AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ties that Bind [privado]
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Ties that Bind [privado]
Hay sucesos en la vida que te marcan de una forma u otra como nunca esperaste, que tuercen aquel destino que ya tenías ideado en tu mente, cuando te habías forjado un propósito y sabías bien adonde te dirigías. Un suceso que marca tu vida de forma trascendente, aunque creas que podrás seguir adelante, de repente te percatas de que su consecuencia ha puesto todas tus perspectivas patas arriba, cambiándote todo lo que dabas por sentado y que ahora ese destino tan tuyo se entrelaza con el de alguien más, regalándote aquello que nunca esperaste y que defenderías incluso a costa de tu propia vida...
Abrí los ojos para que un dolor punzante en mi cabeza me diera la bienvenida a la realidad, parpadeando de inmediato para concentrar mi mirada en un solo punto pues los objetos danzaban a mi alrededor en pares. Asunto nada agradable era el ver doble y por un momento ni siquiera recordar donde exactamente me encontraba o por qué estaba en el suelo, a la vez que me percataba de como algo pegajoso se pegaba a la piel de mi cabeza.
La sensación me indujo a alzar mis dedos y tocar esa zona notando inmediatamente como estos se mostraban teñidos de rojo, evidenciando mi propia sangre que resbalaba de una cortada en mi frente. La visión carmesí trajo todo de vuelta a mi memoria en cuestión de segundos, no era yo la única que había caído por lo que con rapidez miré a mi alrededor antes de percatarme del movimiento a mi derecha y de la respiración agitada de aquel que se encontraba a escasos centímetros de distancia.
Estiré mi brazo, agarré una roca y girando con rapidez la utilicé para golpearlo, escuchando la maldición que escapó de su boca mientras me levantaba y echaba a correr. Mis largas y ágiles piernas me dirigían con la rapidez del viento a través del verde follaje mientras mi corazón latía con prisa desmedida, en una alocada carrera para dejar atrás a aquel que me había sorprendido aprovechándose de que al ser uno de mi especie yo no hubiese intuido que representaba algún riesgo para mi.
Lo había presentido mientras recorría el bosque, siendo fácil la manera en que el olor de un licántropo había alcanzado mis fosas nasales. Asunto nada raro, el encontrarme con una criatura así en las inmediaciones, teniendo en cuenta la simbiosis que todos nosotros sentíamos con la naturaleza y la llamada irresistible a la que tarde o temprano cedíamos para internarnos en ella, siguiendo aquel llamado de nuestras entrañas o de la propia luna a la cual nunca podía resistirme cuando con su influjo plateado me llamaba en las noches en que brillaba majestuosamente; siguiendo su trayectoria en un ciclo que tarde o temprano nos mostraría una luna llena que acarrearía consigo el despertar de nuestro lado más siniestro.
Sin embargo ahora me encontraba corriendo, atravesando el bosque con toda la velocidad de la que era capaz, protegiendo aquello que importaba más que yo misma y por lo que haría cualquier cosa hasta llegar a un claro, adonde sin percatarme tropecé con un tronco caído mientras lanzaba un improperio y sentía como tironeaban de mi para alzarme.
Me agarré furiosamente del tronco, debatiéndome en aquel agarre antes de sentirme volteada para que así clavase mirada en mi oponente, cuya vestidura indicaba a las claras que se trataba de algún tipo de cazador, a pesar de que su aura me indicaba que era uno de los míos. Lo observé furiosa y comencé a forcejear, rasguñándolo y mordiéndolo en el brazo con todas mis fuerzas hasta oírlo gritar. -¡Basta! ¡No sabes con quien te has metido!-
Lo observé con odio nada disimulado, con mi cabello alborotado, mi respiración acelerada y mi orgullo de licántropa a flor de piel. No me había percatado de que la cadena dorada que llevaba al cuello sobresalía ahora en la parte superior de mi vestido, brillando bajo el sol que iluminaba el dije sobre el cual él posó unos momentos su mirada. Sorprendido por lo que veía se detuvo pero no por ello me dejó ir.
Con rapidez sacó unas cuerdas para atar mis brazos y pies y luego tuvo la desfachatez de alzarme sobre su hombro para echar a andar mientras yo veía el mundo de cabeza y lo maldecía observando como el cielo quedaba bajo mis pies y el pasto verde sobre mi. Sé que anduvimos así un buen trecho hasta que finalmente el paisaje comenzó a cambiar para adentrarnos en una vereda que nos llevaba hasta una propiedad disimulada entre el espeso follaje.
-¿Adonde diablos me llevas?- Mi frente dolía, palpitando enardecida y otra vez sentía aquel líquido pegajoso sobre ella, mi mirada comenzó a oscurecerse mientras el lobo continuaba caminando, adentrándose en lo que parecía ser un jardín con flores salvajes. -Déjame ir... no entiendes, no se trata de mi...- mi voz se volvía pastosa y mi angustia aumentaba a niveles insospechados, pero nada de ello significaba nada porque de la garganta de aquel salvaje solo escuchaba un gruñido, por lo que a pesar de luchar contra la pesadez que me embargaba esta finalmente me venció. No pude ya mantener mis párpados abiertos y fui finalmente presa de la oscuridad...
Abrí los ojos para que un dolor punzante en mi cabeza me diera la bienvenida a la realidad, parpadeando de inmediato para concentrar mi mirada en un solo punto pues los objetos danzaban a mi alrededor en pares. Asunto nada agradable era el ver doble y por un momento ni siquiera recordar donde exactamente me encontraba o por qué estaba en el suelo, a la vez que me percataba de como algo pegajoso se pegaba a la piel de mi cabeza.
La sensación me indujo a alzar mis dedos y tocar esa zona notando inmediatamente como estos se mostraban teñidos de rojo, evidenciando mi propia sangre que resbalaba de una cortada en mi frente. La visión carmesí trajo todo de vuelta a mi memoria en cuestión de segundos, no era yo la única que había caído por lo que con rapidez miré a mi alrededor antes de percatarme del movimiento a mi derecha y de la respiración agitada de aquel que se encontraba a escasos centímetros de distancia.
Estiré mi brazo, agarré una roca y girando con rapidez la utilicé para golpearlo, escuchando la maldición que escapó de su boca mientras me levantaba y echaba a correr. Mis largas y ágiles piernas me dirigían con la rapidez del viento a través del verde follaje mientras mi corazón latía con prisa desmedida, en una alocada carrera para dejar atrás a aquel que me había sorprendido aprovechándose de que al ser uno de mi especie yo no hubiese intuido que representaba algún riesgo para mi.
Lo había presentido mientras recorría el bosque, siendo fácil la manera en que el olor de un licántropo había alcanzado mis fosas nasales. Asunto nada raro, el encontrarme con una criatura así en las inmediaciones, teniendo en cuenta la simbiosis que todos nosotros sentíamos con la naturaleza y la llamada irresistible a la que tarde o temprano cedíamos para internarnos en ella, siguiendo aquel llamado de nuestras entrañas o de la propia luna a la cual nunca podía resistirme cuando con su influjo plateado me llamaba en las noches en que brillaba majestuosamente; siguiendo su trayectoria en un ciclo que tarde o temprano nos mostraría una luna llena que acarrearía consigo el despertar de nuestro lado más siniestro.
Sin embargo ahora me encontraba corriendo, atravesando el bosque con toda la velocidad de la que era capaz, protegiendo aquello que importaba más que yo misma y por lo que haría cualquier cosa hasta llegar a un claro, adonde sin percatarme tropecé con un tronco caído mientras lanzaba un improperio y sentía como tironeaban de mi para alzarme.
Me agarré furiosamente del tronco, debatiéndome en aquel agarre antes de sentirme volteada para que así clavase mirada en mi oponente, cuya vestidura indicaba a las claras que se trataba de algún tipo de cazador, a pesar de que su aura me indicaba que era uno de los míos. Lo observé furiosa y comencé a forcejear, rasguñándolo y mordiéndolo en el brazo con todas mis fuerzas hasta oírlo gritar. -¡Basta! ¡No sabes con quien te has metido!-
Lo observé con odio nada disimulado, con mi cabello alborotado, mi respiración acelerada y mi orgullo de licántropa a flor de piel. No me había percatado de que la cadena dorada que llevaba al cuello sobresalía ahora en la parte superior de mi vestido, brillando bajo el sol que iluminaba el dije sobre el cual él posó unos momentos su mirada. Sorprendido por lo que veía se detuvo pero no por ello me dejó ir.
Con rapidez sacó unas cuerdas para atar mis brazos y pies y luego tuvo la desfachatez de alzarme sobre su hombro para echar a andar mientras yo veía el mundo de cabeza y lo maldecía observando como el cielo quedaba bajo mis pies y el pasto verde sobre mi. Sé que anduvimos así un buen trecho hasta que finalmente el paisaje comenzó a cambiar para adentrarnos en una vereda que nos llevaba hasta una propiedad disimulada entre el espeso follaje.
-¿Adonde diablos me llevas?- Mi frente dolía, palpitando enardecida y otra vez sentía aquel líquido pegajoso sobre ella, mi mirada comenzó a oscurecerse mientras el lobo continuaba caminando, adentrándose en lo que parecía ser un jardín con flores salvajes. -Déjame ir... no entiendes, no se trata de mi...- mi voz se volvía pastosa y mi angustia aumentaba a niveles insospechados, pero nada de ello significaba nada porque de la garganta de aquel salvaje solo escuchaba un gruñido, por lo que a pesar de luchar contra la pesadez que me embargaba esta finalmente me venció. No pude ya mantener mis párpados abiertos y fui finalmente presa de la oscuridad...
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/01/2015
Re: Ties that Bind [privado]
Su aura brillante como la mía, oscura como los demonios que eramos y carmesí como la sangre que sajábamos sin piedad durante la luna llena la delato entre la mas absoluta profundidad del bosque.
Sonreí de medio lado acorralando con quietud a mi presa, ella, incapaz de no creerme de los suyos parecía seguir recogiendo aquellas plantas y raíces del rojizo suelo embarrado.
Allí, frente a ella, nuestros ojos se enzarzaron los míos ámbar como la miel, los suyos sorprendidos e inseguros por el giro que los acontecimientos desencadenaban.
No tardo en comprender que mis ropas eran las de un cazador, ni en intuir que ella esa mañana se había convertido en mi presa.
Así comenzó la persecución por el bosque donde las ramas cruzaban nuestros rostros a la velocidad propia de nuestras malditas razas, el viento azuzaba nuestros cuerpos que en una salvaje carrera alzaban la tierra tras cada zancada.
La verdad es que no podía negar que esa mujer corría en su afán incierto de proteger su vida, llevada por el mismo diablo saltaba los troncos que a su paso se encontraba, esquivando arbustos ramas, y pedregosas zonas con el vestido arremolinado entre sus manos.
Carrera que yo seguía de cerca, hostigandola, divertido, tenaz, esta era mi parte preferida de la caza, esa en la que agotas a tu presa hasta que comete el mas estúpido fallo.
Error que no tardo en llegar cuando sus ojos miraban hacia atrás buscando mi presencia para delante enredar su pie contra la elevada raíz de un árbol centenario forzándola a caer de bruces al suelo.
Una piedra punzante marco sus destino abriéndole una brecha en la frente que por unos momentos la hizo perder no solo el rumbo si no el conocimiento.
Su larga melena se espacia por el bello follaje amarillo, mientras aquel líquido carmesí que ahora tocaba con sus dedos recorría su frente goteando sobre aquellos castaños cabellos.
Saqué la katana de la funda, el juego había terminado, un lobo menos del que preocuparse en luna llena, un demonio mas en el infierno.
Lo que no espere es que al girarse para enfrentar mi mirada, una piedra llena de cantos me golpeara en la cabeza, para alzarse poniendo de nuevo distancia entre ambos corriendo desesperada entere los arbustos.
Maldije su existencia para de nuevo ambos emprender la veloz carrera hacia ninguna parte por aquel frondoso bosque que hoy contemplaría no solo su sino si no su muerte.
Su carrera era torpe, la sangre que emanaba la debilitaba a cada paso, en ocasiones parecía desorientada, algo que sinceramente me excitaba, era como saborear su muerte entre mis garras, esa parte inhumana se apoderaba de mi durante la caza, esa que me convertía en lobo, en depredador.
De nuevo cayo al suelo, incapaz de dar mas pasos, mientras se defendía de mi agarre con uñas y dientes, con mis manos la voltee esta vez para mirarla de frente. No cometería el mismo error dos veces.
Estocada mortal en su pecho con la daga de mi bota era le fin que le esperaba, mas entonces de su cuello sobresalió algo, un emblema que bien conocía, no solo era el nuestro, el de los cazadores de Mykonos si no el propio emblema real, el de Agarwaen.
Dude, mas sabia lo que eso significaba, no podía darle muerte, no al menos sin descubrir el porque poseía ese colgante del que mi amigo jamas se hubiera desecho de no ser por algo importante.
Mordió mi brazo con rabia mientras un gruñido escapaba de mi garganta. Sus palabras resonaron en el bosque como un eco lejano insultando no solo mi vida si no mi razón.
Sonreí de medio lado ignorándola al tiempo que las cuerdas surcaban sus manos y brazos con destreza para finalmente cargarla sobre mi hombro como si de un liviano saco se tratara.
-Te llevo frente al hombre que te dio ese colgante, el ahora es tu dueño, dueño de tu sino, reza porque te permita vivir para volver a ver una luna.
Su cabeza cayo inerte como el resto de su cuerpo, agradecí no tener que soportar ni sus preguntas ni sus forcejos durante el resto del viaje, si algo sabia de estas mujeres era que eran salvajes, insufribles y odiosas, ademas de muy capaces de enredarnos con sus artes para nublar nuestro juicio y nuestra razón.
Monté su cuerpo sobre el lomo del caballo y de un salto emprendí el camino a casa.
Sonreí de medio lado acorralando con quietud a mi presa, ella, incapaz de no creerme de los suyos parecía seguir recogiendo aquellas plantas y raíces del rojizo suelo embarrado.
Allí, frente a ella, nuestros ojos se enzarzaron los míos ámbar como la miel, los suyos sorprendidos e inseguros por el giro que los acontecimientos desencadenaban.
No tardo en comprender que mis ropas eran las de un cazador, ni en intuir que ella esa mañana se había convertido en mi presa.
Así comenzó la persecución por el bosque donde las ramas cruzaban nuestros rostros a la velocidad propia de nuestras malditas razas, el viento azuzaba nuestros cuerpos que en una salvaje carrera alzaban la tierra tras cada zancada.
La verdad es que no podía negar que esa mujer corría en su afán incierto de proteger su vida, llevada por el mismo diablo saltaba los troncos que a su paso se encontraba, esquivando arbustos ramas, y pedregosas zonas con el vestido arremolinado entre sus manos.
Carrera que yo seguía de cerca, hostigandola, divertido, tenaz, esta era mi parte preferida de la caza, esa en la que agotas a tu presa hasta que comete el mas estúpido fallo.
Error que no tardo en llegar cuando sus ojos miraban hacia atrás buscando mi presencia para delante enredar su pie contra la elevada raíz de un árbol centenario forzándola a caer de bruces al suelo.
Una piedra punzante marco sus destino abriéndole una brecha en la frente que por unos momentos la hizo perder no solo el rumbo si no el conocimiento.
Su larga melena se espacia por el bello follaje amarillo, mientras aquel líquido carmesí que ahora tocaba con sus dedos recorría su frente goteando sobre aquellos castaños cabellos.
Saqué la katana de la funda, el juego había terminado, un lobo menos del que preocuparse en luna llena, un demonio mas en el infierno.
Lo que no espere es que al girarse para enfrentar mi mirada, una piedra llena de cantos me golpeara en la cabeza, para alzarse poniendo de nuevo distancia entre ambos corriendo desesperada entere los arbustos.
Maldije su existencia para de nuevo ambos emprender la veloz carrera hacia ninguna parte por aquel frondoso bosque que hoy contemplaría no solo su sino si no su muerte.
Su carrera era torpe, la sangre que emanaba la debilitaba a cada paso, en ocasiones parecía desorientada, algo que sinceramente me excitaba, era como saborear su muerte entre mis garras, esa parte inhumana se apoderaba de mi durante la caza, esa que me convertía en lobo, en depredador.
De nuevo cayo al suelo, incapaz de dar mas pasos, mientras se defendía de mi agarre con uñas y dientes, con mis manos la voltee esta vez para mirarla de frente. No cometería el mismo error dos veces.
Estocada mortal en su pecho con la daga de mi bota era le fin que le esperaba, mas entonces de su cuello sobresalió algo, un emblema que bien conocía, no solo era el nuestro, el de los cazadores de Mykonos si no el propio emblema real, el de Agarwaen.
Dude, mas sabia lo que eso significaba, no podía darle muerte, no al menos sin descubrir el porque poseía ese colgante del que mi amigo jamas se hubiera desecho de no ser por algo importante.
Mordió mi brazo con rabia mientras un gruñido escapaba de mi garganta. Sus palabras resonaron en el bosque como un eco lejano insultando no solo mi vida si no mi razón.
Sonreí de medio lado ignorándola al tiempo que las cuerdas surcaban sus manos y brazos con destreza para finalmente cargarla sobre mi hombro como si de un liviano saco se tratara.
-Te llevo frente al hombre que te dio ese colgante, el ahora es tu dueño, dueño de tu sino, reza porque te permita vivir para volver a ver una luna.
Su cabeza cayo inerte como el resto de su cuerpo, agradecí no tener que soportar ni sus preguntas ni sus forcejos durante el resto del viaje, si algo sabia de estas mujeres era que eran salvajes, insufribles y odiosas, ademas de muy capaces de enredarnos con sus artes para nublar nuestro juicio y nuestra razón.
Monté su cuerpo sobre el lomo del caballo y de un salto emprendí el camino a casa.
Seth Kana- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 13/08/2016
Localización : París
Re: Ties that Bind [privado]
Oí la puerta abrirse mientras Leonidas y yo reíamos en el salón vaso de whisky en la mano, aquel día ambos habíamos ido a las zonas alejadas a una aldea en la que habíamos oído que estaban teniendo ciertos problemas con la desaparición de unos hombres.
No tardamos mucho en descubrir que mal asolaba a aquel pueblo, mas esta vez no era nada sobrenatural, mas si una bestia, un oso pardo que se había aficionado a encontrar comida en el lugar inadecuado y al anochecer cruzaba el follaje del inmenso bosque apresando a determinados incautos que todavía hacían rondas por la inmensidad de sus dominios.
La confrontación había sido ardua, el oso feroz nos dio una batalla digan, y nuestros cuerpos aun se resentían de algunos golpes y zarpazos que hasta que le dimos muerte nos llevamos como recompensa.
La aldea quedo agradecida por nuestros servicios, bien servida de carne y pieles para un buen tiempo en el que la comida escaseaba, los ancianos mujeres y niños abundaban y los pocos hombres no daban abasto.
Por eso habíamos emprendido tras una buena ducha nuestro afán por la bebida, con el fin de calmar el dolor de algunas de las costillas mal trechas que surcaban nuestro cuerpo así como algún zarpazo que había levantado a jirones nuestra piel.
Ambos bastante animados apurábamos la botella de whisky recordando viejos acontecimientos de batallas pasadas, anécdotas de nuestras tierras y nuestras gentes.
Reí contra el vidrio del cristal llenándolo de vaho cuando frente a nosotros apareció Seth con una nueva presa.
-¿como tenemos que decirte que dejes de traerte ratones para jugar a casa? -dijo Leonidas entre risas.
Nuestras risas ebrias se unieron mirando la cara de fastidio de Seth que negaba con la cabeza, no se si enfadado por nuestras bromas, o porque habíamos empezado la fiesta sin el.
-A este paso me llenas las mazmorra de mujeres guapas, en vez de cazadores pareceremos pervertidos -reí mirando a Leonidas.
-Seth has de hacer limpieza solo te dejamos tener un juguete para tus perversiones -exclamó Leonidas dando un nuevo trago a la botella.
Seth seguía ahí inmóvil frente a nosotros con aquella mujer que como si de un saco se tratase parecía caer inerte sobre su hombro goteando sangre sobre el suelo.
Le tendí la botella para que se uniera a nosotros entendiendo la mano hacia Leo divertido para hacerlo callar.
-Toma, bebe un poco que estas de un aburrido.
De nuevo los dos estallamos en risas mientras Seth hundía sus ojos en los míos para acercarse hasta el sillon donde me encontraba sentado, deposito el cuerpo en mis brazos, sin demasiado esmero frente a la sorpresa de mi rostro.
-Llevaba tu colgante amigo, de ahí que siga con vida -Añadió con una picara sonrisa en sus labios consciente de que me había hecho callar, mientras caminaba hacia el asiento que quedaba libre junto a Leonidas y se servia un trago.
No diré que la borrachera se me paso de golpe, pero casi, los demonios de mi pasado volvían frente a mis ojos en forma de mujer, una bella y salvaje mujer lobo que inconsciente reposaba sobre mi pecho.
Comprobé aliviado que su pulso era estable, estaba bien. Me asegure de que no tuviera mas heridas que la brecha de su precioso rostro que aun emanaba abundante sangre por ella.
Mire de soslayo a mis dos acompañantes que ahora se reían de mi desasosiego al tiempo que bebían sin tregua una y otra vez.
-No sabia que era una loba -añadí en mi defensa antes de que ambos explotaran en carcajadas.
Me puse en pie con su cálido cuerpo entre mis brazos consciente de que la segunda despedida me costaría mas que la primer,o quizás fuera por mi estado, borracho las cosas se veían diferentes, supongo que era difícil mantener entre mis labios lo que mi cabeza pensaba. Me tambaleé ligeramente subiendo las escaleras, mas su rostro seguía siendo igual de hermoso, mis ganas se apoderaban de mi sacudiendo mis sentidos, era increíble como el tiempo parecía haberse detenido en el mismo instante en que frente al arroyo la hice mía por dos veces.
Abrí la puerta de mi habitación con el pie para con el paso inestable llegar hasta mi lecho donde deposité su cuerpo con sumo cuidado.
Iba a necesitar mucho mas alcohol ara pasar aquella noche que se me antojaba de locos.
No podía decir que durante este tiempo no había surcado su recuerdo mi mente en muchas ocasiones, mas de las que sobrio estaba dispuesto a reconocer.
Acaricié su rostro apartando los mechones que caían a ambos lados de sus perfectas facciones para centrar mi mirada en sus labios, que entreabrieron los míos solo con el efímero recuerdo de su sabor.
La Herida Agarwaen, céntrate, me recrimine antes de echarme a reír, supongo que porque el alcohol que inundaba mi cuerpo. Eso hacia que en ese instante fuera de todo menos coherente, y porque hablar conmigo mismo resultaba algo extraño cuanto menos.
Saqué la aguja y el hilo de mi petate y la deposite sobre un cuenco metálico que habia preparado para coser el zarpazo que surcaba mi costado causado por la desafortunada zarpa del oso, por eso habíamos empezado “la fiesta” antes, para mitigar el dolor llegado el momento.
Bajé a por una botella mientras Seth y Leonidas seguían bebiendo contando la hazaña del oso.
No tarde en volver a mi cuarto entre risas, si no tenia bastante con mi futura e inminente muerte, con la guerra que se cernía sobre mi, con una nigromante que me perseguía, ahora tenia una loba en mi cama que posiblemente me odiaría.
Até con unas cadenas su pierna a la pata de mi cama antes de empezar con el arduo trabajo de desinfectar su herida y el material que iba a usar para coser la pequeña brecha de su frente.
Reí de nuevo ante la imposibilidad de enhebrar el hilo en la aguja, era increíble como el destino se empecinaba en ponerme la vida patas arriba.
No tardamos mucho en descubrir que mal asolaba a aquel pueblo, mas esta vez no era nada sobrenatural, mas si una bestia, un oso pardo que se había aficionado a encontrar comida en el lugar inadecuado y al anochecer cruzaba el follaje del inmenso bosque apresando a determinados incautos que todavía hacían rondas por la inmensidad de sus dominios.
La confrontación había sido ardua, el oso feroz nos dio una batalla digan, y nuestros cuerpos aun se resentían de algunos golpes y zarpazos que hasta que le dimos muerte nos llevamos como recompensa.
La aldea quedo agradecida por nuestros servicios, bien servida de carne y pieles para un buen tiempo en el que la comida escaseaba, los ancianos mujeres y niños abundaban y los pocos hombres no daban abasto.
Por eso habíamos emprendido tras una buena ducha nuestro afán por la bebida, con el fin de calmar el dolor de algunas de las costillas mal trechas que surcaban nuestro cuerpo así como algún zarpazo que había levantado a jirones nuestra piel.
Ambos bastante animados apurábamos la botella de whisky recordando viejos acontecimientos de batallas pasadas, anécdotas de nuestras tierras y nuestras gentes.
Reí contra el vidrio del cristal llenándolo de vaho cuando frente a nosotros apareció Seth con una nueva presa.
-¿como tenemos que decirte que dejes de traerte ratones para jugar a casa? -dijo Leonidas entre risas.
Nuestras risas ebrias se unieron mirando la cara de fastidio de Seth que negaba con la cabeza, no se si enfadado por nuestras bromas, o porque habíamos empezado la fiesta sin el.
-A este paso me llenas las mazmorra de mujeres guapas, en vez de cazadores pareceremos pervertidos -reí mirando a Leonidas.
-Seth has de hacer limpieza solo te dejamos tener un juguete para tus perversiones -exclamó Leonidas dando un nuevo trago a la botella.
Seth seguía ahí inmóvil frente a nosotros con aquella mujer que como si de un saco se tratase parecía caer inerte sobre su hombro goteando sangre sobre el suelo.
Le tendí la botella para que se uniera a nosotros entendiendo la mano hacia Leo divertido para hacerlo callar.
-Toma, bebe un poco que estas de un aburrido.
De nuevo los dos estallamos en risas mientras Seth hundía sus ojos en los míos para acercarse hasta el sillon donde me encontraba sentado, deposito el cuerpo en mis brazos, sin demasiado esmero frente a la sorpresa de mi rostro.
-Llevaba tu colgante amigo, de ahí que siga con vida -Añadió con una picara sonrisa en sus labios consciente de que me había hecho callar, mientras caminaba hacia el asiento que quedaba libre junto a Leonidas y se servia un trago.
No diré que la borrachera se me paso de golpe, pero casi, los demonios de mi pasado volvían frente a mis ojos en forma de mujer, una bella y salvaje mujer lobo que inconsciente reposaba sobre mi pecho.
Comprobé aliviado que su pulso era estable, estaba bien. Me asegure de que no tuviera mas heridas que la brecha de su precioso rostro que aun emanaba abundante sangre por ella.
Mire de soslayo a mis dos acompañantes que ahora se reían de mi desasosiego al tiempo que bebían sin tregua una y otra vez.
-No sabia que era una loba -añadí en mi defensa antes de que ambos explotaran en carcajadas.
Me puse en pie con su cálido cuerpo entre mis brazos consciente de que la segunda despedida me costaría mas que la primer,o quizás fuera por mi estado, borracho las cosas se veían diferentes, supongo que era difícil mantener entre mis labios lo que mi cabeza pensaba. Me tambaleé ligeramente subiendo las escaleras, mas su rostro seguía siendo igual de hermoso, mis ganas se apoderaban de mi sacudiendo mis sentidos, era increíble como el tiempo parecía haberse detenido en el mismo instante en que frente al arroyo la hice mía por dos veces.
Abrí la puerta de mi habitación con el pie para con el paso inestable llegar hasta mi lecho donde deposité su cuerpo con sumo cuidado.
Iba a necesitar mucho mas alcohol ara pasar aquella noche que se me antojaba de locos.
No podía decir que durante este tiempo no había surcado su recuerdo mi mente en muchas ocasiones, mas de las que sobrio estaba dispuesto a reconocer.
Acaricié su rostro apartando los mechones que caían a ambos lados de sus perfectas facciones para centrar mi mirada en sus labios, que entreabrieron los míos solo con el efímero recuerdo de su sabor.
La Herida Agarwaen, céntrate, me recrimine antes de echarme a reír, supongo que porque el alcohol que inundaba mi cuerpo. Eso hacia que en ese instante fuera de todo menos coherente, y porque hablar conmigo mismo resultaba algo extraño cuanto menos.
Saqué la aguja y el hilo de mi petate y la deposite sobre un cuenco metálico que habia preparado para coser el zarpazo que surcaba mi costado causado por la desafortunada zarpa del oso, por eso habíamos empezado “la fiesta” antes, para mitigar el dolor llegado el momento.
Bajé a por una botella mientras Seth y Leonidas seguían bebiendo contando la hazaña del oso.
No tarde en volver a mi cuarto entre risas, si no tenia bastante con mi futura e inminente muerte, con la guerra que se cernía sobre mi, con una nigromante que me perseguía, ahora tenia una loba en mi cama que posiblemente me odiaría.
Até con unas cadenas su pierna a la pata de mi cama antes de empezar con el arduo trabajo de desinfectar su herida y el material que iba a usar para coser la pequeña brecha de su frente.
Reí de nuevo ante la imposibilidad de enhebrar el hilo en la aguja, era increíble como el destino se empecinaba en ponerme la vida patas arriba.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 24/06/2016
Localización : dificil de encontrar
Re: Ties that Bind [privado]
Supongo que era un sueño pero parecía tan real. No estaba exactamente segura de adonde me encontraba. Creo que era una isla, un vasto territorio rodeado de arrecifes de coral que a primera vista me pareció tremendamente hermoso, una mezcla de lo étereo con lo peligroso, con arena blanca bajo mis pies y un tupido panorama verde frente a mi. Maravillada dejé la orilla atrás para internarme en ella, sintiendo un llamado irresistible hacia un palacio que se alzaba a lo lejos, sin estar segura del por qué o del cómo caminaba felizmente en un jardín exterior a él, dotado de majestuosas estatuas de márfil que me daban la bienvenida mientras mis pies descalzos caminaban con rapidez atraídas hacia una figura que se encontraba de pie, firme y segura bajo el sol que con sus rayos bañaba su piel y me permitía percatarme de que se trataba de un hombre con porte de guerrero y una mirada intensa que me atraía irremediablemente.
-Agarwaen.- era el nombre que escapaba de mis labios al acercarme y perderme en sus azules ojos, mientras parpadeaba despertando de mi sueño para continuar contemplando esa hermosa mirada frente a mi, aún inmersa en ese fino velo que separa la realidad del sueño y permanecer muda un momento ante su imagen, tan sensual y viril al mismo tiempo, imagen que viera por primera vez en un arroyo y con la cual había soñado en ocasiones en las que recordaba la fogosidad con la que despertaba mis sentidos adormilados, de una forma apasionada y excitante que calcinaba mi cuerpo que pedía más de él.
-¿De verdad estás aquí?- parpadeé otra vez, insegura de que lo estuviera viendo, pero allí seguía, sentado a cierta distancia, dueño de aquel salvaje atractivo tan característico en él aunque con la mirada algo vidriosa lo cual provocó que de repente la mía se volviera más clara y en mi mente semi adormecida comenzase a despejarse la bruma para percatarme de que estaba en un dormitorio y no en un jardín y que el cazador realmente estaba en ese lugar. Verlo así tan de improviso provocó que irracionalmente se me disparara el pulso y que tragase saliva fuertemente sobrecogida por la fuerte emoción que me provocaba el reencontrarme con él.
De inmediato intenté incorporarme pero dos cosas me lo impidieron. Una, mi frente comenzó a palpitar enloquecida arrancándome un quejido de dolor y la otra, al moverme me percaté de que estaba arrastrando algo con mi pierna lo cual provocó que abriera mis ojos desmesuradamente y me percatase de que una par de gruesas cadenas me mantenían encadenada al lecho sobre el cual me encontraba. -¿Qué demonios...?-
Me senté sobre el colchón para percatarme de que lo que estaba viendo no era producto de mi fantasía y comencé a tironear desesperadamente de la cadena con mis manos. -¿Qué diablos es esto?- De repente lo recordaba todo y sobre mi previa emoción comenzaba a cernirse una nube gris que lo empañaba todo haciéndome recordar la persecución en el bosque y al licántropo (si es que se le podía llamar así) que me había dado alcance para llevarme ¿adónde exactamente? ¿dónde diablos estaba?
Gruñendo furiosa realicé otro movimiento sobre la cama para tomar por sorpresa al cazador, aterrizando sobre su cuerpo mientras mis manos sujetaban sus antebrazos a ambos lados de su cabeza. -Si esto es una broma me parece de mal gusto. Quiero las llaves de estas cadenas ahora mismo.- Mis ojos echaban chispas mientras mi mirada se clavaba en la de él a escasos centímetros de distancia, con mi pecho agitado y mi indignación alcanzando la estratósfera. Supongo que en nada ayudaba el hecho de observar sus labios sensuales y carnosos y recordar que alguna vez llegué a paladear su sabor y gemir en ellos, o sentir como su aliento se enredaba con el mio aunque de inmediato noté el olor a whisky que junto a su mirada me indicaba a las claras que distaba mucho de tener la mente despejada.
-Agh.- gruñí, y pasé mis manos por su ropa, buscando con rapidez en sus bolsillos para sentirme infinitamente frustrada al no encontrar nada. Di otro salto separándome de él y comencé a tironear de las cadenas con todas mis fuerzas. -Cazador, ¡te juro que no respondo de mis actos si no me liberas ahora mismo!- Mi mente se embotaba otra vez por momentos, mientras continuaba jaloneando con persistencia logrando que la cama se zarandeara violentamente sobre sus patas, como si estas hicieran eco a la manera en que mis latidos golpeaban fuertemente en mi pecho ante la simple visión de Agarwaen. Tenía que escapar de él, tenía que hacerlo por mil razones. Él no podía enterarse, seguía siendo mi enemigo sin importar que en algún momento hubiera encontrado en él un oasis, que me estuviese inquietando con su simple presencia y sobretodo que lograse que me sintiese confundida al sentir sobre mi aquella mirada inconfundible que en muchas ocasiones había recordado y que en ese momento sin proponérselo atraía a la mía.
-Agarwaen.- era el nombre que escapaba de mis labios al acercarme y perderme en sus azules ojos, mientras parpadeaba despertando de mi sueño para continuar contemplando esa hermosa mirada frente a mi, aún inmersa en ese fino velo que separa la realidad del sueño y permanecer muda un momento ante su imagen, tan sensual y viril al mismo tiempo, imagen que viera por primera vez en un arroyo y con la cual había soñado en ocasiones en las que recordaba la fogosidad con la que despertaba mis sentidos adormilados, de una forma apasionada y excitante que calcinaba mi cuerpo que pedía más de él.
-¿De verdad estás aquí?- parpadeé otra vez, insegura de que lo estuviera viendo, pero allí seguía, sentado a cierta distancia, dueño de aquel salvaje atractivo tan característico en él aunque con la mirada algo vidriosa lo cual provocó que de repente la mía se volviera más clara y en mi mente semi adormecida comenzase a despejarse la bruma para percatarme de que estaba en un dormitorio y no en un jardín y que el cazador realmente estaba en ese lugar. Verlo así tan de improviso provocó que irracionalmente se me disparara el pulso y que tragase saliva fuertemente sobrecogida por la fuerte emoción que me provocaba el reencontrarme con él.
De inmediato intenté incorporarme pero dos cosas me lo impidieron. Una, mi frente comenzó a palpitar enloquecida arrancándome un quejido de dolor y la otra, al moverme me percaté de que estaba arrastrando algo con mi pierna lo cual provocó que abriera mis ojos desmesuradamente y me percatase de que una par de gruesas cadenas me mantenían encadenada al lecho sobre el cual me encontraba. -¿Qué demonios...?-
Me senté sobre el colchón para percatarme de que lo que estaba viendo no era producto de mi fantasía y comencé a tironear desesperadamente de la cadena con mis manos. -¿Qué diablos es esto?- De repente lo recordaba todo y sobre mi previa emoción comenzaba a cernirse una nube gris que lo empañaba todo haciéndome recordar la persecución en el bosque y al licántropo (si es que se le podía llamar así) que me había dado alcance para llevarme ¿adónde exactamente? ¿dónde diablos estaba?
Gruñendo furiosa realicé otro movimiento sobre la cama para tomar por sorpresa al cazador, aterrizando sobre su cuerpo mientras mis manos sujetaban sus antebrazos a ambos lados de su cabeza. -Si esto es una broma me parece de mal gusto. Quiero las llaves de estas cadenas ahora mismo.- Mis ojos echaban chispas mientras mi mirada se clavaba en la de él a escasos centímetros de distancia, con mi pecho agitado y mi indignación alcanzando la estratósfera. Supongo que en nada ayudaba el hecho de observar sus labios sensuales y carnosos y recordar que alguna vez llegué a paladear su sabor y gemir en ellos, o sentir como su aliento se enredaba con el mio aunque de inmediato noté el olor a whisky que junto a su mirada me indicaba a las claras que distaba mucho de tener la mente despejada.
-Agh.- gruñí, y pasé mis manos por su ropa, buscando con rapidez en sus bolsillos para sentirme infinitamente frustrada al no encontrar nada. Di otro salto separándome de él y comencé a tironear de las cadenas con todas mis fuerzas. -Cazador, ¡te juro que no respondo de mis actos si no me liberas ahora mismo!- Mi mente se embotaba otra vez por momentos, mientras continuaba jaloneando con persistencia logrando que la cama se zarandeara violentamente sobre sus patas, como si estas hicieran eco a la manera en que mis latidos golpeaban fuertemente en mi pecho ante la simple visión de Agarwaen. Tenía que escapar de él, tenía que hacerlo por mil razones. Él no podía enterarse, seguía siendo mi enemigo sin importar que en algún momento hubiera encontrado en él un oasis, que me estuviese inquietando con su simple presencia y sobretodo que lograse que me sintiese confundida al sentir sobre mi aquella mirada inconfundible que en muchas ocasiones había recordado y que en ese momento sin proponérselo atraía a la mía.
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/01/2015
Re: Ties that Bind [privado]
Ya casi había enhebrado la aguja, tarea mucho mas ardua sin duda que la de matar al oso, mientras sonreía complacido por tal hazana cuando sentí a la loba removerse con suavidad en la cama, no pude evitar que mis ojos se deslizaran por su piel, aquella tostada, esa que un día saboreé entre mis labios y que juro que ahora añoraba.
Mi nombre salio de sus labios produciendo algo en mi que no esperaba, mi piel se erizo sin necesidad siquiera de tocarme, entreabrí los labios observando los suyos, esos que ahora me preguntaban si estaba allí, si era real y no un suelo efímero como nuestro pasional encuentro en aquel arroyo hace ya mas tiempo del que me hubiera gustado.
Sus ojos y los míos se encontraron en silencio, aquella mirada parda, clara se cernía sobre la mía, quemazón, eso sentí al observarla, aquella utopía volvía con fuerza a mi cabeza como si le tiempo hubiera decidido otorgarnos una pausa esa en la que yo no era cazador, ni ella estaba maldita, esa en la que ambos podíamos cogidos de la mano prometernos amor eterno por los jardines de palacio.
Se incorporo con un quejido volviendo a traerme a la realidad de aquel cuarto oscuro, al lecho que ambos ocupábamos, ese en el que yo era un cazador y ella mi prisionera.
Ese que la encadenaba a mi vida, mas no del modo que yo ansiaba.
-Estate quieta -ordené con cierta frialdad tratando que no se notara lo que mis ojos gritaban al verla, aquello que no podía evitar sentir mas que estaba dispuesto a acallar para no complicarnos la vida.
Nada había cambiado, la muerte se cernía sobre mi, la guerra acompañaba mis pasos y yo no estaba dispuesto a arrastrar a esa criatura a mi infierno personal.
Volví a intentar enhebrar la aguja, ¡madre mía!, jamas había pensado que meter algo por un agujero pudiera resultar tan difícil.
Reí frente a la ocurrencia que me vino a la mente, pues en el fondo creo que lo que ansiaba meter no era el hilo precisamente, con esa mujer en mi lecho, la mente me jugaba malas pasadas y en mi estado la cordura no acompañaba a ninguno de mis actos.
Como si me leyera el pensamiento gruño abalanzándose sobre mi, haciéndome caer al lecho con ella encima.
Sonreí de medio lado frente a sus labios, dejando que la razón me abandonara cuando sus manos sujetaron mis antebrazos, las mías la aguja e hilo no enhebrado y mis labios quedaron presos de su entrecortada respiración que entremezclada con la mía nos fundía en deseo.
Nunca había deseado mas un beso que en ese instante, nunca había anhelado mas el contacto de unos labios presionando los míos, nuestros ojos perdidos en el otro, ojos que aun no delataban al hombre que era, pero que deseaba que lo hicieran.
Una mueca de asco fue cuanto obtuve cuando nuestras miradas se encontraron de nuevo y nuestras bocas a escasos centímetros se erguían agitadas.
-No esperaba que eso fuera lo que sintieras al reencontrarnos -apunté entre risas mientras sus manos surcaban mi cuerpo y con el mi orgullo herido.
-Despacio pequeña, que tengo alguna costilla rota, desnudarme con mimo -bromeé entre risas sin poder parar de reír evidenciando mas aun mi ebriedad.
Mi falo duro, sentenciaba sin yo quererlo la atracción bestial que mi cuerpo sentía por el ajeno y ahora impactaba necesitado contra su sexo que se frotaba contra el con cada movimiento.
Se aparto de mi cuerpo ofuscada, bien sabia que lo que buscaba no era tocarme, esa necesidad para ella parecía haber pasado al plano efímero que se quedo en el arroyo, ahora por ende parecía odiarme, odiarme como nunca antes había odiado y la cara de asco que reflejo frente a mi me lo dejaba patente y claro.
Me incorpore sin prestar atención a su lucha vana contra las gruesas cadenas, a sus maldiciones y a sus amenazas, mas de nuevo me centre en enhebrar esa aguja e hilo que por fin parecían sucumbir a mi mal tino.
-Voy a coserte, para que dejes de sangrar, puedes pelear con las cadenas todo lo que quieras, pero te aconsejo que te pongas cómoda en esta cama y estas cuatro paredes porque de momento aquí te quedaras, y si me tocas mucho los cojones, te bajare a las mazmorras, entiende que no puedo permitir que te marches sabiendo que pronto sera luna llena.
Mis ojos se perdieron en los suyos, prendido de su bajar de pestañas, embobado la admire durante unos instantes.
-No me lo pongas mas difícil de lo que es -susurre intentando tranquilizar las aguas que embravecidas frente a nuestros ojos surcaban -túmbate, necesito que estés quieta para que te cosa. ¿quieres antes beber algo para mitigar el dolor? Apenas serán cuatro puntos.
Mi nombre salio de sus labios produciendo algo en mi que no esperaba, mi piel se erizo sin necesidad siquiera de tocarme, entreabrí los labios observando los suyos, esos que ahora me preguntaban si estaba allí, si era real y no un suelo efímero como nuestro pasional encuentro en aquel arroyo hace ya mas tiempo del que me hubiera gustado.
Sus ojos y los míos se encontraron en silencio, aquella mirada parda, clara se cernía sobre la mía, quemazón, eso sentí al observarla, aquella utopía volvía con fuerza a mi cabeza como si le tiempo hubiera decidido otorgarnos una pausa esa en la que yo no era cazador, ni ella estaba maldita, esa en la que ambos podíamos cogidos de la mano prometernos amor eterno por los jardines de palacio.
Se incorporo con un quejido volviendo a traerme a la realidad de aquel cuarto oscuro, al lecho que ambos ocupábamos, ese en el que yo era un cazador y ella mi prisionera.
Ese que la encadenaba a mi vida, mas no del modo que yo ansiaba.
-Estate quieta -ordené con cierta frialdad tratando que no se notara lo que mis ojos gritaban al verla, aquello que no podía evitar sentir mas que estaba dispuesto a acallar para no complicarnos la vida.
Nada había cambiado, la muerte se cernía sobre mi, la guerra acompañaba mis pasos y yo no estaba dispuesto a arrastrar a esa criatura a mi infierno personal.
Volví a intentar enhebrar la aguja, ¡madre mía!, jamas había pensado que meter algo por un agujero pudiera resultar tan difícil.
Reí frente a la ocurrencia que me vino a la mente, pues en el fondo creo que lo que ansiaba meter no era el hilo precisamente, con esa mujer en mi lecho, la mente me jugaba malas pasadas y en mi estado la cordura no acompañaba a ninguno de mis actos.
Como si me leyera el pensamiento gruño abalanzándose sobre mi, haciéndome caer al lecho con ella encima.
Sonreí de medio lado frente a sus labios, dejando que la razón me abandonara cuando sus manos sujetaron mis antebrazos, las mías la aguja e hilo no enhebrado y mis labios quedaron presos de su entrecortada respiración que entremezclada con la mía nos fundía en deseo.
Nunca había deseado mas un beso que en ese instante, nunca había anhelado mas el contacto de unos labios presionando los míos, nuestros ojos perdidos en el otro, ojos que aun no delataban al hombre que era, pero que deseaba que lo hicieran.
Una mueca de asco fue cuanto obtuve cuando nuestras miradas se encontraron de nuevo y nuestras bocas a escasos centímetros se erguían agitadas.
-No esperaba que eso fuera lo que sintieras al reencontrarnos -apunté entre risas mientras sus manos surcaban mi cuerpo y con el mi orgullo herido.
-Despacio pequeña, que tengo alguna costilla rota, desnudarme con mimo -bromeé entre risas sin poder parar de reír evidenciando mas aun mi ebriedad.
Mi falo duro, sentenciaba sin yo quererlo la atracción bestial que mi cuerpo sentía por el ajeno y ahora impactaba necesitado contra su sexo que se frotaba contra el con cada movimiento.
Se aparto de mi cuerpo ofuscada, bien sabia que lo que buscaba no era tocarme, esa necesidad para ella parecía haber pasado al plano efímero que se quedo en el arroyo, ahora por ende parecía odiarme, odiarme como nunca antes había odiado y la cara de asco que reflejo frente a mi me lo dejaba patente y claro.
Me incorpore sin prestar atención a su lucha vana contra las gruesas cadenas, a sus maldiciones y a sus amenazas, mas de nuevo me centre en enhebrar esa aguja e hilo que por fin parecían sucumbir a mi mal tino.
-Voy a coserte, para que dejes de sangrar, puedes pelear con las cadenas todo lo que quieras, pero te aconsejo que te pongas cómoda en esta cama y estas cuatro paredes porque de momento aquí te quedaras, y si me tocas mucho los cojones, te bajare a las mazmorras, entiende que no puedo permitir que te marches sabiendo que pronto sera luna llena.
Mis ojos se perdieron en los suyos, prendido de su bajar de pestañas, embobado la admire durante unos instantes.
-No me lo pongas mas difícil de lo que es -susurre intentando tranquilizar las aguas que embravecidas frente a nuestros ojos surcaban -túmbate, necesito que estés quieta para que te cosa. ¿quieres antes beber algo para mitigar el dolor? Apenas serán cuatro puntos.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
Apenas lo miré de soslayo cuando empezó a indicarme lo que debía hacer. ¿Pero qué se creía? ¿Que yo era una muñeca que podía mover para el lado que él quisiera y que bastaba con que se le antojase algo para que yo me apresurase a obedecerlo? Mi mirada se clavó en la de él protestando cada palabra suya, hundiendo mi mirada en esos ojos claros, incrédula ante la parsimonia con la que me sugería que me pusiera cómoda.
¿Cómoda!!? ¿Lo decía en serio? Ni siquiera sabía adonde estaba, lo único que sabía era que me habían capturado en contra de mi voluntad, que probablemente en esa casa habitaban más cazadores que seguramente no se tocarían el corazón para acabar con una licántropa, cosa que incluso el mismo Agarwaen posiblemente haría, en cuanto se le pasara la borrachera que al parecer le había nublado todos los sentidos, o no me explicaba que demonio le había incitado a encadenarme a ese lecho.
Lecho que dicho sea de paso olía completamente a él, las sábanas, el colchón, las almohadas, todo destilaba su aroma, lo cual no hacía nada para calmarme, muy por el contrario acaparaba mis sentidos, enloqueciéndome con la manera en que me atraía por lo que hice caso omiso de sus palabras y continué tirando de las cadenas. Esta vez con mayor fuerza, las apreté mientras las jalaba sin importarme que el roce quemase las palmas de mis manos, más valía quemarme de esa manera que continuar viendo al cazador y sucumbir a la idea de que fueran sus manos sobre mi cuerpo las que lo hicieran.
-¡Bájame a las mazmorras! ¡Anda, hazlo si eso es lo que te proponías desde el inicio!- grité, deteniéndome un momento, percibiendo lo cerca que ahora se encontraba. Un segundo fue todo lo que bastó para que me estremeciera mientras mis ojos le observaban y procuraba calmarme. Tenía que tener la mente fría, aprovechar esa ventaja sobre él, que obviamente la mantenía obnubilada por el consumo etílico. De esa forma me escaparía sin que él llegara a enterarse de aquello que debía proteger incluso a costa de lo que sentía por él.
¿De lo que sentía por él? Sacudí la cabeza en negativa, reprochándome a mi misma. ¿De que delirante parte de mi ser provenían esas palabras? Miré al frente manteniendo mis ojos en la pared. Creí que... la herida en mi cabeza me jugaba malas pasadas.
Suspiré y solté las cadenas. Me había lastimado las manos pero poco me importaba el hecho. Me arrastré sobre el colchón sin despegar mi mirada de él y decidí seguirle el juego. Me tumbé boca arriba, mordiendo mi labio inferior, fingiendo una actitud sumisa que distaba de ser la mía. -¿Así está bien?- pregunté, observando sus profundos ojos claros y recorriendo su rostro. Él no había cambiado nada, seguía siendo arrebatadoramente atractivo, seguía oliendo a frutas y a naturaleza, aún poseedor de ese aire salvaje y desprolijo que le tornaba sensual ante mis ojos.
Negué con la cabeza ante su oferta de beber algo y apreté las sábanas con mis dedos a ambos lados de mi cuerpo, con el afán de sacudirme las ideas absurdas que poblaban mi cabeza. Lo vi con la aguja y el hilo listos, acercándose hacia mi, inclinándose sobre mi persona para acercarse a la herida. Estaba tan cerca que su simple proximidad me quemaba. Lo vi mover la mano y velozmente atrapé su muñeca con la mía, deteniéndola un instante en el que mi respiración acelerada no hacía juego con mis pensamientos racionales. -Espera...- tragué fuertemente sin estar segura de por qué sentía una emoción tan intensa al tenerlo cerca. -¿Estás seguro de que puedes hacerlo?- Añadí, refiriéndome al hecho de que en su estado su mano podía hacer cualquier cosa con la aguja.
-¿Qué te pasó acá?- pregunté, desviando mi atención, pasando mis yemas suavemente por su costado al percibir el olor que emanaba, olor a carne desgarrada que logró preocuparme. Tiré de su camisola hacia arriba para observar una apariencia bastante desastrosa sobre su piel provocada por lo que a leguas había sido el zarpazo de una fiera. -Hay que curarte también...-
¿Cómoda!!? ¿Lo decía en serio? Ni siquiera sabía adonde estaba, lo único que sabía era que me habían capturado en contra de mi voluntad, que probablemente en esa casa habitaban más cazadores que seguramente no se tocarían el corazón para acabar con una licántropa, cosa que incluso el mismo Agarwaen posiblemente haría, en cuanto se le pasara la borrachera que al parecer le había nublado todos los sentidos, o no me explicaba que demonio le había incitado a encadenarme a ese lecho.
Lecho que dicho sea de paso olía completamente a él, las sábanas, el colchón, las almohadas, todo destilaba su aroma, lo cual no hacía nada para calmarme, muy por el contrario acaparaba mis sentidos, enloqueciéndome con la manera en que me atraía por lo que hice caso omiso de sus palabras y continué tirando de las cadenas. Esta vez con mayor fuerza, las apreté mientras las jalaba sin importarme que el roce quemase las palmas de mis manos, más valía quemarme de esa manera que continuar viendo al cazador y sucumbir a la idea de que fueran sus manos sobre mi cuerpo las que lo hicieran.
-¡Bájame a las mazmorras! ¡Anda, hazlo si eso es lo que te proponías desde el inicio!- grité, deteniéndome un momento, percibiendo lo cerca que ahora se encontraba. Un segundo fue todo lo que bastó para que me estremeciera mientras mis ojos le observaban y procuraba calmarme. Tenía que tener la mente fría, aprovechar esa ventaja sobre él, que obviamente la mantenía obnubilada por el consumo etílico. De esa forma me escaparía sin que él llegara a enterarse de aquello que debía proteger incluso a costa de lo que sentía por él.
¿De lo que sentía por él? Sacudí la cabeza en negativa, reprochándome a mi misma. ¿De que delirante parte de mi ser provenían esas palabras? Miré al frente manteniendo mis ojos en la pared. Creí que... la herida en mi cabeza me jugaba malas pasadas.
Suspiré y solté las cadenas. Me había lastimado las manos pero poco me importaba el hecho. Me arrastré sobre el colchón sin despegar mi mirada de él y decidí seguirle el juego. Me tumbé boca arriba, mordiendo mi labio inferior, fingiendo una actitud sumisa que distaba de ser la mía. -¿Así está bien?- pregunté, observando sus profundos ojos claros y recorriendo su rostro. Él no había cambiado nada, seguía siendo arrebatadoramente atractivo, seguía oliendo a frutas y a naturaleza, aún poseedor de ese aire salvaje y desprolijo que le tornaba sensual ante mis ojos.
Negué con la cabeza ante su oferta de beber algo y apreté las sábanas con mis dedos a ambos lados de mi cuerpo, con el afán de sacudirme las ideas absurdas que poblaban mi cabeza. Lo vi con la aguja y el hilo listos, acercándose hacia mi, inclinándose sobre mi persona para acercarse a la herida. Estaba tan cerca que su simple proximidad me quemaba. Lo vi mover la mano y velozmente atrapé su muñeca con la mía, deteniéndola un instante en el que mi respiración acelerada no hacía juego con mis pensamientos racionales. -Espera...- tragué fuertemente sin estar segura de por qué sentía una emoción tan intensa al tenerlo cerca. -¿Estás seguro de que puedes hacerlo?- Añadí, refiriéndome al hecho de que en su estado su mano podía hacer cualquier cosa con la aguja.
-¿Qué te pasó acá?- pregunté, desviando mi atención, pasando mis yemas suavemente por su costado al percibir el olor que emanaba, olor a carne desgarrada que logró preocuparme. Tiré de su camisola hacia arriba para observar una apariencia bastante desastrosa sobre su piel provocada por lo que a leguas había sido el zarpazo de una fiera. -Hay que curarte también...-
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
No esperaba menos de esa fiera que escuchando mis suplicas de poner las cosas fáciles entre nosotros parecía decidida a que un vol entrara en erupción arrasandonos con su lava a ambos.
La mire de soslayo mientras sus manos aferraban las cadenas tratando, como no, sin éxito de liberarse.
En ese precios instante se me antojo el animal salvaje mas bello del mundo, creo que un jadeo escapo de mis labios cuando su cuerpo ,arrodillado frente al lecho se arqueaba frente a mis ojos tirando sin pausa de esos grilletes que a mi vida, o mejor dicha a mi cama la ataban.
Sintiéndose presa, sus ojos buscaron los míos sin misericordia mostrándome lo mucho que me odiaba, gritándome enfadada que la bajara a las mazmorras.
Posiblemente las piedras de ese lugar se le antojaban mejor compañía que la mía, mas no la culpaba, en el arroyo me abrió su corazón, me propuso una vida juntos y yo, simplemente me fui.
Bajé la mirada un segundo, conocedor de mi secreto, sabedor de porque esos mil escudos, consciente de porque necesitaba marcar esa distancia entre ambos, mas el alcohol no me dejaba pensar, al menos no en lo que era correcto, no en lo mejor para ella, me convertía en un egoísta, solo me dejaba pensar en su cuerpo, en la imagen de su espalda arqueándose entre mis dedos, en su olor, en el sabor de su piel, en aquel olor salvaje a bosque que ahora se fundía con mis sabanas.
Alcé la mirada cuando sentí que dejaba de forcejear, enarcando una ceja ligeramente sorprendido de que se hubiera rendido tan pronto, y mas aun cuando vi que sumisa se tumbaba en el lecho preguntándome si así estaba bien puesta.
¿Que tramaba? Si algo sabia de ella era que nunca se rendía, desde luego su voluntad no había sido aun doblegada, y mucho menos por mi.
Observé como se mordía el labio, abrí los míos dejando escapar el aire de forma pesada, tratando de aguantar esas ganas que impulsaban a llevar mi cuerpo contra el suyo a cada segundo que pasaba.
No había resquicio en su piel que en este momento no ansiara.
-Así eres, estas, perfecta -susurré mientras trataba de centrar la poca cordura que me quedaba en esa herida y no en su boca.
Me incline ligeramente con la aguja en la mano para comenzar a dar las primeras puntadas, su respiración golpeaba mi boca, su pecho subía y bajaba, y nada de todo eso me ayudaba a concentrarme en lo que de verdad ahora importaba.
Creo que era consciente de mi desasosiego, mas lo achaco al alcohol, que sin duda ayudaba y mucho a alejar de mi toda templanza.
Su mano aferro mi muñeca para preguntarme si estaba seguro de ser capaz de dar alguna puntada.
Sonreí contra su boca buscando su mirada, hundí mis ojos azul cielo en los suyos pardos.
-Un bordado no te haría pero creo que seré capaz de dar cuatro puntos de nada -bromeé fingiendo que mi mano me temblaba entre risas.
-¿No confías en mi? -pregunté divertido consciente de la respuesta. volví a inclinarme un poco mas listo para comenzar.
Mas en ese preciso instante en que lo hice, sentí como su rostro cambiaba, de nuevo aquella cara de preocupación que ya había visto en el arroyo. Sus manos recorrieron mi cuerpo suavemente, acariciando mi costado con la yema de sus dedos para alzar la camisola lentamente.
Sus ojos brillaron buscando los míos ahora realmente estaba preocupada.
-No es nada -me apresure a decir -un oso...que no encontraba el camino a casa y tuvimos que pasarle un mapa -bromeé entre risas.
Su cara era un poema, sabia lo mucho que le enfadaba que todo me lo tomara a broma, pero es que era un cazador, las heridas eran mi pan de cada día, ¿no se daba cuenta que de esto, de esa cara de preocupación es de lo que trataba de protegerla? O peor aun del dolor que mi muerte le causaría.
-Tranquila, no soy fácil de matar -apunté entre risas mientras giraba mi muñeca alrededor de su mano para que me dejara empezar con su herida.
-Estas sangrando, deja que te cure por favor, luego siempre puedes desnudarte y rememoramos viejos tiempos -bromeé entre risas ebrias -o seguir peleándote con las cadenas, la verdad es que eso también me excita.
La mire de soslayo mientras sus manos aferraban las cadenas tratando, como no, sin éxito de liberarse.
En ese precios instante se me antojo el animal salvaje mas bello del mundo, creo que un jadeo escapo de mis labios cuando su cuerpo ,arrodillado frente al lecho se arqueaba frente a mis ojos tirando sin pausa de esos grilletes que a mi vida, o mejor dicha a mi cama la ataban.
Sintiéndose presa, sus ojos buscaron los míos sin misericordia mostrándome lo mucho que me odiaba, gritándome enfadada que la bajara a las mazmorras.
Posiblemente las piedras de ese lugar se le antojaban mejor compañía que la mía, mas no la culpaba, en el arroyo me abrió su corazón, me propuso una vida juntos y yo, simplemente me fui.
Bajé la mirada un segundo, conocedor de mi secreto, sabedor de porque esos mil escudos, consciente de porque necesitaba marcar esa distancia entre ambos, mas el alcohol no me dejaba pensar, al menos no en lo que era correcto, no en lo mejor para ella, me convertía en un egoísta, solo me dejaba pensar en su cuerpo, en la imagen de su espalda arqueándose entre mis dedos, en su olor, en el sabor de su piel, en aquel olor salvaje a bosque que ahora se fundía con mis sabanas.
Alcé la mirada cuando sentí que dejaba de forcejear, enarcando una ceja ligeramente sorprendido de que se hubiera rendido tan pronto, y mas aun cuando vi que sumisa se tumbaba en el lecho preguntándome si así estaba bien puesta.
¿Que tramaba? Si algo sabia de ella era que nunca se rendía, desde luego su voluntad no había sido aun doblegada, y mucho menos por mi.
Observé como se mordía el labio, abrí los míos dejando escapar el aire de forma pesada, tratando de aguantar esas ganas que impulsaban a llevar mi cuerpo contra el suyo a cada segundo que pasaba.
No había resquicio en su piel que en este momento no ansiara.
-Así eres, estas, perfecta -susurré mientras trataba de centrar la poca cordura que me quedaba en esa herida y no en su boca.
Me incline ligeramente con la aguja en la mano para comenzar a dar las primeras puntadas, su respiración golpeaba mi boca, su pecho subía y bajaba, y nada de todo eso me ayudaba a concentrarme en lo que de verdad ahora importaba.
Creo que era consciente de mi desasosiego, mas lo achaco al alcohol, que sin duda ayudaba y mucho a alejar de mi toda templanza.
Su mano aferro mi muñeca para preguntarme si estaba seguro de ser capaz de dar alguna puntada.
Sonreí contra su boca buscando su mirada, hundí mis ojos azul cielo en los suyos pardos.
-Un bordado no te haría pero creo que seré capaz de dar cuatro puntos de nada -bromeé fingiendo que mi mano me temblaba entre risas.
-¿No confías en mi? -pregunté divertido consciente de la respuesta. volví a inclinarme un poco mas listo para comenzar.
Mas en ese preciso instante en que lo hice, sentí como su rostro cambiaba, de nuevo aquella cara de preocupación que ya había visto en el arroyo. Sus manos recorrieron mi cuerpo suavemente, acariciando mi costado con la yema de sus dedos para alzar la camisola lentamente.
Sus ojos brillaron buscando los míos ahora realmente estaba preocupada.
-No es nada -me apresure a decir -un oso...que no encontraba el camino a casa y tuvimos que pasarle un mapa -bromeé entre risas.
Su cara era un poema, sabia lo mucho que le enfadaba que todo me lo tomara a broma, pero es que era un cazador, las heridas eran mi pan de cada día, ¿no se daba cuenta que de esto, de esa cara de preocupación es de lo que trataba de protegerla? O peor aun del dolor que mi muerte le causaría.
-Tranquila, no soy fácil de matar -apunté entre risas mientras giraba mi muñeca alrededor de su mano para que me dejara empezar con su herida.
-Estas sangrando, deja que te cure por favor, luego siempre puedes desnudarte y rememoramos viejos tiempos -bromeé entre risas ebrias -o seguir peleándote con las cadenas, la verdad es que eso también me excita.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
Sentir al cazador tan cerca no estaba haciendo nada para ayudarme a mantener la mente fría y deducir el mejor método de escapar, especialmente cuando se mantenía inclinado sobre mi con sus ojos azul cielo clavados en los míos, logrando al mirarme que mi respiración se entrecortase y que mi toda mi piel se erizase. Dudé de que tuviera la menor idea de los estragos que me causaba, más bien se lo tomaba todo a broma, como si fuera un chiquillo que cometía una travesura al mantenerme encadenada a la cama.
Muy a mi pesar tocarlo era toda una experiencia, algo que hace ya mucho tiempo había sucedido pero que habíase vuelto en cierta forma irreal, como si el encuentro en el arroyo hubiese sido una fantasía mía, producto de mis escondidos deseos, aunque sabía que la mayor prueba de ese encuentro la llevaba conmigo... Aquel encuentro había sellado mi destino con fuego y agua, y ahora me acompañaría adonde fuera de la forma en que menos esperé. Pero ahora, en ese habitación, había algo de mágico en tocar la piel de su costado con las yemas de mis dedos, y en mantener agarrada su muñeca sin dejar de mirar la sonrisa burlona que sus labios producían al hablarme.
Suspiré y retiré mi mano mientras rodaba mis ojos ante su explicación. No me extrañó que le restase importancia al asunto ni me tomé en serio sus últimas palabras, porque era el alcohol el que hablaba por él y le hacía soltar frases como si en verdad me deseara, como si se olvidase de que eramos licántropa y cazador y no le importara, y en esa habitación iluminada con la tenue luz de los candelabros fuésemos tan solo Agarwaen y Annabel... ¿No confías en mi? me había preguntado sin percatarse de la importancia que encerraba esa pregunta.
-Siendo así terminemos pronto.- indiqué, soltando su muñeca para que procediera a coser mi frente, cosa que yo misma habría hecho, si al menos pudiera deambular por la habitación y pararme frente a un espejo. No estaba muy segura de que tan firme iba a ser su pulso pero me sorprendió cuando abandonó su tono de chanza para concentrarse en las puntadas y su mano comenzó con la tarea. Uno a uno fue trazando los puntos hasta terminar.
-Genial.- comenté, en cuanto puso el hilo y aguja a un lado, por un momento simplemente cruzamos miradas, luego se retiró despacio y se sentó a un lado. Giré entonces sobre mi costado, mirando hacia la pared y dándole la espalda. Podía sentirlo respirando detrás mío, tan cerca... inquietándome con su cercanía. Intenté pensar en otra cosa que no fuera él, quizás de un momento a otro se dormiría y entonces aprovecharía para escaparme del lugar.
Sin embargo mi voluntad me traicionaba porque mi mente comenzó a pensar tonterías, haciéndome imaginar que podría acostumbrarme a un escenario así. A estar recostada a su lado después de que regresara por la noche de su larga jornada, a que calentase mi cuerpo con su cercanía, a que se dibujara su sonrisa socarrona en sus labios al mirarme, a darme gusto contemplándole mientras dormía como lo había hecho aquel día en que había perdido el conocimiento y la visión de su hermoso rostro me había cautivado. Pero todo aquello no eran más que ideas fugaces cargadas de ideales irrealizables. Agarwaen no deseaba una compañera, ni tampoco una familia, me lo había dejado claro en el arroyo y por otro lado ¿podía yo acaso olvidar que era su mano la que cegaba la vida de otros de mi especie por el simple hecho de que fuésemos hijos de la luna?
Quería mandarlo al diablo, gritarle por el hecho de que su perrito faldero me hubiese capturado, por las cadenas que me había colocado en la pierna, por la manera en que le divertía el que forcejease con ellas. Quería cantarle sus verdades y odiarlo por mantenerme cautiva por el mero capricho que le producía el licor que había consumido. Quería pegarle también, sacarme la indignación y la rabia que llevaba adentro.
Abrí mis labios lista para realizar todo aquello pero en su lugar fueron dos palabras las que pronunciadas viajaron en aquella distancia que nos separaba en el lecho. -Te extrañé.- fue lo único que atiné a confesar, mientras mis ojos seguían fijos en la pared y mis dedos acariciaban el medallón que me había regalado y que había llevado conmigo desde aquel único día en que nos dijimos hola y adiós.
Muy a mi pesar tocarlo era toda una experiencia, algo que hace ya mucho tiempo había sucedido pero que habíase vuelto en cierta forma irreal, como si el encuentro en el arroyo hubiese sido una fantasía mía, producto de mis escondidos deseos, aunque sabía que la mayor prueba de ese encuentro la llevaba conmigo... Aquel encuentro había sellado mi destino con fuego y agua, y ahora me acompañaría adonde fuera de la forma en que menos esperé. Pero ahora, en ese habitación, había algo de mágico en tocar la piel de su costado con las yemas de mis dedos, y en mantener agarrada su muñeca sin dejar de mirar la sonrisa burlona que sus labios producían al hablarme.
Suspiré y retiré mi mano mientras rodaba mis ojos ante su explicación. No me extrañó que le restase importancia al asunto ni me tomé en serio sus últimas palabras, porque era el alcohol el que hablaba por él y le hacía soltar frases como si en verdad me deseara, como si se olvidase de que eramos licántropa y cazador y no le importara, y en esa habitación iluminada con la tenue luz de los candelabros fuésemos tan solo Agarwaen y Annabel... ¿No confías en mi? me había preguntado sin percatarse de la importancia que encerraba esa pregunta.
-Siendo así terminemos pronto.- indiqué, soltando su muñeca para que procediera a coser mi frente, cosa que yo misma habría hecho, si al menos pudiera deambular por la habitación y pararme frente a un espejo. No estaba muy segura de que tan firme iba a ser su pulso pero me sorprendió cuando abandonó su tono de chanza para concentrarse en las puntadas y su mano comenzó con la tarea. Uno a uno fue trazando los puntos hasta terminar.
-Genial.- comenté, en cuanto puso el hilo y aguja a un lado, por un momento simplemente cruzamos miradas, luego se retiró despacio y se sentó a un lado. Giré entonces sobre mi costado, mirando hacia la pared y dándole la espalda. Podía sentirlo respirando detrás mío, tan cerca... inquietándome con su cercanía. Intenté pensar en otra cosa que no fuera él, quizás de un momento a otro se dormiría y entonces aprovecharía para escaparme del lugar.
Sin embargo mi voluntad me traicionaba porque mi mente comenzó a pensar tonterías, haciéndome imaginar que podría acostumbrarme a un escenario así. A estar recostada a su lado después de que regresara por la noche de su larga jornada, a que calentase mi cuerpo con su cercanía, a que se dibujara su sonrisa socarrona en sus labios al mirarme, a darme gusto contemplándole mientras dormía como lo había hecho aquel día en que había perdido el conocimiento y la visión de su hermoso rostro me había cautivado. Pero todo aquello no eran más que ideas fugaces cargadas de ideales irrealizables. Agarwaen no deseaba una compañera, ni tampoco una familia, me lo había dejado claro en el arroyo y por otro lado ¿podía yo acaso olvidar que era su mano la que cegaba la vida de otros de mi especie por el simple hecho de que fuésemos hijos de la luna?
Quería mandarlo al diablo, gritarle por el hecho de que su perrito faldero me hubiese capturado, por las cadenas que me había colocado en la pierna, por la manera en que le divertía el que forcejease con ellas. Quería cantarle sus verdades y odiarlo por mantenerme cautiva por el mero capricho que le producía el licor que había consumido. Quería pegarle también, sacarme la indignación y la rabia que llevaba adentro.
Abrí mis labios lista para realizar todo aquello pero en su lugar fueron dos palabras las que pronunciadas viajaron en aquella distancia que nos separaba en el lecho. -Te extrañé.- fue lo único que atiné a confesar, mientras mis ojos seguían fijos en la pared y mis dedos acariciaban el medallón que me había regalado y que había llevado conmigo desde aquel único día en que nos dijimos hola y adiós.
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/01/2015
Re: Ties that Bind [privado]
Dejé la aguja a un lado cuando la última punzada fue dispuesta en su piel cerrando así una pequeña herida que ya no volvería a sangrar, mis ojos se deslizaron hasta sus labios mientras los míos reaccionaban de forma instintiva abriéndose necesitados.
Supongo que era el alcohol el que me orillaba a ella, el que sacudía mi cuerpo para hacerme olvidar que yo era un cazador y ella mi presa, mas allí, frente a ella, las imágenes del arroyo se sucedían en mi mente, acerque mi rostro ligeramente, deseaba, necesitaba sentirla de nuevo, su boca presionando la mía, enredarnos en uno solo.
Mas una palabra suya cargada de rabia hizo que abriera de golpe los ojos topandome con la dura realidad, acabe de incorporarme alejando con ese gesto la posibilidad de un reencuentro mientras ella me daba la espalda haciendo patente que hoy era ella la que decidía poner esa barrera entre nosotros, esa misma que yo estipule en el lago y que hoy juro deseaba saltarme de todas las maneras posibles porque la había echado de menos, porque su olor me había acompañado durante días y porque su recuerdo instalado en mi cabeza se había adueñado de mi mente.
Dejé escapar el aire tratando de regresar a esa realidad en la que los dos eramos participes, yo un cazador ella una licantropo, no podía haber nada entre nosotros. Mi vida llegaba a su fin, se acababa con la misma rapidez con la que viene y se va el ocaso, hasta hoy no había encontrado cura para la maldición que recorría mi hombro y que se extendía por mi piel marcando el rumbo de mi destino.
No pensaba arrastrarla a mi infierno, no pensaba darle esperanzas para luego arrebatárselas.
Sonreí de medio lado pensando lo absurdas que eran las ideas que se me pasaban por la cabeza, estaba claro que ella no deseaba ya esas esperanzas, solo que le quitara esas cadenas para salir de allí corriendo, huir de mi lado ,de mi vida, ella nunca me busco, posiblemente se quedo en el encuentro de una mañana en la que ambos nos dejamos llevar por nuestros cuerpos hasta que la razón puso en evidencia que yo mataba a los suyos y por ende los suyos devoraban a los míos.
Eramos enemigos, enemigos naturales, me odiaba, y yo debía odiarla.
Me recosté en el lecho dispuesto a dejar de pensar, quizás no me hubiera venido mal dar un nuevo trago de esa botella a ver si el silencio copaba de una vez mi cabeza que ahora, con su olor a mi lado, con su espalda rozando mi hombro y su pelo extendido en la almohada rozando mi rostro me hacia pensar en momentos vividos.
En su cuerpo entre mis manos, en su piel rozando la mía, en su boca presionando mis labios.
Mi respiración se agito frente a ese recuerdo, ese en el que su espalda se arqueaba con nuestros cuerpos perlados en sudor mientras una y otra vez la tomaba.
Cerré los ojos, esperando que Morfeo se me llevara, pero era complicado sintiéndola respirar a mi lado, sintiendo su calor.
Sus palabras me hicieron sonreír de medio lado, dos palabras sencillas que para mi significaban tanto.
-Yo también te he echado de menos -confesé girándome hacia ella para hundir mi cabeza entre su pelo pasando por encima de su cintura mi brazo.
Estaba cansado, había pasado el día investigando una aldea, peleando con un oso, y ahora, allí junto a ella, no se me ocurría mejor descanso.
Dejé que su aroma me invadiera, que su pelo acariciara mi rostro que se hundía en el dejando escapar mi aliento en su cuello lentamente.
Tiré de su cintura para pegarla mas a mi, quizás esto resultara efímero, la utopía en la que había soñado, quizás fuera el alcohol lo que me empujaba a por una noche encontrar el descanso acompañado.
Quizás no era justo, posiblemente innecesario, estaba acostumbrado a estar solo, a acabar la guerra y volver a un lecho vació, pero hoy estaba lleno, y me gustaba sentirla conmigo, era distinto, como si este descanso realmente fuera placido, como si por primera vez en mi vida pudiera disfrutar de una caricia después del arduo trabajo. Alguien que cosiera mis heridas, que besara mi cuerpo, que me ayudara a darme un baño cuando yo apenas podía por el dolor de los golpes y fracturas.
No quería pensar mas, ni siquiera vislumbrar que era una licantropo, que esa caricia que hoy añoraba provenía de mi enemigo ,que era este el que calentaba mi lecho.
Solo quería una noche, una noche en el que la utopía soñada en el arroyo se cumpliera, una en la que las palabras que me prometió, esas que esperaría a que viviera herido y cansado para arroparme, cuidarme y amarme se cumplieran.
Solo una noche pensé cerrando los ojos a su lado.
Supongo que era el alcohol el que me orillaba a ella, el que sacudía mi cuerpo para hacerme olvidar que yo era un cazador y ella mi presa, mas allí, frente a ella, las imágenes del arroyo se sucedían en mi mente, acerque mi rostro ligeramente, deseaba, necesitaba sentirla de nuevo, su boca presionando la mía, enredarnos en uno solo.
Mas una palabra suya cargada de rabia hizo que abriera de golpe los ojos topandome con la dura realidad, acabe de incorporarme alejando con ese gesto la posibilidad de un reencuentro mientras ella me daba la espalda haciendo patente que hoy era ella la que decidía poner esa barrera entre nosotros, esa misma que yo estipule en el lago y que hoy juro deseaba saltarme de todas las maneras posibles porque la había echado de menos, porque su olor me había acompañado durante días y porque su recuerdo instalado en mi cabeza se había adueñado de mi mente.
Dejé escapar el aire tratando de regresar a esa realidad en la que los dos eramos participes, yo un cazador ella una licantropo, no podía haber nada entre nosotros. Mi vida llegaba a su fin, se acababa con la misma rapidez con la que viene y se va el ocaso, hasta hoy no había encontrado cura para la maldición que recorría mi hombro y que se extendía por mi piel marcando el rumbo de mi destino.
No pensaba arrastrarla a mi infierno, no pensaba darle esperanzas para luego arrebatárselas.
Sonreí de medio lado pensando lo absurdas que eran las ideas que se me pasaban por la cabeza, estaba claro que ella no deseaba ya esas esperanzas, solo que le quitara esas cadenas para salir de allí corriendo, huir de mi lado ,de mi vida, ella nunca me busco, posiblemente se quedo en el encuentro de una mañana en la que ambos nos dejamos llevar por nuestros cuerpos hasta que la razón puso en evidencia que yo mataba a los suyos y por ende los suyos devoraban a los míos.
Eramos enemigos, enemigos naturales, me odiaba, y yo debía odiarla.
Me recosté en el lecho dispuesto a dejar de pensar, quizás no me hubiera venido mal dar un nuevo trago de esa botella a ver si el silencio copaba de una vez mi cabeza que ahora, con su olor a mi lado, con su espalda rozando mi hombro y su pelo extendido en la almohada rozando mi rostro me hacia pensar en momentos vividos.
En su cuerpo entre mis manos, en su piel rozando la mía, en su boca presionando mis labios.
Mi respiración se agito frente a ese recuerdo, ese en el que su espalda se arqueaba con nuestros cuerpos perlados en sudor mientras una y otra vez la tomaba.
Cerré los ojos, esperando que Morfeo se me llevara, pero era complicado sintiéndola respirar a mi lado, sintiendo su calor.
Sus palabras me hicieron sonreír de medio lado, dos palabras sencillas que para mi significaban tanto.
-Yo también te he echado de menos -confesé girándome hacia ella para hundir mi cabeza entre su pelo pasando por encima de su cintura mi brazo.
Estaba cansado, había pasado el día investigando una aldea, peleando con un oso, y ahora, allí junto a ella, no se me ocurría mejor descanso.
Dejé que su aroma me invadiera, que su pelo acariciara mi rostro que se hundía en el dejando escapar mi aliento en su cuello lentamente.
Tiré de su cintura para pegarla mas a mi, quizás esto resultara efímero, la utopía en la que había soñado, quizás fuera el alcohol lo que me empujaba a por una noche encontrar el descanso acompañado.
Quizás no era justo, posiblemente innecesario, estaba acostumbrado a estar solo, a acabar la guerra y volver a un lecho vació, pero hoy estaba lleno, y me gustaba sentirla conmigo, era distinto, como si este descanso realmente fuera placido, como si por primera vez en mi vida pudiera disfrutar de una caricia después del arduo trabajo. Alguien que cosiera mis heridas, que besara mi cuerpo, que me ayudara a darme un baño cuando yo apenas podía por el dolor de los golpes y fracturas.
No quería pensar mas, ni siquiera vislumbrar que era una licantropo, que esa caricia que hoy añoraba provenía de mi enemigo ,que era este el que calentaba mi lecho.
Solo quería una noche, una noche en el que la utopía soñada en el arroyo se cumpliera, una en la que las palabras que me prometió, esas que esperaría a que viviera herido y cansado para arroparme, cuidarme y amarme se cumplieran.
Solo una noche pensé cerrando los ojos a su lado.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
Sus brazos me acercaron a él y pude sentir su cuerpo pegado al mío, su aliento que cálido y acompasado golpeaba detrás de mi cuello mientras seguía el ritmo de su pecho que pegado a mi espalda me indicaba el ritmo de su respiración. Tomé entonces su mano y la coloqué alrededor de mi cintura, algo titubeante al tocarla, pero luego permitiendo que mis dedos acariciaran su dorso suavemente. Sentirle tan cerca se sentía correcto, ¿cómo podía sentirse correcto cuando todo me indicaba que no lo era? La respuesta me superaba.
Más que nunca tenía claro que cualquier cosa entre él y yo era imposible, yo odiaba a ese hombre... Lo odiaba porque me había dejado cuando estuve a punto de confesarle lo que sentía en el arroyo, porque se dio media vuelta y se fue. Lo odiaba más porque cada palabra suya dirigida hacia mi en esa despedida había sido cierta. ¿A cuantas como yo había dejado viudas? ¿Qué le diferenciaba del inquisidor que le había quitado la vida a mi gran amor? ¿Acaso no era él exactamente igual?
Lo odiaba porque después de François me había jurado a mi misma que no habría nadie, y luego había aparecido él, y ahora en ese lecho lograba que me sintiera cómoda a su lado, que me gustara sentir su brazo alrededor mio, que creyera que si había de haber un hogar en algún lado tenía que sentirse exactamente así como ahora, en su dormitorio, en su cama, junto a él.
Y lo peor de todo es que sabía que en realidad no le odiaba, por más argumentos que estuviera usando para auto convencerme de que era así.
El silencio nos envolvía y pensé que quizás se habría dormido... dirigí lentamente su mano hacia mi vientre, sintiendo un nudo en el pecho, la acaricié y enredé sus dedos con los míos. El dijo que también me había extrañado, ¿no era así? Aquellas palabras, ¿confías en mi? seguían dando vueltas en mi mente. Como quería de verdad confiar en él, lo deseaba ardientemente.
Giré sobre mi misma para observarlo de frente. Sus ojos estaban cerrados, pensé que efectivamente dormía. Lamenté no poder ver el brillo de sus ojos, aunque se estuvieran burlando de mi. El dorso de mis dedos acarició su mejilla y mi mirada se prendó de sus labios, sonreí levemente, quería aunque fuera una vez más probar esos labios, recordar aquel sabor perfecto que descubrí al besarle lentamente por primera vez en el arroyo, lanzando corrientes por todo mi cuerpo y despertándome de mi letargo... los deseaba intensamente pero me contuve, aunque mis dedos insensatos apartaron algo de pelo de su frente y a ella dirigí mis labios que cálidos y húmedos la presionaron suavemente, mientras un suspiro se escapaba de mi.
Hundí entonces mi rostro en su cuello, dejando que su olor me embargara, ese olor que tan presente en su lecho me había enloquecido momentos atrás, y aún lo hacía. Pensé que al menos en ese momento podría olvidarme de que éramos enemigos, de que todo nos separaba, de que en realidad habíamos nacido en mundos diferentes y éramos tan distintos como el día y la noche por causa de nuestras razas. Me imaginé la utopía de que ambos paseáramos en ese palacio que vi en mis sueños, que él hubiese vencido a la herida que amenazaba su vida, y que ambos corriésemos en ese lugar, felices y con nuestro bello hijo sobre sus hombros...
Miré a mi alrededor en su habitación, claro que podría aprovechar el hecho de que estaba dormido para escaparme. ¿Acaso no sería fácil hacerlo y no mirar atrás? ¿Me detendrían un par de cadenas? -Odio no poder odiarte.- murmuré junto a la piel de su cuello, pues no quería escapar, para bien o para mal quería seguir atada a sus cadenas, al menos esa noche, al menos en ese instante en que junto a él todo lo demás perdía importancia. Cerré entonces mis ojos, permitiendo que mis sentidos se embargasen de él...
Más que nunca tenía claro que cualquier cosa entre él y yo era imposible, yo odiaba a ese hombre... Lo odiaba porque me había dejado cuando estuve a punto de confesarle lo que sentía en el arroyo, porque se dio media vuelta y se fue. Lo odiaba más porque cada palabra suya dirigida hacia mi en esa despedida había sido cierta. ¿A cuantas como yo había dejado viudas? ¿Qué le diferenciaba del inquisidor que le había quitado la vida a mi gran amor? ¿Acaso no era él exactamente igual?
Lo odiaba porque después de François me había jurado a mi misma que no habría nadie, y luego había aparecido él, y ahora en ese lecho lograba que me sintiera cómoda a su lado, que me gustara sentir su brazo alrededor mio, que creyera que si había de haber un hogar en algún lado tenía que sentirse exactamente así como ahora, en su dormitorio, en su cama, junto a él.
Y lo peor de todo es que sabía que en realidad no le odiaba, por más argumentos que estuviera usando para auto convencerme de que era así.
El silencio nos envolvía y pensé que quizás se habría dormido... dirigí lentamente su mano hacia mi vientre, sintiendo un nudo en el pecho, la acaricié y enredé sus dedos con los míos. El dijo que también me había extrañado, ¿no era así? Aquellas palabras, ¿confías en mi? seguían dando vueltas en mi mente. Como quería de verdad confiar en él, lo deseaba ardientemente.
Giré sobre mi misma para observarlo de frente. Sus ojos estaban cerrados, pensé que efectivamente dormía. Lamenté no poder ver el brillo de sus ojos, aunque se estuvieran burlando de mi. El dorso de mis dedos acarició su mejilla y mi mirada se prendó de sus labios, sonreí levemente, quería aunque fuera una vez más probar esos labios, recordar aquel sabor perfecto que descubrí al besarle lentamente por primera vez en el arroyo, lanzando corrientes por todo mi cuerpo y despertándome de mi letargo... los deseaba intensamente pero me contuve, aunque mis dedos insensatos apartaron algo de pelo de su frente y a ella dirigí mis labios que cálidos y húmedos la presionaron suavemente, mientras un suspiro se escapaba de mi.
Hundí entonces mi rostro en su cuello, dejando que su olor me embargara, ese olor que tan presente en su lecho me había enloquecido momentos atrás, y aún lo hacía. Pensé que al menos en ese momento podría olvidarme de que éramos enemigos, de que todo nos separaba, de que en realidad habíamos nacido en mundos diferentes y éramos tan distintos como el día y la noche por causa de nuestras razas. Me imaginé la utopía de que ambos paseáramos en ese palacio que vi en mis sueños, que él hubiese vencido a la herida que amenazaba su vida, y que ambos corriésemos en ese lugar, felices y con nuestro bello hijo sobre sus hombros...
Miré a mi alrededor en su habitación, claro que podría aprovechar el hecho de que estaba dormido para escaparme. ¿Acaso no sería fácil hacerlo y no mirar atrás? ¿Me detendrían un par de cadenas? -Odio no poder odiarte.- murmuré junto a la piel de su cuello, pues no quería escapar, para bien o para mal quería seguir atada a sus cadenas, al menos esa noche, al menos en ese instante en que junto a él todo lo demás perdía importancia. Cerré entonces mis ojos, permitiendo que mis sentidos se embargasen de él...
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
Abrí los ojos cuando los primeros rayos del sol entraron por el ventanuco de madera que ligeramente entreabierto iluminaba con suavidad mi sobria estancia.
Una sonrisa se dibujo en mi rostro al sentir la respiración de aquella mujer del arroyo, Annabel, contra mi cuello, placida, descansaba entre mis brazos que aferraban su cintura convirtiendo en realidad mi utopía.
Permanecí ligeramente inmóvil, tratando de memorizar para mi corto futuro aquella sensación, esa que me orillaba a una vida en compañía, a un lecho caliente, a una caricia, esa que convertida en mujer me prometía una vida, un futuro. Su olor a bosque inundaba mi habitación, mi almohada, mi pecho.
Sabia que tenia que despertar de ese sueño, ella era una loba, yo un cazador y esto un imposible, mas mis ojos descendieron hasta sus labios tentando mi razón, entreabrí los míos acercándolos ligeramente, cuando un pinchazo de dolor atravesó mi costado.
Ahora lo recordaba, ayer con la borrachera, los acontecimientos, olvide coser y desinfectar el zarpazo del oso, me moví ligeramente para ver la camisola manchada de sangre.
Mas pronto volví a alzar los ojos para verla dormir, era preciosa, aquel pelo oscuro se expandía sobre mi almohada trazando bellos dibujos, sus ojos ahora cerrados se veían rasgados, tranquilos y sus labios eran carnosos, símbolo del mismo deseo.
Sus facciones eran perfectas, dignas de la mas bella de las diosas griegas.
Sacudí ligeramente la cabeza tratando de volver a la realidad, tenia que odiarla, odiarla porque era mi enemigo, porque ella mataba a los míos.
-Ojala pudiera odiarte -susurré casi contra sus labios antes de escabullirme de entre las sabanas.
Me quité la camisola haciéndola a un lado, para tomar la botella de whisky y darle un buen trago. Poco después tomé el cuenco que llene de alcohol, la aguja que sumergí en este y como no, el hilo.
Lo desinfecté todo, para poco después enhebrar la aguja esta vez, sobrio con mucho mas tino.
Frente al espejo mire la herida, que durante la noche había tomado un aspecto bastante malo por la falta de cuidados.
Un chorro de alcohol sobre ella me forzó a sisear de dolor apretando la mandíbula para no gritar y despertarla.
Cogí mi cuchillo y raspé la piel que se había medio cerrado dejando en su interior esa pus blanca, para con la misma punta apartarla de mi carne volviendo a echar otro poco de alcohol sobre ella.
Por un momento sentí que me mareaba, así que volví a sacudir la cabeza para centrarme en lo que estaba haciendo y di un nuevo trago a la botella.
Limpia la herida solo quedaba coserla, el trabajo casi estaba acabado.
Oí en ese momento como las cadenas se movían ligeramente, una sonrisa se instalo en mis labios antes de girarme para enfrentar su parda mirada.
-¿te has pensado mejor lo de complacerme en la cama? -bromeé hundiendo mis ojos en los suyos con calma.
Sus ojos se deslizaban por mi cuerpo ahora sin camiseta hasta centrarse en mis manos y en la herida a la que poco a poco le iba dando punzadas.
-¿Me ayudas luego a vendármela? -pregunté quitandole a todo importancia pese a que su gesto me indicaba que ella por ende si se la daba -necesito poder moverme bien, me da bastantes pinchazos, así que hasta que cicatrice, mejor inmovilizar al máximo.
Podía ver como desaprobaba mis palabras, posiblemente intuyendo que mi intención no era esa mañana quedarme a reposar en casa.
-En una aldea han desaparecido varios niños, todos en luna llena, no se han encontrado los cuerpos, han hecho batidas por le bosque pero nada, así que voy a ver que encuentro. No puedo esperar, o la siguiente luna desaparecerá otro, la aldea esta asustada, las madres desesperadas, así que, mi herida y su reposo tendrá que esperar.
Sonreí de medio lado mientras daba la última puntada para cortar después el hilo con la daga.
-Listo -dije guiñándole un ojo antes de tomar la venda para poco despues acercarme a la cama -presiona fuerte, la idea es que no se abra ¿entiendes? -le pregunté buscando su mirada, mientras con mis manos le daba las indicaciones.
-No creo que vuelva muy tarde, voy solo, el resto tienen otras misiones, así que, espero volver antes de que la noche caiga. ¿podrás entretenerte sin mi hasta entonces? -le pregunté divertido buscando de nuevo su mirada -¿quieres algún libro? ¿algo que te pueda hacer la vida mas cómoda?
Sabia que no podía tenerla toda la vida encadenada, que tenia que tomar una decisión u otra, mas creo que una parte de mi la deseaba allí, pegada a mi piel cada noche, esperando mi llegada.
Una sonrisa se dibujo en mi rostro al sentir la respiración de aquella mujer del arroyo, Annabel, contra mi cuello, placida, descansaba entre mis brazos que aferraban su cintura convirtiendo en realidad mi utopía.
Permanecí ligeramente inmóvil, tratando de memorizar para mi corto futuro aquella sensación, esa que me orillaba a una vida en compañía, a un lecho caliente, a una caricia, esa que convertida en mujer me prometía una vida, un futuro. Su olor a bosque inundaba mi habitación, mi almohada, mi pecho.
Sabia que tenia que despertar de ese sueño, ella era una loba, yo un cazador y esto un imposible, mas mis ojos descendieron hasta sus labios tentando mi razón, entreabrí los míos acercándolos ligeramente, cuando un pinchazo de dolor atravesó mi costado.
Ahora lo recordaba, ayer con la borrachera, los acontecimientos, olvide coser y desinfectar el zarpazo del oso, me moví ligeramente para ver la camisola manchada de sangre.
Mas pronto volví a alzar los ojos para verla dormir, era preciosa, aquel pelo oscuro se expandía sobre mi almohada trazando bellos dibujos, sus ojos ahora cerrados se veían rasgados, tranquilos y sus labios eran carnosos, símbolo del mismo deseo.
Sus facciones eran perfectas, dignas de la mas bella de las diosas griegas.
Sacudí ligeramente la cabeza tratando de volver a la realidad, tenia que odiarla, odiarla porque era mi enemigo, porque ella mataba a los míos.
-Ojala pudiera odiarte -susurré casi contra sus labios antes de escabullirme de entre las sabanas.
Me quité la camisola haciéndola a un lado, para tomar la botella de whisky y darle un buen trago. Poco después tomé el cuenco que llene de alcohol, la aguja que sumergí en este y como no, el hilo.
Lo desinfecté todo, para poco después enhebrar la aguja esta vez, sobrio con mucho mas tino.
Frente al espejo mire la herida, que durante la noche había tomado un aspecto bastante malo por la falta de cuidados.
Un chorro de alcohol sobre ella me forzó a sisear de dolor apretando la mandíbula para no gritar y despertarla.
Cogí mi cuchillo y raspé la piel que se había medio cerrado dejando en su interior esa pus blanca, para con la misma punta apartarla de mi carne volviendo a echar otro poco de alcohol sobre ella.
Por un momento sentí que me mareaba, así que volví a sacudir la cabeza para centrarme en lo que estaba haciendo y di un nuevo trago a la botella.
Limpia la herida solo quedaba coserla, el trabajo casi estaba acabado.
Oí en ese momento como las cadenas se movían ligeramente, una sonrisa se instalo en mis labios antes de girarme para enfrentar su parda mirada.
-¿te has pensado mejor lo de complacerme en la cama? -bromeé hundiendo mis ojos en los suyos con calma.
Sus ojos se deslizaban por mi cuerpo ahora sin camiseta hasta centrarse en mis manos y en la herida a la que poco a poco le iba dando punzadas.
-¿Me ayudas luego a vendármela? -pregunté quitandole a todo importancia pese a que su gesto me indicaba que ella por ende si se la daba -necesito poder moverme bien, me da bastantes pinchazos, así que hasta que cicatrice, mejor inmovilizar al máximo.
Podía ver como desaprobaba mis palabras, posiblemente intuyendo que mi intención no era esa mañana quedarme a reposar en casa.
-En una aldea han desaparecido varios niños, todos en luna llena, no se han encontrado los cuerpos, han hecho batidas por le bosque pero nada, así que voy a ver que encuentro. No puedo esperar, o la siguiente luna desaparecerá otro, la aldea esta asustada, las madres desesperadas, así que, mi herida y su reposo tendrá que esperar.
Sonreí de medio lado mientras daba la última puntada para cortar después el hilo con la daga.
-Listo -dije guiñándole un ojo antes de tomar la venda para poco despues acercarme a la cama -presiona fuerte, la idea es que no se abra ¿entiendes? -le pregunté buscando su mirada, mientras con mis manos le daba las indicaciones.
-No creo que vuelva muy tarde, voy solo, el resto tienen otras misiones, así que, espero volver antes de que la noche caiga. ¿podrás entretenerte sin mi hasta entonces? -le pregunté divertido buscando de nuevo su mirada -¿quieres algún libro? ¿algo que te pueda hacer la vida mas cómoda?
Sabia que no podía tenerla toda la vida encadenada, que tenia que tomar una decisión u otra, mas creo que una parte de mi la deseaba allí, pegada a mi piel cada noche, esperando mi llegada.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
Acostada sobre mi costado abrí los ojos bajo los primeros rayos de la aurora. Creo que de buenas a primeras no recordé bien mi situación porque lo primero que distinguí fue la silueta masculina de pie en medio de la habitación y eso provocó que sonriera. Mi mirada se detuvo en su rostro, contemplándole en silencio, mordiendo mi labio al pensar que se veía bastante atractivo junto a la luz de la ventana, con los rayos creando patrones luminosos sobre su oscuro pelo, y su expresión concentrada en lo que estaba haciendo.
Mi mirada descendió para descubrir que otra vez tenía enhebrada una aguja y que se estaba cosiendo el costado. No me gustó nada descubrirlo, seguramente la había tenido abierta toda la noche y se le podía infectar. -¿Ya la desinfectaste bien?- pregunté, volviendo a mi realidad. Seguía atada a su cama, seguía siendo su prisionera, no lo había soñado, realmente había sucedido. Y lo peor de todo era que no hice el menor intento de escapar mientras dormía.
Pero pensar en la noche anterior también me traía el recuerdo de sus brazos alrededor de mi cintura, de su cuerpo pegado al mío, de la manera en que su aroma inundaba mis fosas nasales y acaparaba mis sentidos, de lo bien que se había sentido dormir entre sus brazos.
-Mmmm. – El problema con Agarwaen era que era demasiado atractivo ante mis ojos, tanto que por momentos me orillaba a recordarle en el arroyo, a que cortas y rápidas imágenes de lo que habíamos vivido en el regresasen a mi memoria y a que inevitablemente volviese a sentir todas aquellas sensaciones que me había producido. Sensaciones que no deseaba recordar por lo que gruñí cuando comenzó a hablarme.
Me crucé de brazos indignada al ver que no hacía el menor amago de soltar mis cadenas y que encima me preguntaba si quería complacerle en la cama, pregunta que no respondí, aunque admito que me hubiera gustado que hubiese más que un atisbo de interés de su parte.
Habló entonces de su herida sorprendiéndome con su petición. Cambié de posición, incorporándome cerca del borde de la misma, adonde procedí a atender cuidadosamente su piel, colocando el vendaje encima de la herida. -Descuida, no es la primera herida que cubro.- respondí, pensando en mis propias y pasadas heridas y cerciorándome de que los vendajes quedasen bien puestos. -No creas que esta loba no ha recibido las suyas en diversos momentos. – Aducía al hecho de que me había hecho cargo de varios inquisidores y por supuesto, no siempre salí inmune.
-Deberías llevarme contigo, quien mejor para ayudarte a encontrar a un licántropo que otro de su misma especie.-
No me hacía gracia escuchar que niños estaban desapareciendo, seres inocentes que no tenían por qué pagar los influjos de la luna. Lo miré perpleja un momento cuando habló de que me pusiera cómoda. -¿No estás planeando seguir con esto? Lo comprendí ayer porque estabas alcoholizado pero hoy…- Clavé mi mirada en la de él, procurando leer en ella de algún modo. Lo único que logré fue que ese intenso azul cielo me pusiera nerviosa.
-No comprendo por qué razón quieres mantenerme encadenada.- Por supuesto, yo era su enemiga, pero si era la razón podía bajarme a las mazmorras en lugar de mantenerme allí, y si no lo era… me estaba confundiendo más que nunca.
-¿Se te ha ocurrido que a lo mejor quiero tomar un baño? ¿O que puedo tener hambre durante el día? Mi apetito es voraz.- añadí rápidamente enfurruñada, molesta y comenzando a enervarme otra vez.
Procuré calmarme y me acerqué a él. Coloqué una mano sobre su pecho, acercando mi rostro al suyo, sintiendo su respiración bajo mi palma mientras mi aliento rozaba sus labios. Labios que me detuve a observar antes de ascender y mirarlo fijamente, de perderme en su mirada y desear intensamente algo que comprendía que no podía ser por lo que dije lo único que realmente no quería decir. -Déjame ir Agarwaen…-
Mi mirada descendió para descubrir que otra vez tenía enhebrada una aguja y que se estaba cosiendo el costado. No me gustó nada descubrirlo, seguramente la había tenido abierta toda la noche y se le podía infectar. -¿Ya la desinfectaste bien?- pregunté, volviendo a mi realidad. Seguía atada a su cama, seguía siendo su prisionera, no lo había soñado, realmente había sucedido. Y lo peor de todo era que no hice el menor intento de escapar mientras dormía.
Pero pensar en la noche anterior también me traía el recuerdo de sus brazos alrededor de mi cintura, de su cuerpo pegado al mío, de la manera en que su aroma inundaba mis fosas nasales y acaparaba mis sentidos, de lo bien que se había sentido dormir entre sus brazos.
-Mmmm. – El problema con Agarwaen era que era demasiado atractivo ante mis ojos, tanto que por momentos me orillaba a recordarle en el arroyo, a que cortas y rápidas imágenes de lo que habíamos vivido en el regresasen a mi memoria y a que inevitablemente volviese a sentir todas aquellas sensaciones que me había producido. Sensaciones que no deseaba recordar por lo que gruñí cuando comenzó a hablarme.
Me crucé de brazos indignada al ver que no hacía el menor amago de soltar mis cadenas y que encima me preguntaba si quería complacerle en la cama, pregunta que no respondí, aunque admito que me hubiera gustado que hubiese más que un atisbo de interés de su parte.
Habló entonces de su herida sorprendiéndome con su petición. Cambié de posición, incorporándome cerca del borde de la misma, adonde procedí a atender cuidadosamente su piel, colocando el vendaje encima de la herida. -Descuida, no es la primera herida que cubro.- respondí, pensando en mis propias y pasadas heridas y cerciorándome de que los vendajes quedasen bien puestos. -No creas que esta loba no ha recibido las suyas en diversos momentos. – Aducía al hecho de que me había hecho cargo de varios inquisidores y por supuesto, no siempre salí inmune.
-Deberías llevarme contigo, quien mejor para ayudarte a encontrar a un licántropo que otro de su misma especie.-
No me hacía gracia escuchar que niños estaban desapareciendo, seres inocentes que no tenían por qué pagar los influjos de la luna. Lo miré perpleja un momento cuando habló de que me pusiera cómoda. -¿No estás planeando seguir con esto? Lo comprendí ayer porque estabas alcoholizado pero hoy…- Clavé mi mirada en la de él, procurando leer en ella de algún modo. Lo único que logré fue que ese intenso azul cielo me pusiera nerviosa.
-No comprendo por qué razón quieres mantenerme encadenada.- Por supuesto, yo era su enemiga, pero si era la razón podía bajarme a las mazmorras en lugar de mantenerme allí, y si no lo era… me estaba confundiendo más que nunca.
-¿Se te ha ocurrido que a lo mejor quiero tomar un baño? ¿O que puedo tener hambre durante el día? Mi apetito es voraz.- añadí rápidamente enfurruñada, molesta y comenzando a enervarme otra vez.
Procuré calmarme y me acerqué a él. Coloqué una mano sobre su pecho, acercando mi rostro al suyo, sintiendo su respiración bajo mi palma mientras mi aliento rozaba sus labios. Labios que me detuve a observar antes de ascender y mirarlo fijamente, de perderme en su mirada y desear intensamente algo que comprendía que no podía ser por lo que dije lo único que realmente no quería decir. -Déjame ir Agarwaen…-
Última edición por Annabel Hemingway el Mar Sep 06, 2016 10:26 pm, editado 1 vez
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
Sus manos surcaban lentamente mi piel, al tiempo que mis ojos seguían sus labios que hablaban de épocas pasadas de heridas cerradas, no podía evitar que con la cercanía su olor, llegara a mi, ese del que había disfrutado durante la noche, ese que evocaba al arroyo, y que ahora traía furtivas imágenes de su cuerpo desnudo, del sabor de su piel, de su legua bailando contra la mía.
Mi respiración se agito contra una mujer que estaba mas que dedicada a apretar con fuerza esa venda como yo le había pedido, mas mi mente por ende estaba en otro sitio.
Desvié un instante mis ojos cuando los suyos los buscaron tratando así de que no pudiera ver mis dilatadas pupilas cargadas de deseo.
Esto era una locura, ella era mi enemiga, una licantropo, lo mismo que iba a dar caza aquel día.
Me ofreció su ayuda para la caza de la aldea, creo que pensando que mi entrecortada respiración se debía a mi herida y no a su cercanía, por suerte, no se le ocurriría tocar mi abultada entrepierna.
Volví a buscar su mirada, ligeramente mas calmado.
-No voy a llevarte conmigo, no quiero tener a dos licantropos de los que preocuparme, con uno creo que tengo bastante.
Sabia que mis palabras la molestarían, que la enfadarían, que esa falta de confianza le dolería, mas acaso ella no había hecho lo mismo, acaso no me había restregado que había matado a otros inquisidores, es mas, que lo seguiría haciendo hasta que el ultimo nombre de su lista hubiera caído.
Fruncí el ceño tratando de buscar con ese gesto la distancia que sus palabras ahora ponían de nuevo frente a nosotros, hablaba de la locura de mantenerla allí atada. Sabia que tenia razón, que si era mi enemiga debía bajar a las mazmorras y si no lo era, debía quedar liberada, mas este juego del todo a medias, de te mantengo presa, mas en mi lecho, no tenia ni razón de ser, ni lógica ninguna.
¿Como decirle que no quería que se fuera? Que quería hoy sobrio que siguiera calentando mi lecho de una u otra manera.
Sus palabras volvían a tornarse rabiosas, pidiéndome que la soltara, que quizás tendría, sed, hambre, ganas de darse un baño, de hacer sus necesidades, y era cierto, como dejarla el día entero encadenada a mi cama.
Deje escapar el aire furioso consciente de que me exigía, tomar una decisión que no quería, no quería soltarla, no la quería en las mazmorras, no la quería lejos de mi maldita vida.
Mas de pronto se calmo, acercándose a mi, y con ese gesto suavizo el mio, que respondió con una sonrisa, su mano se poso en mi pecho, abrasadora, cálida, mientras sus ojos buscaban los míos y su aliento me prometía una reconciliación, un momento suyo, mio, nuestro.
Nuestros ojos bailaron por nuestras bocas, entreabrí los labios cerrando los ojos mientras me acercaba ligeramente dispuesto a probar de nuevo aquel sabor que me estaba volviendo loco.
Mas entonces sus palabras me detuvieron, apreté el puño sintiéndome un idiota, todo ese numerito para pedir que la soltara, que cediera bajo el influjo del deseo que esa mujer sabia que yo sentía por ella, solo quería escapar, huir de mi, de mi vida.
Quizás eso era o mejor, nunca debimos de volvernos a reencontrar, remover el pasado era como abrir viejas heridas y yo ya tenia demasiadas surcando mi cuerpo.
Me incorporé de la cama con frialdad, poniendo esta vez distancia física de por medio mientras me acercaba a la mesita de noche para tomar las llaves de sus cadenas que lance sobre su lecho aun con esa abrasadora distancia que no pretendía romper.
-Si descubro que has matado al inquisidor iré por ti, como hoy voy a por quien esta matando a niños inocentes. Basta ya de tanta muerte.
Le di la espalda arrepintiéndome al momento de haberle dado las llaves que le otorgarían la libertad, la quería allí, conmigo, esperando mi regreso, mas eso no me estaba permitido, ella quería irse, así que continué mis pasos con los mil y un escudos pertrechados frente a mi para que nada pudiera hacerme daño, seguí hacia la puerta agarrando el pomo con la mano a sabiendas de que cuando volviera solo quedaría un lecho vació, su olor en mi almohada, y el ambiente frio.
-Adiós Annabel, cuídate.
Mi respiración se agito contra una mujer que estaba mas que dedicada a apretar con fuerza esa venda como yo le había pedido, mas mi mente por ende estaba en otro sitio.
Desvié un instante mis ojos cuando los suyos los buscaron tratando así de que no pudiera ver mis dilatadas pupilas cargadas de deseo.
Esto era una locura, ella era mi enemiga, una licantropo, lo mismo que iba a dar caza aquel día.
Me ofreció su ayuda para la caza de la aldea, creo que pensando que mi entrecortada respiración se debía a mi herida y no a su cercanía, por suerte, no se le ocurriría tocar mi abultada entrepierna.
Volví a buscar su mirada, ligeramente mas calmado.
-No voy a llevarte conmigo, no quiero tener a dos licantropos de los que preocuparme, con uno creo que tengo bastante.
Sabia que mis palabras la molestarían, que la enfadarían, que esa falta de confianza le dolería, mas acaso ella no había hecho lo mismo, acaso no me había restregado que había matado a otros inquisidores, es mas, que lo seguiría haciendo hasta que el ultimo nombre de su lista hubiera caído.
Fruncí el ceño tratando de buscar con ese gesto la distancia que sus palabras ahora ponían de nuevo frente a nosotros, hablaba de la locura de mantenerla allí atada. Sabia que tenia razón, que si era mi enemiga debía bajar a las mazmorras y si no lo era, debía quedar liberada, mas este juego del todo a medias, de te mantengo presa, mas en mi lecho, no tenia ni razón de ser, ni lógica ninguna.
¿Como decirle que no quería que se fuera? Que quería hoy sobrio que siguiera calentando mi lecho de una u otra manera.
Sus palabras volvían a tornarse rabiosas, pidiéndome que la soltara, que quizás tendría, sed, hambre, ganas de darse un baño, de hacer sus necesidades, y era cierto, como dejarla el día entero encadenada a mi cama.
Deje escapar el aire furioso consciente de que me exigía, tomar una decisión que no quería, no quería soltarla, no la quería en las mazmorras, no la quería lejos de mi maldita vida.
Mas de pronto se calmo, acercándose a mi, y con ese gesto suavizo el mio, que respondió con una sonrisa, su mano se poso en mi pecho, abrasadora, cálida, mientras sus ojos buscaban los míos y su aliento me prometía una reconciliación, un momento suyo, mio, nuestro.
Nuestros ojos bailaron por nuestras bocas, entreabrí los labios cerrando los ojos mientras me acercaba ligeramente dispuesto a probar de nuevo aquel sabor que me estaba volviendo loco.
Mas entonces sus palabras me detuvieron, apreté el puño sintiéndome un idiota, todo ese numerito para pedir que la soltara, que cediera bajo el influjo del deseo que esa mujer sabia que yo sentía por ella, solo quería escapar, huir de mi, de mi vida.
Quizás eso era o mejor, nunca debimos de volvernos a reencontrar, remover el pasado era como abrir viejas heridas y yo ya tenia demasiadas surcando mi cuerpo.
Me incorporé de la cama con frialdad, poniendo esta vez distancia física de por medio mientras me acercaba a la mesita de noche para tomar las llaves de sus cadenas que lance sobre su lecho aun con esa abrasadora distancia que no pretendía romper.
-Si descubro que has matado al inquisidor iré por ti, como hoy voy a por quien esta matando a niños inocentes. Basta ya de tanta muerte.
Le di la espalda arrepintiéndome al momento de haberle dado las llaves que le otorgarían la libertad, la quería allí, conmigo, esperando mi regreso, mas eso no me estaba permitido, ella quería irse, así que continué mis pasos con los mil y un escudos pertrechados frente a mi para que nada pudiera hacerme daño, seguí hacia la puerta agarrando el pomo con la mano a sabiendas de que cuando volviera solo quedaría un lecho vació, su olor en mi almohada, y el ambiente frio.
-Adiós Annabel, cuídate.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
Murallas. Murallas muy altas, gruesas e impenetrables… esas eran las que me rodeaban. Las puse allí después de que François me fue arrebatado. El dolor de su pérdida fue insoportable. Me sentía vacía, hueca, desgarrada, como una autómata, y lo único que me mantuvo adelante fue el vengar su muerte. La Annabel que alguna vez fui murió junto con él, mi venganza fue lo único que le dio propósito a mi vida, y con el tiempo me acostumbré a ello, a no sentir.
Únicamente bajé mis murallas una vez, hace meses, cuando aquel apuesto hombre que me topé en el arroyo se abrió camino hacia aquella parte de mi que creía enterrada, demostrándome que me había equivocado, que aún había una parte en mi capaz de sentir más allá del odio. Era un sentimiento abrasador que me envolvía con el calor que encontré en él y que le devolvía la luz perdida a mi vida. Pero no llegué a confesárselo y él se marchó. Después de ese encuentro volví a edificar las murallas. Esta vez las hice más gruesas, más sólidas, a prueba de todo.
Una vez que te acostumbras a aislarte resulta fácil seguir así, a pesar de que en ocasiones tu mente regrese al recuerdo del cazador, y aquel milagro que nació gracias a aquel encuentro muchas veces te sacuda.
-Adiós Agarwaen.- fue lo que brotó de mis labios, tan fríamente como él me daba la despedida. Pensar que pudiese sentir algo por mi era una idea estúpida, sin pies ni cabeza. ¿Cómo iba a amar a aquello que más odiaba? Era ir contra la razón, contra nuestra esencia misma, él tenía arraigado el ser cazador tanto como ahora yo había acogido el ser una licántropa. Y aún si las razas no estuviesen de por medio, no había razón alguna para que desarrollase cualquier tipo de sentimiento por mi.
Apreté las cadenas con mis manos con fuerza, deseando lastimarlas, sentir algo más allá de la impotencia que sentía al darme cuenta de que a pesar de que me sentía a gusto detrás de las murallas, mi corazón palpitaba veloz al reencontrarme con él, traicionando el refugio en el que me había sentido tan cómoda.
Un portazo, ese fue el sonido que escuché cuando salió de la habitación y por segunda vez de mi vida. Lentamente mi mirada se detuvo sobre las llaves que había lanzado sobre el colchón, otorgándome la libertad. Las tomé entre mis dedos y con ellas abrí los cerrojos, pero al hacerlo no me sentí dichosa, no tuve deseos de correr hacia la puerta y desaparecer tan rápido como me lo permitiesen mis piernas.
Una lucha, eso es lo que atravesaba en ese momento mi interior. Una tan intensa que incluso lograba que todo mi cuerpo temblase. Me levanté y me acerqué a la ventana, por la cual pude ver a aquel hombre que por segunda vez desaparecía de mi vida. Una mano se detuvo sobre mi vientre al mirarlo, y cuando lo hice aquellas murallas sólidas tambalearon.
Di media vuelta sobre mis pies y corrí para abandonar la habitación, atravesando los pasillos velozmente, tan rápido que en un santiamén estuve fuera de la casa, de pie en el jardín con el pecho agitado, buscando a a mi alrededor con la mirada. Su aroma todavía llegaba hasta mi, indicándome por donde había caminado. Seguí aquel rastro, escuchando los latidos de mi propio corazón, que de tan fuertes retumbaban en mis propios oídos.
Continué con mi carrera y mis ojos se detuvieron sobre las caballerizas. Avancé hasta la entrada y allí me detuve, observando al hombre que hacía tambalear mis murallas con su simple existencia. Estaba de pie junto a un corcel, y se le veía fuerte, majestuoso, atlético, tan imponente como debía serlo un cazador. Poco me importó que sus últimas palabras dirigidas hacia mi hubiesen sido frías, porque comprendí que yo hacía lo mismo. Me refugiaba tras mis corazas y me volvía helada como un témpano… esa era la manera en que me protegía…
-No quiero mi libertad.- exclamé, acercándome. -¿No te das cuenta de por qué quería huir? ¿Es tan difícil que lo intuyas?- De pie, frente a él, observando su bello rostro por primera vez ya no sentí temor de confesarle la verdad. -No te percatas de todo lo que me provocas con estar cerca, de como destruyes cada una de mis normas, de como me atraes hacia ti aún cuando me lanzas palabras frías como témpanos de hielo, de como logras que mi razón quede relegada ante el hecho de que seas un cazador y que sea mi corazón el que me impida correr lejos de aquí.-
Allí, frente a él, lo supe, lo sentí otra vez, tan avasalladoramente como lo había sentido en el arroyo. -Ah, maldición. Soy una loba que no puede sentir a medias. Odio con la misma intensidad con la que amo. Y tú, con tus ojos azul cielo y tu sonrisa burlona hace meses te apropiaste de mi corazón. Puede que lo quieras, puede que no. Puede que prefieras que me marche, ¿y no nos haría eso más fácil la vida a los dos? pero maldita sea Agarwaen, no quiero las llaves de esas cadenas, quiero aguardar tu regreso, estar aquí cuando lo hagas, cuidar de tus heridas, y no iba a dejarte ir por segunda vez sin que lo supieras.-
Únicamente bajé mis murallas una vez, hace meses, cuando aquel apuesto hombre que me topé en el arroyo se abrió camino hacia aquella parte de mi que creía enterrada, demostrándome que me había equivocado, que aún había una parte en mi capaz de sentir más allá del odio. Era un sentimiento abrasador que me envolvía con el calor que encontré en él y que le devolvía la luz perdida a mi vida. Pero no llegué a confesárselo y él se marchó. Después de ese encuentro volví a edificar las murallas. Esta vez las hice más gruesas, más sólidas, a prueba de todo.
Una vez que te acostumbras a aislarte resulta fácil seguir así, a pesar de que en ocasiones tu mente regrese al recuerdo del cazador, y aquel milagro que nació gracias a aquel encuentro muchas veces te sacuda.
-Adiós Agarwaen.- fue lo que brotó de mis labios, tan fríamente como él me daba la despedida. Pensar que pudiese sentir algo por mi era una idea estúpida, sin pies ni cabeza. ¿Cómo iba a amar a aquello que más odiaba? Era ir contra la razón, contra nuestra esencia misma, él tenía arraigado el ser cazador tanto como ahora yo había acogido el ser una licántropa. Y aún si las razas no estuviesen de por medio, no había razón alguna para que desarrollase cualquier tipo de sentimiento por mi.
Apreté las cadenas con mis manos con fuerza, deseando lastimarlas, sentir algo más allá de la impotencia que sentía al darme cuenta de que a pesar de que me sentía a gusto detrás de las murallas, mi corazón palpitaba veloz al reencontrarme con él, traicionando el refugio en el que me había sentido tan cómoda.
Un portazo, ese fue el sonido que escuché cuando salió de la habitación y por segunda vez de mi vida. Lentamente mi mirada se detuvo sobre las llaves que había lanzado sobre el colchón, otorgándome la libertad. Las tomé entre mis dedos y con ellas abrí los cerrojos, pero al hacerlo no me sentí dichosa, no tuve deseos de correr hacia la puerta y desaparecer tan rápido como me lo permitiesen mis piernas.
Una lucha, eso es lo que atravesaba en ese momento mi interior. Una tan intensa que incluso lograba que todo mi cuerpo temblase. Me levanté y me acerqué a la ventana, por la cual pude ver a aquel hombre que por segunda vez desaparecía de mi vida. Una mano se detuvo sobre mi vientre al mirarlo, y cuando lo hice aquellas murallas sólidas tambalearon.
Di media vuelta sobre mis pies y corrí para abandonar la habitación, atravesando los pasillos velozmente, tan rápido que en un santiamén estuve fuera de la casa, de pie en el jardín con el pecho agitado, buscando a a mi alrededor con la mirada. Su aroma todavía llegaba hasta mi, indicándome por donde había caminado. Seguí aquel rastro, escuchando los latidos de mi propio corazón, que de tan fuertes retumbaban en mis propios oídos.
Continué con mi carrera y mis ojos se detuvieron sobre las caballerizas. Avancé hasta la entrada y allí me detuve, observando al hombre que hacía tambalear mis murallas con su simple existencia. Estaba de pie junto a un corcel, y se le veía fuerte, majestuoso, atlético, tan imponente como debía serlo un cazador. Poco me importó que sus últimas palabras dirigidas hacia mi hubiesen sido frías, porque comprendí que yo hacía lo mismo. Me refugiaba tras mis corazas y me volvía helada como un témpano… esa era la manera en que me protegía…
-No quiero mi libertad.- exclamé, acercándome. -¿No te das cuenta de por qué quería huir? ¿Es tan difícil que lo intuyas?- De pie, frente a él, observando su bello rostro por primera vez ya no sentí temor de confesarle la verdad. -No te percatas de todo lo que me provocas con estar cerca, de como destruyes cada una de mis normas, de como me atraes hacia ti aún cuando me lanzas palabras frías como témpanos de hielo, de como logras que mi razón quede relegada ante el hecho de que seas un cazador y que sea mi corazón el que me impida correr lejos de aquí.-
Allí, frente a él, lo supe, lo sentí otra vez, tan avasalladoramente como lo había sentido en el arroyo. -Ah, maldición. Soy una loba que no puede sentir a medias. Odio con la misma intensidad con la que amo. Y tú, con tus ojos azul cielo y tu sonrisa burlona hace meses te apropiaste de mi corazón. Puede que lo quieras, puede que no. Puede que prefieras que me marche, ¿y no nos haría eso más fácil la vida a los dos? pero maldita sea Agarwaen, no quiero las llaves de esas cadenas, quiero aguardar tu regreso, estar aquí cuando lo hagas, cuidar de tus heridas, y no iba a dejarte ir por segunda vez sin que lo supieras.-
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
Sus despedida sonó aun mas fría que la mía, un adiós que se hundió en mi pecho al tiempo que la rabia se dibujo a fuego en mis ojos.
Un portazo, eso es lo que merecía nuestra despedida, un sonoro portazo que denotaba no solo mi enfado si no el final de un nosotros si es que en algún caso existía.
No detuve el paso, sabia de sobra que no saldría, que ahora estaría afanosa peleando con esas cadenas llave en mano para asegurar su libertad como buen animal enjaulado que era.
Mis puños se cerraron de forma inconsciente al tiempo que recorría los pasillos de mi prestado hogar, no tenia tiempo que perder en nimiedades, me decía ofuscado, los niños de la aldea desaparecían y mi mente no dejaba de pensar en ese lecho lleno que pronto se hallaría vació, en que a mi regreso ,nadie curaría mis heridas, no habrían palabras susurradas en mi oído, ni labios presionando los miso.
Y así debía ser, eso era lo que yo sin duda había elegido, y odiaba que esa mujer tambaleara con un soplido los pilares de esos cimientos que yo tenia tan bien asumidos.
Llegué a las caballerizas maldiciéndola a ella, la noche que habíamos vivido, maldiciéndome a mi mismo por lo que sentía y no pensaba admitirlo.
El hocico de mi montura golpeó mi rostro forzándome a sonreír de uno u otro modo, mientras acariciaba con suavidad sus largas crines.
-Vamos chico, hoy nos espera un día complicado.
Tomé las riendas saliendo hacia afuera, esperando que el aire fresco se llevara todo mi pesar, que pronto ella, solo fuera una anécdota que recordar.
Quizás esa noche podría ir directo a una taberna, beber hasta caer rendido, así no echaría en falta lo prometido por sus palabras en el arroyo. Perderme en otro cuerpo, buscar en otras piernas lo que ansiaba tener con ella.
Entonces apareció frente a mi como un espejismo, abrí los ojos como platos incrédulo, de echo creo que pestañeé varias veces pensando que como a los pobres sedientos, que cruzan un desierto, siempre tiene la ilusión de un oasis frente a sus ojos.
Estaba allí, en pie, mi oasis,hablando de que no ansiaba su libertad y con esa palabra llego mi desconcierto, mis miedos.
Un paso mas acorto nuestra distancia, mientras mis ojos se hundían en esos dos orbes de tierra que brillaban sedientos.
Sedientos de mi, de por una vez ser ambos sinceros, de que las murallas cayeran al suelo, pero tenia que confesar que tenia miedo, quizás porque era mucho mas cobarde que ella.
Esa loba frente a mi, de nuevo, como en el arroyo, me daba una lección, esa que no se aprende luchando si no sintiendo.
Sonreí de medio lado, creo que buscando un mordaz comentario, algo que me protegiera de esa presión en mi pecho, de eso que me empujaba a besadla a callarla con mis labios, a apoderarme de su cuerpo en aquellas caballerizas.
¡Joder claro que sentía!, demasiado para ser lo correcto, pero también me moría, también sabia los peligros que acechaban mi vida...
Dejé escapar el aire, allí inmóvil frente a ella, mis ojos se deslizaron hasta sus labios cuando su ultima palabra fue pronunciada.
Simplemente me acerque, a paso raudo, no había nada de coherencia en mi acto, no fue pensado, mi mano sobrevoló su cuello enredando mis dedos en su pelo para con suavidad primero y de forma necesitada, apasionada después presionar sus labios contra los míos, cruzando el precipicio de su boca hasta que nuestras lenguas quedaron selladas en una, callando así nuestras palabras, dejando por un instante atrás los miedos.
Paladeé de nuevo su sabor, cerré los ojos dejándome embriagar de ella, evocando cada sentimiento sentido en el arroyo, posiblemente no era justo, ni para mi , ni para ella, mas un jadeo se escapo de mis labios cuando sus manos se posaron en mi pecho, ardor, calor, necesidad, eso y mucho mas sentía.
-espera -susurré contra su boca cuando sentí sus manos alzando mi camisa -los niños -jadeé de nuevo intentando recobrar un ápice de cordura.
-Vayamos juntos -musité contra su boca -intentemos no matarnos por el camino -bromeé con una picara sonrisa -se que lo tendrás difícil, pero...nos las apañaremos.
Hablemos a la vuelta, con sendas copas de vino ,en el jardín, bajo la luna -hice una pausa elevando una ceja para mirarla antes de que en mis labios se dibujara una amplia sonrisa -a poder ser que no sea llena. Si no intuyo que seria mas conveniente llevar esa cita a las mazmorras ¿carne quizás? -bromeé de nuevo.
Quiero contarte algo, algo que no sabes...pero ahora no es el momento, dame una pequeña tregua...y esta noche, prometo que hablaremos de todo, contestare tus preguntas, te seré sincero.
Un portazo, eso es lo que merecía nuestra despedida, un sonoro portazo que denotaba no solo mi enfado si no el final de un nosotros si es que en algún caso existía.
No detuve el paso, sabia de sobra que no saldría, que ahora estaría afanosa peleando con esas cadenas llave en mano para asegurar su libertad como buen animal enjaulado que era.
Mis puños se cerraron de forma inconsciente al tiempo que recorría los pasillos de mi prestado hogar, no tenia tiempo que perder en nimiedades, me decía ofuscado, los niños de la aldea desaparecían y mi mente no dejaba de pensar en ese lecho lleno que pronto se hallaría vació, en que a mi regreso ,nadie curaría mis heridas, no habrían palabras susurradas en mi oído, ni labios presionando los miso.
Y así debía ser, eso era lo que yo sin duda había elegido, y odiaba que esa mujer tambaleara con un soplido los pilares de esos cimientos que yo tenia tan bien asumidos.
Llegué a las caballerizas maldiciéndola a ella, la noche que habíamos vivido, maldiciéndome a mi mismo por lo que sentía y no pensaba admitirlo.
El hocico de mi montura golpeó mi rostro forzándome a sonreír de uno u otro modo, mientras acariciaba con suavidad sus largas crines.
-Vamos chico, hoy nos espera un día complicado.
Tomé las riendas saliendo hacia afuera, esperando que el aire fresco se llevara todo mi pesar, que pronto ella, solo fuera una anécdota que recordar.
Quizás esa noche podría ir directo a una taberna, beber hasta caer rendido, así no echaría en falta lo prometido por sus palabras en el arroyo. Perderme en otro cuerpo, buscar en otras piernas lo que ansiaba tener con ella.
Entonces apareció frente a mi como un espejismo, abrí los ojos como platos incrédulo, de echo creo que pestañeé varias veces pensando que como a los pobres sedientos, que cruzan un desierto, siempre tiene la ilusión de un oasis frente a sus ojos.
Estaba allí, en pie, mi oasis,hablando de que no ansiaba su libertad y con esa palabra llego mi desconcierto, mis miedos.
Un paso mas acorto nuestra distancia, mientras mis ojos se hundían en esos dos orbes de tierra que brillaban sedientos.
Sedientos de mi, de por una vez ser ambos sinceros, de que las murallas cayeran al suelo, pero tenia que confesar que tenia miedo, quizás porque era mucho mas cobarde que ella.
Esa loba frente a mi, de nuevo, como en el arroyo, me daba una lección, esa que no se aprende luchando si no sintiendo.
Sonreí de medio lado, creo que buscando un mordaz comentario, algo que me protegiera de esa presión en mi pecho, de eso que me empujaba a besadla a callarla con mis labios, a apoderarme de su cuerpo en aquellas caballerizas.
¡Joder claro que sentía!, demasiado para ser lo correcto, pero también me moría, también sabia los peligros que acechaban mi vida...
Dejé escapar el aire, allí inmóvil frente a ella, mis ojos se deslizaron hasta sus labios cuando su ultima palabra fue pronunciada.
Simplemente me acerque, a paso raudo, no había nada de coherencia en mi acto, no fue pensado, mi mano sobrevoló su cuello enredando mis dedos en su pelo para con suavidad primero y de forma necesitada, apasionada después presionar sus labios contra los míos, cruzando el precipicio de su boca hasta que nuestras lenguas quedaron selladas en una, callando así nuestras palabras, dejando por un instante atrás los miedos.
Paladeé de nuevo su sabor, cerré los ojos dejándome embriagar de ella, evocando cada sentimiento sentido en el arroyo, posiblemente no era justo, ni para mi , ni para ella, mas un jadeo se escapo de mis labios cuando sus manos se posaron en mi pecho, ardor, calor, necesidad, eso y mucho mas sentía.
-espera -susurré contra su boca cuando sentí sus manos alzando mi camisa -los niños -jadeé de nuevo intentando recobrar un ápice de cordura.
-Vayamos juntos -musité contra su boca -intentemos no matarnos por el camino -bromeé con una picara sonrisa -se que lo tendrás difícil, pero...nos las apañaremos.
Hablemos a la vuelta, con sendas copas de vino ,en el jardín, bajo la luna -hice una pausa elevando una ceja para mirarla antes de que en mis labios se dibujara una amplia sonrisa -a poder ser que no sea llena. Si no intuyo que seria mas conveniente llevar esa cita a las mazmorras ¿carne quizás? -bromeé de nuevo.
Quiero contarte algo, algo que no sabes...pero ahora no es el momento, dame una pequeña tregua...y esta noche, prometo que hablaremos de todo, contestare tus preguntas, te seré sincero.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
No tenía idea de como iba a reaccionar ante mi confesión y mucho menos me imaginé lo que pasó a continuación. Se acercó raudo, en apenas unos segundos estaba frente a mi, llevó su mano hacia mi cuello atrayendo mi rostro hacia el suyo, sus labios encontraron los míos que instintivamente respondieron bajo su presión. Llevé mis manos a sus mejillas, correspondiéndole con puro instinto, con simple sentimiento, arrebatador e intenso. Suavemente primero, embargándome de tantas sensaciones que regresaban a mi con claridad dormida, sentimientos que habían estado guardados y que ahora presionaban mi pecho al tornarse el beso más necesitado y más intenso.
-Agarwaen.- susurré contra sus labios, olvidándome de mis barreras y de mi impulso de huir de él. Aunque fuese descabellado necesitarle así, lo cierto es que lo hacía. Lo había extrañado aunque me hubiera empecinado en negármelo a mi misma. Necesitaba de sus besos, de sus caricias, de esa pasión que encontraba entre sus brazos y que ahora compartida me orillaba a levantar su camisa, buscando su piel.
Jadeé con nuestros labios aún rozándose cuando me recordó a los niños, devolviéndome la cordura momentáneamente perdida. -De acuerdo, iré contigo.- respondí, aún con la respiración acelerada, intentando concentrarme en el plan que proponía. Encontré sus bellos ojos con los míos y al perderme en sus profundidades no pude más que sonreír.
-¿Me estás proponiendo tener una cita por la noche?- Alcé una ceja al vislumbrar ese escenario, intrigada ante la idea pero inusitadamente feliz al mismo tiempo. -Acepto.- respondí, con mis labios aún cerca de los suyos. Al mantener mis ojos sobre ellos y aún percibiendo la proximidad de su cálido aliento me costó bastante no sucumbir ante el deseo de regresar a ellos.
-No puedo prometer que no pelearé contigo pero si que a pesar de ello sobreviviremos hasta la noche.- respondí riendo y miré hacia el interior de la caballeriza. Habían un par de caballos más por lo que avancé en su dirección. Uno de ellos resopló nervioso al verme y el otro permaneció sereno devolviéndome la mirada con fijeza. Me acerqué al segundo y lo tomé de las riendas para guiarlo hacia afuera. Era un buen ejemplar, la mayoría de los corceles se ponían extremadamente indómitos ante mi cercanía, creo que tenía mucho que ver con mi licantropía, la presentían y la temían.
Regresé al lado del cazador, procurando que no notase lo nerviosa que me ponía al mirarme, alegrándome de que sus oídos no fueran sobrenaturales o notaría mi pulso acelerado. -No puedo esperar a que sea de noche.- indiqué dedicándole una sonrisa y subí al caballo mientras él hacía lo mismo con el suyo y ambos comenzábamos a cabalgar uno al lado del otro.
Poco a poco fuimos dejando su mansión atrás para seguir a lo largo de un sendero que nos llevaría a esa aldea de la que me había hablado. -Te agradezco que confíes en mi.- comenté mientras lanzaba algunas miradas hacia él de reojo. Significaba más de lo que se imaginaba el que me hubiese ofrecido que le acompañara y por otro lado... no podía evitar que me afectara el saber que niños inocentes desaparecían por causa de la misma maldición de la cual era portadora.
Mi mente divagaba en ello y también se concentraba en mi acompañante, pensando en sus cicatrices, en las múltiples veces que se habría enfrentado a sobrenaturales. Recordé aquella herida en su hombro, grande y maliciosa. La había visto por la mañana y me había preocupado aunque no lo hubiésemos comentado. Quería que la venciera, que se mantuviese así, tal y como era ahora, decidido y fuerte, enérgico y apasionado, que fuese como fuese se empeñase en vencer esa herida y que sobreviviese. Me percaté de que todo aquello me importaba realmente, me importaba su futuro y me importaba él.
-Agarwaen.- susurré contra sus labios, olvidándome de mis barreras y de mi impulso de huir de él. Aunque fuese descabellado necesitarle así, lo cierto es que lo hacía. Lo había extrañado aunque me hubiera empecinado en negármelo a mi misma. Necesitaba de sus besos, de sus caricias, de esa pasión que encontraba entre sus brazos y que ahora compartida me orillaba a levantar su camisa, buscando su piel.
Jadeé con nuestros labios aún rozándose cuando me recordó a los niños, devolviéndome la cordura momentáneamente perdida. -De acuerdo, iré contigo.- respondí, aún con la respiración acelerada, intentando concentrarme en el plan que proponía. Encontré sus bellos ojos con los míos y al perderme en sus profundidades no pude más que sonreír.
-¿Me estás proponiendo tener una cita por la noche?- Alcé una ceja al vislumbrar ese escenario, intrigada ante la idea pero inusitadamente feliz al mismo tiempo. -Acepto.- respondí, con mis labios aún cerca de los suyos. Al mantener mis ojos sobre ellos y aún percibiendo la proximidad de su cálido aliento me costó bastante no sucumbir ante el deseo de regresar a ellos.
-No puedo prometer que no pelearé contigo pero si que a pesar de ello sobreviviremos hasta la noche.- respondí riendo y miré hacia el interior de la caballeriza. Habían un par de caballos más por lo que avancé en su dirección. Uno de ellos resopló nervioso al verme y el otro permaneció sereno devolviéndome la mirada con fijeza. Me acerqué al segundo y lo tomé de las riendas para guiarlo hacia afuera. Era un buen ejemplar, la mayoría de los corceles se ponían extremadamente indómitos ante mi cercanía, creo que tenía mucho que ver con mi licantropía, la presentían y la temían.
Regresé al lado del cazador, procurando que no notase lo nerviosa que me ponía al mirarme, alegrándome de que sus oídos no fueran sobrenaturales o notaría mi pulso acelerado. -No puedo esperar a que sea de noche.- indiqué dedicándole una sonrisa y subí al caballo mientras él hacía lo mismo con el suyo y ambos comenzábamos a cabalgar uno al lado del otro.
Poco a poco fuimos dejando su mansión atrás para seguir a lo largo de un sendero que nos llevaría a esa aldea de la que me había hablado. -Te agradezco que confíes en mi.- comenté mientras lanzaba algunas miradas hacia él de reojo. Significaba más de lo que se imaginaba el que me hubiese ofrecido que le acompañara y por otro lado... no podía evitar que me afectara el saber que niños inocentes desaparecían por causa de la misma maldición de la cual era portadora.
Mi mente divagaba en ello y también se concentraba en mi acompañante, pensando en sus cicatrices, en las múltiples veces que se habría enfrentado a sobrenaturales. Recordé aquella herida en su hombro, grande y maliciosa. La había visto por la mañana y me había preocupado aunque no lo hubiésemos comentado. Quería que la venciera, que se mantuviese así, tal y como era ahora, decidido y fuerte, enérgico y apasionado, que fuese como fuese se empeñase en vencer esa herida y que sobreviviese. Me percaté de que todo aquello me importaba realmente, me importaba su futuro y me importaba él.
Última edición por Annabel Hemingway el Vie Sep 16, 2016 3:16 pm, editado 2 veces
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
Sonreí de medio lado cuando trasformo nuestro paseo por los jardines en una cita, quizás si lo fuera, una en la que ambos deberíamos dejarnos de tapujos y ser sinceros.
Algo que para que mentir a mi no se me daba nada bien, prefería refugiarme entre los mil y un escudos de la ironía y el sarcasmo, detrás de esa risa permanente para que nadie lograra llegar a mi, a mi esencia a lo que de verdad quería, a lo que era, a lo que me dolía.
Nuestros ojos se encontraron varias veces mientras galopábamos, dejando atrás mi efímero hogar en París para emprender el camino a esa aldea donde estaban desapareciendo los niños.
-Annabel, no quiero que te involucres mas de lo debido, seguramente sera un licantropo, por suerte sin luna llena no soy muy superiores a nosotros, los cazadores, así que, déjame a mi. Se lo que me hago.
Su mirada se clavo en la mía, mas no encontré respuesta ninguna que escapara de sus labios, algo que produjo en mi cierto desazón, no quería que estuviera en peligro, sabia que no era una dama indefensa, sabia que había matado a muchos de los míos, sabia demasiadas cosas que quería olvidar y aun así, quedaba preso de su mirada cada vez que nuestros ojos se cruzaban.
-Esta noche, ya que tenemos una cita -sonreí de medio lado -¿tendrá final feliz en mi lecho? -dije entre risas dejando así la tensión que mi anterior comentario había creado a un lado.
Ya podíamos vislumbrar la entrada de la aldea, un lugar bastante perdido de la mano de los dioses y rodeado de extensos bosques, sin duda el mejor lugar para refugiarse una manada de licantropos.
Desmonté de un salto para acercarme hasta la montura de Annabel y tomarla de la cintura bajándola con suavidad.
Mis ojos se centraron en su boca, me moría por sentir su calidez de nuevo, su lengua enredada en la mía.
Nuestros ojos bailaron de forma ferviente, cuando nuestros rostros quedaron a escasa distancia, tan corta que su aliento impactaba contra mi boca lujuriosa que se entreabría para ella.
-Si acabaremos en el lecho -bromeé de nuevo antes de separarme con una sonrisa triunfal acortando ya los pocos metros que quedaban para presentarnos frente a un par de hombres que habían salido a nuestro encuentro y que sin duda debían ser los jefes de ese lugar.
Estreché la mano del primero, un hombre con una apariencia serena, de edad avanzada, sus ropas estaban curtidas en piel, se notaban sencillas, con algunos remiendos, pero limpias. Le daban un aspecto sereno, su rostro cubierto por una blanquecina barba lo convertía en un hombre solemne, mas eran sus ojos vivos, los que le llenaban de honor, de valores y posiblemente de mas cargas de los que unos hombros como los suyos podían soportar.
A su lado un hombre, algo mas estrafalario, con algún tipo de poder sobre natural, pues sus ojos se centraron en la dama que me acompañaba, posiblemente porque le había leído su aura, algo que nosotros no podíamos hacer, pero que los hechiceros por ende si.
Aferré la mano de Annabel, dejandole claro que ella iba conmigo y que ahora no era su enemigo.
El chaman pareció entender mi gesto pues ambos nos hicieron pasar para hablar con mas tranquilidad adentro.
Caminamos unos metros mas, hasta alcanzar la entrada del poblado, mujeres, niños, ancianos y hombres nos miraban con expectación, como si acabaran de llegar sus salvadores.
Sonreí a Annabel mientras mi dedo acariciaba lentamente la palma de su mano, sabia que no estaba acostumbrada a ver los estragos que los de su especia hacían entre los humano, quizás no deberia haberla traído.
-lo siento -susurré en su oído antes de entrar en una especie de choza hecha de cañas y barro.
Frente a nosotros, en la entrada, una especie de altar, con un niño al que estaban limpiando, desgarrado completamente, medio comido.
Cerré el puño con rabia mientras todos y cada no de mis músculos se tensaban.
Dos mujeres entre lamentaciones, lo limpiaban para darle el ultimo adiós a ese pequeño cuerpo.
-Puedo -pregunté al jefe que con un gesto de pesar me indico que me acercara.
Observé cada una de sus heridas, introduje uno de mis dedos en la carne, viendo la profundidad de las garras, de los colmillos.
El grado de putrefacción de la carne, acaricie el rostro del niño apartando un mechón de su pelo cuando acabe de examinarlo.
-Que los dioses lo acojan en el Olimpo.
Rehíce mis pasos hasta volver frente al chaman y al jefe de la aldea.
-Lleva muerto bastante tiempo, su cuerpo esta en descomposición, de ahí el olor, la carne corroída, los zarpazos y mordiscos son de una bestia grande, puede que de mas de una, parece que con afán de alimentarse, pues le faltan partes de carne, de tripas...también podría ser por los carroñeros del bosque.
Es difícil concretar con el cuerpo en ese estado ¿han desaparecido mas niños verdad?
Cada luna llena perdían uno, ahora habían establecido un toque de queda, cuando el sol caía los niños quedaban relegados a sus casas, para evitar nuevas perdidas.
¿Habéis encontrado todos los cuerpos?
El chaman negó, al parecer solo este pequeño y otro ,el primero que desapareció.
Asentí antes de girarme en busca de la mujer que me acompañaba.
-Vamos a dar una vuelta por el bosque, a ver que encontramos, nos vendría bien que nos diera todos los datos de ¿donde se produjeron las desapariciones?, ¿donde encontraron los dos cuerpos?, ¿cuantos niños faltan?
Con toda la información presente, Annabel y yo nos perdimos en el bosque con un sepulcral silencio, la verdad no sabia que decirle, así que simplemente permanecí callado, buscando rastros de los de su especie por le suelo, huellas, ramas rotas, sangre..
Supongo que ahora podía ver a través de mis ojos, ver porque odiaba tanto a los seres sobrenaturales, entenderme...
Algo que para que mentir a mi no se me daba nada bien, prefería refugiarme entre los mil y un escudos de la ironía y el sarcasmo, detrás de esa risa permanente para que nadie lograra llegar a mi, a mi esencia a lo que de verdad quería, a lo que era, a lo que me dolía.
Nuestros ojos se encontraron varias veces mientras galopábamos, dejando atrás mi efímero hogar en París para emprender el camino a esa aldea donde estaban desapareciendo los niños.
-Annabel, no quiero que te involucres mas de lo debido, seguramente sera un licantropo, por suerte sin luna llena no soy muy superiores a nosotros, los cazadores, así que, déjame a mi. Se lo que me hago.
Su mirada se clavo en la mía, mas no encontré respuesta ninguna que escapara de sus labios, algo que produjo en mi cierto desazón, no quería que estuviera en peligro, sabia que no era una dama indefensa, sabia que había matado a muchos de los míos, sabia demasiadas cosas que quería olvidar y aun así, quedaba preso de su mirada cada vez que nuestros ojos se cruzaban.
-Esta noche, ya que tenemos una cita -sonreí de medio lado -¿tendrá final feliz en mi lecho? -dije entre risas dejando así la tensión que mi anterior comentario había creado a un lado.
Ya podíamos vislumbrar la entrada de la aldea, un lugar bastante perdido de la mano de los dioses y rodeado de extensos bosques, sin duda el mejor lugar para refugiarse una manada de licantropos.
Desmonté de un salto para acercarme hasta la montura de Annabel y tomarla de la cintura bajándola con suavidad.
Mis ojos se centraron en su boca, me moría por sentir su calidez de nuevo, su lengua enredada en la mía.
Nuestros ojos bailaron de forma ferviente, cuando nuestros rostros quedaron a escasa distancia, tan corta que su aliento impactaba contra mi boca lujuriosa que se entreabría para ella.
-Si acabaremos en el lecho -bromeé de nuevo antes de separarme con una sonrisa triunfal acortando ya los pocos metros que quedaban para presentarnos frente a un par de hombres que habían salido a nuestro encuentro y que sin duda debían ser los jefes de ese lugar.
Estreché la mano del primero, un hombre con una apariencia serena, de edad avanzada, sus ropas estaban curtidas en piel, se notaban sencillas, con algunos remiendos, pero limpias. Le daban un aspecto sereno, su rostro cubierto por una blanquecina barba lo convertía en un hombre solemne, mas eran sus ojos vivos, los que le llenaban de honor, de valores y posiblemente de mas cargas de los que unos hombros como los suyos podían soportar.
A su lado un hombre, algo mas estrafalario, con algún tipo de poder sobre natural, pues sus ojos se centraron en la dama que me acompañaba, posiblemente porque le había leído su aura, algo que nosotros no podíamos hacer, pero que los hechiceros por ende si.
Aferré la mano de Annabel, dejandole claro que ella iba conmigo y que ahora no era su enemigo.
El chaman pareció entender mi gesto pues ambos nos hicieron pasar para hablar con mas tranquilidad adentro.
Caminamos unos metros mas, hasta alcanzar la entrada del poblado, mujeres, niños, ancianos y hombres nos miraban con expectación, como si acabaran de llegar sus salvadores.
Sonreí a Annabel mientras mi dedo acariciaba lentamente la palma de su mano, sabia que no estaba acostumbrada a ver los estragos que los de su especia hacían entre los humano, quizás no deberia haberla traído.
-lo siento -susurré en su oído antes de entrar en una especie de choza hecha de cañas y barro.
Frente a nosotros, en la entrada, una especie de altar, con un niño al que estaban limpiando, desgarrado completamente, medio comido.
Cerré el puño con rabia mientras todos y cada no de mis músculos se tensaban.
Dos mujeres entre lamentaciones, lo limpiaban para darle el ultimo adiós a ese pequeño cuerpo.
-Puedo -pregunté al jefe que con un gesto de pesar me indico que me acercara.
Observé cada una de sus heridas, introduje uno de mis dedos en la carne, viendo la profundidad de las garras, de los colmillos.
El grado de putrefacción de la carne, acaricie el rostro del niño apartando un mechón de su pelo cuando acabe de examinarlo.
-Que los dioses lo acojan en el Olimpo.
Rehíce mis pasos hasta volver frente al chaman y al jefe de la aldea.
-Lleva muerto bastante tiempo, su cuerpo esta en descomposición, de ahí el olor, la carne corroída, los zarpazos y mordiscos son de una bestia grande, puede que de mas de una, parece que con afán de alimentarse, pues le faltan partes de carne, de tripas...también podría ser por los carroñeros del bosque.
Es difícil concretar con el cuerpo en ese estado ¿han desaparecido mas niños verdad?
Cada luna llena perdían uno, ahora habían establecido un toque de queda, cuando el sol caía los niños quedaban relegados a sus casas, para evitar nuevas perdidas.
¿Habéis encontrado todos los cuerpos?
El chaman negó, al parecer solo este pequeño y otro ,el primero que desapareció.
Asentí antes de girarme en busca de la mujer que me acompañaba.
-Vamos a dar una vuelta por el bosque, a ver que encontramos, nos vendría bien que nos diera todos los datos de ¿donde se produjeron las desapariciones?, ¿donde encontraron los dos cuerpos?, ¿cuantos niños faltan?
Con toda la información presente, Annabel y yo nos perdimos en el bosque con un sepulcral silencio, la verdad no sabia que decirle, así que simplemente permanecí callado, buscando rastros de los de su especie por le suelo, huellas, ramas rotas, sangre..
Supongo que ahora podía ver a través de mis ojos, ver porque odiaba tanto a los seres sobrenaturales, entenderme...
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
Cabalgar a buen trote de los caballos a lo largo del camino con Agarwaen a poca distancia fue suficiente para que el trayecto se tornase uno más placentero mientras algunas miradas compartidas entre ambos provocaban que una sonrisa ladeada se presentase en mis labios e iluminase mi semblante. No dejaba de sorprenderme a mi misma el haberle confesado lo que sentía por él pero ni siquiera lo lamentaba. Por primera vez en muchísimo tiempo había sido sincera y al hacerlo de cierta forma me sentía libre. Lo cual no me hacía creer por supuesto que todo sería miel sobre hojuelas, seguíamos siendo quienes éramos y nuestras circunstancias eran las mismas pero no me engañaría más a mi misma. Sentía algo muy fuerte por el cazador y debido a ello deseaba prolongar mi tiempo con él.
Me eché a reir cuando pregunto si tendríamos final feliz en su lecho y aceleré el trote del caballo cuando percibí los techos lejanos de las múltiples chozas que nos indicaban que habíamos alcanzado nuestro actual destino.
Agarwaen, tras desmontar ágilmente de su caballo, se encaminó hacia mi para ayudarme a descender. Chispas fueron las que veloces saltaron, corrientes invisibles que viajaban en el espacio casi inexistente entre ambos y que trazaban ese trayecto emanando del uno hacia el otro cuando me tomó de la cintura y se detuvo a corta distancia de mi boca. Mi pecho se movió más aprisa y mis ojos que recorrieron su rostro fueron incapaces de no terminar en la contemplación de sus labios que con facilidad atraían a los míos.
Sonreí lobunamente, con una mezcla de picardía y bastante ganas de convertir la maleza en nuestro lecho antes de dirigir mi concentración hacia los dos hombres que salieron a recibirnos.
Bastante pronto comprendí quienes eran y tras un ligero movimiento de cabeza del jefe caminamos hacia la aldea, adonde la marea de hombres y mujeres que nos veían ansiosos y esperanzados no evitó que me percatase de las marcas de pintura que adornaban las puertas de madera de las viviendas. Marcas rojas circulares con un simbolo en medio, una mano mostrando el pulgar entre los dedos índice y corazón, que de esa manera, se suponía, repelía a los demonios y que reconocí por haberla visto alguna vez en antiguas pinturas mostradas en una exhibición que mostraba costumbres que se suponía eran antiguas y ya no utilizadas en nuestra era. No era de extrañar que los pueblerinos buscaran la forma de protegerse tomando en cuenta la devastación que observé a mi alrededor y que me hizo pensar en un tornado abriéndose paso en medio del pueblo sin pararse a escatimar en posibles bajas.
Temí entonces aquello que pudiera ver adentro de la choza frente a la que nos detuvimos y fue la mano de Agarwaen la que me sostuvo lo suficiente como para mantenerme impávida mientras negaba con la cabeza cuando se disculpaba conmigo. No era su culpa, era yo quien había querido acompañarle aunque eso no detuvo el horror que se reflejó en mis ojos ante la visión de un niño carcomido que descansaba sobre un altar.
Mi mirada permaneció clavada sobre el pequeño cuerpo mutilado y después de que mi acompañante lo examinara me acerqué al altar. Hice a un lado cualquier sentimiento que me orillara a salir de allí y examiné las mordidas, el tamaño de los colmillos cuyas marcas se visualizaban desde los jirones de carne, observándolos abstraída. Me incliné hacia el cuerpo lo cual alertó un momento a las mujeres que le estaban limpiando pero un gesto del chamán les indicó que podían permitirme examinarlo. Lo que hice en realidad fue olerlo, distinguiendo no solo el olor de la carne en descomposición si no otro olor familiar, primitivo, inconfundible.
Regresé al lado del cazador con el rostro desencajado y escuché todo lo que nos indicaba el chamán, después de lo cual salimos de la choza para caminar hacia el bosque y adentrarnos en en el. ¿Qué podía decir o que podía sentir tras haber visto aquello? Sabía a ciencia cierta qué lo había causado y sabía que Agarwaen también lo sabía.
-Son dos.- fue lo que dije cuando nos internamos entre los árboles buscando posibles pistas. Expandí mi explicación cuando su mirada se cruzó con la mía. -Son dos licántropos, pude percibir ambos aromas sobre el cuerpo del niño y las marcas de los dientes, parte de la carne desgarrada en el torso tenía marcas grandes de colmillos pero en la mano carcomida vi un par de marcas más delgadas de colmillos de menor tamaño. Tal vez me aventuro mucho al decir esto pero intuyo que se trata de un macho y una hembra...-
Desvié la mirada de él hacía otro lado. No había sido la causante de todo aquello pero frente a él no pude mantener la mirada en sus ojos. Yo era un demonio como aquellos después de todo, un ser más que le aullaba a la luna y para bien o para mal, no lamentaba serlo.
-Espera.- indiqué cuando al caminar un olor inconfundible llegó a mi nariz. Me llevé una mano a los labios para indicarle que hiciera silencio. Lo estaba percibiendo, desde la maleza se movió para ocultarse detrás de un tronco. No solo lo olía, en la agudeza de mis oídos de loba era capaz de escuchar su respiración, que en ese momento evidenciaba una bastante agitada. Moví mi cabeza indicándole a Agarwaen que a unos cuantos pasos de distancia, detrás del cedro, un licántropo nos acechaba.
Me eché a reir cuando pregunto si tendríamos final feliz en su lecho y aceleré el trote del caballo cuando percibí los techos lejanos de las múltiples chozas que nos indicaban que habíamos alcanzado nuestro actual destino.
Agarwaen, tras desmontar ágilmente de su caballo, se encaminó hacia mi para ayudarme a descender. Chispas fueron las que veloces saltaron, corrientes invisibles que viajaban en el espacio casi inexistente entre ambos y que trazaban ese trayecto emanando del uno hacia el otro cuando me tomó de la cintura y se detuvo a corta distancia de mi boca. Mi pecho se movió más aprisa y mis ojos que recorrieron su rostro fueron incapaces de no terminar en la contemplación de sus labios que con facilidad atraían a los míos.
Sonreí lobunamente, con una mezcla de picardía y bastante ganas de convertir la maleza en nuestro lecho antes de dirigir mi concentración hacia los dos hombres que salieron a recibirnos.
Bastante pronto comprendí quienes eran y tras un ligero movimiento de cabeza del jefe caminamos hacia la aldea, adonde la marea de hombres y mujeres que nos veían ansiosos y esperanzados no evitó que me percatase de las marcas de pintura que adornaban las puertas de madera de las viviendas. Marcas rojas circulares con un simbolo en medio, una mano mostrando el pulgar entre los dedos índice y corazón, que de esa manera, se suponía, repelía a los demonios y que reconocí por haberla visto alguna vez en antiguas pinturas mostradas en una exhibición que mostraba costumbres que se suponía eran antiguas y ya no utilizadas en nuestra era. No era de extrañar que los pueblerinos buscaran la forma de protegerse tomando en cuenta la devastación que observé a mi alrededor y que me hizo pensar en un tornado abriéndose paso en medio del pueblo sin pararse a escatimar en posibles bajas.
Temí entonces aquello que pudiera ver adentro de la choza frente a la que nos detuvimos y fue la mano de Agarwaen la que me sostuvo lo suficiente como para mantenerme impávida mientras negaba con la cabeza cuando se disculpaba conmigo. No era su culpa, era yo quien había querido acompañarle aunque eso no detuvo el horror que se reflejó en mis ojos ante la visión de un niño carcomido que descansaba sobre un altar.
Mi mirada permaneció clavada sobre el pequeño cuerpo mutilado y después de que mi acompañante lo examinara me acerqué al altar. Hice a un lado cualquier sentimiento que me orillara a salir de allí y examiné las mordidas, el tamaño de los colmillos cuyas marcas se visualizaban desde los jirones de carne, observándolos abstraída. Me incliné hacia el cuerpo lo cual alertó un momento a las mujeres que le estaban limpiando pero un gesto del chamán les indicó que podían permitirme examinarlo. Lo que hice en realidad fue olerlo, distinguiendo no solo el olor de la carne en descomposición si no otro olor familiar, primitivo, inconfundible.
Regresé al lado del cazador con el rostro desencajado y escuché todo lo que nos indicaba el chamán, después de lo cual salimos de la choza para caminar hacia el bosque y adentrarnos en en el. ¿Qué podía decir o que podía sentir tras haber visto aquello? Sabía a ciencia cierta qué lo había causado y sabía que Agarwaen también lo sabía.
-Son dos.- fue lo que dije cuando nos internamos entre los árboles buscando posibles pistas. Expandí mi explicación cuando su mirada se cruzó con la mía. -Son dos licántropos, pude percibir ambos aromas sobre el cuerpo del niño y las marcas de los dientes, parte de la carne desgarrada en el torso tenía marcas grandes de colmillos pero en la mano carcomida vi un par de marcas más delgadas de colmillos de menor tamaño. Tal vez me aventuro mucho al decir esto pero intuyo que se trata de un macho y una hembra...-
Desvié la mirada de él hacía otro lado. No había sido la causante de todo aquello pero frente a él no pude mantener la mirada en sus ojos. Yo era un demonio como aquellos después de todo, un ser más que le aullaba a la luna y para bien o para mal, no lamentaba serlo.
-Espera.- indiqué cuando al caminar un olor inconfundible llegó a mi nariz. Me llevé una mano a los labios para indicarle que hiciera silencio. Lo estaba percibiendo, desde la maleza se movió para ocultarse detrás de un tronco. No solo lo olía, en la agudeza de mis oídos de loba era capaz de escuchar su respiración, que en ese momento evidenciaba una bastante agitada. Moví mi cabeza indicándole a Agarwaen que a unos cuantos pasos de distancia, detrás del cedro, un licántropo nos acechaba.
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Ties that Bind [privado]
El silencio que se hacia patente entre nosotros mientras evitábamos mirarnos para no decir ni con miradas lo que callaban nuestros labios fue roto cuando Annabel, mucho mas precisa que yo en la exploración del cuerpo sentenció parte de lo que yo ya sabia, aunque aporto una parte valiosa de información, eran una pareja, y si eso era así, las cosas podían complicarse y mucho.
Nuestros ojos se cruzaron fugaces, sus orbes me atrapaban sin remedio, pardos, cálidos y una parte de mi ansiaba buscarlos, calmar aquella imagen que asolaba mi mente, aquel niño desgarrado, ese que con distintos nombres había visto tantas veces.
Supongo que frente a sus ojos inexpertos en la desgracia, aquella imagen la acompañaría durante meses trazando terribles pesadillas en su alma.
Por ende, yo, había sido testigo tantas veces del dolor, la muerte, la desgracia, que a veces creía que mi corazón se había convertido en piedra, que era incapaz de bombear sangre por mis venas.
Quizás era eso lo que me mantenía cuerdo en este mundo de locos, en esta eterna guerra del bien contra el mal.
Quizás eso era lo que cada mañana me empujaba a ponerme en pie, quizás como un autómata, refugiándome en la risa continua, en el alcohol con demasiada frecuencia, no solo para mitigar el dolor de unas heridas que no daban tregua a mi cuerpo, que antes de que una cerrara, cosía una nueva abierta.
También necesitaba mitigar el dolor de mi alma, ese que fingía no sentir, ese del que a todo le da igual, ese que escondía frente a mis mil y un escudos, el del que no teme la muerte, porque en el fondo teme mas a la misma vida.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por un raudo gesto de la loba, uno que me instigaba a mantenerme en silencio, quieto.
Mis ojos de nuevo la buscaron ,esta vez hundiéndose en los suyos con voracidad, expectante de información.
No tarde en descubrir cuando su cabeza me guio hacia la parte de atrás de un árbol, de un cedro bastante antiguo, la presencia de un sobrenatural, uno que bien sabia lo que era, y que en cuanto percibió mis raudos pasos hacia el, emprendió la veloz carrera por el bosque, su hogar, mi infierno.
Corrí tras aquel demonio, ahora en forma humana, mientras el viento cortaba con silbidos violentos nuestra trepidante carrera hacia la parte mas profunda del bosque, podía oír los gritos de Annabel pronunciando mi nombre, intuyo que preocupada por el inminente combate, que ambos sabíamos se acercaba o quizás tratando de advertirme de lo que yo ya sabia, cuanto mas inmerso en las profundidades del infierno me hallara, mas abrasador seria el fuego que me atrapara.
Pero Annabel no sabia algo, que al combatir con monstruos acabas convirtiendote en uno de ellos, un ser casi tan maldito como los licantropos, quizás unos fieles esclavos de la luna, yo por ende, esclavo de me apellido, de mi trabajo, de la sangre que pronto mancharía mis manos y que acertadamente había dado paso a mi nombre, Agarwaen “manchado de sangre”.
La carrera no nos daba tregua, mi cuerpo empezaba a sentir el calor de la herida del oso, que sin duda, y pese a la fuerza con la que la loba ato mi vendaje, había quedado nuevamente abierta, mas poco o nada me importaba eso ahora, mis ojos se centraban, en los pasos incesantes de aquel hombre, que casi podía tocar, ese al que iba ganándole terreno con cada salto, con cada esquiva, con cada rama que se nos cruzaba fugaz y salvaje en el camino.
Acaricie los mangos de mis gemelas con una sonrisa ladina cuando su carrera llego a su fin, allí, frente a una gruta, esa que posiblemente le sirviera de guarida, esa en la que se sentía seguro, en la que posiblemente sentía que alguien mas podría darle protección y cobijo.
Un machete fue el arma elegida por un hombre que con los ojos ámbar, y posiblemente una fuerza similar a la de Seth había decidido plantarme cara.
Cerré un instante los ojos, sintiendo el viento en mi cara, impulsando así a mover acompasando su ritmo mis dos cimitarras, que raudas pronto empezaron a bailar aquella danza de filos y de vainas.
Mi cuerpo cedió frente a aquel sonido, dejándose impulsar por ellas, primero un pie y luego el otro, templando los pesos, surcando el aire con cada uno de mis gestos.
Abrí los ojos hasta hundirlos en los de aquel sobrenatural, que ahora se abalanzaba contra mi, embistiendo el mismo viento, mientras mi cuerpo, echándose a un lado esquivo su primer movimiento.
Cruce de cuerpos, sonidos metálicos, chispas fugaces, de uno y otro armamento, acero contra acero.
Olor a sangre, sudor, jadeos, fuerza contra destreza, bestia contra bestia.
Lo oia gruñir, incapaz de seguir el ritmo que mi cuerpo cada vez mas acelerado iba tomando con una danza que ya resultaba implacable, mortal, temeraria.
Su cuchillo acabo en el suelo, el hombre desarmado y sangrando frente a mis ojos, no cabía mas que su final ,ese en el que su orgullo de lobo no les permite suplicar.
Alce la cimitarra, dispuesto a dar el tajo que lo llevaría a la muerte, el que decapitaría su cabeza manchado la hierba de fresca sangre.
Golpe que no se produjo, pues de forma inesperada desde atrás un alambre se enredo en mi cuello, era su pareja, no había medido bien sus fuerzas, y desde atrás, aferraba aquel hierro que ahora enredado a mi cuello, no solo sajaba mi piel, si no que me dejaba sin aire.
Tosí casi incapaz de mantenerme en pie, tratando sin éxito de llenar mis pulmones de aire.
El hombre tomo de nuevo el cuchillo, tratando de ahora si, darme final sepultura.
Nuestros ojos se cruzaron fugaces, sus orbes me atrapaban sin remedio, pardos, cálidos y una parte de mi ansiaba buscarlos, calmar aquella imagen que asolaba mi mente, aquel niño desgarrado, ese que con distintos nombres había visto tantas veces.
Supongo que frente a sus ojos inexpertos en la desgracia, aquella imagen la acompañaría durante meses trazando terribles pesadillas en su alma.
Por ende, yo, había sido testigo tantas veces del dolor, la muerte, la desgracia, que a veces creía que mi corazón se había convertido en piedra, que era incapaz de bombear sangre por mis venas.
Quizás era eso lo que me mantenía cuerdo en este mundo de locos, en esta eterna guerra del bien contra el mal.
Quizás eso era lo que cada mañana me empujaba a ponerme en pie, quizás como un autómata, refugiándome en la risa continua, en el alcohol con demasiada frecuencia, no solo para mitigar el dolor de unas heridas que no daban tregua a mi cuerpo, que antes de que una cerrara, cosía una nueva abierta.
También necesitaba mitigar el dolor de mi alma, ese que fingía no sentir, ese del que a todo le da igual, ese que escondía frente a mis mil y un escudos, el del que no teme la muerte, porque en el fondo teme mas a la misma vida.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por un raudo gesto de la loba, uno que me instigaba a mantenerme en silencio, quieto.
Mis ojos de nuevo la buscaron ,esta vez hundiéndose en los suyos con voracidad, expectante de información.
No tarde en descubrir cuando su cabeza me guio hacia la parte de atrás de un árbol, de un cedro bastante antiguo, la presencia de un sobrenatural, uno que bien sabia lo que era, y que en cuanto percibió mis raudos pasos hacia el, emprendió la veloz carrera por el bosque, su hogar, mi infierno.
Corrí tras aquel demonio, ahora en forma humana, mientras el viento cortaba con silbidos violentos nuestra trepidante carrera hacia la parte mas profunda del bosque, podía oír los gritos de Annabel pronunciando mi nombre, intuyo que preocupada por el inminente combate, que ambos sabíamos se acercaba o quizás tratando de advertirme de lo que yo ya sabia, cuanto mas inmerso en las profundidades del infierno me hallara, mas abrasador seria el fuego que me atrapara.
Pero Annabel no sabia algo, que al combatir con monstruos acabas convirtiendote en uno de ellos, un ser casi tan maldito como los licantropos, quizás unos fieles esclavos de la luna, yo por ende, esclavo de me apellido, de mi trabajo, de la sangre que pronto mancharía mis manos y que acertadamente había dado paso a mi nombre, Agarwaen “manchado de sangre”.
La carrera no nos daba tregua, mi cuerpo empezaba a sentir el calor de la herida del oso, que sin duda, y pese a la fuerza con la que la loba ato mi vendaje, había quedado nuevamente abierta, mas poco o nada me importaba eso ahora, mis ojos se centraban, en los pasos incesantes de aquel hombre, que casi podía tocar, ese al que iba ganándole terreno con cada salto, con cada esquiva, con cada rama que se nos cruzaba fugaz y salvaje en el camino.
Acaricie los mangos de mis gemelas con una sonrisa ladina cuando su carrera llego a su fin, allí, frente a una gruta, esa que posiblemente le sirviera de guarida, esa en la que se sentía seguro, en la que posiblemente sentía que alguien mas podría darle protección y cobijo.
Un machete fue el arma elegida por un hombre que con los ojos ámbar, y posiblemente una fuerza similar a la de Seth había decidido plantarme cara.
Cerré un instante los ojos, sintiendo el viento en mi cara, impulsando así a mover acompasando su ritmo mis dos cimitarras, que raudas pronto empezaron a bailar aquella danza de filos y de vainas.
Mi cuerpo cedió frente a aquel sonido, dejándose impulsar por ellas, primero un pie y luego el otro, templando los pesos, surcando el aire con cada uno de mis gestos.
Abrí los ojos hasta hundirlos en los de aquel sobrenatural, que ahora se abalanzaba contra mi, embistiendo el mismo viento, mientras mi cuerpo, echándose a un lado esquivo su primer movimiento.
Cruce de cuerpos, sonidos metálicos, chispas fugaces, de uno y otro armamento, acero contra acero.
Olor a sangre, sudor, jadeos, fuerza contra destreza, bestia contra bestia.
Lo oia gruñir, incapaz de seguir el ritmo que mi cuerpo cada vez mas acelerado iba tomando con una danza que ya resultaba implacable, mortal, temeraria.
Su cuchillo acabo en el suelo, el hombre desarmado y sangrando frente a mis ojos, no cabía mas que su final ,ese en el que su orgullo de lobo no les permite suplicar.
Alce la cimitarra, dispuesto a dar el tajo que lo llevaría a la muerte, el que decapitaría su cabeza manchado la hierba de fresca sangre.
Golpe que no se produjo, pues de forma inesperada desde atrás un alambre se enredo en mi cuello, era su pareja, no había medido bien sus fuerzas, y desde atrás, aferraba aquel hierro que ahora enredado a mi cuello, no solo sajaba mi piel, si no que me dejaba sin aire.
Tosí casi incapaz de mantenerme en pie, tratando sin éxito de llenar mis pulmones de aire.
El hombre tomo de nuevo el cuchillo, tratando de ahora si, darme final sepultura.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/06/2016
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Re: Ties that Bind [privado]
La carrera comenzó casi en seguida. Una carrera veloz, incansable, sin tregua en la que el lobo, percibiendo posiblemente a qué se enfrentaba al ver la vestidura de Agarwaen se lanzó al corazón del bosque. De nada me sirvió llamar al cazador, él ya estaba decidido y el licántropo también, por lo que ahora se adentraban en territorio del hijo de la luna y era difícil determinar que se traía entre manos. ¿Atraía a Agarwaen hacía un sitio adonde presumía que tendría mayor ventaja? ¿Se creía que entre tantas vueltas y saltos haría extraviarse al cazador? ¿O estaba asustado? Mucho me temía que fuera alguna de las dos primeras opciones.
Un lican que mata por accidente, que tiene lagunas en su memoria, uno cuyos demonios gritan desesperados al saberse derramador de sangre inocente, no regresa al mismo lugar cada luna llena para poner en peligro a niños pequeños. Un lican que ha abrasado su esencia y que sabe los estragos que puede causar cuando no está en dominio de la bestia también se las ingenia en las noches de luna llena. Mis corazonadas no apuntaban a nada bueno y era por eso que corría entre árboles y maleza sin detenerme, con velocidad sobrehumana.
Rasgué la falda de mi vestido a un lado para poder moverme mejor y salté por donde pude, guiándome por el aroma y el aura lupina que el rabillo de mis ojos alcanzaba a ver moviéndose con celeridad entre arbustos, hasta llegar a un punto en el que creí dar con el licántropo, aunque en su lugar me percaté de que su rastro había desaparecido.
Desesperada giré sobre mi misma, pero no percibí absolutamente nada. Ni un sonido, ni un olor tan siquiera. Aquel bosque no era mi bosque, por lo tanto tampoco conocía los posibles escondrijos. Todo lo que veía era una hilera de altos árboles. Los animales habían desaparecido como siempre lo hacían cuando percibían un licántropo en su territorio.
Agucé mis oídos y fue el sonido de una bandada de aves que se elevó a la carrera sobre unas copas el que llamó mi atención. Velozmente emprendí de nuevo la marcha, siguiendo la vista de aquellos pájaros como mi único guía y pronto volví a percibir el rastro de un par de olores, el de Agarwaen y el del licántropo, pero había algo más, un tercer olor que aunque tenue y mucho más difuso aún alcancé a percibir y que encendió otra alarma en mi interior.
Escuché entonces el sonido metálico de armas que emprendían un duelo entre sí y llevé la mano a mi cintura automáticamente, como lo hacía en las noches en las que salía en pos de mi propia caza. Maldije porque no había traído ningún arma conmigo y fui justo entonces cuando el sonido de las hojas metálicas se detuvo. Allí, frente a una gruta vi a Agarwaen a punto de acabar con la vida del licántropo y a una hembra que velozmente se colocó detrás de él para enredar un alambre alrededor de su cuello.
La furia se apoderó de mi, una ira gigantesca, un maremoto interno que en nada se asemejaba a cualquier tipo de emoción que me hubiese embargado en toda mi vida. Mis ojos usualmente oscuros adquirieron una tonalidad ambar encubriendo mi humanidad para hacer predominar a la licántropa. Caminé hacia una de las figuras y alzando el machete que el macho había dejado tirado sobre la hierba lo recogí con un movimiento raudo y me aproximé a él.
Me coloqué detrás del licántropo y rodeé su garganta con mi brazo, presionando el filo del arma contra su garganta. -¡Suelta el cuchillo!- rugí y en un santiamén al verse amenazado su mano soltó el mango y le dejó caer. -¡Suelta el alambre o te juro que la cabeza de tu hombre rodará sobre la hierba cuando vuelvas a parpadear!- espeté a la mujer, presionando el filo sobre la garganta masculina, lo cual provocó que una línea de sangre brotara de inmediato.
La loba, antes embebida en su ataque, ahora me miró sorprendida, y a regañadientes soltó su agarre de aquel alambre por lo que Agarwaen cayó de rodillas sobre la hierba. El licántropo se removió frente a mi procurando liberarse y atacarme pero antes de que lo lograse realicé un movimiento con ambas manos sobre el machete, zajando su cabeza y salpicándome con su sangre antes de que esta rodara sobre la tierra.
Su hembra emitió un grito desgarrador y recogiendo una de las cimitarras del cazador se abalanzó sobre mi. Los dos metales colisionaron varias veces pero la rabia la había vuelto torpe, cuando volvió a alzar la cimitarra alcé el machete, lo dirigí hacia su brazo y con un golpe de la hoja desprendí parte del mismo de su cuerpo. Un alarido de dolor brotó de su garganta antes de girar y emprender la carrera hacia los árboles. La miré mientras se perdía entre ellos, apenas unos meses antes la hubiera seguido pero ahora mi concentración estaba enfocada en dos asuntos demasiado importantes para mi.
Me acerqué rápidamente a Agarwaen y caí de rodillas a la par de él. Estaba inconsciente y tenía una marca espantosa en el cuello producto del alambre, además de que pude ver sangre en el vendaje que le había puesto esa mañana. Lágrimas rodaron por mis mejillas y me incliné sobre él ansiosamente, con lo cual pude percibir su respiración. Era débil pero constante.
Lo agarré por debajo de los brazos y lo alcé para arrastrarlo conmigo hacia la gruta que seguramente los lobos habían usado como guarida. Allí lo dejé caer suavemente sobre el suelo y mirando a mi alrededor constaté que efectivamente, habían mantas y cantimploras. Coloqué una manta en el suelo y volví a moverlo cuidadosamente para colocarlo sobre ella. Rasgué otra, la mojé con el agua de una de sus reservas, y me arrodillé al lado suyo, pasándola suavemente por su cuello para limpiarla de la tierra y suciedad. Abrí su camisa que estaba manchada de sangre y al ver aquello supe que a falta de mejores recursos iba a tener que cauterizarla.
Me levanté y busqué entre las bolsas de los licántropos, aparte de ropa tenían yesca y pedernal por lo que manteniéndolos cerca entre si golpeé el pedernal con la hoja de un cuchillo y con sus chispas logré prender fuego. Ni siquiera tuve que buscar leña, ya ellos la tenían agrupada en un rincón. Calenté el cuchillo y me acerqué a Agarwaen. -Trataré de ser gentil.- Susurré y coloqué un trozo de tela entre sus dientes. El dolor de la hoja caliente contra su piel lo despertó pero enseguida volvió a perder el conocimiento.
Volví a vendar la herida y tras hacerlo me recosté a un lado suyo. Su respiración ahora era más fuerte y sosegada y me recordaba un poco a aquel día en el arroyo. Sentí un nudo en la garganta al mirarlo, para bien o para mal no podía negar lo que sentía por él... era algo demasiado fuerte que me embargaba completamente cada vez que lo veía. Me acurruqué contra él abrazándolo suavemente y le observé dormir...
Un lican que mata por accidente, que tiene lagunas en su memoria, uno cuyos demonios gritan desesperados al saberse derramador de sangre inocente, no regresa al mismo lugar cada luna llena para poner en peligro a niños pequeños. Un lican que ha abrasado su esencia y que sabe los estragos que puede causar cuando no está en dominio de la bestia también se las ingenia en las noches de luna llena. Mis corazonadas no apuntaban a nada bueno y era por eso que corría entre árboles y maleza sin detenerme, con velocidad sobrehumana.
Rasgué la falda de mi vestido a un lado para poder moverme mejor y salté por donde pude, guiándome por el aroma y el aura lupina que el rabillo de mis ojos alcanzaba a ver moviéndose con celeridad entre arbustos, hasta llegar a un punto en el que creí dar con el licántropo, aunque en su lugar me percaté de que su rastro había desaparecido.
Desesperada giré sobre mi misma, pero no percibí absolutamente nada. Ni un sonido, ni un olor tan siquiera. Aquel bosque no era mi bosque, por lo tanto tampoco conocía los posibles escondrijos. Todo lo que veía era una hilera de altos árboles. Los animales habían desaparecido como siempre lo hacían cuando percibían un licántropo en su territorio.
Agucé mis oídos y fue el sonido de una bandada de aves que se elevó a la carrera sobre unas copas el que llamó mi atención. Velozmente emprendí de nuevo la marcha, siguiendo la vista de aquellos pájaros como mi único guía y pronto volví a percibir el rastro de un par de olores, el de Agarwaen y el del licántropo, pero había algo más, un tercer olor que aunque tenue y mucho más difuso aún alcancé a percibir y que encendió otra alarma en mi interior.
Escuché entonces el sonido metálico de armas que emprendían un duelo entre sí y llevé la mano a mi cintura automáticamente, como lo hacía en las noches en las que salía en pos de mi propia caza. Maldije porque no había traído ningún arma conmigo y fui justo entonces cuando el sonido de las hojas metálicas se detuvo. Allí, frente a una gruta vi a Agarwaen a punto de acabar con la vida del licántropo y a una hembra que velozmente se colocó detrás de él para enredar un alambre alrededor de su cuello.
La furia se apoderó de mi, una ira gigantesca, un maremoto interno que en nada se asemejaba a cualquier tipo de emoción que me hubiese embargado en toda mi vida. Mis ojos usualmente oscuros adquirieron una tonalidad ambar encubriendo mi humanidad para hacer predominar a la licántropa. Caminé hacia una de las figuras y alzando el machete que el macho había dejado tirado sobre la hierba lo recogí con un movimiento raudo y me aproximé a él.
Me coloqué detrás del licántropo y rodeé su garganta con mi brazo, presionando el filo del arma contra su garganta. -¡Suelta el cuchillo!- rugí y en un santiamén al verse amenazado su mano soltó el mango y le dejó caer. -¡Suelta el alambre o te juro que la cabeza de tu hombre rodará sobre la hierba cuando vuelvas a parpadear!- espeté a la mujer, presionando el filo sobre la garganta masculina, lo cual provocó que una línea de sangre brotara de inmediato.
La loba, antes embebida en su ataque, ahora me miró sorprendida, y a regañadientes soltó su agarre de aquel alambre por lo que Agarwaen cayó de rodillas sobre la hierba. El licántropo se removió frente a mi procurando liberarse y atacarme pero antes de que lo lograse realicé un movimiento con ambas manos sobre el machete, zajando su cabeza y salpicándome con su sangre antes de que esta rodara sobre la tierra.
Su hembra emitió un grito desgarrador y recogiendo una de las cimitarras del cazador se abalanzó sobre mi. Los dos metales colisionaron varias veces pero la rabia la había vuelto torpe, cuando volvió a alzar la cimitarra alcé el machete, lo dirigí hacia su brazo y con un golpe de la hoja desprendí parte del mismo de su cuerpo. Un alarido de dolor brotó de su garganta antes de girar y emprender la carrera hacia los árboles. La miré mientras se perdía entre ellos, apenas unos meses antes la hubiera seguido pero ahora mi concentración estaba enfocada en dos asuntos demasiado importantes para mi.
Me acerqué rápidamente a Agarwaen y caí de rodillas a la par de él. Estaba inconsciente y tenía una marca espantosa en el cuello producto del alambre, además de que pude ver sangre en el vendaje que le había puesto esa mañana. Lágrimas rodaron por mis mejillas y me incliné sobre él ansiosamente, con lo cual pude percibir su respiración. Era débil pero constante.
Lo agarré por debajo de los brazos y lo alcé para arrastrarlo conmigo hacia la gruta que seguramente los lobos habían usado como guarida. Allí lo dejé caer suavemente sobre el suelo y mirando a mi alrededor constaté que efectivamente, habían mantas y cantimploras. Coloqué una manta en el suelo y volví a moverlo cuidadosamente para colocarlo sobre ella. Rasgué otra, la mojé con el agua de una de sus reservas, y me arrodillé al lado suyo, pasándola suavemente por su cuello para limpiarla de la tierra y suciedad. Abrí su camisa que estaba manchada de sangre y al ver aquello supe que a falta de mejores recursos iba a tener que cauterizarla.
Me levanté y busqué entre las bolsas de los licántropos, aparte de ropa tenían yesca y pedernal por lo que manteniéndolos cerca entre si golpeé el pedernal con la hoja de un cuchillo y con sus chispas logré prender fuego. Ni siquiera tuve que buscar leña, ya ellos la tenían agrupada en un rincón. Calenté el cuchillo y me acerqué a Agarwaen. -Trataré de ser gentil.- Susurré y coloqué un trozo de tela entre sus dientes. El dolor de la hoja caliente contra su piel lo despertó pero enseguida volvió a perder el conocimiento.
Volví a vendar la herida y tras hacerlo me recosté a un lado suyo. Su respiración ahora era más fuerte y sosegada y me recordaba un poco a aquel día en el arroyo. Sentí un nudo en la garganta al mirarlo, para bien o para mal no podía negar lo que sentía por él... era algo demasiado fuerte que me embargaba completamente cada vez que lo veía. Me acurruqué contra él abrazándolo suavemente y le observé dormir...
Última edición por Annabel Hemingway el Jue Sep 29, 2016 4:03 am, editado 1 vez
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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