Heads or tails || Priv. Ethan Montagne

por Invitado Jue Mar 17, 2016 8:20 am

Observaba con detenimiento a las dos chicas y empezaba a perder la paciencia. Los gemidos de ¿dolor? no daban lugar al silencio en aquella habitación. Una de las chicas soltó una lágrima cuando sintió la presión sobre su cuerpo. A las niñas, digamos adolescentes, se les tenía que educar para que en el futuro su obediencia no fuera cuestionada. —Si te resistes tardaremos más— dije en un tono frío mientras que la otra chica esperaba su turno. La primera cedió en silencio hasta que se terminó con ella. Cuando llegó el turno de la siguiente rió porque nunca había sido vista casi desnuda y la situación parecía divertirle. —Es suficiente, hazlo rápido— ordené y la chiquilla empezó también a gemir en cuanto sintió la presión sobre su cuerpo. Su espalda hizo una curva cuando se arqueó en el momento en el que recibió más presión. Luego de eso los gemidos cesaron y la señora Brown se acercó a mí para confirmar que los corsés de las chicas les habían quedado a la medida exacta. Fue todo un problema tener que obligarlas a ponérselos y más aún el tener que estar presente en el proceso, pero mi ama de llaves había insistido para que diera mi aprobación. La verdad es que me tenía sin cuidado pero tampoco tenía nada mejor que hacer mientras esperaba la llegada de ese sujeto.

La siguiente hora las jóvenes, gemelas, recibieron vestidos de sirvientas que lucieron delante de mí para que diera mi visto bueno. La señora Brown insistía en que todo lo que habitara la casa debía ser agradable a mi mirada. No podía esperar menos de una sirvienta que había estado conmigo por los pasados 300 años. Ella era una inmortal a la que habían convertido por accidente. Su sire murió más rápido de lo que le duró la satisfacción de la sangre y la pobre mujer, de unos 40 años, quedó sola sin entender a qué se debía su existencia. La tomé bajo mi protección y desde entonces había sido la más fiel de mis sirvientes. Su último regalo había sido ese par de chicas a las que encontró en un orfanato de ratas, tenían apenas 15 años y no poseían la mínima educación. Acabábamos de llegar a Francia para cuando las trajo y pidió mi permiso de entrenarlas como ghouls. Para mí solo estaban a prueba pero las chicas eran dóciles y muy serviciales para cualquier cosa que se me antojara.

—Es hora de un entremés— dije aburrido y, aunque era media noche, la señora Brown preparó algunas tazas de té pero en la tetera el contenido de color carmesí no podía confundirse con otra cosa que no fuera sangre. Las chicas se quedaron a un lado de la mesa con una actitud contenta mientras la señora Brown y yo bebíamos la sangre recién cosechada. La virgen del día había sido una chica raptada directamente de una fiesta de la alta sociedad. Saboreé la sangre y bebí todo el contenido de la taza, a veces copa, a veces simplemente cuello. En realidad prefería beber de la fuente pero mi ama de llaves se oponía a limpiar mi habitación si a diario estaba llena de sangre. Por suerte mi paciencia había sido moldeada con los años así que disfrutaba de momentos de actuación ‘a lo mortal’ de vez en cuando. —El señor ha llegado— anunció la voz del mayordomo, otro joven que estaba en entrenamiento desde hace cinco años. La señora Brown se puso de pie enseguida y mando a las chicas a limpiar el servicio.

El ‘otro’, mi hermano, no tardó en mostrar su cara en la sala. No lo veía hace años pero para nosotros los años eran como días y los días como horas. Esta vez había sido mi intención el que nos encontráramos y por ello mandé a invitarlo. La señora Brown también le tenía una devoción que a veces aturdía ya que no existía un nexo entre ellos. Lo recibió como una madre a un hijo mientras yo curvé una media sonrisa burlona al atestiguar la escena. No podía evitar pensar lo ridícula que era la vida aparentemente humana que llevábamos cuando en realidad guardábamos cadáveres en los sótanos. Negué con la cabeza y me quedé sentado esperando a que Thanos, ahora Ethan, estuviera un poco más cerca. —Bienvenido, aunque yo soy el nuevo en esta ciudad creo que un buen anfitrión ofrece lo mejor al invitado. ¿Qué tal un poco de sangre para comenzar con esta conversación?—pregunté y no esperé a su respuesta. —Trae a la chica— ordené y la señora Brown, a regañadientes, se retiró.

por **Ethan Montagne** Jue Mayo 05, 2016 9:43 pm

Aunque Thanos actuaba como consejero del rey de Francia, había mucho más tejiéndose en esa telaraña. Al igual que existía un gemelo suyo, había una versión de sí mismo, que pocos conocían. El macedonio, era el titiritero de esa grandiosa obra que representaban, misma que abrió telón, cuando Nigel ofreció su apoyo a los vampiros que; como él, deseaban salir de entre las sombras y revelar su existencia. Una sinopsis que se vendía entre los hijos de la noche, provocando una turbia división entre aquéllos que deseaban permanecer como protagonistas de leyendas y los que no. El caos y la devastación, eran manjares que casi había tenido el placer de degustar, en nimias proporciones. Los suyos, se enzarzaban en estúpidos enfrentamientos, a priori a la verdadera guerra que se armaba tras bastidores. La vida en el Palacio, sin duda, era exquisita; más no perfecta. Controlar sus impulsos, instintos y apetitos, nunca había sido tan importante como esos últimos meses. La reina, no sólo desconfiaba de sus palabras moduladas cuando ensalzaba a su esposo, haciéndola terriblemente peligrosa, sino que también, parecía encontrar cualquier oportunidad para dejar en claro que no le era grato. Aunque habría sido demasiado fácil, manipular su mente para cambiar su manera de verlo; Thanos había empezado a disfrutar con ese juego del gato y el ratón, como para hacerlo. La intuición femenina, siempre había sido un tema que le había intrigado cuando era un simple humano. Todavía podía recordar cómo engatusaba a las damas para entregárselas a su Sire en bandeja de plata, mientras que ellas, aunque complacientes, no dejaban de mostrar reticencia por lo que se avecinaba. ¡Era malditamente exquisito! Pero tan interesante como pudiese ser permanecer a disposición del rey, que no lo era, también debía encontrar tiempo para alimentar a sus demonios. Así que antes de ir a esa reunión con su hermano, había ido a su propio castillo en Dournazac, dónde el olor putrefacto de las cabezas que llevaban más de una semana a la intemperie, le dio la bienvenida.

Ninguno de sus sirvientes, se atrevía a mover cualquier cosa de su lugar, si antes no les era ordenado. Además, la experiencia les había enseñado que si lo irritaban, podrían terminar empalados, como un adorno más en las torres de ese tétrico lugar. De allí que todo estuviese exactamente como lo había dejado. Cogió un medallón antiguo, que solía usar para que sus vástagos pelearan entre sí para demostrar su valía – autoproclamándose victorioso si lo conseguían – y lo metió en su bolsillo. La afición de su gemelo, por coleccionar objetos históricos, sin duda no habría cambiado después de tantos años. El medallón, era tan antiguo como su dueño. Eso debería de bastar como gesto de buena voluntad y, si tenía suerte, para empezar esa reunión con éxito. Adelphos, como antaño fuese bautizado, actuaba con indiferencia respecto a sus asuntos. Esperaba que las noticias que él también llevaba, que involucraban a toda su raza; le hiciese consciente de las ventajas que existían, si se involucraba. Sólo su círculo de sirvientes, sabía que tenía un gemelo. Su costumbre de cambiar de nombre cada cierto tiempo, le habían llevado incluso, a utilizar el de Adrien. Si bien, sin la ilusión eran fácilmente distinguibles, Thanos no solía permitir que nadie viera las marcas que los tebanos dejaron en su cuerpo. Suficiente tenía con mirarse en el espejo y ver las malditas cicatrices. Sería difícil, para un mortal, saber quién era quién. Los inmortales, también tenían esa dificultad. Después de todo, llevaban muchos años de ventaja sobre los demás. La señora Brown, le recibió como de costumbre, como si llevaran años sin verse. Por supuesto, eso podría deberse a que servía a su igual. Ethan, como ahora se hacía llamar, la trató con el mismo afecto que sentía hacia sus creaciones. Ya habría tiempo para jugar, se prometió, dedicándole una penetrante mirada mientras se alejaba. – ¿Me parece a mí o la eternidad ha sido amable con ella? – Los asuntos en el Palacio, no le habían permitido sucumbir a los placeres terrenales, pero ahora, estaba muy lejos. Podría ser, quien realmente era. – ¿Francia? – Cuestionó finalmente, tras ponerse cómodo. – ¿Debería preguntar por qué ahora? – Las sutilezas, no iban con el macedonio. Mejor si supiera de una vez, qué se traía entre manos. Por separado, los Giorgatos eran peligrosos; pero juntos, explosivos.

por Invitado Dom Sep 18, 2016 2:52 pm

Thanos y su ímpetu desbordado podían sentirse desde la entrada. Como si no fuera lo suficientemente malo que compartiéramos, casi, el mismo rostro. A pesar de la similitud éramos totalmente diferentes y cada uno sentía disgusto o reprobación por algunas conductas del otro. Desde que lo vi llegar intenté pensar que las experiencias eran las culpables de habernos pulido de una u otra forma. La señora Brown no lo entendía aunque ya estuviera tantos años de su vida cerca de nosotros. El ‘cariño’ que ella intentaba dar como una madre podía ser mal interpretado a veces por el complejo de Edipo de mi extraño hermano. —Es un activo fijo que perdura gracias a su vocación de servicio. No es para cogértela, para eso ya has tenido a todas las mujeres de esta ciudad u otras ciudades— señalé tranquilamente develando la naturaleza de Thanos, mucho más carnal que la mía, y dándole al mismo tiempo la advertencia de comportarse un poco. —El aperitivo estará pronto servido, ponte cómodo— pidió para que Thanos relaje la actitud de ‘vengo a armar fiesta’ y de esa forma poder hablar.

Mi hermano no tardó en ir directo al tema que parecía llenarlo de curiosidad. ¿Por qué? No había de qué preocuparse a menos que entraran en una contradicción. —Es la primera vez que te preocupas de una simple visita mía a esta ciudad. Debo admitir que no está entre mis favoritas pero es un deber pasar por aquí para algunas cuestiones que me competen, ¿Por qué te preocupa?— pregunté intentando jugar un poco al fingir que no sospechaba nada. Sin embargo, antes de poder recibir una respuesta, la señora Brown volvió con dos copas de cristal llenas de un líquido carmesí. —Te dije que trajeras a la chica, ¿es mucho pedir o no he hablado en una lengua lo suficientemente clara?— dije mirando de reojo a la empleada que sin inmutarse por mi tono dejó en la mesa ambas copas al alcance de cada uno de nosotros. —Lo siento, mi señor, la chica ha muerto. El nuevo método de extracción es un poco fuerte para las chicas francesas— explicó como si acababa de darme un informe del clima. Le hice un gesto con la mano para que se retire y solo cuando se fue volví la mirada a Thanos —No hay nada en este lugar que llegue a conformarme— bebí el primer sorbo. La sangre no tenía el mismo sabor que cuando es extraída de una persona viva. Esa sangre sabía a agonía, a muerte, uno de los favores favoritos de Thanos, mientras que mi favor favorito era el de la víctima viva.

—Volvamos al tema. He venido a París solo por negocios pero he escuchado algunos rumores preocupantes. Además está el hecho de que no dejan de confundirme contigo y de adjudicarme algunos de tus circos, matanzas, y travesuras. Es bastante molesto— dije dejando la copa y tomando el pañuelo de un bolsillo para limpiar la comisura de los labios en los que quedo algún vestigio de sangre a punto de coagularse. Para Thanos todo lo que acababa de decir sin duda sería divertido pero para mí no lo era. Lo que en principio fue un viaje de negocios se había convertido en una molestia y todo gracias a su afán de dejarse ver con medio mundo mientras realizaba sus carnicerías. —Vivimos lejos desde hace bastante y obviamente ninguno de los dos muestra preocupación por lo que sucede en la vida del otro pero ya que no han dejado de confundirme contigo, y con otro que al parecer ha muerto, ¿puedes explicarme que sucede?— finalicé quedándome en silencio mientras le daba espacio y tiempo para contarme en qué andaba. Yo sabía que entre él y yo no había la confianza característica de dos hermanos, no existía para nada lealtad de un lado a otro, pero nuestro lado egoísta nos hacía cuidarnos las espaldas indirectamente ya que cada uno quería ser el verdugo del otro hasta el final de los días y nadie más, mortal o inmortal, podía tener ese privilegio. Gracias a eso, mientras yo estaba en Inglaterra, me encargaba de los que seguían el rastro de Thanos y él se encargaba de los que se metían en mi camino en Francia aunque no de una forma muy sutil.

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