AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un reencuentro ¿inesperado? [Privado]
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Un reencuentro ¿inesperado? [Privado]
Había vuelto al local que, desde que llegó a la ciudad, lo acogía la mayor parte del tiempo. No es que fuera un lugar exquisito en el que los caballeros más respetables se reunían, más bien todo lo contrario. Se trataba de una taberna de mala muerte en la que la escoria de la sociedad se dedicaba a beber y beber, como si no importara otra cosa, como si no hubiera un mañana. La primera noche se dijo que no estaba mal, sobre todo para pasar desapercibido, pero el comentario de uno de los que compartía espacio con él llamó su atención y le dedicó los siguientes días. Al principio no era más que una intuición, pero poco a poco sus sospechas se fueron confirmando.
Heathcliff apuró la copa de whisky que sostenía en la mano y depositó en la barra unas cuantas monedas, las suficientes como para pagar su consumición y la de aquel borracho que, sin darse cuenta, le había proporcionado una información demasiado interesante como para desaprovecharla. Sonrió de medio lado y se abrochó del todo el abrigo al salir de esa inmunda taberna. Le había costado un par de días, pero tenía que asegurarse de que era ella y no otra mujer que se le pareciera. La descripción coincidía, pero el nombre...Eso era otra historia. Se encendió un cigarro y dejó que el aire frío lo despejara un poco. No conocía París lo suficiente como para localizar la casa a la primera, y no iba a preguntar a los trauseuntes. Cuanto menos gente supiera que se encontraba allí mejor. Su profesión no le permitía hacer amigos y tampoco los necesitaba, pero ella...Era diferente. Todavía se acordaba de su cara de enfado cuando se enteró que le habían encargado acabar con ella y había aceptado...Se rió al recordarlo y comenzó a andar.
Caminó escondiéndose entre las sombras, más por costumbre que por otra cosa. Por suerte, tras un par de noches sonsacándole información a ese borracho, y unas cuantas copas de más, pero por fin sabía la zona donde ella vivía, su dirección exacta. No sabía cuánto tiempo había tardado en llegar, pero tampoco le importaba. Le dio una última calada al cigarro antes de tirarlo a tierra y se quedó contemplando la casa que se dibujaba ante sus ojos. La vio entrar, pero se aseguró de que ella no pudiera verlo a él, al menos no de momento. Las prisas son malas consejeras y él lo sabía muy bien. Había hecho de la paciencia su virtud, al menos en varios aspectos de su vida.
Aprovechó que la noche comenzaba a caer sobre París para aproximarse más, contemplando el interior desde la ventana. Ella se encontraba de espaldas a él, preparándose para tocar el piano. Buscó una forma de entrar y no le costó encontrarla. Una puerta trasera mal cerrada, un error imperdonable si hubiera ido a realizar su trabajo. Un visto y no visto para los que estuvieran allí dentro, sobre todo si esa era su intención, pero ese no era el caso. Al menos no ahora. Entró en la casa y comprobó que no hubiera nadie en su camino hasta la sala donde se encontraba su, por así decirlo, amiga. Se apoyó en el marco de la puerta y se quedó unos segundos observándola, escuchando las notas que sus manos arrancaban del piano.-Me alegra descubrir que sigues tocando...Cordelia-se descubrió, llamándola por su verdadero nombre, haciéndole ver que ya conocía ese secreto.
Heathcliff apuró la copa de whisky que sostenía en la mano y depositó en la barra unas cuantas monedas, las suficientes como para pagar su consumición y la de aquel borracho que, sin darse cuenta, le había proporcionado una información demasiado interesante como para desaprovecharla. Sonrió de medio lado y se abrochó del todo el abrigo al salir de esa inmunda taberna. Le había costado un par de días, pero tenía que asegurarse de que era ella y no otra mujer que se le pareciera. La descripción coincidía, pero el nombre...Eso era otra historia. Se encendió un cigarro y dejó que el aire frío lo despejara un poco. No conocía París lo suficiente como para localizar la casa a la primera, y no iba a preguntar a los trauseuntes. Cuanto menos gente supiera que se encontraba allí mejor. Su profesión no le permitía hacer amigos y tampoco los necesitaba, pero ella...Era diferente. Todavía se acordaba de su cara de enfado cuando se enteró que le habían encargado acabar con ella y había aceptado...Se rió al recordarlo y comenzó a andar.
Caminó escondiéndose entre las sombras, más por costumbre que por otra cosa. Por suerte, tras un par de noches sonsacándole información a ese borracho, y unas cuantas copas de más, pero por fin sabía la zona donde ella vivía, su dirección exacta. No sabía cuánto tiempo había tardado en llegar, pero tampoco le importaba. Le dio una última calada al cigarro antes de tirarlo a tierra y se quedó contemplando la casa que se dibujaba ante sus ojos. La vio entrar, pero se aseguró de que ella no pudiera verlo a él, al menos no de momento. Las prisas son malas consejeras y él lo sabía muy bien. Había hecho de la paciencia su virtud, al menos en varios aspectos de su vida.
Aprovechó que la noche comenzaba a caer sobre París para aproximarse más, contemplando el interior desde la ventana. Ella se encontraba de espaldas a él, preparándose para tocar el piano. Buscó una forma de entrar y no le costó encontrarla. Una puerta trasera mal cerrada, un error imperdonable si hubiera ido a realizar su trabajo. Un visto y no visto para los que estuvieran allí dentro, sobre todo si esa era su intención, pero ese no era el caso. Al menos no ahora. Entró en la casa y comprobó que no hubiera nadie en su camino hasta la sala donde se encontraba su, por así decirlo, amiga. Se apoyó en el marco de la puerta y se quedó unos segundos observándola, escuchando las notas que sus manos arrancaban del piano.-Me alegra descubrir que sigues tocando...Cordelia-se descubrió, llamándola por su verdadero nombre, haciéndole ver que ya conocía ese secreto.
Heathcliff F. Trelawny- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/10/2015
Re: Un reencuentro ¿inesperado? [Privado]
El conde de Léance, Lord Eluchans, Grimmonds “el cíclope” –apodado así por su costumbre de utilizar monóculo-… una semana que no daba pie al descanso en la vida de la cazadora y que por fin había llegado a su fin. Con su vestido color turquesa manchado todavía de sangre y seca ya ésta, Cordelia Holtz daba gracias porque el manto de la noche se posara sobre ella de una forma tan cordial. Una vez dentro, respiró hondo y expulsando el aire lentamente, junto con éste, desaparecieron las preocupaciones. Otra de esas noches en las que Benjamin Holtz acostumbraba a desaparecer con la vaga escusa del trabajo. Otra de esas noches, sus favoritas. Subió al cuarto y se deshizo del vestido, buscando comodidad y algo que no oliera a cadáver. Bajó al salón, se sirvió una copa de vino y buscando su próxima víctima, divisó el hermoso piano que su marido le hubo regalado tiempo atrás, bajo la excusa de alguna celebración que ni siquiera conseguía recordar. Negro y plagado de detalles dorados. Un estilo peculiar que se transportaba a otra época, algo que le maravillaba. Posó la copa de vino en el suelo –nunca en el piano, por precaución- y comenzó su propio soliloquio. Una especie de narración desprovista de sentido para los demás, pero que en su cabeza encajaba a la perfección. Algo así como el Is that all there is? de Peggy Lee pero con menos sentido todavía –en apariencia-. La melodía comenzaba bien pero Cordelia tenía la mala costumbre de volver todas sus piezas bella y tristemente nostálgicas, acordes a su propio carácter. Algo por lo que evitaba tocar siempre en público. Cada nota era la siguiente escalera que llevaba hasta el ático donde se guardaba el corazón de la cazadora, en una cajita de madera con cenefas rodeando ésta.
El trance del piano era inevitable y, por desgracia para la irlandesa, no logró hacerse con el eco de los pasos que iba dando el hombre que se hubo atrevido a entrar en la casa. Éste, con todo el descaro del mundo y saliendo de su escondrijo, interrumpió la unión de la mujer con su piano y la de éste con los sentimientos de la británica. Una nota discordante en la sala: él mismo y su voz. Dos elementos que convirtieron el calmado pecho de la mujer en un tobogán donde su corazón se deslizaba por éste y volvía a subir, nerviosa, pensativa y asqueada. Volvió a tomar su copa, bebió un sorbo de ésta y comenzó de nuevo a tocar. Esta vez se trataba de una banda sonora acorde a la entrada del hombre y la situación. Algo grave pero intercalando notas agudas, suspense, intranquilidad. Bernard Herrmann ya tenía una competidora en aquel siglo y fue una pena que ni los intereses de Holtz se acercaran ni por un momento a dedicarse profesionalmente a la música, ni que Hitchcock todavía no hubiera nacido. ¿Qué iba a hacer sino tocar? Al fin y al cabo, si algo había aprendido de la vida es que todo era más llevadero con humor de por medio.
- ¿Quién sois, caballero? –lo sabía de sobra-.
A los pocos minutos dejó de tocar de nuevo y se dio la vuelta por completo, fijando su mirada en el hombre.
- Creí que sería la pieza más correcta para la ocasión porque, en verdad, no hago otra cosa que ver un fantasma de mi pasado que creía muerto. Y eso, me ha asustado. Así como vuestro rostro, cada vez más demacrado con el paso del tiempo –tanta pomposa cortesía y modales que pronto serían reemplazados por todo lo contrario-.
- Moonlight Sonata:
- Trelawny's OST:
Cordelia Holtz- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/06/2014
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Re: Un reencuentro ¿inesperado? [Privado]
Desde luego el mundo era un pañuelo, incluso cuando vivías fuera de la sociedad, intentando dejar el mínimo rastro de su presencia. Hacía años que no veía a Cordelia, aunque cuando la conoció no era ese nombre el que utilizaba para dirigirse a ella. Esbozó una sonrisa ladeada, recordando las noches en las que la había tenido entre sus sábanas y había susurrado un nombre que no le pertenecía. No podía reprocharle nada, él mismo se había presentado con otro nombre, adueñándose de una identidad ficticia que no le pertenecía. Se decía mentalmente que era una especie de homenaje, llevar el nombre de su hermano cuya muerte había dirigido su vida desde hacía ya demasiado era su forma de poder seguir con una existencia vacía y solitaria. Estaba en París como podía estar en cualquier otra ciudad, el lugar no era demasiado importante, por no decir que no importaba absolutamente nada. El dinero era lo que le guiaba de un sitio a otro, según el que lo contrataba y su petición, por llamar así a los asesinatos que le mandaban cometer, era lo que dirigía su vida. No es que se estuviera cansando, en absoluto. Eso era lo único que sabía hacer, ya que estuvo años y años centrado en vengar la muerte de su hermano. La violencia y el rencor eran lo único que había permanecido intacto en su vida, lo que la había dotado de sentido cuando poco más le quedaba. Era una vida solitaria, era cierto. No se podía decir que realmente tuviera amigos. La única a la que había considerado algo parecido había salido de su vida en cuanto se enteró de que le habían encargado matarla. Él se lo tomó a risa, pero a ella no le hizo nada de gracia y tal y como entró en su vida, salió de ella. Sin más.
Había ido a buscarla sin dudarlo ni un segundo, tras comprobar que era realmente ella. No había dos mujeres iguales, y él lo sabía bastante bien. Actuó de manera impulsiva. O al menos todo lo impulsivamente que alguien como él puede actuar. No se dedicó a observar su casa durante días o semanas, ella no era uno de sus objetivos. Sin embargo, el borracho al que había estado tanteando le había dado los datos suficientes como para hacerse una idea de la nueva vida que estaba llevando la mujer. Le sorprendió que estuviera casada, la verdad, aunque lo cierto era que nunca le había preguntado sobre su estado civil. Eso era algo que a Heathcliff no le había importado. Acostarse con una mujer casada no era algo que perturbara su conciencia. Realmente había muy pocas cosas que lo hicieran. No se dejaba llevar por esa moralidad de la que muchas personas presumían tener por la calle, aunque seguramente en cuanto cruzaran el umbral de su puerta esa rectitud desaparecía por completo. Lo había observado más de una vez. El mundo estaba lleno de hipócritas y tal vez él fuera el primero de todos, aunque no por las mismas razones.
-¿Tan pronto me has olvidado, querida?-preguntó, aunque realmente no esperaba una respuesta de su parte. Quizás fuera por su propio orgullo, quizás porque esperaba que esa especie de amistad que tuvieron alguna vez también hubiera tenido algo de peso para ella.-Lástima que esté tu marido en casa y no podamos hacer demasiado ruido...Sino te recordaría quién soy o, al menos, la forma en la que pasábamos la mayoría del tiempo que estábamos juntos-añadió, dejándose ver completamente, entrando en el salón y no quedándose, únicamente, en la puerta.-Podría decirte lo mismo, querida. Sabes muy bien que la educación no es algo que vaya conmigo-añadió, mirándola directamente y colocándose justo delante del piano, apoyándose levemente en él.-Tú, por el contrario, estás prácticamente igual. No me ha costado demasiado saber de ti. Deberías tener cuidado, te estás volviendo demasiado descuidada, encanto.
Había ido a buscarla sin dudarlo ni un segundo, tras comprobar que era realmente ella. No había dos mujeres iguales, y él lo sabía bastante bien. Actuó de manera impulsiva. O al menos todo lo impulsivamente que alguien como él puede actuar. No se dedicó a observar su casa durante días o semanas, ella no era uno de sus objetivos. Sin embargo, el borracho al que había estado tanteando le había dado los datos suficientes como para hacerse una idea de la nueva vida que estaba llevando la mujer. Le sorprendió que estuviera casada, la verdad, aunque lo cierto era que nunca le había preguntado sobre su estado civil. Eso era algo que a Heathcliff no le había importado. Acostarse con una mujer casada no era algo que perturbara su conciencia. Realmente había muy pocas cosas que lo hicieran. No se dejaba llevar por esa moralidad de la que muchas personas presumían tener por la calle, aunque seguramente en cuanto cruzaran el umbral de su puerta esa rectitud desaparecía por completo. Lo había observado más de una vez. El mundo estaba lleno de hipócritas y tal vez él fuera el primero de todos, aunque no por las mismas razones.
-¿Tan pronto me has olvidado, querida?-preguntó, aunque realmente no esperaba una respuesta de su parte. Quizás fuera por su propio orgullo, quizás porque esperaba que esa especie de amistad que tuvieron alguna vez también hubiera tenido algo de peso para ella.-Lástima que esté tu marido en casa y no podamos hacer demasiado ruido...Sino te recordaría quién soy o, al menos, la forma en la que pasábamos la mayoría del tiempo que estábamos juntos-añadió, dejándose ver completamente, entrando en el salón y no quedándose, únicamente, en la puerta.-Podría decirte lo mismo, querida. Sabes muy bien que la educación no es algo que vaya conmigo-añadió, mirándola directamente y colocándose justo delante del piano, apoyándose levemente en él.-Tú, por el contrario, estás prácticamente igual. No me ha costado demasiado saber de ti. Deberías tener cuidado, te estás volviendo demasiado descuidada, encanto.
Heathcliff F. Trelawny- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/10/2015
Re: Un reencuentro ¿inesperado? [Privado]
Por suerte o por desgracia para la cazadora y su viejo amigo, el marido de ésta se encontraba lejos del domicilio. Motivo por el que la mujer dedicaba su tiempo al piano. Reproches continuos por parte de su cónyuge y éste, tonto de él, sigue sin saber que Cordelia sólo toca cuando se ausenta.
- Me entristece pensar que en tu cabecita existe la posibilidad de que yo acceda a acostarme contigo de nuevo –declaró autosuficiente-.
Apretó el puño inconscientemente. Una actitud que siempre le había sacado de quicio, la de Trelawny. ¿Cómo se atrevía a insinuar que la mujer tenía la más remota intención de volver a encamarse con él tras lo sucedido tiempo atrás? Vale que ella había querido matar a más de un hombre con el que se había acostado y que sí, de acuerdo, en más de una ocasión lo hubo conseguido, mas eso no es excusa, pues la relación que tenía con Trelawny poco o nada se asemejaba a la que fingía con el resto.
- Prácticamente igual pero casada, viviendo en una mansión y no siendo tú santo de mi devoción. Creo que algunas cosas sí que han cambiado, encanto –volviendo a las teclas blancas del piano, buscando con recelo las negras adecuadas, y observando ariscamente por encima del piano a su invitado-.
Una tecla, una nota, un recuerdo. Parecía que su hobbie favorito era el de martirizarse con su pasado y que, a posta, buscaba las aventuras que con más facilidad aventuraban la desgracia propia. Tantas preguntas surcaron la laguna que rodeaba aquella isla, en la que los sentimientos de la irlandesa se encontraban protegidos por el hierro de una cárcel construída con los años y las decepciones… pero ninguna podía salir. No sin que saliera el pronunciado acento de ésta, acostumbrado a asomar la cabeza cuando la mujer convertía su sarcástico tono en amenazante, y cuando la amenaza se dejaba acompañar siempre por los gritos.
- Si permito que sigas en mi hogar es porque quiero saber que te ha traído hasta aquí, nada más. Sabes que sino estarías ya en la calle, o quizás ambos nos encontraríamos muertos ya, intentando acabar con el otro pero sin resultados satisfactorios para ninguno. ¿Por qué tanta hostilidad?, te preguntarás –sarcástica, todavía-. Pues bien, ¿por qué no haces memoria y decides irte por tu propio pie al recordar que fue lo que hizo que yo me largara? ¿Que si soy rencorosa? Sólo cuando intentan matarme. ¿Has venido a terminar el trabajo? Me quitaría la vida yo misma antes de darte tal satisfacción.
En condiciones normales, uno puede tratar con Cordelia Holtz de maneras más afables, sin embargo… éste no era el caso. Te odio, ¿no puedes comprender algo tan simple como que te odio?, le hubiera gustado decir en voz alta, mas no podía. Demostraría más de lo que ella misma estaba dispuesta a permitirse demostrar ante alguien que no se merecía absolutamente nada. Salvo quizás un buen puntapié.
A lo mejor para Trelawny, aquello no era más que una simple broma. Una visita para echarse unas risas con una vieja amiga. Nada más alejado de la realidad para la cazadora, como bien estaba demostrando intentando poner freno a las emociones que buscaban colocar sus manos en derredor del cuello ajeno y apretar hasta el último suspiro.
Cordelia Holtz- Cazador Clase Alta
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Re: Un reencuentro ¿inesperado? [Privado]
Heathcliff sacudió la cabeza al escucharla y rió con ganas. Recordaba perfectamente sus encuentros, por supuesto que lo hacía, y casi todos esos se resumían en sábanas, sudor y gemidos, pero eso no significaba que lo que la mujer estaba diciendo fuera cierto. La miró de arriba abajo, sí, seguía teniendo aquello que había llamado la atención del cazador tiempo atrás, pero eso no significaba que intentara volver a acostarse con ella. Le atraía, pero no era un suicida. Ella no dudaría en matarlo si intentaba ponerle un dedo encima. Solo quería molestarla. Otro de sus viejos hábitos.
-Ni por un segundo se me ha pasado por la cabeza el hecho de volver a acostarme contigo, encanto, al menos no he venido con esa intención, pero al verte...-comenzó a decir mientras se paseaba por la sala, hasta llegar y una ventana y abrirla al tiempo que se encendía un cigarrillo.-Bonito barrio-comenzó a decir-Pensaba que te iban los lugares más...sucios, oscuros-le dio una calada al cigarro y después la miró-¿Has cambiado bastante de prioridades o esto es solo una máscara más de las que sueles llevar contigo?-le preguntó.
No se imaginaba a la muchacha que conoció una vez como una devota esposa cuyo único entretenimiento, más allá de cuidar de la casa y su marido, era tocar el piano. La conocía bastante bien y no era de las que se conformaban con ese tipo de vida.-¿Tan pronto olvidas a los viejos amigos?-rió, aunque sabía perfectamente que no era santo de su devoción, que las cosas entre ellos habían acabado bastante mal. ¿Se arrepentía? No. La había dejado viva, a pesar del encargo recibido ¿no lo conocía suficiente como para saber que eso ya era mucho viniendo de él?
Lo único que le importaba a Heathcliff era el dinero, Cordelia lo sabía muy bien, pero a pesar de eso, se podría decir que ese singular par habían sido amigos. O lo más cercano a un amigo que alguien como el cazador podía tener. Sí, claro que le habían encargado que la matara y él había aceptado, entre risas, pero no pensaba hacerlo. La prueba era que él mismo se lo había comentado y la había dejado irse. Si de verdad hubiera pensado en matarla, no estaría ahora frente a ella. Cordelia, aunque por aquel entonces no la conocía por ese nombre, no habría vuelto a ver la luz del sol, sus ojos se habrían cerrado para siempre.
-¿Así es como recibes a un viejo amigo?-le preguntó mientras volvía a darle una calada al cigarrillo que llevaba entre sus dedos-En realidad permites que siga en tu hogar porque no hacerlo sería exponerte demasiado. ¿Qué pensarían los vecinos si escucharan una discusión procedente de entre estas cuatro pareces y que acaba saliendo un hombre que no es tu marido? Llamaría demasiado la atención y espero que no te hayas vuelto tan descuidada que permitas que ocurra algo así, aunque visto lo fácil que se ha sido encontrarte sin proponérmelo...Estás perdiendo cualidades. ¿Voy a tener que recordarte un par de cosas sobre como pasar desapercibido? Porque como alguien quiera matarte lo tendrá realmente fácil.
-Ni por un segundo se me ha pasado por la cabeza el hecho de volver a acostarme contigo, encanto, al menos no he venido con esa intención, pero al verte...-comenzó a decir mientras se paseaba por la sala, hasta llegar y una ventana y abrirla al tiempo que se encendía un cigarrillo.-Bonito barrio-comenzó a decir-Pensaba que te iban los lugares más...sucios, oscuros-le dio una calada al cigarro y después la miró-¿Has cambiado bastante de prioridades o esto es solo una máscara más de las que sueles llevar contigo?-le preguntó.
No se imaginaba a la muchacha que conoció una vez como una devota esposa cuyo único entretenimiento, más allá de cuidar de la casa y su marido, era tocar el piano. La conocía bastante bien y no era de las que se conformaban con ese tipo de vida.-¿Tan pronto olvidas a los viejos amigos?-rió, aunque sabía perfectamente que no era santo de su devoción, que las cosas entre ellos habían acabado bastante mal. ¿Se arrepentía? No. La había dejado viva, a pesar del encargo recibido ¿no lo conocía suficiente como para saber que eso ya era mucho viniendo de él?
Lo único que le importaba a Heathcliff era el dinero, Cordelia lo sabía muy bien, pero a pesar de eso, se podría decir que ese singular par habían sido amigos. O lo más cercano a un amigo que alguien como el cazador podía tener. Sí, claro que le habían encargado que la matara y él había aceptado, entre risas, pero no pensaba hacerlo. La prueba era que él mismo se lo había comentado y la había dejado irse. Si de verdad hubiera pensado en matarla, no estaría ahora frente a ella. Cordelia, aunque por aquel entonces no la conocía por ese nombre, no habría vuelto a ver la luz del sol, sus ojos se habrían cerrado para siempre.
-¿Así es como recibes a un viejo amigo?-le preguntó mientras volvía a darle una calada al cigarrillo que llevaba entre sus dedos-En realidad permites que siga en tu hogar porque no hacerlo sería exponerte demasiado. ¿Qué pensarían los vecinos si escucharan una discusión procedente de entre estas cuatro pareces y que acaba saliendo un hombre que no es tu marido? Llamaría demasiado la atención y espero que no te hayas vuelto tan descuidada que permitas que ocurra algo así, aunque visto lo fácil que se ha sido encontrarte sin proponérmelo...Estás perdiendo cualidades. ¿Voy a tener que recordarte un par de cosas sobre como pasar desapercibido? Porque como alguien quiera matarte lo tendrá realmente fácil.
Heathcliff F. Trelawny- Cazador Clase Alta
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Re: Un reencuentro ¿inesperado? [Privado]
La risotada del rufián enfureció más si cabe a la mujer, cansada ya de juegos y más cuando era el cazador el que pretendía retarla en campo propio.
- Puede que tú te hayas estancado en saborear la pobreza de la repugnante vida que has llevado siempre, pero otras aspiramos algo más alto –otra máscara, sin duda alguna-.
¿Una mansión llena de objetos valiosos pero que hacía sentir a la irlandesa cuanto menos vacía por dentro? ¿El matrimonio entre la falsedad y la lujuria? ¿Una doble vida de su oculta realidad, donde no dejaba de ser otro juguete para otro hombre? Envidiable cuanto menos era su existencia, desde luego.
Aunque volviendo a las teclas del piano, su atención seguía puesta en la figura de Trelawny. Abriendo la ventana, fumando su cigarrillo. Todavía no estaba segura de si se trataba de un fantasma o en verdad volvía a estar frente a él. ¿Demasiado alcohol, quizás? No. En el caso de Cordelia Holtz, el problema radicaba en que había tenido demasiada vida y con demasiados hombres, no todos buenos. He aquí la prueba, a dos patas y sujetando un cigarrillo entre sus dedos: Heathcliff F. Trelawny.
- Suelo olvidarme de mis amigos cuando intentan cortarme el cuello. Disculpa si te resulta un comportamiento extraño, pero soy muy mía. Búscate otra amiga que guste más del placer de un buen cuchillo en su garganta. ¿Acaso necesitas dinero? Porque no veo otro motivo por el que puedas estar aquí ahora. ¿Vienes para acabar el trabajo? ¿Te han ofrecido más francos?
Poco le importaba a la británica el haber sido conocedora de las intenciones del cazador por aquel entonces, pues ¿quién en su sano juicio acepta un encargo así tratándose de una amiga o lo que fuera que significara Cordelia para él en aquel momento?
- Pocos serán los hombres en esta ciudad de quienes mis vecinos no hayan escuchado gemido alguno procedente de estas cuatro paredes, no te preocupes por eso, que no es en absoluto el motivo de que sigas aquí. Estoy esperando a que me digas el porqué de tu visita –detalle todavía en el aire y sin aclarar-. ¿Perdiendo cualidades? No es mi intención esconderme de nadie, Heathcliff. Mírame: un nombre, aposentada en un hogar, casada, con una rutina, sin secretos –algo que ni ella misma se creía-, una mujer nueva diría yo. Incluso te permito estar aquí. Alguien que no se esconde de nadie, como ya te he mencionado. Y como ya me enseñaras en su momento, ¿qué importa lo oculta que puedas creerte, si al final es la persona más cercana a ti la que busca apretar el gatillo? Eso hace que el pretender esconderte y pasar desapercibido no sea más que una pérdida de tiempo. ¡Vamos, déjate de tonterías y sé claro por una vez en tu vida! ¿Qué haces aquí?
Cordelia Holtz- Cazador Clase Alta
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Re: Un reencuentro ¿inesperado? [Privado]
Heathcliff tenía que contenerse para no soltar una carcajada ante las palabras de la que una vez había sido, más o menos, su mejor amiga. Era triste, pero cierto, que había muy pocas personas que lo conocieran mejor que ella. O al menos, muy pocas vivas. ─¿Y aspirar más alto significa meterte entre las sábanas de un viejo decrépito?─rió, haciendo alusión a su marido.
Él no era nadie para juzgar al prójimo, pero no podía evitar picar de esa forma a su vieja amiga. Se sentía cómodo a su lado, o al menos así se había sentido hacía unos años, pero ahora todo era diferente. Las palabras de la chica hicieron que, durante unos segundos, se perdiera en sus propios pensamientos. Su vida era la que era por su pasado. Tras llevar a cabo lo que lo había estado atormentando durante años, había dejado de tener sentido y se limitaba a existir. Sin más.
Quizás por eso era por lo que había ido a visitarla. Porque necesitaba algo de emoción, aunque quizás él no tenía derecho ni a eso. No temía a la muerte, él mismo era el brazo ejecutor de la misma en numerosas ocasiones. La melodía seguía sonando, Cordelia no dejaba de tocar, a pesar de todo. Y él no dejaba de escucharla, mientras sostenía entre sus labios el cigarro, dándole alguna que otra calada profunda y dejando que el humo se escapara de su boca.
─No estás muerta, querida─comenzó a decir, sin mirarla. No había necesidad de hacerlo. Le gustara o no, conocía a la perfección sus gestos, todas y cada una de sus muecas y se estaba imaginando la que tendría en ese preciso momento.─Si hubiera querido matarte, no estarías aquí. Habría acabado con tu vida la última vez que nos vimos. Y después habría desaparecido sin mirar atrás─tomó aire un segundo, volvió a darle una calada al cigarro y lo apagó.─Y no, no necesito dinero. Aunque es cierto que he venido a París por una cuestión de francos. Lamentablemete, he de confesarte que mi vida no gira entorno a ti. Desapareciste y eso me sirvió para cobrar. Es lo único que me pedían. Me facilitaste mucho las cosas─añadió, aunque no dijo que realmente le molestó verla marchar.
─Sigues resentida─comentó al escucharla. No esperaba que lo recibiera con los brazos abiertos, ni mucho menos. De hecho, si hubiera estado en su lugar no sabría muy bien cómo habría reaccionado al ver a un fantasma de su pasado en el cual ya no pensaba. Volvió a acercarse a ella, pero no demasiado. Se mantenía a una distancia prudente, como siempre hacía. Años habían pasado desde la última vez que se había dejado llevar. Y no pensaba empezar ahora.─Ya te lo he dicho, estoy aquí por casualidad. Aunque si lo que estás preguntando es si eres tú lo que me ha traído hasta aquí, debo decirte que no. Si fueras tú mi objetivo no te habría dejado, ni siquiera, verme. O puede ser que sí, a modo de despedida. Sería un gesto muy poético, pero la poesía no es lo mío, encanto, creo que ya lo sabes─se encogió de hombros y respiró hondo.─¿No ofreces una copa a un viejo amigo? Pensé que ahora que eras una gran señora tus modales estarían a la altura. Aunque si los vecinos no dejan de oír tus gemidos…Seguro que piensan que no encajas aquí, que no deberías estar.
Él no era nadie para juzgar al prójimo, pero no podía evitar picar de esa forma a su vieja amiga. Se sentía cómodo a su lado, o al menos así se había sentido hacía unos años, pero ahora todo era diferente. Las palabras de la chica hicieron que, durante unos segundos, se perdiera en sus propios pensamientos. Su vida era la que era por su pasado. Tras llevar a cabo lo que lo había estado atormentando durante años, había dejado de tener sentido y se limitaba a existir. Sin más.
Quizás por eso era por lo que había ido a visitarla. Porque necesitaba algo de emoción, aunque quizás él no tenía derecho ni a eso. No temía a la muerte, él mismo era el brazo ejecutor de la misma en numerosas ocasiones. La melodía seguía sonando, Cordelia no dejaba de tocar, a pesar de todo. Y él no dejaba de escucharla, mientras sostenía entre sus labios el cigarro, dándole alguna que otra calada profunda y dejando que el humo se escapara de su boca.
─No estás muerta, querida─comenzó a decir, sin mirarla. No había necesidad de hacerlo. Le gustara o no, conocía a la perfección sus gestos, todas y cada una de sus muecas y se estaba imaginando la que tendría en ese preciso momento.─Si hubiera querido matarte, no estarías aquí. Habría acabado con tu vida la última vez que nos vimos. Y después habría desaparecido sin mirar atrás─tomó aire un segundo, volvió a darle una calada al cigarro y lo apagó.─Y no, no necesito dinero. Aunque es cierto que he venido a París por una cuestión de francos. Lamentablemete, he de confesarte que mi vida no gira entorno a ti. Desapareciste y eso me sirvió para cobrar. Es lo único que me pedían. Me facilitaste mucho las cosas─añadió, aunque no dijo que realmente le molestó verla marchar.
─Sigues resentida─comentó al escucharla. No esperaba que lo recibiera con los brazos abiertos, ni mucho menos. De hecho, si hubiera estado en su lugar no sabría muy bien cómo habría reaccionado al ver a un fantasma de su pasado en el cual ya no pensaba. Volvió a acercarse a ella, pero no demasiado. Se mantenía a una distancia prudente, como siempre hacía. Años habían pasado desde la última vez que se había dejado llevar. Y no pensaba empezar ahora.─Ya te lo he dicho, estoy aquí por casualidad. Aunque si lo que estás preguntando es si eres tú lo que me ha traído hasta aquí, debo decirte que no. Si fueras tú mi objetivo no te habría dejado, ni siquiera, verme. O puede ser que sí, a modo de despedida. Sería un gesto muy poético, pero la poesía no es lo mío, encanto, creo que ya lo sabes─se encogió de hombros y respiró hondo.─¿No ofreces una copa a un viejo amigo? Pensé que ahora que eras una gran señora tus modales estarían a la altura. Aunque si los vecinos no dejan de oír tus gemidos…Seguro que piensan que no encajas aquí, que no deberías estar.
Heathcliff F. Trelawny- Cazador Clase Alta
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