Bloody Angel//Privado

Aquella noche hacía frió, mas frió del que Eph había pensado que haría o mas bien del que había deseado que hiciese. Apenas tenía ropa de abrigo y la que tenía estaba ya gastada por el uso, pero con el sueldo que tenía o le daba el teatro no le daba para comprarse algo mejor.

Cuando el viento soplaba intentaba arrebujarse bajo la chaqueta roída que llevaba, pero aquello apenas le cobijaba y el frió le hizo toser un par de veces. Al principio nada grave, una tos normal y corriente como la que cualquier otra persona hubiese podido tener.
Eph se abrazó el cuerpo esperando encontrar algo de calor mientras caminaba por las calles. Aquella noche esperaba que su casera, la señora René le hubiese dejado algo de sopa de col o de lo que fuese, el caso es que estuviese caliente para poder entrar en calor.

Aún estaba lejos de casa cuando empezó a nevar y los copos comenzaron a calar la chaqueta de Eph.

-Maldición-masculló por lo bajo. Aquello no le venia para nada bien a su ya maltrecha salud. Si se refriaba se acabó del todo.

Anduvo así unos minutos mas, hasta que un ataque de tos le dio haciendo que tuviese que poyarse contra una de las paredes de un edificio cercano. Le costaba respirar, le dolía cada vez que la tos le llegaba, se llevó la mano a la boca, como si eso fuese a mitigar la tos, pero no fue así, cuando la apartó y la miró vio allí la tan temida sangre.

Se sentía mareado, sofocado y dolorido. Dibujo una expresión de dolor cuando intentó tomar aire, pero aquello fue, mas que una salvación, una perdición. Sintió como si mil agujas incandescentes le atravesasen los pulmones.

Un ultimo jadeo antes de desplomarse sobre la acera. La visión se tornó borrosa antes de perder por completo el conocimiento. Por alguna razón sabía que aquella noche no llegaría a casa para cenar y lo que mas le preocupó es no haber podido avisar a la señora René...aquel mes no le podría pagar el alquiler del estudio...

Lo ultimo que sintió fue el frio de la acera en su cuerpo y después...oscuridad, total y completa. Después de tanto tiempo, su hora había llegado y de la forma mas miserable posible.

La vampiresa vagaba por las calles de París recién entrada la noche, cuando a penas había un alma. Esas horas en las que era demasiado temprano para las prostitutas y los borrachos y demasiado tarde para los trabajadores más lentos en marcharse a casa. Era una de sus maneras para evitar encontrar tentaciones, porque aunque tenía sus normas, seguía siendo lo que era y necesitaba sangre para sobrevivir. Los habitantes más comunes a aquellas horas eran los roedores que, al igual que ella, aprovechaban entonces para salir a buscar comida. Unas buscaban cualquier despojo, migajas, alimentos en estado de putrefacción y ella... Ksenia se conformaba con una rata bien gorda.

Agudizó su oído, buscando una presa, escuchando los rápidos pasos de las diminutas patas de los animales o los brincos que daban sobre cajas de madera y sacos de rafia. Se dejó guiar por el laberinto sónico, permitiendo que fuera aquel el sentido que la orientara más que sus ojos, aunque pudiera ver casi a la perfección en la oscuridad de la noche, iluminada por escasas lámparas de aceite en algunas calles principales y casi ninguna callejuela. Se disponía a atacar, cuando un ruido la distrajo por completo. Fue una sola palabra, casi un susurro en la lejanía, pero le hizo sentir una sacudida desde los pies a la cabeza. Giró sobre los talones y cambió el rumbo de sus andaduras, ya no le importaba comer algo, sino averiguar lo que la había alterado de aquella manera. Fue sigilosa, por si a caso, casi pegada a la pared como si pretendiera treparla con las manos y sus botas de cuero y caño alto. Se detuvo en una esquina y asomó su oscura melena, junto con la mitad de su rostro. Su ojo, sin visión tridimensional, le mostró un cuerpo tendido en el suelo, a varios metros, aunque sin poder discernir exactamente cuántos. Dejó que también su otro iris y pupila observaran la escena, permitiéndole descubrir mucho más. Y fue entonces cuando entró en acción su olfato. Olía a muerte, a sangre... y a algo que hizo que sus párpados se despegasen por completo, dejando unos oscuros ocelos vibrantes. Se llevó una mano al pecho e inició el avance hacia el humano que yacía inconsciente. No tuvo que estar encima para saber quién era, podía sentirlo dentro.

-Eph...

Se agachó junto a él, apartando el cabello casi helado de su rostro en una suave caricia. Inclinó su torso hasta que la frente de ella se juntó con la de él y suspiró con los ojos cerrados. Cuando se levantó, lo hizo cargando con él en brazos, como si llevara una pluma. Regresó por allí por donde había venido y le llevó a su departamento, donde le quitó la ropa sucia y fría antes de arroparlo con mantas y hacerle entrar en calor con bolsas y compresas de agua caliente. Sabía que aquello no sería suficiente, lo tenía claro, pero... ¿De verdad podía romper las normas que se había autoimpuesto en un impulso? ¿Por un sólo ser humano? ¿Por egoísmo? Le miró de nuevo, tosiendo incluso dormido, con los labios teñidos de rojo por la sangre y el sonido errático de su respiración contaminada. Si al menos despertara... si recuperara la consciencia durante unos minutos y pudiera hablar con él...

Durante su inconsciencia notó algo, como si alguien le hablase desde la lejanía, una voz familiar, una voz antigua, una voz que podría haber sido la de un fantasma del pasado que había vuelto en sus últimos momentos a su cabeza. Pero ¿para que? ¿para torturarle mas?...su propia cabeza su propia mente le traicionaba también a aquellas alturas.

Cuanto tiempo paso en el limbo, en la oscuridad...no lo sabía, para él ya había muerto, pero su cuerpo aun no le quería dar tregua. Una fuerte punzada en el pecho le hizo despertar, un ataque de tos le vino sin mas. Cada vez que tosía, cada vez que intentaba coger aire un dolor terrible le atravesaba el pecho y la expresión de su rostro lo reflejaba claramente. Sintió de nuevo el sabor de la sangre, la cual broto de sus labios, manchando los mismo y bajando un poco por su barbilla. No le quedaba mucho tiempo, aquella sería su ultima noche y ¿que había conseguido?...nada.

No tenía fuerzas para limpiarse la sangre, la dejó donde estaba y por alguna razón en aquel momento se fijo o se dio cuenta de que ya no estaba en la calle...a pesar de estar arropado con mantas seguía sintiendo algo de frió. Miró a un lado y a otro lentamente y con debilidad, apenas podía mente los ojos abiertos y la vista se le nublaba a causa del dolor. Pero aun con eso, reconoció la figura que tenía ante si.

-Ksenia-dijo en un susurro, no podía hablar mas alto. ¿Era aquello una alucinación mas? ¿su mente seguía jugando con él?. Intentó alzar una mano para acariciar el rostro de la joven y aunque le costó un verdadero triunfo debido a que sus fuerzas le fallaban logró alcanzarlo.-eres tu...si que eres tu.-sonrió y hubiese llorado de tener fuerzas para ello. ¿Porque ahora?, ¿porque el destino se la devolvía ahora que se tenía que marchar?. La vida era cruel y eso era algo que había tenido que aprender a la fuerza.-lo siento-fue lo único que consiguió decir. Por alguna razón tenía la necesidad de disculparse con ella, aunque no sabía del todo bien la razón.

Notó un cambio en la respiración ajena, en el oscilar de su pecho, incluso la manera de toser era distinta a las veces anteriores. Estaba despierto. Rápidamente se aproximó a él, justo para escucharle pronunciar su nombre en un hilo de voz que parecía desvanecerse en un suspiro. Sintió la necesidad de de tocarle, pero al mismo tiempo tenía miedo. Sentía que su simple presencia le corrompía y acortaba más su vida. Pero al verle sufrir de aquella manera sólo por rozar su mejilla... no le podía prohibir que lo hiciera, además de necesitarlo ella también. En cuanto notó los delgados y largos dedos de Ephraim sobre su piel, le parecieron cálidos, a pesar del frío que parecía estar sintiendo él. Una lágrima de sangre se deslizó por la parte interna de su mejilla y supo que ya había tomado una decisión.

-No tienes nada por lo que disculparte...

Pero él ya lo la oía, había vuelto a perder la consciencia. Le acomodó, levantándolo un poco con un par de almohadas bajo la espalda y la cabeza. Despejó por completo su rostro y, a pesar de la tos, logró que se mantuviera con la boca relativamente abierta para limpiarla de los restos de su proia enfermedad. Tomó asiento a su lado y con una de sus afiladas uñas, abrió una vía de escape para su sangre en la muñeca. Acercó el antebrazo al rostro de su amado y dejó que las gotas salpicaran al impactar contra su lengua, deslizándose después hacia la garganta. Era sólo el principio de algo que tomaría unas días, pero que si aún estaba a tiempo, salvaría la vida de Ephraim, al tiempo en que la condenaba.

*********

Durante más de una semana, le estuvo alimentando con su propia sangre a diario, mañana y noche, como si le diera un medicamento recetado por el doctor. Estaba compartiendo con él parte de su fuerza, de su eternidad, pero también de su maldición, de su locura. Tuvo que intensificar su caza para disponer de la fuerza suficiente, mordiendo humanos en vez de ratas. Era algo que ella detestaba, pero era la única manera de salvarle.

Notó la mejoría pero también el momento en que todo, las horas de dolor intenso, la parálisis. Sintió que ella moría por dentro cuando supo que ya no había vuelta atrás, que a pesar de haberlo hecho porque le amaba, ni siquiera sabía si él deseaba seguir viviendo. ¿La odiaría al despertar? Seguro. Ella estaba convencida de su egoísmo, de haberse arriesgado al decidir por él y de que, era más que probable, que fuera a lamentarlo por el resto de su existencia, que si no la mataban antes, sería eterna.

Después de disculparse volvió a caer en aquel extraño sopor, en aquella extraña oscuridad que le brindaba algo de paz a su dolor. La mano que había usado para acariciar el rostro de la vampira cayó inerte sobre la cama.
No sabía si volvería a despertar o aquel era el final de todo. Si podría volver a verla una vez mas antes de irse. Si podría decirle algo mas que "lo siento". Aunque aquella frase había necesitado decirla. Lo sentía por no tener mas tiempo ahora que ella le había encontrado, sentía el no haber podido estar mas tiempo con ella el pasado, sentía el que se hubiese marchado sin saber cual era la causa, aunque se culpaba a el mismo de ello. Se culpaba por la vida que había llevado, por la vida que le había dado a su madre y por incumplir la promesa que le había hecho el día en que ella murió. Sentía muchas cosas, pero ya era tarde para enmendar el error.

Segundos mas tarde ya no hubo nada, ya nada paso por su mente, todo se quedo vacío, sin ruido...se había acabado. Después de tanto tiempo sufriendo se había acabado el sufrir.



Despertó desorientado, con sed y débil. Pero ya no era aquella debilidad enfermiza que le había estado atenazando desde hace tanto tiempo. Dentro de lo que cabe...se sentía bien. El pecho le dolía, pero de una forma mucho las leve.
Ephraim se llevo la mano al pecho y apretó ligeramente. Ya no tenía aquella sensación de presión, podía respirar con mas o menos soltura y facilidad, aunque cuando lo intentaba hacer mas profundamente sentía alguna molestia. ¿Que había pasado?.

Se sentó en la cama, miró a un lado a otro, pero todo estaba borroso.

-Mis gafas...-dijo en voz baja mientras buscaba con la mirada la forma de alguna mesilla o algo donde pudiesen estar.

En la mesilla que había su izquierda las encontró. Rápidamente se las puso y observó la habitación en si. No la conocía, aunque juraría que la había visto antes...antes de perder el conocimiento.

-Ksenia-susurró y sintió un extraño vuelco en el corazón a recordar lo que había pasado antes de perder el conocimiento por ultima vez. Se apresuró a sentarse al borde la cama y ponerse en pie. La urgencia y la rapidez hicieron que se marease y estuviese apunto de caer al suelo.

La cabeza le dio vueltas haciendo que se tuviese que sentar otra vez, mientras se llevaba la mano derecha a la cabeza. Fue entonces cuando se percató de que no llevaba ropa. Aquello hizo que una extraña vergüenza y pudor se apoderasen de él. Cuando volvió a ponerse en pie, cogió la sabana de la cama para envolverse con ella antes de salir del cuarto y de paso buscar su ropa y a Ksenia, si es que todavía estaba allí.
Por suerte para el, la sabana estaba casi sacada del todo, por lo cual no le costó quitarla de la cama.

Comenzó a caminar por el cuarto, apoyando la mano sobre la pared para no perder el equilibrio.
Se sentía débil, pero sin duda mucho mejor que antes.

-¿Ksenia?-pregunto al salir de la habitación. Su voz sonaba algo mas fuerte, pero tampoco salio baja y algo carrasposa.

Durante las noches salía a buscar presas, y era complicado. Ksenia no quería sesgar vidas y necesitaba mucha sangre para poder alimentar a Ephraim, así que no le bastaba con una sola víctima por día, sino que debía buscar varias y con complexión fuerte, sanas. Era difícil, más para ella que estaba desentrenada después de mucho tiempo sin cazar humanos. Y las pocas veces que lo había hecho, siempre fue acompañada por otro vampiro con el poder de borrar la memoria, algo que ella era incapaz de hacer. No deseaba dejar recuerdos amargos en las mentes de los desvalidos seres de alma débil. Cuando se acercaba el alba, terminaba con sensación de fatiga, era algo extraño, porque estaba cargada de sangre ajena, llena de supuesta energía y, sin embargo, su ánimo estaba tan bajo que contrarrestaba por completo lo físico hasta el punto de minarla.

Habían transcurrido tantos días que ya no sabía si había sido demasiado tarde. Si bien el cuerpo de su amado estaba mucho mejor, tal vez su cerebro no lo había soportado y se había rendido. ¿Despertaría de verdad algún día? Deseaba que lo hiciera y, al mismo tiempo, le aterraba la idea. Porque tal y como ya sabía, si abría los ojos, la juzgaría. Le echaría en cara haber roto aquellas normas de las que tanto le había presumido en su pasado juntos. Le reprocharía convertirle en un adicto a ella. La culparía por haberlo abandonado entonces a su suerte y ahora atarlo a su existencia de manera irreversible.

Regresó a su casa, rodeada de suspiros que conformaban la banda sonora de su actual monotonía. Lo que una vez fue hermoso y mágico, como ella lo había deseado, ahora era una oscuridad profunda y dolorosa, más que cuando le había estado echando de menos, pensándole a cada minuto, añorándole con cada inhalación de aire. Abrió la puerta del departamento, demasiado desconcentrada como para percatarse del sonido de unos pasos divagando por las estancias, unos pies descalzos que presionaban con torpeza las viejas tablas de madera que conformaban el suelo de aquel piso en el que ella llevaba "viviendo" los últimos meses, desde su llegada a París. Pero el sonido de aquella voz sí que la hizo espabilar de inmediato y todo el cansancio anímico se esfumó en un santiamén. Voló, literalmente al levitar, hacia el origen de las letras que conformaban su nombre de forma interrogativa y se abalanzó sobre aquel inseguro cuerpo que llevaba cuidando más de una semana. Se abrazó al cuello del escritor, sin dejar su peso caer, aún surcando el ambiente con su poder de vampiresa.

-¡Despertaste!

Era un momento de efusividad, de alegría. Las reprimendas llegarían luego, pero por el momento, quería disfrutar de Eph y del calor que, al fin, había regresado a su ya no tan debilitado cuerpo.

Iba lento, andando de forma errática pero con cierta seguridad. Con la mano que le sobraba se iba agarrando la sabana que le cubría su falta de ropa. Sin duda aquella escena hubiese podido parecer cómica y seguramente en otra situación y en otro momento podría reírse de ella, o al menos eso esperaba, pero en aquel momento, estaba algo confuso y aturdido. ¿Que se suponía que había pasado?. Hacia solo un rato había estado apunto de morir y ahora...ahora estaba en pie.

La aparición de Ksenia le pilló completamente por sorpresa, cuando la vampira se abalanzo sobre él perdió ligeramente el equilibrio y estuvo apunto de caer. De hecho para poder recuperar el equilibrio tuvo que soltar la sabana durante unos escasos segundos, haciendo que esta comenzase a escurrirse. Aunque por suerte, y extrañamente, los reflejos de Ephraim fueron rápidos y la pudo sostener mientras que Ksenia le abrazaba con fuerza. No pudo evitar sonreir, había pasado mucho tiempo desde la ultima vez que se vieron, muchísimo y nunca había sabido porque ella había desaparecido sin mas, pero aquel no era momento de hablar del tema. Estaba feliz de poder volver a abrazarla de nuevo. Casi le daba la sensación de estar en un sueño un sueño del que no quería despertar, pues si lo hacía seguramente aun estuviese tendido en la calle apunto de morir.

-No...no se que ha pasado. Se suponía que...creía que...-no sabía por donde empezar a hablar-¿que ha pasado?

Miró a la vampira a los ojos y en ellos pudo ver muchas cosas, lo que hace años y la inexperiencia no le habían permitido ver, ahora si. Pudo ver una extraña tristeza en ella, pero ¿porque? ¿que había pasado?.

Ephraim intentó encontrar estabilidad sobre sus piernas sin tener que poyarse en la pared y así abrazar a Ksenia. El tacto de la vampira le tranquilizo, la atrajo un poco hacia si y dejó escapar un leve suspiro.

-Todo esto es tan extraño...

Al escuchar la pregunta ajena, sintió como si le cayera una lluvia helada encima. Tenía que decírselo, debía explicarle lo ocurrido y en lo que ahora estaba metido por su culpa. Pero quería disfrutar un poco más de ese abrazo, unos segundos aunque fuera. Ansiaba prolongar el instante todo lo que le fuera posible. Apretó el agarre de sus manos sobre la espalda de su amado y le estrechó cuanto pudo, obviamente controlando la fuerza vampírica que poseía. Aspiró, notando que ya no había olor a muerte en él, que aunque su salud no estaba en perfectas condiciones, su vida ya no corría peligro. Sonrió por un instante, permitiéndose ser feliz por una fracción de segundo, antes de afrontar la realidad. Apretó los labios usando los dientes y pudo sentir como los colmillos rasgaban la tierna carne del interior. No era doloroso, sólo una sensación distinta más. Liberó a Ephraim de sus brazos tras un prolongado y pesado suspiro, buscando de nuevo sus ojos. La tristeza se reflejaba en ellos, al menos así lo sentía Ksenia, que a pesar de no tener alma, creía se le desgarraba algo muy parecido por dentro.

-Es... es culpa mía.

Notó como se le formaba un nudo en la garganta, debía ser algo similar a cuando los niños humanos se echaban a llorar y eran incapaces de hablar, balbuceando como peces fuera del agua. Se llevó una mano al cuello y lo tocó hasta que creyó se le había pasado lo suficiente como para continuar.

-Te encontré en un callejón, helado de frío y enfermo... O... Olías a muerte.

Desvió la mirada, temerosa de la reacción que sus palabras iban a ocasionar en el único hombre al que había amado hasta el punto de anteponerle a sus normas, a sus deseos. Y aún así no le había antepuesto a su egoísmo de desear tenerle a su lado una vez más.

-No podía dejarte ahí... Hice algo sin tu consentimiento y no sé... no sé cómo te lo tomes.

Tragó con dificultad y, armándose de valor, volvió a centrar la mirada en los ojos claros y cristalinos de Ephraim. Pareció quedarse muda por un momento, pero recuperó la voz de inmediato y escupió las palabras con rapidez a continuación. Se atropelló, mas su tono fue temeroso y asustadizo.

-Te alimenté con mi sangre, era la única manera de salvarte y ni aún así estaba segura de conseguirlo hasta que... hasta ahora que despertaste.

La dejo hablar, explicarse. Aunque pareciese extraño y algo sacado de una novela de terror, Eph empezó a comprender que es lo que había pasado y como había pasado.
No la podía culpar, a pesar de como se sentía ella, él no la podía culpar. Todo lo contrario, le había salvado la vida, le había dado la oportunidad de continuar con las cosas que tenía pendiente, la ocasión de volver a verla y estar juntos…aunque entendía también que aquello que le había salvado también sería una maleficio para él, sabía que de ahora en adelante iba a necesitar alimentarse de la sangre de la vampira para estar bien. Pero egoístamente aquello, hasta cierto punto, le alegro. Eso quería decir que no volvería a separarse de él…al menos hasta que de terminase de recuperar.

Dejó escapar un leve suspiro y la miró. Dibujó una ligera sonrisa y haciendo uso de las fuerzas que le quedaban y el escaso equilibro la abrazo con ambos brazos y la atrajo hacia si dándole un beso en los labios. La sabana y él pudor habían quedados relegados a un escaso segundo plano. Quería abrazarla, hacerle ver que no debía preocuparse, que en su situación, él, hubiese hecho lo mismo

-Me has dado una segunda oportunidad.- le susurró al oído mientras subía una mano a su pelo para acariciarlo- eso es algo que te agradeceré mientras viva. Se lo que ha debido costarte el quebrantar tus ideales por mi…no ha sido un gesto egoísta a sido un gesto benevolente y yo habría hecho lo mismo por ti.-le besó la frente y siguió abrazándola haciendo que ella apoyase la cabeza contra su pecho.-sabes, desde el día en que te conocí, que mi alma y mi vida son tuyos. Supongo que ahora es algo más literal, pero la verdad es que no me importa. Lo único es que nunca podré hacer algo tan grande para agradecértelo.

Sabía que aquello era más una maldicion que una bendición. Pero a él le daba igual, en aquel momento le daban igual las posibles consecuencias de aquel acto. En cierto modo estaba feliz de poder seguir adelante. Estaba feliz de que ella estuviese allí con el.

-Llegaste a mi en el momento que más lo necesitaba, como un ángel de la guarda, mi ángel. Casi había creído que te habías olvidado ya de mi.

Off rol:

No se explayó más en su explicación porque Ephraim ya sabía lo que significaba alimentarse de un vampiro, en el tiempo en el que habían estado juntos en Alemania, ella le había contado todo lo que conocía de su propia existencia de la raza que significaba su maldición. También conocía sus normas, su sentido de culpa por aquella niña, y que, para ella, tener un esclavo de sangre o convertir a alguien en vampiro, significaba condenar a la otra persona. Y lo había hecho con él, para salvarle la vida, pero eso no compensaba lo que iba a sufrir a partir de ahora su amado escritor. No sólo la adicción, sino lo que ese consumo podría hacerle a su mente.

El abrazo y beso que él le dio, la hicieron sentir ligeramente mejor. Saber que tenía fuerzas para moverse, estrecharla contra su cuerpo y poderla besar, era más que suficiente para que, por unos instantes, la maldición dejara de ser lo más importante. Volvió a rodearle con sus brazos, ésta ver por la cintura y se acurrucó contra el pecho desnudo de Eph. Escuchar los latidos de su corazón, mucho más fuertes y la respiración menos pesada y fluctuante, permitieron que Ksenia cerrase los ojos en un momento de paz. Las palabras ajenas inundaron sus oídos como un remanso de agua tranquila. Sabía que él quería calmarla y hacer que se sintiera mejor, que olvidara la culpa y se centrara en esa segunda oportunidad que le había dado, y que ambos debían aprovechar.

Le escuchó, incapaz de pronunciar palabra alguna. Se sentía abrumada por un millar de sensaciones, buenas y terribles al mismo tiempo. Ella, a pesar de no tener alma, se había sentido atada al escritor desde que se conocieron, había creado un vínculo con él como el que jamás había tenido con nadie, al menos que ella fuera capaz de recordar, y era consciente que para los vampiros, sentir aquel tipo de afinidad y conexión, sin que hubiera sangre de por medio, era imposible. Y, sin embargo, ellos eran la prueba de que había excepciones.

Al final alzó el rostro y buscó mirarle a la cara, acariciando su mentón y seguidamente la mejilla con la yema de sus fríos dedos. Habló con un hilo de voz tomado por la culpa de sentirse feliz.

-Un ángel de sangre, más bien...

Se puso de puntillas para volver a besarle en los labios, despacio, como si quisiera compartir con él su respiración y darle más de su "vida". Era algo estúpido, por supuesto, pero aún así lo hizo y lo haría todas las veces que pudiera.

-Jamás me olvidé de ti, Ephraim, ni un sólo minuto de mi existencia desde que te conocí.

Off:

Un ángel de sangre...aquellas palabras, por alguna razón le hicieron reír. Tal vez porque era una referencia acertada, al fin y al cabo ahora estaba encadenado a la sangre de la vampira. No sabía hasta que punto tendría aquello efectos secundarios sobre su forma de ser o sobre su vida. Pero lo que tenía claro es que era mucho mejor aquello que el final que le había estado aguardando días atrás.

-Yo tampoco me olvidé-aunque tuvo que dar preferencia a otros aspectos de su vida, entre otras cosas a su madre y a la promesa que casi quedó incumplida, pero prefería no pensar en eso en aquel momento.

El ultimo beso le había dejado sin aliento y el esfuerzo realizado desde que se había levantado de la cama estaba empezando a pasar factura. Tuvo que volver a apoyar una mano sobre la pared para mantener el equilibrio. Dibujo una sonrisa cansada que se convirtió en un ligero jadeo, la debilidad parecía que poco a poco volvía a su cuerpo. Se sintió algo mareado de repente.

-Me...me siento un poco mareado-la otra mano ,que había estado rodeando por la cintura a Ksenia, acabo sobre su frente, como si aquello fuese a calmar el mareo que le había invadido. Parecía solo debilidad, al fin y al cabo ¿cuanto tiempo llevaba sin comer? si es verdad que se había alimentado de la sangre Ksneia, pero no sabía si con aquello sería suficiente o si tendría que comer algo mas. El caso era, que tampoco tenía demasiado apetito.-tal vez debería tumbarme un poco.-miró a Ksenia y sonrió con debilidad, tampoco quería preocupar a la vampira- estoy bien, es un simple mareo, me he levantado demasiado rapido de la cama

En cierto modo aquello era verdad, no se lo había pensado dos veces antes de ponerse en pie, sin pesar en las posibles consecuencias. Aunque con la cabeza tan aletargada tampoco había tenido ocasión de pensar en demasiadas cosas.

-Me ayudas a...-no termino la frase, se quedó mirando en dirección a la habitación.

Sonrió al escucharle decir que él tampoco la había olvidado, aunque lo hubiese deducido por sus acciones desde su estado semiconsciente y posteriores, abrazo y beso incluidos.

Notó entonces el tambaleo ajeno y cómo la soltaba para sujetarse mejor. Se preocupó de inmediato y le ayudó, colocándose a su lado para que se apoyara sobre sus hombros. Si bien podía sobrevivir alimentándose únicamente de su sangre, si comía cosas sólidas se recuperaría antes. Pero como hasta ahora no había estado despierto, no le había podido dar nada más.

-Iré a buscarte algo para comer, ¿de acuerdo? Te llevo a la cama y descansas hasta que vuelva.

No le costó guiarla hasta el dormitorio de nuevo, aunque no le cargó a peso porque no deseaba herir su orgullo, además de que él tenía aún cierta fuerza como para andar, aunque le resultara algo dificultoso. Le sentó y fue a recuperar la sábana que había quedado tirada en el suelo, para cubrirle con ella antes que con la manta, una vez él mismo ya se hubo recostado.

-¿Quieres algo en particular? Te traeré lo que sea.

Era de noche aún y las tiendas normales no estaban abiertas, pero el mercado negro no cerraba nunca y allí se podía conseguir cualquier cosa, legal o ilegal. Y ella tenía dinero, no era rica, ni mucho menos, pero tenía que pagar el departamento y la ropa que usaba, y como bien sabía Eph, Ksenia odiaba robar casi tanto como matar.

Le acarició el rostro y puso un poco de agua en un vaso, ya que había una jarra en una de las mesitas de noche, tapada con un plato para que no se acercaran insectos, cosa habitual en el verano parisino. Se lo ofreció mientras le dejaba pensar en lo que le apetecía comer.

No fue consciente de lo verdaderamente cansado que estaba hasta que se tumbo en la cama otra vez. Le dolía la espalda y el pecho ligeramente, aunque sabía que algunas veces ambos dolores iban unidos a uno solo que embarcaba toda la zona.
El roce de la sabana era agradable y al cerrar los ojos se relajó un poco.
Debía de tener un aspecto de lo mas lamentable. Aunque de unos años hasta ahora su forma física había desmejorado mucho, estaba mucho mas delgado y pálido, aunque suponía que eso no iba a mejorar mucho. No le importaba.

Bebió un poco de agua. La garganta le ardió, la sentía casi en carne viva. Tampoco se había percatado de ello antes, pero tenía la garganta muy reseca. Al llegar el agua al estomago, este se revolvió un poco y apunto estuvo de vomitar el poco liquido que había ingerido. Por la razón que fuese, en aquel momento su estomago no aceptaba nada.

-No tengo muy claro que mi estomago vaya a aceptar comida alguna en este momento. -sabía que se tenía que alimentar, pero también estaba seguro de que si comía lo acabaría vomitando al poco rato. Su cuerpo necesitaba adecuarse a los cambios que había sufrido, fuesen muchos o poco, aunque debía de estar asimilándolos.- no te preocupes, tal vez mañana esté mejor como para comer algo.-se quitó las gafas y las dejó sobre la mesilla, donde las había encontrado. Y se dio cuenta de que podía ver medianamente bien sin ellas. Era sombroso...

Cogió aire, cerró los ojos y al soltar el aire tosió un poco, aunque nada preocupante ni del otro mundo. Simplemente sus pulmones habían perdido la costumbre de respirar de aquella forma.

-Ya casi no me acordaba de lo que era respirar así-sonrió  y abrió los ojos. Volvió a toser ligeramente, bebido de nuevo otro sorbo de agua y dejó el baso sobre la mesa. -¿que tienes pensado hacer a partir de ahora?

Realmente le notaba fatigado y pensó que la comida le sentaría bien, hasta que vio la reacción que le provocó un simple sorbo de agua. Arrugó la nariz y torció el gesto, ofreciéndole una de las toallas que tenía secas a la espera de ser usadas para mitigar el frío que había estado consumiendo el cuerpo del escritor durante los últimos días. Le dejó que reposara y se acomodará a su gusto, asintiendo a sus comentarios.

-De acuerdo, dejaremos lo de comer algo para mañana... Parece que tu estómago lleva demasiado sin ingerir nada y no se siente preparado. Esta noche iré a buscar algunos ingredientes para hacerte una sopa y puré de verduras para cuando ya no te resientas tanto.

Puso una mano en la frente ajena y sonrió al ver que no había fiebre. Su tos era más seca, pero duraba poco y no había flemas ni sangre, así que realmente estaba sanando. Le tomó de la mano, con ambas suyas, y acarició el dorso de la foránea con la yema de los dedos, como si escribiera en ella en alguna lengua antigua y desconocida.

-Necesitas descansar y creo que deberías intentar dormir un poco, aunque parezca absurdo tras haber estado inconsciente por más de una semana. No es lo mismo, tu cuerpo estaba enfermo, tenso y frío, ahora al fin entraste en calor y te sientes mejor... Así que cierra los ojos y, por una noche, no tengas pesadillas.

Le conocía, sabía que muchas cosas le atormentaban, la falta de inspiración, la posibilidad de fracaso y su madre. No le había preguntado, pero que estuviera en París en vez de en Alemania, le había dejado claro que la mujer a la que tanto quería Ephraim, ya no estaba en este mundo con ellos. Ella la había conocido y, aunque nunca le reveló su verdadera identidad como vampiresa como hiciera con su hijo, se había sentido cercana a aquella dedicada y dulce dama que lo había dado todo por Eph.

Tenía razón, lo mejor que podía hacer ahora era descansar un poco. Seguramente al despertar vería las cosas de otra manera y ademas, a ella también se la veía agotada...Eph le sonrió de forma amable.

-Gracias otra vez por cuidar de mi estos días.-se incorporó un poco y le dio otro beso en la frente.- mi ángel de sangre.-le gustaba aquel extraño apelativo que había surgido aquella noche...Ksenia se había convertido en su ángel protector, quisiera o no. Era extrañamente irónico. En las buenas historias siempre es el caballero el que se hace cargo de la dama...pero en aquel caso era al revés. La verdad es que no le importaba lo mas mínimo encontrarse él en la situación de dama en apuros...o en este caso, caballero en apuros. Gracias a eso seguía con vida y estaba de nuevo a su lado, que a fin de cuentas era lo que ahora importaba.

-Intentaré dormir bien esta noche...-hacía tiempo que no era capaz de conciliar el sueño en paz, pero tal vez aquella noche se pudiese dar el lujo de hacerlo.-haz tu lo mismo, descansa. Se te ve agotada...-dicho aquello Eph se acomodó en la cama y calló en la cuenta de que tal vez aquella era la habitación de Ksenia-¿donde vas a dormir?-preguntó con un tono de voz ligeramente alarmado.

Ya de por si le daba cargo de consciencia el hecho de que no hubiese descasando por estar pendiente de él, pero ¿donde había dormido lo poco que lo hubiese hecho?

Sonrió tras recibir aquel beso en la frente, y es que ese era un gesto que siempre había caracterizado su relación con Ephraim. Él siempre la había tratado con ternura, a veces como un hermano mayor incluso, sobreprotector, cariñoso... Y debido a la diferencia de alturas, besarla allí se convirtió en rutina, una monotonía que Ksenia había echado muchísimo de menos en aquellos años.

-No seas tonto, claro que cuidé de ti y lo seguiré haciendo.

A pesar de lo rebuscado que pudiera sonar después de haberle abandonado en el pasado, Eph era lo único que la vampiresa tenía, sus sentimientos por él, a pesar de la distancia y del dolor que le causaban por su ausencia, la habían mantenido con "vida". El recordar el tiempo que pasaron juntos y todo lo que él le enseñó, no tenían precio ni medida. Serían para toda la eternidad algo atemporal e infinito.

Ella estaba acostumbrada a dormir poco, muchos días ni lo hacía. Pero mientras el escritor estuvo inconsciente, se obligó a hacerlo para conservar el máximo de energía posible para alimentarle y cazar. Desvió la mirada hacia un viejo sillón orejero que había junto a la ventana de gruesas cortinas moradas que impedían la entrada del sol cuando llegaba la mañana. Delante había un pequeño reposapiés hecho con una caja de madera de las usaban los zapateros para limpiar las botas de sus clientes.

-Yo puedo dormir en cualquier parte, ya lo sabes. Ahora cierra los ojos y descansa.

Se inclinó y ésta vez fue ella quien besó la frente del hombre, sonriendo al acariciarle el rostro y separarse para dejarle tranquilo. Cuanto más hablaran, más agotado se sentiría. Hasta que la sangre no hiciera todo su efecto, lo mejor era reposar.

Eph titubeo un poco al escuchar aquellas palabras. Cierto era que el era el invitado y debía tener alguna clase de privilegio, pero ¿tanto como para quedarse con la cama de la anfitriona?...sentía que estaba causando mas problemas y trastornos que otra cosa.

-La cama es lo suficiente grande para los dos. ¿Porque no duermes conmigo?-dijo al fin. Tal vez no era lo mas apropiado ni lo mas adecuado. De hecho ¿alguna vez habían dormido juntos?. No que el recordarse, al fin y al cabo el siempre había tenido una mentalidad bastante clásica en cuanto a esas cosas. Aunque en aquel momento le hubiese costado mantener la compostura siempre había sacado fuerzas para no cometer ninguna clase de locura en el pasado. De todas formas el pasado era pasado y la situación que había ahora era...¿distinta?. Al fin y al cabo el no recordaba haberse quitado la ropa...por lo cual, después de ese pequeño detalle, dormir juntos tampoco tenía mayor importancia.-así te puedes asegurar de que descanso-sonrió ligeramente y se hizo a un lado dejando hueco suficiente a la vampira por si al final optaba por dormir con él.

Tanto si lo hacia como si no, Eph se acomodó a un lado de la cama y cerró los ojos esperando poder reposar un poco y desperar algo mejor...al fin y al cabo, ya no tenía nada de lo que preocuparse ¿verdad?.

Lo que estaba claro es que Eph no sabía lo que estaba por venir, el como iba a cambiar su vida a partir de ahora. De haberlo sabido ¿habría podido acomodarse tan tranquilamente en aquella cama? ¿habría estado tan feliz?. Muchas veces la inconsciencia era nuestra mayor aliada.

Ksenia sabía cómo era Eph, lo clásico de los pasos de una relación eran importantes para él, y también para la vampiresa. A pesar de su edad, jamás había compartido cama con nadie con quien no mantuviera una relación, a excepción de aquella amiga con la que estuvo viviendo un par de años, pero vivían en el bosque y las montañas, era la única manera de cubrirse bien las espaldas, compartiendo cada momento y turnándose para descansar. Así que aquello no contaba. Y si bien el escritor era el hombre que más la había marcado a lo largo de sus casi doscientos años de existencia y le amaba, no eran pareja.

-Necesitabas descansar y aunque la cama no sea pequeña, no hubieses estado cómodo compartiéndola conmigo.

Era consciente del sentimiento de culpa reflejado en el tono de voz de Ephraim y que, de verdad, quería que ella durmiera a su lado, pensando que el sillón no era suficiente para que recuperase las fuerzas que invertía en alimentarle con su sangre. Sin embargo, era cierto que ella podía dormir hasta de pie y despertar como nueva. Pero quería complacerle, que se quedara tranquilo.

-Descansa, iré a buscar unas cosas y cuando regrese me recostaré a tu lado.

Sonrió, viendo cómo el agotamiento podían con su amado y le besó en la frente antes de ir al mercado negro a por las provisiones que antes había mencionado. Necesitaba comida para prepararle un caldo y algo un poco más sustancial posteriormente. Además, estaría bien comprarle otro abrigo y algo de ropa, que aunque allí no sería de primera mano, seguro estaba en mejores condiciones que las cosas con las que le había encontrado.

Una vez regresó, dejó cada objeto en su lugar correspondiente y llevó consigo algo que había adquirido para ella. Meterse en la cama vestida no sería lógico y desnuda totalmente inapropiado, así que había comprado una especie de camisa larga para dormir, lo habían llamado camisón, seguramente por el tamaño de su largo. Se desvistió y lo puso, antes de colocarse sobre el colchón y relajarse, justo para cuando salía el sol. Observó a Ephraim durante unos minutos, escuchando su respiración, viendo como su pecho ascendía y bajaba, se le veía mejor y tranquilo. Ksenia cerró los ojos y con ambas manos bajo la cabeza, unidas como si rezara (graciosa la referencia), se dispuso a dormir.

No tardó demasiado en quedarse dormido. En cuanto que cerro los ojos el sueño le invadió por completo. No recordaba si Ksenia le había dicho algo mas después de aquello, si lo había echo, el ya no la escuchó.

Su cuerpo, su mente...necesitaban un respiro prolongado. Al menos sabía o quería creer que sabía que aquel día o noche, lo que fuese ya que debido a que las cortinas estaban echadas no sabía que hora del día era, dormiría sin dolores.

Los sueños que tuvo fueron extraños, intranquilos. Parecía que todos sus recuerdos venían a atormentar su mente, su padre, su madre, la enfermedad que se la llevó, la vida que había llevado antes de irse de Alemania y la que había tenido que llevar una vez había llegado a Francia. Todo se veía distorsionado, inconcluso. Como esa clase de sueños que se tiene cuando tienes fiebre, inconexos. Había algo en su interior que aun se atormentaba por todo lo que había pasado y que parecía que no le iba a dar tregua.

Cuando llego Ksenia y se metió en la cama no lo sintió. En aquel momento estaba completamente aletargado y a pesar de las pesadillas apenas se movió, apenas se alteró. Daba la sensación de que era una pelea que solo su mente podría resolver, el problema es que la mente del escritor estaba tan quebrada y destruida que no se sabía quien ganaría la batalla de sus extraños sueños y del tormento que ellos escondían.