AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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“Art is the lie that enables us to realize the truth.”
― Pablo Picasso
― Pablo Picasso
Cuando la nota más alta llegó a su punto más álgido, y con ella el rostro del pequeño genio se transformó en una visión casi angelical, Baldassare estuvo a punto de romper la madera del balcón privado que ocupaba en el teatro. No había sentido una emoción así en mucho tiempo. Un frenesí parecido a cuando la sed de sangre es saciada, y aun así, distinta. Ese pequeño genio, una niña apenas era la razón por la que estaba ahí, por la que dejó su auto enclaustramiento. Fue el primero en ponerse de pie para aplaudir, seguido por las loas del resto del público.
Antes de que la ovación hubiera terminado, Baldassare escapó del balcón y apresuró sus pasos por los pasillos del teatro. Para entonces el regalo que había enviado seguro ya estaba en el camerino.
De vez en cuando solía enviar emisarios conocedores de arte, usualmente hijos de hombres adinerados entrenados en esos menesteres, para que descubrieran algo nuevo, algo digno de su atención. Era exigente, desde luego y de todas esas recomendaciones, que ya de por sí iban filtradas, sólo atendía a muy pocas. Y de esas raras ocasiones, sólo un par de veces en todos esos siglos se había sentido verdaderamente conmovido. Movido por la obra, ya fuera un escritor leyendo sus poenas, una pintura, o en este caso, el efímero arte de la música. Una y otra vez uno de esos heraldos le insistió que existía un joven prodigio como se dan muy pocas veces, una violinista como ninguna otra y tras varias porfías, aceptó ir. No estaba decepcionado.
Al fin alcanzó las bambalinas y se deslizó sutil ante el caos que ya reinaba al terminar la presentación, tramoyeros y demás ya poblaban el espacio detrás del telón. «Con permiso» tuvo que decir más de una vez. Si alguien lo detenía, pues era un extraño, ya tenía su coartada, sin embargo, todos estaban demasiado extasiados tras el éxito esa noche como para si quiera ponerle atención. Y al fin llegó al corredor donde los camerinos se sucedían en una retícula perfecta. El primero anunciaba el nombre que le interesaba: De Vries.
Tocó educadamente, esperando que la algarada que regía no opacara ese sonido, sin embargo, no aguardó más y abrió un poco la puerta, no se asomó, mucho menos entró. Sólo carraspeó y se acercó a ese resquicio para hablar.
—Señorita De Vries —habló con tono perfectamente modulado—, usted no me conoce, me llamo Baldassare Donizetti —se presentó aún sin dar el rostro. Aquello era una aseveración temeraria, ¿quién le decía que la pequeña no conociera su nombre a través de sus obras? Estaba ahí, podía sentirla y si ya había visto el enorme ramo de flores que le había enviado, con la tarjeta incluida, al menos su nombre le sonaría de algo. Aguardó a ser invitado a pasar.
Había previsto ese pequeño detalle por mera cortesía. Si no lo cautivaba como lo había hecho, simplemente quedaba como un regalo, nunca conocería el rostro del remitente, pero no había sido así. El vampiro tenía necesidad de hablar con ella, una urgencia de verla de cerca, de mirarla a los ojos, de conocer su voz y sus pensamientos. Eso sucedía tan raramente, que podría decirse que Baldassare incluso estaba emocionado. Pero es que todo en la pequeña salía de lo normal, todo en ella era excepcional.
Baldassare Donizetti- Vampiro Clase Alta
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Re: Vérité → Privado
Vérité
La eufonía se mantuvo en un estado cismático, mientras la audiencia le permitía a la pequeña artista abrazarles en esa atmosfera lánguida y perfecta entregándose al acto que daba cierre, pues cada nota, cada sonido que emanaba del interior del instrumento acariciaba el dolor, coqueteando momentáneamente con la tragedia que estaba subrayada a la perfección en cada capítulo ahí descrito. Los ojos de Simone permanecían cerrados a la luz taciturna que los reflectores derramaban sobre ella. Cualquier fragmento a su alrededor resultaba ajeno a la violinista cuando se entregaba a la ejecución, sus dedos largos movían con maestría el arco desgarrando con fuerza las cuerdas. Las líneas de expresión en su rostro reflejaban tan solo un ápice de su cuita propia. Un par de rasgueos más para elevar la última nota que daba por finalizada su obra maestra. Esa última exhalación del violín fue la pauta para que los presentes contrarrestaran el silencio con múltiples aplausos.
Simone sujetó con delicadeza el borde de su ampulosa vestimenta celeste. Y dedicando una sonrisa al público se despidió en medio de ovaciones. Una mujer de edad adulta le condujo por los pasillos hasta llegar al camerino donde aguardaría a que el cochero le condujera nuevamente a la mansión. Se adentró en la pequeña habitación. Para su sorpresa un enorme ramo de flores le esperaba, sonrió apenada y se aproximó con premura a degustar del sutil aroma que emanaba de ellas. Las tonalidades esmeraldinas que salpicaban de color el ramillete era algo digno de plasmar en un cuadro. Tomó asiento sobre el taburete marrón y frente al espejo cromado contempló su reflejo sin mostrarse fatua. No era el tipo de detalles que Adric tuviese con ella, entonces la duda asaltó su mente. La tarjeta yacía oculta entre el espeso follaje. El apelativo no le resultaba del todo conocido, a menos que su memoria le estuviera jugando una mala broma. Fueron segundos antes de responder al llamado de la puerta que utilizó para reencontrarse a sí misma y poder aterrizar nuevamente en su realidad nauseabunda.
–Adelante por favor– respondió colocándose de pie inmediatamente.
La presentación de aquel joven correspondía al citado en la tarjeta. Sus orbes se posaron sobre su imagen pulcra y elegante y aunque no le conocía de eventos previos el detalle había bastado para que la pequeña mostrara su gratitud hasta que la velada venidera terminase.
–Monsieur Donizetti, tenga la amabilidad de pasar– indicó con un ligero ademan que emanaba de su diestra.
Ella hizo lo propio aproximándose hacia él apenas había ingresado estirando su mano enguantada para presentarse correctamente.
–Simone Del Mar, encantada. El detalle ha sido fabuloso, no tengo como agradecerle, tome asiento por favor–
Ella retomó su posición para desanudar el listón que hacia juego con su indumentaria liberando los mechones rubios de su tocado, a través del espejo sonrió al caballero y dio media vuelta para verle frente a frente.
–¿Dígame Monsieur Donizetti, que le ha parecido el teatro?–
Simone sujetó con delicadeza el borde de su ampulosa vestimenta celeste. Y dedicando una sonrisa al público se despidió en medio de ovaciones. Una mujer de edad adulta le condujo por los pasillos hasta llegar al camerino donde aguardaría a que el cochero le condujera nuevamente a la mansión. Se adentró en la pequeña habitación. Para su sorpresa un enorme ramo de flores le esperaba, sonrió apenada y se aproximó con premura a degustar del sutil aroma que emanaba de ellas. Las tonalidades esmeraldinas que salpicaban de color el ramillete era algo digno de plasmar en un cuadro. Tomó asiento sobre el taburete marrón y frente al espejo cromado contempló su reflejo sin mostrarse fatua. No era el tipo de detalles que Adric tuviese con ella, entonces la duda asaltó su mente. La tarjeta yacía oculta entre el espeso follaje. El apelativo no le resultaba del todo conocido, a menos que su memoria le estuviera jugando una mala broma. Fueron segundos antes de responder al llamado de la puerta que utilizó para reencontrarse a sí misma y poder aterrizar nuevamente en su realidad nauseabunda.
–Adelante por favor– respondió colocándose de pie inmediatamente.
La presentación de aquel joven correspondía al citado en la tarjeta. Sus orbes se posaron sobre su imagen pulcra y elegante y aunque no le conocía de eventos previos el detalle había bastado para que la pequeña mostrara su gratitud hasta que la velada venidera terminase.
–Monsieur Donizetti, tenga la amabilidad de pasar– indicó con un ligero ademan que emanaba de su diestra.
Ella hizo lo propio aproximándose hacia él apenas había ingresado estirando su mano enguantada para presentarse correctamente.
–Simone Del Mar, encantada. El detalle ha sido fabuloso, no tengo como agradecerle, tome asiento por favor–
Ella retomó su posición para desanudar el listón que hacia juego con su indumentaria liberando los mechones rubios de su tocado, a través del espejo sonrió al caballero y dio media vuelta para verle frente a frente.
–¿Dígame Monsieur Donizetti, que le ha parecido el teatro?–
Última edición por Simone Del Mar el Mar Feb 23, 2016 11:34 am, editado 1 vez
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
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Re: Vérité → Privado
“Only the children know what they are looking for.”
― Antoine de Saint-Exupéry, The Little Prince
― Antoine de Saint-Exupéry, The Little Prince
Abrió la puerta en cuanto la niña le dio permiso, pero no avanzó hasta que la segunda orden le hizo saber que lo tenía permitido. Baldassare podía ser tachado de atrevido, sobre todo al hacer cosas como aquella de enviarle unas flores, pero en realidad, era muy mesurado en todo. Respetaba los límites a rajatabla porque a él mismo le disgustaba que sobrepasaran los que él ponía para con el mundo. También sabía que un artista podía tener sus manías, sus excentricidades, él era uno y tenía muchas, por eso también fue cauteloso.
Obedeció en silencio y se sentó frente a ella. La estudió, lucía mucho más joven así de cerca. Estaba completamente conmovido y Simone De Vries tal vez ni siquiera lo supiera, no estaba al tanto del gran impacto que estaba provocando en el vampiro. Le sorprendió de buena manera que tanto virtuosismo habitara en alguien tan novel; se sintió identificado, estaba acostumbrado a que no creyeran de sus habilidades por la apariencia tan imberbe que tenía. Le sonrió sin mostrar los dientes.
—Es un placer, señorita De Vries, y no tiene que agradecer nada, era lo menos que podía hacer. ¿Qué me pareció? Me ha encantado… me ha dejado… sin palabras —ensanchó la sonrisa. La jovencita le parecía espectacular en cada aspecto. Aunque era una niña, tenía un comportamiento digno de cualquier adulto.
—¿Cómo te sentiste tú allá afuera? —Fue su turno de preguntar y fue más casual, dejó la formalidad de lado, sintió que siendo ella tan joven, no venía al caso. Era extraño, por decir lo menos. La pequeña de porcelana, una niña bella, pero sobre todo, con un don como ningún otro, frente a él, el demonio que azora las noches. Ambos platicando sin apenas conocerse.
—Lamento si fue inesperado… tanto mi regalo como mi visita, pero quería conocerte. No todos los días se ven personas como tú, tan excepcionales —le dijo, mirándola y recordando esos sueños que a veces tenía, sobre todo recién despertó tras ser convertido. Sueños donde una risa infantil viajaba a través del viento y llegaba a él como un recuerdo velado.
¿Había tenido hijos en esa vida mortal que no recordaba?
—Yo también soy artista, pero yo pinto y esculpo. Algún día me gustaría pintarte mientras tocas el violín —esa era, oficialmente la invitación más rápida que había lanzado Baldassare alguna vez, ofreciendo pintar a alguien. Usualmente se lo reservaba a personas que conocía mejor, y tras muchos, muchos encuentros, porque creía que no sólo pintaba al sujeto en cuestión, sino también su alma y para ello necesitaba conocerlos mejor.
Pero no había mejor forma de conocer a alguien que a través de su arte. En las notas que el violín de Simone desprendía podía saber más que en muchos años de charlas.
Última edición por Baldassare Donizetti el Lun Ene 04, 2016 1:38 am, editado 1 vez
Baldassare Donizetti- Vampiro Clase Alta
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Re: Vérité → Privado
Vérité
Una vez más, se adentraba con naturalidad a la venidera charla. Como si aquel joven fuese un amigo o incluso un familiar suyo. Hablar con recato era sin duda, una de las mejores virtudes que la joven artista poseía. Pues en cada encuentro con personas ajenas a su entorno lograba transformar la incomodidad del mismo en algo agradable para ambos. Dejó que el listón descansara sobre su regazo para después pasar los dedos largos a través de los surcos de su cabellera pulcra. Apenas pudo notar la mirada ajena que recaía sobre ella, no de forma lacerante, más bien con un aparente embeleso que atrapaba a más de uno cuando se acercaban a ella. No eran solo sus modales refinados, ni su belleza natural, pues en Simone existía una entereza y madurez que aunque a simple vista no se podía notar, manaba conforme las charlas y veladas de las que se hacía participe.
Sonrió con naturalidad ante los comentarios del joven.
–Agradezco nuevamente el detalle y sus cumplidos– respondió con amabilidad mientras se giraba apenas para tomar entre sus manos el cepillo.
Suspiró con cierto aire de cansancio antes de iniciar su ya usual rutina.
–Fue una experiencia impresionante ¿Sabe? Es la primera vez que tengo la oportunidad de presentarme en una clase de eventos como este, en cuanto me fue entregada la misiva, no lo dude dos veces– pausó unos segundos antes de continuar con su respuesta –Cada concierto es único, cada ejecución a pesar de ser la misma en cuanto a notas se refiere inicia desde que tomo lugar en el escenario hasta que el ultimo aplauso deja de escucharse en el recinto, posee una belleza propia pero si he de ser sincera con usted, sentía que las piernas se desmoronaban segundos antes de que el telón se abriera– rió –conforme la velada avanzó me sentí con un poco más de confianza para continuar y entonces ya nada alrededor importó, solo el hecho de compartir mi música–
Cada oración estaba impresa de devoción y amor hacia el arte. Una ruta de escape en la vida de la neerlandesa para abatir por unas horas las penumbras que aquejaban su vida.
–Tan solo soy músico, no existen muchas cosas excepcionales en mí– rió nuevamente antes de responder a tan agradable sorpresa – ¿De verdad? En casa existe un espacio donde diversas obras engalanan las paredes y siempre me he sentido atraída por los colores y las tesituras utilizadas en esos enormes cuadros, son simplemente perfectos–
Un ligero sonrojo iluminó sus pómulos ante la confesión ajena.
–Vaya, no sé qué decir…– titubeó –podría aceptar dicho honor, pero solo con una condición, yo preparo el té y las galletas cuando la velada tome lugar ¿De acuerdo? –
Guiñó un ojo en seña de aprobación. Tras esa grandilocuencia, existía la inocencia y carisma propios de una niña de doce años. Tomó el cepillo con su diestra para alisar el cabello ligeramente ondulado.
–Que martirio soportar esto todos los días ¿Sabe? A veces pienso que resultaría mucho más fácil ser un adulto– Confesó a media voz.
Sonrió con naturalidad ante los comentarios del joven.
–Agradezco nuevamente el detalle y sus cumplidos– respondió con amabilidad mientras se giraba apenas para tomar entre sus manos el cepillo.
Suspiró con cierto aire de cansancio antes de iniciar su ya usual rutina.
–Fue una experiencia impresionante ¿Sabe? Es la primera vez que tengo la oportunidad de presentarme en una clase de eventos como este, en cuanto me fue entregada la misiva, no lo dude dos veces– pausó unos segundos antes de continuar con su respuesta –Cada concierto es único, cada ejecución a pesar de ser la misma en cuanto a notas se refiere inicia desde que tomo lugar en el escenario hasta que el ultimo aplauso deja de escucharse en el recinto, posee una belleza propia pero si he de ser sincera con usted, sentía que las piernas se desmoronaban segundos antes de que el telón se abriera– rió –conforme la velada avanzó me sentí con un poco más de confianza para continuar y entonces ya nada alrededor importó, solo el hecho de compartir mi música–
Cada oración estaba impresa de devoción y amor hacia el arte. Una ruta de escape en la vida de la neerlandesa para abatir por unas horas las penumbras que aquejaban su vida.
–Tan solo soy músico, no existen muchas cosas excepcionales en mí– rió nuevamente antes de responder a tan agradable sorpresa – ¿De verdad? En casa existe un espacio donde diversas obras engalanan las paredes y siempre me he sentido atraída por los colores y las tesituras utilizadas en esos enormes cuadros, son simplemente perfectos–
Un ligero sonrojo iluminó sus pómulos ante la confesión ajena.
–Vaya, no sé qué decir…– titubeó –podría aceptar dicho honor, pero solo con una condición, yo preparo el té y las galletas cuando la velada tome lugar ¿De acuerdo? –
Guiñó un ojo en seña de aprobación. Tras esa grandilocuencia, existía la inocencia y carisma propios de una niña de doce años. Tomó el cepillo con su diestra para alisar el cabello ligeramente ondulado.
–Que martirio soportar esto todos los días ¿Sabe? A veces pienso que resultaría mucho más fácil ser un adulto– Confesó a media voz.
Última edición por Simone Del Mar el Mar Feb 23, 2016 11:36 am, editado 2 veces
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/07/2014
Re: Vérité → Privado
“Adults are, like, this mess of sadness and phobias.”
— Eternal Sunshine of the Spotless Mind
— Eternal Sunshine of the Spotless Mind
Se sintió conmovido de una manera que no había experimentado antes. En otras ocasiones ya había charlado con artistas de diversas disciplinas, era la gente con la que más solía intercambiar palabras, por obvias razones, pero encontrar tanto talento en alguien tan joven… era distinto a todo lo que alguna vez había podido ver o sentir, y eso era bastante decir, considerando los años que tenía a cuestas. Dibujó una media sonrisa y se acomodó en su lugar con una postura relajada. Baldassare exudaba elegancia; una que pareció tener desde el momento que había despertado a su vida inmortal, desconocía si la había tenido durante sus años como simple humano. Y con los siglos la había refinado, la había perfeccionado a un grado sorprendente, sin embargo sabía cuándo sacudirse algo de esa formalidad y sin duda, este era uno de esos momentos.
La miró y la escuchó atento mientras hablaba. ¡Cuánto podía identificarse con esas palabras! Alguien había dicho alguna vez, no recordaba quién, que: «escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura» y Baldassare no estaba de acuerdo con ello. Las artes se manifestaban de forma distinta, pero nacían de un mismo sitio, de un corazón herido o de una genialidad desbordada, nacían de lo más profundo de un artista, sin importar el qué.
—Oh, no… Simone —pausó antes de pronunciar su nombre—, ¿puedo llamarte así? ¿Simone? —Aguardó por el permiso de la chiquilla—. Todo en ti es excepcional, no sólo tu talento, que por sí solo ya lo es. Personas que te duplican y triplican la edad no pueden con todo esto y tú… me parece que tienes los pies muy bien plantados sobre la tierra —continuó, y no mentía. Él lo había visto, artistas afamados que no pueden con la presión y se dejan seducir por los más variopintos vicios.
Él, por su lado, no podía aventar la primera piedra, no era inocente de nada. Su reclusión y su soberbia eran esas vías de escape.
Rio luego al darse cuenta que no importaba su locuacidad, humildad y encanto, no dejaba de ser lo que era, una niña. Respondió el guiño del mismo modo y echó el cuerpo para atrás en su asiento.
—Suena como todo un plan. Entonces… ¿tenemos un trato? —Aunque el asunto iba en serio, lo dijo de modo amable, como si en verdad no importara, pero para el vampiro lo hacía con un peso que no se había dado cuenta. No entendía su necesidad de entrar al mundo de la niña, de traducir sus notas en trazos.
—Puede ser agobiante —estuvo de acuerdo. Soltó un largo suspiro—. Pero si me permites el atrevimiento, te daré un consejo. No desees la adultez, ¡es una trampa! Disfruta de tus años de niñez. Quizá tu vida no es como la de otros chicos de tu edad, por este hermoso don que tienes, pero una vez que guardas tu instrumento, ¿qué te impide llevar una vida normal? Nada. Cuando seas adulta, verás que estos fueron los mejores años y os añorarás —habló con un tono paternal. Aunque asemejó más a ese tío que todos tienen, más joven y más abierto, que aconseja y trata de guiarte, pero si tomas el mal camino, no te abandona. Pero habló también sin conocimiento de causa; su propia niñez había quedado enterrada en aquel pasado que no lograba recordar, no tenía idea si él mismo había sido un niño feliz.
Baldassare Donizetti- Vampiro Clase Alta
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Re: Vérité → Privado
Vérité
Se quedó absorta. En esas mismas oraciones que ella había conferido a su oyente tratando de encontrar una explicación lógica ¿Realmente era lo que ella deseaba? Ser adulta, con todas las responsabilidades que ello conllevara. O en realidad se trataba de una quimera inducida por el amor y respeto hacia Ruslana, su madre. Pues el verle con esa gracia, porte y seguridad quizás infundía en la niña el querer ser como ella. Mientras los movimientos de sus manos pequeñas a través del cabello se deslizaban con cautela para no enredarlo más, se sintió cautivada por el brillo particular del halo que coronaba la testa de Baldassare. Desde que este había entrado en la habitación notó la similitud de sus naturalezas, pero lo bien aprendido por su madre le impedía hacer comentario alguno sobre lo que sus ojos veían. No temía, simplemente creía que era mucho mejor respetar el dolor y las historias ajenas.
Asintió.
–Por supuesto puede llamarme así, muchas gracias–
En realidad esa fortaleza y madurez de la que el inmortal hablaba habían llegado de la mano de su desgracia en la vida de Simone. Había perdido a toda su familia en un abrir y cerrar de ojos y ella apenas podía recordarlo.
Sonrió ante las palabras ajenas.
–Es un trato, aunque le advierto que el té que es servido en la mansión es de los mejores que haya probado, le va a encantar–
Afirmó con seguridad y no mentía ni lo decía con afán de mostrarse jactanciosa, en realidad se había convertido en una experta al momento de servir el té. Detuvo su actividad para prestar atención por completo a lo que ahora él trataba de explicarle, como siempre Simone se exponía ávida de conocimiento por parte de los demás. Aguardó los minutos necesarios antes de responder a ese detalle paternal que llegaba a sus oídos. Ruslana en la mansión siempre se mostraba cariñosa y divertida, amorosa lo que una madre representa para su hija. No obstante escuchar la elocuencia por parte de un caballero le hizo reconstruir la escena de un padre, esa figura de autoridad que tiende la mano en el momento preciso ¿Estaba siendo víctima de los recuerdos una vez más no estando consciente? O simplemente era su deseo reprimido de querer conocer sobre sus raíces un poco más.
–Habla con suma paciencia y veracidad en sus palabras caballero, que no me atrevo a refutar nada de lo expresado, al contrario agradezco sus consejos dado que los dirige a una extraña como yo–
Se levantó del taburete colocando el cepillo sobre el buró. Acto seguido acomodó el instrumento dentro de su estuche pasando sus dedos largos sobre el mismo.
–Como bien lo acaba de decir, en años venderos extrañaremos momentos como este y ya que lo menciona si he de ser sincera, confieso que extraño las visitas al muelle, el sonido del mar es algo inexplicable que me reconforta en días grises–
Sonrió con calidez.
–Puedo preguntar ¿Qué añora usted galante caballero?–
Asintió.
–Por supuesto puede llamarme así, muchas gracias–
En realidad esa fortaleza y madurez de la que el inmortal hablaba habían llegado de la mano de su desgracia en la vida de Simone. Había perdido a toda su familia en un abrir y cerrar de ojos y ella apenas podía recordarlo.
Sonrió ante las palabras ajenas.
–Es un trato, aunque le advierto que el té que es servido en la mansión es de los mejores que haya probado, le va a encantar–
Afirmó con seguridad y no mentía ni lo decía con afán de mostrarse jactanciosa, en realidad se había convertido en una experta al momento de servir el té. Detuvo su actividad para prestar atención por completo a lo que ahora él trataba de explicarle, como siempre Simone se exponía ávida de conocimiento por parte de los demás. Aguardó los minutos necesarios antes de responder a ese detalle paternal que llegaba a sus oídos. Ruslana en la mansión siempre se mostraba cariñosa y divertida, amorosa lo que una madre representa para su hija. No obstante escuchar la elocuencia por parte de un caballero le hizo reconstruir la escena de un padre, esa figura de autoridad que tiende la mano en el momento preciso ¿Estaba siendo víctima de los recuerdos una vez más no estando consciente? O simplemente era su deseo reprimido de querer conocer sobre sus raíces un poco más.
–Habla con suma paciencia y veracidad en sus palabras caballero, que no me atrevo a refutar nada de lo expresado, al contrario agradezco sus consejos dado que los dirige a una extraña como yo–
Se levantó del taburete colocando el cepillo sobre el buró. Acto seguido acomodó el instrumento dentro de su estuche pasando sus dedos largos sobre el mismo.
–Como bien lo acaba de decir, en años venderos extrañaremos momentos como este y ya que lo menciona si he de ser sincera, confieso que extraño las visitas al muelle, el sonido del mar es algo inexplicable que me reconforta en días grises–
Sonrió con calidez.
–Puedo preguntar ¿Qué añora usted galante caballero?–
Simone Donizetti- Humano Clase Alta
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Re: Vérité → Privado
“For in every adult there dwells the child that was, and in every child there lies the adult that will be.”
― John Connolly, The Book of Lost Things
― John Connolly, The Book of Lost Things
La siguió con la mirada y le sonrió. Era refrescante estar en compañía de alguien así. Una colega, porque Baldassare no era nadie para hacerla menos, pero sin la necesidad de otros que compartían su profesión artística, de competir o complacer. Nunca lo había meditado de ese modo, porque a decir verdad, no había convivido con niños lo suficiente, pero eran éstos las presencias más sinceras, sin caer en discursos cursis sobre su inocencia. En verdad eran lienzos en blanco que comenzaban a llenarse de color.
Rio levemente del comentario. Una risa elegante y breve. Afirmó con la cabeza, aunque eso ya tendría que verlo. Había probado muchos tés deliciosos en su vida. Sin embargo, le creyó. Pensando en que Simone no tenía necesidad alguna de mentir. Entonces prestó su atención al completo cuando la niña cambió ligeramente de talante. Alzó el mentón y la miró fijamente, preguntándose a dónde quería llegar, pero sin interrumpirla. Le sorprendió la dureza en el discurso de la pequeña. Ya había demostrado ser mucho más avezada que cualquiera a esa edad, sin embargo, esto se sentía más fuerte, más áspero. Si quiso agregar algo, no tuvo oportunidad. La pregunta que le fue lanzada lo tomó con la guardia baja.
Una cuestión demasiado profunda para haber escapado de unos labios tan castos. Baldassare abrió la boca, pero no dijo nada. Lo pensó más detenidamente. La chiquilla desprendía una energía que él conocía bien pero, ¿sabría lo que él era? ¿Quería que le hablara de las eras que había visto nacer y morir como un mortal lo hace con el día y la noche?
—Gracias por lo de galante —comenzó, tratando así de aligerar su corazón y su mente, porque de pronto, los sintió pesados, cargados de recuerdos borrados. Como si ahí estuvieran enterrados pero careciera de la llave para destaparlos—. Añoro muchas cosas —continuó, pero no supo qué más agregar. No podía añorar el día, las aves, la mortalidad, porque desconocía todo eso.
—Por ejemplo, añoro sorprenderme con facilidad, o descubrir cosas nuevas. Ver por primera vez algunas de las grandes obras de los antiguos maestros —optó por decir aquello. Nada era mentira, pero rayaba en la ambigüedad descarada—. Así como me ves, soy más viejo de lo que aparento —le guiñó un ojo, sin decir más. Eso podía significar cualquier cosa, que simplemente se conservaba bien, o la verdad, que resultaba más terrible.
—Dime, Simone… aparte de tocar, ¿qué es lo que más te gusta hacer? Porque de eso se alimentarán tus recuerdos cuando mires atrás. Asegúrate que valga la pena —un aire de melancolía impregnó las palabras del inmortal, pero la sonrisa que las acompañó las hizo sonar más esperanzadoras de lo que usualmente Baldassare era.
Baldassare Donizetti- Vampiro Clase Alta
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