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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Leif Paine Vie Oct 06, 2017 1:30 pm


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El día que durante toda su existencia había estado evitando finalmente llegó. Y no podía sentirse más lleno de dicha, pues era un día que compartiría con la única mujer a la que amaba y amaría hasta el fin de sus días. Certeza tan segura como que la muerte nos aguarda a todos por igual. La había elegido a ella y no a otra por encima de las demás por su indomable espíritu, su belleza natural y la fortaleza innata que no le permitía doblegarse ante nadie. Desafortunado sea aquel que no toma la oportunidad cuando se le presenta eran tal vez las palabras más sabias que su padre jamás habría dicho, aunque no fueran por ese camino. Aletheia había sido la oportunidad entre un millón de lograr ser al fin feliz, algo que hasta entonces solo consideraba simples patrañas de la alta sociedad, tan aburrida e insaciable que se inventaba palabras a la hora del té. Pero ahí estaba, esperando junto a sus hijos bajo un arco de flores a que su reina amazona apareciera para unir sus vidas a ojos de todos.

En contra de sus deseos -aunque no era del todo un sacrificio- terminó vistiéndose adecuadamente para el evento, usando algo mejor que su cuero y pieles como habitualmente hacía. La desnudez parcial había sido descartada desde el primer momento que salió el tema junto a Aletheia, de modo que se decantó por hacer aflorar un poco sus raíces. Era escocés, había nacido en las Highlands, y una vez dejó el océano a un lado y debía adaptarse a la tierra, qué mejor que hacerlo realzando sus orígenes. Tanto él como sus hijos vistieron kilt marrón, camisa y chaqueta. Como capitán que fue, se enfundó también la espada para destacar como la bruja destacaría usando su vestido blanco. Se negó a atarse el cabello, que caía en cascada por sus hombros, perdiéndose entre la barba que pocas veces, o más bien nunca, se afeitaba. Lo que los presentes no sabían, aunque quienes lo conocieran podían imaginarlo, es que bajo esa falda de tartán marrón no llevaba nada más. Y lo cómodo que iba no tenía precio, algo que incluso sus hijos comentaron unos minutos antes. Al parecer, el kilt iba a convertirse en una prenda típica en aquella manada.

La decoración del lugar la dejó en manos de su hembra, después de todo ese día era más por ella que por él. Leif, con una sencilla unión íntima bajo el amparo de los dioses celtas tenía más que suficiente, pero no le costaba nada tener contenta a la bruja con un evento algo más grande. En su opinión, la boda era una simple tradición para los invitados, pues él ya llevaba tiempo teniendo por seguro que Aletheia era su mujer, su compañera, la dueña de sus noches. Por ese mismo motivo no estaba nervioso ni especialmente emocionado. De hecho, estaba deseando que terminara la ceremonia para sentarse a comer y beber, poder quitarse chaqueta y camisa, meterle mano a su mujer y, tal vez, dar algún discurso. Mientras, seguía esperando paciente escuchando a su tripulación tocando como solo ellos sabían hacerlo.

Música:

Sus hombres, aquellos que le seguían desde el mismo día que se subieron con él al Warrior. Eran la definición perfecta de lealtad, pues incluso después de abandonar el puesto como capitán seguían fieles a él. Hombres fuertes y valientes, muchos de ellos escoceses también, que no dudaron ni un momento en ponerse de su lado cuando decidió traicionar a su padre. Otro tipo de lealtad que había conocido era la de su familia. Sus hijos, su hija, los que se unieron a aquella cruzada en el bosque para revelarse contra la Inquisición. Amigos, concepto que hasta entonces no había siquiera sugerido. Era sorprendente cómo la vida de uno podía dar tal giro.

Sí, la vida tenía cosas maravillosas por las que merecía la pena seguir viviendo.

La música dio un giro, frenando los tambores, y al alzar la mirada se enamoró una vez más de la mujer que estaba caminando hacia él. El momento había llegado.
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Mensaje por Aletheia Brutus Vie Oct 06, 2017 2:39 pm

La noche anterior había dormido bien. Una infusión de hierbas le había ayudado a ello. Porque de otro modo no habría conseguido pegar ojo, pero... ¿qué mujer lo hacía la noche antes de su boda?

A pesar de que llevaba ya algunas semanas viviendo en el bosque, los últimos días había vuelto a su casa de París. Sus padres y sus hermanos llegaron dos noches antes de la boda, para acompañarla y ayudarla en los últimos preparativos.

Su padre le había regalado el vestido. El segundo que compraba para ella y esperaba que esta vez nada le impidiera lucirlo. No había estado muy de acuerdo en la elección, porque para su gusto era un poco atrevido, ya que los encajes y gasas dejaban entrever la silueta de su cuerpo. Una sutil sombra bajo la tela que dibujaba la piel que cubrían. Pero apenas la vio ponérselo, supo que era el vestido perfecto para su hija. De hechura sencilla, vaporoso, que abrazaba las curvas de su cuerpo y disimulaba la que, de no existir aquella boda, podria suponer una vergüenza a los ojos críticos de la clase alta francesa, de la que su pequeña parecía dispuesta a desvincularse definitivamente por ese pirata.
Una parte de Armand hubiera preferido un matrimonio más adecuado para su hija, su princesa. Pero otra parte de él sabía que era ese hombre el que la haría feliz. Y sólo por eso ya era el mejor candidato.

La boda, pequeña e íntima, con la presencia exclusiva de las dos familias y grupo muy bien seleccionado de amigos, se celebraría en el bosque, por capricho de la novia, que quería honrar a la naturaleza antes que al Dios cristiano. Había sido educada en su fe, pero sus poderes le habían cambiado la visión del mundo. En un acontecimiento tan importante como su boda, quería ser exactamente lo que era. Una bruja.

Y quería que Leif fuera exactamente lo que era. Un lobo. Así que el bosque era el lugar perfecto para celebrar su unión. Habían construido un arco con guirnaldas de flores y colocado bancos para los invitados. La comida y la bebida estaban allí mismo, junto al claro donde iban a enlazarse.

Esa mañana Aletheia se levantó y bañó a conciencia, con aquel aceite que dejaba en su piel un muy sutil aroma a flores, sin cubrir el olor propio de su piel. No para olfatos tan privilegiados como los de los lobos. Se lavó el pelo y dejó que sus rizos cobraran forma. Dudó si recogerse o no la melena, pero al mirarse en el espejo, con el vestido ya puesto, decidió que debía ir libre.
Se alegró de haber dormido aquellos últimos días en París. Así el vestido sería una sorpresa para todos.

La hechicera y sus padres llegaron hasta donde pudieron en el coche de caballos, que quedó al final del claro, entre los árboles. Sus hermanos lo escoltaban a caballo. Ambos de uniforme, igual que su padre, la ocasión lo merecía.
Desmontaron y esperaron a que su padre bajara el primero. Tras él, su madre. Y por último Aletheia.

Armand la besó en la frente, con emoción contenida.
-Estás preciosa, mi niña. Y yo estoy tan orgulloso de ti. Ese Paine es un tipo con suerte.
Aletheia sonrió, feliz, como llevaba sonriendo todo el día. Y caminó junto a su padre, hacia Leif.

Qué guapo estaba. Más incluso que con esa apariencia de pirata bravucón y arrogante de la que se había enamorado. Le sonrió en la distancia que todavía les separaba y que se iba acortando poco a poco. Iba a echarse a llorar de felicidad.

Al llegar junto a Leif, Armand Brutus tomó la palabra.
-Hoy te entrego mi mayor tesoro, Leif. Sólo te pido que la cuides y la hagas feliz.
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Mensaje por Xaryne Ackerman Dom Oct 08, 2017 7:20 pm

Después de su boda los días habían pasado entre besos, sábanas, risas y ella. Elora.
Esa mujer que, de algún modo y por mediación de dioses en los que nunca había creído, le había dado el sí quiero en el altar. Y ante los ojos de aquellos mismos dioses habían sellado sus almas para siempre. Ni siquiera la muerte podría separarlas, algo que de alguna manera siempre les había inquietado. Y más después de las visiones de Elora, donde habían descubierto que la vida sin una de las dos, separadas de cualquier manera, resultaba tan impensable como que Xaryne dejara algún día de amar profundamente a aquella bruja de lengua viperina. Precisamente fue esa lengua y sus "malas" artes las que la habían traído hoy a ese lugar. La boda del padre de Elora con la bruja blanca Aletheia Brutus.

Xaryne siempre había odiado las bodas, aunque era más toda la parafernalia que se montaba en torno a ellas. En la suya había dejado que Elora se encargara de todo, el banquete, la decoración... ella hubiera preferido un ritual arcano cen el bosque, solas ella y la bruja, pero Elora era muy familiar y hacía poco que había recuperado a su padre y hermanos, por lo que le dejó vía libre. La cazadora bastante había tenido con mantener las katanas dentro de sus fundas teniendo cerca al psicópata de su hermano. Aún esperaba el golpe de Stein, que misteriosamente seguía sin llegar y que disimulaba lanzándole pullas a su nueva mujer, Aveline Blackmore.

De alguna manera, la cazadora alemana había pasado de ser una loba solitaria a tener familia numerosa. Seguía sin acostumbrarse a tener a tanto licántropo cerca en calidad de aliado. La única relación que había tenido con ellos provenía desde el filo de su espada, usualmente incrustada en sus tripas mientras se desangraban. Pero no, tenía que comportarse como había prometido a la bruja, ya que le tenía más miedo a la amenaza de mandarla a dormir fuera de su cuarto un mes que a los propios lobos. En fin, tendría que aguantarse.

Llegó cogida de la mano de su esposa al claro del bosque donde todo estaba perfectamente preparado. El hecho de que se celebrara en el bosque y no en una iglesia pegaba mucho con ambos, tanto por el lobo como por la hija de Freya. Hecho que agradó a Xaryne porque todo era algo menos informal de lo que se había imaginado. Relajó un poco su cuerpo, que se había tensado ante la cercanía de tanto hijo de la Luna. Elora le había obligado a no llevar las katanas a la boda. Pero no había dicho nada del cuchillo de ébano, que aguardaba bien afilado dentro de su bota y que esperaba no tener que usar.

Se acercaron al arco de flores y a punto estuvo de soltar una carcajada con sorna al ver a Leif con kilt y bien vestido de escocés, aunque pudo contenerse a tiempo. Eso sí que no se lo esperaba del rudo capitán. Se acercaron a saludarle, Aletheia aún no había llegado. La cazadora bajó un poco la cabeza en señal de saludo respetuoso después de mirarle de arriba a abajo intencionadamente para que se diera cuenta. Le encantaba meterse con el capitán y aunque todavía no se fiaba del todo, el amor que Elora le tenía era suficiente para que muy poco a poco fueran limando asperezas, aunque siempre era más fácil gruñirse entre ellos que admitir que el otro tampoco era tan malo. Dejó que Elora saludara a su padre y se sentaron en su sitio, en primera fila.

De pronto la música celta cambió y empezó a tocar más suave, señal de que la novia iba a llegar. Todos se levantaron y admiraron a Aletheia, espectacular con aquel vestido y aquella sonrisa que tan bien le quedaba, del brazo del que supuso que sería su padre. Respiró hondo al ver la expresión de Leif, completamente embobado y se guardó una sonrisa. Hoy iba a ser un gran día.
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Mensaje por Elora Paine Lun Oct 09, 2017 3:57 pm

Su segunda boda había sido un cuento de hadas, ya que la primera fue lo que fue: una farsa para vengarse de aquel cerdo y quedarse su fortuna. Cuando se unió a Xaryne para toda la eternidad, lo hizo sabiendo lo que hacía, deseándolo, soñando con ello y sus expectativas fueron superadas con creces al intervenir Leif, prestarles el Warrior, oficiar la ceremonia y pronunciar aquellas palabras que tenía guardadas a fuego.

Esa boda iba a ser distinta, porque la protagonista sería Aletheia, se lo merecía, se lo había ganado por aguantar el carácter difícil de Leif, y ella no pensaba intervenir, pero secretamente había hecho un ritual de bendiciones poniendo un poco de pelo del pirata y de la que sería pronto su esposa. Se merecían esa vida juntos, se merecían la oportunidad de encajar en el mundo a su manera, la que ellos quisieran y que a nadie tenía que importarle un pito. Se acercó a su padre, lo abrazó y después le arregló las greñas y la camisa.

Estás muy guapo padre, esa bruja tiene suerte y tú también de haberla encontrado. Estoy muy feliz por vosotros, esto será un nuevo comienzo.

Fue a sentarse con Xar y observó toda la ceremonia en silencio, emocionada, reviviendo sus propios sentimientos el día que le prometió a su mujer amarla para siempre, incluso más allá de la muerte. La familia de la novia no parecía echar cohetes, pero lo cierto es que le daba un poco igual, ella había roto todas las normas establecidas y le importaba un pito. Si les parecía que tener una hija bruja blanca casada con un pirata era algo malo, les podría invitar a tomar el té algun dia y que vieran que se podía ser bruja, oscura, loca, vengativa, caótica y estar casada con una mujer que era una asesina y embarazada de un licántropo caníbal. La ilusión de todo padre de la rancia sociedad.
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Mensaje por Leif Paine Lun Oct 23, 2017 11:14 am

Alzando una mano acalló el sonido de tambores cuando Aletheia y su padre llegaron junto a él. Tomó la mano de la mujer, mirándola de arriba a abajo sin poder evitarlo, pues aquellas transparencias clamaban a gritos que en cuanto se quedaran a solas le arrancaría el vestido. Ni ante la presencia de su padre, a quien miró después, contuvo la lujuria que brilló en sus ojos. - Nada hay en este mundo que fuera a lamentar más que no hacer feliz a esta mujer - la besó saltándose todo protocolo estipulado, porque después de todo era y siempre sería un pirata. No había reglas que no pudiera saltarse.

Acordaron que fuera su padre Armand quien oficiara la ceremonia. Como militante que había sido tenía el poder de hacerlo, y quien mejor que él para llevar a cabo aquella unión. A fin de cuentas, el pobre hombre había sabido de la noche a la mañana que su hija iba a casarse y que estaba embarazada, qué menos que darle aquel placer. Los oídos de Leif se hicieron sordos mientras empezaba el oficio, con las manos firmemente agarradas a las de la bruja solo tenía sentidos para ella.

El tañido lejano de la gaita llenó su propio corazón de dicha. Los recuerdos que aquel contacto con sus raíces traía, la presencia de su familia apoyándole, la idea de que finalmente su vida tenía pleno sentido... Aquella mezcla hizo que el poco hielo que quedaba en su corazón terminara de derretirse. Solo ella sería capaz de verlo, pero por un fugaz instante sus ojos brillaron como lo hacían cuando sentía la brisa salada chocando contra su rostro. El barco estaba zarpando y no podía llevar mejor tripulación consigo.

-Aquí ante todos te doy mi palabra, Aletheia, de que junto a mí nunca te faltará de nada. Eres el viento que impulsa mis velas, por eso en el día de hoy te entrego mi vida, en tus manos la pongo, pues sé del cierto que en ningún lugar estará más a salvo que contigo... - sonrió tras pronunciar sus votos. Los justos y necesarios sin perder la fuerza por la boca, sin alargar más aquella espera. Ansiaba besarla una vez más, pero era consciente que el padre aún tenía unas últimas palabras que decir antes de finalizar.

-Llegados aquí, solo me queda preguntar si alguno de los presentes tiene algo que objetar, que lo haga ahora o calle para siempre...

No supo de dónde vino. Ni siquiera sabía cómo no lo pudo prever. Estuvo tan centrado en ella, su estrella del norte, que el mundo exterior había desaparecido a lo largo de aquellos minutos. El tiempo se detuvo en el lapso de un segundo antes de que la paz que bañaba el claro estallara en mil pedazos con el atormentado grito de un moribundo. De entre los árboles, armados con espadas, un grupo de hombres de mar se abalanzaron hacia los invitados alcanzando a uno de ellos. El ataque era inesperado, confuso, nada de aquello parecía tener sentido hasta que la vio. Con sus abalorios y talismanes adornando su ya marchito cuerpo.

La Negra.

-Después de nuestra larga relación, me parece muy mal que no me hayas invitado, Capitán Paine... - su voz, tan agravada como la de cualquier marinero por el tabaco que nunca abandonaba sus labios, se hizo escuchar por encima del pánico que había cundido en la ceremonia. Gente corriendo, gente luchando.

Su gente.

La mirada del pirata se oscureció anunciando la tormenta que estaba por caer sobre la Negra. El pasado había elegido un muy mal día para llamar a su puerta. Sus intestinos se retorcieron por el odio que empezó a hervir en su interior. - Armand... - gruñó, su voz más de ultratumba que nunca, - llévate a tu familia de aquí... - y con ello se refería también a Aletheia. Lo que estaba por venir no iba a ser agradable para ninguno de los presentes.

Se plantó a escasos metros de la Negra de un solo salto. Su pecho subía y bajaba cada vez más rápido, y sentía el mismo ardor que en las noches de luna llena. - ¿Cómo te atreves a atacarme, Mahkia? A mí y a mi familia...

-¿Tú con familia? Jajajaja Deja de soñar, Paine, este no es tu mundo. Vuelve conmigo y dejaré vivir a esta escoria burguesa de la que tan mal has hablado siempre.

-Este es ahora mi lugar. Te lo dije hace dos meses, nuestros tratos se habían acabado. Detén a estos hombres y lárgate de aquí si no quieres que te mate.

-Si eso es lo que quieres... ven e inténtalo, Leif Paine.

El viejo capitán desenfundó su espada, blancos sus nudillos de lo fuerte que la agarraba. La Negra, bruja oscura donde las hubiera, se bastó de sus poderes para iniciar una batalla que acabó con la paz que había imperado hasta entonces en ese pedazo de bosque. Su mente estaba puesta en otra bruja, la que amaba, y en si esta habría logrado ponerse a salvo. Se abalanzó hacia la vieja prostituta haciendo gala de su habilidad con la espada, pero a cada estocada fallida debía retroceder para evitar sus polvos venenosos, que flotando en el ambiente le daban urticaria o provocaban quemazón. La muy rastrera se usaba de los hombres a los que había comprado para que le atacaran por la espalda, impidiéndole acercarse lo suficiente para cortarle aunque fuera un brazo.

Envainaba la espada en el estómago de uno y enseguida debía girar para abrirle la cabeza a otro. Se arrancó chaqueta y camisa ganando comodidad, cegando al que venía de frente para asestarle en la garganta. La sangre se convirtió en protagonista en medio de una pelea donde cada uno conocía las habilidades del otro, pues fueron muchos años los que lucharon codo con codo. Agarró a uno por el pescuezo mientras ensartaba a otro por el costado, lanzando a este primero contra la Negra para evitar otra nube tóxica. Pero en cuanto el cuerpo cayó vio acercarse a toda velocidad el proyectil que podría acabar con su vida.

Plata.

Maldito el día que le hizo saber de su naturaleza.
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Mensaje por Elora Paine Lun Oct 23, 2017 11:44 am

La ceremonia estaba dicurriendo viento en popa, como se diría en el argot del mar. La novia resploandecía, el novio jamás se había lavado tan a conciencia detrás de las orejas, y con su tradicional kilt estaba más guapo que un sol. No podía estar más orgullosa de su padre que en ese momento. En su boda le regaló unas palabras que no olvidaría jamás y ahora empezaba a enderezar su rumbo vital, a hacer las cosas bien, a comprometerse con la que sería madre del más joven de sus vástagos. En su persona convivían las ganas de llorar de la emoción junto a la felicidad que le producía el mismo hecho.

Pronunció sus votos y Elora suspiró, porque sabía que Leif cumpliría sus promesas, Aletheia podía darlo por hecho. El capitán preguntó si alguien objetaba algo, y ella sonrió de medio lado, de haber bebido un poco de alcohol le habría gritado que si alguien objetaba le iba a cortar los huevos porque esa boda se celebraría sí o sí. Pero no le dio tiempo ni de salir de ese breve pensamiento cuando aparecieron los hombres de la Negra y se desató el caos. Al principio no entendía qué pasaba, pero cuando vio la primera sangre y a Xar sacar el cuchillo de ébano se despertó a la cruel realidad. Alguien trataba de boicotearle la boda a su padre, asesinando y masacrando, pero lo peor, una mujer vieja y fea con mucho poder eras quien los dirigía.

Frunció el ceño y no dudó en invocar a su propia oscuridad, si esa puta vieja se metía con un Paine, estaba llamando a la manada entera y ella no dejaría a su padre en la estacada. Su pelo comenzó a flotar en el aire, sus ojos se tornaron negros y las venas del cuello y cara se volvieron negras como la noche. Invocó a los mnuertos, a los entes furiosos, a todos aquellos que pudieran ayudarla y dirigió sus fuerzas contra los hombres que vapuleaban a los invitados y a Leif. Curvó las manos en forma de garras para acumular ese poder oscuro y se lo lanzó a la Negra que notó el impacto y se giró furibunda. Las dos brujas se miraron por un intante y Elora torció una mueca macabra, salmodiando en alto para conseguir que toda criatura muerta cercana la atacase, un perro descopuesto y un tejón al que le faltaban un ojo y una oreja, se unieron a la fiesta mordiendo los pies de la mujer.

Como si fuera a cámara lenta vio cómo desenfundaba el arma, la amartillaba y apuntaba; en un acto irracional de protección se abalanzó hacia delante y se interpuso entre Leif y la bala recibiendo el cañonazo en todo el pecho, desplomándose al interferir en la trayectoria. Notó la quemazón y el dolor al atravesarla el proyectil, sintió que el aire se escapaba de sus pulmones y que el cielo daba vueltas. El sonido había cesado cuando entró en trance oscuro, pero ahora a sus oídos regresaban los ruidos y los gritos que empezaban a ensordecer poco a poco conforma el charco de sangre se hacía más grande.
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Mensaje por Aletheia Brutus Lun Oct 23, 2017 5:13 pm

La hechiera no podía estar más feliz. Estaba casándose con el hombre que amaba, con el padre de su hijo, su familia estaba allí, acompañándola y aceptando a Leif como nuevo miembro. Todo era perfecto: el entorno, la música, los invitados, la mirada del lobo que la hacía sentirse la mujer más deseada del planeta. Estaba a punto de echarse a llorar de la emoción, pero no lo hizo. La mano de Leif sobre la suya la hacía sentir segura; junto a él, nada ni nadie podría dañarla.

Armand guió el enlace, manteniéndose fiel a las tradiciones que su hija respetaba. Le había costado aceptarlo, sobre todo por la forma en la que había ocurrido todo, pero llegados a ese punto, no podía negar que su nieto no era el único vínculo entre ellos. Y se alegraba de que su pequeña estuviera tan radiante y tan feliz. Era una novia preciosa.

Los votos de Leif eran más que una promesa en palabras, eran la verdad más absoluta. Y le hincharon el pecho con una sensación tan cálida que podría competir con un volcán en erupción.
Le tomó de las mejillas y le obligó suavemente a poner su frente contra la propia, en ese gesto que se había convertido en una muestra de intimidad y confianza entre ellos. Era hora de sus votos. Algo conciso, sencillo, pero que explicaba a la perfección sus sentimientos por el lobo.
-Llegaste a mi vida como una tormenta, arrasando todo a tu paso, sacudiendo mi mundo y convirtiendo aquello que más temía en lo que más amo, devolviéndome la magia. Ni mil hombres que tuviera alrededor podrían apartarme de ti. Cada uno de ellos, cada hombre que he conocido y que me falta por conocer sólo me reafirma que tengo a mi lado al mejor.

Acabó sus palabras con una sonrisa que no le cabía en el rostro, conteniéndose las ganas de comerse a Leif a besos. Le parecía mentira la forma en la que había ocurrido todo, en tan pocos meses, pero no podría sentirse más dichosa.

-Llegados aquí, solo me queda preguntar si alguno de los presentes tiene algo que objetar, que lo haga ahora o calle para siempre...

Una mera formalidad. Porque había aleccionado a sus hermanos para que ninguno hiciera la gracia de decir que no podía casarse hasta que besaran a la novia. Bajo amenaza de muerte.

Por desgracia, no fue una broma de sus hermanos lo que interrumpió la culminación de su enlace.

El caos estalló y durante unos minutos se sintió tan impotente que ni siquiera pudo reaccionar. Quería llorar de rabia. De hecho, no fue consciente de que empezó a hacerlo, apretando los dientes con tal fuerza que le dolían las mandíbulas. ¿Es que esa mujer no podía dejarles en paz? ¿No tuvo suficiente con lo que pasó en África? Puso a prueba a Leif y él la superó. ¿Qué más buscaba? ¡Que asumiera ya su derrota y les dejara seguir sus vidas con calma o iba a conocer a una Aletheia muy, pero que muy enfadada!

Leif le pidió a su padre que la sacara de allí, porque sabía que era por ella. Pero no estaba dispuesta a marcharse de allí. Era la mujer de Leif Paine -o lo sería, si conseguían acabar de casarse en algún momento- e iba a quedarse a plantar batalla a su lado.

-Papá, marchaos. Blaise, Eugène y tú encargaos de mantener a los demás a salvo.

Como bruja blanca que era, su magia más desarrollada era de protección, aunque no la única. Sim embargo, al ver que Elora tomaba la iniciativa del ataque, determinó centrarse en mantener a salvo al mayor número de personas posible.

Alzó una barrera a su alrededor, que serviría de escudo a la mayoría, mientras se ponían a salvo. Aunque su atención se había desviado hacia Leif, que luchaba contra la Negra. Fue testigo de todo como si ocurriera demasiado despacio, a pesar de que apenas fue un segundo.
-¡¡Leif!! -chilló desesperada, intentando en vano avisarle.

Sin embargo, no fue el cuerpo del lobo el que recibió el impacto, sino el de Elora. La hechicera oscura se había interpuesto entre su padre y el proyectil de plata. El mundo pareció detenerse un momento y volver a arrancar girando a toda velocidad.

Trastabillando un poco con el vestido, Aletheia llegó hasta Elora, intentando detener la hemorragia con un conjuro, pero no era algo infalible.
-Aguanta un poco, vamos. En seguida acabará todo -susurró a la había estado a punto de convertirse por fin en su hijastra, aunque no pensaba llamarla así en la vida.
Se arrodilló junto a ella y le agarró una mano, dejando que la magia abriera un vínculo entre ellas para que la energía vital de Elora encontrase un ancla en la suya propia. Miró desesperadamente a Leif, a Xaryne, a Corbin, a sus hermanos, a cualquiera que pudiera ayudar a poner fin a esa locura.
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Mensaje por Xaryne Ackerman Mar Oct 24, 2017 4:54 pm

Todo parecía en armonía. La familia reunida, en paz, tanto lobos como cazadores, humanos y hechiceros. En otro tiempo no lo hubiera creído. Ella, que era la Muerte Negra, el azote de los seres nocturnos, presenciando la boda de un licántropo, padre de su esposa, y otra hechicera blanca. Era una situación un tanto peculiar, pero llena de tanto amor que Xar no podía más que agarrar la mano de Elora y observar la ceremonia con media sonrisa en la boca. Casi estaba relajada, cuando llegaron a los votos. Si alguien tiene alguna razón para oponerse...
En otro tiempo ni siquiera habría podido relajarse. En otro tiempo ni siquiera hubiera acudido allí para algo diferente a matarlos a todos. Pero su vida había cambiado y no se arrepentiría nunca. Se hizo el silencio y fue entonces cuando bajó la guardia. Apenas duró uno segundos, pero no le dio tiempo a reaccionar.

El caos más absoluto. Hombres armados arrojándose sobre la multitud. El sonido de las espadas entrecruzándose. Su mano que fue directa al cuchillo de ébano que descansaba en su bota. Ni siquiera lo pensó. Se abandonó al instinto más irracional, a la rabia visceral que el daño a su familia había conseguido provocar sobre su estómago y que subía por su pecho dando fuerza a sus brazos, que se movían por inercia hacia las gargantas de aquellos hombres. Uno, dos, tres, cuatro. Los cuerpos iban cayendo entre chorros de sangre y estertores mientras la cazadora intentaba abrirse paso a través de los piratas para llegar a la que parecía su líder. Una bruja oscura, justo como Elora.

Por el rabillo del ojo podía observar los muertos que mandaba Elora, los movimientos de Aveline, que aún con el vestido hacía honor a su nombre. Junto a la Parca incluso Stein peleaba, cuerpo a cuerpo con los que se le acercaban y destrozándoles la mente a los que podía, pero incluso para él eran demasiados. Leif se batía contra una decena mientras Aletheia intentaba proteger a los humanos. Los lobos desgarraban, mataban y mordían lo que podían. Entonces, Xaryne llegó hasta La Negra. Pudo ver casi a cámara lenta cómo cargaba la pistola, pero no la apuntó a ella. El disparó resonó entre la multitud, en la que reinó de golpe el silencio más absoluto.
Un disparo. Un jadeo ahogado. Un golpe sordo.

Un jadeo que podría reconocer en cualquier parte. El disparo impactó en el pecho de Elora, que había saltado interponiéndose entre su padre y la mujer, recibiendo de lleno la bala. Nadie hizo el más mínimo movimiento. Hasta el grito desgarrador de Leif. La ira dio paso a la muerte mientras Xaryne se acercaba con cara extraña, mirando a la sangrante Elora en el suelo mientras Aletheia intentaba taponar la herida y la batalla rugía a su alrededor. No le importó en absoluto.
Xar se arrodilló junto a Elora con una profunda mirada zafiro. Tranquila. En calma. Como nunca se le habría podido definir. Una mirada sin vida. Reflejando un alma muerta por dentro.

Rodeó a su esposa con los brazos mientras observaba su rostro, cada vez más pálido. Había perdido demasiada sangre y ya nada podría salvarla. Xar acunó el rostro de Elora abrazándola con fuerza, meciéndose delicadamente para que no escuchara nada, para que sólo se centrara en respirar. - Ssshh.... duerme, mi amor. No tengas miedo. - volvió a mirarla, con los ojos llenos del dolor que sólo nace del amor más profundo. - Tranquila... duerme. Nos veremos al otro lado. Ssshhh.... - besó sus labios con una suavidad infinita y siguió mirándola, meciéndose y susurrándole. - Todo irá bien... espérame allí. Espérame, mi vida. Voy a por ti. Voy a buscarte.
Juntó sus labios de nuevo y ahí supo que sería por última vez.

El aliento de Elora inundó su boca antes de caer muerta entre sus brazos.
Xaryne se quedó abrazándola, meciéndose y susurrándole, que la esperara, que la iba a encontrar. Que iba a ir a por ella. Las lágrimas silenciosas de la cazadora caían carmesí, teñidas por la sangre que inundaba el lugar. Todo el mundo se silenció ante la llegada de la Muerte.
Ojos atónitos que observaban la escena, las dos mujeres abrazadas, el cadáver de Elora entre los brazos de la aguerrida cazadora que ahora no era más que un amasijo negro y rojo de dolor.

Hasta que Stein se acercó. Con lentitud. Un paso, dos. Extendió la mano hacia Xaryne con una mirada seria, casi críptica. Sabía lo que tenía que hacer. Lo que su hermana, sin palabras, le estaba pidiento. Xar le entregó el cuchillo de ébano. Stein respiró hondo, mientras la cazadora observaba el dulce rostro de Elora, que acarició como si fuera de cristal.
- Espérame... voy a por ti.

Nadie pudo evitarlo. La mano de Stein voló hacia la garganta de la cazadora y el cuchillo hizo su trabajo. Xaryne cayó muerta sobre el cuerpo de la mujer que amaba. La venganza se había cumplido. El destino había actuado. Los cuerpos se esparcían por el suelo mientras los supervivientes observaban atónitos la escena.

Aún siguen contando que esa noche, la Luna lloró lágrimas de sangre.
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Mensaje por Aletheia Brutus Sáb Oct 28, 2017 2:30 pm

Aletheia observó en primera fila los acontecimientos. Cómo Xaryne le quitaba a Elora de los brazos para sostenerla ella, como la hechicera moría sin que nadie pudiera hacer nada, cómo Stein segaba la garganta de su hermana para enviarla junto al amor de su vida.

Lloró la muerte de ambas con lágrimas silenciosas, que caía quemándole las mejillas. Arrodillada aún junto a ellas, levantó la vista hacia Stein, con la decisión en sus ojos.
-Vamos a mantenerlas hasta que vuelvan.


Agarró la mano de Elora entre las suyas y dejó fluir la corriente de magia entre ellas, del mismo modo que había hecho para intentar curarla, pero a un perfil más bajo, buscando simplemente que su cuerpo no acusara el paso del tiempo y la carencia de espíritu. Casi podría asemejarse a una especie de posesión, aunque con un fin mucho más generoso. Cederle parte de su energía, de su aura vital, servía para mantener al cuerpo anclado a la vida, para evitar que el deterioro propio de la muerte le llegase.

Ambas estarían como dormidas, aunque sin respirar y sin que sus corazones latieran, vinculadas a Stein y a Aletheia. No necesitaba explicarle a Stein el proceso ni encargarse ella de enlazar sus cuerpos, como tendría que hacer si Ackerman no fuera brujo igual que ella. Pero lo era, así que todo se agilizaba.

Su poder no le permitía salvar a Elora o Xaryne, pero sí darles tiempo para que la cazadora pudiera salvarlas a ambas. Ojalá lo consiguiera.

A su alrededor todo seguía frenético y sus ojos buscaban permanentemente a sus padres, a sus hermanos, a Leif. El tiempo parecía discurrir demasiado lentamente. Cuando el caos acabara, tendrían que llevar a las dos mujeres a un lugar más apropiado, pero, mientras tanto, tendrían que apañarse allí.
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Mensaje por Leif Paine Mar Oct 31, 2017 7:32 am

No fue una bala de plata lo que quebró a Leif Paine. Fue ver ante sus propios ojos a su hija recibiendo el disparo por él.

-No...

Un punzante dolor inició en su ingle. Un dolor creado por el hechizo que obligó a Aletheia a hacerle cuando se conocieron, con el cual siempre sabría si su hija estaba en problemas. Un dolor que fue subiendo en espiral doblegándole sobre sí mismo mientras observaba inmóvil y en silencio cómo el cuerpo caía al suelo en cámara lenta, pues incluso el tiempo parecía haberse fragmentado. La sangre del impacto salpicó su rostro, desencajado por el miedo y la sorpresa ante tal visión. Y entonces un grito, mezcla con aullido, rompió el silencio impuesto por la muerte. No supo que era él mismo quien gritaba hasta que notó su garganta desgarrándose. Su cuerpo se hinchó ganando volumen; las venas marcadas como lazos negros alrededor de sus brazos y su cuello. Los ojos, siempre tan claros, se habían vuelto negros mientras su respiración se agitaba; su pecho parecía una caldera donde ardía el odio y la rabia. Por primera vez en años, el lobo y el hombre se unían ante un mismo enemigo, ambos dolidos por aquel trágico evento. Sin luna llena que lo llamara, la bestia emergió a la superficie fusionándose con él, adaptándose para dar muerte a la Negra.

El tiempo y el espacio dejaron de importar. Todo se volvió negro, y la única persona que existía en ese momento era la que tenía ante él. No fue consciente de la presencia de los demás, de lo que estaban llevando a cabo para intentar salvar a Elora. No. La bestia, pues ya no era solo Leif, únicamente se centraba en la bruja oscura que había traído la desgracia a su vida una vez más. De un salto se plantó justo ante ella y la cogió del cuello alzándola del suelo, comprimiendo su garganta evitando incluso que chillara. Sus manos, ahora garras afiladas, le rajaron el abdomen de un solo movimiento, y mientras sus vísceras oscuras y retorcidas caían en cascada a sus pies, mezclándose con el orín de la mujer abrumada por el pánico, su mano impactó de nuevo en el cuerpo penetrándole el pecho, abriéndole un agujero por el que sacó su corazón. El último latido murió en su mano cuando lo apretó haciéndolo estallar, acabando con su vida en un abrir y cerrar de ojos.

Arrojó el cuerpo a un lado como si no fuera más que basura y rugió de nuevo, completamente cubierto de sangre. Descontrolado todavía por la ira, repartió muerte alrededor, sesgando cada vida enemiga que quedaba en aquel terrible escenario. Su consciencia no volvió en sí hasta terminar el holocausto vengativo, momento en el que aún agitado buscó desesperado a su familia. No entendía por qué también la cazadora yacía muerta con su hija. Ni por qué Aletheia seguía ahí, cuando había expresado firmemente su deseo de que se pusiera a salvo. Pero no había tiempo para nada más que llevárselas de allí de inmediato y ponerlas a salvo de una vez. Hizo acopio de todo su autocontrol para ser el líder frío y firme que necesitaban.

-Hay que llevarlas a la ciudad, este tardará en volver a ser sitio seguro. Ackerman, Aletheia, no os separéis de ellas - volteó buscando al padre de la bruja. - Necesitamos su carruaje. Mis hombres le ayudarán a usted y su familia en lo que necesiten.

Cogió a Elora en brazos, manteniendo el rostro frío para no desfallecer. Sentía una enorme presión en el pecho, tan fuerte que se negaba a mirar a nadie a los ojos o terminaría de quebrarse. La llevó junto a Aletheia, que no se separaba de ella, y de Stein -quien cargaba a Xaryne-, hasta el carruaje de los Brutus. Él mismo subió delante apremiando a los caballos a ponerse en marcha, dirigiéndose a la casa de su hija donde estarían más a salvo. No tenía ni idea de qué iban a hacer, pero estaba seguro que Aletheia sabría cómo proceder. Llegando, cargó a su hija al interior y la tumbó en el dormitorio principal junto a Xaryne. Solo entonces encaró a su mujer y le cogió las manos, aún doblegado por el intenso dolor instalado en su ingle.

-Haz lo que tengas que hacer. Usa mi vida para traerla de vuelta si es necesario. No importa qué arriesgue yo, pero ella tiene que vivir. ¿Me oyes? ¡Ella tiene que vivir!
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Mensaje por Aletheia Brutus Miér Nov 01, 2017 3:47 am

Estaba tan pendiente de Elora, de su familia, con la adrenalina del momento dirigiendo sus actos que no fue consciente de lo que estaba a punto de pasar con su prometido hasta que lo vio haciendo gala de toda esa potencia destructora del lobo.
Esas garras, esos colmillos, esa fuerza letal e irrefrenable que la dejó helada, clavada en el sitio, con los ojos fijos en la bestia con la que había estado a punto de casarse.

En esos meses junto a Leif se había metido en una burbuja ajena a la realidad, en la que el lobo, en lugar de amenazarla, la protegía, donde no era necesario tenerle miedo, porque el amor era más fuerte, donde la bestia de sus pesadillas se convertía en una criatura cercana y cariñosa que sacaba los colmillos al exterior, pero jamas hacia ella, para quien reservaba las caricias.

En esos días había creído que el temor que había echado raíces tras la muerte de Leon había sido arrancado de raíz por las rudas manos del pirata. Ese mismo pirata que era ahora un ser voraz y despiadado que repartía muerte a su alrededor a todo aquel que había osado llegar a ese claro sin ser invitado a lo que allí se celebraba.

El corazón de la negra, estrujado entre los dedos de Leif, hizo que el suyo se encogiera. No podía apartar la mirada. Esos movimientos eran fluidos, hipnóticos, naturales. Aquella era la verdadera esencia del hombre al que amaba. ¿Podría seguir amándole ahora que su burbuja de felicidad habia explotado, con su precioso vestido de novia manchado de sangre, con sus padres y sus hermanos en peligro, con su hijo removiéndose en sus entrañas al sentir el pánico que la invadía? ¿Podía una mujer como ella ser feliz junto a un hombre como él? ¿Cómo iba a hacerlo si lo único que podía sentir en esos momentos cuando lo miraba era el más devastador de los miedos?

Armand y sus hijos se habían unido a la pelea. Su formación militar les hacía buenos luchadores y con sus hijos siguiendo fielmente sus órdenes, Armand había conseguido poner a salvo a la mayoria de invitados y deshacerse de un buen número de los piratas que seguían a la negra. Ninguno de los tres dijo nada acerca de la masacre que había desatado Leif en un momento. No eran cazadores de la Orden de Hellsing, pero sabían de la existencia de criaturas de la noche. Después de todo, había sido un lobo el que había acabado con Leon.

El general dio las órdenes pertinentes para que trasladaran a Elora y Xaryne. Su esposa se quedó junto a Aletheia, siendo el apoyo que impidiera que estallara en un momento tan delicado como aquel. Iban pegadas a Elora y, por consiguiente a Leif. El estado de estupor que aún mantenía Aletheia hacía que se moviera como si no fuera verdaderamente dueña de sus acciones, sino que se moviera por simple inercia.

Cuando la bruja y la cazadora estuvieron juntas, acomodadas en una habitación, donde Stein iba disponiendo todo para mantener el hechizo que iban a realizar, Ale despertó de su ensoñación al notar las manos de Leif envolviendo las suyas y esa voz, que le sonaba aún más ronca tras la transformación.
-¡¡No me toques!! -Retiró las manos, como si el tacto de Leif le quemase, y huyó de la estancia, seguida de su madre, que le dedicó a Leif una mirada de lástima antes de salir.

Armand le palmeó el hombro. Le entendía demasiado bien, él hubiera reaccionado igual si alguien hubiera acabado con la vida de su hija. Miró hacia Elora y pensó en cómo se sentiría él si fuera Aletheia. Pero también estaba preocupado por su propia hija. Era una situación complicada. Había aceptado a ese hombre, a pesar de todo, como marido para su hija. Y si algo era el militar, era firme en sus decisiones, así que no iba a rechazarle ahora por hacer lo que cualquier hombre decente haría, defender a su familia con todas sus armas posibles.

Abandonó la estancia en pos de su esposa y su hija, con el mayor de sus hijos a la zaga. Eugène, el pequeño, se quedó junto a Leif un momento más.
-No la presiones, está nerviosa. Se le pasará, ya lo verás. Antes de lo que piensas estará dando órdenes y te planearás por qué te has casado con ella. Vamos.
Con un cabeceo, el menor de sus cuñados le instó a centrar su atención en acomodar a Elora y ayudar a Stein en lo que necesitaran para que él y Aletheia pudieran hacer el conjuro cuando ella se calmase.

En la habitación contigua, donde Leif podía escucharla gracias a su oído de lobo, Aletheia lloraba amargamente.
-No llores, cariño. Podemos volver a organizar otra boda. Una aún más bonita -intentaba calmarla su madre.
-No quiero otra boda.
-Ya, ya. Vamos, mi niña, tú quieres a ese hombre y él a ti, no hay ningún motivo para no casaros.
-¡¡Es un lobo!!
-Ajá -intervino su hermano-. Y eso no parecía importarte antes.
La bruja asesinó con la mirada a su hermano mayor. Antes no le había visto así. Nunca. Era la primera vez que lo veía cambiar y no había sido para nada agradable. Estaba muerta de miedo.
-No me mires así, Ale. Te conozco. Estás asustada.
-¡¡Claro que estoy asustada!! ¿Tú lo has visto?
-Sí. Y tengo que reconocer que me ha parecido impresionante.
-¡¡Blaise!! ¡Una bestia así mató a Leon!
-Lo sé. Y hoy nos ha salvado a todos.
-¿Te pones de su parte?
-Me pongo de la tuya, porque cuando se te pase esta histeria volverás a beber los vientos por él. Sólo te adelanto el trabajo.
-Lo dudo.
-Oh, entonces díselo. A lo mejor está a tiempo de encontrar otra novia y aprovechar lo que queda del banquete.
-Eso no va a pasar, Blaise. Nadie va a casarse con Leif más que yo.
-Pero si acabas de decir que no quieres casarte con él
-Blaise tenía una facilidad pasmosa para sacarla de sus casillas y convertir su miedo en determinación.
-¡¡Sí que quiero!!
-¿Entonces? Deja de comportarte como una niña asustada. Eres una mujer. Una fuerte y valiente. Tú misma se lo has dicho en la boda, ¿no? Que ya no le tenías miedo. Demuéstralo.
-Blaise, deja a tu hermana.
-No, mamá. Ya permitimos que escondiera la cabeza una vez y ¿de qué ha servido? Sólo alimentamos su miedo y su pena. No vamos a cometer el mismo error. Así que vas a dejarte de hacer el imbécil y vas a volver ahí -dijo señalando la habitación de al lado- para hablar con Leif y para ayudar a Ackerman con el conjuro.
-Pero...
-Sin peros. La primera vez que vi a ese hombre, me dijiste en mi cara que ya no eras una niña y que ibas a estar con él aunque me opusiera, pues venga, estoy esperando a ver cómo lo haces.

Se mantuvieron la mirada, con expresiones que resumían todos los años de peleas fraternales que acumulaban a las espaldas. Finalmente Aletheia resopló, lo empujó para quitarlo de su camino hacia la puerta y regresó a la habitación donde estaba Leif.

Se detuvo en el umbral, le observó un instante y supo que daba igual que fuera un lobo, que le diera pánico la bestia en que podía convertirse, incluso que fuera peligroso para ella; quería a ese hombre por encima de todo, con lo bueno y con lo malo. Tomó aire y avanzó hasta detenerse delante de él, mirándole a los ojos, los propios enrojecidos por el llanto y con aún con el reflejo del miedo bailando en ellos.
-Abrázame fuerte y dime que todo va a salir bien. Y vamos a darle a Xaryne todo el tiempo que podamos para que traiga a Elora de vuelta.


Última edición por Aletheia Brutus el Miér Nov 01, 2017 5:09 am, editado 1 vez
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Mensaje por Elora Paine Miér Nov 01, 2017 4:41 am

El impacto escoció como mil demonios, el dolor se extendió en una oleada abrasadora hasta su cabeza que empezó a adormecerse de inmediato, su consciencia se desvanecía y supo que ése era el final. Sintió las manos de Xaryne sobre las suyas, sus lágrimas saldas golpear en las mejillas. Ese minuto pasó excesivamente rápido, quería gritar, quería decirle cuánto la amaba, decirle a Leif que esa bala estaba bien empleada y que no se culpase. Había tenido una vida de mierda, excepto el último año y pico, cuando había encontrado la felicidad más absoluta y sólo por eso estaba agradecida, morirse no era tan terrible, excepto por la falta de tiempo, porque quería decir muchas cosas y no podía, la vida se le escapaba entre los dedos y por mucho que luchase le era imposible articular palabra.

Morirse era confuso, no había paz ni reposo, todo daba vueltas, escuchaba gritos y no eran sólo los de los invitados, eran los de los entes que se arremolinaban cerca de ella, curiosos, llamándola. Estaban unidas por el hechizo de almas, así que en teoría Xar la podría encontrar a donde fuera que fuese. Pero para eso debía morir...¡y no quería que muriese! tenía que vivir para ver el despertar de la Orden, para arreglar las cosas con Stein, para ser la tía de sus sobrinos, pues no le cabía duda que el brujo y la Parca traerían vástagos al mundo. Pero sabía que la muy cabezota lo haría y eso de alguna forma le trajo la paz en el momento en que su vida se extinguía para siempre y su alma se separaba del cuerpo flotando hacia otro lugar... y por fin todo se hizo negro.

Las nieblas eran oscuras, la sensación de vacío y silencio pronto la embargó y permaneció así un tiempo indeterminado, pues en el plano espiritual el tiempo pasaba diferente. Escuchó el ruido de una gotera, un "clic, clic" persistente de una gota golpeando sobre algo. Se incorporó sobre un suelo frío y húmedo, como de piedra, y agitó la mano para que las tinieblas se disipasen. Estaba en una sala cuadrada, de techo alto y escasa luz. Tocó con las yemas de los dedos la rugosidad de la piedra mojada y las paseó por la pared hasta que se encontraron con unas hendiduras. Agitó de nuevo las manos, la niebla era densa y parecía envolverlo todo. No eran hendiduras. una X...una A...una R... eran letras y tenía la sospecha de que formaban el nombre de su amor grabado sobre...¿una lápida? ¡Oh, vamos, venga ya! ¿ese era el purgatorio de la nigromante? la cripta donde descansaba el cuerpo de Xar? soltó una risa irónica.

¿esto es todo?.— gritó a la nada, que le devolvió el eco sordo de su propia voz. Siguió paseando los dedos y encontró la de Leif, seguida de Aletheia, Stein, Viktor, Arya...¿Arya? quién cojones era Arya? sería algun vastago de su padre que estaba por nacer.

Bien, estaba encerrada en una cripta con los ataudes vacíos de sus seres queridos, porque ellos sí habían ascendido o descendido, segun la cuenta que tuvieran a pagar con el karma. Bueno, al menos no había monstruos, quizás eso era más propiedad del infierno, y ella no iría al infierno. De pronto a su derecha se escuchó un siseo, una voz. Giró la cara hacia allí, pero evidentemente no había nada. De nuevo otro susurro y una imagen velada, neblinosa que aparecía y desaparecía. ¿Mauritz? casi se atraganta de la risa.

¿en serio? no tenéis nada mejor para atormentar mi eternidad?

Y eso es lo que sucede cuando provocas al destino, al karma, a los dioses o a quien maneja los hilos de la vida y la muerte. Frente a ella aparecieron los espíritus que alguna vez había doblegado, todos ellos, y no eran pocos. Todos y cada uno tenían algo que recriminarle, llorarle o escupirle. Algunos acumulaban una rabia terrible y lo que Elora no había calculado es que en ese plano ella también era un espíritu portanto podían alcanzarla y la bruja no tenía ningun poder sobre los entes. El primer golpe dolió como si estuviera viva, el segundo la dobló, el tercero eran...¿dientes? joder!! le había arrancado carne, o materia o lo que cojones fuera de lo que estaba hecha ahora. Soltó un grito ahogado, los espíritus la estaban linchando. Se defendió a patadas y puñetazos, pero ellos eran más. Sintió como se abrían agujeros en su materia, cómo perdía parte de ésta y de nuevo se juntaba para volver a empezar, pero el dolor era real. Iba a ser una eternidad de agonía espiritual.
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Mensaje por Stein Ackerman Lun Nov 13, 2017 2:50 pm

Ni siquiera el mentalista más peligroso de París podría haber previsto algo como lo que acababa de pasar. Ante sus ojos volaron los golpes, y apenas pudo matar a media docena de piratas reventándoles el cerebro cuando escuchó el disparo resonando entre los árboles. Alguien iba a desangrarse en cuestión de minutos.
Lo que no se imaginaba al darse la vuelta era que el blanco de aquel disparo hubiera sido Elora. Observó atónito cómo la bruja caía al suelo en brazos de la novia, que intentaba taponar como fuera aquel reguero de sangre que caía a borbotones sobre la tierra húmeda.

No había nada que hacer, el disparo había sido a bocajarro y estaba cayendo demasiada sangre como para poder realizar un hechizo regenerativo. Stein miró a Aletheia y sus ojos lo dijeron todo. Elora iba a morir irremediablemente. Pero entonces, su hermana entró en escena. Stein se quedó totalmente quieto, por una vez el miedo le atenazó. ¿Qué haría Xaryne? La Muerte Negra era explosiva, y lo único que la mantenía cuerda de ser una asesina sin escrúpulos era... la bruja que estaba exhalando sus últimos suspiros. Observó inmóvil y con los ojos color hielo cómo Xaryne se arrodillaba, acunando a la moribunda Elora entre sus brazos. No pudo entender lo que susurró, pero unos instantes después pudo ver cómo la nigromante moría sin remedio en los brazos de su esposa.

Su cuerpo se tensó, sabía que algo se avecinaba. Algo oscuro e importante. Algo que le sacudió por dentro cuando los ojos de su hermana, desprovistos totalmente de alma tras la muerte de Elora, se fijaron en sus orbes, exactamente del mismo tono frío y distante. No hicieron falta palabras. Ni siquiera un mísero gesto.
Stein sabía lo que le estaba pidiendo y su parte oscura, la que tanto ansiaba la venganza que estaba a punto de consumir, rugía de excitación ante la idea de segar el alma de aquella que descendía del ser que hundió su vida.
La alegría de Markus Ackerman, su hija, moriría allí en ese preciso momento.

Una sonrisa siniestra asomó en la comisura de sus labios mientras se acercaba lento, casi solemne hacia las mujeres. Xaryne sacó el cuchillo de ébano de su bota, afilado como los colmillos de un licántropo y sin dejar de observar al mentalista, que parecía regodearse en su oscuridad cuando lo cogió de su mano. Medio segundo rasgó el aire antes de que la sangre de la temible cazadora cayera limpiamente de su garganta, herida de muerte por el arma que tantas veces le había salvado la vida que su hermano le estaba arrebatando. La oscuridad de Stein se alzó, provocándole un sentimiento de satisfacción que llenó su alma y le regocijó hasta el punto de sonreír como un maníaco ante la muerte de Xaryne.

Dos segundos, tres, cinco. Los instantes que pasaron desde que Xaryne exhaló su último aliento en los labios de Elora hasta que Stein se dio cuenta de algo. De lo que siempre había sabido. Su oscuridad, la terrible maldición de odio que le había hecho sobrevivir para llegar hasta la muerte de su hermana... se había aplacado. Por una vez el  brujo sentía algo así como... paz. Su alma se encontraba reposada, pero la alegría duró poco. Porque el vacío existencial se cernió sobre él de una manera aterradora.
Ya no tenía un propósito en la vida. Ya había cumplido su misión. ¿Y ahora... qué?
Miró a Aveline, resollando por el esfuerzo de haber matado a unos cuantos piratas. Ella.

Ella era el punto de luz que ahora mismo le sujetaba sobre el vacío. Notaba cambiar el color de sus ojos de manera errática, de azul oscuro a hielo, de océano a lapislázuli.
El pilar de su vida, el odio profundo y visceral, acababa de caer y ahora... la quería de vuelta. Se abalanzó sobre las mujeres para recoger a Xaryne mientras de alguna manera escuchaba las palabras de Aletheia, agotado en el interior por la avalancha de sentimientos que acababa de arrasar su alma como una tormenta de arena, dejando escozor a su paso. Necesitaban su fuerza vital. Tenían que darle tiempo a Xaryne para recuperar el espíritu de Elora donde quiera que estuviese.

Las llevaron a un lugar seguro y apenas hizo falta palabras entre los hechiceros para ponerse manos a la obra.Lo preparó todo para el hechizo, de manera casi automática y sin expresión en la cara, pero con un nivel de ansiedad que nunca había conocido.
Tenía que calmarse. Debía mantener esos cuerpos en buen estado para cuando volvieran... porque iban a volver. Tenían que volver. Se arrodilló junto al cuerpo inerte de su hermana y empezó a mantenerla con su energía. Lo conseguirían, seguro.
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Mensaje por Xaryne Ackerman Miér Nov 15, 2017 5:24 pm

La espera desde que Stein segó su garganta hasta desangrarse duró unos segundos, los más largos de toda su existencia. Ni siquiera notaba la herida por la que se estaba escapando su vida.
Se sumió en la oscuridad con un único pensamiento, tan desgarrador y profundo como el dolor del alma rota que ahora poseía. Tenía que encontrar a Elora, no se merecía morir así. Si ella no estaba... nada tenía sentido. Absolutamente nada. Pero morir sí lo tenía.
Todo el del mundo si lograba encontrarla... aunque la noche que se había cernido sobre ella era absoluta. Vacía. Etérea. Eterna. No supo si habían pasado segundos, minutos o días, pero por fin, algo diferente a aquel limbo en el que se encontraba agitó su mente.

Xaryne despertó de la oscura neblina tumbada en un suelo de piedra, húmedo y frío. Se incorporó rápidamente, aunque tenía una sensación rara en el cuerpo. Era como si... fuera más ligera. Sentía la cabeza embotada y no recordaba mucho de lo que acababa de pasar. Se miró las manos, pero no veía nada en aquella oscuridad. Lo primero era averiguar dónde se encontraba.
Se levantó tambaleante y pasó las manos por la pared, recorriendo toda la estancia que resultó ser un calabazo pequeño y rectangular. Bueno, sería un calabozo si hubiera rejas o alguna manera de salir.

No había nada, ni siquiera encontraba madera o el metal de unos barrotes. Muy extraño. De repente se le ocurrió algo y miró hacia arriba. ¡Sí! Una pequeña luz entraba por un agujero en la piedra, justo en el centro de la cárcel de piedra en la que se encontraba. ¿Estaría en un pozo?
Intentó buscar en la roca de las paredes alguna rendija, algo donde poder agarrarse para trepar hasta aquel agujero que le daría más pistas de dónde se encontraba detenida.
¿Le habría detenido la Inquisición? ¿Los vampiros? La cabeza le dolía cuando intentaba recordar algo, cualquier cosa. La cazadora recorrió varias veces la pequeña estancia, pero no encontró nada a lo que agarrarse. En tono frío y sin muchas ganas de pedir ayuda por la falta de costumbre, alzó la voz:
- ¿Hay alguien cerca? ¿Hola?- silencio absoluto. - "Mierda. Si me han metido, se tiene que poder salir de aquí."

Pero entonces, algo se escuchó a su derecha. Sus ojos ya se habían acostumbrado a la escasa luz amarillenta que ofrecía aquel cubículo, además de los años de experiencia que hacían que la visión nocturna de la cazadora fuera más aguda que la de los humanos corrientes. Un roce, el eco de una voz. Venía de aquella pared. La cazadora se acercó a la piedra y tanteo el material con el borde de los dedos... ahí, una pequeña grieta, una piedra que se movía ligeramente.
Xaryne empujo con todas sus fuerzas y la piedra cayó hacia el otro lado con un golpe sordo. Era un agujero, una salida que aunque pequeña, sería suficiente para su cuerpo. La morena se alzó y  se coló por el hueco, cayendo limpiamente al otro lado. Entonces se dio cuenta.

Otra mazmorra, pero ésta ligeramente diferente. Se acercó a lo que parecía una pesada puerta de hierro y la golpeó con fuerza.
- No te molestes, llevo siglos intentándolo. - Xaryne se giró con fiereza, el cuerpo tenso y preparado para atacar, pero lo que vió la dejó muda. El dueño de la voz se levantó en la oscuridad y dio un paso al frente, revelando dos ojos que conocía demasiado bien. - Has tardado más de lo que esperaba. - su figura surgió desde las sombras con media sonrisa afilada. - Bienvenida al infierno... hija mía.
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Mensaje por Leif Paine Jue Nov 16, 2017 4:12 pm

El repentino rechazo de Aletheia fue otro golpe del que iba a costarle recuperarse. En un momento tan jodido como ese, con la muerte de su hija pesándole en la conciencia, que la única que podía hacerle sentir bien mostrara tal miedo atroz hacia él le quebró otro poco por dentro. A punto estuvo de ladrarle a quien tuviera el descaro de tocarle en ese momento, no obstante al darse cuenta que se trataba de su suegro no pudo más que morderse la lengua y darles la espalda. Las palabras de Eugéne tampoco le tranquilizaron lo más mínimo, aunque al final terminara teniendo razón el daño ya estaba hecho. La culpa era un abrigo demasiado pesado y Leif no estaba acostumbrado a cargar con él.

Suspirando, se arrodilló al lado de la cama donde yacía inmóvil su hija. Rozó superficialmente su fría mejilla con los nudillos, casi con miedo de romperla, y de haber estado a solas probablemente una lágrima habría escapado del hombre de hielo. Pero el otro Ackerman y el pequeño de los Brutus estaban ahí, motivos suficientes para que siguiera mostrándose con una entereza que en ese instante no sentía en absoluto. Con la adrenalina ya extinta en su cuerpo, el dolor de lo sucedido punzaba con fuerza en su cabeza. Sin duda iba a ser un día que todos recordarían siempre, pero no por los motivos que debieron ser. Sentía la imperiosa necesidad de salir a quemar la ciudad, de buscar pelea en cualquier sitio, de beber hasta caer inconsciente. Justo como hacía antes de conocer a Elora. Sin embargo, ahora tenía una familia que mantener y se dio cuenta de ello cuando la bruja regresó a la habitación.

La miró. Y el vacío se abrió a sus pies a la espera de ver su reacción. El miedo seguía tiñendo sus ojos tiernos, y aunque sus palabras dijeran lo contrario, Leif estaba seguro que a la bruja iba a costarle mucho superar aquel suceso. Igual que a él. Se puso en pie y la abrazó tal como le pedía, rodeándola con sus fuertes brazos mientras apoyaba los labios en su frente, con la mirada perdida en su hija. - No voy a mentir, Aletheia. No sé si todo va a salir bien... pero sí puedo asegurarte que voy a dar todo lo que tengo para traer a las dos de vuelta - le acarició los brazos, apartándola un poco para poder mirarla a los ojos fijamente. - Haz lo que tengas que hacer, pero no dejaré que pongas en riesgo a nuestro hijo. Esto ha sido consecuencia de mi pasado, voy a ser yo quien se sacrifique. Ackerman - llamó al hechicero, aún agarrado al brazo de Aletheia -, la vida de ambas está en vuestras manos. Prepara lo que necesites, yo volveré enseguida...

Estuvo a punto de irse sin más, pero volvió para coger de la cintura a la bruja y darle un beso lleno de necesidad, transmitiéndole todo lo que era incapaz de poner en palabras. El miedo, la culpa, la frustración, la inquietud... y su amor por ella. Tras ello salió a reunirse con Tavok, su otro hijo mayor, quien debería ponerse al cargo del bosque hasta que ellos regresaran.
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Mensaje por Aletheia Brutus Dom Nov 19, 2017 4:25 am

Estaba temblando, literalmente, cuando se plantó delante de Leif y le pidió que la abrazara. Tensión, miedo y todo el estrés acumulado de lo ocurrido horas antes. Sentía que estaba a punto de romperse en millones de pedazos y que no podría reunirlos ni aunque tuviera toda la eternidad.

Y entonces ocurrió. Leif la envolvió entre sus brazos y el mundo se detuvo por un momento, alejando de ella todo lo que no fuera el calor que desprendía su piel. Inspiró con profundidad, la nariz fría contra el pecho del pirata. No podía explicarlo, pero se sintió protegida en ese abrazo, segura, como si nada en el mundo pudiera dañarla. El bebé en su vientre, que se había movido agitado todo ese tiempo, también se relajó. Estar en brazos de Leif era estar en casa y, de algún modo, su magia parecía reconocerle. No tenía claro si era por su hijo o porque había una conexión especial entre ellos, pero al igual que ocurrió la primera noche, el abrazo del pirata y el sonido de su voz desmontaban cualquier barrera, alejaban cualquier temor y la hacían volver a sentirse capaz de comerse el mundo si se lo proponía.

Aunque ese mundo estuviera lleno de criaturas aterradoras y fascinantes.

Le sonrió y asintió. Iban a traerlas de vuelta. Dejó que se marchara a organizar la manada, supuso que él también necesitaba un momento a solas. Preparó todo con Stein, todavía sintiendo en los labios el beso y con esa sonrisilla embelesada.

-Lo conseguiremos, Stein. Puede que no seamos los favoritos de la Logia, y seguramente nos estemos saltando un buen puñado de criterios, pero me da igual, vamos a darles todo el tiempo que podamos. Tú encárgate de Xaryne y yo me ocupo de Elora.

Se sentó junto a la nigromante y le cogió la mano. Realmente no sería necesario un contacto físico permanente cuando establecieran el vínculo del conjuro, pero eso lo hacía más tangible y en cierta forma facilitaba la canalización de la magia. Centró toda su atención en eso, en la vida de Elora, en ese leve rastro que quedaba tras la muerte y que podía retener mediante su poder, para evitar que su cuerpo acabase de morir, de modo que su alma tuviera un lugar al que regresar.

Mantener la mente en eso le hacía dejar en un segundo plano esa brecha que se había abierto entre ella y Leif. Brecha que iba a cerrar por encima de todas las cosas, porque el amor que sentía por Leif era mil veces más grande que el miedo que sentía por lo ocurrido en la boda. Lo superarían.

Sintió cuando la conexión se establecía porque el cuerpo de elora comenzó a drenar energía del suyo. Pero no era exactamente como esperaba. Había utilizado el vigoris en muchas ocasiones y ése hechizo era muy parecido. Sólo que el flujo de energía que notaba era más grande del esperado. Elora no era tan grande ni su cuerpo estaba destrozado para tener tanta necesidad. La herida había sido mortal, pero era una única herida, su cuerpo no necesitaba repartir recursos.

Extrañada por ese detalle, Aletheia barrió con un impulso de magia el cuerpo de Elora, en busca del origen de aquella necesidad, por si hubiera alguna herida de la que no fueran conscientes.

Pero lo que encontró fue algo muy diferente. Algo importante, descabellado, aparentemente imposible, pero real. Allí, bajo el ombligo, pasando totalmente desapercibido había un puntito que se aferraba a la vida desesperadamente y que había sentido la llegada de la magia como una tabla de salvación.

"Cielos", pensó. Porque si aquello era lo que pensaba que era, iba a traer cola. Además, ella sola, llevando su propio embarazo adelante, ya pasado el ecuador, no podía permitirse un gasto de energía tan enorme como para mantener cuatro vidas. Necesitaba conectar a Elora con su padre.

Apenas Leif regresó a la habitación, después de haber dejado a sus hijos al cargo de todo lo que implicara abandonar la casa, Aletheia se le acercó, aunque no buscó de nuevo su abrazo.
-Leif... necesito tu ayuda. Tal y como estoy ahora -los gestos de sus manos dejaron claro que se refería a su estado- no puedo mantener el flujo de magia en Elora a un nivel que no sea peligroso, así que vas a tener que ser tú el que se quede aquí.

No le reveló lo que había descubierto, porque era una conevrsación que le correspondía tener a Elora cuando despertase. Y porque, si no despertaba, era añadir un dolor innecesario a todo el mundo. Sobre todo al pirata. Lo hizo sentarse en la cama y le explicó que no era necesario que la tocara si no quería, que podía moverse, pero no alejarse, y que si notaba variaciones extrañas, la avisase en seguida.

Cuando eso estubo claro, se quedó delante del lobo y puso las manos en sus mejillas, obligándole suavemente a mirarla a los ojos. Se inclinó hacia él, hasta que sus rostros estuvieron tan cerca que sus narices casi se tocaban.
-Te quiero, Leif. Por encima de todas las cosas. Y quiero que entiendas que lo que ha ocurrido antes -cuando había salido huyendo, asustada de él- es algo que dejará de pasar. Nunca antes te había visto así, desbocado, furioso, dejándote llevar por la furia del lobo. Me asusté. Me asusté mucho porque temí perderte. Temí que la bestia furiosa que aun no controlas se adueñara completamente de ti, del hombre que amo. Si eso pasa, si te pierdo, me muero. Pero tú aprenderás a controlarla y yo la amaré como una parte más de ti.

Como punto y final esgrimió una sonrisa. Pequeña, insegura, porque sabía que su reacción había herido al lobo y temía más que nada que ahora rechazara su intento de reconciliación. Amaba a ese hombre, con lo bueno y con lo malo. Pero la escena ante sus ojos la había sobrepasado; su boda destrozada, la negra reclamando una vez más a Leif como propio, Elora muriendo en brazos de Xaryne, justo a su lado, con la sangre de la nigromante manchando su vestido -que todavia llevaba puesto y ensangrentado-, Leif volviéndose ante sus ojos la oscura bestia que tantos meses de terribles pesadillas había protagonizado en sus noches... ¿No eran motivos suficientes para asustarse?

Pero se lo había dicho en sus votos. Leif era capaz de converitr lo que más temía en lo que más amaba. Por él había decidido dejar atrás París y vivir en el corazón del bosque, rodeada de licántropos. ¿No valía más ese gesto que un instante de miedo?
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Mensaje por Elora Paine Dom Nov 19, 2017 4:57 am

El cuerpo de la bruja se mantenía de forma artificial gracias a la energía insuflada por Aletheia, sus células seguían viviendo ajenas a la desconxión de su alma que ya viajaba por ese limbo llamado Purgatorio. Con la fuerza renovada de Leif, la pequeña vida que crecía en su interior encontró el soporte vital que requería para seguir creciendo allí dentro sin molestia ninguna mientras Xaryne emprendía ese viaje desesperado a otra realidad.

Elora estaba sufriendo un tormento dentro de aquella cripta hasta que logró tranquilizarse un poco y entender que en ese estado no corpóreo no era más que energía de la misma forma que lo eran los entes que solía invocar. Trató de pensar algo rápido y extendió sus manos invocando una barrera energética, una proyección de sí misma, con lo que se volvió más intangible y transparente, pero consiguió mantener a los espíritus a raya. Dejaron de molestarla porque impactaban contra esa pequeña cúpula mientras la bruja se sentaba en el suelo a pensar. Esa energía no se agotaría, porque ya sólo estaba hecha de ella, con lo cual circularía son cesar a su alrededor protégiendola como un escudo hasta que algun ente más poderoso hallase la forma de atravesarla. Qué divertido. Una eternidad sentada en un cementerio manteniendo una barrera que la protegiese del dolor. Se quedó un buen rato así, no podría saber si fueron horas o minutos porque el tiempo parecía fluir muy despacio en esa realidad.

Cuando se cansó de estar sentada y aburrida se levantó de nuevo y repasó el lugar, contando las lápidas con los dedos. Xar, Leif, Stein, Ale, Viktor, Arya... Arya. La primera fecha que estaba grabada correspondía a unos meses en adelante, nacería en un tiempo corto pero en une fecha distinta a la de Viktor, así que no era su gemela. Como Leif tuviera una amante a Ale le iba a dar un buen sofoco y el lío iba a ser pequeño. Luego acudió a su mente una idea loca ¿y si Arya fuera el fruto de aquella noche loca con Uryan? era descabellado pero... posible. No se había tomado nada para evitarlo porq2ue ya tenía suficiente con superar el trauma de haber sido poseída y la bronca posterior con Xaryne. Pero no podía ser, ella estaba muerta y Arya no podía nacer, asi que la probabilidad jugaba en su contra. ¿Lo sabría alguna vez? ¿Averiguaría quien era ese nombre? o se quedaría con la incertidumbre para toda la eternidad? Solto una carcajada amarga que retumbó en las paredes de aquella cripta y que hizo que los entes hechos de humos que giraban a su alrededor se estremeciesen. El puto karma era un cabrón. Ella que pensaba que el tormento serían latigazos, o golpes o arder en un caldero, pero no, la estaban condenando a una eternidad de sufrimiento mental. Genial.
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Mensaje por Leif Paine Lun Nov 27, 2017 9:43 am

Volver al bosque le hizo darse cuenta con más detalle del destrozo que había sido ocasionado. La mayoría de invitados, aquellos que no sufrieron daños, ya habían abandonado el lugar, mientras otros pocos se quedaron, ya fuera para ser atendidos o ayudar a los heridos. La Negra había convertido un día lleno de dicha, con uno que Leif recordaría muy bien. Pues no volvería a permitir un ataque sorpresa de aquella magnitud en su nuevo hogar. Encontró a su hijo mayor, Tavok, entre los lobos que empezaban a hacer una hoguera para quemar los cuerpos de los piratas abatidos. Tenía la fuerza de los Paine, pero aún le restaba mucha experiencia para no verse perdido en medio del caos.

-¡Capitán! Están llevando a los heridos con Klauss, algunas de las mujeres le están ayudando. Hemos decidido quitar los cuerpos cuanto antes, no sé si te parece bien que los quememos...

-Lo estás haciendo muy bien, hijo - le puso una mano en el hombro, aún ensimismado por lo sucedido y por el rechazo de Aletheia que, aunque ya había sido aclarado, no se le iría fácilmente de la cabeza. - Quiero que, junto a los mayores, acabéis de encargaros de esto. Usa nuestra casa para que se queden aquellos que aún sientan miedo. Ahí estarán protegidos. Yo debo volver con tu hermana.

-¿Cómo están...?

-Muerta. Las dos - su voz sonó seria, pero se notaba en la mirada la culpa que cargaba. - Aletheia y Ackerman están ahora con ellas, van a intentar traerlas de vuelta mediante la magia. Tavok - le cogió de ambos hombros - te quedas al cargo de la manada mientras yo no esté. Confío en ti, hijo, sé que eres capaz. Cualquier suceso o problema que haya, quiero que me lo comuniquéis de inmediato, ¿de acuerdo? Manda a alguien a buscarme, estaremos en casa de Elora.

-Sí, padre... - los nervios de Tavok desaparecieron ante la confianza que le demostraba su padre y se irguió decidido.

Tras darse una última vuelta para ser testigo de todos los estragos que sufrió el territorio, y comprobar que no quedara nadie de fuera deambulando por la zona, regresó a la ciudad a lomos del caballo. No obstante, hubo otro obstáculo en el camino. Lo ocurrido había sido escuchado por las familias gitanas que habitaban las zonas cercanas, y a medio camino hacia París se encontró con un par de soldados que le bloquearon de inmediato el paso.

-¡Identifíquese! - bramaron, mano rauda a las armas.

-Apartaros y volved por donde habéis venido. Aquí no hay nada que se os haya perdido.

-Hemos sido avisados de gritos y disparos. Es nuestro deber ir a...

-Solo ha sido una fiesta tras un buen día de caza... - mintió, o tal vez no del todo, al fin y al cabo hubo una fiesta y una caza, pero no de la forma en la que acababa de vendérsela a los soldados. - Solo un grupo de hombres pasándoselo bien...

Podría haberlos matado. Habría sido de lo más sencillo, pues aún sentía rabia en su interior por culpa de la Negra y ansiaba desatarla nuevamente. No obstante, su prioridad en esos momentos era su hija, no podía perder más tiempo alejado de ella o acarrear más problemas con sus actos. Si esos dos morían, otros serían enviados y quién sabe en qué desencadenaría todo aquello. Afortunadamente, parecieron aceptar la historia vendida y dieron media vuelta, momento que el pirata aprovechó para salir veloz hacia casa de Elora.

Asintió a las palabras de la bruja, mirando serio el cuerpo inerte de su hija. Ya le había dicho que sería él quien se sacrificara, por ello fue a dejar los asuntos atendidos en el bosque. Tomó asiento en la cama y miró a la bruja a los ojos con la misma seriedad. Como única respuesta, le acarició la mejilla y apoyó su frente contra la de ella, demostrándole que todo estaba bien entre ellos, pero que tenían cosas más importantes que llevar a cabo.

-Haz lo que tengas que hacer. Tavok está ahora al mando, no voy a moverme de aquí hasta que ambas abran los ojos - pronunció con determinación, y esperó paciente a que ambos hechiceros procedieran con lo que fuera que tuvieran que hacer para mantener a las dos con vida.
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Mensaje por Xaryne Ackerman Miér Nov 29, 2017 1:04 pm

El shock inicial no fue nada comparado con la rabia que le invadió minutos después. Lo más común en cualquier otra persona hubiera sido un susto que bien hubiera merecido un desmayo o un rato largo de mirada atónita con balbuceo incluido. Pero para Xaryne, cazadora de Hellsing y la Muerte Negra, dejarse llevar por la sorpresa se traducía en segundos de indefensión que bajo ningún concepto se podía permitir.

Su mente comenzó a bullir a toda velocidad. Vale, por alguna razón estaba en el infierno. Con su padre. El que llevaba muerto muchos años. Por tanto debía ser verdad que estaba en el infierno o en alguna broma pesada y muy macabra. Broma que sólo podía ser digna de un alguien muy cabrón y con sus mismos ojos. Los mismos que tenía justo delante y que sonreían con tanta superioridad. Justo como...

La espalda de Markus Ackerman se empotró contra la pared de piedra de un golpe, empujado por el cuerpo de su hija, que ahora le apretaba el cuello y le fulminaba con ojos de hielo a centímetros de su rostro. La cazadora empezaba a recordar, pero no podía pasar por alto aquello que había ayudado a destruir su vida. El siseo de Xaryne resonó en la piedra:
- Tú... nos mentiste a la cara. Durante años. A... Madre y a mí. Por qué no nos dijiste que tenías otro hijo. Otra mujer. Un hermano que creció en el odio más absoluto... - Xaryne era mujer de pocas palabras, pero sabía que encontrar a un padre en el Infierno no era  una ocasión para desaprovechar, así que lo soltó todo. - Cómo pudiste ser tan miserable. Por tu culpa Stein me odió tanto que mató a quien amaba. Por tu egoísmo Stein casi vuelve a matar a mi esposa. Por tu culpa... ¡Joder, Elora!

Xaryne soltó al cazador tan abruptamente como le había agarrado. Markus podía haberla detenido, era más grande, más fuerte y más experimentado, pero el factor sorpresa y el odio en sus palabras habían dejado su mente completamente indefensa. No dijo una palabra al respecto, como Xaryne esperaba. Tampoco tenía nada que decir. Solo se echó hacia atrás, volviendo a la oscuridad que la esquina de la celda le proporcionaba. Por su parte, Xaryne se encontraba zarandeando los barrotes de la puerta, que no se movían un ápice.
Su mente estaba volviendo gracias al odio con que había resucitado su cuerpo. Pensar en Stein le había hecho recordar la boda, que por alguna extraña razón del Universo se había velado en su mente. ¿Sería ese el castigo de los condenados al Inframundo? Pudrirse en una celda sin recuerdos? ¿Sólo con los que provocaban dolor? Porque los suyos estaban regresando y con ellos un intenso dolor que le quemaba los pulmones y apenas le dejaba respirar, si es que allí abajo eso era necesario.

Elora había muerto, aún veía su dulce rostro, ensangrentado por sus manos mientras le susurraba que todo iba a estar bien. Que iba a encontrarla. Estuviese donde estuviese. Recordó entonces que habían descubierto que ella no ascendería ni descendería con la cazadora. Que se quedaría en... el Purgatorio. La alemana soltó un grito de impotencia al ver que aquellos barrotes no cedían a sus golpes desesperados. Se giró de nuevo hacia su padre, que mudo, le observaba entre las sombras. Se puso seria, irguiéndose y fulminándole de nuevo.
- Tú, con tus actos, me metiste aquí. Así que tu vas a sacarme. Tengo que ir al Purgatorio. - ignoraba si se podía salir del Infierno o qué pasaría después, pero una cosa tenía bien clara.
Iba a encontrar a Elora.

Entonces, la carcajada fría y seca de su padre cortó su línea de pensamiento y volvió a la luz amarillenta de la estancia, plantándose delante con los brazos cruzados. - ¿No crees que si se pudiera salir de aquí ya estaría fuera, gorrión? No hay nada que uno pueda hacer para... - Entonces siguió la mirada de su hija, que observaba la pequeña trampilla en el techo por donde entraba la poca visibilidad de la sala. Xaryne le miró, y sus ojos no admitían réplica.
- Súbeme. Te lanzaré algo desde arriba. - Markus parecía reticente, pero siguió sin objetar. Preparó las manos entrelazándolas y Xaryne colocó el pie. - Uno, dos... - La lanzó hacia arriba, pero no llegó y cayó sobre él, provocando un gruñido del cazador. - Otra vez. - Si algo tenía su hija, es que era tan cabezota como él... y como su hermano. Markus apretó los dientes. No iba a pensar en eso. No ahora. - Uno, dos...- la impulsó con fuerza y esta vez sí, Xaryne pudo agarrarse al borde del agujero. Entonces Markus empujó sus pies, consiguiendo que la cazadora trepara y desapareciera por el hueco. De nuevo, soledad.

Estaba seguro de que Xaryne le dejaría allí, o así lo prometía la mirada de antes, cuando algo alargado cayó por el hueco. Una cuerda. ¿De dónde la habría sacado? No había tiempo para preguntas, así que Markus trepó también por ella y se metió por el agujero, donde apareció en una especie de pasillo con todos los huecos de las celdas en fila en el suelo. La cazadora salió de una puerta contigua con dos espadas curvadas, como las cimitarras que solía llevar. Le lanzó también una bastarda, que el alemán agarró mientras salían de aquella especie de armería extraña, donde se amontonaban suciedad, artilugios extraños y silencio.

Xar no sabía qué pensar de su padre, pero ahora todo su empeño estaba puesto en Elora. "Voy a encontrarte, aguanta."
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Mensaje por Elora Paine Jue Nov 30, 2017 8:24 am

Now i lay me down to sleep:

When I was young And scared of the world
My mother Would sing me a song
A tune that I keep In a sacred place
Because I know That my life won't be long
It tells of the place Where you go
When your time here on Earth is through
A beautiful place We call heaven
Is it true? Please God I pray that it's true


¿Por qué le venían a la cabeza esas melodías tan macabras que hablaban de muerte, descenso y cielo? Porque estaba en el purgatorio como condena a su existencia nigromante. Tarareó la canción para asegurarse que su propia voz aún resonaba en la cripta, que no se había evaporado del todo y ya no existía. Su cabeza se entretuvo en vagar por los recuerdos,rememorando todos y cada uno de ellos desde el principio al fin. Recordó la primera vez que Leif le habló en el bosque, su hedor a sucio y criminal, y la lástima que le produjo ver tanta rabia en un solo ser. Recordó a Xaryne, herida, cansada tras haberla llevado hasta su buhardilla, con esos ojos también llenos de indiferencia, ausentes de brillo por su odio ciego. Ahora todos eran más felices, Leif olía bien y hablaba como el líder que siempre debió ser; Xar sonreía y sus ojos de hielo se fundían cada vez que entraba en casa. ¿Es la huella que había dejado su paso por el mundo? Se sorpendió al pensarlo. Si era así, entonces estaba satisfecha, si los suyos eran un poco más felices gracia a ella, estaba en paz con el karma.

Pero entonces la tristeza la invadió, ella no podría regresar de nuevo y si Xar se veía arrastrada a ese purgatorio por culpa del hechizo...tampoco. Aún así, una pizca de esperanza la invadió. Mantendría su voz cantando por si algun día su amor abandonaba el mundo y la iba a buscar. No quería que se perdiese las cosas buenas de la vida por ir tras ella, pero en el fondo deseaba que lo hiciera porque sin ella nada tenía sentido.
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