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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Simonetta Vespucci Sáb Oct 24, 2015 7:29 am

Cuando las pernoctaciones profundas no logran pasar el límite del sueño delta, prolongándose más allá de veinte minutos, se visualiza una puerta, o se cierran todas sobre el usuario. Para los que sufren las consecuencias de la segunda opción, la parálisis del sueño devora su paz. ¿Pero qué pasa cuando es el durmiente el que se come al sueño? Eso me ocurría cuando al llegar a esa etapa, decidía hacerle una visita al ser maestro.

La habitación de los rincones eternos tomó forma ante mí, y también lo hicieron Campagnolo y la ente femenina sin forma.

Es bueno verte otra vez, Ánima. ¿Cuánto hace de nuestra primera reunión?

No lo recordaba, pero el tiempo pasaba aunque a veces no lo percibiera. Nadie puede escabullirse de él; nos lleva a todos al mismo final.

Pero no ha pasado en vano; veo que algo ha cambiado en ti desde la última vez. Aunque aún no has desatado tu potencial en su plenitud, ya estás sospechando sobre lo que se exhibe frente a tus narices. Es ese presentimiento lo que ha incrementado tu poder — ¿por qué? — La magia es como un espejo, lo que quiere decir que un hechicero es incapaz de escapar de quien realmente es. Tus límites se extenderán a medida que lo hagan tus horizontes.

Era como papá temía. Los secretos más invaluables estaban resguardados por sombras formidables. Si me adentraba en ellas, ¿acabaría por convertirme en una? Asentí a mi mentor, accediendo a ese riesgo con tal de conocer.

Toda alma deja rastro; sin embargo, no todo lo que deja rastro tiene alma. — ladeó la cabeza bruscamente de improviso, cual lechuza, grotescamente, mas no había terminado — Retorna a tu jaula, ave mortal, o ese rastro un alma engullirá.

Borrosa se tornó mi visión; estaba siendo expulsada, obligada a volver a mi cuerpo humano. Campagnolo… ¿por qué? ¿Por qué siempre me dejaba así? Si sólo con él podía convertir en acto la potencia de mis entrañas, ¿por qué jugaba a robarme la oportunidad? ¡Si sabía que sólo lo tenía a él! Campagnolo, Campagnolo…

¡Campagnolo! —desperté. Sola, sobre mi cama, sin respuestas. ¡Maldición!

Mi sangre bombeaba a destajo y mis enaguas se constreñían en mí, bañadas en sudor.  Sentía como si hubiese pasado un huracán sobre mi cuerpo, y recién estuviese resintiendo las consecuencias.

Me esforcé por normalizar mi respiración, poniéndome de pié no sin dificultad. Todo fue en vano; mi boca inhalaba y expulsaba aire como si aquello de lo que estaba compuesta la atmósfera no hubiese sido hecho para prolongar la vida.

Cora… — horriblemente quise llamar a la criada, pero una voz rasposa y débil salió — ¡Cora!

Nada. ¿Mis pesadillas habían tragado la tierra también? Forcé a mis pies a moverse, a pesar de que su titubeo me hiciera sujetarme de las paredes para avanzar. ¿Qué había cambiado, que todo me resultaba tan oscuro en mi propia casa? Apenas posé la palma de mi mano sobre el domo de la puerta de Cora, mis sentidos me advirtieron que si quería atravesarla, un alto precio pagaría. “Trato hecho” me dije, y avancé, cambiando mi vida para siempre en el acto.

Ahí, en el cuarto, rodeado de cortinas tambaleantes, lo descubrí, o él me descubrió a mí: El ángel del rostro sucio.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Dom Oct 25, 2015 10:11 pm


“Oh, Creator! Can monsters exist in the sight of him who alone knows how they were invented, how they invented themselves, and how they might not have invented themselves?”
― Charles Baudelaire


Por los siglos de los siglos. Baldassare transitaba una existencia solitaria por naturaleza. Trató de que no fuera así pero al final, todo se marchitaba. ¡Qué terrible es amar algo que la muerte puede tocar! Sin embargo, lejos de aferrarse, aquello fue una fuerza impulsora, un motor, a su vez que una condena. Su soledad ahora era reclusión también, sin embargo, por más que detestara lo incierto del exterior, la estupidez, el nulo elogio a la belleza; la naturaleza… su naturaleza, era un llamado poderoso. Trompetas de guerra que anuncian que un imperio ha de caer. Llamados salvajes, gruñidos, aullidos y bramidos que se traducían en hambre y desesperación.

Y esa era su cruz. Siempre lo había sido. No temía lo que era, aunque no sabía el motivo de ello. No temía, tampoco, lo que podía hacer con su poder. Lo estrujaba en un puño y lo hacía suyo. Lo apretaba tan fuerte que no soltaba hasta que esto se hiciera parte de él. Eso no era, la situación era mucho más básica. Enfrentarse al mundo al que se había negado a ver era lo que lo descolocaba; no era miedo, ni asco, era una apatía atroz.

El astro rey, Febo mismo dejó de cubrir con su manto amoroso la ciudad francesa y esa fue la señal que Baldassare necesitó para salir, sin anunciar a nadie su ausencia. Porque él era el señor de esa casa y no debía explicaciones. Y aunque la noche reinaba ya, era temprano y la gente poblaba aún las calles de París. Subrepticio en la umbra, el vampiro observó el vaivén del gentío. Podía escuchar sus corazones bombeando sangre caliente, sinónimo de vida. Fijó sus ojos claros en una mujer y por largo rato la siguió. Adivinó que trabajaría en alguna casa, sería una sirvienta, pues compraba legumbres, como una adquisición de último minuto.

Sin ser descubierto, fue tras ella hasta su casa y aguardó sereno, pálido y hermoso como estatua, hasta que todo estuviera en calma. Hasta que los mortales fuera conducidos a ese mundo que es sólo nuestro cuando lo visitamos: el de los sueños. Entonces el silencio reinó en las calles y en las casas. Sutil como era, ascendió a la ventana de la dama que había elegido. Qué privilegio para una simple criada. Abrió la ventana con cautela, las cortinas de gasa de inmediato volaron al resentir el aire exterior. Se escoró sobre ella y la olió. Olía a eso que él deseaba. La mujer se removió y él, con esa mano helada suya, acarició su mejilla con algo parecido a la ternura. «Shhh» le susurró muy quedó al tiempo que la tomaba entre sus brazos; aunque el acto era atroz, había una belleza inherente en él, como todo lo que Baldassare hacía. Hundió los colmillos sedientos en el cuello ajeno y con una mano se encargó de tapar la boca de su víctima para que no hiciera ruido. Forcejeó y admiró sus ganas de vivir, pero sus movimientos pronto se hicieron más débiles hasta que se extinguieron como el apetito del vampiro también lo hizo.

Escuchó en ese instante pasos, un nombre también. «Cora» y eso lo incomodó. No le gustaba saber mucho de sus víctimas. Ponerle un nombre a algo, o a alguien, lo hacía más real. Soltó el cuerpo sin vida de la mujer en la misma cama en la que antes dormía. De su cuello aún manaba un poco de sangre, pero era sólo el vestigio de una vida interfecta. Se irguió y la luz de la luna que se colaba por la ventana abierta le iluminó el rostro, albar excepto por el carmesí que adornaba sus labios. Sus ojos garzos, bien abiertos, se clavaron en la nueva presencia que estaba ahí. Una visita inesperada. Huir pareció la opción más obvia, en cambio, se quedó plantado donde estaba. Alzó el mentón y de ese modo pareció un monarca réprobo.

Mademoiselle… —su voz sonó diáfana e impávida. Ahora que el hambre no lo enceguecía, era completamente dominante de cada una de sus acciones. Se inclinó con educación a modo de saludo—. Lamento que haya tenido que ver esto —y no mentía. No le apenaba, pero tampoco le agradaba la idea de ser el motivo de las pesadillas de un mortal. Aunque suponía que hacer el hallazgo al día siguiente ya era suficiente para ese fin. Cuando volvió a envararse, notó algo distinto en la joven de cabello áurico. Era mortal, claro que lo era, pero no era una mortal cualquiera…


Última edición por Baldassare Donizetti el Mar Oct 27, 2015 10:43 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Simonetta Vespucci Lun Oct 26, 2015 7:39 am

El hielo se vertió dentro de mis venas con el sólo oír de su voz. Apenas pude asimilar sus palabras, sintiéndolas resbalar, pero me quedé con el vacío. Era como si la corrupción hubiese alcanzado las raíces de la esperanza, y ya no valiera la pena luchar; ¿para qué, si ya no había nada? Me preguntaba qué sentido tenía levantarme antes del alba, dedicarme al conocimiento, a la lectura, y al cultivo del ocio fructífero, si en cualquier minuto podía llegar un par de pies más grande y aplastarme. Nada habría valido la pena.

Dentro de mi impotencia, hice el ademán de moverme, pero sólo conseguí estirar un brazo en dirección a quien hacía unas horas me había ayudado a desvestirme para ir a la cama. Me negué a creer que hubiese dejado de respirar; si le quedaban unos pocos segundos de existencia, sería suficiente. Mas mi palma no captó palpitación alguna; se había ido. Bajo mi techo se había extinguido un alma.

Ella era viuda. Tenía un hijo a quien le enviaba dinero cada mes. Ahora no volverá a abrazarlo, ni a darle de comer. Pensé que debía saberlo. — era lo menos que podía hacer, después de robar una vida.

Pero como ocurre con los cachorros novatos, me vino el arrepentimiento de mi brío e intrepidez. Tonta, tonta. ¿Cómo se me ocurría hablarle así a quien acababa de asesinar a sangre fría a una mujer indefensa? Yo podía ser la siguiente; él no me pediría permiso. Todo este tiempo rehusándome a aprender magia negra, pensando en el bienestar de mi espíritu, e irónicamente parecía que el resto de mis años lo perdería a manos de ese… no sabía lo que era, pero hombre definitivamente no.

Sentí miedo, a mares. De no tener el control de la situación; de que habían invadido mi hogar, mi refugio; de que papá no estaba para protegerme y decirme que todo estaría bien; de que no tenía el poder suficiente para poder resistirme a esa aura de metal a mí llegaba; de que estaba completamente en sus manos, siendo menos que una muñeca, y yo que siempre me había creído tanto.

Me acerqué pausadamente, como si estuviese apersonándome a la cita de un abismo, fiándose en que saltaría y que me arrojaría a mi destino. Me detuve a sólo centímetros, tiritona. Físicamente no había nada entre nosotros, pero yo percibí un magna incandescente; si me acercaba un poco más, podía ser aún más fatal que los pasos que había dado.

¿Va a matarme? Si lo va a hacer, déjeme reconocible, como a ella. — lo miré a los ojos, tan bellos y aun así mortíferos, porque no podía hacer otra cosa para defender mi honra. Si iba a enfrentar a la muerte, lo haría de frente, cual soldado. — Mas si decide desquitarse conmigo igualmente, queme esta casa junto con mi cadáver. Que mi padre me recuerde como era. Prometo no luchar.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Mar Oct 27, 2015 11:18 pm


“When you stare into the abyss the abyss stares back at you.”
― Friedrich Nietzsche


A pesar de su tirantez en ese momento, esbelto como espada e impávido como efigie, había algo que decía a todas luces que no te acercaras. Algo mucho más profundo que el rojo que pintaba sus labios en óbito y delirio. Algo amorfo e intransigente. Brutal. Pero todo aquello se vio roto por una simple retahíla de palabras. Palabras que Baldassare no quiso escuchar y aun así se abrieron paso hacia sus oídos como los gusanos en la tierra. Y como las alimañas, tenían la misma capacidad destructora.

Giró el rostro entonces, en un movimiento rápido, casi violento. Miró al lado contrario del cadáver de la occisa. Odiaba saber detalles de sus víctimas. No era idiota, todos los que alguna vez sucumbieron bajo su yugo amedrentador habían tenido seres queridos, personas que los extrañaron luego, pero eran sombras en el mundo de las ideas. Ponerlo en palabras, describirlo, ocasionaba la exégesis consecuente, misma que evitaba pero ahora no pudo posponer. No por voluntad propia. Cerró los ojos, fuerte, muy fuerte. Quiso aguantar, pero no lo consiguió.

¡Calla! —Ordenó con la fuerza de mil truenos que restallan en el firmamento y clavó los orbes cerúleos en la chica. La furia manó de ellos, como si éstos echaran chispas. Con el puño de su saco se limpió la sangre que adornaba aún su rostro. Logró quitar alguna, pero costras de la misma se negaron a abandonarlo.

Fue a acercarse, pero se detuvo. En cambio se dedicó a mirarla nada más. A pesar del exabrupto, seguía tan intrigado como desde el principio. Y confirmó su valía cuando fue ella quien se acercó. Era un monstruo, no cabía duda de ello, y ella se atrevía a caminar directo a él. Un condenado que va al cadalso por propia voluntad. La miró con un deje de sorpresa, pero lo que más resaltaba en su gesto era la curiosidad.

No seas tonta, niña. Los que son como yo sólo necesitamos alimentarnos una vez cada oportunidad que el hambre nos aqueja —no dudaba que existieran vampiros que se alimentaban aunque no tuvieran hambre por el simple placer de paladear el sabor de la sangre. Pero él no—. Mucho menos voy a quemar tu casa contigo dentro. No te haré daño —aseguró y lo dijo con tal convicción que no había lugar a dudas.

Estiró un brazo y con él una mano, misma que posó en el hombro de la chica. La tela del camisón era lo único que los separa. Insuficiente para apartar el espeluznante frío que Baldassare emanaba. Se agachó ligeramente para verla a los ojos.

¿Qué eres? —Pronunció aquello en medio de un susurro sucinto. Un soplo apenas. Dijo «qué» y no «quién». La energía que ella despedía era diferente, aunque no le parecía algo nuevo. Había sentido algo similar antes, sólo no podía decir con exactitud cuándo. Cuando se ha vivido tanto como él lo había hecho, los recuerdos se mezclaban y se volvían difusos—. Lamento lo de tu criada. No puedo regresarla a la vida, pero puedo darle un paso tranquilo a la siguiente. No sufrió, si eso te acongoja —su voz siguió siendo calmada y fluida como el agua que baja de los deshielos. Como romano, ese paso al inframundo era importante para tener un descanso eterno. Nunca había tenido tal consideración con una víctima anterior, pero esta situación se estaba saliendo de lo usual.

No es que se quejara. Le gustaba todo lo que no fuera normal.


Última edición por Baldassare Donizetti el Dom Nov 01, 2015 1:16 am, editado 1 vez


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Mensaje por Simonetta Vespucci Miér Oct 28, 2015 11:52 am

Esperé un golpe que no fuera el de su voz, mas únicamente aquél me derribó. Acabó con mi intento suicida para matarme de ansias. El ángel dijo que no me mataría, y debí haber estado loca, porque le creí. Confié como si fuésemos casi íntimos; ése debía ser el residuo que dejaba haber estado tan cerca de no contarlo. Aunque mi boca permanecería cerrada por mucho tiempo después de lo acontecido, y aún no terminaba. Ni cerca.

Me repetí la pregunta magna “¿por qué?” cien o doscientas veces antes de que el espectro de forma humana bajara a la altura de mis ojos. ¿Qué necesidad había en hacer eso? ¿Qué quería? Si petrificada ya me hallaba, ¿qué más? En sus ojos hallé más interrogantes que respuestas. Ahí me perdí; hacer contacto visual era abrir un portal para que su voluntad se saltara mis oídos y así llegase directamente a mi cabeza. La prisión más grande era la mental.

Bajo sus manos de hielo, yo era un cascabel, un adorno de nieve a punto de caer, y así y todo debía sobreponerme para no hacerlo enojar más. Si bien me había dado muestras de piedad, podía cambiar de opinión.

Us… — vano intento de hablar. Cerré los ojos con fuerza, obligándome a articular adecuadamente, pese al síndrome tembloroso que impiadoso se afirmaba a mi carne — Usted podría contestar esa pregunta, mejor que esta manceba. Yo creí saberlo, pero ahora es incierto que alguna vez hubiera sido algo. En sus ojos descubro la llave de secretos que pocos hombres no ansían y que la mayoría rechaza desear, incógnitas que quisiera desenterrar con mis propias manos. Me ha hecho dudar de lo que soy, de que alguna vez me despojaron del nombre que me dieron mis padres, ¿y ahora usted me lo pregunta?

Entonces, así debía verse un príncipe que jugaba con sus súbditos. Conocedor del poder de una orden, dueño de la tierra que pisaba, y verdugo mayor de las almas. No creía que lo lamentara, meridiano que no. Quizás hubiera un adarme de la palabra, pero a mí me pareció que hacía tiempo que no reflexionaba en torno al significado de estar compungido, apesadumbrado por algo irreversible. Hacía demasiado tiempo. Pero como yo ya lo sabía, le dije la verdad.

Ella no me acongoja — no había otra realidad. Cora no significaba nada para mí más que la mujer que de las labores hogareñas, un instrumento. Lo lamentaba por su hijo, el inocente, pero era un lamento cobarde y egoísta, pues no me encargaría de la vida de ese chiquillo — Pero quiero que se vaya dignamente. Lo merece por el sólo hecho de ser humana.

Qué curiosas mis contradicciones; si de gusanos bajos se trataba, el ser humano era el parásito mayor, hasta de sus similares, pero aun así dignos. Podía ser que dentro mío, Ánima y Simonetta por fin se estuvieran encontrando.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Dom Nov 01, 2015 2:41 am


“A child said what is the grass? Fetching it to me with full hands;
How could I answer the child? I do not know what it is any more
than he.”
― Walt Whitman, Song of Myself


Retiró la mano con suavidad. De inmediato resintió la falta de contacto con el calor ajeno. ¿Ella habría sentido algo parecido, pero a la inversa? Un descanso inesperado al ya no sentir el frío glacial del vampiro. No se alejó, sin embargo. Se mantuvo ahí, iluminado y argento bajo la mustia luz de la luna y las estrellas que hacían ver el rojo de la sangre casi negro. Espectral.

Sonrió de lado cuando ella hubo finalizado sus palabras. Interesante, por decir lo menos. Por un momento más estudió con cautela cómo debía proceder. Oteó el lugar por sobre la cabeza aurea de la joven y vio una desvencijada silla, en cuyo respaldo descansaba el uniforme de su víctima de esa noche. Demasiados detalles al respecto, mismos que intentó ignorar. Fue hasta ese sitio y se sentó ahí. La vieja silla de pronto pareció un trono de plata y marfil, y él, un rey muy antiguo.

No digas más. Entiendo —¿en verdad lo hacía? Al menos quería hacerlo—. Ambos podemos responder las preguntas uno del otro que no somos capaces de pronunciar en voz alta. Por miedo, pero creo que se trata más del hecho de que no contamos con las palabras. Son cuestiones ulteriores por las que ahora no vale la pena… perder el sueño —pareció que ese último par de palabras las dijo con una entonación distinta. A saber por qué.

Yo me haré cargo de ella —señaló con el mentón el cuerpo sin vida que yacía en la cama—. No nos preocupemos por eso ahora, ¿de acuerdo? Dices que te despojaron de tu nombre, desconozco el anterior y el nuevo, sólo dime el que prefieras ahora mismo —su gesto era calmado. Había tenido a mal perder la calma por un momento, pero ya no más. Como para confirmarlo, se peinó el cabello rubio con la mano. Y le hizo aquella petición tan abierta, tan oportuna para que la chica obrara según su capricho o su voluntad, porque él mismo sabía lo difícil que era luchar con la identidad cuando la pierdes. Él la perdió junto con todo su pasado, y había tenido varios nombres a lo largo de su errar por el mundo. Si él ahora prefería Baldassare, ella debía preferir uno por sobre otro de sus apelativos.

Dime, ¿cuál es esa llave que ves en mí? Y discúlpame si hago muchas preguntas, pero eso es lo que despiertas… interrogantes. No es nada malo, al contrario. ¿Qué de interesante puede tener alguien a quien puedes leer como un libro en el primer encuentro? Exacto. El misterio es una virtud que muy pocos poseen, al menos de manera natural —le sonrió. Su rostro se vio sombrío, más de la cuenta, por ese ademán enmarcado por la sangre—. Creo que saber a lo que te refieres, pero me gustaría confirmar, me he equivocad antes.

Estaba claro que no recibiría una respuesta muy directa, la joven ya había demostrado ser esquiva; aún no lograba adivinar si apropósito o simplemente estaba en su naturaleza. Como fuera, pintaba para una conversación interesante, donde de hecho, las preguntas encontrarían una respuesta a destiempo, en el futuro.


Última edición por Baldassare Donizetti el Lun Nov 02, 2015 8:21 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Simonetta Vespucci Dom Nov 01, 2015 8:34 am

Oír la voz del ángel de marfil era como cantar un hechizo; con cada palabra se caía en un trance. Quería seguir esa música, ver hacia dónde era capaz de llevarme, aunque me avisase de antemano que el resultado me perjudicaría y fascinaría con la misma intensidad. Era difícil resistir; sólo la magia me hacía consciente de esta especie de hipnosis. “Es una trampa. Mantente despierta” repetí para fortalecerme. Si acababa por enredarme en su telaraña, luchar sólo me fusionaría más con ella.

Simonetta. Soy aquella, todavía. — exigua, pero latente. Estaba diciendo la verdad. — ¿Es tiempo de que me dirija a usted por cómo prefiere ser llamado o es una incógnita lo que me dejará por nombre?

Apenas terminé la pregunta, sentí que parte de la niña que había en mí se marchitaba. Ya no podría ver las cosas de la misma manera, no con él sentado en mi casa como el soberano absoluto. Mi hogar era mi refugio, y él lo irrumpía como si nada, como si fuera suyo. El mensaje era preciso y conciso: ni en tu intimidad más íntima podrás ocultarte de mí. Si forzaba las circunstancias para que fueran de otra manera, me podía perder, o incluso peor: matar.

Permítame… permítame un momento. — pedí con humildad, fijando la vista en las tablas de madera que conformaban la base del piso.

Uno, dos, tres. Me reincorporé con cuidado, aunque escasa de energías. Como caminando por una cuerda floja, me dirigí hacia él. Con cada paso, alguna fuerza sobrenatural succionaba mi vigor, como un campo repelente. Energía cargada. Podía jurar que al paso de mi invasor no crecía la hierba.

Entonces, cuando la cercanía empezó a asfixiarme, a poco menos de un metro de él, me detuve, hincándome en el piso como un tierno infante aguardando oír una historia, y ¿por qué no? ¿Quién me aseguraba que lo que él estuviera parafraseando no fuera sino un cuento? Perfectamente podía ser un sádico y yo la presa que hubiera elegido para jugar con ella antes de quebrar su esencia entera para devorarla parte por parte. De todas formas entré en su juego y me atreví a mirarlo a los ojos por segunda vez.

Dios, qué hermoso era, mas dantesco y pavoroso. Y ese labio ensangrentado no hacía más que duplicar el velo espeluznante de su faz de plata, minando mi moral.

No logro identificar adónde me lleva, señor. Una energía como la suya es capaz de dejar trastornados a los que se sienten abatidos por lo que perciben, sea benigno o no. Pero me ha quitado una venda, una gracias a la cual creía realmente que el ser humano era el soberano del universo. No temía nada más que a mis semejantes; ahora tengo otra amenaza de la que nada sé. — eso en cuanto a mí, pero tenía más que agregar — Sumado a eso, tengo miedo de llamar a su merced por lo que es, porque creo que lo volveré aún más real. Y si es cierto que esto no es un sueño, el fin está cerca, porque quien quedó estupefacta fui yo con su acción y no usted con mi irrupción. Poco y nada le afectó. Me hace preguntarme a cuántos más, cuántas viudas y cuántos huérfanos anteceden a las huellas que ha dejado en mis pasillos y a la sangre que pende de su boca.

Necesitaba respuestas para todas esas dudas. Necesitaba estar segura, para continuar viviendo.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Lun Nov 02, 2015 9:28 pm


“But it is one thing to read about dragons and another to meet them.”
― Ursula K. Le Guin, A Wizard of Earthsea


Baldassare —pronunció el nombre con calma. Como si saboreara cada sílaba en él. Como si fuera nuevo y tuviera que hacerse a la idea de que ese era su nombre desde ese día, para el resto de su vida. Lo dijo como si anunciara un cambio importante en el equilibro del mundo; tal vez de algún modo, así era. Su espalda recta y su semblante calmo acentuaron el talante. Por su parte, guardó en un sitio especial el nombre ofrecido: Simonetta, que lo remitía a su propia tierra de origen, con muchos siglos de diferencia.

Antes de poder decir algo más, ella habló de nuevo. Le transmitió algo de urgencia, pero no supo el qué. No se inmutó al verla acercarse, sólo frunció el entrecejo ligeramente. En cambio, cuando se postró ante él, hizo un amago de ponerse de pie, ir a por ella, y levantara. ¿Qué pretendía? Exacto, si quería averiguarlo, debía dejarla hacer cualquier cosa que estuviera haciendo. Para poseer ese misterio, que al parecer valoraba mucho en sí mismo y en otras personas, se debía ser paciente. Era una lección que hace mucho había aprendido.

Entonces comprendió a dónde se dirigía todo aquello. Tensó la mandíbula, acentuando así su rostro anguloso, que antes y después de su inmortalidad quedó plasmado en obras de mármol dedicadas a los dioses de su panteón.

Resulta más difícil no nombrar las cosas por lo que son —atinó a decir—. Negar el nombre es confirmar el miedo. Llámame como lo que soy… —sintió la repentina urgencia de ello—. Simonetta, ¿realmente importa eso? No he matado más gente que lo que han hecho las guerras, o los mortales en busca de poder. Llámame como lo que soy… —insistió—, pero no pienses en mí como el causante de todos los males del mundo, porque no lo soy —sonó con aplomo. Algo de todo eso le molestaba. Él mismo pecaba de eso que ahora le recriminaba a ella; negaba el nombrar ciertas cosas, para que de ese modo lo atormentaran menos.

Se puso de pie rápido, brusco. La silla crujió sobre la duela del piso al ser empujada hacia atrás. Salvó la distancia que quedaba entre ambos y sin meditarlo más, llevó ambas manos a los hombros ajenos. La obligó a ponerse de pie, a mirarlo a los ojos, sabiendo lo terrible que podía ser sumergirse en ellos.

¿En verdad quieres saber? Porque yo también. Nunca he llevado cuenta de la muerte que dejo a mi paso, porque no importa. ¿Comprendes? Al final, no importa realmente —había algo desesperado en su discurso, como si quisiera a toda costa que ella entendiera la naturaleza de su existir. El porqué de eso que ella preguntaba. La razón, no el detonante, que esa era la cuestión esencial en ese momento.

Llámame como lo que soy, y te diré todo lo que quieras saber, excepto eso, porque no lo sé. Pero he vivido mucho, puedes sentirlo, ¿verdad? En el frío de mis manos y en el abismo de mis ojos. He vivido milenios enteros, dime, ¿qué soy? —Quería escucharlo con vehemencia. De pronto esa le pareció la cuestión más trascendental de su existencia entera.

Ya había quebrado a Simonetta, sin querer, pero siendo él, incluso en ello encontraba una belleza que quemaba y dejaba un sabor amargo. Incluso en eso, en las grietas y los trozos, veía parte de su enorme labor eterna: la labor estética. Y ahora, si ella podía nombrarlo (¿cómo sería? ¿Vampiro, quimera, monstruo? ¿Cómo…?) todo estaría consumado.

Consummatum est.


Última edición por Baldassare Donizetti el Dom Nov 08, 2015 7:07 pm, editado 3 veces


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Mensaje por Simonetta Vespucci Miér Nov 04, 2015 7:44 pm

¿En verdad quería saber? Esa era una pregunta válida. Lo creía capaz de oler mi incertidumbre con la misma destreza con la que hacía suya la sangre.

Tiene razón. Si yo fuera usted, tampoco me importaría la muerte. Asumiendo que lo que dicen los cuentos y leyendas acerca de quienes son como usted tienen algo de verdad, a ésta ya la ha vencido. ¿Por qué mencionarla? ¿Por qué dignarse a siquiera mirarla? Eso no se lo discuto. Pero veo ahí un vacío grande; lo relevante es qué es lo que importa. Porque con un motor tan colosal como es el temor a la muerte fuera, ¿qué sobrecogimiento podría ser tan magnífico como para reemplazarlo? No es posible sentirse Dios; si no, no tendría sentido desplazarse entre seres tan insignificantes. Sería tan satisfactorio como jugar a quemar hormigas. Tanto que quiero saber; ¿me obligará a decir lo que usted ya conoce, aun sabiendo que no podré vivir tranquila sin respuestas, o es que le deleita la oda a su título? Puedo entenderlo, ese orgullo de haber vencido a la rival invencible, pero ¿por qué juega a derrotarme con la victoria ya entre sus manos? Para mí, usted es el sueño ensangrentado de lo que imaginaba de un príncipe o de un ángel, pero eso no le basta.

No interesaba la razón; tendría que vender ese recelo que sentía de estar invocando un ente oscuro con esa especie prohibida.

En mis primeros ademanes, sólo balbuceé. Traté de encontrar palabras, mas no era fácil. Me enredaba con mi propia lengua hasta por si acaso. Debo haber resultado poco coherente, pero algo me dijo que él me entendía, que tal vez esta incoherencia ayudaba, mejor de lo que habría podido hacer cualquier lógica, a mostrarle a Baldessare lo que pasaba por mi mente.

Arqueé mi cuello hacia arriba cuando volvió a tocarme; no quería moverme de la posición en la que sus gélidas manos me habían ubicado. Cuando lo veía, un desafío de equilibrio aparecía bajo mis pies, y si flaqueaba sólo un poco, me podía desmoronar. Quería aprender su idioma, mientras podía. Irónico que aun sabiendo que en cualquier segundo él podía destrozarme la garganta, era incapaz de contener mi sed de conocimiento. La existencia de Baldessare se había vuelto para mí un enigma, y sólo él conocía los códigos para descifrarlo.

Su piel es de hielo, pero su boca de fuego. Así que este es el cazador de almas que se ha despojado de la propia: il vampiro. — esa palabra me secó los labios y calentó mi garganta. ¿En dónde me estaba adentrando? — No visualiza cuánto me llena que usted encuentre la magia en mí para revelarme otra. Todos esos rumores, las leyendas al respecto, nunca fueron simples mitos. Pudieron haber exagerado a lo más; cosas como atravesar paredes o disolverse en una bandada de murciélagos. Pero eso no es lo esencial en esos cuentos. Lo esencial es que existe algo más allá de la lógica y el sentido, lejos de esta existencia efímera y absurda.

Extendí mis palmas abiertas hacia delante, no atreviéndome a tocar de vuelta al invasor que de a poco se convertía en mi invitado. Era un gesto de suplicio. Yo quería algo, con suma urgencia.

Cuénteme más, por piedad.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Dom Nov 08, 2015 7:44 pm


Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.”
― Jorge Luis Borges, El Golem


Dio un paso para atrás pero en ningún momento dejó de verla. Al contrario, buscaba con ahínco su mirada como si en ella pudiera encontrar el consuelo que hace mucho no tenía. El alivio de la duda, de mostrarse como era ante alguien que quería saber. No dijo nada por un rato, dejándola hablar a ella, asentando todas sus palabras en su interior. Su palacio mental, usualmente ordenado como pocos, esa noche era un revoltijo.

Entonces la soltó en cuanto lo dijo: il vampiro. Y qué venturosa coincidencia que hubiera elegido el idioma de la península de donde él provenía para nombrarlo. Entonces la realidad lo envolvió con un manto frío. La soltó al fin pero no se alejó. Se limitó a asentir levemente.

Eso es exactamente lo que interesa, Simonetta —la llamó por su nombre. Porque el nombre es arquetipo de la cosa—. Este mundo es una gran puesta en escena y es lo que está detrás del telón lo que importa, y lo que muy pocos ven —se detuvo. En aquellas palabras existía una invitación velada.  Otra vez dio pasos hacia atrás hasta quedar a una distancia prudente para volver a sentarse en la silla que había estado ocupando antes. Inclinó la cabeza a un lado como lo hace un ave o un sabueso al escuchar la voz de su amo.

Te contaré más —confirmó y soslayó la ventana para intuir la hora. No podía arriesgarse a que el alba lo agarrara desprevenido—. Ni me deleita, ni te vencía en un juego que ya tenía ganado. Todo lo contrario —retomó ese retazo de conversación—. Lo has dicho bien y eres mucho más sabia que lo que tu edad pudiera dar a entender. He vencido al último enemigo, pero el precio es alto. No es un regalo, es una maldición. Para otros como yo, no lo dudo, resulta un presente ansiado, pero a mí nadie me preguntó si esto era lo que quería. Pero ¿sabes? A pesar de ser la muerte dentro de la muerte, es en ella que encuentro la motivación para mi existencia. La muerte es la madre de la belleza, ¿y qué es la belleza? Terror —su voz sonó ominosa. Más lúgubre de lo que incluso él pretendía.

Por supuesto que no me basta, pequeña. Mi vida puede contarse en cifras inimaginables para el resto, y aun así, lo único que perdura es el arte. No me basta, y no me bastará hasta dejar un legado como ese. Grande, inamovible e inolvidable —esa era su obsesión. Y aunque había aceptado en voz alta que su inmortalidad era una maldición, cosa que no hacía a menudo, agradecía también por ella. Sin todo ese tiempo infinito, su gran misión jamás se vería cumplida.

Tú, que obras portentosos milagros, dime… ¿es realmente distinto? Quiero decir. Preguntas sobre qué queda después de vencer al último enemigo. Te regreso la pregunta, ¿qué queda cuando con tu poder puedes crear ilusiones tales que puedes brindar alegría o locura —la miró solemne, pero no se notaba tenso, ni enojado. Se podía decir incluso que estaba disfrutando el intercambio.

Si bien todo estaba fuera de la norma, pues conocía detalles de su víctima, hablaba ahora con alguien que lo había visto obrar en toda su oscuridad y se sentía profundamente intrigado, podía decir con certeza que esa noche no era un desperdicio. Todo lo contrario. Pero qué engañoso resulta el destino a veces, que junta a un señor de la noche con una mujer que todavía no ha dejado de ser niña, y es en ella, en nadie más, que él encuentra un verdadero reto digno de su atención.


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Mensaje por Simonetta Vespucci Lun Nov 16, 2015 11:39 am

“Simonetta” Con sólo pronunciar mi nombre en sus labios, Baldessare me insuflaba de nuevas fuerzas para no sucumbir ante la toxicidad de su presencia. No podía desmayarme ahí, no con él. Mi aprensión era no seguir siendo yo cuando despertara, o que en medio del sopor me acostumbrase a su aura hasta necesitarla. Porque eso pasaba con las energías intensas; o te mataban o te hacían adicto. Y yo quería seguir perteneciéndome.

¿Terror? Me pregunté en qué se traducía eso; si en la horrible expresión en el rostro de sus víctimas antes de fallecer por su causa o en las nefastas secuelas de ser un no muerto estando tan vivo. Quizás todo y aún más. A mis cortos dieciséis años me quedaban innumerables pruebas que atravesar, incluyendo los miedos que llevaban a cuestas. Pero al oír al tétrico ángel, una paradoja se formaba. Era curioso, porque se asemejaba peligrosamente a las contradicciones de la existencia humana. Después de todo, ¿qué más discordante que esmerarse en vivir para siempre aun con la certeza absoluta de la eventualidad de morir?

Si usted es inmortal y sólo el arte perdura, ¿acaso su sola existencia no constituye arte? — yo estaba convencida de ello con sólo verlo — ¿No es por eso que sigue aquí a pesar de la maldición? No le costaría nada borrarse de esta tierra, pero aquí permanece, mientras maldigo las dagas que penden del interior de su boca. Siendo la belleza terror, tiene herramientas suficientes como para alardear al respecto. ¿Qué parte de usted no calza con su obsesión?

Lo más seguro era que debido a esa misma obsesión era incapaz de verse tal cual era. A través de esa mirada, sentía que Michelangelo se las había arreglado para esculpir la intensidad del David en un ser que se podía ver y tocar. Sobrecogía, sí, pero ¿qué experiencia divina no lo hacía? ¿Qué eran mis ilusiones en comparación a ésta?

Queda mi ego. Mi absurdo ego mortal satisfecho por hacer que las débiles mentes humanas sucumban sin darse cuenta. Y se siente bien, no diré que no. Pero es una sensación canalla; dura unos instantes y luego te pide más, porque permanece viva la interrogante de si existirá otra satisfacción aparte de ser el tuerto en un reino de ciegos. No hay nada de honor en ello. Es mediocre, incluso para alguien de mi especie.

Mi trance era fulminante; ¿había olvidado que un cadáver continuaba en la habitación? Podía estar expresando mis últimas premisas antes de morir a manos de un guardián de la muerte, y los vestigios remanentes de quien ya no estaba no me detendrían.

Ahora, saber que usted existe es un golpe para mi orgullo, pero estoy tranquila. Que derroten el ego propio alecciona como el mejor de los maestros. Ahora seré más consciente de mi insignificancia y volveré a mirar hacia arriba con ojos atentos, bien abiertos.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Vie Nov 20, 2015 6:57 pm


“Beauty is eternity gazing at itself in a mirror.
But you are eternity and you are the mirror.”
― Kahlil Gibran, The Prophet


Arqueó una ceja. Las palabras que la joven le dedicaba lo habían agarrado con la guardia abajo. Tuvo un momento de luminosa epifanía. Pero la luz es tan grande a veces, que igual te deja en la penumbra. Tardó unos momentos en entender completamente lo que decía. O mejor dicho, en significar correctamente las palabras para su contexto, que era todo, menos sencillo.

Confirmas una y otra vez lo que ya sabías. Eres más inteligente, superando tus años. ¿Quizá un alma antigua habita en ti? Jamás he comprendido a los que son como tú, los admiro, y envidio, debo admitirlo, pero nunca entendido. Es un hermoso y peligroso don el que tienes —pausó porque se estaba desviando del tema.

Creo que he pecado de ingenuidad todo este tiempo. Jamás había visto mi existencia inmortal como un arte, sólo la herramienta. Siguiendo tu lógica, y la mía, tienes razón —y se escuchó casi encantado al darse cuenta de aquello. Iba a atesorar esas palabras, sin lugar a dudas—. Sin embargo, debo tomar el camino del cobarde esta vez; seguir asiéndome a mi obsesión, porque sin ella, pequeña, no soy nada. Sería sólo el monstruo que viste hace unos momentos y créeme, no quiero reducirme a eso —admitió. Y aunque sintió vergüenza momentánea, ésta se vio sustituida de inmediato por la alegría de todo lo que aquella conversación le estaba dejando.

Ah —boqueó sin emitir un sonido—. El ego, ese es el verdadero enemigo. Y aceptar los golpes que a veces puede recibir es muestra de una sabiduría que muy pocos poseen. Pero no te amilanes… —extendió la mano hacia el rostro ajeno y la tomó de la barbilla. Con suavidad, con delicadeza y acarició la mejilla.

Una vez que se aceptan los puntos flacos, sólo queda crecer. Eres joven, no te atormentes por todo lo que no sabes. Nunca se termina por aprender todo, es una lección que aprendí hace mucho. Puede resultar desesperante, lo admito, pero no es el fin del mundo —la soltó y posó esa misma mano en la orilla de la cama donde el cadáver seguía descansando, como si durmiera en un espejo escarlata de su propia sangre.

Poner atención, desde luego, pero no, no se trata de insignificancia. Se trata de la eterna lucha por querer trascender. Todos, a su modo, buscan eso. Algunos de manera inconsciente, pero cuando nos vayamos, algunos más tarde que temprano, al final lo que perdura es el legado. Dime Simonetta, ¿qué estás haciendo tú para heredar algo a esta tierra tan injusta y hermosa por igual? No necesitas contestarme ahora, pero pregúntatelo a menudo, y en esa cuestión, aunque no encuentres nunca respuesta, hallarás un aliciente. Porque como dije, el mundo es injusto, pero es su belleza por la que vale la pena recorrer el camino. Algunos burlamos el final, pero todo es transitorio, sólo lo que dejamos aquí es perenne —se acomodó en su asiento, pero nada más. Seguía con la vista fija en ella.

No temas. En todo encuentro, en toda persona encontrarás una lección. Y eso suena terriblemente optimista para alguien tan naturalmente pesimista como yo, pero es la verdad —esta vez, culminó con una sonrisa casi paternal.


Última edición por Baldassare Donizetti el Miér Dic 02, 2015 12:24 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Simonetta Vespucci Vie Nov 27, 2015 11:20 am

Un alma antigua o una maligna posesión tal vez. Un espíritu viejo y experimentado mermaría mi ego, salvaguardándome de sus nocivos efectos. Pero los gemidos de la codicia sonaban más fuerte que las voces experimentadas.

Si un monstruo devora a otro monstruo, ¿eso potenciaría su atrocidad o lo volvería una fiera más amena? Algunos lo llamarían un desastre anunciado; introducir una plaga para exterminar a otra. Pero las penurias de otros no son mi calvario; la decadencia de mi raza lo es. Si usted puede hacer que me distraiga de mis limitaciones humanas, bendita sea su venida. — no lo dije como una devota, sino como quien se resignaba. Me había abandonado a que ya no tendría paz.

Abaniqué el aire con mi mano derecha, enfocando mis ojos por un instante hacia la cama de la fallecida Cora. Aliada la magia fue, cubriendo su faz. No quería verla, ni a ella ni a esa piel de mármol que poco a poco se mancharía de musgo; su deceso me estorbaba. Ni un ánimo tenía de recordar que algún día mi cuerpo terminaría así o peor.

Pero Baldassare… ay, Baldassare, con una caricia me devolvió al presente, a mi anatomía joven, a mi vida prometedora. Inconscientemente incliné mi cabeza hacia el lado, prolongando su atención, como si me recostase para pernoctar. Era un poder muy intenso, invasivo, pero te hacía creer que no era más que uno contigo. Qué mentira, qué ilusión, qué prisión; aquella sustancia de la que estaba hecho jamás se mezclaría. Y a mí ya me estaba costando diferenciar entre ese espejismo y la realidad.

¿El ángel quería quemarme? Que Dios tuviera piedad de mí, porque deseé que esas manos me carcomiesen mi piel de papel, o de lo contrario el infierno lo haría. Prefería osadamente que el vampiro se encargase de quebrar mi envoltura y mi visión del mundo con ella. Quizás, debajo se encontraba una mente grandiosa, mucho más poderosa de lo que alguna vez imaginé, una Simonetta cuyo nombre resonara entre las logias. Vería con nitidez los pasajes turbios que se me habían ocultado, o que mis propios ojos imberbes me habían ocultado estos dieciséis años que llevaba de vida. Y eso sólo a cambio de dejarme remecer, ¿pero a cambio de qué más? ¿qué otra cosa perdería a manos de Baldassare?

Es que sí me lo pregunto, a menudo, ahora, siempre. No hago nada más que aprender para mí misma, creyendo que eso me vuelve especial, diferente a esta tropa de palurdos. Que no soy tan vulgar. — me estaba mareando a medida que hablaba. ¿Qué me estaba pasando? — ¿Esto se siente estar cerca del arte? ¿O es que no soy suficiente como para tolerarlo? Es una especie de júbilo, de ebriedad inconsciente. Se apodera de mis ánimos y de mi voz. Es como si mis ojos no vieran, pero no de la forma en que podría llegar a creerse. No estoy cegada en cuanto a la realidad, sino por ella. El resto de la humanidad ha dejado de existir. Parece que mi cabeza ha elegido una manera más bella, más original, de ver, y eso es todo.


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Mensaje por Baldassare Donizetti Miér Dic 02, 2015 1:06 pm


“Real eyes, realize, real lies.”


Una cuestión válida. Una pregunta que hizo que Baldassare tuviera que pensárselo detenidamente antes de dar una respuesta. Se quedó muy quieto, en aquella silla, con pose de rey. De ese modo, con la luz de la luna perfilando sus facciones y su piel argenta, parecía una de sus obras, una escultura y no un hombre. Entornó la mirada y ese fue el único, leve movimiento que ejecutó por algunos segundos y luego entendió el trasfondo de la preocupación de Simonetta.

No podemos cambiar al mundo. Pero podemos cambiar al mundo en nosotros —la chica, joven y asustada, pero también inteligente y asertiva, estaba sacando un lado de él que hace mucho no dejaba verse. No era usual que Baldassare hablara con tono tan esperanzador, pues él mismo había perdido la fe hace centurias.

No te acongojes de más por el resto. Sí, puedo ayudarte, si tú me dejas —quizá en ese instante se estaba firmando un pacto peligroso para ambos, pero el vampiro estuvo seguro de que valía la pena. Lo que le ofrecía era muy grande, pero el precio era muy alto también. Tampoco la empujaría al abismo, y si lo hacía, lo haría preparándola para que enfrentara los demonios que ahí habitaban.

Aguardó, de nuevo. A lo largo de la noche había aprendido a callar y dejarla terminar, pues ninguna de las palabras de Simonetta era un desperdicio. Se puso de pie entonces, súbitamente, en un movimiento raudo como una pincelada en el aire. Pero más tardó en erguirse que en agacharse. Se hincó sobre una rodilla, como un centurión que saluda al César. De ese modo quedó a la altura de la chica. La tomó por los hombros, aún sabiendo lo espeluznante que podía ser su tacto helado.

El arte, como el amor, es una habilidad —dijo. Aquella frase era sencilla, apenas algunas palabras encadenadas; pero fue pronunciada con tal vehemencia que se intuía, era importante—. Entiendes cómo es, pero no puedes nombrarlo. Solemos pasar por alto todo aquello de lo que desconocemos su nombre, pero tú no, tú buscas saber cómo se llama… —suspiró y la soltó suavemente, sin apartarse—. El camino no es sencillo, pero ya te decidiste a comenzar a andarlo. Eres joven y eso, para nada, es algo malo. Todas esas emociones son porque no logras controlarlas, no sé si… ni sé si es por la misma pasión que noto en ti o por tus poderes, puede ser un conjunto de las dos cosas —llegó a esa conclusión.

No luches contra lo que sabes. No busques justificarte. Sólo… —pausó y se puso de pie. Debido a ello la miró hacia abajo—, sólo déjate llevar. Cuando se ha vivido tanto como yo, aprendes a no contenerte, a que no te importe nada y te importe todo a la vez —dirigió la vista a la ventana abierta, la que él había usado para invadir la casa de Simonetta.

Puedo enseñarte —esta vez fue claro en su intención, aunque no en el qué y sólo dependía de la chica.

Baldassare no era alguien que iba por la vida buscando almas puras que corromper, pero siempre estaba dispuesto a resguardar bajo sus alas a quien se lo mereciera. Era un privilegio, pero una condena también. Y él no era un demonio, pero tampoco un santo, no quería arrancar la pureza que pudiera habitar en ella o en quien fuera, pero creía que para sobrevivir, se necesitaba conocer de cerca a los demonios, tan cerca que el peligro de convertirse en uno, era latente.


Última edición por Baldassare Donizetti el Lun Dic 14, 2015 11:59 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Simonetta Vespucci Miér Dic 09, 2015 12:26 pm

Qué terneza. Una aromática brisa viajando por mi cuello hasta colarse bajo mis faldas. Había caído bajo hechizos antes, pero sólo intrínsecos, generados dentro de mi mente gracias a Campagnolo. Nunca extrínsecos. Nunca por un vampiro.

Qué ganas de lanzarme hacia él, que me esculpiera de nuevo, que desterrara mis miedos mortales, despojos sin valor que no hacían más que nublar mi vista del vasto conocimiento detrás de tanta bruma. El orgullo… ¿qué era mi orgullo al lado de tamaño tesoro? Sonreí como si estuviera dentro de un sueño, tonta e ingenua, como una niña observando a su primer amor, idealizándolo como si fuera un Dios. “Sí, déjate llevar” me dije. “¿Total qué tienes, si ante tus ojos se ha puesto una venda?”

Mas siguiendo el reflejo del ángel en la ventana, encontré al diablo: yo misma. Pude ver la expresión de mi cara, esa faz que difícilmente creí que fuera la mía, pero ¡sorpresa! Era el rostro de Simonetta Vespucci, con el destello de Ánima escurriéndose por sus ojos. Qué terror, qué repulsivo. ¿Qué estaba haciendo?

¡No! —violentamente me eché hacia atrás, cayendo de espaldas y arrastrándome con mis manos. Ya no le temía a él; yo sólo temía de lo que era capaz de hacer en mí.

Me encontré respirando con el ritmo de un roedor y la cautela de un reptil. ¿Cómo lo había olvidado? ¡Yo era la que tenía todas las de perder! ¿Tan pronto había asesinado a Dios?

Dejar de contenerme, ¿para qué? — yo sabía lo que era capaz de hacer una bestia sin jaula ni correa: destruir — ¿Para ser tan infeliz como usted? ¡Deje de engañarme! Miente, miente, y miente serpenteando hasta confundirme. ¿Le divierte? Maldito sea por jugar con mis ansias, porque no puedo ocultarle lo que deseo. Y maldigo su mirada, la hermosura de sus ojos embusteros, porque apuesto que un día debieron haber hecho tanto bien, y ahora no hace más que desatar el mal.

A Baldassare sólo había que echarle una mirada para comprender cuán perdido estaba, como un errante sobre la tierra. Yo sí, quería saber y conocer. Pero más que eso añoraba con el alma ser feliz. Tener una familia estable y amorosa, amorosa de verdad, no como la que edificaron mis padres. Porque lo merecía; no estaba ni cerca de ser una santa, pero algo aportaba con mi existencia. Había cerdos allá afuera, destructores de hogares, violadores, asesinos, e incluso a ellos se les premiaba. ¿Por qué no había de ser yo una bendecida más? Quería más. Más de lo que disponía.

Aléjese de mí. Y si es cierto que los de su especie tienen el don de borrar mentes, asegúrese de borrar todo vestigio que ha dejado en mí. Déjeme sólo el conocimiento, el saber no es humana la mano que impera aquí.

Cerré los ojos, con lo mucho que me costaba apartarlos de Baldassare, y pedí a Dios que no me dejase abrirlos hasta que se fuera.


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El ángel del rostro sucio Privado Empty Re: El ángel del rostro sucio Privado

Mensaje por Baldassare Donizetti Mar Dic 15, 2015 12:22 am


“Most men would rather deny a hard truth than face it.”
― George R.R. Martin, A Game of Thrones


En ese instante, no le gustó la posición de ventaja que supo que tenía. Acentuada por la posición de ambos en la umbría habitación, donde las gotas de sangre de una vida que se ha ido chorreaban lentas y viscosas. Se quedó meditando qué hacer, observando detenidamente a Simonetta. Un portentoso acertijo que era evidente ante sus ojos, pero se desvanecía como volutas de humo cuando intentaba tomarlo. Así que fue tomado desprevenido por el exabrupto de la joven.

Dio un súbito suspiro, silencioso y abrió ligeramente más sus orbes añiles, pero eso fue lo único que hizo. Se mantuvo impertérrito, experto en mantener la calma. Aguardó y cada palabra de la chica se clavó hondo en su pecho. Como una lluvia de astillas. Un segundo pudo ver una sombra distinta en aquellos ojos y al otro ella le negaba seguir viéndolos. No dijo nada. ¿Qué iba a decir? Estaba demasiado herido y eso debía concedérselo. Esa capacidad que muy pocos tenían. Parecía que Simonetta había aventado las dagas, como actriz del circo, con los ojos vendados, pero algo le decía que sus golpes más bien habían sido certeros, premeditados.

No voy a mentirte. Es tarde para eso —comenzó—. Es un error querer borrar un nuevo conocimiento. La verdad nunca es fácil. Lamento no poder deshacer lo que esta noche se ha llevado a cabo, pero no puedo. Poseo muchas potestades, esa no es una de ellas. Y aunque fuera capaz, no lo haría. La verdad te hará libre. Tómalo así o deja que se pudra en tu interior, pero eso último no te lo recomiendo —avanzó con esa sutileza propia de los suyos, sin hacer ruido y se acercó a la joven que se había alejado de él como si se tratara de la más horrible de las bestias.

De algún modo, lo era.

No te voy a obligar a nada —se agachó ligeramente para hablarle más de cerca—. Pero estaré por aquí, para cuando lo necesites. Para cuando te decidas salir del mundo de las sombras al real. Tú y yo no somos tan diferentes, y lo verás… a su tiempo. No te condeno por tu juventud, ni por tener miedo. Es más, lo admiro, eso habla de cordura —se irguió y le dio la espalda para dirigirse a la ventana abierta.

Abre los ojos. Ahora, veme… ya lograste nombrarme, ahora veme —pidió al tiempo que se recargaba en el marco de la ventana y subía un pie para emprender su partida—. Veme desaparecer en las sombras que me han adoptado y he adoptado. Veme y recuerda mi rostro, porque volveremos a vernos. Y no seré yo quien te busque, te lo aseguro —habló con seguridad y dirigió el rostro al exterior, a la noche, a la luna y las estrellas. Sonrió como si percibiera un aroma conocido.

Ah, lo olvidaba —pareció recordar algo. Regresó y fue hasta la cama, donde envolvió el cuerpo sin vida de la mucama en la sábana ensangrentada—. Te haré saber dónde quedará su cuerpo, para que avises a sus familiares. Una tumba sin visitar es una alma en pena —sentenció y volvió a hacer amago de irse, pero sin concretar la acción, aun esperando una reacción por parte de Simonetta.


Off: Si quieres podemos cerrar y continuar en otro tema.


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Mensaje por Simonetta Vespucci Miér Dic 16, 2015 1:09 pm

Sapiente era Baldassare del efecto de su mirada. Con una de ellas, paralizaba; con dos, se introducía dentro de tu mente, cerrándote las puertas y disminuyendo tu determinación. ¿Y con tres, cuatro o cinco? No valía la pena preguntárselo, porque a esas alturas habías dejado de contar.

¿Por qué insistía en que lo viera, si de todas maneras estaba condenada a recordarlo? A lo mejor por vanidad. Quería admirarse en mi temor mortal, supuse. Esperaba que fuese eso y nada más; un juego de niños, como de azar. O si no, buscaba algo de mí, lo cual era extremadamente peligroso, porque carecía de límites humanos para alcanzarlo. Era más: si sus años en la tierra eran mayores a los de su nombre, estaba tratando con una máquina monstruosa, capaz de predecir a la humanidad con suma facilidad. Y eso hacía conmigo.

Mas no percibí que lo recalcara para humillarme, porque si quería encontrarlo, ¿qué le costaría a él evitarlo? Nada. Por ende, deduje de esa tajante afirmación no solamente una predicción, sino también un deseo, pequeño, pero ahí estaba. Lo vi reflejado en sus palabras y en la manera en que cargó a quien fue mi criada.

Hice lo que me ordenó y lo miré como con ello estuviera arañándole el alma que no tenía. Pero no quedé ahí.

Ha de saber que me ha hecho renacer en una cuna de tinieblas, y le juro que si compartiese sus mismas sombras, lo primero que haría sería eliminarlo. — lágrimas de cólera llenaron mis ojos, pero les prohibí caer — Me temo que es una causa perdida y que no puedo hacer mucho ante sus vaticinios, pero retrasaré esta tormenta todo lo que pueda, aunque sólo sea para sonreírme con suficiencia al final. Si me derriba, signore Baldassare, será de pié; no de rodillas.

Con eso di por cerrada mi boca, mi cabeza, y el mundo. Recogí mis piernas junto con el resto de mis extremidades para abrazarme a mí misma ahí, en el suelo, tratando de convencerme de que seguía viva y que al día siguiente, continuaría luchando. Papá decía que nada era inmutable, salvo Dios, ¡pues mentía! Porque Baldassare seguiría ahí, tan bello y dantesco como le permitieran los siglos, y yo, sin importar cuánto cambiase, continuaría abrazada a mi peculiar, mas frágil humanidad.

El ángel había herido mi jaula, y me había gustado. Ahora me encontraba en su laberinto, y sólo me quedaba seguirlo para ver hasta dónde me llevaba.

Di la calma por perdida. Y le dije adiós.

Adiós…

OFF: Maravilloso (:


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¿Alguna vez has sentido eso? ¿Que la luna nace y muere en la palma de tu mano?:
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