Art Is Elegant |Privado|

por **Yranné Salvin** Jue Nov 12, 2015 6:16 pm

Le dolían los dedos de las manos, pero se encontraba complacido de haber vuelto a la rutina de tocar los domingos en la plaza como si fuera uno más de entre aquellos músicos que vivían tocando y tocaban para vivir. Aquella libertad que sólo podía experimentar esa oras que estaba allí sentado, afinando el violín para enseguida levantarse y unirse a lo que fuera que tocaran. Nunca preguntaba y la mayoría de las veces lo que hacían era improvisar. Libertad pura; música de verdad.

Por amenaza de lluvia decidieron acabar antes que otros días, se despidieron, nunca mencionando nombres, y cada quien tomó su camino. Yranné esperó, sentando en una banca, a que sus dedos se enfriaran un poco, esperó mientras soltaba las cuerdas y limpiaba el arco, guardando todo con la parsimonia de un veterano. Lo cerró bien, ajustó la correa y se lo hecho al hombro apenas se cerró el abrigo. Seguía ligeramente débil, exponerse sería una tontería en ese momento. Se puso de pie y se marchó, acomodándose el violín al hombro.

Descendió por una calle, moviéndose por un sitio que no solía frecuentar, cuando un sonido, un sonido muy conocido, llamó su atención a través de una puerta doble que no estaba completamente cerrada. Era temprano y le sobraba tiempo, y se encontraba en ese estado en el que era improbable que encontrara un buen descanso a solas en su mansión. Apoyó la frente en la puerta labrada, entre los estucos de unas flores y el marco elegantemente tallado y escuchó. Si, era música, de la real. Antes de darse cuenta, había empujado la puerta y se había introducido en el lugar. En ese momento se dio cuenta del sitio en el cual estaba ingresando. Un teatro. Un maravilloso edificio cuidado al último detalle. Con flores de oro subiendo en espiral por las columnas hasta el techo y un candelabro de cristal colgando del mismo centro del techo.

La música se hizo más intensa, penetrando en sus oídos directamente, aislado del exterior pues había cerrado la puerta casi por completo. Caminó hacia el escenario, pasando junto a los asientos vacíos de terciopelo rojo. El clásico modelo duro pero elegante de las butacas. ¿Hacía cuanto que no iba a ver una función? ¿qué no escuchaba una ópera? En sus cavilaciones, se distrajo, hasta que de pronto escuchó algo y se detuvo en seco. Miró al escenario y no lo encontró vacío. El leve ruido, amplificado por su excelente oído, lo produjo un pie vendado, cuidado del accidente. El pie de un bailarín. Se detuvo y retrocedió unos pasos buscando verlo mejor.