AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Asunción de ti [privado]
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Asunción de ti [privado]
Eran las horas tardías del final del día y sobre el balcón al cual guiaban las puertas de vidrio de su habitación una mujer joven de cabellos de finas hebras de color dorado y ojos azules que en ese momento semejaban la serenidad de un óceano en una calmada marea, se mantenía apoyada sobre la blanquecina barandilla observando el movimiento de las ramas de diversos árboles esparcidos a lo largo de las aceras de las calles que circundaban su hogar.
La brisa mecía las hojas que en su danza promovida por la misma servía como distracción a la mirada de la joven eslava, que en realidad se encontraba disfrutando de uno de los muy escasos momentos libres que le proporcionaba cada día, y que raramente podía reclamar para si misma antes de tener que dedicarlo a otros.
El breve carraspeo que escuchó por detrás de su espalda sirvió para impulsarle a flote desde la inmersión de sus pensamientos y le anunció que ya había llegado el momento de prepararse para la salida.
-Un momento más Cornélie.- indicó sin moverse aún, sabiendo de antemano que la robusta mujer que hacía las veces de ama de llaves, cocinera y niñera de su pequeño hijo de cuatro años, le estaría reprochando con la mirada el que no se apresurase aunque de su boca no saliese palabra alguna.
Enderezó entonces su delgada figura y se volteó para mirar a la mujer de color, la única en todo Paris que no emitía juicio alguno sobre ella por lo que hacía, y cuyo rostro y labios no se fruncían con extremo desagrado y mal disimulada molestia al toparse con la cortesana. Sólo alguien que había atravesado el infierno y sobrevivido podía comprender y perdonar los pecados de alguien como ella sin condenarla.
-Ayúdame con el temible corset entonces, que esta noche debo ver a un hombre muy importante por primera vez.- Sonrió para si misma antes de contener la respiración mientras Cornélie tiraba fuertemente de las cintas que al atarse fuertemente en la parte posterior servirían para realzar su busto y acentuar las curvas de su figura bajo la tela del vestido de color azul, aunque siempre de forma elegante, ya que Calypso no creía en mostrarlo todo sin dejar espacio alguno para la imaginación como preferían mostrarse otras mujeres de la misma profesión.
A la joven le gustaba acrecentar el deseo de los hombres y adueñarse de sus fantasías, descubrir cuales eran, despertar su curiosidad y hacerles sentir la adrenalina de la cacería que todos invariablemente disfrutaban antes de descubrir y disfrutar de los encantos de su presa. A los hombres se les podía dominar fácilmente ya que a todos pensaban de la cintura para abajo aunque se les permitiese creer que eran ellos quienes llevaban la voz de mando.
-Al parecer es extranjero, lo cual ya es un punto a su favor, aunque por una vez me gustaría no toparme con alguien aburrido, anodino e insufriblemente estirado, ya que planeo que no sea la última vez que nos veamos.-
Una vez lista se dirigió a la recámara de Jarek, a quien observó dormir plácidamente y ajeno a todo gracias al regalo de sus cortos años y su inocencia. La rubia pasó sus finos dedos por su frente para apartar un mechón de cabello cariñosamente y lo observó un largo momento antes de levantarse de su cama y salir apresuradamente, como si huyese de algo que acababa de ver, y bajase con rapidez por las escaleras para posteriormente salir por la puerta de enfrente hacia la oscuridad que ahora abrazaba a París.
El aire nocturno enfrió su rostro y meció unas cuantas de las finas hebras de su rubio cabello. La luna se mostraba ahora en el cielo suplantando al previo astro y seguía el movimiento del carruaje en el cual viajaba Calypso, convirtiéndose en un testigo silencioso de su recorrido, hasta el momento en el cual el cochero se detuvo.
Frente a ella se encontraba el lugar mencionado en la nota que había recibido con las señas del mismo, y cuya fachada observó un momento al descender y acercarse a la alta verja de hierro que rodeaba el bien cuidado jardín, descubriendo que la portezuela de la misma se encontraba abierta en tácita invitación.
No era sorprendente para ella el notar que no se veía por ningún lado un mayordomo o un jardinero que acudiese a recibirle. Algunos clientes preferían que nadie se enterase de su visita para mantener la discreción a toda costa, así que tras atravesarla dirigió sus pasos directamente hacia la mansión, apenas deteniéndose a ver a su alrededor, y al llegar a un paso de distancia de la puerta frontal tocó la aldaba un par de veces.
La brisa mecía las hojas que en su danza promovida por la misma servía como distracción a la mirada de la joven eslava, que en realidad se encontraba disfrutando de uno de los muy escasos momentos libres que le proporcionaba cada día, y que raramente podía reclamar para si misma antes de tener que dedicarlo a otros.
El breve carraspeo que escuchó por detrás de su espalda sirvió para impulsarle a flote desde la inmersión de sus pensamientos y le anunció que ya había llegado el momento de prepararse para la salida.
-Un momento más Cornélie.- indicó sin moverse aún, sabiendo de antemano que la robusta mujer que hacía las veces de ama de llaves, cocinera y niñera de su pequeño hijo de cuatro años, le estaría reprochando con la mirada el que no se apresurase aunque de su boca no saliese palabra alguna.
Enderezó entonces su delgada figura y se volteó para mirar a la mujer de color, la única en todo Paris que no emitía juicio alguno sobre ella por lo que hacía, y cuyo rostro y labios no se fruncían con extremo desagrado y mal disimulada molestia al toparse con la cortesana. Sólo alguien que había atravesado el infierno y sobrevivido podía comprender y perdonar los pecados de alguien como ella sin condenarla.
-Ayúdame con el temible corset entonces, que esta noche debo ver a un hombre muy importante por primera vez.- Sonrió para si misma antes de contener la respiración mientras Cornélie tiraba fuertemente de las cintas que al atarse fuertemente en la parte posterior servirían para realzar su busto y acentuar las curvas de su figura bajo la tela del vestido de color azul, aunque siempre de forma elegante, ya que Calypso no creía en mostrarlo todo sin dejar espacio alguno para la imaginación como preferían mostrarse otras mujeres de la misma profesión.
A la joven le gustaba acrecentar el deseo de los hombres y adueñarse de sus fantasías, descubrir cuales eran, despertar su curiosidad y hacerles sentir la adrenalina de la cacería que todos invariablemente disfrutaban antes de descubrir y disfrutar de los encantos de su presa. A los hombres se les podía dominar fácilmente ya que a todos pensaban de la cintura para abajo aunque se les permitiese creer que eran ellos quienes llevaban la voz de mando.
-Al parecer es extranjero, lo cual ya es un punto a su favor, aunque por una vez me gustaría no toparme con alguien aburrido, anodino e insufriblemente estirado, ya que planeo que no sea la última vez que nos veamos.-
Una vez lista se dirigió a la recámara de Jarek, a quien observó dormir plácidamente y ajeno a todo gracias al regalo de sus cortos años y su inocencia. La rubia pasó sus finos dedos por su frente para apartar un mechón de cabello cariñosamente y lo observó un largo momento antes de levantarse de su cama y salir apresuradamente, como si huyese de algo que acababa de ver, y bajase con rapidez por las escaleras para posteriormente salir por la puerta de enfrente hacia la oscuridad que ahora abrazaba a París.
El aire nocturno enfrió su rostro y meció unas cuantas de las finas hebras de su rubio cabello. La luna se mostraba ahora en el cielo suplantando al previo astro y seguía el movimiento del carruaje en el cual viajaba Calypso, convirtiéndose en un testigo silencioso de su recorrido, hasta el momento en el cual el cochero se detuvo.
Frente a ella se encontraba el lugar mencionado en la nota que había recibido con las señas del mismo, y cuya fachada observó un momento al descender y acercarse a la alta verja de hierro que rodeaba el bien cuidado jardín, descubriendo que la portezuela de la misma se encontraba abierta en tácita invitación.
No era sorprendente para ella el notar que no se veía por ningún lado un mayordomo o un jardinero que acudiese a recibirle. Algunos clientes preferían que nadie se enterase de su visita para mantener la discreción a toda costa, así que tras atravesarla dirigió sus pasos directamente hacia la mansión, apenas deteniéndose a ver a su alrededor, y al llegar a un paso de distancia de la puerta frontal tocó la aldaba un par de veces.
Última edición por Calypso el Jue Sep 17, 2015 1:42 am, editado 2 veces
Calypso- Prostituta Clase Media
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 05/08/2015
Re: Asunción de ti [privado]
Después de la experiencia vivida con aquella extraña y hermosa mujer inquisidora, quedó en su cuerpo una sensación de vacío y desolación muy bien conocida por el vampiro, ese deseo de compartir su inmortal existencia había vuelto. Suponer que una mujer que trabajaba para la iglesia, bien fuera este su deseo o no, podría llenar ese vacío en su vida sería demasiado iluso de su parte, y Acheron no era en absoluto un hombre soñador. Debía buscar una mujer capaz de darle algo de placer carnal y dejar de pensar en algo que no ocurriría nunca.
En eso había pensado cuando pidió llamar a Calypso. No tenía muchas referencias, tampoco es que conociera demasiadas personas en París, pero no trabajaba en el burdel y eso le gustaba, las mujeres que trabajaban ya fuera en sus propias casas o en el domicilio del cliente solían ser más costosas pero también menos públicas. Supo de ella por Nicolás, su viejo mayordomo, y no porque el hombre fuera su cliente, no lo era; al parecer, era un viejo amigo de alguna mucama que trabajaba para ella, y cuando Ash le comentó lo que quería, no dudó en ofrecerse para hacerle llegar a la mujer una nota con la dirección.
Al ponerse el sol, vestido con un pantalón negro de corte recto hecho a medida y camisa igualmente hecha a medida en un color gris plomo, Acheron bajó al salón principal y se dispuso a tomar una copa de vino y leer en ésta ocasión sobre la Atlántida, generalmente le divertían los erróneos intentos de los humanos por descifrar su ubicación, así mismo el cómo intentaban explicar que una inmensa isla en medio del mediterráneo simplemente desapareciera. La verdad es que la mujer que había escrito aquel libro se acercaba bastante a la realidad, no sólo en los aspectos antes mencionados, sino también en lo que pensaba de cómo era la cultura del que fue en una vida pasada, su lugar de origen.
No había avanzado más que dos páginas y bebido apenas algunos sorbos de su copa cuando llamaron a la puerta. Calypso había sido bastante puntual. Iba a ponerse de pie para ir a abrir, pero descubrió que Nicolás ya le había ganado, y abría en aquel momento la pesada puerta de gruesa madera. El anciano pareció quedarse estático, cosa que no era normal, por lo que se puso rápidamente de pie, alerta. En caso de tratarse de un ataque de cazadores o inquisidores. Lo que vio entrar no parecía un cazador o inquisidor en busca de su cabeza, pero tampoco lucía como todas las prostitutas a las que alguna vez en sus tres mil años de vida hubiera contratado.
La mujer frente a él era tremendamente joven y muy elegante, parecía simplemente una chica de clase media que saliera por un paseo, pero la nota en su mano que él mismo había escrito con su dirección le confirmó que era la mujer que esperaba. No había el exceso de maquillaje habitual, ni un vestido sumamente apretado con un escote vulgar, ni cantidades absurdas de joyería barata alrededor de su cuello o sus muñecas. Por un momento él también se quedó estático, sin saber qué hacer, no sabía si agradecer que le enviaran a tan preciosa joya, o si debía devolverla a su casa.
Una mirada a Nicolás y notó el brillo divertido en los ojos de ese viejo granuja. Comprendió que él tampoco conocía la apariencia de Calypso, pero que estaba bastante divertido con la situación en que se encontraba el vampiro. Se aclaró la garganta y echó una última mirada a su mayordomo, advirtiéndole que se retirara, cosa que el hombre hizo sin pensarlo dos veces. Eran buenos amigos, lo habían sido largo tiempo, pero Acheron odiaba cuando se burlaba de él.
De vuelta con la mujer frente a él. Normalmente habría guiado inmediatamente a la mujer en cuestión a una habitación en concreto, una que tenía reservada para estas ocasiones pues no le gustaba llevar a nadie a su propia habitación ni tampoco usar las de huéspedes, dicho cuarto se encontraba en la planta baja, así no tendrían acceso a las 2 plantas superiores. No habría presentaciones, no habría conversaciones, irían a la cama, dejaría a la mujer hacer su trabajo, y finalmente él se iría a su propia habitación. Cuándo o cómo ella se iba, no le importaba, Nick se encargaría de que no permaneciera deambulando por los pasillos una vez saliera del cuarto.
Es esta ocasión, y contrario a lo considerado normal por él, se acercó a ella sólo para guiarla y que se sentase junto a donde él se encontraba antes, y buscar otra copa antes de sentarse él mismo junto a ella. –Me han dicho que su nombre es Calypso, pero supongo no es más que un pseudónimo para proteger su verdadera identidad- mencionó mientras servía la nueva copa y se la ofrecía, para dejar la botella reposar junto a su copa casi llena y el libro abierto a la mitad. Si bien con sólo pasearse un instante por sus pensamientos ya había conocido su verdadero nombre, no pensaba delatarse a sí mismo ante ella.
-No le preguntaré por el real, no se preocupe. Sé lo que el anonimato significa, así que para estar a mano, le diré que mi nombre es simplemente Ash- se presentó, tendiendo la mano frente a ella. Quería tocarla, si lo hacía podría acceder a información más relevante que simplemente su nombre, y la mujer frente a sí le provocaba una curiosidad que no sentía hace mucho; aunque debía admitir que también deseaba saber si su tacto sería tan suave como parecía.
En eso había pensado cuando pidió llamar a Calypso. No tenía muchas referencias, tampoco es que conociera demasiadas personas en París, pero no trabajaba en el burdel y eso le gustaba, las mujeres que trabajaban ya fuera en sus propias casas o en el domicilio del cliente solían ser más costosas pero también menos públicas. Supo de ella por Nicolás, su viejo mayordomo, y no porque el hombre fuera su cliente, no lo era; al parecer, era un viejo amigo de alguna mucama que trabajaba para ella, y cuando Ash le comentó lo que quería, no dudó en ofrecerse para hacerle llegar a la mujer una nota con la dirección.
Al ponerse el sol, vestido con un pantalón negro de corte recto hecho a medida y camisa igualmente hecha a medida en un color gris plomo, Acheron bajó al salón principal y se dispuso a tomar una copa de vino y leer en ésta ocasión sobre la Atlántida, generalmente le divertían los erróneos intentos de los humanos por descifrar su ubicación, así mismo el cómo intentaban explicar que una inmensa isla en medio del mediterráneo simplemente desapareciera. La verdad es que la mujer que había escrito aquel libro se acercaba bastante a la realidad, no sólo en los aspectos antes mencionados, sino también en lo que pensaba de cómo era la cultura del que fue en una vida pasada, su lugar de origen.
No había avanzado más que dos páginas y bebido apenas algunos sorbos de su copa cuando llamaron a la puerta. Calypso había sido bastante puntual. Iba a ponerse de pie para ir a abrir, pero descubrió que Nicolás ya le había ganado, y abría en aquel momento la pesada puerta de gruesa madera. El anciano pareció quedarse estático, cosa que no era normal, por lo que se puso rápidamente de pie, alerta. En caso de tratarse de un ataque de cazadores o inquisidores. Lo que vio entrar no parecía un cazador o inquisidor en busca de su cabeza, pero tampoco lucía como todas las prostitutas a las que alguna vez en sus tres mil años de vida hubiera contratado.
La mujer frente a él era tremendamente joven y muy elegante, parecía simplemente una chica de clase media que saliera por un paseo, pero la nota en su mano que él mismo había escrito con su dirección le confirmó que era la mujer que esperaba. No había el exceso de maquillaje habitual, ni un vestido sumamente apretado con un escote vulgar, ni cantidades absurdas de joyería barata alrededor de su cuello o sus muñecas. Por un momento él también se quedó estático, sin saber qué hacer, no sabía si agradecer que le enviaran a tan preciosa joya, o si debía devolverla a su casa.
Una mirada a Nicolás y notó el brillo divertido en los ojos de ese viejo granuja. Comprendió que él tampoco conocía la apariencia de Calypso, pero que estaba bastante divertido con la situación en que se encontraba el vampiro. Se aclaró la garganta y echó una última mirada a su mayordomo, advirtiéndole que se retirara, cosa que el hombre hizo sin pensarlo dos veces. Eran buenos amigos, lo habían sido largo tiempo, pero Acheron odiaba cuando se burlaba de él.
De vuelta con la mujer frente a él. Normalmente habría guiado inmediatamente a la mujer en cuestión a una habitación en concreto, una que tenía reservada para estas ocasiones pues no le gustaba llevar a nadie a su propia habitación ni tampoco usar las de huéspedes, dicho cuarto se encontraba en la planta baja, así no tendrían acceso a las 2 plantas superiores. No habría presentaciones, no habría conversaciones, irían a la cama, dejaría a la mujer hacer su trabajo, y finalmente él se iría a su propia habitación. Cuándo o cómo ella se iba, no le importaba, Nick se encargaría de que no permaneciera deambulando por los pasillos una vez saliera del cuarto.
Es esta ocasión, y contrario a lo considerado normal por él, se acercó a ella sólo para guiarla y que se sentase junto a donde él se encontraba antes, y buscar otra copa antes de sentarse él mismo junto a ella. –Me han dicho que su nombre es Calypso, pero supongo no es más que un pseudónimo para proteger su verdadera identidad- mencionó mientras servía la nueva copa y se la ofrecía, para dejar la botella reposar junto a su copa casi llena y el libro abierto a la mitad. Si bien con sólo pasearse un instante por sus pensamientos ya había conocido su verdadero nombre, no pensaba delatarse a sí mismo ante ella.
-No le preguntaré por el real, no se preocupe. Sé lo que el anonimato significa, así que para estar a mano, le diré que mi nombre es simplemente Ash- se presentó, tendiendo la mano frente a ella. Quería tocarla, si lo hacía podría acceder a información más relevante que simplemente su nombre, y la mujer frente a sí le provocaba una curiosidad que no sentía hace mucho; aunque debía admitir que también deseaba saber si su tacto sería tan suave como parecía.
Acheron- Nosferatu Clase Alta
- Mensajes : 164
Fecha de inscripción : 09/08/2015
Re: Asunción de ti [privado]
No tuvo que aguardar mucho antes de que alguien acudiera a abrir la puerta, y ante sus ojos se presentase un caballero de edad algo madura y blanco cabello que acompañaba un rostro grave en el cual se distinguían múltiples arrugas que no le restaban sobriedad, ni mucho menos, a pesar de que seguramente había ejercido su oficio durante muchas décadas. Su negro uniforme de botones hasta el cuello le indicó enseguida a la joven cortesana que debía de tratarse del mayordomo de la mansión.
-Buenas noches. Vengo por invitación del señor de la casa.- En los labios de la rubia se dibujó una sonrisa cortés pero el anciano parecía haberse quedado petrificado, quizás fuese algo duro de oído o no le habían informado de su llegada.
-Puede anunciarme como Calypso.- dijo algo más fuerte. Sin esperar a recibir respuesta avanzó unos pasos para cruzar el umbral, acción que obligó al mayordomo a hacerse a un lado para darle acceso al interior.
Lo primero que distinguió al entrar fue el gran tamaño de la mansión, que vista desde adentro parecía el doble de lo que había creído ver desde afuera. Y no solo eso, de inmediato su mirada reparó en los cuadros que adornaban las paredes, los diversos objetos que hacían las veces de adorno, al igual que las finas cortinas y alfombras que indicaban a las claras que el dueño del lugar debía de gozar de una posición bastante holgada.
La rubia hubiera reparado más en todo aquello, pues siempre había encontrado gusto en observar tanto la arquitectura como las reliquias de las que gozaban los personajes que le contrataban, especialmente cuando se trataba de extranjeros cuyos gustos diferían de los acostumbrados en Paris, inclinándose más a un estilo exótico. Aunque tuvo oportunidad de ver gran cosa ya que tan solo avanzados unos pasos su azul mirada se topó de frente con un hombre que se encontraba de pie en medio de un amplio salón.
Se detuvo entonces sobre sus pasos, intuyendo de inmediato que estaba frente al dueño de la casa y autor de la nota que había recibido ese mismo día por la tarde. -Muy buenas noches monsieur.- La voz de la cortesana se escuchó suave y armoniosa rompiendo el silencio que parecía dominar la escena y a ambos hombres presentes en la estancia. El aristócrata era alto y le aventajaba varios centímetros en estatura pero era bien proporcionado y al acercarse ella unos pasos más pudo apreciar que tenía una apariencia joven, algunos años mayor que ella quizás.
-Espero no haber llegado demasiado pronto.- explicó al notar algo de sorpresa en el rostro masculino, temiendo repentinamente haberse equivocado de lugar, lo cual ciertamente sería bastante divertido pero a la vez problemático si se tenía en cuenta que tendría que salir a buscar el lugar correcto e ir de puerta en puerta tocando cada una resultaría engorroso.
Sin embargo sus dudas fueron disipadas en el momento en que el caballero le señaló uno de los sillones, así que se dirigió despacio hacia este para tomar asiento, notando de inmediato la suavidad del cojín y echando un vistazo a su alrededor antes de detenerse abruptamente en el hombre que ahora estaba ya sentado a su lado ofreciéndole una copa.
Debido a la rapidez con la que él se había sentado, lo primero que vió fueron sus anchos hombros, el amplio torso bajo la camisa de color gris, los brazos firmes y bien torneados y la copa por supuesto, que se apresuró a tomar, aunque le resultarse más interesante observarle que apurar el rojo líquido que contenía el cristal.
-Es un placer conocerle.- respondió, manteniendo ahora la mirada fija en sus ojos, alzando la copa hasta sus labios y separándolos suavemente para probar el vino que endulzó su garganta. -Dígamos que lo prefiero así, es un nombre al cual me he acostumbrado y que al parecer a otros les agrada.- Se alegró de que no quisiera preguntarle más detalles al respecto, aquella que alguna vez fue ya no existía y por lo tanto, cualquier otro nombre que hubiera usado antes había muerto igualmente.
Estrechó la mano que extendió hacia ella, sin apresurarse a retirarla para prolongar el tacto entre ambas y el calor que entre ellas se producía con ese roce. -Ya que hablamos de discreción, permítame asegurarle que cualquier cosa que diga o que ocurra entre ambos esta noche no saldrá de este lugar.- La rubia esbozó una sonrisa, intrigada por el hombre cuya mirada desmentía su joven aspecto e intuyendo que apenas estaba viendo la superficie.
Dejó la copa a un lado sobre la mesa, estaba tan cerca de él que bastó con inclinarse ligeramente hacia adelante para percibir el olor masculino y el calor de su torso por debajo de la camisa gris, que en esa posición desafiaba la tela para irradiarse hacia sus blancos y jóvenes pechos aún prisioneros del corset. -¿Quiere conocer mis secretos Ash? Puede intentarlo si así lo desea, las horas son largas y seré suya toda la noche.-
-Buenas noches. Vengo por invitación del señor de la casa.- En los labios de la rubia se dibujó una sonrisa cortés pero el anciano parecía haberse quedado petrificado, quizás fuese algo duro de oído o no le habían informado de su llegada.
-Puede anunciarme como Calypso.- dijo algo más fuerte. Sin esperar a recibir respuesta avanzó unos pasos para cruzar el umbral, acción que obligó al mayordomo a hacerse a un lado para darle acceso al interior.
Lo primero que distinguió al entrar fue el gran tamaño de la mansión, que vista desde adentro parecía el doble de lo que había creído ver desde afuera. Y no solo eso, de inmediato su mirada reparó en los cuadros que adornaban las paredes, los diversos objetos que hacían las veces de adorno, al igual que las finas cortinas y alfombras que indicaban a las claras que el dueño del lugar debía de gozar de una posición bastante holgada.
La rubia hubiera reparado más en todo aquello, pues siempre había encontrado gusto en observar tanto la arquitectura como las reliquias de las que gozaban los personajes que le contrataban, especialmente cuando se trataba de extranjeros cuyos gustos diferían de los acostumbrados en Paris, inclinándose más a un estilo exótico. Aunque tuvo oportunidad de ver gran cosa ya que tan solo avanzados unos pasos su azul mirada se topó de frente con un hombre que se encontraba de pie en medio de un amplio salón.
Se detuvo entonces sobre sus pasos, intuyendo de inmediato que estaba frente al dueño de la casa y autor de la nota que había recibido ese mismo día por la tarde. -Muy buenas noches monsieur.- La voz de la cortesana se escuchó suave y armoniosa rompiendo el silencio que parecía dominar la escena y a ambos hombres presentes en la estancia. El aristócrata era alto y le aventajaba varios centímetros en estatura pero era bien proporcionado y al acercarse ella unos pasos más pudo apreciar que tenía una apariencia joven, algunos años mayor que ella quizás.
-Espero no haber llegado demasiado pronto.- explicó al notar algo de sorpresa en el rostro masculino, temiendo repentinamente haberse equivocado de lugar, lo cual ciertamente sería bastante divertido pero a la vez problemático si se tenía en cuenta que tendría que salir a buscar el lugar correcto e ir de puerta en puerta tocando cada una resultaría engorroso.
Sin embargo sus dudas fueron disipadas en el momento en que el caballero le señaló uno de los sillones, así que se dirigió despacio hacia este para tomar asiento, notando de inmediato la suavidad del cojín y echando un vistazo a su alrededor antes de detenerse abruptamente en el hombre que ahora estaba ya sentado a su lado ofreciéndole una copa.
Debido a la rapidez con la que él se había sentado, lo primero que vió fueron sus anchos hombros, el amplio torso bajo la camisa de color gris, los brazos firmes y bien torneados y la copa por supuesto, que se apresuró a tomar, aunque le resultarse más interesante observarle que apurar el rojo líquido que contenía el cristal.
-Es un placer conocerle.- respondió, manteniendo ahora la mirada fija en sus ojos, alzando la copa hasta sus labios y separándolos suavemente para probar el vino que endulzó su garganta. -Dígamos que lo prefiero así, es un nombre al cual me he acostumbrado y que al parecer a otros les agrada.- Se alegró de que no quisiera preguntarle más detalles al respecto, aquella que alguna vez fue ya no existía y por lo tanto, cualquier otro nombre que hubiera usado antes había muerto igualmente.
Estrechó la mano que extendió hacia ella, sin apresurarse a retirarla para prolongar el tacto entre ambas y el calor que entre ellas se producía con ese roce. -Ya que hablamos de discreción, permítame asegurarle que cualquier cosa que diga o que ocurra entre ambos esta noche no saldrá de este lugar.- La rubia esbozó una sonrisa, intrigada por el hombre cuya mirada desmentía su joven aspecto e intuyendo que apenas estaba viendo la superficie.
Dejó la copa a un lado sobre la mesa, estaba tan cerca de él que bastó con inclinarse ligeramente hacia adelante para percibir el olor masculino y el calor de su torso por debajo de la camisa gris, que en esa posición desafiaba la tela para irradiarse hacia sus blancos y jóvenes pechos aún prisioneros del corset. -¿Quiere conocer mis secretos Ash? Puede intentarlo si así lo desea, las horas son largas y seré suya toda la noche.-
Calypso- Prostituta Clase Media
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