La luna fue nuestro testigo....de todo.. {Argus}

La noche reinaba en todo su esplendor. Las sombras del bosque acaparaban cada rincón del frondoso bosque que rodeaba los rincones de París. Rincones en los que ocultaban muchas historias en la que eran olvidadas con el tiempo. Todo estaba en silencio aquella noche y desde hace mucho, no había estado en un lugar tan tranquilo. Decidió pararse y sentarse en un tronco ancho de pino gastado, envuelto en verde musgo y de tacto suave. Alzó su verde mirada hacia la bella luna que yacía orgullosa en el cielo de la noche, sonrió y recordó el día en que la observo por última vez, sobre un tejado escurridizo de Segovia. Se abrió dos botones del escote de su vestido y suspira aun mirando a la luna.

Estaba sola, así que mucho no había que hacer. Se desabrocho la camisa entera y dejo entrever su corsé de armadura, nuevos modelos de armadura para las mujeres y dependiendo del diseñador era un modelo distinto. Hasta que no encontró a uno que le convenciera, no paro en su búsqueda de la armadura perfecta. Llevaba en el centro grabada la cruz de la Orden, aquella en la que ingresó. No se arrepentía, pues sentía que algo bueno habría conseguido con su esfuerzo de seguir en la orden. Saco los cuchillos con pedrería y de un escondite en la falda del vestido, saco un trapo que fue con el que comenzó a mimar sus dagas. Mientras iba limpiando sonreía y comenzó a tararear con su delicada voz una canción que había aprendido en el orfanato. La única que se sabía.

Fueron cortos los años en los que pasó en una familia adinerada, pero con el uso de la familia a su favor, había conseguido llegar a este lugar, a este momento en el que podría estar cerca. Termino de hacer uso del afecto hacia sus armas y guardo delicadamente su daga. Un sonido de la nada, hizo que su alerta emergiera en disimulo mientras volvía a abotonarse la camisa. Se ató el pelo suelto en un hermoso moño con uno de los palillos chinos que la Boutique chínese le regalaba cada mes. Su sonrisa delicada a cuerpo de joven inocente, hizo encender el fuego del juego que le agradaba tanto, cuando se encontraba frente algún peligro desconocido.

Lentamente mientras se encontraba sentada en el tronco, deslizo una de sus manos hasta el bajo de su falda y saco a su querida Roxanne, una pistola de pistón fundada en madera de roble rojizo oscuro, de plata y digamos, la más rápida en el mercado, aunque eso dependía del consumidor, pero en el caso de Ivy no era el caso. Lentamente se levantó y se dirigió con arma en mano hasta un roble alto que crecía inclinado. Se escondió y espero a que aquella desconocida amenaza, se mostrara hacia la luz. La maleza del bosque se movia inquieta entre sus raíces, seguramente algo habría alli dentro. Ivy era paciente pero todo el mundo tiene sus límites. Con la mirada fija en el otro lado de la maleza, apuntó detrás del árbol hacia delante. "Vamos...Sal.."-Pensó mientras esperaba.

Todo en aquella noche podría cambiar con tan solo una silueta bañada en la luz de la luna. Exasperada, bajo lentamente el arma para ver mejor al frente y no se lo podía creer. Un cervatillo se habia perdido en el bosque y asomaba timidamente su cabeza entre las hojas. Una sonrisa aparecio en el rostro de Ivy y la ternura le invadia poco a poco. Instantaneamente, comenzó a acercarse al cervatillo, pero un disparo que retumbo en el eco de la noche, hizo caer el cuerpo del cervatillo, muerto y sin vida sobre el suelo del bosque. El enfado enseguida se instalo en el cuerpo de Ivy y se escondio de nuevo apuntando hacia delante mientras esperaba entre las sombras al culpable. ¿Quien había sido? Quien lo haya echo, las iba a pagar... y más si lo habian matado delante de sus ojos.

Siguio esperando y no veia a nadie aparte del cadaver del ciervo. De nuevo las hojas de los arboles, se movieron a los lados brucamente, dejando entrever a una corpulenta sombra envuelta en una capa negra. No podia ver su rostro asi que volvio a colocar el arma pegado a su pecho. Suspiro lentamente para hacer el menor ruido posible. Estuvo observando a la sombra que se acercaba al cuerpo del cervatillo. ¿Era la muerte? ¿Tendria que haber muerto ella y no el cervatillo? La muerte estaba siempre presente en las pesadillas de Ivy. No paraba de soñar con una mujer de cabellos castaños, que presenciaba la muerte de sus padres en una fiesta colosal, dentro de un castillo enorme y como era violada en el sueño. Algunas veces se despertaba de golpe, sudando a gota fría, pero luego al acostarse de nuevo, dormia con tranquilidad. Sueños y más sueños invadian las noches de Ivy, mostrando imagenes de diversos encuentros y viviendolos de nuevo, como si los hubiese echo antes.

Observo con cautela un poco más a la sombra y borro la idea de que pudiera ser la muerte ¿Y la guadaña? Volvio a esperar y apunto fijamente a la sombra. Espero con el brazo en alto hasta que tuviera indicios de alguna idea encaminada.