perdu dans le noir [Cailen]
Parecía ser un óleo recién pintado, sí uno de esos costosos cuadros de famosos pintores en donde se podía representar perfectamente una emoción. En este caso era la tristeza y la pena encarnada en un niño que no debía pasar demasiado sus veinte años, mantenía una mirada inocente aunque estuviese viciado con humo venenoso por dentro. Y por supuesto me parecía fantástica la manera en la que su aura explotaba a su alrededor, una infinita parsimonia del pecado que rondaba a través de su mente y quería salir escapando por su alma dañada. Y mi mirada caía en él, escuchándolo silenciosamente, arqueando las cejas ante el ruego incomprendido y me pregunté, ¿cuándo había sido la última vez que yo había llorado? No podía recordarlo, quizá en mi conversión, cuando aquella mujer que me había enamorado se había apresado a mi garganta hasta matarme, pero no. En realidad, quizá jamás lo había hecho, no tenía esos recuerdos, no en tal momento al menos. Y aun así sonreí, esperando que dejara de forcejear. Realmente no me gustaban sus palabras pues aunque tenían un poco de verdad, no eran realmente sinceras sus plegarias. Y negué al tiempo que la respuesta salía como un eco melancólico. — No estoy haciéndole daño. ¿Qué es eso, reza? — Murmuraba en una monotonía que podía hacer poner nervioso a cualquiera. La realidad era que mis años eran demasiados como para sentirme molesto. Sin embargo fue en el momento que lo solté que volví a mi posición usual, con las manos sobre el pecho entrelazadas, dejando que unos cabellos rubios y largos taparan los rabillos de mis ojos. Y fue entonces cuando escuché el murmuro de las oraciones de Dios. Ese ente divino que siempre me había salvado de la locura. Y recordé rápidamente las visiones, los pensamientos y el pasado del joven que parecía convertirse lentamente en un pequeño gato mojado y escandalosamente congelado.
Lo observé retirarse hacía un rincón y lentamente me acerqué, podía matarlo, cortarle el sufrimiento que había tenido desde la infancia. No obstante era mi ego –que aunque era muy mínimo sí existía- y mi complejo de maestro lo que no me permitía hacerlo. Me sentía en la obligación de acobijarlo, de darle una chispa de luz al menos unos instantes. Fruncí las cejas por mis propios pensares y doblé mis rodillas, apoyándome sobre las pantorrillas en lo que mi reloj de bolsillo era deslizado hasta chocar con mi pie. ¿Así que de verdad empezaba a arrepentirse? — Puede quedarse con esto, señorito. Sin embargo debo decirle que rogarle a Dios no ayudará a buscar el perdón. Quizá no lo sabe pero, Dios siempre perdona; es uno mismo –el pecador- el que debe perdonarse para que las cosas salgan bien. Pídete perdón a ti, a tu alma. — Consagraba las palabras que lejanos maestros me habían pasado en otros ciclos, mientras que con mis manos retiraba mi saco largo y grueso que me cubría, depositándolo en la espalda del ajeno. Realmente no lo necesitaba, la temperatura no entraba en mi piel y ya casi no podía sentirla ni en los labios. Y volví a levantarme, tomando antes el reloj del suelo, observándolo con cautela, aquello era lo único que me recordaba que el tiempo seguía pasando. Que sólo yo estaba congelado en la eternidad, por lo cual volví a adentrarlo en mi bolsillo. Mi mirada estaba fija en la ajena, buscando algún motivo que me hiciera quedar, mas no lo encontraba. Él estaba avergonzado, su crianza lo había hecho de esa forma cruel y desprotegida, mas nada me indicaba que quisiera cambiar. Y me giré, mirando a la salida del callejón, negando por segunda vez en lo que los pasos se volvían a dar ahora hacía el lado contrario. — No estoy seguro si de verdad lo siente. No pida perdón porque tiene miedo, el miedo solo es una sensación del momento. — Eran esas veces cuando la humanidad me parecía perdida. Y entonces lo evalué, seguí caminando para así irme. Quizá él me seguiría y entonces demostraría que realmente quería curarse o tal vez agradecería por seguir un día más con vida. Pero solo sería uno. Porque Dios prefiere llevarse las almas que tienen un poco de pureza y que se seguirán ennegreciendo, para así darles una nueva oportunidad en otra época. Que volviera a nacer luego de pasar por la purificación del cielo, pues él estaba corrompido, roto por el maltrato y la poca misericordia que había tenido. Sin embargo yo no era capaz de ayudarlo, no si él no ponía de su lado para intentarlo. Después de todo era un demonio, un inmortal condenado a la eternidad por el mismo destino que a él lo había abandonado.
Lo observé retirarse hacía un rincón y lentamente me acerqué, podía matarlo, cortarle el sufrimiento que había tenido desde la infancia. No obstante era mi ego –que aunque era muy mínimo sí existía- y mi complejo de maestro lo que no me permitía hacerlo. Me sentía en la obligación de acobijarlo, de darle una chispa de luz al menos unos instantes. Fruncí las cejas por mis propios pensares y doblé mis rodillas, apoyándome sobre las pantorrillas en lo que mi reloj de bolsillo era deslizado hasta chocar con mi pie. ¿Así que de verdad empezaba a arrepentirse? — Puede quedarse con esto, señorito. Sin embargo debo decirle que rogarle a Dios no ayudará a buscar el perdón. Quizá no lo sabe pero, Dios siempre perdona; es uno mismo –el pecador- el que debe perdonarse para que las cosas salgan bien. Pídete perdón a ti, a tu alma. — Consagraba las palabras que lejanos maestros me habían pasado en otros ciclos, mientras que con mis manos retiraba mi saco largo y grueso que me cubría, depositándolo en la espalda del ajeno. Realmente no lo necesitaba, la temperatura no entraba en mi piel y ya casi no podía sentirla ni en los labios. Y volví a levantarme, tomando antes el reloj del suelo, observándolo con cautela, aquello era lo único que me recordaba que el tiempo seguía pasando. Que sólo yo estaba congelado en la eternidad, por lo cual volví a adentrarlo en mi bolsillo. Mi mirada estaba fija en la ajena, buscando algún motivo que me hiciera quedar, mas no lo encontraba. Él estaba avergonzado, su crianza lo había hecho de esa forma cruel y desprotegida, mas nada me indicaba que quisiera cambiar. Y me giré, mirando a la salida del callejón, negando por segunda vez en lo que los pasos se volvían a dar ahora hacía el lado contrario. — No estoy seguro si de verdad lo siente. No pida perdón porque tiene miedo, el miedo solo es una sensación del momento. — Eran esas veces cuando la humanidad me parecía perdida. Y entonces lo evalué, seguí caminando para así irme. Quizá él me seguiría y entonces demostraría que realmente quería curarse o tal vez agradecería por seguir un día más con vida. Pero solo sería uno. Porque Dios prefiere llevarse las almas que tienen un poco de pureza y que se seguirán ennegreciendo, para así darles una nueva oportunidad en otra época. Que volviera a nacer luego de pasar por la purificación del cielo, pues él estaba corrompido, roto por el maltrato y la poca misericordia que había tenido. Sin embargo yo no era capaz de ayudarlo, no si él no ponía de su lado para intentarlo. Después de todo era un demonio, un inmortal condenado a la eternidad por el mismo destino que a él lo había abandonado.
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 05/04/2015
Edad : 35
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Perdu dans le noir [Cailen]
Me mantuve en mi posición mientras seguía hablando, batallando por no demostrar cómo me sentía por lo que había hecho. Mis manos pasaban por mi cabello de forma brusca, intentando sacudir esa ola de emociones que me invadía. Estaba la vergüenza, el arrepentimiento, la gratitud por el hecho de que mi vida me había sido perdonada, al menos esta vez y por último, el miedo combinado con una amarga dosis de confusión absoluta. Pero no era miedo a esta presencia en específico, sino a la idea de que pertenecía a esa especie que vi asesinada frente a mis ojos y yo (tal vez) pudiendo haber hecho algo para evitarlo. Lo que pasaba en ese momento contradecía todo lo que había aprendido en mi hogar, que los vampiros, hechiceros, licántropos, gitanos y demás eran seres que provenían del infierno, no eran humanos sino demonios, egoístas, sádicos, seres llenos de rencor y maldad. También podía ser esa una razón por la que estaba confundido, pues me habían enseñado que eran una amenaza, sin embargo ni siquiera me lastimó ni hizo el intento de, pudo haberme asesinado ahí mismo pero seguía con vida, no solo eso, también me dio su abrigo, la razón por la que todo comenzó y yo estaba inmóvil.
No le agradecí, no sabía cómo hacerlo dadas las circunstancias, me limité a mirarle a los ojos sin borrar esa expresión de confusión ¿y cómo no estarlo? No entendía la razón por la que este vampiro me hubiese dado la oportunidad de seguir con vida ¿para qué? No había nada que pudiera hacer para mejorar mi vida y trazarme un futuro pues cada que intentaba demostrar la bondad que aún me quedaba y/o conseguir un empleo siempre era empujado de lado. Así que estaba yo condenado a la miseria así como él a la eternidad. Más no fue solo esa la razón por la que me quedé callado, sus palabras también contribuyeron a eso, no era un regaño lleno de violencia e ira como a los que estaba más que acostumbrado (y las marcas en mi espalda podían demostrarlo), pero las palabras de esta entidad no por ello dejaban de ser... ni siquiera sabía cómo describirlo, su tono de voz era calmado, hasta podía ser definido como gentil, pero las palabras estaban en algún punto entre esos dos extremos. Sabía escoger bien las palabras que usaba o yo le tomaba mucha importancia a lo que decía pues me hacían reflexionar. ¿En verdad Dios podía perdonar todo lo que había hecho? Quería creerle pero todo eran contradicciones que daban vueltas en mi cabeza, martilleándome.
Lo vi alejarse y seguí sentado por unos segundos, tratando de aclarar mi mente. Sentí el impulso de seguirlo sin comprender el por qué, ¿para agradecerle, preguntar su nombre, pedirle perdón? No tenía idea. Escuchaba sus pasos lentos caminar por la calle y me levanté aun abrazando el abrigo que tenía puesto como una especie de capa. Di apenas tres pasos cuando, sin previo aviso fui derribado con fuerza al suelo, y se escuchó un golpe sordo que fue el de mi cabeza impactando primero contra el piso. Abrí los ojos tras el golpe y me encontré cara a cara con un rostro pálido y un par de colmillos muy afilados. El pánico volvió a invadirme, sentía mi corazón frenético otra vez. Fue todo tan rápido… trataba de quitármelo de encima dedicándole unas patadas y golpes en el rostro pero todo fue inútil pues la criatura sobre mi pecho parecía no sentirlos, lo que siguió después fue una mano cubriendo mi boca, un dolor agonizante en el lado izquierdo de mi cuello y mi grito amortiguado. Me sentía en una especie de aterrador trance, sentía como la vida se deslizaba fuera de mí, mi cuerpo me parecía más pesado, no podía mover las piernas, mi respiración era agotada y después de eso todo fue negro.
Cailen Gowan- Humano Clase Baja
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 07/09/2015
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Perdu dans le noir [Cailen]
La vida siempre da dos oportunidades, una se concede al momento de ver la luz en las fueras de una mujer pariendo. La segunda, en el momento que uno se encuentra al ras de morir. Las dos circunstancias, claves y extremistas, nos llevan a los caminos de la existencia. Yo lo sabía perfectamente, pues me había pasado, aunque la eternidad me había concedido una tercera oportunidad. Luego de que mi creadora muriera, fue en ese entonces donde me encontré con mi yo real, aquel que se había escondido en la locura del amor. Y que por eso mismo yo había aniquilado ese sentimiento para reemplazarlo con un eterno pesar y un cuantificado gusto por la amabilidad hacia lo ajeno. No me era concedido amar, aunque gozaba de la dicha de poder querer. Intensamente adoraba ver a los seres mundanos que me rodeaban felices, llenos de conocimientos y herramientas para el buen vivir. Me había convertido en un cuidador de lo bueno y asesino de lo malo. Tal como en ese instante, estaba esperando a que el muchacho me diera su respuesta, él era quién escogería su final. El pequeño niño que ínfimos años tenía en comparación con mi edad. Se trataba de alguien que, como muchos en esa época y ciudad, eran torturados con la miseria y la discordia. Niños que la gente preferiría ver muertos antes que verlos robar o pedir en las calles. Se trataba de algo muy complicado para la sociedad, tener que ayudar a todos era un lujo que hasta el momento no podían darse, ya que el egoísmo y el deseo de vivir en lo material les parecía más importante. Por eso es que yo seguía haciéndolo por mí mismo, decidiendo los destinos como un vástago de Dios. Me giré entonces, cuando el muchacho comenzó a dar pasos miedosos. Me había ensimismado tanto en mis pensares tristes y melancólicos que no pude adelantarme a los movimientos que un vampiro de baja categoría estaba cometiendo.
Los colmillos filosos y austeros de tal chupa sangre se habían clavado en el joven. ¿Acaso era una broma de mal gusto? La antigüedad que me caracterizaba solía ser suficientemente visible como para que los de menor edad no se acercaran a la zona que parecía delimitar mi aura. Sin embargo el ser, que parecía ser el mismo que antes estaba escalando el edificio, estaba desesperado por beber del joven. Chasqueé los dientes, acercándome a las malas, pero sin demostrarlo con demasiada intensidad en mi rostro. El ladrón no me había dicho lo que pensaba, no se había arrepentido de verdad, ni tampoco me había proliferado los deseos de sobrevivir dignamente. No obstante yo sabía que así era, tenía esa leve intuición y solo por eso no iba a permitir que fuese asesinado. Hundí entonces los dedos en el pecho del sobrenatural. Sabía que la sangre derramada estaba siendo mucha, pero la mejor manera de terminar con aquello sin seguir lastimando el cuello ajeno era asesinando a la sanguijuela. Apreté entonces su corazón. Me encontraba a las espaldas del vampiro, de manera tal que el humano no pudiese ver mis acciones. Las garras filosas eran hundidas en la piel, apenas manchadas de sangre pues eran tan filosas que se habían escabullido sin desgarrarlo. El órgano, rápidamente hizo implosión dentro, dejando que el sonido en seco se escuchara resonar. — El alma pecadora deberá pagar con su existencia. — Racionalicé en tanto comenzaba a separar la cabeza del susodicho, del inocente de desconocido nombre. Me apresuré en clavar rápidamente una de las estacas de madera que llevaba conmigo en donde antes estaría su corazón. Buscando así que el ente se hiciera cenizas. Al volver al muchacho, agachándome, pude ver la gravedad de sus heridas. El cuello desgarrado y la anemia que comenzaría a dejarle tenían que ser curadas con rapidez. — ¿Cómo te llamas? No te desmayes, quédate despierto, ¿entiendes? — Añadía, buscando que hablara, en tanto mis brazos se deslizaban por las caderas ajenas, alzándolo como si se tratase de una pluma. Acomodé el saco sobre él, cubriéndolo de la espesa correntada de frío y comencé a caminar, la vista estaba perdida y no me volteé a los ojos ajenos. Por el contrario, estaba enfocado en el camino a la antigua casa en la que ahora me hospedaba. Una de mis manos estaba sobre la lastimadura, apretándola con fuerzas para que el elixir rojo no pudiera salir. Contenerme era difícil, el sabor a vivo no podía ser resistido por cualquiera. Mas mis milenios servían de algo por esa vez.
Los colmillos filosos y austeros de tal chupa sangre se habían clavado en el joven. ¿Acaso era una broma de mal gusto? La antigüedad que me caracterizaba solía ser suficientemente visible como para que los de menor edad no se acercaran a la zona que parecía delimitar mi aura. Sin embargo el ser, que parecía ser el mismo que antes estaba escalando el edificio, estaba desesperado por beber del joven. Chasqueé los dientes, acercándome a las malas, pero sin demostrarlo con demasiada intensidad en mi rostro. El ladrón no me había dicho lo que pensaba, no se había arrepentido de verdad, ni tampoco me había proliferado los deseos de sobrevivir dignamente. No obstante yo sabía que así era, tenía esa leve intuición y solo por eso no iba a permitir que fuese asesinado. Hundí entonces los dedos en el pecho del sobrenatural. Sabía que la sangre derramada estaba siendo mucha, pero la mejor manera de terminar con aquello sin seguir lastimando el cuello ajeno era asesinando a la sanguijuela. Apreté entonces su corazón. Me encontraba a las espaldas del vampiro, de manera tal que el humano no pudiese ver mis acciones. Las garras filosas eran hundidas en la piel, apenas manchadas de sangre pues eran tan filosas que se habían escabullido sin desgarrarlo. El órgano, rápidamente hizo implosión dentro, dejando que el sonido en seco se escuchara resonar. — El alma pecadora deberá pagar con su existencia. — Racionalicé en tanto comenzaba a separar la cabeza del susodicho, del inocente de desconocido nombre. Me apresuré en clavar rápidamente una de las estacas de madera que llevaba conmigo en donde antes estaría su corazón. Buscando así que el ente se hiciera cenizas. Al volver al muchacho, agachándome, pude ver la gravedad de sus heridas. El cuello desgarrado y la anemia que comenzaría a dejarle tenían que ser curadas con rapidez. — ¿Cómo te llamas? No te desmayes, quédate despierto, ¿entiendes? — Añadía, buscando que hablara, en tanto mis brazos se deslizaban por las caderas ajenas, alzándolo como si se tratase de una pluma. Acomodé el saco sobre él, cubriéndolo de la espesa correntada de frío y comencé a caminar, la vista estaba perdida y no me volteé a los ojos ajenos. Por el contrario, estaba enfocado en el camino a la antigua casa en la que ahora me hospedaba. Una de mis manos estaba sobre la lastimadura, apretándola con fuerzas para que el elixir rojo no pudiera salir. Contenerme era difícil, el sabor a vivo no podía ser resistido por cualquiera. Mas mis milenios servían de algo por esa vez.
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 05/04/2015
Edad : 35
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» Being Cailen [Privado]
» ¡Has caído! [Cailen]
» Perdu- Libre
» Le temps perdu (Caroline Dunst)
» Un nouveau monde [Cailen]
» ¡Has caído! [Cailen]
» Perdu- Libre
» Le temps perdu (Caroline Dunst)
» Un nouveau monde [Cailen]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour