Ethan Montagne

Habilidades. Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana. 1. Sanación acelerada. Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves. 2. Percepción del aura. Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor. 3. Infringir dolor por medio de la mente. Capacidad que consiste en infringir dolor a una persona. Esto sólo funciona por medio de la concentración mental y el contacto visual. 4. Ilusión. Capacidad para alterar la relativamente la realidad por medio de alguna ilusión, algo no real para confundir a las personas. 5. Manipulación de la memoria. Concede la amnepatia y la recuperación mental, además ver los recuerdos de la gente y si se quiere proyectarlos en imágenes visibles para todos. También se puede aturdir a la gente mediante confusiones mentales dejándolos como "Enfermos mentales", pero sólo temporalmente. Es muy difícil usar esta capacidad sin contacto ya que se requiere de mucha experiencia.


De carácter volcánico e impredecible. La sociedad es su teatro, misma que él produce, dirige y ejecuta. Su placer está en manipular las mentes, doblegarlas, abrirlas y esparcirlas, como un rompecabezas sin sentido; dado que le gusta encajar las piezas a la fuerza. Es el devorador de pecados y el castigador de ellos. El robo, la mentira, el adulterio, es lo que más odia (No importa que él las practique). Tiene predilección por el empalamiento, es su técnica de tortura favorita. Para su suerte, el castillo que habita es demasiado aterrador para que los curiosos pisen sus territorios. Ni siquiera los vampiros aviejados se atreven a molestarlo. El olor a putrefacción le provoca un retorcido placer. Pueden pasar días antes de que haga quitar los cuerpos – o cabezas – que adornan como banderas su vista. El tiempo le ha retorcido la mente. Algunos afirman que él mismo se la manipuló hasta volverse hilarante y demente. Le gusta mirarse en el espejo y despojarse de la ilusión, mirar cara a cara al villano que los tebanos crearon. Está horroroso. La mitad de su rostro derecho está en carne viva, arrugada, quemada. Su pecho es más de lo mismo. Cualquiera pensaría que un vampiro puede volver a regenerarse, pero no con las torturas correctas. El Sol y la daga de plata que calentaban día a día para pegarla a su cuerpo, dejaron marcas irreparables. De vez en cuando, hace parpadear su verdadera apariencia, sólo para hacerles creer que sus mentes les ha jugado una pasada. Él dicta las reglas del juego y los demás se limitan a participar. Desprecia lo que es convencional, repele lo corriente y odia lo tradicional.



– ¿Cuáles son tus votos para mí, Thanos? El niño – de nueve años – sostenía un pequeño bulto. Cora, su hermana de tan sólo unos meses de nacida, dormía profusamente entre sus brazos. – Madre, yo… El pánico era evidente, no sólo en el tono de su voz, sino también en los rasgos de su rostro. – ¡Tus votos! Urgió Friné, mientras corrían en dirección al bosque. – Tomar la vida de Battista y de sus seguidores. Farfulló.– ¿En quién vas a confiar? – En nadie. – ¿Por qué? La desesperación teñían las cuestiones de la mujer, quien había tenido esa visión cada noche durante los últimos meses. El nacimiento de Cora sólo había puesto en funcionamiento cada uno de los engranes para que el futuro que había visto llegase. Sus visiones nunca fallaban. No importaba cuánto se esforzara por cambiarlo, el resultado seguiría siendo el mismo. A lo único que podía aspirar era a salvar a sus hijos. – Dime porqué. – Porque la confianza envuelve traición y la traición muerte. Las últimas palabras fueron apenas un susurro, pero Friné debió oírlas porque dejó de cuestionarle. Les llevó hasta las entrañas del bosque. De vez en cuando, Thanos miraba sobre su hombro. Docenas de hombres les seguían con antorchas. Si Friné no recorriese día y noche esos lares, habría necesitado también del fuego para abrirse paso. Cuando tuvo una gran ventaja sobre los humanos, se detuvo para mirar por última vez a sus hijos. – Tienes que seguir sin mí. Sólo así Cora podrá sobrevivir. Thanos quería objetar, pero sabía que sería inútil. Ellos no se detendrían. Matarían a su hermana sin importar que fuese apenas un bebé. Había sido el padre de Cora, el líder de un grupo de cazadores, quien había instado a la muchedumbre a quemar la cabaña donde había pasado su infancia. El bastardo había estado usando a su madre para obtener información. ¡Había fingido todo el tiempo! El niño miró a su madre, con lágrimas cayendo sobre sus mejillas. Esa sería la última vez que le viera. Friné le dio un beso en la frente y le instó a marcharse. Como si Cora hubiese presentido el peligro, se revolvió, más no despertó. La mujer a la que acusaban de brujería pidió en silencio que la pequeña se mantuviese así hasta que los humanos se marcharan. Si lloraba, atraparían a Thanos y entonces su muerte quedaría impune. No, se dijo. Battista moriría. Su hijo la vengaría. Éste corrió con su hermana en brazos. Se negaba a dejarse vencer por el cansancio. No le fallaría a su madre. Con el tiempo, oyó su lucha en la distancia. Su puño se cerró y apretó con más fuerza su carga. Sus gritos ahogados de frustración se convirtieron en lágrimas ardientes cuando oyó el sonido de cadenas, los gritos apagados de ella. Los sonidos guturales de los hombres le advirtieron sobre lo que éstos le estaban haciendo. A Battista no le había importado procrear con Friné porque pensaba matar al engendro también. Thanos supo que él la entregaría a sus compañeros como entretención. Se ocultó lo mejor que pudo. Una parte de sí se negaba a ir más lejos. Tenía que alimentar con rabia sus promesas. Lo que debieron ser horas más adelante, los gritos de ella se callaron. Entonces, vio un hilo de humo. Cerca del amanecer, los gritos de Friné se renovaron. – No lo olvides nunca, Thanos. ¡Véngame! ¿Sabía ella que se encontraba cerca? Con esas palabras haciéndose eco por todo el bosque, retomó el camino. Lloró, repitiendo sus votos una y otra vez, añadiendo uno nuevo. – Quemar a Battista y a todos sus seguidores con vida.

Castor, quien se dedicaba a la pesca, les había dado cobijo. Thanos había tratado inútilmente de conseguir algo de alimento para su hermanita cuando el joven se les acercó. El niño había tenido que mentir, diciendo que su madre les había abandonado. Si Castor no hubiese sabido que su esposa aceptaría, no había ofrecido su techo para ellos. Circe no había podido concebir desde que llevaban juntos, quizás esa era la forma en que Dios les recompensaría. Cuando Thanos estuvo seguro de que su hermana sería bien cuidada por esa pareja, abandonó la casa. Él había hecho una promesa a su madre y no se detendría hasta que la cumpliera. Unos años después de haber emprendido su viaje, un vampiro bebió de él. Mientras Eros se divertía con sus intentos por liberarse, se metió – como era su costumbre – en su mente. Al principio, sólo había querido calmarlo mientras bebía lo necesario, pero en cuanto entró a sus pensamientos, esa promesa de antaño repitiéndose en la mente de Thanos despertó su interés por él. – ¿Qué estarías dispuesto a dar por alcanzar tu sueño? El joven no titubeó. Había escuchado a su madre mientras moría. Había abandonado a su hermana. No le quedaba nada más que esa promesa. – Mi vida, si es eso lo que interesa. Eros en verdad se carcajeó. ¿Qué le causaba tanta gracia? Poco sabía Thanos que, de quererlo, ya la habría tomado. – Esa ya me pertenece. Te la he perdonado, ¿o lo has olvidado? No dejó que respondiera. Su arrogancia era su sello, no sólo en sus palabras, también en sus movimientos. – Puedo darte poder, sólo tienes que hacer algo por mí. Chasqueó la lengua en advertencia antes de que Thanos pudiese haber cuestionado. A Eros no le gustaba ser interrogado. – Tómalo o déjalo. Si te quedas, sólo obtendrás tu libertad cuando yo lo diga. Pero para entonces, tendrás la fuerza para hacer eso que tanto anhelas. No le fue difícil hacer su elección. No importaba cuánto tiempo le llevara, su madre sería vengada. A partir de esa noche, se convirtió en el esclavo de sangre del vampiro. A cambio, él le enseñaba a defenderse. Había aprendido, además, que cuando llegase el momento, sólo tendría que arrancar de la mente de Battista los rostros de los hombres que ultrajaron y quemaron viva a su madre. Diez años después de permanecer al lado de Eros, éste finalmente le convirtió, dejando como único requisito que le permitiese estar presente cuando encontrase al asesino de su madre. Por su tono de voz, supo que algo escondía, estaba demasiado de buen humor como para ocultarlo. Cuando dio con el hogar de Battista, lo supo. El cazador era ahora uno de ellos. – Sólo así la pelea será justa. Se había excusado Eros, rebelando – con esas simples pero certeras palabras – que era el culpable de la condición de su enemigo. En ese mismo instante, Thanos juró deshacerse de su creador. – Inténtalo. Se burló éste, leyendo lo que había en su mente. – Pero primero termina con esto. Aún tienes que hacer una visita. Sé de buena fuente, que la aldea de tu adorada hermana fue saqueada por un grupo de tebanos. No se lo pensó. Su madre había preferido sus vidas antes que la suya. Si eligiera la muerte de Battista por sobre la de su hermana, su sacrificio habría sido en vano. De haberse quedado para entretención de Eros, seguramente no habría terminado como un esclavo. Cuando encontró el campamento donde se hallaba Cora, los primeros rayos del sol asomaban en el firmamento. Lo primero que vio fue a un hombre de espaldas, su hermana bajo éste, con moretones en su rostro y cortes en su piel. Era estúpido, lo sabía. Como vampiro, no podía permanecer bajo el abrasador sol sin arder. Los minutos que le quedaban, tenían que servir para que la liberara.


Dos cosas pasaron durante ese interludio. Los tebanos se maravillaron ante la reacción de su piel al Sol, pues nunca habían visto un fenómeno como ese y lo capturaron, lanzándolo bajo el amparo de una de las tiendas antes de que se redujera a cenizas. Desde allí, escuchó por segunda vez, cómo su hermana sufría el mismo destino que su madre antaño. No la quemaron viva, aunque eso no le consoló. El líder del grupo le había llevado la cabeza como trofeo, clavándolo en un palo que enterraron en la tierra, para que la mirase por los próximos días. El olor putrefacto no parecía molestar a los demás tanto como a él, que sus sentidos estaban ahora mejores desarrollados. Al tercer día, lo sacaron de su encarcelamiento y lo expusieron al Sol por varios minutos. Siempre calculando que no fuese demasiado tarde cuando lo alejasen de los abrasadores rayos del astro. Thanos forcejeaba en cada ocasión, tratando de esconder su rostro (razón que lo llevaría a que sólo la mitad de éste sufriese los estragos). Poco a poco, planeó su liberación. Empezó a fingir debilidad, cada día un poco más. Hasta que una noche, un nuevo recluta se acercó demasiado y cometió un error gravísimo al mirarlo directamente a los ojos. Había visto a Eros usar la manipulación en su voz y, haciendo acopio de las fuerzas que le quedaban, ordenó que le quitara las cadenas. Cuando lo hizo, bebió de él hasta la última gota e hizo lo mismo con cada uno de los que estaban en esa tienda. Aquélla fue la primera vez que tomaría tanta sangre dentro de su cuerpo, haciéndole loco por el poder que ganaba cuando mataba. Vengó a su hermana y acto seguido, fue en busca de su creador, sólo para descubrir que la misma amante de Eros, le había matado. La búsqueda de Battista, en cambio, sí que valió la pena. Cuando lo acorraló, desgajó su mente en pedazos, buscando todos los rostros de los inquisidores que participaron aquélla noche. Para su sorpresa, descubrió que éste tenía una hija mayor que Cora. Dispuesto a ponerle fin a su línea de sangre, fue tras la joven, pero había desaparecido sin dejar rastro. Los años transcurrieron y él dejó de buscar, hasta que ella lo encontró. Thanos nunca se imaginó que la descendiente del cazador sería su primera compañera. Por supuesto, ella ya era una vampiresa cuando se relacionaron y, a pesar de que él siempre intentó penetrar en sus pensamientos, su bloqueo mental se lo impedía. Hasta esa noche en que sus barreras cayeron y él vio en sus memorias el recuerdo de su enemigo. Desde entonces se odian y juegan a destruirse el uno al otro. Si no estuviesen tan locos y no compartieran la idea de crear una nueva era para los vampiros, Thanos ya habría vencido.


■ Thanos Giorgatos es su nombre real, pero le gusta pensar que ese ser murió cuando era un esclavo macedonio en manos de los tebanos. Prefiere su nueva identidad: Ethan, francés, un vampiro que es más de lo que se ve.  
■ Los tebanos que le mantuvieron preso encontraban fascinante su reacción al sol. La mitad de su rostro y pecho están notoriamente dañados debido a la exposición. Lo oculta usando la ilusión sobre sí mismo.
■ La descendiente de Battista fue su primera compañera. A Thanos le gusta matar a sus nuevos amantes. Suele mandarles sus cabezas en cajas, directamente a las puertas de sus aposentos.
■ Degolla a las mujeres con las que se acuesta justo cuando sufren el orgasmo.