Matarratas, por favor [LIBRE]

Un brusco portazo resonó en las paredes de aquel imponente edificio, y muchos pensaron que el joven había arrancado la puerta de su hogar y se la había llevado a cuestas.

El hecho de conciliar el sueño se había vuelto una misión tan imposible como exasperante desde hacia varios días. Se había recorrido su amplia cama una docena de veces, y sabía perfectamente que no lograría alcanzar el sueño. El motivo de su furiosa huida de casa era consecuencia de la preocupación que lo carcomía por dentro. Su abuelo llevaba más de una semana en paradero desconocido y el cazador no había encontrado ni la más mínima pista que le diese una idea de su ubicación. Kvothe se había pasado días enteros intentando hallarlo, prácticamente no dormía. Había sido engullido por una especie de búsqueda paranoica  por dar con él. Tal era su obsesión que temía volverse loco en aquella cama. Necesitaba distraerse, con cualquier cosa, y eso lo llevó a huir de su casa casi a la desesperada, en un intento por dar con algo que lo distrajera, al menos por unas horas.    

Presentaba unas profundas ojeras oscuras que podían pasar fácilmente por terreno edificable. Se había desprendido de los lujos, luciendo unos ropajes más campechanos, más “del montón”. Su mirada cansada se paseaba por las calles, sin ver realmente. Las manos le temblaban considerablemente a consecuencia de la rabia reprimida, esa rabia que le producía el hecho de no ser capaz de dar con su abuelo. Necesitaba algo lo suficientemente fuerte para que su mente dejase de hostigarle con preguntas para las que no tenía respuestas. Algo como... una fuerte bebida.

Así que allí estaba. Se podía contar con los dedos de una única mano las veces que se había dejado caer por allí, y le sobrarían exactamente cinco de dichos dedos.
Entró y paseó su mirada por la taberna, acostumbrado sus ojos a la estancia que veía por primera vez. Contra todo pronóstico, el lugar no le disgustaba.
Vislumbró la barra y se acercó sin reparar demasiado en la gente que se agolpaban por el antro.

- Matarratas – masculló sin pensar cuando el tabernero le preguntó que deseaba tomar  – pero me conformaré con cualquier otra cosa – añadió ante la mirada estupefacta del tabernero.

Éste regresó al poco tiempo con una bebida cuyo olor ya era capaz de tumbar a una mole. Kvothe le dedicó una mirada interrogante a la que el tabernero respondió con un encogimiento de hombros y con un simple “no te matará”. Aunque, el cazador creyó oír un “creo” murmurado por éste cuando se retiraba.

Le dio un sorbo y lo devolvió al vaso casi de manera simultánea. Si aquello no era realmente matarratas debía guardar una similitud considerable. Al menos, el pensamiento de cómo librarse de aquel mal sabor de boca lo distrajo. Así que, la bebida resultó servir para su propósito después de todo…