Mala Suerte {Libre}

por **Carmina Moran** Dom Oct 02, 2016 2:22 pm

Tiene sangre en los labios, un dolor punzante en la mandíbula, varios moratones formándose en sus brazos y posiblemente un par de costillas fracturadas.
Todo su cuerpo duele como se supone que tiene que doler cuando lo tiran contra una columna de mármol. Aun así se mantiene en pie, gracias a sus años de entrenamiento y el inesperado soporte que el ajustado corsé ejercía, manteniendo los huesos fracturados en su lugar.

Quería dejarse hacer, desmayarse y entregarse a los brazos de la inconsciencia pero sabía que no era posible. El vampiro era demasiado fuerte e iba a matarla. Aunque no se iría sola. Si ella caía, el lo haría también.

Aquella misión no tendría que haber sido en solitario. Había avisado a sus superiores d que aquel vampiro era más poderoso de lo que creían, pero la habían ignorado. Desde que había perdonado la vida a aquella manada de lobos tendían a ignorar todo lo que les decía y la mandaban a misiones cada vez más peligrosas y sin ningún compañero.
Y aunque el fiasco de los lobos la hubiese dejado en mal lugar, no había una sola fibra en su ser que se arrepintiese. Eran jóvenes y estúpidos, tres adultos y seis jóvenes que no pasaban de los quince. No habían atacado a ningún humano, tan solo a un par de vacas y ovejas que nadie echaría de menos. Aun así el vaticano había ordenado su exterminación y ella se había negado, e incluso les había ayudado a huir a tierras no dominadas por los inquisidores.

Pero aquel vampiro no era como los lobos. Era un ser corrupto y terrible que se alimentaba de sangre inocente, convirtiendo orfanatos en un bufé libre. Alimentándose de niños y adultos sin discreción. Era el tipo de criatura que se había infiltrado en un convento, ansioso por alimentarse con la sangre de las novias de Cristo. Era un ser despreciable que merecía morir.

No hizo ningún sonido al lanzarse contra el, blandiendo dos largos machetes de plata contra el vampiro. Incluso herida resultaba peligrosa. Sus estocadas y cortes eran certeros y de dar en el blanco habrían resultado mortales. Era rápida, pero nunca lo suficiente, sus golpes siempre fallaban por apenas unos segundos, golpeándolo en los hombros o en el pecho, nunca cerca e cuello, incapaz de decapitarlo y terminar con esa horrible misión.

El sonido de una rama rompiéndose la distrajo por menos de un segundo, aun así el vampiro aprovechó para romperle el brazo y lanzar sus machetes al suelo. Cogiendola por el cuello, apretando sus blancas manos contra la piel tostada.
Y aunque la inquisidora se resistía, era inútil. Era como ver a un gato enfrentándose a un perro de presa, puede que tuviese garras y dientes, pero resultaba inútil. No tenía posibilidad de salir de esa con vida.

De un tiron el vampiro arranco el rosario que llevaba colgado del cuello. Podía sentir su fétido aliento contra su piel, las manos frías apretándola con fuerza, obligándola a girar la cabeza, y sus ojos, oscuros como pozos clavándose en los de ella, tratando de dominarla.
Sabiendo que su fin estaba próximo comenzó a recitar un salmo entre dientes, interrumpiéndolo cuando sintió los dientes del vampiro clavándose en su cuello.

por **Marius Lemacks** Dom Oct 02, 2016 7:59 pm

Suave sombra fría y oscura que por las calles tiñe los pasos de aquellos que estuvieron con vida minutos antes; el aroma de esas vidas que van apagándose lentamente en el sueño momentáneo es buscado por aquel que anhela otorgar el sueño eterno. Las calles se van pintando más y más oscuras, vacías casi inexplorables y con los miles de peligros que acechan en cada esquina, como perros hambrientos y rabiosos que asesinarán a cualquiera que cruce con ellos.

Y aun así, entre aquellas bestias caminan los hijos desentrañados del infierno con su máximo esplendor en belleza y poder dejando por donde pasan la mayor de las miserias, una que es aprovechada por los perros nefastos del abismo que van tras ese camino sangriento recolectando aquellas sobras de lo que fueron los banquetes de sus amos y señores.

Por parís ronda la sombra de uno de ellos caminando con pasos dispares, el que repudia una belleza perfecta encajándola de la manera más desagradable a sus ojos inexistentes. El rostro pintado de blanco para cubrir las marcas del tiempo, la ropa más desgastada y sucia que huele a la muerte, por donde pasa va dejando su vestigio de vida. Los cabellos ahora se pintan en tonos negros con un mechón blanco mientras que sus ojos e bañan en los tonos rojizos, sus dientes igual se muestran descuidados y amarillentos y en sus manos los guantes blancos que no se despegan de su ser, unos guantes cuyos dedos están rotos a la mitad mostrando las uñas negras.

Su nueva apariencia es diferente a la habitual y la razón de ello es el lugar a donde se dirige.

El fétido aroma de la muerte envuelve el lugar así como al que llega sonriendo y con la cabeza ladeada junto a aquel bolso con sus instrumentos necesarios, sus pasos se pierden entre las frías lápidas una a una buscando el aroma de la más reciente de aquella que aun esté intacta pues esta noche no ha tenido suerte en encontrar las cenas inacabadas de sus maestros, ahora debe tomar prestado del único lugar que lo hace sentir en calma, su hogar y morada. El cementerio.

“Que es ese olor”

Percibe un dulce aroma con el giro de las corrientes eólicas, se relame los labios cuando su nariz se encanta con ese néctar que lo envuelve. Se está enloqueciendo al punto de soltar todo y dejar su cometido para dirigirse a donde ese aroma lo llama, lo seduce. Lentamente se va alejando a donde se vuelve más fuerte la sensación de éxtasis aumenta a medida que la frescura se vuelve más y más dulce. Su camino se acorta y el agitar de las ramas se hace más fuerte cuando se acerca a aquel lugar, puede oir el sonar de un corazón así como el crujir de los huesos, ese néctar se intensifica así como uno más amargo.

“Sangre, muerte, putrefacción, lo pútrido de la vida y la esencia fugaz de la muerte. Es muy bella, hay dos, hay dos, solo dos y cualquier está bien”

Observa desde lejos la escena viendo la sangre ser desperdiciada, sangre por la que él añora y se relame hasta el punto de enloquecerse, sus ojos se desorbitan cuando la cena es aprovechada, la ira sucumbe a su cabeza y pierde ese control que pocas veces suele tener en sí, corre en un instante está sobre aquel que ha mordido a quien se supone será la cena, sus manos fétidas toman sus cuello girándolo hasta desprenderlo con la sangre correr, sangre que el lame de sus manos sucias.

“No, no, así no era como lo esperaba, así no era como tenía que terminar él”

Comienza a gritar desesperadamente tirando de sus cabellos abrazando aquella cabeza como si suplicara que no terminara así aquel ser, un ligero sonido lo devuelve a su realidad

“Es tu culpa, tu lo hiciste, todo es tu culpa”

Se acerca a la mujer a la quien toma del cuello alzándola hasta que sus pies a penas y tocan el suelo, puede sentir su tráquea puede sentir sus latidos más fuerte que antes, puede sentir el hilo de su vida, pero más puede su enojo que la belleza de aquellas heridas que posee aquel cuerpo desencantado de la noche.

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