AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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• Capitulo III • Diremos nuestros votos al sol y daremos nuestro amor a la luna || Privado +18
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• Capitulo III • Diremos nuestros votos al sol y daremos nuestro amor a la luna || Privado +18
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"Diremos nuestros votos al sol y daremos nuestro amor a la luna"
"Diremos nuestros votos al sol y daremos nuestro amor a la luna"
Ya había pasado unas semanas desde que habíamos llegado a Escocia, los caballos estaban con su nuevo dueño, disfrutando de los pastizales británicos. Yo había podido explorar las hermosas estructuras de la ciudad mientras acompañaba a Vainna a solucionar aquellos asuntos importantes que debía resolver lo más pronto posible. Ella debía resolverlo para poder cerrar un capítulo de su vida y volver a abrirse otra. Se trataba de un viaje con mucho en juego y lo había comprendido cuando toque la ciudad junto con Vainna, nada sería fácil para ella, para ninguno de los dos, aun así me alegraba poder haberla acompañado, pues sin mí, tal vez no hubiera podido resolver nada.
Aunque ella tenía un titulo y todo el derecho de poder reclamar, lo que por ley era suyo, habían ciertos parámetros internos que podrían utilizarse en su contra y sus enemigos estaban haciendo todo lo posible para perjudicarla. La joven bruja tenia complicaciones que solo un casamiento podría solucionarlo. Era algo apresurado, pero era la única manera para que Vainna pudiera hacer lo que venía, sin perder el viaje. — Querida, se lo importante que es esto para ti, pero no quiero sentir que pienses que hago esto solo por la urgencia de la situación — quería aclararle. Estaba dispuesto a ayudarla de la forma que pudiera.
El día había llegado, era complicado planificar una boda en menos de una semana, pero por suerte los simpatizantes de Vainna veían la oportunidad de ayudarla. Encontraron una excelente modista que se dedico a hacerlo el traje de novia más bello que pudiera hacerle. Las últimas flores antes de que llegara el otoño se utilizaron para los arreglos en la iglesia, parecía un pedazo de primavera, al comienzo del otoño. Todo seria hermoso y esperaba que aunque fuera todo de manera repentino, deseaba que fuera el mejor recuerdo en la vida de Vainna.
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 03/10/2013
Re: • Capitulo III • Diremos nuestros votos al sol y daremos nuestro amor a la luna || Privado +18
Había despertado muy temprano aquel día, el mas importante de su vida, Walter la convertiría en su esposa, el hombre que era su lucero, su refugio, le daría la oportunidad de formar su propio hogar, tendrían hijos, y él estaría a su lado. Sonrió al despertar y contemplar como la habitación, mostraba la alegría que se respiraba en el castillo. En un rincon del cuarto, se encontraba el vestido que usaría, aun no podía hacerse a la idea que en pocas horas, lo luciría entrando a la nave de la iglesia, para encontrar a su amado, a los pies del altar. Un nudo en la garganta, las lagrimas pujando salir por sus ojos, le demostraba cuan emosionada estaba del gran paso que darian. Tal voz por eso es que decidió tomar un poco de aire, caminar por los jardines que rodeaban la construcción.
El sol apenas había salido cuando ya caminaba por el parque del castillo. Los sirvientes pasaban atareados llevando los arreglos para los salones en donde se realizaría un agasajo a los invitados de la boda, y al pasar al lado de la bruja, saludaban amables y alegres, como si fuera tan importante para ellos, aquel día como lo era para Vannia. Se sentía algo extraña pues por primera vez en muchos años, sintió que había vuelto a casa. No sintió miedo por los malos presagios que solían atormentarla, muy por el contrario, aquel día, sonrió, al contemplar los enormes ventanales desde donde seguramente Walter la contemplaría. Admiró la enorme construcción, con su estructura de piedra, de ventanales amplios y lineas rectas y señoriales, embellecida por los amplios prados que la rodeaban. Aunque estaban a pocas leguas del centro de Edimburgo, aquello era una autentica fortaleza, su refugio, aunque en verdad, no era la seguridad de guardias o muros gruesos, lo que provocaba su tranquilidad, sino un solo hombre, al que amaba con todo su corazón y con el que esperaba llegar a vivir muchos años juntos, a pesar de aquella premonición, en donde moría, para volver al lado de su amado, convertida en un ser de la noche.
Un viento helado pareció traspasarla, aunque la brisa seguía siendo tibia para principios de otoño, ademas no parecía que el clima fuera a desmejorar. Tal vez era su miedo mas profundo, ese que le hacía pensar, que si aquella premonición se hacía realidad debería afrontar la posibilidad que el amor que sentía Walter por ella, se desvanecería, ¿ acaso podrían superar la antipatía entre licantropos y vampiros? ¿o su amor estaría condenado? se arrebujó en su abrigo y negó con la cabeza mientras cerraba sus ojos y se repetía que el amor que los unía era mas fuerte que las diferencias entre sobrenaturales, pero muy en el fondo, el miedo permanecía, latente como la infección en una herida abierta.
Decidió volver a su habitación, debía desayunar y comenzar a vestirse, Walter no debía verla antes de la ceremonia, o alguna maldición caería sobre ellos, la escocesa era muy supersticiosa, como todo buen escoces y se pasó toda la mañana esquivando a su amado, aunque deseaba colgarse al cuello masculino y besarle en los labios. así, pensando en él, se dirigió nuevamente a sus aposentos, sonriendo y rogando a los cielos que su unión fuera bendecida.
El sol apenas había salido cuando ya caminaba por el parque del castillo. Los sirvientes pasaban atareados llevando los arreglos para los salones en donde se realizaría un agasajo a los invitados de la boda, y al pasar al lado de la bruja, saludaban amables y alegres, como si fuera tan importante para ellos, aquel día como lo era para Vannia. Se sentía algo extraña pues por primera vez en muchos años, sintió que había vuelto a casa. No sintió miedo por los malos presagios que solían atormentarla, muy por el contrario, aquel día, sonrió, al contemplar los enormes ventanales desde donde seguramente Walter la contemplaría. Admiró la enorme construcción, con su estructura de piedra, de ventanales amplios y lineas rectas y señoriales, embellecida por los amplios prados que la rodeaban. Aunque estaban a pocas leguas del centro de Edimburgo, aquello era una autentica fortaleza, su refugio, aunque en verdad, no era la seguridad de guardias o muros gruesos, lo que provocaba su tranquilidad, sino un solo hombre, al que amaba con todo su corazón y con el que esperaba llegar a vivir muchos años juntos, a pesar de aquella premonición, en donde moría, para volver al lado de su amado, convertida en un ser de la noche.
Un viento helado pareció traspasarla, aunque la brisa seguía siendo tibia para principios de otoño, ademas no parecía que el clima fuera a desmejorar. Tal vez era su miedo mas profundo, ese que le hacía pensar, que si aquella premonición se hacía realidad debería afrontar la posibilidad que el amor que sentía Walter por ella, se desvanecería, ¿ acaso podrían superar la antipatía entre licantropos y vampiros? ¿o su amor estaría condenado? se arrebujó en su abrigo y negó con la cabeza mientras cerraba sus ojos y se repetía que el amor que los unía era mas fuerte que las diferencias entre sobrenaturales, pero muy en el fondo, el miedo permanecía, latente como la infección en una herida abierta.
Decidió volver a su habitación, debía desayunar y comenzar a vestirse, Walter no debía verla antes de la ceremonia, o alguna maldición caería sobre ellos, la escocesa era muy supersticiosa, como todo buen escoces y se pasó toda la mañana esquivando a su amado, aunque deseaba colgarse al cuello masculino y besarle en los labios. así, pensando en él, se dirigió nuevamente a sus aposentos, sonriendo y rogando a los cielos que su unión fuera bendecida.
- Castillo de Russier - Edimburgo:
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Re: • Capitulo III • Diremos nuestros votos al sol y daremos nuestro amor a la luna || Privado +18
Para muchas era un forastero caza fortunas que buscaba casarse con una mujer prestigiosa, de buena familia para así poder escalar en el estatus social. Podía escuchar a más de uno cuchichiar entre mis espaldas, luego de haberme sonreído y estrechado la mano. Sabía que estaban irritados, todo lo que estábamos haciendo Vainna y yo cambiaba sus planes. La bruja obtendría más poder y posición por el casamiento, su voz seria escuchada y más aun cuando fuera bendecida por un hijo… todo era culpa mi culpa, eso lo murmuraban. Se sobaban la parte de atrás del cuello con angustia, necesitaban hacer algo pronto, pero nadie se atrevía a levantarme una mano tratar algo, era como si alguna fuerza protectora me mantuviera a salvo.
El día pasaba rápido para algunos. Como para los empleados que corrían de aquí y allá tratado de arreglar todo antes de la gran ceremonia; que sería antes del atardecer. Para otros pasaba lento; apostaba que para una de esas personas, era para mi hermosa Vainna. Por mi parte trataba de pasar el día paseado por los lados en donde no escuchaba los pasos de la bruja, ni percibía su olor. Me había prohibido estar cerca de ella, creo que me dijo que era un mal augurio, yo no creía mucho en eso, pero parecía que todos los que me rodeaban sí. Las empleadas más ancianas terminaban dándome manotazos, como si se trataran de mi madre, cuando intentaba escabullirme a los aposentos de mi futura esposa.
Ya era la tercera vez que trataba de buscar una forma de ver a Vainna y había fallido. Ya derrotado; Y aceptándolo. Me dirigí a una pequeña biblioteca en donde me atreví a escribirle al menos una nota; creo que no me había dado por vencido tal todo. Cuando termine de escribirla, busque una cómplice entre las empleadas. Me termino ayudando una de los sirvientes más jóvenes del lugar, a la cual primero tuve que convencer que no estaba haciendo nada malo. Luego de unas palabras bonitas y una sonrisilla acepto y se dirigió a la habitación de la bruja para entregarle la nota que decía:
Nota.. escribió:Amor mío
Las horas se han detenido, están en huelga, juega con mis deseos. no soporto mas la espera, deseo verte, pero sé que dentro de unas horas lo hare, vestida de blanco y radiante caminado hacia el altar….
Te esperare al final del camino…
Con amor…
Courcelle….
Esperaba alguna respuesta pero nunca llego, aun así sabia que ella debía estar sonriendo, con sus mejillas totalmente enrojecidas y dando pequeños saltitos de aquí y allá. Mirando el tiempo sabia que lo había recibido cuando ya debía estar preparándose; estaría rodeada de doncellas que colaboraban con su preparativo. Debo aceptar que por mi parte era una ventaja ser el caballero, pues solo necesitaba ponerme el traje de tan pocas piezas y dirigirse al altar en donde esperaría a mi amada. Tenía el lugar perfecto para ver su entrada nupcial al recinto.
Ya había llegado la hora.
Me había quedado en la puerta de la iglesia recibiendo los invitados, los saludaba e invitaba a pasar al lugar para tomar asiento. Muchos sonrieron, notando con satisfacción su aceptación y alegría por nuestra unión, mientras que otros, dejaban mucho que desear. Era un evento que nadie se esperaba, pero la asistencia me dejo abrumado, habían muchas personas que comenzaban a aparecer. Ya casi la gran iglesia estaba llena, yo me dispuse a entrar para esperar la llegada de Vainna en el lugar indicado. El trote de los caballos pronto anunciarían su llegada y la música comenzaría a sonar cuando ella pisara la iglesia.
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
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Re: • Capitulo III • Diremos nuestros votos al sol y daremos nuestro amor a la luna || Privado +18
Vannia se encontraba nerviosa, hubiera querido que su padre estuviera presente, pero el espíritu de éste, hacía tiempo que había cruzado hacia el plano espiritual, sin ataduras que lo retuvieran, jamás volvería, a no ser que su vida corriera peligro, o estuviera muriendo. Cerró los ojos y sonrió, - bueno, eso es una buena señal, quiere decir que podré estar con mi amado por mucho mas tiempo - caviló mientras se sumergía en las cálidas aguas del baño que le habían preparado. Inspiró el suave aroma de esencias y recordó el día que se habían conocido. Sus dedos recorrieron el filo de la bañera, como si en verdad estuviera acariciando ese hermoso recuerdo, - que habría sido de mi vida, si tú, mi bello lobo, no te presentabas aquella tarde -. Los orbes serenos y de profunda mirada, se presentaron en su mente, la barba de un marrón rojizo y las espesas cejas enmarcando su atractiva mirada. Se sentía pequeña, cada vez que pensaba en el gran paso que estaban por hacer, -¿seré una buena esposas para ti? ¿dejarás de soñar en partir una y otra vez? ¿o viviré extrañándote, esperando una carta en la que me digas que me amas? - sus pensamientos la arropaban como una gruesa manta. En ese momento una de las doncellas, se presentó con una charola de plata, en la que descansaba una carta, ¿acaso sería la invitación rechazada de algún invitado? dudó en tomarla, hasta que su mirada reconoció la caligrafía y supo que se trataba de una misiva de su prometido.
En vez de calmarse, se sintió aún mas angustiada, ¿sería unas lineas para decirle que lo había pensado mejor y que partía de vuelta a Francia, o peor aún a las lejanas tierras que le vieron nacer? le dolió tragar, porque el nudo de lagrimas en la garganta le impedían respirar. Inspiró profundamente , al momento de rasgar el lacre que sellaba la misiva. Sus ojos se llenaron de lagrimas, pero no de tristeza, sino de profunda alegría, ella también lo amaba, y lo haría siempre. Aún después que el destino los separara, tras su muerte anunciada.
Luego de tomar agua, de permitirse desahogarse, se preparó para la ceremonia. Junto a sus doncellas, pudo colocarse el traje, le realizaron un romántico y sencillo peinado. Ella deseaba llegar a él, tal cual era, una simple escocesa, que había tenido que recorrer mucho camino para encontrar su verdadero hogar, ese que solo a su lado podría encontrar.
Cuando estuvo lista, se dirigió a donde la esperaba el cochero, Nadie la llevaría, nadie la acompañaría. Aunque el amigo de su padre se había ofrecido, ella se negó disculpándose, poniendo como escusa que en un momento así, solo su padre podría tomar ese lugar y que aun con su ausencia ella sentiría que él la estaría acompañando.
El coche dio varias vueltas por el poblado, hasta que al fin se encaminó a la pequeña y antigua capilla de piedra, el lugar elegido para llevar acabo la ceremonia. Las mariposas en la panza, no dejaban de revolotear, sus mejillas rosadas por la emisión, la hacían parecer aún mas delicada y pequeña. Deseaba poder hundirse en los brazos de su futuro esposo y por fin sentir que estaba a salvo.
El coche se detuvo, el cochero dió la vuelta al vehículo y le abrió la portezuela. extendiendo la mano, para ayudarla a descender. Agradeció en silencio, al quedar sus pies firmemente plantados en el camino de piedra que la dirigía hasta la puerta del edificio, colmado de cintas y flores, que adornaban tan importante acontecimiento. Caminó lentamente, algo angustiada e indecisa, no por el hecho de casarse, sino por el estar entrando sola al lugar. Mas todas las dudas se esfumaron, cuando contempló, al final del camino, y cerca del altar, al hombre que la acompañaría toda la vida, y a quien amaría y respetaría, hasta que la muerte la separase de él.
En vez de calmarse, se sintió aún mas angustiada, ¿sería unas lineas para decirle que lo había pensado mejor y que partía de vuelta a Francia, o peor aún a las lejanas tierras que le vieron nacer? le dolió tragar, porque el nudo de lagrimas en la garganta le impedían respirar. Inspiró profundamente , al momento de rasgar el lacre que sellaba la misiva. Sus ojos se llenaron de lagrimas, pero no de tristeza, sino de profunda alegría, ella también lo amaba, y lo haría siempre. Aún después que el destino los separara, tras su muerte anunciada.
Luego de tomar agua, de permitirse desahogarse, se preparó para la ceremonia. Junto a sus doncellas, pudo colocarse el traje, le realizaron un romántico y sencillo peinado. Ella deseaba llegar a él, tal cual era, una simple escocesa, que había tenido que recorrer mucho camino para encontrar su verdadero hogar, ese que solo a su lado podría encontrar.
Cuando estuvo lista, se dirigió a donde la esperaba el cochero, Nadie la llevaría, nadie la acompañaría. Aunque el amigo de su padre se había ofrecido, ella se negó disculpándose, poniendo como escusa que en un momento así, solo su padre podría tomar ese lugar y que aun con su ausencia ella sentiría que él la estaría acompañando.
El coche dio varias vueltas por el poblado, hasta que al fin se encaminó a la pequeña y antigua capilla de piedra, el lugar elegido para llevar acabo la ceremonia. Las mariposas en la panza, no dejaban de revolotear, sus mejillas rosadas por la emisión, la hacían parecer aún mas delicada y pequeña. Deseaba poder hundirse en los brazos de su futuro esposo y por fin sentir que estaba a salvo.
El coche se detuvo, el cochero dió la vuelta al vehículo y le abrió la portezuela. extendiendo la mano, para ayudarla a descender. Agradeció en silencio, al quedar sus pies firmemente plantados en el camino de piedra que la dirigía hasta la puerta del edificio, colmado de cintas y flores, que adornaban tan importante acontecimiento. Caminó lentamente, algo angustiada e indecisa, no por el hecho de casarse, sino por el estar entrando sola al lugar. Mas todas las dudas se esfumaron, cuando contempló, al final del camino, y cerca del altar, al hombre que la acompañaría toda la vida, y a quien amaría y respetaría, hasta que la muerte la separase de él.
- Vestido de Novia y Peinado:
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Re: • Capitulo III • Diremos nuestros votos al sol y daremos nuestro amor a la luna || Privado +18
Maldecía una y otra vez por dentro, solo por dentro, pues no quería que los invitados me escucharan tener un lenguaje tan vulgar en la víspera de mi boda. El tiempo parecía que se había detenido, nada sucedía ella aun no llegaba y el reloj del pueblo parecía haber encontrado sumo placer en torturarme con los lentos minutos con los lentos minutos que presidia. Esto no debería ser posible, el día me había parecido muy tranquilo, pero ahora que llegaba el momento de la verdad todo se volvía pesado y angustiante. No por el hecho de estar dudando en casarme; aunque siempre estaba aquella duda en lo más profundo de mis entrañas. Todo parecía desvanecerse cuando recordaba el rostro de Vannia y esa amplia sonrisa que lograba enloquecerme.
¿Eso era estar enamorado? Era entonces una tortura, una increíble, pero encantadora tortura. Pronto todos los invitados se exaltaron, yo pude oír los caballos a unas veinte leguas, lo que hizo que mi ansiedad creciera cada vez más, sintiendo que aquellos caballos no eran lo suficientemente rápido o el chofer un desgraciado incompetente, pero la verdad era que solo debía tener un poco de paciencia, pues ya su llegada estaba haciendo anunciada…
En la entrada de la modesta iglesia, se abría la puerta del carruaje y la bruja comenzaba a subir poco a poco los escalones de piedra, ágilmente maniobraba aquel vestido con su falda y velo; que una pequeña niña de cabello rojo y mejillas lleno de pecas con un rubor. Ayudaba a mantenerlo extendido.
Era solamente ella la que caminaba por ese pasillo, mientras la música inundaba el salón y con cada paso, robaba más de un suspiro de los invitados. Y yo la veía con una sonrisa que no podría ocultar, ya estaba frente a mi. Acerque mi mano para tomar la de ella para ayudarla a llegar a su lugar. — Estas hermosa…. — susurro guiñándole su ojo. Pronto el cura comenzó a dar sus primeras palabras, haciendo oficial el inicio de la ceremonia
¿Eso era estar enamorado? Era entonces una tortura, una increíble, pero encantadora tortura. Pronto todos los invitados se exaltaron, yo pude oír los caballos a unas veinte leguas, lo que hizo que mi ansiedad creciera cada vez más, sintiendo que aquellos caballos no eran lo suficientemente rápido o el chofer un desgraciado incompetente, pero la verdad era que solo debía tener un poco de paciencia, pues ya su llegada estaba haciendo anunciada…
En la entrada de la modesta iglesia, se abría la puerta del carruaje y la bruja comenzaba a subir poco a poco los escalones de piedra, ágilmente maniobraba aquel vestido con su falda y velo; que una pequeña niña de cabello rojo y mejillas lleno de pecas con un rubor. Ayudaba a mantenerlo extendido.
Era solamente ella la que caminaba por ese pasillo, mientras la música inundaba el salón y con cada paso, robaba más de un suspiro de los invitados. Y yo la veía con una sonrisa que no podría ocultar, ya estaba frente a mi. Acerque mi mano para tomar la de ella para ayudarla a llegar a su lugar. — Estas hermosa…. — susurro guiñándole su ojo. Pronto el cura comenzó a dar sus primeras palabras, haciendo oficial el inicio de la ceremonia
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
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Re: • Capitulo III • Diremos nuestros votos al sol y daremos nuestro amor a la luna || Privado +18
Verlo allí, a su lado, escuchar de sus labios esa frase tan dulce, la hizo sonreír, - Si lo estoy... es solo porque tú estas a mi lado, y ases que mi vida tenga sentido... ¿lo sabes? - dijo, tomando la mano de su futuro marido. Los invitados, en su mayoría, personalidades que ella hubiera deseado que no estuvieran, pero por el protocolo así debía ser, se quedaron en silencio ante las palabras de la novia. Vannia se ruborizó, deseaba undirse en el pecho de su amado, estaba temblando, solo quería que eso acabara lo antes posible, ella no necesitaba que un clérigo le dijera que aquel hombre era su esposo, para ella, solo bastó contemplar su alma en sus bellos ojos, para saber que lo amaría toda la vida, que era el hombre por quien daría la vida y que solo deseaba disfrutar del tiempo que la vida y el destino les permitiera estar juntos. Acarició con sus dedos, la mano masculina, apretándola suavemente, - eres el hombre mas hermoso que vi en mi vida... y el que más me ha hecho rabiar - le dijo con una mueca de picardía en el rostro.
El párroco dijo su discurso, pero Vannia no prestó atención, solo podía contemplar el perfil de su esposo, sonreír cada vez que él giraba el rostro para contemplarla. estuvo a punto de pedirle al clérigo que se apurara, si en verdad lo único que deseaba era poder decir si, cuando le preguntara si quería ser la señora Corcelle. En su mente repetía una y otra vez, - si, si, si... si quiero -, mordía sus labios intentando que el nerviosismo no le jugara una mala pasada. Pensó en su padre, en lo feliz que estaría, sabiendo que un buen hombre estaba a su lado, - aunque sea un lobo - podía imaginar que diría, sonrió nuevamente, en verdad, para ella él estaba allí, junto a su esposo y los pocos amigos que los acompañaban en tan importante momento de sus vidas.
El momento llegó, el religioso le preguntó, - ¿Shannon Vannia Russier, aceptas por esposo a Walter Bastien Corcelle, para amarlo y respetarlo, en la pobreza como en la riqueza, en la salud como en la enfermedad, hasta que la muerte los separe? - Vannia quedó muda por un instante, no era que no supiera que decir, pero, una visión llegó hasta ella, se vió corriendo desesperada, huyendo de algo o de alguien, eran lobos, una manada entera, y tras de ellos, unos hombres... un disparo, un dolor en el pecho. Tuvo que sostenerse de su esposo, el dolor que sentia era el que seguramente viviría en el futuro. Buscó con desesperación la mirada de Walter, ¿que debía hacer? ¿condenarlo a un destino tan negro como el que le esperaba? ¿o dejarle libre? su rostro se perló de sudor, palido como la cera, como el mármol de las lapidas que en la entrada de la pequeña capilla, mostraban el destino de todo humano. Sintió el abrazo de su esposo, inspiró su aroma, y susurró, - si, quiero - las lagrimas brotaron de sus ojos, - perdón amor mio, perdón por arrastrarte a un futuro triste - caviló, mientras se aferraba al torso de su amado.
El párroco dijo su discurso, pero Vannia no prestó atención, solo podía contemplar el perfil de su esposo, sonreír cada vez que él giraba el rostro para contemplarla. estuvo a punto de pedirle al clérigo que se apurara, si en verdad lo único que deseaba era poder decir si, cuando le preguntara si quería ser la señora Corcelle. En su mente repetía una y otra vez, - si, si, si... si quiero -, mordía sus labios intentando que el nerviosismo no le jugara una mala pasada. Pensó en su padre, en lo feliz que estaría, sabiendo que un buen hombre estaba a su lado, - aunque sea un lobo - podía imaginar que diría, sonrió nuevamente, en verdad, para ella él estaba allí, junto a su esposo y los pocos amigos que los acompañaban en tan importante momento de sus vidas.
El momento llegó, el religioso le preguntó, - ¿Shannon Vannia Russier, aceptas por esposo a Walter Bastien Corcelle, para amarlo y respetarlo, en la pobreza como en la riqueza, en la salud como en la enfermedad, hasta que la muerte los separe? - Vannia quedó muda por un instante, no era que no supiera que decir, pero, una visión llegó hasta ella, se vió corriendo desesperada, huyendo de algo o de alguien, eran lobos, una manada entera, y tras de ellos, unos hombres... un disparo, un dolor en el pecho. Tuvo que sostenerse de su esposo, el dolor que sentia era el que seguramente viviría en el futuro. Buscó con desesperación la mirada de Walter, ¿que debía hacer? ¿condenarlo a un destino tan negro como el que le esperaba? ¿o dejarle libre? su rostro se perló de sudor, palido como la cera, como el mármol de las lapidas que en la entrada de la pequeña capilla, mostraban el destino de todo humano. Sintió el abrazo de su esposo, inspiró su aroma, y susurró, - si, quiero - las lagrimas brotaron de sus ojos, - perdón amor mio, perdón por arrastrarte a un futuro triste - caviló, mientras se aferraba al torso de su amado.
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Re: • Capitulo III • Diremos nuestros votos al sol y daremos nuestro amor a la luna || Privado +18
Era un pasillo corto; comparado con las grandes iglesias de parís. Me parecía un tramo efímero, que muchos podrían decir que sería fácil atravesar, pero muchas emociones se acumulaban en nuestro cuerpo, eso hacía que se volviera complicado y que aquel recorrido sumara un valor especial. Ahora estábamos juntos, unidos por nuestras manos, mientras el párroco daba su discurso sobre la unión entre dos personas.
Ella sonreía alegremente, yo también lo hacía, por el simple hecho de verla tan feliz, inevitablemente lo hacía. Pronto la gran pregunta se lanzo al aire, primero a Vannia, quien por unos segundos mantuvo en silencio. ¿Acaso se había arrepentido?, llegue a pensar, pero toda esa duda desapareció cuando note que en sus ojos se acumulaban lagrimas. Para mi eran hermosas lagrimas porque sabía que eran lagrimas por la situación tan emotiva.
Su respuesta fue clara. Ahora venia mi turno, el párroco hizo la pregunta esperada, a la cual respondí con una amplia sonrisa, mientras me acercaba cada vez, reduciendo nuestra distancia —Si, Acepto ―: mi mano fue hasta su mejilla para quitar algunas de sus lagrimas que recorrían su rostro.
―Ahora pueden besarse… —: fue lo único que oí y realmente me interesaba. Sujete su rostro con mis dos manos y termine de eliminar esa distancia entre nosotros dos, acercando mis labios a los de ella para unirlos con un beso. Los invitados aplaudieron, las campanas de la iglesia sonaron, anunciaba que había una nueva unión en el lugar. Habíamos entrado a ese lugar como dos personas, con vidas separadas, ahora saldríamos de ese lugar como marido y mujer.
Ella sonreía alegremente, yo también lo hacía, por el simple hecho de verla tan feliz, inevitablemente lo hacía. Pronto la gran pregunta se lanzo al aire, primero a Vannia, quien por unos segundos mantuvo en silencio. ¿Acaso se había arrepentido?, llegue a pensar, pero toda esa duda desapareció cuando note que en sus ojos se acumulaban lagrimas. Para mi eran hermosas lagrimas porque sabía que eran lagrimas por la situación tan emotiva.
Su respuesta fue clara. Ahora venia mi turno, el párroco hizo la pregunta esperada, a la cual respondí con una amplia sonrisa, mientras me acercaba cada vez, reduciendo nuestra distancia —Si, Acepto ―: mi mano fue hasta su mejilla para quitar algunas de sus lagrimas que recorrían su rostro.
―Ahora pueden besarse… —: fue lo único que oí y realmente me interesaba. Sujete su rostro con mis dos manos y termine de eliminar esa distancia entre nosotros dos, acercando mis labios a los de ella para unirlos con un beso. Los invitados aplaudieron, las campanas de la iglesia sonaron, anunciaba que había una nueva unión en el lugar. Habíamos entrado a ese lugar como dos personas, con vidas separadas, ahora saldríamos de ese lugar como marido y mujer.
Walter Bastien Courcelle- Licántropo Clase Alta
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Re: • Capitulo III • Diremos nuestros votos al sol y daremos nuestro amor a la luna || Privado +18
Vannia, devolvió el beso, mucho más apasionado que el recibido, mientras sus mejillas se teñían de un rosado encendido, - amor mio... te amo... te amaré... mientras viva... - susurró en los labios de Walter, para luego abrazarse a él, fundiéndose en un abrazo que no tenía nada que ver con la alegría del momento. Algo en ella le decía que estaban en peligro, claro que tenía que ver un poco con la charla mantenida unos días antes con el albacea de su padre, pero, ahora, la sensación de muerte les rondaba como si fuera un pájaro que observa la presa que yace inmóvil en el pastizal. Los invitados se habían parado, esperaban pacientes a que los novios recorrieran el sendero que los llevaría al carruaje y como era costumbre el novio debería tirar un puñado de monedas, en pedido al destino de prosperidad y abundancia.
Juntos caminaron aquel camino, un sendero de piedra, a los costados el césped verde y los arboles frondosos que mostraban la benevolencia del clima en aquella comarca. Vannia mantuvo una sonrisa serena, intentando demostrar a todos que nada le preocupaba, mas estaba segura que él se daba cuenta de su desasosiego, - Dios solo quiero llegar al castillo, que el banquete termine y acurrucarme entre sus brazos, segura que nada malo nos podrá pasar mientras estemos juntos - caviló mientras se aferraba con mas fuerza del brazo de su esposo.
Mientras tanto en el castillo...
Diferente era el ambiente que reinaba en el castillos, al que se vivía en la iglesia, en donde todo era alegría, aplausos, risas y felicitaciones para la feliz pareja. En el castillo, los preparativos para recibir a los invitados y a los novios, provocaban que el lugar fuera un torbellino de personas, un caos que a su vez lograría un orden indispensable para un evento de aquella magnitud. No era simplemente un casamiento mas, era la unión de la hija del Conde de Escocia, con un extranjero, que al casarse con ella, pasaría a ser un miembro de la corte, y ella podría ostentar el título de condesa. Pero, de ser así ¿que pasaría con el Conde que en esos momentos ostentaba tan distinguido titulo? aquello era lógico, el verdadero dueño del titulo era el padre de la joven, por ley no lo podía ostentar hasta que se casara, pero al hacerlo, el titulo volvería a sus legítimos herederos. En éste caso, la heredera era la joven Vannia y su esposo el caballero americano. Era de esperar que el conde y sus acólitos no permitirían que dicho traspaso se hiciera posible, no, mientras consiguieran la manera de eliminar el problema de sus vida, y la única forma de hacerlo era asesinándola. Fue por esa razón que se aseguraron que entre los sirvientes que debían llevar el banquete, hubiera un grupo de hombres y mujeres puestos para sus maquiavélicos fines. Aunque parecieran tan inofensivos como cualquiera de las doncellas y camareros que allí se encontraban, éste grupo de sirvientes, habían sido pagados para deshacerse de la mujer que aún vestida de novia, y que pronto llegaría al castillo. Miradas veladas, gestos casi imperceptibles, armas escondidas en medio de ropajes y caballos listos para la partida, en cuanto lograran matar a la infeliz bruja.
Juntos caminaron aquel camino, un sendero de piedra, a los costados el césped verde y los arboles frondosos que mostraban la benevolencia del clima en aquella comarca. Vannia mantuvo una sonrisa serena, intentando demostrar a todos que nada le preocupaba, mas estaba segura que él se daba cuenta de su desasosiego, - Dios solo quiero llegar al castillo, que el banquete termine y acurrucarme entre sus brazos, segura que nada malo nos podrá pasar mientras estemos juntos - caviló mientras se aferraba con mas fuerza del brazo de su esposo.
Mientras tanto en el castillo...
Diferente era el ambiente que reinaba en el castillos, al que se vivía en la iglesia, en donde todo era alegría, aplausos, risas y felicitaciones para la feliz pareja. En el castillo, los preparativos para recibir a los invitados y a los novios, provocaban que el lugar fuera un torbellino de personas, un caos que a su vez lograría un orden indispensable para un evento de aquella magnitud. No era simplemente un casamiento mas, era la unión de la hija del Conde de Escocia, con un extranjero, que al casarse con ella, pasaría a ser un miembro de la corte, y ella podría ostentar el título de condesa. Pero, de ser así ¿que pasaría con el Conde que en esos momentos ostentaba tan distinguido titulo? aquello era lógico, el verdadero dueño del titulo era el padre de la joven, por ley no lo podía ostentar hasta que se casara, pero al hacerlo, el titulo volvería a sus legítimos herederos. En éste caso, la heredera era la joven Vannia y su esposo el caballero americano. Era de esperar que el conde y sus acólitos no permitirían que dicho traspaso se hiciera posible, no, mientras consiguieran la manera de eliminar el problema de sus vida, y la única forma de hacerlo era asesinándola. Fue por esa razón que se aseguraron que entre los sirvientes que debían llevar el banquete, hubiera un grupo de hombres y mujeres puestos para sus maquiavélicos fines. Aunque parecieran tan inofensivos como cualquiera de las doncellas y camareros que allí se encontraban, éste grupo de sirvientes, habían sido pagados para deshacerse de la mujer que aún vestida de novia, y que pronto llegaría al castillo. Miradas veladas, gestos casi imperceptibles, armas escondidas en medio de ropajes y caballos listos para la partida, en cuanto lograran matar a la infeliz bruja.
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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