AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Si quieres enseñar... enseña primero a amar - [Keane Caruso]
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Si quieres enseñar... enseña primero a amar - [Keane Caruso]
Había permanecido sentada dos horas, esperando ser atendida por el Inqusidor mayor, quien era encargado de la enseñanza a los reclutas y nuevos inquisidores que entraban a la orden. Dicha entrevista era una excepción ya que era casi imposible poder hablar con su eminencia. Aquel logro se lo debía enteramente a su padre, quien había sido uno de los primeros discípulos de dicho inquisidor. Solo por ese antecedente, el religioso, se había avenido a escucharla por unos cuantos minutos. Llevaba unos papeles en los que había escrito con letra clara y excelente caligrafía, los beneficios que podría tener crear una institución como la que ella tenía planeado. No pedía mucho, solo un lugar seguro, los materiales necesarios, ella misma se encargaría de la enseñanza. Su paga, sería la de una docente normal, y dejaba en claro que no quería entrar a la inquisición, no deseaba ser una inquisidora, pero si, poder encontrar una manera para que los niños huérfanos con poderes, pudieran llegar a dominarse, utilizándolos a la edad predeterminada, solo en beneficio de la iglesia, - así, dejarían de ser cazados por la institución – a su comentario demasiado sincero , el religioso le lanzó una retahíla de afirmaciones, en las que dejaba en claro que la madre iglesia no tenía ninguna culpa de los malos caminos llevados por los sobrenaturales, y que se negaban a tomar los votos que la santa sede les ofrecía para así, rectificar sus caminos.
La discusión se sanjó cuando ya exasperado, el religioso le puso sus condiciones, irrevocables para llevar a cabo dicha labor. Tas lo que la dejó esperando, en un sector apartado y tranquilo de los edificios que formaban la Santa Sede, al hombre que sería, de ahora en más, su enlace con la Santa Sede. – será él, quien deberá aceptar o denegar sus peticiones con respecto al trato con los niños sobrenaturales – había dicho el inquisidor - primero trabajará con los más pequeños, deberá identificar el tipo de sobrenatural , para luego dar esa información al inquisidor que le hemos asignado. Usted se dedicará solo a la enseñanza tradicional y nuestro contacto será el que decidirá si un sobrenatural es peligroso, o no, para continuar en el colegio – , cuando Clemence escuchó las aseveraciones de aquel hombre, quiso dar su opinión, pero en el momento en que fue a abrir su boca, el religioso la callo con una sola mirada, - señorita Belcourts, si pretende que la inquisición asuma los gastos, el lugar en donde se cree la tan dichosa institución y encima su paga, pues le informo que tendrá que avenirse a nuestras condiciones… y el inquisidor Caruso es una de ellas – había sentenciado, el inquisidor mayor. A la joven maestra no le quedó otra alternativa que asentir, - he perdido una batalla, pero no la guerra… ya encontraré la manera de hacer más bella la infancia de esos pequeños, nadie podrá hacerlos sentir mal – sonrió al pensar en ello.
Cruzó las manos sobre los papeles que descansaban en su regazo, he inspiró profundamente cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás hasta afirmarla en la pared de piedra labrada. Estaba sentada en un banco de madera, en una galería que rodeaba un patio central, el que alguna vez había sido parte de un antiguo convento, el perfume de las rosas y las lilas, llegó a sus sentidos y no pudo dejar de sonreír, aún sin abrir los ojos, disfrutando del calor del tibio sol de invierno, escuchó unos pasos firmes que se encaminaban a donde ella se encontraba, - pues bien, a ver como es el tal señor Caruso – caviló mientras giraba su cabeza y abría los ojos, buscando la silueta del inquisidor.
La discusión se sanjó cuando ya exasperado, el religioso le puso sus condiciones, irrevocables para llevar a cabo dicha labor. Tas lo que la dejó esperando, en un sector apartado y tranquilo de los edificios que formaban la Santa Sede, al hombre que sería, de ahora en más, su enlace con la Santa Sede. – será él, quien deberá aceptar o denegar sus peticiones con respecto al trato con los niños sobrenaturales – había dicho el inquisidor - primero trabajará con los más pequeños, deberá identificar el tipo de sobrenatural , para luego dar esa información al inquisidor que le hemos asignado. Usted se dedicará solo a la enseñanza tradicional y nuestro contacto será el que decidirá si un sobrenatural es peligroso, o no, para continuar en el colegio – , cuando Clemence escuchó las aseveraciones de aquel hombre, quiso dar su opinión, pero en el momento en que fue a abrir su boca, el religioso la callo con una sola mirada, - señorita Belcourts, si pretende que la inquisición asuma los gastos, el lugar en donde se cree la tan dichosa institución y encima su paga, pues le informo que tendrá que avenirse a nuestras condiciones… y el inquisidor Caruso es una de ellas – había sentenciado, el inquisidor mayor. A la joven maestra no le quedó otra alternativa que asentir, - he perdido una batalla, pero no la guerra… ya encontraré la manera de hacer más bella la infancia de esos pequeños, nadie podrá hacerlos sentir mal – sonrió al pensar en ello.
Cruzó las manos sobre los papeles que descansaban en su regazo, he inspiró profundamente cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás hasta afirmarla en la pared de piedra labrada. Estaba sentada en un banco de madera, en una galería que rodeaba un patio central, el que alguna vez había sido parte de un antiguo convento, el perfume de las rosas y las lilas, llegó a sus sentidos y no pudo dejar de sonreír, aún sin abrir los ojos, disfrutando del calor del tibio sol de invierno, escuchó unos pasos firmes que se encaminaban a donde ella se encontraba, - pues bien, a ver como es el tal señor Caruso – caviló mientras giraba su cabeza y abría los ojos, buscando la silueta del inquisidor.
Engel Edelweiss- Humano Clase Baja
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 11/07/2015
Re: Si quieres enseñar... enseña primero a amar - [Keane Caruso]
Había pasado varios meses desde su última estadía en aquellas tierras por motivos de los altos mandos que habían enviado a un numero de servidores de regreso de sus misiones, ¿la razón?, simple, había que entrenar a los nuevos miembros de la inquisición. Jóvenes prósperos que han aceptado servir a la santa madre iglesia en su lucha contra los demonios y los herejes; y era hora de ponerlos a prueba para ver si pasaban y eran dignos de entrar a la hermandad de los hermanos inquisidores.
Una semana no más le bastó al inquisidor para conocer a sus nuevos pupilos; en dicha semana tenía nombres, edades, familias a las que pertenecían y hasta las razones de haber ingresado; y de toda esa información había una que no quedaba claro, el de una joven que había sido enviada por un viejo amigo, del cual sirvió codo a codo en algunas misiones en varios países como América; ahora estaba aquella chica en su grupo y no parecía, por el perfil de observación, que aquella chica tuviera madera para ello, aun así, lo hizo porque era una exigencia de su superior, además en el reporte decía que era más “institutriz”, ello le hacía pensar en mil cosas.
El segundo hermano Caruso, observó al mayor hacerse de planes y estrategias y con una sonrisa en el rostro buscó molestarlo.
–Deberías llevarlos al ruedo, con eso eliminarás más rápido a los más débiles, lentos, y sobre todo a los que no valgan la pena– arroja el cuchillo a la puerta de la habitación de aquella vivienda ubicada en pleno corazón de los Estados Pontífices. El mayor lanzó una mirada de pocos amigos a su propio hermano pero en segundo relajó la expresión por una más calmada –Eso Evan, sería una matanza inútil, porque ni uno sobreviviría– frota el puente de la nariz como si tratara con un niño y en cierta forma lo estaba haciendo.
Al pasar a la mañana en cuestión, el grupo no es el más adecuado para entrar a la inquisición, todos eran muy jóvenes y demasiado inexpertos, en ese momento Keane se planteó la idea de su hermano, para al menos así espabilarlos un poco, pero rápidamente se negó a esa idea, aunque no la descartó para más adelante. Al principio todo estaba resultando fácil, las explicaciones de lo que consistía su entrenamiento y lo que verían en el próximo año y luego de ello, su colega estaba interrumpiendo la clase llamándolo con un dedo, el cual tenía un anillo que representaba su rango dentro de la organización.
–Me alegra que estés aquí ayudándonos con los nuevos miembros, bueno los futuros miembros– dio un palmada en el hombro de aquel hombre –Clase,rompa y mañana me dirán las clases de armas que se utilizan aquí y cual creen ustedes que se ajustaría a ustedes y por qué razón– el sonido de desilusión de los jóvenes envió una mirada asesina del inquisidor a lo que todos luego callaron –No me es grato enseñar a futuros cadáveres pero no me queda de otra ¿verdad? Órdenes son órdenes, pero quería preguntarle algo señor– antes de terminar la frase se ve interrumpido por el hombre que asentía a las palabras –Lo sé, Keane, es por la joven Belcourts, como verás ella no entra como inquisidora realmente si no como una institutriz, lo que ocurre Keane es algo más profundo que todo esto– señala el lugar dejando al inquisidor algo confundido.
Dieron una caminata por los jardines del lugar donde estaban algunos inquisidores peleando, otros estudiando y habían unos cuantos probando nuevos inventos, con aquel ruido la conversación que sostuvieron aquellos dos hombre no se podía escuchar, más al cabo de unos minutos el semblante de Keane había cambiado completamente –Acaso esa mujer está loca, cree que puede hacerlo sin tener alguna consecuencia negativa para ella y para el resto de personas, como se le ocurre– el hombre utilizó su mano advertirle que bajara la voz –Piensalo Keane, un colegio de niños anormales que estará bajo el mando de la Inquisición sería favorable, tendríamos un ejército de futuros inquisidores– Interrumpió el inquisidor con molestia –Son peligrosos, no recuerdas a aquel niño vampiro que mató a aquella compañera en Austria, o que tal aquel cambiante que era un niño y se dedicaba a robar y matar a otros jóvenes, o no me digas que olvidaste el caso en Rusia con aquella pequeña bruja que había matado a varios aldeanos, por favor son niños pero peligrosos– el inquisidor más anciano negó nuevamente –Miralo así, ellos podrán ser controlados por nosotros, podremos educarlos de otra manera, vamos Keane, no los veas como enemigos solo porque tampoco te agradan los inquisidores condenados, además es una orden de un clérigo mi querido amigo Keane– el inquisidor estaba contra la espada y la pared –Está bien, dile que entre, estudiará con los demás como se caza, digo se enseña a un sobrenatural, no, ella estudiará a mi manera, le haré que reconozca a los sobrenaturales de manera sencilla, ahora dile que venga mañana a primera hora, ni un minuto más ni uno menos– masculla molesto –Es mejor que se lo digas tu mismo Keane, está esperando en mi despacho– sale furioso en dirección al lugar de encuentro.
Al ingresar ver a la mujer y ni siquiera la saluda, pasa de largo y con tono autoritario y mirada oscura y seria le habla –Señorita Belcourts, soy su tutor o mejor dicho su guía, su cuidado o que tal, su carcelero para usted y su idea de la escuela para sobrenaturales. Si ese es su deseo entonces usted hará las cosas que yo le diga, sin chistas, sin reclamar y sin objeciones– no le permitió hablar a la mujer –Ya que la iglesia le dará fondos para su idea, mañana usted estará a las siete de la mañana en punto en el jardín donde daré la segunda clase a los inquisidores jóvenes, No quiero oír nada de usted, sé que no será inquisidora pero debe conocer al menos lo básico mujer. Está claro– quedó mirando a la mujer con gesto de furia contenida.
Una semana no más le bastó al inquisidor para conocer a sus nuevos pupilos; en dicha semana tenía nombres, edades, familias a las que pertenecían y hasta las razones de haber ingresado; y de toda esa información había una que no quedaba claro, el de una joven que había sido enviada por un viejo amigo, del cual sirvió codo a codo en algunas misiones en varios países como América; ahora estaba aquella chica en su grupo y no parecía, por el perfil de observación, que aquella chica tuviera madera para ello, aun así, lo hizo porque era una exigencia de su superior, además en el reporte decía que era más “institutriz”, ello le hacía pensar en mil cosas.
El segundo hermano Caruso, observó al mayor hacerse de planes y estrategias y con una sonrisa en el rostro buscó molestarlo.
–Deberías llevarlos al ruedo, con eso eliminarás más rápido a los más débiles, lentos, y sobre todo a los que no valgan la pena– arroja el cuchillo a la puerta de la habitación de aquella vivienda ubicada en pleno corazón de los Estados Pontífices. El mayor lanzó una mirada de pocos amigos a su propio hermano pero en segundo relajó la expresión por una más calmada –Eso Evan, sería una matanza inútil, porque ni uno sobreviviría– frota el puente de la nariz como si tratara con un niño y en cierta forma lo estaba haciendo.
Al pasar a la mañana en cuestión, el grupo no es el más adecuado para entrar a la inquisición, todos eran muy jóvenes y demasiado inexpertos, en ese momento Keane se planteó la idea de su hermano, para al menos así espabilarlos un poco, pero rápidamente se negó a esa idea, aunque no la descartó para más adelante. Al principio todo estaba resultando fácil, las explicaciones de lo que consistía su entrenamiento y lo que verían en el próximo año y luego de ello, su colega estaba interrumpiendo la clase llamándolo con un dedo, el cual tenía un anillo que representaba su rango dentro de la organización.
–Me alegra que estés aquí ayudándonos con los nuevos miembros, bueno los futuros miembros– dio un palmada en el hombro de aquel hombre –Clase,rompa y mañana me dirán las clases de armas que se utilizan aquí y cual creen ustedes que se ajustaría a ustedes y por qué razón– el sonido de desilusión de los jóvenes envió una mirada asesina del inquisidor a lo que todos luego callaron –No me es grato enseñar a futuros cadáveres pero no me queda de otra ¿verdad? Órdenes son órdenes, pero quería preguntarle algo señor– antes de terminar la frase se ve interrumpido por el hombre que asentía a las palabras –Lo sé, Keane, es por la joven Belcourts, como verás ella no entra como inquisidora realmente si no como una institutriz, lo que ocurre Keane es algo más profundo que todo esto– señala el lugar dejando al inquisidor algo confundido.
Dieron una caminata por los jardines del lugar donde estaban algunos inquisidores peleando, otros estudiando y habían unos cuantos probando nuevos inventos, con aquel ruido la conversación que sostuvieron aquellos dos hombre no se podía escuchar, más al cabo de unos minutos el semblante de Keane había cambiado completamente –Acaso esa mujer está loca, cree que puede hacerlo sin tener alguna consecuencia negativa para ella y para el resto de personas, como se le ocurre– el hombre utilizó su mano advertirle que bajara la voz –Piensalo Keane, un colegio de niños anormales que estará bajo el mando de la Inquisición sería favorable, tendríamos un ejército de futuros inquisidores– Interrumpió el inquisidor con molestia –Son peligrosos, no recuerdas a aquel niño vampiro que mató a aquella compañera en Austria, o que tal aquel cambiante que era un niño y se dedicaba a robar y matar a otros jóvenes, o no me digas que olvidaste el caso en Rusia con aquella pequeña bruja que había matado a varios aldeanos, por favor son niños pero peligrosos– el inquisidor más anciano negó nuevamente –Miralo así, ellos podrán ser controlados por nosotros, podremos educarlos de otra manera, vamos Keane, no los veas como enemigos solo porque tampoco te agradan los inquisidores condenados, además es una orden de un clérigo mi querido amigo Keane– el inquisidor estaba contra la espada y la pared –Está bien, dile que entre, estudiará con los demás como se caza, digo se enseña a un sobrenatural, no, ella estudiará a mi manera, le haré que reconozca a los sobrenaturales de manera sencilla, ahora dile que venga mañana a primera hora, ni un minuto más ni uno menos– masculla molesto –Es mejor que se lo digas tu mismo Keane, está esperando en mi despacho– sale furioso en dirección al lugar de encuentro.
Al ingresar ver a la mujer y ni siquiera la saluda, pasa de largo y con tono autoritario y mirada oscura y seria le habla –Señorita Belcourts, soy su tutor o mejor dicho su guía, su cuidado o que tal, su carcelero para usted y su idea de la escuela para sobrenaturales. Si ese es su deseo entonces usted hará las cosas que yo le diga, sin chistas, sin reclamar y sin objeciones– no le permitió hablar a la mujer –Ya que la iglesia le dará fondos para su idea, mañana usted estará a las siete de la mañana en punto en el jardín donde daré la segunda clase a los inquisidores jóvenes, No quiero oír nada de usted, sé que no será inquisidora pero debe conocer al menos lo básico mujer. Está claro– quedó mirando a la mujer con gesto de furia contenida.
Keane & Evan Caruso- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 20/12/2013
Localización : Donde menos te lo esperes
Re: Si quieres enseñar... enseña primero a amar - [Keane Caruso]
Sus labios pronunciaron un saludo silencioso, porque el inquisidor, no le di tiempo ni a presentarse, lo único que pudo hacer fue asentir como un autómata, mirando con los ojos casi desorbitados el rostro del inquisidor. Quiso protestar en varias ocasiones, pero a un solo movimiento de la mano del hombre, callaba, - Pero éste hombre es insoportable - reflexionó, aún escuchando la letanía con que le caía una y otra vez. - ¿venir a las siete de la mañana a que me instruya como soldad? - caviló, mientras sus labios intentaron abrirse en señal de dar su opinión, pero nuevamente fue silenciada.
No pudo mantener la mirada fija en la del inquisidor, porque de hacerlo, toda su frustración, rabia y decepción, hubieran quedado en evidencia. resopló suavemente dejando salir la tensión en la que había caído, inspiró profundo y volvió a levantar la mirada, dispuesta a poner en su sitio a ese energúmeno que le habían puesto de consejero y co - Director. - si, está muy claro su punto de vista, y las pretensiones que tiene... pero no... gracias - le dijo mirándole a los ojos y se dio vuelta alejándose una corta distancia, para terminar sentada en un banco, lo hizo en un extremo, para que quedara lugar suficiente, así el inquisidor pudiera sentarse.
Sonrió y le hizo señas de que se acercara, golpeó suavemente el asiento, con la palma de la mano, llamando con aquel gesto a su interlocutor. - vamos, venga y siéntese, deje de lado sus prejuicios, y vea éste proyecto de otra manera -, habló con voz audible pero suave y calmada, - verá que esos niños necesitan solo de amor y comprensión... piense por un instante... ninguno de ellos deseó ser lo que son... ni siquiera los vampiros... fueron asesinados aún siendo niños... jamás crecerán, son adultos, están enojados con sus creadores, con sus destinos, ¿como no van a ser agresivos? si están condenados a vivir en un cuerpo demasiado pequeño, nosotros les ayudaremos a canalizar esa ira, en beneficio de ellos y de la comunidad - dijo triunfante, segura de que el inquisidor la entendería.
Aunque el hombre no se acercaba, continuó, - soy hija de un inquisidor, conozco a los enemigos de la iglesia... bueno, tal vez solo en lo teórico, y sí me falte la practica, pero creo que mi sugerencia no está fuera de lugar, Dios dijo que dejáramos acercarse a los niños, y él siempre actuó con amor, no con la espada... intentemos entonces, hacer lo que él nos mandó -.
No pudo mantener la mirada fija en la del inquisidor, porque de hacerlo, toda su frustración, rabia y decepción, hubieran quedado en evidencia. resopló suavemente dejando salir la tensión en la que había caído, inspiró profundo y volvió a levantar la mirada, dispuesta a poner en su sitio a ese energúmeno que le habían puesto de consejero y co - Director. - si, está muy claro su punto de vista, y las pretensiones que tiene... pero no... gracias - le dijo mirándole a los ojos y se dio vuelta alejándose una corta distancia, para terminar sentada en un banco, lo hizo en un extremo, para que quedara lugar suficiente, así el inquisidor pudiera sentarse.
Sonrió y le hizo señas de que se acercara, golpeó suavemente el asiento, con la palma de la mano, llamando con aquel gesto a su interlocutor. - vamos, venga y siéntese, deje de lado sus prejuicios, y vea éste proyecto de otra manera -, habló con voz audible pero suave y calmada, - verá que esos niños necesitan solo de amor y comprensión... piense por un instante... ninguno de ellos deseó ser lo que son... ni siquiera los vampiros... fueron asesinados aún siendo niños... jamás crecerán, son adultos, están enojados con sus creadores, con sus destinos, ¿como no van a ser agresivos? si están condenados a vivir en un cuerpo demasiado pequeño, nosotros les ayudaremos a canalizar esa ira, en beneficio de ellos y de la comunidad - dijo triunfante, segura de que el inquisidor la entendería.
Aunque el hombre no se acercaba, continuó, - soy hija de un inquisidor, conozco a los enemigos de la iglesia... bueno, tal vez solo en lo teórico, y sí me falte la practica, pero creo que mi sugerencia no está fuera de lugar, Dios dijo que dejáramos acercarse a los niños, y él siempre actuó con amor, no con la espada... intentemos entonces, hacer lo que él nos mandó -.
Engel Edelweiss- Humano Clase Baja
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 11/07/2015
Re: Si quieres enseñar... enseña primero a amar - [Keane Caruso]
A medida que daba las explicaciones a aquella joven su ira crecía conforme la miraba, sobre todo por saber la estúpida y descabellada que era la petición que le habían solicitado con tanta frescura, como si aquello fuera lo más normal en este mundo. Estaba destinado que aquello sería un fracaso, que jamás se llevaría bien con aquella mujer y más que nada que ella representaría un verdadero dolor de cabeza y de…
Frota su sien y el puente nasal en un vago intento de frenar aquel dolor que comenzaba a crecer a medida que irrealidades se presentaban ante él, aquellas ideologías de lo que se desconoce realmente. Camina hasta estar en frente de la mujer tomándola del brazo para arrinconarla contra la pared, su diestra golpea con la palma abierta el duro concreto que forma aquella estructura, los papeles le caen de la otra mano y su mirada es seria y amenazante.
–Amor, comprensión? Acaso usted conoce la dimensión de esas palabras y lo que aquellas bestias del infierno pueden hacer. Gente como esos niños podrían arrancarles el corazón con sus rostros inocentes, pueden arrasar pueblos y ya lo han hecho por eso se los ha quemado enteros para evitar que hagan más daño a la humanidad– se aleja de la mujer intentando controlar una ira que no había tenido antes –No estamos aquí para negociar, si usted realmente quiere seguir con aquella estupidez entonces hará lo que se le diga, si no entonces puede despedirse, porque lo que usted no sabe señorita, es que para que su tonta idea tome las formalidades del caso deberá contar con la aprobación de los inquisidores, sobre todo los líderes de cada facción y que cree, que cada uno pedirá informes a sus manos derechas, y estos de los más leales y discretos inquisidores, es decir toda la inquisición sabrá y correrán rumores, negativos o positivos; pero no le debo importar eso, al menos por ahora, ya que el que más peso tendrá sería mi opinión por que seré su tutor y co-director, entonces sabe que mi opinión es más que necesaria– ríe mirando a la mujer con su característica seriedad.
–Como lo ha comprendido y no habrán ahora reclamos ni nada, pasemos a otras cosas. Su habitación será aquí dentro y usará la ropa del lugar, además comerá aquí y estará con sus otros compañeros que entrenan para ser soldados, no espere un trato diferencial por ser hija de un inquisidor, como usted lo ha dicho solo tiene la teoría y eso no es lo único importante– retoma sus papeles mirándola –Mañana siente de la mañana en el patio, si llega un minuto tarde será castigada, por cierto los demás tienen una tarea y usted también, pregúntele a ellos cual fue la tarea que les envié para mañana– sonríe caminando directo al patio general donde entrenaban todos los inquisidores.
Era hora de su entrenamiento privado.
Frota su sien y el puente nasal en un vago intento de frenar aquel dolor que comenzaba a crecer a medida que irrealidades se presentaban ante él, aquellas ideologías de lo que se desconoce realmente. Camina hasta estar en frente de la mujer tomándola del brazo para arrinconarla contra la pared, su diestra golpea con la palma abierta el duro concreto que forma aquella estructura, los papeles le caen de la otra mano y su mirada es seria y amenazante.
–Amor, comprensión? Acaso usted conoce la dimensión de esas palabras y lo que aquellas bestias del infierno pueden hacer. Gente como esos niños podrían arrancarles el corazón con sus rostros inocentes, pueden arrasar pueblos y ya lo han hecho por eso se los ha quemado enteros para evitar que hagan más daño a la humanidad– se aleja de la mujer intentando controlar una ira que no había tenido antes –No estamos aquí para negociar, si usted realmente quiere seguir con aquella estupidez entonces hará lo que se le diga, si no entonces puede despedirse, porque lo que usted no sabe señorita, es que para que su tonta idea tome las formalidades del caso deberá contar con la aprobación de los inquisidores, sobre todo los líderes de cada facción y que cree, que cada uno pedirá informes a sus manos derechas, y estos de los más leales y discretos inquisidores, es decir toda la inquisición sabrá y correrán rumores, negativos o positivos; pero no le debo importar eso, al menos por ahora, ya que el que más peso tendrá sería mi opinión por que seré su tutor y co-director, entonces sabe que mi opinión es más que necesaria– ríe mirando a la mujer con su característica seriedad.
–Como lo ha comprendido y no habrán ahora reclamos ni nada, pasemos a otras cosas. Su habitación será aquí dentro y usará la ropa del lugar, además comerá aquí y estará con sus otros compañeros que entrenan para ser soldados, no espere un trato diferencial por ser hija de un inquisidor, como usted lo ha dicho solo tiene la teoría y eso no es lo único importante– retoma sus papeles mirándola –Mañana siente de la mañana en el patio, si llega un minuto tarde será castigada, por cierto los demás tienen una tarea y usted también, pregúntele a ellos cual fue la tarea que les envié para mañana– sonríe caminando directo al patio general donde entrenaban todos los inquisidores.
Era hora de su entrenamiento privado.
Keane & Evan Caruso- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/12/2013
Localización : Donde menos te lo esperes
Re: Si quieres enseñar... enseña primero a amar - [Keane Caruso]
Quería decirle tantas cosas, pero se quedó en silencio, debía aceptar que ella solo tenía la teoría y él, sabía exactamente a lo que se estarían enfrentando. Mas en el fondo de su corazón, sabía que tarde o temprano, le podría demostrar, que la mayoría de esos niños, no eran unos demonios como el señor Caruso, se empesinama en denostar a los pequeñines.
Suspiró, estaba en sus manos, y le gustara o nó, debería hacer lo que al inquisidor se le ocurriera, aunque si se ponía demasiado quisquilloso, no dudaría en utilizar ciertas influencias que solo ella conocía. Por el momento se lo haría fácil, pero todo dependería de él. Le miró franca, con una leve sonrisa de costado, - no crea que me ha convencido, pero haremos lo que usted dice... por ahora - le recalcó con el gesto de su mano, levantando un poco su dedo indice.
Su mirada recorrió el patio y volvió al rostro del inquisidor, - pues, si deberé permanecer aquí, espero que sea tan gentil, como para indicarme donde me alojaré y cuales son esas ropas que deberé usar -. Su mirada se endureció, no estaba dispuesta a disfrazarse, una ceja se enarcó, al ver pasar a una mujer usando un ajustado pantalón de cuero y un corsé del mismo material, sobre una blusa blanca. La siguió con la mirada, hasta que desapareció tras la figura del inquisidor, su piel se fue coloreando de un rojo subido, el calor le trepaba por las piernas hasta el cuello - ni lo sueñe - le dijo horrorizada.
Suspiró, estaba en sus manos, y le gustara o nó, debería hacer lo que al inquisidor se le ocurriera, aunque si se ponía demasiado quisquilloso, no dudaría en utilizar ciertas influencias que solo ella conocía. Por el momento se lo haría fácil, pero todo dependería de él. Le miró franca, con una leve sonrisa de costado, - no crea que me ha convencido, pero haremos lo que usted dice... por ahora - le recalcó con el gesto de su mano, levantando un poco su dedo indice.
Su mirada recorrió el patio y volvió al rostro del inquisidor, - pues, si deberé permanecer aquí, espero que sea tan gentil, como para indicarme donde me alojaré y cuales son esas ropas que deberé usar -. Su mirada se endureció, no estaba dispuesta a disfrazarse, una ceja se enarcó, al ver pasar a una mujer usando un ajustado pantalón de cuero y un corsé del mismo material, sobre una blusa blanca. La siguió con la mirada, hasta que desapareció tras la figura del inquisidor, su piel se fue coloreando de un rojo subido, el calor le trepaba por las piernas hasta el cuello - ni lo sueñe - le dijo horrorizada.
Engel Edelweiss- Humano Clase Baja
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 11/07/2015
Re: Si quieres enseñar... enseña primero a amar - [Keane Caruso]
Fota nuevamente su sienes, la cabeza latía incesantemente ante la actitud de la mujer frente a quien sería su maestro; rodó los ojos soltando un suspiro de resignación como si de algún lado en los cielos pidiera paciencia para tratar con una nueva ilusa en las cuestiones de inmortales y seres sobre naturales que habitaban este mundo, pero eso se acabaría rápido porque le demostraría de lo que son capaces de hacer aquellas bestias.
Volteó con una ceja enarcada mirándole con la incredulidad que le caracterizaba –¿Y que esperaba señorita? ¿Vestidos? ¿Ropas finas?, no está en una maldita fiesta, esto es un campo de entrenamiento, ¿cómo espera subir a los árboles o las paredes? ¿Cómo quiere abrirse de piernas, rodar por el suelo, hacer desguinces o deslices en la tierra o suelo? ¿Cree acaso que un vestido de los que usa le ayudará? Claro que no, deberá usar la ropa o de lo contrario irá sin ella, podrá usar sus vestidos pero si se rezaga en un solo ejercicio o se demora más de lo necesario será reportada y tendrá un castigo con el resto de sus compañeros, si, al final la odiaran ellos y le harán la vida imposible, señorita– aquella última palabra la dejó con todo el desdén y autoridad posible.
Camino alejándose directo de nuevo al patio general donde estaban otros soldados –Me olvidaba decirle, yo no repito las órdenes, si sus compañeros no le dicen la tarea, vea el modo de saberlo porque si mañana no la lleva tendrá castigo, y las habitaciones de los inquisidores son en el fondo en el otro edificio. Yo no le daré indicaciones tendrá que encontrarlo por su cuenta, desde que piso este lugar usted estará siendo entrenada las veinticuatro horas– rompe fila saliendo al patio donde los otros inquisidores se detienen a saludarlo.
Era uno de los más rígidos tutores entre los inquisidores, con métodos tradicionales y poco ortodoxos, pero muy efectivos, o al menos eso decían los que quedaban entre las filas de la inquisición y habían sido sus estudiantes o pupilos.
Volteó con una ceja enarcada mirándole con la incredulidad que le caracterizaba –¿Y que esperaba señorita? ¿Vestidos? ¿Ropas finas?, no está en una maldita fiesta, esto es un campo de entrenamiento, ¿cómo espera subir a los árboles o las paredes? ¿Cómo quiere abrirse de piernas, rodar por el suelo, hacer desguinces o deslices en la tierra o suelo? ¿Cree acaso que un vestido de los que usa le ayudará? Claro que no, deberá usar la ropa o de lo contrario irá sin ella, podrá usar sus vestidos pero si se rezaga en un solo ejercicio o se demora más de lo necesario será reportada y tendrá un castigo con el resto de sus compañeros, si, al final la odiaran ellos y le harán la vida imposible, señorita– aquella última palabra la dejó con todo el desdén y autoridad posible.
Camino alejándose directo de nuevo al patio general donde estaban otros soldados –Me olvidaba decirle, yo no repito las órdenes, si sus compañeros no le dicen la tarea, vea el modo de saberlo porque si mañana no la lleva tendrá castigo, y las habitaciones de los inquisidores son en el fondo en el otro edificio. Yo no le daré indicaciones tendrá que encontrarlo por su cuenta, desde que piso este lugar usted estará siendo entrenada las veinticuatro horas– rompe fila saliendo al patio donde los otros inquisidores se detienen a saludarlo.
Era uno de los más rígidos tutores entre los inquisidores, con métodos tradicionales y poco ortodoxos, pero muy efectivos, o al menos eso decían los que quedaban entre las filas de la inquisición y habían sido sus estudiantes o pupilos.
Keane & Evan Caruso- Inquisidor Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/12/2013
Localización : Donde menos te lo esperes
Re: Si quieres enseñar... enseña primero a amar - [Keane Caruso]
Dos semanas después...
Exhausta así se encontraba, apenas podía con su alma, pero en cuanto aquel inquisidor se aparecía, La joven endehesaba su postura, levantaba la barbilla y dejaba su mirada perdida en un punto delante de ella. No podía dejar de tener un poco de rencor, contra ese hombre, pues ella no había llegado a la Inquisición para ser una pieza más de aquel ajedrez sanguinario. Por el contrario, Clemence se encontraba allí, para que justamente, la incorporación de los sobrenaturales fuera mas pacifica y desde temprana edad.
La noche anterior, cuando terminara su rutina, luego de darse un baño que la relajara, había dirigido sus pasos hasta el despacho del Cardenal. Cuando el anciano por fin la recibió, haciendo que tomara asiento, y preguntándole, por mera formalidad que problema la traía hasta su presencia. Clemence dejó que toda su frustración se deslizara por sus pequeños labios. Sin despacho alguno, le relató sus días entre los reclutas de la inquisición. Casi a punto de llorar le reveló lo mal que lo estaba pasando, y que esas no habían sido las condiciones que habían acordado.
Lamentablemente el religioso le recordó que quien tenía la decisión de cambiar la instrucción que recibía, era justamente el inquisidor Caruso - Debe saber que es el mejor de los instructores y déjeme decirle, uno de los más suaves en la enseñanza - le recalcó, mirándola a los ojos, como esperando que aquellas palabras le hicieran comprender que estaba en las mejores manos. Al ver a la joven dejarse caer en la silla, como si fuera una masa informa y apunto de colapsar de angustia, el anciano le prometió, cambiarla de lugar de alojamiento, - la colocaré en una de los claustros del convento de las Hermanas Clarisas, la Madre Superiora, es una gran mujer y amiga mia, ademas de ex inquisidora, ella conoce muy bien a los hermanos Caruso y le aseguro que no dejará que la traten mal dentro de los muros de su congregación - sonrió viendo que la joven volvía a tener color en sus mejilla - ademas, señorita Clemence, el señor caruso no es un demonio, solo hace excelentemente bien su trabajo... pero le prometo que hablaré con él, para que no sea tan duro con usted - al ver que la joven se ponía nerviosa ante la posibilidad de que el inquisidor se enterara de su visita al Cardenal, éste le respondió - no se preocupe, le diré que fueron mis contactos quienes me dijeron que el entrenamiento comenzaba a provocar mella en su salud -.
Sin estar muy conforme con lo expuesto por el Cardenal, Clemence se dirigió a sus aposentos, debía hacer sus tareas para el día siguiente, su tutor era una persona en verdad insufrible, pero le demostraría que en ella podía estar seguro, que nada le sacaría de su cabeza la idea de formar el instituto y enseñar a sobrenaturales. Solo esperaba no encontrarse con él, antes de que se hubiera re ubicado dentro del convento de Las Clarisas y bajo el amparo de la Madre Superiora Sor Juana de la Piedad.
Exhausta así se encontraba, apenas podía con su alma, pero en cuanto aquel inquisidor se aparecía, La joven endehesaba su postura, levantaba la barbilla y dejaba su mirada perdida en un punto delante de ella. No podía dejar de tener un poco de rencor, contra ese hombre, pues ella no había llegado a la Inquisición para ser una pieza más de aquel ajedrez sanguinario. Por el contrario, Clemence se encontraba allí, para que justamente, la incorporación de los sobrenaturales fuera mas pacifica y desde temprana edad.
La noche anterior, cuando terminara su rutina, luego de darse un baño que la relajara, había dirigido sus pasos hasta el despacho del Cardenal. Cuando el anciano por fin la recibió, haciendo que tomara asiento, y preguntándole, por mera formalidad que problema la traía hasta su presencia. Clemence dejó que toda su frustración se deslizara por sus pequeños labios. Sin despacho alguno, le relató sus días entre los reclutas de la inquisición. Casi a punto de llorar le reveló lo mal que lo estaba pasando, y que esas no habían sido las condiciones que habían acordado.
Lamentablemente el religioso le recordó que quien tenía la decisión de cambiar la instrucción que recibía, era justamente el inquisidor Caruso - Debe saber que es el mejor de los instructores y déjeme decirle, uno de los más suaves en la enseñanza - le recalcó, mirándola a los ojos, como esperando que aquellas palabras le hicieran comprender que estaba en las mejores manos. Al ver a la joven dejarse caer en la silla, como si fuera una masa informa y apunto de colapsar de angustia, el anciano le prometió, cambiarla de lugar de alojamiento, - la colocaré en una de los claustros del convento de las Hermanas Clarisas, la Madre Superiora, es una gran mujer y amiga mia, ademas de ex inquisidora, ella conoce muy bien a los hermanos Caruso y le aseguro que no dejará que la traten mal dentro de los muros de su congregación - sonrió viendo que la joven volvía a tener color en sus mejilla - ademas, señorita Clemence, el señor caruso no es un demonio, solo hace excelentemente bien su trabajo... pero le prometo que hablaré con él, para que no sea tan duro con usted - al ver que la joven se ponía nerviosa ante la posibilidad de que el inquisidor se enterara de su visita al Cardenal, éste le respondió - no se preocupe, le diré que fueron mis contactos quienes me dijeron que el entrenamiento comenzaba a provocar mella en su salud -.
Sin estar muy conforme con lo expuesto por el Cardenal, Clemence se dirigió a sus aposentos, debía hacer sus tareas para el día siguiente, su tutor era una persona en verdad insufrible, pero le demostraría que en ella podía estar seguro, que nada le sacaría de su cabeza la idea de formar el instituto y enseñar a sobrenaturales. Solo esperaba no encontrarse con él, antes de que se hubiera re ubicado dentro del convento de Las Clarisas y bajo el amparo de la Madre Superiora Sor Juana de la Piedad.
Engel Edelweiss- Humano Clase Baja
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Re: Si quieres enseñar... enseña primero a amar - [Keane Caruso]
Dos semanas, exactamente ese era el tiempo que había transcurrido en el cual el entrenamiento se basaba en la forma física y teórica sobre armas y los seres que rondan por este mundo. Aquel tutor, el inquisidor Caruso a todos trataba por igual sin dar distinción de ningún tipo. Duro, difícil y casi mortal era el entrenamiento pero no se comparaba con los otros tutores que sacaban sangre a los estudiantes desde el inicio, para él lo primero era el conocimiento y la fortaleza que dará paso a la agilidad y habilidad en el campo de batalla.
Luego de dejar las últimas tareas enviadas a su grupo uno de los soldados se acercó con un llamado directo al que no pudo dejar pasar; con una sonrisa de satisfacción va con su agenda de anotaciones de cada uno de los estudiantes a su cargo, al llegar la puerta está abierta y el hombre que le ha citado lo recibe con una sonrisa –No me digas que me has enviado por tu enviada– antes de que el anciano hablara lo interrumpe lanzándole aquel cuaderno sobre el escritorio –Realmente no me interesa si ella pasa o no el curso, creo que tu niña no deja de ser eso, una niña y así quiere abrir ese centro de estudio para sobrenaturales, por favor– da la espalda retirándose dejando al hombre en silencio leyendo el reporte sobre la joven –Es mejor que aconsejes a tu niña y le hagas ver la realidad, a mí no me interesa en absoluto y la verdad estoy cansado de sus trabajos a medias, sencillamente no firmaré la solicitud y su gran idea no se hará, es mejor que la envíes a otro lado yo no la quiero tener como mi pupila, aunque es buena realmente no sirve, quizás si ponen a otra persona a cargo de ese instituto de educación podría funcionar pero con esa niña jamás– el anciano enseguida golpea el escritorio llamándole con un tono severo, regañándole por sus palabras.
–Keane no te permito que hables así de la joven, además ella no está aquí para ser inquisidora si no para conocimiento sobre los seres que se ocultan en esta vida– una risa soltó le otro inquisidor, una risa que se iba volviendo más grave hasta ser una carcajada –¿y cómo pretendes que esa niña lo haga? ¿Solo con leer libros? Por favor, para saber sobre aquellos seres debe tener primero una condición física idónea y manejar armas para protección, no les he enseñado ataques solo defensa, luego de eso aprender sobre las criaturas, cada una de ellas con sus habilidades y debilidades, dar paso en la teoría sobre como atacarlos y de ahí les haría encarar uno a uno a aquellos seres, pero tu niña no ve lo que realmente es importante, si ella cree que con solo saber cualquier información sobre ellos estará bien y segura adelante por mí que lo haga, que vaya y abrace a un niño vampiro a ver lo que le puede arrancar en segundos o por que no llamas a la inquisidora Burn ella le puede mostrar lo que alguien de su especie puede hacerle en cuestión de minutos– el hombre mayor asintió a las palabras del hombre recordando cuantos ataques de niños vampiros han tenido en la parte norte de Europa.
color=#00ffff]–Solo te pido que no seas tan duro con ella, ahora se irá con las hermanas Clarisas, estará allá en las habitaciones y creo que entrenará allá mejor– nuevamente la carcajada pero de manera sarcástica en esta ocasión –Dame una buena razón o que ella me dé una buena razón para tratarla diferente, si la trato a ella diferente por qué no hacerlo con los demás ¿Qué corona tiene esa niña? Creo que tu anciano y ella se han olvidado de algo, no hay distinción ni corona aquí adentro todos tenemos el mismo trato y algunos lo han tenido peor, o no te acuerdas como tratabas a mi hermano Evan, o mi padre aun siendo el más apto. Si tu niña no tiene la fuerza para continuar con esto, entonces que se vaya al claustro y que no vuelva a aquí, no firmaré la petición y se acabó. Pero si realmente desea su “sueño” de instituto veré si se presenta mañana a la lección si no, no es mi problema– y con ello abandona la habitación regresando a la biblioteca donde los estudiantes le estaban esperando con inquietudes sobre armas.[/color]
Luego de dejar las últimas tareas enviadas a su grupo uno de los soldados se acercó con un llamado directo al que no pudo dejar pasar; con una sonrisa de satisfacción va con su agenda de anotaciones de cada uno de los estudiantes a su cargo, al llegar la puerta está abierta y el hombre que le ha citado lo recibe con una sonrisa –No me digas que me has enviado por tu enviada– antes de que el anciano hablara lo interrumpe lanzándole aquel cuaderno sobre el escritorio –Realmente no me interesa si ella pasa o no el curso, creo que tu niña no deja de ser eso, una niña y así quiere abrir ese centro de estudio para sobrenaturales, por favor– da la espalda retirándose dejando al hombre en silencio leyendo el reporte sobre la joven –Es mejor que aconsejes a tu niña y le hagas ver la realidad, a mí no me interesa en absoluto y la verdad estoy cansado de sus trabajos a medias, sencillamente no firmaré la solicitud y su gran idea no se hará, es mejor que la envíes a otro lado yo no la quiero tener como mi pupila, aunque es buena realmente no sirve, quizás si ponen a otra persona a cargo de ese instituto de educación podría funcionar pero con esa niña jamás– el anciano enseguida golpea el escritorio llamándole con un tono severo, regañándole por sus palabras.
–Keane no te permito que hables así de la joven, además ella no está aquí para ser inquisidora si no para conocimiento sobre los seres que se ocultan en esta vida– una risa soltó le otro inquisidor, una risa que se iba volviendo más grave hasta ser una carcajada –¿y cómo pretendes que esa niña lo haga? ¿Solo con leer libros? Por favor, para saber sobre aquellos seres debe tener primero una condición física idónea y manejar armas para protección, no les he enseñado ataques solo defensa, luego de eso aprender sobre las criaturas, cada una de ellas con sus habilidades y debilidades, dar paso en la teoría sobre como atacarlos y de ahí les haría encarar uno a uno a aquellos seres, pero tu niña no ve lo que realmente es importante, si ella cree que con solo saber cualquier información sobre ellos estará bien y segura adelante por mí que lo haga, que vaya y abrace a un niño vampiro a ver lo que le puede arrancar en segundos o por que no llamas a la inquisidora Burn ella le puede mostrar lo que alguien de su especie puede hacerle en cuestión de minutos– el hombre mayor asintió a las palabras del hombre recordando cuantos ataques de niños vampiros han tenido en la parte norte de Europa.
color=#00ffff]–Solo te pido que no seas tan duro con ella, ahora se irá con las hermanas Clarisas, estará allá en las habitaciones y creo que entrenará allá mejor– nuevamente la carcajada pero de manera sarcástica en esta ocasión –Dame una buena razón o que ella me dé una buena razón para tratarla diferente, si la trato a ella diferente por qué no hacerlo con los demás ¿Qué corona tiene esa niña? Creo que tu anciano y ella se han olvidado de algo, no hay distinción ni corona aquí adentro todos tenemos el mismo trato y algunos lo han tenido peor, o no te acuerdas como tratabas a mi hermano Evan, o mi padre aun siendo el más apto. Si tu niña no tiene la fuerza para continuar con esto, entonces que se vaya al claustro y que no vuelva a aquí, no firmaré la petición y se acabó. Pero si realmente desea su “sueño” de instituto veré si se presenta mañana a la lección si no, no es mi problema– y con ello abandona la habitación regresando a la biblioteca donde los estudiantes le estaban esperando con inquietudes sobre armas.[/color]
Keane & Evan Caruso- Inquisidor Clase Alta
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Localización : Donde menos te lo esperes
Re: Si quieres enseñar... enseña primero a amar - [Keane Caruso]
Le había estado siguiendo, por eso se había escindido entre los pasillo, mientras el inquisidor se acercaba al despacho del Cardenal. La puerta había quedado entreabierta y ella se dispuso a escuchar lo que los hombres hablaban. Agudizó su oído, su cuerpo se tensó cuando escuchó a su instructor Caruso Keane, hablar de esa forma de ella, ¿porqué le tenía tanta inquina? no, no se trataba de que su forma de enseñar estuviera errónea, al contrario. Jamás hubiera descubierto tantas características y datos importantes, sobre los seres no humanos, como lo hacía junto al inquisidor. Pero estaba segura que había algo que lo predisponía a malquistarse con ella.
Sus manos se cerraron en puño, al escucharlo decir tantas veces que era una niña - no soy una niña, cuanto más debo demostrarlo - caviló mientras su rostro se encendía de enojo, haciendo que gruesas lagrimas se deslizaran por sus mejilla, solo quería agradarle, hacerle ver que entendía todo lo que decía, pero que no estaba de acuerdo con la postura del hombre con los sobrenaturales, ¿acaso no tenía colegas que eran vampiros y que seguramente en mas de una ocasión le habían salvado el pellejo?
Se quedó parada, rígida al lado de la puerta, hasta que pudo distinguir los pasos del inquisidor que se acercaba a donde ella se encontraba. Se apresuró a esconderse, viendo como pasaba a escasos centímetro de su escondite. Dejó que su cuerpo se recostara en la pared de la habitación en la que había entrad a refugiarse, golpeó suavemente su cabeza contra ésta y dejó que las lagrimas de decepción fluyeran libremente, - tal vez tiene razón, tal vez es una utopía lo que sueño y es mejor que acabe con ésto pronto - se dijo. Inspiró y se secó las lagrimas con la manga de su abrigo, - vaya, parece que al final se librará de mí, señor Caruso - susurró mientras, intentaba que su rostro no mostrara los sentimientos que la invadían.
Esperó unos minutos, se adecentó la ropa y escrutó que el pasillo estuviera desierto, para salir de aquella habitación. Caminó los metros que separaban una puerta de la del despacho del Cardenal, la que se encontraba cerrada. Golpeó y esperó a que la voz del anciano dio el consentimiento para entrar. su mano se posó en el picaporte y el pestillo hizo el ruido característico al permitir que la puerta se abriera. Asomó su cabeza, - disculpe su eminencia, vengo a pedirle un favor... mas bien es a decirle que he tomado una decisión... - sonrió con tristeza.
Veinte minutos mas tarde, se presentó en la sala donde un grupo de estudiantes para inquisidores, escuchaban atentos las palabras de Caruso. Al abrir la puerta, todos giraron a contemplarla, mirándola de arriba abajo, ¿como osaba presentarse sin su traje de fajina? el rostro de la joven se ruborizó, tragó saliva e inspiró, hizo una reverencia y sonrió levemente. - Disculpe la intromisión, solo vengo a entregarle ésto - dijo mientras se acercaba al instructor, extendió el papel con la renuncia, - ya está, usted a ganado, puede quedarse tranquilo, no tendrá que soportar mas mi molesta presencia. -.
Sus manos se cerraron en puño, al escucharlo decir tantas veces que era una niña - no soy una niña, cuanto más debo demostrarlo - caviló mientras su rostro se encendía de enojo, haciendo que gruesas lagrimas se deslizaran por sus mejilla, solo quería agradarle, hacerle ver que entendía todo lo que decía, pero que no estaba de acuerdo con la postura del hombre con los sobrenaturales, ¿acaso no tenía colegas que eran vampiros y que seguramente en mas de una ocasión le habían salvado el pellejo?
Se quedó parada, rígida al lado de la puerta, hasta que pudo distinguir los pasos del inquisidor que se acercaba a donde ella se encontraba. Se apresuró a esconderse, viendo como pasaba a escasos centímetro de su escondite. Dejó que su cuerpo se recostara en la pared de la habitación en la que había entrad a refugiarse, golpeó suavemente su cabeza contra ésta y dejó que las lagrimas de decepción fluyeran libremente, - tal vez tiene razón, tal vez es una utopía lo que sueño y es mejor que acabe con ésto pronto - se dijo. Inspiró y se secó las lagrimas con la manga de su abrigo, - vaya, parece que al final se librará de mí, señor Caruso - susurró mientras, intentaba que su rostro no mostrara los sentimientos que la invadían.
Esperó unos minutos, se adecentó la ropa y escrutó que el pasillo estuviera desierto, para salir de aquella habitación. Caminó los metros que separaban una puerta de la del despacho del Cardenal, la que se encontraba cerrada. Golpeó y esperó a que la voz del anciano dio el consentimiento para entrar. su mano se posó en el picaporte y el pestillo hizo el ruido característico al permitir que la puerta se abriera. Asomó su cabeza, - disculpe su eminencia, vengo a pedirle un favor... mas bien es a decirle que he tomado una decisión... - sonrió con tristeza.
Veinte minutos mas tarde, se presentó en la sala donde un grupo de estudiantes para inquisidores, escuchaban atentos las palabras de Caruso. Al abrir la puerta, todos giraron a contemplarla, mirándola de arriba abajo, ¿como osaba presentarse sin su traje de fajina? el rostro de la joven se ruborizó, tragó saliva e inspiró, hizo una reverencia y sonrió levemente. - Disculpe la intromisión, solo vengo a entregarle ésto - dijo mientras se acercaba al instructor, extendió el papel con la renuncia, - ya está, usted a ganado, puede quedarse tranquilo, no tendrá que soportar mas mi molesta presencia. -.
Engel Edelweiss- Humano Clase Baja
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