El octavo pecado capital (Leviathán) +18 ("Los eternos" C. de Le due maschere della notte)

por **Veronique Vera** Miér Oct 14, 2015 2:49 am

Una noche de amarga pesadilla para la rubia acaba de arribar a París, detrás del burdel de la muerte donde ella estaba inmiscuida hasta los huesos se arreglaba en el cuarto que compartía con otras de las chicas sin llegar a prestarles demasiada atención. En realidad toda mirada se veía puesta en el espejo sumida en un profundo trance imaginando la manera perfecta de escapar de su cautiverio, la idea de romper el vidrio a pedazos no resultaba del todo errónea, la agonía seria lenta pero nada comparado con la hermosa paz que podría obtener después.

Ella francamente estaba cansada de todos los que ella llamaba "cerdos" a los que complacía cada noche sin sentir ni placer ni dolor al estar revolcándose con ellos en la cama, sus años de principiante habían terminado y con ellos también los sueños de que alguien en verdad la sacaría de aquella miseria y decoro en el que había caído, sinceramente esa pobre mujer ya no esperaba en obtener nada bueno de la vida, cualquiera que viera de cerca la sarta de basuras que los hombres tenían en la cabeza sobre el sexo ya nada le sorprendía ni tampoco le asustaba, por el contrario pensaba que, quizás no había un Dios, pues ninguna deidad en su sano juicio pasaría por alto semejantes atrocidades e independientemente de eso estaba segura de que Dios o quien fuese el rey de todo el universo no pensaba de una forma tan denigrante sobre las mujeres, simplemente no podía y sin embargo frente a sus propios ojos dejaba que sucedieran desgracias, enfermedades y hambre, no hacia nada por detener la desgracia por las que muchas terminaban allí ni abría las mentes de sociedad para que lograran convérselas que independientemente de que ese era un oficio como cualquier otro, muchas como ella estaban obligadas a trabajar para conseguir una cuota, teniendo el derecho de seguir con su cabeza adherida al cuello.

Pero aquella noche sus filosóficos pensamientos deprimentes se vería interrumpido por uno de los subordinados de las cabecillas del burdel, que, sacándola casi arrastras le encomendaron un trabajo de absoluta discreción y bajo perfil, ella atendería a un hombre del que todas hablaban, decían que su máscara causaba terror y que nunca se la quitaba, muchos otros murmuraban que era un demente que se divertía de observarlos tras la redes oscuras que cubrían sus ojos, y algunos osados aseguraban que era un fantasma porque además de que nunca probaba bocado ni siquiera carnal, desaparecía sin dejar rastro ante la mirada de propios y extraños, lo complacería y en medio del éxtasis de un encuentro casual sacaría información valiosa para alguien de quien no le quisieron pagar pero que para ella y en agradecimiento había dejado una cantidad considerable que se le daría sin cumplía con el trabajo.

Nerviosa, la joven no fue devuelta con el resto de las chicas ni con el espejo que esperaba ser roto por sus propias manos, sino que cayó arrojada violentamente en un cuarto privado que ya estaba designado para ellos dos. Esa noche Veronique llevaba un provocativo vestido en colores pastel con escote pronunciado, perfume a lavanda y carmín en sus labios. Acomodándose por ultima vez los rulos del cabello color de oro, centro su mirada en la cama de color escarlata que estaba al lado de ella, junto con una vela y un mueblecillo viejo y bastante horroroso, del que dejaba claro que el burdel no era de lujo pero al igual que el resto del trabajo tenía que asegurarse de que el hombre se sintiera en uno.

Los minutos pasaban volviéndose eternos, dando vueltas una y otra vez a la idea de como demonios podía seducirlo, llevarlo a la cama y después hacerlo confesar, más preocupante se ponía el asunto dentro de su cabeza pensando en las represalias que le aguardaban de no cumplir la orden, además que esa cantidad considerable de francos le bastaría y sobraría para dejar esa vida lo más pronto posible, en ese momento le dieron ganas infinitas de salir y preguntar ¿Quién era él y que demonios le gustaba?. Al tiempo la puerta anunció la llegada del susodicho, viendo únicamente un mano forrada de negro, un sombrero y debajo de este una máscara blanca, con eterna sonrisa y mejillas sonrosadas.

Sin querer ni meditarlo Veronique retrocedió dando un respingo en sobresalto, el hombre además de todo resultaba ser imponente, misterioso por donde se le viera y solo Dios sabía si la estaba mirando detrás de los ojos cubiertos por la red oscura que los suplantaba en la falsa faz o ni siquiera tenía.

El silencio se hizo entre los dos, observándose de alguna extraña manera que ni ella misma sabía comprender, pero que de cualquier forma le provocaba escalofríos y mareos que la obligaban a mantenerse agazapada con la pared -¿Y ahora que hago con este tipo?- se pregunto -¿Cómo diablos se que no es un asesino en serie?- le vio de arriba abajo sin saber a bien que decir o deducir sobre su aspecto. Veronique se había equivocado en todo, el trabajo al parecer no iba a ser sencillo y definitivamente al parecer no había visto todas las excentricidades a la que los hombres podían caer.

por **Leviathán Shadow** Jue Nov 26, 2015 2:21 am

París el maldito lugar donde morir, el nefasto sitio donde renací como el demonio que estaba albergado dentro de mí. París la famosa “Ciudad Luz”, resquicio luminoso apagado por la multitud, gente mezclada, donde mortales y criaturas inhumanas hacia secretamente una alianza de la cual de los espíritus frágiles su vida peligraban.

Con estos nuevos ojos podía discernir de cabaret del Vicio, el hondo precipicio que los hombres habían construidos para si mismos, lugares donde el diablo se había escondido, espacios donde yo he sido llamado para cumplir con mi castigo. Yo, tenía más de un pecado cometido, tenia todo mi mundo perdido, la mujer que más había amado con otro se había marchado, todo porque yo contra ella había atentado, su vida la había amenazado y el monstruo finalmente la haba ahuyentado… me dolía su partida aunque me costara aceptarlo. Mi corazón no corría mejor suerte, podía sentir como se estaba congelando y como mi alma se estaba desmoronando, sentir como de repente todo a mi alrededor se estaba secando.

Intentaba, cuando no estaba asesinando, cuando la sangre de otro no estaba robando, recorrer los caminos insospechado, por las sombras siempre escondido y por las capas siempre encapuchado, solo de vez en cuando me atrevía a salir a la luz y mezclarme con el molesto ruido de vida que poseía la multitud. Me gustaba olvidar mi esclavitud al tiempo conviviendo, fingiendo ser uno más de ellos, otras tantas noches quise olvidar la calidez de sus brazos muertos en compañía de unos cuantos alquilados lechos y cuerpos expuestos sin una pizca de lo que se debe sentir cuando dos seres se amaban con los brazos abiertos.

Y heme en ese lugar entonces, donde los hombres olvidaban las leyes de urbanidad, donde todo era vicio y promiscuidad, donde más de uno escrutaba mis pasos al caminar, intentando adivinar que era lo que ocultaba la máscara detrás, ya me estaba acostumbrando a ese tipo de incomodidad, pronto aprendí a ignorar las habladurías de los demás, debía de hacerlo o de lo contrario algo que llevaba reprimiendo se iba a quedar al descubierto, algo que bien sabía que una vez suelto ya no iba a tener un freno, algo que iba a acabarme por dentro, consumiendo a lo que quedaba del humano medio muerto, dando paso a un monstruo del que jamás se podría regresar ileso…

En blanco y negro sexo y muerte era practicado por dinero, los trenes del deseo llegan puntuales a ninguna parte conteniendo bestias sin modales, monstruos disfrazados de hombres dispuestos a enseñarles a las damas que aportan un futuro acostadas o de rodillas, mujeres que tiritan de miedo por lo que puede representar el absurdo deseo de monstruo cancerbero… mujeres que se ponen en sus piernas ligas y se pavonean provocativas, otras más son escondidas y finalmente ofrecidas y vendidas solo por una noche que para ellas puede ser quizás el cumplir de sus fantasías o el presagio de una pesadilla, mujeres que se les enseña a la fuerza a abrir las piernas en el cabaret del Vicio.

Por eso lamento la suerte que le tocara a aquella que tenga que compartir conmigo esta noche, que tenga que lidiar con los restos del hombre, con la piel calcinada escondida tras una máscara que tiene ojos para ver más allá de su alma. Ella tras la puerta, junto a una cama, completamente asustada y agazapada, yo río de la pobre desventurada que trata de desentrañar a los orificios que tiene por ojos la máscara -No te haré daño alguno- respondió creyendo oportuno aproximarme lentamente hasta su cuerpo semi desnudo -Eres demasiado joven para estar en este mundo- y entonces mi paso se detuvo al ver que su mano por inercia se dirigía a la pálida piel seca -No, la máscara no- advierto entre la brusquedad y la amabilidad -De todo lo demás me puedes despojar, si es esa tu forma de trabajar- pero ella entonces quedo sin darme señal de que siguiera junto conmigo en la realidad, le rebase solo para a la vela llegar y trémulamente soplar -Los amantes se quieren mejor en la oscuridad- la voz hueca se hizo resonar -Quizás… no estas acostumbrada a que este tipo de trato sea manejado contigo, quizás, esta noche pueda ser amante y amigo… ¿Porque no? Finjamos que ya nos hemos conocido- la tome de su mano y la arroje contra el lecho viejo y desvencijado, fui tras ella recostándome en su cuerpo para poder reconocerla, cada parte de su cuello, de sus pechos y su cadera -Si, eres demasiado bella- asentí con la respiración entrecortada mientras seguía sintiéndola, manteniéndola presa como alguna vez entre sabanas de satín hice con la vampiresa.

por **Veronique Vera** Lun Dic 28, 2015 9:04 pm

Cortesía. Jamás en sus tantos años sirviendo a hombres pérfidos y extravagantes como aquellos le habían tratado de una manera semejante, era tal la mescolanza de brusquedad y amabilidad que lograban su cuerpo y otras sensaciones más estremecer su interior y todo su cuerpo, sin atreve siquiera a decir palabra alguna. Todos le habían tratado de a un objeto de usar y tirar cuando los deseos carnales habían sido satisfechos en su totalidad, tales vivencias le dieron a suponer a aquella joven que no existía nadie con aquella talla en el bajo mundo, incluso los animales se le hacían más decentes.

La máscara aún le daba curiosidad y a la vez inspiraba un terror suficiente para alejarse cuando el empezó a tocarla de un extremo a otro de su cuerpo, ¿Que era tan grave para ocultarlo debajo de eso? ¿Una deformación? había muchos que tenían cosas similares y nunca habían tenido un gesto de teatralidad como aquel, ¿Quemaduras?, imposible… al menos que… -¡Al menos que ese hombre haya estado en el incendió del teatro o la mansión en las afueras de la ciudad!- exclamó para si, sintiéndose inteligente por un breve instante, sintió que se prendía algo dentro de su cabeza a tales proporciones que le permitía seguir atando cabos.

Sentía el cuerpo de él tumbado sobre ella con una leve protuberancia rozando su parte intima, era tierno en momentos y salvaje en otros, no importa que no tuviese sus labios, sus guantes hacia más por ellos. Su toque era frío y su respiración era demasiado rápida, casi podía contar entre cada nuevo exhalo si su cabeza no siguiera dividida entre la pasión desbordante de aquel ser o los asuntos misteriosos que se desprendían de su reciente sospecha.

-Es algo probable si lo están buscando- pensó sintiendo un cosquilleo entre su vientre y sus piernas que como instinto natural estaban abiertas -¿Enemigo de uno o el propio Fantasma?- se preguntaba, ella era una de las pocas personas que opinaba que la historia publicaba tenía un diminuto toque de verdad entre lineas sino es que todo había sido real, además el hombre pese a todo estaba demasiado frío para un ser mortal como ella y tenia suficiente experiencia con esos hombres de la noche para darse perfecta cuenta que él era uno más entre ellos.

Finalmente se animo a tocar su espalda y brindarle caricias a su pelo suave y hasta donde recordaba de color negro intenso, era suave, demasiado suave, su cuerpo se arqueaba cada vez más, dándose a ofrecer por completo, era un impulso que dictaba el movimiento de las manos del otro -Usted… usted…- decía con la voz entrecortada -Ha sido… m-m-muy bueno conmigo- decía complacida con sus caricias tan delicadas -Sea mi amigo entonces, sea mi amante entonces si eso es lo que le complace…- suspiró, sintiendo su lejanía y lo volvió a ver, con su máscara feliz y su silencio imperante -Me llamó Veronique- pronunció con ternura y sus manos alcanzaron su saco oscuro y liso. Tocó el primer botón, mordiéndose el labio inferior, lo contemplaba como si estuviese pidiendo permiso, el no hizo más que asentir y ella continuó con su trabajo de cada noche. Pronto le descubrió el pecho, pasando sus manos por él, sintiendo su musculatura, reconociendo marcas y marcas en una piel seca, no le inmutó… ni el la detuvo, ella prosiguió -Nadie me había dicho que era bella ¿Sabe usted?- cuestionó sentándose en la cama, ocupándose ahora de sus pantalones y el cinturón que los sujetaba -Le agradezco, al menos alguna noche algo bueno tenía que suceder..- bajo sus pantalones y siguió atenta a lo que sus manos le decían, más cicatrices, tuvo el deseo de preguntar que había ocurrido y confirmar sus sospechas, pero no se atrevió, a la vez se acordó que debía sacarle información valiosa para sus atacantes pero no sabía como… -¿Gustaría que me desnude yo para usted monseuir o gusta hacerlo usted?-, se descubrió el pecho -Puedes tocar ahora y hacer de mi lo que quieras- sentenció con una voz provocativa, recostándose en el lecho de nuevo, sonriendo complice.

por **Leviathán Shadow** Miér Ene 13, 2016 11:53 pm

-Detrás y adentro de mi, hay mucho más de lo que algunos han intentado discernir- me atreví con la respiración entrecortada a decir -Lo mismo te ha pasado a ti, eres bella… pero hay algo que te lo impide descubrir- continue entonces, llenándola de ligeros toques. Mis manos repasaban su piel calidad, la calidez de su carne suavizada y de rosa coloreada.

Mi cabeza por otro lado me torturaba y no hacia más que reprocharme el haber perdido a la mujer amada y también la vida con el ángel de muerte y sus alas, quizás en aquellas caricias que proporcionaba intentaba hallarme de aquella confusión desenfrenada, de aquella carencia de una vida planeada… siempre llegue a suponer que moriría en el campo de batalla, jamás me puse a pensar que mi existencia a la eternidad podía ser condenada, además por dentro sentía una sed renovada y una ideación malvada que era con seguridad, mi deseo de esquivarla… no quería ser como el maldito infeliz que condeno mi alma, pero su veneno por dentro estaba consiguiendo que agonizará… pero aún no tenía un motivo, no como el que tuve para ir en busca de The Phantom en un principio.

Con frenesí recorría el cuerpo de la que ahora sabía se llamaba Veronique, todavía mi nombre no me atrevía a decir, porque algo en sus actos me confesaba que no era para complacerme, que la entrega a mí era falsa. En mis días como vampiro he perdido el sigilo que antes poseía y solía utilizar con mucho tino, durante mucho tiempo abandone las prácticas por hastío y enfado conmigo mismo y la confusión de quien demonios era como ya he dicho. Tanto era así que al saber que alguien buscaba castigo para los caídos no hice nada por tratar de conocer quien era el maldito, en su momento sospeche de ese longevo vampiro, aquel que acompaño a Montserrat en silencio hasta que perdía la paciencia conmigo, pero Solomon me lo dijo, él no era el bandido.

Poco a poco el panorama lo tuve construido, era yo uno de los involucrados principales en aquel lío y con seguridad querían atraparme vivo para ser juzgado según la estúpida ley de los vampiros, “La Biblia de los caídos” y esa muchacha con sus encantos provocativos pensaban que me haría hablar como un pajarito, que equivocados estarían aquellos amigos, si es que estaban esperando noticias una vez que terminara de hacerla mía y le dijera todo cuando sabía de mi y los que alguna vez me brindaron su compañía -Seguir el juego a esta niña- me propuse como meta fija a pesar de que sus manos finas ya habían despojado a mi cuerpo de las prendas de negro teñidas, de que acariciaron mi torso sin que yo expresara un solo gesto de gozo, lo mismo que sucedió con los pantalones desabrochados y flojos. Me limite a observarla por encima del hombro, cuando sus senos dejaron la vista de ser atractivos y voluminosos.

-No… déjame hacerlo yo- susurre con tono apacible y acogedor -Ya has hecho lo que te correspondía, me toca mí hacer de las mías- a sus brazos volvía y con mucho tacto su cuerpo descubría, las telas al piso caían, volví a repasar el talle de sus caderas y recorrer con mis manos sus suaves piernas que quizás por instinto o costumbre estaban abiertas. Habilidoso con las manos están suplieron a los labios que se hallaban protegidos por la máscara y su anonimato, fui de a poco, despacio, hasta que llegue a su parte intima donde la mano sin guante jugó por un pequeño rato, cada vez me sentí más desesperado, quería ya haberla tomado, pero lo deseado y lo prohibido se disfruta más cuando tarda en llegar a tus manos.

Con mis manos puestas después de un rato, en sus pezones y haberlos estimulado estaba listo para el acto, recostado con gentileza, abrí un poco más sus piernas, permitiendo posicionarme entre ellas -¿Algo más que quieras hacerme antes de perderme en el va y ven de tus caderas?- hasta ese momento ella solo había estado acariciando mi piel sin repudio y paciencia, sintiéndome aceptado y amado aunque todo esto fuera algo planeado, que todo esto era falso. Era claro la calidez de sus manos y lo que lograba ya en mi miembro ligeramente excitado -Vamos, habla o hazlo o me iré sin darte tu respectivo pago-.

por **Veronique Vera** Miér Ene 20, 2016 10:29 am

De repente la joven no quería que el enmascarado se fuera y eso iba más allá de lo que tuviera por misión cumplir, es que por más que hacia memoria nadie la había tratado de aquella manera y mucho menos le había dado la oportunidad de elegir que deseaba hacer con él. Normalmente las ordenes oscilaban en << Quiero que hagas esto >> << Quiero que te coloques de tal manera >>, nunca la pregunta ¿Que te gustaría?, eso le complació mucho a la prostituta e ingenua Veronique.

-Quitarte la máscara y saber quien eres y porque te quieren no sería tan mala opción- pensaba dentro de su confundida cabeza, pero lo desecho y pensó en otra cosa, ¿Como complacerlo a él, que se veía como la persona más complicada y misteriosa? ¿Como sabría que lo hacía era de su agrado cuando tenía el rostro cubierto?, por primera vez se había quedado completamente en blanco -Vamos Veronique, piensa en algo… algo sensato, tu cabeza depende de eso… tus atributos,no mejor esos no…- recordó con media sonrisa y mordiéndose el labio inferior lo que él ya había hecho en su parte intima y en cada uno de sus senos -Mmmm… si eso- volvió a sentir la vela encendida en su cabeza, otra idea más se le había venido a la cabeza -Empiezo a creer que no soy tan tonta como suponía- sonrío con satisfacción y su mano se separo de su espalda ancha que tanto le gusto pese a lo seca marcada que esta pudiera estar, para ser sincera no veía en aquella oscuridad el color de la piel de su pareja ocasional, salvo la máscara.

Lo empujó con suavidad hacia atrás y con habilidad logró voltearle y dejarlo justo abajo de ella, seguía viendo solo su máscara y las profundas rejillas negras que impedían ver el verdadero color de sus ojos. Su sedoso cabello, que a ella se le antojo como una peluca (No muy lejos de la realidad) estaba cubriendo parte de los costados de su cuello y el fleco largo la parte superior de la máscara.

Veronique, que había quedado encima de él, lo montó con delicadeza todavía sin ser suya, simplemente sentía el roce de su miembro contra su zona intima mientras se acomodaba y se frotaba despacio. Se agacho lentamente, haciendo con sus labios un camino de besos por todo su pecho y torso, sus manos a su vez acariciaron y sintieron cada músculo de su cuerpo tenso y más agitado, había acertado, el extraño hombre, gustaba de que lo tocaran. No conforme con esto, Veronique, se hundió en su cuello y cuando llego a la oreja estaba entretenida con su lóbulo mordiéndole suavemente, guió las manos del hombre por su cuerpo, mientras ella seguía disfrutando con el tacto y la boca del suyo.

-No se vaya- suspiró profundamente -Es que… mi trabajo consiste en complacer y no en complacerme, no estoy acostumbrado a que el cliente me pregunte que me gustaría- gimió de pronto sin querer aún -Es el primero y eso me saca de balance- añadió sintiendo que comenzaba a correrse, esta húmeda y eso era indicativo de lo que deseaba -Lo necesito, necesito su caballerosidad aquí y ahora, lo suplico..-, Veronique era una joven fácil de provocar si sabían su punto débil, el sin saberlo había dado en el clavo, unos toques en sus partes intimas era suficiente y de cualquier forma después de tanto tiempo, no resistía tanto tiempo así, ella era como le decían sus compañeras “De acción inmediata”.

por **Leviathán Shadow** Sáb Ene 30, 2016 1:10 am

Y se da ahora… al fin el show de la entrega antes de la aurora. El baile sobre el candente escenario… mientras los que espían esperan que el acto sea rápido, tienen mucho que informar y la madrugada tiene un tiempo contado como cualquier mortal para los detalles poder narrar en aquel poema que tendrán que garabatear. Empiezo a atar cabos, ella quiere que esto sea rápido, no hay necesidad de caballerosidad, no hay necesidad de alguna cosa más, salvo sacar la información que a ella le ordenaron sacar.

Ella juguetea con vigor sobre los restos de un hombre muerto, un cadáver que requiere sentirse de nuevo despierto, pero estoy seguro que busca algo más, quizás una huella o sangre que alguna pista la pudiera revelar o en el fondo se esfuerza por ignorar lo que seguramente ha comenzado a sospechar, quiere preguntar pero las cadenas con las que actuar y camina no la dejan avanzar.

Su piel vuelvo a acariciar, su fragancia comienzo a aspirar. Me recuesto sobre su cuerpo, la figura que había recorrido sin los guantes puestos, que había estimulado en aquellos rincones íntimos y secretos. Húmeda, me incita a continuar, apenas la máscara entre la oscuridad se osa en ocultar, la única prenda que no se ha movido de su lugar… y así seguirá -Eres una mujer que rápido se logra impacientar- inquirí entre entrecortado respirar -Eres una dama que en esta época seguramente no puede encajar, tal libertad sería algo indignante para una reprimida sociedad, aún cuando en este lugar te desempeñes en trabajar- pensamiento inverso, pienso implementar, pero para que el enemigo oculto no logre escuchar, susurro entre cada suspirar, mientras poco a poco en ella me atrevo a adentrar -La represión siempre es una mala artimaña de la que se vale la humanidad- la sentí sobresaltar. Mi voz con solemne seriedad, un actitud que comienzo a tomar cuando llega ya el momento de la verdad -Tranquila- le hable con ternura a la niña -Esto a mi no me molesta, como puedes ver soy un hombre que se sale de toda regla impuesta- y de mi salió una sonrisa traviesa, pequeña y breve.

Tumbado sobre su cuerpo, empiezo a embestir para disfrutar de sus adentros, suspiro y continuo con lentos movimientos, suaves y precisos, mis manos remplazan con caricias a los besos que debían ser repartidos. La escuchó gemir, estimulando mi proseguir, el placer me embriaga de a poco, la sensación obstruye a lo lógico, dejo libre al hombre, contengo al monstruo y lucho porque permanezca en reposo. Era falso, todo aquello era solo un delirio que desaparecería de pronto para permitir que continuara en el martirio, por eso aprovechaba cada segundo de un cuerpo, de una conciencia que aunque fuese a la fuerza, fingiera quererme sin importarle que careciera de belleza, sin importar que no viera la cara del que le hacia el amor con suma gentileza. Amigo y amante, por lo bajo cumplía mi promesa.

El ritmo de nuestros cuerpos acompasados cada vez se hace más rápido, no necesito que grite mi nombre, que haga alguna artimaña extraña con la que normalmente requieren los hombres, que me llamen ridículo si así les place, pero yo solo necesitaba alguien a quien, por lo menos una noche, pudiera amarle y lo hacia… y al realizarlo volvía sentir vida.

Ella se liberó y yo lo hice al mismo tiempo, ambos agotados, yo sonriendo… había logrado uno que otro movimiento de sutil afecto, una caricia más suave suplantando el beso, un te quiero dicho con recelo… unos cuantos suspiros al aire indiscretos.

La chica se esfuerza para no presionar o hacer de mi mano al consumar el acto tomarla con fuerza, agradecida tal vez por la forma no tan violenta en que la había hecho mía. Ella quizás cree que la mano debajo del guante le debe gratitud y olvidándose que hay una misión que cumplir con exactitud. Dudando de la moral de su anfitrión, descubre que encuentra en la tierra de haz lo que quieras un poco de confort -Ahora que todo se consumo- pregunto bajo y posesionado a su lado -¿Que es lo que necesitas saber de este enmascarado y te han pedido averiguarlo?-

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