Una muy mala decisión... /libre.

por **Antonio De Quevedo** Vie Abr 08, 2016 12:00 pm

Debilidad. Una palabra tan fácil de pronunciar y complicada de sentir. El caballo avanza con rapidez inusitada por los desolados vergeles a las afueras de París, inundando mis pulmones de los aromas propios de la naturaleza, que relajan mi mente tras una noche tranquila. El avance es constante, las patas se hunden sobre el suelo lleno de hojas amarillentas y cafés, producto de la estación en la que se encuentran, un leve recordatorio de los ciclos de la vida y sobre todo, de lo frágil que ésta es.

Y para remarcar dicho pensamiento, un disparo me saca de mis pensamientos obligándome a sostenerme correctamente, cuando el caballo se cabrea relinchando con vehemencia. Logro calmarlo a base de esfuerzo y de unas cuantas palabras y caricias sobre la cabeza, pero otro disparo me obliga a hacer una mueca. Desmonto y amarro al corcel de un tronco fuerte para ir a investigar.

No debe ser tan insensato de ir solo a buscar el origen de los disparos y el motivo de éstos. Debería esperar a los guardias, que de seguro ya están sobre la pista, alertados por el resto de los disparos. Y sin embargo, mis pies se deslizan con rapidez por el área cercana a las detonaciones. Nunca ha logrado detener mi curiosidad y es ésta la que me provoca semejante atrevimiento. Podría ser un cazador en busca de presa.

Aunque si se trata de un asesino...

Continúo acercándome con sigilo, mis pies procuran tocar las partes con menos hojarasca, aprovechando por igual que el viento está a mi favor.

Mis pasos se detienen un instante tras un grueso roble que me cubre por completo de las miradas ajenas. Con cuidado, asomo un poco la cabeza para ver más adelante observando una figura a lo lejos. Parece ser que están asesinando a alguna clase de animal, no logro ver bien.¡Maldición! Relamí mis los labios ocultándome por completo tras el tronco, mientras pienso qué hacer.

Un mohín de mis labios y parpadeo concentrándome unos instantes, sacando con rapidez la pistola (que siempre cargo conmigo para protegerme) y manteniéndola entre mis manos. ¿Qué debería hacer? ¿ayudar a o alejarme? No le tengo confianza al sujeto, así que jugaré mi mejor carta.

-Cazador, ésta es una zona vedada. Quien utiliza sus armas para matar cualquier tipo de animal sea terrestre o volador, cometerá una infracción y su castigo puede ser incluso la condena a muerte -Mis pasos son relajados, pero no me acerco más de treinta metros y en una zona que conozco perfecto. En caso de que pierda el control de la situación, el suelo es perfecto para deslizarme a cualquier lado y tener la oportunidad de defenderme.

por **Dragomir Negrescu** Sáb Abr 09, 2016 11:06 pm

La fortuna no estaba de su lado ese día y así lo había anunciado al amanecer, cuando todos se preparaban para la cacería. Nadie le escucho, a pesar de poseer el don de la clarividencia, no logró convencer a su familia y amigos que aquel día no estaba destinado a ser. ¿Pero cómo podrían hacerle caso, si era el único día que destinaban a la cacería para obtener el alimento de al menos tres semanas? Sabía que todos en la caravana comenzaban a tener escases de comida y que el tratado que habían obtenido les permitía hacer la cacería cada tercer viernes de mes.

Pero bien había predicho la fortuna que no sería una buena cacería. Salieron del campamento, aunque él no participaba directamente en cazar a los animales debía ayudar a hacer el corte y el eviscerado, y la caminata se hizo larga. Fueron más allá de lo que estaban acostumbrados, buscando rastros de algún animal, revisando trampas previamente colocadas, y no habían logrado encontrar nada. Estaban por dar terminada la cacería cuando un venado cruzó corriendo cerca de ellos, todos se sorprendieron pero solo él lo tomó como mal augurio. ¿Qué hacía un animal tan cerca de ellos?

Ahora la cacería era una carrera por ver quién lograba dar el primer disparo. Su hermano se llevo el privilegio pero no fue certero y solo logro herir al animal. Eso ayudo pues ya casi se les escapaba la presa y al verse herida, sus movimientos iban disminuyendo. Cuando se dio cuenta de que el animal iba a traspasar los límites, ya era demasiado tarde. Un primo fue el siguiente en disparar, hiriendo de muerte al animal que simplemente se tambaleo y cayó al suelo. Era el turno de Dragomir de encargarse del animal pero se reusaba a ello, por lo que uno de los otros se encargó. La voz le sorprendió, pues no esperaba que por ahí se encontrara alguien, pero al mirarlo pudo notar al joven que les apuntaba a sus conocidos. No podía dejarlos así, por lo que salió de su "escondite" y se interpuso entre el hombre y sus familiares.

-Mi joven señor, lamento este alboroto- dijo alzando ambas manos para demostrar que no traía armas en él. -Nuestra presa se ha vengado cruzando los límites permitidos para nuestra cacería y esperábamos que reclamarla no produjera ningún problema- comentó con voz tranquila, esperando a que aquel hombre no decidiera algo radical.

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