Mala vida[Libre]

Vincenzo se sumía en la oscuridad del muelle como cada noche. Los que no sabian de el simplemente lo ignoraban y los que si lo conocian aunque fuera de oidas lo reuian como el mismisimo demonio. Vincenzo era ahora una sombra de su antiguo yo.

Las tabernas estaban a rebosar, daba igual lo tarde que fuese, el ambiente cargado de marineros borrachos a las tantas de la madrugada solo llenaba de dinero a los bolsillos del tabernero, que aparentaba ser un humilde trabajador pero en verdad tenía mucho que contar sobre su clientela. Vincenzo se sentó en la esquina contraria a la puerta rodeado de oscuridad, desde allí podía ver todo el lugar, incluso si se le acercaba alguién.

Podía contar con su mano derecha los dias que llevaba sin dormir. Las pocas veces que lo hacía las pesadillas lograban hundirlo mas en la miseria y desesperacion que llevaba consigo. Aun así, tras haber perdido su esencia tras el "incidente" su forma de ser había cambiado, pero no su forma de actuar; Estaba apartado de su gente, pero nunca dejó de lado el trabajo en su barco, ya no cortejaba a las damas, pero igual se sentía con el deber de alejarlas de la mala vida, ya no vivía feliz, pero se alimentaba lo justo como para seguir vivo.

Se negaba a superar la perdida, nunca se había sentido tan vacio y perdido, por lo que pelear era lo único que podía hacer para descargar toda la ira que acumulaba, sus puños estaban mal vendados, facilmente se podía ver la piel magullada de los nudillos; No era por dinero, de hecho la mayor parte se lo regalaba al tabernero, para simplemente guardar su secreto.

Vincenzo soltó el vaso en cuanto el pequeño hijo del tabernero fué a decirle algo al oído. Vincenzo le dio unas monedas y le hizo gesto de silencio, para que no comentara nada a su padre sobre aquella pequeña fortuna que el niño estaba creando a base de recados inocentes que le hacía a Vincenzo. Obviamente el padre estaba al tanto y no hacía drama alguno por aquella ilusión que su hijo tenía gracias al pirata.

Vincenzo se levantó y dirigió hacia una escalera que bajaba al sótano y que sólo pocos sabían que existía debido a lo que allí abajo se manejaba; peleas ilegales. Pero, ¿Cuándo una pelea era considerada ilegal? Esa pregunta era fácil de responder, ya que tanto jóvenes como hombres experimentados acudían allí para bien sacar unas monedas o liberar tensiones como era el caso de Vincenzo.

Los nombres ya estaban en la pizarra de aquel que llevaba las cuentas, poco a poco los que apostaban se fueron acomodando para ver el espectáculo desde un mejor lugar, ya que ellos mismos solían formar un círculo alrededor de los que se golpeaban.

Pietro, así le llamaban en aquel "mundillo, yafué si ganaba y su nombre iba de boca en boca podríacbar en mal lugar si llegaba a oídos de alguien indeseable. Vincenzo -pese al frío- se sacó el abrigo y la camisa para pelear, frotó sus manos preparado para empezar pues lo único que le hacía entrar en calor era toda esa rabia contenida, por ello era uní de los mejores luchadores conocidos de París. Todo comenzó como debía, contrincantes novatos, otros desesperados, otros eran imbéciles que usaban golpes bajos como último recurso para ganar pero eso era lo que más hacía hervir a Vincenzo, que les daba de vuelta un golpe que bien les dolería por semanas en lugar de días. Todo valía, toso se podía, pero los golpes bajos... sólo denotaban lo poco noble que eran. Cuando pasaron cuatro, quizás cinco hombres por sus manos, le pasaron algo de agua con la que se enjuagó la boca ya que le sabía a sangre; no era inmortal, por lo que también sus huesos se resentían, aunque la rabí era mayor al dolor. Pero algo que vió entre en público le hizo sonreír maliciosamente, ya que se disponía a ser su siguiente contrincante.

- Voy a divertirme partiéndote la cara. - Dijo con cierta diversión y malicia en su gesto.

A pesar de la supuesta discreción del sótano, ante sus innumerables actividades ilegales, aquello era más un hervidero de voces ruidosas que otra cosa, no había miedo a que las actividades fuesen detectadas ya que la misma policía se veía comprada y ganada ante las apuestas.  

Emhyr se había convertido un rostro nuevo entre los púgiles, un nombre desconocido en la pizarra por el que pocos apostaban. "El Turco" se había hecho llamar, y junto a un pseudónimo fingió ignorancia ante la lengua francesa exagerando más su acento y usando más palabras en su lengua paterna... Otro papel más que interpretar y como siempre, pocas apuestas para su nombre, unas cuantas apuesta por sí mismo bajo nombre falso y con un trato con algún vagabundo poco entendido en apuesta pero que deseaba su parte de lo ganado en lo que ganase Emhyr.
Lo habían sobrestimado, nadie daba ni un franco por aquel hombre de aspecto atlético pero menudo, comparado con los gorilas que habían allí.
Cuando comenzó su danza y derribos en muy pocos golpes bien precisos, estupefactos quedaron muchos. Emhyr tenía una particular manera de luchar que muy pocos podía apreciar, era muy rápido y esquivo, y siempre de golpes firmes acertando en el lugar preciso donde dejar a su contrincante sin aire o incluso inconsciente.

Muy fácil pensaba una y otra vez el otomano, cuando sentía los huesos y la piel romperte bajo sus nudillos, a veces pensaba se templaba ya que algunas de aquella llaves finalizadas por completo tentaba por romper un cuello o detener un corazón, debía de contenerse, no había ido allí a matar a nadie, pero claro, aquello era lo que sabía mejor hacer: matar. Había sido un niño soldado, con 8 años había acabado con su primera vida, le había obligado a ello ya él estaba siendo entrenado para ser de la élite.

Otro combate más y el nombre de "Pietro" vino como siguiente contrincante. Un descanso para sus pulmones, un descanso para su piel tras el refresco. Aun no se sentía demasiado cansado, pero sus dedos ya sentían el dolor de tanto golpear.

-¡No me jo....! -Exclamó cuando vio a su rival.

El recuerdo de una época lejana, el recuerdo de un tiempo largo en aquel barco uniéndose a actividades ilegales, y escaramuzas tan increíbles para contar en libros... Vincenzo era lo más parecido a un amigo de aventuras que había podido tener desde que había huido de su hogar. Vincenzo le había dado una oportunidad, otra identidad y otra vida a la que acomodarse, pero como tenía costumbre y sin aviso Emhyr se había vuelto a esfumar, dejando tirado a lo que había sido una clase de hermano sin decir nada, ni dar explicaciones.
Y Vincenzo, ahora estaba frente a él con puños preparados y pseúdonimo, por sus palabras y rostro comprendía por completo que estuviese molestado, lo había abandonado en un momento poco oportuno, ¿cómo habría salido de aquella peculiar situación? ¿qué habría sido de su vida en aquellos años?

-¿Cuánto tiempo, hermano? -Le sonrió divertido. -La fortuna debe de estar carcajeándose por el destino que nos ha reservado a volver a encontrarnos... En mi defensa, decirte que, mejor pudo venirte desharcerte de mi compañía para tu vida... Puede que hasta el marcharme te la haya alargado.