AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Bloody Kisses | Privado
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Bloody Kisses | Privado
—Ahora te repugno, Amanda, pero tarde o temprano llegará el día en el que detestarás cuando te veas lejos de mí —murmuró para sí mismo Dragos, sonriendo amargamente.
Se encontraba completamente solo dentro de una habitación en penumbras, sentado, o mejor dicho, tumbado en un sillón, junto a una chimenea que no tenía la menor intención de encender. Se había refugiado allí con la promesa de que finalmente encontraría un momento a solas, y para su satisfacción, lo había conseguido. Necesitaba pensar, despejar su mente. Los últimos días, luego de que se llevase a cabo su tan ansiado matrimonio con Amanda, su vida se había convertido en un constante vaivén de agresiones. Quizá ingenuamente había creído que una vez que ella fuera su esposa, iría cediendo de a poco, que su relación mejoraría considerablemente con la diaria convivencia y que todo lo ocurrido en el pasado quedaría justamente allí, en el pasado. Pero había ocurrido justo lo contrario. El ayer parecía más vivo que nunca y se interponía entre ellos dos, como un enorme y resistente muro que se erigía poderosamente desde sus cimientos. Dragos no podía estar más decepcionado, molesto, sí, pero sobre todo desengañado. Nada lograba frustrarlo más que las cosas no resultaran según lo planeado y, definitivamente, nada avanzaba según lo previsto. Amanda no se cansaba de despreciarlo; lo insultaba, como si se hubiera propuesto hacerle la vida imposible a su nuevo esposo –y, conociéndola, seguramente así era–. Dragos se negaba a creerlo, pero ella lo había dicho claramente en más de una ocasión: siempre lo odiaría, aborrecería su presencia, su toque, su voz, hasta el maldito sonido de sus pasos recorriendo aquel enorme palacio en el que pretendía retenerla en contra de su voluntad, y él tendría que aprender a soportar su rechazo. Ese sería su castigo por haberla chantajeado hasta conseguir hacerla su esposa. La situación no tenía remedio.
Mientras cavilaba al respecto, el rostro del vampiro se mantuvo inescrutable. En realidad, su orgullo estaba tan herido que ardía en deseos de ponerle las manos encima y estrangularla por todo lo que le había hecho pasar, la manera en la que había echado a perder su noche de bodas, desechando tajantemente la tan esperada reconciliación. Más convencido de que dar rienda suelta a su ira sólo lograría empeorar las cosas, haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, logró contenerse. Cerró los ojos y se quedó tumbado boca arriba, calmando silenciosamente su cólera visceral, así como su desdicha. Pero el gusto le duró poco. Fue abruptamente interrumpido cuando la puerta de la habitación se abrió. Dragos irguió la espalda y entornó los ojos hacia la entrada. Aunque estaba completamente oscuro, sus ojos brillaron en la negrura, como dos velas que desde adentro iluminan una calavera.
—Ahora no, Ninel. No es un buen momento —pronunció secamente y después se quedó en silencio, apartando la vista, dando por hecho que la mujer entendería la situación y se marcharía.
Debió suponer que no ocurriría así. Tal parecía que cuando se trataba de mujeres, nada salía según lo pensado. Ninel cerró la puerta tras de sí y cruzó la habitación en silencio. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, ella extendió su mano para acariciarle la mejilla. Solo entonces el vampiro dirigió nuevamente su atención a la mujer, descubriendo que ésta llevaba puesta solamente la bata de dormir.
Solo había dos posibles cosas por las cuales Ninel querría acudir a él. La primera, que era la más previsible, ya que ella lo ansiaba como una verdadera adicta, era que necesitaba una nueva dosis de su sangre. La segunda, que deseaba tener intimidad con él, sobretodo ahora que debía sentirse desplazada con la llegada de Amanda al palacio. El único problema era que ninguna de las dos cosas le apetecían demasiado al vampiro. Si realmente deseaba obtenerlas, ya fuera una o la otra, o ambas al mismo tiempo, tendría que esforzarse para conseguirlo.
Se encontraba completamente solo dentro de una habitación en penumbras, sentado, o mejor dicho, tumbado en un sillón, junto a una chimenea que no tenía la menor intención de encender. Se había refugiado allí con la promesa de que finalmente encontraría un momento a solas, y para su satisfacción, lo había conseguido. Necesitaba pensar, despejar su mente. Los últimos días, luego de que se llevase a cabo su tan ansiado matrimonio con Amanda, su vida se había convertido en un constante vaivén de agresiones. Quizá ingenuamente había creído que una vez que ella fuera su esposa, iría cediendo de a poco, que su relación mejoraría considerablemente con la diaria convivencia y que todo lo ocurrido en el pasado quedaría justamente allí, en el pasado. Pero había ocurrido justo lo contrario. El ayer parecía más vivo que nunca y se interponía entre ellos dos, como un enorme y resistente muro que se erigía poderosamente desde sus cimientos. Dragos no podía estar más decepcionado, molesto, sí, pero sobre todo desengañado. Nada lograba frustrarlo más que las cosas no resultaran según lo planeado y, definitivamente, nada avanzaba según lo previsto. Amanda no se cansaba de despreciarlo; lo insultaba, como si se hubiera propuesto hacerle la vida imposible a su nuevo esposo –y, conociéndola, seguramente así era–. Dragos se negaba a creerlo, pero ella lo había dicho claramente en más de una ocasión: siempre lo odiaría, aborrecería su presencia, su toque, su voz, hasta el maldito sonido de sus pasos recorriendo aquel enorme palacio en el que pretendía retenerla en contra de su voluntad, y él tendría que aprender a soportar su rechazo. Ese sería su castigo por haberla chantajeado hasta conseguir hacerla su esposa. La situación no tenía remedio.
Mientras cavilaba al respecto, el rostro del vampiro se mantuvo inescrutable. En realidad, su orgullo estaba tan herido que ardía en deseos de ponerle las manos encima y estrangularla por todo lo que le había hecho pasar, la manera en la que había echado a perder su noche de bodas, desechando tajantemente la tan esperada reconciliación. Más convencido de que dar rienda suelta a su ira sólo lograría empeorar las cosas, haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, logró contenerse. Cerró los ojos y se quedó tumbado boca arriba, calmando silenciosamente su cólera visceral, así como su desdicha. Pero el gusto le duró poco. Fue abruptamente interrumpido cuando la puerta de la habitación se abrió. Dragos irguió la espalda y entornó los ojos hacia la entrada. Aunque estaba completamente oscuro, sus ojos brillaron en la negrura, como dos velas que desde adentro iluminan una calavera.
—Ahora no, Ninel. No es un buen momento —pronunció secamente y después se quedó en silencio, apartando la vista, dando por hecho que la mujer entendería la situación y se marcharía.
Debió suponer que no ocurriría así. Tal parecía que cuando se trataba de mujeres, nada salía según lo pensado. Ninel cerró la puerta tras de sí y cruzó la habitación en silencio. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, ella extendió su mano para acariciarle la mejilla. Solo entonces el vampiro dirigió nuevamente su atención a la mujer, descubriendo que ésta llevaba puesta solamente la bata de dormir.
Solo había dos posibles cosas por las cuales Ninel querría acudir a él. La primera, que era la más previsible, ya que ella lo ansiaba como una verdadera adicta, era que necesitaba una nueva dosis de su sangre. La segunda, que deseaba tener intimidad con él, sobretodo ahora que debía sentirse desplazada con la llegada de Amanda al palacio. El único problema era que ninguna de las dos cosas le apetecían demasiado al vampiro. Si realmente deseaba obtenerlas, ya fuera una o la otra, o ambas al mismo tiempo, tendría que esforzarse para conseguirlo.
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Dragos Vilhjálmur- Vampiro Clase Media
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Re: Bloody Kisses | Privado
Si, lo había estado espiando, aunque bien sabía que aquello era imposible, pues Dragos la descubriría, con solo pensar en ella, aun si estuviera escondida en el ultimo escondrijo del señorial castillo. De la misma manera que ella, agudizaba sus sentidos, y por su condición de esclava, sabría en que lugar él estaría. Pero la diferencia radicaba en que Ninel, era solo el trofeo del vampiro, mientras él para ella, era su bien mas preciado.
Fuera porque necesitara la sangre del vampiro, o por la secreta realidad de amarle en silencio, La mujer era capaz de hacer cualquier cosa, por lograr una sonrisa en esos labios esquivos y de rictus perpetuo de disgusto. Pues se había prendado de él desde el momento en que lo contemplara por primera vez, cuando su padre se presentó ante el Rey de los Países Bajos, pidiendo asilo político y poniendo a disposición del rey, lo que éste creyera pertinente, por el refugio que pudiera ofrecerle. Fue entonces que se enamoró de aquella mirada amenazante, del depredador que se podía percibir, bajo la apariencia de rey justo.
Quizás fuera por ello, que le seguía; o tal vez por aquel amor, que escondido en su alma, aceptaba el gran castigo que era, verle junto a otra mujer y aun mas, al lado una inmortal como él, algo que la alejaba definitivamente de ella, - Tal vez será su esposa, pero fui su principal concubina, la mas amada... ¿verdad? - la afirmación se convirtió en duda, para caer en su pecho como un puñal, dejando otra herida mas en su espíritu. Fue por aquel amor, que le siguió, deseaba acompañarle, para que, Dragos, supiera que estaría para él, mientras la amara, o al menos, la necesitara. Aunque jamás lo hiciera con la fuerza arrebatadora, depredadora, que parecía amar a su legítima esposa.
Se había preparado, como lo hiciera, la primera vez que bebieron el uno del otro, el corazón se aceleró al recordar aquel momento importante de su vida, las lagrimas se agolparon en su garganta,- por favor... dime que no has olvidado aquello que vivimos - le reprochó al vampiro, quien no podría escucharla, mirando fijo a la puerta de la habitación , en donde, su amante se encerrara. Inspiro profundo, mientras intentaba que su rostro mostrara la sensualidad en una sonrisa. Arreglo el delicado atuendo que ocultaba apenas sus voluptuosas curvas y entró en la habitación.
Se detuvo ante el vozarrón que le exigía le dejara sólo, aquellos resplandecientes orbes, intentaron consumirla como centellas al tocar una víctima. Mas la joven, sonrió despreocupada y mordió sus sensuales labios, acercándose a él, extendiendo su mano para acariciar aquella mejilla. Aunque el vampiro le dedicó una mirada reprobatoria, ella se dejó caer a su lado, suave como una seda, dulce como la ambrosía de los dioses. Le miró a los ojos y sus dedos jugaron en el cuello del hombre, para descansar la palma de la mano en su hombro musculoso, - solo deseo hacerte compañía, prometo, quedarme callada... aunque no puedo dejar de deciros que... - la mirada de Ninel se posó en los orbes encendidos de ira, como si los propios fueran el bálsamo apropiado para apagar aquel disgusto, - No permita que os hiera de esa manera, sois el Rey, simplemente debe obedecer a vuestra majestad.... - tal vez no eran las palabras que deseaba expresarle, pero si las que él necesitaba oír, - soy leal a vos, daría mi vida si me lo pidierais, por eso... creo... que no podéis aceptar ese trato... - la voz se le quebró, pues en su mente una tormenta de reproches, le impedía seguir con su apoyo in condicional a su rey. Pues antes que soberano, aquel hombre, era su amante, el que había decidido dejar de frecuentar su lecho, por el capricho infantil de una inmortal, que solo deseaba hacerle pagar, una deudas que Ninel, no llegaba a comprender.
Fuera porque necesitara la sangre del vampiro, o por la secreta realidad de amarle en silencio, La mujer era capaz de hacer cualquier cosa, por lograr una sonrisa en esos labios esquivos y de rictus perpetuo de disgusto. Pues se había prendado de él desde el momento en que lo contemplara por primera vez, cuando su padre se presentó ante el Rey de los Países Bajos, pidiendo asilo político y poniendo a disposición del rey, lo que éste creyera pertinente, por el refugio que pudiera ofrecerle. Fue entonces que se enamoró de aquella mirada amenazante, del depredador que se podía percibir, bajo la apariencia de rey justo.
Quizás fuera por ello, que le seguía; o tal vez por aquel amor, que escondido en su alma, aceptaba el gran castigo que era, verle junto a otra mujer y aun mas, al lado una inmortal como él, algo que la alejaba definitivamente de ella, - Tal vez será su esposa, pero fui su principal concubina, la mas amada... ¿verdad? - la afirmación se convirtió en duda, para caer en su pecho como un puñal, dejando otra herida mas en su espíritu. Fue por aquel amor, que le siguió, deseaba acompañarle, para que, Dragos, supiera que estaría para él, mientras la amara, o al menos, la necesitara. Aunque jamás lo hiciera con la fuerza arrebatadora, depredadora, que parecía amar a su legítima esposa.
Se había preparado, como lo hiciera, la primera vez que bebieron el uno del otro, el corazón se aceleró al recordar aquel momento importante de su vida, las lagrimas se agolparon en su garganta,- por favor... dime que no has olvidado aquello que vivimos - le reprochó al vampiro, quien no podría escucharla, mirando fijo a la puerta de la habitación , en donde, su amante se encerrara. Inspiro profundo, mientras intentaba que su rostro mostrara la sensualidad en una sonrisa. Arreglo el delicado atuendo que ocultaba apenas sus voluptuosas curvas y entró en la habitación.
Se detuvo ante el vozarrón que le exigía le dejara sólo, aquellos resplandecientes orbes, intentaron consumirla como centellas al tocar una víctima. Mas la joven, sonrió despreocupada y mordió sus sensuales labios, acercándose a él, extendiendo su mano para acariciar aquella mejilla. Aunque el vampiro le dedicó una mirada reprobatoria, ella se dejó caer a su lado, suave como una seda, dulce como la ambrosía de los dioses. Le miró a los ojos y sus dedos jugaron en el cuello del hombre, para descansar la palma de la mano en su hombro musculoso, - solo deseo hacerte compañía, prometo, quedarme callada... aunque no puedo dejar de deciros que... - la mirada de Ninel se posó en los orbes encendidos de ira, como si los propios fueran el bálsamo apropiado para apagar aquel disgusto, - No permita que os hiera de esa manera, sois el Rey, simplemente debe obedecer a vuestra majestad.... - tal vez no eran las palabras que deseaba expresarle, pero si las que él necesitaba oír, - soy leal a vos, daría mi vida si me lo pidierais, por eso... creo... que no podéis aceptar ese trato... - la voz se le quebró, pues en su mente una tormenta de reproches, le impedía seguir con su apoyo in condicional a su rey. Pues antes que soberano, aquel hombre, era su amante, el que había decidido dejar de frecuentar su lecho, por el capricho infantil de una inmortal, que solo deseaba hacerle pagar, una deudas que Ninel, no llegaba a comprender.
Charlize De Nantes- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/07/2015
Re: Bloody Kisses | Privado
—Compañía —citó él con evidente burla, mientras abandonaba el cómodo sillón y se ponía de pie, para luego caminar alrededor de ella con pasos lentos pero firmes—. ¿También era eso lo que buscabas la otra noche? Creí que sólo querías espiarnos a mí y a Amanda en nuestra alcoba matrimonial —se detuvo frente a ella y la enfrentó. Algo en la expresión de Dragos debió alertarla sobre lo que se avecinaba, porque enseguida el vampiro notó cierta tensión en sus hombros, también algo de incomodidad e impresión, como quien es descubierto tras haber hecho algo indebido—. Por favor, ¿creíste que no me daría cuenta? Sabes que no es posible que des un solo paso sin que yo lo sepa, y aún así te atreviste a desafiarme.
No hacía falta indagar demasiado, era más que obvio que el rey se encontraba de pésimo humor. Había sido así desde la celebración de su boda, y lo seguiría siendo. Él le había pedido que se marchara y Ninel había desechado la oportunidad de hacerlo tajantemente, sin siquiera considerarla. Ahora estaba obligada a quedarse y escuchar todo lo que él tenía para decir, que no eran pocas cosas.
—Siéntate —dada su condición de esclava de sangre, para ella no era una petición de su rey, sino la orden de su domitor. Tuvo que obedecer—. Es evidente que estás al tanto de todo lo que ocurre entre ella y yo. Y no conforme con ello, ahora vienes y te sientes con el derecho de decirme qué hacer. ¿Qué pretendes, Ninel? ¿Que la deje y vuelva a lo que tenía contigo? —y con esas palabras, dejó más que claro que lo suyo era pasado, que con la llegada de Amanda lo consideraba así. Tal cosa debió destrozarla—. Que no se te olvide cuál es tu sitio en este lugar. Te guste o no, es mi esposa y lo seguirá siendo, pésele a quien le pese. ¿Acaso no soy el rey y como tal decido lo que se hace o se deja de hacer? —alzó la voz para que lo oyera bien—. No te permito que te metas donde nadie te llama. Ni siquiera tendrías que estar aquí. El día que yo requiera de tu presencia, ya sea en mi cama o en cualquier otro sitio, entonces deberás acudir a mí, no antes.
Las palabras fueron dichas con la mayor brutalidad y crueldad posibles. Dragos percibió que Ninel intentaba mantenerse sosiega ante sus acusaciones y advertencias, pero la conocía, sabía que su temperamento habitual –pese a experimentar momentos en los que era más bien lo contrario, porque también poseía carácter- era amable y bien intencionado, y que sus emociones humanas terminarían traicionándola. Solo alguien como él, con sus habilidades, podía notar que el pecho se le había hinchado y que comenzaba a respirar más rápido, como queriendo sofocar el llanto que amenazaba con dejarla como una mujer extraordinariamente sentimental y débil frente a él.
—Tranquilízate —pidió antes de que la primera lágrima se derramara, dándose cuenta de que no había hecho más que desquitar en ella gran parte de su frustración. Su voz, antes glacial y despiadada, se había suavizado—. No pretendía ser así de duro contigo, pero yo te lo advertí. Te dije que no era un buen momento.
El vampiro dio la espalda a la mujer. No tardó en maldecirse en silencio por lo que estaba ocurriendo, por permitirlo, cuando claramente no era algo habitual en él.
—A ti no puedo mentirte. Ella está volviéndome loco —finalmente confesó, mientras intentaba asimilar lo que estaba diciendo.
Aquello era completamente innecesario. Como rey podía decir lo que le viniera en gana, hablarle como quisiera a quien quisiera. No tenía porqué darle explicaciones a nadie. Sin embargo, aunque no lo admitiera abiertamente, por algún motivo que aún no llegaba a comprender del todo, siempre terminaba haciendo excepciones con ella.
No hacía falta indagar demasiado, era más que obvio que el rey se encontraba de pésimo humor. Había sido así desde la celebración de su boda, y lo seguiría siendo. Él le había pedido que se marchara y Ninel había desechado la oportunidad de hacerlo tajantemente, sin siquiera considerarla. Ahora estaba obligada a quedarse y escuchar todo lo que él tenía para decir, que no eran pocas cosas.
—Siéntate —dada su condición de esclava de sangre, para ella no era una petición de su rey, sino la orden de su domitor. Tuvo que obedecer—. Es evidente que estás al tanto de todo lo que ocurre entre ella y yo. Y no conforme con ello, ahora vienes y te sientes con el derecho de decirme qué hacer. ¿Qué pretendes, Ninel? ¿Que la deje y vuelva a lo que tenía contigo? —y con esas palabras, dejó más que claro que lo suyo era pasado, que con la llegada de Amanda lo consideraba así. Tal cosa debió destrozarla—. Que no se te olvide cuál es tu sitio en este lugar. Te guste o no, es mi esposa y lo seguirá siendo, pésele a quien le pese. ¿Acaso no soy el rey y como tal decido lo que se hace o se deja de hacer? —alzó la voz para que lo oyera bien—. No te permito que te metas donde nadie te llama. Ni siquiera tendrías que estar aquí. El día que yo requiera de tu presencia, ya sea en mi cama o en cualquier otro sitio, entonces deberás acudir a mí, no antes.
Las palabras fueron dichas con la mayor brutalidad y crueldad posibles. Dragos percibió que Ninel intentaba mantenerse sosiega ante sus acusaciones y advertencias, pero la conocía, sabía que su temperamento habitual –pese a experimentar momentos en los que era más bien lo contrario, porque también poseía carácter- era amable y bien intencionado, y que sus emociones humanas terminarían traicionándola. Solo alguien como él, con sus habilidades, podía notar que el pecho se le había hinchado y que comenzaba a respirar más rápido, como queriendo sofocar el llanto que amenazaba con dejarla como una mujer extraordinariamente sentimental y débil frente a él.
—Tranquilízate —pidió antes de que la primera lágrima se derramara, dándose cuenta de que no había hecho más que desquitar en ella gran parte de su frustración. Su voz, antes glacial y despiadada, se había suavizado—. No pretendía ser así de duro contigo, pero yo te lo advertí. Te dije que no era un buen momento.
El vampiro dio la espalda a la mujer. No tardó en maldecirse en silencio por lo que estaba ocurriendo, por permitirlo, cuando claramente no era algo habitual en él.
—A ti no puedo mentirte. Ella está volviéndome loco —finalmente confesó, mientras intentaba asimilar lo que estaba diciendo.
Aquello era completamente innecesario. Como rey podía decir lo que le viniera en gana, hablarle como quisiera a quien quisiera. No tenía porqué darle explicaciones a nadie. Sin embargo, aunque no lo admitiera abiertamente, por algún motivo que aún no llegaba a comprender del todo, siempre terminaba haciendo excepciones con ella.
Dragos Vilhjálmur- Vampiro Clase Media
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Re: Bloody Kisses | Privado
Los años que había pasado junto a su domitor, deberían haberle enseñado que Dragos, podía ser un maldito bastardo cuando se lo proponía. El gran problema era que Ninel, no solo dependía de su sangre, lamentablemente, había cometido un pecado imperdonable, se había enamorado, aceptando por eso todo ese maltrato, con tal de permanecer junto a él. Tal vez fuera porque en el fondo pensó que la unión de la sangre, mas su comprensión, unido a su amor, terminarían logrando que Dragos la amándola, pero todo había sido un sueño estéril, eso jamás pasaría.
Intentó que ninguno de sus pensamientos pudiera llegar a él, había aprendido a mezclar con imágenes y palabras sueltas, sin sentido aparente, aquellas cavilaciones que no le convenía que descubriera. Una ingenua forma de impedir que él pudiera saber que pasaba en su interior. Ella sabía que los vampiros podían leer la mente. Mas se olvidaba que sus emociones eran el verdadero método de éste para saber que pasaba en el alma de su esclava. Las emociones en Ninel, eran parte de un perfume, que su sangre emanaba, cada vez que algo lograba perturbarla, como el trato que Dragos le daba en ese momento.
Deseaba tanto echarle en cara, todo lo que sentía, la humillación que había significado para ella que trajera a su esposa y la obligara a convivir juntas. Fue en ese preciso instante cuando una decisión surgió clara e inquebrantable, le abandonaría, ya que tan poco la necesitaba, entonces, se iría del reino. Su pecho subía y bajaba con dificultad, intentando que las lagrimas no se escaparan, manteniendo la vista firme, aunque en sus orbes la frustración, el rencor eran difíciles de ocultar. Sus manos cerradas en puño, clavaban las uñas en sus palmas, intentando que el dolor físico hiciera mas tolerable el dolor emocional que la estaba enloqueciendo. Lo sentía tan próximo, y a la vez tan distante, que debía contener el deseo de gritar hasta quedar afónica, mas solo se contuvo, apretando su mandíbula, temblando levemente ante la cercanía de aquel hombre que había sido el primero y el único en su vida.
Lo observó intentar disculparse, pero muy en el interior de Ninel, ya estaba cansada de esos desplantes, de ese maltrato, por mas amor que sintiera, ella necesitaba que se lo demostrara, y parecía que ésa sería otra noche de soledad y frustración. Inspiró, tratando de en contra fuerzas para contestarle, hasta tal vez reprocharle. Mas al escucharle admitir su frustración, todos sus planes de huir la abandonaron, una calidez trepó a sus mejillas. Lo sabía muy bien, jamás podría abandonarle a su suerte. Suspiró suavemente, acercándose a él, hasta rozar su cuerpo con la espalda del vampiro, apoyó su mejilla en ésta, mientras sus brazos rodeaban la cintura del inmortal, -lo sé... claro que lo sé... -.
Intentó que ninguno de sus pensamientos pudiera llegar a él, había aprendido a mezclar con imágenes y palabras sueltas, sin sentido aparente, aquellas cavilaciones que no le convenía que descubriera. Una ingenua forma de impedir que él pudiera saber que pasaba en su interior. Ella sabía que los vampiros podían leer la mente. Mas se olvidaba que sus emociones eran el verdadero método de éste para saber que pasaba en el alma de su esclava. Las emociones en Ninel, eran parte de un perfume, que su sangre emanaba, cada vez que algo lograba perturbarla, como el trato que Dragos le daba en ese momento.
Deseaba tanto echarle en cara, todo lo que sentía, la humillación que había significado para ella que trajera a su esposa y la obligara a convivir juntas. Fue en ese preciso instante cuando una decisión surgió clara e inquebrantable, le abandonaría, ya que tan poco la necesitaba, entonces, se iría del reino. Su pecho subía y bajaba con dificultad, intentando que las lagrimas no se escaparan, manteniendo la vista firme, aunque en sus orbes la frustración, el rencor eran difíciles de ocultar. Sus manos cerradas en puño, clavaban las uñas en sus palmas, intentando que el dolor físico hiciera mas tolerable el dolor emocional que la estaba enloqueciendo. Lo sentía tan próximo, y a la vez tan distante, que debía contener el deseo de gritar hasta quedar afónica, mas solo se contuvo, apretando su mandíbula, temblando levemente ante la cercanía de aquel hombre que había sido el primero y el único en su vida.
Lo observó intentar disculparse, pero muy en el interior de Ninel, ya estaba cansada de esos desplantes, de ese maltrato, por mas amor que sintiera, ella necesitaba que se lo demostrara, y parecía que ésa sería otra noche de soledad y frustración. Inspiró, tratando de en contra fuerzas para contestarle, hasta tal vez reprocharle. Mas al escucharle admitir su frustración, todos sus planes de huir la abandonaron, una calidez trepó a sus mejillas. Lo sabía muy bien, jamás podría abandonarle a su suerte. Suspiró suavemente, acercándose a él, hasta rozar su cuerpo con la espalda del vampiro, apoyó su mejilla en ésta, mientras sus brazos rodeaban la cintura del inmortal, -lo sé... claro que lo sé... -.
Charlize De Nantes- Humano Clase Alta
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Re: Bloody Kisses | Privado
Desde el primer momento en que Dragos posó sus ojos sobre Ninel, aquel día que aún no era considerado demasiado lejano y en el cual llegó al palacio, ella se volvió de su propiedad. La marcó con su caprichosa mirada, como si se tratara de una cosa, sin necesidad de hablar. De no haber sido por ella, probablemente no habría accedido a ayudar a su familia, cuando éstos acudieron a él, desesperados, para solicitar refugio en su territorio. Desde entonces le pareció una criatura demasiado excepcional para tratarse de una simple humana. No solo poseía la belleza digna de cualquier diosa, también había sido bendecida con una naturaleza dulce y refinada, y la gracia con la que se movía era propia de una bailarina.
Como era de esperarse, Ninel pasó a ser la más hermosa de todas las doncellas, la favorita del rey. Apenas dos noches después, solicitó la presencia de la muchacha en su alcoba, y la hizo suya. La virginal e inocente Ninel pasó a convertirse en una de las queridas del rey. A sus padres no les gustó nada su atrevimiento, pero se encontraron en una posición en la cual no tenían derecho a opinar, por lo que con toda su frustración y su dolor, tuvieron que aprender a bajar la mirada y a morderse la lengua cuando algo no les parecía.
Desde luego, a Dragos no le importó si destruía la reputación de la joven y con ello su futuro. Tampoco sintió el menor remordimiento cuando orgulloso le pedía que se sentara a su lado en la mesa –donde simulaba que comía, cuando en realidad no lo hacía- y de paso la exhibía como el más bello de sus trofeos. Sentía que por haberles ayudado a ella y a sus padres, tenía todo el derecho de actuar como le viniera en gana. Era el rey después de todo, y a ningún monarca se le discutían o juzgaban sus acciones. Las personas cuchicheaban a su alrededor y llamaban «la puta del rey», la que le daba placer por las noches y, desde luego, ambos lo sabían.
Aun así, con toda su vergüenza y la humillación que significaba ser tomada por el rey cuando éste lo consideraba pertinente –lo cual ocurría bastante a menudo-, Ninel jamás se quejó. Tal parecía que con el tiempo había aprendido a encontrar placer en lo que en un inicio sólo le traía deshonra. Por el día se comportaba como la más atenta y servicial de sus allegados, brindándole su compañía y discreción absoluta, y por las noches abría las piernas para él, transformada en la más sensual, dócil y complaciente de las amantes.
¿Por qué Amanda no puede hacer igual? Se preguntó. Pero la respuesta llegó rápidamente, demasiado obvia: lo único que ambas mujeres tenían en común, era él. Mientras que la personalidad de Ninel era sumisa y obediente, la naturaleza de la vampiresa siempre había sido indómita y salvaje. ¿A quién prefería realmente? En ese momento la joven rusa se abrazó a él, a sabiendas de que podía ser rechazada por quien hacía apenas unos minutos la había denigrado. Pero no ocurrió así. Dragoslav permitió que lo tocara, deseando internamente que se tratara de Amanda, por quien definitivamente tenía una gran predilección… o un capricho demasiado encarnizado.
—Ninel, Ninel… —canturreó, y un suspiro cargado de resignación escapó de sus labios fríos de vampiro—. ¿Qué quieres que te diga? ¿Crees que no he deseado que ella sea como tú, que me obedezca y me complazca como sólo tú lo has hecho? Claro que sí, en más de una ocasión. Pero eso no ocurrirá, porque mientras tú me amas, ella me odia. Yo ya lo sabía, supe que esto pasaría, y aún así la hice mi esposa. Supongo que como dicen, ningún matrimonio es perfecto.
Qué extraño era que el rey se expresara de ese modo, tan conformista y falto de carácter, pero después de todo, ese era el poder del que gozaban las mujeres fatales como Amanda, el de reducir a la nada hasta al más fiero de los hombres con la falsa promesa de que quizá algún día, si tenían suerte, podrían llegar a poseerlas.
Como era de esperarse, Ninel pasó a ser la más hermosa de todas las doncellas, la favorita del rey. Apenas dos noches después, solicitó la presencia de la muchacha en su alcoba, y la hizo suya. La virginal e inocente Ninel pasó a convertirse en una de las queridas del rey. A sus padres no les gustó nada su atrevimiento, pero se encontraron en una posición en la cual no tenían derecho a opinar, por lo que con toda su frustración y su dolor, tuvieron que aprender a bajar la mirada y a morderse la lengua cuando algo no les parecía.
Desde luego, a Dragos no le importó si destruía la reputación de la joven y con ello su futuro. Tampoco sintió el menor remordimiento cuando orgulloso le pedía que se sentara a su lado en la mesa –donde simulaba que comía, cuando en realidad no lo hacía- y de paso la exhibía como el más bello de sus trofeos. Sentía que por haberles ayudado a ella y a sus padres, tenía todo el derecho de actuar como le viniera en gana. Era el rey después de todo, y a ningún monarca se le discutían o juzgaban sus acciones. Las personas cuchicheaban a su alrededor y llamaban «la puta del rey», la que le daba placer por las noches y, desde luego, ambos lo sabían.
Aun así, con toda su vergüenza y la humillación que significaba ser tomada por el rey cuando éste lo consideraba pertinente –lo cual ocurría bastante a menudo-, Ninel jamás se quejó. Tal parecía que con el tiempo había aprendido a encontrar placer en lo que en un inicio sólo le traía deshonra. Por el día se comportaba como la más atenta y servicial de sus allegados, brindándole su compañía y discreción absoluta, y por las noches abría las piernas para él, transformada en la más sensual, dócil y complaciente de las amantes.
¿Por qué Amanda no puede hacer igual? Se preguntó. Pero la respuesta llegó rápidamente, demasiado obvia: lo único que ambas mujeres tenían en común, era él. Mientras que la personalidad de Ninel era sumisa y obediente, la naturaleza de la vampiresa siempre había sido indómita y salvaje. ¿A quién prefería realmente? En ese momento la joven rusa se abrazó a él, a sabiendas de que podía ser rechazada por quien hacía apenas unos minutos la había denigrado. Pero no ocurrió así. Dragoslav permitió que lo tocara, deseando internamente que se tratara de Amanda, por quien definitivamente tenía una gran predilección… o un capricho demasiado encarnizado.
—Ninel, Ninel… —canturreó, y un suspiro cargado de resignación escapó de sus labios fríos de vampiro—. ¿Qué quieres que te diga? ¿Crees que no he deseado que ella sea como tú, que me obedezca y me complazca como sólo tú lo has hecho? Claro que sí, en más de una ocasión. Pero eso no ocurrirá, porque mientras tú me amas, ella me odia. Yo ya lo sabía, supe que esto pasaría, y aún así la hice mi esposa. Supongo que como dicen, ningún matrimonio es perfecto.
Qué extraño era que el rey se expresara de ese modo, tan conformista y falto de carácter, pero después de todo, ese era el poder del que gozaban las mujeres fatales como Amanda, el de reducir a la nada hasta al más fiero de los hombres con la falsa promesa de que quizá algún día, si tenían suerte, podrían llegar a poseerlas.
Dragos Vilhjálmur- Vampiro Clase Media
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Re: Bloody Kisses | Privado
Debía odiarlo, por cada una de las veces que la trató como si fuera un juguete, pero ella, lo amaba. Desde el momento que muerta de miedo había sido conducida a la recamara real, esa noche en la que no solo perdió su virginidad, también su candor, jamás volvió a ser la misma, una parte de su alma había muerto. En ésta ocasión, - mientras su rey se mostraba ante ella, cruelmente sincero. Ninel, lo contemplaba por primera vez, como un pelele en manos de una vampiresa caprichosa y rebelde - nuevamente, el alma se quebraba en mil pedazos.
Aún abrazada a él, con los orbes llenos de sorpresa ante la confesión, supo que ese vampiro, que había sido su adoración, su luz, su razón de continuar en aquel encierro en el que por hacerle compañía dejaba escapar su vida, había sido un gran fiasco, un cofre en el que en vez de tesoros, solo existía arena de mar. Cerró los ojos apretando sus parpados, no quería pensar, temía que él intentara leer sus pensamientos, pero ¿en que tipo de hombre le había convertido aquella mujer, que hoy se presentaba como la reina de los Países Bajos? la desilusión se convirtió en lagrimas que rodaron por sus mejilla.
Ese sentimiento, no era solo por ver como el vampiro podía convertirse en un títere que bailaría según los hilos que moviera la bella Amanda. Sino, porque eso significaba que jamás él la amaría, ni la había amado. ¿Pero, que era lo que le molestaba mas?, ¿el hecho de saber que jamás había sido correspondida en amor, o que una mujer desconocida, pudiera convertir al hombre que fuera su admiración, en un simple monigote? Sonrió con tristeza, el amor llegó con la admiración y tras ésta se fue el ingrato enamoramiento.
Secó sus lagrimas con un rápido movimiento y se apartó de aquel que había significado tanto en su vida. Caminó hasta sentarse en el sofá que era iluminado por las llamas del hogar. Se acomodó, sentada de costado, con las piernas extendidas, su desoville se abrió dejando ver sus torneadas y largas piernas, seductora como siempre, pero ya no para él, o por lo menos, no de forma consciente, al final de cuentas, le acababa de espetar que solo esa vampiro, despertaba la sangre en su Rey. Con su cabeza reposada en un brazo apoyado en el costado del sofá, contempló las llamas, suspiró, intentando encontrar las palabras que el vampiro deseaba escuchar, mas no las hallaba, - si tanto os interesa, pues deberéis sufrir todo lo que ella desee - dijo con una voz cargada de dureza, - que ironía, el rey de los Países Bajos... convertido en un... - se mordió la lengua al comprender que le insultaría, pero en verdad era lo que sentía. Inspiró antes de continuar - en un... enamorado - dirigió su mirada a donde Dragos se encontraba, - que pena que el guerrero haya sucumbido a las ilusiones del traicionero amor - sonrió con tristeza, - pero tal vez es lo justo, luego de tantas mujeres que sucumbieron ante vos -.
Aún abrazada a él, con los orbes llenos de sorpresa ante la confesión, supo que ese vampiro, que había sido su adoración, su luz, su razón de continuar en aquel encierro en el que por hacerle compañía dejaba escapar su vida, había sido un gran fiasco, un cofre en el que en vez de tesoros, solo existía arena de mar. Cerró los ojos apretando sus parpados, no quería pensar, temía que él intentara leer sus pensamientos, pero ¿en que tipo de hombre le había convertido aquella mujer, que hoy se presentaba como la reina de los Países Bajos? la desilusión se convirtió en lagrimas que rodaron por sus mejilla.
Ese sentimiento, no era solo por ver como el vampiro podía convertirse en un títere que bailaría según los hilos que moviera la bella Amanda. Sino, porque eso significaba que jamás él la amaría, ni la había amado. ¿Pero, que era lo que le molestaba mas?, ¿el hecho de saber que jamás había sido correspondida en amor, o que una mujer desconocida, pudiera convertir al hombre que fuera su admiración, en un simple monigote? Sonrió con tristeza, el amor llegó con la admiración y tras ésta se fue el ingrato enamoramiento.
Secó sus lagrimas con un rápido movimiento y se apartó de aquel que había significado tanto en su vida. Caminó hasta sentarse en el sofá que era iluminado por las llamas del hogar. Se acomodó, sentada de costado, con las piernas extendidas, su desoville se abrió dejando ver sus torneadas y largas piernas, seductora como siempre, pero ya no para él, o por lo menos, no de forma consciente, al final de cuentas, le acababa de espetar que solo esa vampiro, despertaba la sangre en su Rey. Con su cabeza reposada en un brazo apoyado en el costado del sofá, contempló las llamas, suspiró, intentando encontrar las palabras que el vampiro deseaba escuchar, mas no las hallaba, - si tanto os interesa, pues deberéis sufrir todo lo que ella desee - dijo con una voz cargada de dureza, - que ironía, el rey de los Países Bajos... convertido en un... - se mordió la lengua al comprender que le insultaría, pero en verdad era lo que sentía. Inspiró antes de continuar - en un... enamorado - dirigió su mirada a donde Dragos se encontraba, - que pena que el guerrero haya sucumbido a las ilusiones del traicionero amor - sonrió con tristeza, - pero tal vez es lo justo, luego de tantas mujeres que sucumbieron ante vos -.
Charlize De Nantes- Humano Clase Alta
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Re: Bloody Kisses | Privado
A Dragos no le gustó nada escuchar aquello y el semblante se le descompuso al instante, haciéndolo evidente. Lo consideró osado, excesivamente descarado, tratándose de ella. La insolencia de Violante era habitual, lidiaba con ello todos los días; comenzaba a acostumbrarse a los desplantes y majaderías de Amanda. ¿Pero Ninel? Jamás lo hubiera imaginado. Aunque no lo demostrara abiertamente, significaba un golpe bajo. No era para menos. Después de todo, ¿a qué hombre le gustaba ser visto como un pelagatos? Y él no sólo no era un hombre, era el rey, la máxima autoridad en aquellas tierras y sus alrededores. Todos le debían respeto por igual. No se trataba de una opción, sino de un deber, uno que de no cumplirse podía acarrearle un severo castigo a cualquiera, o incluso significar la muerte. ¿Sería ese el destino de Ninel, ahora que había faltado a su obligación de honrarlo como su monarca? No, desde luego que no. No llegaría a esos extremos.
Con los labios apretados, se giró para enfrentarla.
—¿Qué insinúas? ¿Estás sugiriendo que me he convertido en el payaso de Amanda? —sus preguntas sonaron a reproche. Clavó sus ojos en los ajenos y sostuvo la barbilla en lo alto, a la espera de una posible replica. Pero aunque por la cabecita de Ninel hubiese cruzado la idea de responder a eso, él no se lo permitiría—. Ten cuidado con lo que dices y cómo lo dices, Ninel. Es cierto que te he permitido gozar de ciertos privilegios, pero no olvides quién soy yo.
Dragos habló con autoridad, pero su repentina irritación y toda su voluntad comenzaron a desvanecerse cuando bajó la mirada y observó a detalle aquellas piernas desnudas de Ninel. En esa despreocupada posición, la indudable sensualidad de su cuerpo se hacía más que evidente. La conocía tan bien, que imaginarla completamente desnuda le resultaba facilísimo. De pronto, la idea de quitarle el delgado camisón que llevaba encima, deslizar sus frías manos por sus perfectas curvas de mujer y saborear la calidez de su piel, fue demasiado tentador. La imagen de su último encuentro sexual llegó a la mente del vampiro mientras delineaba a conciencia y en silencio su bien formado trasero. Había pasado casi un mes, pero aún podía recordarla, aprisionada bajo su cuerpo, con la respiración entrecortada chocando contra su cuello, gimiendo de placer con cada embestida. Dragos, que estaba cansado de ser rechazado y humillado, y que por consecuencia se sentía gravemente necesitado de una hembra, sintió cierta tensión en la entrepierna. Seducido por la tentación se acercó a ella, entornando sus brillantes ojos de peligrosa mirada.
—Ninel Shostakova —pronunció de forma lenta y sugerente—. Cuando te conocí apenas te atrevías a mirarme a los ojos, la voz te salía en forma de murmullo y mi presencia te ponía tan nerviosa que comenzabas a transpirar de pura ansiedad. Ahora irrumpes en mis aposentos cuando lo crees conveniente, te recuestas en mi sofá sin mi permiso y me das una opinión que no te ha sido requerida. Has cambiado. Te has convertido en una mujer audaz. Y honestamente, no sé a quién prefiero, si a la vieja Ninel o a la que ahora contemplo. No podría decidirme.
Ella no se movió, pero Dragos avanzó lo suficiente y la sorprendió tomándola del talle. La alzó a la altura de su rostro y apenas fue capaz de contener sus ganas, las ansías de hacerle el amor, cruda e insaciablemente, como ansiaba poseer a Amanda, fueron más que evidentes. A esos extremos llegaba su obsesión por ella.
—¿Es cierto que sólo has venido a hacerme compañía? ¿Por qué no me dices qué es lo que verdaderamente estás buscando, Ninel? —cuestionó de forma insinuante. Con qué facilidad la había seducido hasta arrastrarla a su cama otras veces. ¿En esta ocasión ocurriría igual?
Con los labios apretados, se giró para enfrentarla.
—¿Qué insinúas? ¿Estás sugiriendo que me he convertido en el payaso de Amanda? —sus preguntas sonaron a reproche. Clavó sus ojos en los ajenos y sostuvo la barbilla en lo alto, a la espera de una posible replica. Pero aunque por la cabecita de Ninel hubiese cruzado la idea de responder a eso, él no se lo permitiría—. Ten cuidado con lo que dices y cómo lo dices, Ninel. Es cierto que te he permitido gozar de ciertos privilegios, pero no olvides quién soy yo.
Dragos habló con autoridad, pero su repentina irritación y toda su voluntad comenzaron a desvanecerse cuando bajó la mirada y observó a detalle aquellas piernas desnudas de Ninel. En esa despreocupada posición, la indudable sensualidad de su cuerpo se hacía más que evidente. La conocía tan bien, que imaginarla completamente desnuda le resultaba facilísimo. De pronto, la idea de quitarle el delgado camisón que llevaba encima, deslizar sus frías manos por sus perfectas curvas de mujer y saborear la calidez de su piel, fue demasiado tentador. La imagen de su último encuentro sexual llegó a la mente del vampiro mientras delineaba a conciencia y en silencio su bien formado trasero. Había pasado casi un mes, pero aún podía recordarla, aprisionada bajo su cuerpo, con la respiración entrecortada chocando contra su cuello, gimiendo de placer con cada embestida. Dragos, que estaba cansado de ser rechazado y humillado, y que por consecuencia se sentía gravemente necesitado de una hembra, sintió cierta tensión en la entrepierna. Seducido por la tentación se acercó a ella, entornando sus brillantes ojos de peligrosa mirada.
—Ninel Shostakova —pronunció de forma lenta y sugerente—. Cuando te conocí apenas te atrevías a mirarme a los ojos, la voz te salía en forma de murmullo y mi presencia te ponía tan nerviosa que comenzabas a transpirar de pura ansiedad. Ahora irrumpes en mis aposentos cuando lo crees conveniente, te recuestas en mi sofá sin mi permiso y me das una opinión que no te ha sido requerida. Has cambiado. Te has convertido en una mujer audaz. Y honestamente, no sé a quién prefiero, si a la vieja Ninel o a la que ahora contemplo. No podría decidirme.
Ella no se movió, pero Dragos avanzó lo suficiente y la sorprendió tomándola del talle. La alzó a la altura de su rostro y apenas fue capaz de contener sus ganas, las ansías de hacerle el amor, cruda e insaciablemente, como ansiaba poseer a Amanda, fueron más que evidentes. A esos extremos llegaba su obsesión por ella.
—¿Es cierto que sólo has venido a hacerme compañía? ¿Por qué no me dices qué es lo que verdaderamente estás buscando, Ninel? —cuestionó de forma insinuante. Con qué facilidad la había seducido hasta arrastrarla a su cama otras veces. ¿En esta ocasión ocurriría igual?
Dragos Vilhjálmur- Vampiro Clase Media
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Re: Bloody Kisses | Privado
el enojo en las palabras de Dragos, no la asustó, tal vez antes lo haría, pero ahora, tras años de una relación en que le había entregado mas que su cuerpo o su sangre, ella se sentía mas unida a él, que muchas de las mujer que pudieran haber cobijado entre sus brazos, al hombre que la contemplaba con un dejo de reprocho. ¿Que sentía por él? fuera de la desilusión de verlo cada vez mas cerca de aquella mujer que ademas de su rival, era su reina. Si lo sabía muy bien, un cariño inmenso, un dolor que no se podría terminar con el solo hecho de huir de aquel castillo.
Le observó acercarse, como un temible felino, dispuesto a devorar su presa, todo su cuerpo tembló al ver aquel color tan particular en sus orbes. Era verdad, hacía tiempo que no era la misma, que se había vuelto audaz, sensual y segura, pero él era el único culpable, porque le dotó de un caracter, que sin él, jamás hubiera desarrollado. Los pasos del vampiro se acercaron, acortando la distancia, hasta que en un rápido movimiento, la tomó de la cintura, atrayéndola hacia él, pegando su cuerpo al del sobrenatural. Su corazón se aceleró, su respiración comenzó a ser mas corta, al tiempo que su cuerpo y su espíritu lo deseaba y necesitaban. Su mirada se clavó en los orbes de mirada purpurea, un suspiro ahogó en su garganta, mientras sus manos acariciaron, con la delicadeza de alas de mariposas los fuertes hombros de su señor.
¿que quería? ¿que deseaba? ¿que había ido a buscar? a él, ¿acaso no era obvio? lo necesitaba, como también, la sangre que él le entregaba. Si, era su esclava, pero no solo de sangre, era su amo, su amante, y su único hombre. ¿era tan difícil de entender que necesitaba sentir las caricias y los besos que tan generosamente le había entregado en el pasado?
No, no lloraría, aunque la mezcla de emociones la hacían vulnerable, convirtiéndola en lo que había sido,- hasta que Amanda apareciera en sus vidas- su mujer, su concubina, su hembra. Mas ahora, no era nada y simplemente, se sentía devastada. Bajó la mirada, aunque ésta quedó prendada de los labios que tan cerca de los suyos, sonreían maliciosos, - sabes muy bien, a qué he venido... - levantó la mirada, que ésta vez mostraba un leve atisbo de su desesperación - por ti - susurró en los labios del vampiro.
Le observó acercarse, como un temible felino, dispuesto a devorar su presa, todo su cuerpo tembló al ver aquel color tan particular en sus orbes. Era verdad, hacía tiempo que no era la misma, que se había vuelto audaz, sensual y segura, pero él era el único culpable, porque le dotó de un caracter, que sin él, jamás hubiera desarrollado. Los pasos del vampiro se acercaron, acortando la distancia, hasta que en un rápido movimiento, la tomó de la cintura, atrayéndola hacia él, pegando su cuerpo al del sobrenatural. Su corazón se aceleró, su respiración comenzó a ser mas corta, al tiempo que su cuerpo y su espíritu lo deseaba y necesitaban. Su mirada se clavó en los orbes de mirada purpurea, un suspiro ahogó en su garganta, mientras sus manos acariciaron, con la delicadeza de alas de mariposas los fuertes hombros de su señor.
¿que quería? ¿que deseaba? ¿que había ido a buscar? a él, ¿acaso no era obvio? lo necesitaba, como también, la sangre que él le entregaba. Si, era su esclava, pero no solo de sangre, era su amo, su amante, y su único hombre. ¿era tan difícil de entender que necesitaba sentir las caricias y los besos que tan generosamente le había entregado en el pasado?
No, no lloraría, aunque la mezcla de emociones la hacían vulnerable, convirtiéndola en lo que había sido,- hasta que Amanda apareciera en sus vidas- su mujer, su concubina, su hembra. Mas ahora, no era nada y simplemente, se sentía devastada. Bajó la mirada, aunque ésta quedó prendada de los labios que tan cerca de los suyos, sonreían maliciosos, - sabes muy bien, a qué he venido... - levantó la mirada, que ésta vez mostraba un leve atisbo de su desesperación - por ti - susurró en los labios del vampiro.
Charlize De Nantes- Humano Clase Alta
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Re: Bloody Kisses | Privado
Para Dragos fue suficiente mirarla, observándolo fijamente y con concentrada intensidad y deseo. Entonces, tal y como había imaginado apenas minutos atrás, colocó sus dedos sobre el borde de la bata, deshizo el único nudo que la mantenía en su lugar, y ésta se deslizó hasta tocar el piso. Ninel quedó completamente desnuda ante él, y como si se tratara de la primera vez, él la contempló como queriendo estudiarla. Era preciosa y absolutamente deseable, pero no fue hasta que ahuecó y masajeó los perfectos pechos de mujer con sus manos, palpando su suavidad y calidez, que se dio cuenta de lo mucho que necesitaba entrar en ella.
Gruñó de deseo cuando se acercó y la besó, de una manera tan intensa y profunda, como si en verdad quisiera devorarla allí mismo. Dragos atrajo el cuerpo de Ninel hacía sí y sintió sus pechos apretándose contra su torso de piedra. Otras veces la había acariciado hasta lograr empaparla, pero esa noche se sentía demasiado ansioso como para tomarse las cosas con calma. De un segundo a otro, la bestia que vivía en su interior, emergió y tomó el control. La cogió esta vez de las caderas hasta alzarla y con pericia se deslizó al enorme sofá, donde la acomodó. Ella permaneció recostada, con las piernas ligeramente separadas, brindándole a su amante una visión demasiado perfecta de su hendidura rosada. Dragos sintió que no podía más y en un arrebato de necesidad casi se arrancó la ropa que llevaba puesta. Cuando estuvo libre de obstáculos, se unió a ella. Volvió a besarla con pasión y le separó las piernas, haciéndose espacio entre ellas. Estaba allí, justo donde quería y ansiaba estar, sólo tenía que empujar un poco para entrar en ella. Ninel quería ser suya. Pero cometió el grave error de alzar la vista y mirarla a los ojos.
Dragos se congeló. Y mientras permanecía pasmado, como si de pronto hubiera olvidado qué hacer o dónde se encontraba, recordó las explícitas palabras de Amanda. Las estúpidas condiciones previas a su matrimonio. Nada de sexo con otras mujeres, había dicho; ella debía ser la única o jamás lograría recuperarla. Dragos fue consciente de que con cada mujer que durmiera, se alejaría cada vez más de quien realmente era su objetivo, e increíblemente desistió de lo que estaba a punto de ocurrir. Gruñó, ésta vez de pura rabia e impotencia, y se alejó bruscamente de Ninel. Permaneció de espaldas, sentado en la orilla del sofá, sintiéndose un completo imbécil. No podía creer que eso estuviera ocurriendo, era humillante, pero más inconcebible aún era que él lo estuviera permitiendo y que otros lo presenciaran.
Con la intención de deshacerse de su presencia cuanto antes, con los colmillos mordió su propia muñeca, provocándose un corte no demasiado profundo. La sangre comenzó a derramarse sobre el sofá.
—Bebe, Ninel. Toma lo que necesitas y lárgate —le dijo con un tono duro, pero también pesimista, ofreciéndole la muñeca ensangrentada—. No te quiero ver aquí ni rondando mi dormitorio. Eres una tentación demasiado grande y no estoy seguro de poder resistirla.
Gruñó de deseo cuando se acercó y la besó, de una manera tan intensa y profunda, como si en verdad quisiera devorarla allí mismo. Dragos atrajo el cuerpo de Ninel hacía sí y sintió sus pechos apretándose contra su torso de piedra. Otras veces la había acariciado hasta lograr empaparla, pero esa noche se sentía demasiado ansioso como para tomarse las cosas con calma. De un segundo a otro, la bestia que vivía en su interior, emergió y tomó el control. La cogió esta vez de las caderas hasta alzarla y con pericia se deslizó al enorme sofá, donde la acomodó. Ella permaneció recostada, con las piernas ligeramente separadas, brindándole a su amante una visión demasiado perfecta de su hendidura rosada. Dragos sintió que no podía más y en un arrebato de necesidad casi se arrancó la ropa que llevaba puesta. Cuando estuvo libre de obstáculos, se unió a ella. Volvió a besarla con pasión y le separó las piernas, haciéndose espacio entre ellas. Estaba allí, justo donde quería y ansiaba estar, sólo tenía que empujar un poco para entrar en ella. Ninel quería ser suya. Pero cometió el grave error de alzar la vista y mirarla a los ojos.
Dragos se congeló. Y mientras permanecía pasmado, como si de pronto hubiera olvidado qué hacer o dónde se encontraba, recordó las explícitas palabras de Amanda. Las estúpidas condiciones previas a su matrimonio. Nada de sexo con otras mujeres, había dicho; ella debía ser la única o jamás lograría recuperarla. Dragos fue consciente de que con cada mujer que durmiera, se alejaría cada vez más de quien realmente era su objetivo, e increíblemente desistió de lo que estaba a punto de ocurrir. Gruñó, ésta vez de pura rabia e impotencia, y se alejó bruscamente de Ninel. Permaneció de espaldas, sentado en la orilla del sofá, sintiéndose un completo imbécil. No podía creer que eso estuviera ocurriendo, era humillante, pero más inconcebible aún era que él lo estuviera permitiendo y que otros lo presenciaran.
Con la intención de deshacerse de su presencia cuanto antes, con los colmillos mordió su propia muñeca, provocándose un corte no demasiado profundo. La sangre comenzó a derramarse sobre el sofá.
—Bebe, Ninel. Toma lo que necesitas y lárgate —le dijo con un tono duro, pero también pesimista, ofreciéndole la muñeca ensangrentada—. No te quiero ver aquí ni rondando mi dormitorio. Eres una tentación demasiado grande y no estoy seguro de poder resistirla.
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Re: Bloody Kisses | Privado
La sensación de frío, recorrió su vientre, cuando los expertos dedos de Dragos, deshicieron el nudo que mantenía oculta su desnudez. Su piel se erizó, en el instante en que el genero cayó pesadamente al suelo. La clara mirada de la esclava, buscó con desesperación la de su rey, entornó sus parpados al disfrutar de las caricias, esas que generosas recorrían sus pechos, suspiró y tembló cuando posesivo Dragos la atrapó entre sus brazos, para luego acostarla en el sofá. Se acomodó sensual en la suave superficie, mientras contemplaba a su amante despojarse de las prendas que le impedían unirse a ella.
Mantuvo la respiración cuando con un poco de brusquedad, él, separó sus torneadas piernas, para colocarse entre ellas, dejó que sus latidos se desbocaran al poder sentir como su amo la deseaba, como el primer día que se apoderó de su inocencia y su virginidad. Él la había convertido en una excelente amante, solo para satisfacer sus apetitos. Mas la pobre tonta se había enamorado, y hasta creído que muy en el fondo, Dragos la amaba. Sus manos acariciaron los musculosos brazos del rey, su torso aguerrido, hasta subir por su cuello y acunar el rostro, - ¿acaso ya no me deseas? - caviló, ante la manera abrupta en que se detuvo, sus sexos se acariciaban, Ninel hubiera podido mover sus caderas y cubrir con su cuerpo el miembro erecto de su amo, mas no pudo, el brillo en los ojos que tanto había amado y deseado, le gritaban que no podía. La manera en que se alejó de ella, quedándose a un lado, ensimismado, masticando una rabia que ella no podía comprender del todo, la hicieron apretar la mandíbula. Sus orbes se cubrieron de lagrimas, sus pestañas húmedas, se negaban a dejar que la tormenta emergiera.
Inspiró profundamente, intentando mantener la calma, una misión tan difícil, como caminar por la superficie helada y frágil, de un lago congelado. Incorporó su espalda, sentándose en sus piernas, sus manos volvieron a buscar la espalda y el cuello de su amante, mas verle morderse la muñeca, extender el brazo, ofreciéndole su sangre para que ella se alimentara, indicándole que lo dejara luego solo, fue demasiado para ella. Una increíble sensación de asco la recorrió, se sintió desnuda, ultrajada, ¿que era lo que él pretendía?
Con un audaz y ligero empujón, apartó el alimento que él le ofrecía, - no quiero nada de vos, podéis dejar vuestra maldita sangre a su reina - dijo mientras como si le hubieran tirado aceite hirviendo se levantó del sofá y corrió desnuda hasta la puerta del salón. ¿Los sirvientes la podrían descubrir saliendo con esas fachas del lugar donde se encontraba el rey?, si, ¿habrían dicho algo?, no, claro que no, bien sabían que debían comportarse como sombras y no levantar la ira de su terrible amo.
Tomó con sus delicadas manos el picaporte, su sollozo silencioso, le hacía temblar, intentó calmarse, mordió su labio inferior, inspiró, buscando el aire necesario para hablar, - no se preocupe... majestad - dijo entre dientes arrastrando las silabas al referirse a la realeza del vampiro, - ya no tendrá que volver a alimentarme, ni tolerar mi presencia -.
Mantuvo la respiración cuando con un poco de brusquedad, él, separó sus torneadas piernas, para colocarse entre ellas, dejó que sus latidos se desbocaran al poder sentir como su amo la deseaba, como el primer día que se apoderó de su inocencia y su virginidad. Él la había convertido en una excelente amante, solo para satisfacer sus apetitos. Mas la pobre tonta se había enamorado, y hasta creído que muy en el fondo, Dragos la amaba. Sus manos acariciaron los musculosos brazos del rey, su torso aguerrido, hasta subir por su cuello y acunar el rostro, - ¿acaso ya no me deseas? - caviló, ante la manera abrupta en que se detuvo, sus sexos se acariciaban, Ninel hubiera podido mover sus caderas y cubrir con su cuerpo el miembro erecto de su amo, mas no pudo, el brillo en los ojos que tanto había amado y deseado, le gritaban que no podía. La manera en que se alejó de ella, quedándose a un lado, ensimismado, masticando una rabia que ella no podía comprender del todo, la hicieron apretar la mandíbula. Sus orbes se cubrieron de lagrimas, sus pestañas húmedas, se negaban a dejar que la tormenta emergiera.
Inspiró profundamente, intentando mantener la calma, una misión tan difícil, como caminar por la superficie helada y frágil, de un lago congelado. Incorporó su espalda, sentándose en sus piernas, sus manos volvieron a buscar la espalda y el cuello de su amante, mas verle morderse la muñeca, extender el brazo, ofreciéndole su sangre para que ella se alimentara, indicándole que lo dejara luego solo, fue demasiado para ella. Una increíble sensación de asco la recorrió, se sintió desnuda, ultrajada, ¿que era lo que él pretendía?
Con un audaz y ligero empujón, apartó el alimento que él le ofrecía, - no quiero nada de vos, podéis dejar vuestra maldita sangre a su reina - dijo mientras como si le hubieran tirado aceite hirviendo se levantó del sofá y corrió desnuda hasta la puerta del salón. ¿Los sirvientes la podrían descubrir saliendo con esas fachas del lugar donde se encontraba el rey?, si, ¿habrían dicho algo?, no, claro que no, bien sabían que debían comportarse como sombras y no levantar la ira de su terrible amo.
Tomó con sus delicadas manos el picaporte, su sollozo silencioso, le hacía temblar, intentó calmarse, mordió su labio inferior, inspiró, buscando el aire necesario para hablar, - no se preocupe... majestad - dijo entre dientes arrastrando las silabas al referirse a la realeza del vampiro, - ya no tendrá que volver a alimentarme, ni tolerar mi presencia -.
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Re: Bloody Kisses | Privado
Rechazaba su sangre. Ésta manaba de su muñeca, como oro líquido; dulce y poderosa… y se desperdiciaba. Para un domitor, en especial para uno tan irascible como él, eso era un insulto. Su gesto no tardó en endurecerse, demostrando que las palabras de su amante le ofendían. Se levantó y en menos de un segundo estuvo junto a ella. Desnudo, como aún permanecía, la sujetó de los hombros toscamente. No le permitiría abandonar aquella habitación, no sin antes escuchar lo que tenía para decirle. Su ofensa no llegaría más lejos.
—Presta atención, Ninel Shostakova —pronunció arrastrando las palabras con fiereza. La había colocado contra la pared e inclinaba amenazadoramente su cabeza, muy por encima de la de Ninel—. Me perteneces. No lo repetiré otra vez. Eres mía, ahora y para siempre.
Era el tipo de hombre posesivo que siempre esperaba sumisión, y que alguien se le revelara de aquel modo, que dos mujeres lo hicieran en el mismo día, bajo en mismo techo e ignorando por completo el poder que él ejercía sobre esas tierras, era demasiado. Realmente lo ponía de mal humor.
—Qué estúpida has sido si creíste que podías darte el lujo de abandonarme cuando te diera la gana. ¿Eso pensabas? —y por la actitud que la joven acababa de mostrar ante él, no le fue difícil deducir que eso, justamente, era lo que había cruzado por su loca cabecita. Había sido muy ingenua, demasiado tonta, al albergar esperanzas ante un hecho tan imposible—. ¿Acaso ya olvidaste quién soy yo? Yo soy la autoridad. Como tu rey, me debes lealtad y estás permanentemente a mi servicio. Tu vida, ya no es tuya, querida.
Ninel contuvo la respiración, Dragos fue capaz de notarlo. ¿Le temía? Porque él le estaba dando motivos suficientes para hacerlo. Era un hombre corpulento, de anchos hombros y enormes brazos. Sus manos, que eran toscas y ásperas, se adherían poderosamente sobre los hombros femeninos. No le hacía daño, pero se aseguraba de que la mujer estuviera plenamente consciente de la enorme diferencia que existía entre ellos. Hasta ese momento, él había sido gentil con ella, pero no debía olvidar que bastaba un simple movimiento para partirla en dos.
—¿Tienes miedo? —cuestionó, pero no le dio tiempo de responder—. Deberías tenerlo. Aún no has conocido al verdadero Dragoslav Vilhjálmur, pero de continuar así, con esa actitud tan poco conveniente, ese día llegará. Entonces, verás de lo que soy capaz.
Una vez que hubo terminado su amenaza, la soltó y se alejó de ella. En todos los sentidos, le daba la espalda.
—Ahora puedes estar segura de que quiero que te esfumes de mi vista. Es una orden.
—Presta atención, Ninel Shostakova —pronunció arrastrando las palabras con fiereza. La había colocado contra la pared e inclinaba amenazadoramente su cabeza, muy por encima de la de Ninel—. Me perteneces. No lo repetiré otra vez. Eres mía, ahora y para siempre.
Era el tipo de hombre posesivo que siempre esperaba sumisión, y que alguien se le revelara de aquel modo, que dos mujeres lo hicieran en el mismo día, bajo en mismo techo e ignorando por completo el poder que él ejercía sobre esas tierras, era demasiado. Realmente lo ponía de mal humor.
—Qué estúpida has sido si creíste que podías darte el lujo de abandonarme cuando te diera la gana. ¿Eso pensabas? —y por la actitud que la joven acababa de mostrar ante él, no le fue difícil deducir que eso, justamente, era lo que había cruzado por su loca cabecita. Había sido muy ingenua, demasiado tonta, al albergar esperanzas ante un hecho tan imposible—. ¿Acaso ya olvidaste quién soy yo? Yo soy la autoridad. Como tu rey, me debes lealtad y estás permanentemente a mi servicio. Tu vida, ya no es tuya, querida.
Ninel contuvo la respiración, Dragos fue capaz de notarlo. ¿Le temía? Porque él le estaba dando motivos suficientes para hacerlo. Era un hombre corpulento, de anchos hombros y enormes brazos. Sus manos, que eran toscas y ásperas, se adherían poderosamente sobre los hombros femeninos. No le hacía daño, pero se aseguraba de que la mujer estuviera plenamente consciente de la enorme diferencia que existía entre ellos. Hasta ese momento, él había sido gentil con ella, pero no debía olvidar que bastaba un simple movimiento para partirla en dos.
—¿Tienes miedo? —cuestionó, pero no le dio tiempo de responder—. Deberías tenerlo. Aún no has conocido al verdadero Dragoslav Vilhjálmur, pero de continuar así, con esa actitud tan poco conveniente, ese día llegará. Entonces, verás de lo que soy capaz.
Una vez que hubo terminado su amenaza, la soltó y se alejó de ella. En todos los sentidos, le daba la espalda.
—Ahora puedes estar segura de que quiero que te esfumes de mi vista. Es una orden.
Dragos Vilhjálmur- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 09/09/2011
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Bloody Kisses | Privado
¿Que irracional pensamiento, se había apoderado de su angustiada y confundida cabeza, unos pocos segundos atrás? ¿Como podía haber olvidado que, aquel hombre, Dragos, a quien amaba, y por quien daría la vida si fuera necesario, no solo era su rey, sino también, el amor de su alma, ese ser por el que entregaría su vida, si tan solo con eso lograra salvar la de su monarca, era el mismo que no dudaría en matarla sin el mas mínimo sentimiento de culpa, solo por desobedecerle?
Cerró los ojos angustiada y temblando de pavor, cuando las poderosas manos de Dragos se posaron en sus delicados hombros. La apretó contra la pared, como si de un pequeño insecto se tratase, y aunque no la hirió, jugaba con ella, como un niño, al cazar una luciérnaga. En ningún momento levantó la vista, demasiado bien sabía que no era el momento, para unir sus miradas, bien sabía que aquellos orbes, centellarían furia, esos labios poseerían un rictus amenazador y las venas del cuello se marcarían de forma sobrenatural. Prefirió mantener su mirada hacia el suelo, aunque lo que contemplaba no fuera exactamente el frío piso de mármol, sino el atlético y marcado cuerpo del vampiro. Volvió a cerrar sus ojos, no deseaba verle, no quería que pudiera notar en su mirada, el dolor de sentirse despreciada, aunque bien sabía que a él, poco y nada le importaría, solo era una amante mas, un juguete que podía olvidar si se lo proponía.
Escuchó cada una de sus palabras, cada amenaza y sus piernas flaquearon, si no fuera porque él la mantenía en vilo, hubiera caído al suelo, por el terror que él le infundía en esos momentos. ¿porque? quería preguntarle, ¿porqué se empeñaba en mantenerla allí, en ese palacio, cuando la sometía a desplantes como el que recién debió soportar? el llanto bañaba sus mejillas, mojando su cuello y sus pechos. Cuando él terminó de amenazarla, la soltó, haciendo que lentamente resbalara, su espalda desnuda por el suelo, quedó sentada, como si se tratase de una muñeca de trapo, sus cabellos negros, sueltos, le cubrían como un manto, su pálida desnudez.
Cuando su corazón dejó de latir con tanta desesperación, levantó su mirada, cargada de dolor y tristeza, - Si, mi señor... se bien que es el dueño de mi vida o mi muerte... de mi... - susurró, con la voz quebrada por el sufrimiento de su corazón, - usted es el único que ha existido para mi, pero, no puedo acostumbrarme a sus desprecios, a que me olvide - caviló, quería gritarle, deseaba decirle aquella verdad a voz en cuello, pero, hubiera sido en vano, bien sabía, ella, que Dragos conocía sus sentimientos hacia él, pero que aún así los despreciaba.
Se levantó con dificultad, le dolían los hombros, caminó hacia la puerta, sin volver a mirarlo, sin buscar su ropa, solo deseaba salir de allí, o que él la poseyera, que calmara su dolor con besos y pasión, pero eso ya era imposible, solo quería olvidar, caer rendida en su lecho y rogar por que la muerte visitara sus sueños.
Cerró los ojos angustiada y temblando de pavor, cuando las poderosas manos de Dragos se posaron en sus delicados hombros. La apretó contra la pared, como si de un pequeño insecto se tratase, y aunque no la hirió, jugaba con ella, como un niño, al cazar una luciérnaga. En ningún momento levantó la vista, demasiado bien sabía que no era el momento, para unir sus miradas, bien sabía que aquellos orbes, centellarían furia, esos labios poseerían un rictus amenazador y las venas del cuello se marcarían de forma sobrenatural. Prefirió mantener su mirada hacia el suelo, aunque lo que contemplaba no fuera exactamente el frío piso de mármol, sino el atlético y marcado cuerpo del vampiro. Volvió a cerrar sus ojos, no deseaba verle, no quería que pudiera notar en su mirada, el dolor de sentirse despreciada, aunque bien sabía que a él, poco y nada le importaría, solo era una amante mas, un juguete que podía olvidar si se lo proponía.
Escuchó cada una de sus palabras, cada amenaza y sus piernas flaquearon, si no fuera porque él la mantenía en vilo, hubiera caído al suelo, por el terror que él le infundía en esos momentos. ¿porque? quería preguntarle, ¿porqué se empeñaba en mantenerla allí, en ese palacio, cuando la sometía a desplantes como el que recién debió soportar? el llanto bañaba sus mejillas, mojando su cuello y sus pechos. Cuando él terminó de amenazarla, la soltó, haciendo que lentamente resbalara, su espalda desnuda por el suelo, quedó sentada, como si se tratase de una muñeca de trapo, sus cabellos negros, sueltos, le cubrían como un manto, su pálida desnudez.
Cuando su corazón dejó de latir con tanta desesperación, levantó su mirada, cargada de dolor y tristeza, - Si, mi señor... se bien que es el dueño de mi vida o mi muerte... de mi... - susurró, con la voz quebrada por el sufrimiento de su corazón, - usted es el único que ha existido para mi, pero, no puedo acostumbrarme a sus desprecios, a que me olvide - caviló, quería gritarle, deseaba decirle aquella verdad a voz en cuello, pero, hubiera sido en vano, bien sabía, ella, que Dragos conocía sus sentimientos hacia él, pero que aún así los despreciaba.
Se levantó con dificultad, le dolían los hombros, caminó hacia la puerta, sin volver a mirarlo, sin buscar su ropa, solo deseaba salir de allí, o que él la poseyera, que calmara su dolor con besos y pasión, pero eso ya era imposible, solo quería olvidar, caer rendida en su lecho y rogar por que la muerte visitara sus sueños.
Charlize De Nantes- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/07/2015
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