AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ángel de Barro ~Privado~
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Ángel de Barro ~Privado~
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Emmanuelle, la campana de trece toneladas de Nôtre Dame marcó cuatro compases librándolos al viento nocturno. Eran tiempos de tensa calma en Francia, la burguesía encabezaba la revolución industrial, mantenía a flote a la sociedad más civilizada y avanzada de Europa y no concebían los desmanes de la realeza, nobleza y clase dirigente. Volvían los susurros en los callejones, las reuniones clandestinas a las luces de las velas y las palabras susurradas quedamente; no era seguro del todo caminar por las calles a aquellas horas, y menos en las inmundas callejuelas cercanas a la Morgue.
¿Por qué decidió pasar por allí? ni ella misma lo sabía. Esa noche Héctor no podía acompañarla y le prometió que iría con cuidado, una de las últimas veces que salió sola la atacó un licántropo en frenesí. Quizás porque últimamente siempre estaba acompañada (y esto era un cambio agradable) que su mente fijó el rumbo automático a un lugar conocido donde encontrar una reminiscencia de quién fue para regocijarse en lo que era ahora. Las viejas costumbres no cambiaban, y había vivido tres años en las alcantarillas bajo las salas de autopsia y el depósito de cadáveres. Allí vivió el tercer momento más angustioso de su corta vida: cuando despertó dentro del nicho, sobre la bandeja metálica y se pasó gritando y agonizando de sed durante una noche entera que acabó con ella asesinando al estudiante de medicina que abrió la puerta metálica. Los olores que salían de las tapas de las alcantarillas le trajeron los recuerdos de aquella cruda realidad que la aplastó en su momento...y qué lejos parecía ya. Apenas hacía medio año que salió de aquellos agujeros y parecía que había pasado una vida, una en la que había encontrado algo de luz al final del túnel. Ya no tenía el aspecto de momia egipcia reseca, de ojos rojos como el propio infierno, balbuceante y perdida cual grimosa criatura.
Se detuvo un segundo en el callejón a la altura que cruzaba la avenida principal. Mientras estuvo allí ese punto fue el más lejano que llegó a pisar. Observó sus propios pies cubiertos con finos botines de piel, medio cubiertos por el ribete de la tela de su falda, azul celeste, sobre el sucio charco de olor a formol diluido. Si, debía ser lunes; los lunes se deshacían del líquido de embalsamar echándolo a la alcantarilla, así rellenaban las botellas con el nuevo, listo para ser inyectado en las venas de los cadáveres ya drenados. Oh!...recordaba como alguna noche de desesperación se coló en la sala de drenaje donde insertaban cánulas y aspiraban para sacar toda la sangre de los cuerpos y así evitar la podredumbre; ella se llevaba un poco de ese líquido rojo que luego acababa vomitando porque era sangre muerta. Días oscuros, noches de dolor con el hambre apretándole las muertas entrañas hasta llevarla a la locura.
Abrazó el libro que portaba entre los brazos quieta, parada en mitad de la entrad del callejón, viendo pasar frente a sus ojos aquellos años de dolor y demencia. Ahora era más fuerte, estaba casi recuperada (al menos físicamente) Assur la colmó de todo aquello que el pobre creía que era apreciado por las mujeres: joyas, ropa, posición...sin entender nunca que lo único que apreciaría sería su corazón, sus sentimientos, aquellos que no supo regalarle pero que ella intuyó y perdonó a partes iguales. Luego Héctor hizo algo más que consentirle caprichos, le dio un origen, una razón para seguir en pie cada noche.
Movió ligeramente el pie y se llenó el charco de suciedad y tierra formándose una suerte de barro. Varias veces en las últimas semanas la habían llamado ángel; cuando acudía cada noche a leerles cuentos a los niños del hospital del Saint Louis; cuando el peor demonio que había cruzado la tierra, Kane Black, la contempló en el cabaret del infierno, utilizó las mismas palabras; y por último la loba que perseguía a Héctor también escupió esa palabra maldita "Ángel". No era un ser celestial, en todo caso era un ángel de barro, uno roto y al que le faltaban pedazos, uno surgido de la mierda de ese callejón, un monstruo compasivo, demasiado humana para ser vampira, demasiado vampira para ser humana... la vergüenza de su raza.
Elevó de nuevo los ojos hacia la entrada de aquella vieja cloaca con la sensación de haber liberado algún tipo de peso interno, de haber aligerado su intrincada mente. Inspiró hondo, aunque no lo necesitaba, pero todavía conservaba ese reflejo. Las voces de París empezaron a llegarle serpenteando como una maraña, como un ruido de fondo que nunca callaba excepto cuando quedaba atrapada en su propia cabeza como lo había hecho segundos atrás. Unas palabras extrañas le llegaron como un ladrido lejano de un perro en una noche de pesadillas. Palabras crípticas que murmuró para ella misma.
— Ángel de barro escucha al viento...de su sonido llegaré el infierno. Ángel de barro observa al tiempo, del dios eterno surgirá el lamento...
No tenía ni idea de a quién pertenecían, ni lo que significaban, pero a menudo pasaba así. Se dio la vuelta con la intención de seguir su camino, esta vez sí, hacia la casa que habitaba con su abuelo el titán, pero al girarse chocó contra una figura oscura dejando caer el libro al charco.
— ¡Perdón! disculpe.— Se agachó a recoger el volumen encuadernado en piel negra con letras doradas de filigrana. " Dies Mortis", un compendio de leyendas de los no-muertos, escrito por un tal Etrius, el vampiro que también redactó el Código Original. Levantó el libro con una mano y con la otra sujetó un pliegue de su falda y lo limpió apresuradamente o se estropearía sin remedio.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: Ángel de Barro ~Privado~
Como cada día, al caer la noche, comenzaba mi purga.
Empezaba a ser tedioso. Cerca de quinientos años sin fallar una sola noche, sin descanso. Si no fuera por mis ansias de asesinar me habría rendido hace ya mucho. No es solo una excusa para matar, lo prometo. Solo es… que alguien debe someter a la injusticia de este mundo. No pretendo ser un Dios que decida quién muere y quien vive, ni mucho menos. Basta con tener dos dedos de frente para saber que hay seres que no merecen vivir y que, por supuesto, el resto del mundo agradecerían su ausencia.
Ya aprendí que por cada violador que asesinaba, aparecerían otros dos. Ya aprendí que por cada pederasta que asesinaba, aparecerían otros tres. Ya aprendí que por cada terrorista que asesinaba, aparecerían otros cinco. Ya aprendí… Bueno, no. No aprendí nada. Por eso estaba allí, terminando de colocarme las solapas de mi casaca granate antes de salir de caza.
Comencé a correr. Me sabía las calles de París de memoria. Ser vampiro realmente me gustaba. No me imaginaba como sería mi vida humana. Vamos, ni me imaginaba lo que era ser humano. Los humanos eran tan… frágiles. Sin darme cuenta llegué a lo alto de Nôtre Damme, tenía aprendido ya el camino de manera inconsciente. Ese era mi lugar favorito de París. La brisa y el silencio eran los únicos que me acompañaban esa noche. Al menos hasta que vi algo moverse. ¿Quién iba a estar paseando a esas horas de la noche? Todo el mundo sabe que la noche solo es para putas, asesinos y otros monstruos.
Sonreí. —Por fin—. Tenía ganas de matar.
Salté desde lo alto de una de las torres y caí en el suelo rodando para amortiguar la caída. Tuve que apartarme el pelo de la cara para olerla.
—Una… ¿vampira?—. Pensé. Tenía un matiz distinto. Tenía un matiz… singular. Nunca antes lo había olido. -Interesante-. Mis colmillos salieron y las venas de mis ojos se hicieron aún más visibles. Mis músculos se hincharon levemente y comencé a correr sigilosamente. Me paré en seco cuando al doblar la esquina la vi allí de pie, sin más. Parecía estar paralizada. —¿Qué hace ahí parada?—. Me acerqué sigilosamente hacia ella, cuando de repente comenzó a hablar. .
— Ángel de barro escucha al viento...de su sonido llegaré el infierno. Ángel de barro observa al tiempo, del dios eterno surgirá el lamento…—. Acto seguido se chocó conmigo al darse la vuelta.
— ¡Perdón! disculpe.— Me impactó lo bonita que era, parecía demasiado… inocente. Sin embargo, por experiencia sabía que las apariencias engañan. Intenté recoger el libro que se le había caído, pero fue rápida al recuperarlo del suelo.
—¿Angel de barro? A mi me pareces más bien un pequeño demonio.— Sonreí. Quería intimidarla para ver si conseguía saber sus verdaderas intenciones. No era lógico que un vampiro andara rondando la Morgue. Todos sabemos lo que sucede al beber sangre de un muerto. Mi cara se ensombreció. — Una vez me encarcelaron junto a un humano durante años. Ese hombre no tenía la culpa de nada. Le cogieron por mi culpa. Cogieron a mi único amigo humano para hacerme sufir. Él, como es obvio, murió. Intenté resistirme, pero no pude. Dejé seco su cadaver. Aún después de muerto, me dio la oportunidad de escapar. Aún recuerdo su asqueroso, pero agraciado sabor. —. Hice una breve pausa para relamerme los labios. — Esa noche murió gente. Mucha gente. —Miré a la joven a los ojos. — Después vomité. — Sonreí, esperando ver su reacción.
Empezaba a ser tedioso. Cerca de quinientos años sin fallar una sola noche, sin descanso. Si no fuera por mis ansias de asesinar me habría rendido hace ya mucho. No es solo una excusa para matar, lo prometo. Solo es… que alguien debe someter a la injusticia de este mundo. No pretendo ser un Dios que decida quién muere y quien vive, ni mucho menos. Basta con tener dos dedos de frente para saber que hay seres que no merecen vivir y que, por supuesto, el resto del mundo agradecerían su ausencia.
Ya aprendí que por cada violador que asesinaba, aparecerían otros dos. Ya aprendí que por cada pederasta que asesinaba, aparecerían otros tres. Ya aprendí que por cada terrorista que asesinaba, aparecerían otros cinco. Ya aprendí… Bueno, no. No aprendí nada. Por eso estaba allí, terminando de colocarme las solapas de mi casaca granate antes de salir de caza.
Comencé a correr. Me sabía las calles de París de memoria. Ser vampiro realmente me gustaba. No me imaginaba como sería mi vida humana. Vamos, ni me imaginaba lo que era ser humano. Los humanos eran tan… frágiles. Sin darme cuenta llegué a lo alto de Nôtre Damme, tenía aprendido ya el camino de manera inconsciente. Ese era mi lugar favorito de París. La brisa y el silencio eran los únicos que me acompañaban esa noche. Al menos hasta que vi algo moverse. ¿Quién iba a estar paseando a esas horas de la noche? Todo el mundo sabe que la noche solo es para putas, asesinos y otros monstruos.
Sonreí. —Por fin—. Tenía ganas de matar.
Salté desde lo alto de una de las torres y caí en el suelo rodando para amortiguar la caída. Tuve que apartarme el pelo de la cara para olerla.
—Una… ¿vampira?—. Pensé. Tenía un matiz distinto. Tenía un matiz… singular. Nunca antes lo había olido. -Interesante-. Mis colmillos salieron y las venas de mis ojos se hicieron aún más visibles. Mis músculos se hincharon levemente y comencé a correr sigilosamente. Me paré en seco cuando al doblar la esquina la vi allí de pie, sin más. Parecía estar paralizada. —¿Qué hace ahí parada?—. Me acerqué sigilosamente hacia ella, cuando de repente comenzó a hablar. .
— Ángel de barro escucha al viento...de su sonido llegaré el infierno. Ángel de barro observa al tiempo, del dios eterno surgirá el lamento…—. Acto seguido se chocó conmigo al darse la vuelta.
— ¡Perdón! disculpe.— Me impactó lo bonita que era, parecía demasiado… inocente. Sin embargo, por experiencia sabía que las apariencias engañan. Intenté recoger el libro que se le había caído, pero fue rápida al recuperarlo del suelo.
—¿Angel de barro? A mi me pareces más bien un pequeño demonio.— Sonreí. Quería intimidarla para ver si conseguía saber sus verdaderas intenciones. No era lógico que un vampiro andara rondando la Morgue. Todos sabemos lo que sucede al beber sangre de un muerto. Mi cara se ensombreció. — Una vez me encarcelaron junto a un humano durante años. Ese hombre no tenía la culpa de nada. Le cogieron por mi culpa. Cogieron a mi único amigo humano para hacerme sufir. Él, como es obvio, murió. Intenté resistirme, pero no pude. Dejé seco su cadaver. Aún después de muerto, me dio la oportunidad de escapar. Aún recuerdo su asqueroso, pero agraciado sabor. —. Hice una breve pausa para relamerme los labios. — Esa noche murió gente. Mucha gente. —Miré a la joven a los ojos. — Después vomité. — Sonreí, esperando ver su reacción.
Herion- Vampiro Clase Alta
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Re: Ángel de Barro ~Privado~
El hombre que se interpuso entre ella y su camino a casa tenía un aura inconfundible, era de los suyos, pero a la vez muy distinto de los que conocía. Las auras de Assur, Héctor o Drakul eran pálidas, normalmente apacibles excepto cuando les embargaba alguna emoción extrema. Sin embargo la de ese hombre cambiaba con distintos colores, era vibrante y chispeante, extraña. La observó sin ningún reparo, posando los ojos más allá de sus oscuros orbes, como quien contempla la Gioconda del Louvre tratando de encontrar misteriosos retazos entre sus detalles.
Como a cámara lenta, en silencio, descendió su cristalina mirada hacia su boca que se movía; le estaba hablando, estaban saliendo palabras de entre sus labios y aunque a priori parecía que en su mente había un mono tocando los platillos, milagrosamente se había enterado de lo que le había dicho.
— Ahm…Entonces entiendo que no tengas una lista de amigos muy larga.— Parpadeó un par de veces observando su vestimenta, sus movimientos y ladeando un poco la cabeza escuchando las briznas de pensamientos sueltos que le llegaban altos y claros debido a su enorme poder mental. El vampiro tenía interpuesto un bloqueo, por eso sólo podía acceder a ciertas cosas de su mente, pero si no fuera porque su sangre provenía de los titanes no podría captar nada en absoluto. Él quería saber su reacción a las palabras que pretendían provocar, le gustaba el juego entonces, tenía curiosidad por ella y estaba asumiendo el papel de gato que juega con su presa antes de comérsela.— Al principio es duro, la sed que no se calma con nada… pero luego es mucho peor. El sabor es horrible, las náuseas constantes, la debilidad que deja después…— Frunció los labios en una mueca de resignación.— no es bonito, pero es útil. ¿Cómo se llamaba tu amigo? los nombres son importantes, yo me llamo Hania y si me llamase Violeta sería raro porque no soy de ese color.
A veces los hilos de su razonamiento eran difíciles de seguir, para ella tenían todo el sentido del mundo, porque su mente nunca estaba quieta, siempre andaba saltando de aquí para allá como un niño en los charcos, sólo tenía que cuidarse no de divagar demasiado. El aura multicolor del vampiro la hizo sonreir para ella misma volviendo a mirarla como si tuviera una corona angelical brillando alrededor de su pelo.
— Los colores se arremolinan en tu cabeza, es como si un duende estuviera escondiendo su tesoro tras un arcoiris.— El Duende. Así lo llamaría. De la misma forma que rebautizó a Uryan llamándolo la Serpiente por las serpientes negras que cruzaban su aura, o Verano al lobo blanco cuya aura tenía los colores de esa estación, fuera cual fuera el nombre de ese desconocido, en el mundo alterado de su cabeza Herion se llamaría el Duende.
Acomodó el libro sobre su pecho abrazándolo de nuevo con sus brazos, seguía sobre el charco y se le habían mojado los botines y los bajos de la falda, pero no le podía importar menos, el frío era el mismo de siempre, pues manaba desde su interior. Un gato bufó en el callejón, posiblemente peleando con otro. Eso le arrancó media sonrisa, pues la población de gatos se había recuperado dese que ella no estaba viviendo allí.
— No soy un pequeño demonio, tampoco un ángel, sólo... sólo soy Hania..— Como si eso pudiera cambiar alguna cosa. Evidentemente si fuera un demonio no lo diría, o sí, dependiendo de lo pagada de sí misma que estuviera. Un monstruo, una aberración...eso sí la definía mejor. Pero ¿demonio? no, demonio no.
Como a cámara lenta, en silencio, descendió su cristalina mirada hacia su boca que se movía; le estaba hablando, estaban saliendo palabras de entre sus labios y aunque a priori parecía que en su mente había un mono tocando los platillos, milagrosamente se había enterado de lo que le había dicho.
— Ahm…Entonces entiendo que no tengas una lista de amigos muy larga.— Parpadeó un par de veces observando su vestimenta, sus movimientos y ladeando un poco la cabeza escuchando las briznas de pensamientos sueltos que le llegaban altos y claros debido a su enorme poder mental. El vampiro tenía interpuesto un bloqueo, por eso sólo podía acceder a ciertas cosas de su mente, pero si no fuera porque su sangre provenía de los titanes no podría captar nada en absoluto. Él quería saber su reacción a las palabras que pretendían provocar, le gustaba el juego entonces, tenía curiosidad por ella y estaba asumiendo el papel de gato que juega con su presa antes de comérsela.— Al principio es duro, la sed que no se calma con nada… pero luego es mucho peor. El sabor es horrible, las náuseas constantes, la debilidad que deja después…— Frunció los labios en una mueca de resignación.— no es bonito, pero es útil. ¿Cómo se llamaba tu amigo? los nombres son importantes, yo me llamo Hania y si me llamase Violeta sería raro porque no soy de ese color.
A veces los hilos de su razonamiento eran difíciles de seguir, para ella tenían todo el sentido del mundo, porque su mente nunca estaba quieta, siempre andaba saltando de aquí para allá como un niño en los charcos, sólo tenía que cuidarse no de divagar demasiado. El aura multicolor del vampiro la hizo sonreir para ella misma volviendo a mirarla como si tuviera una corona angelical brillando alrededor de su pelo.
— Los colores se arremolinan en tu cabeza, es como si un duende estuviera escondiendo su tesoro tras un arcoiris.— El Duende. Así lo llamaría. De la misma forma que rebautizó a Uryan llamándolo la Serpiente por las serpientes negras que cruzaban su aura, o Verano al lobo blanco cuya aura tenía los colores de esa estación, fuera cual fuera el nombre de ese desconocido, en el mundo alterado de su cabeza Herion se llamaría el Duende.
Acomodó el libro sobre su pecho abrazándolo de nuevo con sus brazos, seguía sobre el charco y se le habían mojado los botines y los bajos de la falda, pero no le podía importar menos, el frío era el mismo de siempre, pues manaba desde su interior. Un gato bufó en el callejón, posiblemente peleando con otro. Eso le arrancó media sonrisa, pues la población de gatos se había recuperado dese que ella no estaba viviendo allí.
— No soy un pequeño demonio, tampoco un ángel, sólo... sólo soy Hania..— Como si eso pudiera cambiar alguna cosa. Evidentemente si fuera un demonio no lo diría, o sí, dependiendo de lo pagada de sí misma que estuviera. Un monstruo, una aberración...eso sí la definía mejor. Pero ¿demonio? no, demonio no.
Última edición por Hania Doe el Miér Sep 06, 2017 5:34 am, editado 1 vez
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: Ángel de Barro ~Privado~
Herion sintió el poder mental de Hania. Supo que estaba leyendole la mente a pesar de que intentara resistirse. No era normal. Hania no era un vampiro normal. Herion llevaba siglos entrenando su mente, y ella… no aparentaba ser muy fuerte. —¿A qué sabrá su sangre? —. Le vino ese pensamiento de repente. Su olfato se agudizó y percibió ese olor a pergamino, luz de estrella y ese toque a profundo abismo que tanto le intrigaba de ella.
Mientras Hania hablaba, Herion decidió seguir jugando. Mirando a los ojos de la joven, echó mano de uno de los huecos de su mente que más le gustaba, la imaginación. Proyectó en Hania una leve ilusión, solo quería saber si podía ejercer algún poder sobre ella, viendo que tampoco podía leerle la mente.
No tuvo que pensar mucho, un simple bufido de un gato.
Vio su reacción, vio su sonrisa. —Le hace efecto—. Pensó. Eso le bastaba.
—Estoy de acuerdo Hania. Los nombres son importantes, pero solo si son relevantes. El mío, por ejemplo, lo será para ti. Soy Herion. —Dijo el vampiro mientras hacía una leve reverencia. Hacía tiempo que Herion no tenía conversación alguna y se sentía realmente cómodo con la joven, pero necesitaba saber que andaba haciendo sola por esos callejones. La sed de matar aumentaba por momentos y necesitaba justificar de alguna forma sus asesinatos. —Yo tampoco me llamo Violeta.—Herion se llevó la mano a la barbilla para dar un toque pensativo.— Aunque podría llamarme así cuando paso varios días sin comer, por ejemplo.—Continuó diciendo mientras sonreía. —En esta ciudad es difícil tener amigos ¿sabes? Todos tienen sus propios intereses. — Su sonrisa desapareció por completo para dar paso a una mirada oscura. Herion supuso que el color del aura de los que Hania hablaba, habría cambiado. ¿De qué color sería ahora? No le importaba, era simple curiosidad. Era consciente de su locura. Era divertido. —¿Y tú? ¿Tienes amigos? ¿Andabas buscando a uno de ellos y por eso estás aquí? .—Dijo Herion mientras se apartaba el flequillo del ojo y se lo ponía detrás de la oreja. No era la primera vez que tener el pelo largo le fastidiaba un momento en el que quería parecer un gran villano de teatro.
Mientras Hania hablaba, Herion decidió seguir jugando. Mirando a los ojos de la joven, echó mano de uno de los huecos de su mente que más le gustaba, la imaginación. Proyectó en Hania una leve ilusión, solo quería saber si podía ejercer algún poder sobre ella, viendo que tampoco podía leerle la mente.
No tuvo que pensar mucho, un simple bufido de un gato.
Vio su reacción, vio su sonrisa. —Le hace efecto—. Pensó. Eso le bastaba.
—Estoy de acuerdo Hania. Los nombres son importantes, pero solo si son relevantes. El mío, por ejemplo, lo será para ti. Soy Herion. —Dijo el vampiro mientras hacía una leve reverencia. Hacía tiempo que Herion no tenía conversación alguna y se sentía realmente cómodo con la joven, pero necesitaba saber que andaba haciendo sola por esos callejones. La sed de matar aumentaba por momentos y necesitaba justificar de alguna forma sus asesinatos. —Yo tampoco me llamo Violeta.—Herion se llevó la mano a la barbilla para dar un toque pensativo.— Aunque podría llamarme así cuando paso varios días sin comer, por ejemplo.—Continuó diciendo mientras sonreía. —En esta ciudad es difícil tener amigos ¿sabes? Todos tienen sus propios intereses. — Su sonrisa desapareció por completo para dar paso a una mirada oscura. Herion supuso que el color del aura de los que Hania hablaba, habría cambiado. ¿De qué color sería ahora? No le importaba, era simple curiosidad. Era consciente de su locura. Era divertido. —¿Y tú? ¿Tienes amigos? ¿Andabas buscando a uno de ellos y por eso estás aquí? .—Dijo Herion mientras se apartaba el flequillo del ojo y se lo ponía detrás de la oreja. No era la primera vez que tener el pelo largo le fastidiaba un momento en el que quería parecer un gran villano de teatro.
Herion- Vampiro Clase Alta
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Re: Ángel de Barro ~Privado~
Negó con la cabeza. ¿Tenía amigos? sí, podría decir que sí. Uryan y Esthia, los lobos que vivían en las catacumbas. Y Drakul, el vampiro transilvano que le contaba historias de su tierra. Lo niños del hospital a los que leía cuentos...bueno, no se podían considerar amigos, porque muchos morirían y otros jamás los volvería a ver.
— Aquí no podrían vivir los amigos, sólo un pequeño demonio.— sonrió al haberle encontrado utilidad a las palabras de Herion.— Es un viejo lugar, no sé por qué regresé, supongo que a recordar algo...creo.
Imitó el gesto del vampiro colocándose sus ondas doradas tras la oreja y dando un paso atrás para sacar los pies del charco.
— ¿Herion el Duende tiene problemas para hacer amigos? Oh! ya lo creo, en esta ciudad hay mucha gente egoista. Iba a visitar otro viejo lugar ¿me acompañas?
Assur se hartó hasta desgañitarse intentado enseñarle a desconfiar. Para el vampiro milenario todo extraño era potencialmente peligroso hasta que demostrase lo contrario, y para Hania era justo al revés: todo el mundo tenía el beneficio de la duda hasta que la decepcionasen. En eso no había conseguido avanzar demasiado, tan sólo desconfiaba cuando las auras eran escabrosas, como la de Kane Black que absorbía la vida a su paso.
Se colocó al lado del malkavian y echó a andar, invitándolo con el gesto a caminar con ella. Ciertamente era tarde para los humanos, pero para los vampiros la noche aún era joven, quedaban al menos tres horas para el amanecer.
— ¿Sabes el cuento de los dos duendes y los dos deseos? Cuando no existían el sol y la luna la Gran Hada decidió conceder un deseo a cada criatura del mundo. Había dos duendes que eran amigos y cuando le preguntó al primero éste dijo: quiero el don de saltar muy alto, por encima de nubes y montañas. El hada le concedió tal regalo y de inmediato se puso a saltar. Luego le preguntó al segundo y éste, más tranquilo que su amigo, contestó: yo quiero el don de atrapar cualquier cosa, porque mi amigo seguro que se mata de golpe cuando caiga. El duende saltarín saltó tan alto que al caer casi se estrella contra los picos de las rocas, pero su amigo lo salvó. El hada conmovida porque el segundo malgastó su deseo en un acto de compañerismo, decidió darles la oportunidad de compartir los dones por turnos y así, cada mañana cuando el sol corona el cielo, es uno de los duendes saltando alto; y cuando llega la noche, el otro cuelga la luna en el firmamento..— Sonrió y salió de su ensimismamiento, porque cuando narraba historias se perdía en ellas perdiendo la noción de donde estaba. Se encogió de hombros.— me gustan los cuentos de duendes.
Caminando llegaron hasta la valla oxidada del orfanato de Saint Clemence, el lugar donde se crió que ahora no estaba habitado. Era un caserón desvencijado que crujía por todas partes y por el que se arrastraban algunos fantasmas de niños que a lo largo de los siglos habían perecido allí.
— Aquí no podrían vivir los amigos, sólo un pequeño demonio.— sonrió al haberle encontrado utilidad a las palabras de Herion.— Es un viejo lugar, no sé por qué regresé, supongo que a recordar algo...creo.
Imitó el gesto del vampiro colocándose sus ondas doradas tras la oreja y dando un paso atrás para sacar los pies del charco.
— ¿Herion el Duende tiene problemas para hacer amigos? Oh! ya lo creo, en esta ciudad hay mucha gente egoista. Iba a visitar otro viejo lugar ¿me acompañas?
Assur se hartó hasta desgañitarse intentado enseñarle a desconfiar. Para el vampiro milenario todo extraño era potencialmente peligroso hasta que demostrase lo contrario, y para Hania era justo al revés: todo el mundo tenía el beneficio de la duda hasta que la decepcionasen. En eso no había conseguido avanzar demasiado, tan sólo desconfiaba cuando las auras eran escabrosas, como la de Kane Black que absorbía la vida a su paso.
Se colocó al lado del malkavian y echó a andar, invitándolo con el gesto a caminar con ella. Ciertamente era tarde para los humanos, pero para los vampiros la noche aún era joven, quedaban al menos tres horas para el amanecer.
— ¿Sabes el cuento de los dos duendes y los dos deseos? Cuando no existían el sol y la luna la Gran Hada decidió conceder un deseo a cada criatura del mundo. Había dos duendes que eran amigos y cuando le preguntó al primero éste dijo: quiero el don de saltar muy alto, por encima de nubes y montañas. El hada le concedió tal regalo y de inmediato se puso a saltar. Luego le preguntó al segundo y éste, más tranquilo que su amigo, contestó: yo quiero el don de atrapar cualquier cosa, porque mi amigo seguro que se mata de golpe cuando caiga. El duende saltarín saltó tan alto que al caer casi se estrella contra los picos de las rocas, pero su amigo lo salvó. El hada conmovida porque el segundo malgastó su deseo en un acto de compañerismo, decidió darles la oportunidad de compartir los dones por turnos y así, cada mañana cuando el sol corona el cielo, es uno de los duendes saltando alto; y cuando llega la noche, el otro cuelga la luna en el firmamento..— Sonrió y salió de su ensimismamiento, porque cuando narraba historias se perdía en ellas perdiendo la noción de donde estaba. Se encogió de hombros.— me gustan los cuentos de duendes.
Caminando llegaron hasta la valla oxidada del orfanato de Saint Clemence, el lugar donde se crió que ahora no estaba habitado. Era un caserón desvencijado que crujía por todas partes y por el que se arrastraban algunos fantasmas de niños que a lo largo de los siglos habían perecido allí.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
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Re: Ángel de Barro ~Privado~
-Está loca.-Pensó Herion, con seguridad. -Pero ¿y quien no lo está? -Dijo mientras sonreía y le dedicaba una mirada a Hania. Sabía que le había leído la mente.
Hacía demasiado tiempo desde que Herion no sentía cierta curiosidad por nada. Cada noche era igual que la anterior. Quizá, por eso, sin darse cuenta estaba siguiendo los pasos de la joven. A las malas, solo tendría que matarla.
-El Duente. -Repitió en sus pensamientos Herion. ¿Era osadía? ¿O realmente Hania era así de ingenua? Un duende muy grande, muy malo y con ganas de matar, en todo caso. Le parecía divertido. Hania comenzó a hablar y le contó una interesante historia sobre dos duendes.
-Me gustan los cuentos, Hania. Pero me gustan más las historias basadas en hechos reales. Dime, ¿que sucedió aquí? -A Herion se le hincharon las venas de los ojos.- Es un orfanato olvidado. -No sabía como tomárselo. Mirándolo objetivamente, Herion podía pensar que lo estaba llevando hacia una trampa donde alguno de los amigos (que le dijo que no tiene) intentarían matarlo. O no. Sus siglos de traiciones, trampas y mentiras le hacían pensar mal de cualquier cosa. Siempre se mantenía alerta.
Irremediablemente, Herion sacó sus colmillos.
-¿Vienen contigo, pequeña?-. El vampiro, sonriendo de manera macabra, miró sádicamente a Hania al oler la podredumbre y extraños ruidos provenientes del caserón.
Hacía demasiado tiempo desde que Herion no sentía cierta curiosidad por nada. Cada noche era igual que la anterior. Quizá, por eso, sin darse cuenta estaba siguiendo los pasos de la joven. A las malas, solo tendría que matarla.
-El Duente. -Repitió en sus pensamientos Herion. ¿Era osadía? ¿O realmente Hania era así de ingenua? Un duende muy grande, muy malo y con ganas de matar, en todo caso. Le parecía divertido. Hania comenzó a hablar y le contó una interesante historia sobre dos duendes.
-Me gustan los cuentos, Hania. Pero me gustan más las historias basadas en hechos reales. Dime, ¿que sucedió aquí? -A Herion se le hincharon las venas de los ojos.- Es un orfanato olvidado. -No sabía como tomárselo. Mirándolo objetivamente, Herion podía pensar que lo estaba llevando hacia una trampa donde alguno de los amigos (que le dijo que no tiene) intentarían matarlo. O no. Sus siglos de traiciones, trampas y mentiras le hacían pensar mal de cualquier cosa. Siempre se mantenía alerta.
Irremediablemente, Herion sacó sus colmillos.
-¿Vienen contigo, pequeña?-. El vampiro, sonriendo de manera macabra, miró sádicamente a Hania al oler la podredumbre y extraños ruidos provenientes del caserón.
Herion- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/08/2017
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Re: Ángel de Barro ~Privado~
— Olvidado... sí, creo que Dios se olvidó de él hace mucho.— empujó la verja que chirrió sobre sus oxidados goznes y accedieron al jardín ahora lleno de maleza, tras tres años abandonado. Había una fuente con el agua verde y estancada, la puerta principal estaba bien cerrada y tapiada, como las ventanas de la planta baja, pero ella se dirigió hacia la puerta de las cocinas. Sabía dónde guardaban la llave de repuesto, bajo una tabla suelta de la pared. La sacó y la introdujo en la cerradura.
— Son sólo fantasmas, los de los niños que murieron aquí y nunca se marcharon. Isabelle suele aparecerse en el pasillo, sólo quiere jugar con las muñecas, y Pierre corre tras una pelota. Hay uno muy antipático, pero con ese no hablaba, me tiraba del pelo y me escondía los lápices.
Las cocinas estaban cubiertas de polvo, cogió un taburete para comprobar algo...pero luego recordó que Drakul la había enseñado a levitar, así que se concentró y se elevó un metro sobre el suelo hasta alcanzar el tarro de las galletas que estaba oculto sobre el mueble.
— Ajá! siguen aquí.— Sonrió para sí misma y volvió a dejarlo donde estaba. Había un lugar para cada cosa y cada cosa tenía su lugar. Eso es lo que se había repetido día tras día tratando de encajar en algun sitio.
El hall había sido testigo de la lucha encarnizada entre Assur y Uryan aquella vez que fue a visitarlos y las paredes estaban rotas y desconchadas. Finalmente los lobos cambiaron de residencia y de nuevo el orfanato quedó solo y abandonado.
— Esta era mi casa hasta que el demonio entró en ella, nos mató a todos y desperté en la Morgue. Entonces mi casa fueron las alcantarillas..—Un resumen muy resumido de lo que había sido su vida. La primera vez que regresó al orfanato le costó entrar en la sala común, todavía olía a sangre tres años después, todavia estaban en el suelo los troncos que se le cayeron de los brazos, aún se conservaba la mancha de su propia sangre en el papel de la pared. Pero lo había superado, más o menos. Ya hacía un año que no vivía en las cloacas, estaba casi recuperada físicamente, y mentalmente estaba más estable. Al principio de su transformación mató sin querer a Ramsés II, el faraón egipcio y Consejero de París. Pero fue porque el Consejo arremetió contra ella y su sire y Ramsés cometió la imprudencia de morderla. Ahí descubrió que tenía el don del caldero de sangre, que hacía hervir la vitae en las venas del desgraciado que lo provocase. Había vuelto a sucederle en otra ocasión, pero ya estaba más tranquila y no hacía estallar cabezas sin ton ni son.
— ¿Tú tenías un hogar?.— le preguntó a Herion.
— Son sólo fantasmas, los de los niños que murieron aquí y nunca se marcharon. Isabelle suele aparecerse en el pasillo, sólo quiere jugar con las muñecas, y Pierre corre tras una pelota. Hay uno muy antipático, pero con ese no hablaba, me tiraba del pelo y me escondía los lápices.
Las cocinas estaban cubiertas de polvo, cogió un taburete para comprobar algo...pero luego recordó que Drakul la había enseñado a levitar, así que se concentró y se elevó un metro sobre el suelo hasta alcanzar el tarro de las galletas que estaba oculto sobre el mueble.
— Ajá! siguen aquí.— Sonrió para sí misma y volvió a dejarlo donde estaba. Había un lugar para cada cosa y cada cosa tenía su lugar. Eso es lo que se había repetido día tras día tratando de encajar en algun sitio.
El hall había sido testigo de la lucha encarnizada entre Assur y Uryan aquella vez que fue a visitarlos y las paredes estaban rotas y desconchadas. Finalmente los lobos cambiaron de residencia y de nuevo el orfanato quedó solo y abandonado.
— Esta era mi casa hasta que el demonio entró en ella, nos mató a todos y desperté en la Morgue. Entonces mi casa fueron las alcantarillas..—Un resumen muy resumido de lo que había sido su vida. La primera vez que regresó al orfanato le costó entrar en la sala común, todavía olía a sangre tres años después, todavia estaban en el suelo los troncos que se le cayeron de los brazos, aún se conservaba la mancha de su propia sangre en el papel de la pared. Pero lo había superado, más o menos. Ya hacía un año que no vivía en las cloacas, estaba casi recuperada físicamente, y mentalmente estaba más estable. Al principio de su transformación mató sin querer a Ramsés II, el faraón egipcio y Consejero de París. Pero fue porque el Consejo arremetió contra ella y su sire y Ramsés cometió la imprudencia de morderla. Ahí descubrió que tenía el don del caldero de sangre, que hacía hervir la vitae en las venas del desgraciado que lo provocase. Había vuelto a sucederle en otra ocasión, pero ya estaba más tranquila y no hacía estallar cabezas sin ton ni son.
— ¿Tú tenías un hogar?.— le preguntó a Herion.
Hania Doe- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 255
Fecha de inscripción : 11/02/2017
Localización : perdida entre las nieblas de su mente
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