Family Ties | Privado

por **Mikhail Argeneau** Lun Oct 12, 2015 2:30 am

Quizás era porque la Navidad estaba a la vuelta de la esquina que Mikhail se sentía nostálgico y caritativo. No con el mundo, jamás con el mundo, siempre consigo mismo. Aunque aquélla descripción sarcástica, más bien se tornaba oscura, siniestra y macabra. Había pasado los últimos meses repartiendo castigo, buscando a aquéllos que le habían traicionado para arrebatarles el regalo que una noche les había otorgado. Encontrar a su mano derecha habría sido difícil para cualquier otro, pero no para él, que le había enseñado todos los malditos trucos habidos y por haber. Lo que no había esperado hallar, sin embargo, era a su pequeña mascota con vida. Zachary, había guardado un as bajo la manga, << solo por si su Sire regresaba >>. Y había actuado con inteligencia, porque de cualquier otra manera, el vampiro no se hubiera detenido a escucharlo. Tras leer en la mente de su vástago la verdad, Mikhail se había aventurado a elaborar un plan. Uno que requería a un cazador infiltrándose en las filas enemigas. Por suerte para él, conocía al hombre indicado para ese trabajo. Demyan Alexandru Argeneau, antes Marquand, le había hecho recordar que las viejas amistades siempre estaban allí, esperando a que alguien las retomase. ¡Oh sí! Sin duda alguna, las fechas navideñas ponían a cualquier ser – por maldito que fuera – con deseos de limar asperezas. ¿Y qué mejor forma que propiciando un encuentro entre padre e hijo? No es que el vampiro no recordase que Tariq, lejos de sentirse desesperado por la desaparición de sus mellizos, se había sentido liberado. Razón de más para llevar a su creación a aquélla mansión. Una partida estaba por dar inicio. Él solo estaba poniendo en su lugar cada pieza para moverlas como el gran amante de ajedrez que era. Dos años bajo tierra, alimentado de ratas y alimañas, hacían estragos en la mente de cualquiera. Más, en una enferma.

Abrigados por la noche, con la fría noche de invierno escarchándolos, Mikhail y su pequeño esclavo – de ocho años actualmente – se detuvieron frente al umbral de la mansión Marquand. El cuerpo delgado de Demyan temblaba, no por las ventiscas a su alrededor, sino por su necesidad de sangre. La suya. Zachary había tenido problemas para controlarlo, pero no así él. Había estado alimentándolo desde que tenía tres años. El niño haría cualquier cosa para recibir su recompensa. Solo el desarrollo de los acontecimientos, marcarían los pasos. En ese vals, el vampiro llevaba el mando. – Es tiempo de reunirnos con tu progenitor. – Sentenció, alzando el puño para tocar. Antes de que pudiese hacerlo, la puerta se abrió. La suerte estaba también del lado vencedor, sonriéndoles. El mayordomo, clavó la mirada en la suya y luego en su acompañante. Los rasgos de Tariq, estaban por todos lados en Demyan. – He venido a ver a mi padre. – Dijo el niño, con voz firme y autoritaria. La sorpresa bailó en los ojos del hombre, pero debía estar acostumbrado a las rarezas que se sucedían a su alrededor, porque solo les indicó que lo siguieran. O quizás, se debía a que Mikhail le había enseñado sus filosos colmillos. No había mejor tarjeta de presentación que esa. Fueron llevados al salón y dejados solos. El vampiro contó cuántas personas había dentro del recinto. El número de sirvientes, no parecía acorde para su buen funcionamiento. ¿Tariq seguía enviciado por los juegos? No le extrañaba. El cazador, apostaba más de lo que poseía. Así era como había terminado endeudado con él. Ahora que Mina se había ido, su fortuna seguramente había sido dilapidada. El sirviente apareció de nuevo, anunciando que su Señora pronto los recibiría. “¿Su Señora?” Se hizo eco su mente pero, antes de que pudiese continuar con ese pensamiento, decidió que la forma más rápida de obtener respuestas era leyéndolas. Estaba bebiendo del hombre cuando una dama, exquisitamente embarazada, hizo su aparición.

por **Karla Marquand** Dom Nov 15, 2015 12:30 am

Todo él era una lucha,
todo nuestro matrimonio una guerra.

Era tarde, pero en ausencia de Tariq, a Karla le daba más miedo dormir que esperar. Eso sí, se había puesto la bata de irse a la cama, porque en su estado, era definitivamente lo más cómodo. Parada frente a la ventana, observaba a la nada, a la noche que no le recordaba otra cosa distinta a sus peores temores: su esposo y Dorian. El primero de ellos, había hecho que ella perdiera a su primer bebé cuando tenía al menos unos tres meses de embarazo. Sospechaba incluso que había perdido un segundo por su causa cuando tenía más o menos un mes, pero jamás había mencionado nada para evitar más retaliaciones por parte de Tariq. Y el segundo hombre, un vampiro, la había dejado tan mal en ese último encuentro, que casi estuvo a punto de creer que perdería un tercer bebé. Pero a pesar de todo, ahí estaba, con cinco meses de un embarazo que parecía resistirlo todo.

Con lentitud, caminó sobre la alfombra y se sentó en el taburete frente al tocador. Un abdomen inflamado hacia aparición allí, frente al espejo, recordándole a cada segundo que ahora tenía por qué luchar, o más bien, por quién. —Lucian— musitó, dándole un nombre a un bebé al que sentía varón. Quizás era absurdo, pero de alguna manera, sentía que llevaba dentro de sí a un niño, uno que esperaba que fuera el polo opuesto de su padre. Un largo suspiro se escuchó en la habitación e instintivamente su mano se deslizó sobre el vientre. Ella no sabía qué pasaría, pero tenía claro que mataría de ser necesario con tal de mantener a su hijo bien, en todo el sentido de la palabra. Pronto, la meditación frente a su propio reflejo fue interrumpida, alguien la buscaba en aquella casa y Karla se levantó de inmediato, llevada por una absurda ilusión que guardara desde la primera vez que Tariq la tomó a la fuerza ¿Acaso su familia la había encontrado? Con rapidez pero sosteniéndose con firmeza del barandal de la escalera, llegó en menos de lo esperado al salón, todo para frenar en seco y observar con toda la calma que le fuera posible, una escena que bien conocía ella.

Había un vampiro en casa. El temor la sobrecogió, pero debía obligarse a buscar una tranquilidad absurda que lograra mantener bien a Lucian — ¿Qué puedo hacer por usted? — soltó de repente, pretendiendo que esa frase lograra que el inmortal dejara de beber de uno de los pocos sirvientes que intentaba ser amable con ella. No obstante, su mirada pronto se desenfocó de ellos y se dirigió a un niño, localizado apenas a unos pasos del vampiro. A juzgar por su apariencia, tendría unos siete años, y además, lucía enfermo ¿Qué hacía un niño así con un bebedor de sangre que se alimentaba frente a él? Karla no podía deducirlo, menos aún porque el pequeño frente a ella, era en extremo parecido a Tariq. Poseía el mismo azul de sus ojos, el cabello parecía tener hasta la misma textura e incluso, la forma de ese pequeño rostro era una réplica a escala de las facciones del Marquand —Ese niño…— la impresión no pudo ser disminuida y tuvo un increíble deseo de acercarse a él, como si la vista desde donde estaba fuera insuficiente como para comprobar el parecido —¿Quién eres? — Preguntó mirándolo fijamente — ¿Quiénes son ustedes? — agregó, dedicando su mirada ahora al vampiro. Aquella visita no tenía nada de convencional, algo raro estaba sucediendo y por primera vez en la vida, esperaba que Tariq por fin regresara pronto a casa.

por **Mikhail Argeneau** Dom Nov 29, 2015 9:50 am

El vampiro enarcó una ceja, señal de que no le gustaba que le interrumpieran. Jamás daría por supuesto la sangre de nuevo. Desperdiciarla, le parecía una terrible falta de respeto. No solo para él, sino también para su víctima. Si el sirviente iba a morir de todos modos, bien podía hacerlo sin una gota de ese elixir que los suyos necesitaban para existir. Mikhail no necesitaba mirar a su pupilo para sentir su ansiedad. En su afán por mostrar al monstruo, que poco a poco iba formando, había preferido no alimentarlo. ¡Era su maldita hermosa creación! Cuando fuese adulto, Demyan sería una copia exacta de él. Quizás incluso mucho mejor. Más sádico, más malvado, más macabro. Los mellizos de la pareja Marquand, habían sido arrancados del mundo que conocían un día antes de su tercer aniversario. Hasta entonces, se había limitado a crear vástagos que en el pasado eran psicópatas y asesinos seriales. A muchos, había salvado la misma noche en que caminaban hacia la horca. Otros más, los liberó de las mazmorras. Ellos eran tan fáciles de convencer. No necesitaba forzarlos a que aceptaran servirle, nada era más prometedor que burlar a la muerte, excepto el poder que conllevaba transformarse. Arrancó su cabeza del cuello del hombre, sin siquiera molestarse en cerrar la herida. Mostraría los modales que le habían enseñado hacía tantos años. Uno de los dos, debía actuar como se esperaba. Al parecer, interrumpir su cena no sería suficiente para ella. Ahora, hacía sus demandas. ¿Tariq no le había enseñado que a los de su especie, no les gustaba ser cuestionados? Su recién fuente de alimento, cayó al piso en cuanto lo soltó. Estaba débil, pero no muerto. – ¿Preferiría que nos deshiciéramos de él? – Preguntó, sus colmillos volviendo a su sitio. Se limpió la boca con el dorso de la mano, sonriendo ante la mancha carmín que ahora cubría su piel blanquecina. Una imperfección, que rápidamente solucionó. Su lengua salió disparada para quitar cualquier rastro, como si se tratase de un maldito gato. La pregunta era un truco, por supuesto. Si ella decía que sí, entonces Mikhail tomaría eso como que intercambiaba su lugar por el sirviente. Casi se excitó ante la idea. No había pasado cuatrocientos años caminando entre mortales e inmortales, sin probar la sangre de una mujer embarazada.

“Saluda a tu nueva madre, hijo. Parece que pronto, volverás a jugar el papel de hermano mayor.” Demyan desconocía que su melliza había muerto a causa de él. Solo conocía la versión de que su padre, los había vendido al no poder pagar sus deudas y que nunca, intentó recuperarlos. Mikhail había lavado el cerebro al niño, haciéndole ver que él, era el bueno. O tan bueno, como un ser sin corazón podría serlo. “¿Te comió la lengua el ratón?” Atacaba la mente de su esclavo con palabras burlescas. El pequeño, había clavado su mirada en el vientre de la recién llegada. – También es una sorpresa para mí. – Dijo finalmente, poniéndose cómodo. Si la mujer quería respuestas, él se las daría. No iba a negarse el placer de jugar en ese tablero que de pronto se había armado. Hacía tanto que no movía las piezas de un ajedrez humano. – Creo que me tocará a mí hacer las presentaciones. – Agregó, con un fingido tono seco. – Demyan aún no empieza sus clases de etiqueta. – Había una broma escondiéndose tras esas palabras. Odiaba que se pensara que no cumplía con sus deberes como instructor, pero explicarle cuáles eran precisamente las lecciones que daba al niño, podría no ser apto para una mujer en su estado. – Le presento al futuro heredero de la fortuna Marquand. – Señaló, pero en esa ocasión, no pudo evitar reprimir una sonrisa, rica en malicia y delicias. – Aunque no me sorprende que no quede absolutamente nada por reclamar. Tariq solo se casaría de nuevo por una razón. Está en quiebra. – El odio de Demyan le golpeaba a raudales. ¿Hacia quién iba dirigida? ¿A su padre o a su madrasta? ¿Quizás al hijo nonato? Él mismo había odiado a sus hermanos. Los Argeneau, habían sido trillizos. Por desgracia, había nacido segundo y eso fue suficiente para que su padre no le mirase. No importaba cuánto odiase a su progenitor, que otro más fuese dueño de su atención, le había molestado demasiado. Su esclavo podría sentirse de esa forma. Saber que su padre no lo había querido, pero que podría querer a otro; solo serviría a sus planes para volverlo a su semejanza. Éste se acercó al sillón donde él ahora estaba sentado, parándose a su lado, sin apartar la mirada de la fémina. – Tranquilo, parece que no conocía de tu existencia. – No intentaba calmarlo o compadecerlo. Por el contrario, solo quería meter el dedo en la herida. Recordarle, lo poco que para otros, valía.

por **Karla Marquand** Dom Dic 27, 2015 12:02 pm

A esas alturas, le daba más miedo tener los pies en la tierra

—De ninguna manera. Y menos en presencia de un niño— replicó Karla, que parecía siempre tener más entereza de la que podía mostrar en presencia de Tariq. Era absurdo, pero él era el único que podía reducirla completamente. Con los vampiros, era superada a nivel físico, pero su esposo la sometía también a nivel mental. El muy maldito la tenía bajo su dominio, a pesar que aún no lograba el nivel que le daría acceso al dinero de los Sartre. Y tampoco lo haría, Karla le temía, pero no era tan idiota como para arriesgar el único comodín que tenía para salvar su vida y la de su hijo.

—Ven, levántate y envía alguien con algo de comida para el niño, anda— musitó Karla al anciano cuando se acercó lo suficiente, intentando ayudarlo de alguna manera a levantarse e interponiéndose en medio de los dos ¿Qué carajos se supone que hacía? Parecía creer que el hecho de ser la esposa de alguien tan destructivo como Tariq, podía darle cierta inmunidad con respecto a sus “amistades” ¿Qué otra cosa sino podría ser? Ese niño era alguien cercano a él, y apostaría a que era su hijo. Uno que se veía tan insalubre que ella sin preguntar, había pedido alimentación para suministrarle. El anciano salió casi a tropezones y Karla se incorporó de nuevo, observando a los recién llegados con una firmeza casi impropia en ella. No podía darle cabida a nadie más, ya era demasiado con su esposo y Dorian. — ¿Heredero? La fortuna Marquand no existe. Tariq apenas posee esta casa y un establo a medio terminar en la parte de atrás— respondió ella con una calma desmedida. Era obvio, las claúsulas que establecieran sus padres habían sido de lo más inteligentes. La única fortuna existente era la Sartre, y sólo tenían acceso a la misma Karla y su hijo, nadie más. No obstante, el inmortal conocía bien a Tariq, porque dejaba muy en claro que los matrimonios de éste eran basados todos en el interés. Era una suerte cada trampa de su contrato, porque al parecer, su fortuna tendría más de un carroñero encima. Casi estuvo a punto de afirmar que efectivamente su esposo estaba en quiebra y que no podría acceder a la porción de herencia de su esposa, pero se mantuvo en silencio, sin arriesgar demasiado en ese primer encuentro. Lo que sí, es que había confirmado lo que ya sospechaba. El niño frente a ella era hijo también de Tariq, y por lo tanto, medio hermano del pequeño que llevara ahora en el vientre.

—Es la primera vez que veo al niño. No sabía de él, como no sé de muchas cosas. Pero ese niño está enfermo ¿No es así? ¿Por qué no está con su padre? — las preguntas brotaron sin filtro de sus labios y sintió el deseo de acercarse al pequeño. Y lo hubiese hecho, de no ser porque se veía sumamente perturbado, molesto y casi a punto de romper en llanto de la misma ira. Pero ¿Qué podría hacer ella? —Dígame qué puedo hacer por el niño, porque dudo mucho que su padre pueda dejarle algo. No dudo que pierda esta casa un día de estos, así que nada quedará de los Marquand para él…— afirmó, dirigiendo de nuevo su mirada al inmortal que, dicho sea de paso, no dejaba de mirarla como si planeara algo que disfrutaba de sólo imaginarlo.

— ¿Quién es usted y porque tiene al niño? — se atrevió a preguntar, sabiendo que esa sola respuesta, le aclararía seguramente el panorama completo. Además, si sabía que Tariq no tenía nada, entonces ¿Qué era lo que iba a reclamar? Aquella, indudablemente, no se trataba de una visita cualquiera y, de paso, le daría la posibilidad de saber que podría pasarle a su hijo si es que moría ella. Todo, era una especie de aviso, un suceso en el que podía caer Lucian en un futuro en el que ya no estuviera su madre, creía.

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