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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Kaspar Furtwängler Jue Oct 22, 2015 11:12 pm


“There are darknesses in life and there are lights, and you are one of the lights, the light of all lights.”
― Bram Stoker, Dracula


Sus modos no eran los de cualquier otra pareja. Porque ellos no eran como cualquier otra pareja. La oscuridad regía a uno y la otra era creadora, una artista. Polos opuestos pero unidos por algo más trascendental que el movimiento de las estrellas que marcan la pauta de las jornadas. Kaspar lo sabía, siempre lo había sabido a pesar que por años ocultó su verdadera naturaleza a su mujer hasta que fue ineludible develar ese mundo velado de muertos en vida ante ella. Por coraje, por las veces que su mujer le había sido infiel, y por amor también, porque a pesar de todo, la amaba.

Al principio había pasado como un hombre de hábitos desordenados de sueño, pero una vez que la realidad surgió inevitable, todo cobró sentido. Y aunque las cosas no estaban de lo mejor entre ambos, algunos viejos hábitos no morían. Como ese que tenía ella de adaptarse a sus horarios, y así, cuando la luna salía a regir la ciudad y él abría los ojos, Silke era lo primero que veía. Tan hermosa y tan perfecta en su veleidosa manera de hacerlo todo. Y es que eso era lo que le gustaba, aunque a la larga era también su dolor de cabeza. Porque ¿qué mujer podía con un guerrero? Sólo alguien a su altura, quedaba claro.

Abrió los ojos sintiéndose descansado. La penumbra reinaba en la habitación principal de esa residencia enorme y lúgubre que ambos habitaban ahora en París —en un intento de resarcir los errores, de ambos—. Antes si quiera de acomodar cualquier otro pensamiento, sintió a su lado el colchón hundirse apenas con la menuda figura de su esposa, y la calidez de ésta, misma de la que él carecía. Giró el rostro y esperó verla dormida, como una flor de azafrán salvaje que crece en la linde del río, que se cierra por las noches para volverse a abrir al alba. Pero no, Silke lo miraba con ojos bien abiertos y cuando hacía eso, todo el enojo y la vergüenza desaparecían como la sangre que escurre con la lluvia. Kaspar no era el más expresivo, sin embargo, sonrió en ese instante. Fugaz y apenas perceptible.

Creí que estarías dormida —le dijo quedo, con voz ronca—. O que no estarías —y esta vez su voz adopto un tono más aciago. Eso nunca había pasado, pero para como estaban las aguas, era su mayor temor últimamente.

Se incorporó en la cama, sólo para sentarse recargado en la cabecera de madera y herrería. Tan suntuosa y exquisita que parecía digna de un emperador, y no de un simple barón y su baronesa consorte. Por otro instante la miró y luego desvió los ojos a otro punto, al muro de roca de la habitación.

Si tapiáramos las ventanas, quizá podría estar más horas diurnas despierto —propuso, pero era difícil saber si lo decía en serio. Nunca había sido un problema, pero ahora todo lo parecía. Todo lucía como un detonante para las dudas y las trabas. No, no eran una pareja común, pero al final del día, parecían tener problemas igual que el resto de los matrimonios.


Última edición por Kaspar Furtwängler el Mar Ene 12, 2016 11:47 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Silke Novaček Dom Nov 08, 2015 12:24 pm

“Help me to understand, what my grief has prevented me from seeing - within.”
― Eleesha, The Soulful Pathway to Healing After Loss



El amor incondicional que se recita en los votos, el apoyo que se siente al tener a tu pareja resguardando tu espalda, la calidez de las palabras y caricias, banalidades de matrimonios comunes, corrientes, ordinarios; ellos no eran así, eso estaba mas que claro, ella con un carácter moldeado por adversidades, caprichos que intentaban no salir a flote y que sin embargo se denotaban en el acento de sus palabras, él con frialdad en el cuerpo y alma, con la parte seria y racional de la relación, entonces ¿como habían sobrevivido tantos años?.

Silke era una mujer difícil de tratar, arrogante a la par de sofisticada, elegante y Kaspar, el único que podía descifrar, que podía volverla dócil en los momentos clave.

Hacía mucho que los horarios habían perdido significado para ella, día, noche eran exactamente lo mismo, se las arreglaba para dormir a media tarde y quedarse despierta hasta altas horas de la noche y aún así despertar temprano para atender los asuntos laborales, familiares o cualquier cosa que necesitara su atención ¿por que? bueno, los Furtwängler no eran una pareja convencional.

Comenzaron a compartir cama hacía apenas año y medio ¿y los cuatro años previos? bueno, ella intentaba adaptarse a los horarios laborales de Kaspar, compartiendo lecho de vez en cuando, cuando él no se iba a la sala este de la casa donde todo el personal de servicio tenía prohibida la entrada, ahí fue cuando ella comenzó con las infidelidades ¿de que le servia un marido si nunca estaba? cualquiera diría que dejo de amarlo y solo estaba con él por conveniencia, pero no era el caso, al no ser una pareja convencional, tampoco lo era su amor, mismo que seguía igual o en mayor proporción que la primera vez que lo besó.

Llevaba despierta casi una hora, pero no se había movido de su lugar, se quedó mirando el techo y después giró sobre su costado para toparse con la figura casi fantasmal de su marido, una estatua perfecta de pálida piel marmórea y cabello rojizo, rostro cincelado, hecho a mano, pasó la mano con suavidad sobre la mejilla ajena sin tocarlo, solo simulando y sonrió. A pesar de los labios ajenos que había besado, las manos extrañas que la habían tocado, nada se comparaba con estar a su lado.

La sonrisa al verlo despertar se borro, siendo sustituida por un semblante amargo, resoplando por lo bajo y rodando los ojos en blanco con la última frase, ella nunca había dejado vacío el lecho, ni la casa, ni a él; se apoyó en los codos mirando la espalda de Kaspar una vez que se sentó en la cama, y en un acto de dulzura intentando ignorar el saludo de buenos días, se acercó hasta él besando el hombro y pasando su mano delicadamente por el hueco formado entre su brazo y el costado, acariciando el abdomen ajeno y recargando su menudo cuerpo en la espalda del vampiro ―Si, podríamos... ¿eso quieres? - rozó la piel expuesta de la nuca con su nariz y exhaló suavemente, se estaba esforzando.



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Mensaje por Kaspar Furtwängler Mar Nov 10, 2015 12:41 am


“Men marry because they are tired, women, because they are curious: both are disappointed.”
― Oscar Wilde, The Picture of Dorian Gray


¿Cómo una relación de tan descomunal amor podía ser también tan amarga? Quizá por eso mismo, porque todo era extremo, todo se potenciaba y existía un límite peligroso, entre esa devoción ciega y el odio más iracundo. A pesar de que Kaspar era un hombre severo, inflexible e incluso cruel, pocas veces se mostraba enojado, porque sabía los alcances de esa emoción en él. Pero si alguien conseguía empujar lo suficiente ante tal grado, esa era Silke.

Y como siempre, todo perdía importancia tan pronto lo tocaba y lo besaba. La sintió contra su cuerpo, pequeña y perfecta. Suya aunque ella se empeñara en que así no fuera. En sus momentos de mayor lucidez pensaba en que parte de la cruz le tocaba cargarla a él. Él se había negado a decirle lo que era, la había apartado de algún modo sin mayor explicación. Pero luego, cuando su balanza moral dejaba de moverse, se daba cuenta que las faltas de su mujer eran mucho más graves. O al menos así lo veía él. Negó con la cabeza ante la pregunta y la tomó de la mano.

No, no sería justo para nadie en esta casa —dijo y acarició los dedos de Silke. Delicados y con esos leves cayos en las yemas de quien toca un instrumento de cuerda. Luego se puso de pie para cambiarse de ropa. Dormía tan sólo con un pantalón de franela y se desnudó frente a ella sin pudor. Podía ser una pérfida a la que no le importaba dejarlo como un tonto, pero no dejaba de ser su mujer. Muchas veces se trataban de ideas suyas, exageraciones, no sabía en realidad con cuántos hombres se había enredado Silke, y no quería preguntar.

Dime, ¿tenemos alguna cita esta noche? ¿O la tienes tú? —Preguntó mientras buscaba ropa. La primera pregunta era usual. Normalmente no sabía de sus reuniones como miembros de la alta sociedad debido a esos mismos horarios tan enrevesados que tenía y Silke se encargaba de eso, de organizar su vida de barón. Pero la segunda pregunta… ¡ah! Esa iba con dolo como un golpe rastrero. La miró por sobre su hombro, aguardando.

Si es así, no te detengas por mí, siempre hay algo que hacer que concierne a la baronía de Esztergom —la saña continuó. Era un animal herido que atacaba para que el cazador no lo terminara de matar. Lo más valioso que tenía Kaspar, más allá de Silke, a la que amaba a pesar de todo, era su honor y su orgullo y era desesperante ver cómo éstos se resquebrajaban ante sus ojos causa de su mujer.


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Mensaje por Silke Novaček Dom Ene 03, 2016 10:47 pm

"You only need one man to love you.
But him to love you free like a wildfire,
crazy like the moon, always like tomorrow,
sudden like an inhale and overcoming like the tides.
Only one man and all of this.”
― C. JoyBell C.





Aspiró el aroma que desprendía la piel del vampiro, sutil y casi imperceptible, tenue para alguien que no esta acostumbrado, pero debajo de las colonias, el aroma propio del hombre no se había perdido, luchaba por sobrevivir, por ser notado, frío y sin vida, se mezclaba con el olor de la tierra, quizás la misma sobre la que algún día su marido se había recostado, quizás la misma que lo había visto perecer... nunca le había preguntado sobre esa vida, sobre la vida mortal que algún día llevo, le daba lo mismo, jamás lo sabría y ella no presionaría, sabía lo que debía de saber y le pertenecía lo que él quería darle TODO.

Resopló levemente dejando escapar el aire que se suponía formaba una risa, sus labios se curvaron en una sonrisa mientras sus labios se plantaron sobre la piel de la nuca, no cambiaría, ellos eran los únicos que importaban en esa casa, además de que no se tapiarían todas las ventanas, la casa era demasiado grande, y aún así, el pensaba en los sirvientes y en las ocasionales visitas. Estuvo apunto de decirle que eso no importaba, que solo importaba lo que él quisiera hacer, lo que ellos ordenaran... pero Kaspar decidió ponerse de pie, alejarse de ella y comenzar a atacarla.

―Siempre tienes que arruinarlo ¿cierto? - rodó los ojos en blanco desviando el rostro de la dirección del cuerpo desnudo de su marido, una vista que siempre le había agradado, pero que ahora no quería admirar, una especie de castigo al ego y hombría de Kaspar. Se deslizó a la orilla de la cama y se puso de pie, dandole la espalda al vampiro ―Ni una ni otra, eres libre de hacer lo que te plazca este día - se bajó los tirantes del camisón y la prenda cayó al suelo, ―Solo que si planeas irte de casa, avísame, no planeo quedarme aquí aburriéndome, quizás no sea tarde para conseguir compañía - lo miró por sobre su hombro, una sonrisa maliciosa y un brillo peculiar en su mirada, hacía tiempo que no engañaba a su marido, intentaba ser la mujer que en años no pudo, pero su humor ácido y su temperamento poco amigable eran impredecibles.

Caminó por la habitación, contoneando la cadera y exhibiendo el cuerpo perfecto que sabía tenía, se dirigió a la puerta del baño y entró en el cuarto, una de las sirvientas agachó la mirada al verla, el cuarto tenía dos puertas, una directa del cuarto y otra por donde entraba la servidumbre para poder tener lista el agua cuando aquellos dos fueran a utilizarla, se habían acostumbrado a los horarios extraños y no chistaban, la joven se avergonzó de verla desnuda, cosa que a Silke le tenía sin cuidado, agitó la mano y la despidió, aquella chica salió del cuarto antes de que Kaspar entrara, siempre lo hacía, siempre la seguía después de alguna respuesta tan retadora como la que acaba de darle.

Se metió a la bañera cerrando los ojos al momento que el agua caliente le cubrió hasta el cuello, el líquido se desbordó un poco, aún mas cuando Silke se sumergió por completo en el, era una manera de ignorar la discusión que venía.


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Mensaje por Kaspar Furtwängler Mar Ene 12, 2016 11:56 pm


“I hate her. Except for all the places where I love her half to death.”
― Charlotte Stein, Make Me


Aún con el ceño fruncido y molesto, fue incapaz de encontrar alguna prenda, dejando así su desnudez más de lo que planeaba. Se detuvo al escucharla y la miró por sobre su hombro. Maldita, mil veces maldita. Sabía exactamente cómo dejarlo sin habla. Con aquella figura perfecta, de piel tersa y curvas en las que se le antojaba tanto perderse. Tensó la mandíbula y cuando se giró para refutar, ella fue al baño, donde escuchó a la perfección su intercambio con la sirvienta.

Bufó, tratando de tranquilizarse y no fue hasta que la criada se hubo retirado, que él entró sólo para ver a su mujer sumergirse en la bañera. Por un rato la observó, despreocupada, ignorándolo adrede. Todo lo que tenía que decirle era horrible, pero se lo merecía. Estaba cansado de fabricar excusas para no sentirse tan tonto frente a ella. Pero era incapaz de nada.

Se inclinó y apoyó ambas manos en el borde de la tina, mojándose la punta de los dedos. Apretó con tanta fuerza que la estructura de la misma crujió de miedo ante la posibilidad de ser rota. No habló, ¿qué iba a decirle? Todo siempre se desvanecía entre ambos, ya fuera en más peleas, donde la razón no solía hacer acto de presencia, o en caricias y besos. Y prefirió lo segundo. La besó en la boca y estuvo lejos de ser un beso delicado. Fue demandante, violento, la tomó por el cabello de puntas mojadas para dejar expuesto su cuello ante él y la siguió besando como si estuviera bebiendo de ella. Como si su existencia misma dependiera de ese acto.

Se separó y la miró brevemente a los ojos. Antes de hacer o decir nada, se metió a la tina con ella. Pero no fue para disfrutar de un baño de espuma juntos. De inmediato se colocó encima y descansó la frente en la ajena. La tomó de la nuca.

Escúchame. Me perteneces y si un día tienes el descaro de decirme el nombre de tus amantes, ten por seguro que son hombres muertos —con violencia la tomó de ambas muñecas. Con facilidad la obligó a ponerse de pie y la miró de pies a cabeza. Desnuda y mojada. Por su parte, Kaspar ya mostraba una poderosa erección y es que su mujer era esa contradicción en su vida.

La volteó con la misma brusquedad y comenzó a acariciarla. La tomó por las caderas y pegó su virilidad a las nalgas de su mujer. La besó en cuello y hombros y las manos toscas subieron por el cuerpo hasta hacerse de sus pechos, los cuales comenzó a masajear con rudeza. Nada en sus movimientos era tierno o dulce. Su enojo estaba siendo reflejado de aquel modo. Empujó su cadera contra la de ella y con los dedos índices y pulgar de la mano izquierda comenzó a jugar con un de los pezones de Silke, la otra mano se aventuró entre las piernas de la mujer.

Te largas con tantos, pero me pregunto si con ellos te excitas así de rápido —la mordió en el hombro y dijo con burla al notar su humedad creciente en su centro.


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Mensaje por Silke Novaček Dom Ene 17, 2016 10:12 pm

“Men marry women with the hope they will never change.
Women marry men with the hope they will change.
Invariably they are both disappointed.”
― Albert Einstein.







Sacó la cabeza del agua, de manera un tanto abrupta pero sin denotar prisa o miedo, pudo escuchar el crujir de la porcelana blanca por debajo del agua y eso la alertó de que Kaspar estaba en el baño con ella, abrió los ojos y clavó la mirada ácida sobre su marido, sacando los brazos de la tina para apoyarlos sobre el filo; a penas estaba tomando aire cuando los labios desesperados de su marido irrumpieron en su boca, el salvajismo con el que la besó la hizo quedarse sin aliento, se agarró con fuerza a la orilla de la tina e inclusive pataleó un poco agitando el agua de la tina, de pronto, aquel beso paró, sin previo aviso ―Aggg - tensó la mandíbula y frunció el ceño al sentir el jalón de cabello, pero sin mas, dejó expuesto su cuello sintiendo el aliento de Kaspar sobre el.

Recién Kaspar le confesó lo que era, su naturaleza verdadera, Silke le advirtió que jamás se alimentara de ella, tenía rotundamente prohibido morderle a menos que ella le dijera lo contrario; en ese momento, la humana solo cerró los ojos y exhaló todo el aire de sus pulmones, aquel roce le erizó la piel, sabía que Kaspar nunca se atrevería a morderla, pero la sola idea la excitó demasiado.

―Mghn - volvió a quejarse al sentir el agarre sobre la nuca, jaló aire e hinchó el pecho al verle adentro en la tina con ella, la piel pálida y con aspecto de mármol del vampiro, parecía una estatua de bajo la lluvia, perfecta, incitante. Entreabrió los labios, pero no salieron palabras, solo ligeros quejidos al sentirlo tan cerca, lo miró de reojo, expectante y sonrió al escucharle. La diferencia de fuerza era abismal y mas que obvia, estaría loca si forcejeaba con él estando ambas muñecas aprisionadas en una sola de sus manos; pero podía hacerlo sufrir, podía hacer que la deseara aún mas al punto de que todo el cuerpo le doliera, él se creía con el control, y físicamente, quizás era cierto, pero ella lo tenía siempre que quería, bastaba una mirada, una simple provocación y el vampiro terminaba de nuevo a sus pies.

Su mirada se deslizó por la escultura que tenía de frente, y una sonrisa lasciva se dibujó en sus labios al notar el claro deseo que crecía en él por poseerla, se relamió los labios. Kaspar era el hombre mas refinado del mundo, cuando tenía que estar frente a otras personas a las que les debía su educación, pero Silke conocía todas y cada una de las caras detrás de la máscara, conocía al demonio y a la bestia, al hombre y al inmortal; cada uno tan diferente, cada uno la enloquecía por igual.

Se quejó con mas fuerza, y es que no logró apoyar las manos en la pared y su rostro fue quien sufrió el golpe, pero lejos de molestarla, lejos de desatar la cólera o la rabieta en ella, solo provocó que se excitara aún mas. Los amantes con los que Silke había estado, solo cumplieron el propósito de sacarla de su aburrimiento y de hacerla sentir superior al hacer enfadar a su marido, pero ninguno de ellos, ni siquiera las mujeres que le otorgaban una experiencia distinta, lograban en ella lo que Kaspar con un solo roce.

Arqueó la espalda y elevó la cadera, echó la cabeza para atrás y buscó de donde agarrarse, encontrándose solo con el soporte que le daba la pared, no retiró las manos para apresurarse a recorrer el cuerpo de su marido, si lo hacía, perdería el equilibrio, y es que ahora las piernas le temblaban, su cuerpo húmedo se pegó contra el pecho del vampiro, gimió y se mordió el labio inferior al sentir las caricias pasionales sobre su seno, sus piernas se abrieron permitiéndole el paso a la mano que subía por su muslo, invitándolo a subir mas y descubrir que aquella humedad, no se debía al agua de la tina ―K-kas... Kaspar - logró pronunciar antes de que otro gemido se apoderara de su garganta, pegó mas la cadera, restregándose sobre el miembro erecto del vampiro, en este punto, había olvidado porque peleaban.


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Mensaje por Kaspar Furtwängler Dom Ene 31, 2016 5:17 pm


“Everything in the world is about sex except sex. Sex is about power.”
― Oscar Wilde


Exacto, di mi nombre, dilo… es el único que debes pronunciar así —pero incluso la voz del vampiro sonó jadeante mientras con un dedo acariciaba suavemente la entrepierna de su mujer, sin enfocarse en ningún punto en particular, todavía. Con fuerza la sostuvo del vientre con la otra mano, de ese modo le otorgó apoyo y la obligó a doblarse, para que así su trasero se pegar más a su miembro erecto.

No dudó en moverse sensualmente tan pronto la tuvo como deseaba. Con ambos cuerpos haciendo olas en la tina, con el agua llegándoles apenas por debajo de las rodillas y derramándose por las orillas. Entonces el índice de la mano que la acariciaba, se decidió por un lugar para excitarla más y hacerla sufrir un poco. Con movimientos circulares se concentró en el clítoris húmedo y palpitante. A veces apenas si la rozaba, otras lo hacía con vehemencia y sólo podía sentir la excitación de ambos acrecentarse a cada segundo.

Gime, gime para mí —le dijo, no supo de dónde carajo sacó fuerzas él mismo, cuando lo único que deseaba era poseerla cuanto antes—. Lo deseas, ¿verdad? —se detuvo, sabiendo que parar en un momento como aquel era una absoluta crueldad. Se separó un poco y la tomó con ambas manos de las caderas, hundiendo los fuertes dedos en la piel. Dejaría su marca, estuvo seguro y el pensamiento incrementó su deseo, si es que eso era posible.

Se inclinó sobre el cuerpo ajeno y la besó en el cuello y la espalada para luego, volverse a erguir, separar ambos glúteos e introducir su erección ahí, pero tan sólo un poco. Con una mano acomodó el falo en su entrada húmeda y dispuesta, comenzó a jugar, incitándola más y más. Acarició una y otra vez en ese sitio con el glande, pero sin penetrarla aún, sólo provocándola. Tomó las manos de Silke y con tosquedad la ayudó a sostenerse de la pared de enfrente, y cuando estuvo en una posición cómoda, siguió estimulándola mientras acariciaba ambos pechos perfectos con las manos.

Vamos, ruégame que lo haga, de otro modo no lo haré —la retó. Por una maldita vez, le gustó pensar que él tenía el control de la situación, aunque era su mujer quien lo tenía así, era su culpa, la causante de todo—. Todo tu cuerpo me dice que lo deseas, pero quiero escucharlo. Quiero que me digas cuánto deseas que te haga mía, aquí, y ahora —claro que el cuerpo de su esposa se lo decía: su humedad, sus pezones endurecidos, el estremecimiento en sus piernas; pero no podía mentirse tan descaradamente, él también lo deseaba con esa misma vehemencia y estaba comenzando a perder el control.

Se quejó y gruñó cuando, por enésima vez, jugaba con ella a querer penetrarla, pero sin hacerlo realmente. Se estaba desesperando.

Dilo de una maldita vez —llevó una mano a su cuello y apretó, midiendo su fuerza para no lastimarla, no supo de dónde sacó autocontrol para eso. Quizá porque el deseo que sentía en ese momento era sólo comparable con el amor que, a pesar de todo, todavía le profesaba.


Última edición por Kaspar Furtwängler el Lun Feb 15, 2016 11:50 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Silke Novaček Lun Feb 01, 2016 12:54 am

“Because no one has
more thirst for earth,
for blood, and for ferocious sexuality
than the creatures who inhabit cold mirrors”
― Alejandra Pizarnik.








Aquel hombre la volvía loca, la removía hasta sus mas primitivos instintos, podía hacer y deshacer de ella a su antojo aunque a veces no se sintiera tan capaz. Frunció el ceño al escucharle, él tenía razón aunque ella jamás lo admitiera, el suyo era el único nombre que pronunciaba entre gemidos, sin importar con cuantos compartiera lecho, de sus labios no salía una sola palabra de aliento, ni si quiera regalaba besos, eran puras caricias sin mayor objetivo que el satisfacer su cuerpo miserable que solo clamaba por uno, el de su marido.

Echó la cabeza para atrás, el cabello mojado se le pegaba a la cara prohibiéndole abrir los ojos, aunque no lo necesitaba, tenía los demás sentidos exaltados y eso era mas que suficiente; pudo sentir la virilidad que palpitaba contra sus glúteos, lo sintió húmedo y caliente, y eso solo logró excitarla mas.

Ahogó un gemido en cuanto Kaspar llevó la mano a la parte mas sensible de su cuerpo, y aquello no pudo ser mejor -o peor- puesto que le ordenó que gimiera y ella solo lo contuvo, su vientre se contraía con cada caricia que los dedos del vampiro otorgaban a un muy sensible clítoris, sus piernas entumecidas debido a la creciente excitación ―Pero no has de sacar lo que quieres- un pensamiento mas estúpido no pudo tener en ese momento, al negarle lo que pedía solo se negaba a si misma el mayor de los placeres.

Se mordió el labio con fuerza, casi al punto de hacerlo sangrar, cuando sintió como la tomaba con fuerza por la cadera, manchas rojizas aparecieron justo debajo de las yemas de los dedos que maltrataban la piel nivea de la mujer, entreabrió los labios solo para dejar escapar el aire, pero no profirió ningún sonido, no aún.

Elevó la cadera, abrió mas las piernas al sentirlo pegarse mas a ella, curvó la espalda baja y esto provocó que sus glúteos rozaran aquella erección que esperaba ser invitada. Se dejó acomodar, logrando quedar inclinada sobre la tina, con las manos sobre la pared, y la cadera doblada permitiéndole maniobrar con su cuerpo a su antojo. Emitió un gemido y movió la cadera hacia atrás con desesperación al sentir como Kaspar solo hacia un amago de penetrarla, aquella tortura que era compartida puesto que él solo alargaba el dolor que le provocaba en su miembro el tenerla tan cerca, tan dispuesta y no poderla tener.

Así el no lo hubiera ordenado de nuevo, ella lo hubiera dicho, una sonrisa lasciva se dibujo en sus labios a la par que estos se entreabrían al sentir la presión sobre su cuello, no podía seguir con esta tortura, por mas que le gustara hacer sufrir a su marido, solo se alargaba el sufrimiento ella.

―Kaspar, hazme tuya - pronunció en tono bajo a causa de sus gemidos entrecortados y de que el aire estaba aprisionado por culpa de los dedos alrededor de su cuello, levantó mas la cadera y llevó una de sus manos por su entrepierna, justo en el hueco donde el miembro erecto de Kaspar aguardaba y lo deslizó en su interior obligándolo a penetrarla, se echó hacia atrás sin erguir la espalda, en un movimiento rápido y un tanto brusco que le arrancó un gemido sonoro, se mordió el labio inferior y sonrió satisfecha ―H-hablas demasiado - dijo de manera entrecortada, su cadera se movía adelante y atrás, dibujando semicírculos al rededor del falo que estaba en su interior.


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Mensaje por Kaspar Furtwängler Mar Feb 16, 2016 12:18 am


“El remanso de tu boca
bajo espesura de besos.”
— Federico García Lorca, Variación


Rio de manera ronca, satisfecho al finalmente haberla hecho ceder, aunque para como estaban ambos, no era que tuvieran mucho autocontrol. Sintió su erección deslizarse con facilidad dentro de ella cuando fue la propia Silke la que propició la penetración. Se quejó pero no tardó un segundo que comenzar a arremeter una y otra vez mientras ella se movía con habilidad. A pesar de sus infidelidades, a Kaspar le quedaba claro que sus cuerpos embonaban a la perfección y que seguramente con nadie más lograba esa compenetración.

Con brusquedad la soltó de las caderas y el cuello y la tomó de ambas muñecas, quitándole el apoyo de la pared, sólo para torcer sus brazos hacia atrás, siendo él, de ese modo, su único sostén. Si la soltaba, se iría de cara contra el muro de baldosas del baño. Las embestidas se hicieron más furiosas y cada movimiento quería ir más dentro. Salía más, por más tiempo, y regresaba con más fuerza, subiendo de a poco la intensidad. Sentía las perfectas nalgas de su mujer golpear contra su pelvis, el sonido de la carne húmeda contra la carne húmeda hacía eco en la habitación y se mezclaba con sus jadeos. Y aunque no se detenía, no quería terminar tan de prisa. Continuó así por algunos segundos, gozando cada vez que salía y entraba de ella, echando la cabeza hacia atrás en éxtasis y gimiendo a la par que Silke. Cuando sintió que no iba a aguantarlo más, se detuvo.

No —dijo con voz grave, afectada por los gemidos—. Quiero verte a la cara cuando llegues al orgasmo —sentenció y poco a poco la soltó para que no perdiera el equilibrio, saliendo de ella aunque no quería.

La obligó a girarse y le sonrió. Pero no era una sonrisa cómplice, había algo malévolo en su expresión. Aún con el pene erecto, se estiró por una toalla y se la dio.

Siéntate ahí —le ordenó, señalando el gabinete del lavabo. Sin embargo, no espero obediencia inmediata. La jaló fuera de la tina, con suma facilidad la sentó ahí y le abrió las piernas. Por la altura, quedaba perfecto al nivel de su miembro.

Lo tomó con firmeza con una mano e hizo amago de volverla a penetrar y terminar lo que estaban haciendo. Acarició el clítoris, mismo que ahora podía ver mejor, con la punta de su hombría. Pero antes de que volviera a hacer algo gracioso, le dijo no con un gesto y se separó. Se agachó ligeramente para poseer uno de sus senos con la boca. Con su hábil lengua jugó con el pezón endurecido por la excitación mientras él se estimulaba con una mano. Besó, mordió y lamió los senos de su esposa. Luego, dejando un camino de besos, bajó por el vientre, hasta quedar arrodillado. Obligó a Silke a acomodar sus piernas sobre sus hombros y con la punta de la lengua, acarició el clítoris rosado de la mujer, la humedad fría de su boca contra la ardiente del centro de la mujer. Una vez lentamente, luego dos, y tres y luego ya no fueron sólo probadas de su esencia, Kaspar besaba y quería beber de ella.


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Mensaje por Silke Novaček Dom Mar 06, 2016 11:48 pm

"Show me what I'm searching for tonight
Searching once again for all I've missed indebted to me from this life
Here you found me waiting, over time I've given up
Show me what I lost"
― Halestorm Show me.









La respiración entrecortada, sin saber si era a causa de la excitación o por la falta de aire debido a las manos de Kaspar al rededor de su cuello; las cosas con él jamás habían sido dulces, delicadas, ni siquiera la primera vez que estuvieron juntos, si, cabe mencionar que fué considerado puesto que él fue el primer hombre con el que Silke estuvo, pero ahí fue cuando, sin siquiera mencionárselo, la verdadera naturaleza de Kaspar salió a flote, ella nunca se quejo -y jamás lo haría- ella nunca había sido delicada bajo ninguna circunstancia ¿por que serlo en la cama? claro esta, quejarás permitiría que la lastimara, y estaba segura que el jamás lo haría a propósito, así que un poco de rudeza estaba permitido.

Sentía los labios hinchados y a punto de sangrar debido a la presión de sus dientes sobre éstos, ahogaba los gemidos solo como método de autocontrol, el sonido del agua agitándose debajo de ellos, el choque de sus cuerpos con cada embestida, el roce del miembro del vampiro al estar y salir de ella, era demasiado como para frenar el orgasmo, así que el dolor la hacía concentrarse en otra cosa, aunque en este punto, inclusive eso la excitaba.

Le quedaba claro que en estos seis años, nadie la había hecho sentir como lo hacía él, cada encuentro compartido era diferente al anterior, no importaba si el preludio habían sido las caricias o los gritos, todo era diferente, o al menos, siempre la hacía sentir así. Alzaba la cadera cada que el miembro de Kaspar salía de ella, y la bajaba un poco al sentir que volvía a penetrarla, intentando hacer un poco de presión sobre su pubis y sobre el glande del vampiro, la mano que momentos antes había propiciado la penetración, ahora se encontraba atendiendo el sensible clítoris de la mujer, la yema de los dedos dibujaba círculos sobre el acariciando de vez en vez la erección de su marido, empapándose de la humedad de ambos.

Se quejó al se privada de sus puntos de apoyo, se quejó incluso de poder respirar sin dificultad y se quejó al sentir como sus muñecas eran torcidas levemente hacia atrás, pero por mas que se quejara, disfrutaba de aquello, su cuerpo completo pedía mas, se desesperaba por la lentitud de las embestidas, buscaba hacer la cadera hacia atrás para obligarlo a penetrarla con mayor frecuencia, pero disfrutaba cuando entraba en ella con fuerza, el cabello se le pegaba al rostro, mismo que ahora tenía dibujado una sonrisa de placer.

―Pero que demo...- inclusive en estos momentos, donde mas vulnerable era, no daba pie a equivocaciones o a pensamientos de sumisión por su parte, gruño por lo bajo cuando Kaspar salió definitivamente de ella obligándola a erguirse, giró el rostro hacia él, deleitándose con aquella sonrisa maliciosa y compartiendo una igual ―Lo que tú ordenes - se acercó a él mordiéndole sin medida el labio inferior a la par que la diestra tomaba el miembro del vampiro desde la base, presionando con las yemas y deslizándose hacia arriba, estimulando aun mas, sintiéndolo palpitar bajo su roce; un gesto sumiso de su parte cuyo único objetivo era acrecentar la excitación en su marido.

Un ligero gemido salió de sus labios cuando Kaspar la levantó en vilo para sentarla sobre el gabinete, pegó la espalda a la pared y apoyó el talón de la pierna derecha en el filo del mueble, mientras que la izquierda quedaba colgando, lo incitó con su cuerpo y lo reto con la mirada, separándose de la pared en cuanto le abrió las piernas, echó la cabeza para atrás cuando sintió la virilidad acariciando su entrada, aún escurría agua de sus muslos, pero justo ahora, era mas la propia humedad que otra cosa, ―Nhg... - llevó la mano a la nuca del vampiro cuando este comenzó a lamer sus senos, arqueó la espalda enredando sus dedos en la cabellera pelirroja, con él perdía toda noción de cordura. Abrió mas las piernas cuando el vampiro bajo por su cuerpo y se tomó del filo del gabinete, deslizándose hacia abajo para dejar quedar mas expuesta, cuando su marido decidió penetrarla con su lengua.

La mano que había estado en la nuca del vampiro, ahora estaba en la coronilla, ejerciendo presión y actuando como barrera por si al vampiro se le ocurría detenerse, movía la cadera de arriba a abajo, ligeras circulares, ahora lo que escurría de sus muslos no era el agua de la tina. Tenía el pecho rojo, el ritmo cardiaco acelerado, la piel se le erizaba, estaba apunto del clímax, echó la cabeza hacia atrás y abrió mas las piernas, dejando completamente expuesta su ingle ―K-kaspar... hazlo - lo haló del cabello de la nuca obligándolo a detenerse solo para enfocarse en otro punto, aquella arteria palpitante de su ingle, era en estos momentos, cuando lograba excitarla hasta este punto, en que le permitía -o mas bien, le exigía- que la mordiera.


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Mensaje por Kaspar Furtwängler Mar Mar 15, 2016 10:49 pm


"Porque nadie tiene más sed de tierra, de sangre y de sexualidad feroz que estas criaturas que habitan los fríos espejos."
— Alejandra Pizarnik, La Condesa Sangrienta


Ella sabía cómo tocarlo. El más leve roce de la yema de sus dedos lo volvía loco. Y él, como respuesta, sabía también cómo manejarla. Silke era indomable, y eso, no iba a mentirse, lo conducía a los planos más elevados de insanidad, sin embargo, había algo en verla deseosa de él, dispuesta, abriéndose ante él con tanta facilidad que no se comparaba con nada. Quizá ese era el gran error de su relación, anhelarse tanto, querer fundirse uno en el otro con tanta pasión, pues de ese modo, ambos conocían de primera mano sus dolencias y debilidades. Eran el talón de Aquiles mutuo. Y claro que disfrutaba hacerla sufrir un poco, pero disfrutaba más aún hacerla gritar de placer, ahogar sus gemidos con su boca, saborearla como lo estaba haciendo.

La esencia de Silke le escurría por la barbilla, mientras continuaba estimulándola con la lengua. Incluso cuando ella pidió la hermosa y dulce tortura de sus colmillos, no se detuvo. Continuó aunque de a poco bajó el ritmo. Alejándose brevemente y luego arremetiendo nuevamente con su boca. Entonces ya no sólo lamía su centro, sino también por donde corría la arteria femoral. Tan impetuosa cargada de sangre. El líquido precioso que le daba vida a él y que, siendo de su esposa, cobraba un significado mayor. Alzó una mano, para apoderarse de uno de sus pechos, lo masajeó con ternura y no lo soltó cuando con sus colmillos, mordió el muslo del Silke.

La excitación que sentía era peligrosa. Podía no detenerse a tiempo; no sólo como para dejarla con fuerza suficiente, sino con vida si quiera. El sabor de sus fluidos, ambos, se mezcló en su paladar y no pudo soportarlo más. Pero fue una suerte, de ese modo, atontado por el éxtasis, se separó de ella a tiempo y con furia continuó estimulándose a sí mismo. Dio un paso torpe hacia atrás, irguiéndose a su vez, justo a tiempo para que Silke pudiera ver cómo terminaba en su mano y sobre el suelo del baño. En su barba se notaban los residuos de su fogosidad y de la sangre. La miró un segundo y al siguiente cerró los ojos, como para acomodar sus pensamientos.

Sacudió la cabeza y se acercó. Con dulzura deslizó una mano por la cintura de Silke y recargó la cabeza en el hombro ajeno, aun tratando de normalizar la respiración.

Es una pena —le dijo muy quedo al oído, tan cerca que sus labios rozaron con descaro sobre la oreja—. Tenía más para ti, pero necesitas atenderte esa herida —bajó la mano y rozó los vellos morenos de la entrepierna de Silke para luego acariciar el sitio donde había hendido los colmillos. Al ser una arteria principal, ésta no dejaba de sangrar.

Sin preguntar, la sostuvo por los hombros y el otro brazo lo pasó por debajo de las rodillas, de ese modo la cargó de regreso a la habitación, donde la dejó sobre la cama.

Shhh —le hizo un ademán antes de que ella pudiera quejarse si quiera—. No lo arruines —advirtió y sacó lo básico de un cajón para curarla. Ponerle un torniquete sencillo y desinfectar resultó sencillo, era un soldado, sabía de esas cosas. Tan sólo volver a tenerla así de cerca, desnuda y marcada por él, lo volví a excitar—. Eso servirá, espero que estés lista para lo que sigue —no le iba a dar tregua, aunque estuviera herida. Silke misma lo había pedido así y todavía no terminaba con ella.

Había algo exquisito en correrse en su interior y por todos los demonios, que no la iba a dejar escapar. Se paró en toda su altura, que era bastante. Desnudo, húmedo y con una creciente erección despertando nuevamente.


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Mensaje por Silke Novaček Sáb Mar 19, 2016 11:17 pm

“Eva temblaba al alcanzar la risa más profunda.”
― Gioconda Belli, Infinity in the Palm of Her Hand: A Novel of Adam and Eve








Kaspar podía ser un engreído, un egoísta, un solitario y aunque ella no se quedara atrás en toda esa competencia, aunque la lucha de egos a veces sobrepasara sus propios límites, aquella relación tan destructiva era lo único que la confortaba, que la mantenía en una sola pieza y el hombre hincado entre sus piernas, era la pieza fundamental de aquello. Su cordura e insanidad, su ancla y su marea, su todo y su nada.

Su vida podía terminarse en ese mismo instante, por un acto que despreciaba en medio de uno que disfrutaba, y aún así, no se arrepentiría de haber sido la causante. La cabeza encontró un freno en la pared sobre la que se recargaba, su piel rojiza a causa del esfuerzo, el sudor mezclado con el agua restante, las caricias y jadeos, el vapor producto del agua caliente del baño se había esfumado hacia bastante, pero el ambiente aun se respiraba caliente y eso solo era consecuencia del acto que se llevaba a cabo, a pesar de que por siglos el cuerpo de Kaspar no emitía calor alguno, Silke lo hacía por ambos.

Cerró los ojos con fuerza y emitió un quejido, en esos seis años, esa era la tercera o cuarta vez que Kaspar la mordía, aun no se acostumbraba y no creía hacerlo, pero para los fines que ahora buscaba, era soportable y sin duda, embriagante. Quizás fue poco sensato de su parte, quizás la locura se apoderó de ella, ahora que su ritmo cardiaco bajaba a causa del bajo volumen sanguíneo, lo notaba. Los gemidos se acrecentaron por la falta de aire debida al incremento de esfuerzo, pero todo eso valía la pena. Su cuerpo se estremecía con cada roce propinado por su marido, estar al borde de la muerte agudizaba de tal forma los sentidos, que hasta el mas mínimo movimiento la llevaba al borde del orgasmo.

La presión que ejercía su mano sobre la cabeza del vampiro fue disminuyendo, la mano contraria ya no se aferraba al borde de mármol con la misma fuerza, y si sus nudillos estaban pálidos, no era por el esfuerzo que ella hacia. Aquello transcurrió con demasiada rapidez, si quiera el tiempo suficiente como para que Silke alcanzara un orgasmo, fugaz y explosivo que culminó justo cuando su marido se alejaba de ella. Una sonrisa curvo los labios hinchados cuanto ante sus ojos se irguió la figura masculina, un dios del olimpo en todo su esplendor dándole a ella la ofrenda de su hombría.

―Nunca me cansaré de verte así - se acomodó sobre el mueble ahora teñido de rojo –o apenas si se movió- mientras que con la zurda acariciaba el rostro y el cuello del vampiro cuando éste buscó consuelo sobre su pecho. Los labios de Silke repartieron besos sobre la piel que alcanzaban ―Esto no es nada- sabía que las mordidas en sitios donde pasaban pequeñas arterias, podían cerrar con la saliva del vampiro, pero aquellas de gran calibre, tardaban mas, y eso significaba debilidad y el riesgo de entrar en choque; no opuso resistencia cuando el vampiro la levanto en vilo y la sacó del baño.

Pero ya habíamos aclarado, que Silke no sabía comportarse de manera dócil, es pore so que emitió algo parecido a un gruñido cuando Kaspar le ordeno no decir palabra, tenía justo en la lengua la frase perfecta que lo haría reconsiderar el parar la hemorragia, pero se tragó tal cual vino.

Recostada allí, desnuda entre la ropa de cama de seda y algodón revuelta, aun con una herida punzante, su cuerpo clamaba por mas, ese era el efecto que tenía Kaspar en ella, es por eso que siempre regresaba a él ―No esperaría menos, me preocuparía el día que logre satisfacerte a la primera - lo dijo con aquella acidez tan propia, pero la verdad desbordaba sus palabras, tener relaciones con Kaspar significaba agotarse primero ella que él y aun asi, siempre quería mas.

Esta vez fue ella la que comenzó, se incorporó sobre la cama hincándose en ella, sin si quiera hacer una sola mueca de dolor –y vaya que dolía- estiró ambos brazos hasta que sus manos quedaron sobre los hombros del vampiro y lo jaló hacia ella. Sus labios se fundieron en los ajenos, pintándose de carmín la blanca piel del rostro, su lengua lamió la mejilla marmolea mientras sus pezones rozaban el pecho masculino en un afán de acrecentar la excitación. Lentamente, se fue deslizando por el cuerpo ajeno, las yemas de los dedos marcaban el camino que sus labios debían recorrer, su lengua dejaba a su paso un húmedo trayecto, sinuoso e incompleto, hasta que por fin llegó a su objetivo.

Con una expresión de vesania en el rostro, sus labios se tornaron alrededor del miembro endurecido del vampiro, su lengua masajeó el glande palpitante saboreando la amargura de su esencia. Al principio, la estimulación fue lenta, deslizó por completo aquella erección en su boca hasta que esta la ocupo por completo, colocando la mano cerrada en la base del falo mientras deslizaba de adentro hacia afuera -y de forma repetida- el miembro. Ahora era su turno



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Mensaje por Kaspar Furtwängler Miér Abr 06, 2016 12:07 am


“The way you slam your body into mine reminds me I’m alive, but monsters are always hungry, darling.”
― Richard Siken, Crush


Podía odiarla, porque de hecho lo hacía, pero la amaba con la misma intensidad. Y la necesitaba. Necesitaba su tenaz testarudez acompañándolo. No podía permitirse que nada le pasara, aunque en el fondo, una parte de él, sabía que no lo merecía, que no merecía su preocupación. Sin embargo, en un momento como aquel, esa era una voz muy débil tratando de batallar con otra mucho más fuerte, la que le gritaba que la tomara una vez más y la hiciera gritar y que la hiciera como él quisiera, pues podía y que no diera importancia a la herida.

Mirándola, sonrió ante el comentario y estuvo a punto de llevar la mano a su miembro al no poder soportar más la tentación. ¿Y si ya no podía tocarla? La maldijo, había sido su brillante idea que la mordiera. Aunque él había sucumbido, porque pensar en su sangre era tan excitante como pensar en su cuerpo. Sin embargo, ya no pudo hacerlo al sentirla acercarse. Piel contra piel. Los vellos de la nuca se le erizaron al sentir la suavidad de sus pechos contra el propio. La besó con la misma posesividad que ella impregnaba al acto. Bajó una mano hasta sus nalgas, donde se hizo de una y la masajeó con fuerza, mientras la otra mano la rodeaba por la cintura, hasta que rompieron contacto. No dijo nada, sólo la observó, ¿qué pretendía?

Sus manos y labios obraban con habilidad y la respiración del vampiro cada vez era más trabajosa. Era irónico, él que no vivía, aún reaccionaba de aquel modo. Cuando Silke llegó a su miembro y su lengua complació la punta, enterró los fuertes dedos de guerrero en la oscura cabellera de su esposa. Sabía muy bien lo que estaba haciendo, sabía muy bien exactamente qué hacer para volverlo loco. Nada de eso era al azar. Echó la cabeza hacia atrás cuando se hizo de toda su erección y se quejó. Lanzó un gruñido al cielo, algo que pretendió ser el nombre de la mujer que ahora le daba tanto placer.

Conforme el ritmo se fue acelerando, él mismo fue empujando la cadera hacia enfrente. Cuando no pudo soportarlo más, boca y mano de Silke se habían encargado de conducirlo al cielo, la obligó a no separarse, para terminar dentro. El orgasmo fue una agonía prolongada, una sensación que no cambiaba por ninguna otra cosa. Era increíble como ellos dos eran capaces de traducir su eterna lucha en tan maravilloso sexo.

Dando un paso hacia atrás, se separó de ella y la contempló, satisfecho. Con una sonrisa arrogante en su rostro. Estiró la mano y la tomó del mentón, obligándola a verlo a los ojos. No le dijo nada, en cambio se acercó de nuevo y la besó. Pudo saborearse a sí mismo en los labios de su mujer. Con fuerza la fue empujando hacia atrás para recostarla de vuelta, sin dejar de besarla. Labios, cuello, clavículas y pechos eran los sitios que Kaspar se encargaba de marcar.

Se acomodó a su lado y deslizó una mano en la entrepierna ajena, sólo para comprobar qué tan húmeda estaba. Le alegró notar que lo suficiente. No borró esa sonrisa de su rostro que podía llegar a ser incluso molesta. Se sabía el causante de ese estado en Silke y eso provocaba esa suficiencia. Acarició el clítoris con un par de dedos hasta que decidió que era suficiente.

Al fin se colocó encima y abrió las piernas de su mujer con las rodillas. Se quedó en ese sitio, contemplándola hincado, con su portentosa erección en dirección a ella.

Me vas a decir como quieres que te lo haga —ordenó. Le estaba dando poder a ella y sólo esperaba que no lo decepcionara.


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Mensaje por Silke Novaček Dom Mayo 01, 2016 1:49 am

““Being with you never felt wrong.
It's the one thing I did right.
You're the one thing I did right.”
― Becca Fitzpatrick, Crescendo









Silke no era una mujer religiosa, si seguía las normas del catolicismo, era mas por enseñanza que por ferviente creencia, sin embargo, la manera en la que Kaspar la hacia sentir, le hacían cuestionarse si existía un cielo, quizás blasfemaba al comparar el placer carnal con algo tan santo ¿lo era? pureza y castidad, dos palabras que no podía meter en la misma oración que llevara la palabra religión de por medio.

A pesar de ser ella quien estaba empecinada en otorgarle placer, ella misma lo obtenía con las reacciones del vampiro, las embestidas dentro de su boca, lejos de privarla de la respiración, le brindaban satisfacción, una descarga eléctrica que recorría su dorso.

La mano libre fue a dar a la cadera de Kaspar, buscando apoyo y mayor contacto, se deslizó hasta que la palma quedó sobre el glúteo del militar, los delgados dedos hicieron presión sobre la carne, deseando dejar mas marcas que las leves lineas de arañones que sabía, desaparecerían a mitad de la madrugada.

Se estremeció al sentirse húmeda de nuevo, imposibilitada para brindarse placer al tiempo en el que lo satisfacía, satisfecha al sentir como se venía en su boca. Aquel acto, solo con él lo había compartido, tan meticulosa y obsesiva que era, la idea de que alguien arruinara su persona, era inconcebible, pero Kaspar era asunto aparte, poder tener todo de él, una manera retorcida de placer y posesión. Respiró profundo una vez que se tragó el líquido blanquecido, se incorporó a medias, la espalda inclinada hacia atrás, hasta que su marido se acercó para besarla, sintió fuego sobre su piel, en el centro de su vientre, lo deseaba ¡maldita sea como lo deseaba, como lo amaba!

La respiración se volvió entrecortada, pausada al igual que los besos repartidos, sus manos ansiosas buscaban recorrer cada milímetro de piel, encontrar algún cambio sobre aquel mapa que se sabía de memoria. No opuso resistencia, se dejó llevar y se echó sobre la cama, arqueó la espalda cuando la mano ajena se aventuró entre sus piernas, gimió y se retorció cuando esta decidió juguetear, humedecerla mas si eso era posible, gruñidos, quejidos, guturales y sonoros, instintivamente detuvo el brazo del vampiro cuando este decidió separarse, pero lo soltó al notar las intenciones que llevaba.

La lasciva en su mirada no se comparaba con la sonrisa llena de lujuria que en este momento adornaba su rostro, le abrió paso, se entregó completamente ―Te entregas al verdugo - bromeó, abrazó la cadera de Kaspar con sus piernas, presionando con sus talones sobre sus glúteos, acercando la erección a su clitoris valiéndose de una mano, ejerciendo presión con el glande, sobre su propio punto de excitación, llevándolo hacia la entrada y negándole el acceso; aquel acto le dolió pero pronto se olvidó de ello, la herida ya no punzaba con tanta fuerza ―No tengas medida - fue la orden que dio antes de presionar con mayor fuerza sobre sus glúteos, empujándolo hacia ella, haciéndolo penetrarla con fuerza, gimió, arqueó la espalda, en este punto, él podía hacer con ella lo que le viniera en gana


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Mensaje por Kaspar Furtwängler Miér Jun 01, 2016 9:58 pm


“Real sex was messy. Good sex was messier.”
— Laurell K. Hamilton


«Te entregas al verdugo». Esa frase resumía al completo su relación. Esa noche ahí, revolcándose y propinándose placer el uno al otro, pero también en lo general, en sus años juntos, en su enfermiza unión. Kaspar era el hombre con poder, el guerrero que conquista territorios, sin embargo, voluntarioso, se entregaba como quien se lanza de cabeza al foso de los leones.

Aquella mirada y aquella disposición eran embriagantes. Silke lo sabía, sabía cómo usar sus armas contra él. Qué cosa le resultaba irresistible. Ella, así, dispuesta, abierta para él, eso le era irresistible. Aguantó un súbito suspiro cuando fue la propia mujer quien se acomodó. Ni siquiera metió las manos, la dejó conducir las acciones. Al menor contacto de la humedad ajena con la propia sintió que el mundo giraba más deprisa. La observó, radiante y deseosa de él. La escuchó y antes de poder contestar, tras el empuje, entró al completo en ella en una sola estocada. Abrió la boca sólo para tomar una bocanada de aire y la orden —porque eso había sido— retumbó dentro de su cabeza. Sonrió entonces con una malicia que rivalizaba con la de su esposa. No iba a poder pararse en días, y no iba a olvidarlo ni con cien amantes mediocres.

Con fuerza la tomó de la cadera y se enderezó un poco, de modo que ella tuvo que separar las nalgas del colchón, sólo apoyándose con la parte superior de la espalda sobre la cama. La manipuló como si se tratara de una muñeca. No le daría tregua.

De ese modo, de manera brutal, sin ningún vestigio de ternura, comenzó a moverse. A entrar y salir una y otra vez. Resultaba condenadamente fácil gracias a lo húmeda que se encontraba y él lo disfrutaba. El sonido que provocaba el contacto era una melodía de ritmo constante. En ningún momento Kaspar se permitió cerrar los ojos. La quería ver, la quería ver mientras se retorcía de placer. En algún momento las manos pasaron de las caderas a las piernas, para mejorar el apoyo, y esto sólo porque aumentó la intensidad de sus embestidas.

Cada vez salía más de ella. Todo su falo quedaba fuera y volvía a entrar con más fuerza, más dentro. A veces, cuando se le antojaba, prolongaba el momento de regresar, sólo para tomarla por sorpresa. Gruñó cuando se dio cuenta que pronto ya no tendría el control, que el placer comenzaba a nublarle el pensamiento. Volvió a ese ritmo menos pausado, aunque la violencia fue en aumento. Aguardó, aguardó y no supo de dónde demonios estaba sacando fuerza para no correrse en ese instante.

Se detuvo al fin, sin terminar. Al separarse, su miembro salió de ella cubierto de su esencia. Su sonrisa se acentuó y con esa facilidad que tenía para manejarla por su ligereza, la acomodó en una nueva posición. La hizo recostarse de lado, subir una pierna hasta su hombro y él se colocó sobre la otra, la que descansaba en la cama, con sus extremidades inferiores una a cada lado. Besó la rodilla que le quedaba a la altura del rostro el momento previo a volver a penetrarla con fuerza. Una vez más, de un solo movimiento feroz. La miró de reojo, apenas un segundo, y sin darle oportunidad de nada, comenzó de nuevo. El ir y venir de sus embates volvieron a tener esa cadencia sensual y agresiva.


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Mensaje por Silke Novaček Dom Jul 17, 2016 10:37 pm

“It is a proven fact
that everyone on this earth
has some bit of madness
within their soul.
I am no exception
and neither are you.”
― Matthew Hunt











Ellos eran la respuesta a la pregunta ¿qué pasa si mezclas un tornado y un incendio? Ni uno ni otro se terminan, simplemente se combinan para alumbrar el caos, pero dentro de todo caos, siempre llega un momento de calma, el ojo mismo del huracán es el lugar mas pacífico a mitad de todo el desastre. Así eran ellos, solo encontraban paz cuando estaban juntos, así ese fuera el mismo motivo de peleas y discusiones.

Silke se enamoró de la fortaleza de Kaspar, de su seguridad, de la manera en como sabía ser un líder y lograr hacer que todos le siguieran así las ordenes que diera no fueran las mejor meditadas –cosa que nunca sucedía- el no tenía punto de comparación con el resto de los hombres que llegó a conocer, él era la excepción y motivo de muchas reglas, él fue lo que siempre soñó… pero también lo que mas temió. Kaspar era el único capaz de controlarla, de someterla, y ese estado de sumisión eran la peor pesadilla de la mujer.

Pero en ese momento, cualquier temor sobre amarlo, cualquier duda sobre su relación, se esfumó, no porque desapareciera, sino por que su mente estaba mas concentrada en lo que su cuerpo ordenaba y sentía.

La primer embestida que dio el vampiro, le propinó una descarga por todo el cuerpo, arqueó la espalda y profirió un gemido que sin duda resonó hasta la habitación contigua –cosa que le tenía sin cuidado- Abrió los ojos cuando lo sintió completamente dentro de ella, y sonrió cuando lo sintió tomarla de la cadera, el dolor por la mordida ya era cosa del pasado, a pesar de que el apósito comenzaba a teñirse lentamente de rojo.

Una, dos, tres y la cuenta de cuantas veces entraba y salía Kaspar de ella se perdió, su cadera elevada, separada del colchón, aún así se movía en círculos, de arriba abajo al ritmo que el imponía a la espera de una nueva embestida. Las manos hecha puño sobre la fina colcha, arrugando la ropa de cama, la humedad de su cuerpo únicamente provocada por el placer que le daba el vampiro, el sudor que perlaba su frente, el rubor en sus mejillas y su pecho. Estaba a punto de perder la cordura.

¡Oh, dulce y tormentoso sentenciador! ¿cuál fue el motivo de odio hacia ella? ¿por qué la torturaba de aquella manera? Silke gruño cuando, esperando una nueva entrada, se quedó sin nada, gruño ligeramente y después un poco mas fuerte, sus ojos castaños se clavaron en su marido, desesperada, deseosa, impaciente; inclusive, estuvo a punto de incorporarse, de comenzar una guerra sin armas… pero él supo apaciguar el fuego antes de dejar que se esparciera.

Se dejó manipular cual muñeca de trapo, se acomodó sobre su codo, doblando la pierna que quedaba sobre la cama. La nueva posición le otorgo nuevas sensaciones, pudo sentirlo llegar mas profundo esta vez, su cuerpo perdió completamente el control, la humedad de su femineidad comenzó a cubrir sus muslos, su vientre hinchado, su espalda arqueada, giró el rostro hasta hundirlo en las sabanas y poder morderlas, ya no podía mas.

―Kaspar… - gritó su nombre, gimió y volvió a pronunciarlo, todo su cuerpo se entregó en un choque de sensaciones y emociones, tembló debajo de él. La mano contraria a la que estaba entre su cuerpo y el colchón, buscó la ajena, presionó las yemas sobre ella antes de buscar entrelazar los dedos, eso era, el clímax para era, ver de frente el paraíso y no querer que se esfumara.

Si bien ella había alcanzado el orgasmo, no permitiría que él no lo hiciera, siguió moviendo la cadera y con cada movimiento circular, una nueva descarga, llegaba a la cima y no se iba en picada, continuaba subiendo y bajando de colinas, excitada, cada segundo que pasaba Kaspar en su interior, era un nuevo orgasmo, no quedarse en la meseta, no ir en picada y terminar el acto, por eso y mucho mas, él era el MEJOR amante.


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Mensaje por Kaspar Furtwängler Miér Ago 03, 2016 9:27 pm


“Sex between a man and a woman can be wonderful, provided you can get between the right man and the right woman.”
― Woody Allen


Dulce, dulcísima tortura. Kaspar se sentía a morir. Pero en lugar de claudicar, de desmoronarse ahí conducido por el más indecible de los placeres, aumentaba el ritmo con una violencia que sólo demostraba en batalla. Era casi como si quiera destruirla. Marcarla. Enseñarle quién era él, y quién era ella.  Apretó los dientes, que aún sabían a la sangre de su esposa, una chispa más que sumaba al incendio. Entonces la delgada mano de Silke alcanzó la suya, hubo algo de desesperación en el movimiento de ambos, pero al fin lograron entrelazarlas. Por un momento apartó la mirada de ella, de su gesto extasiado y sus mejillas sonrojadas para ver ambas manos. Cuando regresó la vista, había aumentado las embestidas a un ritmo inhumano. Y la sintió.

Silke pronunció su nombre al tiempo que se contraía alrededor de él. Kaspar, por su parte, soltó un gruñido más animalesco, un rugido de león. Por largos y hermosos segundos, pudo tomar fuerza del orgasmo de su esposa, que le pareció, de pronto, la victoria más gloriosa. Intentó seguirla, pero la maldita, como siempre, le negaba lo que deseaba. Se siguió moviendo y fue incapaz de separarse. Sólo alcanzó a apretar más la mano de su mujer e ir más dentro en su vaivén, aún con vestigios de ese triunfal clímax.

Silke —al contrario que ella, él pronunció su nombre como si necesitara aire. Quedo, un susurro. Echó la cabeza hacia atrás y no pudo contenerse más. Se corrió dentro de ella, llenándola con la simiente estéril de la que era portador.

Una vez que el maravilloso delirio fue aminorando, Kaspar regresó la vista al frente. No salió inmediatamente de ella, pero sí soltó su pierna para que pudiera descansarla. Observó ese sitio en donde sus cuerpos se unían con fuerza y pudo ver el deleitoso desastre de su semilla y la esencia de Silke. Todo era un sensual caos.

Tomó aire, una, dos veces y finalmente se separó, sólo para rodar sobre el colchón. Quedó boca arriba y por largo rato, no dijo nada. Aún sentía punzadas de placer aquí y allá. El vestigio de la pasión y el salvajismo. Al fin, luego de algunos segundos, giró el rostro para verla.

Quisiera que intentaras ponerte de pie —ni siquiera era una broma, más como un reto. Sabía que le dolería y que al hacerlo, eso que había sembrado en ella escurriría por sus piernas. Una imagen que Kaspar encontraba especialmente atrayente. No obstante, ella no iba a hacerlo, lo sabía, no podía. Ya era bastante que le siguiera el ritmo a un ser con sus características.

Se acomodó de lado, recargó la cabeza sobre su mano y con la otra, acomodó el cabello de Silke detrás de su oreja. Era la primera muestra de ternura real que efectuaba esa noche. Lo otro había sido guerra y conquista. Una batalla. Había amor, porque ¡diablos! La amaba a pesar de todo, sin embargo, en realidad había sido una lucha de poder. No una tregua, al contrario, una escaramuza de cuerpos y voluntades.


Última edición por Kaspar Furtwängler el Vie Sep 02, 2016 7:49 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Silke Novaček Mar Ago 16, 2016 8:41 pm

“I felt like an animal,
and animals don’t know sin, do they?”
― Jess C. Scott, Wicked Lovely












Le siguió, con vehemencia y fervor, como solo un loco puede seguir a un suicida. Su cuerpo seguía temblando a causa de las embestidas que aún le propiciaba Kaspar, cada roce era una maldita locura para ella, todos los músculos de su cuerpo se contraían a la par que el ajeno, consciente o no, se entregaba al placer mundano.

No soltó la mano del vampiro, ni siquiera cuando su espalda se arqueó y se separó del colchón, ni siquiera cuando el rostro de su marido se giro para evitar ver la escena -una sonrisa triunfante apareció en el rostro de la mujer-

Lo sintió correrse en su interior, llenarla con su esencia, gemir su nombre como jamás haría con ningún otro. Sintió aquella última embestida, feroz, victoriosa; millones de veces lo había visto entrenar, varias veces lo había visto pelear de verdad, incontables veces lo había escuchado discutir; aquella era la expresión de triunfo, orgullosa y satisfactoria victoria. Silke le concedió aquello.

Su pelvis continuó moviéndose, con suavidad y lentitud, hasta que su respiración se acompasó y fue capaz de inhalar aire con normalidad, hasta que su corazón retomó el ritmo regular. Bajó la pierna cuando el se lo permitió pero no se retiró. Gimió cuando decidió salir de ella y se mordió el labio al sentir como la mezcla de secreciones escurría de ella por su muslo interno hacia sus glúteos. Se quedó mirando al techo, la diestra recorrió su pecho, su abdomen, siguiendo el camino que ardía por las caricias que el vampiro dejó sobre ella, se detuvo en su pubis y giró el rostro hacia el cuando le habló, el cabello húmedo se pegaba a su mejilla.

Besó la palma de la mano que acariciaba su cabello, su cuerpo necesitaba de él, no solo de la manera en que la había poseído minutos antes, no, necesitaba fundirse con él, mezclar el frío de los siglos con el calor de la mortalidad. Su mano terminó el recorrido, se tocó la entrepierna, cerró los ojos con fuerza -aún estaba sensible aquella parte de su cuerpo- sus dedos se humedecieron a causa de las secreciones, entendió lo que él quería mas no se lo daría, no por orgullo, si no porque no era capaz ―No quiero… - orgullosa al final. Se incorporó a medio cuerpo, se recargó sobre sus codos, el cerrar las piernas le dolió, una punzada originada en su ingle y que recorrió toda su cadera.

Se obligó a hacerlo, se esforzó por hacerlo, aún se preguntaba porque si aquel ser le drenaba el alma entera cada que la tocaba ¿seguía a su lado? la respuesta estaba justamente en aquella pregunta, era un vicio. Su diestra tomo la izquierda del vampiro, la contraria lo empujó para obligarlo a acostarse sobre su espalda nuevamente, se sentó a horcajadas sobre él reprimiendo un gemido de dolor sin poder evitar fruncir levemente el ceño, llevó ambas manos del vampiro sobre su cabeza aprisionando sus muñecas con sus manos dominándolo, se inclinó sobre él y le mordió con suavidad el cuello para después besarlo, besó su mandíbula, beso su mentón, lo beso en los labios ―Lo sabes ¿verdad? - le susurró antes de acomodarse sobre él, recostarse sobre su pecho que no emitía ningún sonido mas aquello la reconfortaba, era un silencio conocido, único, suyo.

Le costaba trabajo decírselo, inclusive en momentos como este ¿cuanto tiempo había pasado desde la última vez que sus labios pronunciaron aquellas dos palabras? quizás lo mas difícil de todo no era admitir lo que sentía, si no tener el coraje de decirlo después de todo el daño que se habían hecho mutuamente. Recargó la barbilla sobre aquel pecho de mármol mirando los rasgos perfectos que tenía frente a ella, su diestra acarició el brazo que tenía cerca ―Kaspar... - de pronto recordó la primera vez que lo vio, su corazón se volvió loco y no pudo decirlo.


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Mensaje por Kaspar Furtwängler Vie Sep 02, 2016 8:36 pm


“A man in love is incomplete until he has married. Then he's finished.”
― Zsa Zsa Gabor


Sonrió. Silke: genio y figura. No esperaba otra cosa. En realidad, lanzó el reto sólo por hacerlo, por continuar esa constante lucha que ambos mantenían. Era su forma de comunicarse, de amarse. No conocían otra, y a su modo, con todas sus pericias, eso le servía. Notó, también, el amago de dolor, fue a decir algo, pero si conocía a Silke como lo hacía, sabía que no era buena idea. Era una mujer fuerte, siempre se lo pareció, sin embargo, su punto débil era no aceptar que a veces no era tan fuerte como le gustaría.

Entonces se dejó hacer. De un movimiento Kaspar podía someterla, lastimarla, romperla, sin embargo, dejó que tomara el control. Después de todo, a eso se resumía su relación entera, a entregar la frágil ilusión de dominio. Uno con el otro. Se sometían mutuamente con la misma facilidad, haciendo uso de sus respectivas características. Ante el mundo, los Furtwängler eran el típico matrimonio aristócrata. Perfectos juntos, pero con una fría cordialidad entre ambos como si se tratara de desconocidos. En la intimidad, en cambio, existía esta pasión desbordada. Y es que Kaspar mismo no era el más hábil demostrando cariño, esta era su forma de hacerlo. Era un guerrero, el mejor, y sólo conocía de batalla.

La observó detenidamente. El sudor aún perlando su rostro, el cabello oscuro pegado a la frente. Las mejillas sonrojadas y los ojos vidriosos. Se relamió los labios al sentirla sobre él. Tenía energía para volver a tomarla, pero pronto aprendió, recién fue transformado, que un humano jamás iba a poder mantenerle el paso a un vampiro, en ningún ámbito, mucho menos el sexual. Y si no quería matarla, era mejor que se controlara. Y lo hizo. Frunció el entrecejo ante las palabras y pronto éstas hicieron sentido en su interior.

A pesar de todo, sí, lo sabía.

No respondió. Cuando pronunció su nombre pudo sentir el corazón de Silke latir con más fuerza ante la presencia de un recuerdo. Era una maldita bruja; en su maldad lo humillaba, y en su bondad hacía que la perdonara. ¿Qué podía hacer ante eso? Con una mano recorrió la espalda desnuda, apenas tocando con la punta de los dedos y luego la abrazó. Un abrazo indolente incluso, no por falta de sentimientos, sino por exceso de cansancio. No de la noche, de la situación en la que ambos estaban envueltos.

Lo sé, Silke —respondió con voz roca al oído de su esposa—. La verdadera pregunta es si lo sabes tú. Si estás segura —era la primera vez que ponía en entredicho los sentimientos de su mujer para con él. Los suyos, creyó, en esa absoluta tozudez suya, quedaban manifiestos, no requerían palabras, pero ¿y los de ella? ¿Cuánto iba a durar esto antes de que corriera a los brazos de un amante? Quizá sólo en lo que terminaba de sanar en la entrepierna.

Kaspar no veía que, a su modo, también fallaba. O lo veía, y a la distancia, con la perspectiva correcta, no creía que sus faltas fueran tan graves como las de Silke.


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Mensaje por Silke Novaček Vie Sep 16, 2016 1:57 pm

“Ask me no questions, and I'll tell you no fibs.”
― Oliver Goldsmith, She Stoops to Conquer













Aquella caricia la sintió vacía, alejada del momento que acababan de vivir, uno en un millon en donde ambos se olvidaban de los sentimientos negativos y se dejaban llevar por la pasión desmedida de adolescentes a quienes no les importa nada mas que el bienestar propio y la satisfacción de su pareja, alejada del recuerdo que acababa de llamar pero ¿de quien era la culpa realmente? no podía únicamente culparlo a él, no podía echarle en cara los años en los que ella contribuyó a la miseria que ahora tenían como día a día.

Sin embargo, aquella inquisitiva le dolió, le dolió en el orgullo y en el alma misma, en aquel espacio que albergaba aún esperanza ¿era capaz de cuestionarlo? no lo culpaba realmente, hasta cierto punto, lo entendía, pero ¿tenía que hacerlo tan notorio?.

Tragó saliva y hundió el rostro nuevamente en el pecho ajeno, no quería mirarlo, no podía hacerlo o de lo contrario, su fortaleza se quebraría y pasaría lo que en años creyó imposible. El nudo en su garganta se formó y solo pudo deshacerlo con un resoplido que sonó mas a risa sarcástica ―Yo no lo veo como costumbre - nuevamente, se evadía la situación real y se daba solo una respuesta que englobaba nada y dejaba de lado todo, vana y cobarde, pero temía quebrarse frente a él, hacerle ver que había ganado la constante batalla entre ambos ¿eso era amor? para ellos lo era, o al menos, para ella, era lo que había conocido desde un principio, sin melaza ni palabras dulces, algo mas real y centrado. La vida son decepciones ¿por que el amor sería distinto?.

Se aferró mas a su pecho, los delgados dedos se clavaron en el costado de su marido ―Desconfías de mi ¿cierto? - no, no se refería a las múltiples veces en las que había llenado el vacío de su cama con la presencia de alguien mas. Se elevó ligeramente, quedando aún recostada sobre el cuerpo del vampiro, pero con el pecho separado del ajeno, las manos se deslizaron hasta apoyarse en el colchón, una a cada lado de la cabeza de Kaspar.

―¿Deseas tu libertad nuevamente? - orgullosa como era, aquellas palabras le costaron mas de lo que imagino, envidiosa como era, aquel acto demostraba mas amor por el vampiro del que era capaz de demostrar. Estaba dispuesta a arrancarse un pedazo de su alma, a dejar la piel expuesta con tal de que el vampiro tuviera sabrá Dios cuantos siglos mas de calma ¿ella? sin él, probablemente moriría sola, porque los engaños y mentiras eran únicamente para cobrarse aquello que sentía que le debía, años de engaño y la capacidad de convertirse en madre, a pesar de que había decidido no darse esa oportunidad cuando se enteró de la naturaleza de Kaspar, cosa que retenía como secreto hacia él.

La diestra alcanzó el rostro perfecto de aquel dios muerto, acarició con una mezcla de ternura y melancolía, cansancio por la situación, no precisamente por el acto sexual efectuado, si no por los años de vida que pudieron haber sido mejores ―No soy la mejor mujer, lo se, no soy la esposa abnegada y dócil que mereces. Te he faltado y a nuestra promesa de respeto, me he faltado a mi misma al destruir tu imagen tan perfecta de la primera vez que te vi... Lo he arruinado todo - lo miró a los ojos, directo y profundo, mas todo aquello se quedó en la punta de su lengua, misma que buscó refugio en el interior de la boca ajena, un beso melancólico que sabía a arrepentimiento y dolor, que buscaba la ternura que estaba perdida debajo de cada roce entre los labios. Lo amaba, esa era una realidad dolorosa.



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