AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A mess like this [Privado]
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A mess like this [Privado]
La vida de Konrad estaba llena de turbulencias, ya fueran en su vida personal como en los negocios que llevaba, aunque últimamente sentía que todo estaba tomando el curso que debía. Hacía cerca de un mes que había dado finalmente, después de años de búsqueda con el hombre que adoptara a la pequeña asesina del amor de su vida; Konrad se hizo pasar por un hombre con buenas intenciones y deseos de una familia feliz, lo que desemboco en su compromiso con la joven Yvonne. El tiempo en sufrimiento bien había valido la pena y ahora era el tiempo de la dulce venganza contra todos los que le dañaron y creyeron que la madre de la joven había sido meramente un juego para él. Por otro lado los negocios también iban viento en popa y de hecho, aquel día tenía una reunión con una de sus más grandes socias y quizás la única mujer a quien podía considerar una verdadera amiga y una igual, Bianca.
Bianca era una mujer peculiar, atractiva y tentadora como el mismo demonio. Inteligente como pocas y alguien cortada por la misma tijera de los deseos de venganza que Konrad. Se habían conocido mientras se decidían a invertir en lo que parecía un negocio millonario que involucraba las drogas más usadas por aquellos entonces; si bien en un primer momento ambos tuvieron sus reservas con el otro, poco a poco descubrieron que tenían más cosas en común de las que podían pensar así pues terminaron no únicamente siendo socios, sino además, confidentes y buenos amigos. Bianca era esa mujer a la que Konrad podía contarle sus planes y viceversa; entre ellos no existían las traiciones porque sabían que algo como eso podía llevar a la ruina no solo a uno, sino a los dos.
Dejando escapar un suspiro, tomo el vaso de whiskey frente a si y dio un sorbo lento. Para muchos la idea de una reunión de negocios en un sitio como la taberna podía resultar extraño, pero a Konrad le parecía que un lugar neutral era siempre lo más adecuado además de que el ambiente no era tan tenso y nadie a su alrededor sospecharía de lo que verdaderamente estarían hablando. Reuniones como esa las llevaban seguido, todo para mantener los negocios en orden y que el todo lo que necesitaba Bianca para su club llegara a tiempo y en las cantidades adecuadas, así como también lo hiciera aquello que Konrad necesitaba para la distribución en otros lugares fuera de París. Los ojos del hombre estaban fijos en la puerta de entrada a aquel negocio y no fue sino hasta que observo la figura femenina que tanto esperaba que alejo la mirada de ahí y una sonrisa divertida apreció en sus labios. Bianca andaba con una elegancia que llamaba la atención de todos los hombres en el lugar y aún así, no se entretuvo mirando a nadie, sino que fue directo a donde se encontraba el Zhivago.
– Deberías al menos dedicarles una mirada a los pobres diablos que se mueren por tenerte para ellos – señaló divertido, llevando sus ojos a encontrarse con los de la fémina – Buena noche, Bianca – con un ademán le invito a sentarse a la pequeña mesa donde él se encontraba – ¿Quieres beber algo antes o tienes prisa esta noche e iremos directo a lo que nos atañe?
Bianca era una mujer peculiar, atractiva y tentadora como el mismo demonio. Inteligente como pocas y alguien cortada por la misma tijera de los deseos de venganza que Konrad. Se habían conocido mientras se decidían a invertir en lo que parecía un negocio millonario que involucraba las drogas más usadas por aquellos entonces; si bien en un primer momento ambos tuvieron sus reservas con el otro, poco a poco descubrieron que tenían más cosas en común de las que podían pensar así pues terminaron no únicamente siendo socios, sino además, confidentes y buenos amigos. Bianca era esa mujer a la que Konrad podía contarle sus planes y viceversa; entre ellos no existían las traiciones porque sabían que algo como eso podía llevar a la ruina no solo a uno, sino a los dos.
Dejando escapar un suspiro, tomo el vaso de whiskey frente a si y dio un sorbo lento. Para muchos la idea de una reunión de negocios en un sitio como la taberna podía resultar extraño, pero a Konrad le parecía que un lugar neutral era siempre lo más adecuado además de que el ambiente no era tan tenso y nadie a su alrededor sospecharía de lo que verdaderamente estarían hablando. Reuniones como esa las llevaban seguido, todo para mantener los negocios en orden y que el todo lo que necesitaba Bianca para su club llegara a tiempo y en las cantidades adecuadas, así como también lo hiciera aquello que Konrad necesitaba para la distribución en otros lugares fuera de París. Los ojos del hombre estaban fijos en la puerta de entrada a aquel negocio y no fue sino hasta que observo la figura femenina que tanto esperaba que alejo la mirada de ahí y una sonrisa divertida apreció en sus labios. Bianca andaba con una elegancia que llamaba la atención de todos los hombres en el lugar y aún así, no se entretuvo mirando a nadie, sino que fue directo a donde se encontraba el Zhivago.
– Deberías al menos dedicarles una mirada a los pobres diablos que se mueren por tenerte para ellos – señaló divertido, llevando sus ojos a encontrarse con los de la fémina – Buena noche, Bianca – con un ademán le invito a sentarse a la pequeña mesa donde él se encontraba – ¿Quieres beber algo antes o tienes prisa esta noche e iremos directo a lo que nos atañe?
Konrad Zhivago- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/07/2013
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Re: A mess like this [Privado]
La cita que tenía establecida para ese día merecía toda su atención, pero la mente de Bianca llevaba varios días ya centrada en el reciente descubrimiento sobre su hija. La confesión del médico que le atendió en el parto fue la chispa que encendió la mecha del odio contra su expareja. Ya era conocedora de lo manipulador que podía llegar a ser Michael Corvinus, pero no pensó jamás que pudiera haberla mentido sobre la vida de su hija. Según aquel hombre que había jurado amarla, el bebé había nacido muerto y aquello dio pie a la posterior ruptura de la pareja sin miramientos por parte de él que tan sólo se preocupaba del qué dirán por el mero hecho de estar casado con otra mujer. Pero no fue así, gracias a las vueltas que da la vida, ahora aquel médico era un asiduo cliente de su club y por ello una de las noches, mareado por todos los excesos posibles, confesó a Bianca que había sido cómplice de Michael para hacerla creer que la hija de ambos estaba muerta, cuando en realidad había sido entregada en adopción. Debía encontrar una manera de hacer pagar a Michael todo el daño que le había causado en su momento y el que estaba reviviendo ahora, y lo haría. Antes moría que ver como ese hombre salía impune. De nada serviría recurrir a la policía, eso bien lo sabía, pues asignarían a su hija el apodo de bastarda y a ella de amante. Nada tenía que hacer por la vía legal, pero Bianca no se caracterizaba por un carácter suave y dócil. El veneno que corría por sus venas hacía de esa mujer un animal salvaje e imprevisible, hipnotizaba a los hombres como la serpiente que era, esperando el momento exacto para escupir su veneno y clavar los colmillos.
Había poco hombres que se pudieran sentir seguros en su compañía, pocos que la vieran como algo más que el objeto de sus deseos y uno de ellos era Konrad. Valoraba su opinión más que la de cualquier otro y le profesaba un profundo cariño. Pensar en la reunión le ayudó a liberar su mente de todo lo relacionado con su hija y Micahel y centrarse en ella misma. Para qué engañarse, Bianca sabía lo atractiva que resultaba para el sexo opuesto y era una de sus mejores armas para conseguir lo que quería, pero sin dejar atrás la inteligencia –algo que parecía no estar de moda entre las féminas-. Con ayuda de dos chicas de servicio, la cambiante escogió un vestido en tonos verdes oscuros realzando así el color de sus ojos que brillaban con mayor intensidad aún gracias al maquillaje que las doncellas aplicaban con sumo mimo en su rostro. Con el pelo recogido, un camafeo adornando su cuello y una estola de piel para resguardarse del frío, Dejó Bianca lo que se había convertido en su hogar para reunirse con Konrad Zhivago. Ninguno de los dos se podía considerar del todo normal, el encuentro lejos de llevarse a cabo en alguna de las dos viviendas o en uno de sus respectivos despachos, sería en un local del centro. Para ellos, los negocios además de ser una parte fundamental e importantísima de sus vidas, habían llegado a ser un entretenimiento, un juego entre ambos. Desde hacía relativamente poco luchaban codo con codo por conseguir el éxito y lo lograban. Eran un tándem imbatible.
Cuando el carruaje de la morena se detuvo frente a la taberna, pudo comprobar que en esa zona no estaba la gente acostumbrada a ese nivel de lujo. El lugar estaba algo más alejado del centro de lo que en un principio pensó y estaba claro que eso se veía reflejado en la clase de gente que se movía por allí. Sin embargo, bien sabía Bianca lo que era tener que sobrevivir, había pasado muchos años de su vida como se encontraban ellos ahora por lo que simplemente pasó entre ellos hasta la entrada del local. No hubo miradas de desprecio, no hubo mirada alguna, en ese momento tenía ojos únicamente para el hombre que esperaba por ella con esa sonrisa que rozaba la crueldad de lo atractivo que le hacía. - ¿Cuándo dejarás de divertirte a su costa? - reclamó divertida mientras se inclinaba sobre la mesa para dejar un beso en su mejilla. Tomó asiento en el lado opuesto a él y sonrió por la pregunta, - deberías saber que contigo nunca tengo prisa - elevó una mano para llamar la atención del mesero y pedir lo mismo que estaba tomando Konrad. Tenían todo el tiempo del mundo para charlar y ponerse al día, los negocios acabarían resueltos pero necesitaba una noche que consiguiera aislarla de la realidad que le rodeaba. - Tengo entendido que hay recientes novedades en tu vida… - antes o después todo se sabía en París y su amigo empezaba a estar en boca de todos por su relación amorosa con una joven. Mejor sería que empezara él relatando el motivo por el que se había inmerso en algo así cuando no era para nada su estilo, había segundas intenciones, de eso Bianca estaba segura. Y ya habría tiempo para contarle todo lo referente a su hija y acordar en qué quedaban los negocios, sus clientes reclamaban ya mercancías y era un tema importante a tratar.
Había poco hombres que se pudieran sentir seguros en su compañía, pocos que la vieran como algo más que el objeto de sus deseos y uno de ellos era Konrad. Valoraba su opinión más que la de cualquier otro y le profesaba un profundo cariño. Pensar en la reunión le ayudó a liberar su mente de todo lo relacionado con su hija y Micahel y centrarse en ella misma. Para qué engañarse, Bianca sabía lo atractiva que resultaba para el sexo opuesto y era una de sus mejores armas para conseguir lo que quería, pero sin dejar atrás la inteligencia –algo que parecía no estar de moda entre las féminas-. Con ayuda de dos chicas de servicio, la cambiante escogió un vestido en tonos verdes oscuros realzando así el color de sus ojos que brillaban con mayor intensidad aún gracias al maquillaje que las doncellas aplicaban con sumo mimo en su rostro. Con el pelo recogido, un camafeo adornando su cuello y una estola de piel para resguardarse del frío, Dejó Bianca lo que se había convertido en su hogar para reunirse con Konrad Zhivago. Ninguno de los dos se podía considerar del todo normal, el encuentro lejos de llevarse a cabo en alguna de las dos viviendas o en uno de sus respectivos despachos, sería en un local del centro. Para ellos, los negocios además de ser una parte fundamental e importantísima de sus vidas, habían llegado a ser un entretenimiento, un juego entre ambos. Desde hacía relativamente poco luchaban codo con codo por conseguir el éxito y lo lograban. Eran un tándem imbatible.
Cuando el carruaje de la morena se detuvo frente a la taberna, pudo comprobar que en esa zona no estaba la gente acostumbrada a ese nivel de lujo. El lugar estaba algo más alejado del centro de lo que en un principio pensó y estaba claro que eso se veía reflejado en la clase de gente que se movía por allí. Sin embargo, bien sabía Bianca lo que era tener que sobrevivir, había pasado muchos años de su vida como se encontraban ellos ahora por lo que simplemente pasó entre ellos hasta la entrada del local. No hubo miradas de desprecio, no hubo mirada alguna, en ese momento tenía ojos únicamente para el hombre que esperaba por ella con esa sonrisa que rozaba la crueldad de lo atractivo que le hacía. - ¿Cuándo dejarás de divertirte a su costa? - reclamó divertida mientras se inclinaba sobre la mesa para dejar un beso en su mejilla. Tomó asiento en el lado opuesto a él y sonrió por la pregunta, - deberías saber que contigo nunca tengo prisa - elevó una mano para llamar la atención del mesero y pedir lo mismo que estaba tomando Konrad. Tenían todo el tiempo del mundo para charlar y ponerse al día, los negocios acabarían resueltos pero necesitaba una noche que consiguiera aislarla de la realidad que le rodeaba. - Tengo entendido que hay recientes novedades en tu vida… - antes o después todo se sabía en París y su amigo empezaba a estar en boca de todos por su relación amorosa con una joven. Mejor sería que empezara él relatando el motivo por el que se había inmerso en algo así cuando no era para nada su estilo, había segundas intenciones, de eso Bianca estaba segura. Y ya habría tiempo para contarle todo lo referente a su hija y acordar en qué quedaban los negocios, sus clientes reclamaban ya mercancías y era un tema importante a tratar.
Bianca de Léance- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/08/2015
Re: A mess like this [Privado]
Bianca le conocía demasiado bien, sabía lo cruel que podía llegar a ser Konrad y la manera tan poco usual que poseía el Zhivago de divertirse. Desde que el amor de su vida le fuera arrancado, para el hombre no existía compasión y sus métodos para conseguir lo que deseaba no eran precisamente de esos que terminaban con saldo blanco; para Konrad la muerte y el sufrimiento eran simples pasos para el único fin que tenía en su vida, vengar la muerte de Yvonne costará lo que costará y sufriera quien sufriera. Una sonrisa socarrona apareció en sus labios ante las primeras palabras que salieron de los labios femeninos.
– ¿Yo? ¿Divertirme a costa de otros? –negó divertido – Bianca, si la que se divierte a su costa eres tú. Todos esos hombres apenas y piden un poco de atención – aspiró el aroma de la fémina al tenerla tan cerca y una mirada fue lo que dirigió a todos los hombres que aún no eran capaces de quitarle los ojos de encima a su compañera – Aunque admito que me gusta ser el único a quien miras, levantas mi ego – le gustaba tener compañeras como la cambiante aquella. Las mujeres fuertes y capaces eran con las que más gustaba de relacionarse, por esos motivos y muchos otros es que Bianca podía decir que tenía su protección, su cariño y su entera confianza.
No existían prisas y lo sabía de sobra pero más valía que se asegurara de esa clase de cosas a demorar a su interlocutora más tiempo del que tuviese planeado.
– Perfecto – respondió con bastante entusiasmo cuando le fue asegurado que las prisas no existían aquella noche y apenas escucho sobre las buenas nuevas, Konrad soltó una carcajada divertida – Así que las noticias volaron más rápido de lo que esperaba y yo que planeaba darte las novedades por mi cuenta – quizás era ingenuo pensar que en una ciudad como París podían ocultarse los secretos por mucho tiempo o al menos, eran solo algunos secretos los que salían a la luz pública más rápido que otros – pero bueno, supongo que sabes lo que todos, que estoy comprometido con una hermosa, ingenua y ricachona muchacha – tomo el vaso de whiskey y bebió un poco antes de continuar – lo que no sabes Bianca es que ella es la primera pieza para mi venganza – sonrió malicioso – su nacimiento me arranco a la mujer que más ame y por eso, hare que pague con su propia vida y de paso me llevare la de sus padres, el real y el falso – sus ojos dejaban entrever una maldad pura, un deseo de venganza completamente sincero y de sus labios no desaparecía una sonrisa de superioridad no dirigida a Bianca, sino a todos aquellos que suplicarían por su perdón.
Se sumergieron entonces en unos segundos de silencio en los que Konrad termino de beber el whiskey que le habían llevado. Aprovecho entonces la presencia del mesero que le llevaba su trago a Bianca para pedir otro para si mismo.
– Bueno, ya te hable en general de mis planes y motivos para decidir atarme a una mujer – le sonrió – ¿Tú tienes algo que contarme? – las ocasiones en las que se veían no eran escasas pero tampoco regulares, así que deseaba aprovechar que se encontraban para ponerse al tanto de la vida de la fémina y de si era necesario que le echara una mano, pues Zhivago siempre estaba dispuesto a auxiliar a Bianca en todo lo que ella pidiera.
– ¿Yo? ¿Divertirme a costa de otros? –negó divertido – Bianca, si la que se divierte a su costa eres tú. Todos esos hombres apenas y piden un poco de atención – aspiró el aroma de la fémina al tenerla tan cerca y una mirada fue lo que dirigió a todos los hombres que aún no eran capaces de quitarle los ojos de encima a su compañera – Aunque admito que me gusta ser el único a quien miras, levantas mi ego – le gustaba tener compañeras como la cambiante aquella. Las mujeres fuertes y capaces eran con las que más gustaba de relacionarse, por esos motivos y muchos otros es que Bianca podía decir que tenía su protección, su cariño y su entera confianza.
No existían prisas y lo sabía de sobra pero más valía que se asegurara de esa clase de cosas a demorar a su interlocutora más tiempo del que tuviese planeado.
– Perfecto – respondió con bastante entusiasmo cuando le fue asegurado que las prisas no existían aquella noche y apenas escucho sobre las buenas nuevas, Konrad soltó una carcajada divertida – Así que las noticias volaron más rápido de lo que esperaba y yo que planeaba darte las novedades por mi cuenta – quizás era ingenuo pensar que en una ciudad como París podían ocultarse los secretos por mucho tiempo o al menos, eran solo algunos secretos los que salían a la luz pública más rápido que otros – pero bueno, supongo que sabes lo que todos, que estoy comprometido con una hermosa, ingenua y ricachona muchacha – tomo el vaso de whiskey y bebió un poco antes de continuar – lo que no sabes Bianca es que ella es la primera pieza para mi venganza – sonrió malicioso – su nacimiento me arranco a la mujer que más ame y por eso, hare que pague con su propia vida y de paso me llevare la de sus padres, el real y el falso – sus ojos dejaban entrever una maldad pura, un deseo de venganza completamente sincero y de sus labios no desaparecía una sonrisa de superioridad no dirigida a Bianca, sino a todos aquellos que suplicarían por su perdón.
Se sumergieron entonces en unos segundos de silencio en los que Konrad termino de beber el whiskey que le habían llevado. Aprovecho entonces la presencia del mesero que le llevaba su trago a Bianca para pedir otro para si mismo.
– Bueno, ya te hable en general de mis planes y motivos para decidir atarme a una mujer – le sonrió – ¿Tú tienes algo que contarme? – las ocasiones en las que se veían no eran escasas pero tampoco regulares, así que deseaba aprovechar que se encontraban para ponerse al tanto de la vida de la fémina y de si era necesario que le echara una mano, pues Zhivago siempre estaba dispuesto a auxiliar a Bianca en todo lo que ella pidiera.
Konrad Zhivago- Humano Clase Alta
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Re: A mess like this [Privado]
Un mero gesto con la diestra dejó claro que poco le interesaba el resto de hombres que en aquella taberna se encontraban. Demasiado acostumbrada a la compañía masculina y al trato con varones, cada día que pasaba tenía más clara la simplicidad de ese sexo salvo en contadas excepciones. Por suerte para la cambiante Konrad no podía ser incluido en esos parámetros, era demasiado frío e inteligente como para que Bianca desperdiciara el placer de su compañía, de los pocos si no el único hombre que se había ganado el respeto y cariño de la morena. Los ojos claros se posaron en los ajenos ligeramente achinados por la sonrisa que siempre tenía guardada para él. -Ya te dije alguna vez que serias el único con el que me casaría-, respondió a modo de broma- una pena que se me haya adelantado una anodina jovencita-. El tono endemoniadamente inocente dejaba clara la ironía de sus palabras. Aunque Konrad le hubiese asegurado sentir amor por aquella joven, Bianca no hubiera creído sus palabras. No había unión posible entre un hombre como él y una muchacha ingenua, ni siquiera el dinero o la unión de familias. No entendía el deseo de las personas por casarse, ella lo anheló antaño y descubrió con el paso del tiempo que fue el mayor error de su vida. A lo largo de su vida no conoció hombre fiel, mucho menos leal a su esposa y eso hacía a todas ellas víctimas y presas de sus matrimonios. Pero claro estaba, el motivo que Konrad tenía para haberse prometido distaba mucho de tener algo que ver con temas románticos.
Sonrió ante la explicación de este y asintió mientras meditaba sus palabras dejando el whisky caer por su garganta. -La joven con la que te has prometido… ¿es la hija de la mujer de la que estabas enamorado?- Preguntó tratando de comprender bien la explicación que Konrad le había dado. Si era así, era una idea singular cuanto menos. Casarse era arriesgado, si la joven desaparecía o se la encontraba muerta le investigarían, él era consciente de ello por lo que la morena supuso que sus ansias eran más bien de condenar su felicidad, atarla a él e ir destruyéndola poco a poco. Torturarla por lo que fuera que le había causado tanto mal a él. No sabía la historia de aquel amor, pues ese tema quedaba bastante apartado de sus comunes charlas, por lo que debería ahondar más para comprender a la perfección los motivos de aquella venganza y cómo se iba a desarrollar. Sobraba decirle que estaría dispuesta a ayudar de la manera en que él considerara, ya fuera económica o personalmente. Ella misma estaba en medio de una lucha que le quitaba las fuerzas y quizás centrar parte de su atención a la venganza de Konrad le hacía bien.
Acabó su bebida en el momento en que debía comenzar su propio relato, pero necesitaría más alcohol para eso. Con un gesto solicitó al camarero que dejara en la mesa la botella y se retirara, rellenó los vasos de ambos y entrelazó los dedos de ambas manos sobre la mesa. -¿Recuerdas la relación que mantuve con Corvinus?- Al menos el nombre le sonaría aunque igual que ella, desconocería los entresijos de aquella relación y ahora le serían desvelados. Comenzó a relatar el tipo de relación que habían mantenido, cómo se conocieron siendo ella todavía prostituta, cómo dejo su trabajo por él, cómo este le proporcionaba todo lo que necesitaba… El único problema parecía ser que estaba casado. Le contó a Konrad las eternas promesas de abandonar a su mujer, los juramentos de amor en una relación que se alargó más de un año en el tiempo. En uno de sus encuentros Bianca se quedó embarazada, noticia que pareció llenar de gozo al padre de la criatura que aseguró que eso era lo que necesitaba para desprenderse de su mujer, mujer a la que decía no amar. Sin embargo, el día del parto el bebé desapareció, a Bianca se le dijo que había sido una niña y que nació muerta. Nunca la pudo ver. Ese mismo día Michael, el padre, desapareció de su vida. Nunca más le vio ni pudo contactar con él. Hizo una pausa llegados a ese punto para de nuevo acudir al whisky y poder proseguir con el relato de aquella historia de su pasado.
Gracias a su negocio conocía a un número ingente de hombres, todos pudientes y respetables en sus respectivos negocios o actividades. Uno de ellos irónicamente había sido quien atendió su parto. Miró a Konrad descubriendo que su atención se centraba totalmente en las palabras de la cambiante y con un suspiro cansado continuó. -Me dijo que todo fue una mentira urgida por Michael. No quería al bebé, como no me quería a mi. Su existencia podía haberle obligado a romper un matrimonio que le resultaba demasiado cómodo. Dio a mi hija en adopción-. Aun le dolían esas palabras y era más que notable en su rostro.
Sonrió ante la explicación de este y asintió mientras meditaba sus palabras dejando el whisky caer por su garganta. -La joven con la que te has prometido… ¿es la hija de la mujer de la que estabas enamorado?- Preguntó tratando de comprender bien la explicación que Konrad le había dado. Si era así, era una idea singular cuanto menos. Casarse era arriesgado, si la joven desaparecía o se la encontraba muerta le investigarían, él era consciente de ello por lo que la morena supuso que sus ansias eran más bien de condenar su felicidad, atarla a él e ir destruyéndola poco a poco. Torturarla por lo que fuera que le había causado tanto mal a él. No sabía la historia de aquel amor, pues ese tema quedaba bastante apartado de sus comunes charlas, por lo que debería ahondar más para comprender a la perfección los motivos de aquella venganza y cómo se iba a desarrollar. Sobraba decirle que estaría dispuesta a ayudar de la manera en que él considerara, ya fuera económica o personalmente. Ella misma estaba en medio de una lucha que le quitaba las fuerzas y quizás centrar parte de su atención a la venganza de Konrad le hacía bien.
Acabó su bebida en el momento en que debía comenzar su propio relato, pero necesitaría más alcohol para eso. Con un gesto solicitó al camarero que dejara en la mesa la botella y se retirara, rellenó los vasos de ambos y entrelazó los dedos de ambas manos sobre la mesa. -¿Recuerdas la relación que mantuve con Corvinus?- Al menos el nombre le sonaría aunque igual que ella, desconocería los entresijos de aquella relación y ahora le serían desvelados. Comenzó a relatar el tipo de relación que habían mantenido, cómo se conocieron siendo ella todavía prostituta, cómo dejo su trabajo por él, cómo este le proporcionaba todo lo que necesitaba… El único problema parecía ser que estaba casado. Le contó a Konrad las eternas promesas de abandonar a su mujer, los juramentos de amor en una relación que se alargó más de un año en el tiempo. En uno de sus encuentros Bianca se quedó embarazada, noticia que pareció llenar de gozo al padre de la criatura que aseguró que eso era lo que necesitaba para desprenderse de su mujer, mujer a la que decía no amar. Sin embargo, el día del parto el bebé desapareció, a Bianca se le dijo que había sido una niña y que nació muerta. Nunca la pudo ver. Ese mismo día Michael, el padre, desapareció de su vida. Nunca más le vio ni pudo contactar con él. Hizo una pausa llegados a ese punto para de nuevo acudir al whisky y poder proseguir con el relato de aquella historia de su pasado.
Gracias a su negocio conocía a un número ingente de hombres, todos pudientes y respetables en sus respectivos negocios o actividades. Uno de ellos irónicamente había sido quien atendió su parto. Miró a Konrad descubriendo que su atención se centraba totalmente en las palabras de la cambiante y con un suspiro cansado continuó. -Me dijo que todo fue una mentira urgida por Michael. No quería al bebé, como no me quería a mi. Su existencia podía haberle obligado a romper un matrimonio que le resultaba demasiado cómodo. Dio a mi hija en adopción-. Aun le dolían esas palabras y era más que notable en su rostro.
Bianca de Léance- Cambiante Clase Alta
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Re: A mess like this [Privado]
Bianca le estaba mal educando. Esas atenciones que le daban y esa manera de levantarle el ego no eran buenas, pero tampoco podía negar que no le fuera divertido, mucho más cuando ella dejaba tan en claro esa preferencia que tenía para con él. Enarco la ceja interesado en lo que ella decía y una sonrisa apareció en sus labios.
– No, nunca me dijiste que era yo el afortunado hombre de tus sueños – siguió con aquella broma – aunque, ¿Cómo no caer todas las mujeres de París ante mis encantos? – Konrad no era precisamente un príncipe encantador, sin embargo conocía a la perfección la manera de jugar las cartas que le daba la vida, algo de lo que pocos podían presumir – Bianca, no debes temer de que me despose con otra mujer – la seriedad inundo su rostro – en mi corazón siempre serás la única – aquella charla podía estar llena de bromas e ironías, pero esas últimas palabras no eran del todo una mentira. La cambiante se había hecho un lugar en el podrido corazón del Zhivago y era imposible que la llegada de cualquier otra mujer a su vida, fuera a cambiar ese hecho. Ambos estaban cortados por la misma tijera y eso, junto a los negocios les unía más que cualquier sentimentalismo inservible.
Su acompañante no le pedía explicaciones acerca de nada, aceptaba todo lo que él deseaba contarle y eso era lo que llevaba al Zhivago a desear contarle más. Sus palabras fueron quizás bastante rebuscadas pero sabía que ella comprendería.
– Así es – respondió a la pregunta hecha por la fémina – Ella es una de las que me quitaron lo que más amaba así que es su turno de sufrir, tal y como yo lo he hecho por años – y solo necesito mirar a Bianca a los ojos para darse cuenta que ella ya sospechaba lo que Konrad tenía planeado hacer. Aquel peculiar par se conocía las formas de actuar y pensar pero cuando se trataba de historia, ambos dejaban de lado las historias que les habían marcado y llevado a ser lo que en aquellos momentos se mostraban. Mirando entonces el vaso de Whiskey vació en su mano, Konrad le explicó los ideales de un él más joven, la manera en que encontró el amor en una mujer que pertenecía a otro pero que aún así, lo amo. Conto a la morena la manera en que ambos fueron separados y sobre todo, mencionó el suceso que arranco toda esperanza de su vida, el nacimiento de aquella que ahora era su prometida y la muerte de la mujer que amaba – Y sí Bianca, pienso volver su vida un infierno hasta el punto en que desee no haber nacido, llevare su cuerpo y mente al limite, así o morirá de manera natural o acabara con su vida ella misma. Yvonne será la primera, después caerán los demás – y esas palabras eran una promesa.
Dejando de lado su propia historia, dio a la cambiante la palabra.
– Corvinus, claro que recuerdo – recordaba aquel nombre apenas de algunas charlas donde fue mencionado como ex pareja de ella, pero no conocía más. Una vez que aseguró recordar ese hecho, bebió un poco del whiskey que su amable compañera de charla le servía, todo para beberlo de golpe cuando la historia comenzaba a volverse desventajosa para su amiga. Konrad trataba de que su rostro no demostrara mucho, pero la ira le inundaba por dentro ante la idea de un hombre tratando de aquella manera a la morena. Su atención era completa para ella y al escuchar lo último que ella tenía para decir, la mano del Zhivago abandono el vaso – Él va a pagar todo lo que te hizo Bianca – tomó una de las manos de la fémina. Los dos eran cómplices en muchas áreas de la vida, lo que le hacía pensar a él que no les haría mal serlo en algo mucho más personal – Sabes que lo que necesites, solo pídelo y se te dará – le sonrió ligeramente, afectado por ese dolor que era capaz de notar en ella. No era tampoco necesario que se lo dijera, ella ya debía saberlo; Corvinus también se había vuelto en un enemigo de él.
– No, nunca me dijiste que era yo el afortunado hombre de tus sueños – siguió con aquella broma – aunque, ¿Cómo no caer todas las mujeres de París ante mis encantos? – Konrad no era precisamente un príncipe encantador, sin embargo conocía a la perfección la manera de jugar las cartas que le daba la vida, algo de lo que pocos podían presumir – Bianca, no debes temer de que me despose con otra mujer – la seriedad inundo su rostro – en mi corazón siempre serás la única – aquella charla podía estar llena de bromas e ironías, pero esas últimas palabras no eran del todo una mentira. La cambiante se había hecho un lugar en el podrido corazón del Zhivago y era imposible que la llegada de cualquier otra mujer a su vida, fuera a cambiar ese hecho. Ambos estaban cortados por la misma tijera y eso, junto a los negocios les unía más que cualquier sentimentalismo inservible.
Su acompañante no le pedía explicaciones acerca de nada, aceptaba todo lo que él deseaba contarle y eso era lo que llevaba al Zhivago a desear contarle más. Sus palabras fueron quizás bastante rebuscadas pero sabía que ella comprendería.
– Así es – respondió a la pregunta hecha por la fémina – Ella es una de las que me quitaron lo que más amaba así que es su turno de sufrir, tal y como yo lo he hecho por años – y solo necesito mirar a Bianca a los ojos para darse cuenta que ella ya sospechaba lo que Konrad tenía planeado hacer. Aquel peculiar par se conocía las formas de actuar y pensar pero cuando se trataba de historia, ambos dejaban de lado las historias que les habían marcado y llevado a ser lo que en aquellos momentos se mostraban. Mirando entonces el vaso de Whiskey vació en su mano, Konrad le explicó los ideales de un él más joven, la manera en que encontró el amor en una mujer que pertenecía a otro pero que aún así, lo amo. Conto a la morena la manera en que ambos fueron separados y sobre todo, mencionó el suceso que arranco toda esperanza de su vida, el nacimiento de aquella que ahora era su prometida y la muerte de la mujer que amaba – Y sí Bianca, pienso volver su vida un infierno hasta el punto en que desee no haber nacido, llevare su cuerpo y mente al limite, así o morirá de manera natural o acabara con su vida ella misma. Yvonne será la primera, después caerán los demás – y esas palabras eran una promesa.
Dejando de lado su propia historia, dio a la cambiante la palabra.
– Corvinus, claro que recuerdo – recordaba aquel nombre apenas de algunas charlas donde fue mencionado como ex pareja de ella, pero no conocía más. Una vez que aseguró recordar ese hecho, bebió un poco del whiskey que su amable compañera de charla le servía, todo para beberlo de golpe cuando la historia comenzaba a volverse desventajosa para su amiga. Konrad trataba de que su rostro no demostrara mucho, pero la ira le inundaba por dentro ante la idea de un hombre tratando de aquella manera a la morena. Su atención era completa para ella y al escuchar lo último que ella tenía para decir, la mano del Zhivago abandono el vaso – Él va a pagar todo lo que te hizo Bianca – tomó una de las manos de la fémina. Los dos eran cómplices en muchas áreas de la vida, lo que le hacía pensar a él que no les haría mal serlo en algo mucho más personal – Sabes que lo que necesites, solo pídelo y se te dará – le sonrió ligeramente, afectado por ese dolor que era capaz de notar en ella. No era tampoco necesario que se lo dijera, ella ya debía saberlo; Corvinus también se había vuelto en un enemigo de él.
Konrad Zhivago- Humano Clase Alta
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Re: A mess like this [Privado]
Sabía que decía la verdad al confesarle que era ella quien ocupaba su corazón, no de la manera romántica que todos perseguían pero conocía ya lo suficiente a Konrad como para saber que la lealtad estaba por encima de cualquier chorrada sentimental. El respeto y la confianza que había ido creciendo entre esa pareja se reflejaba en la complicidad que compartían, en sus maneras, sonrisas, bromas y piques mutuos. Podrían perderlo todo y aún cuidarían el uno del otro y esa relación, esa es la que Bianca disfrutaba cada vez que estaba junto a él.
Comprendía bien las ansias de venganza de aquel hombre, quizás una persona menos fría lo vería como un acto indigno o irracional, pero si él encontraba la paz que anhelaba haciendo sufrir a aquella mujer a ella no le quitaría el sueño. Nada tenía que ver con ella y estaba claro que su amistad estaba por encima de cualquier vida. -Si en algún momento necesitas algo que pueda facilitarte dímelo, droga, veneno…-, para ella quizás aquello iría más rápido que para él, tan solo se libraría de la muchacha y a por otra cosa; pero no se trataba de un simple asesinato sino de una venganza y por lo tanto debía ser lento y desquiciante. -¿No te resultaría entretenido obligarla a trabajar en mi club?-, preguntó con malicia haciendo sonar las uñas contra la mesa. Tan solo con esa pregunta se había asegurado que la mente de Konrad volara hasta las salas de El Jardín de las Delicias, que se imaginara a su prometida atada, sometida, amordazada… De todas y cada una de las maneras que él pudiera desear verla en un futuro. Allí nada escapaba al control de Bianca y por lo tanto todo lo que Konrad quisiera hacerle a Yvonne quedaría entre aquellas paredes.
Negó repetidas veces con la mirada en un punto fijo sobre un fallo de la mesa de madera. Estaba segura de que Yvonne pagaría el vacío que había dejado la muerte de su madre en la vida de Konrad, pero era una venganza infinitamente más sencilla que la que se le venía a ella misma encima. Corvinus era un hombre sin escrúpulos, un hombre que sabía lo que había hecho y era capaz de dar le vuelta a la peor de las situaciones para salir airoso. Poco o nada le importaban los demás y el hecho de ya conocer que Bianca buscaba a su hija le daría tiempo de reacción para hacer lo que deseara. No había manera de conocer el paradero de la niña si no era de sus propios labios y eso era lo peor que le podía haber pasado a la cambiante, en ocasiones prefería que aquel bebé hubiera muerto pues al menos así no estaría siendo torturada por la idea de que estuviera mal cuidada o hubiera ido a parar a un orfanato. Fue un suspiro cansado el que la arrancó de sus cavilaciones y alzó la mirada a los ojos ajenos, -¿de verdad lo crees? Con sinceridad yo no-, no estaba derrotada ni mucho menos pero era la situación más difícil por la que estaba teniendo que pasar, más que su época como prostituta, más que su viaje junto a Arabella… -Es tan poderoso como nosotros y es el único que puede decirme dónde está mi hija. Aquí no basta con servir un veneno en la copa y degollarle-, apretó la mandíbula de puras ganas de hacerle cualquiera de las dos cosas, -jugará conmigo, me utilizará como una muñeca de trapo y ni siquiera en el caso de que ceda a sus antojos tendré la certeza de saber el paradero de esa niña.-
Ni toda la presión o chantaje de ambos podría lograr nada. Una vez más estaría sometida a las peticiones o más bien mandatos de aquel hombre que parecía creerse un dios. El motivo por el que se lo había contado a Konrad, confesarse quizás… Escuchar unas palabras de aliento para lo que se le venía encima, que este le insuflara más fuerza de la que ya tenía y luchar como siempre había hecho, esta vez para conseguir lo único puro que había realizado en su vida, su bebé.
Comprendía bien las ansias de venganza de aquel hombre, quizás una persona menos fría lo vería como un acto indigno o irracional, pero si él encontraba la paz que anhelaba haciendo sufrir a aquella mujer a ella no le quitaría el sueño. Nada tenía que ver con ella y estaba claro que su amistad estaba por encima de cualquier vida. -Si en algún momento necesitas algo que pueda facilitarte dímelo, droga, veneno…-, para ella quizás aquello iría más rápido que para él, tan solo se libraría de la muchacha y a por otra cosa; pero no se trataba de un simple asesinato sino de una venganza y por lo tanto debía ser lento y desquiciante. -¿No te resultaría entretenido obligarla a trabajar en mi club?-, preguntó con malicia haciendo sonar las uñas contra la mesa. Tan solo con esa pregunta se había asegurado que la mente de Konrad volara hasta las salas de El Jardín de las Delicias, que se imaginara a su prometida atada, sometida, amordazada… De todas y cada una de las maneras que él pudiera desear verla en un futuro. Allí nada escapaba al control de Bianca y por lo tanto todo lo que Konrad quisiera hacerle a Yvonne quedaría entre aquellas paredes.
Negó repetidas veces con la mirada en un punto fijo sobre un fallo de la mesa de madera. Estaba segura de que Yvonne pagaría el vacío que había dejado la muerte de su madre en la vida de Konrad, pero era una venganza infinitamente más sencilla que la que se le venía a ella misma encima. Corvinus era un hombre sin escrúpulos, un hombre que sabía lo que había hecho y era capaz de dar le vuelta a la peor de las situaciones para salir airoso. Poco o nada le importaban los demás y el hecho de ya conocer que Bianca buscaba a su hija le daría tiempo de reacción para hacer lo que deseara. No había manera de conocer el paradero de la niña si no era de sus propios labios y eso era lo peor que le podía haber pasado a la cambiante, en ocasiones prefería que aquel bebé hubiera muerto pues al menos así no estaría siendo torturada por la idea de que estuviera mal cuidada o hubiera ido a parar a un orfanato. Fue un suspiro cansado el que la arrancó de sus cavilaciones y alzó la mirada a los ojos ajenos, -¿de verdad lo crees? Con sinceridad yo no-, no estaba derrotada ni mucho menos pero era la situación más difícil por la que estaba teniendo que pasar, más que su época como prostituta, más que su viaje junto a Arabella… -Es tan poderoso como nosotros y es el único que puede decirme dónde está mi hija. Aquí no basta con servir un veneno en la copa y degollarle-, apretó la mandíbula de puras ganas de hacerle cualquiera de las dos cosas, -jugará conmigo, me utilizará como una muñeca de trapo y ni siquiera en el caso de que ceda a sus antojos tendré la certeza de saber el paradero de esa niña.-
Ni toda la presión o chantaje de ambos podría lograr nada. Una vez más estaría sometida a las peticiones o más bien mandatos de aquel hombre que parecía creerse un dios. El motivo por el que se lo había contado a Konrad, confesarse quizás… Escuchar unas palabras de aliento para lo que se le venía encima, que este le insuflara más fuerza de la que ya tenía y luchar como siempre había hecho, esta vez para conseguir lo único puro que había realizado en su vida, su bebé.
Bianca de Léance- Cambiante Clase Alta
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Re: A mess like this [Privado]
Sus corazones eran agujeros negros, sus mentes no trabajaban de la misma manera que la de los demás sino que lo hacían de maneras perversas y ventajosas, por eso ellos se llevaban tan bien. Bianca le comprendía y le apoyaba en todas sus decisiones, las que quizás ninguna otra mujer consentiría de la manera en que la morena lo hacía. Una sonrisa de satisfacción apareció en los labios de Konrad al escucharla ofrecerle tanto drogas como veneno. ¿Qué mujer estaba dispuesta a ayudar a alguien a acabar con la vida de otra? Solo Bianca era capaz de hacerlo, por eso era imposible para el Zhivago no sentirse de cierta manera orgulloso por la clase de aliada que tenía a su lado.
– Es muy amable tu oferta querida, sin embargo, quiero que las cosas sean un poco más lentas – rió de manera descarada antes de mirar a los ojos a su acompañante – veneno y drogas terminarían muy pronto con ella y lo que quiero es que sufra, que desee nunca haber nacido y se arrepienta de haberse interpuesto en mi camino desde que llegó a este mundo – las siguientes palabras de la morena fueron en cambio, algo que realmente le llamó la atención y le hizo sonreír con malicia – ¿Tendrías lugar para una mosca muerta? Porque de ser así me encantaría que pasara algunas noches en compañía de tu selecta clientela – El Jardín de las Delicias, aquel negocio tan perfectamente administrado por Bianca sería definitivamente la peor pesadilla para una mojigata que soñaba con cuentos de hadas como su prometida, así que de tener la menor oportunidad de darle un divertido paseo a Yvonne, Konrad no lo rechazaría por nada del mundo.
La manera en que la morena negaba a sus palabras únicamente provoco que aumentara, si es que era posible, el odio que Zhivago sintiera por el hombre que había herido a Bianca. Para que ella hiciera aquel gesto, Corvinus debía ser verdaderamente un monstruo que estaba dispuesto a matar a su propia descendencia con tal de salirse con la suya. Al encontrarse los ojos de ambos, Konrad vio en los ajenos toda la carga que la cambiante aquella estaba experimentando. Bianca era fuerte, era la mujer más fuerte que él conocía así que escuchar aquellas palabras de sus labios, fue un duro golpe para el Zhivago. Por primera vez desde que dejara su ciudad natal, volvía a sentirse inútil e incapaz de hacer cualquier cosa por salvar a aquellos que verdaderamente le interesaban. La mano que no sujetaba la femenina se cerro en un puño de mera frustración y un suspiro salió de sus labios.
– ¿Cómo vas a proceder? ¿Tienes ya alguna idea en mente? – preguntó justo antes de escuchar las últimas palabras de la fémina, aquellas que le hicieron soltar sin reparos una maldición y liberar finalmente la mano de la cambiante – Sabes que no estarás sola, ¿verdad? – quizás no pudiera ofrecerle la ayuda que deseaba, pero al menos necesitaba que ella le dijera que sabía que él le ayudaría en todo lo que le pidiera – Así como también sabes que debe existir una forma para hacer que ese maldito pague por lo que ha hecho – sus ojos refulgían con la ira contenida, con el deseo de encontrarse con aquel hombre y hacerlo sufrir tal y como planeaba hacer que su prometida lo hiciera.
– Es muy amable tu oferta querida, sin embargo, quiero que las cosas sean un poco más lentas – rió de manera descarada antes de mirar a los ojos a su acompañante – veneno y drogas terminarían muy pronto con ella y lo que quiero es que sufra, que desee nunca haber nacido y se arrepienta de haberse interpuesto en mi camino desde que llegó a este mundo – las siguientes palabras de la morena fueron en cambio, algo que realmente le llamó la atención y le hizo sonreír con malicia – ¿Tendrías lugar para una mosca muerta? Porque de ser así me encantaría que pasara algunas noches en compañía de tu selecta clientela – El Jardín de las Delicias, aquel negocio tan perfectamente administrado por Bianca sería definitivamente la peor pesadilla para una mojigata que soñaba con cuentos de hadas como su prometida, así que de tener la menor oportunidad de darle un divertido paseo a Yvonne, Konrad no lo rechazaría por nada del mundo.
La manera en que la morena negaba a sus palabras únicamente provoco que aumentara, si es que era posible, el odio que Zhivago sintiera por el hombre que había herido a Bianca. Para que ella hiciera aquel gesto, Corvinus debía ser verdaderamente un monstruo que estaba dispuesto a matar a su propia descendencia con tal de salirse con la suya. Al encontrarse los ojos de ambos, Konrad vio en los ajenos toda la carga que la cambiante aquella estaba experimentando. Bianca era fuerte, era la mujer más fuerte que él conocía así que escuchar aquellas palabras de sus labios, fue un duro golpe para el Zhivago. Por primera vez desde que dejara su ciudad natal, volvía a sentirse inútil e incapaz de hacer cualquier cosa por salvar a aquellos que verdaderamente le interesaban. La mano que no sujetaba la femenina se cerro en un puño de mera frustración y un suspiro salió de sus labios.
– ¿Cómo vas a proceder? ¿Tienes ya alguna idea en mente? – preguntó justo antes de escuchar las últimas palabras de la fémina, aquellas que le hicieron soltar sin reparos una maldición y liberar finalmente la mano de la cambiante – Sabes que no estarás sola, ¿verdad? – quizás no pudiera ofrecerle la ayuda que deseaba, pero al menos necesitaba que ella le dijera que sabía que él le ayudaría en todo lo que le pidiera – Así como también sabes que debe existir una forma para hacer que ese maldito pague por lo que ha hecho – sus ojos refulgían con la ira contenida, con el deseo de encontrarse con aquel hombre y hacerlo sufrir tal y como planeaba hacer que su prometida lo hiciera.
Konrad Zhivago- Humano Clase Alta
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Re: A mess like this [Privado]
Sabía perfectamente a lo que se refería su compañero, sabía lo que era tener tantas ganas de hacer sufrir a alguien que usar los métodos tradicionales se quedaban cortos. Sin embargo, para Bianca, hasta la fecha no había tenido la necesidad de pasar días, meses o años torturando a alguien; ahora tenía en mente a hombre a quien gustosamente torturaría el resto de su vida. Con el que más feliz fue y el que más dolor le hizo pasar… ¡Qué irónica la vida! El que le había dado lo más preciado que una mujer podía poseer y se lo había arrebatado, al único a quien había amado y él de los pocos que no había caído rendido a los pies de la morena. Parecía estar su vida escrita por un novelista de mal gusto y escasos escrúpulos. -Por supuesto que tendría un hueco para ella, le reservaría los “mejores” sementales y podrías estar presente mientras ves cómo la someten-, apuró la copa que tenía en la mesa, no es que fuera de muy buena calidad pero servía para refrescarse dado el calor que hacía. -Hay tantas maneras en el club para que te diviertas a costa de esa niña que creo que dejaré que lo visites un día y tú mismo escojas lo que desees hacerla-, el tema de Konrad con ese anuncio de compromiso y sus ansias de venganza lograban sacar de su mente el inmenso bucle en que ella misma andaba metida. -Con que me digas lo que quieres hacer, tendrás todo a tu disposición-, le sonrió y se recostó en el respaldo de su asiento.
-¿No te importa que demos un paseo verdad?-, preguntó a Konrad al tiempo en que se levantaba. Llevaba días tan sólo saliendo de casa para ir al club y necesitaba estirar las piernas, olvidarse de sus problemas por un rato y recuperar la fuerza que la caracterizaba, nadie mejor que Konrad para ello. Se asió al brazo ajeno una vez fuera del bar y comenzaron así su paseo por el centro de París. -Lo cierto es que no tengo manera de actuar contra él, como te dije es el único que sabe dónde está la niña y por lo tanto de nada serviría matarle o contratar a alguien para investigar-, sin duda era la situación más complicada en la que se había visto envuelta, no tenía manera de sacarle la información y sus ganas de matarle aumentaban por momentos. -Querrá recuperar lo que teníamos hace años, me pedirá que vuelva a caer en sus manos, es lo único que le complace-, el sexo, esa era la debilidad y la enfermedad de Michael, su locura y lo que seguramente se convertiría en su perdición. -Podría torturarle… no creo que fuera muy difícil secuestrarle y mantenerle sin apenas fuerzas en algún sótano de la ciudad…-, quizás hablaba más para sí misma que para Konrad pero de todas maneras iba hablando en voz alta por lo que este la miraba de soslayo de vez en cuando pero no interrumpía.
Le tomó la mano ante aquella frase que finalmente soltó su colega, -sé que cuento contigo, no lo dudé en ningún momento-, besó el dorso de esta y regresó al paseo que parecía llevarles a un parque. -Pero de momento prefiero que crea que estoy sola en esto, que lucho por esa niña sin apoyos concretos o todo será aún más difícil, pero si necesito tu ayuda te la pediré-. Mucho había luchado ella sola como para aprender a pedir ayuda cuando la necesitaba, siempre batallaba sus guerras sola pero si llegaba el punto en que necesitaba de otros para ganarlas no dudaba en buscar ayuda y con Konrad, como con Markov tenía la seguridad de conseguir el apoyo necesario. Ninguna mujer se codeaba en su reducido círculo de amistades y es que, salvo su hermana, no tenía en alta estima a las de su propio género, se dejaban achantar y manipular por los hombres cuando en realidad eran estos quienes debían bailar al son de sus faldas.
-¿No te importa que demos un paseo verdad?-, preguntó a Konrad al tiempo en que se levantaba. Llevaba días tan sólo saliendo de casa para ir al club y necesitaba estirar las piernas, olvidarse de sus problemas por un rato y recuperar la fuerza que la caracterizaba, nadie mejor que Konrad para ello. Se asió al brazo ajeno una vez fuera del bar y comenzaron así su paseo por el centro de París. -Lo cierto es que no tengo manera de actuar contra él, como te dije es el único que sabe dónde está la niña y por lo tanto de nada serviría matarle o contratar a alguien para investigar-, sin duda era la situación más complicada en la que se había visto envuelta, no tenía manera de sacarle la información y sus ganas de matarle aumentaban por momentos. -Querrá recuperar lo que teníamos hace años, me pedirá que vuelva a caer en sus manos, es lo único que le complace-, el sexo, esa era la debilidad y la enfermedad de Michael, su locura y lo que seguramente se convertiría en su perdición. -Podría torturarle… no creo que fuera muy difícil secuestrarle y mantenerle sin apenas fuerzas en algún sótano de la ciudad…-, quizás hablaba más para sí misma que para Konrad pero de todas maneras iba hablando en voz alta por lo que este la miraba de soslayo de vez en cuando pero no interrumpía.
Le tomó la mano ante aquella frase que finalmente soltó su colega, -sé que cuento contigo, no lo dudé en ningún momento-, besó el dorso de esta y regresó al paseo que parecía llevarles a un parque. -Pero de momento prefiero que crea que estoy sola en esto, que lucho por esa niña sin apoyos concretos o todo será aún más difícil, pero si necesito tu ayuda te la pediré-. Mucho había luchado ella sola como para aprender a pedir ayuda cuando la necesitaba, siempre batallaba sus guerras sola pero si llegaba el punto en que necesitaba de otros para ganarlas no dudaba en buscar ayuda y con Konrad, como con Markov tenía la seguridad de conseguir el apoyo necesario. Ninguna mujer se codeaba en su reducido círculo de amistades y es que, salvo su hermana, no tenía en alta estima a las de su propio género, se dejaban achantar y manipular por los hombres cuando en realidad eran estos quienes debían bailar al son de sus faldas.
Bianca de Léance- Cambiante Clase Alta
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Re: A mess like this [Privado]
La morena era perversa, tanto que sus comentarios le sacaban sonrisas maliciosas a Konrad, quien inclusive soltó una carcajada al imaginarse la clase de “sementales” que ella tenía en mente para Yvonne.
– Eres mi ángel Bianca – soltó con ironía. La mujer frente a él estaba lejos de ser un ángel, era más bien un demonio disfrazado, uno capaz de hacer arder el mismo cielo si es que realmente se lo proponía – Y apenas este casado con mi flamante prometida vamos a visitar “El jardín de las delicias”, de eso puedes estar segura – por supuesto que el Zhivago pensaba en hacer sufrir a Yvonne, pero no quería destrozarla de golpe. Primero la llevaría a conocer el lugar, a que sus ojos fueran testigos de las cosas que podían suceder ahí, después de ello, le haría saber que en aquel lugar pasarían tiempo de “calidad”. De tan solo imaginar las posibilidades Konrad se hallaba completamente extasiado – Iré a visitarte al club antes de la boda – sonrió – Me daré a mi mismo una gran despedida de soltero ahí y aprovechare para pensar que sería bueno para mi prometida.
La venganza de Konrad estaba muy cerca de sus dedos, él había logrado sus planes y solo era cuestión de tiempo para que todo culminara. Zhivago entonces tenía más motivos para celebrar que su amiga a quien hasta aquellos momentos las cosas no le estaban saliendo muy bien. Era imposible pues para él no sentir ira contra aquel que torturaba a su apreciada Bianca, sin embargo, ella aseguraba que actuar en su contra era algo sumamente difícil. Una vez que la cambiante le pidió que abandonaran la taberna, Zhivago se levantó de su asiento, no sin antes dejar el pagó por lo bebido sobre la mesa, después de hacerlo se acercó a Bianca y le ayudó a levantarse.
Fuera de la taberna, Bianca se sujeto a su brazo y juntos comenzaron a andar.
– Él ha sabido mover perfectamente sus cartas entonces – sentenció después de escucharla nuevamente asegurar que no existía manera de atacarlo sin arriesgarse ella a perder a su hija para siempre. Después de su ligero comentario Konrad se mantuvo en silencio. Evaluaba la situación mientras escuchaba de manera atenta todo lo que Bianca tenía para decir, incluso aquel plan que incluía el secuestro de Corvinus y su tortura – Bianca… – susurró su nombre, tratando de traer de vuelta a la cambiante, quien para ese momento ya parecía estar más enfocada en sus propios pensamientos y reflexiones que en cualquier otra cosa – Me molesta saber que estas pasando por una situación tan complicada, me encantaría poder ayudarte y que hacer que tu hija regrese pronto a tu lado – La ira que experimentara momentos atrás no disminuía, sin embargo, su voz se escuchaba más calma. Zhivago tenía que recordar que para que una venganza tuviera éxito, no se debían dejar llevar por los impulsos del momento, por el contrario, necesitaban pensar en cosas pequeñas que desembocaran en algo más grande, tal y como él lo había hecho durante tantos años ya – pero él debe tener todo eso cubierto. Consideremos que en estos momentos él se encuentra varios pasos por delante de ti así que lo primero que debes hacer es mantener la calma, ser la mujer fuerte que siempre has sido y poco a poco, convertirte tú en la que este varios pasos delante de él, entonces, tendrás la oportunidad de ver a tu hija.
Bianca contaría con él siempre. Zhivago era capaz de cualquier cosa por ella, aún así, era consciente de que la batalla que la cambiante estaba llevando a cabo era únicamente suya además de que lo único que podía hacer él era brindarle sus consejos y esperar a que pidiera su ayuda.
– Eres mi ángel Bianca – soltó con ironía. La mujer frente a él estaba lejos de ser un ángel, era más bien un demonio disfrazado, uno capaz de hacer arder el mismo cielo si es que realmente se lo proponía – Y apenas este casado con mi flamante prometida vamos a visitar “El jardín de las delicias”, de eso puedes estar segura – por supuesto que el Zhivago pensaba en hacer sufrir a Yvonne, pero no quería destrozarla de golpe. Primero la llevaría a conocer el lugar, a que sus ojos fueran testigos de las cosas que podían suceder ahí, después de ello, le haría saber que en aquel lugar pasarían tiempo de “calidad”. De tan solo imaginar las posibilidades Konrad se hallaba completamente extasiado – Iré a visitarte al club antes de la boda – sonrió – Me daré a mi mismo una gran despedida de soltero ahí y aprovechare para pensar que sería bueno para mi prometida.
La venganza de Konrad estaba muy cerca de sus dedos, él había logrado sus planes y solo era cuestión de tiempo para que todo culminara. Zhivago entonces tenía más motivos para celebrar que su amiga a quien hasta aquellos momentos las cosas no le estaban saliendo muy bien. Era imposible pues para él no sentir ira contra aquel que torturaba a su apreciada Bianca, sin embargo, ella aseguraba que actuar en su contra era algo sumamente difícil. Una vez que la cambiante le pidió que abandonaran la taberna, Zhivago se levantó de su asiento, no sin antes dejar el pagó por lo bebido sobre la mesa, después de hacerlo se acercó a Bianca y le ayudó a levantarse.
Fuera de la taberna, Bianca se sujeto a su brazo y juntos comenzaron a andar.
– Él ha sabido mover perfectamente sus cartas entonces – sentenció después de escucharla nuevamente asegurar que no existía manera de atacarlo sin arriesgarse ella a perder a su hija para siempre. Después de su ligero comentario Konrad se mantuvo en silencio. Evaluaba la situación mientras escuchaba de manera atenta todo lo que Bianca tenía para decir, incluso aquel plan que incluía el secuestro de Corvinus y su tortura – Bianca… – susurró su nombre, tratando de traer de vuelta a la cambiante, quien para ese momento ya parecía estar más enfocada en sus propios pensamientos y reflexiones que en cualquier otra cosa – Me molesta saber que estas pasando por una situación tan complicada, me encantaría poder ayudarte y que hacer que tu hija regrese pronto a tu lado – La ira que experimentara momentos atrás no disminuía, sin embargo, su voz se escuchaba más calma. Zhivago tenía que recordar que para que una venganza tuviera éxito, no se debían dejar llevar por los impulsos del momento, por el contrario, necesitaban pensar en cosas pequeñas que desembocaran en algo más grande, tal y como él lo había hecho durante tantos años ya – pero él debe tener todo eso cubierto. Consideremos que en estos momentos él se encuentra varios pasos por delante de ti así que lo primero que debes hacer es mantener la calma, ser la mujer fuerte que siempre has sido y poco a poco, convertirte tú en la que este varios pasos delante de él, entonces, tendrás la oportunidad de ver a tu hija.
Bianca contaría con él siempre. Zhivago era capaz de cualquier cosa por ella, aún así, era consciente de que la batalla que la cambiante estaba llevando a cabo era únicamente suya además de que lo único que podía hacer él era brindarle sus consejos y esperar a que pidiera su ayuda.
Konrad Zhivago- Humano Clase Alta
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Re: A mess like this [Privado]
Pudiera ser porque ella se encontraba en un pozo sin fondo, pero Bianca encontraba los planes de Konrad de lo más entretenidos. La visita, con la que se iba a convertir en su esposa, al club sería de lo más instructiva para la joven. Comenzaría a quitarse la venda de los ojos, vería por fin la sociedad en la que se encontraba y al hombre con quien se había casado. Solo un insensato intentaría mover un solo dedo contra Zhivago, ella fue inteligente, encontró la armonía precisa para mantener una relación equilibrada dentro de lo banales y jodidas que eran sus vidas. Soltó una carcajada cuando el hombre con quien caminaba se convenció a sí mismo de organizar una bacanal en su honor días antes de la gran boda, -yo te lo prepararé, avísame con tiempo y cerraré el local para ti y quien invites. Conozco demasiado bien tus gustos así que toda la comida será de tu agrado-, por supuesto ambos sabían que no era de comida de lo que hablaban pero el ir y venir de la gente junto a ellos les impedía hablar abiertamente como solían hacer. En cierta medida se podía decir que era excitante, hablar de sexo, de vírgenes, de pecar y disfrutar de ello…
El ambiente, como era lógico, tornó en uno mucho más decadente y grisáceo cuando el tema se centró nuevamente en el drama personal por el que pasaba Bianca. Jamás le hubiera contado su situación a nadie para dar lástima, iba en contra de todo lo que ella era como mujer; con Konrad era diferente, ambos compartían sus entresijos y se apoyaban pasara lo que pasara. Él estaba dolido por la situación pero no había ni un brillo de lástima en sus ojos, sabía que la cambiante no lo soportaba. -Lo sé, es lo que tengo que esperar que ocurra, he de buscar un punto débil en su vida. Algo que le haga tambalear, algo por lo que desee hacer un cambio de información..-, se abrazó al brazo ajeno y apoyó la cabeza en su hombro. Cualquiera que les viera pensaría que eran una pareja disfrutando de una tarde por París, malditas apariencias. Si ellos supieran.
Fue llegando a la plaza de Notre Dame cuando Bianca detuvo su paso, no quería entrar, nunca se había sentido cómoda en los lugares que otros consideraban sagrados. Quizás Konrad fuera creyente, nunca se lo había preguntado y por ello le miró. Se encontró con esos ojos azules siempre atentos, -¿crees en Dios? ¿en el paraíso y el infierno?-, la manera de ser creyente variaba en cada persona y por ello quizás un hombre de malas artes como era Zhivago pudiera profesar un profundo respeto a ese ente a quien la gran mayoría de Europa adoraba y rezaba.
El ambiente, como era lógico, tornó en uno mucho más decadente y grisáceo cuando el tema se centró nuevamente en el drama personal por el que pasaba Bianca. Jamás le hubiera contado su situación a nadie para dar lástima, iba en contra de todo lo que ella era como mujer; con Konrad era diferente, ambos compartían sus entresijos y se apoyaban pasara lo que pasara. Él estaba dolido por la situación pero no había ni un brillo de lástima en sus ojos, sabía que la cambiante no lo soportaba. -Lo sé, es lo que tengo que esperar que ocurra, he de buscar un punto débil en su vida. Algo que le haga tambalear, algo por lo que desee hacer un cambio de información..-, se abrazó al brazo ajeno y apoyó la cabeza en su hombro. Cualquiera que les viera pensaría que eran una pareja disfrutando de una tarde por París, malditas apariencias. Si ellos supieran.
Fue llegando a la plaza de Notre Dame cuando Bianca detuvo su paso, no quería entrar, nunca se había sentido cómoda en los lugares que otros consideraban sagrados. Quizás Konrad fuera creyente, nunca se lo había preguntado y por ello le miró. Se encontró con esos ojos azules siempre atentos, -¿crees en Dios? ¿en el paraíso y el infierno?-, la manera de ser creyente variaba en cada persona y por ello quizás un hombre de malas artes como era Zhivago pudiera profesar un profundo respeto a ese ente a quien la gran mayoría de Europa adoraba y rezaba.
Bianca de Léance- Cambiante Clase Alta
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