Perhaps someday → Privado

por **Finn Hooper** Dom Sep 27, 2015 11:42 pm

“Perhaps someday I'll crawl back home, beaten, defeated. But not as long as I can make stories out of my heartbreak, beauty out of sorrow.”
― Sylvia Plath, The Unabridged Journals of Sylvia Plath

El silencio de su pequeño hogar en Francia era un contraste enorme con el bullicio de la mansión que habitó en Londres. Se dio un leve golpe en la cabeza, recordándose que debía dejar todo eso atrás, que su vida en Inglaterra estaba enterrada bajo tierra, se pudría como cadáver y la peste debía ignorarse. Sanar era un proceso muy largo, y a ratos creía que imposible. Entonces las palabras en el libro que leía comenzaban a danzar, burlándose de él. Cerró el tomo de golpe, con un ruido seco de las páginas amarillentas contra sí mismas.

Miró por sobre su hombro. Hace días que ya no estaba solo y aún no sabía cómo lidiar con la situación. Como no sabía cómo lidiar con la mayoría de las situaciones sociales, para acabar pronto. Se mordió el labio inferior tan fuerte que parecía que iba a hacerse daño y respiró profundamente un par de veces, recordándose como mantra que nada malo podía suceder de tratar de conocerla mejor. Se puso de pie y fue hasta el único pasillo del pequeño apartamento, oscuro, corto y angosto, con sus muros despintados y llenos de objetos varios catalogados con esmero por el propio Finn. Se aclaró la garganta como si estuviera a punto de dar un discurso de suma importancia; pero es que aquello era relevante para él, era sobreponerse a sus miedos que no eran pocos.

—¿Aishe? —Llamó con voz tímida mientras avanzaba con paso lento—, ¿estás…? —Pero no pudo terminar la frase, encontró a la chica, una desconocida todavía, en la cocina, que no era mucho más grande que el resto del lugar. Finn no se quejaba, era un techo suficiente, incluso para ambos, pero después de venir de una familia adinerada del Reino Unido, el cambio seguía desconcertándolo, como todos los cambios lo hacían. Se adaptaba a duras penas, como podía pero lo hacía. Sobrevivía.

No sabía a ciencia cierta la situación de la chica, pero necesitaba ayuda aquella noche y él, contra todos sus instintos, la llevó a casa. Después le dijo que podía quedarse todo el tiempo que necesitara, y la mayoría del tiempo la evitaba, no porque considerara que fuera de poco fiar o algo así, sino porque le aterraba tener que hablar. No era un conversador, nunca lo había sido. Sin embargo, ahí estaba ahora.

—Ho-hola —habló con torpeza y cerró los ojos como si se diera cuenta de su propia estupidez. ¿Eso era lo mejor que tenía?—. Estaba pensando en… lo que cenaremos hoy… puedo preparar algo especial, si tú quieres, claro —hilar todas esas palabras le significó un genuino esfuerzo físico—. Hoy se cumple una semana de que estás aquí, sería como… como un aniversario. No es que esté contando los días —cállate Finn, se dijo mentalmente y se quedó como el tonto que era en medio de la pequeña cocina.

No soportaba mirar a la joven, porque en realidad le costaba mirar a cualquiera y para más inri de sus males, esta chica, Aishe, era hermosa. No tenía idea de los pormenores de la vida de ella, como ella no conocía los de él, y agradecía la discreción. Las preguntas, por ahora, eran aves que revoloteaban encima de ellos, buscando escapar o esfumarse a la hora de ser respondidas.

por **Aishe Barrul** Lun Sep 28, 2015 10:56 pm

“Perhaps you are just close to what you have been waiting for all along and ideas start formulating in your mind and advising you to "give up". Tell them "not me".”
― Israelmore Ayivor, Dream Big!: See Your Bigger Picture!

Todo lo que conoces, todo de lo cual estas seguro, aquello que te conforta y te hace sentir parte de un algo de un todo pero sin perder tu individualidad, a veces en un abrir y cerrar de ojos se desmorona, se escapa la imagen entre tus dedos y te hace ver que no tienes nada asegurado.

Ahora ella lo sufría, su mundo entero se desmoronó y la situación se le fue de las manos, aquella redada contra de la matriarca, de la que ella veía como su madre, le parecía cosa de clases sociales mas altas esas cosas no pasaban en donde el pueblo era una sola familia, en donde las reglas del robo se aplicaban solo para los externos si alguien pregunta todos fuimos así se vivía dentro del campamento, el error de uno lo soportaban todos ¿entonces?

No supo en que momento decidieron voltearse contra ella, contra esa única persona recta y si ella caía... Aishe lo hacía también, Martya era su madre adoptiva y quizás ese fue todo el problema ¿había sido ella la causante? lo veía muy probable puesto que todos se fueron contra ella al momento de entrar al campamento ¿y Martya? la mujer tenía que ver por su familia de sangre, por mas que la amara, que la cuidara, que la procurara, la morena no era mas que un extraño que había crecido allí... pero no pertenecía a ese lugar.

La gitana tuvo que huir, correr como lo hacía cuando se sentía libre y lo hacía por diversión, ahora tenía que hacerlo por su vida. Muchas veces las cosas salen solas, y muchas otras te sorprenden con cosas que no esperas, Finn era una de esas veces, aquel muchacho de ojos azules que la encontró agazapada, asustada como hacía mucho no lo estaba, se aferró a él a pesar de saber que no debía, que no podía volver a confiar, sin embargo lo hizo.

Llevaba ya una semana viviendo bajo el mismo techo que él, pero se sentía como una completa extraña, un intruso, claro que intentaba ser de ayuda, mantenía el espacio que usaba para dormir en orden, limpiaba y de vez en cuando cocinaba con lo que encontraba, intentaba no ser la peor de las decisiones de Finn, aunque se sintiera como tal; debía arreglar su situación. Se alistó de manera rápida y en realidad, casi no lo veía, a veces sentía que desconfiaba de ella -quien no lo haría de un extraño- o que ella lo hacía sentir incómodo, por eso mismo procuraba mantenerse alejada de él, salir si era necesario -con las precauciones de no cruzarse con ninguno de los que alguna vez llamó familia- estaba en la cocina, sentada cerca de una ventana con los pies descalzos jugueteando sobre el suelo y la mirada ida hacia el exterior, por lo que la voz del chico la tomó por sorpresa.

Dio un pequeño salto poniéndose de pie como un resorte -¿Si? - rebuscó con la mirada hasta que le vio entrar en la cocina, ladeó la cabeza un poco y e intentó sonreír, ella no era así, pero justo ahora, no sabía bien como era. Se mordió el labio inferior, sabía que había pasado ya una semana, lo mas probable es que le pediría que fuera buscando otro lugar para quedarse, no lo culpaba, no podría molestarse, pero lo que le dijo la sorprendió bastante ¿cenar? ¿algo especial? de pronto una sonrisa se dibujó en sus labios, una de verdad, tímida y sincera, cautivada por aquel signo de ternura y calidez que le mostraba -N-no... - se mordió el labio inferior, no planeaba ser grosera -No te preocupes, si quieres puedo cocinar yo, no hay necesidad... - lo pensó mejor y recapituló -... o podríamos hacerlo ambos - dio un paso para acortar la distancia entre ellos.

por **Finn Hooper** Mar Sep 29, 2015 5:16 pm

“Do one thing every day that scares you.”
― Eleanor Roosevelt

Se quedó ahí, de pie y petrificado. Comenzó a sentir las manos sudorosas, temblando como si hubiera acabado de ver tremendo asesinato o algo parecido. Para Finn todo era impactante, todo era amenazante, todo lo apabullaba. Mentalmente se trató de tranquilizar. No desconfiaba de ella, no tal cual, ese era uno de sus grandes errores en la vida, confiar tan ciegamente en todo mundo, pero su presencia era demasiado pesada para él. Podía compartir el pan, su techo, incluso su ropa si ella quería, pero no podía ser algo que no era, no podía ser, de pronto y por arte de magia, un tipo alegre, parlanchín, locuaz. Aishe era una amenaza en ese sentido, en el que en cualquier momento él podía derrumbarse ante su incapacidad de ser social, así de sencillo. Respiró un par de veces, como para darse valor.

Quiso agregar algo pero entonces ella hizo amago de acercarse y él reaccionó dando un paso hacia atrás. Mal, mal, mal, se dijo, eso no era lo que ella necesitaba, esa era una señal demasiado inequívoca de algo, pero ese algo no era lo que Finn sentía. No te tengo miedo, ni repulsión, es mi culpa, quiso decirle, pero desde luego, las palabras murieron reclusas en su boca. Tragó grueso.

—S-sí… sí, suena como una buena idea, podemos cocinar juntos —respondió, poco a poco recobrando algo de fuerza en su discurso, no la suficiente, pero nunca era la suficiente—. El problema es… —se rascó la sien, pensativo y nervioso—, no tengo demasiado ahora mismo. Necesitamos ir de compras —«necesitamos», dijo, en plural, pero dos cosas cruzaron su cabeza en ese instante, primero el hecho de que no sabía de qué huía Aishe… ¿salir le sentaría bien? No tenía idea, era un tonto por proponer tal cosa. Y la segunda era que la idea de salir a comprar víveres lo aterraba a él, porque era convivir con gente, tener que entablar pequeñas conversaciones con ellos, todo parecía muy abrumador.

Miró a la chica, con su tez morena que bajo los rayos del sol que se colaban por la ventana lucía de bronce y su cabello como noche, y sus ojos como gemas que brillan en la oscuridad. Fue breve, no podía mantener por demasiado tiempo el rostro en alto, pero se dio cuenta que Aishe podía serle de mucha ayuda en aquel momento precario. Si iba ella, sería la chica quien se encargara de hablar, todo estaba en que estuviera dispuesta a salir.

—Pero… si quieres puedo ir yo nada más —no pudo contenerse por mucho tiempo; la paciencia no era una habilidad suya, considerando la ansiedad que padecía—. Sí, será mejor que vaya yo, pero qué imprudente he sido, no puedo depender así de tu tiempo, lo siento… —parecía una reacción exagerada, pero no lo era viniendo de él.

Por un rato estuvo jugando con un hilo suelto de su suéter, luego volvió a mirarla fugazmente y estuvo a punto de darse media vuelta para salir, pensando desde ya cómo enfrentaría el exterior: como lo has hecho todo este tiempo, se dijo; a duras penas, añadió.

—Oh, sí… —tuvo que volver a girarse e ingresó a la cocina, pasó junto a ella, haciendo todo su esfuerzo para no mirarla (¿cómo evitas a alguien como Aishe, cuya presencia encantadora atrae la mirada como un imán al hierro?). Alcanzó una canasta para echar las legumbres que comprara, y ahora sí estaba listo para irse.

por **Aishe Barrul** Jue Oct 01, 2015 6:02 pm

“Fear doesn't shut you down; it wakes you up”
― Veronica Roth, Divergent

La reacción de Finn la regresó a la realidad de la cual quería renegar, él no confiaba en ella, dio un paso de regreso a donde se encontraba y frunció el ceño ligeramente, necesitaba salir de allí.

Una ligera sonrisa intentó asomarse entre sus labios como distracción, misma que desapareció cuando Finn continuó hablando el problema siempre había un problema; miró por la ventana, misma por la que miraba antes de que el chico entrara a la cocina, sin embargo fue una sola palabra la que llamó su atención nosotros entornó los ojos y lo miró fijamente -Y-yo... - pero las palabras salieron demasiado quedas ¿donde quedaba su valentía?

Aishe no era desconfiada pero si era precavida, así era su naturaleza, mientras que la de Finn era temerosa, sigilosa y quizás, era mejor que nunca confiara en ella; había crecido entre gitanos, se comportaba como tal aunque realmente ahora no tuviera ni idea del lugar al que pertenecía, la buscaban y si la encontraban, podían tomar represarias contra él y a pesar de que para la morena, Finn no significaba nada, no podía permitir que nada malo le pasara puesto que sin mayor esfuerzo y con una sinceridad visible, él la ayudo.

Torció la boca de lado y su ceño se mantuvo fruncido ¿no podía depender de su tiempo? ¡pero tenía todo el del mundo! eran pocas las ocasiones en las que salía por las noches, a escondidas de Finn, se subía al techo de aquel lugar donde vivían para poder admirar la ciudad y no sentirse atrapada.

Se quedó parada allí, con la vista clavada en sus pies descalzos, ella estaba acostumbrada a salir, correr, bailar, ser libre como el viento y ahora se sentía como prisionera, no por culpa de ese chico de ojos azules no, por culpa de no pertenecer a ningún lugar desde el principio. De pronto, la voz indecisa de Finn volvió a roper el silencio, ella ya lo daba en la puerta de entrada, giró el rostro hacia él viendo como tomaba el canasto para poder irse, el impulso fue mayor que su recato, su mano tomó la muñeca ajena -Ten cuidado - lo soltó dejando que sus yemas acariciaran la pálida piel con suavidad y rápidamente, después avanzó para salir de la cocina.

Aquel lugar no era muy grande, por lo que buscar lugares para estar sola era difícil y encontrar cosas que hacer... bueno, no había mucho que hacer, se metió en el cuarto que le había asignado para dormir y se recargó en la pared detrás de la puerta manteniendo el aire en sus pulmones hasta que le escuchó salir clic el seguro de la puerta fue el detonante para que el aire de sus pulmones saliera y las lágrimas comenzaran a brotar, se deslizó de a poco por la pared hasta que terminó sentada en el piso ¿lloraba de tristeza? ¿de angustia? no, era coraje reprimido.

El tiempo se le hacía eterno desde hacía una semana, por lo que se puso a limpiar el lugar para, de alguna forma, mantener su mente ocupada y también agradecerle las atenciones a Finn; removiendo unos libros en el pequeño mueble del pasillo cercano a la puerta principal, encontró una carpeta de cuero café con un grabado en la portada, en su interior había papeles con escritos a mano, se les quedó viendo unos minutos como si pudiera entender lo que decían, en eso la puerta se abrió y Aishe se sobresaltó tirando todos los papeles al suelo, alzó la vista y se encontró con Finn viéndola con aquella mirada asustadiza -Lo lamento - se agachó para recogerlos.

por **Finn Hooper** Dom Oct 04, 2015 9:29 pm

“Fear cuts deeper than swords.”
― George R.R. Martin, A Game of Thrones

Todo sucedió tan rápido, y Finn sintió que había sido una eternidad. Se quedó completamente pasmado cuando ella lo tocó, al grado de aguantar la respiración, no se soltó de su agarre, ni hizo nada que indicara que lo había molestado, porque no lo había molestado, sólo incomodado, como todo y como siempre. No hizo nada porque no tuvo capacidad, porque en ese instante su mente, más brillante que la del resto, se fue a blanco como un ruido en el océano o un cielo opalino sin nubes. Incluso cuando ella se marchó, él se quedó un par de segundos más en medio de la cocina como el gran tonto que era.

Cuando pudo reaccionar, dejó la canasta sobre la mesa y estuvo a punto de soltarse a llorar, pero no lo hizo. Respiró un par de veces. No sabía qué estaba tan dañado en su interior, qué cosa tan grave le impedía llevar una vida medianamente normal, no sabía y le desesperaba no saber, le desesperaba ser como era, no poder mantener una conversación o mirar a los ojos a alguien, ya no decir a Aishe con sus orbes de exótica obsidiana.

Fue hasta la puerta de la habitación que la chica había estado ocupando, tomó la perilla pero antes de abrirla, pegó la oreja a la madera que los separaba. Pudo escucharla, pudo escucharla llorar y comenzó a darse golpes con la base del puño en la cabeza. Deseaba dejar de ser tan inteligente y tener esa memoria envidiable y ser normal, lo deseaba, deseaba no haberla hecho llorar. Era un tonto; no importaba lo que hiciera, ese era él, roto más allá de cualquier reparación. Algo estaba jodidamente mal en su interior y lo estaba de origen, no podía hacer nada.

Suspiró y al fin entró, no sabía para qué, ya que estaba consciente que carecía de la capacidad para tranquilizarla. Entonces vio que había tomado uno de sus archivos. No se alarmó, pareció más alarmada ella y se agachó al unísono para recoger los papeles.

—No te preocupes —su voz sonó queda y no la miró—, no leíste nada, ¿verdad? —Sus poemas eran su gran secreto, algo tan íntimo y sagrado que no compartía con nadie. En ellos hablaba de su eterna batalla con la vida, de sus miedos que eran muchos, y de los días buenos que eran pocos.

Una vez que tuvo el manojo de documentos en sus manos, los colocó de nuevo en su sitio original, pero no volvió a ponerlo en el librero, en cambio se los colocó bajo el brazo y por un instante sus zapatos, limpios aunque desgastados, le parecieron lo más interesante del mundo. Se mordió un labio tan fuerte que podía hacerse sangrar en cualquier instante.

—El que lo siente soy yo —al fin soltó—, sé que parece que te rehúyo, pero no te temo, ni desconfío de ti, es algo… —tomó aire—, el problema es mío, me gustaría que fuera fácil de explicar, pero no lo es —todo ese tiempo mantuvo la vista gacha y por su rictus, parecía que se iba a soltar a llorar en cualquier momento. Respiró profundamente un par de veces.

—No quiero hacértelo más difícil, no sé de qué huyes, y no, no tienes que decirme si no quieres —negó con la cabeza, para hacer énfasis—, pero no es justo que mis inseguridades te hagan sentir más mal —en ese instante comenzó a jugar con sus manos, empapadas en sudor. Era incapaz de levantar el rostro y encararla. Ya de por sí sentía un verdadero agotamiento físico de sólo decir esas palabras.

por **Aishe Barrul** Jue Oct 29, 2015 1:47 pm

“Our deepest fear is not that we are inadequate.
Our deepest fear is that we are powerful beyond measure.
It is our light, not our darkness that most frightens us"
― Marianne Williamson, A Return to Love: Reflections on the Principles of "A Course in Miracles"

Alejó con rapidez la mano de las hojas que aún estaban en el piso, sabía que él no se sentía cómodo con ella cerca, mucho menos con que lo tocara, alzó la vista al escucharlo y negó con la cabeza ante su pregunta, sin evitar fruncir el ceño -No se leer, así que no te preocupes - se puso de pie dejándolo en cuclillas recogiendo las hojas, se contuvo de salir de la habitación y darle la espalda -aunque no había mucho a donde ir- miró hacia otro lado en cuanto el se puso de pie y de reojo lo vio mirar el suelo, siempre tan esquivo.

Volvió la vista solo cuando lo escuchó hablar, aún con el ceño fruncido alzó un poco los hombros en afán de restarle importancia a lo que decía, era incómodo que vivieran como dos completos extraños -aunque en realidad lo eran- que no intentaran hablar, conocerse, entonces Finn dijo algo que suavizó el rostro de la morena un poco, bajó la guardia de a poco, relajando su cuerpo y girándolo para volver a verlo.

-No... - tomó aire y lo soltó de pronto -No te agradecí por ello, por ayudarme sin decir palabra - ladeó un poco la cabeza, buscando la mirada ajena pero topándose solo con un rostro escondido y mirada perdida, se mordió el labio inferior y desvió nuevamente la mirada -Gracias - aquella palabra salió con suavidad de sus labios, casi en un susurro, al mismo tiempo que su mano temblorosa y con duda se posaba sobre el brazo ajeno tomándolo con delicadeza, en un afán por hacerlo mirarla.

Aquel momento de silencio se tornó en algo mucho menos incómodo, extraño si, pero llevadero y en cierto punto, agradable -Ellos amenazaron a quien fungió como mi madre durante toda mi vida, le reprocharon el hecho de que vivía sintiéndome uno de ellos... - agachó la mirada soltando el brazo del joven -...pero ¿que otra cosa debía hacer? no conozco vida fuera del campamento gitano, ellos me criaron, supongo que no importa que tan unido sea un clan, siempre habrá alguien avaricioso y celoso - la voz de Aishe se quebró al final, pero se mantuvo firme, con rostro triste y dolido, pero las lágrimas simplemente no salían.

por **Finn Hooper** Dom Nov 01, 2015 10:27 pm

“Suffering has been stronger than all other teaching, and has taught me to understand what your heart used to be. I have been bent and broken, but - I hope - into a better shape.”
― Charles Dickens, Great Expectations

Uno. Dos. Tres… no había cantidad de números suficiente para tranquilizarlo. Miró ahí donde la mano de Aishe lo tocaba, la miró como si ésta estuviera hecha de lumbre y amenazara con quemarlo. Luchó contra sus instintos, no la apartó y luego de algunos segundos, ya no fue tan extraño. Estaban ahí, no incendiándose, no muriendo. Dejar que lo tocara no era el fin del mundo. Por supuesto que eso no significaba que estuviera curado, pero era un paso. Soltó aire por las fosas nasales, dándose cuenta que lo había estado conteniendo.

—Con suerte, nunca tendrás que agradecerme —su voz continuó sonando frágil como cristal. Lejana, tímida, pero logró decir aquello en un hilo de voz. Al fin alzó el rostro, contrariado, siempre contrariado. Pero detrás de su mueca de susto y preocupación, existían unas facciones suaves, apuesto podía decirse, mismas que eran constantemente opacadas por su propia incapacidad de socializar, por su manía de mirar sus pies antes que a sus interlocutores; pero ahí estaba, y en su rostro juvenil, una sonrisa se dibujó. Era un ademán que rayaba en una inocencia inexistente en un mundo corrupto, casi irreal—. Me alegra tener compañía, aunque no sea el mejor expresándolo —continuó con un semblante mucho más tranquilo.

Frunció ligeramente el entrecejo cuando Aishe continuó hablando. No dijo nada, se sintió privilegiado de ser merecedor de su confianza. Se asió a sus poemas, mismas que ahora sostenía con ambas manos y contra su pecho. Dio un súbito suspiro.

—Yo… yo lo siento, lo siento mucho —atinó a decir, pero fue insuficiente. Siempre lo era, ¿no? Las palabras no eran su fuerte, quedaban siempre cortas. Se obligó a decir más—. Me gustaría tener la capacidad de poder ayudarte a regresar o… lo que sea que desees, pero estoy un poco limitado en ese aspecto. Sin embargo, aunque suene inverosímil, puedo ayudarte a tener una vida aquí, ahora, en la ciudad —fue su oferta, absoluta y completamente del corazón.

Se giró ligeramente y se sentó al filo y de la cama. No fue capaz de hacer una seña para invitarla a que se le uniera, así que esperó que lo hiciera por voluntad propia.

—Sé que suena muy tonto. Me has visto, no soy el mejor con las personas —de nuevo tenía la vista gacha, pero esta vez fue consciente de ello y la levantó. Se rascó la sien, pensativo—. Pero puedo enseñarte a leer y escribir, algo de aritmética también… si quieres, claro —se mordió el labio y se arrancó un poco de piel y una costra de alguna vez anterior que lo había hecho sangrar—. Ayúdame a tener una mejor relación con el exterior, puedo conseguir otro empleo y comenzar a pagarte, como a una mucama o algo parecido. Esta será tu casa hasta que tú lo decidas —se detuvo, creyendo que había hablado demasiado.

Apretó más las hojas contra sí. De ese modo, Finn parecía un niño. Un pequeño mocoso indefenso, demasiado ingenuo como para sobrevivir por su cuenta.

por **Aishe Barrul** Mar Ene 05, 2016 11:40 pm

“It is better to live
your own destiny imperfectly
than to live an imitation
of somebody else's life
with perfection.”
― Anonymous, The Bhagavad Gita

Ahora era ella la que desviaba la mirada, la que se sentía nerviosa, con el corazón desbocado y la boca seca; Finn la había ayudado sin siquiera conocerla, le había brindado un techo y comida, refugio sin siquiera conocer su pasado, ella bien podía haber sido una ladrona y aquel joven inocente le había abierto las puertas. Continuó escuchándolo con atención, y sus mejillas morenas ocultaron el sonrojo, él era letrado, ella... una simple gitana que a duras penas comprendía que cuando el sol salía era de día; le hablaba con palabras que no comprendía por si solas pero que lograba darse una día dentro del contexto de la oración, Aishe tenía facilidad de palabra, finalmente era vidente, pero eso no significaba que tuviera si quiera la minima educación.

Sus labios temblaron levemente, tenía demasiado dentro de su cabeza para ser comprendido y procesado, así que solo asintió rogando que aquella respuesta afirmativa cubriera todas las esperadas hacia lo que Finn acababa de decirle -Y-yo, no se... n-no se si podré regresar... - la voz de la gitana salió en un hilo, quebradiza y apenas audible, sintió un calambre en la boca del estómago, por mas que le doliera, tenia que hacerse a la idea de que no regresar nunca mas al campamento, era una posibilidad.

Se mordió el labio inferior y de a poco alzó la mirada, clavando las orbes pardas en el rostro inocente del joven, por primera vez reparó en la perfección de su nariz, en la curvatura de los labios rosados y pálidos, en la forma de sus ojos... en que era atractivo, sintió el rostro caliente, por suerte su tez era de un tono que con dificultad dejaba ver cuando ella se avergonzaba -Eso me agradaría - contestó por fin intentando esbozar una sonrisa.

De pronto, el ceño de la morena se frunció y su pesada y negra melena se agitó -La que debería de pagarte sería yo, contribuir con algo en los gastos - dio un paso hacia el frente, acercándose nuevamente a él -Se leer la fortuna, puedo seguir haciendo eso, no necesariamente tengo que estar dentro del campamento o del circo gitano para hacerlo, con eso puedo conseguir algunos francos y ayudarte, por lo menos con mi comida... y puedo continuar ayudándote a mantener limpio el hogar- esa última palabra le erizó la piel, pero le dejo buen sabor de boca, se sentía cómoda con el a pesar de la distancia y la confianza en proceso.

por **Finn Hooper** Dom Ene 17, 2016 4:16 am

“Sometimes your joy is the source of your smile, but sometimes your smile can be the source of your joy.”
― Thích Nhất Hạnh

Se abrazó a si mismo pensando en todos los terribles escenarios que sus estúpidas palabras podían desatar. Siempre era así, siempre pensaba lo peor. Siempre imaginaba que todo, cualquier cosa que fuera, se iría al demonio por su propia torpeza. Sentía que iba a estallar en ese instante y sólo pudo asirse a las hojas sueltas donde había escrito versos inútiles. Sólo se percató de su rictus, de cómo estaba tensando todos los músculos de su cuerpo, cuando ella volvió a hablar. Soltó el aire contenido y alzó la mirada. Le sonrió. Entonces había aceptado.

Había algo en enseñar a leer, escribir y el uso básico de los números a personas que desconocían todo aquello, que traía una alegría inusual al corazón de Finn. Creía que de ese modo contribuía en algo al mundo del que tanto se había aprovechado su familia. Que así, daba armas a personas que de otro modo jamás las hubieran conseguido.

—No… —se apresuró a decir y luego ya no supo cómo continuar—. No es necesario. Si tú quieres trabajar, no te voy a detener, pero ese dinero será tuyo. De esta casa… hogar —se apresuró a corregirse—, yo me encargaré, eres mi invitada —sonrió tímidamente y se puso de pie. Anduvo por la habitación con paso frenético, como si buscara la respuesta a una incógnita de suma importancia.

—Eso… sí. Podemos empezar tus lecciones cuanto antes. Verás que es muy divertido y que a la larga, usarás esos conocimientos en la vida real —no había nada más poderoso y útil para Finn que el conocimiento. Ya fuera tan sencillo como leer y escribir, o tan específico como el tipo de madera con la que se fabricaban los barcos. Cualquier cosa, para él, era importante y por eso insistía tanto en que el mundo no estuviera sumido en la oscuridad de la ignorancia.

Finn tenía un defecto muy grande, y ese era que quería salvar al mundo. Sin embargo, sabía bien que no era fuerte y que su ansiedad social lo limitaba como nada en la vida. Pero tenía un gran poder de su lado, su gran mente, su memoria y su sed por aprender. Ese era su modo de querer ayudar a los demás.

—Ahora, si mal no recuerdo, estaba a punto de ir al mercado y preparar algo de comer —se le notó más seguro. Claro que no la miraba a los ojos una vez más y como era siempre, pero no tartamudeó e incluso sonó bromista—. ¿Me acompañas? Podría comenzar a enseñarte algo sobre sumas y restas —propuso—. Sólo… necesito guardar esto —se refirió a las hojas de papel que ahora estaban arrugadas e incluso rotas contra su pecho. Transcribir esos poemas le serviría más tarde para tranquilizarse y para, de algún modo, afianzar su secreto.

Finalmente se giró para verla. Qué hermosa era. Con su piel como el chocolate y sus ojos oscuros. Con su cabello negro y su sonrisa libre. Deseaba ser un poco más como ella, y le gustaba, comprobó, verla sonreír.

por **Aishe Barrul** Dom Ene 24, 2016 10:41 am

“Tell people there's an invisible man
in the sky who created the universe,
and the vast majority will believe you.
Tell them the paint is wet,
and they have to touch it to be sure.”
― George Carlin

Una débil sonrisa se dibujo en sus labios, dio un paso hacia atrás, acomodándose nuevamente pensando que era mejor darle su espacio, al principio le había parecido un signo de desconfianza y eso solo la molestaba ¿para que abrirle las puertas de tu casa a alguien, si no vas a confiar en ella?, pero ahora comprendía, entendía que Finn era un alma sincera e inocente, de esas que quizás han sido dañadas y les cuesta volver a confiar... en ese momento se dio cuenta que no convida absolutamente nada de él; desvió la mirada avergonzada, como si sintiera que ese chico podía leer sus pensamientos, se mordió el labio inferior y se abrazó con una sola mano haciendo presión sobre el brazo contrario.

Pronto regresó la mirada a ese perfil tan perfecto, diferente a lo que se había encontrado mientras vivía en el circo gitano, no era como los suyos ni era como los clientes que había tenido, que si bien unos eran grotescos o comunes, otros eran en apariencia atractivos, y Finn... el era diferente, porque la sencillez de su personalidad se reflejaba en su rostro, se veía jovial, fresco, atractivo en toda la extensión de la palabra; se descubrió sonriendo ampliamente mientras se perdía imaginando dentro de esos los azules tan amplios como el cielo.

Aquello la asustó, la atemorizó completamente y no pudo hacer otra cosa mas que toser y desviar la mirada afirmando, fingiendo que lo que decía era cualquier cosa, cuando en realidad significaba bastante.

-El dinero será de la casa, no puedes hacer nada para hacerme cambiar de opinion, si he de vivir aquí... al menos deja que lo compense de alguna manera - sentenció, el carácter de la gitana era indomable, y después de un desliz como el de hace rato, siempre renacía.

Abrió los ojos de par en par y el rostro moreno se le iluminó, Martya siempre había intentado enseñarle a leer, pero en rebeldía o independencia, ella nunca había querido -¡Si! - se dio cuenta de cuanto entusiasmo demostró, tanto que dio un paso al frente nuevamente acercándose a él; de inmediato retrocedió, alisándose la falda de color chillante que llevaba -Digo... eso, eso me gustaría mucho - y una expresión un tanto mas serena afloró en su rostro, haciéndola ver inclusive, como una pequeña niña.

Ahora su cuerpo estaba relajado, tenía los hombros sueltos y los dedos de sus pies ya no jugaban con entre si; quizás, haberse encontrado con Finn no era tan malo al final, quizás y podía permitirse volver a confiar.

Afirmó con la cabeza al escucharle hablar y ladeó la cabeza al ver la manera en la que atesoraba aquellas hojas con letras plasmadas que ella no entendía, lo esperó allí, de pie en la habitación sonriéndole en cuanto se giró de nuevo hacia ella -Claro... quizás, pueda ayudarte también con la comida - se mordió el labio con vergüenza y de manera automática, se giró para darle la espalda y encaminarse a la puerta.

Se detuvo con la mano en la manija, estaba nerviosa ¿porque lo estaba? ¿él la ponía así? o quizás solo era el hecho de que sentía que en esta hora había avanzado mas de lo que pudo en días, agacho la mirada y respiró profundo, en eso notó que iba descalza y de un sobresalto se giró chocando con Finn que estaba a unos pasos de ella, apoyó las manos en los hombros del joven y se alejó -Ahm... creo que... debo ir por zapatos - le sonrió apenada, los odiaba, preferiría ir descalza a todos lados, pero eso no era bien visto.

Se apresuró a ir a su habitación, se calzó y regresó a la puerta -Listo - le volvió a sonreír, ahí fue consciente de que con Finn, sonreía mas de lo que había hecho en años frente a otras personas.

por **Finn Hooper** Dom Feb 07, 2016 2:47 am

“When I discover who I am, I’ll be free.”
― Ralph Ellison, Invisible Man

En ese instante se dio cuenta que, más allá de la hermosa, exótica belleza física de Aishe, era su espíritu indomable lo que la hacía realmente tan atractiva. Tuvo que sacudir la cabeza para deshacerse de esos pensamientos. Sintió sus mejillas arder pero gracias a que mantenía la vista gacha, seguramente no fue tan evidente para la chica. Jamás, a sus 25 años se había sorprendido de ese modo con el sexo opuesto. Hace mucho que había llegado a la conclusión de que moriría solo debido a la ansiedad que todo le producía y la idea se había instalado en él son fuerza tal, que ya no consideraba otra opción. Pero ahí estaba ella, insistente en sus pensamientos.

Sonrió nada más. Estaba asustado, desde luego, pero sonrió en lugar de tratar de huir. ¡Estaba cansado de huir! Eso había hecho toda su vida y la gitana, sin saberlo, sin proponérselo, le daba fuerzas para, por una vez, tener algo constante y valioso en su vida.

—Eres bastante testaruda, ojalá yo lo fuera… —musitó muy quedo sin darle importancia. Al fin alzó el rostro cuando estuvo seguro que el rubor se había esfumado—. Y me alegra que te entusiasme tanto la idea. Un alumno motivado es un buen comienzo —aunque ella trató de disimularlo, no pasó por alto para él.

Aún demasiado aturdido, fue incapaz de decirle que esperara, que no tenía zapatos. Ella fue más rápida, aunque notó sus movimientos algo descontrolados. Atribuyó tan peculiar —y tierno, tuvo que admitir— comportamiento a lo agitados que habían sido los últimos minutos para ambos. Cuando quiso reaccionar, ella estaba frente a él, tomándolo por los hombros y dio un respingo, en ese instante quiso desaparecer, pero también, deseó quedarse ahí, no apartarla, mirarla de frente por siempre.

—Claro —respondió vagamente con un amago de risa en su voz—. Ve, yo iré a guardar esto —al fin pudo volver a la realidad, una vez que ella lo soltó.

Se quedó un par de segundos más ahí plantado como el tonto que era y se giró apenas para mirar por donde se había ido. Aishe poseía muchas cualidades que él admiraba e incluso envidiaba, pero comenzó a preguntarse si sólo era eso, si sólo era admiración. Al final, cuando salió de la habitación para resguardar sus malos poemas e ir por la canasta que se había quedado en la cocina, llegó a la conclusión de que el espíritu rebelde en ella era lo que la hacía tan atrayente. Y nada más.

TEMA FINALIZADO.

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