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Bajo la penumbra de los candelabros [Skyler][+18] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Dimitri N. Levallois Mar Oct 20, 2015 7:43 am

Contempló la ciudad que se extendía, poderosa, ante sus ojos desde la habitación de la pensión donde se alojaba. Los rayos del sol empezaban a ocultarse entre las nubes, dejando que las sombras de la noche comenzaran a cernirse sobre las calles. ¿Qué hacía allí? Esa era una buena pregunta, tal vez excelente. La respuesta le ponía de mal humor y eso se reflejaba en su semblante desde hacía semanas. Arrugó el papel que tenía entre sus manos y en el que aparecía la descripción de la chica. Estaba enfadado, molesto más bien. No entendía por qué le había pedido a él que se encargara de buscar y proteger a esa chiquilla, no era el guardián de nadie y detestaba tener que hacer de canguro.  Buscó un cigarro mientras apoyaba la espalda sobre el marco de la ventana. Respiró hondo y cerró los ojos mientras las palabras del que consideraba su mentor volvieron a su mente, casi como si todavía las estuviera escuchando.

Era una tarde de hacía poco más de un mes. Dimitri acababa de volver de caza, algo que, desde hacía unos años, se había convertido en su vía de escape. Ya no se odiaba por ser lo que era, no se consideraba un monstruo y había aprendido a mantener a raya sus instintos más primitivos. Todavía no dominaba su cuerpo al cien por cien y seguía convirtiéndose cuando la ira se apoderaba de él, pero trabajaba duro para poder llegar a tener todo el control. No tenerlo le hacía sentirse vulnerable y odiaba esa sensación. Sin embargo, cuando cazaba, permitía que esa parte animal saliera a flote sin ningún tipo de restricción. Casi era como si solo pudiera ser realmente él en esos precisos momentos. Acababa de regresar de unas cuantas horas perdido por el bosque cuando le avisaron de que el jefe le esperaba. Ni siquiera fue a asearse, pensando que se trataba de algo importante. Y así fue, pero no era nada de lo que esperaba.

El hombre le relató la historia de su familia, la desaparición y la muerte de los miembros de la misma y, luego, le comentó que había descubierto que su sobrina seguía con vida. Conocía muy bien esa historia. La contaba muy a menudo. Tal vez como un cuento para no dormir o como una forma de desahogar su culpa. Una mujer repudiada por su propia familia, algo de lo que el muchacho entendía más de lo que le gustaría, un asesinato y un cuerpo que nunca apareció. La culpa y los remordimientos por no estar allí, por haber dejado sola a su hermana, habían formado surcos negros bajo los ojos del mentor de Dimitri. Y por eso, al conocer que su sobrina podría estar viva, le pidió que fuera tras ella, que la trajera sana y salva. Pero no era más que un rumor que puede que ni siquiera fuera cierto. Al principio puso pegas, pero conocía demasiado bien el conflicto interno que su maestro albergaba y, tras unas cuantas frases, no pudo negarse. Aunque eso no significaba que hubiera cambiado de idea y que le gustara ir tras alguien que puede que ni fuera quien decían.

Le dio una calada al cigarro, que se había consumido casi en su totalidad mientras él estaba inmerso en sus pensamientos y suspiró. La hora se acercaba. Podía ver, desde la ventana de su dormitorio, como los clientes comenzaban a entrar. Hizo una mueca. Eso también le desagradaba. Estar allí no era, precisamente, plato de buen gusto para el muchacho, pero no le quedaba de otra. Esperaba que los datos que había estado recopilando fueran ciertos. Esperaba que ella estuviera allí y poder zanjar el tema de una vez, llevarla hasta la que sería su casa. Deseaba que realmente se tratara de la sobrina, porque no quería ser portador de malas noticias. Una llama de esperanza se había instalado en el corazón de un hombre roto por el dolor y la culpa y él no quería ser el que la apagara de un soplido sin pretenderlo. Era lo más parecido a un padre que tenía, alguien al que realmente apreciaba y admiraba. La única persona a la que Dimitri protegería con su propia vida si fuera necesario.

Se colocó el abrigo y salió de allí, dejando que el frío de los paises bajos lo inundara por completo. Caminó con paso decidido hasta el burdel y se quedó unos segundos contemplando la entrada. Miró a su alrededor, más porque eso eran lo que hacían todos los que allí entraban que por necesidad, ya que en ese lugar nadie lo conocía. Se había pasado la última semana estudiando el edificio, observando a todos los clientes que iban y a las damiselas de dudosa reputación, como solían llamarlas, que salían. Se había dado más de una vuelta por el lugar y había escuchado cientos de conversaciones sobre el sitio. Entró y un olor excesivamente empalagoso bañado en alcohol rancio inundó sus fosas nasales, lo que hizo que su mueca fuera todavía más desagradable. Deslizó su mirada por todo el local, mientras sus ojos se acostumbraban a la penumbra que los candelabros dibujaban sobre el salón. De repente, alguien se interpuso entre él y inspección, haciendo que el muchacho alzara una ceja. Se trataba de una mujer oronda, ataviada con un corsé que hacía que sus pechos sobresalieran demasiado y con una boa de plumas alrededor de su cuerpo.-Bienvenido a mi humilde casa, caballero. ¿Busca algo de diversión? Puedo presentarle a un par de chicas que estoy segura de que serán de su agrado-le dijo y él negó con la cabeza.-Quiero a Sky-musitó, de forma seca. Se iba a hacer pasar por un cliente para poder hablar con la chica a solas. Ese era su plan. Sencillo y esperaba que eficaz. La mujer asintió levemente y le hizo un gesto para que lo acompañara.


Última edición por Dimitri N. Levallois el Jue Oct 22, 2015 5:58 am, editado 1 vez
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Mensaje por Skyler Marchant Mar Oct 20, 2015 1:38 pm

Se puede fingir todo lo que uno quiera,
pero una mirada siempre lo confesará todo.

—Paulo Coelho.



Si el cliente pedía obedecer, todas debían de acatar su palabra y obedecer. Si ellos deseaban una prostituta más salvaje o más sumisa, ellas debían de transformarse y garantizar que los deseos propios de aquellos clientes, fuera siempre superior al suyo. Ellos siempre serían los primeros. El placer de una misma podía ser negado por cualquiera, pero el de ellos, jamás podrían negarles la culminación. Los clientes debían de ser sus dioses y ellas simples concubinas, lo que verdaderamente, así era. Una prostituta nunca tendría voz ni voto. El negarse no debía existir en su vocabulario y el deseo de complacer debía de parecer una segunda piel. Los castigos que podrían ser sometidas de infringir alguna de estas normas, podría recurrir de un mínimo de días en ayunas, hasta probar el cuero del látigo en sus posaderas.

Skyler llevaba desde su infancia oyendo la misma historia, una y otra vez cuando al burdel llegaba “carne” nueva. Jóvenes en busca de dinero rápido, otras por necesidad y siempre entre ellas, existían las que habían sido vendidas como pago a las deudas que sus familias habían contraído con los dueños del oscuro negocio. Últimamente, por suerte, el número de prostitutas de ese último bloque habían ido decreciendo, hasta llegar a la situación que en los últimos meses todas las chicas que habían llegado y se habían entregado, lo hicieron por propia voluntad.

«¿Cómo podría alguien querer pertenecer a ese mundo de depravaciones y privaciones?» Se preguntó Sky.

Ya la tarde había caído y contra su ventana recortada se encontraba su figura. Sus ojos curiosos, vivos, aunque tristes, no dejaban de observar las sombras de aquellas jóvenes que hoy dejaban el burdel para irse a trabajar en las calles de los alrededores. Muchas veces las había envidiado. Ella tenía prohibido salir y bajo ninguna circunstancia había podido en sus años de servicio atrapada entre esas cuatro paredes. Nunca había recorrido las calles de Ámsterdam, siempre viviendo encadenada a ese burdel de mala muerte. No conocía nada más que fuera más allá de la puerta principal, sin embargo, eso estaba por cambiar. Llevaba allí más de quince años y por fin, esa noche podría vengarse de aquellos que la habían esclavizado a vender su cuerpo cada noche y a rebajarse cada día un poco más, hasta no dejar pie con cabeza. Hasta hundirla y con ella, la loba que corría por sus venas. Estaba todo preparado. Esa noche iba a ser especial, con la nueva elección de féminas para el burdel de todas las que se habían presentado, los jefes se reunirían en su salón privado de juegos, donde se llevaría a cabo toda la diversión de la noche a cortina cerrada. La joven no había sido invitada como hetaira, pero ella sería la ocupada de preparar las bebidas a sus cuatro señores, y allí llevaría a cabo su plan. Solo esperaba que el veneno fuese tan lento como le habían dicho y tan mortal como hablaban. Y solo después de que el último de ellos cayera bajo los efectos del veneno, ella se iría a una nueva vida, lejos del burdel, de su prisión y todo cuanto conocía.

Sky, es la hora. —Oyó que la llamaban a través de la puerta de su habitación en cuanto la noche empezó a cubrir el manto del cielo—Prepara a las muchachas.

Enseguida asintió y terminándose de atar el corsé del vestido rojo que esa noche adornaría su cuerpo, salió apresurada en busca de la carne nueva que esa noche sus señores tastarían y probarían, mientras sin saberlo, probaban de la muerte en sus vasos. Una vez llegó a las habitaciones compartidas de las nuevas, las ayudó en lo necesario y al poco tiempo las llevó hacia el salón privado donde se desarrollaría la fiesta de aquella noche. Normalmente conociéndolos como lo hacía, cada uno escogería a un par, máximo tres de ellas para el servicio y deleite de cada uno. En otras circunstancias Skyler habría puesto el grito en el cielo, pero no aquella noche en la que le interesaba que los señores no se dieran cuenta de nada. Así que ayudándolas de antemano a desinhibirse, les dio a las más tímidas y jóvenes un par de copas, para que fueran entrando en calor, hasta que entraron los señores. Al entrar todas las chicas fueron a ellos, una por una acariciándolos. Ellos reían complacidos de las atenciones femeninas hasta llegar ante ella. Enseguida les ofreció sus copas del mejor bourbon del país, en esta ocasión especialmente preparado y dejando más para rellenar cuando se las terminaran, salió en cuanto se animó el ambiente dejándolos en la intimidad y sus juegos. El veneno ya corría por las venas de los cuatro, ya solo hacía falta un poco de tiempo.

Respirando hondo al salir de esa habitación privada, tomó aire y a continuación, se encaminó hacia las escaleras por las que bajó al piso principal, donde se encontraba el bar y el primer contacto con los clientes. El olor a alcohol y a humo de cigarro llegó enseguida a sus fosas nasales. Frunció el ceño tan poco acostumbrada tras tantos años de servicio a ese olor nauseabundo, solo salvado por el perfume de las hetairas y sonriendo a una de las jóvenes que atendía una mesa, la ayudó inmediatamente, llegando a tiempo de evitar que se le cayera una de las botellas al suelo. Retuvo el cristal en su mano, y al volver a depositarla en la mesa, un temblor recorrió su cuerpo, provocando que a punto estuviese la botella de caerse de su mano. Extrañada por aquel suceso depositó la botella en la mesa a salvo y de nuevo sintió un extraño sentimiento recorriéndole por dentro. ¿Qué era aquello? Se preguntó mirando de soslayo las mesas buscando el culpable entre la gente. Más no vio nada y despejándose, llevó las copas vacías de una mesa hacia la barra del bar, cuando allí sí, un perfume embriagador, colapsó todos sus sentidos. Era un potente e intenso olor masculino. Olía a lobo, a bestia y a hombre. Una mezcla perfecta para quien gustase de depredadores dominantes y lobos fieros. No obstante, aquel no era el perfil de cliente que Sky aceptaba, jamás lo había sido, no con una loba rabiosa, salvaje e indómita que habitaba en ella, y la cual en ese momento se encontraba tensa, arañando su piel para salir, deseosa de entablar una lucha de intenciones con el lobo que cada vez se acercaba más a su espalda. Ella no deseaba otro animal en su vida, tampoco en su cama… pero aquel maldito olor, empezaba a hacer estragos en ella.

Gustáis de gustos caros, caballero. Esa joven es la joya de la corona, si deseáis llegar al cielo, ella es la muchacha indicada para ello. Disfrutadla.

No hizo falta voltearse para saber que se dirigían hacia ella, ni tampoco para adivinar el rostro tras aquella voz femenina que llevó al cliente ante ella, o más bien, ante su espalda. La mujer era la encargada de que todo cuando aconteciera en la noche, concluyera bien y no hubiera ningún cliente insatisfecho. También se encargaba de los turnos de las hetairas y de proporcionar clientes. Aquella noche Skyler pensó en al ser su última noche, no pasar la noche en los brazos de ningún hombre, por más oro que pudiesen pagar por sus atenciones. Y lo tenía claro, hasta la llegada de aquel joven. Ahora lo único que deseaba era ponerle un rostro a aquella presencia y a aquel perfume, que lograba hacerla vibrar como ningún hombre antes. Inhaló una bocanada de aire y lentamente se giró, viendo la mujer irse y al hombre frente a ella. Se obligó a respirar y sintiendo como si ardiera por dentro, con el corazón en un puño, Skyler alzó la mirada hacia el rostro del licántropo y sus ojos se encontraron.

Buena noche... —susurró con una voz suave, cadenciosa y seductora, al tiempo que sus miradas colisionaron—. ¿Me ha hecho llamar, mi señor?

Y por primera vez en la noche, se quedó sin aliento.

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Mensaje por Dimitri N. Levallois Jue Oct 22, 2015 5:46 am

Dimitri había estado observando el burdel desde hacía varios días. Casi no habia hecho otra cosa desde que llegó a la ciudad. No había disfrutado de su estancia, no había recorrido las calles ni había hecho turismo. Simplemente se quedaba encerrado en su habitación, aprovechando que tenía una vista más que buena de ese local. Comía allí, ni siquiera iba al comedor común ni conocía al resto de huéspedes que allí habitaban, por unos motivos o por otros. Se pasaba el día encerrado y por la tarde y buena parte de la noche deambulaba por los alrededores del prostíbulo. Le había costado mucho dar con la muchacha, y no estaba del todo seguro de que se tratara de ella, por lo que necesitaba investigar un poco más antes de dar el siguiente paso, a pesar de que lo único que quería era regresar de una buena vez y olvidarse de todo ese asunto. Cuando la llevara con la manada, el problema dejaría de ser suyo y su mentor se encargaría.

Averiguaría quién la había llevado hasta ese lugar y la pondría a salvo antes de partir hacia el que sería su nuevo hogar. Tenía instrucciones claras y concisas. Y las cumpliría lo antes posible para poder volver a su rutina diaria, para volver a disponer de su libertad. Pero no debía apresurarse, todo tenía un tempo y un ritmo, eso se lo había enseñado muy bien su maestro. Las prisas no son buenas consejeras y un trabajo sencillo se puede convertir en un auténtico desastre si se actúa de manera precipitada. Se la llevaría de ahí esa misma noche y no dudaría en dejar fuera de combate a cualquiera que se lo intentara impedir, que no serían pocos. Por lo que había podido observar, Sky era una de las muchachas más cotizadas y no había noche que no tuviera varios clientes. Por eso iría al burdel antes de lo que se dominaba la hora punta, para asegurarse de que nadie se adelantara a él y tuviera que estar más de lo previsto en ese horrible lugar.

Porque sí, el lobo pensaba que se trataba de un lugar asqueroso y maloliente. Un sitio en el que las más bajas pasiones dominaban cada rincón y en el que el alcohol corría de mesa en mesa. No entendía cómo alguien podía pagar por tener sexo, aunque supuso que en su mayoría se trataba de hombres astiados de un matrimonio que los consumía de forma lenta y dolorosa, caballeros, si es que se les podía llamar así, que intentaban dar rienda suelta a sus fantasías más ocultas, aquellas que nadie podía saber, utilizando a las mujeres del burdel como un trozo de carne cuya finalidad era satisfacer sus más perversas depravaciones. Chasqueó la lengua y respiró hondo. No, definitivamente no iba a pasar más tiempo del necesario entre esas cuatro paredes. O al menos eso era lo que tenía en mente, pero los planes no tienen por qué salir como uno desea. Caminó con paso seguro hasta la entrada y, una vez allí, alzó una ceja cuando un par de ancianas intentaron evitar que entrara, alegando que se trataba de un antro de perdición en el que el pecado estaba al orden del día. Dimitri tuvo que aguantarse las ganas de contestarles de mala manera, porque la religión no era, precisamente, algo que rigiera su vida. No es fácil creer en Dios cuando te ves a ti mismo como un monstruo durante mucho tiempo y te encuentras totalmente solo, sin nadie que cuide de ti cuando eres tan pequeño que no te vales por ti mismo para muchas cosas. No, no es fácil creer en un Dios misericordioso cuando no eres más que un niño repudiado por su propia familia por algo que eres y que no has escogido. Algo que te han impuesto y que no puedes cambiar. Sin ni siquiera dirigirles una mirada entró en el burdel y buscó a Skyler con la mirada, sin encontrarla.

Observó durante unos segundos a la mujer que lo atendió, clavando su mirada en ella, sin pestañear. No supo si antaño había sido una mujer hermosa, pero actualmente las arrugas surcaban su cara, disimuladas con un maquillaje demasiado intenso como para ser agradable a la vista, y sus carnes habían perdido la tersura de la juventud, casi parecía que fueran a reventar las costuras del corsé que llevaba en cualquier momento. El comentario que hizo sobre Skyler provocó que Dimitri tuviera que contener una mueca de hastío, puesto que le acababan de confirmar lo que ya sabía. Era una de las muchachas más cotizadas y eso solo complicaría más las cosas, ya que estaría bastante vigilada.—El dinero no es problema—musitó, mientras sacaba de su bolsillo un fajo de billete y se lo mostraba.—¿Cree que habrá suficiente como para comprar el valioso tiempo de la joya de la corona?—preguntó, utilizando exactamente las palabras que la mujer había empleado. La codicia brilló en los ojos de la madame, mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios y asentía lentamente.—Creo que su presencia en el local será más que bienvenida siempre que lo desee, señor—comentó, únicamente, y aunque no añadió siempre que nos otorgue semejantes beneficios, eso estaba implícito en sus palabras. Dimitri no contestó, simplemente dejó que le arrebatara el dinero y observó como lo contaba con ansias, antes de dirigirle hasta donde se encontraba la muchacha. El plan comenzaba, no había vuelta atrás. Solo esperaba que los billetes que le había dado sirvieran para tener intimidad, para evitar que algún par de ojos estuvieran cerca de donde quiera que acabarían esa noche. Tenía que hablar con ella y nadie podía escuchar sus palabras.

De inmediato supo que ella estaba cerca. Un olor llegó a sus fosas nasales y aunque no podía estar seguro de que se tratara de la muchacha y no de cualquier otro licántropo, su instinto le decía que era ella. Caminó lentamente, controlando el revuelo que le había causado su fragancia, intentando parecer calmado y distante. Se preguntó por qué le alteraba tanto un simple aroma, pero ahora no era el momento de buscar respuesta a semejantes preguntas. Cuando la señora llamó la atención de Skyler y esta se giró, Dimitri pudo, por primera vez, contemplarla desde cerca. Deslizó su mirada por su rostro, clavando sus ojos en los labios de la chica más segundos de los que hubiera deseado, y fue bajando lentamente. Volvió a detenerse en su pecho, envuelto por un corsé rojo que se ceñía a su cuerpo como una segunda piel y que dejaba ver más que una generosa porción de carne. Su miembro comenzó a endurecerse ante la idea de arrancarle el corsé y dejar al descubierto sus pechos, por lo que el muchacho tragó saliva y carraspeó levemente, intentando centrarse. —Que nos dejen a solas—musitó, de manera tajante. La mujer asintió y comentó que dispondrían de la mejor de las habitaciones para ellos dos, pero Dimitri estaba demasiado ocupado observando a la chica como para importarle si se trataba de una habitación lujosa o de un cuchitril de mala muerte.—Sky, cuando el caballero lo considere oportuno, llévalo hasta una de nuestras suites—susurró antes de mirar al chico.—¿Me permite recomendarle primero una botella de nuestro mejor vino?—le preguntó la señora, pero tan solo obtuvo una mirada recriminadora por parte de él que hizo que la madame se marchara de inmediato.  

Observó por el rabillo del ojo como esa mujer se marchaba y gruñó levemente al escuchar a Sky llamarle mi señor.—Dimitri—exigió y la tomó de la mano para ir a un lugar en el que no los observaran. Dejó que fuera ella la que lo guiara y no tardó en darse cuenta de que se trataba de su propia alcoba, puesto que allí su olor era todavía más intenso, lo que hizo que su miembro diera una dolorosa punzada contra la tela de su pantalón. Un orangután con aspecto de pocos amigos se puso frente a la puerta y el lobo imaginó que se trataba de uno de los hombres cuyo trabajo era asegurarse de que todo iba bien, por lo que acorraló a la muchacha contra la pared y mordió su clavícula antes de apoderarse de sus labios.—Cierra la puerta—le exigió tras estirar el labio inferior—No quiero que nadie nos moleste—añadió y en cuanto la chica lo hizo se maldijo, puesto que ahora no entraba ningún otro olor que pudiera distraerlo. El perfume de Skyler se hacía todavía más intenso, nublando su propio juicio. Aprovechando que la muchacha estaba de espaldas fijó su mirada en su culo y, de manera inevitable, se imaginó a él mismo amarrándolo por debajo de la falda, acariciándolo, haciendo que se sentara encima de él y sintiéndolo sobre su propio miembro.
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Mensaje por Skyler Marchant Jue Oct 22, 2015 3:42 pm

El deseo nos fuerza a amar lo que nos hará sufrir.
—Marcel Proust.



Nada, ni nadie, ni aún las enseñanzas de su madre la habían preparado para una situación como aquella. Debían separar siempre sus emociones al trabajar, pero esta vez le resultaba difícil de imaginarse que pudiera siquiera sacarse de su mente su presencia, aun cuando él la hubiese abandonado en la noche. Debía de recordar su papel. Y lo recordó, pero el recorrido que hizo con su mirada antes de llegar a sus facciones, poco le ayudaron y aún menos lo hicieron cuando lo vio. Un adonis; un culto al lobo y al hombre. No tenía forma de llamarle, más que una oscura fascinación que nunca antes había sentido, ni mucho menos tan fuerte e intensa como esta vez.

La joven licántropa se quedó sin aliento cuando sus ojos alcanzaron su rostro: sus facciones eran viriles, marcadas pero a la vez suaves. Poseía una nariz perfecta, y unos labios carnosos y aterciopelados de aquellos que con solo una sonrisa podrían desarmar a cualquier femenina que cayera en sus encantos. Y Sky deseó caer, profundamente hasta el final del abismo, si el abismo era él. No obstante, no fueron sus labios, ni el cuerpo que se adivinaba a la perfección tras su camisa los que atraparon por completo la mirada de la licántropa. Si no que fueron sus ojos… aquellos ojos salvajes y fieros, los que la encarcelaron. Tenían un brillo especial, casi animal. Era imposible no caer en su hechizo, aún menos no desearlos. Eran de un precioso y oscuro color dorado, profundos y misteriosos. Aquella era mirada de un alfa, de un depredador. Y la joven se había topado con alguno de ellos, sin embargo, jamás como el que tenía enfrente. Él parecía ser un caso especial, porque a pesar del miedo que debía de influir, todo en él desprendía sensualidad, desde la forma en que sus ojos recorrían su cuerpo hasta su posición erguida, atenta, siempre acechante. Era algo descaradamente irresistible y era incapaz de explicarlo o de controlarlo. Quería luchar contra ese sentimiento que le desgarraba el pecho pero a su misma vez, le ansiaba, como una loba solitaria al lobo que la corteja y domina.

Bajo su inspección, sus pechos se hincharon dolientes contra el corsé que los resguardaba, su respiración se tornó más rápida y deseó que él no fuera consciente de lo que le provocaba o aquella noche, ella sería la cazada. Escuchó su nombre y se resistió a contestar su gruñido con uno similar. Guardó aquel gruñido que ya rasgaba su garganta y asintió con miedo a no tener todavía voz, tras el impacto de su primera mirada.

Seguidme, por favor—consiguió decir sin ningún temblor de su voz que la delataran, tras unos segundos.

Tomó su mano y sonriéndole le llevó hacia el piso superior, directamente hacia su alcoba donde por última noche y en su última noche, volverían a llegar al cielo. O mejor dicho, al infierno. Dimitri de parecerse, no sería a un ser celestial del cielo, sino un diablo. El rey de los demonios, aquel debía de ser él. Un ser capaz de hacer perder las alas a cualquiera con que se le cruzase, reteniendo a cualquiera con solo un mandato de sus labios amoldados en las aguas del averno. Su mirada ya era suficiente para ese elogio. Subiendo las escaleras sintió su mano tensa, como un lobo a punto de saltar sobre la presa, contenido, esperando el momento. Más no era el único, su loba también batallaba y en un afán de galantería al subir cada una de las escaleras movió su cadera, acompasándose con el movimiento de su cuerpo y el de su caminar hasta la llegada a la alcoba.

La sonrisa una vez allí, poco le duró cuando el joven sin esperárselo la acorraló contra una de las paredes. Ladeó el rostro y ante aquella mordida, la joven se estremeció y jadeó, ahogando ese delicioso sonido en la boca masculina cuando este buscó sus labios. Ni siquiera fue consciente de nada más allá de sus labios, su perfume y su cuerpo pegado al suyo, que tan pronto empezó, a regañadientes terminó. Y la loba deseó más y supo que en esa habitación, no era la única en desearlo.

Cierra la puerta—le exigió—No quiero que nadie nos moleste.

Aquella voz la recorrió de los pies a la cabeza haciéndola vibrar. Su voz tenía un tono oscuro y sexy, muy masculino. Skyler suspiró cuando dejó de atormentarla y encaminándose hacia la puerta, la cerró como le había ordenado. Permaneció unos segundos sintiendo su respiración ajetreada, intentó normalizarla y girándose de vuelta, regresó la mirada al famélico lobo que la desnudaba con la mirada. Inmediatamente ante aquella descarnada visión, una corriente eléctrica la recorrió por completo y el normalizar su respiración, no sirvió de nada. Nunca antes con ningún otro hombre le había ocurrido. Todo su cuerpo le ansiaba y el mordisco en su clavícula ardía al recordar sus labios masculinos besando aquella parte de su anatomía. ¿Cómo se sentirían sus pechos bajo el ataque de sus dientes y su lengua? Se preguntó la joven mirándolo con sus ojos fundidos en deseo, imaginándose al lobo jalando y mamando de ellos. ¿Podría él adivinar la señal inequívoca de necesidad de su cuerpo? Volvió a pensar al ver el brillo del lobo intensificarse al mirarla. Debía de notarlo, cualquier depredador conocería aquel perfume en la piel de su víctima. Estaba más que excitada y su mirada… en ella también ardía el deseo.

Mordiéndose el labio inferior caminó de regreso a aquel cuerpo que despedía calor a raudales, topándose con su torso fuerte y ancho. Sonrío y subiendo la mirada, le miró a los ojos. — ¿Y qué debo hacer ahora?— Susurró contra su aliento, relamiéndose el labio capturando con aquel movimiento la atención masculina. A continuación, las palmas de Skyler fueron sobre su pecho en una cálida caricia. Con las manos abiertas y los dedos separados recorrió sus firmes músculos, abarcando piel sin importar el fino algodón de la camisa. Al tacto quemaba, pero sin saber cuál de los dos ardía más; si su cuerpo o el del lobo, a nadie podía culpar de pretender ahogarla en fuego que empezaba a consumirlos. — ¿Que deseáis de mi esta noche, Dimitri? —Añadió—Puedo colmar cualquier deseo que tengáis, hasta los más oscuros… y primitivos, solo con que me lo digáis. —musitó con la voz rota de necesidad mirándole descaradamente a los ojos mientras una de sus manos abandonaba su atlético pecho, y empezaba lentamente a desatarse las cintas de su corsé.
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Mensaje por Dimitri N. Levallois Vie Oct 23, 2015 4:39 pm

Las instrucciones eran claras y concisas, pero, por primera vez en todo el tiempo que llevaba alejado de los que él consideraba los suyos, no se veía demasiado capaz de hacerlo y todo se debía a su olor. Era su perfume el que lo estaba trastornando y no sabía si iba a ser capaz de controlar sus más bajos instintos. ¿Por qué tenía que oler tan jodidamente bien? Y su piel parecía tan suave...Se imaginó cómo sería acariciarla, hundir sus dedos en sus muslos, tenerla completamente desnuda y a su merced. Ahogó un gruñido en su garganta y metió las manos en sus bolsillos, apretando los puños hasta que le dolieron, a ver si de esa forma podía concentrarse en lo que le había llevado hasta ese asqueroso lugar.

Observó como la muchacha lo miraba y si no fuera porque estaban en un burdel y porque para ella no sería más que otro cliente más, parte de su trabajo, le pareció ver deseo en su mirada. Sus ojos claros parecían centellear, pero se dijo a sí mismo que se trataría del reflejo de los candelabros que mantenían en penumbra el lugar. Durante un segundo deseó ser él el que despertara su instinto animal, el que la hiciera gemir mientras se hundía una y otra vez en ella. No le extrañaba que la llamaran La joya de la corona y que fuera una de las chicas más demandadas, tan solo había que ver la estrecha cintura que tenía y el vestido que ceñía su cuerpo entero. Iba vestida, era cierto, pero su atuendo avivaba la imaginación de cualquier hombre, haciendo que recorriera su anatomía mientras iba pensando la manera de desnudarla. Mientras ansiaba el momento de tenerla entre las sábanas, debajo de su propio cuerpo. Justo lo que le estaba pasando a Dimitri en ese preciso momento. Y eso le molestaba, claro que lo hacía, porque siempre había presumido de poder controlarse. Se había esforzado para dominar su propio cuerpo y aunque en ocasiones no lo conseguía, sí que era cierto que pocas cosas conseguían que perdiera los papeles. Y Skyler parecía ser una de esas pocas cosas. La miró unos segundos, de manera intensa, como si quisiera analizarla. Sí. Sky haría que cualquiera perdiera la cabeza, de eso no le cabía duda alguna.

Pero no quería ser uno más de los que estaban allí, uno de esos que iban noche tras noche a buscarla. No quería ser como uno de esos borrachos que ahogaban los pocos escrúpulos que le quedaban en un buen vaso de whisky con hielo y, tras el último trago, se dejaban llevar por la chica en cuestión dispuestos a satisfacer sus más bajos instintos. Un par de arremetidas rápidas, unos jadeos y una descarga antes de caer derrumbados en la cama. Así se encontraba, envuelto en sus propios pensamientos, cuando la voz de Skyler llamó su atención. La muchacha le había pedido que la siguiera y él, incapaz de decir nada en ese momento, se limitó a asentir y a seguir sus pasos.

Tragó saliva cuando la chica tomó su mano y dirigió su mirada hacia allí. Un simple roce como ese y todo su ser se estremeció. Quiso detenerse, quiso cerrar los ojos y dar un puñetazo a la pared, pero no lo hizo. Y no lo hizo porque algo llamó poderosamente su atención. Maldijo que la habitación a la que se dirigían tuviera que estar encima de unas escaleras, en el piso de arriba, porque ver moverse las caderas de la muchacha era...una deliciosa tortura. Sin duda, si se hubieran conocido en otras circunstancias, habría hecho cualquier cosa por hacer ese mismo recorrido, lejos, muy lejos de ese lugar. En un sitio en el que ella no fuera considerada una mercancía que vender al mejor costor. Pero no podía ponerse a divagar. Tenía que llevar a cabo su cometido. Debía sacarla de allí y llevarla hasta su tío. Simple y llanamente eso. Algo que no parecía demasiado complicado, pero que le iba a costar un mundo si seguía perdiéndose en ese vaivén de caderas y en el sutil perfume que desprendía su piel.

Le había exigido que cerrara la puerta porque quería que el gorila los dejara tranquilo. Necesitaba asegurarse de que estaban a solos para decirle lo que realmente había ido a hacer allí, pero había sido peor el remedio que la enfermedad. Había utilizado la baza de la cercanía para tener un pretexto para que no sospecharan de nada, pero...Deseaba seguir inspeccionando su boca, saborearla, sentir sus senos sobre su propio pecho...Deseaba tenerla completamente desnuda y saciar el apetito que ella misma había abierto sin ni siquiera proponérselo. Era la sensualidad personificada y estaba seguro que si realmente quería seducir a alguien el infeliz caería rendido a sus pies sin remedio alguno.

Se relamió los labios cuando escuchó la puerta cerrarse y el sabor de la boca de la muchacha volvió a su cabeza. El beso que le había robado hacía tan solo unos segundos todavía estaba presente, sobre todo en su entrepierna, que cada vez le dolía más y que deseaba tomar el control, salir de su encierro para experimentar las caricias de la tentación que tenía delante. Porque no había otra forma de llamarla mejor que esa. Revolvió su cabello y chasqueó la lengua mientras paseaba por los aposentos. Le daba igual el color de las paredes, lo cómoda que sería la cama...Ni siquiera prestó atención al espejo del tocador o al armario que había al lado. Su atención se dividía entre sus propios pensamientos y lo que ella le provocaba. Intentaba mantener el control, volver a tomar la rienda de la situación. Respiró hondo y estaba a punto de decir algo cuando alguien llamó a la puerta. Dimitri gruñó y antes de que Sky pudiera abrir ella, él mismo se dirigió hasta allí y la abrió. Se encontró ante la mujer que le había recibido, que lo miraba con una sonrisa en sus labios.—Le traigo una de nuestras mejores botellas—dijo.—Gracias. Ahora creo que he pagado más que suficiente como para tener privacidad. Llévese a ese gorila de aquí—continuó, pero al ver que la madame iba a objetar algo sacó un par de billetes más y se los entregó.—Por supuesto. Pero no olvide que si necesita algo, acudiré de inmediato—añadió, pero Dimitri no dejó que terminara la frase, antes cerró la puerta y apoyó la frente en ella. Descorchó la botella y bebió un buen trago de ella, esperando así recuperar un poco de su cordura.

Cuando se volvió a girar fue al escuchar su pregunta. Tenía toda la intención de hablarle, de decirle el motivo por el cual estaba allí, pero verla de nuevo frente a él mientras se iba desabrochando los lazos del corsé fue más de lo que pudo soportar.—Mierda—jadeó y se acercó a ella de inmediato. Sus ojos habían ido directamente a sus pechos, que cada vez se veían con más nitidez. La tela comenzaba a molestarle, tanto la que estaba sobre ella como la que estaba sobre él. Detuvo sus manos, impidiéndole que continuara y la miró de manera intensa.—No me hables de usted—musitó, mientras llevaba las manos de la muchacha a su espalda—Y no te muevas—añadió a la vez que sus propias manos recorrían el contorno de los pechos de la chica hasta llegar al escote del corsé. Una vez allí, hizo un movimiento brusco y rompió la tela, dejando al aire libre sus senos. Gruñó al verlos y recorrió con la yema de sus dedos la delicada piel de la zona, sin dejar de mirarla, antes de deslizar sus labios hasta allí y atrapar uno de sus pechos con su boca, besándolo, al tiempo que acercaba el cuerpo de la chica al suyo, dejando que sintiera su dureza, volviendo a acorralarla contra la pared.
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Mensaje por Skyler Marchant Dom Oct 25, 2015 3:44 am

La pasión de la lujuria será servida,
sino que exige, que milita, que tiraniza.

—Marqués de Sade.


También ella necesitaba un trago, y urgentemente. Sentía la boca seca, la visión de Dimitri era más de la que podía aguantar. Peor aún, cuando de espalda a ella podía disfrutar de la visión de su ancha espalda. Deseaba abrazarse a él, pasar las manos por su cuerpo y agarrarse, arañar aquella espalda, que sabía que una vez la estuviese haciendo suya haría que toda ella se agarrase a él. Pasando la lengua por los labios, humedeciéndoselos regresó a él, contra su figura. Tras sus preguntas esperó un orden quizás, un mandato. Sin embargo, lo que no esperaba era que le dijera que no se moviera. Era imposible no moverse cuando los dedos masculinos reseguían sus pechos. Cuando su mirada aún sin descubrirlos de la tela que los ocultaba ya se los comía. Mirándole fijamente, sintió como el corsé cedía ante sus manos y jadeó con fuerza contra sus labios. Entreabrió los labios y respiró del aliento masculino que se unía con el suyo. Sintió su cuerpo pesado, en una cálida tensión. Y antes de que pudiera siquiera imaginarse que sucedería a continuación, su pecho fue arropado por la boca del lobo y su cuerpo terminó apresado.

La hetaira no pudo controlar el estremecimiento que la recorrió por completo, tampoco iba a desearlo. Era un gozo sentir como su piel y su cuerpo respondía al estímulo que él provocaba en ella. Todo su vello se erizó, intensificando la sensibilidad de su cuerpo y en su respiración los estragos no eran menores, su respiración se volvió acelerada, jadeante. Con los ojos atrapados en los suyos, su mirada brilló de deseo. Los rasgos del rostro de Dimitri eran penetrantes, intensos. Movió sus labios sobre su pecho y Skyler se sintió atravesada por un relámpago de puro placer que la hizo estremecerse de nuevo, cuando acarició con los dientes la cima de sus senos. Era imposible no responder a esas caricias, a sus mordiscos y ahondando sus dedos en su cabello, se agarró fuerte de ellos cuando todo a su alrededor parecía desbocarse.

Dimitri —Gruñó su nombre y cerrando los ojos echo la cabeza hacía atrás contra la pared que tenía a su espalda, la cual le impedía cualquier huida posible de la boca de aquel lobo y su oscura magia.

Estaba acostumbrada y también su cuerpo, a las noches en que sin tregua realizaba su trabajo. Desde que le dieron aquel ascenso de aprendiz a hetaira, había perfeccionado el control de su cuerpo, el arte de fingir y simular desear al cliente para que este complacido, terminase mucho antes. Y en todos sus años en aquel burdel, jamás había tenido que dejar de disimular aquel deseo, hasta ahora en que parecía que todo aquel deseo que jamás llegó a sentir, se acumulase en su interior y explotase sin saber la razón, en los brazos fuertes de aquel lobo. Tiró de su cabello hacía atrás desprovista de toda voluntad cuando sintió sus labios rozando el erecto y doliente pezón de su pecho e inevitablemente sonrío tras el gemido que escapó de sus labios, cuando como respuesta a aquel tirón, él le contestó con una fuerte mordida en el mismo centro de su seno; marcándola de nuevo. Pronto, el otro pecho también fue acariciado por su experta mano y la joven licántropa desesperada inició un lento vaivén de su cadera contra su pelvis, rozando ambos cuerpos mientras sus manos dejaban su cabello y bajaban hasta su camisa, agarrándose a ella.

Seré tuya…soy tuya—Gimió de nuevo contra su oído y se mordió el labio.

Aquel lobo no únicamente era atractivo y fiero, también territorial. Lo mostraba con cada una de sus caricias, movimientos y besos. Y en el interior de Sky la loba ardía necesitada por más mordiscos como aquellos. Porque quizás él no lo supiera, pero en el sentido animal cada una de esas marcas representaba un desafío a los demás lobos. Aquellas marcas, aquellos dientes y la carne enrojecida del cuerpo de la joven, le pertenecían. Y ante aquel dominio, la loba respondió de la única forma que supo desconcentraría a Dimitri. Tomó del cuello la camisa y como él, la rasgó abriéndola de arriba abajo, quedando su pecho expuesto a su mirada. Tragó saliva al ver su perfecto torso y sus delineados músculos y antes de que bajara la cabeza para besar su pecho, o se tentara a acariciar aquella deliciosa piel, los ojos masculinos robaron toda su atención. Le miró intensamente y le pareció ver llamas de desafío en ellos. Una mirada como aquella podría robar el corazón y la razón a cualquiera. Y él, bien parecía saberlo. Estaba en problemas; en serios problemas.

Lo siento… —musitó antes de que él pudiese reprenderla—. Me descontrolé.

Desconocía que instinto la había hecho actuar de esa forma, que en otras circunstancias jamás había hecho. Tendría que haber preguntado. No obstante, a pesar de su educación, con él todo parecía ser y pasar de una forma distinta. Él le había roto el corsé primero, y ahora ella la camisa. ¿Ojo por ojo decían, no? Se dijo, intentando quitarle hierro a sus acciones. Siempre había habido clientes más permisivos o completamente intolerantes y mandones. Dimitri parecía ser de los segundos y en su interior la licántropa temió, tanto como deseó, la venganza que prometía no únicamente con su mirada, sino también con su cuerpo. Aquel cuerpo que aún seguía contra ella y su dulce excitación.
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Mensaje por Dimitri N. Levallois Mar Oct 27, 2015 6:28 am

Skyler conseguía que la imaginación de Dimitri volara. En su mente se dibujaban cientos de imágenes que tenían una cosa en común: Ella. Completamente desnuda. Se estremeció ante esa idea y volvió a beber de la botella, como si eso pudiera calmar sus nervios o como si de esa forma consiguiera mantenerlos a raya. Sin embargo, la muchacha no se lo permitía. Observó como pasaba la lengua por sus labios y deseó ser él el que los recorriera, el que los humedeciera. Se estremeció. Ya no le quedaba nada de autocontrol, Skyler se había encargado de derribar sus defensas sin ni siquiera proponérselo. Su cuerpo lo llamaba, como si lo estuviera invitando a disfrutar de él, como si lo anhelara. Puede que no fueran más que imaginaciones del licántropo, pero en ese momento no pensaba detenerse a analizar nada. La chica captaba toda su atención. Recorrió con sus manos su silueta y gruñó tras romper su corsé y dejar a la vista la blanca piel de sus senos. Quiso morderlos, marcar su piel, dejar huellas en ella que le recordaran durante los próximos días que había sido suya. Un deseo irracional lo envolvían por completo, y el lobo no pensaba luchar contra él. Ya no.

Sonrió de medio lado al percatarse de que el cuerpo de la chica reaccionaba a sus caricias. Jadeó sobre sus labios, dejando que estos quedaran a escasos centímetros de su boca. No se apoderó de ella, a pesar de que se moría de ganas de hacerlo. En su lugar, continuó sosteniendo esa cercanía, mientras sus manos recorrían los pechos desnudos de la muchacha, recorriéndolos con la yema de sus dedos. Su propio cuerpo le exigía que fuera más rápido, pero él no hizo caso. Necesitaba acariciarla por completo, como si estuviera estudiando la anatomía de la joven con sus propias manos. Una lenta tortura que pensaba saborear con calma. Tenían toda la noche por delante, horas y horas en las que pensaba recorrer con su lengua todo su ser. Gruñó al imaginársela desnuda en la cama y él encima, sujetando sus muñecas con una mano y con la otra recorriendo sus muslos, su sexo, escuchando los gemidos de la muchacha que, poco a poco, irían llenando la habitación. Su miembro dio un respingo. Oh, sí. Pensaba hacerla gemir, gritar, hasta que se quedara sin voz. Haría que pronunciara su nombre y que le pidiera más.

Pero de momento la tenía contra la pared. La tomó en volandas, haciendo quedando atrapado entre las piernas de la muchacha, haciendo que ella las enredara en sus caderas. Acarició su trasero y se apoderó de su boca. Su lengua delimitó el contorno de sus labios antes de inspeccionar de lleno su interior. Comenzó a bailar en su interior, dejando que su sabor lo impregnara por completo.—Joder—jadeó al notar como el cuerpo de la chica comenzaba a aprisionar su miembro. Le dolía, demasiado. Se moría de ganas de que ella lo liberara y comenzara a acariciarlo. Estaba seguro de que enloquecería todavía más al sentir sus caricias.—Dime tu nombre—le exigió liberando momentáneamente su boca. Y se lo exigió porque, a pesar de que lo conocía, quería que se lo dijera ella. No quería gemir el nombre por el cual todos los clientes de la muchacha se dirigían a ella mientras disfrutaban de tenerla encima, cabalgándolos. Mordió su labio inferior y lo estiró ligeramente antes de quedarse unos segundos quieto, aprisionando la dureza más que notable que tenía ya en sus pantalones contra la falda de la chica. La ropa molestaba demasiado, pero pronto se la arrancaría toda, sin importarle dejar hecho trizas en vestido que ella llevaba.

Escuchar a Skyler decirle que era toda suya provocó que el lobo tuviera que reprimir un aullido de placer, deteniéndolo en su garganta. El primero de muchos a lo largo de la noche, de eso estaba más que seguro. Pero, sin duda alguna, lo que más le gustó al chico fue que ella se descontrolara a causa de sus caricias, que dejara de medir sus movimientos y que, en un arrebato, rasgara su camisa como él había hecho momentos atrás con su corsé. Su cabeza le decía que fuera él quien tomara el control de la situación, pero su cuerpo se estremecía al pensar en que ella se dejara llevar. Skyler iba a hacer estragos en su persona. Estaba perdido, lo sabía, pero, por una noche, se permitiría estarlo. Los lobos interiores de cada uno luchaban por demostrar su dominio, mientras sus propios cuerpos se llamaban a gritos, sin pronunciar palabra alguna. La volvió a dejar en el suelo mientras, de manera apresurada, se quitaba los restos que quedaba de su camisa rota.—Ahora estamos en igualdad de condiciones—le susurró y una sonrisa ladina se dibujó en sus labios-Aunque para mi gusto sigues llevando demasiada ropa-añadió, arrastrando esas palabras, aproximándose a su oído.

La lanzó sobre la cama y la aprisionó, de nuevo, con su propio cuerpo. Sacudió la cabeza, negando ante sus palabras y deslizó sus labios por el cuello de la chica.—No te disculpes—le dijo entre susurros—Al menos no conmigo—añadió. Le estaba dando carta blanca para que hiciera caso a sus propios impulsos. No quería que midiera sus movimientos, al contrario. Quería que estos se volvieran impredecibles por él y solo por él. Se incorporó levemente y la miró directamente, conteniendo el aliento unos segundos. Después le dedicó una sonrisa y le guiñó un ojo, antes de recorrer su cuerpo hasta perderse dentro de su falda. Besó sus muslos, los mordió y dejó que su aliento acariciara su sexo, pero sin llegar ni siquiera a rozarlo. Fueron apenas unos instantes, antes de volver a mirarla.—Acaríciame—le exigió, necesitando sentirla sobre su propia piel.

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Mensaje por Skyler Marchant Miér Oct 28, 2015 8:31 am

Hay pasiones que la prudencia encienden
Y que no existirían sin el riesgo que provocan

—Jules d’Aurevilly.




La hetaira hacia años no disfrutaba tanto de un encuentro como el que ahora disputaba con el lobo. Dimitri era abrumador en todos los sentidos. Su aroma, su insaciable y dominante boca adueñándose con fervor de la propia. Sus manos avariciosas que recorrían todo su cuerpo y el cuerpo duro y fornido de aquel lobo que contra el femenino no hacía más que guerrearle una batalla que Skyler estaba segura terminaría perdiendo. Podían haber pasado simples minutos desde que la puerta se cerrase a sus espaldas, más ahora en la mente de la joven no existía ni un recóndito pensamiento por el tiempo, ni nada más que no fuera él contra sus pechos y sus cuerpos encajados. El miembro masculino desde la cárcel de los pantalones rozaba su sexo entre las finas telas del vestido, enviando estremecimientos de deseo y anticipación por todo el cuerpo de Skyler. Era una tortura  lenta y eficaz que el lobo parecía conocer a la perfección y aunque la joven también lo conocía, por una vez se arrojó a dejarse llevar. Su loba se lo exigía, y por una vez tampoco ella se lo negaría a sí misma.

Encontrándose pegada a la pared y su cuerpo pegado al suyo, se agarró a él y rodeando su cintura con sus piernas, gimiendo contra su oído al sentir la fricción más intensa. Arañó sus hombros y contestó a sus salvajes besos con el mismo deseo que sentía latir en él. Era un caos, sentía sus lobos batallando el uno contra el otro, como así ellos batallaban con sus lenguas en la cavidad bucal del otro, y nadie parecía ganar. Algunos asaltos los ganaba él y otras ella, sin ningún claro vencido, ni ganador. Entonces recordó que en la pasión nadie perdía, tampoco nadie ganaba. Todos eran ganadores y vencidos. Vencidos por dejarse llevar por aquella cálida estela de deseo irrefrenable y ganadores, por ganar al deseo y entregarse a él. Y ellos serían después de aquella noche unos claros ganadores, solo hacía falta ver sus cuerpos, sus labios hinchados y la forma en que se robaban el aliento.

La ola de calor siguió inundándola en aquel beso que parecía no tener fin y cuando finalmente, sus labios fueron desposeídos de los masculinos, tomó aliento contra sus labios para poder contestarle. —Sky… Skyler es mi nombre completo— le dijo a trompicones, soltando las palabras contra sus atormentadores labios. Tras unos segundos en que se detuvieron a sentir sus alocados latidos, pasó su lengua humedeciéndole los labios. Sonrío divertida al oírle lo que parecía ser un gruñido en su garganta, y besándole de nuevo con ansías y fuerza, buscó una nueva lucha por la supremacía. Sus cuerpos ardían y no eran los únicos, toda la habitación llameaba mientras sus lobos interiores se aullaban el uno al otro, retándose. Arañando la espalda masculina, buscando dejar marca en su piel, sintió como sus manos dejaban de acariciar y sujetarla del trasero bajándola de allí. Ella obediente se bajó, desenredó sus piernas de su cadera y logró que estas no temblaran al tocar el suelo. Todo un mérito que por primera vez no supo si podría conseguir. —Fácilmente podemos deshacernos del resto ¿No crees?—Contestó a la queja de lo que aún quedaba de ropa sobre sus cuerpos. Una autentica molestia, más cuando moría por sentirle en su interior, contra ella frenético.

Enseguida su mirada fue a parar a los prietos pantalones de él, y quedó sin aire al ver el bulto que sobresalía. Su erección era grande y se marcaba con poderío a través de la ropa. Lo había sentido anteriormente contra su cuerpo, incluso se había permitido fantasear con que aquel lobo pudiera ser de entre todos el mejor amante, el cual de momento ya era. Sin embargo, verlo o poder imaginárselo era algo muy diferente y fantaseó como se vería en su mano, el sabor en su boca. El sexo oral era algo que aunque debía por profesión dar a los clientes, jamás lo había disfrutado, pero con él todo parecía ir del revés. También eso parecía poder cambiar. Relamiéndose el labio de forma coqueta al verle deshacerse de la camisa, no se resistió cuando la empujó a la cama, tampoco cuando su espalda desnuda chocó contra el colchón. Las sabanas finas le acariciaron la piel desnuda y agradeció ese breve frío de aquel contacto. Indicando con una mano que el lobo acudiera a ella, rápidamente él la apresó contra su cuerpo y aunque esta vez él no dejo besarse, sus besos fueron repartidos por todo el cuerpo de la loba. Ladeó su cuello para que pudiera mordisquear a su propio placer y besarle como gustase. Se estremeció al sentir los labios bajando, robándole sino gemidos y jadeos, el aliento y cuando pensó se detendría, un mordisco inesperado en sus muslos logró sonsacarle un alarido que se mezcló con el placer y la sorpresa del momento. Sintió el aliento cálido de Dimitri justo en su sexo y todo su cuerpo desde el cabello hasta la punta de sus pies se tensaron de anticipación. No podía resistirlo. Esa tortura terminaría desquiciándola y en cuanto tras aquel movimiento tentador de él, regresó para besarla, vio su oportunidad. Lo que tanto había esperado.

Pensé que jamás me lo pedirías…Y estaba muriéndome por hacerlo. — Susurró contra la piel del cuello masculino antes de que súbitamente cambiaran posiciones, y agarrándolo de los hombros, echándolo a un lado terminase ella sobre él, y no al revés.

Inmediatamente teniéndole a su merced, besó y mordió la zona expuesta de su cuello en lo que sus manos empezaban a moverse avariciosas sobre su cuerpo, recorriéndolo con calma. Deseaba poder marcarlo con su tacto, grabar su olor en aquel cuerpo salvaje. Y lentamente, lo consiguió. Sus manos no dejaron ningún recoveco en su pecho, brazos y espalda que no estuviese con su olor. En lo que las caricias fueron bajando, también lo hicieron sus labios. Recorrió con la lengua su pecho, deteniéndose a mordisquear sus músculos bien definidos y bajando sus manos llegó a desabrocharle el pantalón. Para cuando los desabrochó se demoró unos segundos más en hacer su siguiente movimiento. Le gustaba oír como la respiración masculina se detenía o escapaba de sus labios esos gruñidos y jadeos que enardecían y enloquecían a su loba. Mordisqueando la piel de su vientre, le miró intensamente y liberando su duro y vigoroso miembro de sus ataduras, lo rodeó con su mano. No se había equivocado, el tamaño era considerablemente grande, por suerte, ya no era una novicia en esos placeres y conocía la elasticidad de su propio cuerpo. Podría dolerle al entrar, pero el placer siempre sería superior. Y el dolor contra el placer, no importaba lo más mínimo. Oyendo su gemido Skyler lo acarició, tanteó con sus dedos y luego con fuerza inició un vaivén al principio lento, después más rápido de arriba abajo con su mano.

¿Así? —Le preguntó con un brillo pícaro y travieso en la mirada.

El miembro se agrandó en su mano todavía más y sintiéndose quemar por el deseo de saborearle, no le dejó ni contestar, que bajó con lentitud su cabeza a su miembro. Lo probó y lamió la punta jugueteando. Completamente tentadora, buscó sonsacarle más que salvajes gruñidos y poco después de oír uno de los tantos jadeos del lobo, abrió su boca y lo abarcó en su interior iniciando ahora el lento vaivén, pero con sus labios sobre él… Estrujándolo, acariciándolo, tentándolo con su lengua. Haciendo círculos sobre su carne esperando aquel descontrol que anhelaba, en lo más hondo de su alma. Pues deseaba que él jamás la olvidara y ella jamás olvidarse de él. Ya estaban perdidos; irremediablemente perdidos y por el momento, solo por este momento, la loba parecía ganar la batalla de sus cuerpos.
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Mensaje por Dimitri N. Levallois Vie Nov 27, 2015 5:26 pm

Dimitri estaba sufriendo un debate interno en el cual iban ganando los sentimientos, la excitación, frente a su propia razón. Sus manos, insaciables, buscaban abarcar todo el cuerpo de la muchacha. El lobo deseaba grabar a fuego en su mente su tacto, su sabor, el sonido de sus gemidos al tenerla debajo...Todo. Había decidido dejarse llevar, aunque quizás sería más exacto decir que no le había quedado otro remedio. Desde que sus ojos e posaron en los de la chica, la cordura dejó paso al deseo. Y no había retorno alguno. Hundió su boca en la curva que había entre el cuello de la chica y su hombro y cerró los ojos, dejándose llevar por su embriagador olor. Ese perfume que acabaría volviéndolo loco, más de lo que estaba en ese preciso momento. Un aroma que podría convertirse, perfectamente, en su mayor adicción. Gruñó sobre la fina y blanca piel de Skyler y volvió a lamer, besar y morder, como si no pudiera resistirse, como si lo único que importara esa noche era, precisamente, ella. Su propio cuerpo se estremeció ante el contacto de su miembro con la cadera de la muchacha. Necesitaba más y no sabía cuánto tiempo podría resistirse a dejarla completamente desnuda, arqueando su espalda al sentir sus embistes.

¿Te haces una idea de cómo me estás poniendo?—le susurró al oído. Su sexo no podía estar más duro, casi parecía que la estuviera llamando, que le estuviera diciendo que necesitaba de sus caricias. Pero ni siquiera él se había imaginado que podía estar así. En otras ocasiones se había dejado llevar por el deseo, por supuesto, pero nunca había experimentado tal grado de necesidad. Entendía perfectamente que la denominaran la joya de la corona, no podía ser de otro modo. Sin embargo, pensar que estuviera actuando con él como lo haría con cualquier otro cliente, que para ella no fuera un trabajo más. Quería arrancarle gemidos, hacer que su cuerpo se descontrolara como lo estaba el suyo y que jadeara su nombre tras cada caricia. Quería suponer un antes y un después en su vida, que no pudiera olvidar esa noche, bajo ningún concepto.

Sonrió sobre sus labios, apartándose levemente, al escucharla decirle su nombre. Por supuesto que lo conocía, ella era la razón por la que se encontraba en la ciudad, pero una parte de él, quizás esa parte más territorial, necesitaba desmarcarse en todos los sentidos de sus clientes habituales y llamarla por su nombre. Se rió cuando ella le comentó que el problema que había formulado en voz alta tenía fácil solución, que no costaría mucho deshacerse de las últimas prendas de ropa que les quedaban.—Me muero por verte completamente desnuda—susurró, mientras enredaba sus dedos en el cabello de la chica. Fue soltando poco a poco las horquillas que sujetaban los mechones de su pelo, dejando que cayeran libres por sus hombros. Se quedó mirándola unos segundos, quieto, de manera intensa. Buceó en sus ojos para después acariciarle los hombros y volver a apoderarse de su boca. Jamás se cansaría de hacerlo. Deslizó sus manos por la espalda de la chica hasta el comienzo de su falda y se detuvo jugando unos segundos allí. Pero, aunque quiso recrearse un poco más, la impaciencia pudo con él y pronto se encontraba quitándole la tela que tanto le molestaba. 

Dejó que la falda cayera hasta sus pies y la elevó de nuevo, dando una patada a la tela para apartarla de ahí. Jadeó al sentirla y llevó una de sus manos a un muslo de la muchacha, acariciando el liguero que llevaba. La volvió a dejar en el suelo y se alejó un par de pasos.—Déjame contemplarte—le pidió, aunque no esperaba su aprobación para hacerlo. Paseó a su alrededor, deslizando sus dedos por la piel de la chica mientras lo hacía. Deslizó su mirada por el cuerpo de la muchacha, por sus curvas. Ahora ya sabía cómo era su piel, la suavidad de la misma, su sabor...Contempló las marcas rojas que él mismo le había causado y sonrió de medio lado. Estuvo unos segundos así, hasta que necesitó sentirla cerca de nuevo, por lo que se colocó a su espalda y acarició las curvas de su silueta mientras mordía su nuca. Aferró con un brazo el cuerpo de la chica al suyo y, con la mano que tenía libre, estiró de su cabello, haciendo que se arqueara. Sentir su piel desnuda sobre su propio cuerpo lo estaba exasperando, porque necesitaba sentirla completamente ya, no a medias tintas. La tortura placentera en la que se estaba convirtiendo esa noche seguía una lenta cadencia que comenzaba a crispar todo su cuerpo. Dicen que lo bueno se hacía esperar, pero a pesar de haber sido él el que torturara a la chica, su propio deseo comenzaba a consumirlo por completo.

Pues ni te imaginas las ganas que yo tengo, preciosa—le susurró y se estremeció al sentir el aliento de la chica sobre su cuello antes de que ella cambiara sus posiciones, acabando sobre él.

Un gruñido se escapó de sus labios cuando Skyler comenzó a besar y mover su propia piel, tal y como él había hecho antes, al tiempo que sus manos avanzaban raudas por su cuerpo. Recorrió cada centímetro de su anatomía, dejando su huella en Dimitri, aunque el muchacho dudó de que ella se estuviera dando cuenta de eso. Poco a poco lo iba desnudando, deshaciéndose de los pantalones, la única prenda que a él le quedaba. Le hubiera gustado que fuera más rápido, aunque en el fondo sabía que era porque desea sentir por completo a la chica. Se estaba volviendo completamente loco, aunque suponía que eso sí que ella lo comenzaba a intuir. Sentir sus dedos deslizándose por su miembro...Su aliento sobre la piel de esa zona tan sensible...—Joder—jadeó, inclinando su propia espalda hacia atrás y colocando sus manos sobre el colchón.—Sí, así Skyler. Ni se te ocurra parar—musitó, aunque no era una amenaza. En realidad, no era más que un ruego. Se estaba descontrolando, pero sabía que eso iba a ser así desde el primer momento en el que sus ojos se clavaron en los de la muchacha. No podía más. Su boca lo estaba volviendo loco y se moría por estar en su interior, por lo que colocó una mano en su hombro, haciendo que se detuviera. La elevó de nuevo, haciendo que lo mirara, sujetando su barbilla con sus dedos y volviendo a apoderarse de sus labios. La besó. Lo hizo con rabia, estirando su labio inferior, adueñándose de su boca. Terminó de deshacerse de los pantalones, tirándolos por ahí, y llevó sus manos al culo de la chica.

Dejó que su cuerpo cayera sobre la cama y se volvió a colocar encima. Abrió sus piernas y las acarició mientras se inclinaba hacia ella y lamía su cuello, su pecho...La miró a los ojos. Su respiración era agitada, pero no le importaba. No le importaba nada que no fuera ellos dos, al menos no en ese momento.—¿Estás preparada?—le preguntó, dejando que su voz acariciara el oído de la chica. Sin embargo, no esperó su respuesta. Sencillamente no podía más. Se hundió en ella, poco a poco. Sintió como su  sexo lo cubría por completo y no pudo evitar jadear. Afianzó la cadera de la chica, sujetándola con una mano y llevó la otra hacia el pecho de la loba, acariciándolo con la yema de su dedo pulgar. —Eres...perfecta—comentó entre jadeos, mientras comenzaba a moverse lentamente.
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Mensaje por Skyler Marchant Lun Nov 30, 2015 4:16 pm

Es un gran fuego envuelto en poco hielo,
un bello juego relleno de falacias, es un despecho, una guerra,
una tregua, un largo pensamiento, una palabra breve.

—Jules d’Aurevilly.



Nunca antes ningún cliente la había hecho sentir así, quemarse con una sola mirada. Ya desnuda, Skyler parecía ser el sacrificio del lobo que esperaba ser devorada por su hombría. Los ojos crudos del licántropo erizaban su piel con solo su mirada. La analizaba, la saboreaba de lejos y de mientras, sus dedos se paseaban en sinuosas caricias y toques por su piel, estremeciéndola al contacto de la yema de sus dedos. Skyler sabía que debía de obedecer, pero le resultaba casi imposible estar inmóvil mientras a su alrededor él parecía tastarla de aquella cruel forma y oscura, anticipación. La joven se relamió los labios al dejar de sentirle por su alrededor y mordiéndose el labio inferior esperó a que terminase de recrearse con su cuerpo tenso y suave, con cada una de sus curvas, e inclusive, la forma en la que su cabello caía en una cascada rebelde por su espalda.

Por primera vez Skyler no quiso aplacar el deseo masculino, sino el suyo. Aquel deseo de que la arrollaba en todos los sentidos hacia una necesidad feroz y ardiente de sentirlo hasta lo más profundo de su interior y tal vez así aplacar el ardor despiadado que él le hacía sentir. Le miró al sentir su demanda de cercanía y arqueando la espalda hacia su poderoso torso, echando el cuello hacía atrás, le faltó el aliento ante tal cruda y magnánima visión. Era magnifico, parecía un conquistador, un guerrero que no satisfecho con todas las riquezas saqueadas, buscaba someter; dominar y robar el aliento de toda incauta doncella que cayera en sus brazos. Y ahí estaba ella, a su merced, con un deseo que incendiaba su sangre y la hacía estremecer de mil formas distintas. ¡Dios santo! ¡Como lo deseaba! Pensó, cuando mirándole casi sin aliento, finalmente dejó emerger a la loba y esta se ocupó de la caída de su lobo, tirándolo a la cama.

Una vez en ella su boca delineó cada musculo, dejando un reguero intenso de marcas que inconscientemente iban posándose sobre aquel cuerpo que reclamaba para sí. Lentamente sus movimientos fueron cuidadosos, tales como cuando él le quitó la ropa, saboreando el momento y la piel que exponía ante ella. Su lengua se encargó del recorrido, acurada y caliente por todos los recovecos de su cuerpo hasta llegar a su miembro. A esa parte en concreto, le dedicó más atención y una más intensa, pues cuando los jadeos y gruñidos del lobo irrumpieron en el silencio de aquella habitación, la loba más que nunca siguió con sus movimientos, subiendo de intensidad y apretando más sus labios entorno al miembro, buscando volverlo loco. Y no solo al hombre, también buscaba enloquecer a la bestia. Hacerlo, rabiar y perderse en aquel deseo que la consumía a ella, y que a él; comenzaba a consumirle.

Su sabor la enloqueció, era una mezcla de masculinidad y naturaleza. Era salvaje y fresco, como el lobo que tenía frente a ella. Con un gruñido al sentir la mano de él en su hombro demandándole atención, muy lentamente subió su mirada hacia él de nuevo, dejando de hacer todo movimiento e incorporándose hasta quedar a su misma altura. Su miembro fue tomado entonces de regreso a su mano y lo ciñó a ella, negada a dejarle marchar tan pronto, moviéndose en torno a él en cuando Dimitri reclamó sus labios salvajemente, llegando a la sangre al morder sus plenos labios. La joven, por lo contrario, le devolvió aquella misma intensidad en el beso y relamiéndole los labios, limpió cualquier rastro de la sangre de ella en él. Jadeó contra él y a regañadientes se rindió al lobo en su mirada cuando este devolviéndole una mirada de puro caos y fuego, la devolvió a la mullida cama que les esperaba. No haciéndose de rogar el joven se acopló contra ella, sobre su cuerpo y con una respiración agitada, como nunca antes, la loba se lo quedó mirando por unos segundos sin aliento.

Encajamos perfectamente, —Susurró con voz ronca ciñendo sus piernas alrededor las caderas masculinas, asombrada de aquella perfección a la cual no lograba encontrar nombre. —. ¿No crees?

Skyler jadeó cuando por toda respuesta los labios masculinos se deslizaron por su cuello mientras sus manos fueron a su pelo, agrupándolo allí. Sujetándose, como si él fuese el ancla a toda aquella vorágine apasionada en la que se encontraba. Su aroma era embriagador y ahora que se encontraba, encarcelada bajo él, no encontraba salida a aquel deseo que cada vez crecía más en su interior. Era un fuego cálido que caía de sus pechos hasta su intimidad, enloqueciéndola. —¿Dimitri? —Preguntó en una especie de ruego desesperado. Su piel estaba caliente, se quemaba y a base de besos ahora por sus pechos, él la encendía, provocándola a agitarse contra él, a pegarse más, a unirse hasta ser solo un único cuerpo. Cuando finalmente su cuerpo se pegó al de ella, gimió contra el oído masculino y sin poder contestar a su pregunta la licántropa se encontró clavando sus dedos en sus hombros, arqueándose contra él, soltando un gemido al sentirle entrar.

¡Dimitri! — Exclamó al sentir como su propio cuerpo se abría para recibirle y él llegaba a llenarla por completo.

Skyler oyó su propio gruñido mientras sus músculos se ajustaban en torno el miembro, exprimiéndolo. Era fuerte, vigoroso y duro y aunque los primeros embistes fueron suaves, tras una mirada feroz entre ambos la intensidad aumentó. El lobo cubrió su cuerpo con el suyo y con su cadera los llevó a un ritmo rápido y duro al mismo tiempo que una de sus manos se mecía en su pecho, torturándole con sus caricias. La sensación ardiente de tenerlo dentro abriéndose camino, penetrándola más y más profundamente, la excitaba increíblemente. Sus cuerpos parecían conocerse, hechos a medida el uno al otro. Ninguno tenía más control que el otro y sus respiraciones ya se encontraban desatadas. Lanzando un gemido, Skyler se agarró a sus hombros con fuerza, arañándole, y cerrando los ojos pronunció su nombre jadeante. Lo sentía latir en su interior, incitándola a responder sensualmente contra su cuerpo, y se oyó a si misma gemir de nuevo, consciente de la desenfrenada ondulación de sus caderas contra las de él.

Con la mirada perdida, atisbó el rostro oscuro y tenso del licántropo mientras la penetraba, sintiendo como se tensaba cada musculo de su poderosa espalda y sin voluntad para resistirse, se agarró a la misma y lo apretó más fuerte contra ella, dibujando con sus uñas relieves en aquella piel que ahora marcaba como suya. —Más… Más fuerte, no paréis.— Le suplicó contra su aliento e incapaz de resistirse de la tentación de los labios masculinos, le inclinó la cabeza hacia ella y devoró su boca mientras de las profundidades de su garganta salían los primeros gruñidos entremezclados con los gemidos que era incapaz de contener. Sus labios inmediatamente la quemaron y sus lenguas avivaron el fuego. Era imposible negar lo perdida que se encontraba, pero es que desde el primer momento que sus ojos se cruzaron, irremediablemente ya había perdido toda voluntad para huir de sus garras.
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