Arte en todo su esplendor - Gerard & Natasha -

por **Natasha K. Trubetzkoy** Dom Sep 26, 2010 8:58 pm

Había algo en toda la ciudad de París que me gustaba en demasía, por su riqueza en detalles, arquitectura, decoración y exquisitez,... la catedral.
Esperé a que terminase la hora de misa y a que se quedase la catedral lo más vacía posible. Ataviada con mi ropa de faena entré en la catedral tratando de hacer el mínimo de ruido posible, ya que otra de las cosas que más me gustaba de éste lugar era ese silencio, casi palpable, que sobrecogía cualquier corazón.

Caminé con elegancia y tranquilidad cruzando el pasillo central, ya que estaba sola y no molestaría a nadie. Me acerqué hasta el altar y me detuve apoyando levemente mis manos sobre el cordón de terciopelo rojo que separaba la zona santa, de la zona de los oradores.

Alcé la mirada observando el enorme rosetón que dejaba entrar levemente los rayos de sol en sus últimos minutos de vida en aquel día. Aquella luz ténue y amarillenta le daba un aspecto áureo a todo el ábside y parte el altar.

Cerré los ojos respirando profundamente, sintiendo el frío del marés y el mármol calar mi cuerpo atravesando mi abrigo y mi vestido. Podia sentir también aquel particular olor a humedad y rancio que solía haber en éste tipo de construcciones tan grandes, pero era un olor agradable, que inspiraba paz.

por **Gerard Montefeltro** Miér Sep 29, 2010 2:15 pm

Abrí la puerta de la catedral más espectacular de París, o por lo menos la que yo había visto. Entré con la intención de quedarme sentado en un banco y dejar la mente en blanco simplemente prestando atención al poderoso Arte que se extendía ante mis ojos.
Estaba tan acostumbrado a pasar tardes entre los fríos muros de piedra de las catedrales que ya no sentía el frío en mi piel, aparte porque me había abrigado bien antes de salir de la Residencia. Como siempre llevaba agarrado en mi mano derecha el maletín de dibujo, por si me daba por pintar algo.

Me acerqué donde las velas oscilaban, tan solitarias, cada una con una oración independiente, yo encendí una por todos aquellos a los que estimaba.
Y recordar que fue en una catedral donde la bendición de la pintura me iluminó, literalmente se podría decir. Las cristaleras dejaban pasar los últimos rayos de sol, el ocaso estaba a punto de hacer su entrada.

Me senté en uno de los bancos distraídamente, alzando la cabeza hacia el techo de la catedral, grisáceo, quizá sucio por el descuido, pero aún así muy bien ideado, la arquitectura siempre me había fascinado ¿y qué no me fascinaba a mí? ¡Ah! Ya sé las fiestas de sociedad.
Metí ambas manos en los bolsillos de mi abrigo y miré hacia el frente, también me fije en el polvo que podía distinguirse en los pocos lugares donde la luz se abría paso. Porque cada uno se entretiene con lo que sea, pues ese era mi pecado, el fijarme en todo, tanto así que de pie cerca del altar había una muchacha con cabellos dorados.
Sí, era una imagen bonita ¿para qué negarlo? Entonces agaché la cabeza para mirar al suelo y así encontrar esa paz que tanto necesitaba.

[Off: ¿Notre Dame?]

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