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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Domenic Vaisser Miér Sep 16, 2015 5:01 pm

La música es el corazón de la vida. Por ella habla el amor; sin ella no hay bien posible y con ella todo es hermoso.
-Franz Liszt. -


¿De verdad iban a insistir tanto? Lo cierto es que sus visitas a la opera habían menguado bastante últimamente, aunque no por falta de placer o deseo, sino más bien por guardar ciertas apariencias. Por otro lado, Milenka se estaba asegurando de convertir muchos de sus placeres en algo que ella considerase divertido, y aunque podía entender su maquiavélica y despreocupada maldad, había cosas a las que no estaba dispuesto a renunciar. La ópera y el teatro, así como el ballet en si mismo, habían sido las grandes artes del s. XVI y XVII, unos portentos que habían llenado la vida de Domenic de gozo e imaginación. Ningún hombre que hubiese vivido tanto como el y se encontrase cuerdo rechazaría semejante regalo, ni lo despreciaría. Fue precisamente por eso que apoyo el movimiento teatral en Inglaterra y que posteriormente se expandiese. Francia, por el contrario, había sobrevivido sin su ayuda hasta ahora. Habían dos cosas que hacían destacar al vampiro en determinados círculos sociales; una era su colección de arte privada, una de las más grandes de Europa y que, posiblemente, solo era superada por la de la reina Smith. La otra, consistía precisamente en la música. En los últimos años los compositores de talento se habían alzado de manera increíble, asi como los músicos dispuestos a interpretar sus grandes obras maestras. Domenic habia financiado activamente a muchos de ellos, convirtiéndolos en auténticos ídolos dentro de las masas mas ricas del país. Puede que al final no hubiesen sido tres las cosas por las que era reconocido, pues su fortuna no dejaba indiferente a nadie. Esa era la razón por la que hombres como el que tenía delante estaba siempre tan pendientes de él. Por su dinero que no parecía agotarse.

Renee Lapadite, era un hombre enjuto y sudoroso. De no ser por sus más que evidentes buenos modales a Domenic le habría parecido hasta desagradable. Sin embargo, el hombre no lo adulaba en demasía, mantenía un tono formal y correcto, justo como a él le gustaba. Desgraciadamente eso no evitaba que sus constantes peticiones resultasen algo agobiantes. Me explicare: Lapadite era el director artístico y agente de la compañía nacional de ballet francesa, y llevaba desde hacía bastantes meses tratando de obtener una audiencia con Domenic con el único propósito de apelar a su amor por la música y la ópera y conseguir que invirtiese una cantidad de dinero que, a su parecer, era del todo razonable. El vampiro había desechado la posibilidad desde el principio, pues conocía la reputación de la compañía como la de un conjunto de bailarines de segunda que jamás se arriesgaba a practicar nada que sobresaliese de los actos del difunto Mozart. Habían pasado nueve años desde que el joven prodigio muriese en la pobreza, abandonado por los mismos hombres que le habían hecho un dios entre insectos. Lo sabía de buena mano, pues el propio Domenic había querido patrocinarle, pero por lealtad a sus patrocinadores originales, Wolfgang rehusó su oferta. Una lástima, sin duda, pues el magnate creía ciegamente en la lealtad y apreciaba aún más a Mozart por ella. Si… una lástima que sus acreedores no tuviesen la misma buena cualidad. En cualquier caso, la situación no cambiaba, y sabía que el músico se revolvería en su tumba de saber que el mundo había optado por considerar sus obras como “ir a lo seguro”. Nunca se habia considerado un hombre que apostase a la ligera, pero tampoco estaba dispuesto a ir siempre a lo seguro. Llevaba muerto demasiado tiempo como para ponerse a pensar demasiado en la seguridad ahora mismo. No obstante…

- Esta bien, mesieur Lapadite. Voy a darle una oportunidad. – Aquellos buenos modales le habían ablandado, tenía que admitirlo, pero no por eso iba a hacer las cosas fáciles o de una manera menos propia de él. Eso nunca. – Prepare a su compañía para esta noche. Haremos un pase privado en el teatro. Si completa dicha prueba a mi satisfacción, podremos ponernos a hablar de negocios. – Era una proposición justa. Ningún hombre de negocios invertía en nada que no hubiese probado el mismo. Esa era una norma básica. Precisamente por eso estaba en el teatro esa noche, acompañado de las personas apropiadas para tal desafío.

El carruaje se paró justo delante del teatro, pero Domenic opto por entrar a través de una puerta lateral, le gustaba ver a los representantes antes de la función, y le vendría bien que sus acompañantes también viesen a que iban a enfrentarse esa noche. El señor Lapadite apareció pocos minutos después, algo sudoroso por los nervios y, seguramente, por venir corriendo desde la puerta principal, y deshaciéndose en disculpas por no haber estado en la puerta correcta para recibirle. El vampiro lo desecho con un gesto de la mano, no era necesario disculparse por algo que no habia podido preveer, y menos teniendo en cuenta las peticiones que estaba a punto de formular. – Mesieur Lapadite, espero que su compañía este lista, porque esta noche no van a representar a nadie. – Hizo una pausa para presentar a sus dos acompañantes.- Estos son Antoine Duvalua y Genine Corleone, los mejores pianista y violinista, respectivamente, de Europa. – Estaba claro que los conocía, puesto que el pobre hombre se había puesto pálido de repente.  Ambos era muy conocidos en los ámbitos músicos por una razón en particular: jamás habían fallado una nota. Que Domenic apareciese con unos músicos privados de ese calibre solo dejaba ver el nivel de exigencia que esperaba: perfección. Cuando se disponía a avanzar hacia las gradas del teatro, Lapadite dijo la gran pregunta. – ¿Qué interpretaran, señor? – El vampiro ni si quiera se volvió mientras tomaba las escaleras hacia la zona de palcos. Solo dijo una palabra, y sería suficiente para causar pavor. – Kreutzer.


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Mensaje por Liliane Aleksandrova Jue Sep 17, 2015 7:36 am

"El baile puede revelar todo el misterio que la música concede."
-Charles Baudelaire


La buena fama y el prestigio precedía a la Compañía Nacional de Danza de Francia, los estrenos solían congregar a lo más selecto de la sociedad que se regocijaba alardeando de su poder económico entre actos de ballet que dejaban anonadado hasta al más escéptico. Los años dorados habían pasado, el tiempo en que mujeres y hombres acudían a disfrutar de esas bailarinas que parecían flotar sobre el escenario parecía haber llegado a su fin. La falta de recursos económicos era sin lugar a dudas el mayor de los problemas para el director, que buscaba financiación como un loco. Todos los hombres a los que había acudido habían rechazado sus peticiones por no ser, según ellos, un arte en auge. En ese momento lo que estaba de moda era patrocinar museos, las obras pictóricas cobraban toda la fuerza que la danza perdía. Petra lo sabía bien, había vivido entre pinturas de los más grandes y sabía del poder atractivo que tenían en la sociedad pues ella era la primera que podía pasar horas en un museo pasando de obra en obra. Era capaz de descubrir nuevos matices en una misma obra cada vez que la analizaba y eso era algo que le fascinaba profundamente aunque estaba segura de que la mayoría de los que ahora financiaban museos, lo hacían por conseguir más fuerza en la vida social.

El día había pasado de una manera muy neutra para ella hasta media tarde. Como siempre había ido al estudio a ensayar junto a las pocas compañeras que aún se tomaban en serio su trabajo. Apenas cobraban la mitad de lo que las bailarinas adquirían hacía apenas diez años pero eso era el menor de sus problemas. Por motivos que jamás entendería, la “prima ballerina”* había dejado la compañía, según ella ese trabajo no tenía ya futuro y prefería dedicar su tiempo a un hombre cuyos principios morales dejaban bastante que desear. La mujer más importante de la compañía había renunciado a todo por ser la amante de alguien que ni estaba enamorado de ella. Ya no merecía para Petra respeto alguno, quizás sólo por lo que antaño fue, pero retirarse de la danza… de lo que debía ser su pasión, no era una opción para ella. El resultado era una compañía sin dinero y sin la primera bailarina, estaban abocados al fracaso.

Fue Lapadite quien les dio aquella penosa noticia pero también quien les anunció que esa misma noche habrían de preparar una audición para un posible inversor. Una pregunta fugaz cruzó la mente de Petra, ¿quién sería ahora la encargada de bailar para él?. Normalmente esos hombres tenían preferencias muy específicas sobre lo que querían ver y siendo el único que se había ofrecido a darles una oportunidad sería consciente de que su nivel de exigencia podría ser más elevado de lo normal. Con detenimiento se les informó de todo, sería aquel extraño quien decidiría la música a representar y quien aportara a los músicos, así como su norma de que fueran un hombre y una mujer los encargados de impresionarle. La tensión era palpable en el ambiente, todos y todo dependía de que esa representación fuera perfecta. Por raro que pudiera parecer nadie parecía dispuesto a dar un paso al frente y tomar la responsabilidad que aquello significaba. El pobre Lapadite estaba a punto de un ataque de pánico ante la negativa de las bailarinas cuando Petra alzó la mano ofreciéndose voluntaria, junto a ella el compañero con quien solía ensayar dio también un paso al frente. Para ella aquello era un reto más, un reto que le acercaría a lo que buscaba, la perfección. Estaba segura de su técnica, era sin lugar a dudas la mejor de los que allí se encontraban y eso sumado a su manera de sentir la música otorgaba siempre a sus movimientos de un aire especial que no dejaba indiferente a nadie.

La noche llegó cubriendo todo con su manto negro, todo lo contrario al vestuario que ya lucían Petra y su compañero Dimitri. El blanco impoluto del tutú brillaba gracias a las lentejuelas plateadas que tenía distribuidas estratégicamente por la tela de la falda de tul, nada en su aspecto resaltaba más que su mera presencia. No había adornos ni maquillaje y el pelo estaba completamente recogido en un moño en lo alto de su cabeza. Era la imagen perfecta de pureza. Tras los ejercicios de calentamiento que llevaron a cabo, se les informó de que estaba todo preparado para que pudieran presentarse en el escenario. Las luces alumbraban el teatro y los dos músicos, tal y como les habían dicho, estaban ya en sus posiciones. Desde bambalinas, los dos bailarines, se ofrecieron el último momento de apoyo mutuo antes de quedar expuestos ante el director y Domenic. La mirada de Petra rápidamente analizó al desconocido, así que aquel era el hombre en quien residía el poder de hacer brillar de nuevo a la compañía…. No era como se lo imaginaba, de hecho no se parecía a nadie que hubiera conocido. Tenía un aspecto atractivo e intimidante al mismo tiempo y eso descolocó enormemente a la rubia incapaz de entender como una persona sin hablar, sin gesticular apenas, podía haberla puesto nerviosa. - Buenas noches  - fue la única presentación que salió de sus labios acompañada de una reverencia.

Lo difícil de aquella representación es que no sabían qué iban a bailar, no tenían constancia de la música y por tanto no había una coreografía preparada para ello. Por tanto ambos se colocaron en lugares alejados el uno del otro, esperando poder unirse a medida que la música les marcara las pautas para ello. Petra agradecía enormemente tener a Dimitri esa noche con ella en el escenario, pues era -según su criterio- el mejor bailarín masculino de la compañía y su mano derecha para todo. Tenían una conexión increíble sobre el escenario y ambos esperaban que eso les ayudara esa noche.


Cerró los ojos y cargó los pulmones de aire antes de colocarse en punta, uno de los brazos estirado hacia detrás y el otro apuntando al techo. A partir de ese momento no existía nada para Petra excepto ella, su compañero y la música que sonaba. Ese hombre, Domenic, no tenía piedad alguna, la rapidez de la pieza sumada a la cantidad de cambios de ritmo que tenía hacían de ella una auténtica obra de arte odiada por muchos bailarines, no así por la pareja de bailarines que actuaba para Domenic. La figura de la anglo-noruega se deslizaba sobre las tablas como si conociera cada nota de aquella obra, como si se anticipara a los acordes y fuera ella quien llevara el control de la situación. La unión de ambos bailarines en el centro del escenario fue simplemente sublime, unos pasos se enlazaban con otros haciendo figuras increíbles que habrían hecho llorar al más frío de los hombres por la precisión de ambos. La sensación de plenitud, la sensación de haber alcanzado la perfección corrió por el cuerpo de Petra con el Grand Jeté** que realizó sincronizada completamente con su compañero, poniendo así el broche final a la audición privada.

La expresión de su cara podía rozar incluso la prepotencia. Se sentía perfecta, orgullosa y satisfecha como nunca consigo misma. De nuevo una reverencia ante sus dos espectadores y la mirada bailando de uno a otro pero siempre prestando mayor atención a todo lo que hiciese y pudiera decir Domenic. Su futuro estaba en manos del vampiro y ambos eran consciente de ello. En su fuero interno, Petra tenía claro que si verdaderamente estaba interesado en el ballet sería la salvación de la compañía. Era imposible, salvo que aquello solo fuera una noche de diversión para él, que no decidiera invertir en la calidad y sentimiento que acababa de presenciar. - Esperamos haber alcanzado su nivel de exigencia. - nadie la había dado paso para hablar pero si no lo decía reventaba. Sin embargo, el tono de su voz demasiado impaciente y exigente, contrastaba con la sonrisa que anidó en sus labios inmediatamente después.

* Prima Ballerina: solista, bailarina principal
** Grand Jeté: Salto con una pierna extendida adelante y la otra atrás. Es parecido a un squash aéreo.
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Mensaje por Domenic Vaisser Dom Sep 20, 2015 10:07 am

Dentro mío hay alguien que es mucho más Yo Mismo que yo mismo.
- San Agustín.-

Kreutzer. Conocida como la mejor sonata para violín de Beethoven. Domenic no había hecho aquella elección a la ligera, más bien todo lo contrario. Durante mucho tiempo había pensado que poner algo sencillo, descafeinado y poco original no tenía cabida en su vida. Después de seiscientos años viendo a los humanos cometiendo los mismos errores, solo esperaba encontrar un sentido de lo inimaginable en la vida diaria. Kreutzer simbolizaba perfectamente eso. El compositor alemán la había realizado en honor al famosos violinista y profesor francés con el mismo nombre, y era una obra completamente nueva, un duelo constante entre el violín y el piano (tan conocido de Beethoven), en su afán por obtener el protagonismo. Debido a su novedoso estilo, había muy pocos músicos que la conociesen lo bastante para tocarla, y ya no hablemos de hacerlo perfectamente. Exceptuando, claro está, a los dos acompañantes de Domenic de esa noche. Era consciente de los riesgos, y también que sus posibilidades de hacerlo bien eran prácticamente nulas. Por eso los había llevado, pues si Lapadite estaba tan obsesionado con que invirtiese su dinero, se llevaría una tremenda decepción. Los modales no eran lo único que Domenic esperaba, más bien estaría dispuesto a ser relativamente flexible con ellos a cambio de un arte que traspasase lo creíble. En ese aspecto, los bailarines de la compañía podían parecerse a Mozart tanto como quisiesen. Podía permitir la arrogancia, la avaricia y el anhelo de una satisfacción personal, pero si dicha satisfacción estuviese en conmover al público, en deleitarlos con un movimiento que les hiciese creer que aquella obra estaba diseñada para ellos. Esa era, en definitiva, la esencia misma del arte: pasión. No esperaba conmoverse, ni tampoco sentir lo mismo que en otros momentos de su vida. Solo esperaba que, después de esta simple prueba, la sangre fuese la menor de sus satisfacciones, y que algo más le motivase a seguir en este mundo lleno de intriga y controversia.  

Su ascenso hasta los asientos del teatro era sencillo, la visión desde allí ya no tanto. Sus músicos estaban ya en posición, deseosos de poder hacer aquello que siempre habían querido: ser los mejores. El vampiro siempre los había tratado con deferencia, los había mantenido y también se había alimentado de ellos, todo en aras de que su música siguiese en la cúspide del talento. Esa entrega y pasión que mostraban en su trabajo, hacía que su sangre en su boca fuese aún más placentera. A veces, hasta el mismo se cansaba de alimentarse de sus propias obras. Sabia cuan bien hacia a la sociedad matando a esos engendros y dándoles un propósito más estético, pero su sangre siempre era amarga y llena de miedo. No le importaba. Era capaz de conformarse con gente así por el simple hecho de que, cuando acababa con ellos, todo resultaba más hermoso. Ya estando sentado, podía notarlo todo, sus sentidos se expandieron por toda la sala. Notaba los latidos del corazón de sus músicos, oía la respiración agitada de los miembros de la compañía al otro lado del escenario. Todos ellos tenían la respiración agitada y el pulso tenso, Lapadite debía de estar comunicándoles las condiciones. Cada palabra pronunciada por el director era como un jarro de agua fría para aquellos bailarines. ¿Habría cometido un error al darles una oportunidad? Se comportaban como si aquello solo les diese miedo, como si la oportunidad supusiese demasiada presión. ¿Dónde estaba la prima ballerina para que todos tuviesen que preguntarse su posición? Sí, estaba claro que había cometido un error garrafal a la hora de concederles aquella oportunidad. Una lástima.

Sin embargo. – Ooooh!! Así que hay una valiente después de todo…. – Dijo al oír aquella voz proponerse voluntaria. Cosa curiosa, se notaba que su pulso estaba acelerado, casi nervioso, pero en comparación con las otras bailarinas de la compañía, parecía poseer más determinación y firmeza. – Curioso… - Domenic abrió los ojos, siendo consciente por primera vez de que los había cerrado para centrarse en aquel silencioso debate para determinar quién le entretendrá por esa noche. Medio minuto después la joven valiente y un muchacho de su edad estaban ocupando el centro del escenario. Domenic permanecía impasible, observando con detenimiento cada detalle, cada musculo colocado a lo largo y ancho del cuerpo. La joven tenía buena postura, técnica refinada y estricta, pero sin dejar de ser fluida y elegante. No podía evitar preguntarse cuantas horas habría pasado en punta para no dudar ni un segundo en su equilibrio. El vampiro asintió ligeramente con la cabeza ante el saludo de la bailarina, en señal de respeto. No quería incomodarla con palabras, y menos cuando estaba a punto de realizar una actuación. Miro a los músicos, dando la señal de inicio, y todo comenzó.

Los siguientes doce minutos fueron… ¿Cómo describirlos? Dolorosos, quizás. Aquella joven poseía un talento nato, se notaba no solo su dedicación, sino también su pasión, sus ganas de transmitir y su gran improvisación. Kreutzer tenía cambios de tiempo muy complejos, además de variaciones dentro del propio movimiento, y aun así era capaz de adaptarse a la música como si fuese una simple extensión de su cuerpo. Grandioso. Hacia releve como si hubiese nacido de puntillas, mantenía la postura en los giros, en los compases. El gran final, con ese grand jeté abierto fue impecable. ¿Cómo nunca había oído hablar de ella? Desde luego no parecía una de esas bailarinas que se conforman con segundos planos y coreografías aterciopeladas, era alguien que le ponía sangre a su trabajo. No, al trabajo no. A su vida. Domenic no había movido ni una pestaña en toda la representación, se había quedado bastante sorprendido dentro de sus expectativas, y estaba complacido con el resultado. Bueno… casi.

Una tos seca, como de alguien ahogándose quebró el silencio tras el último comentario de la joven. Lapadite se había atragantado, pues una expresión como esa no era normal para alguien que estaba pidiendo una cantidad de dinero respetable. “No solo valiente y entregada, si no también mordaz… que combinación.” Realmente lo era, pocos osaban hablar a Domenic sin el máximo de los respetos, no porque diese miedo, sino porque apreciaba esa cualidad in extremis. No obstante, su comentario no le provoco en absoluto desagrado, más bien le hizo sonreír levemente, como si ella no fuese capaz de ver lo mismo que él. – Tenéis una curiosa manera de manifestar vuestra complacencia por vuestro trabajo, señorita… - Su acento tenía algo de la típica flema británica, pero había algo más de por medio que le costaba identificar, y eso que normalmente tenia buen oído para los acentos. – Lo cierto es que habéis cumplido con vuestro objetivo, madmoiselle. Debo felicitaros, mesieur Lapadite, por tener a una prima ballerina como esta. Ha dado lo esperado. – Dijo mientras se levantaba del asiento y subía las escaleras del escenario, quedando delante de la pareja de bailarines. Aquella mujer era incluso más sorprendente a corta distancia. Su cabello rubio disimulado por el moño, su talante de no llevar maquillaje en exceso, y unos ojos que no se sabía del todo si eran azules o verdes. Por desgracia, también se había equivocado. -  Es cierto, habéis cumplido…. Lástima que él no. – Dijo señalando con la cabeza a su acompañante sin dejar de mirarla. – Se ha retrasado en dos compases hacia la mitad del movimiento, y eso género que no os sujetase bien en el sude nuit. Se vio… tosco.

Estaba claro que después de aquella visita, la compañía tendría que cambiar de director, porque a ese hombre el corazón le estaba dando tantos brincos que resultaba casi imposible seguirlo. En cuanto al joven cuyo trabajo acababa de criticar, parecía que alguien le hubiese arrancado la piel de la cara a tiras. El color había ruborizado sus mejillas, y se había cuadrado como un niño pequeño en mitad de una pataleta.  – Yo no he hecho tal cosa. –  Dijo sin pensar siquiera en lo que decía. – No me rebajare ante un hombre que no tienen ni idea de ballet. Además, ¿tiene idea de lo difícil que es sujetar a una mujer de su edad? – Aclaro señalando a su compañera. No creo que haga falta decir cuánto exaspero semejante declaración al vampiro. Una cosa era creerse demasiado arrogante como para dejar de lado los buenos modales, pero criticar de semejante manera a la persona con la que se trabajaba… bueno, digamos que había limites en todo. – Le aconsejo, joven. – No aparentaba más de cinco años menos que Domenic, pero aun así lo era para él. – Que mida bien sus próximas palabras. Hay damas delante. – En ese momento, un rápido destello rojizo apareció en los ojos del vampiro. Estaba empezando a perder los estribos.
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Mensaje por Liliane Aleksandrova Mar Oct 06, 2015 8:10 am

Pocos entendían y soportaban el carácter de Petra, era una mujer que a pocos dejaba indiferentes por lo que iba dejando descubrir a cada instante. Para unos, en una primera impresión, tan sólo había una mujer frágil y dulce pues se fijaban en su físico quizás algo aniñado en ocasiones. Para otros era todo lo contrario, pues la mirada fiera de esos ojos azules era capaz de dejar sin aliento al más bravo de los hombres si así se lo proponía. No obstante, para Petra las cosas no eran blancas o negras, todo se mecía en una escala de grises. Tan sólo una cosa escapaba según ella a esa regla, la pasión; ya fuera por su trabajo, por un amor o por cualquier atisbo de belleza que reclamara su atención. En ese momento, en el centro del escenario ante Domenic y Lapadite, eso era lo único que sentía, esa pasión arrebatadora por el baile y su trabajo, esa pasión por alcanzar la perfección y el orgullo que le generaba haber salvado a la compañía de un descenso en picado hacia la ruina y el olvido. Aquello fue lo que hizo que el comentario escapara entre sus labios sin filtro alguno robando así una sonrisa del que jugaba el papel de juez y verdugo en aquella obra, fue ese sutil gesto el que dio la pista a Petra para conocer al hombre que quizás se escondiera tras esa fachada de fría superioridad.  Como ella misma bien sabía, todo el que se mostrara inalcanzable deseaba que alguien llegara hasta él. Como todo asesino en serie deseaba ser descubierto, pues si no, ¿de qué servían sus obras de arte? Desde ese momento eso era Domenic para ella, pero no daría pista alguna sobre sus pensamientos. La mirada de la joven se mantuvo casi tan fija y calmada como la del propio vampiro que parecía querer ahondar más en ella tras haber presenciado su representación.

De la misma manera en que él le había sonreído por su descarado comentario, ella  respondió al suyo añadiendo una leve inclinación de cabeza. Los demás parecían estar tensos esperando el veredicto de Domenic y así se encontraba también Petra pero de una manera totalmente distinta o eso era lo que ella misma percibía. Mientras Lapadite estaba casi al límite y su compañero respiraba entrecortadamente, ella estaba tan sólo expectante pues creía haber encontrado en él a un verdadero amante del ballet y eso significaba más para ella que el simple hecho de querer o poder invertir dinero en la compañía. Alzó inconscientemente la barbilla al recibir el reconocimiento a su trabajo de una manera tan sincera y directa como aquella. Observó los pasos del vampiro acercarse hasta ellos sin perder detalle, no era presuntuoso pero sí denotaba una seguridad que no se conseguía tan sólo con el dinero por lo que debía ser o bien un hombre cultivado o bien un hombre de éxito en los negocios, o ¿por qué no? ambas cosas. Ante tal análisis de su propio rostro, Petra estuvo tentada a volver a abrir la boca, pero se limitó a alzar una ceja dejando así claro que había notado el escrutinio de este.

Sin embargo, no tardó en cambiar el gesto a uno de sorpresa y clara admiración, ¿cómo era posible que se hubiera percatado de ese fallo? Casi podría asegurar que ni siquiera Lapadite había notado el fallo en el ritmo de su compañero. Los ojos de Petra se clavaron en los del hombre que se mostraba impasible ante ella y la boca entreabierta denotó la sorpresa  por cada una de sus palabras. Quizás fuera esa escueta crítica la que sacó de sus casillas a Dimitri o quizá fuera el hecho de que no hubiera dirigido la mirada hacia él en ningún momento hasta entonces.

Petra cerró los ojos deseando con todas sus fuerzas que no empezara una disputa entre ambos hombres para demostrar quien se equivocaba pues tendría que tomar un partido y tenía claro cuál sería. Pero para su desgracia ahí estaban el ego y el orgullo heridos de un bailarín que no admitía haber fallado, apretó los dientes por la rabia que le generaba tal actitud de su compañero. Le parecía de mediocre decir esa sarta de estupideces simplemente para ocultar un hecho, y más aún culparla a ella de sus errores. - Cállate ya, estás haciendo el ridículo - ignoró la defensa de Domenic por completo para hablar ella mirando ahora al que había sido su compañero desde su llegada a la compañía en París. No era la bailarina más joven del mundo ni mucho menos, pero la humildad con la que se enfrentaba día a día a los retos que le suponía el ballet la hacían mejorar y crecer; él en cambio, ya pensaba que era el mejor, que no se podía aspirar a más y ahí residía su debilidad. Una vez dicho eso, volvió a mirar a Domenic y a Lapadite, ellos sabrían lo que hacer con ella y con él.

Con el permiso de los dos hombres, la pareja de bailarines se retiró del escenario, su función había llegado a su fin. Dimitri buscó disculparse con Petra entre bambalinas, asegurando que no había querido herirla ni menospreciarla, esta simplemente quiso dejar las cosas claras entre ambos, - no somos amigos, somos compañeros de trabajo. La mejor manera de disculparte es no faltarme al respeto ni una vez más - con eso zanjó el tema entrando a su camerino. Aprovechó para asesarse y cambiarse de ropa, pues tenía pensado salir a dar un paseo ya que el resto del día lo había pasado ensayando o actuando. Soltó la larga melena rubia sobre la espalda de su vestido color marsala y lo enganchó con un recogedor que retiraba así los mechones de su rostro. Ya era una hora decente para poder maquillarse un poco más, pero no  le apetecía en absoluto, por lo que simplemente extendió una sombra oscura por los párpados que otorgaba más fuerza a su mirada. Así cogió su estola y salió del teatro dispuesta a dar ese tan deseado paseo, pero no llegó a dar dos pasos cuando uno de los empleados de Lapadite le informó de que este reclamaba su presencia en el despacho. Sin poder negarse, redirigió sus pasos hacia el interior recorriendo el pasillo que llevaba a las escaleras por las que se accedía al despacho personal de Lapadite. - ¿Quería verme? - preguntó tras los dos toques de cortesía en la puerta que anunciaban su llegada. Suponía que querría darle un toque de atención por los dos comentarios que había soltado como si nada, pero Lapadite parecía enganchando a la lectura de un documento que sujetaba entre las manos y que por la expresión de su cara le resultaba de todo menos verosímil.
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Mensaje por Domenic Vaisser Jue Oct 08, 2015 1:03 pm

Los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance.
-François de La Rochefoucauld.-

En una ocasión, un hombre americano dijo: “Solo los mediocres están siempre en su mejor momento.” Suponía que para muchos aquella expresión no tendría demasiado sentido, pero se equivocaban. Lo cierto es que era una frase muy atinada, porque solo aquellos que se conformaban con lo poco que podían sacar siempre tenían el convencimiento de ganar. Sí, soy el mejor porque evidentemente me he retirado a tiempo de la apuesta quedándome con algo de la recompensa. En cambio, otros se han arriesgado, han sido aventureros y su recompensa es la nada. Para Domenic, había una gran diferencia entre la valentía y la estupidez. Esa clase de comportamiento era estúpido, y aquella joven bailarina le había recordado que, a veces, lanzarse a un desafío más grande que uno mismo no era estúpido, sino que podía ser un éxito desbordante. Aquellos ojos no tenían estupidez, no había inocencia ni pesimismo en ellos, simplemente convicción, mera fuerza de voluntad que convertía en posible lo imposible. Cierto, como bien había señalado el individuo a su lado; y no la insultaría a ella llamándolo bailarín, no era la bailarina más joven del país pero, ¿cuántas de esas jóvenes bailarinas se habían acobardado ante la presencia del vampiro? Todas ellas habían permanecido calladas y llorosas como una baptista en un funeral, pensando que todo estaba acabado. Quizás no habría sido así si ellas hubiesen hecho algo al respecto. Eran mediocres pues, personas que dependían enteramente de la voluntad de otros pero, sin duda, no dudarían en salir a celebrar un éxito ajeno. “Lo hemos conseguido”, dirían, pensando que eran más de lo que realmente podían llegar a ser. Una actitud decepcionante sin duda, pero no le importaba, porque al menos tenía delante a una artista de verdad. Aquella mujer le había fascinado, tanto por su arte como por su atrevimiento. Ningún artista llegaba a nada, ni podía denominarse como tal, sin ser capaz de arriesgarse, de hacer algo nuevo con lo que maravillar al público. Si, le avergonzaba y le maravillaba admitirlo, pero había encontrado algo extraordinario en la vida diaria.

Aquella cara era muy rara. No en el sentido desagradable, desde luego, Domenic casi se reprendió mentalmente por pensar semejante grosería de una persona que acababa de deleitarle en uno de sus grandes placeres. No obstante, sí que era rara. Sus expresiones variaban tan rápido que, de no ser por su vista sobrenatural, el hombre no sería capaz de seguirlas. Aquella cara de sorpresa e incredulidad por su conocimiento de la profesión le hizo reír de una forma más evidente, no pretendía burlarse de ella, es solo que había visto esa expresión en otras ocasiones, y siempre había acabado siendo alguien a quien acabaría respetando por encima de todo. En estos seiscientos años, Domenic había aprendido a fiarse de sus instintos – por razones evidentes – y en aquella ocasión, todo su cuerpo le decía que estaba en el lugar correcto en el momento apropiado. A cada segundo que pasaba, tenía más ganas de meterse en esa cabeza y mirar con detenimiento. Cierto, sus poderes podrían haberle abierto esa puerta pero, ¿no sería entonces tan mediocre como aquellos de los que tanto se quejaba? Después de todo, y como ya le dijo una mujer en una ocasión: Nada de lo que imagines puede aproximarse siquiera a la realidad de mi misma. – Interesante…. – Dijo poco después de que reprendiese con sus propias palabras a su compañero. A pesar del mas que evidente insulto de aquel pusilánime, la joven se mantenía correcta, educada y con la posición de una profesional, sin saltar sobre el cuello de aquel que la criticase. Ella también se había dado cuenta del fallo, y a pesar de ello permanecía en silencio. – Una cualidad muy poco común,  el respeto…  - Dijo medio segundo después de que el bailarín se hubiese retirado por orden del director. – Podría haberle dicho la verdad y, aun así, decide no arrastrarle por el suelo a pesar de su error. Muy considerada. – Esta mujer se hacía más divertida por momentos.

- Señor Vaisser, por favor discúlpeme por esta insolencia. – Lapadite parecía haber recuperado el habla milagrosamente. Como había dicho antes, sus modales eran impecables. Un poco sectario, quizás, pero no por ello inútil del todo. Sería un buen administrador de…. Un momento, ¿realmente se lo planteaba? El vampiro empezó a reírse en mitad del escenario, casi como un demente. Ni se había dado cuenta en aquel momento que ya había tomado la decisión hace rato. El instinto, sin duda. Estrecho la mano del director, pidiéndole disculpas por su comportamiento y dándole de nuevo las felicidades por el trabajo de su compañía. – Me ha convencido, mesieur. Le facilitare un contrato de pagare. Si está de acuerdo con mis condiciones, tiene inversor. – Al pobre hombre casi se le deshace la cara en lágrimas. Eso ya era pista suficiente para Domenic de que no importaba las condiciones que pusiese sobre la mesa. Las aceptaría. – Solo una pregunta más. ¿Cómo se llama? – No hizo falta especificar a quien se refería.

Aquella noche, tumbado en el sillón de casa, y mordiendo cariñosamente la mano del violín que actuó esa noche, sintió unas insaciables ganas de que fuese la mano de Petra Grimmonds. Normalmente sus ansias de sangre eran fácilmente controlables, saciables de maneras sencillas, pero aquella noche no. Aquella noche tenía la necesidad de mas. Precisamente acabo editando el contrato él mismo, pues necesitaba mantener la mente en otra cosa, algo que le permitiese tener control de sus actos. Curioso, hacía años que no le pasaba nada así.  Mientras su pluma rasgaba el papel del borrador tuvo claro dos cosas: primero, convertiría aquella compañía en un éxito, el mismo que llevaba tiempo teniendo en mente. Y segundo, jamás permitiría que Milenka se enterase de cuanto le interesaba este negocio. Nunca. Entre las condiciones de informes mensuales, remuneraciones por éxitos y demás asuntos triviales, Domenic puso dos condiciones infranqueables. La primera, evidentemente, era que Petra Grimmonds fuese nombrada oficialmente prima balerina de la compañía. No iba a dejar que se quedase en segunda fila la principal responsable de obtener esa inversión. Y la segunda…. Es que el resto de la gente que componía la compañía fuese despedida en el acto. – P-pero… señor Vaisser…. ¿Cómo vamos a despedirlos a todos? – Dijo el director esa misma noche, solo un rato después horas después. Domenic levanto una ceja con evidente intención de sarcasmo. No necesitaba en su compañía a un grupo de personas que no se atrevían, no quería a mediocres. Si iba a convertir aquello en algo suyo, se aseguraría de que fuese lo que tenía que ser. – Así como lo oye. Contratara a nuevos miembros, equipo nuevo por completo. Y será la señorita Grimmonds quien se encargará de eso. Creo que tiene un ojo decente para ello. A cambio, la compañía recibirá veinticinco mil francos. – En aquel momento la cara del hombre se desencajo. Ninguna compañía conseguía ni la mitad de ese dinero de un solo inversor, la Royal Ballet de Londres no llegaba nunca los diez mil, y eso que eran de los mejores de Europa.

Domenic salió del teatro con pleno conocimiento de que aquello tenia buen gusto. Su conversación con Lapadite solo había sido el primer paso, pero obviamente había aceptado el contrato. Como es evidente, el vampiro no podía quedarse más, pues seguía notando aquel olor en el ambiente, y eso era peligroso. Firmo el contrato como debía y se excusó para marcharse, dejando claro que volvería a la noche siguiente para comprobar las posibles elecciones y opiniones de la prima balerina. – Veremos que me preparas la próxima vez…. Petra.
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Mensaje por Liliane Aleksandrova Jue Oct 15, 2015 7:36 am

La expresión desencajada de Lapadite heló la sangre de la bailarina que, aceptando su invitación, tomó asiento frente a él en el escritorio. Un largo y tenso silencio se adueñó de la habitación, parecía que ninguno de los dos quisiera empezar a hablar de lo ocurrido. Petra no tenía nada nuevo que comentar con él, sin embargo Lapadite parecía estar ordenando las ideas en su mente antes de exponerle los hechos a la rubia. La explicación fue corta y concisa, Lapadite no consideraba correctas las condiciones de Domenic y lo estaba dejando claro con el tono empleado y la manera de mirar a la que ahora era prima bellerina. En la mente de Petra estaba todo claro, sabía a la perfección lo que pensaba el hombre que la juzgaba desde la silla que tenía frente a ella. No era difícil de entender que para él, aquella jugada del vampiro estaba infundada por el posible atractivo de la joven. Lapadite nunca había sentido predilección por ella, la aceptó en su momento por ser innegable su talento pero ni en sus peores pesadillas pudo suponer que aquella inglesa llegara al más alto escalafón de la compañía. No obstante, Petra no hizo comentario alguno sobre su percepción de la situación ni el tono reprobativo que había usado, la mano de la joven se extendió sobre la mesa esperando poder leer el contrato que hacía escasos minutos el mismo Domenic había facilitado a Lapadite. Sus zafiros volaron por el texto con detenimiento, asegurándose de que comprendía lo que el vampiro quería de la compañía, de ella. Leyendo cierta cláusula pudo entender el enfado del director, aquel loco se había tomado la tremenda libertad de exigir el despido de todos. No pudo evitar reír ante tal acto, era algo nunca visto y que sí o sí daría que hablar en París y posiblemente se extendiera a otras partes de Europa. Cubrió sus labios para tratar de parar esa risa totalmente divertida y fascinada con el vampiro, cuando notó los ojos de Lapadite clavados en ella, pero no pudo esconder una sonrisa. Era igual de atrevido y soberbio que ella misma. Quizás su nombramiento como cara oficial del ballet, como prima ballerina no fue por tanto una sorpresa para ella. Conforme con el documento se lo devolvió a un ansioso director que informó de que el cambio de personal correría de su cuenta por lo que deberían empezar a hacer audiciones lo antes posible. Con una escueta despedida la única bailarina actual de la compañía se retiraba a su casa pensando en lo que había mejorado su vida en tan solo una noche.

Una vez en casa, Petra hizo sus ejercicios como todas las noches. Estiró cada parte de su cuerpo, y atendió y curó las heridas en sus pies. Esa era la peor parte del mundo de una bailarina. Tan solo tenían que dejar ver la belleza, la delicadeza de sus cuerpos flotar sobre el escenario. Nadie debía ver ni saber el dolor que ese don llevaba implícito. Los pies sufrían, cada músculo de sus cuerpos era llevado al límite para conseguir la tan ansiada perfección. Masajeó sus pies con mimo y cubrió los dedos más dañados con telas bañadas en ungüentos que aliviaban levemente el dolor. Para ella ese dolor era la señal de un trabajo bien hecho, sin esfuerzo no se podía conseguir el éxito y esa constante molestia en su cuerpo, ese dolor era el que le recordaba quién era y a dónde quería llegar. Sacrificio y constancia. En comparación con su anterior nivel de vida, la visión de su actual cama no era del todo atrayente para Petra, pero el cansancio se era palpable por lo que el colchón que la recibió fue como un regalo de Dios preparado para ella. Fue a la mañana siguiente cuando comenzó a idear su plan para atraer artistas a la compañía, debía hacer correr la voz por toda Europa. Preparó cinco cartas para las compañías más importantes del continente, las cinco idénticas y con un mensaje claro: la Compañía Nacional de París renovaba bailarines e imagen. Estaba segura de que llegarían candidatos de todos los rincones de Europa. Fue entonces cuando preparó una sexta, esta totalmente distinta. Para Domenic. Lapadite le había dicho la noche anterior que Domenic iría a ver los progresos al día siguiente pero no era tiempo suficiente para hacer avance alguno por lo que le solicitó que acudiese al teatro al cabo de una semana. Muy posiblemente dicha misiva hastiara al vampiro pero era lo que necesitaba y como responsable que era en ese momento de la elección de los bailarines, solicitaría y estipularía lo que considerara necesario.

Durante toda la semana la llegada de candidatos fue alucinante, París acogía a un sobresaliente número de bailarines dispuestos a someterse al juicio de Petra para ingresar en la compañía. Uno a uno todos fueron pasando ante sus ojos, unos con más atino que otros. Al quinto día de audiciones tuvo lo que había estado buscando, el nivel era muy superior así como la mentalidad de cada uno de los nuevos integrantes de la compañía. Sonriente anunció los nombres de los seleccionados, incluida a una joven que quizás no era la más brillante pero sí poseedora de la misma tenacidad que ella misma poseía. Supuso que no escapara a los ojos de Domenic la mayor “torpeza” de aquella joven, pero esperaba que pudiera ser capaz de darle un tiempo de adaptación y mejora antes de tomar una decisión sobre ella. De todas maneras no le diría nada, tan sólo le haría llamar para que juzgara él mismo. Solicitó la asistencia, esos dos días que tenía de margen hasta que se cumpliera la semana pactada con Domenic, de los dos músicos que habían tocado en la audición que ella misma representó para el vampiro. Consciente de que no admitiría un nivel inferior, impondría a los nuevos bailarines la misma dureza de juicio que ella superó y el que no fuera digno de la aprobación de Domenic abandonaría de inmediato. Eran todos realmente brillantes, cada uno a su manera, pero los nervios podían pasar muy malas jugadas y esa sería la segunda audición que representarían antes de ser oficialmente miembros de la compañía. Eran demasiados como para improvisar una actuación por lo que solicitó a Lapadite que creara una pequeña representación con la misma música que ella bailó para Domenic.

Finalmente la noche llegó. Junto a Lapadite esperó a Domenic en la entrada, aunque bien hubiera preferido esperar en el interior del teatro dado el frío que hacía. Levemente más arreglada que cuando se conocieron, esta vez su pelo no estaba recogido en un moño ni su cara totalmente libre de maquillaje, pero en ningún momento rozaba lo excesivo ni lo vulgar. No sabía que el vampiro querría que se uniera al resto de bailarines en algún momento para tener la visión completa de la nueva compañía, por lo que uno de sus tutús estaba en el camerino preparado. Tal y como hizo en su primer encuentro le saludó con cortesía y dejó que fuera Lapadite quien le cubriera de halagos y cumplidos mientras ella simplemente se mantenía a su lado mientras tomaban asiento. La música llenó el teatro haciendo que la atención de Petra se concentrara en el escenario. Sin poder evitarlo y sin darse cuenta siguió cada uno de los compases con manos y pies, siento del todo imposible para ella escuchar música y no bailarla de una u otra manera. Tal y como predijo, los nervios estaban dando problemas a algunos de los bailarines, pero todos habían sido capaces de memorizar el tiempo record la coreografía y no había habido caídas ni tropiezos. Hizo un gesto afirmativo hacia todos ellos cuando finalizaron esperando poder infundirles algo de valor mientras esperaban el veredicto. Ladeó entonces la cara hacia el vampiro que contra todo pronóstico la estaba mirando a ella y no a todos los bailarines que ansiaban su dictamen. - Creo que debería ser justo con ellos y decirles lo que piensa - solicitó pues sabía lo mal que se podía llegar a pasar al esperar una sentencia como aquella, - si quiere o necesita que me una a ellos no tendré problema en hacerlo. - Ahora se fijaba en la cercanía que existía entre ambos y no pudo evitar sentirse analizada por él lo que hizo que se su ceño se frunciera levemente sin acabar de comprender el motivo. De cierta manera era intimidante, pero de otra era un hombre como otro cualquiera, digno de respeto pero no generaba temor alguno en ella por lo que sonrió levemente y encogió los hombros esperando, como todos, que dijera algo.
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Mensaje por Domenic Vaisser Jue Oct 22, 2015 11:34 am

La mayor parte de la gente confunde la educación con instrucción.
-Severo Catalina.-

¿Qué clase de persona ignora a todo un mundo? En sus años de viajes, Domenic había visto a gobernantes y reyes que podían dejar de lado a todo aquel que viviese en sus dominios. Señores de la guerra que no les importaba nada más que el propio bienestar de sus soldados, independientemente de que ese bienestar proviniese del sufrimiento ajeno. Siempre había considerado algo ridículo esa clase de comportamiento, por no decir desprovisto de inteligencia. Cualquier persona sabía que un ejército era tan fuerte como si eslabón mas débil, y como suele ocurrir, ese eslabón es el dinero que mantiene las necesidades básicas y las pagas de los miembros que lo componen. ¿Cómo esperaban mantener esas necesidades sin otras personas que trabajasen la tierra? Permitiendo esas escaramuzas solo conseguían que su poderío mermase a una velocidad mayor. Lapadite había cometido precisamente ese error. Durante años se había conformado con mantener contentos a los bailarines que tenía, siempre pensando que perderlos sería una tremenda desgracia. Precisamente por ello su prima balerina se había ido sin apenas tiempo de aviso, y por eso es que aquel bailarín se había puesto a la defensiva cuando le habían dicho que algo no estaba bien. Todos ellos se habían conformado con la idea de ser quienes eran, porque eso precisamente era lo cómodo y simple. Nadie quería arriesgar su buen estatus por nada. Excepto Petra. El vampiro se quedó gratamente sorprendido por esa actitud. Cierto, quizás no era la mejor bailarina que podía haber, pero sin duda no se conformaba y tampoco esperaría lo mismo de una compañía escogida por ella. ¿Cómo debía reaccionar pues ante el insulto de aquel torpe que quería culparla? Simple, era imposible de perdonar. Precisamente por eso siguió al joven cuando se le comunico el despido, por eso dejo que se regodease en su miseria y le maldijese; por eso dejo que la llamase ramera en la taberna donde fue a emborracharse poco después. Y precisamente por eso le hizo lo que le hizo.

Había recibido la misiva de Petra esa misma noche, poco antes de salir hacia el teatro con la intención de verla. Cierto, puede que necesitase más tiempo para poder preparar una presentación adecuada a sus gustos y de contratar a todo el mundo. Debía admitir que había sido muy exigente en ese aspecto, pero no podía esperar tanto como ella creía. Su salida del teatro le había dejado con un sabor dulce en la garganta, como si acabase de saborear su sangre sin haberla probado realmente, y aquello le había cegado por completo en su necesidad de asistir de nuevo al teatro. Sin embargo, tomo aquella noche como una oportunidad. Seguir a Dimitri no había sido complicado, era más descuidado que un niño jugando con una navaja de afeitar. Y no le mato rápido, por otro lado prefirió dejar que palideciese poco a poco en su taller, situado en el sótano de Yenn’s Manor. Cada sonido de sus huesos al romperse eran maravillosos, como una sinfonía en honor a Petra Grimmonds, limpia y con el acompañamiento de unos gritos desesperados. Domenic sabía bien que había un total de doscientos quince huesos en el cuerpo humano, y romperle uno por uno los sesenta que se encontraban entre la cadera y la punta de los dedos de los pies resulto ser una obra de arte delicada. Caótica, pero llena de orden asimétrico. Lo siguiente fueron los brazos, colocarlos en la posición momificada típica del Egipto del tres mil antes de Cristo dio muchísima morfología. Después de eso, solo fue cuestión de detallismo. Las alas, la lengua y el maxilar inferior extirpados como consecuencia de su falta de educación…. Domenic sonrió con satisfacción al ver su nueva creación.  Solo así logro calmar la sed que sentía por aquella mujer.


El pobre Dimitri:


Dejo el cadáver de Dimitri en la exposición de insectos del museo de historia natural, un lugar que le convenía teniendo en cuenta la clase de individuo que era. ¿Qué mejor regalo para los naturalistas? Les acababa de proporcionar una nueva especie. Por otro lado, su nueva compañía avanzaba a buen ritmo. No era desconocido para la gente entendida que la real compañía francesa estaba haciendo audiciones después de obtener una suculenta cantidad de dinero por parte de un benefactor. La expectación había surgido de nuevo en Paris, todos ansiosos por ver los resultados a los que llevaba este nuevo rumbo. Se aseguró de que los periódicos observasen, que hiciesen especulaciones, sobre todo de esa nueva prima balerina que, por lo visto, estaba encargándose de la contratación. Nunca, hasta ese momento, se había dejado ese tipo de trabajo a una mujer, y menos a una bailarina. La semana pasó extraordinariamente lenta para él, pues había vuelto a tener motivación existencial. De alguna manera, aquella posibilidad de ver algo nuevo le había dado de nuevo ganas de implicarse. Aun así, mantuvo las distancias, pues lo contrario sería solo minar la autoridad de la joven, y no pensaba permitir que por su causa cualquier pudiese ponerla en tela de juicio. La confianza era una de las grandes claves de los negocios, el vampiro bien lo sabía, pero también sabía que por regla general nadie solía fiarse de nadie. De manera que, a estas alturas, solo podía esperar que quedase algo de su mal denominada fe, que una mísera porción se hubiese mantenido oculta en su interior desde su más tierna adolescencia. Y así llego la tan esperada fecha. De nuevo se encontraba en el carruaje delante del teatro, y por primera vez la visión no le dio una señal de descontento. Bajo con tranquilidad mientras se abotonaba la chaqueta de su traje negro, a juego con el anillo de la caléndula. Lapadite fue cortes y educado, como siempre, aunque se notaba el denodado esfuerzo por complacerle. Quien sabe, puede que temiese que el próximo despedido fuese él. Petra, por el contrario, mantuvo un tono educado pero discreto, más que la primera vez que había hablado con ella.

La presentación fue buena. No podían compararse a la joven cuando bailo sola para él, pero se demostraba que los esfuerzos por coordinarse para esta prueba habían sido dignos de mención. Ninguno de ellos había bailado con los otros, por lo que era normal que no fuese perfecto.  Los periodos de adaptación suelen ser necesarios. Cuando acabaron la representación, Petra ya estaba lista para pedir una opinión, esa si era la mujer que había conocido la noche anterior. Inconscientemente, Domenic coloco su mano sobre la de ella, dándole a entender que no era necesario que se uniese a los demás. - Poco consistente… pero parece un grupo prometedor. – No iba a mentirle, no había sido como esperaba, en especial una joven de la segunda fila. Su torpeza era bastante evidente en comparación con otros, pero demostraba ímpetu y sangre, algo que no todos los demás mostraban tan a la ligera. ¿Una analogía a si misma quizás? Se levantó de su asiento y los miro a todos con ojo crítico. La mayoría de ellos sabía que no había sido perfecto. – Mis felicitaciones a todos. Creo que ha sido una gran demostración, aunque aún quede mucho que trabajar. Pero veo exigencia, trabajo e inconformismo. Eso siempre es una buena señal. – Desde luego que lo era.  No le importaba decir que estaba impresionado, dos días de trabajo daban para poco, ¿qué conseguirían con dos meses? Despidió a todos, dejándoles claro que se merecían un buen descanso después del esfuerzo. Cierto, aquello había sido una gran noche para todos, pero por muy complacido que estuviese con el nuevo personal… lo mejor para él empezaba en ese momento.

Cuando por fin se habían marchado todos, incluido Lapadite, no pudo evitar ver aquella enorme sala y pensar que era un mundo en el que estaba el solo. – ¿Me acompañáis? – Dijo ofreciéndole la mano a su nueva coreógrafa y llevándola hasta el escenario. Aquel era sin duda el ambiente de ella, se movía como si no le costase nada, como si hubiese una música de fondo que dictase todos sus movimientos. Durante un momento se la quedó mirando, le recordaba muchísimo a la Venus de Botticelli, el nacimiento de algo que todo el mundo quería ver, en un escenario que parecía simple, pero a la vez lleno de posibilidades. – Estoy impresionado…. Por segunda vez. No hay muchas personas que hayan podido conseguir eso. –Lo cierto es que podía contarlas con los dedos de una mano, puesto que ella ocupaba el último dedo de dicha mano. Se sentó en la silla del pianista, mirándola con detenimiento debajo de los focos. No se había fijado antes en lo hermosa que era. Evidentemente no demostró semejante impresión en su rostro, aquello no habría sido correcto. Ni si quiera sabía si era una mujer soltera. En realidad, no sabía absolutamente nada de ella. – He identificado lo que es. Sois noruega ¿verdad? – Cierto, la ligera flema británica estaba presente en ella, pero casi se esforzaba por mantener parte de su acento norteño. Una combinación curiosa. – Me da mucho que pensar. No obstante, creo que si vamos a trabajar juntos debería de saber algo más de usted, madmoiselle. Se mucho, pero puede que no bastante.
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Mensaje por Liliane Aleksandrova Miér Oct 28, 2015 8:07 am

Toda la representación estuvo tan atenta al escenario como a las casi inexistentes expresiones de Domenic, suya atención era milimétrica. Parecía no escapársele nada, hasta el más nimio de los detalles era captado por él al instante. Por ello mismo llegó a dar por sentado que era consciente de que le estuvo observando en todo momento. Hubo un detalle que la sorprendió sobremanera, la joven a la que había admitido advirtiendo su potencial, estaba siendo el centro de atención del vampiro y si no se equivocaba había despertado una tenue sonrisa de sus labios. ¿Se habría percatado del paralelismo que Petra encontraba consigo misma? La sentencia no fue ni más ni menos de lo que esperaba recibir de Domenic. Era perfectamente consciente de que ese grupo necesitaba ensayar y perfeccionar hasta conseguir la unión necesaria entre ellos para parecer uno solo sobre el escenario, pero como él mismo debía saber para ello hacía falta trabajo duro y tiempo. El contacto gélido de la mano ajena detuvo el corazón de la bailarina por un instante, le llegó a asustar lo frío que estaba y sin embargo no le desagradó; era una sensación que no había tenido hasta ese preciso momento, como si le hubiera sido descubierto un gran secreto aunque desconocía cual era. Ese efímero roce con Domenic había despertado la curiosidad de Petra a niveles insospechados para el vampiro, lo descansaría la joven hasta saber el motivo por el cual sentía la necesidad de conocer todo lo referente a él, había algo que se escapaba a su comprensión de la realidad como tal y necesitaba descubrir qué era.

Sin dudar un solo segundo aceptó la mano que le ofrecía y siguió sus pasos con calma hasta el escenario. Se detuvo junto al piano en el que este había tomado asiento y posó una de las manos sobre la madera. Siempre le habían gustado los pianos así como los violines, se le antojaban los instrumentos que más sentimiento eran capaces de expresar y por ello adoraba bailar al son de cualquiera de ellos. Sentía la mirada de Domenic sobre ella pero no era incomodidad lo que esto le generaba sino la sensación de que sentían la misma curiosidad el uno por el otro, sonrió levemente cuando se cruzó con la mirada ajena y encogió los hombros ante lo que comentaba, - me esfuerzo para que todo lo que hago sea lo mejor posible - respondió con sencillez pero sin falsa modestia, no solo se esforzaba en el baile, todas las facetas de su vida eran importantes y por ello el trabajo estaba presente para ella como forma de entender la vida.

Ladeó el rostro con la sensación de que el vampiro la estaba evaluando a cada paso que daba, que la estudiaba y conocía cosas de ella que todos los demás pasaban por alto, así es asintió en su dirección ante lo que no era siquiera una pregunta. - Mi madre era noruega y mi padre británico - explicó pues parecía del todo innecesario ocultar una información como aquella, por el hecho de que carecía de una importancia tal como para no contárselo y porque le daba la sensación de que si así lo deseaba, acabaría enterándose de igual manera. Así empezó a contarle, tal y como lo había solicitado, cómo fue su vida antes de llegar a París. Explicó cómo se había criado en Londres, motivo por el cual ese era su acento más prominente, así como el trabajo de cada uno de sus padres. Mientras que él había mantenido un imperio de carbón que les había proporcionado a su madre y a ella una estabilidad económica envidiable, su madre poseía una galería de arte. Ambos progenitores adoraban en arte en toda la dimensión de la palabra, pero los cuadros les apasionaban. De hecho así fue como ambos se conocieron, en una exposición. Paseando por ese escenario que casi parecía pertenecerla, relató sus recuerdos en esa galería que regentaba su madre, cómo esta se inventaba historias para hacer que su hija soñara delante de cada cuadro, como le mostraba los matices que cada pintor usaba para crear texturas y sensaciones… La magia que desprendía su madre cuando admiraba un cuadro jamás la volvió a encontrar en nadie y era algo que extrañaba de una manera casi dolorosa. El recuerdo de esos años hizo que su mirada se perdiera en algún lugar entre la zona de butacas, haber perdido a su madre era aún difícil de asimilar para ella y notar esa punzada de dolor aún le hacía palidecer. Nunca pudo entender la razón por la que había tenido que perder a su madre y no pudo ocupar ese rol su padre. Sin duda alguna la pena hubiera sido infinitamente menor. El resentimiento para con él estaba aún a flor de piel, jamás le perdonaría lo que hizo y como trató a su esposa, le culpaba de esa muerte y él era consciente pues Petra se lo dejó bien claro antes de abandonarle a su suerte en Londres.

No hizo, no obstante, más referencia a su padre que el hecho de que trabajaba en el sector del carbón y amaba el arte casi tanto como su madre. Una cosa era darse a conocer y otra destripar los secretos de su familia. El respeto por Freya, su madre, era demasiado como para que un prácticamente desconocido fuese conocedor del tormento que tuvo que sufrir. Por su parte Petra, se culpaba de haber estado ciega, de en esos cinco años que se dedicó a estudiar y practicar ballet, no haberse dado cuenta de la tristeza intrínseca de las cartas que Freya le escribía. Recorrió entonces la distancia que les separaba, dándose cuenta de que había estado paseando en silencio por el escenario, una vez acabó de explicarle sus orígenes, y él no la había sacado de sus cavilaciones familiares. - Disculpe  - hizo un gesto que denotaba cierto pudor por haber permanecido ante él de una manera tan personal para ella, le extrañaba el haber estado tan cómoda como para dejarse llevar por sus pensamientos pues solía estar atenta a todo lo que pasaba a su alrededor y nunca vulnerable como había estado ante él en ese momento. - Me atrevo a decir que ha obtenido ahora mismo más información de mí de la que yo misma le he proporcionado  - entrecerró los ojos aventurándose a adivinar que Domenic había permanecido atento a ella y cada uno de sus gestos. Suspiró y se quedó a su lado estirando los empeines por mera costumbre, - ¿qué debo conocer yo de usted señor Vaisser? - esa relación era entre dos iguales, entre dos personas que se empezaban a respetar y por eso mismo necesitaba tener la misma información de él que la que Domenic poseía ya de ella. - Aunque antes de eso… ¿a qué se ha referido al decir que ya sabía mucho sobre mí? - Antes se le había pasado por alto preguntarle pero ahora que era su momento para preguntar y el de Domenic para hablar, era el momento adecuado para averiguar todo lo que fuera capaz de sonsacarle. Pudiera ser que la hubiera visto con Carina… no, habían sido bastante discretas de cara a la sociedad por lo que esperaba no tener que temer la censura de Domenic, pues esta podría traerle problemas a nivel profesional y era algo que no estaba dispuesta a arriesgar.

El puro hecho de estar sobre el escenario hacía que la mente de la anglo noruega se perdiera en pasos de baile y posibles figuras a realizar, agradecía que no hubiera música de fondo pues sin duda le costaría en demasía controlar sus pies. Era uno de sus defectos, y estando sola le daba igual pues no tenía por qué resistirse a la tentación de dejarse llevar por la música, pero en presencia de otra gente, por decoro, tenía que detener ese impulso de libertad y era frustrante para alguien como ella. Qué pensaría realmente Domenic de ella era algo que se había preguntado desde que le conoció, estaba claro que el hombre no tenía dificultad alguna para decir verdades como puños y respecto a ella, había valorado su trabajo y su capacidad para dirigir la compañía, pero nada más allá y siendo una mujer era extraño que la valorase tanto como pudiera hacer con un hombre. Al fin y al cabo la sociedad no trataba de la misma manera a ambos sexos, aunque de nuevo en ese tema el vampiro parecía salirse de la regla.
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Mensaje por Domenic Vaisser Miér Nov 11, 2015 1:20 pm

Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado.
-William Shakespeare .-

Recordaba cuando había ido a ver su primera obra de teatro. Recordaba aquellas enormes construcciones públicas en Londres, como la gente se agolpaba en las puertas con el objetivo de saber que haría Shakespeare en aquella ocasión, con que nueva y fascinante historia los deslumbraría para pudiesen tener una noción relativamente mejor de lo que era el mundo, un mundo que les había cerrado las puertas con la pobreza y cuyas delicias no podrían experimentar nunca. No obstante, la interpretación era la nueva manera de hacer que todos pudiesen ver aquellas emociones, sentir como la pasión, el odio, el honor pasaba de los actores a ellos, inundado todo con una cacofonía de expresión que dejaba deslumbrado al mas ignorante de los hombres. Ooooh, como echaba de menos el siglo de oro británico. Cierto, Domenic era francés de nacimiento, pero ahora mismo prefería considerarse ciudadano de ninguna parte. El mundo era demasiado interesante como para mantenerse encasillado en un solo país, empeñado en que fuese el límite de toda tu existencia. De qué manera entonces, debía reaccionar ante el nuevo planteamiento de una mujer como Petra Grimmonds. Su nueva compañía… no, la de los dos, suponía una nueva oportunidad, un renacimiento para todo el arte del ballet. Había que aprovecharlo. Siendo así, le sorprendió romper con tantísima facilidad la barrera del contacto físico. Resultaba complicado con una mujer que no conocía del todo, pero al mismo tiempo interesante e incitante. No podía negarse el hecho indiscutible de que la joven inglesa era atractiva, mas bien era una belleza. Su aspecto habitual, con aquel cabello rubio suelto y una ropa más diaria casi impacto al vampiro, pues su verdadera belleza había sido el baile, pero ahora entraba una nueva que le calaba muy hondo, casi de manera brutal y dolorosa. Tras la reciente visita de Milenka, Domenic sentía como sus instintos estaban más despiertos que de costumbre, una sensación infatigable de que debería haber matado a la joven y alimentarse sin contenerse. Aquello no era ni educado ni rentable, por supuesto. No iba a dejar que su amiga le manipulase, por mucho que creyese que lo hacía por su propio bien.

No dudaba de la sinceridad de la mujer, y el contacto de su piel cuando acepto su mano volvía a ser como fuego para el. ¿Qué curioso no? La muerte rodeaba a los de su especie desde su concepción y, por algún motivo, solo en momentos como aquel era cuando mas vivos se sentían, y también mas muertos. La humanidad tenía algo de divertido y de cruel al mismo tiempo, como si fuese un chiste malo constante para todo aquel que era capaz de salirse de las convenciones. – Eso es loable. – Más que eso en realidad, pocas personas trataban de ir mas alla. La mayoría se conformaba con lo que le tocaba pensando que era cosa de Dios, el destino, o cualquier otra fuerza superhumana. – Puede que le parezca mentira, señorita Grimmonds, pero yo no he sido rico toda mi vida. Hubo un tiempo en que comer suponía un verdadero reto para mí. – No dejaba de ser verdad, salvo que eso había sido en pleno siglo XII, cuando la pobreza no era una consecuencia sino un requisito. – Considero que no es la cuna ni la sangre lo que hace al hombre y a la mujer, sino su disposición para ser mejor que todo lo que conocen. – Precisamente por eso la había mantenido en la compañía. No quería a alguien que le adulase, para eso ya estaba Lapadite, quería a alguien que entendiese lo que estar donde se debía y hacer lo necesario para llevar a cabo el trabajo. La reputación y la gloria no eran nada si uno sabía dónde estaba y porque hacia lo que hacía.

Presto atención, con eminente entusiasmo por cierto. La mujer hablaba como si fuese escritora, como si su mente y su boca formasen un túnel que estuviese en constante comunicación. Mantenía siempre la mirada alta, sin avergonzarse de quien era ni de lo que pretendía ser. En realidad, resultaba bastante curioso, pues las empresas de carbón eran muy productivas desde hacía relativamente poco. Desde que los hombres como Domenic trajesen el petróleo a Europa para servir como principal fuente de energía a las masas de la manera mas barata posible todo se había vuelto mucho menos rudimentario. Sin embargo, aún quedaban infinidad de instrumentos y maquinaria de alto peso que necesitaba del carbón para poder funcionar. ¿Qué hacia la hija de un importante magnate de tan preciado material viviendo una vida modesta? No obstante, no la interrumpió. Detestaba que le interrumpiesen cuando hablaba, por lo que procuraba no cometer la misma descortesía con el resto de la gente. Pero lo que mas le impresiono, sin duda, fue como se conocieron sus padres. Sin poder evitarlo, el vampiro empezó a girar dentro del dedo anular su alianza de matrimonio. Recordaba inicios como ese, en que el arte sembraba pasión, confianza y deseo… la magia. Yennefer siempre le decía que la magia no provenía de ella, sino todo aquello que podía conseguir el ser humano. Sonrió ante aquel recuerdo, uno que no tenía desde hacía tiempo. Resultaba increíble como en una sola noche, Petra había conseguido devolverle dos de sus mejores recuerdos. Su historia, sin embargo, acabo de manera amarga, como suelen acabar todas las historias mortales. – No tiene por qué disculparse… Una historia hermosa, la de sus padres. – “Lastima que sea mentira.” No estaba seguro de en qué sentido lo eran, pero había algo que ocultaba en aquel tono de voz. Su padre principalmente, no parecía ser objeto de nada para ella. – Pero sí, creo que sí. Como por ejemplo que parece odiar a su padre…

No estaba nada seguro de intervenir en ese tema. La gente no tendía a hablar de manera abierta de ese tipo de cosas, pero claro, él estaba intentando ser lo más sincero que era capaz con ella. – Oh, bueno sé que tenéis horarios estrictos de ensayo por que cuando pague el teatro pude ver los horarios y el alquiler de salas. También sé que os gusta el chocolate noruego por ese ligero olor a cacao que se desprende del café que teníais en el camerino la otra noche. – Dijo señalando hacia la entrada a la parte trasera del escenario. En realidad lo había olido desde la puerta nada mas entrar, pero eso no tenía porque saberlo ella. – Sé que os lesionasteis la pierna en una ocasión por como resopláis cuando os apoyáis sobre la izquierda, como si tuvieseis miedo de que os fallase de repente. Y sé que vuestro color favorito es el azul porque siempre lleváis algo de ese color. – Tras decir todo eso, suponía que debía de haberla asustado un poco. Para alguien como Domenic fijarse en esos detalles era algo tan natural como respirar. Siendo así, ¿cuánto había deducido de sus palabras sobre su infancia? Puede que mas de lo que ella desease que admitiese. De todas maneras, no importaba lo que él pudiese saber, todo era cuestión de cuanto estaba dispuesto a admitir que sabía. En cuanto a lo que tenía que saber sobre él… ¡JA! ¿Por dónde empezaba? Por la parte en la que confesaba haber visto a Ricardo Corazón de León en carne y hueso no, desde luego.

- Me encantara compartir mi aburridísima vida con vos, pero para ello… - Dijo levantándose del banco para el pianista y acercándose a la joven. Era de esa clase de movimientos que la gente interpretaba como un acercamiento indebido, pero el vampiro nunca los había considerado así, más bien era como dejar clara una intención que en nada tenia que ver con la conversación. - me temo que necesito algo muy concreto…. Vino. – Así que volvió a poner su brazo a disposición de la joven y la acompaño hacia la salida. – Hay un lugar no muy lejos de aquí, puede que sea mejor lugar para hablar que un teatro vacío.-

Caminaron durante unas dos calles hasta una taberna que no tenia nada de ese nombre. En realidad era lo que la gente de la época parisina comenzaba a describir como “cafes” que no era solo porque vendiesen dicha bebida, sino muchas mas. Se sentaron en un reservado privado, en el segundo piso del establecimiento y esperaron la bebida, un Latour de 1751 de agradable sabor y ligereza. – Bueno, ¿por dónde empiezo? – Dijo acomodándose en uno de los sillones de aquel local. – Mis padres son de Marsella, allí me educaron con mis hermanos. Por desgracia todos murieron de fiebres y yo sobreviví por poco. – No era verdad, pero la verdad debía ser mas interpretativa en aquella ocasión. – Viajé durante varios años después de realizar mis estudios gracias a un donante. Un viejo amigo que se tomó la libertad de creer en mí. Fui al Imperio, a Roma… hasta que llegue a Arabia.- El vino ayudaba, le permitia hace pausas para poder montar una historia creible que no le delatase, una historia que habia modificado muchas veces a medida que pasaban los años, pero que igualmente seguía sirviendo. – Finalmente entre en un consorcio para exportar petróleo a Europa, y mediante ciertas operaciones acabe quedándome todo el negocio. – Una manera muy sutil de decir que mato a todos sus socios. Capos miserables ávidos de moneda que no pensaban en nada más que en su beneficio. – Volví a Paris después y…. – Ah, ahora es donde venía la parte nueva, la que todo el mundo teme contar cuando le toca. – Me case.

Le hablo sobre Yennefer, sobre cómo se conocieron, pero dejando de la do que ella quisiese matarle desde el principio por varios asesinatos. También le conto que, no mucho después de casarse, ella falleció por activistas de la revolución. Desde entonces, era un hombre viudo y con mucho dinero. Hasta el momento presente. – Bueno, pues eso es lo mas básico. ¿Qué me dice sonorita Grimmonds? ¿Le parezco un simple?
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Mensaje por Liliane Aleksandrova Miér Dic 09, 2015 10:40 am

¿Tan obvio había sido el rencor que albergaba contra su padre? Apenas había hablado de su progenitor, se había centrado en la vida de pareja que él y su madre habían compartido, así como alguna anécdota con esta, pero a Domenic no parecía pasársele nada por alto. Eso a otra persona, quizás a una con otros principios morales, le daría pavura pero Petra era demasiado transparente como para preocuparse de que viera más de lo que ella misma narraba. Tantas personas le habían dicho que era demasiado expresiva como todo lo contrario, por lo que finalmente había acabado por pensar que la diferencia no radicaba en ella sino en los que escuchaban y por descontado el vampiro ponía cada uno de los sentidos a prestar atención a su relato.  La sorpresa de la joven no cesó ahí, sino que Domenic se las apañó para literalmente dejarla con la boca abierta. No había errado en nada de lo que había dicho, parecía haber estudiado su comportamiento y sin embargo nada en su forma de hablar hacía temer a Petra por su seguridad. El rubor ascendió a sus mejillas únicamente cuando salió a colación el tema de su lesión. Había ocurrido en el tercer año de su internamiento durante uno de los ensayos, motivo por el que se tuvo que retirar de la representación de fin de año en que representaba a una de las tres protagonistas. Lo irónico es que Petra jamás tuvo débiles las rodillas, lo que más trabajo le costaba era reforzar los tobillos y había sido un fallo al cargar el peso del cuerpo sobre uno de ellos lo que la llevó a perder el equilibrio y caer al suelo, con tal mala suerte de que toda la fuerza del impacto recayó sobre su rodilla izquierda. No era una lesión grave teniendo en cuenta que en la gran mayoría de los casos se volvía a caminar, pero bien pronto avisaron a la bailarina de que su paseo por el mundo de la danza había llegado a su fin. Por un momento el mundo pareció detenerse, no había cabida para ella en la sociedad si no podía hacer aquello para lo que había nacido, por ello mismo poco duró esa actitud derrotista y depresiva. Trabajó más duro que nunca para recuperar la fuerza en la pierna, para volver a confiar en sí misma y sus extremidades. Difícilmente alguien que no hubiera pasado por algo similar sabría el dolor que sentía en cada calentamiento que se forzaba a realizar, los médicos llegaron a temer que perdiera la capacidad de mover la pierna viendo a que límites llegaba con tal de seguir adelante. Podía entenderse como su mayor defecto y virtud, Petra era obstinada, terca, tenaz… Luchaba hasta el final, hasta agotar todas las vías posibles para conseguir lo que se proponía y en ese caso era continuar bailando. Los latigazos de dolor que de vez en cuanto recorrían su pierna eran los que quizás había advertido Domenic. Sin embargo, estaba segura de que para los demás verla bailar era solo una ilusión de belleza y no advertían rastro alguno de su dolor.

Tuvo que reír en vista de que el vampiro se refería a su propia vida como aburrida pues estaba completamente segura de que alguien como él no podía vivir una existencia anodina. Observó una vez más la diferencia de altura entre ambos cuando el cuerpo ajeno repitió el acercamiento al de la fémina, que tomó el brazo dispuesta a seguirle. A ella tampoco le vendría mal tomar algo después del éxito que había obtenido con sus nuevos bailarines. Pudo observar las miradas reprobatorias de los transeúntes y le pareció sumamente divertido pues no tardó en comprender el motivo. Las mujeres eran quienes la miraban de una manera desdeñosa, mientras que los hombres más bien con deseo e interés. Esto no se debía simplemente a su apariencia sino que lo generaba la compañía de Domenic. Estaba claro que ambos pertenecían a mundos diferentes. El vampiro vestía ropajes finos y caros, ella por el contrario, llevaba un vestido que a duras penas podía presentarse como decente y un abrigo con más de un zurcido. ¿Qué imagen proyectaban? La de un hombre que contrataba los servicios de una joven necesitada de dinero rápido. Suspiró lamentando que la gente fuera tan crítica con cosas que la mayor parte de las veces desconocía. El prejuicio era uno de los más dañinos males de la sociedad. No hizo comentario alguno durante el trayecto hasta el café, si ella se había percatado estaba segura de que Domenic también por lo que no merecía comentario alguno.

Ya había estado alguna vez en ese local aunque seguía prefiriendo la chocolatería a la que iba todas las semanas. Agradeciendo la temperatura del interior, una vez se hubo quitado el abrigo, tomó asiento en el lugar escogido por el vampiro dejando que él hiciera lo mismo a su lado. El reservado les aislaba parcialmente de la presencia del resto de personas que tomaban algo, lo que le pareció a la bailarina que había sido motivo para que Domenic se colocara ahí. No parecía un hombre con facilidad para hablar de sí mismo y si estaba dispuesto a hacerlo con ella la intimidad sería de ayuda para él. No tardó en sujetar la copa entre los dedos una vez les hubieron servido, disfrutando una vez más del buen vino como en los buenos tiempos. Al igual que había hecho Vaisser con ella, guardó silencio durante todo el relato de este. No por ello las expresiones de su cara se mantuvieron calmas, sobre todo cuando llegó al tema del matrimonio. La verdad es que era algo normal que un hombre de su posición estuviera casado pero había algo en su manera de ser que le indicaba a Petra que no compartía su vida con mujer alguna. -¿Es en ella en la mujer que piensa cuando me ve?- En ese segundo encuentro que estaban manteniendo, Petra estaba segura de que el pensamiento del vampiro había volado a otra mujer. Cuando a una la comparaban con una mujer lo sabía aunque fuera mentalmente y cosa de un segundo. Por la mente de Domenic revoloteaba una dama y lo normal es que fuese su difunta mujer. Quizás la pregunta no estaba formulada con demasiado tiento y delicadeza pero la lengua de Petra a veces le jugaba malas pasadas como él ya sabía. Algo más rondaba su mente además del tema de su esposa en el que no quería ahondar más por respeto a la historia que hubieran tenido y los sentimientos que quedaran en Domenic. -En absoluto me atrevería a tildarle de simple Monsieur Vaisser. Aunque no supiera todo esto jamás se me hubiera ocurrido tal necedad-, contestó completamente segura de ello. De hecho algo le decía que detrás de ese resumen de su vida había muchísimo más de lo que estaba dispuesto a relatar. No en la manera en que hacía ella, sino que Domenic escondía para sí mismo la verdadera realidad de sus vivencias y era una sensación que Petra no podía pasar por alto. Necesitaba preguntar, ¿pero de qué manera?

-No obstante… hay algo que no acabo de comprender-, comenzó esperando poder hablar pausadamente y ordenar las ideas antes de formular aquella pregunta tan poco habitual. -Puede que esté sobrepasando los límites y si es así por favor hágamelo saber- pudiera ser que el vino tuviera culpa, al menos en cierta medida, de aquel atrevimiento por su parte. -Por la manera en que habla, ya sea de usted mismo o a los demás, por cómo se refiere al pasado como si fuera muy lejano… Me parece que hay algo que escapa a mi control y mi compresión- cuando acabó de hablar se sintió orgullosa de sí misma por haber sido capaz de mantener un tono respetuoso y en mayor o menor medida haberse expresado debidamente con un tema tan extraño y delicado. No sabía qué respuesta podía haber a algo así, seguramente se riera y pensara que eran ocurrencias de una chiquilla pero… eso sería mejor para Petra que quedarse con la duda. La botella de vino no parecía ir a durar mucho en la mesa, las copas de ambos se rellenaban como por arte de magia y mientras Domenic parecía no inmutarse por el alcohol Petra tuvo que echar mano de la carta para pedir algo que llevarse al estómago o de lo contrario pasaría la noche mareada. Hacía meses que no tomaba alcohol y vaya que si se notaba. Las mejillas estaban rosadas y la facilidad de palabra había aumentado considerablemente, hablando con Domenic de temas variados acabando en risa siempre al menos por su parte. Protestó ante la negativa de este de acompañarla en su idea de comer algo pero acabó por elegir igualmente tras ojear la carta. El pescado no tardó en llegar a la mesa y bajo la mirada, algo fastidiosa, de Domenic atendió el plato agradeciendo al momento el llevarse a la boca algo caliente que le asentara el estómago. -¿No le han dicho nunca que mirar a alguien mientras come es de mala educación?- No pudo aguantar más sin decirlo y tuvo que enfrentar a Domenic sin dejar de sentir su mirada sobre ella y su plato de comida, casi pareciera que le estuviera dando hambre pero la realidad es que se había negado a pedir nada de comida para él por lo que no acababa de comprender tal comportamiento.
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Mensaje por Domenic Vaisser Sáb Dic 26, 2015 9:36 am

Podía ser un poco extraño, pero aquella conversación resultaba reveladora. Cierto, no es que hubiese mencionado a su padre lo bastante, pero ahí es donde estaba la primera pista. Una persona no menciona a aquellas personas que le desagradan, sino que se limita a mencionarlas como de pasada, casi sin querer. Esa es la prueba evidente de que, aunque tienen una presencia fundamental en su vida por diferentes razones, no por ello dejan de ser gente a la que odian. Por otro lado, aquella expresión de sorpresa no tenía precio. Estaba claro que la joven había mantenido su lesión de una manera un tanto discreta, pues cualquier posible indicio de debilidad habría hecho que perdiese su trabajo. Muchas bailarinas habían dejado de bailar por menos. Así que, de verdad podía sorprenderse tanto con que el vampiro hubiese prestado atención. Lo cierto es que aquello le causaba un profundo pesar, el dolor de aquella situación debería de haber sido insoportable, verse privada de los sueños por los que tanto había trabajado a cambio de solo dolor físico. Cualquier otra persona sin duda se habría rendido pero, por el contrario, ella opto por la opción difícil. No conocía los detalles exactos de la lesión, tampoco es que hubiese ningún expediente ni informe médico dentro de la propia compañía como para poder tener conocimiento de ello. Sin embargo, su rubor fue prueba más que suficiente de que había dado en el clavo. No quería que nadie la dejase separa del resto de bailarinas como una invalida, alguien que no podría hacer las cosas difíciles porque estaba “rota”. Debía de ser una sensación terrible. Bueno, suponía, se asemejaría bastante a como se sintió él después de escapar de If. Era como si le faltase un miembro, una parte de sí mismo que se habían llevado en los meses que pasó preso allí. No se trataba solo del dolor físico, sino más bien de la humillación y de sentirse inferior, sobre todo cuando debía alimentarse a base de ratas para no morir. Si, la sensación de sentirse inútil era algo que no le resultaba ajeno, por eso no pretendía indagar más de ello, por si aquel tema en concreto no era de su agrado. No obstante, tomo en consideración la posibilidad de propuestas mas… radicales.

- Hay un médico. Lo conozco desde hace mucho tiempo y me fio de él. Nunca considere nada perdido hasta que ese hombre diga lo contrario. – Levaroux era el mejor medico de Paris, era a él a quien enviaba a todos los funcionarios y trabajadores que estaban de parte de Domenic, incluido a las propias personas del servicio de su casa, y siempre era el vampiro el que pagaba las tarifas. La razón de dicha relación era puramente comercial, pues Levaroux tenía machismos gastos por el juego. Domenic le pasaba dinero bajo cuerda a través de una de sus empresas y el buen doctor, a cambio, atendía a todos sus empleados con prontitud, independientemente de su clase social.  – Le diré que ira usted a verle. No puedo permitir que lo que veo en el escenario se pierda. – Si la lesión había sido tan grave como parecía, y posiblemente añadiendo el esfuerzo estuviese peor, no habría nada que un médico pudiese hacer al respecto. Sin embargo, había cosas que el vampiro podía hacer que no podía hacer un médico. En cierto modo se engañaba a si mismo diciendo que aquel acto no era nada personal, sino una forma práctica de garantizar la salud de su prima, con lo que la compañía por la que había pagado se mantenía tal como la había visualizado.

Su paseo no tenía nada de divertido para él. No le pasaron desapercibidas las miradas que se echaban en su dirección, como si fuese algún tipo de imagen reprobatoria. Como de costumbre, Domenic se veía dividido entre las clases sociales y el culmen de la decadencia del entendimiento. Durante la época del s XV, muchas eran las parejas que caminaban por Florencia con total descuido de que uno tuviese más dinero que el otro. Nadie se preocupaba por cosas como esas, porque nadie sabía si la persona que vestía con ropas zurcidas era en realidad uno de los grandes artistas que se cultivaban en la ciudad. Importaba más lo que se hacía que lo que se tenía, y sin duda esa había sido la gran bendición de la ciudad italiana. No obstante, Paris en esta época estaba llena de desprecio, de constante juicio sobre lo que era correcto o no. El colmo fue ver a un hombre pasar justo por delante de ellos y sonreír como si se imaginase en cierta situación con la mujer que le acompañaba. Si hubiese tenido más tiempo, le habría llevado al taller para trabajar con el de manera más exhaustiva, pero como no podía dejar a su acompañante abandonada, tomo una opción más sencilla. Sus ojos rojos miraron fijamente al hombre y un pensamiento constante y martirizante se materializo en la mente del pobre desgraciado: “Ve a tu casa, y córtate las venas.” El hombre volvió a ser todo seriedad, casi hasta de una manera afligida. Se dio la vuelta, y se marchó por donde había venido. Esa clase de seres solo tenían lugar en un mundo, y no era el del vampiro. Siguió caminando con la joven, tratando de parecer algo mas cálido y menos enfadado con la gente, pero aun así no le dijo nada, salvo dirigirle alguna mirada de disculpa por la evidente sensación de desaprobación del ambiente.

- ¿Esa es la impresión que doy? – Dijo por toda respuesta a su pregunta. Lo cierto es que Petra tenia ciertos parecidos con Yennefer, para empezar en el sentido de que jamás se callaba lo que pensaba, pero no tenían nada que ver la una con la otra. Yenn era mucho más dulce de lo que parecía ser Petra, por lo que no tenía por qué pensar en su difunta esposa. – Si ha sido así, le pido disculpas. No obstante no, no pienso en mi mujer cuando la miro señorita Grimmonds. – En realidad, no necesitaba ver a otra chica para ello. Todas sus esposas estaban siempre en sus pensamientos de alguna manera, incluso Clarice lo estaba, y eso que ella le había engañado. Aunque ahora que lo pensaba, tampoco podía culparla por ello. Pero no, como bien le había dicho una sabia mujer una vez: “El amor varía en función de cada persona”.  A cada mujer a la que había amado lo había hecho por ser como era, no porque le recordase a alguna de las anteriores. Incluso Milenka había tenido parte de sus pensamientos, y eso que jamás había sentido amor por ella, por no decir que no se parecía a ninguna de sus esposas. – De todas maneras, ¿Por qué debería pensar en otra mujer? Quizás deba saber de mí, que si miro a una mujer, no es por pensar en otra. Es porque a la que miro se merece toda la atención. – Cierto, Milenka se le había pasado por la mente como un fantasma, pero no porque las estuviese comparando. Solo necesitaba mantener a la vampiresa oculta y distraída para que no se fijase en esa humana a la que ahora miraba. Por suerte, parece que había salido del bache con sorprendente habilidad. De alguna manera, aquella joven resultaba perspicaz y controvertida, por lo que tendría que tener cuidado con ella.

Y si antes lo pensaba, antes ocurría. No altero el rostro lo mas mínimo, demasiado acostumbrado estaba a que la gente pudiese apreciar detalles de su manera de hablar o de actuar. Simplemente se limitó a dar una explicación que, por lo general, no daría. – Eso es la edad, me temo. Aunque donde me ve soy un hombre mayor. Soy como esas leyendas de monstruos que viven eternamente alimentándose de la sangre de jovencitas. – Dijo con una sonrisa y evidente tono jocoso. Como solía decirse, las mentiras con visos de verdad eran las más efectivas de todas, porque no eran una mentira absoluta. No le dio importancia a que fuese mas atrevida de lo normal al preguntar, de hecho no le molestaba que preguntase, era agradable tener a una mujer que no se molestaba en callarse sus ocurrencias. – Creo que quizás estamos bebiendo demasiado. – Para él no era nada. Domenic necesitaba tres botellas de vino para emborracharse,  y no necesariamente estarlo por completo. Aun así, ver como la joven se pedía algo de comer no le disgusto. La naturaleza de los mortales resultaba relajante para el vampiro, casi tanto como cualquier obra de arte, y verla comer era algo de lo que no tenía el placer desde hacía ya no sabía cuánto. – Disculpa, es que hace años que no veía comer a una mujer. – Por lo menos no comer de manera normal. Casi todas sus compañías femeninas eran de una duración penosamente corta, y las que tenían más tiempo en su compañía eran de su misma especie, por lo que verlas comer no era precisamente el mayor de los placeres. – Y es cierto, tengo hambre. Pero mis apetitos no son algo que cualquier persona pueda complacer, Petra. A decir verdad, empiezo a preguntarme si existe alguien que pueda…. O deba. – En realidad sabía de sobra lo que quería comer: a ella. Prácticamente podía saborear su sangre desde allí, y resultaba muy interesante la idea de alimentarse. No obstante, para eso tendría que hacer las cosas de otra manera a la normal. Se aproximó un poco más a la mujer, que estaba ya medio achispada. - ¿Crees que debería comer igualmente?
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Mensaje por Liliane Aleksandrova Jue Dic 31, 2015 8:51 am

Ir al médico no le había gustado nunca, pasó épocas muy malas cuando tuvo que superar la lesión y el hecho de tan solo pensar en tener que regresar a ello hacía que le doliera la pierna. -Se lo agradezco pero prefiero no visitarle. Mi lesión está superada y puedo bailar, he aprendido a vivir con esos latigazos de dolor-. Era una realidad que la joven no deseaba dejar que nadie la tocara, que nadie tuviera el poder de decidir sobre su continuidad en el mundo del baile; prefería romperse sobre un escenario a bajar de él por orden de alguien que no sabía los sentimientos de Petra por su trabajo, su vida. Quizás pecaba de atrevida pues el vampiro era el dueño del ballet ahora y claramente podría elegir quién y cuándo examinaría a su compañía, pero Petra era cabezota y no se lo pensaba poner fácil. Creía empezar a conocer aspectos de su acompañante, por ejemplo que nunca bajaba la guardia. Resultaba obvio que Domenic siempre estaba atento a su entorno, no pasaba nada por alto y eso le daba un poder de análisis que bien podía resultar agobiante para los demás. La respuesta a modo de pregunta había sido siempre, para Petra, una mera defensa. Todo aquel a quien hacías una pregunta directa y te respondía con otra pregunta estaba ganando tiempo para pensar una mejor respuesta o simplemente daba largas. Eso es lo que le pareció también con el vampiro mas no lo dijo, tan sólo escuchó. “Experto en controlar situaciones.” repitió en su mente un tanto divertida con la respuesta de Domenic. -Así que según usted requiere toda su atención una de las bailarinas de la compañía que acaba de adquirir como si se tratara de…  una barra de pan- sonrió sin poder evitarlo pues nada en él se asemejaba al tipo de personas con el que solía relacionarse, al menos en ese periodo de su vida.

La cena estaba demasiado buena como para estar concentrada en su acompañante todo el rato pero la conversación acabó centrada en el alcohol y ahí tuvo que darle la razón. No beber más que bebidas relativamente sanas cada día hacía que su tolerancia al alcohol fuera mínima. Cuando en realidad no había tomado más que un par de copas, notaba la cabeza levemente mareada y con facilidad para hablar de más. -Sí, creo que no tomaré más por hoy… Quiero agua…- murmuró esto último buscando con la mirada a algún camarero al que pedirle un vaso, pero sin éxito por lo que se apoyó en el respaldo y encogió los hombros antes de dejarlos caer. Apenas le importaba ya que le hubiera estado mirando comer, no era una de las cosas que más le gustaban ni de lejos, ciertamente le molestaba que alguien la mirara mientras comía pues le parecía una actividad bastante poco favorecedora para cualquiera pero casi había acabado el plato por lo que poco sentido tenía continuar con ese tema.

Lo que sí le extrañó fue el comentario de Domenic sobre ver comer a una mujer. Ese hombre no tendría complicación alguna en conseguir citas o incluso a una cortesana si así lo quería. ¿Por qué hacía tanto que no veía comer a una mujer? -¿No sale usted a cenar nunca con nadie?- de nuevo ahí estaba la Petra que no era capaz de quedarse con la duda. En realidad a ella qué le importaba con quien cenaba o dejaba de cenar ese hombre. Si bien era cierto que parecían entenderse y eso les ayudaría mucho a la hora de trabajar juntos, no le conocía más que desde hacía unos días y ningún derecho la avalaba para hacerle preguntas personales como aquella. Además si entraban en temas de citas y romances ella tendría que hablar también sobre sí misma y prefería claramente no sacar el tema de Carina a relucir por razones obvias.

No comprendió las palabras del vampiro sobre su hambre y los gustos que le empujaban a aguantar las ganas de comer. Analizó sus palabras una y otra vez pero no encontró motivo alguno por el que en aquel restaurante no tuvieran algo que le calmara el apetito, -Es este un buen restaurante señor Vaisser, estoy segura que por más estrafalarios que sean sus gustos aquí tendrán algo de su agrado-. Volvió a coger la carta que reposaba a un lado sobre la mesa y analizó los platos uno a uno. Había cosas realmente caras que supuso que podrían gustarle más que lo que ella misma había elegido. -Por ejemplo… huevas de esturión- señaló el plato y miró el rostro de Domenic para ver si había conseguido encontrar algo que le llamara la atención, y al ver que no fue así continuó, -es cierto a mí nunca me gustó el caviar tampoco. Veamos…- deslizó el índice hacia abajo por la hoja en busca de algo más como si su trabajo esa noche fuera encontrar algo que a su jefe le gustara cenar. Quizás así su carácter fuera menos defensivo y se abriera más con ella. Solo así podrían estar en igualdad de condiciones. -¿Qué quiere decir con alguien que pueda o deba?- preguntó confusa. “alguien que pueda” podía referirse a un chef cualificado suficientemente como para que al vampiro le gustara su comida, pero “alguien que deba” era algo que por más que trataba de comprender no lo conseguía.  Fue sin embargo aquella última pregunta la que creyó que le dio la pista sobre las intenciones reales de Domenic. Todo apuntaba a que lo que quería era disfrutar de su compañía en unas condiciones más… íntimas. A ver cómo salía de aquella situación. -Yo no estoy en el menú, ya estoy viendo a alguien- se maldijo mentalmente por lo poco sutil que había sido al darle la negativa y se llevó las manos a la cara. Si había entendido mal al vampiro se sentiría ridícula por completo. Su cercanía en cambio parecía afirmar las sospechas de Petra que se mantuvo en el sitio inmóvil a pesar de que Domenic estaba ya junto a ella en el asiento.
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