The Sunrise Of A Dirty Mind ♠ Libre

por **Nnamdi** Mar Nov 17, 2015 3:00 pm

Exhaló con un dejo de desgano, en un intento por alejar aquellas crónicas tortuosas que aún asaltaban sus espacios de cordura desde que había llegado a la capital. El número principal en el Teatro estaba por concluir y el silencio mortuorio apenas era opacado por los parlamentos que aquellos protagonistas bien parecidos proliferaban. Una noche aparentemente perfecta si Sabine le hubiese acompañado. Fue bajo su tutela que había crecido y de quien había aprendido a amar la actuación. De no ser por su carácter retraído no dudaría en incursionar en dicha rama del arte. Una ligera mueca emergió en sus comisuras al descubrirse a sí mismo ensimismado una vez más en esos deseos que seguramente no eran bien vistos por la sociedad. Había aprendido a ocultar a la perfección su atracción por la belleza de las personas.

Desde que tenía uso de razón manifestaba este gusto por una de las empleadas en la mansión, así como después lo sería por el único ente que le acompañaba a todas partes. El estallido de los aplausos le despertó de su trance viéndose obligado a levantarse de su asiento para unírseles en esa retribución sonora. Un par de murmullos y comentarios acerca de la trama deambulaban a lo largo y ancho del palco. Avanzó entre los asientos ahora vacíos y se dirigió presuroso a la salida, no estaba seguro de haber ordenado a su cochero pasar por él. Desde su incidente había cosas tan sencillas que en ocasiones olvidaba, si aquel espectro estuviese a su lado, seguramente se lo hubiera recordado. Miró perplejo a los lados buscándole y en su intento fallido concluyó que debía recorrer parte de la avenida a solas. El eco de sus escarpines bien lustrados herían el mutismo que las calles presentaban a esa hora.

Por su mente no circuló la idea de ser asaltado o asesinado. De igual forma poco le hubiese importado. El Quinn nostálgico a veces solía ser el más peligroso, pues se mostraba indiferente a cualquier situación que sucediera a su alrededor, incluyendo su integridad. La tibia refulgencia de las farolas se cernía cándidamente sobre sus hombros, a su paso le pareció escuchar gritos provenientes de alguna de las calles que eran devoradas por las fauces de las sombras. Arqueó una ceja pensando si sería correcto averiguar lo que sucedía. ¿Y si se trataba del cochero? A pesar de ser distraído, poseía un ápice de indulgencia con la servidumbre, no iba a permitir que nada malo le ocurriese. Se adentró entonces. El brillo de sus ojos apenas sobresalía en lo que se perfilaba como un escenario perfecto para un relato de terror. Un golpe en seco le provocó un sobresalto.

–¿Quién está ahí?– soltó rápidamente.

por **Clara Oswald** Vie Nov 20, 2015 6:06 am

- ¿Quién inventaría esto? Un hombre ¡seguro! -. Vociferó enfadada.

Clara seguía maldiciendo en voz baja, porque hacerlo a los cuatro vientos no sería digno de una dama y a saber lo que habría pensado de ella cualquier transeúnte que por allí circulase.
Se mantenía apoyada contra la pared, con el pie desnudo sobre el otro botín y el roto en la mano. Eso era la gota que rebalsaba el vaso. Había aceptado la entrada al teatro como pago por unas clases, la obra no le había gustado, es más, había aborrecido del primero al último acto, pero aún así se había dignado a aplaudir. Ahora le tocaba un largo paseo a casa a la pata coja o peor, con el pie descalzo sobre el frío y húmedo suelo de París.
Lanzó el tacón roto de sus botines al otro lado del callejón y este golpeó contra la pared de ladrillo.
Para colmo al día siguiente tenía que ir a trabajar, y debería madrugar para acercarse a la boutique y adquirir un nuevo par de zapatos. A veces París la agotaba a sobremanera y se preguntaba si no sería mejor volver a Blackpool o a Londres, porque cuanto más cerca de su padre, peor.

Justo después del impacto del zapato oyó la voz de un hombre, no alcanzaba a verlo con la maldita niebla que asolaba la ciudad durante esas noches de otoño.

- No es nada, señor -. Sola, de noche, con el zapato roto y ni un paraguas con el que poder defenderse de los maleantes. El corsé la estaba matando y tenía que inclinarse hacia adelante con cuidado de no caerse para poder respirar.

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